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TEMA 1.

APROXIMACIÓN AL SECTOR CULTURAL. INTRODUCCIÓN Y CONCEPTOS

El consumidor cultural del siglo XXI es nómada. Si durante siglos el consumo cultural estuvo
centrado en una élite que accedía a elementos prefijados y característicos de la “alta cultura”,
generalmente guardados por escrito, hoy todo eso no es ni siquiera un recuerdo. A través de
una conexión a Internet y un Smartphonecualquier persona puede acceder, prácticamente sin
límite, a todo tipo de contenidos, modulando personalmente, según sus preferencias y
necesidades, el grado de profundidad que va a alcanzar en cada transmisión cultural.
Así, un adolescente de Sicilia puede profundizar desde la parada del autobús en los diferentes
géneros de manga japonés siguiendo en Instagram la cuenta de su mangaka favorita mientras
una señora de Alabama se informa con gran detalle de las características de los diferentes
palos del flamenco y aprende de manera autodidacta a diferenciarlos viendo vídeos de
YouTube.

Hoy, el conocimiento no es exclusivo, ni se invoca como si estuviésemos en un templo, ni


reside en manos de los docentes, ni se limita a códigos académicos que cuesta descifrar. Con la
ventana que la tecnología ha puesto en nuestras manos tenemos un entorno global de
aprendizaje libre, donde nuestra curiosidad es, en la mayoría de casos, la única limitación. El
acceso a la cultura y el conocimiento ha volado de los libros y ahora nos acompaña a todas
partes a través de la conectividad.

El entorno cultural tradicional se ha transmutado, dibujando un nuevo formato que todavía


está en fase de definición. En este proceso de formación, ha surgido la curiosidad y el deseo de
aprender por parte de millones de personas, que acuden a diario a Internet para entender.
Porque esa es la palabra que será la clave de este nuevo siglo de la cultura: “entender”. Y la
audiencia global puede tener interés en entender cómo se cocina más fácilmente una variedad
concreta de estofado, cuáles son las características principales de diferentes tipos de cuchillos
o qué significado tiene una ópera del siglo XIX, solo por mencionar tres ejemplos de los
infinitos posibles.

Este nuevo acceso a la cultura redefine el concepto de las profesiones culturales y ha dado
lugar a una enorme actualización del perfil de divulgación cultural. En este nuevo perfil, la
persona que divulga ya no es un orador excelente y rebosante de carisma que nos motiva y
nos abre la puerta al conocimiento, siguiendo el ya clásico modelo de Carl Sagan. Las
divulgadoras y divulgadores del siglo XXI se sientan virtualmente a nuestro lado mientras
aprendemos, entran en nuestras casas antes de acostarnos a través de la pantalla del teléfono
y responden en sus redes sociales a las preguntas que les podemos plantear de manera
directa.
El nuevo panorama de la divulgación cultural (en redes) es el tema al que dedicamos este
curso (en red). Mi objetivo, en el desarrollo de estas tres lecciones, será aproximaros a este
nuevo formato cultural e introduciros en las estrategias que os permitan moveros en este
mundo cultural que se está desarrollando y sacar el mayor provecho posible de las
herramientas que nos facilita. No usaremos bibliografía y referencias al uso, sino que en cada
caso señalaremos las fuentes, marcaremos hipervínculos en el texto o indicaremos lecturas
que sirvan para ampliar las cuestiones que vayamos abordando. Cada lección llevará un
pequeño test de autoevaluación, donde se incluirán preguntas referentes tanto a la lección
como a los vídeos y las lecturas complementarias que vaya señalando.

Si hemos definido al consumidor cultural como nómada, ya podemos imaginar que el sector
cultural de este siglo todavía joven se está intentando adaptar a ese nomadismo.
Seguramente, nunca antes desde que existe algo que llamamos “sector cultural” había sido
éste tan poroso. La tecnología ha convertido a cada ciudadano con algo que contar en un
agente activo del sector cultural y ha hecho posible una red que, a través de un modelo C2C,
interconecta a todos los interesados en un determinado formato cultural.

Para poder movernos en este campo, debemos dejar fijados desde el principio del curso una
serie de términos que nos van a abrir el debate. Veremos que no todos estos términos son
fáciles de definir, pero precisamente en su complejidad reside su riqueza, así como las claves
del propio sector cultural y sus dificultades presentes y futuras.

