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1. Introducción
Al encontrarme con esta obra pude meditar y reconocer ciertas cuestiones de mi vida
que no llegaba a entender y que ahora veo con mayor nitidez. Es providencial porque en
un curso anterior de introducción al cristianismo, el profesor nos dejó que expusiéramos
respecto a algún sacramento. Yo hable sobre el sacramento de la penitencia y lo que
más calo en mi memoria fue esto: “el proceso de la conversión y de la penitencia fue
descrito maravillosamente por Jesús en la parábola llamada del hijo pródigo”, cuyo
centro es “el padre misericordioso” (Cf. CIC 1439).
Apenas comencé a leer el libro me encontré con esto: “Solo el corazón de Cristo, que
conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su
misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza”. Yo encontraba en
Nouwen esto precisamente, un relato simple pero lleno de belleza cristiana.
2. Desarrollo
“Me sentí atraído por la intimidad que había entre las dos figuras, el cálido rojo
del manto del hombre, el amarrillo dorado de la túnica del muchacho, y la
misteriosa luz que envolvía a ambos”
Lo que me llamó la atención es el sentimiento cargado. No cualquiera que viese
el cuadro podría extraer esta descripción; sino que hay que reconocer un
recorrido previo, una historia detrás que le da el contenido. Así, pues, se
entiende lo que menciona mas adelante: “Tras mi largo viaje, aquel tierno
abrazo de padre e hijo expresaba todo lo que yo deseaba en aquel momento”.
También esto me pasa cuando realizo el escrute de la palabra en el Seminario y
de manera especial los viernes en la tarde, ya que evoco el pasado y veo que
antes para mi la Escritura no me decía mas de lo que literalmente leía y tenía
solamente un sentimiento romántico tipo corriente romántica.
De igual manera, para entrar en el Seminario, Dios me permitió la visión
espiritual para poder reconocerlo en primera instancia no por la Escritura, ya que
por ese entonces mi desconocimiento era enorme; sino más bien, en mi propia
historia. Así, lo que dice San Ireneo de Lyon cobra sentido: “Ya que Dios se
hizo hombre para acostumbrar al hombre a comprender a Dios” (Cf. CIC 53).
Cuando ve el original realiza esta descripción: “pero sobre todo, el abrazo del padre
e hijo envuelto en luz y rodeado de cuatro misteriosos mirones”
Capto mi curiosidad la palabra “original” ya que lo reemplazaba mentalmente
por “el que verdaderamente soy”. Lo digo esto, ya que mi vida la había vivido
bajo la copia y no el original. Dios me hizo capaz de responderle, de conocerle y
amarle.
“A medida que transcurría la tarde, la luz del sol se hizo mas directa y
estremecedora […] los mirones participaban mas directamente de aquel misterioso
acontecimiento”.
Reconocía en esta luz a la Palabra de Dios y también como desde el momento
en que entre al seminario por medio de la Lectio Divina, Él me va alumbrando
cada vez más mi historia. “[…] había tantos cuadros del Hijo Pródigo como
cambios de luz”. Así, recuerdo lo que varias veces mi director espiritual me
repite: “los rabinos dicen que la Escritura tiene muchos rostros”.
De la descripción que hace Nouwen del cuadro del hijo pródigo me llamaba mucho
la atención la palabra “compromiso”, ya que me reconocía un mirón mas. Así,
“Aunque durante toda mi vida había sentido el deseo de sentirme implicado desde
dentro, elegía una y otra vez la postura del observador distante…”
“el paso de Harvard a El Arca significó dar un pequeño paso en el cambio de
actitud de espectador a participante, de juez a pecador arrepentido, de profesor
de cómo se ama a persona que se deja amar”. El Señor me permitió pasar a
participante al ingresar en el seminario. Solo puedo decir con San Agustín: “me
has hecho para ti y mi corazón esta inquieto mientras no descansa en ti” (cf. San
Agustín, Confesiones).
El hijo menor
“Tengo tanto miedo a no gustar, a que me censuren, a que me dejen de lado, a que
no me tengan en cuenta, a que me persigan, a que me maten, que constantemente
estoy inventando estrategias para defenderme […] al hacerlo, me alejo más y más
de la casa de mi padre”
Cuando leía esto, era precisamente una de las cosas que se me interpone día a
día para poder ser un cristiano autentico.
El hijo mayor
“No solo se perdió el hijo menor, que se marchó de casa en busca de libertad y
felicidad, sino que también el que se quedó en casa se perdió. Aparentemente, hizo
todo lo que un buen hijo debe hacer, pero interiormente, se fue lejos de su padre”
Tiene relación con Aristóteles y a su forma que da a entender su pensamiento
por analogías, y que el ser se dice de muchas maneras. Así, yo me encuentro de
dos maneras frente al Padre: como hijo menor pero también vislumbro cada día
con mayor intensidad al hijo mayor.
