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LOMBARDI, G.

; (2003)
“EL EMPLEO FUNDAMENTAL DE LA FANTASÍA EN LA NEUROSIS”

“Análisis” significa desintegración, descomposición, y el camino del psicoanálisis es el que lleva de los
síntomas y manifestación complejas de la neurosis a las pulsiones, a las que considera los elementos simples y
últimos que estarían en la base de los síntomas. (Fantasía como lo que se interpone entre el síntoma y las
pulsiones).
Lo que para Freud hace del neurótico un neurótico es que no satisface la pulsión directamente, ni siquiera
cuando todas las condiciones están dadas. Algo en él se enfrenta a lo que le gusta, incluso cuando nadie se lo
impide. El conflicto se impone sobre la satisfacción directa.
La pulsión divide al sujeto, que quiere la satisfacción y al mismo tiempo no la quiere, entonces parálisis.
El neurótico es un sujeto inhibido, que no realiza la acción específica que podría satisfacer la pulsión.
La represión consiste en que sobre esas pulsiones simples, el neurótico “no sabe”, esta desconectado de ellas.
No sabe, luego no actúa. Las pulsiones, sin embargo, retornan, irreconocibles, disfrazadas, bajo la forma de
síntomas compuestos, sobredetermiandos. Todo ese entramado paralizante de lenguaje que complica al sujeto
en sus síntomas.
El trabajo analítico consistiría en la descomposición asociativa de esos síntomas complejos y en el volver
conciente los impulsos reprimidos, que involucran unos pocos significantes. Para actuar, primero, habría que
saber eso que no se sabe, lo más simple.
Hacer conciente las mociones pulsionales seria el objetivo epistémico. El beneficio practico seria que el saber
restablece la posibilidad de actuar, inhibida en la neurosis. Ese es el objetivo que plantea Freud: saber, superar
la represión, para actuar.
Forma parte de ese empeño analítico el recordar, el recordar lo olvidado, lo reprimido, hasta llegas a aquellos
momentos de emergencia de la pulsión bajo la forma accidental de un trauma, que quiere decir: herida, ruptura.
¿Ruptura de qué?: de cierta armonía que exitista antes del acontecimiento que la rompe, y al que el sujeto luego
queda fijado.
Entonces, para actuar, hay que saber, y para saber, hay que recordar.
Las escenas traumáticas, parecen no ser verdades, no haber ocurrido realmente: son fantasías. En el trayecto
del análisis (que va de los síntomas a las pulsiones), se interponen las fantasías.
Hay una realidad psíquica que encuentra su fundamento en las fantasías, y que viene al lugar de la articulación
entre síntoma y pulsión.

MALENTENDERSE
El sujeto en análisis da cuenta de que para él, realidad y fantasía coinciden. Si son concientes, suelen
proporcionarle momentos placenteros; si con inconcientes, son el fundamento secreto de una realidad de la que
no está dispuesto a desprenderse, aun si ella implica recortes a sus posibilidades de actuar, sublimar, amar.
El psicoanálisis nos lleva a saber que no todo en la fantasía incluye elementos reales, y su función es
ineliminable de la vida del ser hablante, al menos de su vida sexual. De hecho, la fantasía viene a suplir una
carencia fundamental para el hablante: su pulsión sexual no tiene objeto, y es la fantasía la que le provee
alguno.
El psicoanálisis permite constatar que la relación sexual no existe, que el falo, en tanto elementos que podría
mediar entre hombre y mujer, no existe, que la mujer ella misma tampoco existe (y si existes, es inaccesible,
ex_siste, fuera de la significación fálica del significante.
Esto permite dar cuenta de un real con el que tiene que lidiar, no solo el psicoanálisis, sino cada sujeto que
habla. Un déficit fundamental afecta a lo sexual del hablante.
En efecto, porque es ser habla, entre él y su partenaire se levanta un muro de lenguaje que no permite
“entenderse” realmente con el Otro sexo. Porque existe el muro del lenguaje, no nos entendemos en el
plano sexual, y entonces solo podemos malentendernos, y atravesar así el muro del lenguaje por las
rendijas que trama el inconciente. Por malentendido, el inconciente funciona como enlace con el Otro, como
discurso del Otro.
Ahora bien, uno no se malentiende con cualquiera, eso no se produce necesariamente, es contingente.

