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Durante todo el siglo XIX “la cuestión de la mujer” fue una discusión política importante así
como terreno de lucha de grupos políticos y sociales.
El hilo conductor de las demandas feministas fue el derecho al voto, por eso es que a las
militantes se las conozca como sufragistas. Lo que no quiere decir que no reclamaran por el
acceso de las mujeres al trabajo, a la educación, a disponer de sus propiedades, por la abolición
de la esclavitud, entre otras preocupaciones.
A ese feminismo liberal o reformista se le sumaban los grupos de mujeres socialistas y
anarquistas que criticaban la sociedad capitalista y su falsa igualdad. Aspiraban a un cambio
social que tenga en cuenta la opresión de las mujeres, y no sólo la de clase, ya que en palabras de
Federico Engels, “la primera opresión de clase en la historia coincide con la del sexo femenino
por el masculino”. Para muchas mujeres socialistas y anarquistas la lucha anticapitalista debía
ser acompañada por reivindicaciones feministas.
Durante todo el siglo XIX el movimiento feminista se movió entre el reformismo y el
radicalismo, estableciendo alianzas según coyunturas específicas. En Francia por ejemplo, eran
apoyadas por los republicanos democráticos y los masones en su lucha contra la Iglesia Católica.
Se establecieron alianzas con los socialistas por demandas en el campo de la educación y las
leyes de protección a las obreras, con los liberales por el derecho al sufragio, con los anarquistas
por el control de la natalidad. Tenemos que pensar que si bien en Europa y América Latina, las
sufragistas tenían muy buenas relaciones con los partidos socialistas, el antifeminismo se podía
encontrar tanto en la izquierda como en la derecha.
LAS SUFRAGISTAS
Las feministas constituían muchos grupos organizados de un activismo continuado, con acciones
callejeras, ejercicio del periodismo, reclamos a los parlamentos, accionesde desobediencia civil,
que trajo para muchas de ellas la represión, el estigma y la cárcel.
Tenemos que pensar que era un movimiento, lo que significa que en su seno cabían distintas
corrientes. Por ejemplo, una de esas diferenciaciones eran las dos corrientes ya presentes en el
feminismo del siglo XIX: la igualitaria y la dualista. Ambas piden la igualdad de los sexos a
pesar de las diferencias entre los hombres y las mujeres. La cuestión aparece al tratar de
responder acerca de qué hacer primar en las demandas: ¿la especificidad femenina o las
cualidades de lo humano?
La corriente igualitaria va a hacer primar las cualidades de la especie humana. Creerá
firmemente en que el motor central del cambio es la legislación y verá al estado como regulador
de los intereses en conflicto.
La corriente dualista coloca en el centro de la argumentación la facultad maternal de la mujer y
su aporte cultural. Esa facultad no solo la define físicamente sino psíquica y socialmente. Se
pone el acento en la aportación cultural de la mujer y la maternidad es vista como el motor de
reformas educativas y legislativas. Las mujeres, como madres, deben tener derechos,
precisamente por la importancia de esa tarea.
Momentos de efervescencia
Las sufragistas británicas desde 1857 hasta la 1º Guerra Mundial, se situaron a la cabeza del
movimiento feminista internacional y fueron mucho más radicales en la forma que las
organizaciones de las mujeres socialistas, en ese sentidoinventaron los rostros del activismo
feminista. Mantuvieron una lucha infatigable por el voto –un derecho que
trascendía el legalismo liberal; que en realidad resumía y acumulaba reivindicaciones feministas
seculares y altas expectativas de reforma sociopolítica y cultural.
Como verán en el texto que tienen que leer de María Jesús Gonzalez Hernández, se desarrolló en
ese período de ebullición política, cultural, científica y social que constituyó la transición de la
Inglaterra victoriana a la eduardiana (1900-1910). Entre los años de la política de las élites y la
edad de las masas, tuvo lugar un proceso fundamental: la concienciación y lucha por la
ciudadanía, de la que no sólo estaba excluido un porcentaje de hombres, sino la totalidad de las
mujeres. Pero en esos años se sucedieron además significativos cambios demográficos,
culturales y también científicos, en el campo de la medicina psiquiátrica, la sexología, o la
eugenesia. Todo ello hizo que el debate de la ciudadanía femenina se enriqueciera (y
complicara) con las nuevas tensiones y ansiedades de la modernidad, con sus nuevos medios y
desafíos, y con la redefinición de roles, imágenes y propuestas políticas.
