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CAPÍTULO SEXTO

La Iglesia en el mundo romano (96-284)

Las fuentes paganas son ya insuficientes para el estudio de este período


de la historia política de los siglos II y III. Es fragmentario DION CASIO1 y
resultan ineficaces las anecdóticas Historias de HERODIANO2, y lo mismo
podemos decir de las biografías de las Historias Augustas, muestran poco o
nada de los importantes acontecimientos de la Iglesia. Una fuente
importante seguirá siendo el relato de EUSEBIO DE CESAREA que nos
ayudará a ir reconstruyendo este período histórico, pero que muchas veces
encuentra voces opositoras a su historia provenientes del mundo pagano,
como es el caso de PLINIO «EL JOVEN».
Durante los siglos II-III el imperio alcanza su maduración en el proceso
de unificación del Mediterráneo bajo el dominio de Roma. La llamada
paganitas continúa a marcar el clima religioso de la época. Sin embargo,
diversos son los contextos culturales y políticos con los cuales los
cristianos deben enfrentarse. El estado, especialmente, el mundo de los
sostenedores del imperium que imponen sus exigencias intransigentes de
seguridad y estabilidad. El abigarrado mundo de la sociedad, que pone
sobre la mesa problemas tan delicados como diferentes por su naturaleza:

1
DIÓN CASIO (Nicea, hacia el 155-íd., 235). Historiador griego. Escribió en griego
una biografía del emperador Cómodo y una Historia romana en 80 libros, que
comprendía desde la llegada de Eneas a Italia hasta el 229. Esta obra no se conserva
completa.
2
HERODIANO (Alejandría 170 d.C.-íd., 240), Historiador griego, vivió mucho tiempo
en Roma donde desempeñó diversos cargos públicos, y escribió una historia en griego
de los emperadores romanos de su tiempo. La obra abarca los reinados de Cómodo,
Pértinax, Didio, Juliano, Septimio Severo, Caracalla, Macrino, Gordiano I y II, Balbino,
Máximo y Gordiano III. Esta historia está escrita en excelente estilo, pero carece de
precisión cronológica y geográfica. No obstante, Herodiano tiene importancia por los
documentos casi desconocidos de los que se sirvió. Cf. Enciclopedia Italiana
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 2

los grupos más romanizados de la parte Occidental del imperio, que se


muestran como interlocutores de la mentalidad rigurosamente jurídica. Los
intelectuales de lengua griega que se distinguen por su inteligencia
especulativa y su refinada sensibilidad. La masa popular muchas veces
impregnada de una religiosidad muy cercana a la supersticiones, y que
buscan y anhelan un acercamiento y conocimiento de lo divino, y
finalmente grandes sectores del llamado vulgus con una gran tendencia a la
credulidad y a la obscenidad.
La Iglesia vive dentro de esta situación, permaneciendo marcada por ella
pero al mismo tiempo infundiendo el espíritu del Evangelio. Todas las
expresiones de la vida cultual, dogmática, literaria y espiritual de la Iglesia
–a lo largo de los siglos que precedieron a la gran persecución diocleciana-
son el testimonio de este lento y muchas veces sufrido proceso de
aculturación-inculturación que le tocó vivir en este período histórico.

1. Hacia los orígenes del conflicto: los cristianos y Roma en el siglo I

1.1. El nacimiento del anticristianismo


Un texto del Nuevo Testamento, la Primera Carta de Pedro, nos muestra
claramente que en el imperio romano se estaba difundiendo una gran
hostilidad hacia los cristianos. Ésta proviene de Roma (metafóricamente
llamada Babilonia) y se dirige hacia las comunidades cristianas del Asia
Menor. Pedro consuela a los cristianos que son victimas de ultrajes y
calumnias de parte de los paganos, que los trataban como malhechores, y
agrega el apóstol que si deben sufrir, lo hagan totalmente para mostrar que
lo hacen a causa de su fe, y no por las acusaciones de asesinos, ladrones,
malhechores como pretenden sus adversarios3. Las comunidades cristianas
de Oriente debían hacer frente con un ambiente violento que los acusaba de
criminales y que no respetaban el derecho común. Si la carta de Pedro es

3
1 Ped. 2, 12; 3, 12. 15-16; 4, 4-5; 5, 12-19
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 3

verdaderamente del apóstol o de su ambiente, quizás fue escrita antes del


año 64, y nos muestra el odio creciente hacia los cristianos. Otra fuente que
nos recuerda el deterioro de las relaciones entre el paganismo y el
cristianismo es la Carta a los Hebreos, quizás escrita hacia el año 70, donde
su autor menciona la «grande y penosa lucha» de los cristianos «expuestos
públicamente a los insultos y tribulaciones» y el merito de aquellos «que
tuvieron compasión de los encarcelados, soportaron con alegría que los
despojaran de sus bienes, sabiendo que tenían riquezas mejores y más
duraderas»4. Se constata cómo a partir del año 60 las comunidades
cristianas tuvieron que afrontar la agresión de la opinión pública, y
probablemente también, sufrieron una condena de parte de los
jurisconsultos de la cancillería imperial. ¿Qué cosa se les reprochaba
exactamente a los cristianos? ¿Qué motivos políticos y psicológicos
suscitaban semejante rechazo hacia los cristianos? Para responder a estas
preguntas conviene hacerlos a partir de las persecuciones del siglo II donde
tenemos mayor número de fuentes.
Los textos contemporáneos a la época hacen alusiones imprecisas sobre
el recrudecimiento de las persecuciones a los cristianos bajo el reinado de
Domiciano (81-96): así tenemos la Carta a los Corintios del obispo de
Roma Clemente5, y para el Oriente nos encontramos con el libro del
Apocalipsis. No se sabe nada de preciso acerca de éstas pruebas que
intentan aportar estas obras. El emperador Domiciano hizo ajusticiar a
algunos de sus familiares y también a algunos senadores con la acusación
de ateísmo, y de adopción de las costumbres judías6. Estos personajes
condenados ¿eran verdaderamente cristianos? Eusebio de Cesarea afirma
que una de las victimas, la noble dama Flavia Domitila, era cristiana 7.
Algunos historiadores afirman que es casi imposible, en este período del
4
Hebreos 10, 32-34
5
CLEMENTE DE ROMA, Primera Carta a los Corintios, I, 1.
6
DION CASIO, Historia romana LXVII, 13-14
7
EUSEBIO DE CESAREA, Historia Eclesiástica III, 18, 4.
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 4

siglo I, que la nueva fe haya penetrado en la alta aristocracia romana.


Mientras que los apologistas cristianos recordaran que los dos primeros
emperadores perseguidores del cristianismo, Nerón y Domiciano, fueron
tiranos y que era odioso recordarlos, y muy especialmente era aberrante
que buenos emperadores siguieran los malos ejemplos de estos dos tiranos
con respecto a los cristianos8.
El último libro del Nuevo Testamento, el Apocalipsis, escrito hacia fines
del siglo I, muestra de manera clamorosa cómo han cambiado los tiempos,
por ejemplo desde la época de San Pablo, cuando se consideraba benévola
a la autoridad imperial. El Apocalipsis describe a Roma como «la gran
prostituta de Babilonia»:

Me llevó en espíritu a un desierto y vi una mujer sentada sobre una bestia


color escarlata. Tenía la bestia siete cabezas y diez cuernos y estaba llena de
títulos blasfemos. La mujer iba vestida de rojo escarlata, y estaba adornada de
oro, piedras preciosas y perlas. En su mano tenía una copa de oro llena de
abominaciones y del sucio fruto de su lujuria. Y escrito en su frente un nombre
misterioso: «Babilonia, la orgullosa, la madre de todas las prostitutas y de
todas las abominaciones de la tierra». Y vi cómo la mujer se emborrachaba
con la sangre de los creyentes y de los mártires por amor a Jesús […] Las siete
cabezas son las siete colinas sobre la que está sentada la mujer […] Y la mujer
que has visto es la gran ciudad, la que domina sobre los reyes de la tierra […]
Por eso mismo, en un solo día caerán sobre ella las plagas que ha merecido:
muerte, luto y hambre, y será consumida por el fuego9.
Un texto semejante que retoma las formas más violentas de la
apocalíptica hebrea, expresa muy bien la gravedad del conflicto que se
había desarrollado entre Roma y los cristianos. Pero este texto no expresa
la total postura de todos los cristianos hacia fines del siglo I: en el mismo
período Clemente de Roma, que si bien había dado testimonio de las duras
pruebas a la que fue sometida la Iglesia en el período de las persecuciones,
se mantenía fiel a la tradición paulina que pedía de rezar por los poseedores

8
TERTULIANO, Apologético V, 3-4
9
Ap. 17, 3-6.9.18, 7-8
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 5

de la autoridad «que han recibido de Dios la gloria y el honor donde


nosotros los vemos»10.

1.2. La postura de las autoridades romanas hacia las cuestiones


religiosas
Algunos historiadores modernos han expresado su perplejidad, y su
dificultad en encontrar una respuesta favorable para explicar el fenómeno
de las persecuciones a los cristianos por parte del estado romano. La
dificultad se centraba en el hecho de que el estado romano era tolerante en
materia religiosa. Para entender esta cuestión, es necesario tomar distancia
de ciertas posturas que quieren proyectar sobre este lejano pasado las ideas
modernas y actuales acerca de la tolerancia y libertad de conciencia. Para
intentar comprender la razón, y antes de examinar el caso específico de la
fe cristiana en el siglo I, es necesario tener en cuenta la política global de
Roma con respecto a las diversas manifestaciones de la vida religiosa.
En la inmensidad imperial de Roma encontramos una diversidad infinita
de dioses, cultos, ritos aceptados por las autoridades romanas, inclusive el
monoteísmo hebreo. Todavía esta multiplicidad no estaba fundada sobre la
idea de la tolerancia. Cicerón había definido espléndidamente la naturaleza
de la cuestión: «Cada ciudad tiene su religión, nosotros tenemos la
nuestra»11. La multitud de cultos correspondía a la multitud de ciudades y
pueblos que formaban el imperio. La actitud que tomó Roma en relación a
las distintas religiones de los pueblos conquistados era de benevolencia.
Además de las preocupaciones de tipo político, Roma se interesaba de no
molestar inútilmente a estas poblaciones no respetando sus tradiciones y en
especial su religión. Roma veía como necesario y conveniente honrar los
ritos ancestrales de los distintos pueblos del imperio, para que de ésta
manera sus dioses fueran favorables a Roma. Por lo tanto cualquier tipo de
10
CLEMENTE DE ROMA, Carta a los Corintios, LX, 4; LXI, 1-2
11
MARCO TULIO CICERÓN, En defensa de Lucio Flaco, XXVIII, 69
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 6

impiedad al respecto sería perjudicial a los intereses de la ciudad


dominante. En el curso de la larga conquista de Italia, la República había
elaborado por etapas, un fecundo concepto político: los individuos que
conseguían la ciudadanía romana permanecían siendo ciudadanos de su
ciudad de origen. Este sistema permitía una doble fidelidad religiosa, hacia
los dioses romanos y hacia los dioses de su propia ciudad.
Una tolerancia semejante tenía sus límites: ningún culto, ningún rito
debía perjudicar el orden público. Cicerón había rescatado un antiguo
precepto: en la ciudad romana «ninguno debía tener dioses propios, si no
eran reconocidos por el Estado»12. El homenaje público a los dioses de
Roma era obligatorio para todo ciudadano, como en toda ciudad antigua, el
culto a los dioses cívicos era un deber de primer orden. Una persona no se
convertía a la religión romana, se nacía fiel naciendo ciudadano, o se
llegaba a ello recibiendo la ciudadanía. Los magistrados romanos
alternaban su cargo de la magistratura con los del sacerdocio.
En la antigüedad había un total convencimiento que la salvación y la
prosperidad estaban íntimamente unida al cumplimiento de los ritos y el
culto público. Toda falta o negligencia al respecto era considerado como
una «impiedad» que podría llevar y atraer a la ciudad toda clase de
desastres y maleficios rompiendo la «paz de los dioses», el acuerdo y la
buena relación entre los dioses y los ciudadanos, garantizado por el estricto
cumplimiento de los ritos religiosos, era una manera de sana convivencia.
Profundamente apegados a estas prácticas, los Romanos se consideraban
«los más religiosos entre todos los hombres». Un rechazo a los cultos
públicos de Roma o de las otras ciudades solo provocaba escándalo. San
Pablo tuvo esa experiencia en el curso de un violento incidente acaecido
durante su visita a Efeso. Algunos orfebres, que vendían imágenes de plata