Puedo resumir el hijo mayor dentro de mí tomando las palabras de Nouwen: “Tengo
que dejar de lado cualquier intento de comparación, cualquier rivalidad o
competición, y rendirme al amor del Padre” y la respuesta es que “falta dar un salto
de fe porque tengo muy poca experiencia en el amor que no hace comparaciones
[…]”.
Esto como alguna vez lo escuche decir al obispo: Si quieres garantías de fe del
Señor necesitas poner a prueba al Señor lanzándote.
El Salto de fe se muestra en amar sin esperar ser amado, dar sin querer recibir,
invitar sin esperar ser invitado, abrazar sin pedir ser abrazado. Así, “el dilema
del hijo mayor consiste en aceptar o rechazar que el amor de su padre va
másallá de ser amado como el cree que debe ser amado”.
El Padre
“Desde su juventud, Rembrandt tuvo una única vocación: crecer […] demostró
siempre un gran interés por los ancianos”
Me lleva a pensar sobre la gran sabiduría que tienen las personas mayores y que
actualmente no se reconoce su belleza interior por la ceguera en la cual vive el
mundo, presa de la pseudo belleza externa. Así, “la luz interior, el fuego del
amor que se ha fortalecido a través de los sufrimiento de tantos años, arde en el
corazón del padre”, esperando ser descubierto por el hijo.
“El núcleo del cuadro de Rembrandt son las manos del padre”
Reconocer las manos del padre llenas de misericordia, perdón, reconciliación y
cura es difícil. Así, el mismo Nouwen reconoce que “En un mundo en el que
constantemente se están haciendo comparaciones entre la gente, clasificándolos
en más o menos inteligente […] no es fácil creer en un amor que no hace lo
mismo”.
Tenemos además esta falsa idea: “Imponer al excepcional orden de lo divino los
esquemas de la economía de lo temporal”
Convertirse en el Padre
“Nadie ha sido padre o madre sin antes ser hijo o hija […] Es un paso muy claro y
solitario de dar – especialmente en un periodo de la historia en que es tan difícil
vivir bien la paternidad - pero a la vez es un paso esencial para el cumplimiento del
viaje espiritual”
En el llamado del Señor uno piensa en los hijos como si fuesen los seminaristas
que deben pasar por un periodo de madurez en todos los aspectos: humano,
académico, espiritual y pastoral para ser este presbítero que pueda dar la vida
por las ovejas. Y claro esto es difícil, por la actual sociedad consumista que
busca animarnos a auto gratificaciones infatigables.
“el padre del hijo pródigo no vive preocupado por sí mismo. Su vida, llena de tantos
sufrimientos, le ha hecho un hombre que no siente ningún deseo de controlar”
Esto solo se consigue con la madurez que solo es adquirida por la sabiduría que
viene de Dios cuya raíz es el trono de la gracia: el árbol de la cruz de Cristo.
Esto que voy a citar es lo que más ha cautivado mi atención en el libro: “La vida en
comunidad no hace que desaparezca la oscuridad. Al contrario, es como si la luz
que me atrajo a El Arca me hubiera hecho consciente de la oscuridad que había
dentro de mi […] La vida en comunidad me ha abierto a la verdadera batalla
espiritual: la batalla de caminar hacia la luz precisamente cuando la oscuridad es
tan real”
La vida en comunidad es máxima penitencia. Así, reconozco que entraba en el
Seminario creyéndome algo convertido, libre de toda soberbia, avaricia, lujuria,
etc. Pero en este caminar frente a los demás hermanos del seminario el Señor me
concede ojos para ver la podredumbre de mi corazón.
“Cuando vivía solo, era bastante fácil mantener al hijo mayor escondido. Pero el
compartir mi vida con personas que no ocultan sus sentimientos, en seguida me
puso frente a frente con el hijo mayor dentro de mi”
A pesar de todas las pobrezas que tiene mi corazón “¿Cómo puedo elegir lo
contrario a lo que necesito? Una voz me dice: No tengas miedo. El Hijo te
cogerá de la mano y te llevara hasta la paternidad ”
3. Conclusiones
Todos estamos llamados a convertirnos en el padre, pero el camino pasa por la cruz
y este involucra el ir reconociéndose primero en el hijo menor, luego el mayor y
llegar al padre.
Comprendo con más claridad lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia respecto al
ser de Dios. Cuando Dios se revela dice que es “rico en amor y fidelidad”. Así, Dios
es un Padre misericordioso y fiel a sus promesas, que siempre las lleva a
cumplimiento.
El Señor se vale de muchos medios para hacer retornar al hijo a su casa, como en el
caso de Nouwen, por medio del arte.
4. Bibliografía