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Para esto, debemos consolidar el referente que constituya una Izquierda del Siglo XXI -
democrática socialista y feminista-, una izquierda que renueve su vocación
transformadora a la luz de las nuevas construcciones desarrolladas en el siglo XX por las
luchas de los movimientos sociales y de diferentes esfuerzos revolucionarios. Esta
construcción debe iniciar un proceso de reflexiones y prácticas incesantes donde la
cuestión del socialismo vuelva a ser asumida en su centralidad, esta vez, desde un
enfoque feminista, ecologista y decolonial, que le permita pensar en nuevos horizontes de
emancipación que encaren las múltiples formas de sometimiento contemporáneo.
La política chilena se ha caracterizado en estas últimas décadas por un despliegue de
negociaciones que no dan respuesta a las necesidades de las personas, pues sólo lo
hace ante el poder del capital. Para poder transformar el status quo, la izquierda
latinoamericana debe llevar adelante nuevos desarrollos de la teoría revolucionaria, en
diálogo fecundo y crítico con las múltiples apuestas intelectuales que hoy construyen y
alimentan una amplia diversidad de perspectivas contrahegemónicas en el mundo.
Refundar una izquierda revolucionaria y feminista en Chile, entonces, es volver a la
transformación radical de nuestra sociedad.
Ello requiere, sin duda alguna, de una refundación del campo de la política, que haga
posible el ingreso de amplios sectores cuya exclusión ha sido la divisa fundamental de la
estabilidad política del neoliberalismo como: las mujeres, las personas migrantes, las
disidencias sexuales y de géneros, entre otres. Es desde esas formas diferentes de mirar
el mundo que nos toca elevar un proyecto emancipador de las personas y la naturaleza,
que sea capaz de desafiar el sentido común instalado, mediante demostraciones prácticas
de caminos con posibilidades socialistas y feministas.
Plurinacionalidad
Aspiramos a constituir una izquierda socialista para nuestros tiempos, que se plantee la
problemática del Estado-Nación y el enfrentamiento que su estructura genera con los
Pueblos Originarios. La izquierda de hoy debe reconocer la diversidad de pueblos que
habitan nuestros territorios desde la época precolombina, anterior a la existencia del
Estado de Chile y previo a la construcción de la chilenidad que le da forma al Estado-
Nación. Este proyecto político debe aspirar a constituir un modelo de Estado, dentro del
camino de la transición socialista, que acabe con las formas neoliberales y coloniales de
relacionarse con los pueblos, que sea capaz de resolver el problema de la relación
asimétrica entre estos.
Creemos en un proceso de plurinacionalización que nazca desde los territorios, que
permita transformar las relaciones sociales, culturales y económicas, apuntando a la
descolonización de las prácticas políticas. De esta forma queremos construir
institucionalidad de carácter plurinacional, desarmando el modelo actual del Estado,
apelando a la horizontalización de los derechos colectivos y al reconocimiento de las
estructuras organizativas de todos los pueblos. Entender y construir un Estado capaz de
delegar poder a las comunidades, para que desde los pueblos se ejerza
autodeterminación; es un camino para construir un país de múltiples naciones, de pueblos
libres y soberanos.
La izquierda del siglo XXI debe enfrentar la pregunta de las independencias desde la
perspectiva de que la forma de vida de los pueblos originarios se entiende desde lo
comunitario, hacia el buen vivir. En este sentido, son posibles ordenamientos políticos
territoriales que constituyen modos de vida más igualitarios, solidarios y colectivos;
principios que esta izquierda nueva debe hacer suyos para soñar una sociedad
emancipada.
3.1 Oposición
La derecha ha sido el sector con más capacidad de asumir el liderazgo, y ha superado al
campo de la centro-izquierda concertacionista en su capacidad de refundación. Esta
derecha en transformación y no exenta de profundas contradicciones internas, busca
desmontar los avances del movimiento social de la última década a partir de distintos
dispositivos: ahí anida su voluntad estratégica. Sin embargo, hasta ahora no han tenido la
capacidad (por sus propias contradicciones y su baja unidad política) de consolidar esa
voluntad. Nos enfrentamos a una alianza política que está por una mayor sofisticación en
la profundización del neoliberalismo.
