Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
Pneumatología
1. TEMAS Y PERSPECTIVAS DE LA DOCTRINA
SOBRE EL ESPÍRITU SANTO
2
Síntesis Teológica
Pneumatología
de Dios y de su autocomunicación vivificante y santificante, el Espíritu recibe también el
nombre de Espíritu de la sabiduría5. La teología joanea habla repetidas veces del Espíritu de
la verdad6. Es, además, el Espíritu de santidad y de santificación, es decir, de la
comunicación de la vida santa de Dios7.
Los creyentes y justificados están sellados por el Espíritu Santo para el día de la
redención (Ef. 4,30). Para describir el movimiento del Espíritu desde Dios a su creación, la
Escritura utiliza un amplio repertorio de vocablos: el Espíritu «aletea» sobre las aguas del
abismo primordial (Gen 1,2). Se quiere indicar así que Dios no produce el orden de la
creación al modo como un artesano realiza una obra. Crea de la nada y del caos con su
5
Cf. Dt 34,9; Sab 1,6; 7,17; Is 11,2; Ef 1,17
6
Cf. Jn 14,17; 15,26; 16,13; 1Jn 4,6
7
Cf. Rom 1,4; 15,16; 1Cor 6,11; 1Pe 1,2
8
Cf. Rom 5,5; 15,30; Gál 5,13.22; 2Cor 1,22; 3,l7ss.; 1Jn 4,8-16
9
Cf. 2Cor 13,13; 1Jn 1,3; 2,20
10
Cf. Is 29,10; 32,15; 44,3; Joel 3,1s.; Zac 12,10; Act 2,17.33; 10,45; Rom 5,5
11
Cf. Núm 27,18; Act 1,8; 2,33; 8,20, 1Tes 5,19; Rom 5,5; 1Cor 1,22; 1Jn 4,13
12
Cf. Jn 14,23; Is 26,9; Ez 11,19; 36,26s.; 37,14; Ag 2,5; Rom 8; 1Cor 3,16; 2Cor 1,22; 1Jn 3,24; Sant 4,5
13
Cf. Act 10,38; 2Cor 1,21; 1Jn 2,20.27
14
Cf. Rom 8,23; 2Cor 1,22; 5,5; Rom 8,2; 2Tes 2,13
3
Síntesis Teológica
Pneumatología
poderosa palabra y con la fuerza de su espíritu. El Espíritu se identifica con el poder divino
santificador y vivificador, es la fuerza de lo alto (Lc 24,49).
Los enunciados más importantes sobre esta materia se hallan esparcidos por todos los
ámbitos temáticos de la teología que tienen, a su vez, su raíz unitaria en la doctrina de la
Trinidad. La evolución del problema pneumatológico en la historia de los dogmas tiene
como meta el reconocimiento de la tercera persona divina en la esencia trinitaria del Padre,
del Hijo y del Espíritu.
Por otro lado, es también el Espíritu de Dios quien mueve al hombre Jesús en su
historia, en su actividad pública, en la proclamación del reino de Dios, en la soteriopraxis
del mediador de la basileia, hasta su entrega en la cruz, y quien le resucita, en fin, de entre
los muertos, de modo que en virtud de esta resurrección, y de acuerdo con el espíritu de
santidad, es instituido como el Hijo de Dios mesiánico. El Cristo exaltado hasta el Padre
4
Síntesis Teológica
Pneumatología
transmite, en virtud de su humanidad glorifica da, el Espíritu prometido para el fin de los
tiempos. El Espíritu enviado por el Padre y el Hijo lleva a los hombres, en la fe, al
conocimiento de la presencia escatológica de Dios en la humanidad de Jesús de Nazaret. El
Espíritu universaliza e interioriza la revelación histórica de Dios en Jesús.
En la escatología debe analizarse el tema de la acción del Espíritu Santo desde el punto
de vista de que sólo él puede llevar a cabo la resurrección de los muertos y la
transformación definitiva del mundo hasta llegar a la comunicación etérea del amor entre
Dios y las criaturas personales. La escatología remite al origen de la creación en la
presencia del Espíritu de Dios. La creación surge, en efecto, gana vida y alcanza un
horizonte final en virtud de la presencia del Espíritu Santo.
Desde el punto de vista global de que el Dios trino es origen, centro y meta de todo lo
creado, la pneumatología tiene la misión de elevar hasta el plano de la conciencia la
eficacia específica del Espíritu Santo en la creación, la historia de la salvación, la
redención, la reconciliación y la consumación.
