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Terremoto de Guatemala de 1976

Datos Oficiales Sobre el Terremoto de 1976 en la República de Guatemala

EVENTO
Terremoto de Guatemala
MUERTOS
23000
HERIDOS
76000
DAMNIFICADOS
3750000
COBERTURA
Todo el país
PERDIDAS Y DAÑOS
Mas de un millón de viviendas puentes, carreteras, edificaciones publicas y de servicios vitales.
IMPACTO ECONOMICO
$1,000,000

En la Ciudad Capital
En la madrugada del 4 de febrero de 1976, Guatemala
despertó sobresaltada por un fuerte sismo. Eran las
3:03:33 horas. La fase de destrucción duró solamente 49
segundos, y la intensidad fue de 7.6° en la escala de
Richter, aproximadamente la energía equivalente a la
explosión de 2 mil toneladas de dinamita.

La falla del Motagua, que atravieza el 80% del territorio


guatemalteco fue la que provocó el terremoto. El epicentro
se localizó a 150 kilómetros al noroeste de la ciudad, cerca
de Gualán, Zacapa y el hipocentro, a 5 kilómetros de profundidad aproximadamente.

El día parecía no llegar nunca, mientras que en la oscuridad, la gente permanecía sentada en las
banquetas, con frío, con miedo. Algunas personas que se habían salvado, perecieron cuando
ocurrió el segundo sismo fuerte, a las 3:30, mientras habían regresado a sus casas para intentar
sacar algunos objetos de valor, o a otras personas que habían quedado atrapadas.

Para ese momento, ya el pueblo de Guatemala se había dado a la tarea de rescatar a los miles de
heridos que habían quedado soterrados. El trabajo fue arduo las ambulancias no se daban a vasto
y los hospitales habían rebasado su capacidad. Civiles, bomberos y miembros del Ejército se
organizaron en brigadas de rescate, y con palas, piochas y azadones, se dedicaron a descombrar y
buscar sobrevivientes entre las ruinas y los montones de piedras y adobe que habían quedado
sobre las calles.

En el Interior de la República.
En San Andrés En Guatemala, en una región montañosa,
indígena y pobre, San Andrés es una pequeña población
de mayoría ladina (mestiza), de unos 700 habitantes,
centro de un municipio cuya población es de alrededor de
10 mil personas de las cuales el 80% son indios, y que se
extiende en un área de 240 Km2. Este municipio, así
como todo el departamento del Quiché, es una reserva
de mano de obra temporal o eventual para las grandes
plantaciones de la costa del Pacífico.Los miembros de la
"Investigación cooperativa en el programa 294" del
C.N.R.S. (Centre National de la Recherche Scientifique,
Francia), llamada "San Andrés Sajcabaja, una comunidad Maya Quiché antes y después de la
conquista española", realizaban allí sus trabajos desde 1972. En enero de 1976 llegamos a San
Andrés en calidad de Arqueóloga y Físico, respectivamente, interesados en la "investigación sobre
la investigación". El terremoto del 4 de febrero acarreó quizás equivocadamente, algunos cambios
en nuestros planes de trabajo.

Nos convertimos en observadores, no siempre neutrales ni inactivos,


de lo que ocurría a nuestro alrededor.En San Andrés: un muerto, dos
heridos, 60% de las casas por reconstruir. En la mañana del 4, la
vida siguió su curso se vaciaron las casas y se acondicionaron
cabañas de hojas, de cañas de maíz y lona. Las imágenes de los
santos, los objetos de madera o de plata, las campanas caídas de
los campanarios de la gran iglesia colonial fueron cuidadosamente
protegidos y la limpieza del pueblo comenzó el 8 tuvo lugar el
mercado, como todos los Domingos, frente a la iglesia destruida.
Había menos verduras (la carretera del Quiché Sola estaba interrumpida), pero más gente más
gente también en la misa y el culto: los indios habían venido en mayor número de los caseríos del
municipio para ver cómo San Andrés había soportado el sismo.

A 40 Km de San Andrés, Joyabaj, de alrededor de 1,800 habitantes, estaba completamente


destruido y, de la población total del municipio, unas 32 mil personas, 600 habían muerto. Allí
fuimos en la mañana del 5, pensando ser más útiles que en San Andrés. Los muertos habían sido
enterrados en fosas comunes desde el 4, y los heridos graves evacuados.

