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Glenn Postolski
Un joven de veinte años –hijo de una rica familia italiana- Guillermo Marconi,
aficionado talentoso y lector apasionado, buscó el camino de la práctica: juntó
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Ensenszberguer “…….
los dispositivos empleados por el alemán Hertz, por el francés Branley, el inglés
Lodge, y el ruso Popov: les sumó un mecanismo que permitía el empleo del
código Morse (norteamericano), y una antena para la recepción. Además
instaló una toma a tierra en cada extremo de la línea. Lo que Marconi
transmitía eran mensajes de rayas y puntos entre dos sitios, pero en lugar de
usar un cable, como lo requería hasta entonces el telégrafo, sus mensajes
navegaban por las ondas aéreas de Hertz. Era ya el principio de la
radiotelegrafía. Faltaba aún para llegar a la radiodifusión. Así, por la
nacionalidad de sus inventores la radio llegó al mundo, sin duda, en cuna
universal.
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El término “Radial” surge de la transmisión desde un centro en todos los sentidos, como los rayos
(radios) de una bicicleta, como las ondas que se forman en el agua tranquila cuando se tira una piedra.
La tecnología de la radio era simple y relativamente barata: bastaba con
hacerse de las partes y ensamblarlas, y miles de aficionados se convirtieron en
transmisores-receptores.
Múltiples ondas cruzaban el aire, y la marina de los Estados Unidos empezó a
temer que las interferencias pusieran en riesgo la seguridad de sus barcos. Es
la razón por la cual la marina insiste en dictar una ley que lo regule, hecho que
finalmente ocurre en 1912 con el nombre de Ley de Licencias de Radio. Su
vigencia llegará hasta 1927. Aún indefinida, comienza a delinearse un fomento
al desarrollo de la industria radial desde el Estado.
En 1917, además de las 8.562 emisoras con licencia acordada, había 125.000
receptores: el negocio de la radio, en tanto venta de radio partes, se convertía
en una importante oportunidad de rentabilidad. Pero nadie imaginaba aún el
negocio de la radiodifusión. Las empresas piensan más en el campo de la
radiotelegrafía interoceánica (y en los grandes negocios de la guerra que se
anuncia).
La entrada de los Estados Unidos en la guerra, ese mismo año, aquietó el
desarrollo de la radio. Los jóvenes aficionados se incorporaron al ejército, y se
instaló un inevitable control estatal emergente de la situación bélica.
También la proximidad de la guerra apresuró la apropiación de las patentes por
los monopolios privados –fortalecidos por los negocios que trajo el conflicto- y
acreció el interés en el nuevo campo de la producción para la radio. Pero
ninguna de ellas poseía todas las patentes precisas. Y todas necesitan usar las
de los otros. Y aquí es cuando las hostilidades en Europa obligaron a los
monopolios americanos a suspender sus propias diferencias por exigencias de
provisión de materiales, e hicieron avanzar la radio a pasos gigantes, al
incentivar el desarrollo tecnológico. Además, empresas de electricidad como la
General Electric y la Westhinghouse ingresaron en la nueva esfera de
negocios. General Electric, fuera de encargarse de producir algunas
especialidades de radio, realizó cotidianas emisiones de prueba y patentó
avances surgidos de sus laboratorios, entre ellos el alternador. El audión de De
Forest, motivo de discusiones, fue rápidamente desplazado por un nuevo
modelo que había creado Amstrong en 1914. Y ambos descubren –
separadamente- que podía emplearse el audión no sólo para “recibir” y
amplificar las ondas, sino también para generarlas.
En este momento, la guerra había logrado derivar, de la telegrafía inalámbrica,
el broadcasting4 (radiodifusión). Esta palabra aparece por primera vez en 1919
por la emisora 8XK, perteneciente a Frank Conrad, que será más tarde hombre
de la Westhinghouse.
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Broadcasting es una forma de sembrar (de a puño) en terrenos muy fértiles. Así fue como sucedió con el
auge de la radiodifusión.