5
Síntesis Teológica
Pneumatología
prueba de la eficacia universal del Espíritu Santo, que se identifica con la revelación y la
autocomunicación del Dios trino.
Pero no por ello puede decirse que el Espíritu Santo sea el «Padre» de Jesús, pues el
Logos y la humanidad de Jesús unida a él poseen, respecto del Padre, la filiación divina,
mientras que el Espíritu Santo representa el principio de la unión de las dos naturalezas y de
la íntima compenetración de la humanidad (= unción)
La unidad del origen del Espíritu su cede de tal modo que el Padre es el principio sin
principio (principium sine principio) de la procesión del Hijo, mientras que el origen del
Espíritu desde el Hijo acontece según la participación del Hijo en la procesión del Espíritu
(principio de principio), de acuerdo con la fórmula del concilio de Florencia, del año 1442,
en su Decreto para los jacobitas.
6
Síntesis Teológica
Pneumatología
experiencias entusiásticas, etc.), contraponen el Espíritu Santo a la mediación cristológica
de la revelación y a su forma eclesial de actualización (oposición entre la institución y el
ministerio y los carismas). Pueden citarse aquí, en primer término, los «entusiastas» de
Corinto (1Cor 14), el montanismo, los cátaros y valdenses, las enseñanzas del abad
cisterciense Joaquín de Fiore (muerto en 1212) acerca del evangelium aeternun y de las tres
edades sucesivas del Padre, el Hijo y el Espíritu, los baptistas de la Reforma y, en fin, las
sectas espiritualistas y pentecostalistas de muy diversa índole y origen.
1. La Carta del obispo Dionisio de Roma al obispo Dionisio de Alejandría, del año 260,
previene frente a una distinción demasiado acentuada de las personas divinas, para poder
salvaguardar tanto la Trinidad como la monarquía divina.
2. En el Escrito del sínodo alejandrino a los antioquenos, del año 362, la Iglesia
reconoce expresamente por vez primera la subsistencia personal del Espíritu Santo.
3. En su Carta a los obispos orientales del 374, el papa Dámaso 1 enseña que el
Espíritu Santo tiene naturaleza divina y que no es una criatura.
4. El Credo de san Epifanio de Salamina (hacia el 374) testifica la igualdad esencial
entre el Espíritu y el Padre y el Hijo.
5. El Símbolo niceno-constantinopolitano del 381 precisa más la Confesión de fe del
325 mediante las adiciones: «... Señor y vivificante, que procede del Padre (y del Hijo), que
con el Padre y el Hijo es justamente adorado y glorificado, que habló por los profetas.
6. En el Tomus Damasi del 382 la Iglesia de Occidente admite expresamente los
concilios de Nicea y Constantinopla y enseña la divinidad y la personalidad del Espíritu
Santo.
7. La Carta sinodal de Constantinopla al sínodo romano del 382 confirma la confesión
de los concilios de Nicea y Constantinopla, ambos reconocidos como ecuménicos.
8. El Decretum Gelasianum, de inicios del siglo VI, agrupa en su primera parte
decisiones acerca de la doctrina del Espíritu Santo y su relación trinitaria e histórico-
salvífica con Cristo y sus nombres, que pueden remontarse a un sínodo romano (381), bajo
el pontificado de Dámaso 1: Decretum Damasi seu de Explicatione fidei.
9. La Carta 15 de León I al obispo Toribio de Astorga torna posición contra el
priscilianismo, que propugnaba una doctrina trinitaria de índole moralista.
10. El Símbolo atanasiano (siglos IV-VI) ofrece una precisa explicación de los misterios
de la Trinidad y de la encarnación.
7
Síntesis Teológica
Pneumatología
11. El Credo del XI concilio de Toledo (675) expone una importante síntesis de la
tradición doctrinal occidental.
12. El II concilio de Lyon, en la constitución Fideli ac Devota (1274), reafirma la fe de
que el Espíritu procede del Padre y del Hijo (Filio que).
13. Tras difíciles discusiones, los representantes de las Iglesias griega y latina
convinieron en que la diferente interpretación de las procesiones trinitarias no ponía en
peligro la unidad de la fe: bula Laetentur coeli de 1439.
14. El Concilio de la unión de Florencia, del año 1442, llegó a un acuerdo con los
coptos acerca de la procesión del Espíritu Santo (bula Cantate Domino.
15. Hasta algunos siglos más tarde no volvió a pronunciarse el magisterio doctrinal
acerca de la pneumatología. El papa León XIII, en la encíclica Divinum illud, de 9 de mayo
de 1897, habla de la inhabitación del Espíritu Santo en los justos.