CULTURA Y ACCESO A LA CULTURA

La palabra cultura es un término polisémico que ha recibido múltiples definiciones, recibiendo


influencias del arte, de la sociología, de la historia, de la educación, de la antropología, de la
filosofía, de la psicología… Si profundizásemos en la historia del concepto veríamos que es
extremadamente difícil de definir[1]. Abarca las manifestaciones artísticas, pero no se limita
solamente a ellas. Se expande en usos, costumbres, historia, lengua, religión, mitos, creencias,
vestimenta, comidas, valores, símbolos… ; es decir, alcanza el carácter de cosmovisión
personal y colectiva[2]. Por este motivo, muchos estudiosos del tema prefieren hablar de
“culturas” (en plural) como manera de referirse a la diversidad que el término implica: “Si por
cultura se entiende un modo colectivo de vida o un repertorio de creencias, estilos, valores,
símbolos, solo podemos hablar de culturas, nunca de cultura; porque un modo de vida o un
repertorio de creencias supone modos y repertorios diferentes. Es un universo de modos y
repertorios”[3].
Según la definición de la UNESCO en 1982, “la cultura puede considerarse actualmente como
el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que
caracterizan una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los
modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las
tradiciones y las creencias”. En esa misma definición, la UNESCO destaca que la cultura “da al
hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres
específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella
discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma
conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus
propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo
trascienden”[4].

Debemos tener siempre en cuenta que la cultura (y su acceso) es un derecho universal. Así lo
define en 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas, al aprobar la Declaración
Universal de Derechos Humanos, en cuyo artículo 27 se dispone que:

“Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a
gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él
resulten [5].”

En 1966, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales retoma los


instrumentos internacionales precedentes y compromete a los Estados Partes a reconocer el
derecho de las personas a “participar de la vida cultural”, “gozar de los beneficios del progreso
científico y de sus aplicaciones” y “beneficiarse con la protección de los intereses morales y
materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas
de que sea autora”. Los Estados Partes deberán adoptar medidas concretas para asegurar el
pleno ejercicio de este derecho, entre las cuales “figurarán las necesarias para la conservación,
el desarrollo y la difusión de la ciencia y de la cultura” y el respeto a la “indispensable libertad
para la investigación científica y para la actividad creadora”, como así también a reconocer “los
beneficios que derivan del fomento y desarrollo de la cooperación y de las relaciones
internacionales en cuestiones científicas y culturales”[6].

Siguiendo el espíritu diseñado por las normas y convenios internacionales, las legislaciones de
los diferentes países se van a ir haciendo eco de los derechos culturales a lo largo del siglo XX.
En el caso español, la Constitución de 1978 recoge en su Artículo 44 el derecho de acceso a la
cultura:

1. Los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que todos


tienen derecho.

2. Los poderes públicos promoverán la ciencia y la investigación científica y técnica en


beneficio del interés general[7].

Los derechos culturales

Te recomendamos este artículo sobre los derechos culturales que puedes ver a continuación:

ENTREVISTA

Esto resulta muy interesante para el propósito de este curso, ya que si el acceso a la cultura es
un derecho, la divulgación cultural pasa a ser una herramienta necesaria para el ejercicio de
ese derecho. No obstante, a causa de lo amplio y ambiguo de la propia definición de cultura se
acaba generando una situación indefinida en la que el acceso a la cultura es muy desigual y
varía mucho en función del tipo de expresión cultural del que hablemos en cada caso. Ni las
normas ni las leyes determinan qué culturas o expresiones culturales se incluyen en ese
derecho de acceso a la cultura, de manera que en cada caso son los poderes públicos los que,
frecuentemente con notable polémica, deciden potenciar unas u otras expresiones culturales.
Para terminar este apartado, este artículo de Raül Barrera Luna nos sirve para definir
antropológicamente la cultura desde diferentes perfiles, antes de continuar con otras
definiciones que también serán importantes.

“El concepto de la cultura: definiciones, debates y usos sociales”


RAÚL BARRERA

Recomendamos encarecidamente la lectura de este artículo, que ponemos en descarga


gratuita a continuación:

ARTÍCULO

INDUSTRIAS CULTURALES

Se conocen como industrias culturales aquellas que desarrollan, realizan, reproducen,


distribuyen y comercializan de forma masiva productos de características culturales,
destacando entre ellos los productos artísticos. Entran en esa categoría las producciones
bibliográficas, televisivas, cinematográficas, musicales, audiovisuales y multimedia, sin que
esta nominación resulte acabada ni excluyente[8].

