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Arthur J. Rubel, Carl W.

O'Nell
y Rolando Collado Ardón flJ

SUSTO
Una enfer~ edad popular
' - .,
COLECCIÓN POPULAR
- 405

SUSTO
Traducción de
JUAN JOSÉ UTRILLA
ARTHURJ. RUBEL, C'.ARL W. O'NELL
Y ROLANDO COLLADO-ARDÓN
Con la colaboración de john Krejci yjean Krejci

SUSTO
Una enfermedad popular

oou;caóN

[fJ
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

M. .
Primera edición en inglés, 1984
Primera edición en español, 1989
Primera reimpresión, 1995

Título original:
Susto. A Fo/,k Iüness
© 1984, University of California Press, Berkeley
ISBN 0-520-05196-3

D. R.© 1989, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA, S. A. DE C. V.


D. R. © 1995, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
Carretera Picacho-Ajusco 227; 14200 México, D. F.

ISBN 968-16-2995-7
Impreso en México
PRÓLOGO

Si realmente existe la naturaleza humana, si sobre la


Tierra hay un modo racional y específico de la ani-
m alidad, constante desde los primeros homínidos
hasta los hombres actuales, algo en común tendrán
los diversos modos de enfermar, propios del género
H omo, y deberá existir (en consecuencia) una teoría
del enfermar humano que defina y explique ese " al -
go" . Tal es - tal debiera ser - el contenido de la lla-
mada patología general; disciplina que los tratados
en uso exponen, como si la realidad del hombre enfer-
mo sólo fuese lo que ha sido y está siendo en las salas
hospitalarias y en los consultorios privados de las
ciudades, tanto del siglo pasado como de nuestro siglo.
Pero este proceder es a un tiempo abstractivo y re-
ductivo, porque la realidad humana no queda ago-
tada en el sentir de ella , tomándonos como repre-
sentantes, a los hombres civilizados, en los últimos
doscientos años . Nuestra naturaleza se realiza social
e históricamente, y esto hace que el hombre sea
hombre de manera cambiante, según la situación
histórica y el grupo social en que se haya formado ; lo
cual trae consigo, necesariamente, que los modos de
enfermar varíen en alguna medida con la cultura y
con el tipo de sociedad a que pertenezca el hombre
enfermo; y en definitiva, que junto a la patología ge-
neral, entiéndasela como se quiera, haya de existir,
modulándola y completándola, una patología
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antropológico -cultural y una patología sociológica,
esto es, un estudio científico de lo.s modos de enfer-
mar propios de cada cultura y de cada grupo social.
Ahora bien , los modos de enfermar se hallan esen-
cialmente constituidos por dos momentos comple-
mentarios: lo que la enfermedad es cuando se la exa-
mina objetivamente - lo que en ella ve un médico
académicamente formado , si es éste quien la
describe-- y lo que de ella siente e interpreta el suje-
to que la padece. Lo cual exige que el investigador
del enfermar humano se.a etnólogo, sociólogo y psi-
cólogo, además de médico.
Para subsanar la limitación y la abstracción en
que incurre la medicina que se enseña en las faculta-
des y escuelas donde se forman nuestros profesiona-
les, no son pocos, desde hace más de medio siglo, los
médicos que según esas dos líneas de la investiga-
ción, la antropológico-cultural y la sociológica, se
afanan por alcanzar un saber patológico capaz de
abarcar todos los actuales modos de enfermar, tanto
los que se observan en las salas hospitalarias y en los
consultorios de las grandes ciudades como los que se
descubren en poblaciones y grupos humanos má5 o
menos distantes del.modo de vivir que enfáticamen-
te solemos llamar "civilización".
Entre ellos altamente calificados son los autores
de Susto, a Folk Illness. Es, pues, seguro que el éxito
de su edición mexicana no será inferior al que ya ha
obtenido su original edición en los Estados Unidos.
PEDRO LAíN ENTRALGO
.Madrid, febrero de 1986
8
AGRADECIMIENTOS

Esta investigación debe mucho a incontables perso-


nas; tantas que es realmente difícil saber por quién
empezar. El finado doctor Ralph Clayton Patrick,
que fuera miembro del Departamento de
Epidemiología de la Universidad de Carolina del
Norte, fue el maestro cuyas ideas formaron la base
de muchas de las conceptualizaciones que presenta-
mos . Él demostró porqué la distribución de condi-
ciones de salud dentro de poblaciones específicas es
de interés vital para el antropólogo social, e inteli-
gentemente nos ayudó a mejorar las primeras for-
mulaciones del plan de investigación.
El Instituto Nacional de la Salud Mental apoyó
nuestra investigación de los "Factores de Estres en la
Etiología del Síndrome de Susto" (RO!MH 1686l).
Otros fondos fueron aportados por el Seminario de
Medicina del Hombre en su Totalidad, de la
Secretaría de Salubridad y Asistencia de México, di-
rigido por el doctor Fernando Martínez Cortés. El
doctor Martínez Cortés y sus colegas demostraron
constantemente su interés intelectual y práctico en
esta investigación, y con ellos estamos en deuda. El
Fondo O'Brien de la Universidad de Notre Dame
bondadosamente dio a Carl O'Nell la oportunidad
de empezar a hacer pruebas del "Calibrador de
j Estres Social" en Oaxaca, antes de que se recabaran
9
los datos, y el Instituto de Investigaciones Antropo-
lógicas de la Universidad Nacional Autónoma de
México dio a Arthur Rubel un oportuno nombra-
miento como investigador durante gran parte del
cual fue preparado este manuscrito para su publica-
ción. A todas estas organizaciones, vaya nuestro
agradecimiento por su apoyo y su interés.
Arthur Rubel desea mencionar con gratitud el
continuo apoyo y aliento del doctor Bernard Gallin,
director del Departamento de Antropología de la
Universidad del Estado de Michigan, y Rolando
Collado agradece al doctor Eleuterio González Car-
bajal y otros colegas del Departamento de Medicina
Social, Preventiva ? y Salud Pública de la Universi-
dad Nacional Autónoma de México, su estímulo e
inspiración intelectual a lo largo de esta investiga-
ción.
Las ideas que aquí ofrecemos resultan qe la inte-
racción entre nosotros y muchas otras personas. Esto
puede decirse especialmente de las respuestas de las
doctoras C~role Browner y Nancy O'Nell, que leye-
ron y releyeron muchos de nuestros primeros inten-
tos por-fijar las ideas en el papel, ayudándonos enor-
memente con sus agudas críticas. Los doctores
Alfredo Heredia Duarte, Scott Swisher y Raymond
Murray hicieron críticas duras pero notablemente
constructivas sobre los descubrimientos clínicos; les
agradecemos su disposición para hacerlo, pese a sus
horarios de trabajo ya sobrecargados. El profesor
Philip Dennis nos ayudó a mejorar una primera re-
dacción con sus útiles sugerencias. Asimismo el pro-
fesor Charles Leslie leyó cuidadosamente y criticó el
10
manuscrito preliminar.. Sus capacidades editoriales
y su conocimiento del campo nos ayudaron extraor-
dinariamente.
La ayuda del doctor Salomón Gallegos Bautista
en el análisis de los datos clínicos excedió el llamado
del deber, y queremos también darle las gracias.
En Oaxaca, estamos en deuda con el doctor Osear
Martínez, quien reunió todas las muestras para exa-
minarlas en el laboratorio clínico, y se encargó de la
mayor parte de los exámenes físicos, en difíciles cir-
cunstancias. Sin su ayuda, no habríamos llegado tan
lejos. Los doctores Fernando Galindo y doctor Mi-
guel Ángel Reyes supervisaron todos los exámenes
clínicos de laboratorio y nos asesoraron sobre las téc-
nicas que debían emplearse para reunir y conservar
las muestras de sangre en condiciones adversas. Ellos
y el personal de su laboratorio siempre aceptaron
con buen humor las exigencias de nuestro trabajo de
campo. El apoyo de estos médicos de la Oficina de
Estudios de Humanidad del Valle de Oaxaca, dirigi-
da por el señor Cecil Welte, fue simplemente inapre-
ciable. La ayuda de Judi Lynn Anderson hizo po-
sible la presentación de la terminología chinanteca,
y la reconocemos con gratitud.
El grupo de médicos calificadores estuvo com-
puesto por los doctores Noé Castillo y Roberto A.
Reyes D. El apoyo estadístico corrió a cargo del
Centro de Computadoras y el Laboratorio de Inves-
tigación y Preparación en las Ciencias Sociales, de la
Universidad de Notre Dame, y la Unidad de
Bioestadística del Departamento de Medicina So-
cial, Preventiva y Salud Pública de la Universidad
11
Nacional Autónoma de México. En el tratamiento
estadístico de los datos, recibimos ayuda particular-
mente de los doctores Vasilikie Demos, Bobby
Farrow, Theresa O 'Nell Quintero y Marlyn T .
Ritchie . En México, los análisis estadísticos se logra-
ron con ayuda del doctor Jesús Reynaga Obregón, y
de la doctora Eliza beth Reynosa Ramírez, y el
estadístico Jaime García Romero .
El profesor Timothy Ready se mostró minucioso
anotando los resultados de las Calificaciones de la
Prueba de 22 puntos para Daño Psiquiátrico. Keith
Bletzer nos ayudó traduciendo secciones clínicas del
español al inglés, y H . Sue Henry en la preparación
de las referencias bibliográficas . Su colaboración fue
esencial para nuestros esfuerzos, y la recordamos con
gratitud. ·
Estamos agradecidos con Martha Reyes, Ursula
Traub Greenberg y Myrna Shoemaker que, en sus
distintos países, mecanografiaron minuciosa y pa-
cientemente innumerables escritos, que a la postre
se unieron para formar este informe. Linda Salemka
mecanografió el manuscrito dándole su forma final,
y mostró su paciencia y espíritu constructivo, aun en
revisiones de último minuto. Gracias a todas ellas.
Estamos en deuda con Vicente Martínez Gutiérrez
y la señora Rafaela Aragón por habernos introduci-
do, con tanta información, en la vida del Valle Za-
poteca, y las formas de combatir los problemas de
salud. Entre los chinantecas, Miguel Hernández
Hernández sirvió como intérprete, y su ayuda fue
inapreciable, por muy diversas razones. Catarino
López compartió su sabiduría médica, Felipe Her-
12
nández Hernández nos ofreció ayuda ilimitada como
presidente municipal y buen amigo, y la señora Vir•
ginia Martínez Hernández nos dio innumerables in•
formes y se mostró siempre hospitalaria en el curso
de nuestra introd ucción en la vida chinanteca.
Por úllimo , a todas las personas cuyas vidas y
problemas se reflejan en estas páginas, les dedica-
mos este libro . Para todos los otros, la oportunidad
de conocer bien a los miembros de estas sociedades y
los problemas a los que se enfrentan sigue siendo la
más emocionante de las muchas cosas que recorda-
remos de esta experiencia compartida.

13
I. INTRODUCCIÓN AL SUSTO

Los esfuerzos por descubrir el signiricado de la en-


fermedad constituyen ya una tradición de la
antropología. En estas páginas, buscamos el signifi-
cado de una enfermedad popular conocida como
susto . El estudio se efectuó en tres distintas pobla-
ciones de México : - mestizos, zapotecas y
chinantecas- del estado de Oaxaca*. El siguiente
relato describe cómo una joven enfermó de susto
mientras viajaba con su padre.

Cuando vadeaban el río, cerca de su rancho, la rápida


corriente hizo perder pie a su padre, quien sólo logró
salvarse sujetándose.. de una enredadera que colgaba.
La hija, desde la orilla, lo veía alarmada. Así informa
el padre de la reacción de su hija: "Quince días des-
pués, estaba muy enferma de susto, pero a mí no me
pasó nada. Es... muy interesante: algunos se enferman de
susto y otros no, aunq~e sufran la misma experiencia.

Otro informante dice:

Es así. . . el agua contiene un ser que es su virtud, su


fuerza, al igual que la tierra,. los bosques, las altas
montañas y todo . Nosotros decimos que la fuerza roba

* En muchas otras regiones de la República mexicana, esta enfer-


medad es llamada "espanto", y en otras pocas "susidio" [T ·]

15
1
., 1 0{320
-
la energía de los seres humanos. Nos _roba nuestra
fuerza y nos debilita. Para que esto no ocurra hay que
hablar a la tierra [o al agua], hay que emprender esta
acción .. . para que nuestro espíritu no se quede allí.

Esperamos dar un entendimiento nuevo, más re-


lativista de lo que significa "estar enfermo" en otras
culturas, y a la vez adquirir cierta visión de nosotros
mismos. Sin duda quedan pocos bastiones del etno-
centrismo tan formidables como las explicaciones de
la causa de males y el tratarniento de enfermedades. 1
Todas las sociedades se han visto obligadas a crear
procedimientos para prevenir y tratar las enferme-
dades . Estos procedimientos constituyen dimen-
siones importantes de una cultura y son sensibles a
los valores sociales: " ... son los prevalecientes concep-
tos filosóficos del hombre los que influyen más pro-
fundamente sobre su medicina" (Pelligrino,
1963:10).
Iniciamos nuestra multidisciplinaria investigación
del susto con la suposición de que no podríamos
comprender la enfermedad a través de las culturas
sobre la base de premisas producidas por la nuestra
propia (Kleinman, 1980:378). Por consiguiente, de-
finimos la enfermedad como "síndro1nes que
miembros de un grupo particular afirman sufrir y
para los cuales su cultura ofrece una etiología, un
1
Nos referiremos distintamente a mal, enfermedad y. padeci-
miento. Por mal nos referiremos, en a.delante, a los procesos pa-
tológicos; por enfermedad, a la percepción y descrip_ción del
malestar por el paciente; y por padeámi·ento>-al reconocimiento
de su dificultad y a la respuesta del grupo social.
16
diagnóstico, medidas preventivas y regímenes de cu_
ración" (Rubel, 1964:268) . Tratamos de basarnos
en estudios anteriores (particularmente las obras de
Bahr et al. , 1974; Fábrega y Silver, 1973; Frake,
196 1; Kleinman , 1973; G. Lewis, 1975; Metzger y
Williams, 1963) en los cuales los investigadores
habían registrado y analizado la manera en que los
diferentes pueblos piensan acerca de la enfermedad.
Comprendimos que no podríamos tener la esperanza
de entender la salud y la enfermedad, hasta que nos
librásemos de nuestro propio etnocentrismo.
Uno de los objetivos más importantes de la investi-
gación antropológica ha sido demostrar cómo el en-
tendimiento y las prácticas de salud elucidan los valo-
res, creencias y expectativas normativas predominan-
tes de una sociedad y sirven como espejo de las cuali-
dades afer.tivas de las relaciones sociales. Los prime-
ros antropólogos describían las instituciones de salud
tal como analizaban las pautas culturales reveladas
por la observación de la vida, la familia, el gobierno
y la religión . Esta tradición persiste, por ejemplo, en
un análisis reciente de una condición llamada ner-
vios en .. l medio-rural de Costa Rica . Barlett y Low
seleccionan las manifestaciones de este problema pa-
ra establecer una relación entre la dolencia y otras
dimensiones de la vida de esta_gente. Concluyen que
"los ejemplos de quienes padecen de nervios parecen
no sólo iluminar una compleja queja específica de
una cultura, sino también revelar las expectativas de
vida más fundamentales en la Costa Rica rural"
(1980:554) . Morsy (1978) utiliza otro síndrome liga-
do a una cultura - el uzr- para elucidar las pautas
17
de las relaciones de poder social entre los aldeanos
de Egipto, y pasa a mostrar cómo sus resultados per-
miten comprender los vínculos que existen entre al-
dea nos desprovistos casi de todo poder y el gobierno
central.
Esos y otros estudios han demostrado la interrela-
ción funcional entre conceptos sociales sobre la sa-
lud y otras dimensiones conceptuales del grupo; por
ejemplo la relación entre la aparición de una enfer-
medad en una familia y el hecho de que uno de sus
miembros haya transgredido las normas sociales
(Rubel, 1966; y Vogt, 1969 :371 -374). Otro ejemplo
es la interpretación dada por Marwick ( 1965) a un
caso de enfermedad en el sentido de que precipitó la
fisión de subgrupos a partir de una unidad familiar
parental cuando sus relaciones sociales se han vuelto
inaguantables . Sin embargo, Comaroff (1978) ha
advertido que el hecho de que los investigadores in-
tegren apretadamente las interpretaciones que una
sociedad da a la salud con otros conceptos de su or-
den social representa los esfuerzos analíticos de los
primeros, más que el pensamiento de esta última.
En otras versiones, los investigadores han sugerido
que los rituales terapéuticos aprovechan la oportuni-
dad presentada por las dificultades de un paciente
para resolver problemas interpersonales e intergru-
pales, restaurando así la unidad social (Turner,
1967: 361-362). En vena un tanto distinta, Lévi-
Strauss consideró que el proceso de un joven zuni
acusado de causar la enfermedad de una amiga ofrecía
al grupo una oportunidad de reafirmar su confianza
en el sistema cultural en general (1963: 172-175).
18
Algunos estudios de enfermedades populares
simplemente han presupuesto que son de naturaleza
psiq uiátrica , pasando por alto la contribución de
problemas orgánicos a estas quejas, aun cuando
fueran observables señales y síntomas orgánicos
(Kiev, 1968) .
Esta .. psicologización" de la enfermedad popular
ha aumentado las d ificultades de separar el proceso
patológico propiamente dicho , de la respuesta cul-
tural a ese proceso . Debido a que la presentación de
d ificultades emocionales es aún más estilizada que la
presentación de un problema orgánico , la tarea de
crear una evidencia intercultural acerca de las con-
diciones psicológicas de la enfermedad se ha dificul-
tado más aún (Fábrega , 1974 :40; G ._ Lewis,
1975: 93 -94 ; Kleinman , 1973 :209) . _
Los estudios que subrayan los ritos tradicionales
de curación generalmente no informan de si el pa-
ciente se recuperó o no, o si cuando menos se ali-
viaron sus síntomas. A veces sugieren que el ritual
fue eficaz , pero no presentan ninguna prueba . Por
ejemplo, Klein, hablando de ciertos tratamientos
del susto, asegura al lector que son eficaces: " ... reco-
nocer las bases culturales y psicológicas de las curas
de susto no debe hacernos menoscabar la eficacia fi-
siológica de los métodos empleados; las tres dimen-
siones interactúan en la cura para combatir los
síntomas, que se alivian en muchos casos" (Klein,
1976 : 26, las cursivas son nuestras). Aunque esto es
verosímil, no se presentan datos en su apoyo . Simila-
res afirmaciones sin pruebas abundan en la
bibliografía . Esta romántica idealización de la cura
19
tradicional , que invierte la visión etnocé ntrica m ás
común , sólo aumenta la dificultad de e valuar cu al-
quier tipo de tratamiento en medios culturales p oco
familiares (Donabedian , 1966). K le inman y Sung in-
formaron, e n 1979 , de algun os de los factores que
complican semejan t e esfuerzo . Trataron d e hacer
evaluaciones de los síntomas de los pacientes dos m e-
ses después del tratamiento in ic ial en un santuario
de Taiwán . Aunque los pacientes en general se
declararon curad os o muy mejorados, los investiga-
dores no "encontr aron prue bas con clu yentes q ue
mostraran q u e u n solo caso de enferm eda d , de base
biológica , h abí a sido eficazmente tratado tan sólo
por la terapia d el ta ng -kz'" . Kleinman y Sung afir-
man que, a n tes de h ace r una evaluación d e la cura ,
resulta p r u den te a barcar todas las d imensiones de
los problemas de que se quejan los pacientes. No es-
tamos n egando la eficac ia de los sistemas no cosm o -
politas de tra tamiento, pero sí recomendamos que se
enfoque n las prá cticas tradicionales con más rigor
de lo que ha sido común (véase Finkler, 1980).
_ _ ¿H_a~t~ qué punto_}a enfermedad es x9oldeada por
,.;r _la c_ u~~-':1_r?? _Esta sigue· sie~ndo ·-u na de las ·p réguntas
más desc.o ncertantes en la antropología . Por
ejemplo, la enfermedad crónica comúnmente cono-
cida como artritis y técnicamente reconocida como
un mal degenerativo de las articuiaciones, aparece
principahnente entre personas de cierta edad o co-
mo consecuencia de daños de una articulación . Se le
encuentra -e ntre grupos culturales en diversos medios
(Lawrence, 1966 :755 -756) . Las evaluaciones ra-
diológicas muestran que las articulaciones están de-
20
generando, y los pacientes indican dolor al moverse
o al aplicar presión a una articulación, y se quejan
de debilidad . Hinchazón y agrandamiento, deformi-
dad, atrofia y acortamiento de los músculos y anor-
malidades de la piel afectada son fáciles de notar pa-
ra el ojo experto (Edwards, 1966:747) . Con tan obje-
tiva prueba, es razonable esperar que las víctimas
expresen de modo similar su incomodidad. Y sin
embargo, los informes de esta enfermedad varían
sistemáticamente entre ooblaciones
, de distintas cul-
turas, hasta norteamericanos de similares antece-
dentes étnicos han aprendido a responder de mane-
ra distinta a ella cuando son rniembros de distintas
clases sociales (Elder y Acheson, 1970; Koos, 1954).
Otros informes h a n rr1ostrado que los norteamerica-
nos que se quejan d e dificultades de oído, nariz y
garganta , sistem á ticamente subrayan distintos
síntomas, según sus antecedentes étnicos (Zola,
1966) . Además, ias quejas de dolor de los pacien-
tes varían de acue rdo con su pertenencia a diver-
sos grupos étnicos (Zborowski , 1952). ~-~l~~! p9r_
_ esta prueba, que las señales objetiva,s d~ . un de-
term-fríado · proceso patológico pueden ser forjadas
·-,,-.,_pbT la culttira y la experiencia del paciente. La dis-
t{né1óri entre los indicadores objetivos invariables de
un padecimiento - la enfermedad- y la forrna en
que el paciente describe el problema -la
dolencia - (Eisenberg, 1977) es de especial impor-
tancia cuando la queja es desconocida del investiga-
dor. Al describir los esfuerzos por "domesticar" con-
diciones exóticas de salud; para hacerlas más
comprensibles, se utilizan los· conceptos de la bionie-
21
dicina como si formasen un lecho de Procusto,
con t rib uyendo a la "degradación de un modelo
científico productivo en un dogma" (Engel,
1979:257). El grado en que la cultura aporta la for-
ma en que el mal se convierte en enfermedad y luego
en padecimiento constituye uno de los problemas
más fascinantes de la investigación intercultural. En
un análisis de los síndromes ligados a una cultura,
Kennedy comenta que "la mayor parte de los sabios
modernos tienden a opinar que estas enfermedades
exóticas no son síndromes clínicamente distintos sino
que son, sencillamente, son los viejos y familiares
síndromes psiquiátricos del Occidente llamados con
distintos nombres y forjados por distintas culturas"
(1973 :1152). Nosotros estamos en desacuerdo con
esos estudiosos:_J~_lJ_e~tra inv~s-~iga_ción del SJ:!§!..<? _d~-
muestra cóm? los p rocesos cu_!!UI ~les _~_p3te1ógie6S
interactúan gara formar una entid~ desronecida
r--d e la medicina ~~mopolita. -· ··-
La mejor manera de enfocar el estudio intercultu-
ral del susto es llamar la atención hacia las formas en
que el paciente y su familia describen la condición:
la víctima está 1) inquieta durante el sueño y 2) el
r~sto del tiempo inerte, debilitada, deprimida e in-
diferente al alimento, el vestido y la higiene personal
(Sal Y Rosas, 1958; Gillin, 1945; Rubel, 1964; Lo-
gan, 1979; cf. Tousignant, 1979: 153).
Un descubrimiento sorprendente es que este esta-
do no depende de la cultura. Es decir, no está limi-
tado~ una población que hable una lengua distinti-
va, ni a unos antecedentes culturales singulares. Se
encuentra en muchos grupos culturales de la Améri-
22
ca del Norte y del Sur. Se ha informado de él entre
méxico-norteamericanos en los Estados Unidos
(Clar~, 1959:155-158; Mull y Mull, 1981; Martínez y
Marun, 1966; Rubel, 1960; Saunders, 1954), en Pe-
rú (Gillin, 1947; Sal y Rosas, 1958; Chiappe Costa,
1979; Bolton, 1981), en Argentina (Palma, 1973;
Palma y Torres Vildoza, 1974: 164, 171), en Colom-
bia (León, 1963; Seijas, 1972), entre grupos guate-
maltecos (Gillin, 1945; Adams y Rubel, 1967; Lo-
gan, 1979), y por todo México (Adams y Rubel,
1967; O'Nell y Selby, 1968; Vogt, 1969:370). Ama-
yor abundamiento se ha informado de condiciones
parecidas, en asociación con impresiones asustantes
sufridas por los pacientes, en literatura de Filipinas,
India, la República Popular China y Taiwán (Hart
1969).
Considerar los nombres dados a ese estado, tam-
bién conocido localmente como pasmo, tierra, es-
panto y pérdida de la sombra, hace que fácilmente
perdamos de vista los puntos comunes que existen
(Seijas, 1972, 1973; O'Nell, 1970; Rubel, 1970) y, en
realidad, puede llegar a oscurecer temporalmente
las diferencias auténticas . Investigando entre los si-
bundoyes de Colombia, Seijas (1972: 177) se vio
obligada a concluir que lo que llaman susto no es el
estado descrito en estas páginas, sino todo un con-
junto de estados pediátricos y una categoría
"comodín" de enfermedades de adultos, para las
que eran socialmente inapropiadas las explicaciones
más habituales. Nos valemos del término susto sólo
cuando se refiere a un conjunto coherente de
características que resurgen a través de diversos gru-
2S
pos. Hemos enfocado nuestra atención en un fenó-
meno, en una realidad, de 1~ que nos informaron
grupos que difieren e~ lenguaje y cul~:ª· Esto hace
posible las comparaciones y la repeuc1on de los re-
sultados.
Rechazando cualquier correlación apriorística
entre aquellos que nuestros informantes llamaban
susto y las enfermedades o desórdenes funcionales
descritos en los libros de texto de medicina cosmopo-
lita, empezamos con la suposición de que cualquier
equivalencia que se pudiese establecer habría deba-
sarse en descripciones empíricas del estado de los pa-
cientes. A este respecto, Comaroff (1978 : 249) nos
fue muy útil :

Los antropólogos han criticado la aplicación indiscri-


minada del paradigma biomédico al estudio de otros
sistemas médicos, pues presupone unas definiciones
exclusivas de lo que es pertinente. La perspectiva de la
medicina científica se expresa por medio de categorías
conceptuales que hien pueden ser inapropiadas en
otros sistemas médicos; como base para la compara-
ción, puede oscurecer su pertinencia particular.

En la investigación efectuada en Costa Rica, antes


mencionada, Barlett y Low (1980), al parecer com-
partiendo este punto de•vista, prudentemente evitan
llegar a una prematura identificación biomédica de
los nervios . Según dicen, los síntomas de nervios son
atendidos regularmente por los médicos aun cuando
no m~e~tren equivalencia con el tipo de estados que
los med1cos han aprendido a curar. Estos investiga-
dores han registrado toda una vasta gama de
24
síntomas que afectan a personas de cualquier sexo y
edad, con muc~o may~r prevalen~ia entre dos gru-
pos; los de 19 anos o mas·, y las muJeres . Con tan va-
liosa descripción de base, este problema se vuelve re-
ductible a una investigación más minuciosa.
La obra de Simons (1980) sobre latah , que ataca a
grandes números de personas en Malasia e Indonesia
y que tiene análogos en las Filipinas, Taiwán,
Tailandia y Birmania, también está libre de suposi-
ciones a priori acerca de equivalentes en la medicina
cosmopolita . Simons encuentra que la mayoría de
las víctimas del latah son mujeres, que suelen ser de
mediana edad cuando la experiencia ocurre por pri-
mera vez , y de condición social relativamente baja .
.La persona que padece latah suele responder a un
sobresalto en forma excesiva, a menudo dejando
caer objetos y profiriendo palabras que ordina-
riamente no son apropiadas en una conversación.
Estos dos estudios muestran lo fructífero de una bús-
queda minuciosa de explicaciones de la interacción
entre los factores biológicos, emocionales y cultura -
les, en lugar de enfocar las patologías descritas en los
textos de medicina .
Siguiendo algunos de los argumentos de O'Nell
( 197 5), Bolton inició su estudio de susto o tierra
entre los qolla del Perú, sobre la suposición de que
equivale a la controvertida (Blonde y Riddick),
1976; Hale et al., 1975; Permuttetal., 1976)enfer-
medad a la que llamamos hipoglucemia. Luego, su
estudio trata de demostrar esa equivalencia, buscan-
do una correlación entre haber padecido alguna ~ez
en la vida una grave hipoglucemia y haberse queJa-
25
do alguna vez de susto o tierra . Como la hostilidad es
un síntoma de hipoglucemia frecuentemente men-
cionado, y como mostrar tales sentimientos resulta
inaceptable entre los qolla, concluye Bolton que esos
estados, aunque no se manifestaran al mismo tiem-
po, son uno solo . Más adelante enfocaremos la cues-
tión de si, en Oaxaca, la hipoglucemia es un
"síndrome biomédico perfectamente adecuado"
(Bolton, 1981 : 261-262), por el cual explicar el
susto.
Padecer de susto, estar asustado, se basa en el en-
tendimiento común de que un individuo se compone
de un cuerpo y de una sustancia inmaterial, una
esencia, que puede separarse del cuerpo, vagabun-
dear libremente, o bien quedar cautiva de fuerzas
sobrenaturales. Esta esencia puede abandonar el
cuerpo al dormir, particularmente cuando el indivi-
duo está soñando, pero tarnbién puede separarse a
consecuencia de una experiencia perturbadora o
aterradora . Entre los indios se cree que esta esencia
queda cautiva porque el paciente, a sabiendas o no,
ha perturbado a los espíritus guardianes de la tierra,
el río, los estanques, los bosques, o a colectividades
de animales, aves o peces. Su liberación depende de
que expíe la afrenta. Este proceso ilumina dramáti-
camente la relación que une a los seres humanos con
los sobrehumanos en estas sociedades.
Un vínculo social de esta índole fue descrito por
Bahr y sus colegas ( 197 4) en un estudio de los pima
del norte de México. Una vez más, la enfermedad se
atribuye a que el paciente no mostró la deferencia
debida al espíritu de una especie de animal, pez o
26
r
ave, o al espíritu guardián de un lugar. La sanción
de enfermedad sigue a la transgresión de las rela -
ciones contractuales que unen esta especie con la so-
ciedad de los pimas, un contrato social llamado la
"Norma". "Cuando se cita la norma como agente
causal, comprendemos que no es el objeto individual
el que está causando la enfermedad, sino la clase de
objetos peligrosos, en colectividad" (p. 65 ). Además,
''el concepto de norma se aproximá al concepto de
un guardián de la especie . En esta capacidad, la
norma queda implícitamente dotada con poderes
mágicos. La norma se ofende en el momento en que
se comete una acción impropia, pero la ofensa no se
realiza hasta años después" (p . 73). Los grupos del
sur de México que enfocaremos aquí difieren de los
pimas al atribuir muchos casos de susto a los efectos
aterradores de un encuentro con _otro ser humano.
Además, no todas las manifestaciones de tal en-
cuentro difieren; en contrario . Muchas víctimas de
susto informan de síntomas al cabo de horas o días
después de una infausta experiencia.
Algunos investigadores han considerado el susto,
simplemente, como un modo de explicar enferme-
dad_es mentales en personas carentes de la educación
suficiente para comprender su verdadera significa-
ción. Pages Larray~ (196~:18, 23, ?l) lo ha iden~ifij
cado con la esqu1zofren1a, y Leon (1963:211, CJ
Billing et al., 1948) ofrece una identificación más
generalizadora:

Dejando aparte.infección, envenenamiento, parásitos,


procesos nutricionales o metabólicos que pueden pro-
27
ducir prnblemas compatibles con el cuadro clínico y
que son capaces de producir el estado en su forma más
intratable y dramática, la gran mayoría de los casos
son desórdenes psiquiátricos de derivación funcional.
Las circunstancias en que aparece este estado y sus
manifestaciones clínicas indican la posible presencia
de al menos _cinco entidades: una reacción masiva .de
estres, re.acciones a estres causadas por_la adaptación
de los. pacientes a problemas asociados con su primera
infancia o niñez , psiconeurosis, depresión o angustia.
La primera puede ser considerada como equivalente
de aquellas q ue conocemos como neurosis _traumáti-
cas. cuya etiología reflejaría el estres que afecta al niño
en circunstancias en que se siente desamparado, inca-
paz de luchar o d e huir.

Lo mejor ser á no hacer prematuramente tales


conclusiones. Es útil empezar suponiendo que cuan-
do se dice que alguien está enfermo, ya lo diga él o
los demás, y se exprese el malestar como se exprese,
su bienestar general ha disminuido . De allí se sigue
'f que quienes se consideran enfermos son diferentes
f
r
-y de alguna manera objetivamente
diferenciables- de aquellos que no se consideran
enfermos. Sin embargo, estas diferencias no son ne-
cesariamente de "salud", como ésta es considerada
por la medicina cosmopolita . Antes bien, el surgir
de una queja simplemente indica que algo está mal
en la persona; el problema puede localizarse tanto
en sus relaciones sociales o en sus relaciones con los
espíritus como en la esfera de la enfermedad. Como
lo ha dicho White (1972 : 18), "podemos .. . proceder
seguramente sobre la suposición de que algo debe
28
andar mal con un paciente que c.onsulta a un médi-
co cuando en realidad nada Je ocurre" .
Suponemos que la diferencia entre quienes están
sufriendo susto y quienes no lo están sufriendo
puede localizarse en uno o más de tres sistemas del
Yo -social, _psicológico y~rgánico-, y que el estrés
que está afectando uno de tales sistemas pued~ ser
parcial o totalmente transmitido a otros "de modo
que varios llegan a participar en el proceso de adap- 11
tación y defensa" (Caudill, citado por Cassel et al. ,
1960: 940) . De_s~e __es~a perspec~iv~, la int~rac~ión t
entre procesos fis1olog1cos, ps1colog1cos y soc1ológ1cos \
produce variaciones en la salud relativa. Este mode- \ _;
lo tiene la ventaja de no asignar, apriorísticamente, \;~/-
mayor peso a uno solo de los problemas del ?aciente, ·~
como se hace por ejt-mplo cuando se pone énfasis en
un problema infeccioso y se ignora la discrepancia
entre la conducta real y la expresada por el mismo
sujeto, o los problemas generados por una deficiente t

respuesta de adaptación emocional.


Suponemos, además, que cada quien tiene un ni-
vel ideal de bienestar, u homeostasis . No estamos su-
giriendo que alguien alcance jamás este ideal; antes 5
bien, representa una norma para evaluar la si- \
t
tuación actual . Como lo comentan Howard y Scott t
(1965), "el equilibrio, conceptualmente, es tan sólo {
un estado postulado hacia el cual puede tender el or- f
ganismo, pero que nunca se alcanza por completo" . i
Vemos que unas fuerzas "estresantes", generadas .
dentro del marco sociocultural, biológico o psicoló- \
gico, exigen un gasto de ~nergía de parte del indivi- \
duo, para mantener su bienestar. Como los tres me- J
29}
dios están abiertos unos a otros, lo que exige algo a
uno de los medios, exigirá energía de los tres. De or-
dinario, la energía del individuo basta para satisfa-
cer la demanda ; sin embargo, a veces la demanda
supera a la oferta, y el individuo bajo presión puede
desarrollar síntomas como dolores de cabeza, dolo-
res articulares, perturbación en sus relaciones so-
ciales, crisis emocionales, etc. A las fuerzas que po-
nen a prueba las energías de una persona, las llama-
remos estresantes (ej. Mason, 1975 :29), y la palabra
"estres" se referirá a los efectos que supuestamente
tienen sobre el individuo . Aquí, el estrés se asemeja
al Estado III de la descripción ya clásica dada por
Selye al Síndrome de Adaptación General (1956) y es
equivalente a lo que Scott y Howard han llamado
"tensión" (1970 :272 -273) . Varias hipótesis derivadas
en parte de investigación anterior de los tres fenóme-
nos estresantes guiaron nuestros esfuerzos: 2

1. El susto sólo a parecerá en las situaciones sociales


que las víctimas consideren estresantes.
2. Los estreses sociales reflejados en el susto serán
de naturaleza intracultural e intrasocial. Los
estreses ocasionados por un conflicto entre cul-
turas o por la margipalidad cultural o movilidad
social de una persona ( en otras palabras, la
frustración o enajenación que a menudo resulta
de unas relaciones con miembros de distinta ca -

2
,. Para excelentes críticas de la investigación del estres social,
vease Dehrenwend y Dohrenwend, 1974: Levine y Scoth, 1970;
Levi.

30
pa social de aquella en que la persona se ha so-
cializado) serán simbolizados por problemas di-
fe rentes del susto.
3. El s~sto aparecerá como consecuencia de un epi-
sodio en que un~ persona es incapaz de cumplir
con las exp:ctattvas de su propia sociedad para
el papel social en que se ha socializado.

Corolario A : Como estas sociedades socializan de


manera diferente a hombres y mujeres (véase
O'Nell, 1969; Rubel, 1964), y como lo que la so-
ciedad espera de los niños y de las niñas difiere
de lo que se espera de hombres y mujeres madu-
ros, también se espera que niñas y mujeres sean
afectadas por el susto a consecuencia de expe-
riencias diferentes de aquellas que ponen en pe-
ligro la salud de n iños y hon1bres de la misma so-
ciedad. Por ejempio, las niñas al ser socializadas
se les enseña a ser sumisas, dependientes y orien-
tadas hacia el hogar, m ientras que los niños son
preparados para mostrar agresividad, indepen-
dencia y se les orienta hacia papeles ocupaciona-
les y de responsabilidad pública. No
esperaríamos que en estas sociedades muchas ni-
ñas o mujeres manifestaran el susto a consecuen-
cia de su incapacidad para cumplir con respon-
sabilidades del sexo masculino . Y tampoco
esperaríamo& que un joven sufriese malos efectos
de su incapacidad al desempeñar satis~acto-
riamente las tareas que por lo general se asignan
a las mujeres.

31
Corolario B: Como estas tres sociedades atribu-
yen mayor importancia a la satisfactoria realiza-
ción de algunas tareas que a la de otras, cuanto
más importancia atribuyen los socializadores a
una tarea particular, mayor será la probabilidad
de que ocurra el susto, en relación con no de-
sempeñarla satisfactoriamente. De allí se sigue
que, aunque mujeres y hombres se arriesgan a la
enfermedad a consecuencia_de no cumplir ade-
cuadamente tareas específicas de su sexo y su
edad, no todas esas tareas son igualmente pe-
ligrosas.

4. Aunque en estas sociedades todas las personas


creen en el con~epto de que esencias vitales
abandonan el cuerpo y que un malestar acom-
paña a tal suceso, no todos en realidad caerán
víctimas de este tipo de problema. La hipótesis
es que las personalidades individuales actúan co-
mo variables de contingencia . Es decir, si dos
miembros de una sociedad, de idéntica edad y
sexo, no responden adecuadamente a lo que la
sociedad espera de su papel, una podrá respon-
der a su autopercibida inadecuación quedando
asustada, mientras que la otra podrá adaptarse
mediante una expresión de ira generalizada 0
por desplazamiento de hostilidad . Además,
entre quienes sí quedan asustados, la gravedad,
c_ronicidad y frecuencia de los episodios variará
s~stemáticamente con respecto a sus variables so-
ciales Yde personalidad.