12
MARCO TULIO CICERÓN, Las leyes, II, 8, 19
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 7

del templo de Artemisa13, la gran diosa de la ciudad, suscitaron una revuelta


contra todos aquellos que osaban afirmar «que no son dioses aquellos que
son fabricados por manos de hombre». Una muchedumbre encolerizada al
grito de «Grande es Artemisa de Efeso» se dirigió hacia el teatro exigiendo
la prisión de los impíos. Pablo tuvo que huir de la ciudad bajo la protección
de las autoridades de Efeso14.
En Roma algunos sacerdotes llamados quindecemviri15 encargados de la
organización y cuidado del culto, autorizaban, previo examen, la adopción
o no de los cultos nuevos. Como ejemplo de aceptación de los cultos
extranjeros tenemos el caso del llamado rito de iniciación en los misterios
de Eleusis16 muy difundido entre las clases cultas y de la nobleza romana.
Mientras que un caso de negación a la práctica de un culto extranjero, lo
tenemos en un decreto de prohibición del Senado (Senatus consultum de
Bacchanalibus) del año 186 a.C. por las que las Bacanales fueron
prohibidas en toda Italia, excepto en ciertas ocasiones especiales que
13
Estrabón (Geografía XIV, I, 22-23) nos ofrece noticias sobre el santuario de
Artemisa del que se habla largamente en Hch 19. Artemisa, hija de Zeus, recoge los
rasgos de otra divinidad asiática y representa mucho más que la Diana de Roma, su
equivalente. Diosa de la naturaleza salvaje, exigía sacrificios humanos (Ifigenia); era
también una diosa de la feminidad y de la fecundidad. El Artemision, santuario de
Artemisa, era una de las siete maravillas del mundo antiguo, reconstruido varias veces,
el que conoció San Pablo era obra de un arquitecto de Alejandro Magno. Cf. J. COMBY
– J-P. LÉMONON, Vida y religiones en el imperio romano en tiempos de las primeras
comunidades cristianas. Documentos en torno a la Biblia Nº 13, pág. 12
14
Hch 19, 23-40. En Hch 19,25 viene precisado que la revuelta reunió a todos los
artesanos que hacían trabajos para el templo, no sólo los orfebres. En torno a dicho
templo funcionaba un floreciente comercio religioso, que se vio amenazado por la
predicación cristiana, poco favorable a las imágenes. Se puede ver también Hch 17, 29.
15
Quindecemviri sacris faciundis: Eran quince sacerdotes romanos. Su función era
el de custodiar e interpretar los libros sibilinos, y luego se ocuparon de los cultos
extranjeros reconocidos por Roma. Originalmente este colegio sacerdotal, estaba
formado por sólo dos miembros patricios, pero cuando en el 367 a.C. se aumentó el
número a diez, la mitad de los integrantes fue elegido entre los plebeyos.
16
Los misterios de Eleusis son los más célebres de la antigüedad mediterránea. Se los
celebró durante 10 siglos, desde el siglo VI a.C. hasta el IV d.C. El secreto de las
fórmulas de iniciación se mantuvo celosamente. Dos autores cristianos a comienzos del
siglo III nos dan noticias de estos ritos de iniciación, y nos dan pruebas de la atracción
que por los misterios sentían muchos, incluso entre las sectas cristianas. Estos misterios
celebraban la leyenda que canta el Himno a Deméter atribuido a Homero. Hades, dios
de los infiernos, rapta a Coré, la hija de Zeus y Deméter, la Tierra-Madre. Deméter parte
en busca de su hija alrededor de todo el mundo conocido. El iniciado en los misterios
revive esta carrera ansiosa de Deméter en busca de su hija y llega así a la
bienaventuranza.
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 8

debían ser aprobadas específicamente por el Senado. Se podría decir que


fue la primera gran persecución religiosa del Imperio romano, bien
conocida por la narración del historiador Tito Livio 17. La persecución
alcanzó a unas siete mil personas, entre hombres y mujeres, lo que prueba
la extensión que el culto alcanzó en Roma. El comediógrafo Plauto lo
valora negativamente; los rituales báquicos eran siempre, para este autor,
un ejemplo de desorden y de juerga. Los cultos dionisíacos, si creemos a
Tito Livio, tuvieron al principio poca aceptación en Roma, sólo entre las
mujeres, hasta que se pusieron de moda entre los hombres, principalmente
entre los menores de 20 años, gracias a las «innovaciones peligrosísimas»
introducidas por la sacerdotisa de Campania, Paculla Annia.

Que consistían en celebrar el ritual del culto por la noche, y en que se


convirtieron de cultos públicos en un culto secreto y de masa. Antes los
rituales se celebraban tres veces al año; ahora, cinco al mes. La gran
innovación introducida por Paculla consistía, pues, en que, de ser los rituales
dionisíacos un culto exclusivo de mujeres, fueran en adelante un culto de
muchedumbre, principalmente de gente joven. El ritual báquico consistió
fundamentalmente en la iniciación, por la que el individuo entraba a formar
parte de la asociación báquica, y en una experiencia orgiástica, según la cual,
mediante la borrachera, el baile y las manifestaciones de erotismo, creía el
iniciado que entraba en posesión del dios. Estos rituales se celebraban en casas
privadas y en un bosque consagrado a la diosa Estimula, al pie del monte
Aventino, una de las colinas de Roma, mediante danzas orgiásticas, con la sola
participación de mujeres casadas, disfrazadas de Ménades, que eran las
mujeres que acompañaban a Dionisos en la leyenda18.
Avanzado el siglo I estas prohibiciones parecían ya olvidadas y los cultos
dionisíacos se practicaban libremente. No obstante, se seguía controlando o
reprimiendo a los movimientos religiosos que se consideraban nocivos para
el orden público. Es el caso de los cultos «druidas»19, sospechosos de
favorecer rebeliones y fue progresivamente prohibido entre el reinado de
17
TITO LIVIO, Historia de Roma, XXXIX, 8-19.
18
BLÁSQUEZ MARTINEZ, J. M., «El edicto sobre las bacanales del año 186 a. C.»
Jano 63 (1973) 105-108
19
Era la clase sacerdotal de los pueblos celtas, que no pagaban tributos y no
prestaban servicios militares. Se los consideraba como los depositarios de las
tradiciones religiosas y culturales de los celtas. Entre sus obligaciones se encontraba la
de presidir los ritos religiosos, practicar la adivinación y administrar la justicia.
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 9

los emperadores Augusto y Claudio. Algo parecido también se dio en los


cultos de iniciación egipcios de Isis que fue por largo tiempo prohibido.
Estas prohibiciones no sólo se realizaban por una preocupación política
para mantener el orden público, sino que muchos de estos cultos nuevos y
desconocidos, especialmente los que se celebraban en secreto para los
iniciados, eran sospechosos de desencadenar fuerzas divinas y oscuras que
podían amenazar a la ciudad.
El sistema politeísta favorecía todavía la pacifica coexistencia de varios
cultos. El viejo principio, recordado por Cicerón que prohibía a un
ciudadano romano de venerar dioses extranjeros, había caído en desuso
durante el período imperial. El ciudadano en forma privada bien podía
rendir culto a cualquier dios a su elección. Estas devociones personales y
privadas no lo dispensaban como ciudadano de sus deberes hacia los dioses
de Roma.
La adoración a los dioses de Roma era un elemento de unidad entre una
población tan diversa y de distintos orígenes culturales y religiosos, y en
especial el culto a la persona del emperador. En las ciudades y en las
distintas provincias se celebraba el culto a los emperadores muertos y
divinizados, menos el de Roma que era considerada como una divinidad en
y la función imperial era considerada como una entidad divina. La
divinización de la persona del emperador en vida era, en teoría excluida,
pero se le rendía culto a la divinidad que presidía y guiaba su destino. César
Augusto dio un lugar destacado al culto imperial en la religión romana.
Augusto concretamente fue durante su vida objeto de muchos cultos y
homenajes religiosos, que él siempre estimuló con habilidad para
consolidar así al mismo tiempo el imperio y el nuevo régimen. Participar en
el culto a Roma y al Emperador era un gesto de lealtad política. Los
cristianos se negaron a participar en un culto que consideraban al
emperador como señor (Kyrios). Esto fue causa de que fueran considerados
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 10

como subversivos, y en varias ocasiones, en el Nuevo Testamento


denuncian las pretensiones de los soberanos a hacerse honrar como dioses20.

