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“Derecho al Desarrollo:

hacia una perspectiva multidimensional”

Discurso pronunciado por Daniel Soley Gutiérrez,


Defensor Adjunto de los Habitantes, con ocasión de la
Jornada conmemorativa y reflexiva “Actualizando los Derechos
Humanos... interrogantes, condicionantes y posibilidades en el
contexto actual del Derecho Humano al Desarrollo”

Saludo e introducción.-

Buenas tardes.

Luego de dos días de una intensa Jornada conmemorativa y reflexiva a propósito del Día
Internacional de los Derechos Humanos, no puedo más que agradecerles su presencia y su
participación. Creo que el resultado es altamente satisfactorio y me parece que los aportes
aquí planteados deben ser considerados como parte de la adopción de políticas públicas
orientadas a alcanzar el Desarrollo. No en vano editaremos las ponencias y las
distribuiremos de modo que este esfuerzo no se quede en un planteamiento teórico
estrictamente sino que trascienda.

Me ha correspondido clausurar esta Jornada refiriéndome a un tema que hoy reviste de la


mayor relevancia. Me refiero al hecho de que el Desarrollo, como derecho humano, debe
responder a un concepto multidimensional.

El Derecho al Desarrollo.-

Antes de iniciar mi exposición de fondo, debo hacer referencia, necesariamente, al hecho


de que en el año 1986 la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó la Declaración
sobre el Derecho al Desarrollo, la cual se encuentra incorporada en el programa que les fue
entregado el día de ayer.

Hace ya veintiún años, un 4 de diciembre, los países del mundo reconocieron que el
Desarrollo es un proceso global económico, social, cultural y político, que tiende al
mejoramiento constante del bienestar de toda la población y de todos los individuos sobre
la base de su participación activa, libre y significativa en el Desarrollo y en la distribución
justa de los beneficios que de él se derivan.

En tal sentido, conforme a las disposiciones de la Declaración Universal de Derechos


Humanos, toda persona tiene derecho a un orden social e internacional en el que se puedan
realizar plenamente los derechos y las libertades, constituyéndose la persona humana en el
sujeto central del proceso de Desarrollo. Por ello, toda política de Desarrollo debe
considerar al ser humano como su participante y beneficiario principal de modo que la
creación de condiciones favorables al Desarrollo de los pueblos y las personas es el deber
primordial de los respectivos Estados.
A partir de este planteamiento, Naciones Unidas reconoció que el Derecho al Desarrollo es
un derecho humano inalienable y que la igualdad de oportunidades para alcanzarlo es una
prerrogativa, tanto de las naciones como de los individuos que componen las naciones. De
ahí que proclamara que los Estados deben adoptar, en el plano nacional, todas las medidas
necesarias para la realización de ese Derecho y garantizar, entre otras cosas, la igualdad de
oportunidades para todos en cuanto al acceso a los recursos básicos, la educación, los
servicios de salud, los alimentos, la vivienda, el empleo y la justa distribución de los
ingresos. De igual forma, deben adoptarse medidas eficaces para lograr que la mujer
participe activamente en dicho proceso y deben hacerse reformas económicas y sociales
adecuadas con objeto de erradicar todas las injusticias sociales.

Acerca de los modelos de Desarrollo.-

Con este preámbulo relacionado con el planteamiento de Naciones Unidas acerca del
Derecho al Desarrollo –eje transversal que convoca las conferencias y mesas que se han
realizado en el curso de ayer y de hoy–, procedo ahora a referirme a los modelos de
Desarrollo.

Actualmente, en las ciencias sociales no se cuenta con una única definición aceptada sobre
el concepto de Desarrollo, que suele confundirse o utilizarse como sinónimo de otros
conceptos relacionados como estilo de Desarrollo, crecimiento económico y modelo
económico, según el autor y el énfasis que se brinde a algún aspecto del Desarrollo en
particular.

Cualquiera que sea el modelo de Desarrollo que una sociedad favorezca, este modelo no es
neutral, amén de que es un concepto complejo y depende de una ideología en particular. De
hecho, del concepto de Desarrollo se viene discutiendo más, en especial después de la
Segunda Guerra Mundial, en el contexto bipolar de restaurar a los distintos países después
de esa cruenta, brutal e inhumana lucha que involucró al mundo entero. En este sentido, no
podemos afirmar que exista una verdad absoluta en materia de Desarrollo porque éste se
encuentra en función de una ideología determinada y en el marco de un contexto histórico
específico; de ahí su complejidad y de ahí que no pueda ser, bajo ningún concepto, neutral.