32
Uzzell (1974) examinó_ minuciosamente algunas
de las primeras obras sobre el susto y llegó a una
explicación distinta de ésta. Sugiere que la víctima
de susto adopta un papel de "enferma" básicamente
para imponer su propia definición a las situaciones,
controlando así las interacciones. "Esto implica una
insatisfacción con las definiciones existentes pero no
necesariamente implica un 'estrés de rol' o inade-
cuación percibida para satisfacer las demandas de
un rol" (p . 374). En cambio, concluye Uzzell, "los
asustados 'piden tiempo' , y durante un tiempo se li-
beran de algunas de las tareas más onerosas que se
ven obligados a desempeñar" . Después de presentar
los descubrimientos de este estudio, volveremos al
persuasivo argumento de Uzzell .
Puesto que no quisimos hacer juicios a priori
sobre la naturaleza del susto ( aunque inicialmente
no esperábamos que estuviese asociado a dificulta-
des orgánicas o psiquiátricas), tuvimos que inventar
modos de medir las dimensiones del rol social, la en -
fermedad orgánica y deterioro psiquiátrico, cada
uno independientemente de los demás (ej. Mason,
1975:24). Para hacerlo, creamos tres medidas origi-
nales, una de ellas para evaluar el nivel del estres del
rol social, y las otras para medir la severidad y la
gravedad del mal. Además, adaptamos a nuestras
necesidades la ya estandarizada. Prueba de 22 pun-
tos para Daño Psiquiátrico. ("22 Item Screesin~
Score for Psychiatric Impairment"}. Los procedi-
mientos para el desarrollo de cada uno de estos tests
Ysu evaluación, antes de adaptarlos, se analizan ex-
tensamente en capítulos posteriores.
33
Aunque las víctimas del susto se remiten, en el
tiempo, a uno o varios acont~cimientos traumáticos
para explicar su estado, cons1dera~os probable que
el susto refleja los efectos acumulativos de un debili-
tamiento a plazo b astante largo, resultante de
problemas sociales que las víctimas no habían logra-
do resolver (por ejemplo, problemas en sus rela-
ciones con su cónyuge o con provisiones para la fa -
milia), que también exigían energía de la dimensión
emocional y la biológica. La suposición que se deri-
va del sistema de modelo abierto es que una res-
puesta requerida por una .de tales dimensiones
puede poner a prueba los recursos de una de las
otras (Cassel et al. , 1960; Howard y Scott, 1965;
Mechanic, 1962:4 -5; Selye, 1975: 39,41).
Aunq ue habríamos podido llevar adelante esta in-
vestigación en una sola comunidad, las conclusiones
se habrían limitado a ese único medio cultural, re-
quiriendo su repetición en otros grupos. Las
etnografías que hemos citado demuestran la presen-

l
1
cia del susto en diferentes marcos culturales latinos,
ofreciendo la oportunidad de edificar sobre estudios
anteriores y de determinar si los_atributos sociales de
una persona covarían con su susceptibilidad al susto,
sea cual fuere su marco cultural. ¿Hasta qué punto
las circunstancias que conducen a quedar asustados r:1:,
se sobreponen a las d iferencias culturales? Esta pre- f1
gunta guió nuestra investigación. Los esfuerzos por
encontrarle respuesta han sido relativamente insóli-
tos en antropología, en gr an medida por la tradición
de que los antropólogos trabajaban en una sola co-
munidad, en lugar de comparar varias. Si, en reali-
34
dad, el padecer susto covaria regularmente con las
cracterísticas de las víctimas en diferentes marcos
culturales y sociales, parecería ser una respuesta
compartida a similares estresantes sociales dentro de
una gama particular de marcos socioculturales.
En suma , este es un esfuerzo por descubrir el sig-
nificado de un padecimiento "exótico" mostrando
cómo quienes se quejan de susto difieren de quienes
no se quejan. En los capitulas siguientes especifica -
mos los procedimie ntos que empleamos y sus resu lta •
dos.
11. LAS MUESTRAS

LA SIMILITUD de las descripciones previas etnográfi-


cas del fenómeno de susto, en regiones sumamente
diversas en culturas y lenguajes, hizo que nos pare-
ciera razonable pensar que una explicación causal
trascendía las culturas. Sin embargo, poner a
prueba nuestra hipótesis sólo en una sociedad nos
dejaríá con la preocupación de que los resultados tal
vez no pudiesen aplicarse a otras sociedades, ni aun
dentro del mismo grupo cultural e idiomático. Por
consiguiente, en lugar de ponerlas a prueba en un
sólo grupo, trabajamos en varios, con distintas histo-
rias, lenguajes y culturas. Este procedimiento nos
ofreció la posibilidad de que los _resultados aporta-
ran cierto entendimiento de la conducta humana
'
que trascendiera el grupo social o la cultura (véase ·
Eggan, 1954:748) . A mayor abundamiento, consi- : i
deramos que "una hipótesis digna de ponerse a ~,, . ->s
prueba una vez en una situación de campo, merece { ·
su repetición en ese medio y en otros" (LeVine, )
1970:193).
Era fundamental asegurarse de que instituciones
como la forma de gobierno y las expectativas de rol,
específicas de cada sexo, fuesen similares en las di-
versas sociedades porque, si no lo fueran, no
podríamos estar seguros de estar observando una re-
lación entre las mismas fuerzas sociales y la suscepti-
37
bilidad al susto. Asimismo, ya sabiamos por nuestra
propia experiencia y por observaciones de otros, que
un agente, como un cura católico o un maestro de
escuela pueden tener una marcada influencia sobre
las ideas de los lugareños acerca de fuerzas sobrena-
turales, o los que creen que son los modos '~apro-
piados" de interpretar la _enfermedad. Por consi-
guiente, seleccionamos sociedades que comparten la
misma experiencia con respecto a sus agentes de
cambio. La consideración crítica fue que las comu-
nidades fuesen comparables, no si tales personas
se hallaban ausentes o presentes. ~
Las características de las tres comunidades que ,
mayor interés tuvimos en controlar fueron
demografía, ingresos, expectativa, rol de cada sexo, \
formas de gobierno y la influencia de agentes de 1...,,r:
cambio importantes, llegados del exterior, _como cu-
ras católicos, maestros de escuela o médicos. Ade- \
más, las variables con que tratamos de diferencia~ \
estas comunidades fueron su lengua materna y S1l_J
herencia cultural.
!
Una de las comunidades es de herencia zapoteca
del Valle, y todos los residentes hablan la variante
del Valle de la lengua zapoteca. Otra _es la herencia
chinanteca, en que se habla el dialecto dzah-hmi.
La tercera población (también del Valle) es de cul-
tura ladina o mestiza, y su población habla exclusi-
vamente el español. Este último grupo es mestizo (o
no indio) al menos desde hace dos siglos.
Las comunidades son claramente distintas una de
otra, tanto en lo geográfico como en lo histórico. A
este respecto, ha aconsejado J. W. Whiting:
38
"
7
Una sencilla precaución consiste en no emplear dos ca- /
sos que se sabe que se han derivado de un origen _ ¡
,. en e1 pasado reciente.
mun . co
Es decir, en tan breve tiem-
po q~e sus culturas n~ han tenido oportunidad de ~
cambiar. Una regla mas cautelosa exigiría no ele ·r
más que un caso de una zona lingüística en que las
guas sean mutuamente inteligibles (1 954:528].
1:. '
r

No existe gran riesgo de que su separación sea conta-


minada por el "Problema de Galton" como tratare-
mos de mostrarlo. Ni la información etnográfica ni
la etnohistórica indica un importante contacto di-
recto entre ninguno de los grupos del Valle y los chi-
nantecas que hablan dzah-hmi. Además, existe poco
contacto directo entre las dos comunidades del
Valle, pese a su proximidad geográfica.
No cabe duda de que la lengua materna
- español - de los mestizos se derivó de fuentes total-
mente distintas de las de los dos lenguajes indígenas.
Estos últimos también se derivaron de distintas fami-
lias lingüísticas: la lengua zapoteca forma parte del
grupo oaxaqueño y, según lo que concluyó Swadesh
a partir de su& ~~~ l~xicq<;s~~~!kªs.J... l? lengua
chinanteca se encuentra fuera de tal grupo, separa-
da de él por no menos de cinco mil años. Más aún: el
testimonio de Swadesh (1967 :96) indica que el chi-
nanteca es tan diferente de los lenguajes de la red
general macro-maya, que él recomienda colocarlos
completamente fuera de esa afiliación mesoamerica-
na. Aunque los grupos dzah-hmi de chinantecas, Y
los pueblos que hablan zapoteca de la Sierra ~an te-
nido desde hace mucho tiempo contactos sociales Y
g9
,- ----
económicos, el zapoteca del Valle es un lenguaje dis-
tinto del zapoteca de la Sierra. Es posible que haya
habido un considerable contacto personal entre es-
tos chinantecas de las mesetas y los zapotecas del
Valle, pero nada parece indicar que la relación
fuese-del tipo de aquellas en que la cultura de los
unos ha afectado profundamente la de los otros. En
apoyo de esa impresión, Swadesh concluye que: ".. .
el chinanteca pareció estar muy separado del zapo-
teca mientras se le comparó con el dialecto del ist-
mo, pero resultó mucho menos remoto del de [la
Sierra] de Ixtlán" (p. 87).
Lo apartado de las raíces de que estos grupos ob-
tuvieron su herencia cultural queda atestiguado en
la obra de Driver (1974), quien concluyó que cuan-
do unas poblaciones que viven cerca unas de otras
hablan diferentes lenguajes, puede predecirse que
también tendrán culturas distintas. Este descubri-
miento recibe apoyo de datos genéticos, los cuales
atestiguan los insignificantes niveles de matrimonios
mixtos que ocurren entre estos chinantecas de la
Sierra y sus vecinos zapotecas (Zavala et al., 1980).
Nuestro deseo fue efectuar un experimento cuÍsi-)
natural, hasta donde fuera posible, variando al~:l J
nas características ( como lenguaje y cultura) y tra- (
tando de mantener constantes otras (por ejemplo,
expectativas del rol de los sexos y forma de '
gobierno). Los tres grupos eran de naturaleza cam· '
pesina, vivían de una agricultura de subsistencia -·
complementada por la producción en pequeña esca-
la de subsistencias y/o de artículos manufacturados
para los mercados locales. En el mejor sentido de la
40
frase, representaban sociedades parciales (Redfield
1956). En todas estas localidades, el principal culti~
vo era el del maíz, casi exclusivamente para consu-
mo doméstico, y complementado por otras cosechas
básicamente con el mismo fin. '
Dos de estas comunidades - la mestiza y la
zapoteca- se ubicaron en el ala de Tlacolula del
Valle de Oaxaca. Debido a su elevación, moderada-
mente alta, aproximadamente 1600 metros, por en-
cima del nivel del mar, y la protección que ofrecían
las cordilleras adyacentes, el clima del Valle suele
ser frío y seco. Las lluvias no son copiosas, . con un
promedio anual de aproximadamente 66
centímetros, registrándose las mayores precipita-
ciones en septiembre. Los suelos varían aun dentro
de una misma comunidad. Con excepción de raras
partes de tierras del fondo, a lo largo de los ríos, el
suelo de esta área no es de primera calidad, sino que
varía entre tierras de segunda o tercera clase, y
tierra que sólo sirven para recoger leña y llevar
cabras y ovejas a pastar. Estas tierras de segunda o
tercera clase se cultivan con ayuda de simples arados
de madera, tirados por toros no castrados.
En contraste, el grupo chinanteca vive en tierras
que se extienden desde la cadena más alta de la
Sierra Madre del Sur -- la Sierra de Juárez-, des-
cendiendo hasta aproximadamente 600 metros por
encima del nivel del m ar; la cabecera se encuentra a
1800 metros sobre el nivel del mar. Estas tierras van
desde clima alpino en las partes superiores, cuya cu-
bierta natural es el bosque de pinos, hasta la selva de
lluvia, que representa la extensión más septentrional
41
'""'"'

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N) \ Localización de las tres comunidades

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Estados Unidos

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de la gran selva tropical centroamerican A
. a. unque
muchas de estas tierras chinantecas esta' b'
. . n cu 1ertas
de pinos y cantos , son demasiado frías para
. ser pro-
ductivas , otr~s son sumamente fértiles y con mucha
lluvia. Las tierras altas dependen de las prec1p1ta-
· ·
ciones de temporada y se cultivan con ayuda de ara-
dos de madera
. tirados
. por toros; por contraste , las
tierras baJas tropicales están húmedas durante todo
el año, se cultivan con coa y, aunque muy fértiles só-
lo producen una cosecha de maíz al año, porque el
constante manto de nubes impide que llegue sufi-
ciente luz del sol.
Las tres poblaciones tienen entre 800 y 1 800 habi-
tantes: el grupo mestizo es el más pequeño, el chi-
nanteca el más numeroso , y el zapoteca es interme-
dio. Aunque numéricamente hay considerable dis-
paridad entre la comunidad más numerosa , de 1800
residentes , y la menor, con 800 , la densidad de
población por kilómetro es virtualmente la misma.
El municipio chinanteca tenía una densidad de
28.22 personas por kilómetro cuadrado , en compa-
ración con 30 . O por kilómetro cuadrado en los otros
dos grupos (/X Censo General de Población, 1970,
Datos por Municipios, cuadro I) .
Las tres poblaciones son gobernadas por un siste-
ma político en que los miembros varones son obliga-
dos a desempeñar puestos administrativos sin nin-
gún salario. Rep resentan variaciones sobre un tem_a
de la tradicional jerarquía religioso-civil mesoameri-
cana. Cada cual ha respondido de maneras un tanto
distintas a la emigración de los varones adultos Y a
las directivás que emanan de los gobiernos estatal Y
43
federal. Un hombre sufre poderosa presión social
para entregar su tiempo, sus energías y su dinero al
bienestar público, prestando servicios en la estructu-
ra gubernamental del lugar.
Los puestos que un hombre ocupa exigen cada vez
más de su tiempo y su dinero con el paso de los años.
Cuanto más alto y de más responsabilidad sea su
cargo , mayor será el gasto personal de dinero y
bienes . Por ejemplo, alguien que patrocina Ja fiesta
en honor de un santo patrón de un pueblo mestizo
gasta una cantidad verdaderamente enorme de di-
nero y bienes, mientras que entre los chinantecas,
quien ocupa el cargo de presidente municipal - el
más alto de los pue~tos seculares- es obligado a pa-
gar personalmente los costos de sus muchos viajes
oficiales a la capital del Estado, junto con los costos
en que incurren los funcionarios que le acompañan.
Estos deberes, en lo alto de la estructura piramidal,
son onerosos, por lo que no es de sorprender que va-
rios elegidos para esta posición -y sus esposas - se
muestren renuentes a aceptar el cargo. No obstante,
las presiones sociales en pro de la aceptación son no-
tablemente poderosas, y el no cumplir se considera
socialmente indeseable. El único modo de evitar el
oprobio que cae en quienes no aceptan un cargo es
abandonar definitivamente la comunidad. Por la
época en que se efectuó este estudio, esta alternativa
sólo estaba abierta a los mestizos. Al respecto , Cor-
bett comentó que:

•: .,la probabilidad de una migración reduce la motiva-


Cion entre los jóvenes para servir en el cargo munici-
44
pal. ~~rec: ~stéril invertir tiempo y dinero en la parti-
cipacion c1v1ca cuando a largo plazo no será producti-
va. [1974:40].

En ninguna de las tres comunidades hay fuertes dife-


rencias ideológicas _entre lo~ grupos que las integran.
Pese a que los ladinos estan actualmente dividido·s
en tres barrios y los chinantecas tuvieron antes
cuatro de tales divisiones, no hay pruebas de que és-
tas ejerzan, hoy día , una influencia poderosa sobre
la auto-identificación de los residentes, o sobre sus
relaciones con los residentes de otros barrios.
Otras indicaciones de status sirven para establecer
diferencias entre los residentes de los pueblos chi-
nantecas y ladino . Entre los chinantecas, los indivi-
duos conocidos como caract erizados influyen en las
decisiones de importancia para la comunidad . Los
caracterizados son varones adultos que saben leer y
dominan la lengua nacional , y a quienes se atribuye
la capacidad de saber resolver los problemas
difíciles, especialmente los que se refieren a las rela -
ciones entre la comuniddad y fuerzas externas a ella
(por ejemplo , los gobiernos fed eral o estatal, las
compañías madereras o comunidades vecinas) . Aun-
que muchos de los caracterizados han pasado por la
estructura jerárquica civil -religiosa, alcanzando el
respetado status de anciános , algunos de ellos no lo
han hecho . Su papel es el de asesores del presidente
municipal (véase Dennis , 1973) y sus funcion~rios ,
en forma muy parecida a como el grupo de a_nc1a~os
sirve en capacidad d e asesores de los func1onanos
municipales . Aunque algunos de quienes son cono-
45
cidos como caracterizados se encuentran entre los
hombres más ricos de la comunidad, no hay una
correlación entre el status y su ri9ueza relativa.
Tampoco puede decirse que este grupo de influyen-
tes en alguna forma se auto-perpetúe, transmitiendo
su status a sus hijos o sobrinos.
Entre los ladinos, la propiedad de vacas lecheras y
la fabricación de queso para el mercado de la
ciudad resulta lo bastante lucrativa para contribuir
a la formación de un segmento de la población que
se encuentra en posición considerablemente mejor a
los demás, y que es socialmente influyente. Estas di-
ferencias de riqueza se reflejan en una docena de ca-
mionetas pickup, de propiedad local, así como un
auto de pasajeros. Desde la introducción de la
electricidad, en 1969, han aparecido televisores,
refrigeradores y unas cuantas bombas eléctricas pa·
ra sacar agua para casas particulares. Estas innova-
ciones son tan recientes que han empezado con la
actual generación de residentes de mediana edad; se
derivan del mayor acceso a la ciudad, con la llegada
de la carretera panamericana, durante los cuaren·
ta . Los influyentes del pueblo se caracterizan por
una educación escolar que va de dos a cinco años,
con un promedio de tres y medio; sin embargo, su
educación difiere poco de la de otros hombres de
men~r influencia . El status recién adquirido parece
relacionado más de cerca con la capacidad de explo-
tar los pocos recursos disponibles, y aprovecharlos
para su ventaja comerciando con la ciudad.
Además, entre estos influyentes ladinos parece ha-
berse desarrollado una conciencia de intereses afi-
46
nes, y una c~eciente distancia social entre ellos y
quienes han s~do ~e.nos emprendedores. Aunque las
normas para 1dent1f1car a los "líderes'' entre los ladi-
nos se asemejan a las normas utilizadas para identifi-
car a los caracterizados entre los chinantecas, entre
los primeros parece haberse desarrollado un sentido
de afinidad de intereses y de separación de los de-
más, mayor que entre los caracterizados. Los influ-
yentes ladinos parecen actuar en forma más cohe-
rente, unidos entre sí por nexos de compadrazgo y
otros. No obstante, las estructuras, que gobiernan
ambos pueblos fomentan ,y hasta exigen la participa-
ción universal de los varones en el servicio público;
las mayores responsabilidades son asignadas actual-
mente a los que mejor dominan el castellano.
Las extensas tierras cultivadas por los chinantecas
y la logística dictada por los cultivos de temporada
en distintos medios ecológicos han producido la pre-
sencia de varias concentraciones de población, la
mayor de las cuales, por mucho, es la cabecera, con
una población establecida aproximadamente de 600
habitantes . Números menores de personas residen
en pueblos construidos a lo largo del camino de la
Sierra, que fue transitable a partir de 1956. Unos
cuantos viven todo el año en algunas de estas
rancherías, pero la mayoría divide el año entre sus
ranchos y sus hogares en la cabecera.
En las tres comunidades de nuestra muestra, tener
acceso a tierras cultivables es la característica
mínima de una vida económicamente razonable pa-
ra una familia . En cada comunidad las pequeñas
propiedades privadas son transmitidas por herencia
47
de padres a hijos, y raramente a hijas. Aunque teóri•
camente todos los hijos tienen razón para esperar
una parte en las propiedades privadas heredables,
en realidad las más de las veces éstas pasan aJ hijo
más joven con la esperanza de que asuma responsa-
bilidad hacia sus padres, al envejecer éstos y no po-
der cuidar ya de sí mismos. Por razones similares, la
casa paterna habitualmente se asigna al hijo menor
como forma de seguro social para los padres que es-
peran permanecer bajo su techo protector. Aunque
éste parezca el mejor seguro para unos padres ya
achacosos, no es una estrategia que fomente la con-
fianza, y muchas familias sufren graves traumas,
que persisten durante muchos años, cuando los
padres tratan de tomar decisiones tácticas con res-
pecto a la distribución de los bienes y residencias pri-
vadas para asegurar su vejez. De hecho, entre los za-
potecas se conocen casos de viudas que conservan
derechos sobre las tierras que ocupan, para garanti-
zarse un continuo mantenimiento de sus hijos, los
cuales siguen aguardando.
.► La importancia de las tierras y casas privadas he-
reda bles es tal que, aparte de su influencia sobre las
relaciones entre padres e hijos, a menudo ha ejerci-
do un efecto divisorio entre hermanos. Entre los chi·
nantecas, la competencia entre hermanos es exacer-
bada, a menudo por una desigual distribución de las
propiedades privadas del padre. Además, allí Y
entre los ladinos, los bienes raíces privados son
complementados por otras propiedades, cuyos
títulos están en la comunidad.
Estas tierras ocupadas públicamente, son de natu·
48
raleza comunal entre los chinantecas, y sus títulos
comunitarios datan de principios de la época colo-
nial, o incluso de antes . Estas tierras comunales, con
sus bosques y el producto de ciertos huertos de árb_o -
les frutales , son con~roladas por una entidad política
y social llamada Bienes Comunales . Bienes Comu-
nales es una asociación compuesta por varones naci-
dos en el lugar , a cuyos antepasados se atribuye ha-
ber arrancado a la selva virgen sus actuales huertos .
La asociación elige a sus propios funcionarios, y por
medio del voto aprueba la legislación que gobierna
estas propiedades, y determina cómo deberán utili -
zarse los p roductos de su explotación. Por ejemplo,
la madera de las tierras altas es aprovechada por
compañías madereras y fabricantes de pulpa de ma -
dera , que contratan con Bienes Comunales el núme-
ro de pies de tabla que se permitirá cortar durante
un periodo contratado , cuá nto pagarán las
compañías por pieza medida , dónde podrán las
compañías construir caminos de acceso, así como la
escala de salarios pagados a los comuneros que de-
rriban y preparan los árboles antes del transporte .
Cualquier asunto que afec te el cultivo de los
suelos comunales, o los derechos a su uso, debe ser
decidida por los miembros de Bienes Comunales, no
por el municipio . Sin embargo , hay no pocos
miembros de Bienes Comunales que también lo son
del municipio, aunque haya unos cuantos individuos
que sólo trabajan tierras privadas y no tienen de-
rechos sobre los bienes comunales . Otro indicador
de la interrelación que se da entre estas entidades
autónomas es el hecho de que los propios hombres
49
de otros municipios que se casan con familias de
Bienes Comunales obtienen acceso a las tierras
labrantías desempeñando cargos en la jerarquía de
los servicios públicos.
Por contraste, entre los ladinos las tierras públicas
no son un reflejo del hecho de que han sido trabaja-
das desde "tiempos inmemoriales" por esta comuni-
dad. Antes bien, representan un presente hecho en
1937 por la agencia de la reforma agraria, basado en
la necesidad de tierras de estos campesinos, antes ca-
rentes de ellas. Estas tierras fueron expropiadas de
una gran hacienda para la que habían trabajado y
fueron confiadas a la comunidad de la que eran
miembros. Estos ejidos se trabajan en pequeñas par-
celas por campesinos que son miembros de una or-
ganización ejidal, que legisla sobre su uso. Aunque
todos los miembros del ejido también son miembros
de la comunidad, no todos los miembros de la comu-
nidad pertenecen al ejido o tienen derecho sobre sus
tierras . Pese al hecho de que ladinos y chinantecas
j
pueden tener derecho al uso de tierras, cuyo título
t descansa en una entidad puolica, las tierras comu-
nales de los chinantecas son mucho más extensas que
los ejidos de los ladinos.
El cultivo de la tierra y, en particular las agotado-
ras tareas necesarias para transformarla de una selva
a un___bien cultivable, constituyen básicamente una
funcion
. . de varones . En las tres comunidades ' el cul-
tivo es imposible sin bestias de tiro . Los mejores ani-
males son toros no castrados, que resultan suma-
mente costosos. Por consiguiente, un hombre que no
posea toros debe alquilarlos a un vecino, o ceder una
50
parte de su cosecha., al propietario a quien los al-
quila . Una_ excepcion a esto _ se encuentra entre
aquellos chi~anteca~.que practican la agricultura en
las tierras baJas tropicales, donde el machete y la coa
son las únicas herramientas necesarias. Sin embar-
go, en todos estos grupos, las distancias frecuente-
mente grandes entre los campos y el hogar hacen de-
seables l~s bes~ias de tiro como caballos, burros y
mulas . Estos literalmente quitan la carga de los
hombros del hombre y son posesiones muy pre-
ciadas.
No es insólito que las mujeres, especialmente d~
las familias más pobres, trabajen en los campos. Sin
embargo, las tareas de las mujeres son más ligeras
que las de los hombres. Del mismo modo, los
hombres solteros trabajan con sus padres y bajo su
supervisión; las tareas más difíciles recaen sobre los
más maduros. El trabajo más pesado es realizado
por trabajadores contratados por días, aquellos cuya
falta de tierra , enfermedades u otros infortunios
obligan a trabajar para otros.
El joven llega a la madurez social por la época de
su matrimonio, cualquiera que sea la edad cronoló-
gica. Al casarse, se ve obligado a desempeñar traba-
jo comunitario -tequio- como abrir caminos,
construir carreteras o hacer otras labores de cons-
trucción como lo ordenan las autoridades locales._El
matrimonio también inicia su carrera en el servicio
público, donde ocupará un cargo hasta bien entra-
dos sus años más vitales.
La muchacha no llega a la madurez social haSt ª
que ha tenido hijos dentro de una unión estable. En
51
los grupos indígenas, la relativa inmadurez de una
mujer continuará en su matrimonio, si residen en el
hogar de su suegra, hasta que una de sus propias hi•
jas le ofrezca una nieta, producto de una unión es·
table.
Uniformemente, tener hijos es algo evaJuado y fo.
mentado como cosa positiva; representa uno de los
fundamentos de una buena unión. Una unión que
no ha tenido hijos es considerada probJemática y
esencialmente frágil. Los hijos validan la unión de
sus padres, aumentan la fuerza Jaboral productiva
de la familia y prometen seguridad socia] a sus
padres en sus últimos .años.
En una unión sin hijos, es a la mujer a quien se
censura. Una madre también debe dar el pecho a
cada uno de sus hijos, y el no hacerlo haría caer eJ
oprobio sobre ella .
En estos grupos hay una clara diferenciación de
los roles entre los sexos. Desde la infancia, niños y ni·
ñas son socializados de distintas maneras y, entre los
chinantecas, las comadronas cobran el doble a una
familia por el parto de un niño: un varón ganará el
doble que una hembra, dicen. Tal es una expectati-
va realista ya que los hombres ganan considerable·
mente más que sus hermanas durante toda su vida.
Logran obtener mejores salarios corno peones
agrícolas y tienen más oportunidades de ir a buscar
empleos más lucrativos en las ciudades de México o
de los Estados Unidos.
Estas diferentes expectativas para varones y
h~~bras s~ reflejan en el grado en que se alienta a
ninos Y niñas a seguir estudiando en la escuela.
52
Cuando nuestra actual generación de sujetos de me-
diana edad
. estaba en. edad
. escolar ' existían menores
oportunidades de as1st1r a la es.cuela primaria, ya no
digamos a los grados secundarios. En el mejor de los
casos, estos pueblos ofrecían enseñanza escolar hasta
cuarto añ~, y era verdaderamente raro que un
alumno deJara el hogar_para buscar una educación
secundaria en una escuela urbana. Todavía en
1970, en el poblado ladino, el mejor atendido por
transporte público, los costos de asistir a la escuela
secundaria en la cercana capital eran tan grandes
que sólo tres adultos habían pasado de la primaria,
hombres los tres (Corbett: 40) .
Se disuade a las niñas chinantecas de pasar al ni-
vel de secundaria ya que "no necesitarán" esa ense-
ñanza para ser madres y amas de casa. "No vas a tra-
bajar como funcionario del gobierno", se les dice.
Esta diferencia en la educación escolar se refleja en
los distintos niveles de alfabetización y, dentro de los
grupos indios, en el dominio de la lengua nacional.
De este modo, pocas niñas zapotecas asistían si-
quiera a clases antes de 1960. Sin embargo, en 1965,
la población local escolar representaba más fielmen-
te las proporciones, por sexos, de los niños en edad
escolar. No obstante, de diez jóvenes que asistían a
la escuela secundaria en la ciudad, sólo dos eran ni-
ñas. Sin embargo, aún hoy, estas mujeres zapotecas,
como los hombres, se enorgullecen grandemente
de saber leer.
Entre los chinantecas, los criterios para mostrar
respeto a hombres y mujeres reflejan más cla_ramen-
te las diferencias en las expectativas educacionales.
53
Poco respeto se mostrará a un hombre si no domina
bien el español, y aún menos si es analfabeto,
mientras que una mujer puede imponer respeto
aunque no sepa leer o no domine la lengua españo-
la .
Entre los mestizos:

En el censo escolar tomado en 1970-71. .. sólo el tres por


ciento_ de los adultos reconocieron ser analfabetos . . .
Estas cifras sin duda están deflacionadas debido a la
vergüenza que causa reconocer que se es analfabeto
ante los maestros de escuela (que fueron los censores).
El a n alfabetismo sufre una severa sanción negativ_a . al-
gunos anotados como alfabetizados en el censo recono-
cieron, en privado, que no sabían leer ni escribir, pero
habían respondido afirmativamente para ahorrarse la
vergüenza [Krejci, 1974:32] .

De manera similar, en el censo de alumnos zapo-


tecas levantado en 1965 se anotaron 170 adultos
analfabetos, 150 de los c uales eran mujeres. O'Nell
supone que en estas cifras se subestimó marcada-
mente el problema de la alfabetización, aunque no
necesariamente la desproporción entre los se-
xos. Nuevamente, durante los cincuenta, cuando
nuestra muestra estaba asistiendo a la escuela, estos
pueblos ofrecían poca oportunidad de pasar del
cuarto grado, y los muchachos eran mucho más ani-
mados que sus hermanas a continuar en la escuela.
Dur ante aquellos años, nuestra muestra asistía a
los grados de primaria, y los maestros residían en ca-
da una de las tres localidades. Estos maestros desem-
penaron un papel activo introduciendo el cambio
54
social y cultural, y se consideraron como mandados
por el_ gobierno naci~nal p~ra recomendar y aplicar
enérgicamente cambios sociales, culturales y econó-
micos. De muchas maneras importantes, estos ma-
estros residentes han ejercido una poderosa influencia
en cada una de las comunidades de nuestra muestra.
Aunque las tres poblaciones son católicas, por fe y
tradición, ninguna de ellas cuenta con un cura cató-
lico residente. Las celebraciones religiosas y los actos
sacramentales han de aguardar a la visita periódica
del cura, a menos que las familias vayan a las iglesias
de otras comunidades.
Salvo entre los zapotecas, ninguna otra religión
logró arraigar hasta finales de los cuarenta. Por en-
tonces, sólo cerca del 5% de los zapotecas se identifi-
caba con grupos evangélicos. Luego, algunos resi-
dentes, expresando ruidosamente su oposición a de-
dicar sus bienes tan trabajosamente ganados a la ce-
lebración de las fiestas religiosas tradicionales
- especialmente, el patrocinio de las mayordomías
(celebración de los santos) - encontraron oídos bien
dispuestos entre misioneros evangélicos, que eran vi-
sitantes periódicos. Hoy, la mayoría de los zapotecas
que no son católicos practicantes, se identifican co-
mo Adventistas del Septimo Día. En los primeros
años de este movimiento, el pertenecer a un culto
evangélico separaba a sus fieles de otros residentes,
ya que aquéllos no participaban en las importantes
funciones comunitarias en que se celebra a los san-
tos. Esto ya no representa un problema porque, en
1950, las autoridades locales, apoyadas por una con-
siderable proporción de los ciudadanos, simplemen-
55
· domías y otros serv1c1os
te decretaron que las bm .ª Y~: rios . Aunque el servicio
l . · ya no eran o 1iga · ·
re 1g1osos
. . 1 · , vo1untar10
. en 1950 ' el serv1c10 . secu-·
religioso se vo v1.od d . .ó siendo una obligación, y
lar a la com un1 a s1g~11
esta distinción ha continuado.
.
El gobierno mun1c . 1•pal eJ·erce un control en toda
forma con su po l1c1a . , local ' y obtiene su poder del
consenso d e 1os c1u • dadanos . Aún de mayor alcance . e
. fl uenc1·a son los medios informales de .gobierno ,
1n
tanto humanos como sobrenaturales. Ex1st_e n nor-
mas sociales, cuando alguien ha tran sgr edido una
de estas normas y se ve afectado por una enfermeda~
0 por otro problema grav~, la dificultad suele a tri-
buirse a la transgresión. Esta es otra fo rm a de go-
bierno. Ante todo , el buen ciudadano - h ombre o
mujer - es el que vive tranquilamente y en paz con
sus vecinos. Tener malas relaciones con n uestros
prójimos, mostrar rencor, ser muy d iscutidor o cla-
ramente egoísta , condicioso y poco cooperativo
causará no sólo una verbalización de la t r ansgresión,
sino también sanciones ejercidas p or seres sobrena-
turales.
A los niveles individual y comunit ario , se hace to-
do esfuerzo por evitar los desacuerdos , y lo que
e~ peor, t~d_a confrontación a bierta por d iferen -
cias de op1n1ón. Se busca el con senso a toda cos-
ta, pero si no se alcanza tal nivel d e acuerdo las di-
ferencias se minimizan, y la retórica d e ~er "un
p ueblo unido" se vuelve predomin ante . Encontra-
mos ~na buena ilustración en un comen t a rio , en los
archi:~s .1:1unicipales del p u eblo m estizo. Aunque la
adquisicion de un sistema de cañerías que asegurase
56
el agua potable era de gran prioridad para la comu-
nidad, el plan recomendado por los ingenieros del
gobierno perman_e ci~ sin aprobación, ni puesta en
vigor, durante seis anos porque habría dado a resi-
dentes de dos de los barrios, más fácil acceso a los
hidrantes, que a los residentes del tercero. Por fin
se llegó a un plan sustituto, que estableció un acceso
más igualitario a los hidrantes, para toda la comuni-
dad. En los archivos se observa lo siguiente: "No to-
mar en cuenta ese problema potencial (la desigual-
dad de acceso) bien podría generar divisiones entre
nosotros, causando muchas dificultades. Lo que de-
seamos más ardientemente es trabajar, de manera
unificada".
Con respecto a un médico, de tiempo completo,
entre los chinantecas, cuestión que sabemos que
causó controversias, resulta ilustrativo el siguiente
fragmento de una entrevista.

Así pues, después de 1958, el gobierno en1pezó, poco a


poco, a prestar cierta atención a las necesidades de la
comunidad, de modo que en 1972 empezó a mandar-
nos un médico. La cuestión de curar empezó a pasar
por ciertos cambios; antes de esa época, la curación
había estado en nuestras propias manos. Fue la nueva
carretera la que estableció la diferencia .
- Estaban ustedes en favor de traer un médico a la
comunidad?
- ·Oh, sí! Todos estuvimos de acuerdo . .
- ~odas estuvieron de acuerdo? En otras comun1d~-
des, los ancianos se han opuesto a la llegada de un me-
dico.
·
- No, no . Aquí, gracias a Dios, ·
siempre se ha pre-
57
sentado un frente unido. Todos_unidos. Todos juntos,
un consenso, aquí siempre ha sido así.

Similares comentarios acerca de pFoblemas poten-


cialmente divisorios y los modos de resolverlos evi-
tando todo f raccionalismo se encuentran por todas
nuestras notas de campo .