Con la excepción de Marconi, la mayoría de los descubridores no son ya
dueños de sus patentes ni han hecho fortuna. Las patentes se hallan en manos
de grandes empresas, que las concentran ya sea por compra, o por la
contratación de los inventores que ahora trabajan en poderosos laboratorios de
investigación. Estos se dedican a modificar y mejorar un poco lo existente y a
patentar esas mejoras (que es otro modo de apoderarse de las patentes), como
también a desarrollar nuevos avances. En este campo, las empresas más
dinámicas fueron las de los Estados Unidos de América.
En Europa, en esos años de guerra y conmociones sociales se veía a la radio
como un agente de propaganda –maligna si se hallaba en manos opositoras u
obreras y benéfica si la administraba el poder- sin embargo los católicos
irlandeses logran propalar por radio su mensaje de insurrección, los rusos, en
1917, su anuncio revolucionario, y en 1918, la onda NFF –de los aliados-
transmite directamente a los pueblos de naciones rivales su programa de paz
con extraordinaria repercusión.
5
Jan van Cuilenburg y Denis McQuail, “Cambios En El Paradigma De Política De Medios.”miemo,
2007.
6
Doglio, Daniele y Richeri, Giuseppe, La radio. Origini, Storia, Modelli, Milán, Mondadori, 1980.
7
Idém.
8
Erik Barnow, A Tower in babel, New York: Oxford University, Press, EEUU. 1968.
Antes que las emisiones regulares –y reguladas por Ley- empezaran a cobrar
importancia comercial, existían en el aire ondas que repartían las más diversas
informaciones, entretenimientos y adoctrinamientos. Por lo general
comenzando a las cinco de la tarde a transmitir música para que los
operadores pudieran ajustar los aparatos En Detroit, E. Scripos, del diario
News, lanzó a principios de 1920 la estación 8MK, ayudado por un equipo
compuesto por un técnico y un locutor-cantor.
La tecnología y las transferencias de patentes, en tanto, avanzaban
velozmente: el transmisor se renovó mediante el nuevo circuito feed back
perfeccionado por Edwin Armstrong –el último de los inventores solitarios-,
quien había desarrollado, además, un nuevo circuito superheterodino. Las
patentes de una y otra novedad fueron a parar a la Westinghause.
En la misma compañía estaba trabajando el ruso Vladimir Zworykin, que se
empeñaba en lograr transmitir imágenes –televisión- y Frank Conrad, que en
años anteriores –como radioaficionado-, había iniciado, casualmente, la
financiación de su emisora con publicidad (su radio transmitía regularmente
para unos pocos aficionados).
De ese modo, el 16 de octubre de 1920, a instancias del diario Pittsburgh Post,
Conrad y otros instalaron una emisora capaz de cubrir la elección presidencial
del 2 de noviembre siguiente: cuando todo estuvo listo, la Westinghause solicitó
al Departamento de Comercio su licencia de emisora, que obtuvo once días
más tarde, con las letras KDKA. Se le asignó una banda alejada de los
aficionados, a fin de que no tuviera interferencias. El Pittsburgh Post proveía
las noticias.
Sin embargo, las emisoras de Detroit y de Pittsburgh miraban la radio de
modos distintos. Para los de Detroit, que no tenían interés en vender equipos,
sus radioescuchas eran “radio operadores”, y la radio era una actividad de
iniciados. Para Westinghause (Pittsburgh), en cambio la radio era un deleite
social para el hogar o el club: no exigía ritos iniciáticos, sino que bastaba con
proveerse de un receptor. Todo se pintaba como simple y claro. Los de Detroit
sólo querían publicitar al News; los de Pittsburgh se veían como avisadores de
los diarios, pero no como sus rivales.
La KDKA transmitía eventos políticos, religiosos, culturales, desde distintos
lugares, y reemplazó su transmisor de cien vatios por uno de quinientos. La
radio “avisaba” la dirección de los comercios donde se vendían partes de radio,
los diarios publicaban comentarios sobre las radios. Crecieron los pedidos de
licencias, y los aparatos empezaron a invadir masivamente los hogares.
