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Saludo e introducción.-
Buenas tardes.
Luego de dos días de una intensa Jornada conmemorativa y reflexiva a propósito del Día
Internacional de los Derechos Humanos, no puedo más que agradecerles su presencia y su
participación. Creo que el resultado es altamente satisfactorio y me parece que los aportes
aquí planteados deben ser considerados como parte de la adopción de políticas públicas
orientadas a alcanzar el Desarrollo. No en vano editaremos las ponencias y las
distribuiremos de modo que este esfuerzo no se quede en un planteamiento teórico
estrictamente sino que trascienda.
El Derecho al Desarrollo.-
Hace ya veintiún años, un 4 de diciembre, los países del mundo reconocieron que el
Desarrollo es un proceso global económico, social, cultural y político, que tiende al
mejoramiento constante del bienestar de toda la población y de todos los individuos sobre
la base de su participación activa, libre y significativa en el Desarrollo y en la distribución
justa de los beneficios que de él se derivan.
Con este preámbulo relacionado con el planteamiento de Naciones Unidas acerca del
Derecho al Desarrollo –eje transversal que convoca las conferencias y mesas que se han
realizado en el curso de ayer y de hoy–, procedo ahora a referirme a los modelos de
Desarrollo.
Actualmente, en las ciencias sociales no se cuenta con una única definición aceptada sobre
el concepto de Desarrollo, que suele confundirse o utilizarse como sinónimo de otros
conceptos relacionados como estilo de Desarrollo, crecimiento económico y modelo
económico, según el autor y el énfasis que se brinde a algún aspecto del Desarrollo en
particular.
Cualquiera que sea el modelo de Desarrollo que una sociedad favorezca, este modelo no es
neutral, amén de que es un concepto complejo y depende de una ideología en particular. De
hecho, del concepto de Desarrollo se viene discutiendo más, en especial después de la
Segunda Guerra Mundial, en el contexto bipolar de restaurar a los distintos países después
de esa cruenta, brutal e inhumana lucha que involucró al mundo entero. En este sentido, no
podemos afirmar que exista una verdad absoluta en materia de Desarrollo porque éste se
encuentra en función de una ideología determinada y en el marco de un contexto histórico
específico; de ahí su complejidad y de ahí que no pueda ser, bajo ningún concepto, neutral.
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Y es aquí donde me quiero detener, porque hoy la vigencia del concepto de Desarrollo y
sus implicaciones prácticas debe plantearse en torno al concepto de Desarrollo Humano,
una formulación mucho más integral y que no se limita a lo estrictamente económico sino
que el enfoque es hacia la dimensión humana. Esta dimensión considera una serie de
variables e indicadores que tienen que ver con la distribución de los ingresos, la igualdad
en el acceso a las oportunidades, al reconocimiento de las capacidades de las personas y al
papel del Estado para garantizar el pleno goce de los Derechos Humanos. De igual forma,
no podemos dejar de lado otros indicadores como son lo relativo a la cuestión espiritual de
las personas y a su felicidad. De la misma forma, el concepto de seguridad humana no
puede soslayarse.
Asimismo, no existe una única política o conjunto de políticas para lograr el Desarrollo de
las naciones, sino que cada modelo debe adaptarse a las condiciones económicas, sociales
y culturales de cada país.
Por tanto, el Desarrollo no sólo involucra el aumento del ingreso y de la producción total
de una nación, sino que implica aumentos en los niveles de educación y de salud de la
población, así como la reducción de la pobreza, del desempleo y de la desigualdad social,
además de la protección del medio ambiente la promoción de la perspectiva de género y la
preocupación por los derechos de la niñez y la adolescencia.
Con este propósito, a finales de los años ochenta se formó consenso en la necesidad de
adoptar un modelo de Desarrollo sostenible, donde se involucren aspectos sociales,
económicos y ambientales. El Desarrollo sostenible fue definido por la Comisión Mundial
sobre el Medio Ambiente de Naciones Unidas como aquel “… Desarrollo que satisface las
necesidades actuales de las personas sin comprometer la capacidad de las futuras
generaciones para satisfacer las suyas”
Aunado a este concepto donde se plantea, tanto el disfrute de los beneficios del Desarrollo
hoy pero sin comprometer el futuro, se destaca la concepción planteada por el economista
Amartya Sen, quien propone entender el Desarrollo como un proceso de expansión de las
libertades reales que disfrutan las personas. Estas libertades son, tanto los fines como los
medios principales para el Desarrollo. Entre ellas están la libertad de participar en la
economía, la libertad de expresión y la participación política, las oportunidades sociales,
incluyendo el derecho a exigir educación y servicios de salud; la existencia de mecanismos
de protección social, garantizados por redes de seguridad como el seguro de desempleo y
ayudas económicas.