58
111 . DESCRIPCIÓN DE SUSTO

CoMO ya se indicó e n capítulos anteriores, las nor-


mas sociales se imponen por medio de sanciones in-
directas al m enos tan importantes , si no más, corno
el poder policiaco del municipio y el estado . La más
evidente de éstas es la enfermedad, que es considera-
da como sanción social. La enfermedad se atribuye
tanto a la iniciativa de fuerzas sobrenaturales como
a la manipulación de fuerzas por seres humanos ma-
lignos que, según se piensa, son brujos .
Una persona en quien se manifiestan sín tomas
busca alivio pero, al mismo tiempo, p iensa en las po-
sibles razones de que haya caído enferma en esa épo-
ca en particular. Se comprende que las personas
varían considerablemente en su relativa susceptibili-
dad a la enfermedad: algunos son fuertes y, por ello,
resistentes; otros son débiles y susceptibles . Los muy
jóvenes y los muy viejos son esenciahnente débiles:
en los primeros no se ha desarrollado aún su resisten-
cia, y los últimos están en proceso de perderla . Ade-
más, a las mujeres se las considera más débiles y sus-
ceptibles que los hombres a la enfermedad. Dentro
de cada uno de estos grupos se reconoce que algunos
individuos son, relativamente, más fuertes que
otros. Se su pone así que, cuando dos personas ~el
mismo sexo y edad aproximada se exponen a las mis-
mas circunstancias desfavorables, una puede sucum-
59
bir y la otro no. Estas reacciones diferentes suelen ser
regularmente observadas y notadas por la gente. Las
diferencias se explican por el hecho d~ que el que su.-
cumbió simplemente era m~n~~ ' resistente ~u~ los
demás: "Su sangre es más debd . Los espec1ahstas
tradicionales - diagnosticadores y adivinos-
pueden predecir quién e_s débil y más susceptible y
quién es fuerte y más resistente por la forma en que
la sangre de una persona corre por su cuerpo; esta
determinación se hace tomando el pulso o "leyendo
la sangre", "oyendo la sangre", "consultando la
sangre" . Además, leer la sangre tomando el pulso
en la muñeca permite al curandero determinar la
relativa gravedad del estado de un paciente.
En casos en que un paciente no es muy joven ni de
edad avanzada, y ha gozado de una salud relativa-
mente buena, los síntomas causan considerable pre-
ocupación . Si el paciente no responde al tratamiento
impuesto por el diagnóstico, se intensifica la preocu-
pación . Entonces existe la posibilidad de que esté
padeciendo las consecuencias de un desdén inadver-
tido o una afrenta a un ser sobrenatural o, lo que
tiene la misma. gravedad, que sea víctima de lama-
levolenc_ia de alguien. El miedo a provocar el rencor
de alguien es un factor que contribuye poderosa-
mente al esfuerzo de vivir en paz - en tranquili-
dad - con la familia y los vecinos.
Tales conceptos forman parte de un vasto marco
explicativo por el cual se comprenden los casos de
enfermedad: Según esta opinión, la enfermedad
- falta de ·bienestar- se deriva de la pérdida de vi-
tales sustancias corporales como sangre, semen, ca-
60
lor, 0 1.a esencia conocida como alma . La otra causa
inmediata de e~fermedad se atribuye a la intrusión
de una sustancia o sustancias extrañas. Entre estas
sustancias ocupan . lugar importante los espíritus o
sus representaciones en forma de aires, así como in-
sectos, gusanos o bien objetos como ramillas,
guijarros y humo de tabaco, •que se hayan introduci-
do en el cuerpo de la víctima por la voluntad de un
hechicero.
La buena salud se equipara con la armonía del
sistema u homeostasis. En un cuerpo sano, el
equilibrio se caracteriza por la pareja distribución
pareja de humores "calientes" y "fríos" . Hay que evi-
tar todo lo que pueda alterar esta distribución. Las
fuentes potenciales de distribución incluyen: 1) los
merodeos o desplazamientos del "alma", la matriz,
la fontanela o los nervios; 2) una ráfaga de calor,
frío, humedad o emociones peligrosas, demasiado
grandes o demasiado súbitas para permitir al cuerpo
reequilibrarse solo; 3) el que los fluidos del cuerpo,
normal o enfermo, no logren desaguarse por
completo, ya que la limpieza propia es esencial para
el equilibrio.
Los síntomas indican que el equilibrio fue roto
por estresores internos o externos. Indican, además,
lo que debe hacerse para recuperar el equilibrio.
Los pasos que deben darse para recupe~a~ el
equilibrio varían según el desequilibrio perc1b1do.
Habitualmente exigen la aplicación de hierbas, ali-
mentos u otras sustancias para neutralizar el dese-
quilibrio: purgantes para descongestiona~-- los órga-
nos u orificios enfermos, y la intervencion de un
61
pollo vivo, un pavo u otr~, agent~, con el que c~-
pillan al paciente para barre~ toda susta~c1~
intrusa y absorberla . Claramente, estos no son los un1-
cos conceptos con que nuestra mu~stra ha. ce . frente a
la enfermedad, pero sí forman la 1deolog¡a a la que
se adaptan ideas nuevas tales como los efectos de las
bacterias y la eficacia de los antibióticos .
Las ideas acerca de la prevención y cura de enfer-
medades surgen, lógicamente de estas explicaciones.
Las personas tienen cuidado de evitar una pérdida
excesiva de sustancias corporales, pero cuando esto
resulta inevitable, se "vuelven a llenar" en cuanto les
es posible. Se evitan las emociones fuertes, y se to-
man precauciones para no tener malas relaciones so-
ciales, que pudiesen incitar a otro a dirigir una ma-
gia invasora contra su ofensor. Por último, conti-
nuamente se tiene cuidado de evitar cambios cuali-
tativos del equilibrio humoral del cuerpo: no hay
que ponerse demasiado "frío" o demasiado "calien-
te" . Cuando se pierde la homeostasis, a la víctima se
le aplican hierbas y minerales que contienen las
"cualidades" necesarias en las cantidades ade-
cuadas. Asimismo, la enfermedad atribuida a una
perdida de esencias vitales se cura llamándolas o re-
~uperándolas . Los materiales ajenos que se introdu-
Je_ron e~ ~l cuerpo son barridos o extraídos por me-
d_ios magicos, habitualmente por especialistas en el
ntual. Dentro de este marco ge neral de salud y en-
fermedad analizaremos el susto, una de las enferme-
dades más prevalecientes de las que se quejan estas
personas.
El su st o es una entidad bien reconocida dentro de
62
una establecida etiología dº , . , .
curación Aunque 1 . ' iagnoSUco Y regimen de
· a interp t · , d
entre los pueblos y re acion el susto varía
bl . aun entre residentes de un mismo
~ue f' es muy impresionante su constancia a través
e cu t_uras por lo demás distintas. Existen al nas
excepciones, entre ellas los nu . gu
· d ' evos ricos entre los la-
dinos e este estudio que actu 1 .
.d d d a mente niegan la re-
al i a el susto como problema. C ontinuaremos
.
mostrando algunos materiales para ilustrar la reali-
dad del susto en estas tres sociedades.
~uando unos. ~esidentes del pueblo ladino oyeron
decir que un vecino de mediana edad se había suici-
dado, "de ello resultó una epidemia de sustos entre
parientes y vecinos". Una de las asustadas fue Elena
tía (ya entrada en años) del suicida, y viuda que:
desde antes de la muerte de su esposo, había sido
muy pobre. Ahora poseía tierras insuficientes y tenía
que lavar la ropa de otros para mantenerse. Elena
había tenido nueve hijos, siete de los cuales mu-
rieron en la infancia y un octavo a la edad de veinte
años. Su único hijo sobreviviente era retrasado men-
tal, con un serio problema de alcoholismo, lo que
causaba considerable angustia a Elena . Ella
reconocía la poca estima de que disfrutaba entre sus
vecinos, quienes la consideraban una chismosa que
"barre el polvo de las calles con sus largas faldas" .
En una visita a los antropólogos, comentó Elena, pa-
sándose la mano sobre el rostro y los ojos, exhausta:
"He sufrido tanto y he tenido tantos sustos".
Debemos mencionar otro ejemplo del pueblo de
ladinos porque claramente muestra las circunstan-
cias en que puede esperarse que ocurra el susto.
6~
empezado a edificar en él
comprado un terreno Y
. bargo debido a que no se aseguró
una casa. S1n em ,
.d t de los derechos del terreno, tuvo que
d eb 1 amen e .,. d .,. d. d
1a per
11.tioio arriesgan ose a 1 a
entrar en un l argo o· ,
. . .,. tanto en el terreno como en la casa
d e su 1nvers1on,
., const rui'da . Luego volveremos .a este caso.
rec1en
Enot ro Caso , una esposa era sometida
.
a constan-
.d d
1
tes acusaciones de no atender bien as neces~, a es
de su marido, y de ser negligente en la atenc1on de
su modesto hogar. Una noche , después de volver a
echarle en cara sus deficiencias, su marido se fue de
la casa. Ella resolvió aguardarlo y, cuando las ti-
nieblas envolvieron la estructura de cañas de la casa,
encendió una lámpara de queroseno, con dos propó-
sitos: mantenerse despierta y alumbrar el camino de
la casa. Ella volvió.a llenar y a encender la lámpara y
decidió colgarla de un gancho en el techo.
Estaba resuelta a permanecer despierta, pero se
apoyó contra una de las paredes de caña y pronto se
quedó dormida. Mientras dormía, la lámpara cam-
bió de posición en el gancho y se deslizó hacia el lado
de la pared en que ella estaba recostada. La desper-
taron las llamas, que no sólo lamían sus vestidos sino
que empezaban a devorar una de las paredes de la
casa. En ese momento apareció su marido y, entre
ambos, apagaron las llamas. Las quemaduras de
ella no eran graves, pero toda una sección de sumo-
rada había quedado destruida. Como resultado de
est a calamidad, ella quedó asustada. El marido
aprovech' 1 'd
. 0 e acc1 ente para repetir sus anteriores
acusaciones de negligencia.
Durante nuestra investigación, una mujer descri-
66
bió un susto que le había ocurrido en 1939. Esta chi-
nanteca iba, en a_q uella ocasión, regresando de los
campos a su casa, ella y sus compañeros empezaban
a vadear un río de rápida corriente cuando ella per-
dió pie y cayó al agua : " me empujó el río". La
corriente empezó a llevársela, pero sus compañeras
lograron tirar de ella, sin sentido y empapada. Al-
guien le prestó una blusa mientras sus ropas se seca-
ban.
Inmediatamente después de su rescate, ella "se
sintió a~ustada" . Por entonces sólo sufrió la pérdida
del apetito, y no le faltaron -e nergías ni motivos para
continuar sus deberes habituales hasta tres años des-
pués, en 1942, cuando la matriz empezó a dolerle.
En las notas de campo registramos su descripción:
"Poco después del accidente en el río perdió el apeti-
to; sin embargo , no sintió por entonces falta de em-
puje para desempeñar sus habituales tareas: hasta
que a la enferrnedad del susto vino a unírsele la en -
fermedad de la matriz, y ambas la pusieron fuera de
acción". Por la época de la citada entrevista, 32 años
después del "susto del río", estaba padecie~do. . de
tres sustos y de una hemorragia, que ella atr1bu1a a
que se "le aflojó la matriz" . El segundo de los tres
sustos había ocurrido como resultado de encontrarse
,
con una v1bora, y e1 tercero como consecuencia de
haber presenciado el asesinato de un h?mbre por
otro en uno de los pueblos en que trabaJaba. ..
·
Tres meses antes de nuest ra visi a,ºt su estado hab1a
empeorado decididamente, y duran~e los btres mepsee~
h b...1 yaodo so re un
siguientes - día y noche -
d...
ª ª
permanecer se
ntada más
tate en su casa. N o Pº t.a
67
de diez minutos a la vez, como pudimos verlo duran-
te nuestra visita. Se quejaba de que cuando sesenta-
ba derecha, le dolía la columna vertebral. Y, estan-
do de pie, le dolía la matriz . Cada vez que subía una
colina, perdía el aliento; el aliento ya_no le '~circula-
ba" . Cuando trabajaba mucho en su casa o camina-
ba cuesta arriba, le dolía la columna vertebral. Y
aun estando tendida, le dolía . Ahora había perdido
el apetito y, al comer algo, no podía retenerlo. "No
quiere hacer nada, nada en su casa. Una mujer
viene a ayudarla; cuando come tortillas, le saben a
chicle". Un examen n1édico hecho por el doctor
Collado reveló un gran tumor uterino, probable-
mente benigno. Se insistió en una intervención
quirúrgica, pero esto fue rechazado por la paciente y
su padre.
En otra ocasión, el marido de una mujer asustada
fue a consultar al antropólogo. Él y su esposa tenían
un hijo único. Deseaban tener una familia numero-
sa, pero en los nueve años siguientes al nacimiento
de su hijo, la esposa había sufrido siete abortos.
Ahora estaba embarazada, y le preocupaba mucho
llevar el embarazo a feliz .término. Padecía de un
grave susto, que le había ocurrido algunos años an-
tes. El marido nos informó que ella era una de esas
personas que, desde su niñez, se mu.estran débiles y
fáciles de asustar. Un examen clínico de su esposa
r~vel~, que sufría palpitaciones y dificultades de res-
pirac_ion después de todo trabajo físico . Su presión
arte_rial Y su pulso eran normales, aunque ella se
quejaba de un zumbido en los oídos. Habló de dolo-
res Y debilidad generalizada, de mal sabor de boca,
68
hinchazón de los pies y pesadillas. Se le encontraron
varicocidades y los exámenes de laboratorio revela-
ron la presencia de dos tipos de parásitos y una lige-
ra anemia. Pese a ~~do esto, el embarazo concluyó
felizmente en un n1no saludable.
Hubo también el caso de Rogelio, un chinanteca
que vacilaba entre llamar a su problema "muina"
(ira contenida) o reconocerlo como susto. Cuando lo
entrevistamos y examinamos en 1971, Rogelio tenía
57 años. Nueve años antes él y uno de sus dos hijos
habían formado parte de una fuerza que entabló ba-
talla contra un municipio vecino por unos terrenos
(véase Dennis, 1976: 176-177). Durante el ataque,
su hijo fue muerto y tocó a Rogelio llevar su cadáver
de vuelta a su pueblo. Estuvo muy triste por enton-
ces, pues sólo le quedaba otro hijo , y una hija que
vivía en la ciudad de México . Perdió interés en su
trabajo y en la vida, lloraba con frecuencia y se sin-.
tió físicamente débil. Según Rogelio, su salud había
empeorado un año antes de llamar nuestra aten-
ción. Un día de 1970, sintió un dolor generalizado y
"que el corazón le ardía" (señalando a su zona abdo-
minal derecha). Esto fue causado por el esfuerzo
hecho para levantar un saco de grano . A conse~~en-
cia de esas dificultades, había consultado al medico,
quien le dijo que padecía de "dificultade~ del
hígado", que le estaba tratando. Tuvo despues un
acceso de diarrea; perdió el apetito, todo el cuerpo
se le hinchó y perdió la fuerza . . .
Información etnográfica adicional 1nd ica que el
· , Y empezó a. com-
otro hijo de Rogelio se emb nago b
·
portarse tan mal, que en una ocasion, (en nov1em re
69
de 1970, la policía municipal lo detuvo. Logró esca-
par, sólo para ser nuevamente captur~do y ~ncarce-
lado. Se negó a pagar la multa que le 1i,npus1_eron las
autoridades municipales porque, segun af1rmaba,
alguien le había robado sus posesiones mientras esta-
ba detenido.
Las autoridades lo pusieron libre y en cambio pu-
sieron en prisión, a su padre, Rogelio, como respon-
sable de la familia . Rogelio languideció encarcelado
por dos días y dos noches, sufriendo intensamente
del frío y la mortificación. Cuando finalmente acep-
tó pagar la multa de su hijo, quedó libre. Entonces
"se sintió muy débil y, más que nada, muy triste,
muy, muy, muy triste. Otra vez me asusté".
Después, en 1971, .mientras llevaba a pastar a sus
bestias de tiro, un ebrio empezó a disparar al aire en
la zona en que Rogelio estaba trabajando, y algunas
de las balas cayeron cerca de él. Creyendo que él era
el blanco, se escondió tras unos arbustos, y sufrió
otro susto. Rogelio atribuye la gravedad de su estado
actual a la combinación de tres sustos.
SQ incapacidad continuó, y fue a consultar a un
conocido curandero local. Nosotros observamos sus
esfuerzos para borrar toda duda sobre la naturaleza
del ~:º~lema. El curandero diagnosticó susto y no
per~1? tiempo en empezar a atenderlo. Indicó a la
famiha que tuviera a mano cierto número de cosas
para,,. él cuando volviera aquella noche. Estas
incluian una botella de mezcal un frasco de "cata-
lán" -ot:o licor- , una cruz h~cha de hojas de pa!·
ma ~endita,_una imagen bordada de un santo, ci-
garnllos, hoJas del árbol de tarabundí, resina Yuna
70
de las camisas d~ Rogelio. Nos invitaron a presen-
ciar las ceremonias.
Aquella noche, habiendo ya oscurecido, el curan-
dero aguardó hasta que no hubiese ya sonidos de
juerguistas ni ladridos de los abundantes perros. Sa-
lió entonces de la casa llevando consigo todos los
artículos, a excepción del catalán. El súbito ladri-
do de los perros le hizo regresarse adentro, hasta que
no hubiese absolutamente ningún ruido; aguardó
otros veinte minutos, y luego volvió a salir.
En el jardín, el curandero tomó la botella de mez-
cal, la agitó vigorosamente, permitiendo que unas
gotas cayeran a tierra, como libación . Oró entonces
a los espíritus de la zona que pudiesen haber capta-
do la sustancia vital de Rogelio. Tras varias plega-
rias, en que mencionó el nombre de Rogelio en un
·intento por recuperar su sustancia vital, arrojó luego
un cigarrillo a tierra, como ofrenda. Volvió el rostro
en otra dirección y repitió todo el procedimiento.
Cuando se hubo vuelto hacia cuatro direcciones,
orando cada vez , arrojando un cigarrillo al suelo y
llamando a la fuerza vital de Rogelio, tomó entonces
la camisa del paciente, la sacudió en toda su longi-
tud, y luego volvió a enrollarla.
Luego, caminamos todos lenta y deliberadamente
de vuelta a la casa, donde el curandero encendió
unos carbones resinosos en el bracero, acer(:Ó luego
éste al paciente postrado y desenrrolló la camis_a en
que se hallaban la cruz de hojafi de palma Yla ima-
gen bordada. Con la camisa, hizo que las pesadas
nubes de humo cubrieran la cabeza Y el roSlro del
paciente reclinado.
71
Se preparó entonces un té d: n u eve h ierbas, y se
ordenó al paciente tomarlo , as1 ~orno una parte del
catalán. La debilidad de Rogeho puede suponerse
r la observación de que no logró sen tarse por sí so-
po h. . 1 h b'
lo; después de que su esposa y su iJ~ o a .1an sen-:
tado, su esposa se colocó detrás de el, po~uendo su
espalda contra la suya para sostenerlo mientras, a
sorbos, bebía el té .
Por último, le envolvieron los pies con las hojas de
tarabundí ( después se descubrió q ue esto er a por
otro de sus problemas de salud, no relacion ado di-
rectamente con el susto) . Se indicó a la esposa, al hi-
jo y a la hija, llamada de la ciudad de México por la
gravedad de su padre, que observaran atentamen te
al paciente. ¡Nadie debía dormir aquella noche si se
quería que la cura fuese eficaz!
El curandero acordó con el antropólogo que fuese
1 ver al paciente a temprana hora de la mañana si-
guiente. (Al partir, el antropólogo estaba convenci-
do de que no volvería a ver vivo a Rogelio. ) Sin em-
bargo, sí estaba vivo a la mañana siguiente, aunque
no muy mejorado. El curandero explicó esta falta de
mejoría observando que alguien de la familia debía
haberse dormido. Podríamos ir a ver a Rogelio a p ri-
meras horas de la noche, lo que hicim os. No se ma-
nife~taba n~nguna mejoría. El cu rand ero dijo que
nadie de quienes atendían al paciente d ebía dormir -
se, o la cura sería inútil.
. A la m~ñana siguiente, el paciente dio señales de
hgera meJoría , y pid ió café. Parecía un tanto más
animado , b romista, y m ejor enterado de lo que le
rodeaba . El día siguiente se caracterizó por una
72
recaída en que permaneció inerte como el día en
que se le había dado el tratamiento. Sin embargo,
después de esta recaída de un día , comenzó una len-
ta recuperación, mostrándose cada día más anima-
do y fuerte. Al terminar el tercer día de recupera _
ción, se paseaba alrededor de su casa con ayuda de
un bastón, salía a hacer sus necesidades, y hablaba
con otros.
Varios meses después, de regreso al pueblo, el
antropólogo escribió las observaciones siguientes:

Hoy vía Ragelio, nuestro paciente. No sólo pasea y vi-


sita a sus vecinos, sino que es toda risas y sonrisas, reco-
nociendo que había _estado, en sus propias palabras,
"listo para entregar cuentas" .
Hoy muestra su buen apetito y dice que cuando es-
tuvo tan grave, pero ya recuperándose, ellos "hicier.on
la lucha", y pidió cuatro pullos, uno de los cuales_se co-
mió él solo, y los otros los co1npartió . Dice que comió
"como coyote" . Aún hoy tiene hambre al medio día y
nuevamente a las tres de la tarde, y come tortillas, fri -
joles _y algo de carne si puede conseguirla . También le
han comprado un poco de leche condensada (lo que
allí es un lujo) que él 1nezcla con el café.

Varios días después de este encuentro lo hallamos


trabajando en tequio en la construcción de un cami-
no. Su empleo consistía en pulverizar piedra con un
pesado barreno de acero. Cuando le preguntamos
cómo se sentía él, sonrie~te, nos dijo que había recu-
perado la fuerza y la energía.
Entre la época de los tratamientos del curandero Y
su recuperación, aparentemente completa, fue exa-
73
minado por el médico del proyecto. Lo siguiente
procede de ese registro clínico:

Pálido y delgado, mostraba poco interés en lo que Je


rodeaba. Hipotenso -80/50- con _un pulso de 85 por
minuto. El corazón latía sin alteraciones. Se quejaba
de un dolor en el hipocondrio derecho, pero no se ob-
servó ninguna otra patología.

El laboratorio informó: " ... hemoglobina de 10.1


gr% con 4 .2 millones de glóbulos rojos por
milímetro, el hematocrito fue de 35 %, y no había
prueba de parásitos intestinales".
Rogelio fue uno de aquellos austados que después
murieron; desconocemos la causa de su muerte.
Se han presentado varios casos de susto, no
siempre completos, en cada una de estas poblaciones
con diferentes culturas. En cada ejemplo, hubo un
entendimiento, por los interesados, de que la
víctima había perdido una parte vital de sí mismo, y
que esa parte vital era recuperable si se tomaban las
medidas apropiadas. Aunque el termino más uni-
versalmente utilizado en español par_a esta parte vi-
tal es "alma", lo que se refiere al concepto cristiano,
el uso de este término para las tres poblaciones nos
parece hoy inapropiado, por las razones siguientes.
Entre los chinantecas, se entiende . que una
víctima ha perdido una sustancia vital (Ilamada el
4
bz' en ese idioma) 1, que las fuerzas espirituales de la

1 b .4
z es una adaptación fonética de la palabra utilizada en
chinanteco.

74
localidad mantienen cautiva donde ha ocurrido
4
hecho at~rrador. Al bi se le llama en español m:~
diante diversas glosas: fuerza, voz, respiración. A '\
menudo se le describe .como algo que rezuma O que \
se desliza de 1as extremidades 4e la víctima, como los
dedos de las manos o de los pies. El bi4 es distinto de
la otra sustancia vital, que se desprende del cuerpo
en el momento de la muerte física . Esta última es co-
nocida como el mmz<¿_ gz<¿_ . En esta diferenciación
entre las dos sustancias vitales, el bi4 de estos chinan- 1
tecas dzah-hmi es muy similar a las conceptualiza- \
ciones de otros grupos indígenas mexicanos, el zaki \ 7 ~
de los otomíes (Dow, 1975), y el iwigara, derivado de /
"iwi, la palabra para respirar" entre los indios ta-
rahumaras (Kennedy, 1978:129).
Los zapotecas con quienes estábamos trabajando
no parecían saber con gran precisión lo que se pier-
de cuando una persona sufre de susto, ni se mostra -
ron particularmente preocupados por su identifica-
ción. Como en los otros dos grupos, un diagnóstico
de susto se deriva de una discusión de los síntomas y
de si el paciente, o miembros de su familia directa,
pueden recordar de algún momento pasado, alguna
ocurrencia o circunstancia que pudiese llamarse sus-
to. La duración del tiempo transcurrido entre el su-
puesto hecho aterrador y el comienzo de los síntomas
no importa; lo que se necesita es algún hecho pas~do 1(
~Q~~~i!~~~~~~~~dia~óstic~_de susto ..Una
vez hecho ese diagnóstico a sausfacc1on de todos, se
supone que una sustancia vital ha abandonado el!
cuerpo, y que la paciencia será recompensad~ c~an·
· · ' su perdida ·
do se identifique el hecho que prec1p1to
75
No es coincidencia que en las tres comunidades, una
parte crítica de la cura consiste en pronunciar el
nombre del paciente, seguido a veces por la orden:
"Regresa, regresa". Así, "Juliana, Juliana, regresa,
regresa! ¡Regresa Juliana!". En el lenguaje de los za-
potecas del Valle, una persona asustada es descri-
ta como espíritgon sá we 't (''el espíritu merodea
afuera"). Por muy cercanas que parezcan, la pa-
labra zapoteca / es pír it / y la española /espíritu/no
comparten un significado cognoscitivo. La palabra
/ espirül también tiene una diferente forma de refe-
rencia, le yai ni/, que trae a la memoria otra sus-
tancia vital sin la que no puede vivir ~na persona y
que, en realidad, abandona el cuerpo cuando la
persona muere. Esta última, / e yai ni/, parece más
afín al concepto cristiano del alma que a lo que
abandona el cuerpo después de un episodio de susto.
En vista de estas evidentes diferencias entre las refe-
rentes a las que se aplican el zapoteca les pír it/ y el
chinanteca / bi4 / , y el concepto del alma, que la pa-
labra española evoca, en adelante nos valdremos de
los términos indígenas al analizar el estado de susto
en esos grupos. Marcus y Flannery nos ofrecen cierta
profundidad histórica al respecto:

En la raíz de todas las clasificaciones zapotecas del


mundo,. en el_siglo xv1, se hallaba el concepto de pée.
Traducido diversamente como "viento,,, "aliento",
,, , . ,, ''., .
~spintu , o - anima, lo que da vida", pée era la fuerza
vital que hacía mover a todos los seres vivos distin-
r1iéndolos así de la materia muerta. Prob.abÍemente
este fue un cone epto muy antiguo,
• pues lo comparten
76
no sólo los que hablan lenguas otomangueanas sino
también pueblos mesoamericanos menos íntimamente
relacionados [1978:37 ,59].

En las sociedades zapotecas y chinanteca, la fuerza


vital de una per~on~ es desalojada del cuerpo y man-
tenida en cauuver10 por espíritus, que están aso-
ciados al medio natural . Tales espíritus pueden resi-
dir en u n río o en partes no cultivadas de las monta-
ñas y los bosques . Se les asocia con rayos, peces, aves
y distin t as espe cies de animales ( cf. Marcus y Flan-
nery, 197 8: 58) . La versión india de la secuencia
causal que precipitó el susto es que de algún modo la
víctima tuvo un contacto inconveniente o ha causa-
do alguna afrenta a uno de estos seres . Aunque el
elemento de miedo ( o de sobresalto) siempre está
presente en las versiones que dan de los hechos a los
que se atribuye el susto, la investigación descubrió
que no es el miedo mismo, ni la persona, toro o
perro que causa el miedo la que captura o mantiene
en cautiverio la esencia de la víctima . Aunque una
persona atribuirá su susto al miedo que sintió cuan-
do un perro de pronto la atacó, el bi4 no es manteni-
do en cautiverio por ese perro sino por espíritus de la
localidad en que fue asustada . Se ofrecen ruegos y li-
baciones a los espíritus, y no al animal que causó el
susto. Esto es más fácil de comprender en un caso en
que el miedo fue causado por un fenómeno natural,
y no por un animal doméstico o una p~rsona. Por
ejemplo, dos mujeres se hallaban durmiendo ~n su
casa en uno de los pueblos chinantecas de las tierras
bajas cuando un rayo entró por una ventana de la
77
_casa, atravesó toda la morada y salió por otra aber-
tura . Como resultado, ambas mujeres sufrieron de
susto. Claramente, en este ejemplo, como en la
ilustración anterior, ha y un aspecto asustante, pero
en este último episodio t ambién está presente un
contacto no autorizado, y aun indeseado, con un fe-
nómeno natural. En este caso, es la causa del susto la
que, afrontada, se adueña de la sustancia vital de la
persona que ha cometido la transgresión , y a la que
habrá que propiciar para su devolución (ej. Bahr et
al. , 1974:65) .
En la comunidad mestiza, las causas de susto
suelen ser con mucho menor frecuencia fenómenos
naturales; suelen orientarse más hacia la interacción
con otras personas o con aquellos animales que for-
man parte de la esfera doméstica del mundo huma-
no . Desacuerdos e interacciones que causan sobre-
salto, como ser abordado por un ebrio o "recibir su
aliento", conducen al susto del borracho; ser asusta-
do por un perro que ladra puede producir el susto
del perro ; encontrarse entre unos toros de tiro puede
producir el susto del toro . Como estas clases de
hechos causales también son importantes para los
ejemplos indios, acaso puedan representar sólo un
barniz ladino puesto sobre una conceptualización
indígena de lo que ocurre cuando una persona per-
turba los límites que separan al mundo humano del
sobrehumano. Comprenderemos mejor este difícil
concepto leyendo el excelente análisis de las "nor-
mas" y "fuerzas" entre los indios pimas, tal como fue
presentado por Bahr y sus colegas (1974:69, 73, 131 -
132).
78
No resulta fructífero tratar de comprender las
explicaciones que el pueblo da de la secuencia
causal en los hechos de la enfermedad imponiend
aquellos modelos clásicos que han demostrado se~
tan útiles en el desarrollo de la comprensión biomé-
dica de la enfermedad (~now, 1936; Panum, 1970).
Los conceptos de los periodos predecibles de_incuba-
ción (el tiempo que transcurrirá entre el contacto
con una persona infectada y el principio de los
síntomas) han sido de gran importancia para la lógi-
ca con la que comprendemos los procesos de la en-
fermedad infecciosa. Como lo muestran estos casos
de susto, el factor temporal confunde, en lugar de
aclarar, el entendimiento de este estado si le atri-
buimos importancia.
En los materiales ilustrativos de los casos, las
víctimas claramente atribuían la causalidad del sus-
to a un sobresalto anterior a la aparición de los
síntomas. Es particularmente digno de_notarse que
en algunos de estos casos - se podrían citar n1uchos
más- hay un periodo de semanas y hasta de años
entre el hecho causal y la ulterior aparición de los
síntomas. Es instructivo notar que la mujer que
sufrió las consecuencias de la caída de su burro no
informó de síntomas de susto hasta más de un año
después de la pérdida de su alfarerí~., . .
La mujer del tumor uterino exphco su 1ncap~c - 1
dad por un susto que había ocurrido más de 30 anos
antes y por las complicaciones de otros dos ~uSlos
ocurridos en años siguientes. Cuando Rogeho fue
asustado en 1962, se sintió mu.y triste por la ?1uerte
de su hijo, aunque no se mencione ningún sintoma
79
de susto hasta después de que fue encarcelado ocho
años más tarde. Su estado de agotamiento, debili-
dad y falta de empuje fue atribuido a esos dos acon-
tecimientos, complicados por el susto del borracho,
causado por los disparos de un fusil, cuyas halas ca-
yeron cerca de él. Transcurrió un notable interme-
dio en estos casos, entre la queja de enfermedad y los
hechos que, según se supone, la causaron.
De manera similar, es instructivo el caso del zapo-
teca que encontró una serpiente, sólo para perderla
de vista al punto. No reconoció los síntomas de susto
hasta varias semanas después del hecho. O'Nell
(I 975) ha calculado que, para los zapotecas, el lapso
entre una experiencia asustante y la aparición de los
síntomas va desde "inmediatamente" hasta "unos
siete años" . Como lo muestra el caso de la mujer chi-
nanteca, no es insólito que este periodo se extienda a
30 años.
A pesar de todo, la presencia de síntomas de susto
puede conducir a interpretaciones ambiguas. Aun-
que los síntomas se explican como resultado de la
pérdida de la sustancia vital de la víctima, esta sus-
tancia puede desaparecer, ya como resultado de una
fuerte impresión, ya porque fue capturada por un
brujo. Para llamar susto _a la falta de bienestar se ne-
cesitan los síntomas reveladores junto con un hecho
verosímil, antecedente causal, y el tratamiento se
dirige entonces a llamar o recuperar la esencia de la
víctima. Por el contrario, el atribuir síntomas a Ja
malevolencia de alguien resulta en un diagnóstico
diferente y en otros procedimientos. Cuando la
hechicería es la causa, el tratamiento incluye ame-
80
nazar al culpable para que desista de su infame
com portam1ento.
Los procedimientos del diagnóstico a menudo son
complejos,_ y s~jetos a negociaciones; no siempre
conducen 1nfahblemente a una sola e inquívoca re-
solución. Para ilustrar este punto, presentaremos
con cierto detalle el proceso por el cual se diagnosti-
có el mal de un chinanteca de 62 años, que se queja-
ba de pérdida de peso, insomnio, falta de apetito y
de visión, •Y malestar general. La conclusión inicial-
del curandero, exclusivamente sobre la base de los
síntomas, fue que sufría problemas causados por
brujería . "La cabeza está infectada" porque el pa-
ciente participó en una disputa ·con otro;· ''I-lay
disputa, hay desacuerdo, envidia, ha ·_ habido
hechicería ." El .curandero entonces se enfrentó al
paciente, preguntándole si no era verdad que tenía
una disputa con otro; el paciente lo negó. El curan-
dero repitió entonces que una disputa era causa del
problema de s.alud, lo reconociese o no el paciente!
"No lo reconoce pero yo digo que está teniendo difi-
cultades con otro, y aun si no lo reconoce, esa es la
causa de su problema."
A lo largo de esta discusión, el curandero conti-
nuó frotando ~l paciente, en torno de los ojos, la ca-
ra, la cabeza, las sienes, la frente y la mandíbula,
con una bola formada de hierbas calentadas en el
brasero. Recomendó al paciente y a su espos.á que el
marido se bañara al día siguiente con los mismos ti-
pos de hierbas. Además debían incluirse flores selec-
cionadas entre las ofrendas florales que había e~ la
iglesia. Después del baño, debían usarse todas estas
~~ 81
flores para prepararle un té al que se añadiría sulfa-
diacina.
Sin embargo, el día que la esposa debía acompa-
ñar a su marido, el curandero le tomó el pulso e hizo
un nuevo diagnóstico . Encontró que la sangre estaba
circulando lentamente: indicación de que estaba
"nervioso". El curandero atribuvó ., esta condición a
un aire o trasgo que se le hubiera metido en el cuer-
po, cuando ya estaba padeciendo de susto. Pidió al
paciente que le hablara de los hechos que habían
causado el susto, y no le preguntó si había habido o
no un susto. El paciente Tt>8pondió que "debió de su-
ceder hace cuatro años cuando .yo y mi mujer está-
bamos atravesando un río cerca de nuestro rancho
e11 "tierra caliente". Iban atravesando el río sobre un
tronco caído, cuando este improvisado puente se
partió en dos. La fuerza de la caída arrojó a la mujer
a la seguridad de la orilla, mientras que el marido
tuvo que salvarse agarrándose de una rama que col-
gaba y luego, a pulso, ir cambiando las manos de lu-
gar hasta salvarse.
Aunque la esposa confirmó la versión de este inci-
dente, el marido negó que, como resultado, hubiese
padecido susto. Aunque repetidas veces negó sufrir
de susto como resultado del accidente, el curandero
repitió varias veces el diagnóstico. La ·impresz'ón
fuerte sufrida por él permitió que el aire (represen-
tando el espíritu del río), penetrara por sus ojos, lo
que, a la larga, había causado su pérdida de la visión.
Lo _qu~... acabamos de narrar ilustra el proceso de
~egociac1on por el cual a veces se llega a un diagnós-
ttco, perm1t1en· · d o empezar el tratamiento adecuado.
82
-

La versión está matizada por el hecho de que este


curandero en particular es uno de los diagnosticado-
res de menor prestigio en la comunidad; asimismo,
es la única ocasión en qu.e se observó que un diag-
nosticador insistiera en lo correcto de su diagnóstico.
No obstante, en este, como en otros diagnósticos de
susto, fue indispensable un hecho pasado que provo-
cara una impresión fuerte o susto.
A mayor abundamiento, hay casos en que una
persona ha sufrido un contratiempo que pudo
causar el susto, pero éste no se ha manifestado.
También se toman, en ocasiones, medidas preventi-
vas. En un ejemplo, unos padres que llevaban a un
bebé a su milpa se sentaron en el suelo, a descansar.
Cuando se levantaron para continuar caminando,
cortaron unas ramas de arbusto con las cuales lim-
piaron la tierra en el lugar en que el niño había esta-
do, pidiendo al espíritu de la tierra que no retuviera
el bi4 del niño.
Otros rasgos constantes aparecen en informes de
pacientes de susto. Continuamente surgen testimo-
nios de que una víctima está experimentando
problemas particularmente difíciles que ponen a
prueba su capacidad de desempeñar adecuadamen-
te el rol que se espera de él. Los casos de dos mujeres
embarazadas, una de las cuales sufrió siete abortos,
y la otra dos durante un breve periodo, nos servirán
de ilustración. En cada uno de estos ejemplos, tanto
la mujer como su marido deseaban desesperada-
mente tener más hijos y, en cada caso, la mujer
expresó pesimismo y gran angustia acerca de su ca -
pacidad de terminar felizmente su embarazo.
83
Volviendo al caso del hombre que vio la serpiente
e inmediatamente la perdió de vista, sabemos que
un periodo de varias semanas transcurrió en tre el in-
cidente y la aparición de los primeros síntomas. Du-
rante tal periodo, y antes, estuvo sufriendo las conse-
cuencias de ha her arriesgado su fortuna y la de su
familia en un dudoso pleito por propiedades en que·
tenían todo por perder. En el curso del "litigio, se
implicó que él había actuado imprudentemente. al
arriesgar al p atrimonio d e su familia y, con respecto
a su rol ante la sociedad en general, pareció un
hombre imprudente y hasta irresponsable . Algunos,
incluso, consideraron q_u e había algo turbio en lo
que les pareció un intento por aprovecharse de u na
situación confusa . La familia con la que él trabó la
disputa lo consideró así, y d ifundió chismes hablan-
do de él como de una persona enredadora y poco
escrupulosa: acusación de consecuencias muy graves
en este grupo . 7
En suma, hay buen número de constantes que ca- /
r~cterizan los materiales de estos casos. La explica- .
c1ón que da la comunidad es que una experiencia 1
asustante o sobresaltante conduce a una pérdida de
sustancia o fuerza vital: alma entre los ladinos, b'i4 y
es pír ·it para los chinantecas y zapotecas, respectiva·
mente. En el primer grupo, la sustancia está ron- \
dando, Y la cura r equiere que se la induzca a volver '
al c~er~o de la víctima; mientras que en los dos gru- \
pos i~dios debe ser liberada de sus captores y luego
1ndu<:_1~a a volver al cuerpo. No hay un periodo ·
espe~ifico entre el hecho causante y la aparición de /
los smtomas. El único requerimien to es que ~
84
hecho semejante preceda a la aparición de los
síntomas. Por último, los síntomas parecen presen-
tarse durante épocas particulamente difíciles para
una persona, periodo en que está pasando por las
presiones asociadas a una autoevaluación negativa J
acerca del desempeño de su papel. J

85
IV. MUESTREO DE GRUPOS

EN FUNCIÓN de las normas principales establecidas


con anterioridad para la selección de las comunida-
des, nuestras muestras han satisfecho la mayor parte
de nuestras expectativas. Aunque la población chi-
nanteca de cerca de 1 800 personas es considerable-
mente mayor que cualquiera de las otras dos, el
territorio mucho más extenso de los chinantecas ha-
ce que la densidad de población de las tres sea vir-
tualmente idéntica. Por contraste, nuestra expecta-
tiva de que las comunidades seleccionadas tendrían
poca estratificación social se cumplieron menos sa-
tisfactoriamente. Aunque no hay diferencias impor-
tantes en los niveles de educación escolar, nos
sorprendió la relativa riqueza que algunos miembros
del grupo ladino obtenía por medio de la produc-
ción comerc.i al y venta de queso. Esta diferencia
inesperada y no controlada afectó la distribución y
probablemente el número de casos reconocidos de
susto entre los ladinos. Además, fue para nosotros
una sorpresa saber el estigma social que los varones
chinantecas atribuyen al susto. Suponemos que este
estigma tuvo una repercusión sobre el número de
hombres que aceptarían presentarse ~n nuest~a
muestra experimental y, como se comento en el ana-
lisis de los descubrimientos de la enfermedad, muy
probablemente ejerció algún efecto sobre Ja grave-
87
dad de la enfermedad reconocida por los chinante-
cas que informaron sufrir de susto.
Por ello, sin duda hay más casos de hombres asus-
tados, y también es probable que no se haya infor-
mado de todos los casos de mujeres, debido a facto-
res que no previmos en el proceso sociocultural por
el cual las personas son consideradas enfermas.
Aparte de estas dificultades inesperadas, resultó a
la vez factible y productivo poner a prueba estas hi-
pótesis en un marco en el cual las características so-
ciales, demográficas y económicas se controlaron en
las tres sociedades, las que , al mismo tiempo, va-
riaban en sus respectivas culturas y lenguas mater-
nas .
Una vez seleccionadas las comunidades para
nuestro estudio, nuestro siguiente procedimiento
consistió en encontrar personas asustadas o personas
que creyeran estar padeciendo de susto. Una comu-
nidad puede mantener una creencia en el susto y te-
ner especialistas en su diagnóstico y atención, pero
siempre es una persona la que experimenta el susto.
Así pues, a la postre, las experiencias de las personas
r revelan los hechos en que puede examinarse el susto.
Por lo tanto, nuestra muestra quedó integrada
exclusivamente por personas que se quejaban de sus-
to por la época de nuestro trabajo de campo, o de
quienes estaban dispuestos a conceder, ante .la opi-
n,.ió~ de sus parientes o de los curanderos, que eran
v1ct1~a_s de este estado. El esfuerzo por identificar a
las v1ct~m~s fue riguroso. D~pendió básicamente de
proced1m1entos indígenas para llamar asustada a
una persona.
88
La inclusión de una persona en la muestra depen-
dió de la opinión local, fuese personal o por consen-
so, y no del juicio de los investigadores. Este hecho
tuvo consecuencias importantes, si bien inesperadas,
para la composición de la muestra .
En fases avanzadas del estudio comprendimos que
las normas aborígenes probablemente habían afec-
tado la muestra en las comunidades chinanteca y la-
dina . En la primera, la relativa escasez de hombres
en la muestra se debió, en parte, a la idea de que el
quejarse de estar asustado equivalía al reconoci-
miento de ser "afeminado" . El caso de Rogelio, an-
tes descrito, ilustrará este punto .
Habíamos ido a entrevistar a R:ogelio por reco-
mendación de su prima hermana, quien lo llamó
"asustado". Al llegar a su casa, su mala salud fue
evidente. En esa primera entrevista él afirmó que su
estado se debía a muina: ira reprimida. Cuando des-
pués encontramos a la prima, nos preguntó qué
había dicho Rogelio . Cuando le dijimos que
"muina", ella se echó a reír . Por último , notando el
desconcierto del etnógrafo, ella explicó, entre carca-
jadas: "¡Los hombres son tan graciosos! ¡Cómo les
parece amujerado sufrir de susto, prefieren llamar
muina a su problema!"
Una idea diferente influyó sobre nuestra muestra
de asustados en el pueblo ladino, donde las personas
de mas altos ingresos y mayor influencia social reco-
nocieron su realidad pero consideraron que creer en
el susto ~ra signo de i~norancia y superstición . Los
Krejci escribieron:

89
Mientras que en el pasado el susto era forma aceptada
de conducta para cualquier lugareño, en 1972 ya lo
era menos, particularmente entre los más ricos. Aun-
que aún era experimentado entre los pobres, ya
tendían a guardarlo en privado y/o en secreto.
Quienes experimentaban el susto lo sufrían de dos ma-
neras, primero en los efectos debilitadores de la enfer-
medad y, segundo, en la negativa de la sociedad cam-
biante a mostrar apoyo, simpatía y medios adecuados
de cura [Krejci y Krejci, 1981] .

No obstante, se formó una muestra que incluyó pro-


porcionalmente un número menor de los nuevos ri-
cos que de los demás.
Los asustados formaron un grupo contra el cual
probar las hipótesis de la investigación. Para selec-
cionar un grupo control tan similar como fuese po-
sible a su opuesto, nos valimos de tres normas. Pri-
mera : puesto que los asustados, por su propia defini-
ción "están enfermos", sus controles también debían
considerarse a sí mismos "enfermos", aunque no
implicando el susto en su estado. Admitir sólo a in-
dividuos que se consideraran enfermos en las
muestras de investigación sirvió como control com-
parativo sobre toda la muestra, ya que las personas
"enfermas" fueron comparadas exclusivamente con
otras personas "enfermas". El grupo control se tomó
de pacientes que se quejaban en las clínicas gyatuitas
dadas a las diversas comunidades por el proyecto, y
los registros clínicos documentaron los registros
biográficos necesarios. Una segunda norma fue
comparar varones con varones y mujeres con mu-
jeres. las diferentes situaciones de vida, papeles
90
sociales y procesos biológicos de hombres y mujeres
impusieron este procedimiento. La tercera norma
fue la edad. Una vez más, las situaciones vitales, ex-
pectativas de roles y procesos biológicos obligaron a
controlar este factor.
Quisimos tener hasta donde fuera posible un
control para cada uno de los asustados. Tales pare-
jas se establecieron sólo dentro de la misma comuni-
dad, de modo que también controlábamos cultura y
lenguaje. Las parejas por edad no fueron exactas
porque muchas personas no sabían el año de su naci-
miento y, en algunos casos, no pudimos identificar
un paciente clínico exactamente de la misma edad
de un asustado con quien hubiésemos querido es-
tablecer comparación. Cuando más de una persona
era igualmente apropiada como control de un asus-
tado, la selección se hizo al azar.
La muestra fue susceptible a tratamiento de las si-
guientes maneras: 1) cada asustado podía compa-
rarse con su análogo, 2) grupos de asustados y
controles podían ser comparados por sexos dentro de
grupos culturales (por ejemplo, asustados zapotecas
varones con controles zapotecas varones), 3) asusta-
dos y controles podían ser comparados por sexos a
través de grupos culturales, 4) los asustados podían
ser comparados con controles sin consideración al
sexo (por ejemplo, asustados chinantecas con
controles chinantecas: esto último fue posible, en
parte, haciendo adaptaciones a la proporción para
tomar en cuenta la diferencia en el número de pre-
guntas que se plantearon a hombres y mujeres en la
Prueba de Estrés Social), y 5) se pudieron comparar
91
grupos con susto en las diversas comunidades (por
ejemplo, zapotecas, víctimas de susto, pudieron
compararse a ladinos similares con susto).
En varias pruebas, la medida de las muestras va-
rió ligeramente . Estas variaciones fueron resultado
de : 1) el uso de muestras parciales (o submuestras)
de los datos , más directamente pertinentes a la pre-
gunta planteada, 2) el enfoque del uso completo de
los datos para pruebas estadísticas en pequeñas sub-
muestras, 3) un raro ejemplo en que estuvo in-
completa la información acerca de un individuo.
Por ejemplo, una madre y su hija se negaron a dar
muestras de sangre alegando que, puesto que su sus-
to las había debilitado, perder sangre las debilitaría
aún más. En este ejemplo, no pudimos incluirlas co-
mo miembros de las muestras en que se estaban bus-
cando síntomas de enfermedad, ni pudimos utilizar
esta información de las dos mujeres que servían co-
mo sus parejas de control. Sin embargo, como sí
poseíamos sus calificac;ones sobre las medidas de
estrés social y daño psiquiátrico, ellas y sus parejas
fueron incluidas cuando se pusieron a prueba estas
medidas . Estos procedimientos fueron impuestos por
las p_e 9ueñas dimensiones de las submuestras, que
requ1neron una conservación de datos máximos pa-
ra su prueba estadística.