Este nuevo escenario político hace que actualmente exista una oposición fragmentada,
donde los partidos de la ex Nueva Mayoría buscan conformar una alianza que pone lo
electoral por sobre el acuerdo de un proyecto político transformador. En este contexto la
NM tiene escasas posibilidades de una reconfiguración real, en parte por el aislamiento de
la Democracia Cristiana y su dificultad de recuperar el rol de referencia en el centro, como
por expresiones como la Convergencia Progresista (PR-PS-PPD) que carece de un relato
que sobrepase el discurso de “vencer a la derecha en las urnas”. El Partido Comunista se
mantiene aislado, pero insistiendo en una propuesta de alianza desde la DC hasta el FA.
Este cuadro plantea una imposibilidad en la conformación de una alianza amplia de la
oposición toda vez que predomina el consenso neoliberal transversal a los partidos de la
ex NM (con excepción del Partido Comunista) que se encuentran cómodos con una
democracia de baja intensidad y con la existencia de cerrojos institucionales destinados a
dar sustentabilidad a un modelo que ya hicieron propio.
Cuando decimos que hoy no es posible sostener una política de alianzas con todo el arco
centro-izquierda, lo afirmamos desde la existencia de proyectos distintos que superan los
marcos de la herencia transicional. La crisis de paradigma de la centro-izquierda debe ser
problematizada a partir de un trazado estratégico y táctico, sin anular ninguna de estas
dos dimensiones. Sostenemos que lo que está en juego es más que una agenda marcada
por el clivaje “derechos versus mercado”. En este sentido, nuestro proyecto excede los
marcos de la socialdemocracia.
Si la herencia transicional se vio caracterizada por la lógica de los consensos y la
alteración periférica de los “excesos” del modelo, la izquierda revolucionaria debe apostar
por la ruptura definitiva en clave democrática, por medio de una acción política tendiente a
la socialización del poder político.
De esta forma, desde el punto de vista táctico, la disputa del sentido común pasa por
encaminar las reformas políticas al régimen que faciliten la participación popular en la
administración del poder, ya no como un fin en sí mismo sino como obertura de un
espacio de disputa. Asimismo, se plantea una agenda de colegislación social y de
democracia territorial, rompiendo la invisibilización del mundo social y el bloqueo de la
participación popular en la gestión y decisión de los asuntos públicos. Este aspecto es
clave para iniciar un proceso de transición postneoliberal, cuya perspectiva estratégica
estará en disputa permanente, de cara a la consolidación de una izquierda que profundice
la crisis del modelo, y proponga salidas más allá del reformismo.
❖ Democracia
La democracia representativa no basta y debemos avanzar en la práctica de una
democracia participativa, prefigurando un necesario empoderamiento ciudadano para
concretar transformaciones profundas que el Chile actual necesita. El rol del nuevo partido
de izquierda es conducir hacia un programa progresista de apertura hacia la vía socialista,
creando condiciones objetivas y subjetivas para la mantención y avance en esa dirección
a nivel institucional, territorial y sectorial.
❖ Modelo de desarrollo, descentralización y pueblos originarios
Junto con lo anterior, un lineamiento central para el que hacer de la nueva organización
de izquierda, es la construcción de un modelo de desarrollo alternativo y sustentable. En
este eje, se considera esencial superar la lógica de explotación bajo la cual se han
consumido los recursos naturales del país, provocando que en la actualidad la protección
del medio ambiente sea un problema transversal. Así, construir un modelo de desarrollo
que se base en la cooperación, y en el bienestar colectivo debe ir de la mano con el
modelo de sociedad que permita el cuidado y respeto por los recursos naturales y las
tierras ancestrales.