En 1921, Westinghouse entró en la RCA: fortaleciendo la alianza de empresas
que podían controlar el boom mundial de la radio. Sería en efecto, el comienzo
de un nuevo período, bajo la conducción de David Sarnoff. Ante el éxito de la
KDKA, y sobre todo, siguiendo sus propias ideas expresadas en el famoso
memorando de 1916, trató de llevar a la RCA también al negocio de la emisión.
RCA lanza a la venta receptores de precio accesible, y para estimular al
público, Sarnoff idea promociones espectaculares. Su golpe de efecto fue la
transmisión de la pelea Dempsey-Carpentier, que constituyó la salida al aire de
una nueva estación WJY. Miles de partes de radio y de receptores se habían
vendido en toda la costa este. Se explotó en el marketing el patriotismo, la
excitación deportiva y el interés por la radio –dice Barnouw-, y pronto no sólo la
RCA, sino también Weatinghause y General Electric, estaban produciendo
millares de receptores, de repuestos y de partes. AT&T tenía la exclusividad en
la producción de transmisores. Cientos de armadores se iniciaron al mismo
tiempo en el negocio de la radio, comprando partes y armando y vendiendo
receptores y transmisores. En un año, el número de receptores en
funcionamiento pasó de cincuenta mil a seiscientos mil en los EEUU.. Queda
claro como la creación de emisoras se acompaña del interés privado por
movilizar la industria de los componentes.
Unir dos estaciones de radio fue una dificultad arduamente superada porque
hubo que producir cables especiales En esto estaba la AT&T, cuando –en el
verano de 1923- un millonario de Massachussets le pidió permiso para
retransmitir los programas de la WEAF a través de su propia y sofisticada
emisora. El cable atravesaba otras localidades, y la AT&T generó un nuevo
negocio con las emisoras de esas localidades. AT&T planeaba una cadena de
emisoras propias, pero ante la congestión del aire, decidió aliarse con
estaciones ya existentes. A fines de 1924 había veintiséis estaciones en
cadena de costa a costa. El 21 de junio de 1923, el presidente de los EEUU
Harding pudo dirigirse por red a un millón de personas, y en diciembre se
propala por primera vez la sesión del Congreso. En 1924 se transmitieron
también en cadena las convenciones demócrata y republicana, donde la
presencia de la multitud relató mejor los sucesos a los oyentes.
Los contratos de las grandes emisoras con las radios locales afiliadas fueron
evolucionando hasta convertirse en un intercambio de los programas provistos
por las cabezas de cadenas por el público acercado por las emisoras locales.
Debido a ello, las emisoras chicas van perdiendo terreno en provecho de
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Barnouw, Op. Cit.
estaciones con capacidad económica para producir programas estelares. El
negocio de las chicas es ahora vender público.
Pero AT&T, con sus cables, molestaba a sus socios en RCA, que no eran
empresas productoras de cables (G.E. y Westinghause). Buscaron las distintas
empresas medios alternativos para generar cadenas que fue centralmente la
telegrafía. En 1923, Conrad y otros, en Westinghause, comienzan a explotar la
onda corta.
El desencuentro entre la AT&T y RCA termina en un pleito legal y negociación
mediante la RCA le compra la emisora WEAF, que dará origen en 1926 a la
Nacional Broadcasting Co. (NBC). Esta red, que utiliza por el convenio los
cables del teléfono, esta destinada a llevar a toda la nación los grandes
sucesos, con una programación de gran eficacia. Mientras la AT&T se
concentra en la producción industrial de cables y en el sector de las
telecomunicaciones, la RCA se adueña del negocio de la radio: con 5.000.000
de hogares con receptores funcionando, que a fines de la década se
convertirán en casi 30.000.000 millones de aparatos.
En conjunto la industria cultural se encuentra en expansión. La evolución de la
tecnología del cine y los experimentos que anuncian la llegada de la televisión,
dan cuenta de un sector con un gran margen de crecimiento económico.