MÉTODOS DE PROBAR LAS HIPÓTESIS

Además de los tradicionales enfoques etnográficos,


los aspectos sobresalientes de nuestra investigación
92
fueron : operacionalizar las medidas, desarrollar
uu·1·izar muestras, y poner a prueba datos de lasy
muestras estadísticamente, para determinar la natu-
raleza probabilista de los descubrimientos. Cada
uno de éstos se analiza por turno.
Los pacientes de susto fueron identificados como
1) personas que se quejaban de estar asustadas, 2)
personas bajo tratamiento por un curandero tradi-
cional que identificó el problema como susto, estu-
viese el paciente convencido o no del diagnóstico, 3)
una persona cuyo malestar se hallaba al nivel
subclínico, aunque conviniera con otros que lo con-
sideraban asustado . Siguiendo a O'Nell (1972), el
nivel de severidad - malestar- no desempeñó un
papel en los procedimientos de selección.
Las hipótesis y esquemas teóricos derivados de da-
tos etnográficos llevaron a Rubel (1960) a formular
las condiciones asociadas al susto. Luego, (Rubel,
1964) formuló una serie de hipótesis acerca de la
asociación entre el susto y ia con~iencia del sujeto de
desempeñar inadecuadamente alguna de sus fun-
ciones sociales básicas. Después, O'Nell y Selby
(1968) pusieron a prueba y confirmaron una de esas
hipótesis.
Sus esfuerzos, junto con un estudio piloto aún no
publicado, allanaron el camino para desarrollar la
Prueba de Estrés Social utilizada en la presente in-
vestigación (O'Nell y Rubel, 1980).
La historia clínica (los expedientes) fue estudiada
con los procedimientos tradicionales de la medicina
clínica. Dos médicos realizaron la evaluación sin sa-
ber si el expediente pertenecía a un paciente asusta-
93
do O a uno control. La siguiente información fue re-
ca bada sobre 100 pacientes: síntomas y quejas, his-
torial médico personal, historial médico familiar, re-
sultado de un examen físico por un médico del pro-
yecto y resultado de análisis de laboratorio clínico de
sangre y heces. Como ya se observó, dos mujeres se
negaron a dar sangre aunque en su caso se dispuso
de toda la demás información clínica.
Los problemas de salud de los pacientes fueron .
diagnosticados por los dos médicos de acuerdo con
la Clasificación internacional de enfermedades (Ba.
ed. Organización Mundial de la Salud). Además, el
cuadro clínico general de cada paciente fue eva -
luado sobre la base de dos escalas creadas por Colla-
do , para evaluar la severidad y la gravedad.
El daño psiquiátrico fue definido y operacionali-
zado adoptando la Calificación de 22 puntos. Los
procedimientos por los cuales se eligió esta medida
en particular y su adaptación para su uso en Oaxaca
se describen en una siguiente sección.
La medida del daño psiquiátrico consiste en una
sola calificación que representa una acumulación de
puntos asignados a cada uha de las entradas. Se su-
puso que las calificaciones más altas reflejaban nive-
les más altos de daños psiquiátrjcos; sin embargo, no
se supuso que ninguna calificación, alta o baja,
reflejase un nivel fijo de daño.
Las pruebas de nuestras hipótesis consistieron
principalmente en tratar de determinar si las pautas
numéricas de los resultados coincidían con las ex-
pectativas. Nos interesaban la naturaleza y la ten-
dencia distributiva de los valores, así como la magni-
94
tud que. alcanzaran.
. Esperábamos encontrar , O b'1en
una divergencia en que los valores numéricos difi-
riera~ entre sí, o _una conv~rgencia . Siempre nos in-
tereso la tendencia de la divergencia. Es decir, ¿for-
maban las pautas predichas los valores numéricos?
En algunas de las medidas, esperamos que los asus-
tados obtuvieran calificaciones diferentes de las de
los c~ntro~:s, y que la~ diferencias señalaran en algu-
na dueccion (es decu, que los asustados tendrían
puntuaciones más altas y sus controles más hajas).
A la postre, la pregunta más importante fue la
magnitud de la diferencia o asociación, una vez que
surgió la pauta . La magnitud es la probabilidad de
ocurrencia de un factor estadístico dado. Diferentes
hechos tienen diferentes probabilidades, lo que se
puede determinar estadísticamente. La probabili-
dad de que un lugareño joven, fuerte y saludable,
despertara por la mañaT'\a después del descanso de
una noche era muy alta; la probabilidad de que he-
redara cinco millones de pesos era baja.
Como nadie espera predecir acontecimientos con
ciento por ciento de exactitud, y las correlaciones
pueden ocurrir simplemente por azar, las expectati-
vas quedaron limitadas por un especificado margen
de error. Establecimos un margen de error de 5%
para indicar si las hip6tesis recibían apoyo o _c~nfi~-
mación. Es decir, consideramos que una hipotesis
recibía apoyo de los datos cuando se recibía un valor
numérico que sólo podía ocurrir por azar en menos
de 5 % de las veces.
La mayor parte de nuestras hipótesis fueron ela-
boradas para predecir la pauta y magnitud del re-
95
sultado. Aunque cada uno de nosotros tenía expec-
tativas un tanto distintas, las principales hipótesis
fueron sometidas a pruebas diseñadas para evitar re-
sultados ten den ciosos.

NIVELES DEL ESTRÉS SOCIAL

Predijimos que las personas que padecían de susto


percibirían que ellas mismas estaban desempeñando
inadecuadamente unas funciones sociales vitales.
Presupusimos que la discrepancia entre las expecta-
tivas y sus desempeños les causaría estrés. Como to-
dos los seres humanos experimentan cierto grado de
estrés, cualquiera que sea su sociedad o situación en
la vida, tuvimos que enfrentarnqs a la pregunta de
los niveles relativos de estrés social. Los niveles
varían por diferencias individuales, en adaptarse a
los estresantes, y por diferencias en lo que se percibe
como estresante. Las diferencias individuales de los
niveles potenciales de adaptación probablemente
son en gran parte genéticas y, por ello, básicamente
fisiológicz.s (Selye, 197Lt). Así, las diferencias indivi-
duales en lo que la gente percibe como estresante se
deben en gran parte a procesos de aculturación.
Si el estres ocurre frecuentemente en la experien-
cia humana, es razonable suponer que las personas
desarrollan niveles de tolerancia a él; el estrés supe-
rior a este nivel de adaptación causará agotamiento.
Me Grath (1970: 18) se refiere a variaciones de nive-
les de tolerancia como estrés de infracarga y de
sobrecarga.
96
Si fuera posible evaluar los niveles de tolerancia
para una persona, podríamos establecer un punto
escalar en que el estrés se convierte en agotamiento.
Tratamos de precisar lo que las personas considera-
ban estresante en función de haber sido socializadas
en los roles tradicionales de los sexos de su sociedad.
Caudill, en uno de los primeros esfuerzos antropoló-
gicos por descubrir cómo la cultura y las interpreta-
ciones de los estresantes en un individuo mediaban
en su respuesta a ello, comentó lo siguiente:

Tales cuestiones están directamente relacionadas con


lo que puede ser per~ibido como estrés en ·una cultura
o sociedad en particular. Cierto acontecimiento puede
causar _estrés para una persona pero no para otra; tal
acontecimiento puede ser interpretado de maneras
muy distintas en el marco de una cultura .particular,
comparado con el de otra; y tal acontecimiento puede
tener diversas consecuencias, según el tipo de estructu-
ra social dentro del que ocurre [1958 : 10].

Se creó una Prueba de Estrés Social para recabar


datos sobre las expectativas, percepciones y desem-
peño de estos individuos de la muestra. Nuestro ob-
jetivo fue poner a prueba las asociaciones entre los
niveles de estrés y si los individuos incluían sustos en
sus problemas de salud. Predijimos una asociación
estadística positiva entre las medidas escaladas del
estrés social y la presencia del estado de susto.
La Prueba de Estres Social tiene tres partes (véase
el Apéndice: 127). La primera parte, el Cuestiona-
rio de Factores Sociales, fue creada para utilizarse
~orno hoja de antecedentes en el campo. La segunda
97
-

e fue destinada a codificar datos recabados en el


p ar t . d .fi
campo, y la tercera p~r~e. fue una hoJa e cah 1ca-
ción para tabular los Ju_1c10~. , .
Nuest ra previa exper1enc1a de camp o en Mex1co,
y la b ibliografía del área cultural se ~tiliz~ron ~ara
const ruir este in strumento. En anteriores investiga-
cion es etnográficas, Rubel y O'Nell habían observa-
d o muchas circunstancias que p odían ser considera-
das estresantes p ara quienes las experimentaban.
Por m ed io de una detallada discusión de esas obser-
vaciones con gente del lu gar, llegamos a una lista
tent at iva de situaciones que probab lemente
producirían estrés social en los grupos con los que es-
perábam os efectuar la investigación.
Agrupando áreas p otenciales de estrés social p ara
adultos en la Meso amér ica rural, llegamos a un con-
ju nto d e cuatro categorías:

1 . D isposiciones de residencia, especialmente


alojamiento y lo adecuado de los barrios re-
sidenciales;
2 . Las oportunidades personales de desarrollar
una apropiada función de sexos;
3. Capacidades y disposiciones de aceptar y res-
ponder a las expectativas del papel dentro
de la familia;
4. Capacidades, disposiciones y oportunidades
de · aceptar y responder a expectativas del papel
fuera de la familia, pero en la comunidad.

Un estudio piloto para poner a prueba la validez


de estas categorías se efectuó en la comundidad za-
98
poteca en el verano de 1969. Tal esfuerzo confirmó
la validez de las cuatro categorías y pareció indicar
que una categoría podía predominar sobre las de-
más. Es decir, una persona podía mostrar altas cali-
fica~iones de estrés en una categoría, con bajas pun-
tuaciones en las otras tres. Además, el estudio piloto
confirmó la prudencia de asignar diferentes pesos a
los potenciales estresores. Esta posibilidad ya había
sido prevista algunos años antes:

Dado que las sociedades hispanoamericanas atribuyen


mayor importancia a la buena realización de algunas
tareas que de otras, cuanto más importancia atribuyen
los socializadores a una tarea particular, mayor será la
probabilidad de que ocurra el susto en relación con no
desempeñar adecuadamente esa tarea [Rubel,
1964:281] .

Una de las cosas más importantes que reveló la in-


vestigación piloto fue el descubrimiento de que el
juicio subjetivo e interpretativo de un interrogado
que estaba sometido a estrés constituye información
básica. La evaluación cognoscitiva de la situación
por el individuo, en otras palabras, puede hacerla
más o menos estresante. Comentó otro investigador
del fenómeno de estrés: "Casi no hay duda de que la
existencia de un vínculo causal entre hechos·de vida
y la enfermedad sólo tiene sentido teórico si se consi-
dera en función del significado de los hechos de vida
para individuos particulares" (Brown, 1974). Aun-
que identificamos el desempeño de roles importan-
tes para los miembros de las tres sociedades, no nos
sentimos capacitados para pasar a las interpreta-
99
ciones cognoscitivas de individuos que hablan distin-
tas lenguas y tienen diferentes culturas, para no de-
cir nada de sus experiencias personales. Estábamos
buscando diferencias entre grupos de personas, los
que padecen de susto y los que no, más que las dife-
rencias de personalidad entre individuos.
Aunque la formación de instrumentos empezó an-
tes de que los etnógrafos iniciaran su trabajo de
campo, siguió habiendo modificaciones durante las
primeras fases de trabajo de campo, antes de la apli-
cación de ese instrumento . El desarrollo gradual del
instrumento de campo permitió poner a prueba la
factibilidad de su administración y su confiabilidad
en condiciones reales de trabajo de campo. Durante
su desarrollo, este instrumento no se puso a prueba
con personas después incluidas en nuestras
muestras. Sólo cuando recibió su forma final se utili-
zó con individuos de la muestra.
El Cuestionario de Factores Sociales fue utilizado
por etnógrafos y sus ayudantes con cada persona de
nuestras muestras. Inicialmente fue traducido al es-
pañol rural, y grabado en cinta. Luego fue gra-
bado en los dialectos chinanteca y zapoteca, por
miembros bilingües de aquellos grupos. Se revisó
que traducciones y transcripciones estuviesen de
conformidad con su significado en la lengua españo-
la, haciendo que miembros de la comunidad que no
estaban incluidos en las muestras respondieran a las
transcripciones grabadas antes de utilizarlas con los
interrogados de la muestra. Versiones separadas pa-
ra hombres y mujeres se presentaron a_hombres Y
mujeres, respectivamente, ya que ciertos p:untos del
100 , . ·. : .
Cuestionario de Factores Sociales habían sido plane-
ados para provocar ciertas respuestas específicas de
cada sexo .. Las respuestas al instrumento grabadri'\
fueron reg1st:adas en una copia del Cuestionario de ¡·
Factores Sociales por los etnógrafos y sus ayudantes
de campo. Para la mayoría de los puntos, se pidió a
los interrogados expresar sus opiniones o preferen- '1 {
cias y luego indicar, en algún momento posterior, su (
conducta real. Por ejemplo, se pregunta a una mu- ¡
jer, a comienzos del proceso : "Si alguien de esta co- {
munidad trabaja para otra persona, por un salario, \
¿es esto apropiado, está simplemente bien, o es la- \
mentable?" Después,. se pregunta al mismo interro- \
gado: "¿Ha trabajado usted por un salario para al- J
guién más en los últimos dos años?" Algunas pregun- _.,.·
tas se plantearon para determinar las percepciones
de los interrogados del desempeño adecuado de sus
roles, con preguntas subsiguientes para descubrir su
evaluación de desempeño. Se puede disponer de una
copia de este cuestionario (Apéndice: 127).
Se seleccionó a un grupo de cuatro codificadores
para codificar y calificar los materiales reunidos por
el Cuestionario de Factores Sociales después de que
se habían reunido todos los datos y nosotros
habíamos retornado del campo. Los codificadores se
seleccionaron entre solicitantes que no conocían la
naturaleza de las hipótesis ni estaban familiarizados
con la vida del México rural.
Inicialmente, se instruyó a los codificadores sobre
el uso de los instrumentos, con expedientes de cam-
po simu n dos a cuatro horas de instrucción
y prácti .· uno de los codificadores logró la
101
1

L_
competencia deseada en el uso de los instrumentos.
La fidelidad intercodificadores entre dos personas
que trabajaban en los mismos expedientes alcanzó
de 80 a 100% de acuerdo cuando se compararon las
calificaciones acumulativas de estrés social. Los co-
dificadores trabajaron independientemente unos de
otros todo el tiempo . Cada expediente fue calificado
por lo menos por dos calificadores.
En general, el estrés social para cualquier grupo
de puntos en el instrumento de campo fue medido
por disparidades en las respuestas indicadas de re-
querimientos del papel percibido, y niveles percibidos
de tal desempeño. La falta de discrepancia recibió la cali-
ficación O. Las discrepancias moderadas recibieron por
calificación 1, y las discrepancias máximas recibieron
una calificación de 2.
La calificación total de estres social quedó deter-
minada para cada interrogado, añadiendo las califi-
caciones para los conjuntos de entradas. Las califi-
caciones acumulativas más altas de estrés social de-
notan niveles superiores de estrés social experimen-
tado; las calificaciones acumulativas inferiores de-
notan niveles inferiores de estrés social experimenta-
do. No se hizo ningún esfuerzo por indicar un nivel
crítico de estrés social ya que las calificaciones sobre
la muestra en general sólo representaban medidas
ordinales. Como el Cuestionario de Factores Sociales
no cubrió el mismo número de puntos para hombres
Y para mujeres, se computaron unas calificaciones
proporcionales para los totales acumulativos, con
objeto de hacerlos comparables entre mujeres Y
hombres.
102
'--------N !VELES DE DAÑO PSIQUIÁTRIC6 )
-- --- --
-- ---
-
Dado que anteriores áütores habían sugerido que el
quejarse de susto equivalía a la queja de dificultades
psiquiátricas entre personas de clase media (Billig et
al., 1948; Gillin, 1945; León, 1963; Pages Larraya,
1967), quisimos descubrir si nuestras muestras de
susto se caracterizaban por más dificultades emo-
cionales que las de quienes no padecían susto.
Dispusimos de varias pruebas breves, para buscar
síntomas psiquiátricos dentro de una población. Es-
tos recursos habían sido creados para utilizarlos en
los Estados Unidos, aunque algunos también fueron
preparados pensando en pruebas interculturales.
Consideramos tres instrumentos de esta clase: el
Health Opinion Survey (Ivlacmillan, 1957), el Comell
Medica! Index (Brodman et al., 1956) y la Califica-
ción de 22 puntos para Daño Psiquiátrico (Langner,
1962). La Calificación de 22 puntos para Daño Psi-
quiátrico fue adoptada porque ya se había traduci-
do al español y aplicado, satisfactoriamente, entre
mujeres del medio rural de Oaxaca y de la ciudad de
México (Langner, 1965). Cuando adoptamos este
instrumento, las preguntas parecían prestarse a mo-
dificaciones sin cambiar su agudeza original, pero
en su adaptación cognoscitiva y lingüística encontra-
mos más dificultades de las que habíamos previsto.
El instrumento estaba orientado a unos objetivos si-
milares a los nuestros: "dar una indicación aproxi-
mada de donde las gentes se encuentran en un conti-
nuo de daños en el funcionamiento de su vida, debi-
do a tipos muy comunes de síntomas psiquiátricos"
108
(Langner, 1962:269). Mientras estábam~s adaptán-
dolo en el campo, otros investigadores informaron
que era una prueba ~ás_adecuada para problemas
de neurosis que de psicosis (Crandell y Dohrenwend,
1967 :1528; Fábrega y McBee, 1970:669-673; Manis
et al . , 1963:108-116; Muller, 1972 :601; Schader et
al. , 1971 :599).
Otra crítica que se hizo contra esta calificación
fue que no se limitaba a problemas de naturaleza
estrictamente emocional . En esta crítica, Crandell y
Dohrenwend (ibid .) dividieron las investigaciones
del instrumento original en cuatro subgrupos, de los
cuales consideraron que sólo uno enfocaba la salud
psicológica del interrogado, que otro reflejaba las
dimensiones fisiológicas, y un tercero, los síntomas
psicofisiológicos ; un subconjunto residual fue consi-
der a do "ambiguo" . Trabajando en los Estados Uni-
dos se descubrió que las calificaciones puestas a sus
respectivos subjuegos variaban independientemente
unas de otras según las características de la clase so-
cial de los interrogados :._.h_q_~~~Í~!~ - de ~ ~ ~~.!
solían tener calificaciones más altas en malestar fi-
--
. - • --- ._ . •. " -,.. . ,,. . . -.. ,.. _. _ _.... ,->~~,...:u~ ~~ ~ , .,.. ".._


s1ológ1co, y calificaciones más bajas en cuestiones de
--·- ~ - .. • - • - - ,ro,,;-~ .~~ ~- ~ ~-~~~""t!!-o--
..,,¡.~ ~ ~~;;,.-

, _ ~ayo~ orientación ·psiéológic~; sin embarg_g_i,.__,_QllQS


_!_!1'!es!_iga_~ 9res no h a!). logr.ad.9 ·¡.~~ti( _e!t_~¿:esul!a-
d-9_~ _(Roberts et al. , 1973; Meile y Gregg, 1973:648).
En los dos pueblos indios de Oaxaca en que aplica-
mos el instrumento, la estratificación por clase social
tuvo poca importancia . El único de los tres que
mostró agudas diferencias de estrato fue el grupo
mestizo. Pero allí, como en las otras sociedades, ni
siquiera los interrogados de más alta clase social
104
habían cursado al menos el sexto año de primaria.
El pri':11~~ paso pa~a ada~t. .ar la prueba de Lang-
ner cons1suo en ver s1 la vers1on española se comuni-
caba adecuadamente con otros campesinos mexica-
nos . Con ayuda de un psicólogo mexicano, el doctor
Raymundo Macías, la pusimos a prueba entre resi-
dentes de una comunidad rural del Estado de Méxi-
co. Ellos se ofrecieron voluntariamente a participar
y se les pidió indicar toda dificultad de comprensión
del lenguaje en que se había redactado la pregunta,
o de su comprensión de las opciones de cada respues-
ta (véase Chance, 1962 :417) . Con base a sus suge-
rencias, se modificó la redacción de varias de las
preguntas originales·. Campesinos e investigadores se
esforzaron por crear formas más adecuadas de plan-
tear las mismas preguntas. La idea era modificar la
forma sin afectar el sentido de la pregunta original.
Por ejemplo, una de las preguntas originales decía:
"¿Se siente usted un tanto apartado o solo, aun entre
amigos?" Los interrogados comentaron que, en este
contexto, la palabra "amigo" era excesivamente abs-
tracta . La pregunta se modificó a esta forma: "¿ Se
siente usted solo, aun entre otros miembros de la co-
munidad?"
Otra pregunta que necesitó revisión fue: "¿Tiene
usted preocupaciones personales que le deprimen
físicamente; es decir, que le hacen sentir físicamente
enfermo?" Los interrogados preguntaron siempre si_
estas "preocupaciones personales" se referían a
problemas familiares y nos dijeron que sólo esos
problemas eran graves. Por consiguiente, la pregun-
ta se modificó así: "¿Le cansan a usted los problemas
105
de naturaleza familiar, o le hacen sentir físicamente
enfermo?"
Al vernos obligados a hacer una elección entre ob-
tener mayor comprensión y mantener las preguntas
en sus formas originales, una mayor comprensión
fue la regla, en todos los casos. Llevamos las ver-
siones modificadas a Oaxaca donde pedimos a
hombres bilingües de los municipios chinanteca y
zapoteca que dictaran versiones en lengua indígena,
ante una grabadora. Después, distintos hombres bi-
lingües de cada grupo tradujeron las versiones chi-
nanteca y zapoteca, de vuelta al español. Las com-
paraciones de las versiones originales y las retraduc-
ciones no revelaron diferencias considerables.
La última fase de esta adaptación fue hacer que
un parlante de cada grupo leyera cada pregunta,
lenta y claramente ante una grabadora, hiciera una
pausa de cinco segundos, anunciara que iba a repe-
tir la pregunta, y luego la repitiera 1 • Pese al hecho
de que la adaptación del instrumento se hizo con
gran cuidado, una nueva dificultad entre los chi-
nantecas - que pronto describiremos- hizo surgir
los problemas que son inherentes a todo esfuerzo de
esta índole . (Ya han hablado de dificultades otros
que han adaptado la Prueba de 22 Puntos para utili-
zarla entre diferentes segmentos étnicos y sociales de
los Estados Unidos (Meile y Gregg, 1973:648; Ro-
berts et al., 1973:25 ) .
La versión modificada se aplicó en forma estanda-

1
Pueden obtenerse copias de estas grabaciones, a un costo,
escribiendo a Arthur J. Rubel.

106
rizada a los interrogados en sus propias casas. A ca-
da quien le di)i~os que nos gustaría hacerle algunas
preguntas, uubzando la grabadora portátil, que fue
colocada marcadamente en el suelo, en una pe-
queña banca de la casa o sobre las piernas del inves-
tigador. Se mostró al interrogado cómo funcionaba
el aparato, la manera de encenderlo y apagarlo, el
control de volumen, etc. También se indicó a los in-
dividuos que sus contestaciones serían anotadas, en
un formulario de respuestas, por el antropólogo o el
intérprete . Tras una minuciosa explicación de los
procedimientos, se preguntó a un interrogado si
tenía alguna pregunta que hacer. Si no había pre-
guntas, se encendía el aparato .
Durante las primeras entrevistas entre los chinan-
tecas, se observó que una pregunta era contestada
con notable incertidumbre, habitualmente seguida
por un "sí" poco convincente . Esto se volvió tan co-
mún que preguntamos al intérprete si los interroga-
dos estaban encontrando problema para compren-
der lo que se preguntaba: Sorprendentemente, el in-
térprete respondió que las personas estaban tenien-
do dificultades para recordar experiencias pasadas.
La pregunta problemática era: "¿Se siente usted tan
inquieto que no puede quedarse largo tiempo en un
lugar?" Ésta era una modificación de una de las 22
originales: "¿Se siente usted a veces tan inquieto
que no puede permanecer largo tiempo sentado
en una silla ( no puede permanecer sentado largo
tiempo)?" El cambio se había hecho tomando en
cuenta dos consideraciones importantes: 1) ~o e_s fre-
cuente encontrar una silla en casa de estos indios, Y
107
2) los interrogados durante la fase piloto habían te-
nido dificultades para recordar cuando estaban "simple-
mente sentados", sin comer, sin dedicarse a un trabajo
productivo de alguna índole, o sin hablar con otros.
Muchos de los chinan tecas residen en diferentes
zonas ecológicas durante las diferentes estaciones del
año . En los ranchos de las tierras bajas tropicales,
familias individuales viven en -moradas dispersas, o
en pueblos que contienen varias casas. Cuando lle-
gan a vivir a la "cabecera" , en sus vidas hay mucho
más trato con los vecinos y "alegría" . Entonces,
pensaron que nuestra pregunta significaba: "¿Se
siente usted a veces tan inquieto y deseoso de com-
pañía en los p ueblos de las tierras bajas - después
de tres o cuatro meses- que desea regresar a la
cabecera, donde hay mayor vida social?'' Pese a
los esfuerzos por modificar esta pregunta, no se.
pudo aplicar entre los chinantecas. Como los resi-
dentes en los pueblos zapoteca y mestizo siempre vi-
ven en agrupamientos concentrados, no tuvieron di-
ficultad con esta pregunta. Sin embargo, para mante-
ner la uniformidad entre los grupos, la descanamos.

Los NIVELES DE LA ENFERMEDAD ORGÁNICA

\ La investigación médica del susto tenía como meta


') un objetivo aparentemente sencillo y fácil de alcan-
~J~ zar: de~e~minar si qu~enes padecían de ~usto esta-
~. . han, med1camente, mas enfermos que quienes no lo
¡1 padecían. Collado, médico del proyecto, confesó
\ ..9-ue antes de este estudio:
108
( mi actitud médica hacia el susto era de interés,_consi-
\ derándolo un problema fundamentalmente psicológi-
co pero con ese.asa repercusión orgánica salvo en casos
de larga evolución y nula solución. Era un prejuicio
pues nunca había examinado ni tratado a un enfermo
con susto. Creo que este prejuicio hacia el susto y otras
enfermedades populares es compartido por una· alta
proporción de mis colegas y plantea un problema de la
práctica diaria, especialmente cuando el médico per-
t nece a una cultura y el paciente a otra.

Para evitar este prejuicio desarrollamos la siguiente


metodología.
Una de las formas más concluyentes de determi-
nar si un grupo de pacientes está más enfermo que
otro, es observar si durante un determinado pe-
riodo, y en condiciones similares, ese grupo sufre un
número significativamen te más elevado de defun-
ciones. En un principio no consideramos este indica-
dor pues esperábamos que los enfermos resolverían
sus problemas mediante tratamientos adecuados, lo
cual, según vimos siete años después, no ocurrió. Al-
gunos de ellos habían fallecido entre 1972 y 1979, y
la recopilación de esa información permitió compa-
rar la letalidad de ambos grupos de pacientes, los
asustados y los controles.
Una consideración fundamental del marco teóri-
co, consistió en decidir si el estudio se centraría en.
las enfermedades encontradas en cada grupo, o en el
grado en que cada persona estaba enferma. La ven-
taja de enfocar la enfermedad era que se
permanecería dentro de la conceptualización Y la
terminología médica ortodoxas, centradas, en cuan-
109
to al diagnóstico, en la etiología, la fisiopatología y
la PA~ogenia. (La desventaja del el!fQg}l~.~~!!.~§s
~,.:')-;:--·--;;¿~lusivo es que a veces se olvida -ª.l__enfer_m <;> mismo.)
-----o~~id imos incluir ambos asp ectos para obt~ei-beí"'
cuadro m ás completo en la evaluación de los enfer-
mos, y conocer cuál de los dos grupos, asustados o
controles, sufría más problemas de salud y estaba
más gravemente enfermo.
La premisa clínica del doctor Collado fue que el
paciente debía ser plenamente evalu ado, tanto en lo
emocional como en lo orgánico. Estaba convencido
de que no es posible comprender lo uno sin lo otro.
Teniendo en mente esta premisa, se incluyeron las
dimensiones orgánica y psicoemocional en la investi-
gación clínica, haciendo hincapié en la primera.
¿Quién está más enferma, una persona cuyos
problemas incluyen artritis reumatoide, infección
respiratoria y dermatitis, o una que padece cáncer
del estómago? Viendo esto de manera simplista por
el número de signos y de síntomas, habría que consi-
derar más enferma a la primera, aunque el estado
de la segunda es, claramente, de peligro de vida.
Aunque el aspecto cuantitativo no podría omitirse,
también sería necesaria una manera de evaluar el
nivel de gravedad -peligro de muerte- de cada
uno de los grupos (y d e cada individuo) para evitar
la conclusión de que "los asust ados tienen más
p roblemas pero no sabemos si ésta configuración es
más o menos amenazadora para la vida que la que
presentan los controles".
Aun en los mejores centros. clínicos, a veces es im-
posible llegar a un diagnóstico de la enfermedad o
110
í

de las enfermedades de que sufre un paciente. En


nuestra actual investigación, las condiciones en que
nos vimos ~bligados a evaluar a los pacientes fueron
sumamente insólitas: examinar personas enfermas
en una casa de una pequeña comunidad rural;
completar a veces el expediente clínico con ayuda de
intérpretes; examinar pacientes sólo con los recursos
de un equipo médico básico y la ayuda ulterior de
pruebas de laboratorio de sangre y de heces . No es-
tábamos muy optimistas respecto a llegar a un diag-
nóstico de todas las enfermedades en nuestros pa-
cientes. ¿Debíamos tomar en cuenta sólo las enfer-
medades correctamente diagnosticadas? ¿Qué
haríamos con los grupos de síntomas -síndromes-
que parecían indicar, pero no demostrar, una enfer/
medad? ¿Debíamos incluirlos? Decidimos qu
debíamos hacerlo porque ésta era la información ac-
cesible a nuestros limitados recursos. Del mismo mo-
do, decidimos incluir a la vez los síntomas presenta-
dos por el paciente y las señales consideradas impor-
tantes por el médico examinador. Consideramos la
posibilidad de que, en los asustados, el nivel de
patología muy bien podía ser caracterizado por un
gran número de síntomas diversos y difusos, como
aquellos de que se informaba en los relatos etnográ-
ficos, tan característicos de la patología psicosomáti-
ca.
El estudio clínico se efectuó en tres etapas. Los
antropólogos seleccionaron el campo que se debía
investigar, y el médico formuló el marco en el cual
evaluar los problemas de salud, los instrumentos de
investigación y los lineamientos para aplicarlos. En
'
111
la segunda etapa, los antropólogos reunieron a los
pacientes y un médico los examinó anotando los
hallazgos en expedientes individuales. En la tercera,
los expedientes fueron evaluados por dos calificado-
res médicos, quienes por separado hicieron el diag-
nóstico de cada paciente.
El instrumento utilizado fue un simple expediente
médico, con algunos puntos específicamente de-
sarrollados para medir los niveles de gravedad y de
severidad (Véase el expediente anexo). Este expe-
diente se formuló sobre la suposición de que se
harían exámenes en medios rurales, básicamente
por un estudiante de medicina de quinto año, con
ayuda, en algunos casos, de un intérprete. Al hacer
el historial de un paciente la comunicación podía ser
tergiversada en la traducción de un intermediario,
mientras que las partes restantes se llenarían con res-
puestas menos expuestas a interpretación, y con in-
formación del examen físico . Los datos más objeti-
vos se derivarían de exámenes (en el laboratorio
clínico) de la sangre y las heces de los pacientes. De
este modo, el expediente se formuló para subrayar la
objetividad y reducir en lo posible las tergiversa-
ciones creadas por la intervención de terceros. Ade-
más, se intentó minimizar la cantidad de juicio
clínico requerido del estudiante de medicina.
Era importante que los instrumentos evaluaran
por separado la gravedad y la severidad. Si los asus-
tados simplemente estaban fingiéndose enfermos,
podía esperarse una alta calificación en severidad,
r.on baja puntuación en gravedad. A la inversa, si el
susto iba asociado a una grave enfermedad, podrían
112
esperarse calificaciones de alta gravedad y baja seve-
ridad.
Además de la información que identificaba a ca-
da interrogado, el expediente comprendía lo si-
guiente:

1. Cuatro secciones a) historia del problema, b )-


una enumeración de los síntomas y la fre-
cuencia con que ocurrían, e) el examen
físico, d) los resultados del laboratorio. Ésta·
es la información con que un médico suele
hacer un diagnóstico.
2. Este formato permitió calificar matemática-
mente los resultados con el objeto de evaluar
y situar los niveles de gravedad y de severi-
dad. Para comprender esto mejor, véase la
hoja de calificaciones y las instrucciones ane-
xas que guiaron a los dos calificadores
(Apéndice: 157).

La identificación de asustados (grupo experimen-


tal) y de no asustados (grupo control) se hizo por me-
dio de un código establecido por los antropólogos y '/¾-
desconocido por los varios médicos que se encarga-
ron de los exámenes físicos, efectuaron las pruebas
de laboratorio o hicieron diagnósticos y califica-
ciones sobre severidad y gravedad. Ocho pacientes
mencionaron el susto como parte de su queja a los
médicos examinadores, pero creemos que tal infor-
mación no afectó los resultados generales.
Mientras que la calificación general para evaluar
el estado mental y la Prueba de Estrés Social se tra-
113
dujeron a las respectivas lenguas indígenas, no se hi-
zo así con el expediente médico. En una sociedad fue
necesario emplear un intérprete chinanteca-
español, pero no hay razón para creer que la exacti-
tud de la información obtenida por medio de este in-
térprete difiriera de la que se obtuvo en otros casos.
El médico utilizó expedientes clínicos mimeogra-
fiados , completándolos a la manera habitual, du-
rante las entrevistas y después. El otro lado de la ho-
ja fue utilizado para registrar información adicional
importante. Esta estrategia aumentó la seguridad de
que los datos necesarios de la investigación se reca-
baron de cada paciente; a menudo esto ocurre cuan-
do los expedientes se llenan mu cho después.
Las pruebas de laboratorio se efectuaron en la
ciudad de Oaxaca, en el laboratorio privado de dos
profesionales prestigiados. Una muestra coprológica
de cada paciente fue. examinada por medio de una
técnica de concentración, en busca de parásitos in-
testinales. Se practicó una biometría hemática en
una muestra de sangre recogida de cada paciente
después de un periodo mínimo de cuatro horas de
ayuno. El laboratorio siguió los procedimientos ha-
bituales para todas las muestras de sangre y coproló-
gicas recibidas de pacientes enviados a él por médi-
cos de la ciadad de Oaxaca y los pueblos circundan-
tes. La recolección de muestras se efectuó con el
consentimiento previo de los pacientes. A éstos, se
le~ dio un pequeño receptaéulo de plástico en el cual
colocar la muestra coprológica, con instrucciones de
entregarla al médico al día siguiente. El médico to-
mó la muestra de sangre de acuerdo con instruc-
114
ciones, y con el equipo aportado por el laboratorio.
Las muestras fueron transportadas al laboratorio en
termos especiales para ese objeto. El laboratorio
siempre se mostró satisfecho con el estado en que se
entregaron las muestras. El personal de la investiga-
ción logró así superar problemas de transporte, co-
municación y otras dificultades logísticas. El único
problema fue la renuencia de dos pacientes asusta-
das (madre e hija) que se negaron a dar muestras de
sangre debido a su "debilidad" .
A los sujetos que se interesaron se les informó
sobre los objetivos del estudio: estudiar el susto
desde diferentes ángulos y particularmente desde el
punto de vista clínico para informar a las escuelas y
a los practicantes de medicina de sus descubrimien-
tos y, en cierto modo, contribuir a su mejor enten-
dimiento y a la resolución de este problema de sa-
lud. En general, los que estaban interesados en el
estudio aceptaron cooperar "para que los médicos
puedan saber algo acerca de lo que sufrimos, aun-
1
que no creen en ello ' .

Los expedientes fueron entregados a dos médi-


cos generales en la ciudad de México que integra-
ron nuestro grupo calificador. Los expedientes se
entregaron primero a uno y luego al otro, para que
pudiesen hacer sus diagnósticos independientemen -
te. Salvo los ocho casos en que el estado de susto
fue mencionado por el paciente y escrito en el expe-
diente, los médicos no supieron a qué grupo
pertenecían los pacientes.
· Otros médicos {asociados a la investigación) des-
pués clasificaron cada diagnóstico de acuerdo con
115
la Clasificación Internacional ~e Enfermedades,
(8a . ed. Organización Panamencana de la Salud)
(véase cuadro 1O) . . , .
Los mismos médicos que efectuaron el d1agnost1-
co calificaron los niveles de gravedad y de severi-
dad para cada caso, siguiendo las instrucciones
adecuadas (véase el Apéndice : 160).
Siete años después de terminado el trabajo de
campo, un colaborador2 recabó información de los
Registros de Estadísticas Vitales en dos de las co-
munidades, con respecto a las muertes ocurridas
entre la muestra de pacien tes; un residente chinan-
teca hizo lo mismo en la tercera comunidad . Nin-
guno sabía si algún paciente de nuestra lista había
sido asustado o control .
¿Medimos con nuestro instrumento lo que
queríamos.., medir? El conjunto de síntomas presen-
tado por cada paciente se anotó en el expediente
clínico. Los diagnósticos médicos se basaron en
aquellos datos descriptivos del mismo modo que
los médicos habitualmente derivan sus diagnósticos
clínicos: es decir, basados en la comunicación con
el paciente, el examen clínico y las pruebas del la-
boratorio . La coincidencia en los diagnósticos a
que llegaron los dos médicos calificadores habla en
favor de su validez . La validez es aún mayor con
respecto a los resultados de laboratorio: el diagnós-
ti~o de éstos es aún más objetivo . Con respecto al
nivel de gravedad, no tuvimos medios con los

2
&tamos agradecidos al psicólogo Francisco Franco Ibarra
por su ayuda en esta tarea.

116
cuales verificar si, en realidad, un paciente con alto
nivel de gravedad estaba cerca de la muerte; no
obstante, los resultados ulteriores y especialmente
el análisis de las defunciones nos hace pensar que el
instrumento sí midió la gravedad del estado de los
pacientes. No podemos decir lo mismo con respec-
to a la severidad ya que no hubo mecanismo para
verificar si los pacientes que tuvieron mayor califi-
cación en severidad, habían reducido propor-
cionalmente sus actividades habituales. En suma,
podemos afirmar que nuestro instrumento mostró
su máxima validez en las pruebas de laboratorio ;
después, en el examen clínico -para evaluar cuan-
titativa y cualitativamente la morbilidad; fue satis-
factoriamente vá lido al medir los niveles de
gravedad-, y verosímilmente válido en la medi-
ción de severidad.
Estamos seguros de que los procedimientos se
efectuaron como lo habíamos planeado. El estu-
diante de medicina trabajó bajo supervisión local de
los antropólogos, y con guía técnica del médico del
proyecto. Las pruebas de laboratorio fueron efec-
tuadas por especialistas competentes. Los médi-
cos que analizaron los datos de los expedientes hi-
cieron sus diagnósticos y calificaron los resultados si-
guiendo los lineamientos que se habían preparado
mucho antes de disponer de los datos clínicos. Por
último, los cálculos y análisis estadísticos fueron efectua-
dos por personal competente, y el análisis de los resul-
tados, completado por el médico del proyecto, fue
extensamente discutido con los antropólogos y presenta-
do a varios médicos expertos, obteniendo sus criticas.
117
V. LOS RESULTADOS

INDICADORES DE ESTRÉS SOCIAL

Los asustados reconocen que su estado puede ser


más o menos grave, y que cuando es prolongado y
grave puede terminar en la muerte. Sin embargo, no
evaluamos los niveles de severidad del susto. Un in-
tento anterior por vincular la severidad del síntoma
con la severidad del sobresalto no reveló tal relación
(O'Nell, 1972:4-5) .
La Prueba de Estrés Social produjo medidas ordi-
nales en que cualquier individuo podía compararse
con cualquier otro para determinar si el primero es-
taba por encima, por abajo, o igual al segundo. Por
el procedimiento de calificaciones acumulativas
asumíamos que las calificaciones más altas indica-
ban niveles más altos de estrés social.
El cuadro 1 muestra cómo se puso a pr.uehaJa,.hi,, .. • l
-fótes~is de que los asustados obtenían calificacione~ / · .
._.... ~ r ilé "-.<t"> ,. • •• ._ .._.... ~ <t-

m
~
áS altas de estrés social que las
...-.,¡;,-,..- --· • •
personas análogas
.
-~ 1
• - \
~ -aunqu_e enfermas, no atnbuían sus pi:9?lem_as ___ ~_., '
_al susto. Establecimos como aceptable un nivel de

error de cinco por ciento.
Resultó una asociación positiva ·entre las altas ca-
lificaciones para el estrés y las quejas de susto en to-
das las comunidades. La asociación resultó
estadísticamente significativa para los grupos zapo-
119
CUADRO 1. Calificaci·ones de•Estrés Social:
Asustados y Controles

Nivel de
Cultura u z probabilidad

Chinanteca 154.5 - 1.22 > 0 .05 +


Zapoteca 33.5 < 0.025*
Mestizo 106.5 -1. 75 < 0.04*

Mann-Whitney U Test * Significativo a < 0.05, una cola.


+ No significativo

teca y mestizo, pero no alcanzó el nivel de 0.05 entre·


los chinantecas.
Segregamos entonces hombres y mujeres, a lo lar-
go de la muestra, sin respetar las afiliaciones cultu-
rales y los resultados se muestran en el cuadro 2.
Una vez más apareció una asociación positiva en las
dos pruebas, en cada caso estadísticamente signifi-
cativa. En 1~!-~tres..LU.l!Y,tas se encontró
.... '"-'"' ....'"Y"';'"•-- ·,- · -
~
asociación
. - ,• ... - ~ ..
fl!"' _ _ ._...

CUADRO 2. Calificaci·ón de Estrés Social:


Asustados y Controles

Sexo u z Nivel de
probabilidad

Todos hombres 42.5 < 0.025*


Todas mujeres 537.0 < 0.05*

Mann-Whitney U Test • Significativo a < ·O. 05, una cola


120
~ re u n alto niyel d.e_~~tr_~s social ~-el padecer de) ~
_susto tanto ent_u:_los ..h.QN
! Ilbr~ s c<2_~_ ~ -~i:_e_(~!nuk-"'" \
res. J
~ s cuadros 1 y 2 son un tanto redundantes, pero
requie~e~ distint~s alineaciones de datos para que
las pos1c1ones ordinales de la Prueba de Estrés Social
sean un tanto diferentes. No podemos _suponer que,
dados los resultados del cuadro 1, de allí se sigan los
del cuadro 2.
Empleamos una prueba más de la hipótesis bási-
ca, controlando la afiliación cultural, el sexo y la
edad, simultáneamente. Puesto que los resultados
que aparecen en los cuadros 1 y 2 fueron en la direc-
ción predicha, - pero no alcanzaron significación
estadística para la muestra chinanteca, las pruebas
de las parejas se limitaron a la consideración de cada
localidad, en lugar de quedar abiertas a un análisis
de la muestra total. L as cifras del cuadro 3 muestran

CuADRO 3. Estrés Social: Parejas

Cu ltura T Nivel de
Probabilidad

Chinanteca 68 > 0.05 +

Zapoteca 10 < 0.01 *

Mestiza 19 < 0.005*

Wilcoxon Matched-Pairs Signed-Ranks Test


* Significativo en < O. 05 , una cola.
+ No significativo.
121
!
r que al aparearse por edad reIat~va,
.
sexo Y ~up? e~-
,
1 nico, los asustados registraron niveles de estres s1gn1-
,.,. ficativamente más altos que los controles entre zapo-
--._ tecas y mestizos; también entre los chinantecas, aun-
que la diferencia no fue estadísticamente significati-
~-
INDICACIONES DE DAÑO PSIQUIÁTRICO

Los resultados (cuadro 4) no muestran diferencias


estadísticas entre asustados y controles con respecto
a daños psiquiátricos. La calificación no diferenció
entre las mujeres asustadas y sus controles o entre las
dos muestras de hombres. Planteando de otro modo
este descubrimiento importante, diremos que los
síntomas revelados por este instrumento no fueron
significativamente distintos cuando las personas se
quejaban de susto, al ser comparadas con los demás.

