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Padre eterno, Creador mío, mis labios y mi corazón proclaman tu grandeza y tu amor; hoy cuando la
depresión y la tristeza invaden mi corazón, mi espíritu y mis emociones e inteligencia te suplico,
postrado ante ti: “Envíame tu luz y tu verdad: que ellas me encaminen y me guíen a tu santa Montaña,
hasta el lugar donde habitas. Y llegaré al altar de Dios, el Dios que es la alegría de mi vida; y te daré
gracias con la cítara, Señor, Dios mío. ¿Por qué te deprimes, alma mía? ¿Por qué te inquietas? Espera
en Dios, y yo volveré a darle gracias, a él, que es mi salvador y mi Dios” (Fragmentos del Salmo 43
(42), catholic.net)
COMENTARIO
Hay momentos en la existencia del hombre, en los cuales la tristeza, la impotencia, la depresión y la
ausencia de querer seguir viviendo, lo visitan y con frecuencia se entronizan como huéspedes
permanentes. Ante esta situación son variadas y abundantes las reacciones que se producen, así como
las actitudes que se asumen. Algunos “se echan a morir” y se inmovilizan. Otros acuden en la búsqueda
de soluciones, a espiritistas, magos, adivinos, brujos y charlatanes de todo genero y especie. Por otra
parte los cristianos, los creyentes, evidencian “un bajón” de fe y olvidan que para Dios no hay
imposibles y que basta renovar nuestra fidelidad y creencia en ese gran amor misericordia y piedad
de nuestro Buen Dios. Ni la depresión, ni la tristeza, ni la desolación, ni las dificultades o problemas,
podrán separarnos del amor de Dios. Así que cuando estas manifestaciones del maligno se hagan
presentes, es nuestro derecho y deber, aferrarnos a la palabra de Dios que nos sugiere, entregar y
colocar estos inconvenientes, en las manos de Dios y aumentar nuestra fe y esperanza en su poder, en
su autoridad para deshacer estos males. Creer incondicionalmente en Dios y actuar en la defensa de
nuestra paz, salud, equilibrio emocional, prosperidad y armonía familiar. Este “actuar” debe partir de
nuestra subordinación a la voluntad y designios de Dios y desarrollar conductas que no dejen dudas
de esta sumisión. Tristeza y melancolía, fuera de la casa mía, es lema de quienes viven en la alegría del
Señor.
ORACIÓN
Señor Dios trabajo y trabajo, pero aun así no me alcanza para proveer la satisfacción de las
necesidades de mi familia y las propias. La impotencia me invade y me origina una parálisis emocional
No me siento con ganas de adelantar ninguna iniciativa, de realizar una tarea adicional. Me encuentro
en bajo una presión inmensa que excede mis fuerzas, y mi confianza en ti se debilitan día con día. Pero
.aun en estos momentos de debilidad, tu palabra es un bálsamo que alienta mis paralizados brazos,
piernas, y me motiva para seguir luchando contra la adversidad, el estrés y aquellas fuerzas que son
enviadas por el enemigo para destruir mi fe, mi amor por tu divinidad, mi gratitud por la salvación
que nos concediste y por la lealtad que a ti debo. Señor Jesús tu eres mi solución, mi auxilio, dame
consuelo y fortaleza, pronto auxilio en mi desánimo, se que no me fallarás y pronto recuperaré mi
equilibrio, mi alegría, la paz verdadera y la provisión de todo lo que necesito. Amen y amen.