El caos radiofónico en el país era, empero, inmenso: las emisoras no
respetaban ni frecuencias ni potencias. Las interferencias eran múltiples. En el
Congreso existían numerosos proyectos de ley prontos a tratarse. En ese
contexto, cuando la presión parlamentaria llegaba al tope, RCA inauguró su
cadena, con un impresionante show desde el salón de baile del hotel Waldorf
Astoria, del que participaron, desde distintas ciudades, artistas de fama.
En 1927, NBC contaba con dos redes –una cadena llamada “roja” con
cabecera en la WEAF, y una “azul”, liderada por la WJZ-. El número de
estaciones conectadas a ellas crecía rápidamente y tamb ién los programas
con avisadores: conciertos presentados por Ampico o Palmolive; la Fiesta Para
la Familia de General Motors, o la Orquesta de Cities Service. Brunswck era el
patrocinante de la Ópera Cívica de Chicago. Otras firmas presentaban
emisiones de tono más ligero, entre ellas la Hora Eveready.
Fue, como se advierte, preciso que existiera una estructura publicitaria nacional
para que la radiodifusión se expandiera en cadenas. Tal estructura había
comenzado a formarse antes de la radio, en 1910 en un proceso paralelo a la
concentración económica. La publicidad era breve, circunspecta y
extremadamente educada. La hazaña de Lindbergh, en junio de 1927, al cruzar
el Atlántico en avión, dio lugar a la primera transmisión radial con varios
avisadores.
En cuanto a la producción de los programas, iba profesionalizándose día a día:
todo se escribía y se ensayaba en la NBC. Las producciones teatrales eran
muy cuidadas, y sus actores recibía ahora retribuciones salariales importantes.
Los estudios eran cada vez más amplios y mejor insonorizados. Los
equipamientos para lograr efectos especiales se perfeccionaron.
Una tercera cadena se gestó desde una empresa proveedora de talentos. El
proyecto, que implicó a varias compañías (de cine, discos, teatros, etc.) se
consolida y sale al mercado en 1928, y es la Columbia Broadcasting System
(CBS). Esta nueva cadena, ya sea usando el cable o por onda corta, agrega a
su programación local la retransmisión de servicios de la culta BBC inglesa. La
CBS produce asimismo, desde New York especialmente, grandes programas
culturales: uno de ellos se recuerda como el programa radial del siglo, y es el
que realizó en 1938 Orson Welles
Se ha señalado que el cine y la radio tienen historias similares. Lo que sin duda
es cierto es que radio, cine, teatro, comedias musicales, son actividades que
intercambian constantemente personal, talentos, técnicas, temáticas y estilos.
La radio recibe sus géneros de los diarios (aspectos informativos), de las
revistas, el cine y el teatro (aspectos dramáticos), de los conciertos y los bailes
populares, de la industria discográfica, de la literatura y de la vida callejera,
para adaptarlos a su cualidad de medio en el que todo ha de resolverse por la
sugestión del sonido. Pero la radio también crea y desarrolla especialidades y
modos de ser propios. Recibió influencias e influenció en múltiples actividades.
A fines de enero de 1927, la nueva ley de radiodifusión norteamericana salió
con apuro. Según el Radio Act., se mantenía el control de la nación sobre todas
las ondas, justificándose la existencia del medio en el interés, la conveniencia o
la necesidad pública. Aseguraba la libertad de emisión (el respeto por la 4ta.
Enmienda de la Constitución), y llevaba la marca antimonopólica, al prohibir dar
licencia a cualquiera que, luego de promulgada la Ley, fuera declarado culpable
de prácticas monopólicas en la fabricación o venta de aparatos de radio, o de
usar métodos desleales de competencia. También contenía cláusulas
destinadas a evitar que los intereses telefónicos controlasen la radio, o
viceversa. Se crea la autoridad de aplicación con el nombre de Federal Radio
Comisión (FRC)10, que debe garantizar el cumplimiento de la norma y de
entender en el otorgamiento de las licencias. Pero la Ley, si bien necesaria, ya
era obsoleta al promulgarse, porque apenas se mencionan, en un agregado
final, las cadenas, que por ese tiempo se encontraban en pleno desarrollo y
cuyo carácter es –justamente- oligopólico y censurante. La publicidad tiene
también un escaso papel, distinto de su real función, y ni se menciona la
palabra “educación”.