CuADRO 4. Prueba de 22 Puntos, modijt:cada:


Sexo

Ni·vel de
Sexo U z probabiüdad
Todos hombres 63.5 -1.58 > 0.06 +
Todas mujeres 658.00 -0.48 > 0.32 +
Mann-Whitney U Test
+ No significativo.
122
El susto no est~asoc~.Q al .flcrtiQJ>~rico, como_
7 ue medido en 1~J>L~~!~~~-.?.~.-~lJ.ntnS...-:=---
----¿Son veraaaeramente estos resultados " ... una in-
dicación aproximada de doñde se encuentra la gente
en un continuum de menoscabo del funcionamiento,
de la vida, debido a tipos muy comunes de síntomas
psiquiátricos" (Langner, 1962:269), con cuyo pro-
pósito se adaptó el índice? ¿O fueron simplemente
resultados ~asuales obtenidos por un instrumento
que acaso habría sido inadecuado para revelar el
mundo cognoscitivo de estos campesinos mexicanos?
Lo siguiente debe responder: Aunque las califica-
ciones de los individuos no se separaron mucho, ha-
cia abajo y arriba de la escala, su distribución no di-
ferenció quiénes padecían susto y quiénes no lo
padecían. Este descubrimiento se refiere a todas y
cada una de las localidades (cuadro 5).
Además, el no encontrar una asociación

CuADRO 5. Prueba de 22 Puntos modificada:


Cultura
Nivel de
Cultura u z probabilidad

Chinanteca 155.0 -1.12 > 0.13 +

Zapoteca 62 .5 -1.38 > 0.08 +

Mestiza 140.0 -0.68 > 0.24+

Mann-Whitney U Test
+ No significativo
12S
estadística entre tener susto y una alta calificación
en la prueba de daño psiquiátrico fue característico
tanto de hombres como de mujeres ( cuadro 4) .
Hubo una constante interesante en que, cuando
se estableció un punto de rompimiento al nivel 11.5,
las mujeres , de cualquier cultura, tuvieron predomi-
nantemente calificaciones por encima de tal nivel.
Por contraste, los hombres tuvieron calificaciones
altas y bajas con igual frecuencia en los grupos zapo-
teca y mestizo , mientras que los varones chinantecas
tuvieron una calificación inferior a este punto de
rompimiento, con triple frecuencia que por encima
de él (cuadro 6) . Esta pauta adquiere mayor signifi-
cación si se le compara con resultados de otros gru-
pos culturales. Roberts et al. (1973: 19) resumieron
su estudio de negros norteamericanos, cerno sigue:

CuADRO 6. Prueba de 22 Puntos, modificada:


diferencias por sexo

Alto Bajo
Sexo (más de 11 .5) (menos de 11.5)

Todos
hombres 12 (43%) 16 (57%)

Todas mujeres 48 (65%) 27 (35%)

Totales 60 (58%) 43 (42%} N = 103


(100%)

El descubrimient~ para esta muestra, de que las mu·


jeres tienen calificaciones superiores a los hombres
124
queda corroborado por cada estudio de que fuimos in-
formados, con la excepción de uno, que han examina-
do las calificaciones de síntomas en relación con el se-
xo_. [También] ... el status sexual sobrepasa a los status
socioeconómico y edad [cf. Crandell y Dohrenwend.
Gaitz y Scott] . '

En ninguna de las tres comunidades el nivel de


educación afectó a la calificación de daño psi-
quiátrico . Además, aun tomando en cuenta las dife-
rencias de ingresos del grupo mestizo, no pudimos
descubrir una asociación entre la posición económi-
ca y la calificación total de daño psiquiátrico . Tam-
poco hubo asociación entre posición económica y las
calificaciones parciales de la prueba, referidas a da-
ño fisiológico y a problemas psicológicos .
En vista de que había disponibles medidas de en-
fermedad orgánica de los nüsmos pacientes para
quienes teníamos las calificaciones de la Prueba de
22 Puntos, nos pareció razonable buscar alguna aso-
ciación entre una alta calificación en problemas or-
gánicos y una alta calificación en aquellos tres de los
22 puntos que, según se supone, reflejan problemas
fisiológicos . Sin embargo, al seleccionar estos puntos
fisiológicos, y comparar sus calificaciones con las
medidas de severidad de la enfermedad orgánica, no
se descubrió ninguna asociación ( cuadro 7) .
Un esfuerzo por encontrar alguna correlación
entre estos mismos puntos fisiológicos y las medi~as
de gravedad de la enfermedad no resultó productivo
(cuadro 8) .
La conclusión que debe sacarse es que, en estas
125
CUADRO 7. Correlación entre puntos Jisz'ológ1:cos/frro-
medz'os de seven'dad:
Asustados y Controles

Controles Asustados
Nivel de Nivel de
proba- probabi-
Cultura t df lidad rs t df lidad

Chinanteca 0.26 1.11 .17 > 0.20 + 0.3 1.31 17 > 0.20 +

Zapoteca 0.16 0.05 10 > 0,20 + 0.1 0.34 12 > 0.20 +

Mestiza O.17 O.71 17 > O. 20 + O. 44 l. 92 15 > O. 05 +

Spearman Rho Test


* No Significativo.

1
sociedades oaxaqueñas, así como en grupos sociales
/ ( de los Esta~os Unidós, las mujeres sufren un ~
~ emocional mucho mayor que el de sus parejas
virones (O'Nell y Selby).
Seiler (1973:259) criticó, -sin embargo, tal des-
cubrimiento, porque:

Los puntos no son tan representativos de los síntomas


psiquiátricos para los hombres como para las mujeres,
es decir, no hay puntos que evoquen sintomas
típicamente masculinos: agresión, hostilidad abierta 0
antagonismo activo .... comprensiblemente las mujeres
1

126
CUADRO 8. Correlaci·ón entre puntos Ji.siológz'coslpro-
medz'os de gravedad
Asustados y Controles

Controles Asustados
Nivel de Nivel de
probabi- probabi-
Cultura t df lidad rs t df lidad

Chinanteca 0.56 2.81 17 < 0.02* 0.32 1.36 17 > 0.10 +

Zapoteca 0.06 0.19 10 > 0.20 + 0.12 0.41 12 > 0.21,.+

Mestiza -0.19 -0.84 17 > 0.20 + 0.21 0.84 15 > 0.20 +

Spearman Rho Test


• Significativo en el nivel ~ O.05 + No significativo.

suelen tener mayor calificación en la escala que los


hombres.

La crítica de Seiler es persuasiva y puede ayudar a


explicar que este y otros instrumentos psiquiátricos
hayan producido tan constantemente resultados si-
milares (Gove y Tudor, 1973; Roberts et al., 1973:
19, 22, 24, véase también O'Nell y Selby, 1968: los
cuadros 3 y 4; Seijas, 1972: 177).
La crítica de Seiler se basa en la suposición de
que, como en los Estados Unidos los hombres son so-
cializados para mostrarse más agresivos, en las
127
ruebas que califican hostilidad sacarían califica-
piones de normalidad. A la inversa, como las muje-
~es de los Estados Unidos no son socializadas hacia
tales normas, suelen tener altas calificaciones -de
problema - con el m ismo test. Empero, no tod~s las
sociedades socializan a sus varones para el mismo
comportamien to normativo 9-ue caracteriza su so-
cialización en los Estados U nidos.
En las comunidades zapoteca y chinanteca, las
normas para los hombres así como p ara las mujeres
limitan fuertemente las manifestacion es abiertas de
agresión o de hostilidad, aunque p uede decirse que
más en las mujeres que en los hombres. La condi-
ción sine qua non del éxito en estos pueblos es vivir
tranquilamente con el prójimo. Las sanciones
contra quienes violan tan importante norma social
son sumamen te severas (O'Nell, 1969 ; véase también
J. Nash, 1967; M . Nash, 1960). Las diferencias cul-
turales que producen los objetivos de socialización
distintivos de estas comunidades campesinas (en
oposición con las de los Estados Unidos) disminuyen
la importancia general de la crítica de Seiler con res-
pecto a este estu dio. No obstan te, hay que tenerla en
cuenta al analizar los resultados que aparecen en el
cuadro 6.
Nu~stros hallazgos también indicaron que las di-
ferencias culturales en tre las muestras mestizas, chi-
nantecas Y zapotecas no afect aron significativamen-
te los resultados. Esta conclusión es.tuvo en armonía
con res~l_tados obtenidos en poblaciones de los Esta-
dos Unidos, fuera de la ciudad de Nueva york (Ro-
berts et al., 1973: 22; Gaitz y Scott, citado en Ro-
128
berts et al.: 7). Por lo contrario, los datos de la
ciudad de Nueva York indicaron cómo la etnicidad
puede influir sobre los resultados de esta medida de
daño (Crandell y Dohrenwend, 1967: 1535; Haber-
man, citado en Roberts et al.: 8). En suma, estos da-
tos de comunidades culturalmente diversas de Oaxa-
ca no muestran asociación entre etnicidad y daño
psiquiátrico, mientras que la prueba en los Estados
Unidos sí mostró esa asociación.
En resumen, ¿qué muestran nuestros resultados?
Ofrecieron una medida aproximada de verdaderos
síntomas psiquiátricos dentro de cada una de las
muestras por sexos y en cada una de las sociedades.
Presentaron una pauta sugestiva en que las mujeres
tuvieron más alta puntuación que los hombres enlos
tres grupos étnicos. Además, cuando una califica-
ción media de 11 .5 quedó establecida para diferen-
ciar a aquellos que tenían las m áximas puntuaciones
de síntomas, de las que tenían las más bajas, los
hombres de los grupos respectivos nunca calificaron-
por encima de la medida más frecuentemente que
por debajo de ella; por contraste, las mujeres nunca
calificaron por debajo de la media más frecuente-
mente que por encima de ella. Estos resultados
específicos por sexos no alcanzaron a tener significa -
ción .estadística, -pero su tendencia, con una sola ex-
cepción, estuvo en armonía con los resultados obte-
nidos por todas las demás aplicaciones_de la prueba.
El descubrimiento de que las diferencias por sexos
no eran tan pronunciadas en estos resultados como
en otros, pone de relieve la influencia considerable
de los sistemas de valores culturales. En este caso, los
129
valores subrayaron claramente la . importanci~ de
una conducta cooperativa, no agresiva p_ara los_indi-
viduos de uno y otro sexo, normas particularmente
poderosas en los grupos indios. .· . .
Langner resumió sus descubr1m1entos obtenidos
con muestras en Tehuantepec y la ciudad de Méxi-
co, de la manera siguiente:

La existencia de una auténtica diferencia por sexos en


síntomas, recibe credibilidad cuando es apoyada por
descubrimientos de estudios de varios grupos .cultura-
les contrastantes y más cuando tales descubrimientos
son congruentes> pese a las diferentes técnicas de reca-
bar la información,_ diferente personal, problemas de
traducción, la variación del significado de los síntomas
y los contrastantes modos culturales de expresar per-
turbaciones mentales [1965: 383].

Por último., tomados individualmente, califica-


ción por calificación, estos resultados mostraron una
notable variabilidad hacia arriba y hacia abajo. o
sea que el test diferenció a un caso de otro. También
diferenció a los hombres de las m ujeres pero no "se-
ñaló" diferencias entre asustados y controles.
Una correlación positiva sí se manifestó entre el
estrés social y las medidas de la Prueba de 22 Puntos
.. ,/ (cuadro 9). ~~10Jlaño..p~ i~ ! , _rela~iona- _
_;_ !lo c~n altos ?1veles_9.~ e_st~s _s9~!!!· Est~cle simple_
~d_o_co~~-'-~~es es de espe!~E--4.~ !!.Il-ª-.P! rsona
~on alta cahficac1on en ,estrés social manifieste nive- '
les su~eriores ~e dificultad ~e..!!).Qcipii_ai. ·si~ e-iubirg~
de alh no se sigue que cada instrum~ nto estaba mi-
diendo los mismos componentes. Antes bien, la
ISO
CUADRO 9. Prueba de Estrés social de 22 Puntos

Controles Asustados
Nivel de Nivel de
probabi- probabi-
Cultura t df lz'dad rs t df lidad

Chinanteca 0.31 1.35 17 > 0.10 + 0.45 2.32 19 < 0.05*

Zapoteca 0.36 1.22 10 > 0.20 + 0.29 0.95 10 >0.20 +

Mestiza 0.66 3.62 17 < 0.01 * 0.56 2.62 15 < 0.02*

Spearman Rho Test


• Significativo en el nivel ~ O.05 + No significativo.

Prueba de 22 Puntos evaluó los síntomas, y la


Prueba de Estrés Social informó de cierta tensión
que es inherente al hecho de que una persona reco-
nozca que no está cumpliendo con sus propias nor-
mas. Basados en los resultados que aparecen en el
cuadro 4, reconocimos cierto traslape en lo que estos
instrumentos estaban midiendo. Interpretamos esto
como '.'agotamiento" en la medida de estrés social y
como "disfunción" en la medida de daño psiquiátrico.
Las correlaciones fueron positivas para asustados
y controles en la comunidad mestiza, y sólo para los
asustados entre los chinantecas. No fueron significa-
tivas ni para el grupo_experimental ni para el control
entre los zapotecas ni para los controles chinantecas.
un
INDICACIONES DE ENFERMEDAD

riL d brimientos clínicos se presentan en tres


. os escu .. d d d .
i partes: la primera es la de morb1h a ; es ec1r, to-
1 das las manifestaciones de enfermedad encont_radas.
5i. .__) La segunda se refiere a su efecto sobre los pac1en~es:
·t - por una parte, hasta qué punto amenazan su vida
~ _(es decir, la gra~e~~~ ) Y_ J:>ºr otra pa~te el gra~o en
t queoostáculiZán sus act1v1d_ades d1ar1~-~S:.~~
~º-r, Ja
"\ severidad) . En la ultima sección examinamos la aso-
...~ió'ñentre estos indicadores de enfermedad y la
letalidad observada en los grupos de pacientes. En
cada sección nuestro objetivo es descubrir las dife-
rencias entre los pacientes con susto y los pacientes
sin susto .
Los indicadores de enfermedad encontrados en
los pacientes fueron analizados en cuatro secciones.
En la primera, se analizaron signos y síntomas para
determinar si las quejas de susto estaban asociadas a
uno o a varios síntomas que podrían indicar procesos
patológicos a un médico . En la segunda sección de-
terminamos cuantitativamente si los asustados se ca-
racterizaban por un número mayor de condiciones
diagnosticadas. En la tercera sección, hicimos un es-
fuerzo por asociar el susto con una o con varias clases
de en~ermedades clasificadas por la Organización
Mundial de la Salud. En la sección final, considera-
mos la gama de problemas revelados por las pruebas
de laboratorio de sangre y de heces.
El dolor fue el síntoma más frecuente entre todos
los pacientes, tanto asustados como controles. El do-
lor en la región dorsolumbar (espalda) se manifestó
182
en casi la mitad de los pacientes control (23 casos) y
en una tercera parte de los asustados ( 17 casos).
Entre los asustados, el dolor abdominal (17 casos)
fue más frecuente q_ue ent~e los_controles (10 casos).
Dolor en las extremidades 1nfenores se manifestá en
16 asustados y en 13 controles. Los dolores muscula-
res en general, en cualquier lugar, afectaron más a
los controles que a los asustados. Ninguna de estas
diferencias tuvo importancia estadística.
Por contraste, la anorexia (falta de apetito) se ma-
nifestó en 12 asustados y en ninguno de los controles.
Sin embargo, como la falta de apetito recurre tan
frecuentemente en tantas enfermedades, la impor-
tancia estadística no basta por sí misma para darle
crédito como indicador del susto. Una combinación
de estos síntomas: anorexia, adinamia, astenia, can-
sancio y pérdida de peso, que representa un ataque
al estado general de salud de la persona, se encontró
más frecuentemente entre los asustados que entre los
controles. Esto resultó constante, ya fuese al compa-
rar a los asustados con los controles por sexos, o a
través de grupos étnicos. Este grupo de síntomas
-falta de apetito, debilidad, cansancio, falta de
ánimo y pérdida de peso- ocurrió en 16 pacientes
asustados y sólo en 5 de los otros, diferencia que es
significativa desde el punto de vista estadístico (x2 =
7.3 df = 1p 0.01 ). Aparte de su significación
estadística, esta diferencia tiene importantes impli-
caciones porque sabemos que tal ataque al organis-
mo debilita las defensas de la víctima contra otros
1

daños como por ejemplo procesos infecciosos. Apar-


te de estos síntomas, los restantes no se presenta-
133
ron en número O variedad suficiente para hacer una
clara diferenciación entre los dos grupos. Tampo-
co señalaron un órgano o un sistema del que las víc-
timas de susto estén sistemáticamente afectadas.
Los diagnosticadores informaron de 794 proble-
mas orgánicos entre los 100 pacientes. De éstos con-
cordaron en 640, o sea 81 % . De aquellos diagnósti-
cos en que no coincidieron, 78 fueron hechos por un
calificador, y 74% por el otro. En suma, hubo un
acuerdo de 81 % de los diagnósticos, con desacuerdo
en 19 % . El nivel de acuerdo no fue afectado por el
hecho de que el paciente fuera asustado o control.
Las diferencias entre los diagnosticadores no afec-
taron los resultados: ambos informaron de más en-
fermedades orgánicas entre los asustados. Habría si-
do algo totalmente distinto si uno hubiese men-
cionado más problemas orgánicos entre los asusta-
dos mientras el otro diagnosticara más en el grupo
control.
_..,. \ Cada médic_o diagnosticador encontró más difi-
~, cultades emocionales entre los asustados que entre
·-los otros pacientes. Sin embargo, las diferencias
entre estas evaluaciones fueron sorprendentes. Un
médico informaba de un total de 16 pacientes que
sufrían problemas de salud mental, mientras que el
otro descubrió 34. Sólo concordaron en 11 pacientes
en los cuales diagnosticaron, ambos, patología, y en
61 en que no la encontraron. Estuvieron en desa-
cuerdo en los 28 individuos restantes. Es decir esta·
dísticamente, sus diferencias fueron significati·
vas Y difícilmente habrían ocurrido por casualidad
(x = 13.7 df = 2p 0.05).
2

1S4
Esta diferencia se vuelve más notable si considera-
mos los diagnósticos que cada médico hizo de los
mismos pacientes. De los 11 casos en que ambos en-
contraron patología, sólo coincidieron una vez en la
naturaleza del mal: depresión nerviosa. En las diez
eval~aci~~e~. res_t~nte~, un médico se inclinó a diag-
nosticar ps1cos1s mientras el otro optó por "reac-
ción psicofisiológica del sistema nervioso central".
Estas grandes discrepancias pueden explicarse por
varios factores, uno de los cuales es la preparación
de los médicos. Dado el hincapié biológico de la
educación médica contemporáne_a, no es de sorpren-
der que estos dos médicos generales mostrasen consi-
derable desacuerdo. ~~s .iiQ~ul!~~es del diagnóstico _
------~
l
aumentan cuang_Q~j l_pacient'e- es de \1na ccultura o
. ~ .
jf··
''\
clase social y el médico de otro, pero son mucho más
prODleíñaiféacuañoóla .dificultad se basa en las
emociones (véase Waxler, 1974). Por ejemplo, un
calificador dijo que no había encontrado una sola
ptología _emocional entre los 28 mestizos, aunque sí
descubrió patología entre 15 % de los zapotecas y
37% de los chinantecas. El otro descubrió que 25%
de los mestizos mostraban patología, así como 15%
de los zapotecas y 61 % de los chinantecas. Parece
que cuando mayor es la brecha cultural entre médi-
co y paciente, más son los problemas de salud men-
tal que el primero diagnostica en el segundo, sin que
eso signifique necesariamente que dicha patología
realmente exista.
Los diagnósticos a los que se llegó orgánicos y psi-
coemocionales nos ofrecieron - en teoría - un
retrato de la salud del paciente. &te retrato
135
comprendió diagnósticos y sfntomas, síndromes
padecimientos; en suma, todo lo que fue consider/
do importante por los diagnost~cad~re_s. Uno de ellos
realizó un promedio de 4. 46 d1agnost1~os para cada
asustado, pero sólo 3. 82 para cada paciente control.
El otro realizó 4. 72 y 3. 88, respectivamente. Es de-
cir, cada uno, independientemente, encontró mayor
enfermedad entre los asustados. Combinando sus
diagnósticos y eliminando las repeticiones, los asus-
tados tuvieron un promedio de 5. 6 diagnósticos, en
contraste con 4. 7 para cada miembro del grupo
control. Entre los 50 casos de susto, se realizaron 280
diagnósticos en contraste con 235 entre los otros. Es-
ta diferencia pudo ocurrir por casualidad en menos
de cinco por ciento de los casos (x 2 = 3.93 df 1 =
lp 0.05), o sea que fue estadísticamente significa-
tiva.
Uno de los médicos informó de una media de 4.14
problemas orgánicos para cada austado, y de ·3.82
para cada control. El otro encontró 4.24 y 3.68, res-
pectivamente. Es decir, ambos diagnosticadores en-
contraron más problemas orgánicos de salud entre
los asustados, aunque sus descubrimientos no alcan-
zaron el nivel aceptado de significación. Aun cuan-
do se. c?.mbinaron
. sus diagnósticos y se eliminó toda
r~peucion, sus diagnósticos no alcanzaron a diferen-
ciar entre estos grupos a un nivel estadísticamente
significativo.
Un_ médico calificador encontró problemas psico·
emocionales en 16 asustados, pero en ninguno de los
co~troles. El otro encontró problemas entre 24 de los
primeros Y entre 10 de los últimos. En cada caso, es-
136
tas diferencias sí tuvieron importancia estadística.
Otro medio de procesar estos datos fue combinar los
diagnósticos de ambos médicos. Para hacerlo, consi-
deramos como patológico sólo a aquellos enfermos
en los que ambos médicos diagnosticaron patología
psicoemocional. Los anotados como libres de
problemas fueron aquellos en quienes ninguno de
los dos médicos encontró patología psicoemocional,
y como "posiblemente enfermo" aquél a quien sólo
uno de los médicos encontró enfermo. Según este
procedimiento, se diagnosticó como enfermos a 11
de los asustados, posiblemente enfermos a 18 (5 se-
gún un médico y 13 según el otro) y 21 fueron consi-
derados sin enfermedad psicoemocional. El mismo
procedimiento encontró en los controles a 1O po-
siblemente enfermos, y a 40 sin problemas, es decir,
ningún enfermo . Estos resultados diferenciaron un
grupo del otro a niveles de importancia %x 2 =
19.18 df = 2p 0.01) . Obviamente, estos descubri-
mientos de perturbación emocional afectaron los re-
sultados de morbilidad total en tal forma que los
asustados se caracterizaron por tener muchas más
enfermedades diagnosticadas que los controles .
Aunque los problemas psicoemocionales inclinaron
la balanza, no deben hacernos perder de vista el otro
descubrimiento, de que también los problemas or-
gánicos fueron mucho más numerosos entre la
población de asustados, aunque no alcanzaran a lle-
gar al nivel de significación estadística establecido.
El análisis de las dimensiones cuantitativas de
morbilidad indicaron que las dificultades psicoemo-
cionales sólo representaban 6 .1 % de la patología to-
137
tal entre los asustados, con 93. ~ % rep:esentados por
dificultades orgánicas. Estas diferencias fueron aún
mayores entre los controles: 2:4% Y~7 .6%_, respecti-
vamente. ¿Reflejarán estas diferencias la Importan-
cia relativa de cada tipo de problemas en los enfer-
mos? Para estimar la importancia relativa más defi-
nitivamente, debemos tomar en consideración otros
asuntos.
En el actual estado de avance de la preparación
médica, un no especialista es capaz de diagnosticar
diferentes tipos de patología orgánica, pero rara vez
posee esta competencia cuando se le presentan
problemas emocionales. Además, al médico se le
ofrecen varios procedimientos con los cuales diag-
nosticar concluyentemente muchas condiciones or-
gánicas, pero esto no puede decirse con tanta seguri-
dad en relación a las enfermedades psicoemocionales.
Otro problema señalado por esos resultados es có-
mo definir el límite entre los problemas orgánicos y
. .Jos emocionales. Por ejemplo: un paciente que sufre
de dolores de cabeza con hipertensión y que padece
un estado de angustia se le puede diagnosticar lo si-
guiente: hipertensión, migraña y neurosis de angus-
J tia. Este diagnóstico incluye dos problemas orgáni-
'Jfa,I cos Y uno de naturaleza emocional. Sin embargo,
otro médico podría diagnosticar, en el mismo enfer-
, ~. º' . una _neurosis ansiosa generadora de hiperten-
, __;Ion reactiva y cefaleas. Es decir, un problema de sa-
lud ment~l con repercusiones orgánicas. ¿Cuál de est~
dos habria de considerarse más ajustado a la reali-
dad?
El actual estado de la práctica general contribuye
138
a que la~ i~vestigaciones clínicas se orienten hacia el
descubrimiento_ de problema~ orgánicos, y a que las
dific~ltades residuales s~ atn~uy~n a causas psico-
emoc1onales. Nuestra 1nvesugac1ón ofreció po
. d d ca
oportunida Pª;ª. esarroll_ar una relación significa-
tiva entre el medico examinador y sus pacientes; y
mucho menos una oportunidad de elaborar un diag-
nóstico completo. Además, el médico examinador
tenía preparación de médico general, y los diagnós-
ticos fueron hechos por dos médicos con preparación
clínica tradicional. Por lo tanto, no fue una sorpresa
descubrir· resultados tan marcadamente en favor de
los problemas orgánicos.
Aunque ha demostrado ser metodológicamente
útil separar los problemas orgánicos de los de natu-
raleza emocional, desde el punto de vista conceptual
nos pareció lo mejor considerar al paciente como
persona integral que respondía en diversas formas a
los estresantes.

TIPOS DE ENFERMEDADES

Los diagnósticos realizados en estos .p.acie.~te~ fueron


clasificados de acuerdo con la Clasifzcacion inter~a-
. d a, O r~an1za-
cional de enfermedades (8a . ed . revisa .
ción Panamericana de la Salud)· De los 17 pnncipa -
les grupos de enfermedades, se encontraron 15 entre
nuestros diagnósticos (cuadro 10).
No hubo enfermedades en el Grupo XI ' "Emba- .
razo Parto y Complicaciones Post parto ' " n1 en el
' b·1·d d Morta-
Grupo X V, "Ciertas Causas de Mor 1 1 ª Y
139
Una paciente de el susto, entrega un pavo que será ofreci-
do en sacrificio al espíritu que capturó su esencia vital.

Copyright CARL W. O'NELL


..

,.,. ·~,.
.. f 1'

Un mestizo fatigado reposa antes de ser curado de susto . joHNKREJCI


t

~ '

- 1'!.,~ M
,..;.;..,...c.....•~..C·:\:,<.c.- 03

Un joven chinanteco es aconsejado por un anciano al asu-


mir un cargo público.

CAROLE BaoWNER
Una chinanteca separa las mazorcas de maíz, cultivadas
por su marido y por su hermano. El maíz fue plantado en
las tierras de su madre .

CAROLE BROWNER

Un intérprete tradruce el cuestionario a la lengua local,


con el auxilio de Arthur J. Rubel y una grabadora.
CuADRO l O. Enfermedades diagnosticadas* en 50 enfermos con susto y 50 sin susto de tres localidades de
Oaxaca.

México 1973.

Grupo Categoría de las enfermedades Clave CIE Chinantecos Zapotecos Mestizos Total Razón
A c A c A c Asusta- Contro - A/C
dos les

I INFECCIOSAS Y PARASITARIAS 006-136 33 24 14 11 15 14 62 49 1.3


Amibiasis 006 5 5 9 9 11 6 25
Tuberculosi_s pulmonar 011 1 3 2 1 5 2
Oncocercosis 125 .3 8 3 6 8 3
Ascariasis 127.0 7 5 7 5
Parasitosis intestinal no especificada 129 7 8 1 3 8 11 16
Otras j 3 20 3

IJ TUMORES SIN ESPECIFICAR


MALIGNIDAD 140-239 2 3 4 2 2

III GLÁNDULAS ENDÓCRINAS DE


LA NUTRICIÓN Y DEL META-
BOLISMO 240-279 1 1 2 1 1 4 2 2

IV SANGRE Y ÓRGANOS HE-


MATOPOYÉTICOS
Anemia no especificada 285 .9 17 15 13 6 16 18 46 !J9 1 .2
V TRASTORNOS MENTALES 290-315 27 9 6 6 l 39 10 3 .9
Psicosis_no ~~ificada 299 6 3 3 1 1 10 4
Neurosis 300 5 6
Neurosis depresiva 300.4 2 3
Trastornos d~ la ~rsonalidad S.A.I. 301.9 2 3
Síntomas no dasificables en otra pane 306 13 15
Específicos del sueño (trastornos) 306.4 2 6 2 6

VI SISTEMA NERVIOSO, ÓRGA-


320-389 7 7 10 7 14 4 31 18 l. 7
NOS DE LOS SENTIDOS
Epilepsia no especificada 345.9 2 2 3 2
Conjuntivitis y oftalmía 360 3 4 2 3 6
Defectos de refracción 370 2 3
372 5 2 8 2 13 4
Pterigion
374 3 1 4 1
Catarata
Ceguera de un ojo 379.3 1 1
Disminución de la audición 389.9 1 2
2 2 2 3
Otras
390-458 15 10 6 4 8 22 22
Vil APARATO CIRCULATORIO
Enfermedades del endocardio 397 1 2 1
4 8 9
Hipertensión esencial benigna
Mal definidas del corazón
401
429
7 4
. 1 2

454.9 4 6
Várices en M. I. sin úlcera
458.9 5 5 1
Hipotensión
1 3 I 2 5 3
Otras

A - Con susto
e = Sin susto (controles)
- - o
Grupo Categoría de las enfermedades Clave CIE Chinantecos Zapotecos Mestizos Total Razón
A c A c A c Asusta- Contro - A/C
dos les

VIII APARATO RESPIRATORIO 460-519 6 13 g 9 8 18 21 -1.2


Faringo amigdalitis 462 ,463 4 5 2 4 7
.3i::onquiti8 crónica 491 1 2 1 2 2
Hipertrofia amigdalina 500 2 2 1 2 g
Desyiación de tabique· nasal 504 5 2 1 3 5
Polipo nasal 505 2 1 2 1
Otras de vías respiratorias altas 508 2 1 1 2 4 2
Otras 1 1 1 1

IX APARATO DIGESTIVO 520-577 17 8 10 3 10 10 37 21 1.8


Caries dental 521.0 7 4 3 6 6 16 11
Ausencia dental adquirida 525.0 5 1 1 1 4 1 10 g
Gastritis y duodenitis 535 1 1 2 1 g 2
Enteritis crónicas 563.9 g 2 3 2
Otras 1 4 1 o 2 5 3

X APARATO GENITOURINARIO 580-629 2 5 1 1 2 g 5 9 -1.8


Nefritis no calificada 58~ 1 1 2
Salp_ingitis y ovaritis 614 l l 2
Leucorrea 629.3 2 l 3
Otras 2 2 l l l 3 4

XII PIEL, TEJIDO SUBCUTANEO 680-709 l 2 l 2 2 1

XIII OSTEOMUSCULAR TEJIDO


CONJUNTIVO 710-738 2 8 2 6 4 12 8 26 -3.2
Artritis re_umatoide y estados pato-
lógicos afines 712 2 4 1 5 4 7 7 16
Osteoanri~ no especificada y mialgias 713.0-717 .9 3 l 3 l 7
Discopatía intervertebral 725 .1 l 1 2
Todas las demás 728. 7-728. 9 l l

XIV ANOMALlAS CONGÉNITAS 745.0 l N.C

XVI SÍNTOMAS Y ESTADOS MOR-


BOSOS MAL DEFINIDOS 780-796 l 7 4 7 8 -1.1
1
Grupo Categoría de las enfumedades Clave C/E Chmarztecm Zapotecos Mestizos Total Razón
,., e A e A e Aswta - Contro - A ,C
dos les

Edema e hidropesja 782.6 1 2 l 2


Hipertrofia li~fática 782.7 2 l 2 1
Hepatomegalia 785. 1 2 2
Otras 1 2 !l 1 2 5

XVII ACCIDENTES, ENVENENA-


MIENTOS Y VIOI.ENCIAS N800,N922 1 1 2 N.C

Total de diagn9stic~ 128 105 77 42 80 85 285 2~2 1.2


Personas examinadas 19 19 14 12 17 19 50 50

A = Con susto
C = Controles
• = Clasifico..ción internacional de enf ermedades OPS.(8a, edición, .oPS) .
N.C. = No calculable en la realidad, aunque matemáticamente es infinito.
lidad Perinatales", por lo que estos grupos no fueron
incluidos en el cuadro. La falta de diagnósticos en el
primer grupo se debió al hecho de que el embarazo
es considerado como estado normal entre esa pobla-
ción rural y a que rara vez acude a consulta una mu-
jer por problemas atribuidos al embarazo. Durante
este estudio, no asistimos partos. Con respecto al se-
gundo grupo, ya hemos indicado que el estudio sólo
incluía personas de 18 años o más, lo que excluyó al
recién nacido a que se alude en el Grupo X V .
En este cuadro incluimos un resumen de la
patología encontrada en los 100 pacientes examina-
dos, con un cálculo de las diferencias entre asustados
y controles.
Las entidades más frecuentemente diagnosticadas:
fueron las del Grupo I, Enfermedades Infecciosas y
Parasitarias, que totalizaron 110 entre los 100 pa-
cientes. Hubo más diagnósticos que pacientes por-
que varias personas padecían más de una enferme-
dad infecciosa y/ o parasitaria al mismo tiempo. Esto
también ocurrió en el grupo de enfermedades que
ocuparon el segundo lugar en orden de frecuencia :
Enfermedades de la Sangre y Ó rganos Hematopoyé-
ticos (Grupo IV). Este grupo también incluye la
"Anemia no especificada" , que indica deficiencias
nutricionales y/ o pérdida crónica de sangre debido
a infección parasitaria o a infecciones recurrente~.
Se diagnosticaron 85 casos de anemia: un porcentaJe
muy elevado. Hubo 58 casos del Grupo IX, Enfer-
medades del Sistema Digestivo, ocupando el tercer
· lugar en frecuencia de patología. El mayor ~ú~ero
de éstas - 2 7 casos - fue de caries dental. V1nieron
149
después las Enfermedades del Sistema Nervioso y 1
Órganos de los Sentidos ( Grupo VI), complicados
. 1 ~
por un problema rela~1var_nente menor, e pterigión
( carnosidad de la conJUntiva ocular), del cual •hubo
17 entre los 49 casos del grupo. Los Trastornos Men.
tales (Grupo V) ocuparon el quinto lugar en fre-
cuencia, con 47 ca~os, _14 ?e los cuales f~eron diag-
nosticados como ps1cos1s. Es sumamente 1mprobable
que ese diagnóstico indicara una pérdida de contac-
to con la realidad; más probablemente fue un juicio
que uno de los médicos diagnosticadores hizo para
varios desórdenes neuróticos y psiconeuróticos. Des-
pués de estos cinco grupos de enfermedades, si-
guieron las enfermedades del sistema circulatorio
(43 casos) y las del sistema respiratorio (40 casos); .
del sistema osteomuscular y el tejido conjuntivo hu-
bo 35 casos, y así sucesivamente hasta llegar a ·
problemas de baja prevalencia, como accidentes,
envenenamientos,
.,. .
actos violentos y anomalías con-
.B!!11tas.
. \ En total, se diagnosticaron 515 enfermedades en
-ls { I 00 pac_ientes; un promedio de 5 . 15 enfermedades
J ºr paciente.
Las enfermedades que mejor diferenciaron a los
asustados de los controles fueron las del Grupo V,
Trastornos Mentales. Fueron d iagnosticadas en
58 % de los pacientes asustados y en 20 % ~e 05 !
controles; una diferencia estadísticamente signtfi·
cativa. También se mostraron diferencias entre
~pos culturales: entre los chinantecas, ese diagnóS·
Uco se hizo en 95% de los pacientes asustados Y
en 47 % de los controles. Entre los zapotecas, se
150
-