También llamadas “industrias creativas”, sus productos normalmente están protegidos


por copyright y pueden tomar la forma de bienes o servicios. La Oficina Regional de Cultura
para América Latina y el Caribe de la UNESCO advierte que si bien “las industrias culturales son
trascendentales en la promoción y mantenimiento de la diversidad cultural y económica, y
crean un acceso democrático a la cultura”[9].

El sector de las industrias culturales ha sido en las últimas décadas uno de los de mayor
crecimiento a escala mundial, especialmente a causa del liderazgo de la industria
norteamericana, cuya producción audiovisual cubre alrededor del 90% de las cuotas de
pantalla en gran parte de los países del mundo. En el caso de los países desarrollados, con la
desindustrialización que han ido viviendo a causa de la deslocalización, las industrias culturales
se han convertido en una baza excelente, por el alto valor añadido que generan, al tiempo que
se vuelven parte de la imagen y la marca de los países más desarrollados.
La paradoja de la industria cultural es que se trata de un negocio que, como hemos visto,
comercia con un derecho, como es el del acceso a la cultura. En las economías capitalistas, esta
dicotomía da lugar a abundantes conflictos, aunque normalmente el consumidor asume las
confusiones que provoca.

HIPERCONECTIVIDAD

Hiperconectividad es un término creado en 2001 y que se utiliza para designar la conexión


permanente mediante la tecnología o entornos digitales como la mensajería instantánea, las
videoconferencias, la realidad aumentada y las redes sociales[10]. Esta nueva situación en la
que se encuentra el ser humano ha sido provocada por la disponibilidad de los distintos
medios de comunicación con los que contamos actualmente como el correo electrónico, las
redes sociales, la mensajería instantánea, el teléfono e Internet.

La hiperconectividad está estrechamente ligada a la globalización ya que esa conectividad


entre objetos, cotidianidad, personas y ambiente se hace cada vez más fácil y el poder
adquisitivo por medio de un mercado virtual está en crecimiento. Desde el punto de vista del
consumo cultural, esta nueva situación ha provocado que, de manera natural, nazca un nuevo
modelo de consumidor cultural, que es el usuario que accede a la cultura de manera remota a
través de sus conexiones.

En este curso nos interesa particularmente esta conectividad reforzada así como este modelo
de usuario, pues es el que busca su acceso a la cultura en entornos online y al que se dirige la
actividad de la divulgación cultural en redes.

La forma actual de entrar en contacto con la cultura ya no responde a parámetros


tradicionales. En el pasado, la cultura era algo bastante estático, consagrado e inmutable,
definido por una minoría y con un acceso restringido que tenía lugar en solitario. Actualmente,
la cultura es un elemento completamente fragmentado, al que se accede de manera
desordenada, espontánea y un poco caótica a través de un proceso personal de investigación
como parte, muchas veces, de una comunidad, expresada en muchas ocasiones en las redes
sociales. El concepto que mejor nos sirve para entender este panorama de la cultura y sus
principales características es el de las” comunidades de flujo”.

Comunidades de flujo y culturas comunitarias

Te recomendamos este artículo sobre los derechos culturales que puedes ver a continuación:

ARTÍCULO

Lo importante, en este punto, es que tengamos más dudas que certezas. Si tenemos presente
la amplitud y debate que rodea al concepto cultural estaremos en mejor posición para
plantear su divulgación de cara a una sociedad que está permanentemente cambiando su
percepción del hecho cultural.

[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Cultura

[2] Jorge Eduardo Padula Perkins, Aproximaciones a la gestión cultural, Trea, Gijón, 2015, pp.
11-15.

[3] James Llull, Medios, comunicación, cultura, Amorrortu, Buenos Aires, 1997.

[4] https://culturalrights.net/descargas/drets_culturals400.pdf

[5] https://www.ohchr.org/EN/UDHR/Documents/UDHR_Translations/spn.pdf

[6] https://www.ohchr.org/sp/professionalinterest/pages/cescr.aspx

[7] https://www.boe.es/legislacion/documentos/ConstitucionCASTELLANO.pdf

[8] Jorge Eduardo Padula Perkins, Aproximaciones a la gestión cultural, Trea, Gijón, 2015, p. 45.