El 5, los aviones que iban y venían cada media hora, no transportaban ya más que ha miembros de
las familias de Joyabaj que venían de Ciudad de Guatemala en busca de noticias y, muy de vez en
cuando, a un herido bajado en una camilla de una casa aislada en la sierra,Al parecer, bastaba
participar con un poco de entusiasmo en los esfuerzos de unos y entrar con otros en los escombros
para recuperar el maíz y los fríjoles, los utencilios aún utilizables: ollas, platos de fierro enlozado,
cubiertos, piedras para moler, y la ropa. Se había conectado de nuevo el agua y había leña.

No faltaba la mano de obra: centenares de hombres con palas llegaban con la esperanza de ser
contratados por una jornada de trabajo. Como símbolo de la vida que continúa, el 7 tuvo lugar el
mercado.En medio de todos los escombros, lo que más nos entristeció fue ver las filas de espera
organizadas por CARE, Caritas, el Cuerpo de Paz y otros para distribuir un poco de harina
norteamericana, vigiladas por el ejercito llegado del Quiché a fin de que nadie pasara delante del
otro soldados armados patrullaban para impedir robos.

La Situación del País en su conjunto


En toda Guatemala el tiempo era bueno y seco en
ese período del año, y duraría así tres meses.
Quedaban todavía tres semanas un poco frías,
causantes cada año de gripes y tos, sobre todo en
los debilitados por la desnutrición el terremoto
quizás agravó esas afecciones pulmonares, ya que
había que dormir afuera.

La cosecha estaba ya hecha y no había y no había


que temer la hambruna además, el hambre
endémica es una catástrofe humana sin relación con la catástrofe natural. Pese a los rumores que
se propagaron sobre riesgos de epidemias debido a la contaminación del agua, no hubo ninguna
de hecho, en la mayoría de los pueblos el agua nunca fue "potable".La economía del país no fue
afectada.

Por lo general, los edificios de ladrillo y concreto armadoresistieron bien a las sacudidas, y las
fábricas textiles, farmaceúticas y otras filiales de las compañías norteamericanas o europeas
reanudaron sus actividades después de una semanade limpieza. El suministro de electricidad fue
restablecido muy rápidamente, así como el del agua las reservas de gasolina de la Texaco estaban
disponibles. La International Nickel Exmibal, en El Estor, no sufrió ningun daño. Los productores de
azúcar, café y algodón de la costa del pacífico no tenían más que empezar a cosechar.

Lo único fue la Red vial: hubo carreteras interrumpidas, en particular la del Atlántico, por lo que las
mercaderías con destino a Puerto Barrios tuvieron que transitar por El Salvador sin embargo, el
alza de los precios de los productos de exportación compensó a los exportadores.

La industria del turismo corría el riesgo de ver mermada su actividad, pero no fue así.Había que
reconstruir las 250 mil casas de adobe destruidas pero, de acuerdo a las estadísticas oficiales,
existía ya mucho antes del terremoto un déficit de 612,500 a
800 mil viviendas.No hay duda en cuanto a la magnitud de la
tragedia humana del 4 de Febrero de 1976: 23 mil muertos y
76 mil heridos. Por ser extrangeros no podemos dar cuenta
de la implicancias, e incluso traumas y reacciones de orden
metafísico, a pesar de haberlos sentido fuertemente después
del cuestionamiento mismo de la solidez de la tierra, percibido
primero de manera instintiva, traducido luego en un contexto
de diversas creencias.

La Fraternidad InternacionalNo hay duda tampoco, para


nosotros, de que en el plano internacional esta tragedia fue un
asunto bien explotado. Desde el anuncio del desastre llegaron a Guatemala los ofrecimientos de
ayuda. UNDRO, oficina coordinadora de las Naciones Unidas en caso de catástrofes, envió un
representante especial.