diagnosticaron trastornos mentales en 36 % de los


asustados y en ninguno de los controles; y entre los
mestizos, en 35% de ios asustados y en sólo 5% de
los controles. No sabemos con certeza por qué (
ocurri.e ron diferencias tan marcadas entre una so-
ciedad y otra; a~as~ reflejaran la realidad 0 , ~ás r ~ :.
probablemente, 1nd1caban que cuanto mayor es 1~ .,. · ·
diferencia cultural entre médico y paciente, mayor
es la probabilidad de clasificar como patología men
tal a pautas culturalmente aceptables para el pa-
ciente pero no para el médico. Esto representa un
interesante problema metodológico al que habrá de
enfrentarse la investigación médica y antropológica.
Cualquiera que sea la razón, la diferencia entre
asustados y controles fue consistente y confirmó lo
que ya se había in~nrmado en la sección sobre
patología cuantitativa.
Con respecto a la patología emocional descubier-
ta, el diagnóstico más frecuente entre los asustados
fue de "Síntomas no Clasificados en Otra Parte" ( 14
casos). Incluido en esta clasificación estuvo el diag-
nóstico de "reacción psicofisiológica del sistema ner-
vioso central" . Sólo uno de los dos calificadores llegó
a tal diagnóstico. Obviamente fue un diagnóstico
que comunicó poca información respecto· al tipo de
patología del paciente. Fue el juicio clínico de que
estaba presente alguna patología; sin embargo, a
falta de datos suficientes, siguió siendo imposible
para el médico hacer un diagnóstico más preciso. El
segundo diagnóstico más frecuente entre los Tras-
tornos Mentales (Grupo V) fue la psicosis. A esto lle-
gó uno de los diagnosticadores en 10 casos: 6 chinan-
151
un mestiz.o. La revisión de los e~
tecas, 3 zapot ecas Y , .- ~-
pedientes hecha por el m~dico ~el proyecto mostró
. fi •entes para diagnosticar _tan grave esta -
d atos 1nsu 1c1 . ·
•d como "pérdida de contacto con .. la. reali-
d o, d e fi1n1 o
dad"; por tanto, inter_p ~etamo~ .qu: est~ s1~1ficaba
que a juicio del diagnost1cador babia patologi~ men-
tal), pero que ~arecía de l?s ~atos .<
. o de c_onoc1mien-
to) para llegar a un djagn_?st1co m~s. preciso. En 6 de
los asustados se encontro neurosis, en 3, _neurosis
depresiva; en 2, trastornos de perso?~lidad, y en 2,
trastornos del sueño. En total, se h1c1~ron 37 diag-
nósticos de patología mental en 29 pacientes asusta-
dos. Por contraste, entre los controles, se hicieron 10
diagnósticos p~ra 1O pacientes; de éstos, 6 fueron ca-
sos de insomnio y 4 de psicosis. Fue evidente .el
contraste entre la relativa proliferación de patología
mental entre los pacientes asustados y su escasez
entre los controles.
Independientemente de la competencia de los dos
médicos para hacer diagnósticos con certidumbre
(sea por causa qe su preparación clínica, o por la in-
suficiente infqi:mación clínica de que dispusieron)}
queda el_-hecho de que cada cual, por su cuenta, in-
formó de más diagnósticos de patología psicoemo-
cional y psiquiátrica entre los asustados.
Enfermedades enumeradas en el Grupo 11 (Ne-
opl~~ma), como "tumores, sin especificar ~ali~i-
dad afectaron a 4 asustados y 2 controles, y lo mis-
mo ocurrió con las enfermedades del Grupo 111, E~-
fermedades Endócrinas, Nutricionales y Metabóh·
cas, con 4 .asustados y 2 controles afectados•
Después de las perturbaciones mentales, las per·
152
turbaciones que más claramente diferenciaron a los
asustados de los co~troles fu~ron las del Grupo IX,
Enfermedades del Sistema Digestivo, de las que hu-
bo 37 diagnósticos
. entre los asustados y 21 entre 1os
controles [es d ecu, por cada diagnóstico entre los
controles hubo l. 76 entre los asustados . Esta dife-
rencia tuvo im~orta~c~a estadística (x 2 = 9.4 gl =
1p O. O1]. El diagnostico más frecuente en este gru-
po fue enfermedades de los dientes: 16 casos de ca-
ries dental entre los asustados contra 11 entre los
controles; pérdida de los dientes en 1O asustados y 3
controles. Además, 6 casos de gastritis y de duodeni-
tis entre los asustados contra 4 entre los controles.
Para "otras" enfermedades de este sistema, 5 fueron
identificados entre asustados y 3 entre controles.
Las enfermedades del Grupo VI, Enfermedades
del Sistema Nervioso y de los Órganos de los Senti-
dos, también fueron considerablemente mayores
entre los asustados: 31 casos, en contraste con los
controles, con 18 casos. También esta diferencia tu-
vo importancia estadística (x 2 = 6 . 7 gl =
lp 0.01). Dentro de este grupo de enfermedades,
el problema más frecuente de los asustados fue el
pterigión (carnosidad de la conjuntiva ocular), que
.afectó a 13 pacientes, sólo 4 de los cuales fueron
controles. Padecimientos de los ojos más graves que
el pterigión fue los defectos de refracción (3 asusta-
dos y un control), conjuntivitis y oftalmía (3 asusta-
dos y 6 controles), cataratas (3 asustados Y un
control), y ceguera de un ojo (1 ·asustado ~ 1
control). En total, 2 ~_ª§~~ dos y 13 _s:qntrol~
enferme~ s ojos. El Grupo VI tambi
.t;;i:;
153
veló 3 casos de epilepsia entre asustados y dos ent
controles; dos casos de pérdida parcial del oído ent;:
los asustados y ningun<:> entre los contr?les; y tres
diagnósticos para cada grupo fueron clasificados co.
mo "otras" enfermedades.
Hemos visto que en los tres grupos de la Clasifica.
ción internacional: Trastornos Mentales, Enferme-
/dades del Sistema Digestivo y Enfermedades del Sis-
, tema Nervioso y de los Órganos de los Sentidos, la
b· ~ patología fue más elevada entre los pacientes asusta-
) dos. Por contraste, las enfermedades del Grupo J,
E nfermedades Infecciosas y Parasi,t-arias, no_fueron
distinguibles entre las dos muestras. Sólo una, onco-
cercosis, resultó más característica de los asustados.
En conjunto, de este grupo de enfermedades, 61 se
encontraban entre 50 pacientes asustados (1.22 para
cada paciente) y 49 entre los controles (0.98 para ca-
da paciente). Donde mayor fue esta diferencia fue
en los chinantecas, entre los cuales hubo 1. 7 de estas
enfermedades para cada paciente asustado y 1.2 pa-
ra cada control. En este municipio existe evidente-
mente una alta frecuencia de morbilidad por causas
ambientales. En los otros dos grupos étnicos, aun-
que la diferencia no fue tan mai:_cada, también hubo
más patología entre los asustados que entre los
controles. La mayoría de esos problemas fue de pa-
rásitos intestinales: así, entre los asustados, 42 de 61
de estos casos fueron parásitos (24 amibiasis, 7 asca-
riasis Y 11 "otras"); entre los controles, 42 de 49 casos
fueron parásito!' (22 amibiasis, 5 ascariasis Y 15
"otros)'). Además de los parásitos intestinales, se
diagnosticaron 5 casos de tuberculosis pulmonar
154
-
entre los asustados y 2 entre los controles; 8 casos de
oncocercosis se diagnosticaron entre los asustados y 2
entre los controles, y 6 casos de "otras" enfermeda -
des se encontraron en este grupo entre los asustados
y 3 entre los controles. Con excepción de "otros" pa-
rásitos intestinales presentes en 11 de los asustados y
en 15 controles, hubo más diagnósticos entre los
asustados en cada una de las enfermedades de este
grupo.
Con respecto a la oncocercosis, se encontraron 8
casos entre asustados y sólo 2 entre los controles: di-
ferencia con importancia estadística (x 2 = 4 gl =
lp 0.05).
Enfermedades que no discriminaron entre asusta-
dos y controles fueron las del sistema circulatorio (21
asustados y 22 controles), las del sistema respiratorio
( 18 asustados y 22 controles), las del sistema geni-
tourinario ( 5 asustados y 9 controles), las de la piel y
del tejido celular subcutáneo (2 asustados y 2 contro-
les y "síntomas y estados patológicos mal definidos"
(7 asustados y 8 controles) .
De los 17 grupos, las enfermedades del Grupo
XIII (las del sistema musculoesquelético y del tejido
conjuntivo) fueron diagnosticadas considerablemen-
te menos veces entre los asustados que entre los
controles. Este hallazgo resultó único . En este grupo
fueron diagnosticados problemas osteomusculares
en 28 controles y en sólo 7 asustados: diferencia que
tuvo importancia estadística (x 2 = 19 gl =
lp 0.01). Dentro de este grupo los diagnósticos
más frecuentes fueron los de artritis reumatoide Y
condiciones patológicas relacionadas ( 1 7 entre
155
entre asustados)' con una importante
contro1es Y 6 2 1 - 1
diferencia estadística (x • _6.8 g - _P ?-01) un
"osteo-artr1t1s y • m1alg1as no
su b grupo,
espec1'f'1ca das'' (7 controles y ,, un asustado) ,
" ¡ oía de los discos vertebrales ( dos controles y
pato ot>- . . d
ning.ún asustado) y otros padecimientos e esta clase
(dos controles y ningún asustad?). ~speramos ~ue
estudios posteriores den una exphcac1on a estas d1fe-
.
renc1as.
Los análisis de la morbilidad cualitativa <;les-
cubrieron que lós asustados y los controles habían si-
do diferentemente afectados .por las enfermedades
endémicas de sus medios . Buen n úmero de los
síntomas y signos encontrados, aunque presentes en
muchas enfermedades (por ejemplo, pérdida de
apetito, pérdida de peso, debilida d , falta de ánimo)
indican un estado general de debilitamiento, tanto
orgánico como emocional. Asimismo, problemas del
aparato digestivo y anemias son estados compatibles
con una mala nutrición, a menudo con consecuen-
cias fatales. ¿Podremos concluir que el susto es el
equivalente de la desnutrición? ¿O de la anemia? La
respu~sta e~ ':no". Hay .asustados sin ninguna prueba
de desnutnc1ón, y no todos sufren anemia . Igual-
mente, no puede decirse que el susto sea equivalente
ª la .º1:c~cercosis, o que el susto y la caries dental se-
an ~inonimo del mismo problema. Tampoco puede
decirse que susto sea igual o represente otra enfer-
medad específica, o que 1os ~sustados estén menta l-
fmente enfermos · s.,0 l0 porque algunas enfermedad es
ue_ro~ encontradas en enfermos de susto, no puede
atnbu1rseles· la causa l'd 1 ad del mismo. Cualquiera
.
156
origen en los pacientes con susto hay ma-
que se a Su ' , .
' or participación de problemas organ1cos y emo-
Y. ales, que en los controles. Es por lo tanto, un
cionblema que compete a l a me d'1c1na
. cosmopo1·ita .
pro . d
¿Cuál puede ser el denomina or común de la ca-
ries dental, el pterigión, enfermedades del sistema
digestivo, del sistema nervioso y los órganos senso-
riales, la oncocercosis y la anemia? Los textos médi-
1 cos no muestran un agente o mecanismo capaz de
producir un grupo, tan d!v~rso de patología . En
cambio, la patologia organ1ca que nosotros des-
cubrimos se encuentra vastamente distribuida entre
estas poblaciones. Los asustados comparten con los
demás la carga de la enfermedad, pero no en partes
iguales. Entre los chinantecas la oncocercosis era en-
démica, pero los asustados la sufrían en mayor pro-
porción. El pterigión era endémico entre estos cam-
pesinos, pero más a menudo afectaba a los asusta-
dos; la anemia prevalecía pero se manifestaba aún
más a menudo entre los asustados y, cuando las
estrecheces de la vida generaban problemas emo-
cionales, era aún más probable que los asustados los
sufrieran. En suma, si una población en conjunto re-
quiere atención médica, se puede prever que los
asustados, dentro de tales poblaciones, son los que
más la necesitan.

RESULTADOS DE LAS PRUEBAS DE LABORATORIO

Las pruebas de laboratorio fueron las más objetivas


de nuestras mediciones del estado de salud. Los téc-

157
nicos sólo examinaron producto~ de los en~ermos y
no a los enfermos mismos. Medimos los niveles de
hemoglobina y el valor o f~dice h~m~tócrito para eva.
luar anemia. La hemoglobina, principal componente
de los glóbulos rojos, es ·una p roteína que, combinada
con hierro, funciona para transportar el oxígeno de
los pulmones a los tejidos. El valor hematócrito repre-
senta el volumen de glóbulos rojos expresado como
porcentaje del total de la sangre.. Al reducirse el
índice hematócrito y/o la hemoglobina, el transpone ,
de oxígeno a los tejidos se vuelve d~ficiente y se dice
que la persona padece anemia. Hay muchos tipos d_e
anemia, pero en este caso nos referimos. a la anemia
en general; su causa más probable es una ingestión o
utilización deficiente de hierro de los alimentos debi-
da a desórdenes nutricionales, a la pérdida de hierro
por parásitos intestinales, o a desórdenes hemorrági-
cos, como metrorragia, disentería y otros. La anemia
no es en sí misma una enfermedad; antes bien, señala
una patología subyacente, debida a diversas causas, y
ayuda a exacerbar otros procesos porque reduce la
oxigenación de los tejidos.
Además, la sangre juega un papel importante en
los procesos inmunitarios - la defensa del individuo
respecto a agentes patógenos - así como práctica-
mente en todas las funciones del organismo. Por eso,
la anemia es un importante indicador del estado ge·
neral del paciente .
. E~ nivel general de hemoglobina en los hombres,
s~guiendo las guías utilizadas por nuestro laborato·
rio, era de 15 ..5 gramos por cada 100 mililitros de
sangre· Los pacientes asustados tuvieron un prorné·
158
dio de 12.47 -y los controles, 13.92 · Es d ecir,
.
aunque
ambos grupos estaban por debaJ·o de lo
, norma1, los
hombres asustad os tenian un gramo y m dº
• e to menos
de hemoglobina que los controles Esta dºc .
· 11erenc1a
fue mayor -. 2.6 gramos- entre los chinantecas; en
tal comunidad,
. los hombres asustados t uv1eron·
12.12, mientras que los controles tenían una media
de 14. 72. En las., otras dos comunidades los varones
asustados _tam b ien mostraron niv~les más bajos de
hemoglobina que los controles. Los niveles de hema-
tócrito mostraron la misma tendencia/ los varones
asustados estuvieron continuamente en peor condi-
ción· que los controles análogos, pero estas diferen-
cias no alcanzaron niveles de importancia
estadística.
Entre las mujeres las cifras deberían ser -según
las técnicas empleadas - de 14.8 gramos de he-
moglobina por cien mililitros de sangre, y entre 35 y
48% de hematócrito. Las mujeres con susto tuvieron
una media de 11. 43 gramos de hemoglobina,
mientras que los controles tuvieron 11 .85. En las tres
comunidades, las asustadas tuvieron menos he-
moglobina que las demás. , .
Con respecto a los valores de hematocnto, las asus-
tadas tuvieron una media de 35. 54 %, Ylas controles
de 35.88%, diferencia minúscula en favor d~ las
controles. Con sólo una excepcion ·, - las muJeres ,,
mestizas- los hallazgos confirmaron lo que se habia

descub1e11to ·
entre los varones; es decir,
· - las asustadas
.
tend'1an a ser un poco mas , anemicas
, · que las pac1en -
tes·control
p · cientes el pa ..
uede suponerse que en nuestros Pª
159
rasitismo intestinal es mayor de lo encontrado, ya
que las condiciones de transporte nos hicieron impo-
sible examinar más de una sola muestra de heces por
~ aciente. .
· De los 100 pacientes examinados, en 74 se des-
cubrió uno o más tipos de parásitos; el número total
-;?.-, de diagnósticos de parasitismo fue de 101. Numéri-
1 camente hubo más diagnósticos qué pacientes, debi-
1
¡
do a poliparasitismo en varios individuos. Esto nos
, da cierta idea del medio ecológico al que deben
'\.a daptarse estos pacientes.
En suma, 80 % de los pacientes asustados tenían
uno o más tipos de parásitoss y 68% de los controles
estaban infestados, diferencia estadísticamente no
significativa pero que se repitió en dos grupos étni·
cos y en ambos sexos. Entre los zapotecas, 78% de
los pacientes asustados tenían parásitos, y 67 % de
( los controles; entre los mestizos, 81 % de los asusta-
} dos Y 37 % de los controles. En contraste, todos los
\ controles chinantecas tenían parásitos, pero sólo
.) ) ?º% de los asustados. Con respecto al sexo, las mu-
:;•,~., \. Jeres en general tenían más parásitos que los
hombres: 78% y 68% respectivamente. En la
muest ra total masculina, 79 % de los asustados Y
~ 7 % de los controles tenían parásitos. Entre las mu·
~✓.eres, 81 % de las asustadas y 72 % de las controles.

GRAVEDAD Y SEVERIDAD

Como. se indie~0 antes, 1os niveles


• de gravedad Y de
severidad fu .
eron evaluados en cada paciente con
160
instru~entos espec1ficamente construidos para la in-
vest ig ación. Estos instrumentos fueron un
, ,, " , ,,
''grav1metro y un sever1metro , respectivamente.
Los dos médicos que se encargaron de calificar estos
aspectos trabajaron independíentemente uno del
otro, siguiendo instructivos preparados de antema-
no. Los instrumentos y las instrucciones para su uso
se encontrarán en el Apéndice 2 (p.198). .
Los instrumentos para medir la gravedad y la se-
veridad fueron desarrollados como expedientes
clínicos de cuatro secciones cada uno. Como se indi-
có antes, las cuatro secciones son: la historia de la
enférmedad y su desarrollo; los síntomas de que in-
formó el paciente, junto con sus antecedentes f ami-
liares; los hallazgos del examen físico; y los resulta-
dos de las pruebas de laboratorio. Siguiendo las ins-
trucciones, cada médico calificador calculó minu-
ciosamente la gravedad indicada por cada compo-
nente; después, sumó las calificaciones de los cuatro
componentes llegando a una calificación total de
gravedad. La máxima calificación de gravedad po-
~íble era cuarenta puntos, calificación que indicaba
muerte inminente. Luego, siguiendo ~procedimien-
/tos similares., los médicos calificaron los niveles de
severidad; una vez más, el máximo fue de cuarenta
puntos, cifra ·que sugería la total incapacidad del
paciente.
Las ·medidas de gravedad y severidad permitieron
la intervención de juicios clínicos (en cont~aste con
otros instrumentos -el termómetro por eJemplo-
cuya lectura no está sujeta a factores subjetivos). Es-
to creó una duda: ¿pudo la subjetividad de nuest ros
161
calificadores afectar los resultados hasta tal grado
que las calificaciones ~eflejaran ~ás sus juicios
clínicos que las diferencias entre pacientes?
Un análisis de las calificaciones dadas a _cada pa-
ciente por los respectivos médicos ~valuadores
mostró que el acuerdo entre sus juicios era satisfac-
torio, alcanzando un alto nivel significativo, lo que
habla en favor de la confiabilidad de los métodos
empleados (cuadro 11 ).
La suma de los cuatro componentes del expedien-
te indicó la gravedad total de cada paciente. La
mínima gravedad descubierta fue un punto, y la
máxima fue veintiséis, lo que mostró una marcada
variabilidad en el estado de los enfermos. La grave-
dad promedio entre los hombres fue de seis puntos,
pero un tanto superior, de 6.42, en las mujeres. Esto
indica el predominio de niveles muy bajos de grave-
dad, lo que no extraña en pacientes ambulatorios
como los incluidos en este estudio.
Los varones asustados tuvieron una media de 7. 42
puntos de gravedad; los controles tuvieron 4.58. Es-
ta diferencia es estadísticamente significativa
(Mann-WhitneyU.. , 5.Bz == - l.838p 0.05).Al
comparar los grupos dentro de cada comunidad se
descubrieron diferencias importantes sólo entre los
zapotecas; no obstante, en todas las comunidades los
asustados tuvieron consistentemente mayor grave-
dad que su~ controles análogos. Entre los chinante-
cas, la gr~yedad media de los asustados fue de 8. 93 Y
la de los controles, de 5. 72; entre los zapotecas,
f~eron 6. 90 y 3. 96, respectivamente; y entre los mes-
tizos, ~.60_y 4.53,. respectivamente. , _,
162
. CuADRO 11. A cuerdo entre las evaluaciones de los
médicos

Calificacfón de Calificación de
Cultura rS severidad rs gravedad
N1:vel de Nivel de
probabilidad probabilidad
Chinanteca o. 77 < 0.001 * o.72 < 0 .001 *

Zapoteca 0.90 < 0 .01 * 0 .69 < 0 .01 *


Mestiza 0.68 < 0 .001 * 0 .56 < 0 .001 *

Sperman Rho Test


* Significativo a nivel < 0 .05 .

Entre las mujeres, las diferencias fueron semejan-


tes: la diferencia tuvo importancia estadística al
comparar a las asustadas zapotecas con sus controles
Y al comparar el grupo total de asustadas con sus
controles (Mann Whitney U = 489 .5 z = - 1. 785
P 0.05). Los grupos tuvieron medias de : 7 .01 para
los asustados y 5.84 para los controles; para las muje-
res chinantecas fue de 8.19 y 7 .48, respectivamente;
para las zapotecas, 8 . 12 y 5 .05; y las mestizas tu-
vieron calificaciones de 5 .18 y 4 . 55, respectivamente.
¡No se observó un solo caso, entre hombres o entre
mujeres, en que un grupo de controles alcanzara o
sobrepasara los niveles de gravedad de los asustados!
(véase cuadro 12). Los niveles de gravedad de estos
últimos siempre fueron más altos; entre los zapote-
163
1
cas, así como entre el grupo total de pacientes, fue
considerablemente más alto ( alcanzando un nivel
estadístico de 0.05) que el de los controles. Esta con-
sistencia en los resultados indicó una clara aso-
ciación entre sufrir susto y presentar signos y
síntomas de enfermedad que amenazan la vida en
mayor grado que cuando en condiciones similares
no se sufre de susto.

CuADRO 12 . Calificaciones de enfermedad orgánica:


asustados y controles
(totales componentes) ·

Comunidad u Severidad u Gravedad


y sexo Nivel de Nivel de
proba bib'dad probabz"/idad

Chinanteca 150.5 > 0 .05 + 155 ~5 > 0.05 +

Zapoteca 19.0 < 0 .001 * 31.0 < 0.01 *

Mestiza 152.5 > 0 .05 + 116.0 > 0.05 +

Todos
hombres 53 .0 < 0 .02* 58.0 < 0.05* . .
Todas muje-
res 637.0 > 0.05 + 489 .5 < 0.05*

Mann -Whitney U Test


* Importancia estadística al nivel de < 0.05.
+ Sin importancia . · ·
164
Por consiguiente, un médico que atienda a un pa - ')
ciente de susto, debe suponer que su paciente está en l...,_ -.k.
mayor riesgo de morir que otro paciente con /.,. :-r-
características similares pero sin susto . . · . _)
Al analizar la gravedad en cada una de las sec-
ciones del instrumento se encontró que el historial
de la enfermedad señaló puntos más altos entre los
asustados que entre los controles, pero las diferen-
cias no alcanzaron a tener importancia estadística
en ninguna de las tres comunidades. Esto pudo de-
berse a la escasez de los datos recabados en el expe-
diente clínico. Es posible que un historial más de-
tallado hubiese permitido llegar a mediciones más
precisas de gravedad, descubriendo mayores dife-
rencias entre asustados y controles.
La medición de la gravedad con base en los}
síntomas de los pacientes también produjo más altas r,... ¿,-
calificaciones entre los asustados pero sin alean- ,.
zar el nivel establecido de significación. Lo mismo
ocurrió respecto a la historia patológica f amilia:r:,.I
El nivel de gravedad inferido del examen físico
fue considerablemente superior entre los asustados
zapotecas que entre los controles . En los otros dos
grupos, la gravedad entre los asustados fue más alta
pero no alcanzó significación estadística. Éste fue un
descubrimiento importante, por cuanto lo que un
médico descubre durante el examen generalmente
e~ má~ objetivo .que lo que el pacie_~te relata de s~
h1stona y de sus síntomas. En relac1on a esto, es de t ,.,.
e_sperar que ·un minucioso examen físico revele con- ~-:,· if.
81stentemente que un asustado está más gravemente \
enfermo que un paciente
. . susto.
sin ,__,./J
165
Las pruebas de Iabo~atorio !u~ron el comp~nente
más objetivo del expediente chnico, ~n el sentido de
que no participó ni el juicio del ~xam1nado~ ~i el del
paciente. Las prueba~ de an~m~~ Y ~e parasitos in-
testinales mostraron niveles significativamente supe-
riores entre asustados zapotecas y mestizos que entre
sus respectivos controles. Este descubrimiento fue la
confirmación más sólida de que los asustados esta-
ban más gravemente afectados que los controles.
La enfermedad limita la actividad en forma dis-
tinta en cada caso, según la enfermedad de que se
trate y la forma en que cada individuo responde an-
te ella. ¿Cómo pueden los investigadores medir el
grado en que una enfermedad limita la actividad
habitual?, ¿y cómo podemos medir el porcentaje de
actividad cotidiana que un paciente realiza, pese a
estar enfermo? La severidad es una inferencia de la
medida en que la enfermedad impide a una persona
llevar a cabo sus actividades habituales. En nuestro
"severímetro", la máxima calificación posible fue
cuarenta .puntos, nivel que implicaba incapacidad
total_. Si un paciente tenía diez puntos de severidad,
consideramos que su actividad cotidiana se había re-
ducido en 25 %_, _es decir, estaba desempeñando el
75 % de sus actividades habituales.
El nivel medio de severidad entre los I 00 pacientes
fue. de 1~ •7 • Esto representó 42 % de los 40 puntos
pos1~les 1mplic~ndo que este grupo de personas
~º? 1
ª desempenar el 58 % de sus actividades co-
tidianas. Los h~mbres tuvieron un promedio de
15 -53 , Y las muJeres 17 .16. La mínima severidad
fue de 5 puntos Y. la máxima de 24. 75, lo que ilus-
166
tra la variabilidad de l~s niveles . de patología y¡ 0
las respuestas de los pacientes examinados. - .
Con la excepción de las mujeres chinantecas ·los
. '
asustados se vieron más severamente afectados que
los controles en todos los grupos. Estas diferencias
alcanzaron ·significación estadística cuando compa-
ramos a los asustados varones con sus controles, , y
cuando comparamos todos los casos de susto entre
zapotecas con sus -controles. La asociación descu-
bierta entre niveles superiores de severidad y pade-
cer de susto, entre los hombres, estuvo en armonía
con lo que ya se ha sugerido: cuando un hombre por
fin reconoce que sufre de susto, su problema ya ha
obstaculizado seriamente sus actividades habituales.
El índice de severidad mostró que el efecto del sus-
to sobre las actividades diarias de un paciente va-
riaba de un grupo a otro . Entre los chinantecas, su
efecto fue mínimo, e intermedio entre los mestizos.
Fue más poderoso entre los zapotecas, y más aún
entre los hombres zapotecas que entre_las mujeres,:...._
Estos hombres tuvieron una media de 13 . 6 puntos de _:
severidad al estar enfermos sin susto, . y 19 . 9. cuando ·>.
·i :
,_
entre sus quejas lo incluían . Las muJeres registraron, . ·
respectivamente, 16. 3 y 23 puntos. El susto elevó \
el nivel de severidad cerca de 46 % entre los hombres)
• t-
zapotecas y 41 % entre las muJeres.
¿Por qué responden los zapotecas a la enfer~edad
con _niveles más altos de severidad que los chinante-
cas cuando estos últimos se ven más gravemente en-
fermos? Acaso participen factores culturales así co-
mo biológicos. . . . . .
Se aplicó el Test Spearman Rho para descubrir 51
167
la severidad aumentaba al elevarse las calificaciones
de gravedad. Se aplicó separadamente a las califica-
ciones de ambos grupos, asustados y controles. Entre
estos últimos no se descub.rió una correlación impor-
tante; es decir, en un número considerable de
controles, la incapacidad provocada por la enferme-
dad no correspondió al grado en que esta amenaza-
ba la vida del enfermo. Hubo pacientes gravemente
enfermos con hajas calificaciones de severidad, y vi-
ceversa . Por lo contrario, entre los asustados, en-
contramos una correlación estadísticamente impor-
tante entre la gravedad y la severidad, ( cuadro -13).
Es decir, los asustados mostraron mayor homoge-
neidad de respuesta al enfermar: si la enfermedad
producía un nivel bajo de gravedad, la conducta era
congruente y el paciente no se mostraba severamen-
te incapacitado.
De la misma manera, los pacientes con altos nive-

CuADRO 13. Correlación entre severidad y gravedad


de enfermedad

Controles Asustados
Cultura T5 Nivel de Ts Nivel de
probabz"/z"dad probabilidad

Chinanteca 0.4 0.05< p< 0.10+ 0.9 < .0.001 *


Zapoteca 0.6 0.05<p<0.10+ 0.9 < 0.001 *
Mestiza 0 .4 0.0S<p<0.10+ 0.5 < 0.05 *

Spearman_Rho Test
* Estadísticamente significativo a < 0.05.
+ No significativo.
168
les de gravedad mostraron - segú l ·
. . d n e instrumento
aphca o - mayor menoscabo de s - .
· · E - - us act1 vida des
d1ar1as. sta corre1acion positiva ent
·
severidad conr·1rmo
- que el susto es un ret gravedad
d y\
es a o que ver-
daderamente
. afecta por
. entero al indi· v1·d uo. s·1 los .-1
pacientes
. . asustados
_ simplemente
. hub 1·esen esta d
0
fingiendo, se habr1a podido esperar un alt · l d
·d d b • o n1ve e
sever1 a con un ªJº nivel de gravedad.

LETALIDAD

En el análisis surgieron preguntas respecto a las


muertes entre pacientes que sufrían susto y los que
no lo sufrían. Ante todo, ¿fue la tasa de casos fatales
mayor entre los asustados? Segundo, ¿de qué mu-
rieron, en realidad, los asustados? Tercero , los pa -
cientes con más altas calificaciones de gravedad y de
severidad, ¿sucumbirían más probablemente q ue
quienes tenían calificaciones menores?
Los datos en que se basa el análisis siguiente se re -
cogieron siete anos después de terminado el estudio
de campo. Se obtuvo información en las comunida-
des zapoteca y mestiza, entrevistando a las autorid_a-
des municipales y a algunos habitantes . El entrevis-
tador tenía una lista de los pacientes originales de
cada pueblo, pero no sabía quiénes entre ellos
habían padecido de susto. Preguntó por el estado de
sal~d de cada persona y anotó los nombr~s de
quienes habían muerto así como la causa oficial de
su muerte . En la com~nidad chinanteca, la infor-
mación fue recabada por un residente del lugar ·
169
Porcentaje

35

l'd
1-,
.....
en 30
Q)
::,
e
l'd
1-,
25
.....
en
Q)
::,
e 20
e
Q)

e
....es..
15
Q)

::s
8 10
Q)
::s
O"
rl.l
o 5
l ...;¡

o
1. 99 3.99 5.99 7.99 9. 99 11. 99 13. 99
FIGURA 1. Niveles medidos de gravedad en la enfermedad.
Durante el periodo de siete años, ocho pacientes
asustados habían muerto, pero ninguno de sus
controles correspondientes. Las pérdidas entre los
asustados, durante los siete años, eran 17% (ocho
muertes entre 47 pacientes); no hubo muertes entre
los 48 pacientes de control (x 2 = 6.529; 1 gl; dos co-
las; 0.01 p 0.02). (Véase la figura l.) La diferen-
cia es significativa.
Las defunciones fueron ligeramente más elevadas
· - pero no significativamente- entre los hombres
(2~.6%) que entre las mujeres (11.1 %), pero, las
mas ~e las veces, los varones que sufrían de su~to
eran ligeramente más viejos que sus análogas muje-
res.
170
Sólo en cinco casos se dispuso de información
sobre la causa oficial de la muerte, aunque no hubo
certificación médica en ninguna de las defunciones.
Se dijo que un sujeto había muerto "de tos"; otro, de
una embolia (sin indicar el lugar); una mujer murió
accidentalmente por disparo de arma de fuego; otra
murió por una paliza que le dio su marido; y la últi-
ma muert~ fue,,._~tri?<s~
c ~~...~-~l propi~ susto. Estas expli-
caéiones delos fallec1m1entos, y nuestros datos de
siete años antes, no bastan para determinar la causa
"real" de la muerte, su relación con los diagnósticos
anteriores o el papel del susto en la evolución de ca-
da caso que terminó en defunción . Como especula-
ción, plantearemos tres preguntas: ¿hay alguna ma-
nera en que el susto funcione como causa de
muerte?, ¿cómo pueden estar relacionados el susto y
la muerte violenta?, por último, ¿representa el susto
un refugio para los pacientes que por lo demás han
perdido toda esperanza? Al plantear estas preguntas
no estamos intentando demostrar nada concluyente-
mente, ya que no tenemos materiales para hacerlo.
Simplemente ofrecemos especulaciones que acaso
ofrezcan cierta visión de esos problemas.
¿Puede causar el ·susto, de alguna manera, la
muerte de un paciente? La respuesta de las personas
mismas es un categó_rico "sí", y también es clara-
mente afirmativa la de las autoridades civiles del lu-
gar, como lo muestra la información recabada de di-
versos informantes, así como del Registro Civil de la
comunidad zapoteca. ¿Puede deducirse algo más del
presente estudio?
Nosotros habíamos examinado en 1971 a la perso-
171
na cuya causa oficial de muerte fue anotada com
susto. Era una-mujer chinanteca, que tenía tre.intº
años en 1971, y se queJa ºb a d" e una b ola en el estó-a
mago", que había aparecido aproximadamente un
año antes de registrar la historia. Le causaba dolor
especialmente cuando su marido se metía en dificul:
tades con sus vecinos. Sufría de disuri~,· de jaquecas
y de debilidad. Además, informó que le daban acce-
sos de ira, ganas de llorar, nervios, mal humor, de-
bilidad y que le sudaban las manos. Había tenido
siete hijos, de los cuales habían muerto 6, 4 al nacer
y los otros dos desp~és, de sarampión y diarrea. Su
propia madre había muerto de parto, dejando a la
paciente con tres hermanos, · aparentemente salu-
dables. Al preguntársele •a qué atribuía sus dolen-
cias, respondió: "Es que los vecinos vienen a nuestra
casa y quieren insultar y atacar a mi marido, y yo me
asusto. La primera vez fu·e en 1968, luego en 1969, y
otra vez en 1970. Se debe a pura envidia". (Véase
Foster, 1965; Rubel, 1977.) "En mayo de este año
regresaron, y yo me asusté."
El examen físico no reveló un tumor y ninguna
otra explicación de la bola de que ella se quejaba.
Su presión arterial era 120 / 100, su pulso era 104 por
minuto y la temperatura oral fue 37 .3 grados
centígrados. No se encontró patalogía de ninguna
índole. El laboratorio informó de 11.1 % gramos de
hemoglobina, 4.2 millones de glóbulos rojos por mi,
y 37% de índice hematócrito. Los glóbulos blancos fue-
ron 5700. por mi., con linfocitosis de 40%. La sedimen-
tación fue de 3 mm por hora. El examen coprológico
reveló Giardz·a lamblza. Los médicos calificadores hi-
172
cieron diagnósticos- de hipertensión arterial, ane-
mia, colitis crónica y psiconeurosis. ~
A fal_t,a de otr_os d~tos surge una hipótesis: la hi-
pertens1on arterial sin control ni tratamiento ade-
cuado en esta enferma, pudo haber empeorado has-
ta llevarla a la muerte. Los sustos fueron causas
contribuyentes como impresiones desagradables que
en estos casos los médicos recomiendan evitar.
El papel del susto como primera y principal causa
que contribuye a la muerte de una víctima queda
más claro en el caso de Rogelio, otro chinanteca
que, en 1971 tenía 5 7 años ( su historial clínico puede
encontrarse en el capítulo 111). Después de la muerte
violenta de su hijo, la vida -de Rogelio había oscilado
entre la tristeza y la apatía hasta que empeoró súbi-
tamente en 1970. (Nosotros anotamos su historia en
1971.) Un día de 1970, tras el esfuerzo físico de lle-
var una carga de maíz, sintió un dolor en el cuerpo y
"que se le quemaba el corazón" (señalándose el lado
derecho del abdomen). Consultó a un médico, quien
le ·dijo que tenía problemas del hígado y le trató, pe-
ro poco tiempo después· sufrió un acceso de diarrea
y empeoró; perdió su "fuerza" y su apetito, y todo el
cuerpo se le -hinchó.
El historial de Rogelio mostró a un hombre que,
desde la muerte· de su hijo, perdió interés en su tra-
bajo · y comenzó a · marchar lentamente hac~a la
muerte. Ni sus médicos ni el · curandero pudieron
apartarlo de ese camino. El paciente consideró que
su estado había sido causado por muina (ira conteni-
da), pero el curandero lo trató sobre la suposición de
que padecía de susto. La debilidad y otros síntomas
17S
daban una impresión parecida ~1. cuadro clín_ico del
susto pero el tratamiento .trad1c1onal sólo produJ·
' , • o
un alivio temporal. La pregunta cr1t1ca es: ¿habría
sufrido el mismo cuadro si su hijo hubiese seguido a
su lado, 0 si simplemente no lo hubiesen matado? Su
historial médico indica que no. El sust0, indepen-
dientemente de la causa de la muerte, establec~ó la
diferencia entre un estado de salud que se decía
.bueno y el comienzo de un largo proceso que termi-
nó en la muerte .
Un asustado zapoteca, Rafael {de · 66 años en
1971), padecía de una afección que continuó durante
siete años. La diagnosticamos como de naturaleza pul-
monar, probablemente tuberculosis. Tenía ll.7%
gr. de hemoglobina, con 4.2 millones de glóbulos ro-
jos por mi., y un nivel hematócrito de 36 %. Los gló-
bulos. blancos eran 7600 por ml., con neutrofilia en
82 %. Sedimentación de 46 mm en una hora (corre-
gida a 26). El examen coprológico reveló Entamoeba
Histolyti·ca y Trz'chomona intestinal-is. No se confir-
~ó la tuberculosis, pero el paciente falleció poco
tiempo después. Según los registros oficiales, murió
de "tos"• Seguramente este enfermo habría muer.to
incluso sin padecer de susto. El que ~ste diagnóstico
figu:ara en un varón - y que_él lo aceptara - señala
la busqueda de una explicación y,de una solu~ión
para un cuadro grave, que de todas formas progresó
hasta matar al enfermo .
. ~n suma, la relación entre el susto y la muerte se
d1v1de· , en
. d os partes. La primera es la correlacion
·'
estad1s~1ca entre el padecer susto y la. probabilidad
de monr, muy superior que en ausencia de susto. La
174
segunda muestra el efecto del susto sobre la tasa de
muerte por enfermedades que el paciente estaba
sufriendo simultáneamente. La inclusión de susto en
el historial médico de un paciente inclina la balanza
hacia la muerte .
Por último, nuestros resultados no nos permi-
tieron clasificar el susto como entidad patológica,
según las normas empleadas por la biomedicina.
No podemos informar de una etiología específica
(i. e., de un germen), ni de una fisiopatologf a singu-
lar (es decir ataque a un órgano o a un sistema espe-
cifico). En cambio, los descubrimientos señalan
una condición que afecta a los pacientes en forma
difusa y generalizada, lo que habla de un padeci-
miento orgánico y psicoemocional no específico. El
susto aumenta el riesgo de que un paciente muera,
ya sea como causa inicial, como causa contribuyen-
te, o como indicador de una patología más seria que
sufren enfermos similares pero que no padecen susto.

175
VI. INTERRELACIONES;, ENTRE
LOS RESULTADOS

AL COMIENZO de esta investigación planeamos reca-


bar datos, teniendo en mente varias preguntas.

l. En las comunidades en que la cultura rela-


ciona la aparición de una enfermedad popular
con una impresión fuerte, ¿qué distingue a
quienes enferman de quienes no, después de
haber estado sometidos al mismo riesgo?
2. Quienes consideran sufrir esa enfermedad po-
pular ¿qué problemas padecen?
3. Entre las víctimas, ¿por qué" son más seriamen-
te afectados unos que otros?

Estas preguntas plantean un problema que ha in-


teresado durante muchos años a antropólogos e in-
vestigadores de la salud: ¿cómo hemos de compren-
der a las personas de otras culturas cuando se quejan
.de estar enfermas y atribuyen su estado a causas que
no "embonan" en nuestros conceptos médicos? Estos
lugareños de Oaxaca explican el estado de susto di-
ciendo que se debe a que una parte esencial de la
persona se ha separado del cuerpo. Entre los mesti-
zos, esta esencia simplemente se ha perdido o vaga-
~~dea libremente, mientras que entre los dos• grupos
indios la esencia ha sido capturada por seres espirituales
177
que habitan en el medio natural, y la conservan así
,,
para que expte.
Puesto que nuestro entendimiento de la enferme-
dad de un 1ndi"viduo no inc;luye la separación de
cuerpo y espíritu, ni aceptamos el atribuir la·enfer-
medad a seres sobrenaturales, nos encontramos mal
preparados para trabajar con ta_les conceptos. Por lo
contrario, éstas fueron las premisas en que los aldea-
nos basar )n sus explicaciones del problema del susto.
En otro nivel de conceptualización, una diferen-
cia importante entre la interpretación que los luga-
reños y nosotros damos al susto es que ellos atribuyen
el comienzo de esa condición a una o más impre-
siones fuertes. Así, una de las mujeres atribuyó la
pérdida de su bienestar a la ocasión en que sus ropas
y su morada se incendiaran; un hombre, a haber vis-
to una serpiente; una mujer a ha her sido arrastrada
por la corriente del río; y otro hombre, a habe_r sido
amenazado con un machete por varios conocidos.
Por lo contrario, nuestra hipótesis fue que en estos
casos el estímulo estresante básico reflejaba una rea-
li~ad más mundana y común: que eran consecu~n-
cias de que una persona estuviese desempeñando J.Il·
satisfactoriamente su papel, de acuerdo con sus propias
normas. Descubrimos que estas ocasiones no eran in-
sólitas ni igualmente deprimentes para todos los que
las experimentaban; es decir, aunque todos
suscribían la interpretación cultural, no todos eran
susceptibles, y las consecuencias de sufrir las impre·
.
siones . . os
variaban de una víctima a otra. Supusnn
que cuanto más a menudo experimentaran algunos
. d. .d . - d sus
in ivi uos una inadecuación del desempeno e
178
papeles, más acumulativo seria el efecto y más pro-
bablemente podrfa padecer de .susto.
Emple~mos un modelo de sistema abierto para
subrayar las interacciones entre las dimensiones so-
ciales, psicoemocionales y biológicas de quienes vi-
ven en el medio rural de Oaxaca. El modelo fue es-
pecialmente útil para la identificación y definición
de un problema que en ese medio todo mundo cono-
ce pero cuyos conceptos sobre la enfermedad y su
etiología, no compartimos. Mientras que los lugare-
ños "sabían" que el susto era una enfermedad, no-
sotros nos vimos obligados a considerar la posibili-
dad de que, en cambio, fuese una pauta estilizada
de comportamiento por la cual algunos individuos
trataban de corregir unas relaciones sociales
diñciles, o llamar la atención hacia sus necesidades
sociales o emocionales. Para descubrir cuál de estas
distintas explicaciones interpretaba mejor nuestra
información, enfocamos la cuestión considerando el
susto como un problema, una falta de bienestar,
una dificultad, pero no apriorísticamente una enfer-
medad. Es decir, en lugar de intentar la reducción
del padecimiento de la persona a un esquema
biomédico, intentamos comprender su malestar, sus
problemas y dificultades, así como sus sfntomas, co-
mo integrantes e indic~dores de. la persona en su to-
talidad.
Con el afán de obtener un cuadro tan claro como
fuera posible. de las distintas dimensiones de una
I>ersona que padece susto, se crearon pruebas para son-,
dear cada una de estas tres áreas: el desempeño de los
papeles aociales, el daño psiquiátrico, y la enfermedad
179
, .
organ1ca. Para permitir este sondeo, se plantearon
tres hipótesis diferentes:

l . Las personas que se quejan de est~r asustadas


están desempeñando , sus ro1es sociales
. menos
adecuadamente, segun sus ~rop1as normas,
que otras de la misma coll_?un1dad_, .
2. Las personas con susto es tan padec1ento nive-
les de daño psiquiátrico superiores a otras
comparables a ellas pero que no padecen sus-
to.
3. Los asustados están orgánicamente más enfer-
mos que los controles.

