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O'Nell
y Rolando Collado Ardón flJ
SUSTO
Una enfer~ edad popular
' - .,
COLECCIÓN POPULAR
- 405
SUSTO
Traducción de
JUAN JOSÉ UTRILLA
ARTHURJ. RUBEL, C'.ARL W. O'NELL
Y ROLANDO COLLADO-ARDÓN
Con la colaboración de john Krejci yjean Krejci
SUSTO
Una enfermedad popular
oou;caóN
[fJ
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
M. .
Primera edición en inglés, 1984
Primera edición en español, 1989
Primera reimpresión, 1995
Título original:
Susto. A Fo/,k Iüness
© 1984, University of California Press, Berkeley
ISBN 0-520-05196-3
ISBN 968-16-2995-7
Impreso en México
PRÓLOGO
13
I. INTRODUCCIÓN AL SUSTO
15
1
., 1 0{320
-
la energía de los seres humanos. Nos _roba nuestra
fuerza y nos debilita. Para que esto no ocurra hay que
hablar a la tierra [o al agua], hay que emprender esta
acción .. . para que nuestro espíritu no se quede allí.
2
,. Para excelentes críticas de la investigación del estres social,
vease Dehrenwend y Dohrenwend, 1974: Levine y Scoth, 1970;
Levi.
30
pa social de aquella en que la persona se ha so-
cializado) serán simbolizados por problemas di-
fe rentes del susto.
3. El s~sto aparecerá como consecuencia de un epi-
sodio en que un~ persona es incapaz de cumplir
con las exp:ctattvas de su propia sociedad para
el papel social en que se ha socializado.
31
Corolario B: Como estas tres sociedades atribu-
yen mayor importancia a la satisfactoria realiza-
ción de algunas tareas que a la de otras, cuanto
más importancia atribuyen los socializadores a
una tarea particular, mayor será la probabilidad
de que ocurra el susto, en relación con no de-
sempeñarla satisfactoriamente. De allí se sigue
que, aunque mujeres y hombres se arriesgan a la
enfermedad a consecuencia_de no cumplir ade-
cuadamente tareas específicas de su sexo y su
edad, no todas esas tareas son igualmente pe-
ligrosas.
32
Uzzell (1974) examinó_ minuciosamente algunas
de las primeras obras sobre el susto y llegó a una
explicación distinta de ésta. Sugiere que la víctima
de susto adopta un papel de "enferma" básicamente
para imponer su propia definición a las situaciones,
controlando así las interacciones. "Esto implica una
insatisfacción con las definiciones existentes pero no
necesariamente implica un 'estrés de rol' o inade-
cuación percibida para satisfacer las demandas de
un rol" (p . 374). En cambio, concluye Uzzell, "los
asustados 'piden tiempo' , y durante un tiempo se li-
beran de algunas de las tareas más onerosas que se
ven obligados a desempeñar" . Después de presentar
los descubrimientos de este estudio, volveremos al
persuasivo argumento de Uzzell .
Puesto que no quisimos hacer juicios a priori
sobre la naturaleza del susto ( aunque inicialmente
no esperábamos que estuviese asociado a dificulta-
des orgánicas o psiquiátricas), tuvimos que inventar
modos de medir las dimensiones del rol social, la en -
fermedad orgánica y deterioro psiquiátrico, cada
uno independientemente de los demás (ej. Mason,
1975:24). Para hacerlo, creamos tres medidas origi-
nales, una de ellas para evaluar el nivel del estres del
rol social, y las otras para medir la severidad y la
gravedad del mal. Además, adaptamos a nuestras
necesidades la ya estandarizada. Prueba de 22 pun-
tos para Daño Psiquiátrico. ("22 Item Screesin~
Score for Psychiatric Impairment"}. Los procedi-
mientos para el desarrollo de cada uno de estos tests
Ysu evaluación, antes de adaptarlos, se analizan ex-
tensamente en capítulos posteriores.
33
Aunque las víctimas del susto se remiten, en el
tiempo, a uno o varios acont~cimientos traumáticos
para explicar su estado, cons1dera~os probable que
el susto refleja los efectos acumulativos de un debili-
tamiento a plazo b astante largo, resultante de
problemas sociales que las víctimas no habían logra-
do resolver (por ejemplo, problemas en sus rela-
ciones con su cónyuge o con provisiones para la fa -
milia), que también exigían energía de la dimensión
emocional y la biológica. La suposición que se deri-
va del sistema de modelo abierto es que una res-
puesta requerida por una .de tales dimensiones
puede poner a prueba los recursos de una de las
otras (Cassel et al. , 1960; Howard y Scott, 1965;
Mechanic, 1962:4 -5; Selye, 1975: 39,41).
Aunq ue habríamos podido llevar adelante esta in-
vestigación en una sola comunidad, las conclusiones
se habrían limitado a ese único medio cultural, re-
quiriendo su repetición en otros grupos. Las
etnografías que hemos citado demuestran la presen-
l
1
cia del susto en diferentes marcos culturales latinos,
ofreciendo la oportunidad de edificar sobre estudios
anteriores y de determinar si los_atributos sociales de
una persona covarían con su susceptibilidad al susto,
sea cual fuere su marco cultural. ¿Hasta qué punto
las circunstancias que conducen a quedar asustados r:1:,
se sobreponen a las d iferencias culturales? Esta pre- f1
gunta guió nuestra investigación. Los esfuerzos por
encontrarle respuesta han sido relativamente insóli-
tos en antropología, en gr an medida por la tradición
de que los antropólogos trabajaban en una sola co-
munidad, en lugar de comparar varias. Si, en reali-
34
dad, el padecer susto covaria regularmente con las
cracterísticas de las víctimas en diferentes marcos
culturales y sociales, parecería ser una respuesta
compartida a similares estresantes sociales dentro de
una gama particular de marcos socioculturales.
En suma , este es un esfuerzo por descubrir el sig-
nificado de un padecimiento "exótico" mostrando
cómo quienes se quejan de susto difieren de quienes
no se quejan. En los capitulas siguientes especifica -
mos los procedimie ntos que empleamos y sus resu lta •
dos.
11. LAS MUESTRAS
~
N) \ Localización de las tres comunidades
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Estados Unidos
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58
111 . DESCRIPCIÓN DE SUSTO
1 b .4
z es una adaptación fonética de la palabra utilizada en
chinanteco.
74
localidad mantienen cautiva donde ha ocurrido
4
hecho at~rrador. Al bi se le llama en español m:~
diante diversas glosas: fuerza, voz, respiración. A '\
menudo se le describe .como algo que rezuma O que \
se desliza de 1as extremidades 4e la víctima, como los
dedos de las manos o de los pies. El bi4 es distinto de
la otra sustancia vital, que se desprende del cuerpo
en el momento de la muerte física . Esta última es co-
nocida como el mmz<¿_ gz<¿_ . En esta diferenciación
entre las dos sustancias vitales, el bi4 de estos chinan- 1
tecas dzah-hmi es muy similar a las conceptualiza- \
ciones de otros grupos indígenas mexicanos, el zaki \ 7 ~
de los otomíes (Dow, 1975), y el iwigara, derivado de /
"iwi, la palabra para respirar" entre los indios ta-
rahumaras (Kennedy, 1978:129).
Los zapotecas con quienes estábamos trabajando
no parecían saber con gran precisión lo que se pier-
de cuando una persona sufre de susto, ni se mostra -
ron particularmente preocupados por su identifica-
ción. Como en los otros dos grupos, un diagnóstico
de susto se deriva de una discusión de los síntomas y
de si el paciente, o miembros de su familia directa,
pueden recordar de algún momento pasado, alguna
ocurrencia o circunstancia que pudiese llamarse sus-
to. La duración del tiempo transcurrido entre el su-
puesto hecho aterrador y el comienzo de los síntomas
no importa; lo que se necesita es algún hecho pas~do 1(
~Q~~~i!~~~~~~~~dia~óstic~_de susto ..Una
vez hecho ese diagnóstico a sausfacc1on de todos, se
supone que una sustancia vital ha abandonado el!
cuerpo, y que la paciencia será recompensad~ c~an·
· · ' su perdida ·
do se identifique el hecho que prec1p1to
75
No es coincidencia que en las tres comunidades, una
parte crítica de la cura consiste en pronunciar el
nombre del paciente, seguido a veces por la orden:
"Regresa, regresa". Así, "Juliana, Juliana, regresa,
regresa! ¡Regresa Juliana!". En el lenguaje de los za-
potecas del Valle, una persona asustada es descri-
ta como espíritgon sá we 't (''el espíritu merodea
afuera"). Por muy cercanas que parezcan, la pa-
labra zapoteca / es pír it / y la española /espíritu/no
comparten un significado cognoscitivo. La palabra
/ espirül también tiene una diferente forma de refe-
rencia, le yai ni/, que trae a la memoria otra sus-
tancia vital sin la que no puede vivir ~na persona y
que, en realidad, abandona el cuerpo cuando la
persona muere. Esta última, / e yai ni/, parece más
afín al concepto cristiano del alma que a lo que
abandona el cuerpo después de un episodio de susto.