EL OBJETO DE LA FANTASÍA
La fantasía entra en acción porque el inconciente (maraña, red infinita de malentendidos) permite ubicar,
en lugar del partenaire, un objeto que es una parte de sí mismo, una parte del cuerpo, alrededor de la
cual toda la trama de equívocos del inconciente se organiza.
Freud encuentra como matriz del partenaire cierta parte del cuerpo naturalmente ligada a un orifico corporal (la
boca, el ano, el orificio palpebral, la oreja) y a un objeto que por su función misma se pierde: la teta, la caca, la
mirada, la voz.
Esos objetos solo adquieren una función libidinal en tanto efectos del lenguaje. El análisis siempre nos permite
advertir la presencia intersticial en ella de uno de esos objetos (efecto de un recorte significante operado sobre el
cuerpo. Lacan los llamó objeto a).
Esos objetos tienen algo de real. Un real que no se pierde del todo porque el lenguaje, vía malentendido,
recorta y entrama ese objeto en el discurso del Otro, en el inconciente.
Ahora bien, en ninguno de esos casos se trata de un objeto adecuado. Es un objeto no especularizable.

Por la fantasía, el sujeto se identifica con el efecto a del lenguaje. Lacan lo escribió así $<>a.

$ y a son efectos del lenguaje en lo real de la estructuración subjetiva, pero el efecto ilusorio de la fantasía solo
se produce por la operación de identificación (que tiende un velo sobre eso con lo que uno se identifica).
Cuando el sujeto advierte ese efecto a del lenguaje como separado, cuando se advierte entonces desgarrado de
ese secreto “sí mismo” que es el sustrato de su personalidad, el efecto ilusorio de la fantasía se pierde, y resulta
angustioso.
La ANGUSTIA señala una ruptura de la identificación con el objeto a, es un encuentro con él a. Por eso, la
angustia no es sin objeto: más precisamente, no es sin objeto a.
¿De qué es señal la angustia? Es señal de la presencia estructural, como efecto del lenguaje, de ese objeto
que usualmente el sujeto no ve porque se identifica con él, mira desde él.
La fórmula de la angustia (a -> $), donde el z es la señal que llega al sujeto desde lo real, que pugna por
despertarlo, por impedir que siga soñando su realidad cotidiana en el marco dado por sus fantasías.

La angustia tiene, por eso, una posición intermedia entre la fantasía y el acto:

En la FANTASIA → el sujeto se identifica inconcientemente con él a.

En la ANGUSTIA → se encuentra con él como algo que al mismo tiempo se separa de él y lo despierta en
presencia de un deseo en el Otro, un deseo al que siente como amenazador si no puede reducir a una demanda
de amor o de reconocimiento.

En el ACTO → el objeto ya intervino como causa del deseo, es una causa que ya no angustia, sino que impulso
al sujeto al encuentro con el Otro (ACTO) o al rechazo del Otro (PASAJE AL ACTO). Esa causa, esa parte
perdida de sí, en el acto resulta estructuralmente ubicada en su lugar de anudamiento, de enlace de la pulsión
con el deseo del Otro, y está en la base de la decisión y de la certeza del acto. Sólo el acto puede arrancar a la
angustia su certeza, su certeza orientadora hacia la acción.

Esto quiere decir que lo ilusorio de la fantasía no está dado por los elementos que interviene en la
identificación, sino por la operación de identificación en sí misma, que induce un efecto de velo tendido sobre
lo real de los elementos con que se produce. Por eso entre el $ y el a (efectos que el lenguaje introdujo en lo
real) se ubica un tercer elementos, el velo, que permite la identificación, permite no ver lo que ese efecto a
tiene de real, de cierto, de angustiante, de causa del deseo del Otro. Por eso el falo no es un objeto, no es
un a, sino el velo mismo, el instrumento que permite no ver el efecto a del lenguaje sino disfrazado, con brillo
fálico, fetichizado - y como ágalma cuando el partenaire es el analista.