Al inicio predijimos que sólo la hipótesis del rol so-


cial recibiría apoyo y que las otras dos serían refuta-
das. Previmos, además, que aunque habría cierta
interacción entre las t~es dimensiones, las hipótesis
segunda y tercera no recibirían apoyo y podrían ser
descartadas. Se planearon las pruebas para sondear,
independientemente unas de otras, la asociación
entre estar asustado y problemas identificables en
cada una de las dimensiones respectivas: social,
emocional y orgánica.
N~es~ros_ resultados confirmaron la primera y ma-
Y?. r. hipotes1s: el susto estuvo asociado con la percep-
cion de ~na persona de su propia inadecuació~ ~l
de~empe~ar roles sociales básicos. La segunda hip~-
t~~Is, venficada con la Prueba de 22 Puntos, no reci-
bio confirmación. La tercera hipótesis sí recibió un
apoy
...
0 ·
inesperado. Los asustados sufrían mas '
s1ntomas y signos de enfermedad que sus controles
180
correspondientes; estaban más severamente afecta-
dos y su vida peligraba más que la· de los controles.
Por otra parte, no hubo una enfermedad O siste-
ma específico dañado que qiferenciara entre los dos
grupos, con ~na inter~sante excepción. Esta excep-
ción se i:efir10 al conJunto de síntomas - falta de
apetito, cansa~ci?, pérdida de peso y_de energía, así
como falta de animo que son habituales en muchos
problemas_ de salu_d~ Es_te síndrome fue la única
característica que 1nequ1vocadamente distinguió a
los asustados de lo~ pacientes que no tenían susto.
Así, en un universo de individuos enfermos, los asus-
tados se encontraron considerablemente más afligi-
dos que otros por un grupo de ·síntomas que repre-
sentaban difusos pero sistemáticos ataques al orga-
nismo (ej. Fábrega, 1970). Este descubrimiento fue
tanto más notable porque corroboró las propias
impresiones de los lugareños en que éstos·son los que
constituyen el núcleo del clásico síndrome de susto.
Aparte del conjunto de síntomas que acabamos de
mencionar, ninguno de los otros síntomas orgánicos,
signo o diagnósticos, discriminó b~en entre los asus-
tados y los grupos control. Por lo contrario, los diag-
nósticos clínicos de patología emocional sí discrimi-
naron entre los dos grupos . Este tipo de patología,
sin embargo, representó sólo el 6 % de la patología
total.
Hubo importantes diferencias de juicio entre los
dos diagnosticadores médicos, lo que generó dudas
sobre la confiabilidad de los resultados en el área
psic?emocional. (Analizamos este problema con ma-
yor detalle al comienzo de este capítulo.)
181
El descubrimiento de que las a~tividades coti-
dianas de los pacientes qu~ se quejaban de susto
-según el instrumento aplicado- estaban más li-
mitadas que las de los otros paci~ntes, confirmó el con-
cepto de que el susto estab~ asociado a cuadros patoló-
gicos que afectan más integralmente a los enfermos.
Igualmente útiles fueron los resulta~os_ de la eva-
luación cualitativa de su estado patologico.
Aunque padeciendo los tipos de enfermedades co-
munes a estas poblaciones rurales, las evaluaciones
sobre el periodo de tiempo ·e n que los síntomas se
habían presentado, su daño agregado al organismo,
la manera en que un problema hacía al organismo
más susceptitle a otros ataques, ofreció un juicio
clínico independiente del número de enfermedades
de que se informó.
El grupo de calificadores médicos también evaluó
la probabilidad de que el cuadro clínico completo
de un paciente amenazara su vida. Esta evaluación
mostfo que, cuantitativa y cualitativamente,
aquellos cuyo cuadro clí:..iico incluía el susto tenían
más probabilidades de morir. De hecho_, durante el
periodo de siete años que siguió a la recabación de
estos datos, ocho de los 4 7 asustados fallecieron,
~ientras que ninguno de los pacientes sucumbió. Es
dign~ de notar la asociación predictiva entre las cali-
ficaciones_ de gravedad de los enfermos y su letali;
dad: ?bviam~nte, esta asociación no predijo d~ que
mor~ria el pac1eµte. Lo que se pudo predecir fue que
:lgmen con una alta calificación de gravedad sufría
e problemas que, claramente eran de naturaleza
tal - numérica Y cualitativame~te - que ponian en
182
·gro su vida. Fue esta evaluación gestalt 1
pel1 d ,, . a que
..,.,.,¡tió
pe1~ . .~ compren er por que los cinco decesos cu
,, 'b ya
usa se anoto se atr1 uyeron a tan vasta gam d
ca . "l h b. a e
prob lemas. S1,, .so o se u 1ese
. tomado en cue t
n a 1a
atología organ1ca, habria sido difícil encontrar 1
p . l' " e
hilo común q~e v1ncu o estas causas de muerte" ofi-
cialmente registradas. El enfoque holista nos infor-
mó que, aunque los que murieron habían estado
más enfermos que otros, sufrían de problemas no-·
tablemente diverso_s. Este_descubrimiento nos ayudó
a comprender meJor la 1naparente conexión entre
las muertes causadas por actos violentos y otras rela-
cionadas con procesos naturales.
¿Cuáles fueron algunos de los vínculos entre las di-
versas dimensiones que se pusieron a .prueba? Por
ejemplo, parecía razonable tsperar que las dificulta-
des evaluadas por la medida de estrés social también
se reflejarían en la esfera psiquiátrica. Recordará el
lector que el instrumento utilizado para medir -e l da-
ño psiquiátrico no encontró dif~rencias entre lo.s pa-
cientes que padecían susto y los que no lo padecfan.
~tos resultados ( cuadros 4 y 5) no nos llevaron a po-
der predecir una relación entre estas medidas.
Fue sorprendente encontrar una correlación posi-
tiva entre estrés social y daño psiquiátrico aunque_no
estadísticamente significativa. Nos p~reció
verosímil, puesto que podía esperarse cierto nivel de
depresión psiquiátrica cuando los propios individuos
sentían estrés social. En otras palabras, tenía que
existir algo que no era específicamente "psicológico,,
en cada una de las dos medidas independientes.
La Prueba de Estrés Social no se construyó para
18S
identificar el componente psicológico. La implica.
ción fue que los niveles superiores de estrés social
implicaban niveles superiores de problema psicoló-
gico. El componente
. de . "traslape
,,, .
psicológico'' fue
medido, supusimos, s1ntomaucamente por la
Prueba de 22 Puntos. Supusimos que cada una de
estas evaluaciones independientes revelaría diferen-
temente el "traslape psicológico" que compartían.
Por varios procedimientos diagnósticos se des-
cubrió que los asustados estaban más enfermos, or-
gánicamente, que los controles. Sin embargo,, debe
recordarse que las medidas de severidad no distin-
guieron estadísticamente entre las dos muestras,
mientras que la gravedad sí lo hizo ( cuadro 12). No
obstante, nos pareció que debíamos examinar las
) posibles relaciones entre las medidas de estrés social
y severidad de la enfermedad. Nuestros descubri-
mientos negativos se presentan en el cuadro 14.
La única correlación significativa estadística entre
estrés social y severidad se encontró entre los contro-
les de la comunidad chinanteca. Dado su aislamien-
to, tal vez no representen más que un hecho al azar;
sin embargo, puede ser pertinente para el descubri-
miento de que las condiciones musculo-esqueléticas
aparecieran con mayor frecuencia en las quejas de
los controles chinantecas que entre los asustados.
(Véase el cuadro 10.) En la medida en que las condi-
ciones músculo-esqueléticas aportan considerable
peso a la severidad de la medida de la enfermedad,
sería útil la interpretación clínica de por qué las
quejas estuvieron más frecuentemente asociadas ª
los controles que a los asustados.
184
cuADRO 14. Correlacz·ones entresestressocia
· • 1y seven-.
dad d e la enfermedad ·

Controles Asustados
Nivel de Nivel de
probabi- probabi-
Cultura lidad TS t lidad

Chinanteca 0.5 2.47 < 0.05* 0.S 1.2g > 0.20 +

Zapoteca 0.05 1.5 > 0.20 + 0.2 0.5 > 0.20 +

Mestiza 0.2 1.56 > 0.10 + 0.3 1.33 > 0.20 +

Spearman Rho Test


* Significativo a < 0.05. dos colas.
+ No significativo.

Una interpretación de los descubrimientos que


aparecen en el cuadro .14 es simplemente que no hu-
bo una asociación demostrable .entre lo que fue me-
dido por la P_rueba de Estrés Social y lo que fue eva-
luado por la medida de severidad.
Contra las prediéciones de los antropólogos, la
medida de gravedad de la enfermedad descubrió
que los asustados tenían calificación más alta que los
c?ntroles. Los descubrimientos tuvieron importan-
cia estadística en tres de las cinco pruebas que se
aPricaron (cuadro 12). ,
Como se encontró que tanto la medida de eS res t
185
social como la medida ?e ~aved~~ de la enferme.
dad se hallaban en asoc1ac1on positiva con el estad
de susto, consideramos que podía advertirse un°
. ,, d a
marcada corre1ac1on entre ~stas os medidas. Se
efectuó una p~ueba correlac1onal, cuyos resultados
se presentan en el cuadro 15.
Sin embargo, estos descubrimientos indicaron
una ausencia de asociación entre el estrés social y la
gravec!ad de la enfermedad. Las dos medidas pare-
cen verdaderamente independientes una de otra, y
cada cual evalúa una dimensión distinta del fenóme-
no de susto. Desde luego, las medidas fueron plane-
adas para ser independiente=, entre sí, siendo la in-
tención evaluar dimensiones de problemas discretos
asociados a estar asustados.
,
CUADRO 15. Correlacz·o nes entre &tres Social y la
Gravedad de la enfermedad

Controles Asustados
Nivel de Nivel de
probabi- PT<?babi-
Cultura t lidad rs t l,(lad

Chinanteca O.! l. 15 > 0.20 + 0.4 l. 75 > 0.05 +

Zapoteca 0.06 1.92 > 0.05 + 0.2 0.49 > 0.20 +

Mestiza -0.2 o. 75 > 0.20 + -0.01 0.04 > 0.20 +

Spearman Rho Test


+ No significativo.
186
Al encontrar una falta de correlación entre estas
evaluaciones, ¿podemos suponer qu.e no hay vínculo
posible entre el fenómeno que cada cual estaba des-
tinada a medir? Creemos que no. En cambio, el
vínculo se encuentra en el significado de los estresan-
tes sociales y cómo están implicados en el estado de
susto. Aún no compr~ndemos por qué tanto el estrés
social como la gravedad de la enfermedad están aso-
ciados con las quejas ··d e susto y no _están asociados
entre sí. Otros investigadores (McGrath, 1970: 12-
13) han informado de resultados igualmente descon-
certantes.
Debemos estar en guardia contra toda interpreta-
ción excesivamente simplista de la relación entr_e el
cuerpo, la mente y las dimensiones sociales en toda
evaluación de los estados relativos de bienestar. Co-
mo ya se indicó en otra parte, expresamos sorpresa,
no desaliento, ante la falta de. correlación entre una
calificación de estrés social y medidas de gravedad
de la enfermedad (O'Nell, Rubel y Collado, 1978).
Por desgracia, esta investigación no. fue organiza-
da para dar profundidad histórica, ni se prestó al
análisis secuencial de los diversos problemas que
afectan a los asustados. Fue difícil discernir, basán-
dose en estos resultados, si las víctimas de susto, en-
fermaron gravemente primero, y luego experimen-
taron una baja en su desempeño de roles, o si empe-
;aron por desempeñarse insatisfactoriamente y
uego sufrieron ·daños a la salud. Como -ya se notó
:ntes, en la explicación del pueblo, la gran variabili-
t ad del tiempo transcurrido entre la impresión fuer-
e que precipitó el susto y los primeros signos y
187
síntomas, hizo aún más proble~ático t~do análisis
secuencial. No obstante, es posible realizar algunas
inferencias de naturaleza temporal.
Dispusimos de inforµiación longitudinal en res-
puestas a algunas de !ªs preguntas de_ la Prueba de
Estrés Social. Por eJemplo, descubrimos ·que un
adulto que no habla completado el número· de años
de , educación escolar que consideraba · esencial
había estado sufriendo desde hacía varios años de es-'
ta discrepancia. Para aquellos que consideraban ne-
cesario poseer animales de- tiro, pero no los tenían,
las consecuencias de tal incongruencia habían ido
acumulándose con el paso de los años. Asimismo, las
mujeres que tenían dificultades para tener hijos o
para amamántarlos durante su infancia ofrecieron
una profundidad de tiempo que de otro modo no se
habría conseguido. Estos datos secuenciales pare-
cieron sugerir que el sentido de inadecuación social
de un individuo probablemente precedía al comien-
zo de la enfermedad. Reconocer ante sí mismo que
no se está cumpliendo con las propias normas de de-
sempeño en tareas básicas, al parecer hace que el or-
ganismo de una persona sea más vulnerable a una
enfermedad endémica, secuencia que tiene repercu-
siones peligrosas para el bienestar general, socioeco-
nómico, y emocional. Sufrir de susto es sufrir un de-
terioro del bienestar general.
. Las asociaciones encontradas no implican necesa-
namente relaciones de causalidad. No sugieren que
uno O más sustos causen un aumento del número de
síntomas, o una exacerbación de la severidad, o que
produzcan la defunción del asustado. Sin embargo,
188
no cabe duda de que el susto aumenta gr d
·1·d d d an emente
la probabi i a e que.. la salud se deter·
iore a1 grado
de que pueda conducir a la muerte. .
Nuestros resultados
. confirmaron
. una· i·nteraccion
•.,
entre la queJa de. susto, la inadecuación en el desem-
peño del rol social, y una carga patolómca má _
. . S f . o· s pesa
da que d e ord inario. u rir susto aumenta la carga
ya pesada d~ las enfern:i~dades comúnmente experi-
mentadas por la población rural oaxaqueña. Clara-
mente, no se necesitaba un proyecto interdisciplina-
rio como éste para señalar que los campesinos de
Oaxaca padecían un exceso de enfermedades. Sin
embargo, sólo por medio de una investigación así
pudieron ·algunos campesinos ser identificados como
más enfermos que otros, y la diferencia fue rela-
cionada con el estado de susto.

IMPLICACIONES DE ESTE ESTUDIO

La validez de adoptar un enfoque interdisciplinario


a problemas ·de bienestar en otras culturas queda
poderosamente confirmada con estos resultados.
Empezamos con una pregunta antropológicosocial,
buscando la relación entre el desempeño de roles Yel
estado de susto. La ulterior inclusión de un médico
en el grupo de investigación ofreció nuevas perspe~-
tivas, añadió preguntas clínicas·, y nos obligó~ ~onsi-
derar las interacciones entre los fenómenos chnicos Y
los -sociales que no habíamos esperado. ~la~tear pre-
guntas insólitas produjo una informac1on ine~pera-
da acerca del fenómeno del susto. Esta nueva infor-
189
mación tiene import~ntes imp1ica~iones tanto para
cientiificos sociales como para clin1cos.
El susto plantea un desafio a la medicina cosmo-
polita: ~xige al médico una comprensión de su
causa, su dinámica, y sus medios de prevención. Es
peligroso para la salud del individuo y, por consi-
~iente, va en detrimento del bienestar de la so-
ciedad.
Hemos mostrado que la presencia de susto
aumenta la ya pesada carga de enfermedad entre los
campesinos mexicanos. Para los prac;ticantes, el
mensaje es claro: si un paciente incluye el susto entre
sus dolencias, es más probabl~ que sea abrumado _
por los problemas clínicos gen~rales, que sea n1enos
capaz de cumplir cun sus obliga~iones y menos capaz
de ganarse la vida o, de algún otro modo, contribuir
J al mantenimiento de la familia. Tal agotamiento
físico y su acompañante falta de motivación para
cumplir con las tareas cotidianas debe causar alar-
ma entre los médicos que lo atiendan, y hacerles
comprender que se encuentran ante una situación
que potencialmente pone en peligro la vida del en-
fermo.
Los resultados tienen, asimismo, implicaciones
importantes para la antropología. Muestran la utili-
dad de una búsqueda de generalizaciones intercul-
turales acerca de un fenómeno claramente definido
en un área cultural en que ya se dispone de conside-
rables antecedentes etnográficos. En tan benévolas
circunstancias, · unas comparaciones controladas
pueden producir generalizaciones a través de una
gama de sociedades similares. I~uestros propios es-
190
fuerzos fueron alentados po~ la ya sólida pa~e et-
nográfica a portada por estudios anterior~s de las di-
mensiones de la salud en la~ culturas mexicanas
(l\..,ouirre Beltrán, 1963; Carrasco, 1960; Foste.r,
1951; y otros).
Los resultados demuestran el valor de analizar có-
mo unos pacientes afligidos por un estado definido
entre el.pueblo actuán al estar enfermos, en lugar de
simplen1ente hacer una descripción de cómo un gru-
po comprende y explica ese estado . Supusimos que,
en cualquier sociedad, a las dificultades que causan
sufrimiento o menoscabo se respondería en forma
activa, no fatalista, y que ese comportamiento sería
susceptible-de descripción, comparación y análisis
(Kluckhon, 1953:509-510). Supusimos _que cuando
intervenía la enfermedad, parte de la respuesta de
las víctimas sería generada por la pat~logía misma,
relativamente libre de una guía cultural, y parte de
esa respuesta sería generada por la cultura. La
exploración de estas suposiciones resultó fructífera.
Puesto que utilizamos la metodología de la compara-
ción controlada, intercultural, nuestros resultados
no se detuvieron en el aspecto acerca de cómo los residen-
tes de un municipio pequeño y culturalmente especificado
de México se enfrentaban a una dificultad. Nuestros des-
cubrimientos trascienden las fronteras- culturales,
~plicándose igualmente bien a tres grupos con dis-
tintos lenguajes, -culturas e historias sociales. Hoy
comprendemos mejor algunos de los modos -en que
los sistemas sociales biolóoicos y emocionales de los
ca.m_pesinos
·· ' r:,- •
mexicanos responden a c1rcunstancias

difíciles.
191
Aunque la relación s~p~esta entre una queja de
susto y el inadecuado nivel de desempeño de rol
por una víctima quedó demostrada, no bastó pa~
explicar el susto. El descubrir qlle lo~ as~stados tam~
bién sufrían de una car~a :x.traord1nar1~mente pe-
sada de enfermedades btologicas nos obligó a reva-
luar las premisas de las cuales partimos. Ahora bien;
es inadecuado e inapropiado concebir el susto como
una forma de comportamiento social único, por una
parte, o como fenómeno puramente biom-édico, por
la otra . Antes de recabar estos datos, habíamos sos-
tenido (Rubel, 1964: 280; O'Nell y Selby, 1968; 97;
O'Nell, 1972:4) que una queja de susto simplemente
legitimaba el "pedir tiempo", a las exigencias de los
roles cotidianos, y la aplicación del concepto del rol
de enfermo, de Uzzell (1974), nos pareció persuasiva
y útil. Sin embargo, nuestros nuevos descubrimien-
tos demuestran que las cargas que soportan los oaxa-
queños abruman a los asustados. Bajo el doble peso
de su percibida incapacidad para cumplir con roles
básicos y una carga excesiva de enfermedad, el asus-
tado encuentra imposible cumplir con sus responsa-
bilidades normales. En lugar de elegir el papel de
enf~rmo para legitimar un respiro de sus otras obli-
gaciones, los asustados se ven obligados por la sobre-
c_a~ga de enfermedad que sufren, a disminuir sus ac-
t1v1dades cotidiandas.
Queda en pie una posibilidad teórica de que otras
enfermedades populares puedan ser convincente·
~ente explicadas como procesos exclusivamente so-
ciales O •?xclusivamente biológicos. Sin embargo, !ª1
conclusion puede quedar en duda hasta que una in-
192
tigación empírica haya tomado en cuenta la otra
veS .

r:sibilidad, contraria, y sondeado seriamente su va-


explicativo. Como nuestros resultados lo de-
;uestran, el enfoque más fructífero para interpre-
las enfermedades populares es buscar la interac-
ción entre los f actores socia
tar . 1es y los b 10
. l"og1cos
. .
y psi-
cológicos.

195
APÉNDICE NÚM. 1

HISTORIA CLÍNICA

Lugar Número _ _ __
Nombre _ _ _ _ _ _ _ _ Sexo_____ Edad _ _ __
Ocupación Vive con su esposo (a) _ _ __
Núm. de hijos vivos----- · -- - - - - - - - - - -
Motivo de consulta _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __
Tiempo de evolución ____,__ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __
Historia _ _ _ _ _ _ _ _____ _ _ _ _ _ _ _ _ __

P.A. _ _ _ _ p __ _ _ _ x' Respiraciones x'_ _ _ _ __

Le voy a leer una lista de síntomas y quiero saber si usted los


tiene siempre, a veces, o nunca; ¿padece dolor de cabeza?

siempre a veces nunca observaciones

l. Dolor de cabeza . . .. .

2. Zumbido de oídos . . .

3. Mareo . . . . . . . . . . . . .

4. Mareo al levantarse . .

5. Dificultad para ver ..

6. Le molesta el ruido . .

7. Mucho frío . . . . . . . . .
194
siempre a veces nunca observaciones

S. Jaqueca (dolor y náusea). _______________

9. Falta de apetito ..... •. • - - - - - - ___ - - - - -


10. Mal sabor de boca ..... • - - - - - - _________

11. Ardores ........... . .. - - - - - - - - - - - - - - -

12. Dolor de estómago .. •• •- - - - - - _________

13. Diarrea . . ........ ..... - - - - - - - - - - - - - - -

14. Sangra cuando hace ser-


vicio ... . • • • • • · · · · · · · · - - - - - - - - - - - - - - -

15. Estreñimiento ... . • • • • • - - - - - - - - - - - - - - -

16. Debilidad, le falta fuerza


en su trabajo ....... . .. - - - - - - - - - - - - - - -

17. Está cansado después de


almorzar ........... ... - - - - - - -:--- - - - - - -

18. Le da tos .......... ... - - - - - - - - - - - - - - -

19. Escupe sangre . .. .. .. .. _ _ _ _ _ _ - - -

20. Dificultad para respirar . _ _ _ _ _ _ - - -

21 - Palpitaciones .......... _ _ _ - - - - - - - - - - - -

22· Se hinchan-sus pies . ... . _ _ _ _ _ _ - - - - - - - - -

23· Y sus párpados por la


mañana ···· · · · · ...... --- ------
195
siempre a veces nunca observaciones

24 . Pierde el sentido . . . . .. .

25. Le duele adentro del


pecho . • • · · · · · · · · · · · · · ---

26 . Calor (fiebre) . • · · · · · · · ·

27 . Ardor al orinar. • • · · · · ·

28. Sangre en la orina. • • · · ·

29. Le duele todo el cuerpo . - - - - - -

30. O una parte (¿cuál?) . . .. - - - - - - - - -

31 . Le salen ronchas .. . . . .. - - - - - - - - -

32. Le da comezón en la p iel ___ - - - - - - - - - - - -


. .
33. Le dan ataques .. . ... .. ___ - - - - - - - - - - - -

34. Duerme mal. . . ....... . ______ - - - - - - - - -

35. Siente mucho coraje . . . . _________ - - - - - -

36. Siente deseo de llorar ... _________ - - - - - -

3 7. Le sudan las manos . . . . .


---
38 • ¿Se siente a disgusto en el
trabajo? (en el campo en
la casa) . . ... .. . . . . . •.. . _______________
196
siempre a veces
nunca observaciones

. Tiene pesadillas ....... _ _ _ __


39
---
o. Suspira mucho ....... . _ _ _ _ __
4
---
41. ¿Cuántas veces le han sacado nódulos?
-------
42. ¿Tiene ahora? _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

43. Del año nuevo a la fecha ¿ha enflaquecido mucho, poco 0


nada? _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

Examen físico: P.A._P.__x' Res .x_'- · Diferencias con la primera


medición: P.A. _ _ p __ _ x' Res . x' Temperatura _ _

Aspecto: saludable__ regular__enfermo__peso_Talla_

0jos _ _ _ _ Oídos _ _ _ _ Nariz _ _ _ _ Boca _ _ __

Cabeza (nódulos)___Cuello (tiroides, venas),__ _ Piel_ _

Tórax: respiratorio ____ Cardiaco (soplos, arritmia) _ __

Abdomen: masas ___dolor___ Hígado ___ Bazo _ __

Extremidades: várices__artritis_cianosis_reflejo patelar_


atrofia muscular___dermatomicosis ___ onimicosis_ __

Resumen de los datos patológicos encontrados (físicos) _ __

Actitud de la persona durante la entrevista y el examen: _ _

44 · ¿Qué enfermedades importantes ha padecido antes?---

45· ¿Qué enfermedades importantes ha habido en su familia?

197
46. ¿Cuántos hermanos tiene o tuvo más grandes que usted~
________ ¿y más pequeños que usted? ·'

4 7. ¿De todos ustedes los hermanos, cuántos están vivos?_ _

48. ¿De qué murieron los otros?._____________

49 . Por todos, ¿cuántos hijos ha tenido usted?_______

50. Sus hijos que no viven, ¿de qué murieron?_______

Impresión diagnóstica :________________

Indicaciones: ____________________

Exámenes de laboratorio: rutina :_ _ _ _ adiciona}: _ _ __


) Diagnóstico final:. ____________________

Exámenes de laboratorio

Nombre: _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

198
•CLCNCNI oca•,o ... nu,o•o .,_,.
ouac,. o,u.
AlfDO OALISDO F.NRIQVICZ.
Dll- PIII N Dlt. MICltJf:L ANOKL RF.Yt.k O.

Nombr~: RIC.','.'l')(' ~
Fecha: ?9 •lI • 71
Sol: EST. a ...... ·".V•• c:.:.:::z
''"'.'""...
CITOLOGIA IIF.MATICA

HEMOCLOBINA 1/ • 3 lffl'IS. % 9( % (N: H: IH M. 14.8 1rms. %•


ERITROCITOS p. mm. 5.14(1.('CC (N: H: 4.J-6, M. 4.l -H mili.)
LEUCOCITOS ,. .. 6.600 (N : •.,.ooo.10,000)
tfEMATOCRITO % (N: H: 40-'4, M: 3'-48%)
VOLGL MEO. micras• (N, 81-9:2)
Hb. GL MEO. 27 micro-mlcrosramos (N: :27·3))
CONC. MEO. Hh. CL Jl % (N: 31-37)
ERITROSEDIMENTACION 10 mm. TEC. "VINTROBE CORREGIDA (N: 1f. 0-8, M: O- to)
PLAQUETAS p. mn1.' (N: lJ0,000- J00,000)
FORMULA LEUCOCITARIA FORMULA DE SCHILLING
N: Adultos N: Adultos Normal
LINFOCITOS 8 20-30 % 528 1000-3000 p. mm.• MIELOCITOS o o
MONOCITOS O l -6 .. e 100-600 • METAMIELOCITOS O 0-1
EOSINOFILOS )5 1-4 .. 2) ~0 J0-400 ,. STAB 4 3-J
IASOFILOS O 0-1 .. o 0-100 ,. SEGMENTADOS 53 H-67 ..
NEUTROF1LOS5 7 60-70 .. 3762 3000-7000 ,. l. SCHILUNG 0.('17 0.02-0.1

111&.c-oe oca• .. "'


H . PHIU!'fDn OALINDO E~RIC,l:t:z
..........
1> .. l l l f , I U. A!'lfltl ll&tr.•n.

Nombrt C/.T.'.LTJA u:rA CA .':'il º •


F~cha
OC'T . 1 ·:.: Jt17l•
'
Sol,

EIAMEN COPROPARASITOSCOPlCO
(Unica Mueatra)

SE ll1ClJ:ROli. WMENF.S EN FJIF.SCO y DE CCMCF.HWCION DE FAl!:"-T DI

LA•NVLffltA k!CUIDl, HABIDIDO ENCONTRADO:


QUIStlS DE E. HI&TOLl1'1CA. HUEVECltLOS- D! ASC'.ARIS LUHE,RJOOlO~.

IIDIIIAS, ADULTOS t HUEVECILLOS DE OUUROS.

199
..

APÉNDICE NÚM. 2

FORMA PARA CALIFICACIÓN DE


SEVERIDAD Y GRAVEDAD

Lugar ____ Edad _ _ _ Se~o _ _ _ Cuest. núm. ___


_

Subtotal de Total de
Severidad Gravedad Severidad Gravedad

A. Historia

l. Motivo de consulta ,
tiempo de evolución
e historia.

2. Tendencia

3. &fuerzo que debe


hacer para trabajar. _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ - - - -

B · Síntomas e historia Jamz"liar

l. Síntomas
siempre a veces nunca , . '

Objetivos

Subjetivos

Total

----- -
200
-
SUBTOTAL TOTAL
SEVERIDAD GRAVEDAD SEVERIDAD GRAVEDAD

2. Mortalidad no natural
en hermanos -

3. Mortalidad no natural
en hijos.
c. Examen físico
l. Actitud del paciente

2. Presión arterial sistólica


a) La segunda vez
b) Cambio

3. P.A. diastólica
a) La segunda vez
b) Cambio

4. Pulso
a) La segunda vez
b) Cambio

5. Respiraciones
a) La segunda vez
b) Cambio

6. Temperatura

7. Hallazgos anormales _ _ _ - - - -

D. Exámenes de laboratorio

Sangre
1. Hemoglobina

2. Hematócrito
TOTAL SUBTOTAL
SEVERIDAD GRAVEDAD SEVERIDAD GRAVEDAD

3. Sedimentación

4. Núm . de leucocitos

5. Fórmula leucocitaria - - - - - - - -

6. Coproparasitoscópico ___ - - - -

RESUMEN

A. Historia

B. Síntomas e historia
familiar
)
C. Examen físico ---- - - - -
D. Examen de laboratorio _ _ _ __

Diagnósticos retrospectivos

Orgánicos __________________:.______

Psicoemocionales ____________________

202
t •

APÉNDICE NÚM. 3

INSTRUCTIVO PARA LA CALIFICACIÓN DE


SEVERIDAD Y GRAVEDAD

. I. Bases conceptuales

La calificación se hará con el fin de evaluar en cada caso


dos aspectos: la Severidad y la Gravedad del problema de'
salud. La _Severidad del problema de salud se vincula con
la limitación que el paciente tiene para desarrollar sus ac-
tividades habituales. La Gravedad refleja el peligro de
muerte en que el paciente se· encuentra .
Aunque en muchos casos coinciden altos grados de se-
veridad y de gravedad, como en los estadíos avanzados de
enfermedad como la tuberculosis, el cáncer, la diabetes y
muchas más; y en el otro extremo también coinciden gra-
dos mínimos de gravedad y de severidad: infecciones res-
piratorias y gastrointestinales leves, micosis de la piel. et-
cétera, se presentan cuadros patológicos en que dichos
conceptos discrepan en intensidad, por ejemplo un ata-
que palúdico por plasmodium vivax, un fuerte estado gri-
pal, un _cuadro gastroentérico agudo, son contingencias
patológicas que pueden temporalmente inhabilitar _p or
completo a una persona y sin embargo, no amenazan su vida.
A la inversa, el cáncer, desde sus periodos iniciales, es
una amenaza para la vida del paciente quien, sin .e~~ar-
go, puede continuar trabajando y desarrollando acuvida~
des durante mucho tiempo debido a la baja severidad del
203
ataque al estado general, condición que precisamente
contribuye al avance insidioso de la enfermedad.

II. Aplicación ala investigación


En el aspecto orgánico, se desea ~onocer l~s diferencias
patológicas que presentan los pacientes asustados de los
no asustados. Entre los casos sometidos al estudio, así co-
mo por la experiencia de los mismos y de otros autores, se
sabe de pacientes con susto con muy corta y con_muy lar-
ga evolución. Por supuesto esa variabilidad es completa
en la práctica médica diaria . eor consiguiente, es de es-
perar la presencia de pacientes .con diferente grado de se-
veridad y de gravedad; el calificar dichos campos por se-
parado permitirá estimar las diferencias entre asustados y
no asustados, por una parte en cuanto a cada_campo por
separado, y por otra, en lo relativo a la coincidencia de
ambos campos en cada grupo de pacientes.
Podría ocurrir, por ejemplo, que los pacientes asusta-
dos tuvieran cuadros más severos pero menos graves que
los no asustados, o a la inversa. Y podría ocurrir que en
uno de los dos grupos de pacientes se encontrara que exis-
te una mayor coincidencia de gravedad y severidad que
en el otro.
Desde el punto de vista aplicativo, el encontrar diferen-
ci~s si~~ficativas en esos aspectos podría. facilitar la
onentacion del médico cuando enfrenta un caso de "sus-
t?"; esa orientación seria, como en la medicina entera, de
upo general ya que el médico se enfrenta al problema de
un hombre y no de una enfermedad.

204
III. Sistema general de calificacz·ón

El expediente clínico está dividido en 4 secciones:

A. Historia
B. Síntomas e historia familiar
c. Examen físico
o. Exámenes de laboratorio
Las dos primeras secciones son predominantemente sub-
jetivas ya que las relata el paciente; las dos últimas son
objetivas por cuanto se refieren a lo que el médico en-
contró al examinar directamente al paciente y a lo que
arroja como información el laboratorio.
Cada sección tiene un puntaje máximo de 1Opara .seve-
ridad y de 10 para gravedad; por consiguiente cada cam-
po tiene un total máximo de 40 puntos que indicarán en
el primer _campo la incapacidad total y en el segundo la
inminencia de la muerte .

IV. Calificación específica

A. Historia

l. Motivo de consulta, tiempo de evolución e historia .


a) Severidad; de los datos se deducirá el grado en
que el-paciente está limitado para r~alizar sus
actividades habituales, desde O en quien las .re-
aliza libremente a pesar de la molestia que acu-
~ sa, hasta 10 en quien está incapacita.do por
completo.
b) Gravedad: los datos orientarán para calificar •
205
desde O en los casos de gravedad nula hasta 10
en los de muerte inminente.

2. Tendencia.
a) Severidad: si la tendencia ha sido a empeorar,
es probable que la limitación sea real. Sin em-
bargo la calificación no se altera puesto que se-
ñala una incapacidad presente. Lo mismo se
aplica si la tendencia es a mejorar.
b) Gravedad: en este campo la tendencia es más
importante, ya que orienta sobre el curso de la
enfermedad y el futuro acercamiento o aleja-
miento de la muerte. En este sentido, Ja ten-
dencia servirá para complementar el juicio -y
) la calificación- sobre la gravedad del caso.

3. Esfuerzo que debe hacer para trabajar.


a) Severidad: evidentemente si de los datos se de-
duce que debe hacer un esfuerzo máximo es
porque la severidad es elevada; complementa el
juicio y la calificación.
b) Gravedad: servirá como orientación-
confinuación de_la impresión formada pero no
alterará la calificación.

B. Síntomas e historia familiar

I. Síntomas. El interrogatorio incluye 40 síntomas de


los cuales 14 son objetivos, o sea que pueden ser ob-
servados por los órganos de los sentidos del paciente
o de otra persona; los otros 26 son subjetivos, o sea
que el paciente los relata como percepciones perso-
nales.
Por otra parte, se investiga si cada uno de estos
206
síntomas se presenta siempre, a veces O nunc
. . h . a y en
el instructivo ay espacio para consignar los resulta-
dos.

Proced1:mz·ent os:
Primero: se cuentan y anotan en las casillas corres-
pondientes el total de síntomas que se presentan
siempre, a veces o nunca.
Segundo: de los que se presentan siempre, se
cuentan y anotan los objetivos y los subjetivos.
Tercero: se repite la operación con los que se pie-
sentan a veces y con los que no se presentan nunca.
Los síntomas objetivos son los señalados con los
números: 13-14-18-19-22-23-24-28-31-33 -37 -41 -
42-43.
Los subjetivos son: 1 a 12- 15- 16- 17- 20- 21- 25-
26- 27- 29- 30- 32- 34- 35- 36- 38- 39 -40.
Una vez comprobados los totales en las columnas
verticales y en las horizontales, se procede a califi-
car:
a) Severidad: el total de síntomas que se presentan
"siempre" es indicativo del malestar que sufre
la persona, independientemente de que dichos
síntomas sean objetivos o subjetivos; secunda-
riamente esto es complementado por los
síntomas_ que se presentan a veces. .
La calificación de la severidad se hará exclusi-
vamente con este punto ( 1) sin consid~~ar la
mortalidad no natural en hermanos e hIJOS.
b) Gravedad: se dará más _importancia a. los
síntomas objetivos, correlacionando el co1:1Jun-
to de síntomas con la sección A del cuestiona-
rio. Para la calificación de la gravedad se t~-
mará en cuenta la mortalidad no natural habi-
da en la familia.
207
C. Examen físi·co

El examen incluye 7 observaciones diferentes que


en caso de. anormalidad se califican con puntos en-
teros o fraccionarios, sin que el total en el grupo pa-
se de 10.

1. Aspecto y actitud del paciente


a) Severidad: aspecto saludable: O; regular
0 .5; enfermo 1.
b) Gravedad: aspecto saludable: O; regular
0.5; enfermo 1.

La actitud del paciente se utilizará como orien-


tación para calificar el tipo de patología, pre-
dominanternente orgánica o predominante-
mente psicológica (nervioso, nervioso al princi-
pio, tranquilo, indiferente, deprimido, etc.)

2. Presión arterial sistólica:


A) La segunda vez, se supone que transcurrido el
tiempo destinado a la recolección de. informa-
ción_y parte del examen físico, -el registro de la
presión estará exento de los contribuyentes
emocionales del principio. Se calificará la
anormalidad ( de acuerdo a la edad), tanto si es
hiper o si es hipotensión.
a) Severidad: se,tomará en cuenta la probable
correlación entre grado de anormalidad y
· síntomas que aquejan al paciente, y el gra-
do en que estos síntomas le afectan en su
diario desenvolvimiento. Una crisis hiper-
tensiva con todo su cortejo sintomático·
inhabilita totalmente al paciente y es sufi-
ciente para calificar con 1O este punto y el
208
grupo entero. La_hipotensión -y entre el
grupo la ortostática - provoca una menor
limitación en la persona.
, b) Gravedad:_ el nivel de hiper o hipotensión
debe refenrse al estado general del pacien-
te, ya que la gravedad es muy distinta en
un arterioesclerótico, que en un _sistema
J
cardiovascular flexible . La calificación de-
berá reflejar el peligro que el paciente está
corriendo.

B) Cambio
Es de suponer que el cambio de la presión sistó-
lica observado entre la primera y la segunda to-
ma, tiene un significado, que debe ser estimado
conjuntamente con los cambios en la presión
diastólica, en la frecuencia del pulso y de las
respiraciones. Estos cambios, relacionados con
los datos de la historia y con_el examen, orien-
. tarán sobre su origen orgánico o emocional.
1
• 'a) Severidad: los cambios notables, aunque se
originen en estímulos emocionales, pueden
señalar alter.aciones fisiológicas de suficien -
te .importancia corno para repercutir en la
eficiencia de la persona . Esa repercusión, a
traYés del grado de cambio, es lo que se ca-
lifica.
b) Gravedad; dentro del mismo enfoque in-
tegral, se calificará la peligrosidad que pa -
ra el paciente indica el cambio observado.

3. Presión arterial diastólica:


A) La segunda vez. . ,
También señala -se supone-· una cifra mas
cercana a la habjtual en el paciente.
209
a) Severidad: si la alteración de esta pres•,
_ d ., ion
no se acompana e s1ntomas, es probabl
que el cuadro hay.a permitido ya una aco~
modación del paciente al nuevo estado pa-
tológico. No hay, por tanto, limitaciones de
actividades y la calificación sería baja O o.
b) Gravedad: por el contrario, una elevada
presión diastólica señala patología avanza-
da y la gravedad será tanto mayor cuanto
más elevada sea la presión aunque en ese
momento no se acompañe de síntomas evi-
dentes.

B) Cambio
Se aplican las mismas consideraciones hechas
para el análisis del cambio en la presión sistóli-
ca o sea análisis conjunto con los cambios en los
otros signos vitales.
a) Seve:ridad;_si la cifra encontrada es normal
y 110 hubo cambio en ambas tomas, la cali-
ficación será O. :eor el contrario, cifras
anormales o con cambios notables entre
ambas tomas, pueden señalar alteraciones
funcionales severas que deben calificarse
según su intensidad.
b) Gravedad: cifras normales, gravedad O.
Los cambios notables señalan flexibilidad
del sistema cardiovascular y poco pro-
bablemente. una lesión grave. Lo contrario
resulta con cifras elevadas y estables que se-
ñalan hipertensión avanzada con o sin
síntomas. Cifras muy bajas y distanciadas
de Ja presión sistólica pueden señalar insu-
ficiencia aórtica que debe ser confirmada
en el examen del corazón.
210
4. Pulso:
A) La segunda vez.
a) Severidad: si está normal se calificará o s·
, l . I
esta anorma deberá calificarse después d •
formular la me~r hipótesis sobre el orige~
del problema: fiebre, anemia, emotividad,
etcétera, y de correlacionarlo con la severi-
dad del animo.
b) Gravedad: si está no_rmal se calificará O. Si
está anormal se calificará de.spués de ela-
borada la hipótesis diagnóstica, evaluada
la gravedad que implica para el paciente.

B) Cambio.
a) Severidad: los cambios notables pueden se-
ñalar problemas orgánicos o emocionales:
anemia, infecciones de larga evolución,
desnutrición, ansiedad, etc. Se calificará
de acuerd-ü al nivel del cambio.
b) Gravedad: la estabilidad en cifras anorma-
les o el cambio notable pueden señalar di-
ferentes tipos de patología cuya gravedad
debe calificarse de acuerdo a la lúpótesis
diagnóstica hecha con la información de
que hasta ese momento se dispone.

5· Respiraciones:
A) La segunda vez. .
a) Severidad: si hay taquipnea es evidente
que.. sea orgánica o emotiva., señala males-
tar cuyo grado - y ca11.fi1cac1on
·, - a umenta
.
con la elevación del número de resp1Ta-
.
c1ones. _
b) Gravedad· si el resto de datos sena1ª
compromiso : resp1rator1O
. · o cardiovascular,·
211
la persistencia de taquipnea en la segunda
toma indicará el déficit de acuerdo a su in-
tensidad.

B) Cambio
a) Severidad: si ha habido, se evaluará el gra-
do de malestar e incapacidad que refleja.
Si no ha habido y hay taquipnea, también.
Si no ha habido y es normal la calificación:
o.
b) Gravedad: si ha habido cambio o ha persis-
tido la cifra anormal, se evaluará en térmi-
nos de la amenaza a la vida del paciente y
así se calificará. Los cambios atribuibles a
factores emocionales, aunque puedan se-
ñalar seyeridad en molestias y limitaciones,
se califican con O en gravedad.

6. Temperatura:
A) Severidad: aunque es variable la sensibilidad a
la hipertermia de una a otra persona, se califi-
cará así:

38 grados centígrados: 1 punto


39 grados centígrados: 2 puntos
40 grados centígrados: 3 puntos

Temperaturas intermedias: fracción de punto.

La hipotermia no se calificará debido a la falta


de datos complementarios.
B) Gravedad: se calificará solamente cuando se
pase de 40 grados centígrados ya que por deba-
jo de esa cifra no está en peligro -por la tem-
peratura misma- la vida.
212
7. Hallazgos anormales:
a) Severi~ad: se calificar.án en términos de la in-
capacidad. que . producen al desempeño d e l as
la b ores d 1ar1as del paciente.
b) Gravedad: se calificarán de acuerdo a la ame-
naza a la vida del paciente.

D. Exámenes de laboratorio

Lo habitual en medicina es que los exámenes de la-


boratorio contribuyan al diagnóstico en forma
complementaria, o sea que se da prioridad al in-
terrogatorio, examen y análisis integral del proble-
ma que hace el médico. Los exámenes confirman,
afinan o descartan impresiones clínicas, aunque
muchas vece_S sugieren posibilidades que antes no
habían sid_o consideradas.
En este caso, por el contrario, lo que se persigue
es determinar la Severidad y la Gravedad de las al-
teraciones que se encuentran en el laboratorio, y
tanto la historia como el examen y el análisis in-
tegral, se convierten en elementos complementarios
para ese fin.
Por ejemplo, si un examen muestra 10 gramos de
hemoglobina en 100 gramos de sangre de un pa-
ciente ( alrededor de 7 O% de lo normal), cómo se
evalúa la severidad? La incapacidad que causa esa
baja de hemoglobina es muy diferente en una per-
sona con anemia por hemorragia_ reciente q~e en
una persona largamente desnutrida y paras1tada
pero mejor adaptada a la anormalidad.
En el segundo caso la Severidad es men?r · En
cambio la Gravedad del hallazgo es inversa: 81 la he-
morragia es reciente pero está controlada Y en vías
21g
de recuperación, la gravedad es baja. En cambio en
el desnutrido y parasitado, ese nivel de hemoglobi-
na contribuye a agravar el pronóstico por la facili-
tación de complicaciones en el cuadro patológico
actual. En otro caso, una marcada leucocitosis
puede señalar severidad elevada y gravedad baja en
una infección aguda, y totalmente lo contrario en
una leucemia crónica.
Por consiguiente, los exámenes de laboratorio se
calificarán en términos de la incapacidad que pro-
ducen o contribuyen a producir -severidad- y el
grado en que contribuyen a poner en peligro la vida
del paciente -gravedad- .