Las sufragistas utilizaron la acción directa con tanto vigor como lo hacían los sindicalistas
revolucionarios. Contaban con miles de mujeres de extracción obrera en la mayoría de casos,
que se arriesgaban a las palizas y las cárceles.
En la cárcel, las sufragistas se rebelaron contra el estatuto de presa común que se les había dado
y reclamaron el de presas políticas. Las huelgas de hambre obligaron al gobierno a legislar
medidas como una que concedía la libertad provisional a los presos por motivo de salud, aunque
una vez recuperados volvían a ingresar de nuevo, facilitó un juego que EmmelinePankhurst
llamó del «gato y el ratón», ya que la mayoría de las favorecidas desaparecían en cuanto se
encontraban en la calle. El gobierno cambió entonces de actitud y obligó que las que hacían
huelga de hambre fueran alimentadas con sonda.
Socialistas utópicos
Incluyeron explícitamente a la mujer en sus teorías, sobre todo a través de su virulento ataque al
matrimonio.
Claude Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon (1760-1825), es considerado como precursor y
fundador del socialismo francés. Desarrolló un sistema teórico para la mejora de existencia
moral y física de las clases más desfavorecidas, en la cual cada persona debe ser ubicada de
acuerdo con su capacidad y recompensada de acuerdo con el resultado de su trabajo.
Abogó por la incorporación de la mujer en la construcción de una nueva sociedad. En ese
sentido rompe con el sexismo del romanticismo y las limitaciones de la Ilustración.
A la muerte de Saint-Simon, sus discípulos (los llamados santsimonianos/as) desarrollaron sus
teorías Sus objetivos eran planificar una nueva política económica y una vida cotidiana distinta
de las de la sociedad industrial. En ella las mujeres disfrutarían de los mismos derechos que los
hombres. “Todo hombre que pretenda imponer su ley a las mujeres no es sansimoniano”, desde
el momento en que las mujeres son iguales a los hombres. La emancipación de las mujeres
formaba parte de la emancipación de la "clase útil", formada por trabajadores, ingenieros y
científicos que mantenían a la sociedad en marcha.
“Tanto la mujer como el obrero tienen necesidad de ser liberados. Ambos, encorvados por el
peso de la esclavitud, deben tenderse la mano y revelarse un nuevo lenguaje”.
“Necesitamos mujeres que se salgan de los hábitos ordinarios de la vida femenina impuesta por
la ley cristiana. Rehabilitación de la materia, del trabajo, del mal, de todo lo contrario al
cristianismo”.
Las sansimonianas, tenían su propio periódico La Gazete des Femmesel “periódico de los
derechos políticos y civiles de las francesas”, con un programa que abogaba por la abolición de
las penas contra el adulterio, restablecer el divorcio, que se permita a la mujer ser jurado, que
haya un sufragio universal.
Charles Fourier, fue el más radical de los socialistas utópicos. (1772-1837), autor de la famosa
frase:
"Desde una perspectiva general, los adelantos sociales y los cambios de épocas se efectúan en
virtud del progreso de la mujer hacia la libertad, y la decadencia del orden social se efectúa en
virtud de la disminución de la libertad de la mujer...La extensión de los privilegios a la mujer es
el principio general de todo progreso social."
Creía que las mujeres eran atontadas desde la niñez y que la opresión y el envilecimiento de las
mujeres se condensan en el matrimonio, del que era un crítico virulento. Insiste en su realidad
mercantil, basado en el dinero y la propiedad. Denuncia a los filósofos que solo se ocupan del
orden doméstico para apretar las cadenas del sexo débil y a las leyes que protegían la esclavitud
conyugal.
Imaginaba un futuro compuesto por pequeñas comunidades autónomas, libertarias e igualitarias.
En esa sociedad socialista, habría total libertad para elegir la clase de trabajo. Recibirían su
recompensa según el capital, el trabajo y el talento. Habría una amplia libertad para casarse y
divorciarse y los niños serían cuidados por la comunidad.
Flora Tristán (1803-1844) La primera que fusionó de manera sistemática los principios
socialistas con los feministas. Consideraba a los obreros y las mujeres como gruposoprimidos.
Apelaba a ellos, que eran víctimas de la desigualdad para que apoyaran la lucha de las mujeres.
Hija de un peruano y una francesa, Flora nacida en Francia, creció en un hogar ilustrado de buen
pasar hasta que muere su padre, lo que hunde en la pobreza a ella y sus hermanos ya que su
padre tenía familia “legítima” en Perú.