En vista de estas evidentes diferencias entre las refe-
rentes a las que se aplican el zapoteca les pír it/ y el
chinanteca / bi4 / , y el concepto del alma, que la pa-
labra española evoca, en adelante nos valdremos de
los términos indígenas al analizar el estado de susto
en esos grupos. Marcus y Flannery nos ofrecen cierta
profundidad histórica al respecto:
85
IV. MUESTREO DE GRUPOS
89
Mientras que en el pasado el susto era forma aceptada
de conducta para cualquier lugareño, en 1972 ya lo
era menos, particularmente entre los más ricos. Aun-
que aún era experimentado entre los pobres, ya
tendían a guardarlo en privado y/o en secreto.
Quienes experimentaban el susto lo sufrían de dos ma-
neras, primero en los efectos debilitadores de la enfer-
medad y, segundo, en la negativa de la sociedad cam-
biante a mostrar apoyo, simpatía y medios adecuados
de cura [Krejci y Krejci, 1981] .
L_
competencia deseada en el uso de los instrumentos.
La fidelidad intercodificadores entre dos personas
que trabajaban en los mismos expedientes alcanzó
de 80 a 100% de acuerdo cuando se compararon las
calificaciones acumulativas de estrés social. Los co-
dificadores trabajaron independientemente unos de
otros todo el tiempo . Cada expediente fue calificado
por lo menos por dos calificadores.
En general, el estrés social para cualquier grupo
de puntos en el instrumento de campo fue medido
por disparidades en las respuestas indicadas de re-
querimientos del papel percibido, y niveles percibidos
de tal desempeño. La falta de discrepancia recibió la cali-
ficación O. Las discrepancias moderadas recibieron por
calificación 1, y las discrepancias máximas recibieron
una calificación de 2.
La calificación total de estres social quedó deter-
minada para cada interrogado, añadiendo las califi-
caciones para los conjuntos de entradas. Las califi-
caciones acumulativas más altas de estrés social de-
notan niveles superiores de estrés social experimen-
tado; las calificaciones acumulativas inferiores de-
notan niveles inferiores de estrés social experimenta-
do. No se hizo ningún esfuerzo por indicar un nivel
crítico de estrés social ya que las calificaciones sobre
la muestra en general sólo representaban medidas
ordinales. Como el Cuestionario de Factores Sociales
no cubrió el mismo número de puntos para hombres
Y para mujeres, se computaron unas calificaciones
proporcionales para los totales acumulativos, con
objeto de hacerlos comparables entre mujeres Y
hombres.
102
'--------N !VELES DE DAÑO PSIQUIÁTRIC6 )
-- --- --
-- ---
-
Dado que anteriores áütores habían sugerido que el
quejarse de susto equivalía a la queja de dificultades
psiquiátricas entre personas de clase media (Billig et
al., 1948; Gillin, 1945; León, 1963; Pages Larraya,
1967), quisimos descubrir si nuestras muestras de
susto se caracterizaban por más dificultades emo-
cionales que las de quienes no padecían susto.
Dispusimos de varias pruebas breves, para buscar
síntomas psiquiátricos dentro de una población. Es-
tos recursos habían sido creados para utilizarlos en
los Estados Unidos, aunque algunos también fueron
preparados pensando en pruebas interculturales.
Consideramos tres instrumentos de esta clase: el
Health Opinion Survey (Ivlacmillan, 1957), el Comell
Medica! Index (Brodman et al., 1956) y la Califica-
ción de 22 puntos para Daño Psiquiátrico (Langner,
1962). La Calificación de 22 puntos para Daño Psi-
quiátrico fue adoptada porque ya se había traduci-
do al español y aplicado, satisfactoriamente, entre
mujeres del medio rural de Oaxaca y de la ciudad de
México (Langner, 1965). Cuando adoptamos este
instrumento, las preguntas parecían prestarse a mo-
dificaciones sin cambiar su agudeza original, pero
en su adaptación cognoscitiva y lingüística encontra-
mos más dificultades de las que habíamos previsto.
El instrumento estaba orientado a unos objetivos si-
milares a los nuestros: "dar una indicación aproxi-
mada de donde las gentes se encuentran en un conti-
nuo de daños en el funcionamiento de su vida, debi-
do a tipos muy comunes de síntomas psiquiátricos"
108
(Langner, 1962:269). Mientras estábam~s adaptán-
dolo en el campo, otros investigadores informaron
que era una prueba ~ás_adecuada para problemas
de neurosis que de psicosis (Crandell y Dohrenwend,
1967 :1528; Fábrega y McBee, 1970:669-673; Manis
et al . , 1963:108-116; Muller, 1972 :601; Schader et
al. , 1971 :599).
Otra crítica que se hizo contra esta calificación
fue que no se limitaba a problemas de naturaleza
estrictamente emocional . En esta crítica, Crandell y
Dohrenwend (ibid .) dividieron las investigaciones
del instrumento original en cuatro subgrupos, de los
cuales consideraron que sólo uno enfocaba la salud
psicológica del interrogado, que otro reflejaba las
dimensiones fisiológicas, y un tercero, los síntomas
psicofisiológicos ; un subconjunto residual fue consi-
der a do "ambiguo" . Trabajando en los Estados Uni-
dos se descubrió que las calificaciones puestas a sus
respectivos subjuegos variaban independientemente
unas de otras según las características de la clase so-
cial de los interrogados :._.h_q_~~~Í~!~ - de ~ ~ ~~.!
solían tener calificaciones más altas en malestar fi-
--
. - • --- ._ . •. " -,.. . ,,. . . -.. ,.. _. _ _.... ,->~~,...:u~ ~~ ~ , .,.. ".._
•
s1ológ1co, y calificaciones más bajas en cuestiones de
--·- ~ - .. • - • - - ,ro,,;-~ .~~ ~- ~ ~-~~~""t!!-o--
..,,¡.~ ~ ~~;;,.-
1
Pueden obtenerse copias de estas grabaciones, a un costo,
escribiendo a Arthur J. Rubel.
106
rizada a los interrogados en sus propias casas. A ca-
da quien le di)i~os que nos gustaría hacerle algunas
preguntas, uubzando la grabadora portátil, que fue
colocada marcadamente en el suelo, en una pe-
queña banca de la casa o sobre las piernas del inves-
tigador. Se mostró al interrogado cómo funcionaba
el aparato, la manera de encenderlo y apagarlo, el
control de volumen, etc. También se indicó a los in-
dividuos que sus contestaciones serían anotadas, en
un formulario de respuestas, por el antropólogo o el
intérprete . Tras una minuciosa explicación de los
procedimientos, se preguntó a un interrogado si
tenía alguna pregunta que hacer. Si no había pre-
guntas, se encendía el aparato .
Durante las primeras entrevistas entre los chinan-
tecas, se observó que una pregunta era contestada
con notable incertidumbre, habitualmente seguida
por un "sí" poco convincente . Esto se volvió tan co-
mún que preguntamos al intérprete si los interroga-
dos estaban encontrando problema para compren-
der lo que se preguntaba: Sorprendentemente, el in-
térprete respondió que las personas estaban tenien-
do dificultades para recordar experiencias pasadas.
La pregunta problemática era: "¿Se siente usted tan
inquieto que no puede quedarse largo tiempo en un
lugar?" Ésta era una modificación de una de las 22
originales: "¿Se siente usted a veces tan inquieto
que no puede permanecer largo tiempo sentado
en una silla ( no puede permanecer sentado largo
tiempo)?" El cambio se había hecho tomando en
cuenta dos consideraciones importantes: 1) ~o e_s fre-
cuente encontrar una silla en casa de estos indios, Y
107
2) los interrogados durante la fase piloto habían te-
nido dificultades para recordar cuando estaban "simple-
mente sentados", sin comer, sin dedicarse a un trabajo
productivo de alguna índole, o sin hablar con otros.