1.3. Una excepción: la religión judía


Un solo pueblo, el judío, observa un rígido exclusivismo religioso, el
culto al Dios único. Para un judío piadoso participar en cualquier culto
pagano, ya sea un juramento, sacrificio u oración, equivalía a renegar de su
propia fe y de su propia Ley. La religión judía obligaba a sus fieles a una
cantidad de prácticas como la circuncisión, la observancia del sábado,
preceptos alimenticios, etc., que aislaban a los Hebreos del resto de la
población del Imperio. Esta rígida práctica de la religión no sólo la
cumplían los judíos de la Palestina, sino también aquellos que vivían en las
numerosas comunidades de la Diáspora, distribuidas por todo el
Mediterráneo. Para estos hijos de Israel estaba totalmente prohibida la
participación en los cultos a los dioses romanos, a los dioses de las distintas
ciudades donde se habían establecido, y mucho menos al culto del
emperador.
A pesar de esto, las autoridades romanas aceptaron esta particularidad
del pueblo judío. Los hebreos habían favorecido la diplomacia de Roma en
Oriente en la época de la conquista con algunos tratados entre ambos
pueblos. La brutalidad de la campaña contra Jerusalén por parte de
Pompeyo en el 63 a.C. había comprometido las buenas relaciones entre
ambos, pero inmediatamente Julio César había confirmado todos los
privilegios a la comunidad judía de Palestina y de la Diáspora. La autoridad
romana se comprometía a respetar las tradiciones religiosas judías regidas
por la Ley. Estaba prohibido obligar a un judío a cumplir un acto contrario
a su Ley. Flavio Josefo había reunido 31 documentos oficiales romanos de
la época de César, del Triunvirato y del principado de Augusto, que

20
Mt 22, 21; Hch 12, 23; Ap 2, 12-17; 13, 11-18; 17, 14.
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 11

reglamentaban y confirmaban estos privilegios. En el templo de Jerusalén,


hasta la rebelión del 66 d.C. se ofrecía un sacrificio cotidiano por las
intenciones del emperador, y en las sinagogas se ofrecía también oraciones
al Dios único por el emperador y el bienestar del Imperio 21. Augusto había
instituido este sacrificio de un buey y dos corderos en el templo de
Jerusalén22. Para los judíos éste era un hecho muy excepcional, y como dice
Flavio Josefo23, «concedemos a los emperadores este honor supremo que
negamos a cualquier otro hombre». Este sacrificio era la única forma en
que el judaísmo podía participar de alguna manera del culto de Augusto y
de Roma practicado en las demás provincias.
Las relaciones judío – romanas no siempre fueron por buen camino. Un
ejemplo que podemos citar fue hacia el año 40 cuando el emperador
Calígula decidió que erigieran una estatua suya en el templo de Jerusalén.
Los judíos tendrían que rendir culto al emperador, según la voluntad de
Calígula. ¿Iba a conocer de nuevo el pueblo judío aquel «ídolo
abominable» que conocieron bajo el reinado de Antíoco Epifanes (Dn 11,
31; Mc 13, 14)? La muerte del emperador libró al pueblo judío de aquella
pesadilla. Así da a conocer Flavio Josefo este acontecimiento histórico:

Cayo César (Calígula) llegó a tal punto de insolencia con la Fortuna que quiso
ser llamado y considerado un dios, dejó a la patria sin sus más distinguidos
personajes y llevó su impiedad incluso hasta Judea. Envió a Jerusalén a
Petronio24 con un ejército para que pusiera en el Templo sus estatuas y, en el
caso de que los judíos se negaran a ello, le mandó matar a los que se opusieran
y esclavizar al resto del pueblo25.
Otro judío que nos da noticias sobre Calígula y su relación con los judíos
es FILÓN DE ALEJANDRÍA26 en su obra Legatio ad Caium (Embajada a
21
C. SAULNIER, «Lois romaines sur les Juifs d’apres Flavius Joséphe» en Revue
Biblique 88 (1981) 161-198
22
FILÓN DE ALEJANDRÍA, Embajada a Cayo, 157.
23
Contra Apión II 77
24
Gobernador de Siria del 39 al 41 ó 42 d.C.
25
FLAVIO JOSEFO, La guerra de los judíos, II, 184-187
26
Filón nació por el año 15 a.C. Es el principal representante del judaísmo helénico.
Tuvo una gran influencia en la exégesis, la teología y la espiritualidad en los Santos
Padres, y fue conocido gracias Clemente de Alejandría, Orígenes, Gregorio de Nisa y
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 12

Cayo) donde nos da un detenido retrato del loco emperador frente a una
pequeña delegación de cinco judíos, temblorosos, ridículos y despreciados
de la que él formaba parte. Filón quiere trasmitir a la posteridad el recuerdo
de aquel instante, en que para él, se enfrentaron Dios y Calígula en unos
jardines de Roma, jugándose delante de él, la suerte de Alejandría y
Jerusalén.
Roma se enfrentó a los judíos en una serie de conflictos entre los años 66
al 135, que llevaron a la trágica desaparición del estado autónomo judío en
Palestina y la dispersión de sus habitantes por todo el mundo mediterráneo.
Los judíos reagrupados en torno a sus sinagogas (ya que no existía más el
Templo de Jerusalén) se distribuyeron a través de todo el Imperio y
conservaron sus privilegios, y su religión no fue perjudicada por los
vencedores. Las iglesias cristianas hubieran querido beneficiarse de la
misma manera, deseando que el estado romano pudiera adaptarse a la
presencia de grupos que practicasen un monoteísmo exclusivo, pero esta
esperanza no tuvo éxito.
Por otra parte los romanos veían en el judaísmo como una religión de un
pueblo muy particular, una nación que tenía el derecho de adorar según sus
propios ritos a su dios nacional, como todos los otros pueblos que formaban
parte del Imperio. La originalidad de sus prácticas religiosas podría
sorprender a los romanos y hasta burlarse de ellas27, pero su antigüedad
confería una legitimidad en cuanto a una religión ancestral, y el judaísmo
podía encontrar su propio espacio en la concepción romana de las
religiones. Los cristianos, por el contrario, no podían reivindicar una
Ambrosio. Nació judío y pertenecía a un clan de importantes banqueros. Su hermano
prestaba dinero a Herodes Agripa I. Uno de sus sobrinos Tiberio Julio Alejandro, pro-
romano había abjurado de su judaísmo, y cumplió cargos como procurador en Judea en
el 46 (10 años después que Poncio Pilato), fue prefecto de Egipto del 66 al 69 y segundo
comandante de Tito en el sitio de Jerusalén del año 70. cf. JACQUES CAZEAUX, Filón de
Alejandría, de la gramática a la mística. Documentos en torno a la Biblia Nº 9
27
Se puede ver las reacciones de los paganos frente a las prácticas judías y a su
concepción de la divinidad en JEAN COMBY – JEAN PIERRE LEMONON, Roma frente a
Jerusalén vista por autores griegos y latinos, Documentos en torno a la Biblia Nº 8, 33-
39.
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 13

semejante legitimidad ya que era un grupo formado recientemente, y sus


miembros eran reclutados entre los judíos o entre los paganos que
abandonaban el culto de sus propios padres, y traicionaban el culto a sus
dioses y a la cultura de su propia ciudad o pueblo.

1.4. Las consecuencias del cisma entre la Iglesia y la Sinagoga


San Pablo hacia el año 57-58 había escrito en Corinto la Carta a los
Romanos, en la cual expresaba y desarrollaba su propia doctrina: La
salvación provenía exclusivamente en la fe en Jesucristo, y no mediante las
obras que uno podía realizar. La enseñanza de San Pablo atacaba los
preceptos rituales de la Ley mosaica, que los conversos del paganismo no
estaban obligados a cumplir. La doctrina paulina, que se iría imponiendo en
la Iglesia universal, estaba destinada a producir un cisma con la Sinagoga,
y atraer sobre la Iglesia la amenaza de no beneficiarse con los mismos
privilegios que gozaban los judíos en Roma. Luego de la destrucción del
Templo en el año 70, este cisma se reforzó y las autoridades rabínicas
lanzaron sus primeros ataques y anatemas contra los herejes «nazarenos»,
termino que en la literatura talmúdica utilizaban para llamar a los
cristianos. Los rabinos veían en el cristianismo a una secta herética y cuyos
miembros no tenían ningún derecho de llamarse hebreos. La condena del
grupo de dirigentes judíos hacia los cristianos, perjudicó más a los
cristianos-judíos de Palestina, los cuales querían mantener la doble
fidelidad. Este grupo será duramente perseguido por BAR KOJBA, jefe de la
segunda rebelión judía bajo el reinado del emperador Adriano, entre los
años 132 y el 135 d.C28. La Iglesia se definía como el nuevo y auténtico
28
Esta rebelión también es conocida como la Segunda guerra judeo-romana. Las
causas directas de la rebelión varían según las fuentes. El historiador romano Dión
Casio, atribuye la revuelta a la decisión de Adriano de fundar en Jerusalén una ciudad
romana llamada Aelia Capitolina en honor al dios romano Júpiter. Las fuentes judías
por su parte nos dicen que la causa fue por los decretos de Adriano contra la religión
judía: prohibición de realizar el Brit Milá (circuncisión), de respetar el Sábado, y contra
las leyes de pureza. La intención de Adriano era «civilizar» e incorporar a los judíos a
la cultura greco-romana. El Sanedrín encargó la rebelión a Simón bar Kojba,
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 14

Israel, el nuevo Pueblo de Dios que se aplicaba a sí mismo las promesas de


la Antigua Alianza, cosa que a los ojos de los rabinos era inaceptable
porque era una usurpación. Con la predicación de San Pablo muchos
adherentes al cristianismo provenían de las filas de los simpatizantes del
hebraísmo, y esta concurrencia hacia a la Iglesia privaba de buena parte de
los prosélitos a los judíos. Por lo tanto era inevitable que las relaciones
entre las dos comunidades se resintieran y distanciaran cada vez más. A los
anatemas rabínicos contra los «nazarenos» se respondía con un
antijudaísmo cristiano cada vez más violento.
Sería exagerado culpar a los judíos, como a veces algún historiador lo ha
hecho, la responsabilidad de las persecuciones contra los cristianos por
parte del estado romano. Algunos textos del siglo II, como por ejemplo la
Primera Apología de San Justino donde relata el martirio de San Policarpo,
mencionan la participación de los judíos en las manifestaciones de
hostilidad hacia los cristianos, pero se trata de testimonios muy aislados,
cosa muy distinta es la participación numerosa de la población pagana
contra los cristianos que esta documentada. Si bien es cierto, que las
autoridades religiosas judías llamaron la atención en diversas ocasiones al
poder romano, sobre el hecho que los cristianos estaban separados de las
comunidades judías, como fue el caso de los procesos de Pablo en Cesarea
y Roma. Pensar que fueron los judíos los que movieron a las autoridades
romanas contra los cristianos es un error, y por una simple razón: las
relaciones judíos – romanas hacia el 140 fueron de los más inestables, y de
ninguna manera tenían alguna influencia sobre las decisiones imperiales.
Los autores romanos al inicio del siglo II (Tácito, Plinio el joven) que
habían mencionado a los cristianos y a las persecuciones contra estos, no

considerado como un Mesías según el pasaje de las Escrituras de Números 24, 17


«Descenderá una estrella de Jacob» (Bar Kojba significa «hijo de una estrella». Según
Dión Casio fueron asesinados 580.000 judíos, arrasadas 50 ciudades y 985 aldeas.
Adriano prohibió la Ley Mosaica (Torá), el calendario judío y asesinó a varios
estudiosos y eruditos. Los rollos sagrados fueron quemados en el monte del Templo.
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 15

hablaban de los orígenes judíos de la religión cristiana. El cristianismo era


considerado como una religión particular, o como decía Suetonio como una
«nueva superstición».
La opinión pública romana toleraba que los judíos no rindieran culto a
los dioses de la ciudad, era una característica particular de este pueblo,
parte de su proselitismo limitado y discreto. Al contrario, luego de San
Pablo, los cristianos reclutaban cada vez en mayor número, a miembros de
religión pagana, y preocupados por anunciar la Buena Nueva a todos los
pueblos desplegaban su celo misionero por todo el imperio. Los cristianos
inducían a los paganos a abandonar el culto a los dioses y abstenerse del
culto al emperador, cosa que a finales del siglo I producía escándalo y
suscitaba una gran hostilidad de parte de los paganos.
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 16