Le siguieron misiones para la evaluación de los daños y de las necesidades, de sus diversos
organismos especializados: UNESCO, UNICEF, OMS, FAO, CEPAL. Luego, el Banco Mundial, el
Banco Internacional para la reconstrucción y el desarrollo, el Fondo Monetario Internacional, el
Banco Interamericano de Desarrollo prepararon sus informes y asignaron créditos. Las agencias
americanas de desarrollo, AID, ROCAP (Regional Office of U.S. Aid for Central America and
Panama), U.S. Military Assistance Program (Map) desplegaron su personal y llegaron los
representantes de las agencias privadas
intternacionales, Cáritas y el Consejo Ecuménico de la Iglesias. Cada país, a través de su
embajada, envió ayuda: Alemania, Francia, hasta Paquistán y Malta, sin olvidar España. La ayuda
de Gran Bretaña fue rechazada, debido a los problemas diplomáticos entre este país y Guatemala
entorno a Bélice. Hasta un misterioso avión soviético logró traer ayuda.

Los países hermanos de América Latina estaban presentes, los primeros con Estados Unidos,
Venezuela, México, Argentina, Chile, Perú, todos menos Cuba.Después de proporcionar socorros,
se constataron algunos errores atribuidos a la falta de organización en la emergencia.

Pero estos errores se repiten, idénticos, en cada catástrofe ocurrida en America Latina y en los
países llamados "subdesarrollados": por lo tanto, deben ser considerados como consecuencias de
una política sistematica. En efecto , la ayuda en caso de catástrofe se convierte muy rápidamente
en ayuda habitual, que extrañamente se parece, y se confunde, con la explotación de los países del
"tercer mundo".

El terremoto de Guatemala de 1976 fue un sismo de magnitud de 7.5 grados que sacudió a
Guatemala el miércoles 4 de febrero de 1976 a las 03:01:43 hora local (09:01:43 UTC). Tuvo una
profundidad de 5 kilómetros, cerca de la ciudad de Los Amates, en el departamento de Izabal, a
160 kilómetros al noreste de la capital Ciudad de Guatemala; en solo unos segundos un tercio de la
capital quedó reducido a escombros y miles de edificios colapsaron; el terremoto se sintió también
en Belice, El Salvador, Honduras y México, hasta donde se sintieron sus ondas telúricas en la
Ciudad de México.1 También se registró un gran número de réplicas, siendo las más fuertes las de
5,8, 5,7 y 5,2 grados.
Los efectos del terremoto fueron devastadores: aproximadamente veintitrés mil personas
fallecieron, setenta y seis mil resultaron heridos y hubo más de un millón de damnificados.2
El terremoto se produjo durante la noche cuando la mayoría de la población se encontraba
durmiendo dentro de sus casas. Esto ha contribuido al elevado número de víctimas y sucedió en
plena guerra civil que abatió al país entre 1960 y 1996.2 El sismo también ocasionó daños al
patrimonio cultural de la nación.

Datos sísmicos
El epicentro del sismo fue localizado cerca de la ciudad de Los Amates, en la parte oriental de
la Falla de Motagua, una falla transformante que forma la frontera tectónica entre la placa
Norteamericana y la placa del Caribe. El sismo principal duró 39 segundos, y causó una ruptura
visible sobre 230 km a lo largo de la falla de Motagua, desde Puerto Barrios en el oriente,
hasta Chimaltenango en el occidente.1 La longitud de la falla inferida -basada en la registración de
réplicas- se estimó en 300 km.4 En diferentes partes de la falla se crearon aceleraciones muy
altas.5 El promedio del desplazamiento horizontal a lo largo de la falla de Motagua fue de 100 cm,
con un desplazamiento máximo de 326 cm.4
El sismo principal causó la activación de zonas de fallas secundarias, incluyendo la falla de
Mixco situada en una zona densamente poblada al noroeste de la Ciudad de Guatemala.
La intensidad máxima del sismo (MM IX) se observó en algunos sectores de la ciudad de
Guatemala, la zona de Mixco y en Gualán. Una intensidad sísmica de MM VI fue observado en un
área total de 33.000 km².4 Hubo licuefacción y borbotones de arena en varios lugares con alta
intensidad sísmica. Se calcula que este terremoto tuvo una intensidad 90 veces mayor que la
del terremoto que destruyó la ciudad de Managua en Nicaragua en 1972.