Muchos de los chinan tecas residen en diferentes
zonas ecológicas durante las diferentes estaciones del
año . En los ranchos de las tierras bajas tropicales,
familias individuales viven en -moradas dispersas, o
en pueblos que contienen varias casas. Cuando lle-
gan a vivir a la "cabecera" , en sus vidas hay mucho
más trato con los vecinos y "alegría" . Entonces,
pensaron que nuestra pregunta significaba: "¿Se
siente usted a veces tan inquieto y deseoso de com-
pañía en los p ueblos de las tierras bajas - después
de tres o cuatro meses- que desea regresar a la
cabecera, donde hay mayor vida social?'' Pese a
los esfuerzos por modificar esta pregunta, no se.
pudo aplicar entre los chinantecas. Como los resi-
dentes en los pueblos zapoteca y mestizo siempre vi-
ven en agrupamientos concentrados, no tuvieron di-
ficultad con esta pregunta. Sin embargo, para mante-
ner la uniformidad entre los grupos, la descanamos.
2
&tamos agradecidos al psicólogo Francisco Franco Ibarra
por su ayuda en esta tarea.
116
cuales verificar si, en realidad, un paciente con alto
nivel de gravedad estaba cerca de la muerte; no
obstante, los resultados ulteriores y especialmente
el análisis de las defunciones nos hace pensar que el
instrumento sí midió la gravedad del estado de los
pacientes. No podemos decir lo mismo con respec-
to a la severidad ya que no hubo mecanismo para
verificar si los pacientes que tuvieron mayor califi-
cación en severidad, habían reducido propor-
cionalmente sus actividades habituales. En suma,
podemos afirmar que nuestro instrumento mostró
su máxima validez en las pruebas de laboratorio ;
después, en el examen clínico -para evaluar cuan-
titativa y cualitativamente la morbilidad; fue satis-
factoriamente vá lido al medir los niveles de
gravedad-, y verosímilmente válido en la medi-
ción de severidad.
Estamos seguros de que los procedimientos se
efectuaron como lo habíamos planeado. El estu-
diante de medicina trabajó bajo supervisión local de
los antropólogos, y con guía técnica del médico del
proyecto. Las pruebas de laboratorio fueron efec-
tuadas por especialistas competentes. Los médi-
cos que analizaron los datos de los expedientes hi-
cieron sus diagnósticos y calificaron los resultados si-
guiendo los lineamientos que se habían preparado
mucho antes de disponer de los datos clínicos. Por
último, los cálculos y análisis estadísticos fueron efectua-
dos por personal competente, y el análisis de los resul-
tados, completado por el médico del proyecto, fue
extensamente discutido con los antropólogos y presenta-
do a varios médicos expertos, obteniendo sus criticas.
117
V. LOS RESULTADOS
m
~
áS altas de estrés social que las
...-.,¡;,-,..- --· • •
personas análogas
.
-~ 1
• - \
~ -aunqu_e enfermas, no atnbuían sus pi:9?lem_as ___ ~_., '
_al susto. Establecimos como aceptable un nivel de
•
error de cinco por ciento.
Resultó una asociación positiva ·entre las altas ca-
lificaciones para el estrés y las quejas de susto en to-
das las comunidades. La asociación resultó
estadísticamente significativa para los grupos zapo-
119
CUADRO 1. Calificaci·ones de•Estrés Social:
Asustados y Controles
Nivel de
Cultura u z probabilidad
Sexo u z Nivel de
probabilidad
Cu ltura T Nivel de
Probabilidad
Ni·vel de
Sexo U z probabiüdad
Todos hombres 63.5 -1.58 > 0.06 +
Todas mujeres 658.00 -0.48 > 0.32 +
Mann-Whitney U Test
+ No significativo.
122
El susto no est~asoc~.Q al .flcrtiQJ>~rico, como_
7 ue medido en 1~J>L~~!~~~-.?.~.-~lJ.ntnS...-:=---
----¿Son veraaaeramente estos resultados " ... una in-
dicación aproximada de doñde se encuentra la gente
en un continuum de menoscabo del funcionamiento,
de la vida, debido a tipos muy comunes de síntomas
psiquiátricos" (Langner, 1962:269), con cuyo pro-
pósito se adaptó el índice? ¿O fueron simplemente
resultados ~asuales obtenidos por un instrumento
que acaso habría sido inadecuado para revelar el
mundo cognoscitivo de estos campesinos mexicanos?
Lo siguiente debe responder: Aunque las califica-
ciones de los individuos no se separaron mucho, ha-
cia abajo y arriba de la escala, su distribución no di-
ferenció quiénes padecían susto y quiénes no lo
padecían. Este descubrimiento se refiere a todas y
cada una de las localidades (cuadro 5).
Además, el no encontrar una asociación
Mann-Whitney U Test
+ No significativo
12S
estadística entre tener susto y una alta calificación
en la prueba de daño psiquiátrico fue característico
tanto de hombres como de mujeres ( cuadro 4) .
Hubo una constante interesante en que, cuando
se estableció un punto de rompimiento al nivel 11.5,
las mujeres , de cualquier cultura, tuvieron predomi-
nantemente calificaciones por encima de tal nivel.
Por contraste, los hombres tuvieron calificaciones
altas y bajas con igual frecuencia en los grupos zapo-
teca y mestizo , mientras que los varones chinantecas
tuvieron una calificación inferior a este punto de
rompimiento, con triple frecuencia que por encima
de él (cuadro 6) . Esta pauta adquiere mayor signifi-
cación si se le compara con resultados de otros gru-
pos culturales. Roberts et al. (1973: 19) resumieron
su estudio de negros norteamericanos, cerno sigue:
Alto Bajo
Sexo (más de 11 .5) (menos de 11.5)
Todos
hombres 12 (43%) 16 (57%)
Controles Asustados
Nivel de Nivel de
proba- probabi-
Cultura t df lidad rs t df lidad
Chinanteca 0.26 1.11 .17 > 0.20 + 0.3 1.31 17 > 0.20 +
1
sociedades oaxaqueñas, así como en grupos sociales
/ ( de los Esta~os Unidós, las mujeres sufren un ~
~ emocional mucho mayor que el de sus parejas
virones (O'Nell y Selby).
Seiler (1973:259) criticó, -sin embargo, tal des-
cubrimiento, porque:
126
CUADRO 8. Correlaci·ón entre puntos Ji.siológz'coslpro-
medz'os de gravedad
Asustados y Controles
Controles Asustados
Nivel de Nivel de
probabi- probabi-
Cultura t df lidad rs t df lidad
Controles Asustados
Nivel de Nivel de
probabi- probabi-
Cultura t df lz'dad rs t df lidad
1S4
Esta diferencia se vuelve más notable si considera-
mos los diagnósticos que cada médico hizo de los
mismos pacientes. De los 11 casos en que ambos en-
contraron patología, sólo coincidieron una vez en la
naturaleza del mal: depresión nerviosa. En las diez
eval~aci~~e~. res_t~nte~, un médico se inclinó a diag-
nosticar ps1cos1s mientras el otro optó por "reac-
ción psicofisiológica del sistema nervioso central".
Estas grandes discrepancias pueden explicarse por
varios factores, uno de los cuales es la preparación
de los médicos. Dado el hincapié biológico de la
educación médica contemporáne_a, no es de sorpren-
der que estos dos médicos generales mostrasen consi-
derable desacuerdo. ~~s .iiQ~ul!~~es del diagnóstico _
------~
l
aumentan cuang_Q~j l_pacient'e- es de \1na ccultura o
. ~ .
jf··
''\
clase social y el médico de otro, pero son mucho más
prODleíñaiféacuañoóla .dificultad se basa en las
emociones (véase Waxler, 1974). Por ejemplo, un
calificador dijo que no había encontrado una sola
ptología _emocional entre los 28 mestizos, aunque sí
descubrió patología entre 15 % de los zapotecas y
37% de los chinantecas. El otro descubrió que 25%
de los mestizos mostraban patología, así como 15%
de los zapotecas y 61 % de los chinantecas. Parece
que cuando mayor es la brecha cultural entre médi-
co y paciente, más son los problemas de salud men-
tal que el primero diagnostica en el segundo, sin que
eso signifique necesariamente que dicha patología
realmente exista.