[9] Ibídem, p. 46.

[10] https://en.wikipedia.org/wiki/Hyperconnectivity

TEMA 2.

CULTURA EN INTERNET: DÓNDE, CÓMO Y POR QUÉ

La cultura en la red se puede encontrar prácticamente en cualquier lugar. Pero aquí veremos
algunas de las fuentes principales y sus características.

Por un lado, tenemos los medios de comunicación tradicionales, especialmente periódicos y


televisiones, que vuelcan en Internet sus contenidos. Cuando se trata de divulgación cultural,
estos medios suelen tener una visión bastante anticuada de la misma, pues elaboran sus
contenidos todavía a la vieja usanza: artículos escritos o piezas audiovisuales, pensadas para
aparecer en un diario o como parte de un noticiero televisivo. Su formato, por más que se
cuelguen luego en la red, tiende a ser estático, poco flexible y muy narrativo. Ofrecen
normalmente una visión de la cultura enunciativa y cerrada, donde el debate queda por debajo
de la opinión personal del redactor o redactora de la noticia.
Estos formatos están pensados más como “información”, de manera que podríamos no
considerarlos estrictamente divulgativos, aunque es obvio que divulgan y dan a conocer
cuestiones culturales al público general. Tienden a expresar de manera bastante habitual la
línea editorial del medio en que se publican, con lo que sus análisis suelen ser bastante
dirigidos. Algo llamativo de este formato cultural es que, siguiendo la vieja costumbre
periodística, los expertos aparecen como fuente, pero es el periodista el que modula (no
siempre de manera acertada) lo que el experto le transmite.
Lo que se consigue es que la información que recibe el espectador no sea directa. En muchas
ocasiones esto da lugar a errores, ya que la persona que redacta la noticia no puede ser
especialista en todas las áreas para discernir si ha entendido bien o no lo que los expertos que
ha usado como fuente le han transmitido.

Artículo sobre ARCO 2019 en el Diario El País

Te recomendamos este artículo por Peio H. Riaño publicado el 27 de Febrero de 2019 en El País
que puedes ver a continuación:

ARTÍCULO

Una ventana importante a la divulgación han sido las webs personales de profesionales
culturales de toda índole.

El formato de blog ha permitido desde hace ya dos décadas aportar una visión más cercana a
la realidad de cada sector cultural a través de la ventana virtual que personas especializadas
han ido abriendo. Este mismo modelo de comunicación directa se ha desarrollado también en
los foros de Internet, aunque la popularidad de estos formatos ha ido cayendo a medida que
las redes sociales han triunfado.
En este modelo divulgativo el contacto con la información es directo y no se hace a través del
periodismo, sino que los profesionales hablan directamente a su audiencia. Muchas de estas
profesionales han dado el salto desde los blog a otros formatos, especialmente el vídeo de
YouTube, e incluso se han profesionalizado en la divulgación. El grado de profundidad y rigor
suele ser muy superior al de las noticias clásicas de prensa y los temas son más específicos y
están mejor enfocados. A cambio, pueden ser contenidos formalmente menos desarrollados,
ya que sus autoras y autores no siempre tienen formación específica en comunicación. Os dejo
dos ejemplos de @deborahciencia donde podéis ver su trabajo tanto en su web personal como
en su canal de YouTube sobre el mismo tema que acabamos de ver tratado en un artículo de
prensa tradicional.

“Despreciar el arte contemporáneo está permitido”


DEBORAH GARCÍA BELLO

Te recomendamos este artículo que puedes ver a continuación:

ARTÍCULO

El tercer y último canal de divulgación cultural en Internet son las redes sociales, área en la que
cada vez cobran más fuerza los perfiles divulgativos en español, a imagen de lo que lleva años
ocurriendo en el mundo anglosajón. Aunque nos dedicaremos de manera específica a las redes
a lo largo del curso, baste avanzar aquí que permiten una comunicación mucho más rápida que
los formatos anteriores.
Cada vez es más frecuente encontrarse con que los medios de comunicación tradicionales
extraen sus noticias y enfoques de debates viralizados en las redes, lo que da muestra de que
éstas permiten una inmediatez superior. Profundizaremos más en la siguiente lección, pero
aquí dejo un ejemplo interesante: un hilo muy bien argumentado de una restauradora en
Twitter y la traducción de ese hilo en la prensa tradicional, donde se ha reflejado el contenido
general, pero se ha perdido notablemente la profundidad de análisis del original.