Por otro lado, debemos proponer un nuevo modelo, donde seamos capaces de responder
y recomponer un modelo de Estado que avance hacia la plurinacionalidad, generando un
nuevo entendimiento y relación con los pueblos originarios, donde los elementos centrales
sean la autodeterminación y la autonomía.
Junto con lo anterior, proponer un sistema de descentralización efectivo, donde se
potencien la regiones como ejes articuladores de la economía, es central al momento de
recomponer una sociedad que permita un desarrollo transversal, no solamente enfocado
en lo administrativo.
❖ Derechos sociales
Uno de los grandes ejes que se han desarrollado en el inicio de las movilizaciones, que se
dio el 2011, es la lucha por resignificar y por instaurar el concepto de derechos sociales y
su desmercantilización. Creemos que un proyecto de largo plazo debe considerar que la
lucha por la garantía de derechos no es el punto de llegada, sino solo de partida. La
perspectiva socialista, feminista y libertaria que está a la base de nuestra propuesta,
considera nuevas formas de relaciones sociales que no consideran solo la lucha por la
subsistencia, más bien aboga por una sociedad donde el concepto de desarrollo no se
asocie solo al crecimiento económico. Ya no basta solo con derechos, queremos cambiar
la correlación de fuerzas para que las personas y los colectivos construyamos en
conjunto, una sociedad más justa.
❖ Enclaves Autoritarios y Reforma Institucional
El modelo heredado por la concertación, como parte del proyecto neoliberal que se
instauró, con la orientación progresista que define esta coalición, se cerró en torno a
distintos enclaves autoritarios que hoy condicionan la irreformabilidad del modelo.
Esencial es tener en consideración la institucionalidad dada por el Tribunal Constitucional
como tercera cámara, la autonomía de las ffaa y la nula democratización en este espacio,
y de forma transversal, la Constitución Política. La transformación de estos enclaves
autoritarios debe ser objetivo de los espacios institucionales a los cuales se está
apostando, entendiendo entonces la necesidad de la toma del poder porque permite
generar las condiciones para el cambio. En el eje de relación con ffaa, es necesario que
como nueva fuerza, se plantee la restructuración y la resignificación del quehacer de las
ffaa, apostando a una democratización que parta por proponer nuevos ordenamientos
jerárquicos, y una revisión y transformación doctrinaria en estos espacios.
❖ Socialización del trabajo reproductivo
Es fundamental avanzar en visibilizar el trabajo reproductivo ejercido históricamente por
las mujeres, pero también generar estrategias que apunten a socializar estas labores
mediante la educación y la creación de un Sistema Nacional de Cuidados y de esta forma
reorientar la división sexual del trabajo. Asimismo, un pilar de este modelo es la
maternidad obligada como condición de reproducción de la fuerza de trabajo, sustentada
en la asociación mecánica de la sexualidad femenina con la reproducción. En esa línea,
cobra relevancia el acceso pleno a Derechos Sexuales y Reproductivos, de forma de
eliminar la mistificación de la figura de mujer madre y permitir la autonomía de las mujeres
en relación a sus cuerpos.
Definición de candidaturas
Los mecanismos de definición de candidaturas debe considerar principalmente su
capacidad para construir la confluencia de las expresiones y experiencias sociales y una
vocación socialista orientadora con miras a la constitución de la disputa política del siglo
XXI y sus desafíos. Considerando la relevancia que tiene la articulación territorial, en tanto
disputa con el orden neoliberal-patriarcal, hoy también destaca el carácter estratégico que
toma el territorio. Las apuestas políticas actuales muestran que la izquierda chilena puede
gobernar no solo de manera participativa, transparente y austera; sino que, con una
perspectiva de transformación social, fundamentada en la construcción de una nueva vida
en comunidad y un nuevo sujeto político, en que primen principios de un orden social
alternativo.