Los diagnósticos a los que se llegó orgánicos y psi-
coemocionales nos ofrecieron - en teoría - un
retrato de la salud del paciente. &te retrato
135
comprendió diagnósticos y sfntomas, síndromes
padecimientos; en suma, todo lo que fue consider/
do importante por los diagnost~cad~re_s. Uno de ellos
realizó un promedio de 4. 46 d1agnost1~os para cada
asustado, pero sólo 3. 82 para cada paciente control.
El otro realizó 4. 72 y 3. 88, respectivamente. Es de-
cir, cada uno, independientemente, encontró mayor
enfermedad entre los asustados. Combinando sus
diagnósticos y eliminando las repeticiones, los asus-
tados tuvieron un promedio de 5. 6 diagnósticos, en
contraste con 4. 7 para cada miembro del grupo
control. Entre los 50 casos de susto, se realizaron 280
diagnósticos en contraste con 235 entre los otros. Es-
ta diferencia pudo ocurrir por casualidad en menos
de cinco por ciento de los casos (x 2 = 3.93 df 1 =
lp 0.05), o sea que fue estadísticamente significa-
tiva.
Uno de los médicos informó de una media de 4.14
problemas orgánicos para cada austado, y de ·3.82
para cada control. El otro encontró 4.24 y 3.68, res-
pectivamente. Es decir, ambos diagnosticadores en-
contraron más problemas orgánicos de salud entre
los asustados, aunque sus descubrimientos no alcan-
zaron el nivel aceptado de significación. Aun cuan-
do se. c?.mbinaron
. sus diagnósticos y se eliminó toda
r~peucion, sus diagnósticos no alcanzaron a diferen-
ciar entre estos grupos a un nivel estadísticamente
significativo.
Un_ médico calificador encontró problemas psico·
emocionales en 16 asustados, pero en ninguno de los
co~troles. El otro encontró problemas entre 24 de los
primeros Y entre 10 de los últimos. En cada caso, es-
136
tas diferencias sí tuvieron importancia estadística.
Otro medio de procesar estos datos fue combinar los
diagnósticos de ambos médicos. Para hacerlo, consi-
deramos como patológico sólo a aquellos enfermos
en los que ambos médicos diagnosticaron patología
psicoemocional. Los anotados como libres de
problemas fueron aquellos en quienes ninguno de
los dos médicos encontró patología psicoemocional,
y como "posiblemente enfermo" aquél a quien sólo
uno de los médicos encontró enfermo. Según este
procedimiento, se diagnosticó como enfermos a 11
de los asustados, posiblemente enfermos a 18 (5 se-
gún un médico y 13 según el otro) y 21 fueron consi-
derados sin enfermedad psicoemocional. El mismo
procedimiento encontró en los controles a 1O po-
siblemente enfermos, y a 40 sin problemas, es decir,
ningún enfermo . Estos resultados diferenciaron un
grupo del otro a niveles de importancia %x 2 =
19.18 df = 2p 0.01) . Obviamente, estos descubri-
mientos de perturbación emocional afectaron los re-
sultados de morbilidad total en tal forma que los
asustados se caracterizaron por tener muchas más
enfermedades diagnosticadas que los controles .
Aunque los problemas psicoemocionales inclinaron
la balanza, no deben hacernos perder de vista el otro
descubrimiento, de que también los problemas or-
gánicos fueron mucho más numerosos entre la
población de asustados, aunque no alcanzaran a lle-
gar al nivel de significación estadística establecido.
El análisis de las dimensiones cuantitativas de
morbilidad indicaron que las dificultades psicoemo-
cionales sólo representaban 6 .1 % de la patología to-
137
tal entre los asustados, con 93. ~ % rep:esentados por
dificultades orgánicas. Estas diferencias fueron aún
mayores entre los controles: 2:4% Y~7 .6%_, respecti-
vamente. ¿Reflejarán estas diferencias la Importan-
cia relativa de cada tipo de problemas en los enfer-
mos? Para estimar la importancia relativa más defi-
nitivamente, debemos tomar en consideración otros
asuntos.
En el actual estado de avance de la preparación
médica, un no especialista es capaz de diagnosticar
diferentes tipos de patología orgánica, pero rara vez
posee esta competencia cuando se le presentan
problemas emocionales. Además, al médico se le
ofrecen varios procedimientos con los cuales diag-
nosticar concluyentemente muchas condiciones or-
gánicas, pero esto no puede decirse con tanta seguri-
dad en relación a las enfermedades psicoemocionales.
Otro problema señalado por esos resultados es có-
mo definir el límite entre los problemas orgánicos y
. .Jos emocionales. Por ejemplo: un paciente que sufre
de dolores de cabeza con hipertensión y que padece
un estado de angustia se le puede diagnosticar lo si-
guiente: hipertensión, migraña y neurosis de angus-
J tia. Este diagnóstico incluye dos problemas orgáni-
'Jfa,I cos Y uno de naturaleza emocional. Sin embargo,
otro médico podría diagnosticar, en el mismo enfer-
, ~. º' . una _neurosis ansiosa generadora de hiperten-
, __;Ion reactiva y cefaleas. Es decir, un problema de sa-
lud ment~l con repercusiones orgánicas. ¿Cuál de est~
dos habria de considerarse más ajustado a la reali-
dad?
El actual estado de la práctica general contribuye
138
a que la~ i~vestigaciones clínicas se orienten hacia el
descubrimiento_ de problema~ orgánicos, y a que las
dific~ltades residuales s~ atn~uy~n a causas psico-
emoc1onales. Nuestra 1nvesugac1ón ofreció po
. d d ca
oportunida Pª;ª. esarroll_ar una relación significa-
tiva entre el medico examinador y sus pacientes; y
mucho menos una oportunidad de elaborar un diag-
nóstico completo. Además, el médico examinador
tenía preparación de médico general, y los diagnós-
ticos fueron hechos por dos médicos con preparación
clínica tradicional. Por lo tanto, no fue una sorpresa
descubrir· resultados tan marcadamente en favor de
los problemas orgánicos.
Aunque ha demostrado ser metodológicamente
útil separar los problemas orgánicos de los de natu-
raleza emocional, desde el punto de vista conceptual
nos pareció lo mejor considerar al paciente como
persona integral que respondía en diversas formas a
los estresantes.
TIPOS DE ENFERMEDADES
,.,. ·~,.
.. f 1'
~ '
- 1'!.,~ M
,..;.;..,...c.....•~..C·:\:,<.c.- 03
CAROLE BaoWNER
Una chinanteca separa las mazorcas de maíz, cultivadas
por su marido y por su hermano. El maíz fue plantado en
las tierras de su madre .
CAROLE BROWNER
México 1973.
Grupo Categoría de las enfermedades Clave CIE Chinantecos Zapotecos Mestizos Total Razón
A c A c A c Asusta- Contro - A/C
dos les
454.9 4 6
Várices en M. I. sin úlcera
458.9 5 5 1
Hipotensión
1 3 I 2 5 3
Otras
A - Con susto
e = Sin susto (controles)
- - o
Grupo Categoría de las enfermedades Clave CIE Chinantecos Zapotecos Mestizos Total Razón
A c A c A c Asusta- Contro - A/C
dos les
A = Con susto
C = Controles
• = Clasifico..ción internacional de enf ermedades OPS.(8a, edición, .oPS) .
N.C. = No calculable en la realidad, aunque matemáticamente es infinito.
lidad Perinatales", por lo que estos grupos no fueron
incluidos en el cuadro. La falta de diagnósticos en el
primer grupo se debió al hecho de que el embarazo
es considerado como estado normal entre esa pobla-
ción rural y a que rara vez acude a consulta una mu-
jer por problemas atribuidos al embarazo. Durante
este estudio, no asistimos partos. Con respecto al se-
gundo grupo, ya hemos indicado que el estudio sólo
incluía personas de 18 años o más, lo que excluyó al
recién nacido a que se alude en el Grupo X V .
En este cuadro incluimos un resumen de la
patología encontrada en los 100 pacientes examina-
dos, con un cálculo de las diferencias entre asustados
y controles.