2. Las persecuciones en el Siglo II

2.1. La modalidad jurídica: la legislación a través del Rescripto


Con la llegada al trono del emperador Nerva da comienzo la dinastía
llamada ANTONINA29, que gobernará los destinos del Imperio romano por
casi 96 años. Un gobierno muy apreciado y bien considerado por los
historiadores paganos que los llamaran optimi principes, especialmente por
el gran sentido de equilibrio que los distingue de otras dinastías romanas.
Si el gobierno de estos emperadores fue exaltado por los paganos, por el
contrario será duramente criticado por la historiografía cristiana de la
época, ya que las relaciones que se establecieron entre los cristianos y el
Estado romano, fueron determinadas por la situación histórica concreta que
les tocó vivir. Por un lado una Iglesia llamada a recorrer su propio camino
en un mundo ignorante de la novedad evangélica, y llamada a consolidarse
en sus propias estructuras, en su vida litúrgica y espiritual, que debe
defender sus propias ideas y especialmente la legitimidad política de su
existencia en el marco jurídico del Imperio. Por otra parte, nos encontramos
con un Estado que no termina de entender a los cristianos y considera su
religión como «políticamente peligrosa». El estado veía en la nueva fe
como algo que atentaba contra la religiosidad tradicional institucionalizada,
y por ello representaban un peligro para la sociedad.
Con el emperador NERVA (96-98) la Iglesia vive un período de
tranquilidad ya que prohíbe las persecuciones contra los cristianos. Hasta
ese momento los emperadores aplicaban el principio del Senado que venía
de la época de Tiberio, aquel non licet esse Christianos. En efecto, el poder
político romano estaba obligado a aplicarlo sólo si era solicitado por un
ciudadano romano, y se procedía sólo si se consideraba un peligro para el

29
Una de las características de ésta dinastía era la elección de un sucesor por parte de
los gobernantes. La sucesión no se dio de manera hereditaria sino por la elección del
emperador de un personaje al que consideraba el más apto para el trono.
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 17

orden de la sociedad romana. Nerva consideró lo absurdo de esta obligatio


y ordena la prohibición de las acusaciones contra los cristianos. Así lo da a
conocer el historiador Dión Casio30 y también nos da noticias de la
reacciones contra el emperador: las duras críticas del cónsul Frontone y el
malestar de la opinión pública.

Dinastía Antonina
96 NERVA
98 TRAJANO
117 ADRIANO
138 ANTONINO PÍO
161 MARCO AURELIO
180 CÓMODO

a) Trajano: Conquirendi non sunt


Al emperador Nerva le sucede en el trono TRAJANO (98-117), originario
de la Bética (España), famoso por la conquista de la Dacia (magistralmente
desarrollado en la Columna de Trajano en Roma) y también recordado por
sus grandes obras públicas. Murió en el viaje de regreso a Roma de la
campaña contra los Partos, en la ciudad de Selinus, cerca del Mar Negro, el
9 de agosto del 117. Durante su gobierno se produjo una nueva persecución
a los cristianos y entre sus victimas más importantes encontramos a Simón
de Jerusalén y el obispo Ignacio de Antioquia. Un papel importante en este
conflicto del estado romano con los cristiano lo tuvo el gobernador de la
provincia romana del Ponto-Bitinia31, PLINIO «EL JOVEN». Senador de rango
senatorial, Plinio había sido enviado como legado imperial para la
reorganización de la provincia de Bitinia, para poner fin a los escándalos
financieros y reprimir en la ciudad unos levantamientos de las asociaciones

Historia Romana 68, 1.


30

31
Se extendía al norte del Asia Menor a lo largo de las costas de los mares de
Marmara y el Mar Negro, en el actual territorio de Turquía.
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 18

profesionales, religiosas y de otro tipo llamadas «heterías». Se dedicó a su


misión con eficacia, pero sin brutalidad ya que era un personaje literato y
mundano y se consideraba a sí mismo como humano y benévolo. La
correspondencia con el emperador Trajano en el curso de su gestión como
gobernador, es para nosotros una fuente de primera mano sobre la
administración de una provincia romana.
Entre las cartas, hay dos que encierran un especial interés, ya que
constituyen el testimonio pagano más antiguo sobre Cristo y los cristianos.
En los años 111-112, Plinio se encuentra por primera vez en presencia de
los cristianos. Aprovechando la ocasión le escribe al emperador Trajano,
contándole lo que ha hecho y le pide consejo sobre la forma de actuar en
casos parecidos. En su carta sobre los cristianos, Plinio resaltaba que nunca
se había ocupado en precedencia de los cristianos, ya que su carrera se
había desarrollado en Italia, donde los cristianos eran menos numerosos
que en Asia Menor. El gobernador ponía las siguientes dudas al emperador:
1. ¿Los cristianos son buscado o procesados solamente por el hecho
de ser denunciados?
2. ¿Son castigados por el hecho de ser cristianos, o sea por el delito
religioso en sí mismo? ¿Aún en ausencia de crímenes contra el
derecho común sin que hayan sido probados?
Las dudas de Plinio a Trajano son muy precisa y así las expresa:

Es costumbre en mí, señor, darte cuenta de todo asunto que me ofrece dudas.
¿Quién, en efecto, puede mejor dirigirme en mis vacilaciones o instruirme en
mi ignorancia? Nunca he asistido a procesos de cristianos. De ahí que ignore
qué sea costumbre y hasta qué grado castigar o investigar en tales casos. Ni
fue tampoco mediana mi perplejidad sobre si debe hacerse alguna diferencia
de las edades, o nada tenga que ver tratarse de muchachos de tierna edad o de
gente más robustas; si se puede perdonar al que se arrepiente, o nada le valga a
quien en absoluto fue cristiano haber dejado de serlo; si hay, en fin, que
castigar el nombre mismo, aun cuando ningún hecho vergonzoso le acompañe,
o sólo los crímenes que pueden ir anejos al nombre32.
32
PLINIO «EL JOVEN» Cartas, X, 96 en J. COMBY – J.P. LEMONON Roma frente a
Jerusalén vista por autores griegos y latinos, 42
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 19

La lectura de este pasaje nos hace ver algunos aspectos importantes. En


primer lugar podemos preguntarnos ¿había una base jurídica específica y
válida para todo el Imperio que de legalidad a las persecuciones de los
cristianos? No lo parece, pero los cristianos igualmente podían temer el
poder del gobernador y la furia que podía desencadenarse por el pueblo
pagano contra los cristianos acusados de «ateos» y de practicar un «culto
ilegal»33. Otros aspectos que rescatamos de la lectura de este documento, es
la preocupación de Plinio por las edades de los condenados, si se debe
considerarla o no. El tercer aspecto a tener en cuenta, que es el más
importante es si se debe castigar a los cristianos por el sólo hecho de serlo,
aún cuando no hayan hecho ningún acto vergonzoso, como él mismo lo
llama. En otro pasaje de la carta Plinio nos cuenta qué acciones concretas
ha realizado al respecto:

Por de pronto, respecto a los que me eran delatados como cristianos, he


seguido el procedimiento siguiente: empecé por interrogarles a ellos mismos.
Si confesaban ser cristianos, los volvía a interrogar segunda y tercera vez con
amenaza de suplicio. A los que persistían, los mandé ejecutar. Pues fuera lo
que fuere lo que confesaban, lo que no ofrecía duda es que su pertinacia y
obstinación inflexible tenía que ser castigada. Otros hubo, atacados de
semejante locura, de los que, por ser ciudadanos romanos, tomé nota para ser
remitidos a la Urbe. Luego, a lo largo del proceso, como suele suceder, al
complicarse la causa, se presentaron varios casos particulares. Se me presentó
un memorial sin firma con una larga lista de nombres. A los que negaban ser o
haber sido cristianos y lo probaban invocando, con fórmula por mí propuesta,
a los dioses y ofreciendo incienso y vino a tu estatua, que para este fin mandé
traer al tribunal con las imágenes de las divinidades, y maldiciendo por último
a Cristo –cosas todas que se dice ser imposible de forzar a hacer a los que son
de verdad cristianos-, juzgué que debían ser puestos en libertad. Otros,
incluidos en las listas del delator, dijeron sí ser cristianos, pero
inmediatamente lo negaron; es decir, que lo habían sido, pero habían dejarlo
de serlo, unos desde hacía tres años, otros desde más, y aun hubo quien desde
veinte. Estos también, todos, adoraron tu estatua y las de los dioses y
blasfemaron de Cristo34.
Algunos puntos a tener en cuenta con la lectura de éste pasaje de la carta:

33
Se puede ver Hch 18,13
34
Cartas X, 96
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 20

1. No faltaban motivos para la persecución y denuncias contra los


cristianos: se los acusaba del crimen de lesa majestad. Tradicionalmente la
ley de lesa majestad castigaba los crímenes contra el estado. Sólo se
consideraban los hechos y no las palabras, pero como los emperadores se
identificaban con el estado, todos los atentados contra su persona,
incluidas, las palabras injuriosas y los escritos satíricos podían compararse
con el crimen de lesa majestad. En las acusaciones contra los cristianos se
podía apelar a la ley de lesa majestad, ya que no cumplían con un deber
cívico que era rendir culto al emperador. Tenemos algunos pasajes del
Nuevo Testamento donde podemos encontrar esta acusación35.
2. Plinio consideraba importante enviar a Roma de los ciudadanos
romanos acusados de ser cristianos, para que sean juzgados en la Urbe.
Este proceder era normal, y lo vemos en Hch 25,12 cuando Pablo apela al
emperador apoyado en su título de ciudadano romano.
3. Es importante destacar que Plinio pone la imagen del emperador antes
que la de los dioses, y para él, no hacer sacrificio al emperador implicaba
una falta grave de lealtad y por lo tanto era una actitud subversiva.
En un pasaje importante de esta carta nos da noticias acerca del culto de
estos primeros cristianos:

Ahora bien, afirmaban éstos que, en suma, su crimen o, si se quiere, su error se


había reducido a tener por costumbre en días señalados reunirse antes de rayar
el sol y cantar, alternando entre sí a coro, un himno a Cristo como a Dios y
obligarse por solemne juramento no a crimen alguno, sino a no cometer hurtos
ni latrocinios ni adulterios, a no faltar a la palabra dada, a no negar, al
reclamárseles, el depósito confiado36. Terminado todo esto, decían que la
costumbre era retirarse cada uno a su casa y reunirse nuevamente para tomar
una comida, ordinaria empero e inofensiva; y aun eso mismo lo habían dejado
de hacer después de mi edicto, por lo que, conforme a tu mandato, había
prohibido a las heterías. Con estos informes, me pareció todavía más necesario
inquirir qué hubiera en todo ello de verdad, aun por la aplicación del tormento
a dos esclavas que se decían diaconisas. Ninguna otra cosa hallé sino una
superstición, perversa y desmedida […] Por ello, suspendidos los procesos, he
35
Jn 19, 12; Hch 16,20-21; Hch18, 13
36
Col 3, 5 ss.
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 21

acudido a consultarte. El asunto efectivamente me ha parecido que valía la


pena de ser consultado, atendido sobre todo el número de los que están
acusados. Porque es el caso que forman una multitud considerable, de toda
edad y condición, de uno y otro sexo, son todavía llamados en justicia y lo
serán en adelante. Y es que el contagio de esta superstición ha invadido no
sólo las ciudades, sino hasta las aldeas y los campos; más, al parecer, aún
puede detenerse y remediarse37.
La carta de Plinio constituye un documento de interés capital sobre el
cristianismo del siglo II. Plinio afirma que los cristianos forman «una
multitud considerable, de toda edad y condición, de uno y otro sexo». Las
comunidades cristianas estaban ampliamente difundidas «no sólo en las
ciudades, sino hasta las aldeas y los campos». La carta también nos ofrece
detalle sobre la vida litúrgica y social de los cristianos. Se describe dos
reuniones, una por la mañana y la otra por la noche. La primera se celebra
en el llamado stato die (ciertamente que es el domingo), antem lucem, y se
canta un carmen Christo quasi deo (un himno a Cristo como a Dios). Dos
cosas son claras que en las asambleas se reza y se canta. Cristo está en el
centro del culto. En la noche se realiza una comida promiscuum et
innoxium, (ordinaria e inofensiva) es sin lugar a duda el ágape.
Cuando Plinio se refiere a que los cristianos se reunían para cantar
himnos a Cristo como a Dios, y que los mismos se obligaban por un
solemne juramento a no cometer crimen alguno: se sacramento non in
scelus aliquod obtringere, sed ne furta, ne latrocinia, ne adulteria
committerent, ne fidem fallerent, ne depositum appellati abnegarent. Los
autores cristianos dieron su interpretación de este testimonio de Plinio. Para
TERTULIANO, el gobernador hablaría de sacramento eorum, es decir la
celebración eucarística en su conjunto38. EUSEBIO DE CESAREA piensa que
Plinio quería decir que los cristianos «hacen todo según las leyes» 39. En
realidad, el significado de la descripción del gobernador de Bitinia puede

37
COMBY – LEMONON, Op. Cit. 43
38
TERTULIANO, El apologético, 2, 6
39
EUSEBIO DE CESAREA, HE, III, 33, 1
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 22

tomarse sólo bajo la perspectiva de la cultura romana de la época. Otros


autores romanos paganos como TITO LIVIO o FLORO entienden por
sacramentum40 un juramento sellado por un sacrificio. Por lo tanto Plinio,
con su lectura romana de la asamblea eucarística, logra tomar el aspecto
verdaderamente central del término. Mientras que para el vulgo romano,
este sacramentum era entendido como flagitia, es decir los diversos males
que le achacaban a los cristianos (infanticidio, incesto, etc.) Plinio precisa
que el sacramentum cristiano no es crimen alguno (in scelus aliquod).
La respuesta de Trajano es breve y precisa. Él aprueba el procedimiento
seguido por Plinio, y confirma que no se puede adoptar una regla o norma
general al respecto. No se debe perseguir por oficio a los cristianos, por lo
tanto la autoridad pública no debe buscarlos, es el famoso conquirendi non
sunt, y las denuncias anónimas no son tenidas en cuenta. El cristiano que
sea oficialmente acusado ha de ser judicialmente escuchado; si niega ser
cristiano y confirma su negación invocando a los dioses romanos, no ha de
ser castigado, aún cuando hasta entonces hubiere sido cristiano. Sólo el que
al ser interrogado confiese ser cristiano y persevere en esa confesión, ha de
ser castigado.

Has seguido, Segundo mío, el procedimiento que debiste en el despacho de las


causas de los cristianos que te han sido delatados. Efectivamente, no puede
establecerse una regla general, que haya de tener como una norma fija. No se
los debe buscar; si son delatados y quedan convictos, deben ser castigados; de
modo, sin embargo, que quien negare ser cristiano y lo ponga de manifiesto
por obra, es decir, rindiendo culto a nuestros dioses, por más que ofrezca
sospechas por lo pasado, debe alcanzar perdón en gracia de su
arrepentimiento. Los memoriales, en cambio, que se presenten sin firma, no
40
SACRAMENTO es un término latino introducido en la teología y que no tiene un
equivalente exacto en griego. Se utiliza el término aproximado de mysterion.
Etimológicamente sacramentum expresa una cosa religiosa (sacer) y seguidamente
asume un matiz jurídico. Los dos elementos (sagrado y jurídico) encuentran en
sacramentum un significado «de una iniciación confirmada por un juramento». Para los
romanos este término designaba la iniciación al servicio militar y el servicio militar
mismo. El término empleado en un contexto bautismal expresaría al mismo tiempo un
enrolamiento en el servicio de Cristo, y un juramento de iniciación sellado con el
compromiso tomado en un rito de iniciación, en donde el sacramentum encuentra el
mysterium griego. Cf. A. HAMMAN, «Sacramento» en Dizionario Patristico e di
Antichità cristiane II, 3059-3060
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 23

deben admitirse en ningún género de acusación, pues es cosa de pésimo


ejemplo e impropia de nuestro tiempo41.
La carta de Trajano era un rescripto, es decir una respuesta elaborada en
el consejo imperial y en grado de hacer jurisprudencia. Este rescripto
determinó el modo de proceder de la autoridad imperial en relación con los
cristianos por casi 140 años. Esta máxima contradice los principios
reconocidos por el derecho penal romano y lo demuestra las
inconsecuencias que contienen el rescripto imperial: el ser cristiano es de
suyo punible, y sin embargo la policía no debía buscar a los cristianos.
Continua siendo un punto delicado para el cristianismo el que, aún después
del rescripto, se dejaba margen considerable al arbitrio de los gobernadores
de las provincias romanas, de suerte que según el grado de independencia
que tuvieren de la presión de la población pagana, podían o no sufrir las
persecuciones. Los cristianos vieron en este rescripto un factor positivo un
factor positivo en la orden del emperador de desestimar las denuncias
anónimas.
Las fuentes nos dan escasas informaciones acerca de los efectos y
consecuencias del rescripto de Trajano. No se conocen los nombres de los
cristianos que perdieron la vida en la provincia gobernada por Plinio, ni la
suerte que sufrieron los que fueron enviados a Roma para ser juzgados. Dos
martirios con seguridad pueden atribuirse en este período, que la tradición
nos ha trasmitido el nombre de las victimas: SIMEÓN, obispo de Jerusalén y
sucesor de Santiago, sufrió la muerte de cruz a la ¿edad de 120 años? 42 El
otro mártir fue IGNACIO DE ANTIOQUÍA, sin duda como era ciudadano
romano, fue enviado a Roma y allí ejecutado43.

Papas de este período


97 – 105 EVARISTO
41
COMBY – LEMONON, Op. Cit. 44
42
EUSEBIO DE CESAREA, HE, III, 3, 32, 3.6
43
Ibíd., III, 36.3; SAN IRENEO, Contra los herejes 5, 28, 4.
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 24

105 – 115 ALEJANDRO I


115 – 125 SIXTO I
125 – 136 TELESFORO
136 – 140 HIGINIO
140 – 155 PÍO I
155 – 166 ANICETO

b) Adriano y el segundo rescripto


A Trajano le sucede el emperador ADRIANO (117 – 138) y también en su
reinado escribe un rescripto, entre los años 124-125, dando indicaciones a
un gobernador, como tratar el asunto de los cristianos. Se ha perdido la
carta del gobernador GETULIO SERENIO GRANIANO al emperador, pero se
ha conservado la respuesta de Adriano al sucesor de Serenio Graniano,
MINUCIO FUNDANO, gracias a JUSTINO que la puso como un apéndice en su
Primera apología, y a EUSEBIO DE CESAREA que la menciona en su
Historia Eclesiástica44. El emperador recomendaba a este gobernador de
vigilar que las denuncias contra los cristianos no fueran un pretexto para
una agitación popular ni para calumniar a los ciudadanos romanos. Los
habitantes de la provincia que deseaban acusar a un cristiano debían
hacerlo abiertamente y no anónimamente, sólo si el denunciante responde
con su nombre a la denuncia, se llevará al cristiano ante el tribunal. El
gobernador castigará a los cristianos «sólo si se prueba que han faltado a
las leyes» y se dará sentencia «según la gravedad del delito». Adriano
quería evitar los desordenes y salvaguardar el orden público, y no hacía
otra cosa que confirmar y completar, el rescripto de Trajano:

A Minucio Fundano. He recibido una carta enviada por Serenio Graniano,


persona muy distinguida, al que has sucedido tú. No me parece oportuno dejar
el asunto sin examinarlo debidamente, no sea que los hombres se inquieten y
se les ofrezca a los denunciantes una ayuda por su malicia. Así, pues, si los
habitantes de la provincia pueden sostener abiertamente su petición contra los
cristianos, de manera que el asunto pueda ser discutido ante el tribunal, que se

44
JUSTINO, Primera Apología 68, 6-10; EUSEBIO DE CESAREA, HE, IV, 9, 1-3
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 25

sirvan tan sólo de este medio y no de solicitudes o de simples gritos. En


efecto, es mucho más conveniente que, si alguien les acusa y prueba que hacen
algo en contra de las leyes, decide tú según la gravedad de la falta. Pero, por
Hércules, si alguien alega esto por simple delación, pronuncia un veredicto
contra esa conducta criminal y procura castigarla45.
Estas medidas tomadas por la autoridad imperial, manifiestan
seguramente, el deseo de no ensangrentar el Imperio, con una persecución
sistemática. El recurso al procedimiento acusatorio, era conforme al uso de
la tradición jurídica de la antigüedad, y no debemos ver en este rescripto un
acto de benevolencia hacia los cristianos por parte del poder político
romano. Es verdad que no eran oficialmente buscados, pero estaban
permanentemente a merced de los denunciantes, que no debían de faltar,
por la creciente hostilidad que habitaba en la población pagana hacia los
cristianos. Adriano se preocupaba por los posibles desordenes que podrían
producir las violentas manifestaciones anticristianas, y que quería controlar
a toda costa.
Justino da un juicio positivo al rescripto de Adriano, y según él, la
posición de Adriano daba un alivio a los cristianos, que se libraban en gran
parte de las normas de Trajano. Los cristianos sólo podían ser castigados, si
se demostraba que habían faltado a las leyes romanas.
Según algunas fuentes, no del todo confiables, nos dan noticias de una
buena disposición de emperador Adriano hacia los cristianos. Justino,
revela que el emperador había quedado bien impresionado del
comportamiento de los cristianos durante las guerras judías (132-135), y la
fidelidad que mostraron hacia los romanos aunque se hayan atraído el odio
de los judíos46. Uno de los autores de la Historia Augusta47 refiere que había
intención en el emperador Adriano, de reconocer al cristianismo como
religio licita, y prueba de ello es el hecho que habría construido algunos
templos a Cristo. Si bien es exagerada la noticia, algunos historiadores
45
COMBY – LEMONON, Op. Cit. 46
46
JUSTINO, Segunda apología, 31.
47
Vida de Severo 43, 6-7
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 26

