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Just do it!

El Dorado y su lado obscuro

En esta muestra María José Argenzio asume el desafío de simbolizar el lado


obscuro de nuestra modernidad a través del oro como mercancía y trofeo, su
resplandor y su empeño de encandilar y velar. La exhibición constituye un
dispositivo óptico-luminoso que sin embargo penetra en la larga noche colonial que
se extiende hasta nuestros días. Para el efecto la artista transforma por completo el
cubo blanco de la galería en tres cámaras obscuras que debemos recorrer en
penumbra y donde suntuosos objetos y luminosas imágenes nos devuelven la
mirada para activar la memoria social del despojo histórico de recursos y la
persistencia del colonialismo en nuestro país y región. La experiencia sensorial que
nos propone Argenzio es cercana a la de un museo donde en silencio y a obscuras
contemplamos en la primera sala un botín, en la segunda un objeto-símbolo de
poder y en la tercera imágenes que nos revelan la explotación de la fuerza de
trabajo y de los recursos naturales. El museo como dispositivo estético-político y
sus operaciones de apropiación, estetización, fetichización y descontextualización
son evocados para desplegar extraordinarios objetos e imágenes, con límites
difusos entre la realidad y la ficción, que por su ambigüedad logran detonar las
enormes contradicciones entre la riqueza y pobreza, el auge y la decadencia que
caracterizan a nuestra modernidad colonial.

El botín está constituido por 25 mil monedas de 1 sucre cubiertas en oro


cuidadosamente apiladas y resguardadas bajo una gran urna de cristal,
contundente pieza numismática que recupera críticamente uno de los episodios
más nefastos de nuestra historia reciente. En 1999 el gobierno de Jamil Mahuad
declara feriado y congelamiento bancario para limitar la inestabilidad del mercado
cambiario, medida que favoreció a unos pocos banqueros, perjudicó al Estado y a la
mayoría de la población. La acción no impidió la quiebra de entidades financieras y
el manejo inadecuado de la crisis ocasionó una acelerada depreciación del tipo de
cambio. La devaluación fue de 400% cuando en el transcurso de 16 meses se pasó
de 5 mil a 25 mil sucres por dólar. La dolarización efectuada a esta cotización
significó una pérdida gigantesca de valor adquisitivo para los tenedores de sucres,
lo que resultó en el empobrecimiento del ciudadano común y en la emigración
masiva de los sectores más vulnerables.

En la segunda habitación reposa sobre un pedestal una meticulosa copia en hilo de


cobre bañado en oro de la ostentosa peluca de Felipe V de Borbón, representante
del poder imperial y responsable de acuñar una moneda de oro sólido que
manejaba la realeza en la colonia. Como es conocido, el hambre por los metales
preciosos, el brillo de los tesoros del Nuevo Mundo y el mito de El Dorado
justificaron, entre otras acciones, la conquista y la explotación salvaje de la mano
de obra indígena en la que se basó la expansión mercantil-capitalista de Europa.
Eduardo Galeano resume está relación de poder y dominación en Las Venas
Abiertas de América Latina: “La economía colonial latinoamericana dispuso de
la mayor concentración de la fuerza de trabajo hasta entonces conocida, para hacer
posible la mayor concentración de riqueza que jamás haya dispuesto civilización
alguna en la historia mundial”. Esta pieza de Argenzio también representa con gran
dosis de humor la actualización de la figura del poder imperial encarnada en las
elites del país, bautizadas sarcásticamente por el presidente Correa como
“pelucones”.

El último espacio al que ingresa el espectador es una gran cámara obscura donde se
proyectan dos fotografías que cuestionan la veracidad o ilusión de su
representación. Nos enfrentamos a una proyección, a escala real, de una planta de
banano cubierta en oro, y una segunda alucinante imagen, a gran escala, de la vista
aérea de la plantación donde la planta dorada destella de manera insólita. La fiebre
del oro simplemente toma otras formas en el contexto de la industrialización,
desarrollismo y mercado internacional. La simplicidad de estas imágenes logra, sin
embargo, activar lecturas tan diversas como la explotación de la mano de obra
barata, el empobrecimiento del suelo, la concentración del excedente en manos de
unos pocos, el monopolio en la comercialización del banano, las formas de
penetración y colonialismo extranjero en la economía local, la sangrienta historia
de las plantaciones en nuestro país y las historias de miseria y despojo ocasionadas
por la United Fruit, la más grande latifundista en Centro América. La riqueza del
suelo y bananización de varios países latinoamericanos no ha significado una
mejora significativa en la calidad de vida de los trabajadores sino por el contrario la
persistencia de la desigualdad social.

Desde el exceso, brillo y absurdo, los artefactos e imágenes de Argenzio trazan


continuidades y reajustes en los patrones de poder colonial en la economía nacional
y transnacional. El subdesarrollo no es una etapa del desarrollo. Es su
consecuencia en palabras de Galeano. Por otro lado la muestra también advierte y
problematiza sobre el lugar del arte en relación a modos de producción (pre)
capitalistas como en el oficio del laminado en pan de oro, dificultoso y laborioso
proceso artesanal basado en la venta de la fuerza de trabajo. Después de todo tanto
el arte, la cultura y el museo también están inscritos en el proyecto de la
modernidad y la colonialidad.

María Fernanda Cartagena


Quito, octubre, 2011

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