Las entidades más frecuentemente diagnosticadas:
fueron las del Grupo I, Enfermedades Infecciosas y
Parasitarias, que totalizaron 110 entre los 100 pa-
cientes. Hubo más diagnósticos que pacientes por-
que varias personas padecían más de una enferme-
dad infecciosa y/ o parasitaria al mismo tiempo. Esto
también ocurrió en el grupo de enfermedades que
ocuparon el segundo lugar en orden de frecuencia :
Enfermedades de la Sangre y Ó rganos Hematopoyé-
ticos (Grupo IV). Este grupo también incluye la
"Anemia no especificada" , que indica deficiencias
nutricionales y/ o pérdida crónica de sangre debido
a infección parasitaria o a infecciones recurrente~.
Se diagnosticaron 85 casos de anemia: un porcentaJe
muy elevado. Hubo 58 casos del Grupo IX, Enfer-
medades del Sistema Digestivo, ocupando el tercer
· lugar en frecuencia de patología. El mayor ~ú~ero
de éstas - 2 7 casos - fue de caries dental. V1nieron
149
después las Enfermedades del Sistema Nervioso y 1
Órganos de los Sentidos ( Grupo VI), complicados
. 1 ~
por un problema rela~1var_nente menor, e pterigión
( carnosidad de la conJUntiva ocular), del cual •hubo
17 entre los 49 casos del grupo. Los Trastornos Men.
tales (Grupo V) ocuparon el quinto lugar en fre-
cuencia, con 47 ca~os, _14 ?e los cuales f~eron diag-
nosticados como ps1cos1s. Es sumamente 1mprobable
que ese diagnóstico indicara una pérdida de contac-
to con la realidad; más probablemente fue un juicio
que uno de los médicos diagnosticadores hizo para
varios desórdenes neuróticos y psiconeuróticos. Des-
pués de estos cinco grupos de enfermedades, si-
guieron las enfermedades del sistema circulatorio
(43 casos) y las del sistema respiratorio (40 casos); .
del sistema osteomuscular y el tejido conjuntivo hu-
bo 35 casos, y así sucesivamente hasta llegar a ·
problemas de baja prevalencia, como accidentes,
envenenamientos,
.,. .
actos violentos y anomalías con-
.B!!11tas.
. \ En total, se diagnosticaron 515 enfermedades en
-ls { I 00 pac_ientes; un promedio de 5 . 15 enfermedades
J ºr paciente.
Las enfermedades que mejor diferenciaron a los
asustados de los controles fueron las del Grupo V,
Trastornos Mentales. Fueron d iagnosticadas en
58 % de los pacientes asustados y en 20 % ~e 05 !
controles; una diferencia estadísticamente signtfi·
cativa. También se mostraron diferencias entre
~pos culturales: entre los chinantecas, ese diagnóS·
Uco se hizo en 95% de los pacientes asustados Y
en 47 % de los controles. Entre los zapotecas, se
150
-
157
nicos sólo examinaron producto~ de los en~ermos y
no a los enfermos mismos. Medimos los niveles de
hemoglobina y el valor o f~dice h~m~tócrito para eva.
luar anemia. La hemoglobina, principal componente
de los glóbulos rojos, es ·una p roteína que, combinada
con hierro, funciona para transportar el oxígeno de
los pulmones a los tejidos. El valor hematócrito repre-
senta el volumen de glóbulos rojos expresado como
porcentaje del total de la sangre.. Al reducirse el
índice hematócrito y/o la hemoglobina, el transpone ,
de oxígeno a los tejidos se vuelve d~ficiente y se dice
que la persona padece anemia. Hay muchos tipos d_e
anemia, pero en este caso nos referimos. a la anemia
en general; su causa más probable es una ingestión o
utilización deficiente de hierro de los alimentos debi-
da a desórdenes nutricionales, a la pérdida de hierro
por parásitos intestinales, o a desórdenes hemorrági-
cos, como metrorragia, disentería y otros. La anemia
no es en sí misma una enfermedad; antes bien, señala
una patología subyacente, debida a diversas causas, y
ayuda a exacerbar otros procesos porque reduce la
oxigenación de los tejidos.
Además, la sangre juega un papel importante en
los procesos inmunitarios - la defensa del individuo
respecto a agentes patógenos - así como práctica-
mente en todas las funciones del organismo. Por eso,
la anemia es un importante indicador del estado ge·
neral del paciente .
. E~ nivel general de hemoglobina en los hombres,
s~guiendo las guías utilizadas por nuestro laborato·
rio, era de 15 ..5 gramos por cada 100 mililitros de
sangre· Los pacientes asustados tuvieron un prorné·
158
dio de 12.47 -y los controles, 13.92 · Es d ecir,
.
aunque
ambos grupos estaban por debaJ·o de lo
, norma1, los
hombres asustad os tenian un gramo y m dº
• e to menos
de hemoglobina que los controles Esta dºc .
· 11erenc1a
fue mayor -. 2.6 gramos- entre los chinantecas; en
tal comunidad,
. los hombres asustados t uv1eron·
12.12, mientras que los controles tenían una media
de 14. 72. En las., otras dos comunidades los varones
asustados _tam b ien mostraron niv~les más bajos de
hemoglobina que los controles. Los niveles de hema-
tócrito mostraron la misma tendencia/ los varones
asustados estuvieron continuamente en peor condi-
ción· que los controles análogos, pero estas diferen-
cias no alcanzaron niveles de importancia
estadística.
Entre las mujeres las cifras deberían ser -según
las técnicas empleadas - de 14.8 gramos de he-
moglobina por cien mililitros de sangre, y entre 35 y
48% de hematócrito. Las mujeres con susto tuvieron
una media de 11. 43 gramos de hemoglobina,
mientras que los controles tuvieron 11 .85. En las tres
comunidades, las asustadas tuvieron menos he-
moglobina que las demás. , .
Con respecto a los valores de hematocnto, las asus-
tadas tuvieron una media de 35. 54 %, Ylas controles
de 35.88%, diferencia minúscula en favor d~ las
controles. Con sólo una excepcion ·, - las muJeres ,,
mestizas- los hallazgos confirmaron lo que se habia
•
descub1e11to ·
entre los varones; es decir,
· - las asustadas
.
tend'1an a ser un poco mas , anemicas
, · que las pac1en -
tes·control
p · cientes el pa ..
uede suponerse que en nuestros Pª
159
rasitismo intestinal es mayor de lo encontrado, ya
que las condiciones de transporte nos hicieron impo-
sible examinar más de una sola muestra de heces por
~ aciente. .
· De los 100 pacientes examinados, en 74 se des-
cubrió uno o más tipos de parásitos; el número total
-;?.-, de diagnósticos de parasitismo fue de 101. Numéri-
1 camente hubo más diagnósticos qué pacientes, debi-
1
¡
do a poliparasitismo en varios individuos. Esto nos
, da cierta idea del medio ecológico al que deben
'\.a daptarse estos pacientes.
En suma, 80 % de los pacientes asustados tenían
uno o más tipos de parásitoss y 68% de los controles
estaban infestados, diferencia estadísticamente no
significativa pero que se repitió en dos grupos étni·
cos y en ambos sexos. Entre los zapotecas, 78% de
los pacientes asustados tenían parásitos, y 67 % de
( los controles; entre los mestizos, 81 % de los asusta-
} dos Y 37 % de los controles. En contraste, todos los
\ controles chinantecas tenían parásitos, pero sólo
.) ) ?º% de los asustados. Con respecto al sexo, las mu-
:;•,~., \. Jeres en general tenían más parásitos que los
hombres: 78% y 68% respectivamente. En la
muest ra total masculina, 79 % de los asustados Y
~ 7 % de los controles tenían parásitos. Entre las mu·
~✓.eres, 81 % de las asustadas y 72 % de las controles.
GRAVEDAD Y SEVERIDAD
Calificacfón de Calificación de
Cultura rS severidad rs gravedad
N1:vel de Nivel de
probabilidad probabilidad
Chinanteca o. 77 < 0.001 * o.72 < 0 .001 *
Todos
hombres 53 .0 < 0 .02* 58.0 < 0.05* . .
Todas muje-
res 637.0 > 0.05 + 489 .5 < 0.05*
Controles Asustados
Cultura T5 Nivel de Ts Nivel de
probabz"/z"dad probabilidad
Spearman_Rho Test
* Estadísticamente significativo a < 0.05.