Diagnósticos retrospectivos

Nótese que el RESUMEN de calificaciones no s.e .abor-


da en este momento. El objeto de que el calificador
asiente los diagnósticos que considera más pro-
bables, es doble:
Por una parte, porque al anotar los diagnósticos
obliga a una evaluación de conjunto, en la que el
médico revisa todos los datos a su alcance y que se
encuentran distribuidos en el expediente. Debe
anotarlos todos, de preferencia en orden de impor-
tancia tal como él lo haría en su práctica habitual.
Por otra parte, porque la elaboración de diag-
n~sticos -impresiones diagnósticas- con distribu-
cion de Orgánicos y Psicoernocionales contribuye a
formular el cuadro integral de Severidad y de Gra-
vedad en cada paciente. En líneas generales, los
pr?blemas psicoemocionales tienden a ser igual 0
~as severos que los orgánicos, pero menos graves.
Sin embargo, también pueden ser graves, amena-
214
zando la vid~ p~r medio de los accidentes, el homi-
cidio y el su1c1d10.

RESUMEN

De cada uno de los bloques, la calificación será traslada-


da - con lápiz- a las columnas correspondientes de seve-
ridad y gravedad en el resumen; luego se hará un análisis
global con base en esas calificaciones y los diagnósticos
retrospectivos, con lo que se modificará o no la califica-
ción de los bloques o simplemente en el total; en estos ca-
sos, al final de la página -y en el dorso si es necesario-
se indicarán las razones que se tuvieron para introducir
esas modificaciones.

215
APÉNDICE NÚM. 4

PRUEBA DE 22 PUNTOS PARA MEDIR DAÑO PSIQUIÁTRICO


(MODIFICADA)

1) ¿Se siente usted cansado la S'


mayor parte del tiempo? No
No sabe_

2) ¿Siente usted muchas veces Sí


que no tiene hu1nor de hacer No
nada? No sabe_

3) ¿Cómo se siente usted la Contento


mayor parte del tiempo con- Variable
tento, variable, preocupado? Preocupado
No sabe

4) ¿Siente usted a menudo que Sí


no le dan la mano lo sufi- No
ciente ( que los demás no le No sabe_
ayudan)?

5) ¿Le ha molestado que su co- A menudo._ _ __


razón late muy fuerte y de A veces._ _ _ __
prisa? Nunca _ _ _ __
No sabe

6) ¿Habitualmente come usted S.'..__ _ __


con gusto? No _ __
No sabe_

216
7) ¿Hay veces que se siente us- Sí·- - - -
ted tan nervioso que no No _ __
puede estar en un solo lugar No sabe_
por mucho tiempo?

8) ¿Se considera usted preocupón? Sí· - - - -


No _ __
No sabe_

9) ¿Cuando le ca usan un dis- A menudo._·_ __


gusto, ha sentido usted que A veces._ _ _ __
se le agita la respiración? Nunca _ _ _ __
No sabe _ _ __

10) ¿Cuándo alguien lo molesta, ___


S'..._
usted se lo dice? No _ __
No sabe_

S'..__ __
11) ¿Ha perdido el conocimiento
a causa de una fuerte impre- No _ __
sión? No sabe

12) ¿Ha tenido usted problemas S'&..---


No _ __
para dormir o para perma -
necer dormido? No sabe_
,
13) ¿Si un borracho lo insulta, se S'&..---
No _ __
enoj_a usted? A veces_
No sabe_

Sí._ _ __
14) ¿Se le olvidan las cosas a me-
No---
nudo? No sabe_
217
15) ¿Ha tenido usted resfríos o
esalofríos? ----

No
---
No sabe
-
A menudo
16) ¿Cuando los problemas le
A veces
----
molestan, le tiemblan las
·-----
manos? -----
No sabe

17) ¿Cuándo uene problemas, Casi siempre_ __


busca usted consejo? A veces-----
Nunca _ _ _ __
No sabe-----

18) ¿A usted le cansan o enfer- Sí----


man sus problemas fami- No _ __
liares? No sabe_

19) ¿Se siente usted solo aunque A menudo


esté con otras personas del A veces_
pueblo? Nunca_
No sabe_

20) ¿Para usted, las cosas salen A menudo_ _ __


como usted quiere? A veces,_ _ _ __
Nunca _ _ _ __
No sabe_ _ _ __

21) ¿Le duele la cabeza cuando Amenudo _ _ __


tiene que tomar decisiones? A veces,_ _ _ __
Nunca _ _ _ __
No sabe_ _ _ __

22) ¿Para usted, cómo es _su vi- Buena _ _ _ __


da: buena, regular, triste? Regular_ _ __
Triste _ _ _ __
No sabe_ _ _ __

218
APÉNDICE NÚM. 5

INSTRUCCIONES PARA CALIFICAR LA PRUEBA DE 22 PUNTOS

A. l. Indique en la h~ja el lugar, el nombre, y el nú-


mero del expediente que está calificando.

2. Indique su propio nombre o su número de códi-


go, y la fecha en que realizó la calificación.

3. Califique todos los puntos. La calificación para


cada uno puede ser O, O. 5, o 1. La calificación
debe escribirse en el espacio a la derecha de cada
punto .

4. Si el calificador tiene problemas o preguntas


sobre cómo calificar un punto o si necesita hacer
algún comentario , debe hacer una marca en el
espacio destinado a "comentario".

5. Absténgase de sumar las calificaciones de los


puntos hasta que se haya decidido la mejor forma
de calificar los puntos 1O y 13.

6. Por favor no escriba en el espacio "porcentaje


corregido" .

7. Si hay más de 5 respuestas, "No s~be" debe señ~~


larlo en el espacio "Comentarios Generales, ,
también en este espacio deben anotarse los demas
comentarios.
219
B. Forma de calificar:

1. Sí = 1 No= 1 No sabe = 0.5


2. Sí =1 No= O No sabe = 0.5
3. Feliz - O Variable - 0 .5Preocu?ado = lNosabe = 0.5
4. Sí = 1 No= O No sabe = 0.5
5. Seguido = 1 A veces = 0.5 Nunca = O Nosabe = 0.5
6. Sí - O No - l No sabe - 0.5
7. Sí = 1 No = O No sabe = 0.5
8. Sí = 1 No = O No sabe = 0.5
9. Seguido = l A veces = 0 .5 Nunca - O Nosabe = 0.5
1O. Sí = O No = l No sabe - 0.5
11 . Sí = 1 No . = O No sabe - 0.5
12. Sí = O No = 1 No sabe - 0.5
13. Sí = 1 No= O A veces = 0.5 No sabe = 0.5
14. Sí = 1 No . = O No sabe = 0.5
15. Seguido= 1 No. = O No sabe = 0.5
16. Seguido = 1 A veces = 0.5 Nunca = O No sabe = 0.5
17. Casi siempre= l A veces = O Nunca= O No sabe = 0.5
18. Sí = 1 No . = O No sabe = 0.5
19. Seguido = 1 A veces = 0 .5 Nunca = O No sabe = 0.5
20. Seguido = 0.5 A veces = O Nunca = 1 No sabe = 0.5
21 Seguido = 0 .5 A veces = O Nunca = 1 No sabe = 0.5
22. Buena = O Regular = O Triste = 1 No sabe = 0.5

Nota : Para _mayor precisión al sumar las calificaciones siempre


use 0.5 y no .5 .

C En este procedimiento de calificación se asume que la


respuesta "No sabe" indica una parcial aceptación de
la afirmación de la pregunta. Por la misma razón, la
falta de respuesta a preguntas que señalan posiciones
intermedias entre estrés y no estrés, se califican con
0.5.

220
APÉNDICE NÚM. 6

CUESTIONARIO DE FACTORES SOCIALES

Lugar (pueblo o ciudad)_ _ _ _ _ _ _ _ _ __

I .Datos generale.s
l. Nombre completo_ _ _ _ _ _ _ _ __
2. Sexo_ _ _ _ 3. Edad
·--------
4. ¿Vive con el cónyuge? s_--_ _ _ _No_ __
5. Hijos____Sexo____Edad_____
6. Número total de hijos._ _ _ _ _ _ _ __
Número total de hijas__ _ _ _ _ _ _ __
7. Tamaño de la vivienda· - - - - - - - -
Tipo de vivienda._ _ _ _ _ _ _ _ _ __

II.lnformación personal sobre el individuo entrevistado


l . ¿Sufre de alguna afección física o mental que le
lleva a fracasar en su función social? Descnoala:

2. ¿Hay alguna indicación de que este individuo no


logre mantener unas relaciones apropiadas con
otros miembros de la comunidad? Descnoala:

221
3. Con respecto a su conducta, ¿se compona debi-
damente con los_ vecinos y otros miembros de la
comunidad? Descñbalo:

III. Sólo para hombres


1. ¿F.s necesario en este pueblo poseer animales?
S" No·---

2. ¿F.s necesario-en este pueblo tener una yunta de


bueyes? Sí No_ __

3. ¿Cuántos años de servicios en un cargo debe de


haber terminado un hombre de su edad?_ __

4. ¿Debe un individuo consultar con_otra persona


para resolver un problema doméstico?
Sí No._ __

5. Cuando una persona de la localidad trabaja co-


mo jornalero (para otro), ¿es bueno, simple-
mente está bien o es desafortunado?
Bueno _ _&tá bien _Desafortunado __

6. ¿Qué. cantidad de maíz necesita cosechar una


familia como la suya?_ _ _ _ _ _ _ _ __

7. ¿& importante para las personas de este pueblo


saber leer y escribir?
Sí____ Noi---

8 • ¿Cuántos años de escuela son apropiados para


un campesino de esta localidad?_ _ _ __
222
9. ¿& . más d~a la vida para el marido O para la
mu_Jer o es igualmente dificil para ambos?
Marido _ _Mujer _ _Igual (para ambos)_

1O. ¿Es más difícil la vida para las personas meno-


res de 40 años o para las mayores de esa edad?
Menores ______ Mayores _ _ _ _ __

11. ¿Tienen los habitantes del pueblo y vecinos


mucho o poco respeto por usted?
Mucho _______ Poco
------
12. ¿Tienen sus hijos mucho o poco respeto por us-
ted
Mucho _______ Poco _ _ _ _ __

13. ¿Tiene su mujer mucho o poco respeto por us-


ted?
Mucho _ _ _ __ __~ Poco _ _ _ _ __

14. ¿Qué cantidad de maíz consume diariamente


su familia? _ _~ -- - - - - - - - - -

15. Desde la Semana Santa o el Día de Todos los


Santos, ¿qué tareas ha realizado usted de las
que se enumeran a continuación?
a) ¿Ha vendido en el mercado?
b) ¿Ha labrado sus propios campos?. .
c) ¿Ha desempeñado un cargo en la comuni-
dad? . ,.
d) ¿Ha formado parte de algún comite como,
por ejemplo, de la escuela, carreteras o
abastecimiento de aguas? .
e) ¿Ha trabajado en algún proyecto o~hgato-
rio de la comunidad?
223
f) ¿Ha trabajado fuera del pueblo2_ _ __
g) ¿Ha ayudado a un pariente cercano, vecino
o compadTe en su trabajo?
h) Se ha dedicado a alguna otra tarea?._ __

16. ¿Le ayudan sus hijos mayores siempre que es


posible?
Siempre_ _ _ A veces _ _ _ Nunca _ __

17. ¿De los siguientes servicios, cuáles ha prestado


usted?
a) Policía
b) Jefe de policía
c) Padrino o patrón de santo
d) Primer Registro
e) Presidente rnunicipal
f) Presidente de cornité

18. ¿Cuáles fueron los últimos cargos y servicios


que prestó?
l ._ ~______ 2. ________

19. ¿En qué años?


l .________ 2. ________

20. ¿Cuando usted se unió por primera vez con su


mujer, vivió en la casa de sus mayores?
Sí_ _ _ _No_ _ __
Si la respuesta en sí, por cuánto tiempo?
Menos de 1 año ____ Más de 1 año _ __
Lugar (pueblo)_ _ __
Núm. _ _ _ __

11 • Sólo para mujeres


1. ¿Debe un individuo consultar con otra persona
224
para resolver un problema doméstico?
S"' No._ _ _ _ _ _ __

2. Cuando una persona de la localidad trabaja


como jornalero o sirviente, ¿es bueno, simple-
mente está bien o es desafortunado?
Bueno _ _ Está bien __ Desafortunado _ _

3. ¿Es importante par.a una persona de este


pueblo saber leer y escribir?
Sí _ _ _ _ _ _ _ _ No _ _ _ _ _ _ __

4. ¿Qué .c antidad de maíz necesita cosechar una


familia como la suya?

5. ¿Cuántos años de escuela son apropiados para


una campesina de la localidad? _ _ _ _ __

6. ¿Es más dura la vida para la mujer o para el


marido o igualmente difícil para ambos?
Marido __ Mujer _Igual (para ambos)-

7. ¿Es más difícil la vida para las personas meno-


res de 40 años o para las mayores de esa edad?
Menores _ _ _ _ _ _ Mayores _ _ _ _ __

8. ¿Tienen los habitantes del pueblo y vecinos


mucho o poco respeto por_ usted?
Mucho, _ _ _ _ _ _ _ Poco,_ _ _ _ _ __

9. ¿Tienen sus hijos mucho o poco respeto por us-


ted?
Mucho _ _ _ _ _ _ _ Poco._ _ _ _ _ __

225
10. ¿Tiene su marido mucho o poco respeto por
usted?
Mucho_ _ _ _ _ _ _ Poco_ _ _ _ _ __

11 . ¿Qué cantidad de maíz consume diariamente


su familia?_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

12. Desde la Semana Santa o el Día de Todos los


Santos, ¿qué tareas _ha realizado usted de las
a
que se enumeran continuación?
a) ¿Ha vendido enel mercado?
p) ¿Ha preparado comida?
c) ¿Ha tenido un hijo?
d) ¿Ha hecho trabajos de alfarería, pan o
queso?
e) ¿Ha ayudado a una parienta cercana, una
comadre o una v~cina en su trabajo? _ __
f) ¿Ha cuidado niños?
g) ¿Se ha dedicado a alguna otra tarea? _ __

13 . ¿De cuál de las tareas que ha realizado se sien-


te más orgullosa? ' . ·.

14. ¿Hace usted esta tarea de la que se siente más


orgullosa mejor, igual o peor que otras muje-
. res del pueblo?
Mejor_ _ _ _ Igual _ _ _ _ peor_ _ _ __
.
15. ¿Está satisfecho su padre ( o su marido) con el
trabajo que usted hace?
Sí _________ No _ _ _ _ _ _ _ __
.
\
,
16. ¿Le ayudan sus hijos mayor~s cuando es po-
sible?

-226
Siempre_ _ _ A veces _ _ _ Nunca _ __

17. ¿Cuántos de sus hijos nacieron muertos?_ __

18. ¿Ha criado usted a todos sus hijos sobrevivien-


tes?
Si _ _ _ _ _ _ _ _ No _ _ _ _ _ _ __

19. ¿Cuántos de sus hijos nacidos vivos murieron


antes de
los tres años de edad?

20. ¿Cómo considera sus tareas de esposa y madre


de familia?
Muy laboriosas __ Corrientes __ Fáciles, _ _

21. Cuando usted se unió a su marido, ¿vivió en


casa de sus mayores?
Si _ _ _ _ _ _ _ _ No _________
En caso afirmativo:
Más de 1 año ____ menos de 1 año _ _ __

Lugar (pueblo) _ _ _ __
Núm. ______

Para hombres y mujeres


l. ¿Quién es el propietario de esta casa?
El marido _ _ _ La ~ujer _ _ _Otro _ __

2. ¿Cuántos años fue al colegio? - - - - - - -

3. ¿Sabe usted leer y escribir?


Un poco, _ _ _ Apenas _ _ _ Nada - - -

4. ¿Posee usted un burro ___ un caballo _ __


227
Una yunta de bueyes_ _ _ _ _ _ _ _ __
un camión _____ una bicicleta _____

5 . Una pareja debe vivir en la casa del mari-


do ____ de la mujer ____ es indiferente

6. En los dos últimos años, ¿ha trabajado usted


como jornalero o sirviente para otros?
Sí_ _ _ _ _ _ _ _ No________

7. Cuando la gente del pueblo o los vecinos mur-


n1uran de una persona, ¿puede ésta vivir a gusto?
S' No_ _ _ _ _ _ __

8. Para que una persona pueda vivir a gusto, ¿es


necesario que los demás le tengan mucho o po-
co respeto o e.sto no tiene importancia?
Mucho_ Poco_ No tiene importancia_

9. ¿Puede usted decir si cada una de las pregun-


tas siguientes es seria, de poca importancia o
insignificante?
a) _Cuando una hija se va con el novio, las
críticas que los padres han de sufrir por ella
son:
serias ____ de poca importancia _ __
insignificantes _ _ _ __
Han experimentado ustedes esa situación?
b) Cuando un hijo se fuga con la novia, las
críticas que sus padres han de sufrir por él
son:
serias ____ de poca importancia _ __
insignificantes _ _ _ __
¿Han experimentado ustedes esa situación?
c) Cuando una muchacha .se queda embarazada
228
antes de casarse, las críticas que sus padres han
de sufrir por ella son:
serias _ _ _ _ de poca importancia _ _ __
insignificantes _ _ _ __
¿Han exprimentado ustedes esa _situ.ación?
d) Cuando un hijo es borracho, las críticas que
sus padres han de sufrir por él son:
serias.___ de poca importancia_ __
insignificantes _ _ _ __

10. Desde el Día de Todos los Santos, Semana


Santa o durante los_últimos seis meses, ¿han
consultado ustedes con alguna otra persona
para resolver _un problema doméstico :
~ N6- - - - - - - -
¿Con quién ha consultado?________
¿Cúal es la relación de esta persona con ustedes?
¿Han consultado con alguna otra persona?_

11. ¿Qué cantidad de maíz cosecharon ustedes


el año pasado? ______________

12. <Es bueno que el marido diga a su mujer la


cantidad de maíz que él cosechó?
Sí _ _ _ _ _ _ _ _ _No _ _ _ _ _ _ _ __

229
APÉNDICE Núm. 7

INSTRUCCIONES DE CALIFICACIÓN PARA EL CUESTIONA-


RIO DE FACTORES SOCIALES PARA HOMBRE.5

1.- Propósito)' racionalidad del Cuestionan·o y de la


Hoja de evaluación.

La reiación entre el Cuestionario de Factores So-


ciales y la Hoja de Calificación permite transfor-
mar a los datos respondidos verbalmente en la
observación, a una calificación numérica con-
fiable. Esto puede usarse en un cómputo_de me-
didas reb;cionadas a_factores de stress social.
La propuesta básica es facilitar que se derive
de una medida cognoscitiva de stress, a partir de
la exposición de preguntas que pueden revelar
discrepancias entre la percepción de las expecta-
tiv_as del rol ideal y la percepción del cumpli-
miento actual de las obligaciones del rol social.
La calificación resulta positiva cuando las res-
puestas indican una deficiencia en la relación de
los comportamientos o experiencias reportados,
cuando son comparados con el standar cognosci-
tivo del comportamiento ideal.
La Hoja de Calificación está diseñadas para
hacer la diferenciación del peso de los compo-
nentes de cada una de las respuestas. El peso está
basado en el conocimiento etnográfico que los
investigadores tienen sobre las comunidades
2SO
-
incluídas en el estudio. La calificación se da, por
lo tanto, en base a las instrucciones presentadas
en las siguientes secciones y_, en caso de ambi·-
güedad, con el recurso de la calificación racional
antes indicada.

II. Instrucciones Generales.

1. - Cada uno de los cuestionarios de Factores So-


ciales requiere el uso de una Hoja de Califica-
ción.
2. - Escriba su nombre, o el, número de código si lo
tiene, en el extremo superior derecho de la Hoja
de Calificación.
3. - Transcriba localidad, número, nombre, sexo y
edad de la persona que fue entrevistada.
4. - No escríba nada en el espacio provisto para el có-
digo l.D.
5. - Las preguntas y las secciones están numeradas
secuencialmente. Esto . se dá en todas las sec-
ciones excepto en la Sección A, donde cada pre-
gunta es calificada por la división entre. las medi-
das de patrones ideales (a) y las medidas de lo
observado materialmente (b ).&. Inmediatamente
después. cada número· de calificación, y de califi-
cación combinada, se encierra entre paréntesis.
La numeración. con numerales estilo Romano se
refieren a las secciones del Cuestionario. Los nú-
meros arábigos se refieren .a las preguntas de esas
secciones.en el Cuestionario. Unas_pocas pregun-
tas a evaluar se subdividen y en el cuestionario se
designan _con las letras a, b, e, etc. La Hoja de
Calificación para hombres será ev3:1uad~ con re-
ferencia a la sección 111 del Cuesuonano, Sola-
mente. para Seiior.es.,.
251
-
6. - El juicio para calificar a cada pregunta se hará
como se indicó arriba,_ en (.5 ).
7. - Las preguntas serán calificadas primeramente
con respecto a sus componentes, como se indica
en 111, Instrucciones,_ primero se califican los
componentes, la calificación se deriva de la eva-
luación de cada pregunta, en el espacio propor-
cionado para ello. Los componentes de la califi-
cación pueden ser_verificados (sí o no; siempre,
en ocasiones, nunca; etc.) o números (I, 2, 3,
etc.). Las calificaciones de las preguntas siempre
se dan en números; l, 2 ó. O. El Gran Total es la
suma de todas las_ calificaciones que están en las
Hojas de Calificación.
8. - Para aquellas preguntas sin responder, o cuya
respuesta no puede ser calificada con el presente
instrumento, no se califican. Escriba el número
de estas preguntas en la parte de Comentarios de
la primera página de las Hojas de Calificación.

111. - Instrucciones.

A . l . Parte (I.4): Si la_resp..uesta no es de un adulto, la


pregunta no_es calificada. Si la respuesta es de
un adulto; tiene esposo (a)?. Verifique Sí o No.
2. Parte (I.6. 7 .8.): Para Chinantecos, si el material
de la casa es adobe o "tabla", cheque Sí. Si el
material de la casa es "palito", cheque No.
Para Zapotecos (I.8), adecuado = sí, no ade-
cuado = no.
3. Parte (11.1): Algunas respuestas de esta sección
de_Cuestionario son afirmativas y. pueden ser ca-
lificadas como Si, con una marca de checado.
Unas negativ.a&, o no respondidas, en todos los
casos son calificados No.
2S2

B.l.a . Pane (111.1) (111.2): Verifique la propia respuesta.


b. Parte (IV .4): Si se indicó cualquiera de las dos,
caballo o burro, o ambos, verifique Sí para
Tiene Animales. Compruebe a otras preguntas
similares.

2.a. Parte (111.6) : Escriba la cantidad de maíz indica-


da en la respuesta . Indique claramente el tipo de
medida (kilo, tonelada, etc.).
b. Parte (IV .11 ): Escriba la cantidad de maíz indi-
cada en la respuesta, con número y medida, co-
mo en la anterior.

3.a. Parte (111 . 7): Compruebe Sí o No .


b. Parte (IV.3): Verifique Mucho, Poco o Nada.

4.a. Parte (111.8): Escriba el número de años indica-


do por la respuesta.
b. Parte (IV .2): Escriba en número de años.

C.1.a. Parte (111.3) : Escriba en número de años.


b. Parte (111.l 7_): Escriba el número de años de ser-
vicios suministrados a la comunidad.

2.a. Parte (111.3): Escriba en número de años.


b. Parte (111.15 .c.d.e., 111.18, 111 .19 y las indica-
ciones marginales de 111. 17, son sumados en es-
tas listas de servicios en 111. 11, dando un número
total de años dados_en servicio, tanto explícitos
como en el sistema informal): Si él responde in-
dicando que tiene varios años más que los se~al~-
dos en C. l. b., arriba, sume este tiempo al 1nd1-
cado previamente en C. 1. b .

3.a. Parte (111): Para Zapotecos. Indicar eloficio que


233
2Li4

mayormente ha desempeñado. E indicar el oficio


más desempeñado actualmente, si es posible.
b. Parte (111.18, 111.19).

D. l .a. Parte (111.4): Verifique Sí o No,,__según lo indica-


do en la respuesta.
b . Parte (IV.10): Compruebe .Sí o No, según lo in-
dicado en la respuesta. Indicando también el nú-
mero de personas consultadas·.

2.a. Parte (IV .8): Verifique el nivel al respecto, indi-


cado en la respuesta .
b. Parte (111.12 , 13): Cheque cada componente de
esta parte como sea ubicado en el Cuestionario
de preguntas, ~1ucho o Poco.

3.a . Parte (IV.9.a .b .c.d .): Indicar por los números de


cada subpregunta cuánto tiempo es verificado.
b . Parte (IV_, 7): \lerifique la sensibilización a las
murmuraciones ("chismes") . Sí o No. No respon-
der es indicativo de sensitividad en este contexto.
E. l.a. Parte (111.5): Compruebe lo indicado por la res-
puesta. Bueno = positivo; Regular. = neutral;
Triste = negativo.
b. Parte (IV.6): Verifique Sí o No, como indique la
respuesta.

2.a. Parte (1.2): Cheque sexo del entrevistado.


b. Parte (111.9): Verifique Hombre, Mujer o am-
bos, según se respondió.

3.a. Parte (1.3): Escriba la edad del entrevistado ..


b. Parte (111.10): Compruebe si es. antes o después
de 40, según indique el entrevistado. También
indique si respondió 40 años de edad.
234
4.a. Parte (IV .5 ): Si respondieron indicando propü1,_
(sic), cheque esposo. Si señora. cheque esposa. Si
es igual, cheque No Diferencia. ·
b. Parte (IV .1 ): Si el entrevistado indica prop1:a,
cheque esposo ..Si señora, cheque esposa. Si él in-
dicó otra, cheque . Alguna otra en la Hoja de Ca-
lificación.

5.a. Para Chinantecos, escriba O. Para Zapotecos


escriba 2.
b. Parte (111.20): Cheque Sí o No, como indique el
entrevistado. Sies afirmativo, verifique menor o ma-
yor de un año. Dar el número de años si se indica.

6.a. Tanto para Chinantecos como para Zapotecos,


indique Sí.
b . Parte (111. 1'6): Compruebe si se indica: Siempre,
En ocasiones, Nunca.

7.a . La deshonra es implicita para Chinantecos y Za-


potecos: califique Sí para esas comunidades.
b. Parte (IV.9.a.b.c.d): Verifique cada una _de las
deshonras indicadas por el entrevistado como :
Nunca, Una vez, o Dos veces o Más.

A. l. Si el entrevistado no es adulto, la calificación es


O. Si respondió un adulto y contestó que Sí, la ca -
lificación es O. Todos los nos comprobados son
calificados como:

2. Sí O; No 2.
3. Sí 2; No o.
B. l. Si es afirmativo para animales Y bu~yes, 0 am-
bos, en términos ideales Y reales, califiqueº·
255
Si es Sí para animales y bueyes, o ambos, en el
componente ideal; pero, no en componentes re-
ales para animales y bueyes, califique 2.

Si es Sí para animales y bueyes en el componente


ideal, y un Sí y un No en el componente real, ca-
lifique 1. Si es un Sí en uno de los ideales y No
para ambos reales, califique l. Si es un No en
ambos componentes ideales y No sobre la pareja
de componentes reales, califique 2.

Si es Sí y No en los componentes ideales,.__ y Sí y No


en la pareja de componentes reales, califique 1.

Las indicaciones para camión y/ o bicicleta po-


dráILser _reducidas de 2 a 1 y de 1 a O, según la
calificación anterior.

2. Si (a) excede a (b) por 1/3 o más califique 2.

Si (a) excede a (b) por menor de 1/3, tanto como


si (a) y (b) no son aproximadamente iguales,
marque l.

Si (a) y (h) son muy aproximadamente iguales, o


si (b) excede a (a), marque O.

(Nota: Una tonelada es aproximadamente igual


a 907 kilogramos).

3. Si es sí para (a) y Algo para (b), califique O.


Si sí para (a) y Poco para (b), marque 2.
Si no para (a) y Nada para (b), marque l.
Si no para (a) y Algo o Poco para (b), marque O.
236
4. Si (a) y (b) son aproximadamente iguales, mar-
que O.

Si (b) excede a (a), marque O.


Si (a) excede a (b) por un año, marque 1.
Si (a) excede a (b) por dos o más años, marque 2.

C.l. Si (a) y (b) son iguales, marque O.


Si (b) excede a (a), marque O.
Si (a) excede a (b) por un año, marque l .
Si (a) excede a (b) por dos años o más, 1:11ar·q ue 2.

2. y 3. - Use la escala propuesta por los investiga-


dores para Calificar las respuestas previas.

D.l. Si no para (a) y no para (b), marque O.


Si no para (a) y sí para (b), marque 2.
Si sí para {a) y sí para (b), marque 1.
Si no fue consultada más de una persona.
Si sí para (a) y sí para. (b), marque 2, si dos o más
personas fueron consultadas.
Si sí para (a) y sí para (b), marque O.
2. Si (a) es contestada como Mucho, y dos o tres res-
puestas dé' (b) con Poco, marque 2.
Si (a) con Mucho, y una respuesta en (b) con Po-
co, marque 1. _
Si (a) con Poco o No Importante, y (b) con
Mucho, marque O.
Si en (a) y (b) con Poco o No Importante, mar-
que O. .
3. Si tres o más para la _serie (3.a) se caractenza como
Serio, y Sí para la sensitividad (3.b), marqu~ ~-
. Si tres o más para Serio, y No para sensiuvo,
marque l.
2S7
Si uno o dos para Seria, y Sí para sensitivo, mar-
que l.
Si no para Serio, y No para sensitivo, marque O.

E . l. Si ( a) es positivo o neutral, y (b) es sí, marque l.


Si (a) es negativo y (b) es sí, marque 2.
Si (a) es engativo y (b) es no, marque O.
Si (a) es sí y (b) es sí, marque l.
Si_(a) es sí y (b) es_no, marque O.
(Si es igual a positivo o neutral).
2 . (Cuando (a) es mas,culino): si (b) es Hombres,
marque 2; si (b) es Igual, marque l; si (b) es Mu-
jeres, marque O.
3. Si (a) y (b) son iguales, marque 2.
Si (a) y (b) son distintos, marque O.
Si (a) es 40 y (b) es Después de 40, marque 1.
4. Si (a) concuerda con el Eposo_o No Diferente, y
(b) concuerda con el Esposo, califique O.
Si (a) concuerda con el Esposo y (b) indica &po-
sa o Alguna Otra, marque 2.
Si (a) concuerda con la Esposa~ y (b) concuerda
con la_Esposa o Alguna Otra, califique l.
Si (a) concordó con No Diferente, y (b) con Al-
guna Otra, marque O.
5 . (Para Chinantecos): si (b) es sí y más de un año,
califique 1.
Si (b) es sí y menor de un año, califique O.
Si (b) es no, califique O.
(Para Zapotecos): sí (b) es sí y más de un año, ca-
lifique O.
S~ (b) es sí y menor de un año, califique l.
S1 (b) es no, califique 2.
6. S~ (a) es Sí y (b) es Siempre, marque O.
S~ (a) es Sí y (b) En ocasiones, marque l.
S1 (a) es Sí y (b) es Nunca, marque 2 .
238
Si (a) es No y (b) es Siempre, marque o ..
Si (a) es No y (b) es En ocasiones o Nunca mar-
que 1.
7. Deshonras dos o más ocasiones, marque 2.
U na deshoura, marque 1 .
Nunca, marque O.

Por favor , califi.que todas las respuestas . El gran total


constituye ·1a calificación de los Factores Sociales para el
individuo . Coloque la suma de las calificaciones en el es-
pacio propuesto para el Gran Total.

INSTRUCCIONES DE CALIFICACIÓN PARA EL CUESTIONA-


RIO DE FACTORES SOCIALES PARA MUJERES

I. - Propósitos y racionalidad,_ es igual a lo descrito


en la sección I del Instructivo de Calificación
para Hombres .

II. - Instrucciones Generales.


Son las mismas que las proporcionadas en la Sec-
ción 11 del Instructivo para hombres.

111. - Instruccz·o nes.

A.l. Parte (1.4): si la entrevistada no es un adulto


(menor de 18), estas respuestas no son califica-
das. Si la entrevistada es adulto, tiene esposo?
Verifique Sí o No.
2. Parte (1.6. 7 .8): Para Chinantecos, si el .tipo _de
casa es de adobe o "tabla", marque Sí. Si el tipo
de casa es.."palito", marque No. Para Zapotecos
(1.8), adecuado = Sí; no adecuado = No.
3. Alguna respuesta positiva_ en esta sección_ del

2S9
-
Cuestionario puede ser calificada como SL Una
respuesta negativa, o no contestar, se califica co-
mo No .
B. l.a . Parte (1.4}: Si la mujer tiene esposo, marque en
el espacio conveniente. (1.3): indique la edad de
la entrevistada.
b . Parte (1.5 .6) : Recuerde desde la información pa-
ra estas respuestas, indique el número total de
h ijos que la mujer tuvo.

2 . Parte (III.17): Escriba el número de niños muer-


tos en el parto . (III.19): escriba el número de hi-
jos que murieron antes de los tres años de edad.

3. a . Para Chinantecos y Zapotecos, marque Sí.


h . Pa rte (III.18) : la entrevistada atendió a todos sus
niños. Indique Sí o No.

4 . Parte (III.12): indique el número total de labo-
res reportadas.

5.a . Parte (111.13): escriba en especial la labor que


dijo la entrevistada que la enorgullecía.
b . Parte (111.14): indique el nivel de competencia.

6 .a . Parte (IV. 12): podría el esposo informar sobre.la


cantidad de maíz que cosecha su esposa. Verifi-
que Sí o No.
b . Parte (111.4): compruebe, Sf o No, si ella tiene
conocimient.o de la cantidad que cosecha de
,
ma1z.

7 .a. Para Chinantecos y Zapotecos, indique Sí para


responsabilidad. _
b. Parte (IV.. 9.a.b.c.d): escriba después de Ja res-
240
puesta afirmativa, el número de veces que f
deshonrada. Si ella reportó que nunca, verifiq::
No.

8. Parte (111.20): verifique Difícil, Moderado Fá-


cil; según se respondió. '
9. Parte (111.15): compruebe Sí o No, según se res-
pondió.

C. l .a. Parte (111.4): Escriba la cantidad calculada de


maís cosechado, indicando la medida utilizada •
por ejemplo, kilos, etc. '
b. Parte (IV .11 ): escriba la cantidad reportada uti-
lizando la medida con que se respondió.

2.a. Parte (111.3): verifique Si o No.


b. Parte (IV .3): cheque Mucho, Poco o Nada .

3.a. Parte (111.5): escriba el número de años indic a-


dos por la entreyistada.
b. Parte (IV .2): escriba el número de años.

D.l.a. Parte (111.1): verifique Sí o No, según se respon-


dió.
b. Parte (IV .10): verifique Sí o No, y si es afirmati-
va, cuánto?

2.a. Parte (IV .8): cheque el nivel indicado.


b. Parte (111.8..9.10): indique Mucho o Poco res-
pecto a las categorías de la persona•

3.a. Parte (IV .9): verifique el nivel de sensibilidad.


h. Parte (IV. 7): compruebe Sí o No.
Positivo,
E. l .a. Parte (111.2): indique la respueSt ª en
241
-
Neutral o Negativo .
b. Parte (IV.6): verifique Sí o No.

2.a . Parte (1.2): verifique Mujer.


b . Parte (111.6): cheque Hombre, Mujer o Igual.

3.a. Parte (I.3): indique la edad del entrevistado.


b . Parte (III. 7): indique antes de 40, después de 40,
o 40 años de edad.

4 .a . Parte (IV .5): compruebe Esposo, Esposa o No


Diferente.
b . Parte (IV . l) : igual que la anterior.

5 . Parte (111.21): verifique Sí o No, en caso afirma-


t ivo compruebe si mayor o menor de un año. Si
e l entrevistado indicó tiempo ( en número de
a ños) indíquelo.

6. b . Par te (111.16) : indique Siempre, En ocasiones o


Nunca.

a . l. Si la entrevistada nu es_adulta, marque O. Si es


adulto cheque Sí,._ y califique O.
Todos los no checados califican 2.

2 . Sí O; No 2.
3 . Sí 2 ; No O.

B . l. Si la mujer tiene entre tres y ocho hijos~ y entre


los 20 y 40 años, y si tiene esposo, califica O~ Si
tiene_menos de tres hijos, califica 1; más de ocho
califica 2..
Si tiene_ocho o más hijos pero no esposo, califica 2.
242
Si la mujer tiene más .de 25 años y no tiene ni es-
poso ni hijos, califica 1 .
2. Si Nunca en ambas categorías, califique o.
Si una en alguna de las categorías, califique 1.
Si dos o más en una o ambas categorías, califique
2.
3. Para Chinantecos y_ Zapotecos. Califique Osi (b)
es Sí. Califique 2 si (b) es No.
4. Si la respuesta es 5 o 6 labores, califique O.
Si 3 o 4 labores, califique 1.
Si 2, califique 2.
5. Si (b) es contestado como Mayor o Igual, califi-
que O.
Si (b) es Menor, califica 2.
6. Si (a) es sí y (b) es sí, marque O.
Si (a) es no y (b) es no, marque O.
Si (a) es sí y (b) es no, marque 2
Si (a) es no y (b) es sí, marque O.
7. (Para Chinantecos y Zapotecos):
Si una deshonra, marca 1.
Si más de una, marca 2.
Si no tuvo, marca O.
8. Si difícil, califique 2.
Si Moderado, califique l.
Si Fácil, califique O.
9. Sí = O.
No= 2.
No sabe = l .

C.l. Si {a) excede a (b) por 1/3 o más, ~arque 2. Si (a)


excede a (b) por menos de un terc1~, marque_ l.
Si {a) y (b) son aproximadamente iguales o s1 (b)
excede a (a), califica O. .
(Nota: Una tonelada es aproximadamente igual
a 907 kilogramos).
245
2. Si Sí para (a) y Mucho para (b), marque O.
Si Sí para (a) y Poco para (b), marque l.
Si Sí para (a) y Nada para (b), marque 2.
Si No para (a) y Nada para (b), marca l.
Si No para (a) y Mucho o Poco para (b), marca O.
3. Si (a) y (h) son aproximadamente iguales, marca O.
Si (b) excede a (a), marca O.
Si (a) excede a (b) por un año, marca 1.
Si (a) excede a (b) por dos o más años, marca 2.

D.l. Si No para (a) y No para (b), O.


Si no para (a) y Sí para (b ), 2.
Si sí para (a) y Sí para (b), califica 1 si no fue
entrevistado más de uno.
Si Sí para (a) y Sí para (b), califica 2 si dos o más
personas fueron entrevistadas .
2. Si (a) es Mucho y dos o tres respuestas en (b) son
Poco, marque 2.
Si (a) es Mucho y una respuesta en (b) es Poco,
marque l .
Si (a) es Mucho y las tres respuestas en (b) son
Mucho, marque O.
Si (a) y (b) son Poco o No Importante, marque O.
3. Si tres o más respuestas de Seria en (a) y Sí para
sensibilidad, marque 2.
Si tres o más para Seria, y No para sensibilidad,
marque l .
Si uno o dos para Seria y Sí para sensibilidad,
marca l.
Si no para Seria y sí sensibilidad, O.
Si no para Seria y no sensibilidad, O.

E. l. Si ( a) es Positivo o Neutral, y (b) es Sí, califica l.


Si (a) es negativo y (b) es Sí, 2.
Si (a) es Negativo y (b) es No, O.
244
Si (a) es Sí y (b) es Sí, l.
Si (a) es Sí y (b) es No, O.
2. Si (b) es Mujer, marque 2.
Si (b) es Igual, marque 1.
Si (b) es Hombre, marque O.
3. Si (a) es menor de 40 años y (b) es mayor, mar-
que 2.
Si (a) es.de 40 o más años y (b) es mayor, marque 2.
Si son iguales, marque l.
Si (a) es menor de 40 y (b) es mayor, marque O.
Si (a) es de 40 o más y (b) es r,nenor, marque O.
4. Si (a) es F.sposo y (b) es E.5posa u Otra, califique 2.
Si (a) es &posa y (b) es &poso o &posa, califique l.
Si no hay diferencia, califique O..
Si (a) es Esposo y (b) es Esposo, califique O.
5. (Para Chinantecos): Si No, marque O.
Si Sí, y menor de un año, marque O.
Si Sí, y más de un año, marque 1.
(Para Zapotecos): Si No, marque 2.
Si Sí y menos de un año, marque l.
Si sí y más de un año, marque O.
6. (Para Chinantecos y Zapotec?s);
Siempre_ = O.
En ocasiones - 1.
Nunca = 2.

,. 245
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257
ÍNDICE

Prólogo ... • . • • • • • • • • • • • . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

I. Introducción al susto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

I I. Las muestras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86

111. Descripción de susto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58

IV. Muestreo de grupo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85

Métodos de probar las hipótesis, 90; Niveles del estrés


social, 94; Niveles de daño psiquiátrico, 101; Niveles
de la enfermedad orgánica, l 06.

V. Los resultados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116

Indicadores de estrés social, 116; Indicadores de daño


psiquiátrico, 119; Indicaciones de enfermedad, 129;
Tipos de enfermedades, 136; Resultados de las pruebas
de laboratorio, 160; Gravedad y severidad, 163; Letali-
dad, 172.

VI. Interrelaciones entre los resultados . . . . . . . . . . . . 179

Implicaciones de este estudio, 191.

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