Planteamos criterios y orientaciones generales que deben atravesar nuestra apuesta
política en este escenario:
❖ La necesidad de generar una estrategia de carácter nacional para enfrentar las
elecciones, con un diálogo de ida y vuelta entre los objetivos nacionales y los objetivos
locales, que permita racionalizar esfuerzos militantes, económicos, y políticos para
obtener triunfos electorales en comunas que consideramos prioritarias, no solo por su
potencialidad electoral, sino por su significación y peso político.
❖ Dicha estrategia debe considerar a compañeras y compañeros con posibilidades
de triunfo en comunas relevantes o avances consistentes en la construcción del proyecto
y no considerar candidatas solo para rellenar o cumplir con cuotas de género legales y/o
internas del partido.
❖ Debe contemplarse un despliegue de financiamiento. Ello implica campañas de
recaudación y actividades que no vayan en beneficio únicamente de las apuestas locales,
sino que tengan relación con la estrategia nacional que será determinada por la
organización y su consecuente priorización.
❖ Debemos impulsar al interior del Frente Amplio y con los espacios territoriales, la
necesidad de realizar primarias ciudadanas allí donde sea necesario, no como una forma
de dirimir disputas entre partidos por los cupos, sino como una práctica democrática que
permitirá realizar un despliegue territorial y electoral para la construcción de las mayorías
políticas y sociales que sostendrán las futuras alcaldías frenteamplistas.
❖ La generación de capacidades políticas y técnicas de compañeros y compañeras
se vuelve central para nuestras futuras Alcaldías Ciudadanas. Debemos aprender
colectivamente y formarnos para asumir el ejercicio del poder local. No podemos llegar a
improvisar y aprender en el camino, debemos empezar desde ya a visualizar y
dimensionar el desafío que tenemos por delante.
En conclusión, nuestra apuesta municipal 2020 debe orientarse a la construcción y
fortalecimiento de un nuevo sujeto político en la que con antagonismo enfrentemos el
orden capitalista-patriarcal establecido, a través de una estrategia de posicionamiento con
proyecto político propio, vinculado a la modificación de las formas de pensar y ejercer la
actividad política de los sectores subalternos.
5. Criterios generales nueva orgánica
La construcción de un referente político y orgánico, implica la conformación de un
instrumento de conducción del proceso de acumulación y/o construcción de fuerzas
sociales y políticas, como expresión del proceso de constitución del sujeto de la
transformación, es decir como parte del sujeto y no como una externalidad o dispositivo
burocrático de control.
En este proceso de construcción de fuerza social y política, la orgánica que nos dotemos
debe ser capaz de facilitar la conformación de un sujeto que se define desde una clara
oposición a toda forma de opresión. Para esto, es consciente de su posición en la
estructura social, también es consciente de su posición subordinada en relación al capital
y el patriarcado, sus formas de dominación y asimetrías en los diversos ámbitos de la vida
y la situación histórica que vive.
Vivimos un momento histórico en el que la constitución de un sujeto transformador y
emancipador se presenta de manera heterogénea y fragmentada, no es sujeto dado sino
un sujeto por construir de manera colectiva. De ahí la importancia en la construcción de
alianzas sociales y políticas y rol del instrumento orgánico en ello.
En este proceso de las alianzas de clase, el trabajo en redes políticas y sociales cobra
especial relevancia. La constitución de un bloque popular amplio, que incorpore a
hombres y mujeres en sus más diversas formas de subordinación y precarización. Tanto
los trabajadores, como también sectores medios (ya sean profesionales, pequeños
empresarios, “emprendedores” y cooperativas) y por supuesto, las diversas asimetrías a
nivel género y pueblos originarios.
Se trata de una construcción suficientemente amplia que combina radicalidad con
amplitud para enfrentar al capitalismo y al neoliberalismo, en sus distintos niveles de
profundidad y alcance. Se constituye entonces, un instrumento de articulación y
conducción política, al calor de la politización de conflictos o enfrentamientos por la
transformación/emancipación.