Ver el hilo de Yaiza Lascorz en Twitter

Ver el artículo en prensa sobre el mismo tema y realizado a partir del hilo de Twitter

Por último, no quiero terminar este apartado sin hacer mención al hecho de que la divulgación
se ha convertido en un objetivo en sí misma para centenares de profesionales universitarios.
No solo se hace divulgación por compromiso social, viendo la cantidad creciente de
profesionales que mantienen un perfil divulgativo sin percibir beneficio económico a cambio y
solamente por su afán por compartir sus conocimientos y dar a conocer su disciplina. La
divulgación cultura se está convirtiendo también en un creciente ámbito profesional, a imagen
de lo que ya ha pasado desde hace tiempo con la divulgación científica, aunque hay que
reconocer que estamos todavía muy lejos de ésta en cuanto a importancia y volumen.

Pero también tenemos que tener en cuenta que la divulgación ya es una necesidad de los
profesionales del ámbito cultural: profesores e investigadores tienen cada vez más la
responsabilidad profesional de dar a conocer sus actividades y campos de estudio para que la
sociedad (que en muchos casos les financia) obtenga un retorno. Ya no se concibe la idea del
investigador experto que trabaja en arqueología y comparte sus avances solamente en círculos
científicos y congresos: ahora la responsabilidad de transmisión del conocimiento ha cambiado
ese panorama y esos investigadores e investigadoras deben transmitir hacia la sociedad en
general los resultados de su trabajo. Por ello, la divulgación es, cada vez más, una herramienta
básica en las profesiones académicas y el entorno universitario, como se puede ver ya en el
ámbito anglosajón, donde prácticamente cualquier especialista tiene un perfil, generalmente
muy activo, en redes sociales. A esto se añade que cualquier profesión, en el mundo
globalizado de hoy, busca transmitir a la sociedad su valor para la misma y darse a conocer.
Obviamente, las profesiones del sector cultural no son diferentes en este sentido.
TEMA 3.

PERFIL PROFESIONAL DEL DIVULGADOR CULTURAL

La divulgación cultural puede protagonizarla cualquiera, en la medida en que cualquier


persona tiene algo que contar. La figura del erudito como fuente de información está siendo
desterrada en favor de personas especialistas: se ha cambiado el formato desde el antiguo
saber enciclopédico que tenían (o simulaban tener) los expertos de antaño hacia un modelo en
que cada persona puede transmitir lo que sabe de aquellas áreas en las que tiene un
conocimiento más profundo.

Aquí está la clave de todo esto: todas las personas “sabemos cosas” y es altamente probable
que entre esas cosas que sabemos haya algunas que, por orígenes, formación o profesión,
dominemos con cierta profundidad. Las redes sociales nos permiten transmitir esa experiencia
y ese conocimiento a un público que ahora valora esa especialización, frente a la erudición
polímata que se apreciaba en el pasado.

Por eso, volviendo a la primera frase de este apartado, “la divulgación cultural puede
protagonizarla cualquiera”. Puedes ser un apasionado del cine clásico con capacidad para
explicar con gran detalle películas de los años 40 o puedes ser una filóloga recién licenciada
con conocimientos y pasión para hacer entender al mundo las características de la literatura
rusa del siglo XIX. Siempre que se mantenga, como norma irrenunciable, el rigor y la exactitud
en lo que se comente, cualquier perfil personal, profesional o académico puede tener mucho
que aportar a los demás.

Hay que recordar que la clave, hoy, ya no es “aprender”, según el viejo cliché de impartir
conocimiento para que otros lo reciban, aunque no lo digieran. Como decíamos en la
introducción, actualmente lo que busca cada vez más gente es “entender”: la comprensión
sobre cómo se hacen o funcionan las cosas (y no la descripción teórica y no siempre
comprensible sobre ellas). En esa dirección se ha encaminado la divulgación en redes,
aprovechando el poder de difusión que tiene Internet. Divulgadoras y divulgadores buscan,
con un tono cercano, explicar sus materias y contenidos teniendo como objetivo principal que
su audiencia entienda de la manera más cercana lo que se le cuenta.