manifiestan el grado de relativa libertad de culto que gozaban los cristianos


en este período. Otras fuentes destacan el hecho que FLEGONTE DE TRALLE,
un liberto y portavoz literario de Adriano, se haya interesado por algunas
cuestiones de argumento cristianas: dos fragmentos de sus obras hablan
acercan del fenómeno solar luego de la crucifixión de Cristo y de una
profecía de San Pedro48.
Al emperador Adriano le sucede en el trono ANTONINO PÍO (138-162)
que sigue la política de su predecesor. El principio de que el mero hecho de
ser cristiano era delictivo siguió siendo norma general en el curso del siglo
II, como lo prueban algunos martirios que tuvieron lugar bajo reinado. El
emperador es temeroso de cualquier innovación, y por esto envía un
rescripto hacia el año 141 al legado de la Lugdunense, llamado Pacato,
donde da directivas contra las supersticiones de los matemáticos49. Durante
su reinado se produjeron algunos martirios, donde resalta la figura del
obispo de Esmirna POLICARPO. El santo obispo murió mártir el 23 de
febrero del año 167, quemado en la hoguera. Algunas noticias de estas
persecuciones la tenemos por JUSTINO, en un apéndice de su Apología, y el
PASTOR DE HERMAS que nos habla que los cristianos permanecieron firmes
en su fe, y que otros muchos a causa del temor apostataron de su fe. Una
fuente importante para este período es el Martirio de Policarpo, una obra
compuesta poco después de la muerte del obispo de Esmirna, y esta escrito
en forma de carta. Es la primera obra cristiana exclusivamente consagrada
a describir la pasión de un mártir y además la primera que usa este título de
«mártir» para designar a un cristiano muerto por la fe.
48
FLEGONTE DE TRALLE, Olimpíada 13
49
Con este termino fueron llamados en la antigüedad tardía a los interpretes de las
ciencias (mathesis) astrológicas, capaces de formular recetas para uso de sus clientes,
horóscopos personales e instrucciones para asegurarse la influencia favorable de los
astros y de evitar aquello que pudiera perjudicarlo. Expertos en el arte oracular y
divinatorio, los matemáticos gozaron de gran popularidad en el imperio, aunque fueron
también perseguidos por la autoridad pública, que los consideraba detentores de poderes
ocultos y maléficos. Los Padres de la Iglesia en su polémica contra la astrología y la
praxis oracular tuvieron juicios negativos sobra la actividad de los matemáticos. Cf. G.
S. GASPARRO, Diccionario Patrístico y de la Antigüedad Cristiana II, 1392
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 27

c) Marco Aurelio y los Kaina Dogmata


Con la llegada al trono de MARCO AURELIO (162-180) se produce una
grande y perniciosa novedad: los cristianos son buscados para ser
apresados. La persecución y condena de los cristianos viene por voluntad
expresa del mismo emperador. Antes de desarrollar este tema, es
interesante destacar que varios apologistas cristianos atribuyeron al
emperador Marco Aurelio, a los comienzos de su reinado, un edicto
favorable a los cristianos. El motivo de semejante actitud lo dan a conocer
Tertuliano50 y Eusebio51, cuando relatan cómo las oraciones de una legión
cristiana produjo una lluvia milagrosa, librando al ejercito de Marco
Aurelio de un desastre en una batalla contra los germanos. Pero la realidad
es otra, ya que sus escritos personales dan a entender que despreciaba a los
cristianos, porque pensaban que éstos sacrificaban su vida por una ilusión.
El emperador no estaba dispuesto a permitir que la religión del Estado
fuera puesta en peligro por sectas religiosas. Marco Aurelio ha dejado una
imagen del soberano ideal, especialmente para la historiografía pagana,
donde resaltan su alta moralidad que estaba muy unida a la filosofía
estoica, a la cual él se adhería. El emperador estaba totalmente dedicado al
bien público, él tenía una idea muy elevada del cumplimiento de sus
deberes como soberano. Pero a pesar de esta alta consideración de su
persona, durante su gobierno se desató una gran persecución hacia los
cristianos. En sus Pensamientos expresaba un gran desprecio por los
mártires cristianos, que como el filosofo EPICTETO (60-140 d.C.)52, decía
50
Apologético 5.
51
HE, V, 5, 1-7
52
Liberto, tuvo que dejar Roma en el año 89 cuando Domiciano expulsó de allí a los
filósofos. Desde entonces vivió en Nicópolis del Epiro, donde se encontraba desde hacía
mucho tiempo una comunidad cristiana (Tit 3, 12). Conocemos sus enseñanzas por su
discípulo llamado Arriano. Epicteto enseñaba la despreocupación frente a los males
impuestos desde fuera. El hombre verdaderamente libre no tiene por qué tener miedo de
las violencias del tirano. Pero un hombre semejante es difícil de encontrar. Sin embargo,
Epicteto conoce un grupo de personas insensibles a las amenazas del tirano, dispuestos a
morir, a sus ojos, no obstante, esos hombres no actúan guiados por la razón, sino por el
fanatismo. A esas personas les daba el nombre de «galileos». Cf. COMBY – LEMONON,
Op. Cit. 46.
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 28

que ese valor en el momento de la muerte venía de una obstinación


absurda.
La gran cantidad de conversiones al cristianismo, ponía a la Iglesia como
objeto de grandes ataques de la población pagana. Una serie de
acontecimientos padecidos por el Imperio desató este odio contra los
cristianos: una epidemia hacia el año 169; la creciente invasión y ataque a
la frontera del Danubio por parte de los germanos, que trajo como
consecuencia una larga y difícil guerra de frontera. Inundaciones del río
Tíber y posterior escasez de alimentos en Roma hacia los año 170-171, etc.
Todas estas desgracias, que anunciaban el fin de la paz romana, empujaron
al populacho a buscar culpables, responsables de la cólera de los dioses,
cosa que provocó verdaderos ataques organizados contra los cristianos.
El obispo Teofilo de Antioquía recordaba los cristianos perseguidos y
asesinados a golpe de piedra. Atenágora de Atenas en su apología dirigida
al mismo Marco Aurelio, deploraba el hecho que la multitud se les agarrara
con los cristianos y los agrediesen. Eusebio de Cesarea escribía que bajo
Marco Aurelio «se encendió violentísimamente en algunas regiones la
persecución contra nosotros y a causa de la agresión de la multitud en las
ciudades se produjeron muchos martirios». El apologista MELITÓN DE

SARDES53 escribía hacia el año 176 y afirmaba amargamente: « ahora, lo


que nunca antes había ocurrido, la multitud de santos es buscada y
perseguida en toda el Asia a causa de los nuevos decretos (Kaina
dogmata)». Marco Aurelio ¿cambia la legislación y ordenanzas de sus
predecesores? ¿Qué cosas son los Kaina dogmata de los que habla Melitón
de Sardes? Las fuentes jurídicas nos permitirán encontrar una respuesta.

53
Escritor del siglo II, se conocen pocos datos acerca de su vida. Una primera noticia
la tenemos por una carta de una tal Polícrates al Papa Víctor que lo presenta como
«continente, que en todo vivió en el Espíritu». Eusebio de Cesarea nos informa que fue
obispo de la Iglesia de Sardes (Asia Menor) hacia el año 170. En esta misma época
escribió una Apología dirigida al emperador Marco Aurelio. Fue teólogo fecundo y de
renombre, pero su herencia literaria en gran parte se ha perdido. Cf. A. HAMMAN,
Diccionario Patrístico y da la Antigüedad Cristiana, 1419-1420
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 29

Por el Digesto54 sabemos que en la segunda mitad del siglo II, se


introduce una nueva norma en materia penal, que hace obligatoria la
búsqueda de oficio: pronconsul requirere debet sacrilegios, latrones,
plagiarios, fures. Los delitos contemplados en esta ley, son considerados
los más peligrosos, independientemente de la cuestión cristiana.
No es difícil, por lo tanto, pensar que Melitón de Sardes haga referencia
a estas disposiciones cuando nos habla de los Kaina dogmata.
Especialmente uno de los delitos perseguidos es el llamado sacrilegium,
que era imputado a los cristianos. Los sacrílegos son por lo tanto, en el
lenguaje jurídico romano, aquellos que violan o saquean los templos y los
elementos sagrados. Por lo tanto no se produce ningún cambio formal, con
respecto a la legislación contra los cristianos. La nueva disciplina policíaca
no requería, en lo concerniente al cristianismo, que venga anulada la ley
del emperador Trajano del conquirendi non sunt, ya que no son perseguidos
y condenados por el sólo hecho de llevar el nombre de cristianos.
Cabe preguntarse cuál era la defensa concreta frente a estas acusaciones
de sacrilegio que presentaron los cristianos. Porque parecía impensable,
que la serena profesión de fe de los cristianos, pudiera caer en tan terribles
excesos. Pero existía en este período, una porción de la Iglesia que no se
podía considerar serena, y nos referimos a los MONTANISTAS.
MONTANO fue un profeta aparecido en Frigia por los años 155-160
afirmando que el Espíritu santo hablaba por su boca. Decepcionado porque
no venía el ansiado fin de los tiempos y las manifestaciones del espíritu, y
también por la falta de fervor que encontraba en los cristianos decide
predicar que en su persona se revelaba el Paráclito prometido en Jn 14,26 y
16, 7. Nada nos ha llegado de los escritos de Montano y de sus principales
seguidores, las profetisas Priscila y Maximila. Las noticias acerca de
Montano y de su movimiento nos han llegado por fuentes indirectas

54
Colección de textos escogidos de juristas romanos.
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 30

(Eusebio de Cesarea55 y Epifanio56 que utilizaron obras antimontanistas


precedentes).
El montanismo tiene una matriz marcadamente ascética. Se distingue por
un espíritu de devoción y de profecía, y por lo tanto suscita gran simpatía
entre los cristianos. Como preparación para el fin de los tiempos exigían
una conducta rigurosamente ascética, donde se prohibía el matrimonio
(posteriormente sólo las segundas nupcias), imponían rigurosos ayunos,
abundantes donaciones de toda especie, empujaban al martirio y prohibían
la huida en la persecución. El montanismo fue un movimiento de
restauración e incluso reaccionario pero doctrinalmente ingenuo y sin
afición alguna a las cuestiones dogmáticas. El movimiento vivía de las
antiguas tradiciones proféticas y apocalípticas y su objetivo era restaurar
sobre bases sólidas la antigua situación de la Iglesia: manifestaciones del
Espíritu, espera del fin de los tiempos y una ética rigurosa.
El montanismo hasta aquí desarrollado no parece suscitar ninguna
amenaza ni a la Iglesia ni al Estado ¿Cómo se produjo el conflicto
entonces? La ruina del montanismo comenzó cuando puso su autoridad
profética por encima de la tradición eclesiástica, en especial al no aceptar la
jerarquía, el canon y la confesión de fe. Esto preocupó en gran manera a los
obispos y en varios concilios regionales se condenó al montanismo como
secta herética. El montanismo por otra parte, manifestaba un espíritu
abiertamente anti-romano y anti-estatal, rechazando el servicio militar e
incitando a los paganos a denunciarlos. Quizás Marco Aurelio tiene
presente esta obstinación, cuando escribe en sus Pensamientos, que le
parece incomprensible la gran oposición de los cristianos al orden imperial.
Pero hay otra cosa que llama la tención en las manifestaciones de los
montanistas que los lleva a ser considerados peligrosos, según los crímenes
denunciados en los kaina dogmata: es el hecho que este movimiento había
55
HE V, 14-19
56
Haeresia 48
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 31

provocado acto de vandalismo destruyendo templos y estatuas paganas.