16. El papa Pío XII afirma, en su encíclica Mystici Corporis Christi, de 29 de junio de
1943, que el Espíritu Santo es el «alma» de la Iglesia.
17. Todos los documentos del II concilio Vaticano responden a una concepción
trinitaria. Se refieren de manera especial al Espíritu Santo y a su eficacia las constituciones
dogmáticas sobre la Iglesia (Lumen gentium) y sobre la revelación divina (Dei Verbum).
18. El papa Juan Pablo II ofrece en su encíclica Dominum et vivificantem, de 18 de
mayo de 1986, empleando un lenguaje espiritual, una exposición resumida de la renovación
pneumatológica en la Iglesia y la teología del Occidente latino.
15
cf. 1Tes 1,5; Lc 1,35; 4,14.36; 5,17; 6,19; 24,49; Act 1,8; 10,38; Jud 20; Rom 15,13
16
cf. Jue 3,10; 6,34; 11,29; 13,19.25
17
Cf. 1Re 22,21; 2Re 2,9; Os 9,7; Miq 3,8; Ez 2,2; 11,5; Zac 7,12; cf. Mc 12,36; Mt 22,43; Act 1,16; 3,18;
4,25; Heb 3,7; 2Pe 1,21
8
Síntesis Teológica
Pneumatología
proféticos y evangélicos (2Pe 1,21; 2Tim 3,16). Y en los reyes de Israel, en cuanto
llamados a ser mediadores, son ungidos con y henchidos del Espíritu Santo18.
2.2 La demostración de la filiación divina mesiánica por medio del Espíritu de Dios.
Como demostración de que Jesús es verdaderamente el mediador del reino de Dios del
fin de los tiempos se aduce la prueba de que posee el Espíritu Santo de una manera
específicamente propia del Mesías. Ya la confesión prepascual, en la que los discípulos
reconocían la mesianidad de Jesús, pero sobre todo la postpascual, estaban íntimamente
vinculadas a la experiencia de que Jesús estaba empapado, penetrado y embebido del
Espíritu de Dios, a quien llamaba su Padre, y de que estaba facultado, por este mismo
Espíritu Santo, para instaurar el reino de Dios del fin de los tiempos. La unidad de
conocimiento y revelación del Padre y el Hijo está mediada por el Espíritu Santo (cf. Lc
10,21s.).
18
Cf.1Sam 10,6-13; 16,13; 2Cró 20,14
19
Cf. Is 32,15; 44,3; 59,21; 63,14; Joel 3,ls.; Ag 2,5; Zac 4,6; cf. Act 1,5; 2,17; 15,8; 1Pe 4,14
20
Cf. Ez 36,26ss.; 39,29; cf. Rom 5,5
9
Síntesis Teológica
Pneumatología
La unión entre Dios Padre, el Hijo de Dios mesiánico y el Espíritu de Dios, que tiene su
origen y su centro en la voluntad de revelación del Padre, se manifiesta de una manera
singularmente clara en el bautismo de Jesús21.
Dado que la constitución originaria de Jesús como ser humano se identifica con su
constitución como Hijo mesiánico de Dios, la relación del hombre Jesús con Dios puede ser
también la revelación de la relación interna —perteneciente a la esencia de Dios— del
Padre, el Hijo y el Espíritu (cf. Mt 1,16.18; Lc 1,26-38; 3,23). El hecho de que Jesús haya
sido engendrado, en lo atañente a su naturaleza humana, de la virgen María mediante la
acción increada de Dios en su Espíritu creador (sin el concurso mediador creado y material
de una segunda causa) no puede ser interpretado como simple ilustración de una realidad
fundamentada en otras causas diferentes. Se trata de la constitución de la realidad humana
de Jesús y de su relación filial como hombre respecto a Dios mediante la acción divina, una
relación que es exclusivamente suya en su Espíritu Santo.
El conocimiento prepascual que los discípulos tenían de que Jesús era, por la fuerza del
Espíritu de Dios, el Mesías del tiempo final, se desmoronó hasta sus cimientos ante la
catástrofe del Viernes de pasión. Sólo porque el Señor exaltado les transmite por sí mismo,
desde Dios, el Espíritu del final de los tiempos, pueden reconocerle, a la luz de las
apariciones pascuales, como el Hijo y mediador salvífico refrendado por el Padre. La
protosíntesis cristológica «Jesús es el Señor» sólo es posible si ha sido dado el Espíritu
Santo (1Cor 12,3). Sólo quien se deja guiar por el Espíritu de Dios puede confesar que
Jesús es el Hijo de Dios que ha venido en carne (cf. lJn 4,2).