En el campo de la divulgación, debemos aplicar una máxima que potenciará todo lo que
hagamos: independientemente de nuestra formación académica o técnica, debemos intentar
siempre aprovechar nuestros conocimientos personales. Aquellos que nos hacen diferentes o,
para ser más exactos, aquellos en los que podemos profundizar con seguridad y solvencia para
compartirlos con los demás en un aprendizaje constructivo. Además, gracias a las redes,
siempre podremos complementar nuestros conocimientos acudiendo a otras personas
especialistas que puedan profundizar en aquellos aspectos que nosotros desconocemos,
ofreciendo así, de manera colaborativa, una mejor información y contribuyendo a tejer una
RED de información a partir de las plataformas sociales.

Por eso, antes de comenzar cualquier actividad divulgadora debemos primero realizar un
preciso análisis de nuestro propio bagaje personal, profesional y académico. No se trata tanto
de la antigua capacitación profesional o universitaria, sino de tener claro lo que realmente
sabemos y podemos comunicar a otras personas. Debemos aceptar las carencias, que son
naturales: yo puedo ser titulado universitario en una materia y eso no me convierte,
necesariamente, en especialista en la misma. Y, desde luego, es raro que me haya formado
como especialista en todas las ramas de la titulación que he estudiado y superado. Dicho de
otro modo, una persona titulada en Literatura Inglesa no tiene por qué conocer con igual
precisión el poema de Beowulf que la obra de Charlotte Brontë. Esto no significa que no
valoremos nuestra formación. Al contrario: lo que debemos hacer es analizarla de forma
honesta y objetiva, para poder señalar cuáles son nuestros puntos fuertes en la misma, a la vez
que aprovechamos las herramientas intelectuales y científicas que hemos adquirido en nuestra
etapa académica para seguir formándonos y para analizar todo aquello que vayamos a
divulgar.
Igualmente, es bueno asumir que no es necesario ser un extraordinario orador para poder
hacer divulgación. Evidentemente, la facilidad comunicativa es una buena arma, como también
lo es el carisma personal, al estilo de los clásicos presentadores de documentales científicos
(que, por cierto, eran normalmente siempre hombres, de mediana edad y con aspecto de
pertenecer a una clase social alta). Pero hoy tenemos muchas herramientas que nos permiten
pulir cualquier aspecto comunicativo. Por poner un ejemplo simple: una persona que no tenga
una gran habilidad de oratoria o, incluso, que le de reparo “hablar en público” puede ser una
excelente divulgadora cultural por escrito en las redes sociales. Incluso muchos de los
mejores youtubers culturales son personas bastante reservadas y ello no les impide hacer un
gran trabajo, porque, al fin y al cabo, graban sus vídeos en su casa, sin audiencia que les esté
mirando directamente mientras lo producen.

Por encima del conocimiento, debemos centrarnos en un concepto que apenas está ahora
asomando al mundo científico de habla hispana: la transferencia del conocimiento (TC). En el
ámbito universitario, por ejemplo, durante décadas se ha valorado a profesoras y profesores
su actividad docente e investigadora, pero hasta ahora poco o nada se medía de su
transferencia.

Como divulgadoras y divulgadores culturales, seremos agentes de TC. Esto nos obliga no
solamente a cuidar de nuestros conocimientos, en su exactitud, precisión y rigor -como acabo
de mencionar- sino que deberemos poner especial atención a la calidad de esa transferencia:
analizar nuestras capacidad de transmisión, sea verbal o escrita, así como los medios técnicos
que usemos para volcarla en redes. En nuestro perfil divulgador, será tan importante (o incluso
más importante) saber hacer llegar la información de manera entendible como tener unos
conocimientos muy profundos sobre esa información. Por esto, además de la habilidad
científica o académica, tendrá especial importancia que desarrollemos un conocimiento de los
medios técnicos con los que vamos a trabajar, como iremos viendo en las siguientes lecciones.
También deberemos asumir que este panorama divulgativo es intergeneracional, que nos
puede seguir gente de muy diferentes edades y niveles educativos, a la vez que cooperaremos
con profesionales de distintas edades, con un aporte muy importante de gente joven que se
dedica, con excelentes resultados, a la divulgación.
Una buena toma de contacto con la actual divulgación cultural y científica -en este caso
referida expresamente a YouTube en español- fue el evento Cultube, celebrado en Madrid a
finales del año 2018.