Estas acciones produjeron gran turbación no sólo en la persona del
emperador, sino también en la opinión pública. Desde el punto de vista de
los paganos deben ser acusados y castigados por sacrilegio.
Para un pagano era difícil distinguir entre el montanismo de la autentica
fe. Para el filósofo pagano CELSO, conocedor del cristianismo, considera al
montanismo como parte del cristianismo y no lo menciona dentro de las
herejías. Propiamente aquí nace la preocupación de los apologistas
cristianos (Melitón de Sardes, Atenágoras y Apolinar de Hierápolis) que
con sus escritos tratan de clarificar este error, insistiendo sobre la diferencia
profunda entre la Iglesia y el montanismo, resaltando especialmente la
lealtad de los cristianos en el cumplimiento de las leyes romanas.
Entre los mártires de este período debemos mencionar al filósofo y
apologista JUSTINO, que murió en Roma entre el 163 y el 167 d.C. junto a
otros cristianos en un proceso guiado por el mismo prefecto de la ciudad
Junio Rustico. El episodio más conocido y más dramático en el período de
Marco Aurelio fue el martirio de los cristianos de Lyón en 177. El relato
fue redactado por los sobrevivientes bajo el nombre de Carta de las Iglesia
de Vienne y Lyón a los cristianos del Asia y Frigia, que Eusebio de Cesarea
introdujo en su Historia Eclesiástica. El relato del martirio es considerado
uno de los textos más admirables que nos haya dejado la antigüedad
cristiana. El autor del relato podría haber sido San Ireneo, futuro obispo de
Lyón.
A Marco Aurelio le sucedió su hijo MARCO AURELIO COMMODO (180-
192) es considerado por la historiografía romana como un emperador
incapaz y brutal. A pesar de este juicio negativo fue favorable al
cristianismo, especialmente influenciado por su concubina filo-cristiana
MARCIA. Quizás bajo su influjo, los cristianos obligados a trabajar en las
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 32

minas de Cerdeña recibieron la libertad, entre los que se encontraba


CALIXTO futuro obispo de Roma.
Esta visión general de las persecuciones al cristianismo bajo la dinastía
antonina, nos confirma claramente la persistencia de la actitud del Estado
romano ante el cristianismo desde el emperador Trajano. Los cristianos
sólo son llevados ante los tribunales cuando son denunciados como tales
ante la autoridad. Bajo el reinado de Marco Aurelio los cristianos son más
reclamados que antes por la presión de la opinión pública, que se ha vuelto
más hostil.

3. El cristianismo y el imperio bajo la dinastía de los «Severos»

3.1. La Iglesia bajo el emperador Septimio Severo


Los historiadores han pensado por mucho tiempo que la época de la
dinastía de los «Severos» (193-235) fue una época de grandes cambios, ya
sea en el aspecto religioso como político y económico, este período es
considerado el preludio del llamado Bajo Imperio. Los recientes estudios
ponen el acento en ciertos factores de continuidad con la época de la
dinastía «Antonina» cosa que es verdadera en cuanto a lo concerniente a la
política imperial hacia los cristianos. Un testimonio contemporáneo de esta
situación lo tenemos en la figura de TERTULIANO, quien afirma que el
procedimiento establecido desde la época de Trajano estaba siempre en
vigencia, cosa que determinaba, según el buen o mal humor de los
gobernadores o de la población pagana, la alternancia de período de
tolerancia o de duras pruebas.
El emperador SEPTIMIO SEVERO (193-211) era de origen africano, su
familia provenía de la ciudad de Leptis Magna, a unos 100 km. de Cartago
en Trípoli en la actual Libia. Su mujer, la emperatriz JULIA DOMNA, era
natural de Emesa en la actual Siria, y era hija de Julio Bassiano, sumo
sacerdote de la divinidad solar siria Baal y hermana de Julia Maesa. Entre
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 33

el 185 y 187, un oráculo le vaticina que se casará con un hombre que


llegará a ser emperador, lo que impulsa al ambicioso Lucio Septimio,
procónsul de la Galia Lugdunensis, comandante de la Legio IIII Scythica, a
tomarla como su segunda mujer. De este matrimonio nacerían dos varones,
Lucio Septimo Bassiano (conocido desde el 195 como Marco Aurelio
Antonino Caracalla) y Publio Septimio Geta. En el 193, año en que
Septimio Severo es proclamado emperador por las tropas de Panonia, Julia
Domna obtiene asimismo el título de augusta, llegando incluso a acuñarse
monedas con su efigie. La constante presencia junto a su marido durante las
expediciones militares, hace que se le conceda el título de mater castrorum.
Julia Domna ejerció, desde el inicio, una fuerte influencia sobre las
decisiones de su marido, llegando a tener parte activa en la administración
del imperio. Entre el 202 y el 205, el papel ocupado por la emperatriz
motivará las envidias del prefecto del pretorio, Cayo Fulvio Plautiano,
consejero muy influyente en el emperador, y que le convenció de que Julia
había sido adúltera, con el consiguiente proceso y la retirada de ella de la
vida pública. Este alejamiento de la corte le permite dedicarse intensamente
al estudio de la filosofía y la religión, formándose alrededor suyo un círculo
de figuras intelectuales importantes, entre los cuales se encontraban el
filósofo Filostrato y el médico Galeno.
Los consejeros imperiales eran también de origen oriental, por lo tanto la
adhesión de estos nuevos dirigentes a la religión romana era meramente
formal, y era más que evidente la atracción hacia las religiones orientales y
con ellos entran en la casa imperial una serie de divinidades extranjeras
poco familiares a los romanos. En este clima de acentuado «sincretismo»,
también encuentra un puesto en el panteón de la casa imperial la figura de
Cristo, como una divinidad más de origen oriental, y Tertuliano lo da a
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 34

conocer sumamente complacido, indicando con este hecho la bona et longa


pax, que gozaban los cristianos en este período57.
Septimio Severo en los primeros años de su reinado guardó una actitud
tolerante con los cristianos, quizás esta actitud se debe a las princesas sirias
que vinieron a la corte imperial en el séquito de su esposa Julia Domna y
simpatizaban con todas las corrientes religiosas de origen oriental. Otro
hecho que prueba la libertad de los cristianos en esta época, fue que los
obispos pudieron reunirse sin obstáculos, en sínodos en que se trató la
fecha de las pascua. Al décimo año de su reinado se produce un cambio en
el emperador, produciendo una situación completamente nueva para los
cristianos.
Si se considera cierta una noticia contenida en la Historia Augusta, hacia
el año 202 el emperador prohibió con un edicto el proselitismo judío y
cristiano58. De este modo con una norma jurídica de carácter general
dirigida contra los cristianos y judíos, debería detenerse su propaganda, con
lo que se apuntaba especialmente contra los catequistas. Ahora no era sólo
el cristiano particular el que estaba amenazado de una denuncia, sino que la
ley iba contra la Iglesia como organización. Toda actividad dirigida a ganar
nuevos adeptos podía ser castigada; todo trabajo misionero estaba
prohibido; el cristianismo estaba llamado a irse muriendo lentamente
dentro del imperio. En dos lugares del imperio con grandes comunidades
cristianas: Cartago y Alejandría, la persecución alcanza a los catecúmenos
o recién bautizados.
En la ciudad de Cartago recibieron el martirio la noble PERPETUA y su
esclava FELÍCITAS, bautizadas poco antes de su martirio junto a su
catequista Sáturo y cuatro catecúmenos más. Las actas de su martirio, o
57
TERTULIANO, La corona del soldado 1, 5.
58
«Iudaeos fieri sub gravi poena vetuit. Idem etiam de christianis sanxit» Historia
Augusta, Septimius Severus 17,1. La crítica histórica reciente se ha dividido con
claridad en la valoración de éste pasaje de la Historia Augusta y de su fiabilidad.
Algunos creen que es fruto de la fantasía o de informes erróneos, mientras que otros no
ven motivos válidos para rechazarlos.
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 35

también conocida como la Passio Perpetuae et Felicitatis se le ha querido


atribuir a Tertuliano o a algunos de sus compañeros. Escrita por un
miembro anónimo de la comunidad, contiene elementos históricamente
auténticos, referidos por los mismos mártires y reflejan la primera gran
persecución en Cartago luego del edicto imperial del 202. De esta Passio
nos hablan Tertuliano (De anima 55) y Agustín (Sermo 280). El texto
conservado en la redacción latina y griega, es un testimonio de gran valor
histórico y al mismo tiempo espiritual que nos muestra cómo se vivía el
cristianismo en esa región. La Passio más que un documento apologético
es un instrumento de edificación durante la liturgia 59. Perpetua pertenecía a
una familia de la nobleza romana60, y el hecho de que a pesar de su
ciudadanía romana y de su alta condición social fuera arrojada a las fieras,
nos muestra que el procurador de la ciudad Hilariano tenía un gran odio
hacia los cristianos. En la ciudad de Alejandría el maestro de la escuela de
filosofía cristiana, Clemente tuvo que huir hacia el Asia Menor, y entre las
figuras más sobresalientes que fueron martirizadas está Leónidas, padre de
Orígenes.