EL EMPLEO FUNDAMENTAL
Aproximación al deseo del neurótico: la fantasía permite al neurótico sostener su deseo, pero sostenerlo como
inhibido, como no realizado, por identificación con un objeto a que se define por no satisfacer una demanda (que
siempre es, en último análisis, una exigencia significante, una exigencia pulsional).
Lacan dice: la fantasía, en su empleo fundamental, es aquello por lo cual es sujeto se sostiene en el nivel
de su deseo evanescente, evanescente en la medida en que la satisfacción misma de la demanda le hurta
su objeto.
Le hurta su objeto porque lo propio de la pulsión es la perdida de objeto.
Es decisivo distinguir entre la pulsión en tanto ella puede escribirse $ <> D y la fantasía en tanto ella se escribe $
<> a.
Es lo propio del neurótico confundirlos, confundir la exigencia significante con el objeto a que es precisamente lo
que la objeta, lo que se caracteriza por no satisfacerla. La fantasía ahueca en la cadena del significante un
intervalo entre los significantes, que permite al sujeto respirar.
La fantasía sostiene, en la neurosis: que la demanda admite un empleo metafórico, que es la base de su
inhibición, empleo por el que la demanda no sería una exigencia pulsional, sino demanda de Otra cosa,
demanda del Otro, demanda en el Otro, demanda de amor, demanda de reconocimiento, permiso o prohibición.

Lacan enseña que la dirección de la cura, la dirección en que la confusión del neurótico podría curarse, cuando
el psicoanalista advierte que la resistencia del paciente, cuando se opone a la sugestión del terapeuta, “no es
sino deseo de mantener su deseo”, es decir, que está basada en el empleo fundamental de la fantasía.
Habría que poner la resistencia en la columna de la transferencia positiva, argumenta Lacan, puesto que es el
deseo el que mantiene la dirección del análisis fuera de los efectos sugestivos de la demanda.
Por eso el analista puede apoyar su acto en la función de la fantasía, en el empleo fundamental de la fantasía,
ubicándose el mismo en el lugar del a, para luego cortar la identificación del $ con él a, y así realizar la distinción
entre el z y la demanda.

Así, la terapia analítica abarque dos etapas descriptas por Freud:


PRIMERO, la libido es esforzada a pasar de los síntomas a la transferencia y concentrada en el analista como
objeto (como objeto a)
SEGUNDO, se apunta al desprendimiento, a la separación del analizante de ese objeto.

¿Por qué el neurótico hace equivaler el a con la demanda? Porque de ese modo evita la angustia, evita la
certeza de la angustia, con su inminencia de acción específica, de acción que no será del orden del placer sino
que se situara más allá del principio del placer.
Mientras el neurótico puede sostener esa confusión, puede seguir durmiendo, encerrado en su realidad
psíquica ya conocida, que es una extensión del principio de placer.
Pasar a la acción requiere, en cambio, lograr que el a intervenga de otro modo, bien distinto al de la
fantasía: no ya como sostén neurótico de un deseo inhibido, sino como causa de un deseo en el Otro.
Interviene entonces como objeto separador entre el viviente y el Otro, entre pulsión y deseo, inter-viene
como lo que permite al ser hablante ubicarse en relación con el deseo del Otro, más allá o más acá de la
demanda del Otro, más allá o más acá del registro del reconocimiento.
En el acto, la demanda se ubica, no el él Otro, sino en su lugar natural: la pulsión.
En la neurosis, el síntoma no solo es expresión de una pulsión reprimida, sino que además expresa
fantasías, que se distinguen de ella.
DE LA PROLIFERACIÓN A LA FRASE INEXTENSIBLE
La fantasía prolifera en la sombra, se hace inconciente, se esconde tras los síntomas, admite
ensoñaciones diurnas más o menos placenteras e invade los sueños nocturnos. A veces se da vuelta como un
guante, entonces angustia (a->$). El psicoanálisis puede exaltar esa aptitud expresiva y expansiva de la
fantasía.
Primer error de traducción: Cuando Lacan habla de fantasma, habla de la fantasía de Freud. Es decir, que no
hay absolutamente ninguna distinción conceptual entre fantasía y fantasma.
Segundo error: a ese error se añade la idea de que “el análisis comienza por el síntoma y termina por el
fantasma”. Se hace así de la fantasía algo que se deja para más adelante, respetado y temido a título de
fantasma, algo que solo podrá construirse y atravesarse al final de los análisis.

Cuando Lacan habla de fantasma, siempre se refiere a la fantasía. Habló de un empleo fundamental de la
fantasía, e incluso de una fantasía fundamental, pero no habla de otra cosa sino que aquello que Freud, en
“pegan a un niño”, hace notar: así como la fantasía prolifera, también admite una formulación breve, una cadena
significante leve, que incluso puede reducirse a una frase como “pegan a un niño, un niño es golpeado”.
La fantasía es algo distinto de la pulsión: su estructura tiene varias etapas, varias capas, mediante las
cuales la fantasía logra hacer lugar a un intervalo fundamental para la constitución del sujeto del deseo en la
neurosis.