De acuerdo con Sen, se trata de libertades instrumentales que contribuyen con la capacidad
general de una persona para mejorar su calidad de vida, pero principalmente, son
instrumentos que “funcionan” de manera complementaria necesariamente. En este sentido,
subraya, en particular, la importancia de las consideraciones y criterios para la distribución
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de los ingresos y el crecimiento económico del país, pues este elemento marca una clara
diferencia en la interacción entre estas libertades instrumentales y sus efectos.
Por otra parte, tenemos el concepto de estilo de Desarrollo, que fue definido por el
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo como “los componentes principales
de la economía, y sus modalidades características de interrelación, mediante las cuales
ésta enfrenta, durante una época, sus desafíos de crecimiento y Desarrollo”; en concreto,
el estilo de Desarrollo refiere a la operacionalización económica de la idea de Desarrollo
de un país, pues de manera particular el concepto de crecimiento se vincula con aspectos
económicos y hace referencia al incremento anual, en términos físicos, de la producción de
bienes y servicios de una economía, dejando de lado consideraciones sobre los
crecimientos en otros ámbitos –educación, salud, vivienda- que éste implica.
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Teniendo presente estas dos aproximaciones, la del estilo y la del modelo de desarrollo,
nos cuestionamos entonces: ¿podría un país alcanzar el Desarrollo Humano mostrando
niveles macroeconómicos elevados pero sin garantizar libertades políticas, sociales,
culturales y ambientales?
Tal y como lo expuse, un enfoque maximalista del Desarrollo incorpora otras variables
además de la económica. Y es en este sentido, que reitero la necesidad de destacar la
multidimensionalidad del Desarrollo, y principalmente la responsabilidad ética de los sus
actores.
En relación con este punto, acotó Bernard Lonergan en su texto “Healing and Creating in
History, Macroeconomic Dynamics: An Essay in Circulation Analysis”: “A los teóricos de
la economía debemos pedirles, además de los muchos otros tipos de análisis que suelen
hacer, un nuevo tipo específico de análisis que revele en qué medida los preceptos morales
tienen base en el proceso económico, y a la vez, una aplicación específica en éste. A los
teóricos de la moral, les debemos solicitar, específicamente, además de sus otras variadas
formas de sabiduría y prudencia, preceptos económicos que surjan del propio proceso
económico, y que promuevan el funcionamiento adecuado de éste último.” Y un claro
ejemplo de que es posible este esfuerzo por parte de los teóricos económicos, es el ya
citado Amartya Sen.
Violencia estructural.-
Esta perspectiva ética que les comento debe ligarse, necesariamente, con el concepto de
paz, que no debe entenderse como un sinónimo de ausencia de guerra o de violencia
directa o física. Más allá de ello se encuentra un concepto que también deseo resaltar y es
el de violencia estructural desarrollado por el sociólogo noruego Johan Galtung. Se trata
de las condiciones de miseria y de pobreza, de las limitaciones al Desarrollo Humano que
impiden el crecimiento personal y social, de la desigualdad en el acceso a las
oportunidades y de la ausencia de aquellas estructuras que limitan las posibilidades del
Desarrollo.
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En concreto, Galtung introdujo varios conceptos acerca de la violencia y la paz. Se refirió
al triángulo de la violencia; es decir, aparte de la violencia directa, física o verbal y visible
para todos, se presenta también la violencia estructural y la violencia cultural, fuerzas y
estructuras invisibles, pero no menos violentas, que constituyen las raíces de la violencia
directa y que comprenden ciertas formas sociopolíticas y culturales de una sociedad: las
estructuras violentas como represión, explotación y marginación; y la cultura de la
violencia como la legitimación de la violencia en el patriarquismo, el racismo o el sexismo.
Plantea también la fórmula paz negativa versus paz positiva. Como indiqué, señala que la
paz debe ser más que la mera ausencia de un conflicto violento (ésta es designada como
paz negativa); los Estados (o cualquier grupo dentro de un conflicto) deben buscar
relaciones de colaboración y apoyo mutuo para lograr una paz positiva. En el momento del
cese al fuego el trabajo para construir la paz no está sino a punto de comenzar, para lograr
así una paz que dure más allá del alto al fuego.
A propósito de ésta última forma de violencia estructural, quisiera compartir con ustedes
algunas observaciones señaladas en el 2005 por Thomas Pogge en su libro La pobreza en
el mundo, con las que se evidencia la situación actual tan alarmante en que subsiste
alrededor del 46% de la población mundial, pues 2.800 millones de personas, vive por
debajo de la línea de la pobreza que ha fijado el Banco Mundial en dos dólares diarios.