De este modo, podríamos apostar perfectamente por un modelo de Desarrollo planteado


desde una perspectiva meramente económica o economicista en donde la preocupación
fundamental es la planificación y adopción de políticas públicas; es decir, el crecimiento
económico de un país, y entonces estaríamos hablando de un Desarrollo económico.

Bien podríamos apostar, en sentido contrario, por un concepto de Desarrollo económico


político, social, ambiental, de género, por ejemplo, y entonces estamos hablando de un
concepto de Desarrollo más integral en donde la variable económica es una de tantas.
Hablamos aquí, ahora sí, de Desarrollo Humano.

El Desarrollo como concepto multidimensional.-

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Y es aquí donde me quiero detener, porque hoy la vigencia del concepto de Desarrollo y
sus implicaciones prácticas debe plantearse en torno al concepto de Desarrollo Humano,
una formulación mucho más integral y que no se limita a lo estrictamente económico sino
que el enfoque es hacia la dimensión humana. Esta dimensión considera una serie de
variables e indicadores que tienen que ver con la distribución de los ingresos, la igualdad
en el acceso a las oportunidades, al reconocimiento de las capacidades de las personas y al
papel del Estado para garantizar el pleno goce de los Derechos Humanos. De igual forma,
no podemos dejar de lado otros indicadores como son lo relativo a la cuestión espiritual de
las personas y a su felicidad. De la misma forma, el concepto de seguridad humana no
puede soslayarse.

Así planteado, el Desarrollo debe responder a un enfoque multidimensional y comprensivo


que abarca factores culturales, sociales, políticos, económicos y ambientales; e implica una
mejora en el bienestar general de las personas en todos sus aspectos.

Asimismo, no existe una única política o conjunto de políticas para lograr el Desarrollo de
las naciones, sino que cada modelo debe adaptarse a las condiciones económicas, sociales
y culturales de cada país.

Por tanto, el Desarrollo no sólo involucra el aumento del ingreso y de la producción total
de una nación, sino que implica aumentos en los niveles de educación y de salud de la
población, así como la reducción de la pobreza, del desempleo y de la desigualdad social,
además de la protección del medio ambiente la promoción de la perspectiva de género y la
preocupación por los derechos de la niñez y la adolescencia.

Con este propósito, a finales de los años ochenta se formó consenso en la necesidad de
adoptar un modelo de Desarrollo sostenible, donde se involucren aspectos sociales,
económicos y ambientales. El Desarrollo sostenible fue definido por la Comisión Mundial
sobre el Medio Ambiente de Naciones Unidas como aquel “… Desarrollo que satisface las
necesidades actuales de las personas sin comprometer la capacidad de las futuras
generaciones para satisfacer las suyas”

Aunado a este concepto donde se plantea, tanto el disfrute de los beneficios del Desarrollo
hoy pero sin comprometer el futuro, se destaca la concepción planteada por el economista
Amartya Sen, quien propone entender el Desarrollo como un proceso de expansión de las
libertades reales que disfrutan las personas. Estas libertades son, tanto los fines como los
medios principales para el Desarrollo. Entre ellas están la libertad de participar en la
economía, la libertad de expresión y la participación política, las oportunidades sociales,
incluyendo el derecho a exigir educación y servicios de salud; la existencia de mecanismos
de protección social, garantizados por redes de seguridad como el seguro de desempleo y
ayudas económicas.

De acuerdo con Sen, se trata de libertades instrumentales que contribuyen con la capacidad
general de una persona para mejorar su calidad de vida, pero principalmente, son
instrumentos que “funcionan” de manera complementaria necesariamente. En este sentido,
subraya, en particular, la importancia de las consideraciones y criterios para la distribución

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de los ingresos y el crecimiento económico del país, pues este elemento marca una clara
diferencia en la interacción entre estas libertades instrumentales y sus efectos.

De ambas concepciones, es decir, la propuesta de la Comisión Mundial del Medio


Ambiente y la de Sen, se desprende la importancia de considerar otros factores y
elementos, además del componente económico, como ingredientes claves para la
consecución de lo que debe ser el objetivo último del Desarrollo teniendo al Estado como
proveedor y garante: me refiero a una mejor calidad de vida para las y los habitantes de
cada país. Asimismo, de esta perspectiva multidimensional del concepto Desarrollo, se
debe subrayar que la interacción entre cada una de las partes es horizontal y simultánea,
por lo que no es viable jerarquizar ni priorizar proveer o garantizar unos a otros, pues de tal
modo no se alcanzaría plenamente el fin propuesto.

