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POSICIÓN DE LA DEFENSA EN LA TEORÍA DEL CASO Y ALEGATOS DE CONCLUSIÓN DE UN


HOMICIDIO

Presupuestos:

Sucedieron los hechos en Cartagena. Bolívar.

MARTÍN MARTÍNEZ llegó a las 12:30

GONZALO GONZÁLEZ se fue a las 12:50

HERNÁN escuchó gritos e insultos en contra de RODRIGO RODRÍGUEZ y 4 disparos

Entre la una y las dos de la tarde, según escuchó las campanadas del reloj de la iglesia

Los procesados son MARTÍN MARTÍNEZ y GONZALO GONZÁLEZ

La víctima u occiso es RODRIGO RODRÍGUEZ

El tercero que se encontraba en la misma casa es HERNÁN HERNÁNDEZ

TEORÍA DEL CASO

Hago uso de mí prerrogativa de presentar la Teoría del Caso, tal como lo autoriza el artículo 371
de la Ley 906 de 2004, disposición declarada exequible por la Corte Constitucional en las
sentencias C- 209 y C- 069 de 2007 y 2009 respectivamente, lo que hago en mí legítimo
ejercicio de la defensa técnica desplegada en pro de los intereses de mí prohijados, señores
MARTÍN MARTÍNEZ y GONZALO GONZÁLEZ, sindicados del punible de Homicidio, en hechos
donde perdió la vida el señor RODRIGO RODRÍGUEZ.

Se desconoce qué enemistades tenía el señor RODRIGO RODRÍGUEZ o quién quería su muerte,
pero lo único cierto es que el día de los insucesos, ese 8 de agosto del año 2002, se encontraba
en la misma casa donde se hallaba el señor HERNÁN HERNÁNDEZ, quien, no obstante que
escuchó cuatro disparos, los que oyó entre la una y dos de la tarde de ese nefasto día, y si bien
sostiene no haber visto directamente al hoy occiso, lo evidente es que no hizo nada por
percatarse de dónde provenían tales descargas de fuego, o sea, no tuvo ni siquiera la
curiosidad de persuadirse si las detonaciones provenían de dentro o de fuera de la vivienda
donde se hallaba él con RODRIGO RODRÍGUEZ y no obstante que transcurrió entre media y una
hora entre los insultos y las detonaciones de arma de fuego, al parecer ni se dio por aludido.

Es evidente que uno de mis clientes, el señor GONZALO GONZALEZ, goza de una excelente
coartada que lo ubica fuera de la jurisdicción donde ocurrieron los hechos, puesto que ese día
él había salido fuera de la ciudad, precisamente en el avión que arribó mi otro representado, el
señor MARTÍN MARTÍNEZ, quien si se encontraba en la localidad al momento de ocurrencia de
los hechos, pero fue ajeno a los mismos. Es apenas obvio que si uno llegó y el otro se fue no
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pudieron ponerse de acuerdo para coparticipar en el actuar criminal, por lo que, de principio
hay que descartarse una eventual coparticipación entre ellos.

Ha de suponerse, y todo apunta hacía allí, acorde a la prueba arrimada a la audiencia


preparatoria y debatida en juicio, que precisamente fue el señor HERNÁN HERNÁNDEZ quien
ultimó a quien en vida respondía al nombre de RODRIGO RODRIGUEZ. Aquel si se encontraba
en el lugar de los hechos, a corta distancia de la víctima, en la propia casa donde éste moraba;
pero no solo se hallaba allí, sino que tuvo toda la oportunidad y lapso de tiempo para
desarrollar su obra delictual y aunque se advera que los dos se encontraban aislados y sin
comunicación, se colige, sin mayor dificultad, que se dio la oportunidad de llegar a él, lo que
pudo haber hecho de modo subrepticio para consumar su obrar.

ALEGATO DE CONCLUSIÓN

Comedidamente, su Excelencia, procedo por medio de estas líneas a presentar mis alegaciones
a favor de los intereses de los procesados, señores MARTÍN MARTÍNEZ y GONZALO GONZÁLEZ,
a quienes se procesa por el homicidio del señor RODRIGO RODRIGUEZ.

Con del debido respeto, su Señoría, y acorde a lo prescrito por los artículos 372 y 381 del C. de
P.P., ¿considera Ud. que las pruebas regular y legalmente allegadas, pueden llevar su
conocimiento “más allá de la duda razonable” de que los señores MARTÍN MARTÍNEZ y
GONZALO GONZÁLEZ son responsables de la comisión de los hechos que dieron fin, de modo
violento, con la vida del señor RODRIGO RODRÍGUEZ? (ESPACIO) Considero que ¡No¡, pero no
lanzo esta deprecación inopinadamente, sino con motivos fundados, los cuales referenciaré a
continuación.