2.3 El Señor exaltado como el mediador del Espíritu del Padre y del Hijo.
10
Síntesis Teológica
Pneumatología
la comunión de vida con el Señor resucitado. En el bautismo se convierte en nueva criatura
(Gál 6,15; 2Cor 5,17) y recibe del Espíritu vida eterna (cf. el bautismo como renacimiento
del agua y del Espíritu Santo: Jn 3,5; Tit 3,5). Al vivir en el Pneuma santo, el bautizado se
eleva por encima de la existencia sárquica del mundo viejo e irredento de la ley y se le
concede la gracia de la justificación que excluye todo egoísmo y todo pecado y, finalmente,
también la muerte (Rom 8,9: «Pero vosotros no vivís en lo de la carne, sino en lo del
espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita en vosotros»).
Como el amor de Dios ha sido derramado en los corazones de los hombres por medio
del Espíritu Santo (Rom 5,5), pueden éstos participar, en virtud de la comunión con el
Cristo resucitado y exaltado, en la comunión del amor del Padre y del Hijo en el Espíritu:
«Prueba de que sois hijos es que Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que
dama: ¡Abba, Padre!» (Gál 4,6; cf. Rom 8,15;Jn 15,26; 16,13; lJn 4,13).
El Espíritu único del Padre y del Hijo lleva a los creyentes a una profunda
interiorización del acontecimiento salvífico. El Espíritu de la verdad testifica que Jesús es el
Hijo de Dios, que ha venido desde Dios a su existencia terrena, «en agua y sangre», como
salvación (lJn 5,6).
La presencia actual del Mesías exaltado y consumado en el Espíritu Santo (cf. 2Cor
3,17: «El Señor es el Espíritu, y donde está el espíritu del Señor hay libertad») es
determinante para la misión y la eficacia de su Iglesia. Esta presencia es el signo
sacramental del reino de Dios ya venido y, al mismo tiempo, el instrumento para su plena
implantación, todavía por venir, en el corazón de los hombres. El Espíritu Santo es, por así
decirlo, el «alma de la Iglesia» (León XIII, encíclica Divinum illud munus. Él es el
principio dinámico de la existencia cristiana y de la esperanza en la consumación
escatológica (Rom 8,22-24).
11
Síntesis Teológica
Pneumatología
En los escritos joaneos aparece una exposición del Espíritu Santo de contenido no
menos rico que el de Lucas y Pablo. El Espíritu Santo señala a Jesús como el Logos y la
revelación del Padre (Jn 1,32; 3,34). La transmisión plena del Espíritu a los discípulos sólo
tiene lugar una vez que Jesús, a través de su muerte y su exaltación al Padre, es glorificado
y se revela en su divinidad (Jn 7,39). El Señor resucitado envía a los discípulos, del mismo
modo que él ha sido enviado por el Padre, tras haber soplado sobre ellos en señal de que les
concede el Espíritu Santo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les
quedarán perdonados» (Jn 20,22s.).
a) Al Padre
El Espíritu sale del Padre y viene al mundo. El Padre envía el Espíritu en nombre de
Jesús y por su ruego (Jn 14,16.26). El Espíritu toma del Padre y del Hijo, para anunciarlo a
los discípulos (Jn 16,14s.).
b) Al Hijo
El Paráclito es distinto del Hijo. Es, respecto de éste, el otro Paráclito (Jn 14,16: «Yo
rogaré al Padre, y él os dará otro Paráclito, que estará con vosotros para siempre»). Es
otorgado en virtud de las plegarias de Jesús y enviado en su Nombre. Le enviará el Señor
glorificado (Jn 16,7). Da testimonio de Jesús (Jn 15,26; 16,13). Le revela a los discípulos,
una vez que Jesús ha partido de este mundo (cf. lJn 4,2; 1Cor 12,3).
c) A los discípulos:
El Paráclito permanece por siempre en ellos y junto a ellos (Jn 14,16). Ha sido dado
(como autodonación de Dios) o enviado a ellos (Jn 14,26; 15,26; 16,7). Les recordará todo
cuanto les ha dicho el Revelador Jesús (Jn 14,26). Él los llevará a la verdad plena, esto es,
al conocimiento perfecto de la unidad del Padre y del Hijo (Jn 16,13). Anunciará a los
discípulos lo que está por venir (Jn 16,13).
d) Al mundo:
El «mundo», en cuanto cifra y síntesis del modo existencial del hombre aleja do de
Dios, no conoce al Espíritu ni le quiere recibir (Jn 14,17; cf. Mc 3,29: el pe cado contra el
Espíritu. El Espíritu convencerá al mundo de pecado, de justicia y de castigo: de pecado,
porque no creen en Jesús; de justicia, porque va al Padre; y de castigo, porque el Señor
juzgará a este mundo, cf. Jn 16,8-11).