¿POR QUÉ PEGAN A UN NIÑO?


La elaboración freudiana del texto apunta al corazón estructural de la fantasía. Freud nos explica que el
desarrollo de esa fantasía exige reconocer distintas fases.
La frase “yo soy golpeado por mi padre” revela el núcleo estructural del Edipo, que es la perversión
fundamental del neurótico, el masoquismo. La perversión en juego es una pére-versión, un retorno al padre que
forma parte de la estructura de la fantasía y permite distinguirla netamente de la pulsión. La fantasía en esta fase
consiste en invocar el nombre del padre en vano, por puro deseo, por sostener esa pura concupiscencia que es
la fantasía, como soporte del deseo del Otro primordial.
Esa invocación se hace en las condiciones de desconocimiento, de represión, que caracterizan a la neurosis: el
neurótico es un sin-nombre, se presenta como un sujeto borrado, un sujeto de la tercera fase, que ha reprimido
su posición de enunciación y su nombre y apellido de padre en tanto termino libidinal al que sin embargo esta
radicalmente fijado de por vida, en alguna parte del nudo estructural que desconoce.
La fantasía se revela con Freud como una estructura de elisiones, de elementos que se suprimen de la superficie
de las palabras que calientan, pegan a un niño.
Loe elementos fundamentales son los que están elididos, pero articulados, en esa frase: el sujeto en tanto sujeto
gramatical, el padre como partenaire, la mirada en tanto objeto excluido de la escena. Son esos elementos
elididos los que la fantasía añade a la pulsión, y que permiten sostener el deseo en las condiciones de
ex_sistencia, fuera de la cadena de la demanda, que éste exige para mantenerse sin que haya que molestarse
en llevarlo a las condiciones del acto, que exige el cruce de una acción pulsional especifica con el deseo del
Otro.
La fantasía enmarca la realidad psíquica: tiene los más variados efectos sobre la concepción del mundo
que se hace el sujeto.

FANTASÍA Y ACTO
El deseo, que proporciona una sensación de sentido a la vida, no solo se sostiene en la inhibición
neurótica condicionada por la fantasía; también puede sustentarse en la acción. Pero eso requiere afrontar una
perdida, una “pérdida de identidad” (aquello a lo cual se ha identificado) que el neurótico no parece dispuesto a
experimentar.
Cuando por una paliza se hace caer al Narciso de su posición de omnipotencia, allí todavía queda otro
registro libidinal que sale al rescate del sujeto y del deseo, un imaginario más importante en la vida libidinal que
es el imaginario especular. Ser azotado significa una destitución de amor y una humillación. Sin embargo, esa
humillación puede ser entendida regresivamente, en el registro del masoquismo, como una muestra de amor.
Las dos referencias fundamentales del acto, que son la pulsión que él satisface y el deseo del Otro que
él interesa, requieren que las condiciones del acto no solo sean las de un fuera de reconocimiento, sino también
las de un fuera de la identificación de la fantasía.
Por eso el psicoanálisis, en la medida en que prepara para la acción, es una práctica que implica un
afrontamiento de la angustia.
La ANGUSTIA es la sensación del sujeto ante el deseo del Otro cuando ha perdido las coordenadas del
reconocimiento, y cuando no logra tampoco identificarse veladamente al objeto a de la fantasía.
Relatar las fantasías en el análisis es ya abrirlas al corte que el deseo del Otro real tiende a producir en
la identificación S<>a. ese corte forma parte de las consecuencias de la REGLA FUNDAMENTAL cuando el
analista la hace cumplir con su autoridad de analista, es decir, de analizado que dio el paso, el pase de
analizante a analista.
Hablar del síntoma en el final del análisis es hablar de lo insoportable, de lo imposible de asimilar, de lo que no
encuentra en el Otro ni siquiera el eco de deseo o de disgusto que sí encuentra la fantasía.
Por eso no es cierto que el análisis comience por el síntoma y termine por el fantasma
El “atravesamiento del fantasma” es la asunción castrativa, el afrontamiento de ciertas condiciones exigidas
por la acción, que aun si tienen efectos irreversibles, no asegura para nada que el analizado no vuelva su
realidad enmarcada por la fantasía, que no vuelva a su neurosis cada cinco años- o enseguida, si conduce su
pase con su título de honor.
Promuevo el PASE como dispositivo específicamente psicoanalítico para interrogar los momentos
decisivos del análisis, los que producen efectos irreversibles, y en particular, efectos didácticos.
Un testimonio de pase tiene que ser genuino, ser el testimonio de alguien a quien algo le pasó en su
relación con el síntoma, con la fantasía, con la pulsión, y con la acción analítica.
Tal vez pueda dar cuanta de cuando y como se produjo su desidentificación a // $, y que paso luego son sus
síntomas.
El pase fue inventado por Lacan para dar una oportunidad al pasante de dar cuenta de cómo surgió en el
ese deseo nuevo de analista, que lo lleva a sostener con Otro sujeto la relación analítica, el lazo a -> $, y para
que pueda dar cuenta de cómo eso surgió a partir de su masoquismo previo. De cómo es que el eligió esa
profesión castrativa, por la que se hizo causa y partenaire de un síntoma, para incitar a Otro sujeto a que cómo
el, puede elegir /si quiere, y cuando quiere), rechazar el goce, para poder alcanzarlo en la escala invertida de la
Ley del deseo.