Víctimas y daños
La zona más afectada cubría alrededor de 30.000
km², con una población de 2,5 millones de personas.
Cerca de veintitrés mil personas fallecieron y setenta
y siete mil resultaron gravemente heridas.
Aproximadamente doscientos cincuenta y ocho mil
casas fueron destruidas, dejando a cerca de 1,2
millones de personas sin hogar. 40 % de la
infraestructura hospitalaria nacional fue destruida,
mientras que otros centros de salud también sufrieron
daños sustanciales.2 Aparecieron grietas en el suelo en muchos lugares del país, y algunas
llegaron a medir hasta un metro de ancho;8 también la cima de algunos cerros se agrietó y luego
los cerros se desmoronaron, soterrando pueblos enteros y carreteras.9
Treinta y seis horas después del terremoto, los sobrevivientes vivían en albergues temporales
improvisados en las calles y no tenían alimentos, ni agua potable ni dinero.10 Las réplicas también
provocaron víctimas mortales cuando a éstas les cayeron paredes de casas en ruinas sobre los
albergues que habían instalado en las aceras junto a las paredes inestables; los sobrevivientes
optaron entonces por mover sus albergues al centro de las calles.11
El riesgo de una epidemia de fiebre tifoidea se logró evitar porque cuando se suspendió el servicio
de agua potable, el gobierno emitió boletines radiales de información sobre como prevenir
enfermedades derivadas del consumo de agua sin tratamiento.12 Tampoco hubo un incremento en
problemas psicosomáticos entre los sobrevivientes, a pesar de la experiencia traumática que
padecieron.13 Los problemas que sí se dieron fueron: diarrea, problemas pulmonares y oculares,
estos últimos por la cantidad de polvo que se levantó de los escombros y por las réplicas.14
El pillaje también se desató, y ante la falta de elementos de seguridad por las labores de ayuda se
organizaron patrullas civiles para evitarlo;15 los miembros de las patrullas eran vecinos voluntarios
que estaban armados como podían y no llevaban a los capturados a las autoridades sino que ellos
mismos se encargaban de escarmentarlos.16
Innumerables derrumbes en los taludes de relleno y en los taludes de corte en las carreteras17
dejaron numerosas comunidades incomunicadas, especialmente en la carretera al Atlántico —
paralela a la línea del Ferrocarril del Norte de Guatemala—, la carretera entre San Lucas
Sacatepéquez y Antigua Guatemala y la carretera CA-I entre Patzún y Panajachel.17
Áreas afectadas
A medida que se recuperaban los cuerpos la magnitud del desastre quedaba al descubierto; las
autoridades organizaron la excavación de tumbas colectivas, la cantidad de muertos era tan grande
que no tuvieron alternativa. Muchos puentes, torres de alta tensión, postes de luz y de teléfonos y
carreteras colapsaron o se destruyeron. Los rieles de las líneas de los ferrocarriles se retorcieron
como culebras. Varios departamentos del país fueron afectados por el
sismo: Chimaltenango, Chiquimula, El
Progreso, Guatemala, Huehuetenango, Izabal, Sacatepéquez y Sololá al igual que muchos pueblos
y ciudades; las instalaciones portuarias de Puerto Barrios, cabecera del departamento de Izabal,
quedaron destruidas.

Versiones “de boca en boca” dicen que ocurrió a las 3 horas con 3 minutos y 33 segundos,
aunque datos oficiales lo sitúan a las 3 horas con 1 minuto y 43 segundos.
El primer dato pasó a formar parte del imaginario popular, y apuntaba a que esa hora se detuvo el
reloj principal de la Catedral Metropolitana.
Treinta y cinco segundos de pánico. Medio minuto que golpeó terriblemente a Guatemala, que
además vivía en carne propia el conflicto armado interno.
Unos 23 mil muertos y 77 mil heridos, dejó en todo el territorio nacional el terremoto del 4 de
febrero de 1976, el cual también ocasionó que la tercera parte de la población quedara sin hogar y
considerables daños en infraestructura.
Testimonios
“En Tecpán Guatemala, Chimaltenango, lo único que quedó en pie fue la fachada de la iglesia
católica y dos viviendas. Fue una tragedia que nos marcó para toda la vida”, narró la vecina Ercilia
López.