COMENTARIO
La cotidianidad permite que la rutina, el tedio y el fastidio, visiten y hasta consigan la condición de
huéspedes permanentes en la mente, espíritu e inteligencia del ser humano. A ello se agrega el difícil
mundo en el cual le toca vivir al hombre actual. La situación económica por la que pasa la actual
sociedad mundial, es calificada como crítica, deprimente, exasperante, ruinosa e incapaz de asegurarle
a todos, una existencia decorosa, honrada y próspera. De allí que: el desánimo, la tristeza, la pena, el
malestar social e individual, se hacen presentes, para dejar tras de sí una secuela de personas
enfermas, física, mental y espiritualmente. Eso que llaman estrés, sin duda alguna es una enfermedad
que se causa por el excesivo pensar en las cosas negativas, en aquello que no deseamos que nunca
llegue, el miedo en lo que nos cansa daño. Es el estrés un enemigo es sumo cuidado, pero que no se
engañe ningún ser humano, esa situación de carácter psíquico, bien pudiera ser causada por agentes
distintos al exceso de trabajo, de preocupaciones o del temor por las cosas que pudieran pasarnos a
futuro. Es importante ver la posibilidad de que el ser humano pueda haberse enfermado de lo que
muchos cristianos llaman: “un bajón de fe”, es decir la pérdida casi imperceptible de la fe, de la
confianza en Dios, la desconfianza en el amor que él nos prodiga, vivir una especie del torbellino que
nos arropa, nos enceguece, nos debilita, nos paraliza y nos cansa daño en nuestro espíritu, en nuestra
mente, en nuestras habilidades y destrezas, y colateralmente, un daño familiar y social. Nuestro señor
Jesús está siempre con nosotros, es difícil asimilar de manera absoluta esta gran verdad. Se necesita
cultivar y aumentar muestras fe. Se requiere una práctica cotidiana en la conversación con Dios, a
través de la oración, a través de la búsqueda y aplicación de su palabra en todos nuestros
pensamientos y actos, en la toma de decisiones, en nuestro modo de comportamiento, en nuestra
conducta. No importa cuál sea tu tribulación, tu tragedia, tu problema o tu adversidad, Jesús siempre
está dispuesto a escuchar tu súplica, tu oración, tu pedido. El te conoce y me conoce, aún antes de que
existiéramos, el conoce todas nuestras debilidades, nuestras carencias, nuestras fuerzas, nuestras
habilidades y destrezas. No temas, si para nosotros hay algo imposible, para Dios no lo hay. En Dios
reside toda fuerza, toda sabiduría, toda solución. Él es el principio, el fin de todas las. cosas, El es la
Plenitud. Todo lo que existe ha de postrarse para rendirle tributo..ÁNIMO, GOZO Y ALEGRÍA…ÁNIMO,
GOZO, ALEGRÍA…
ORACIÓN
En estos momentos Señor, la confusión, el desconcierto y la impotencia se han acercado a mi vida, son
huéspedes de mi humilde existencia. Mi inteligencia, mi razón, mi mente, y hasta mi propio espíritu
han sido trastocados por una fuerza extraña y ajena a ti, mi Buen Dios. Aun así, te he invocado Padre
Dios, he clamado por la sangre purificadora y salvífica de tu Hijo, nuestro Señor Jesús. La sangre del
Cordero, la sangre del pacto de la nueva alianza. Gracias Padre por haberme escuchado y liberado de
estos indeseables visitantes. Que maravilloso es mantener una fe dinámica, solida y expectante en ti.
Que bueno es ser tu hijo, Señor Dios. Que grandioso es tu perdón. Que indefinible es el perdón y la
protección que advino por el sacrificio, limpio, puro y sin mancha de nuestro Señor Jesucristo. Sin esta
entrega a la muerte de Cruz y resurrección gloriosa. Sin este triunfo sobre el pecado, la muerte y el
mal, del Hijo de Dios y Señor nuestro: Jesús de Nazaret, sería imposible nuestra propia salvación y
liberación. Gracias Señor por arrojar de nuestra vida, las penas tribulaciones, confusiones,
desconciertos, aflicciones, las impotencias, el desamor, la agresividad y todo lo que nos aleja de ti y
que te desagrada. Que así sea…
COMENTARIO
(APLICACIÓN A NUESTRA VIDA)
Debemos dar gracias por y para siempre al Señor, ello nos mantiene alejados de los llamados
descensos de la intensidad de nuestra fe. Cuando nos acostumbramos a hacer nuestra voluntad sin
que la sometamos por intermedio de la oración y por la búsqueda en la palabra de Dios, a su santa
aprobación, entonces se inician los periodos de confusión, desconcierto, impotencia, debilidad
intelectiva, carnal y espiritual. De allí la gran importancia de estar muy, pero muy cerca de Dios.