+ No significativo.
168
les de gravedad mostraron - segú l ·
. . d n e instrumento
aphca o - mayor menoscabo de s - .
· · E - - us act1 vida des
d1ar1as. sta corre1acion positiva ent
·
severidad conr·1rmo
- que el susto es un ret gravedad
d y\
es a o que ver-
daderamente
. afecta por
. entero al indi· v1·d uo. s·1 los .-1
pacientes
. . asustados
_ simplemente
. hub 1·esen esta d
0
fingiendo, se habr1a podido esperar un alt · l d
·d d b • o n1ve e
sever1 a con un ªJº nivel de gravedad.
LETALIDAD
35
l'd
1-,
.....
en 30
Q)
::,
e
l'd
1-,
25
.....
en
Q)
::,
e 20
e
Q)
e
....es..
15
Q)
::s
8 10
Q)
::s
O"
rl.l
o 5
l ...;¡
o
1. 99 3.99 5.99 7.99 9. 99 11. 99 13. 99
FIGURA 1. Niveles medidos de gravedad en la enfermedad.
Durante el periodo de siete años, ocho pacientes
asustados habían muerto, pero ninguno de sus
controles correspondientes. Las pérdidas entre los
asustados, durante los siete años, eran 17% (ocho
muertes entre 47 pacientes); no hubo muertes entre
los 48 pacientes de control (x 2 = 6.529; 1 gl; dos co-
las; 0.01 p 0.02). (Véase la figura l.) La diferen-
cia es significativa.
Las defunciones fueron ligeramente más elevadas
· - pero no significativamente- entre los hombres
(2~.6%) que entre las mujeres (11.1 %), pero, las
mas ~e las veces, los varones que sufrían de su~to
eran ligeramente más viejos que sus análogas muje-
res.
170
Sólo en cinco casos se dispuso de información
sobre la causa oficial de la muerte, aunque no hubo
certificación médica en ninguna de las defunciones.
Se dijo que un sujeto había muerto "de tos"; otro, de
una embolia (sin indicar el lugar); una mujer murió
accidentalmente por disparo de arma de fuego; otra
murió por una paliza que le dio su marido; y la últi-
ma muert~ fue,,._~tri?<s~
c ~~...~-~l propi~ susto. Estas expli-
caéiones delos fallec1m1entos, y nuestros datos de
siete años antes, no bastan para determinar la causa
"real" de la muerte, su relación con los diagnósticos
anteriores o el papel del susto en la evolución de ca-
da caso que terminó en defunción . Como especula-
ción, plantearemos tres preguntas: ¿hay alguna ma-
nera en que el susto funcione como causa de
muerte?, ¿cómo pueden estar relacionados el susto y
la muerte violenta?, por último, ¿representa el susto
un refugio para los pacientes que por lo demás han
perdido toda esperanza? Al plantear estas preguntas
no estamos intentando demostrar nada concluyente-
mente, ya que no tenemos materiales para hacerlo.
Simplemente ofrecemos especulaciones que acaso
ofrezcan cierta visión de esos problemas.
¿Puede causar el ·susto, de alguna manera, la
muerte de un paciente? La respuesta de las personas
mismas es un categó_rico "sí", y también es clara-
mente afirmativa la de las autoridades civiles del lu-
gar, como lo muestra la información recabada de di-
versos informantes, así como del Registro Civil de la
comunidad zapoteca. ¿Puede deducirse algo más del
presente estudio?
Nosotros habíamos examinado en 1971 a la perso-
171
na cuya causa oficial de muerte fue anotada com
susto. Era una-mujer chinanteca, que tenía tre.intº
años en 1971, y se queJa ºb a d" e una b ola en el estó-a
mago", que había aparecido aproximadamente un
año antes de registrar la historia. Le causaba dolor
especialmente cuando su marido se metía en dificul:
tades con sus vecinos. Sufría de disuri~,· de jaquecas
y de debilidad. Además, informó que le daban acce-
sos de ira, ganas de llorar, nervios, mal humor, de-
bilidad y que le sudaban las manos. Había tenido
siete hijos, de los cuales habían muerto 6, 4 al nacer
y los otros dos desp~és, de sarampión y diarrea. Su
propia madre había muerto de parto, dejando a la
paciente con tres hermanos, · aparentemente salu-
dables. Al preguntársele •a qué atribuía sus dolen-
cias, respondió: "Es que los vecinos vienen a nuestra
casa y quieren insultar y atacar a mi marido, y yo me
asusto. La primera vez fu·e en 1968, luego en 1969, y
otra vez en 1970. Se debe a pura envidia". (Véase
Foster, 1965; Rubel, 1977.) "En mayo de este año
regresaron, y yo me asusté."
El examen físico no reveló un tumor y ninguna
otra explicación de la bola de que ella se quejaba.
Su presión arterial era 120 / 100, su pulso era 104 por
minuto y la temperatura oral fue 37 .3 grados
centígrados. No se encontró patalogía de ninguna
índole. El laboratorio informó de 11.1 % gramos de
hemoglobina, 4.2 millones de glóbulos rojos por mi,
y 37% de índice hematócrito. Los glóbulos blancos fue-
ron 5700. por mi., con linfocitosis de 40%. La sedimen-
tación fue de 3 mm por hora. El examen coprológico
reveló Giardz·a lamblza. Los médicos calificadores hi-
172
cieron diagnósticos- de hipertensión arterial, ane-
mia, colitis crónica y psiconeurosis. ~
A fal_t,a de otr_os d~tos surge una hipótesis: la hi-
pertens1on arterial sin control ni tratamiento ade-
cuado en esta enferma, pudo haber empeorado has-
ta llevarla a la muerte. Los sustos fueron causas
contribuyentes como impresiones desagradables que
en estos casos los médicos recomiendan evitar.
El papel del susto como primera y principal causa
que contribuye a la muerte de una víctima queda
más claro en el caso de Rogelio, otro chinanteca
que, en 1971 tenía 5 7 años ( su historial clínico puede
encontrarse en el capítulo 111). Después de la muerte
violenta de su hijo, la vida -de Rogelio había oscilado
entre la tristeza y la apatía hasta que empeoró súbi-
tamente en 1970. (Nosotros anotamos su historia en
1971.) Un día de 1970, tras el esfuerzo físico de lle-
var una carga de maíz, sintió un dolor en el cuerpo y
"que se le quemaba el corazón" (señalándose el lado
derecho del abdomen). Consultó a un médico, quien
le ·dijo que tenía problemas del hígado y le trató, pe-
ro poco tiempo después· sufrió un acceso de diarrea
y empeoró; perdió su "fuerza" y su apetito, y todo el
cuerpo se le -hinchó.
El historial de Rogelio mostró a un hombre que,
desde la muerte· de su hijo, perdió interés en su tra-
bajo · y comenzó a · marchar lentamente hac~a la
muerte. Ni sus médicos ni el · curandero pudieron
apartarlo de ese camino. El paciente consideró que
su estado había sido causado por muina (ira conteni-
da), pero el curandero lo trató sobre la suposición de
que padecía de susto. La debilidad y otros síntomas
17S
daban una impresión parecida ~1. cuadro clín_ico del
susto pero el tratamiento .trad1c1onal sólo produJ·
' , • o
un alivio temporal. La pregunta cr1t1ca es: ¿habría
sufrido el mismo cuadro si su hijo hubiese seguido a
su lado, 0 si simplemente no lo hubiesen matado? Su
historial médico indica que no. El sust0, indepen-
dientemente de la causa de la muerte, establec~ó la
diferencia entre un estado de salud que se decía
.bueno y el comienzo de un largo proceso que termi-
nó en la muerte .
Un asustado zapoteca, Rafael {de · 66 años en
1971), padecía de una afección que continuó durante
siete años. La diagnosticamos como de naturaleza pul-
monar, probablemente tuberculosis. Tenía ll.7%
gr. de hemoglobina, con 4.2 millones de glóbulos ro-
jos por mi., y un nivel hematócrito de 36 %. Los gló-
bulos. blancos eran 7600 por ml., con neutrofilia en
82 %. Sedimentación de 46 mm en una hora (corre-
gida a 26). El examen coprológico reveló Entamoeba
Histolyti·ca y Trz'chomona intestinal-is. No se confir-
~ó la tuberculosis, pero el paciente falleció poco
tiempo después. Según los registros oficiales, murió
de "tos"• Seguramente este enfermo habría muer.to
incluso sin padecer de susto. El que ~ste diagnóstico
figu:ara en un varón - y que_él lo aceptara - señala
la busqueda de una explicación y,de una solu~ión
para un cuadro grave, que de todas formas progresó
hasta matar al enfermo .