“Personal voluntario de México cavó una fosa; no hubo clases sociales. Lo que se buscaba era
evitar malos olores”, agregó López, quien explicó que en ese municipio unas tres mil 23 personas
perdieron la vida.
La historia de esta fosa se repitió en decenas de lugares y camposantos del país, principalmente
del centro, ante la necesidad de inhumar a cientos de cadáveres que permanecían a la intemperie.
Además, se trató de evitar la temida peste que se desató con los terremotos de 1917 y 1918.

Cuarenta y un años después de aquel 4 de febrero, muchas personas aún recuerdan esa
madrugada fatídica y las réplicas del día siguiente, tan fuertes como el terremoto mismo.
Del terremoto hace ya 41 años, que han pasado tan rápido como los cambios de gobierno.
Esa madrugada miles de viviendas de adobe y teja de la provincia sucumbieron ante el embate de
la naturaleza. En muchas localidades lo único que quedó en pie fue la fachada de la iglesia
católica. Se perdieron, además, valiosas joyas de la arquitectura colonial que cayeron como naipes.

Ciudades completas fueron borradas del mapa, tal el caso de Chimaltenango, en el centro de
Guatemala, y Guastatoya, la cabecera de El Progreso, una ciudad que prácticamente surgió nueva
y donde murieron miles de personas.
Chimaltenango, en la entrada hacia el altiplano, resurgió como fénix, y de Guastatoya no quedó
nada en pie. La razón es que ambas ciudades están asentadas sobre la falla del Motagua, la cual
se activó ese día.
El 4 de Febrero de 1976, Guatemala se despertó violentamente con un sismo potente de 7.5
grados en la escala de Richter. Murieron no menos de 23 mil personas y 77 mil sufrieron heridas
graves. Alrededor de 258 mil casas quedaron destruidas, cerca de 1.2 millones de personas
quedaron sin hogar.

Las placas

El epicentro se localizó a más de 160 kilómetros al noroeste de la capital, en Los Amates, Izabal, a 5
unos kms de profundidad en la parte oriental de la falla del Motagua, que forma la frontera
tectónica entre las placas Norteamericana y la del Caribe.
El terremoto causó una ruptura visible de 230 kilómetros a lo largo de la Falla del Motagua, desde
Puerto Barrios en el oriente, hasta Chimaltenango, en el centro-occidente.

La intensidad máxima se observó en algunos sectores de la capital, Mixco y en


Gualán (Zacapa), observada en un área total de 33 mil kilómetros
cuadrados. Chimaltenango fue el departamento más afectado, pues registró casi
14 mil muertos.

En ese entonces, las casas que eran construidas de adobe, la mayoría quedaron
reducidas a escombros, lo cual hizo muy dificultoso la búsqueda de
desaparecidos y de sobrevivientes. Aproximadamente 250 mil casas de adobe
quedaron destruidas.

Debilidad de viviendas

En cuestión de medio minuto, la muerte segó la vida de numerosas personas la


madrugada del miércoles 4 de febrero, los mayores estragos se produjeron en
ocho colonias de la zona 3, en el sector que se conoce como “el Gallito”, indicaba
otra nota periodística.
Las colonias asoladas por el fenómeno natural, fueron Santa Lucía, El Milagro,
Trinidad, Buena Vista, Santa Isabel, las dos que llevan el nombre de El Recuerdo,
El Esfuerzo y la Bendición, de las cuales fueron extraídos numerosos cadáveres
durante todo el día miércoles (4 de febrero de 1976).

Centenares de viviendas, en un noventa por ciento de adobe, fueron derribadas


en las zonas 2, 3 y 6 pero las consecuencias fueron mayores en las colonias de la
zona 3, ya que luego de asentarse, muchas viviendas precarias se precipitaron al
barranco.

Reconstrucción

Con la llegada de la ayuda internacional fue necesario crear una instancia que
manejara los donativos. Así, el entonces presidente Kjell Laugerud García ordenó
al Comité Nacional de Emergencia canalizar todo el apoyo.

Además, toneladas de materiales fueron enviados desde diversas partes del


mundo para la reconstrucción de carreteras, puentes y edificios públicos. Así
surgió el Comité de Reconstrucción Nacional, institucionalizado durante el
gobierno posterior.
Unos años después del terremoto del 76 surgieron el Instituto Nacional de
Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología y la Coordinadora
Nacional para la Reducción de Desastres.