Sin duda las cadenas permitieron una programación más costosa y atractiva (si
no buena), pero hay que aceptar que llevaron a la homogeinización de las
emisiones y al opacamiento y la desaparición de los talentos locales.
La industria de la radio era en Inglaterra tan sólida como del otro lado del
Atlántico. Sus clientes eran los emprendimientos militares, los armadores y
aficionados. Pero el gobierno británico quería no sólo preservar sus objetivos
de dominio, sino también evitar el caos en el éter (se citaba como ejemplo
perverso a la radio norteamericana). Pretendía también que se preservaran los
10
Actualmente la FCC (Federal Communications Comisión), desde su modificación en 1934 y el arribo
de la televisión.
intereses económicos del Correo y que los contenidos no molestaran al pudor
medio.
Había ya en Cournualles (el extremo suroccidental de Inglaterra) una emisora
que transmitía regularmente desde febrero de 1920. El diario Daily Mail
organizó allí un concierto el 20 de junio de ese año, que hizo oír la voz de una
famosa cantante (Melba) en muchas partes del mundo sintonizada por
radioaficionados. Los diarios ingleses del mismo modo que los
norteamericanos, veían a la radio como un vehículo de entretenimiento, y de
ninguna manera como portador de noticias o de publicidad, negocios ambos
que los diarios se reservaban para si mismos. Los funcionarios ingleses, de su
lado, se negaban a que la radio propalase el tipo de materiales de éxito fácil
que ya difundía el cine de ese tiempo y los diarios sensacionalistas. Deseaban
cuidar el nivel de las emisiones.
Presionado por un mercado creciente de radioarmadores y por un público que
quería convertirse en audiencia, el gobierno inglés decide encargar al Correo la
tarea de idear una forma organizativa capaz de asegurar a la radio un modo de
financiamiento no basado en la publicidad. El Correo deseaba mantener su
control y prefería el monopolio. E invitó a dialogar –como interesados en el
tema- a los industriales del sector, a las fuerzas armadas, al ministerio de
comercio, y al de las colonias. El 18 de octubre de 1922 nació la British
Broadcasting Company, compañía privada de carácter monopólico, con un
directorio en el que se hallaban representadas seis empresas (la más
importante la Marconi), y el Correo. Su director fue el ingeniero escocés John
O.W. Reith. Las transmisiones regulares se inician el 14 de noviembre. Los
usuarios debían pagar un derecho anual de audiencia que el Correo se
encargaba de cobrar y administrar. Y sólo podían comercializarse aparatos
receptores ingleses con el sello de la BBC, sobre los que se pagaba impuesto a
la producción y a la venta. La Marconi entonces prácticamente monopolizó el
mercado inglés de receptores.
John Reith establece para la primitiva BBC tres propósitos: informar, educar,
entretener.
Desde el comienzo se dejó sentado que la estación pública tenía que ser
independiente de los partidos y del gobierno, y que su objetivo debía ceñirse a
“edificar la nación, educar el gusto, evitar los detalles escabrosos (…) y no
debía buscar la popularidad mediante escándalos”. Reith era la figura para
enunciar y cumplir tales objetivos. El propósito de la BBC era,
fundamentalmente “ayudar a formar el gusto del público”. No se prohibía hacer
publicidad, pero sí cobrar por ella.
A los pocos años, una comisión reunida en 1926, en medio de las más grandes
convulsiones sociales del siglo en el país, aconsejó sustituir la estructura de la
BBC y convertirla en una Corporación donde ya no estarían representadas las
industrias: se creó así un ente público autónomo –la British Broadcasting
Corporation en lugar de Company- dotado de una carta emanada del Estado le
aseguraba al autonomía, y regido por un presidente elegido por la Corona: en
suma, un monopolio público destinado a conducir adecuadamente los servicios
de radiodifusión en el país. Su presidente designado fue el mismo John Reith,
que sin duda marcó el carácter de la BBC en toda su trayectoria: sus signos
distintivos fueron la afición por la alta cultura musical y teatral, la independencia
respecto de los partidos políticos y aún del gobierno, y la búsqueda de cierta
neutralidad en las noticias. Música clásica, buenas interpretaciones de buen
teatro, información exenta de opinión.