. ~n suma, la relación entre el susto y la muerte se
d1v1de· , en
. d os partes. La primera es la correlacion
·'
estad1s~1ca entre el padecer susto y la. probabilidad
de monr, muy superior que en ausencia de susto. La
174
segunda muestra el efecto del susto sobre la tasa de
muerte por enfermedades que el paciente estaba
sufriendo simultáneamente. La inclusión de susto en
el historial médico de un paciente inclina la balanza
hacia la muerte .
Por último, nuestros resultados no nos permi-
tieron clasificar el susto como entidad patológica,
según las normas empleadas por la biomedicina.
No podemos informar de una etiología específica
(i. e., de un germen), ni de una fisiopatologf a singu-
lar (es decir ataque a un órgano o a un sistema espe-
cifico). En cambio, los descubrimientos señalan
una condición que afecta a los pacientes en forma
difusa y generalizada, lo que habla de un padeci-
miento orgánico y psicoemocional no específico. El
susto aumenta el riesgo de que un paciente muera,
ya sea como causa inicial, como causa contribuyen-
te, o como indicador de una patología más seria que
sufren enfermos similares pero que no padecen susto.
175
VI. INTERRELACIONES;, ENTRE
LOS RESULTADOS
Controles Asustados
Nivel de Nivel de
probabi- probabi-
Cultura lidad TS t lidad
Controles Asustados
Nivel de Nivel de
probabi- PT<?babi-
Cultura t lidad rs t l,(lad
difíciles.
191
Aunque la relación s~p~esta entre una queja de
susto y el inadecuado nivel de desempeño de rol
por una víctima quedó demostrada, no bastó pa~
explicar el susto. El descubrir qlle lo~ as~stados tam~
bién sufrían de una car~a :x.traord1nar1~mente pe-
sada de enfermedades btologicas nos obligó a reva-
luar las premisas de las cuales partimos. Ahora bien;
es inadecuado e inapropiado concebir el susto como
una forma de comportamiento social único, por una
parte, o como fenómeno puramente biom-édico, por
la otra . Antes de recabar estos datos, habíamos sos-
tenido (Rubel, 1964: 280; O'Nell y Selby, 1968; 97;
O'Nell, 1972:4) que una queja de susto simplemente
legitimaba el "pedir tiempo", a las exigencias de los
roles cotidianos, y la aplicación del concepto del rol
de enfermo, de Uzzell (1974), nos pareció persuasiva
y útil. Sin embargo, nuestros nuevos descubrimien-
tos demuestran que las cargas que soportan los oaxa-
queños abruman a los asustados. Bajo el doble peso
de su percibida incapacidad para cumplir con roles
básicos y una carga excesiva de enfermedad, el asus-
tado encuentra imposible cumplir con sus responsa-
bilidades normales. En lugar de elegir el papel de
enf~rmo para legitimar un respiro de sus otras obli-
gaciones, los asustados se ven obligados por la sobre-
c_a~ga de enfermedad que sufren, a disminuir sus ac-
t1v1dades cotidiandas.
Queda en pie una posibilidad teórica de que otras
enfermedades populares puedan ser convincente·
~ente explicadas como procesos exclusivamente so-
ciales O •?xclusivamente biológicos. Sin embargo, !ª1
conclusion puede quedar en duda hasta que una in-
192
tigación empírica haya tomado en cuenta la otra
veS .
195
APÉNDICE NÚM. 1
HISTORIA CLÍNICA
Lugar Número _ _ __
Nombre _ _ _ _ _ _ _ _ Sexo_____ Edad _ _ __
Ocupación Vive con su esposo (a) _ _ __
Núm. de hijos vivos----- · -- - - - - - - - - - -
Motivo de consulta _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __
Tiempo de evolución ____,__ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __
Historia _ _ _ _ _ _ _ _____ _ _ _ _ _ _ _ _ __
l. Dolor de cabeza . . .. .
2. Zumbido de oídos . . .
3. Mareo . . . . . . . . . . . . .
4. Mareo al levantarse . .
6. Le molesta el ruido . .
7. Mucho frío . . . . . . . . .
194
siempre a veces nunca observaciones
21 - Palpitaciones .......... _ _ _ - - - - - - - - - - - -
24 . Pierde el sentido . . . . .. .
26 . Calor (fiebre) . • · · · · · · · ·
27 . Ardor al orinar. • • · · · · ·
31 . Le salen ronchas .. . . . .. - - - - - - - - -
197
46. ¿Cuántos hermanos tiene o tuvo más grandes que usted~
________ ¿y más pequeños que usted? ·'
Indicaciones: ____________________
Exámenes de laboratorio
Nombre: _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __
198
•CLCNCNI oca•,o ... nu,o•o .,_,.
ouac,. o,u.
AlfDO OALISDO F.NRIQVICZ.
Dll- PIII N Dlt. MICltJf:L ANOKL RF.Yt.k O.
Nombr~: RIC.','.'l')(' ~
Fecha: ?9 •lI • 71
Sol: EST. a ...... ·".V•• c:.:.:::z
''"'.'""...
CITOLOGIA IIF.MATICA
EIAMEN COPROPARASITOSCOPlCO
(Unica Mueatra)
199
..
APÉNDICE NÚM. 2
Subtotal de Total de
Severidad Gravedad Severidad Gravedad
A. Historia
l. Motivo de consulta ,
tiempo de evolución
e historia.
2. Tendencia
l. Síntomas
siempre a veces nunca , . '
Objetivos
Subjetivos
Total
----- -
200
-
SUBTOTAL TOTAL
SEVERIDAD GRAVEDAD SEVERIDAD GRAVEDAD
2. Mortalidad no natural
en hermanos -
3. Mortalidad no natural
en hijos.
c. Examen físico
l. Actitud del paciente
3. P.A. diastólica
a) La segunda vez
b) Cambio
4. Pulso
a) La segunda vez
b) Cambio
5. Respiraciones
a) La segunda vez
b) Cambio
6. Temperatura
7. Hallazgos anormales _ _ _ - - - -
D. Exámenes de laboratorio
Sangre
1. Hemoglobina
2. Hematócrito
TOTAL SUBTOTAL
SEVERIDAD GRAVEDAD SEVERIDAD GRAVEDAD
3. Sedimentación
4. Núm . de leucocitos
5. Fórmula leucocitaria - - - - - - - -
6. Coproparasitoscópico ___ - - - -
RESUMEN
A. Historia
B. Síntomas e historia
familiar
)
C. Examen físico ---- - - - -
D. Examen de laboratorio _ _ _ __
Diagnósticos retrospectivos
Orgánicos __________________:.______
Psicoemocionales ____________________
202
t •
APÉNDICE NÚM. 3
. I. Bases conceptuales
204
III. Sistema general de calificacz·ón
A. Historia
B. Síntomas e historia familiar
c. Examen físico
o. Exámenes de laboratorio
Las dos primeras secciones son predominantemente sub-
jetivas ya que las relata el paciente; las dos últimas son
objetivas por cuanto se refieren a lo que el médico en-
contró al examinar directamente al paciente y a lo que
arroja como información el laboratorio.
Cada sección tiene un puntaje máximo de 1Opara .seve-
ridad y de 10 para gravedad; por consiguiente cada cam-
po tiene un total máximo de 40 puntos que indicarán en
el primer _campo la incapacidad total y en el segundo la
inminencia de la muerte .
A. Historia
2. Tendencia.
a) Severidad: si la tendencia ha sido a empeorar,
es probable que la limitación sea real. Sin em-
bargo la calificación no se altera puesto que se-
ñala una incapacidad presente. Lo mismo se
aplica si la tendencia es a mejorar.
b) Gravedad: en este campo la tendencia es más
importante, ya que orienta sobre el curso de la
enfermedad y el futuro acercamiento o aleja-
miento de la muerte. En este sentido, Ja ten-
dencia servirá para complementar el juicio -y
) la calificación- sobre la gravedad del caso.