12
Síntesis Teológica
Pneumatología
2.5 Pascua y Pentecostés como origen de la fe en la Trinidad
26
Rom 8,15; Gál 4,4-6; 2Cor 13,13; Ef 1,1-14; Jn 14-17; lJn 4
13
Síntesis Teológica
Pneumatología
No existe la menor duda en lo que concierne a la naturaleza divina del Espíritu, del que
se habla en las diferentes capas de la tradición del Antiguo Testamento. El Espíritu es Dios
mismo en la actividad de la realidad personal divina. De todos modos, en el Nuevo
Testamento aflora un perfil propio. Aquí se habla de una actividad de Dios que está
asociada al nombre del Espíritu y que se diferencia de la desarrollada por el Padre y el Hijo.
Del bautismo en nombre de Jesús testificado en Act no se puede concluir que existen
diferencias objetivas respecto del conferido en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu.
El nombre de Jesús es, en efecto, la cifra de la gracia salvífica de Dios, que se ha
manifestado, a través de la resurrección de Jesús, como Padre del Hijo y le ha
encomendado la tarea de derramar el Espíritu Santo prometido (Lc 24,49; Act 2,23).
Pablo ofrece un claro testimonio en favor de la acción autónoma del Espíritu. Habla del
único y mismo Pneuma, del único y mismo Kyrios y del único y mismo Dios, que lo
produce todo en todos (lCor 12,4-6). En las múltiples acciones y dones del Espíritu en la
vida comunitaria de la Iglesia es uno y el mismo Espíritu quien actúa en todos y distribuye
a cada cual según le place (1Cor 12,11). El Espíritu penetra los abismos de la divinidad y es
Dios en una relación que le diferencia del Padre y del Hijo.
Juan testifica la autonomía personal del Espíritu en la unidad de la acción divina con el
Padre y el Hijo. Respecto de Jesús, el Espíritu es el otro Paráclito. Su actividad queda
27
cf. Act 10,9; 11,12; 13,2; Ap 14,13; Heb 3,7
14
Síntesis Teológica
Pneumatología
nítidamente diferenciada respecto de la del Hijo. Es aquel que «viene como Espíritu de la
verdad para guiar hasta la verdad plena» (Jn 16,13: Jn 14,16.26:
15,26; 16,7).
Cuando se habla de la diferencia hipostática del Hijo y del Espíritu respecto de Dios
Padre debe tenerse en cuenta que no se elimina con ella la unidad y unicidad de Dios. Ya en
el Antiguo Testamento, a Dios no se le experimenta de una manera unitaria monopersonal,
sino sólo a partir de su relacionalidad con el mundo. Hay, por tanto, una radicalización
última del monoteísmo cuando Dios se da a conocer a sí mismo a través de sus acciones
reveladoras en su relacionalidad interna constitutiva de su esencia. Para esta relacionalidad,
el testimonio neotestamentario dispone de los nombres personales de Padre, Hijo y Espíritu
Santo.
Orígenes fue el primer teólogo que convirtió en tema y centro de sus reflexiones la
hipóstasis propia del Espíritu. Los diferentes testimonios de la Sagrada Escritura enseñan
inequívocamente que el Espíritu se distingue del Padre y del Hijo. El Espíritu «participa de
la gloria y la dignidad del Padre y del Hijo» (princ. 1 praef. 4). Orígenes advierte que es
tarea difícil fijar la diferencia exacta entre la procesión del Hijo y la del Espíritu desde el
Padre. Habría una diferencia en el hecho de que el Hijo procede inmediatamente del Padre,
mientras que en la procedencia del Espíritu desde el Padre se daría la mediación del Hijo
(comm. in Io. X, 39). Padre, Hijo y Espíritu constituyen la unidad de Dios en la Trinidad
divina. Se distinguen, en cuanto Dios único, de la creación. Por consiguiente, el Hijo y el
Espíritu son increados y de naturaleza divina.