Lo lamentable es que dichas instituciones no cuentan con recursos financieros,


humanos ni equipo suficiente para afrontar desastres de gran magnitud.

Lo anterior quedó evidenciada con los terremotos ocurridos en San Marcos, y


porque no se ha dado seguimiento al proceso de reconstrucción.

Datos oficiales señalan que el terremoto de hace cuatro décadas dejó como
resultado aproximadamente 23 mil personas fallecidas, 76 mil heridas, más de 25
mil viviendas destruidas y 1.2 millones de personas sin hogar; la mayoría de las
casas se desmoronaron debido a la fragilidad de su infraestructura, pues en ese
tiempo eran la construcción con adobe, material hecho de barro.

Asentamientos humanos

La falta de viviendas causó que numerosas familias se establecieran en


asentamientos como los ubicados cerca del Anillo Periférico en la zona 7
capitalina; constantemente se ha advertido que estas colonias se encuentran en
grave riesgo ante un desastres natural, sin embargo las autoridades no han
actuado para reubicar a estas familias, que en su mayoría viven en condiciones
de pobreza.
La situación de vivienda cambió de manera radical con el terremoto de 1976. Así,
surgieron proyectos habitacionales pero enfocados en la construcción de edificios
multifamiliares y apartamentos mínimos.

En 1975 había un déficit aproximado de 65 mil viviendas, pero el terremoto lo


elevó a más de cien mil unidades.

El problema no ha sido resuelto, debido a que a 2016 aún hay un déficit cercano a
un millón 700 mil viviendas.

Un aspecto interesante es que la política de vivienda cambió de manera radical


con el terremoto de 1976. Así, surgieron proyectos habitacionales pero enfocados
en la construcción de edificios multifamiliares y apartamentos mínimos.
Con el paso de los años, el problema heredado de 1976 todavía no ha sido
superado, a pesar de que las instituciones del Estado orientadas a la construcción
de techo mínimo han tenido transformaciones radicales.

Unido a ello, la migración hacia las áreas urbanas y la expansión desordenada de las ciudades
afectadas por el terremoto de 1976 causó la ola explosiva demográfica de los años 1980.
Finalmente, la prioridad de los gobiernos desde finales de la década de 1970 hasta finales de la
década de 1990 fue el conflicto armado interno, por lo que factores como reasentamiento, vivienda
y servicios básicos pasaron a segundo plano.
Además, influyeron el surgimiento de grandes asentamiento humanos en la periferia capitalina y la
explosión demográfica a partir de la década de 1980.

Relato de periodista

Édgar Girón, quien ya era


corresponsal de Prensa Libre en
Coatepeque, Quetzaltenango,
refiere cómo vivió la emergencia
en 1976.

“Participé en algunas acciones


de auxilio de afectados en Sumpango, Sacatepéquez; Sololá y Chimaltenango. Se
pudo observar el despertar del espíritu solidario de que quienes estábamos bien
y podíamos hacer obras para asistir a los damnificados”, narró Girón.

“Hubo una reunión con los maestros de la escuela para conocer sobre la situación
del país, a pocas horas de ocurrido el sismo. Se convocó a los padres de familia y
se acordó de inmediato llevar alimentos, agua potable, medicinas y ropa a
Sumpango, uno de los lugares más afectados”, añadió.

“Al llegar a Sumpango se pudo ver la magnitud del desastre, ya que casi todas
las viviendas estaban en ruinas y de entre los escombros salían sus habitantes,
muchos de la tercera edad”, recordó el periodista, quien añadió que fue instalado
un hospital móvil para atender a los heridos.

“En Tecpán Guatemala, Chimaltenango, los muertos se contaban por decenas, y


al ser rescatados los cuerpos eran trasladados a lugares donde se abrieron zanjas
para depositarlos y evitar epidemias”, dijo Girón.

“Los lugares que no fueron afectados, como Coatepeque, se fortalecieron en


solidaridad y salieron en ayuda de los damnificados”, finalizó el corresponsal.

Con información de A. Marroquín, O. Figueroa, H. Contreras, M. Sandoval, J.


Rosales, E. Girón y J. Tizol

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