Artículo sobre CULTUBE en el Diario El País (2018)

Te recomendamos este artículo que puedes ver a continuación:

ARTÍCULO

El vídeo íntegro del evento donde los divulgadores y creadores de contenidos explican sus
experiencias se puede visionar a través de YouTube. Aunque por su duración no lo
consideramos de visionado obligatorio para este curso, sí se recomienda como aproximación a
este ámbito

En este modelo divulgativo el contacto con la información es directo y no se hace a través del
periodismo, sino que los profesionales hablan directamente a su audiencia. Muchas de estas
profesionales han dado el salto desde los blog a otros formatos, especialmente el vídeo de
YouTube, e incluso se han profesionalizado en la divulgación. El grado de profundidad y rigor
suele ser muy superior al de las noticias clásicas de prensa y los temas son más específicos y
están mejor enfocados. A cambio, pueden ser contenidos formalmente menos desarrollados,
ya que sus autoras y autores no siempre tienen formación específica en comunicación. Os dejo
dos ejemplos de @deborahciencia donde podéis ver su trabajo tanto en su web personal como
en su canal de YouTube sobre el mismo tema que acabamos de ver tratado en un artículo de
prensa tradicional.

“Despreciar el arte contemporáneo está permitido”


DEBORAH GARCÍA BELLO

Te recomendamos este artículo que puedes ver a continuación:

ARTÍCULO

El tercer y último canal de divulgación cultural en Internet son las redes sociales, área en la que
cada vez cobran más fuerza los perfiles divulgativos en español, a imagen de lo que lleva años
ocurriendo en el mundo anglosajón. Aunque nos dedicaremos de manera específica a las redes
a lo largo del curso, baste avanzar aquí que permiten una comunicación mucho más rápida que
los formatos anteriores.
Cada vez es más frecuente encontrarse con que los medios de comunicación tradicionales
extraen sus noticias y enfoques de debates viralizados en las redes, lo que da muestra de que
éstas permiten una inmediatez superior. Profundizaremos más en la siguiente lección, pero
aquí dejo un ejemplo interesante: un hilo muy bien argumentado de una restauradora en
Twitter y la traducción de ese hilo en la prensa tradicional, donde se ha reflejado el contenido
general, pero se ha perdido notablemente la profundidad de análisis del original.

Ver el hilo de Yaiza Lascorz en Twitter

Ver el artículo en prensa sobre el mismo tema y realizado a partir del hilo de Twitter

Por último, no quiero terminar este apartado sin hacer mención al hecho de que la divulgación
se ha convertido en un objetivo en sí misma para centenares de profesionales universitarios.
No solo se hace divulgación por compromiso social, viendo la cantidad creciente de
profesionales que mantienen un perfil divulgativo sin percibir beneficio económico a cambio y
solamente por su afán por compartir sus conocimientos y dar a conocer su disciplina. La
divulgación cultura se está convirtiendo también en un creciente ámbito profesional, a imagen
de lo que ya ha pasado desde hace tiempo con la divulgación científica, aunque hay que
reconocer que estamos todavía muy lejos de ésta en cuanto a importancia y volumen.

Pero también tenemos que tener en cuenta que la divulgación ya es una necesidad de los
profesionales del ámbito cultural: profesores e investigadores tienen cada vez más la
responsabilidad profesional de dar a conocer sus actividades y campos de estudio para que la
sociedad (que en muchos casos les financia) obtenga un retorno. Ya no se concibe la idea del
investigador experto que trabaja en arqueología y comparte sus avances solamente en círculos
científicos y congresos: ahora la responsabilidad de transmisión del conocimiento ha cambiado
ese panorama y esos investigadores e investigadoras deben transmitir hacia la sociedad en
general los resultados de su trabajo. Por ello, la divulgación es, cada vez más, una herramienta
básica en las profesiones académicas y el entorno universitario, como se puede ver ya en el
ámbito anglosajón, donde prácticamente cualquier especialista tiene un perfil, generalmente
muy activo, en redes sociales. A esto se añade que cualquier profesión, en el mundo
globalizado de hoy, busca transmitir a la sociedad su valor para la misma y darse a conocer.
Obviamente, las profesiones del sector cultural no son diferentes en este sentido.

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