Parecerá contradictorio, pero aunque Dios está siempre con nosotros, nuestro albedrío establece la
condición sine quanon, para que EL entre en nuestro corazón, mente y espíritu y tome el control sobre
nuestras vidas. Ánimo, gozo alegría…
ORACIÓN
Señor, escucha mi oración y llegue a ti mi clamor; no me ocultes tu rostro en el momento del peligro; inclina hacia
mí tu oído, respóndeme pronto, cuando te invoco. Porque mis días se disipan como el humo, y mis huesos arden
como brasas; mi corazón se seca, marchitado como la hierba,¡y hasta me olvido de comer mi pan! Los huesos se
me pegan a la piel, por la violencia de mis gemidos.Me parezco a una lechuza del desierto, soy como un búho
entre las ruinas; estoy desvelado, y me lamento como un pájaro solitario en el tejado; mis enemigos me insultan
sin cesar,y enfurecidos, me cubren de imprecaciones. Yo como ceniza, en vez de pan, y mezclo mi bebida con
lágrimas, a causa de tu indignación y tu furor, porque me alzaste en alto y me arrojaste. Mis días son como
sombras que se agrandan, y me voy secando como la hierba. Pero tú, Señor, reinas para siempre, y tu Nombre
permanece eternamente. Mis fuerzas se debilitaron por el camino y se abreviaron mis días; pero yo digo: “Dios
mío, no me lleves en la mitad de mi vida tú que permaneces para siempre”. En tiempos remotos, fundaste la
tierra, y el cielo es obra de tus manos; ellos se acaban, y tú permaneces: se desgastan lo mismo que la ropa, los
cambias como a un vestido, y ellos pasan. Tú, en cambio, eres siempre el mismo, y tus años no tienen
C O M E N T A R I O.
Ciertamente, la vida nos ofrecerá situaciones que no serán de nuestro agrado, ni nos causarán alegría,
no serán ni de paz ni de tranquilidad, serán entre otras: momentos, etapas y acontecimientos
relacionados con problemas económicos, familiares, con situaciones de enfermedades incurables,
cuyos padecimientos pudiesen centrarse en cada uno de nosotros, en las personas que más amamos,
como nuestros padres, hijos, esposa, hermanos, parientes cercanos, amigos y amigas de nuestros
mayores aspectos, etc. Es el período, que en la santa palabra del Señor se conoce como el de las
pruebas, como el periodo de atravesar el desierto de nuestras propias tentaciones, son pruebas
necesarias y obligatorias por las cuales el ser humano debe atravesar, para fortalecer su fe, su
confianza en el Señor, solidificar sus principios, para garantizar su permanencia en el ejercicio de la
justicia, el derecho, la verdad, la caridad, el amor a Dios, el amor al prójimo, para afianzar la voluntad
espontánea de servir a Dios y la aceptación plena, aunque muchas veces al disgusto nuestro, de todo
aquello que consideremos como desfavorable, malo, injusto, hiriente, cruel, atentatorio de nuestra
vida, de nuestra paz y tranquilidad y la de nuestros familiares, amigos y gente por la cual sentimos
hermosos sentimiento de afecto y de amor. Precisamente en estos difíciles momentos, en esta
indeseable situación, en este combate en contra de los sufrimientos, penas y sinsabores, es cuando se
acrecienta la figura de nuestro buen Dios. Es el más oportuno momento para invocarlo, para
suplicarle, para postrarnos ante el y con mucha humildad, sencillez, arrepentimiento y
reconocimiento a su gran poder, a su santidad, a su gloria, a su sabiduría, a su capacidad de perdón, a
su amor por las criaturas creadas, y muy especialmente por el hombre, a quien colocó la cúspide de
esa creación. No desfallezcamos, Dios no tiene la culpa de nuestras aflicciones, contrariedades,
adversidades, tragedias, calamidades y dificultades. Recordemos que poseemos libre albedrío y que
nuestros actos son la consecuencia directa de nuestras decisiones y estas decisiones son generadas en
nuestra libertad para pensar, decidir y actuar. De allí que se impone una reconciliación con Dios. Se
impone no alejarnos de él. Se impone una frecuente, continua y por demás inevitable, disposición de