La constitución de un referente de izquierda hoy, está determinado por el doble desafío de
construcción de un sujeto social de cambio y la fuerza política transformadora que lo
sostenga. El rol del órgano político se debe centrar en generar las condiciones para la
disputa de luchas sociales y políticas, que se sostienen desde la base y en los territorios.
Parafraseando a Marín, este instrumento debe generar condiciones para cumplir las
funciones de politizador y articulador de luchas. Esto no se hará si no es clarificando cuál
y cómo debe darse el enfrentamiento. Con estructuras que permitan la formación política
y la reflexión colectiva, al mismo tiempo que se despliega en los espacios de vida, en sus
sistemas de relación y territorios.
Desde este punto de vista la organización política es condición para la estrategia política y
viceversa. La construcción de la organización pasa a ser un objetivo político como
condición de sostenibilidad de una estrategia política, avanzando hacia un Partido flexible
y funcional a las condiciones de conflictividad/enfrentamiento.
Criterios orgánicos:
1. Carácter nacional.
2. Fuertemente anclado en el territorio.
3. Coherentes con una estrategia de acumulación de fuerzas.
4. Vocación de mayorías.
5. Salto de la cantidad a la cualificación política del campo social, con horizonte
feminista, libertario y socialista.
6. Constitución de sujetos y sujetas portadores y promotores de una ética socialista y
feminista militante.
7. Combate de las herencias culturales que el machismo y el patriarcado imprime a
las lógicas militantes y las actuaciones políticas en espacios comunes.
Criterios militantes:
8. La nueva orgánica debe tener una práctica que desborda la expresión meramente
deliberativa, que implica una disposición activa, participativa, reflexiva y transformadora
en las diversas dimensiones de la actividad social y política.
9. Un partido de militantes es lo que la izquierda requiere para dotar de conducción al
proceso político chileno de superación del neoliberalismo, así como la defensa y
profundización de los cambios en un rumbo estratégico común de orden socialista,
libertario y feminista.
10. Partido como escuela formativa que preparare a sus miembros para asumir el
debate interno sobre los desafíos de construcción de una nueva forma orgánica
anticapitalista y antipatriarcal, en las distintas responsabilidades personales y colectivas.
11. Superando las lógicas procedimentales de la democracia formal, apostamos por
una democracia sustantiva.
12. La militancia debe estar compenetrada en el desarrollo orgánico del bloque social
y político revolucionario.
Dicho lo anterior resulta relevante reconocer en un inicio las diversas tradiciones,
prácticas y concepciones de partido entre la militancia convergente. Asimismo, a las
distintas perspectivas tácticas y estratégicas como puntos de partida a la consolidación de
una estructura de mayor unidad política. En este plano, y en un primer momento, resulta
necesario reconocer la existencia de corrientes políticas internas, que legítimamente
condensen reflexiones y aspiren a la conducción del partido, en cuanto expresen sus
posiciones de manera abierta, fraterna y democrática hacia el colectivo.
No obstante, resulta imprescindible constituir espacios orgánicos comunes a nivel de
frentes sociales y estructuras de coordinación institucional así como estructuras de
diversas territorialidades y condensadas en un macro territorio (regionales) que permitan
el desarrollo del conjunto partidario y dé cabida a quienes se vayan integrando,
permitiendo una gradual consolidación de la unidad política.
El levantamiento del movimiento social y político feminista, ha promovido la discusión
sobre las prácticas patriarcales al interior de los partidos y organizaciones de izquierda,
que no han estado exentos de reproducir las lógicas opresoras y patriarcales. Frente al
reconocimiento de esta herencia, vemos en conjunto la necesidad de promover acciones
que erradiquen las prácticas segregadoras y violentas, y promuevan el desarrollo de un
quehacer político completamente feminista. Elaboración de un protocolo feminista interno
para la sanción de conductas atentatorias contra sus principios.