La cuestión de la financiación publicitaria directa o indirecta en la radio fue
muchas veces enfrentada por el gobierno y los demás intereses británicos, y
finalmente descartada, no sólo por consideraciones económicas –por lo
restringido del mercado publicitario inicial y por las presiones de los diarios
preocupados por la competencia en la captación de avisos- sino, sobre todo,
por consideraciones ético políticas arraigadas en lo que Doglio y Richeri llaman
“democracia cultural” británica, “entretejida de elementos religiosos y de
socialismo humanitario”, cuyo primer exponente en la radio fue John Reith. En
1952, cuando se discutía en la Cámara de los Lores la propuesta de crear una
red de TV financiada por publicidad, Reith opinó “Alguien introdujo en Inglaterra
el cristianismo, y alguien introdujo la viruela, la peste bubónica y la Muerte
Negra. También alguien tiene la intención de introducir la publicidad en la
televisión…”11. Este también había sido su pensamiento en cuanto a la radio.
La prensa gráfica inglesa presionó asimismo contra la transmisión de noticias
con el pretexto de que un monopolio público no podía garantizar la objetividad
de las informaciones. Pero no tuvo éxito. Otra cosa que molestaba a los diarios
era que las radios trasmitieran eventos deportivos, puntual de su propia
mercancía informativa.
Los empresarios teatrales se opusieron inicialmente a que la radio emitiera
desde los teatros, pero ocurrió que estas transmisiones movilizaron al público a
asistir a las representaciones teatrales, y entonces los empresarios dejaron de
protestar.
Al no contar con la financiación publicitaria, los recursos de la radio británica
consistieron en los cánones de los abonos, la comercialización de los
programas y otros ingresos menores. La BBC estaba administrada por un
directorio bajo el control del jefe de Correos. El ejecutivo quedó en manos del
Director General. Según sus reglamentos, podía buscar sus noticias en todo el
mundo, ejercer la propiedad sobre sus productos literarios, musicales,
teatrales, y discográficos, incluso a través de su impresión, lo que disolvía los
muros entre la prensa y la radio. La nueva BBC introducía orden porque
separaba ámbitos, y las empresas privadas volvían a su tarea industrial. El
poder quedaba centralizado en el sector público, así como en los EEUU había
quedado en manos de monopolios privados.
Doglio y Richeri sostienen que esta forma radial británica arraiga en la tradición
política e industrial y comercial de la isla, proclive al monopolio: la presencia de
la compañía inglesa Marconi en los EEUU, excitó, en cambio, en ese país, el
crecimiento de una política aparentemente liberal, resistente a los controles,
pero que llevó a la radio a quedar en manos de los grandes consorcios y de su
propio control de la sociedad.
11
Briggs, Asa, The History of Broadcasting in the United Kingdom, vol. IV, Sound and Vision, Oxford
University Press, London / New York / Toronto, 1969-79, citado por Doglio y Richeri, op. cit.
Podemos señalar algunas características comunes en el período inicial de la
conformación de políticas para el sector. Si bien desde las condiciones de
propiedad y control, ambas definieron recorridos divergentes. Ambos
propiciando el principio de garantizar el acceso universal.
Como señalan Jan van Cuilenburg y Denis McQuail, ambos modelos
comparten algunas características:
“- Considerar a los medios de comunicación como ramas de la industria con
importancia estratégica.
- Separar los diversos sectores para aplicar una la regulación específica
dependiendo del medio (regímenes diferentes basados en la tecnología).
- Subordinar la comunicación al imperativo del interés nacional (económico y
militar).
Estos rasgos están lógicamente relacionados ya que cada uno de ello trata al
campo de la comunicación como un problema esencialmente técnico que debe
ser resuelto más por técnicos, abogados y funcionarios que por una elección
política democrática.”