15
Síntesis Teológica
Pneumatología
Estos tres nombres santos del Dios único designan de diferente manera los fundamentos
divinos de la creación y de las actuaciones en la historia de la salvación. Puede percibirse la
diferencia intratrinitaria y la autonomía hipostática del Padre, el Hijo y el Espíritu a través
de sus respectivos campos de acción, nítidamente delimitados. El Padre es el Creador de
todas las criaturas, el Logos es quien otorga la razón y el Espíritu Santo concede la gracia 1
(= santidad) a los santos. La recepción del Espíritu Santo lleva al pleno conocimiento de
Jesucristo como Hijo. Él es quien hace posible la nueva imagen y semejanza de Dios y la
comunión con Dios Padre (princ. 1, 3,8).
Por encima de las diferencias de las fórmulas concretas destaca y se mantiene incólume
la afirmación de que el Espíritu no es una criatura, sino que pertenece enteramente a la
esfera de la divinidad en la diferencia relacional del Padre y del Hijo. La divinidad del
Espíritu demuestra ser —no en último lugar debido a consideraciones soteriológicas—
parte constitutiva esencial de la fe cristiana. Nadie puede recibir la gracia del renacimiento
del bautismo y de la divinización «si la Trinidad no es plena» y es imposible «participar del
Padre o del Hijo sin el Espíritu Santo. Con todo, en este debate es preciso distinguir la
acción especial del Espíritu Santo de la del Padre y el Hijo» (ibíd. 1,3,5). Y un poco más
adelante añade:
«Pero en modo alguno es lícito decir que en la Trinidad algo es mayor o menor, porque
la fuente única de la divinidad lo abarca todo con su Logos y santifica, con el ‘espíritu de su
boca’, cuanto es digno de santificación» (ibíd. I,3,7).
Sus principales adversarios fueron Atanasio (cuatro Cartas a Serapión de Thmuis, 358-
362), los capadocios Basilio de Cesarea (Sobre el Espíritu Santo), Gregorio Nacianceno
(Discursos teológicos, especialmente el Discurso 31, or. 12,6) y Dídimo el Ciego (Sobre el
Espíritu Santo). Basilio se remitía expresamente a la fórmula bautismal trinitaria. No se
podía, según ella, hablar de una subordinación esencial en Dios y debía excluirse que el
Hijo y el Espíritu fuesen criaturas. Junto a la fórmula de oración tradicional «Gloria al
Padre por el Hijo en el Espíritu Santo» (cf. Gál 4,4-6), Basilio sitúa, dándole igual valor, la
formulación «Gloria al Padre con el Hijo y con el Espíritu Santo».
Evita, con todo, aplicar también al Espíritu Santo el concepto de homoousia con el que
el concilio de Nicea había definido la igualdad esencial del Logos con el Padre. Para
mantenerse dentro de la comunión eclesial lo único que se exigía era no calificar al Espíritu
16
Síntesis Teológica
Pneumatología
Santo de criatura. La naturaleza divina y la subsistencia propia del Espíritu como titular de
la única vida divina se expresaba sobre todo a través de los predicados divinos que se le
aplicaban.
Habríamos recibido, en este caso, tan sólo un don creado distinto de Dios, pero no
estaría en nosotros la verdadera vida divina, ni tendríamos una verdadera comunión vital
con él. No se nos transmitiría el mismo Dios, sino que sería una criatura la que llevaría a
cabo la mediación hacia él. Se situarían entonces, entre Dios y el hombre, poderes creados
como formas mediadoras. Quedaría suprimida la inmediatez del hombre con Dios. Sólo si
en su mediación al hombre se media el mismo Dios puede el hombre —cuando por la
humanidad de Jesús encuentra al Hijo y al Espíritu— mirar a Dios cara a cara y llamarle
inmediatamente Padre.
El sínodo de Alejandría (362) pide a los que se asientan sobre el suelo de Nicea que
también «condenen a quienes afirman que el Espíritu Santo es una criatura y una
parte de la subsistencia de Cristo, porque apartarse verdaderamente del impío partido de los
arrianos significa no dividirla santa Trinidad ni afirmar que haya en ella algo creado».
17
Síntesis Teológica
Pneumatología
de que el Espíritu es una criatura: León I, ep. 15; el símbolo Quicumque; la confesión de fe
del XI concilio de Toledo del 675.
La Carta sinodal de Constantinopla a los obispos de Occidente del año 382 ofrece una
buena síntesis de la evolución hasta entonces registrada en el proceso de formación de los
dogmas trinitarios, cristológicos y pneumatológicos:
18