Pero también, hay 1200 millones de seres humanos que viven con menos de la mitad, es
decir, viven por debajo de un dólar al día de esa línea de pobreza. Esto implica que
permanentemente se presente una lucha de casi la mitad de la humanidad por sobrevivir, lo
cual, ciertamente, es contradictorio y frustrante cuando sabemos que el crecimiento
económico es hoy en día el más alto y acelerado de la historia.
Por eso es sumamente necesario que revisemos en nuestra conciencia y nos preguntemos:
¿realmente funciona el supuesto economicista de la traducción de más PIB en menos
pobreza, más y mejores inversiones en educación, salud y seguridad ciudadana? ¿Son los
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resultados obtenidos con esta “forma de desarrollo” los que realmente queremos y nos
satisfacen a TODOS –y digo TODOS con mayúscula?
Creo que la respuesta es obvia, pues realmente existe un divorcio entre la teoría y la
práctica cuando de Derechos Humanos y de Derecho al Desarrollo se refiere.
Tal y como se afirmó el día de ayer, los derechos consagrados en la Declaración Universal
de los Derechos Humanos, aunque son de gran aceptación discursiva internacional,
representan un eufemismo para los millones de personas en el mundo que viven asediadas
por el hambre, que viven sin un techo, que son víctimas de enfermedades incurables o que
no tienen acceso a la educación. En otras palabras, los derechos les son reconocidos a todas
las y los habitantes por distintas normas, pero les son negados en el día a día. El divorcio
entre el discurso y la realidad práctica es más que claro, y preocupante por el doble
discurso que de allí se interpreta.
Así pues, a propósito del concepto de violencia estructural que he planteado, la situación
de desigualdad e injusticia evoca dos premisas innegables: en primer lugar, en pleno siglo
XXI se vive en esa constante violencia estructural y, en segundo lugar y totalmente
relacionado con lo anterior, resulta evidente que para superar esta violencia es
absolutamente necesaria la adopción de una perspectiva multidimensional del Desarrollo.
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recursos que los Estados deben proveer y/o garantizar, para alcanzar la realización personal
en todos los ámbitos de desenvolvimiento humano.
¿Un Estado garante de los Derechos Humanos y que reduzca y erradique las desigualdades
estructurales?
La aspiración por alcanzar cierto tipo de Desarrollo debe responder a una adecuada
planificación para conocer y determinar, por medio de las respectivas políticas públicas,
adónde tiene que intervenir el Estado y adónde tiene que invertir y ejecutar acciones para
contribuir a eliminar las desigualdades que limitan el Desarrollo Humano concebido de
manera integral.
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Si reconocen en estas líneas un llamado de atención, crean que es primero para mí y mis
compañeras y compañeros aquí presentes, pues como órgano de control de la moralidad, de
la justicia y de la legalidad de la labor pública, es obligación de las y los funcionarios de la
Defensoría dar el ejemplo que nos permita revestirnos de esa autoridad moral –
característica esencial de la magistratura de influencia– y socialmente reconocida, para
poder pedir cuentas y demandar de ustedes el respeto y cumplimiento de sus competencias
y funciones.
Definitivamente los Derechos Humanos son una conquista diaria, y hoy por hoy, y en este
país, la mayoría de los aquí presentes, laboran en las instituciones que se han fundado para
que los frutos de esa conquista beneficien a toda la población o, al menos, a la mayoría, y
no para perpetuar y ensanchar la brecha entre quienes tienen de sobra y aquellos que de
sobras viven.
El Desarrollo, señoras y señores, es una concepción, una visión, una aspiración y hasta una
utopía.
Retomo entonces sus palabras, y me pregunto de igual forma, ¿por qué no construir, sin
más demora, una sociedad sin pobreza?
¿Por qué no construir una sociedad en que las aspiraciones de paz, igualdad de
oportunidades y solidaridad sean una realidad hoy?
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El objetivo que nos planteamos para esta Jornada fue cumplir con el rol de educadores en
Derechos Humanos que le es propio a la Defensoría, de manera que esos derechos y los
principios éticos, morales y valores sociales que reúnen las declaraciones, convenios,
tratados y disposiciones en esta materia, sean tomados como eje transversal en el análisis,
elaboración, gestión y evaluación de las políticas públicas que pretenden el Desarrollo
Humano de Costa Rica.
En ese contexto, señoras y señores creo que hemos cumplido, y el día de hoy para mí
concluye con la reafirmación de un sueño del que no renuncio, del que no puedo ni quiero
renunciar:
Para mí, no solamente otro mundo es posible, sino también, otro mundo es
necesario y urgente...
Muchas gracias!
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