Quiero hacer énfasis que hay que partir del sustento jurídico de que bajo la egida del mandato
constitucional que regula el Debido Proceso, que tiene su consagración en el artículo 29 de
nuestra Carta de Navegación Política, “Toda persona se presume inocente mientras no se le
haya declarado judicialmente culpable”, en consonancia con el canon 7º del Código Procesal
Penal, este, a no dudarlo, constituye un basal pináculo de nuestro Estado de Derecho, que me
permitiría a mí, como representante de la Defensa de los acusados, sin dificultad,
resguardarme tranquilamente en este frontispicio, guardando impertérrito silencio y esperar a
que sea el Estado, a través de la Fiscalía, el que demuestre la responsabilidad que a le cabe en
la comisión del punible objeto de juicio a mis prohijados, señores MARTÍN MARTÍNEZ y
GONZALO GONZÁLEZ. O dicho de otro modo, mis clientes son inocentes y deben ser reputados
como tales mientras no se profiera fallo condenatorio en su contra.

La prueba contra ellos esgrimida constituye solo asertos de mera Referencia, no admisibles a
las luces que emanan del artículo 379 de la Ley 906. Es que si miramos los elementos
probatorios de convicción, tendremos que reconocer que nos hallamos ante un vasto desierto,
o sea que no existe mayor sustento para solventar los cargos. Es que a mis representados ni
siquiera les fue tomada la impronta dactilografica que los ubique efectivamente en el lugar de
los hechos, ni se les realizó prueba de absorción atómica o semejante, pues de haberse
realizado tal prueba técnica pericial se hubiera comprobado fehacientemente que ninguno de
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los dos ha disparado arma de fuego. Ese “vasto desierto”, al que metafóricamente me he
referido, deja al descubierto que la acusación se ha mal apuntalado en endebles indicios mal
considerados, cuando en la nueva legislación adjetiva penal prácticamente está proscrita la
prueba referencial, sino que también se ha dejado de lado la consideración a la prueba indicial,
siendo concluyente que ninguna sentencia condenatoria se puede fundar solo en indicios.

Siguiendo esta línea, sometamos a lupa lo alegado por la Señora Fiscal, ha sostenido la Fiscalía
General de la Nación a través de su delegada, que: … (OJO, ESCUCHAR LOS ARGUMENTOS DE
LA FISCALÍA, ANOTARLOS RESUMIDAMENTE, LEERLOS EN VOZ ALTA Y REBATIRLOS UNO A UNO
– EN ESTO, JUANCITO, HAY QUE, NECESARIAMENTE, IMPROVISAR)

Hemos de partir del hecho de que, como se ha relevado, GONZALO GONZALEZ no pudo haber
cometido el homicidio pues no se encontraba en la ciudad donde ocurrió el asesinato, salvo
que fuese en calidad de autor intelectual, cuestión que está muy lejos de haber sido
demostrada. O sea, el señor GONZALEZ no posee el don de la ubicuidad para ser copartícipe
material de los hechos investigados, de modo de que si se encontraba fuera de la ciudad de
Cartagena, le quedaba imposible consumar la ilicitud, lo que exigiría su presencia precisamente
allí, en Cartagena.

Por demás, ha de tenerse presente que nadie, por fuera de la Fiscalía, en cumplimiento de su
función inquisitiva, acusa a mis defendidos, ni siquiera el propio HERNÁN HERNÁNDEZ sindica a
ellos de haber cometido el hecho, por una simple razón, ellos no estuvieron en la casa donde
se consumó la ilicitud: GONZALO GONZALEZ, como se ha recabado, ni siquiera se encontraba
en la ciudad y, del otro lado, el señor MARTÍN MARTÍNEZ no fue visto allí, por lo que ni siquiera
existen indicios de oportunidad o de presencia en el lugar de los hechos que obren en su
contra.

Pero si fuera poco, también debe destacarse que nunca se demostró que existiese una grave
enemistad de parte con ellos con respecto a la víctima, por lo tanto, no existe motivo para
querer la muerte del señor RODRIGO RODRÍGUEZ. O sea, no existen móviles para que alguno
de ellos se motivase a consumar el iter criminis.

También se debe tener en cuenta que no obra en la plenaria prueba directa ni indirecta que
inculpe a los procesados, ante la ausencia de tal caudal probatorio no existe otra opción que
absolver a los procesados.

Finalmente, y no por mencionarlo de último se trata de un argumento menor, a mis defendidos


los ampara el principio del In dubio pro reo, que tiene su consagración legal en el artículo 7º
del código de los procedimientos criminales, que regla que las dudas que se presenten se
deben resolver a favor de los procesados, y tenga en cuenta señor juez que las dudas en el
presente proceso no son pocas ni de poca monta, para colegir que halla de predicarse
responsabilidad en contra de los acá procesados. No, por el contrario, la prueba es indicativa
de que ellos no son responsables de los hechos, por lo que ha de suplicarse a toda costa una
sentencia absolutoria, devolviendo la seguridad jurídica para los que represento como una
expresión de justicia y de Derecho.
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Sobra decantarlo, pero preciso que me reservo el derecho de replica en el evento de que
alguna de las partes procesales controvierta lo por mí acá alegado, ello en los términos del
artículo 443 del C. de P. P.

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