En relación con esta perspectiva, para la Defensoría de los Habitantes es fundamental


comprender el Desarrollo a través del enfoque de los Derechos Humanos, pues esto
permite un abordaje más completo e integral de sus aspectos multidimensionales, de
manera que un país se desarrolla en el tanto se vayan creando las condiciones económicas,
políticas, sociales, culturales y ambientales para la realización efectiva de los Derechos
Humanos de las y los habitantes.

Desde el enfoque de Derechos Humanos, las respuestas pertinentes del sistema


socioeconómico serán aquellas que faciliten la realización de tales Derechos, siendo
precisamente el nivel de realización de estos derechos, el patrón de evaluación del nivel de
Desarrollo del país.

En esta línea, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en un intento


por establecer un indicador que capture de una forma comprensiva el nivel de Desarrollo
de los países, estableció el Índice de Desarrollo Humano (IDH). Dicho indicador fue
elaborado en el año 1990 y combina factores como la esperanza de vida, el nivel
educacional y el nivel de ingreso en una única medición del Desarrollo. Sin lugar a dudas,
este instrumento aporta información relevante y pertinente para conocer el estado de
situación del Desarrollo.

Por otra parte, tenemos el concepto de estilo de Desarrollo, que fue definido por el
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo como “los componentes principales
de la economía, y sus modalidades características de interrelación, mediante las cuales
ésta enfrenta, durante una época, sus desafíos de crecimiento y Desarrollo”; en concreto,
el estilo de Desarrollo refiere a la operacionalización económica de la idea de Desarrollo
de un país, pues de manera particular el concepto de crecimiento se vincula con aspectos
económicos y hace referencia al incremento anual, en términos físicos, de la producción de
bienes y servicios de una economía, dejando de lado consideraciones sobre los
crecimientos en otros ámbitos –educación, salud, vivienda- que éste implica.

Y en cuanto a modelo económico, se entiende como la organización social y estructura


productiva de un país que determinan la generación de la producción, la acumulación de
capital y la distribución particular del excedente económico, por lo que nuevamente vemos
como no se puede confundir esta idea con el concepto de Desarrollo Humano.

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Teniendo presente estas dos aproximaciones, la del estilo y la del modelo de desarrollo,
nos cuestionamos entonces: ¿podría un país alcanzar el Desarrollo Humano mostrando
niveles macroeconómicos elevados pero sin garantizar libertades políticas, sociales,
culturales y ambientales?

Tal y como lo expuse, un enfoque maximalista del Desarrollo incorpora otras variables
además de la económica. Y es en este sentido, que reitero la necesidad de destacar la
multidimensionalidad del Desarrollo, y principalmente la responsabilidad ética de los sus
actores.

Decía anteriormente que el concepto de Desarrollo no es neutral, depende de nociones,


ideologías y contextos históricos pero también depende de los actores del Desarrollo; es
decir, de las elites que potencian y redireccionan el Desarrollo como tal y de aquellos que
son sus receptores: es decir, me refiero a los beneficiados y a los perjudicados.

En consecuencia, es imperativo reconocer que el Desarrollo no es algo que se plantea como


espontáneo sino que tiene un cuerpo y una mente construidos a partir de la elite que lo
potencia. Y esto trae aparejado un problema ético de primer orden: quiénes se benefician y
quiénes se perjudican con un modelo de Desarrollo adoptado.

En relación con este punto, acotó Bernard Lonergan en su texto “Healing and Creating in
History, Macroeconomic Dynamics: An Essay in Circulation Analysis”: “A los teóricos de
la economía debemos pedirles, además de los muchos otros tipos de análisis que suelen
hacer, un nuevo tipo específico de análisis que revele en qué medida los preceptos morales
tienen base en el proceso económico, y a la vez, una aplicación específica en éste. A los
teóricos de la moral, les debemos solicitar, específicamente, además de sus otras variadas
formas de sabiduría y prudencia, preceptos económicos que surjan del propio proceso
económico, y que promuevan el funcionamiento adecuado de éste último.” Y un claro
ejemplo de que es posible este esfuerzo por parte de los teóricos económicos, es el ya
citado Amartya Sen.

