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Desde muy antiguo el hombre ha palpado la dualidad básica que lo constituye. La diada
mente cuerpo se encuentra en los escritos religiosos y mitos ancestrales. Esta concepción fue
predominante en casi todas las interpretaciones culturales y científicas de gran parte de la
civilización hasta la modernidad. En el ámbito educativo desde la época clásica se conoce el
concepto de “mente sana en cuerpo sano”. Incluso se incorpora a las emociones, como se
evidencia en este aforismo atribuido a Aristóteles “educar la mente sin educar el corazón, no es
educar en absoluto”. De hecho, si realizamos un análisis objetivo del tipo de instrucción en
épocas clásicas o en antiguas civilizaciones encontramos que su abordaje es mucho más sintético
e integral que en el diseño moderno. En el contexto de esas épocas encontramos también
triadas que incorporan al espíritu como otra dimensión: alma (como principio vital), cuerpo
(como materia) y espíritu (como lo inmaterial, la razón, lo trascendente). Estas triadas solo eran
comprendidas por círculos herméticos de iniciados, por lo que nunca fueron accesibles al resto
de la población. Existe una traza actual de eso en los colegios confesionales; pero superficial,
equivoca y desprovista de toda sustancia original.
Si todos los terapeutas y educadores pudieran acercarse a los demás desde esta
multidimensionalidad, considerando también la propia, no dejando ninguna subordinada a los
caprichos de otra y dándole la importancia que se merecen quizás todo fluiría de otra forma. No
es difícil, con un poco de esfuerzo, creatividad y de la mano de los juegos puede avanzarse en ese
sentido.
Homo Ludens
El juego había sido olvidado por el hombre moderno, al parecer tan absorto se
encontraba descubriendo el mundo y sus secretos entre los siglos XVII y XIX, que entre tanto
libro, laboratorio y charlas eruditas olvidó una de las principales actividades del hombre. En el
escenario intelectual occidental no fue hasta el año 1939 que Johan Huizinga ubica al juego
como uno de los núcleos centrales del fenómeno humano. El hombre no es solo saber o hacer,
también es juego. Al homo sapiens y al faber Huizinga propone el homo ludens, es decir, la
actividad lúdica como distinción de lo humano, tan importante como las dos antes mencionadas.
En su rupturista avanzada explora, entre otras, funciones placenteras, estéticas, bélicas y
racionales presentes en el juego. Su obra cuestiona al mundo intelectual y abre sendas para otros
que vendrán a construir nuevos caminos en torno a lo lúdico muchos años después.
En efecto, considerando los seis principios básicos: Zapin, Yamuwün, Gülam, Azmuwün
Mañummuwun e Inatuzungun se puede armar una estrategia pedagógica que cumpla
adecuadamente con una formación integral, muy en sintonía y concordancia con la vanguardia en
educación inclusiva y socioemocional.
No podemos eludir la alegría que nos provoco conocer estas concepciones del ser, del
juego y de la educación. Pues, son en esencia lo que necesita el ser humano para crecer y
desarrollarse en plenitud. La vanguardia en la ciencia de la educación nos propone sistemas muy
similares al del mundo mapuche, el rescate del juego en educación es valuarte de la inclusión, la
neurociencia también nos está develando que el ser humano es mucho más que cuerpo y razón.
Aprendamos de la sabiduría milenaria y agradezcamos que aun esta viva.