Proced1:mz·ent os:
Primero: se cuentan y anotan en las casillas corres-
pondientes el total de síntomas que se presentan
siempre, a veces o nunca.
Segundo: de los que se presentan siempre, se
cuentan y anotan los objetivos y los subjetivos.
Tercero: se repite la operación con los que se pie-
sentan a veces y con los que no se presentan nunca.
Los síntomas objetivos son los señalados con los
números: 13-14-18-19-22-23-24-28-31-33 -37 -41 -
42-43.
Los subjetivos son: 1 a 12- 15- 16- 17- 20- 21- 25-
26- 27- 29- 30- 32- 34- 35- 36- 38- 39 -40.
Una vez comprobados los totales en las columnas
verticales y en las horizontales, se procede a califi-
car:
a) Severidad: el total de síntomas que se presentan
"siempre" es indicativo del malestar que sufre
la persona, independientemente de que dichos
síntomas sean objetivos o subjetivos; secunda-
riamente esto es complementado por los
síntomas_ que se presentan a veces. .
La calificación de la severidad se hará exclusi-
vamente con este punto ( 1) sin consid~~ar la
mortalidad no natural en hermanos e hIJOS.
b) Gravedad: se dará más _importancia a. los
síntomas objetivos, correlacionando el co1:1Jun-
to de síntomas con la sección A del cuestiona-
rio. Para la calificación de la gravedad se t~-
mará en cuenta la mortalidad no natural habi-
da en la familia.
207
C. Examen físi·co
B) Cambio
Es de suponer que el cambio de la presión sistó-
lica observado entre la primera y la segunda to-
ma, tiene un significado, que debe ser estimado
conjuntamente con los cambios en la presión
diastólica, en la frecuencia del pulso y de las
respiraciones. Estos cambios, relacionados con
los datos de la historia y con_el examen, orien-
. tarán sobre su origen orgánico o emocional.
1
• 'a) Severidad: los cambios notables, aunque se
originen en estímulos emocionales, pueden
señalar alter.aciones fisiológicas de suficien -
te .importancia corno para repercutir en la
eficiencia de la persona . Esa repercusión, a
traYés del grado de cambio, es lo que se ca-
lifica.
b) Gravedad; dentro del mismo enfoque in-
tegral, se calificará la peligrosidad que pa -
ra el paciente indica el cambio observado.
B) Cambio
Se aplican las mismas consideraciones hechas
para el análisis del cambio en la presión sistóli-
ca o sea análisis conjunto con los cambios en los
otros signos vitales.
a) Seve:ridad;_si la cifra encontrada es normal
y 110 hubo cambio en ambas tomas, la cali-
ficación será O. :eor el contrario, cifras
anormales o con cambios notables entre
ambas tomas, pueden señalar alteraciones
funcionales severas que deben calificarse
según su intensidad.
b) Gravedad: cifras normales, gravedad O.
Los cambios notables señalan flexibilidad
del sistema cardiovascular y poco pro-
bablemente. una lesión grave. Lo contrario
resulta con cifras elevadas y estables que se-
ñalan hipertensión avanzada con o sin
síntomas. Cifras muy bajas y distanciadas
de Ja presión sistólica pueden señalar insu-
ficiencia aórtica que debe ser confirmada
en el examen del corazón.
210
4. Pulso:
A) La segunda vez.
a) Severidad: si está normal se calificará o s·
, l . I
esta anorma deberá calificarse después d •
formular la me~r hipótesis sobre el orige~
del problema: fiebre, anemia, emotividad,
etcétera, y de correlacionarlo con la severi-
dad del animo.
b) Gravedad: si está no_rmal se calificará O. Si
está anormal se calificará de.spués de ela-
borada la hipótesis diagnóstica, evaluada
la gravedad que implica para el paciente.
B) Cambio.
a) Severidad: los cambios notables pueden se-
ñalar problemas orgánicos o emocionales:
anemia, infecciones de larga evolución,
desnutrición, ansiedad, etc. Se calificará
de acuerd-ü al nivel del cambio.
b) Gravedad: la estabilidad en cifras anorma-
les o el cambio notable pueden señalar di-
ferentes tipos de patología cuya gravedad
debe calificarse de acuerdo a la lúpótesis
diagnóstica hecha con la información de
que hasta ese momento se dispone.
5· Respiraciones:
A) La segunda vez. .
a) Severidad: si hay taquipnea es evidente
que.. sea orgánica o emotiva., señala males-
tar cuyo grado - y ca11.fi1cac1on
·, - a umenta
.
con la elevación del número de resp1Ta-
.
c1ones. _
b) Gravedad· si el resto de datos sena1ª
compromiso : resp1rator1O
. · o cardiovascular,·
211
la persistencia de taquipnea en la segunda
toma indicará el déficit de acuerdo a su in-
tensidad.
B) Cambio
a) Severidad: si ha habido, se evaluará el gra-
do de malestar e incapacidad que refleja.
Si no ha habido y hay taquipnea, también.
Si no ha habido y es normal la calificación:
o.
b) Gravedad: si ha habido cambio o ha persis-
tido la cifra anormal, se evaluará en térmi-
nos de la amenaza a la vida del paciente y
así se calificará. Los cambios atribuibles a
factores emocionales, aunque puedan se-
ñalar seyeridad en molestias y limitaciones,
se califican con O en gravedad.
6. Temperatura:
A) Severidad: aunque es variable la sensibilidad a
la hipertermia de una a otra persona, se califi-
cará así:
D. Exámenes de laboratorio
Diagnósticos retrospectivos
RESUMEN
215
APÉNDICE NÚM. 4
216
7) ¿Hay veces que se siente us- Sí·- - - -
ted tan nervioso que no No _ __
puede estar en un solo lugar No sabe_
por mucho tiempo?
S'..__ __
11) ¿Ha perdido el conocimiento
a causa de una fuerte impre- No _ __
sión? No sabe
Sí._ _ __
14) ¿Se le olvidan las cosas a me-
No---
nudo? No sabe_
217
15) ¿Ha tenido usted resfríos o
esalofríos? ----
Sí
No
---
No sabe
-
A menudo
16) ¿Cuando los problemas le
A veces
----
molestan, le tiemblan las
·-----
manos? -----
No sabe
218
APÉNDICE NÚM. 5
220
APÉNDICE NÚM. 6
I .Datos generale.s
l. Nombre completo_ _ _ _ _ _ _ _ __
2. Sexo_ _ _ _ 3. Edad
·--------
4. ¿Vive con el cónyuge? s_--_ _ _ _No_ __
5. Hijos____Sexo____Edad_____
6. Número total de hijos._ _ _ _ _ _ _ __
Número total de hijas__ _ _ _ _ _ _ __
7. Tamaño de la vivienda· - - - - - - - -
Tipo de vivienda._ _ _ _ _ _ _ _ _ __
221
3. Con respecto a su conducta, ¿se compona debi-
damente con los_ vecinos y otros miembros de la
comunidad? Descñbalo:
225
10. ¿Tiene su marido mucho o poco respeto por
usted?
Mucho_ _ _ _ _ _ _ Poco_ _ _ _ _ __
-226
Siempre_ _ _ A veces _ _ _ Nunca _ __
Lugar (pueblo) _ _ _ __
Núm. ______
229
APÉNDICE Núm. 7
111. - Instrucciones.
2. Sí O; No 2.
3. Sí 2; No o.
B. l. Si es afirmativo para animales Y bu~yes, 0 am-
bos, en términos ideales Y reales, califiqueº·
255
Si es Sí para animales y bueyes, o ambos, en el
componente ideal; pero, no en componentes re-
ales para animales y bueyes, califique 2.
2S9
-
Cuestionario puede ser calificada como SL Una
respuesta negativa, o no contestar, se califica co-
mo No .
B. l.a . Parte (1.4}: Si la mujer tiene esposo, marque en
el espacio conveniente. (1.3): indique la edad de
la entrevistada.
b . Parte (1.5 .6) : Recuerde desde la información pa-
ra estas respuestas, indique el número total de
h ijos que la mujer tuvo.
2 . Sí O; No 2.
3 . Sí 2 ; No O.
,. 245
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-
257
ÍNDICE
Prólogo ... • . • • • • • • • • • • • . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
I. Introducción al susto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
I I. Las muestras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86