Es precisamente en esta posibilidad y necesidad de hacer confluir las construcciones


teóricas sobre el Desarrollo de unos y otros, que debemos enfocar nuestros esfuerzos, y de
manera particular, considero que la Defensoría de los Habitantes con esta Jornada ha dado
un importante paso hacia adelante en esta tarea.

Violencia estructural.-

Esta perspectiva ética que les comento debe ligarse, necesariamente, con el concepto de
paz, que no debe entenderse como un sinónimo de ausencia de guerra o de violencia
directa o física. Más allá de ello se encuentra un concepto que también deseo resaltar y es
el de violencia estructural desarrollado por el sociólogo noruego Johan Galtung. Se trata
de las condiciones de miseria y de pobreza, de las limitaciones al Desarrollo Humano que
impiden el crecimiento personal y social, de la desigualdad en el acceso a las
oportunidades y de la ausencia de aquellas estructuras que limitan las posibilidades del
Desarrollo.

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En concreto, Galtung introdujo varios conceptos acerca de la violencia y la paz. Se refirió
al triángulo de la violencia; es decir, aparte de la violencia directa, física o verbal y visible
para todos, se presenta también la violencia estructural y la violencia cultural, fuerzas y
estructuras invisibles, pero no menos violentas, que constituyen las raíces de la violencia
directa y que comprenden ciertas formas sociopolíticas y culturales de una sociedad: las
estructuras violentas como represión, explotación y marginación; y la cultura de la
violencia como la legitimación de la violencia en el patriarquismo, el racismo o el sexismo.

Plantea también la fórmula paz negativa versus paz positiva. Como indiqué, señala que la
paz debe ser más que la mera ausencia de un conflicto violento (ésta es designada como
paz negativa); los Estados (o cualquier grupo dentro de un conflicto) deben buscar
relaciones de colaboración y apoyo mutuo para lograr una paz positiva. En el momento del
cese al fuego el trabajo para construir la paz no está sino a punto de comenzar, para lograr
así una paz que dure más allá del alto al fuego.

Como podemos apreciar, la paz y el Desarrollo están necesariamente concatenados. Y así


lo reconoció la Asamblea General de Naciones Unidas en la declaración del Derecho al
Desarrollo, reafirmando que existe una estrecha relación entre el desarme y el Desarrollo;
que los progresos en la esfera del desarme promoverían considerablemente los progresos
en la esfera del Desarrollo; y que los recursos liberados con las medidas de desarme
deberían destinarse al Desarrollo económico y social y al bienestar de todos los pueblos, y,
en particular, de los países en Desarrollo.

Pero también reconoció, en consonancia con el planteamiento que he desarrollado, que


existen diversas formas de violencia estructural en muchos países del mundo como las
violaciones masivas y patentes de los Derechos Humanos de los pueblos e individuos
afectados por situaciones tales como las resultantes del colonialismo, el neocolonialismo,
el apartheid, todas las formas de racismo y discriminación racial, la dominación y la
ocupación extranjeras, la agresión y las amenazas contra la soberanía nacional, la unidad
nacional y la integridad territorial, y la pobreza, cuya erradicación contribuirá a establecer
circunstancias propicias para el Desarrollo de gran parte de la humanidad.

A propósito de ésta última forma de violencia estructural, quisiera compartir con ustedes
algunas observaciones señaladas en el 2005 por Thomas Pogge en su libro La pobreza en
el mundo, con las que se evidencia la situación actual tan alarmante en que subsiste
alrededor del 46% de la población mundial, pues 2.800 millones de personas, vive por
debajo de la línea de la pobreza que ha fijado el Banco Mundial en dos dólares diarios.
Pero también, hay 1200 millones de seres humanos que viven con menos de la mitad, es
decir, viven por debajo de un dólar al día de esa línea de pobreza. Esto implica que
permanentemente se presente una lucha de casi la mitad de la humanidad por sobrevivir, lo
cual, ciertamente, es contradictorio y frustrante cuando sabemos que el crecimiento
económico es hoy en día el más alto y acelerado de la historia.

Por eso es sumamente necesario que revisemos en nuestra conciencia y nos preguntemos:
¿realmente funciona el supuesto economicista de la traducción de más PIB en menos
pobreza, más y mejores inversiones en educación, salud y seguridad ciudadana? ¿Son los

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resultados obtenidos con esta “forma de desarrollo” los que realmente queremos y nos
satisfacen a TODOS –y digo TODOS con mayúscula?