3.2. La Iglesia y el Imperio bajo el emperador Caracalla


MARCO AURELIO SEVERO ANTONINO , emperador (211-217) hijo de
Septimio Severo y de Julia Domna, fue llamado por el sobrenombre de
«Caracalla» por la capa gala que llevaba. Cuando murió Septimio Severo
dejó como sucesor a Caracalla y a su hermano Geta. Caracalla
posteriormente hizo asesinar a su hermano y a varios allegados a su familia
para que no reclamara el poder.
Introdujo en Roma los cultos orientales, sobre todo el culto al Sol. El
emperador fue relativamente tolerante con los cristianos, y Tertuliano que
era contemporáneo a Caracalla, alude a una nodriza suya cristiana diciendo
59
J. QUASTEN, Patrología I, 176-178
60
Su familia era de la aristocracia de la colonia romana Tuburbo Minus, hoy el lugar
es conocido como Teburba en Túnez
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 36

que el emperador fue lactae christiano educatus61. Si bien la historiografía


romana nos ha dejado el recuerdo de un emperador brutal e incompetente,
pero es necesario destacar que no modificó del todo el procedimiento
aplicado a los cristianos. Al comienzo de su reinado se nota un
recrudecimiento en las persecuciones en África, durante el gobierno del
procónsul PUBLIO JULIO SCAPULA, al cual Tertuliano acusó de su
desmedida crueldad contra los cristianos, provocada por algunas denuncias.
Caracalla promulgó en el año 212 la famosa Constitutio Antoniana que
otorgaba a todos los habitantes libres del Imperio la ciudadanía romana. En
Occidente esta medida llevaba a término un largo proceso de integración de
los habitantes en la ciudad romana (o en el derecho romano), la misma
medida determinaba un profundo cambio en Oriente, donde los ciudadanos
romanos eran minoría. Los emperadores sirios-africanos, junto con sus
consejeros y juristas veían al Imperio romano no como la dominación de la
Italia sobre el resto del mundo, sino como un Estado universal, donde todos
debían estar integrados. El emperador con esta decisión entendía agradecer
a los dioses de Roma, que extendiendo la ciudadanía romana, lograba de
este modo, agrandar el número de fieles de estos dioses en todo el mundo.
Naturalmente los miembros de las ciudades y de los pueblos del Imperio
permanecían fieles a sus propias divinidades ancestrales, pero en calidad de
ciudadanos romanos estaban obligados a rendir culto a los dioses de Roma.
El emperador lo expresaba así, según el historiador Dión Casio:

El emperador César Marco Aurelio Severo Antonino Augusto declara: [...]


puedo manifestar mi agradecimiento a los dioses inmortales que me protegen
[...] considero, pues, que puedo [...] servir a su grandeza [...] haciendo
participar conmigo en el culto de los dioses a todos los que pertenecen a mi
pueblo. Por ello concedo a todos los peregrinos (?) que están sobre la tierra la
ciudadanía romana [salvaguardando los derechos de las ciudades] con la
excepción de los dediticios. Pues es legítimo que el mayor número no sólo esté

61
TERTULIANO, Ad Scapulam IV, 5
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 37

sometido a todas las cargas, sino que también esté asociado a mi victoria. Este
edicto será [...] la soberanía del pueblo romano62.
Desde la dinastía Flavia, el otorgamiento de la ciudadanía romana se
había convertido en un medio de promoción jurídica, constituyendo un
honor. La ciudadanía romana era un requisito indispensable para acceder a
las magistraturas y cargos del cursus honorum, en especial para acceder al
cargo de cónsul o senador. La decisión del emperador no obtuvo una gran
acogida por parte de las clases altas, tanto por parte de familiares y
allegados del emperador, como por parte de autores, como el historiador
Dión Casio, que en sus obras posteriores manifestaba lo acertado de la
pretensión de Caracalla.
Algunos historiadores han querido ver en la promulgación de este edicto
o constitución una forma oculta de anticristianismo, pero varios autores
cristianos de la antigüedad han defendido la acción de Caracalla en especial
Agustín63. El emperador también es recordado por estos autores, por su
actitud benévola hacia los cristianos, especialmente con aquellos que
ocupan un puesto importante en la corte imperial, como es el caso de
PROSENES que fue su tesorero. Bajo su reinado solo se conoce el martirio
de un obispo Alejandro en la región del Lacio (Italia), algunos actos
hostiles en Osroene contra los habitantes cristianos y la persecución en
África por obra del procónsul Scapula del que ya hablamos. Caracalla fue
asesinado en el 217 en Edesa por obra del prefecto Opellio Macrino.

3.3. La Iglesia y el Imperio bajo los reinados de Heliogábalo y Alejandro


Severo
La política de los emperadores de este período revela un profundo
cambio religioso, que implicaba un decaimiento de la religión romana que
en la época del emperador Caracalla se trataba de mantener a flote con gran

62
DION CASIO, Historia de Roma
63
De Civitate Dei, 5, 17
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 38

dificultad, y conjuntamente a esta situación se percibía un decaimiento del


sistema religioso clásico.
El breve reinado HELIOGÁBALO (218-22) reveló en hechos concretos este
proceso de cambio en la religión clásica. Hijo de Sexto Vario Marcelo y de
Julia Soemia Basiana, Heliogábalo o Elagábalo pertenecía, por parte de su
tía Avita Mamea, a la familia de los Severos, que llevaba el nombre de su
fundador, el emperador Septimio Severo. Sus antepasados eran sacerdotes
hereditarios del dios El-Gabal, con santuario en Emesa (hoy Homs) en
Siria. Del nombre de la piedra sagrada de este santuario deriva el nombre
con que este emperador entró en la historia. Heliogábalo, aún muy joven,
escogió su propio nombre, deseando característicamente denominarse
Elagábalo, una deidad erótica de los fenicios. Muchos de los «vicios
imperdonables» que se le atribuyen probablemente sean fruto del intento de
diversas fuentes por atacar su persona después de muerto 64. Desde la época
de Septimio Severo se había extendido por el imperio el culto al sol.
Heliogábalo vio en ello una oportunidad de establecer su dios, El-Gabal,
nombrando al "Sol invictus" (El sol victorioso) como principal deidad del
panteón romano incluso por encima de Júpiter. Como esposas de El-Gabal
se consideraron a las diosas Astarte, Minerva o Urania o una combinación
de las tres. Heliogábalo mismo forzó su matrimonio con la virgen y
sacerdotisa de Vesta, Aquilia Severa, provocando así la ira de la ciudadanía
romana.
En honor de la piedra sagrada de El-Gabal, un meteorito negro con
forma de cono, inició la construcción de un templo —el Elagaballium—,
en la parte Este del Palatino, cuyos cimientos se mantienen hasta hoy.
Hablando de esta piedra, Herodiano el Estoico dijo: «esta piedra es
venerada como si hubiese sido enviada desde el cielo, sobre ella hay
64
En la Historia Augusta, Vida de Heliogábalo, el autor que escribe su biografía
hacia fines del siglo IV, exagera las depravaciones del joven emperador, pero lo esencial
de su gobierno nos llega por las noticias de los historiadores contemporáneos al
emperador: Dión Casio y Herodiano.
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 39

algunos trozos sobresalientes y unas marcas a las que apuntan, respecto de


los cuales el pueblo pretende creer que son una imagen del sol, porque es
así como los ven». Con el objeto de ser el sumo sacerdote de El-Gabal,
Heliogábalo se hizo circuncidar. Herodiano relata que forzó a los senadores
a contemplar su danza ante el altar de El-Gabal al toque de tambores y
címbalos y cada solsticio de verano instituyó un gran festival para la deidad
al que asistían las masas y donde se distribuía comida en abundancia.
Las excentricidades de Heliogábalo y especialmente su costumbre de
forzar a los demás a participar en sus ritos religiosos convencieron a Julia
Mesa de que debían ser apartados del poder, él y su madre, Julia Soemia,
que había apoyado a su hijo en sus prácticas. Así se dirigió a su otra hija
Julia Mamea y a su hijo de 13 años Alejandro Severo. Consiguió que este
último fuese adoptado por Heliogábalo como heredero. Luego lo preparó
para tal fin, fomentando a la vez su popularidad entre el pueblo. Cuando
Heliogábalo se dio cuenta y mandó asesinar a Alejandro, ya era tarde: Julia
Mesa había sobornado a los pretorianos antes de que se ejecutara la orden;
Heliogábalo y Julia Soemia fueron asesinados el 11 de marzo de 222. Sus
cuerpos fueron arrastrados por las calles de la ciudad y finalmente
arrojados al Tíber. Tras su muerte, sus edictos religiosos fueron revocados y
la piedra de Emesa devuelta a su origen. Un dato importante a tener en
cuenta es que los emperadores de este período y su entorno, no eran de
origen itálicos y no estaban influenciados por la antigua y rígida tradición
senatorial romana65. En todo el Imperio la mentalidad religiosa desarrollaba
el crecimiento de los grupos de iniciados o místicos con gran suceso. La
Iglesia cristiana supo aprovechar esta situación, para fomentar una gran
expansión especialmente en los sustratos superiores de la sociedad romana.

65
Esta situación era recordada por el historiador Dión Casio, si bien de origen griego,
en un discurso ficticio atribuido a Mecenate, consejero de Augusto, afirmando que el
emperador debía prohibir toda novedad en asuntos religiosos. Dion Casio pensaba ya
sea en el cristianismo, ya sea en la inclinación de la dinastía de los Severos por los
diversos cultos orientales. Cf. Historia de Roma, LII, 36
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 40

La situación más favorables para los cristianos vino con la llegada del
emperador ALEJANDRO SEVERO (222-235) y su madre la regente JULIA
MAMMEA, volviendo a la tradición romana que se manifestaba en la
política de tolerancia religiosa de los varios y diversos cultos, entre los que
se encontraba el cristianismo. Algunos autores han visto en Julia Mammea
una mujer de gran talento y con una cierta simpatía hacia el cristianismo, a
causa de esto corrió una leyenda por el siglo V de que esta mujer pudo
haber sido cristiana. Eusebio de Cesarea da noticias que Orígenes se
encontró con esta mujer y hablaron de cuestiones teológicas66. Otra noticia
que nos llega por el autor de la Historia Augusta y que resulta muy dudosa,
es que el emperador tendría una estatua de Cristo en su larario67 privado.
Esta tolerancia del joven emperador se refleja en la admisión de
numerosos cristianos en la corte imperial, como es el caso de JULIO
AFRICANO encargándole la construcción de una biblioteca junto al Panteón.
Otro dato importante de esta tolerancia con los cristianos fue que en Asia
Menor y Siria se comienzan a construir lugares de culto, como es el caso de
Dura-Europos, lo mismo podríamos decir en Occidente, especialmente en
Roma donde se construyen sin problemas los cementerios cristianos.

Dinastía de los Severos


193 SEPTIMIO SEVERO
211 CARACALLA
218 HELIOGÁBALO
222 ALEJANDRO SEVERO

Con la caída de la dinastía de los «Severos», sigue cincuenta años donde


ninguna dinastía logra imponerse en la conducción del imperio; y sucede

EUSEBIO DE CESAREA, HE, VI, 21, 3.


66

Entre los gentiles, era el lugar destinado en cada casa para adorar a los lares (dioses
67

domésticos)
LA IGLESIA EN EL MUNDO ROMANO (96-250) 41

con bastante frecuencia que las legiones distribuidas a lo largo y ancho del
gran imperio aclamen contemporáneamente a diversos Augustos
adversarios entre sí. Este período de crisis del imperio es conocido con el
nombre de la «anarquía militar» (235-284). A la crisis política se agrega
una profunda crisis económica y espiritual, y como suele suceder en estas
fases de transformaciones, a fenómenos nuevos se alternan manifestaciones
de descontento y de reacciones violentas.

Papas de este período


166 – 175 SOTERO
175 – 189 ELEUTERIO
189 – 199 VÍCTOR I
199 – 217 CEFERINO
217 – 222 CALIXTO I
222 – 230 URBANO I
230 – 235 PONCIANO

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