Flora trabaja como obrera desde muy chica y a los 17 años se casa y tiene 3 hijos. Se divorció
luego de 12 años de soportar a un marido violento que termina preso por intentar matarla.
En 1933 viaja a Perú a reclamar la parte de la herencia de su padre que le corresponde, sin
éxito. Esa experiencia es reflejada en el libro de viajes Peregrinaciones de una paria.
Con estrechos contactos con el movimiento obrero, tanto de Francia como de Inglaterra, Tristán
dedica sus esfuerzos a gestar su internacionalización.
Amiga de Karl Marx, algunos afirman su influencia sobre él. Definió su programa en la
UnionOuvriere de 1843 (publicada en 1846) precursora de la Internacional, con algunos de estos
puntos: unión sólida de la clase obrera; derecho al trabajo para todos y todas; instrucción moral,
intelectual y profesional para las mujeres del pueblo; reconocimiento de la igualdad del hombre
y la mujer como único medio de constituir la unidad humana y creación de casas de la Unión
Obrera para instrucción de las mujeres proletarias.
Entre sus obras están Petición para el restablecimiento del divorcio, dirigida a los señores
diputados (1837),Paseos en Paris, A los obreros y las obreras (1843), Por qué menciono a las
mujeres (1843), Los obreros de las fábricas (1840), Mujeres públicas (1840), Las mujeres
inglesas (1840). Recopiló y tradujo al francés cartas del Libertador Simón Bolívar.
Friedrich Engels
En su obra El Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de 1884 se ocupó desde
una perspectiva evolucionista de la familia y el matrimonio vistos como el resultado histórico
del desarrollo de la propiedad privada y de la necesidad de asegurar la herencia.
Sin propiedad privada, tanto en el pasado como en el futuro no habría necesidad del casamiento.
No olvidar la distinción que estableció entre la producción y la reproducción, que después
alentaría interesantes discusiones en el feminismo marxista.
Los orígenes de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884) formula la relación entre
tipos familiares y modos de producción y, por tanto, la modificación del estatus de la mujer que
se deriva de la transformación del régimen de propiedad.
“El primer antagonismo de clase que apareció en la historia coincide con el desarrollo del
antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia y la primera opresión de clase con la
del sexo femenino por el masculino. La primera condición para la liberación de la mujer es la
entrada de todo el sexo femenino en la industria pública y, a su vez, esta condición requiere la
supresión de la familia individual como unidad económica de la sociedad …. La economía
doméstica privada se transforma en una industria social. La asistencia educacional a los hijos
se convierte en un asunto público, la sociedad cuida por igual a todos los hijos,
independientemente de que sean legítimos o naturales. De este modo desaparece la
preocupación por las „consecuencias‟, que hoy en día es el principal motivo social -tanto moral
como económico- que impide a una joven entregarse a aquel que ama sin segundas
intenciones…... Pero la duración del acceso al amor sexual es muy variable, dependiendo de los
individuos, especialmente entre los hombres, y una desaparición del cariño o su despojo por un
nuevo amor pasional hace que la separación sea ventajosa tanto para las dos partes como para
la sociedad. Sólo se les dispensará de chapotear en el inútil fango de un proceso de divorcio”.
August Bebel, escribió La mujer y el socialismo en 1879 y dirigió el partido socialdemócrata
alemán (el antecedente del Partido Comunista) desde 1870 hasta su muerte en 1913.Plantea
reivindicaciones concretas que deben conducir a la emancipación de las mujeres. Sus posiciones
a veces se enfrentaban a las tesis oficialistas del partido. Denunciaba la ceguera del socialismo a
la subordinación de la mujer:
“Todo socialista reconoce la dependencia del trabajador con respecto al capitalista […] pero
ese mismo socialista frecuentemente no reconoce la dependencia de las mujeres con respecto a
los hombres porque esta cuestión atañe a su propio yo”
“La mujer fue esclava antes de que existiese el esclavo”
Muchas sufragistas radicalizaron sus posiciones asumiendo ideas socialistas, en especial las
inglesas. El problema era que el Partido Laborista no tenía una posición firme respecto al
derecho al voto y otros derechos de las mujeres, si bien la primera petición parlamentaria en
defensa del sufragio femenino la efectuó en 1866 el diputado John Stuart Mill que hizo suya una
reclamación formulada por el Comité para el Sufragio femenino suscrita por mil quinientas
mujeres.