Creo que la respuesta es obvia, pues realmente existe un divorcio entre la teoría y la
práctica cuando de Derechos Humanos y de Derecho al Desarrollo se refiere.

Derechos Humanos: divorcio entre la teoría y la práctica.-

Tal y como se afirmó el día de ayer, los derechos consagrados en la Declaración Universal
de los Derechos Humanos, aunque son de gran aceptación discursiva internacional,
representan un eufemismo para los millones de personas en el mundo que viven asediadas
por el hambre, que viven sin un techo, que son víctimas de enfermedades incurables o que
no tienen acceso a la educación. En otras palabras, los derechos les son reconocidos a todas
las y los habitantes por distintas normas, pero les son negados en el día a día. El divorcio
entre el discurso y la realidad práctica es más que claro, y preocupante por el doble
discurso que de allí se interpreta.

Así pues, a propósito del concepto de violencia estructural que he planteado, la situación
de desigualdad e injusticia evoca dos premisas innegables: en primer lugar, en pleno siglo
XXI se vive en esa constante violencia estructural y, en segundo lugar y totalmente
relacionado con lo anterior, resulta evidente que para superar esta violencia es
absolutamente necesaria la adopción de una perspectiva multidimensional del Desarrollo.

El verdadero Desarrollo es el que construye la paz social: la construcción de la paz


depende, por una parte, de la ausencia de violencia directa como lo es la guerra, pero
también, parte de la ausencia de violencia indirecta o violencia estructural.

De este modo, resulta impostergable que revisemos y analicemos las estructuras,


mecanismos e instituciones que expresamente generan desigualdades objetivas entre el
disfrute de las libertades entre las y los habitantes. Y de ahí, la perspectiva ética del
Desarrollo, aquello que se constituye en un eje transversal que desde la Defensoría de los
Habitantes planteamos como la ética de los Derechos Humanos.

En este sentido, como bien sabemos la humanidad ha tratado de avanzar paulatinamente en


la consecución de ciertos derechos fundamentales que se han ido ampliando conforme
evoluciona la sociedad, circunstancia por la que se reconoce y entiende la importancia de
la educación en Derechos Humanos, y el rol protagónico que asumió la Defensoría para
lograr que las y los habitantes conozcan sus derechos, y la importancia no sólo de
ejercerlos, sino también de participar de manera activa en su tutela y defensa, lo cual
significa que se trabaja por lograr un cambio de cultura, un cambio de paradigma.

El papel del Estado.-

En su primer artículo, la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo de manera muy


altruista y generosdsa plantea la intención de que todos los seres humanos, por el sólo
hecho de ser, de existir, tengan acceso al disfrute y aprovechamiento de los espacios y

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recursos que los Estados deben proveer y/o garantizar, para alcanzar la realización personal
en todos los ámbitos de desenvolvimiento humano.

No obstante, pese al espíritu universal e inalienable proclamado de manera tan vehemente,


para millones de personas en todo el mundo el alcance de tal declaración no llega más allá
del salón de la biblioteca donde se debe guardar el libro en que se conserva, pues quien
debiera ser el principal defensor es en la mayoría de los casos, el que violenta o abre
portillos para que se viole el Derecho al Desarrollo; ese quien es el Estado.

En consecuencia, es necesario revisar el papel del Estado en la construcción del Desarrollo,


pero...

¿Qué tipo de Estado queremos?

¿Un Estado garante de los Derechos Humanos y que reduzca y erradique las desigualdades
estructurales?

¿O un Estado indiferente a esos Derechos o que observe inmutable e imperturbable sus


transgresiones?

La acción del Estado es fundamental en la concepción de Desarrollo multidimensional que


aquí se plantea, y como Estado, no puede ser neutro sino que debe promover una
perspectiva ética que responde a la visión de los gobernantes porque el Desarrollo no es
espontáneo.

La aspiración por alcanzar cierto tipo de Desarrollo debe responder a una adecuada
planificación para conocer y determinar, por medio de las respectivas políticas públicas,
adónde tiene que intervenir el Estado y adónde tiene que invertir y ejecutar acciones para
contribuir a eliminar las desigualdades que limitan el Desarrollo Humano concebido de
manera integral.

Integralidad entre política económica y política social se plantea como un derivado de


nuestro concepto multidimensional del Desarrollo.