SOLDADURA: CONDICIÓN DE ANUDAMIENTO


El síntoma histérico se produce por una soldadura entre un síntoma corporal preexistente y el significado
sexual que le proporcionan una o varias fantasías. El síntoma adquiere una significación por soldadura con la
fantasía. El nexo más o menos casual entre la pulsión y su objeto, le es provisto precisamente por la fantasía.
La fantasía parece ser para Lacan, no solo ineliminable, sino además condición de anudamiento de la
estructura.
Aún en el final del análisis el síntoma neurótico sigue anudado a la realidad del padre. No parece poder
esperarse obtener de la neurosis, mediante el psicoanálisis, un síntoma completamente des-soldado de la
fantasía.
A lo que puede llegarse, y a eso se llega efectivamente, es a producir un sujeto advertido de su
constitución, y capaz de destituirse en ciertos actos que son precisamente los que satisfacen al mismo
tiempo pulsión y deseo del Otro.
Lacan dice que después que el sujeto se ha ubicado en relación con él a, se ha SEPARADO, la experiencia de la
fantasía radical se transforma en pulsión.
Eso ocurre solamente en acto, es decir, cuando opera una destitución del sujeto de la fantasía.
Nadie se libera para siempre de la fantasía. Pero ser, ser capaz de actuar, es bien distinto de ser un neurótico
inhibido, carente en ser.
El amor no solo es narcisistico: a veces deja cierta trascendencia, cierta inaccesibilidad al Otro; sea como sea
que se lo ame, en el narcisismo o en acción, el amor al padre forma parte de lo real.
No solamente lo real puede ser mítico, sino que el padre es el único punto en que lo real es más fuerte que la
verdad (el sentido). Por eso un padre puede incluso ser operativo en la ignorancia, ignorando las verdades de su
pequeña familia.
Si el síntoma no es causado por un trauma, sino por la fantasía, estemos advertidos de la discontinuidad
especifica que esta introduce y sostiene en las neurosis: la discontinuidad de lo real, lo simbólico y lo imaginario,
que no se sostiene como registros diferentes sin la función de un cuarto nudo que constituye la realidad psíquica.
¿Qué se puede esperar del análisis al final?
EFECTOS TERAPEUTICOS efectos de alivio, desaparición de los síntomas. Pero eso no será gratis, ni siquiera
cuando ya no se le pague más al analista: habrá que satisfacer pulsión y deseo del Otro de una forma diferente a
la des síntoma, con actos, que siempre requieren un afrontamiento de la castración, un más allá del principio del
placer. Acción en lugar de padecimiento. Tampoco puede esperarse que toda la exigencia pulsional se satisfaga
en actos; siempre queda algún resto sintomático, algún resto de pasividad y de pulsión no socializable.

EFECTOS ANALITICOS el analista, para operar como tal, debe poder dejar de lado, mientras atiende, su
fantasía, su realidad. La aptitud para lograrlo es un resultado del propio análisis. Pero eso no se logra de una vez
y para siempre. Una vez que se adquiere la aptitud, algo nuevo se sabe, se está advertido de la existencia de la
puerta del acto analítico. Uno se ha corrido de la fantasía a la puerta del acto. Uno hizo la experiencia de salir
una vez y por eso pudo volver a entrar. Es un acto que se decide cada vez, con cada paciente, en cada sesión.
Además de la aptitud, se requiere de la actitud.

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