Las feministas de este período, no pretendían solamente el derecho al voto, pensaban en el poder
que ese derecho les conferiría y las cosas que podían lograr a partir de allí. Entre otras, acabar
con la “trata de blancas” y reducir la prostitución. Algunas estaban convencidas de poder
reformar las prisiones y mejorar la vida de las niñas y niños en los reformatorios, así como
ayudar a las madres solteras. Tener presencia en los parlamentos las ayudaría a conseguir
mejores condiciones de vida para las mujeres, si bien para las más radicales los derechos no lo
eran todo si no se cuestionaba a la sociedad en su conjunto.
Además del derecho al voto, las principales demandas de las feministas del siglo XIX y
principios del XX en primer lugar apuntaban a socavar la dependencia conyugal al marido, a la
exclusividad de la Patria Potestad, a la falta de derechos sobre la propiedad, la imposibilidad del
divorcio, las injusticias para con las madres solteras y sus hijos.
Se cuestionaba fuertemente la explotación de las mujeres en el mundo del trabajo y se insistía en
“igual salario por igual trabajo”.
Las reivindicaciones educativas eran muy importantes, y en muchos países europeos la
reivindicación pedagógica precede a todas las demás. Recordemos que la necesidad de la
educación para las mujeres ya aparecía en la mayoría de los debates de la Ilustración.
Se insiste en la educación por el papel civilizador con que se inviste a las mujeres y también por
la comprensión de que la independencia económica pasa por la formación profesional.
Como los estados no se ocupan de la educación de las niñas, algunas feministas fundan centros
educativos privados, tanto para mujeres de la elite como para mujeres pobres.
Cada generación se vuelve a plantear los contenidos de la educación feminista.
La maestra soltera que logra vivir de su profesión es el perfil ideal de la líder feminista.
En muchos países se comenzó a integrar a las mujeres a la educación superior, pero no se les
otorgaba título habilitante.
Si bien era muy difícil hacer públicas las demandas por la autodeterminación del cuerpo, existía
un amplio consenso en la necesidad de limitar los nacimientos. Los temas mas abiertamente
sexuales los exponían las librepensadores y las anarquistas.
Muchas feministas eran médicas o enfermeras que se preocupaban por las condiciones de salud
de las mujeres pobres, a quienes atendían y alentaban acerca del cuidado de si mismas y de sus
niños. Fueron divulgadoras de métodos anticonceptivos y muchas veces sufrieron la cárcel por
ese motivo.
Preocupadas por la salud y conocedoras de los avances científicos de la época, alentaron la
formación de las escuelas de enfermería y fueron pioneras en la educación inicial.
El sistema matrimonial del siglo XIX, tanto de manera legal como por la costumbre, establecía
la sumisión sexual de las mujeres a sus maridos. Las feministas insistían en el derecho de la
mujer a decir „no‟ y a justificar esta negativa en función del control de la natalidad, lo que
constituyó un rechazo fundamental a la dominación masculina en el sexo. En ese sentido las
actitudes antisexuales de muchas mujeres tenían que ver con controlar la fecundidad, en muchos
caso unidas a la radicalidad política, como la de la feminista socialista francesa Madame
Pelletier que escribió en 1908 que ella intentaba permanecer célibe “porque bajo las actuales
condiciones, las relaciones sexuales son una fuente de degradación para la mujer casada y de
desprecio para solteras”.
Había un fuerte consenso en limitar el número de los nacimientos, en una época en que era
técnicamente muy difícil. Cuando se hablaba del derecho una “maternidad voluntaria” no tenían
muchas opciones para lograrla.
Insistimos que estos temas eran muy difíciles de abordarlos en campañas, pensemos que pedir
derechos civiles era motivo de cárcel y estigma para las feministas, imaginen hablar en una
tarima sobre libertad sexual para las mujeres.
Diferentes razones hicieron que a partir del fin de la Primera Guerra Mundial el movimiento
feminista entrara en un periodo de reflujo. Algunos países contaban con el derecho al voto para
las mujeres: Nueva Zelandia (1893); Australia (1902); Finlandia (1903); Noruega (1913);
Islandia y Dinamarca (1915); URSS (1917); Austria y Canadá (1918); Checoeslovaquia,
Luxembrugo, Holanda, Polonia y Suecia (1919); Estados Unidos (1920) e Irlanda (1922).
Lo veremos resurgir con toda fuerza en lo que se denominó la Segunda Ola.