Indiscutiblemente es todo un desafío identificar las estructuras que puedan limitar u


obstaculizar el ideal del Desarrollo, pero es una tarea que debe realizarse teniendo presente
que es posible orientarlo, que es posible inducir procesos multidimensionales que permitan
lograr, deliberadamente, el Desarrollo nacional si hay una correcta relación entre la elite y
la población en general, la cual partiría de reconocer la interdependencia y
complementariedad entre ambos actores que deben interactuar armónicamente y zanjar sus
diferencias por medio civilizados.

De manera particular, es necesario que como administradores de los recursos de la


población nos quitemos el velo de los ojos, y reconozcamos nuestro doble rol ya que
también somos administrados, con lo cual es menester que cumplamos efectiva y
eficientemente con nuestras funciones, a fin de que no caigamos en una doble moral al
juzgar o reclamar del otro, cuando este no cumpla con las suyas.

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Si reconocen en estas líneas un llamado de atención, crean que es primero para mí y mis
compañeras y compañeros aquí presentes, pues como órgano de control de la moralidad, de
la justicia y de la legalidad de la labor pública, es obligación de las y los funcionarios de la
Defensoría dar el ejemplo que nos permita revestirnos de esa autoridad moral –
característica esencial de la magistratura de influencia– y socialmente reconocida, para
poder pedir cuentas y demandar de ustedes el respeto y cumplimiento de sus competencias
y funciones.

Definitivamente los Derechos Humanos son una conquista diaria, y hoy por hoy, y en este
país, la mayoría de los aquí presentes, laboran en las instituciones que se han fundado para
que los frutos de esa conquista beneficien a toda la población o, al menos, a la mayoría, y
no para perpetuar y ensanchar la brecha entre quienes tienen de sobra y aquellos que de
sobras viven.

Reflexión final: la utopía del Desarrollo.-

Ciertamente, hablar de Derechos Humanos, de su importancia y de la necesidad de que


todos disfrutemos de ellos, tiene connotaciones de idealismo, utopía e incluso de esfuerzos
mal gastados según algunos escépticos e individualistas, ya que reconocer y ejercer mis
derechos indudablemente conlleva la obligación de reconocer los derechos, intereses y
necesidades del otro, lo cual no siempre significa un beneficio ni mayores ganancias para
mí. Pero principalmente, hablar y reflexionar sobre estos representa la esperanza, la
paciencia, la tolerancia, la solidaridad, la fe en que es posible la construcción y
funcionamiento de un mundo donde realmente, cada quien, según sus libertades, sus
capacidades, su esfuerzo y sus necesidades, obtenga lo que merece, y no lo que otro u otros
deciden es lo que merece, necesita y puede tener.

No se predica un mundo igualitario, pues irrefutablemente existen diferencias de edad,


género, capacidades, intereses, criterios y necesidades que deben ser respetadas, y que
marcan la pauta en la redistribución de los recursos, pero se busca que esa redistribución
realmente respete esas diferencias, que sea equitativa, que permita el goce de una vida
digna, que no de pie para que unos, muy pocos, continúen discriminando y privando de lo
esencial a otros muchos a quienes se les roba descaradamente la posibilidad de realizar sus
sueños y de mantener viva la llama de la esperanza.

El Desarrollo, señoras y señores, es una concepción, una visión, una aspiración y hasta una
utopía.

Decía la Defensora el día de ayer que la utopía es la esperanza en un mundo mejor.


Realidades que hoy vivimos ayer se plantearon como utopías.

Retomo entonces sus palabras, y me pregunto de igual forma, ¿por qué no construir, sin
más demora, una sociedad sin pobreza?

¿Por qué no construir una sociedad en que las aspiraciones de paz, igualdad de
oportunidades y solidaridad sean una realidad hoy?

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El objetivo que nos planteamos para esta Jornada fue cumplir con el rol de educadores en
Derechos Humanos que le es propio a la Defensoría, de manera que esos derechos y los
principios éticos, morales y valores sociales que reúnen las declaraciones, convenios,
tratados y disposiciones en esta materia, sean tomados como eje transversal en el análisis,
elaboración, gestión y evaluación de las políticas públicas que pretenden el Desarrollo
Humano de Costa Rica.

En ese contexto, señoras y señores creo que hemos cumplido, y el día de hoy para mí
concluye con la reafirmación de un sueño del que no renuncio, del que no puedo ni quiero
renunciar:

Para mí, no solamente otro mundo es posible, sino también, otro mundo es
necesario y urgente...

Muchas gracias!

San José, diciembre 10 y 11, 2007


Día Internacional de los Derechos Humanos

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