estar atentos a su palabra, a sus enseñanzas, a sus designios, para cumplirlos, para concretarlos de
manera libre, sin apremios, sin obligaciones, es decir, pensar, decidir y actuar, después de haber
sometido estos tres actos importantes en la vida del ser humano, al discernimiento y sabiduría de
nuestro buen Dios. De esta forma, aunque se nos presenten momentos difíciles y apremiantes, estos se
harán más livianos, menos pesados, más llevaderos, porque el mismo Dios prometió por intermedio
de nuestro Señor Jesucristo, aliviar las cargas de todos aquellos que creyendo en su palabra, le
pidieren en oración, la sanación de sus enfermedades, la liberación de los pecados, la salvación de su
alma y consecuencia evidente disfrutar de la vida eterna en el reino de los cielos, en la presencia del
Señor. Así sea…
La muerte es un fenómeno natural, todo lo que nace muere. Pero los seres humanos poseemos un alma inmortal,
por lo tanto morimos fisicamente pero no espiritualmente. es decir, al morir nuestra alma regresa a DIOS PADRE
FISICAMENTE PARA LUEGO RESUCITAR AL TERCER DIA. CON ELLO GARANTIZÓ TAMBIÉN NUESTRA
RESURRECCIÓN. Confie en Dios, JESUCRISTO ES EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA,EL LO DIJO:” QUIEN CREE
EN MI NO MORIRÁ PARA SIEMPRE”.” Y AQUEL QUE VIVE Y CREE EN MI, AUNQUE HAYA MUERTO, VIVIRÁ.
A continuación reproduzco unas de reflexiones de mi autoría sobre el temor a la muerte que espero le sean de
ayuda.
“LAS REALIDADES FATALES COMO LA MUERTE, SE VENCEN CON LA CREENCIA EN DIOS, UNA GRAN FE Y UNA
La palabra de Dios nos expresa que todos los seres humanos hemos de morir algún día. También esa misma
palabra nos suministra aliento, esperanzas y seguridad de que aun muriendo viviremos, pues nuestra alma es
inmortal, y además que Jesucristo pagó el precio para garantizarnos la vida eterna, en su sacrificio limpio, puro y
sin mancha, realizado por El, desde donde sale el Sol hasta el ocaso, en su pasión, crucifixión, muerte,
resurrección y posterior ascensión al cielo, desde donde reina, a la derecha de Dios Padre y con el Espíritu Santo.
En la Santa Biblia el aspecto que más resalta es la redención y la salvación del hombre gracias a la acción, el amor
y la misericordia de Dios. Hace tiempo escribí algunas notas sobre el tema de la muerte y elegí, para las mismas
“El que observa el mandamiento no experimenta ningún mal, y el corazón del sabio sabe que hay un tiempo y un
juicio. Para cada cosa, en efecto, hay un tiempo y un juicio; pero un gran mal pesa sobre el hombre, y es que él
ignora lo que va a suceder, porque ¿quién le indicará cómo será eso? Ningún hombre es dueño del aliento vital,
para poder retenerlo, y nadie tiene dominio sobre el día de la muerte; no hay tregua en este combate y la maldad
no librará al que la comete”. Amen y amen… (Fragmentos del libro de Eclesiastés, capítulo: 8, tomados del sitio en
Internet: catholic.net).
sobre el tema de la muerte, que comparte algunas de nuestras reflexiones, sobre este inexorable hecho,
Comparto con mis lectores el contenido del referido artículo ,para lo cual,lo reproduzco:
LA MUERTE
1. ¿Por qué nos morimos? El alma es espiritual y no puede morir; pero nos morimos porque además de
espirituales somos materiales; y lo material se divide o corrompe. Al principio Dios otorgó a Adán y Eva el don de
la inmortalidad corporal, pero lo perdieron por el pecado original. Desde entonces todos los hombres mueren.
2. ¿Qué sucede en la muerte? La muerte consiste en la separación del alma y el cuerpo. Tiene lugar cuando el
cuerpo se deteriora tanto que el alma es incapaz de mantenerlo en vida. Entonces se produce la ruptura. El cuerpo
3. ¿Qué sucede al alma después de la muerte? Esta pregunta puede responderse mejor con ayuda de la fe,
aceptando lo que Jesucristo nos enseñó. Según esto, inmediatamente después de la muerte tiene lugar el llamado
juicio particular donde Dios nuestro Señor juzga a cada persona. La sentencia de este juicio puede ser triple:
o Al cielo van los que mueren en gracia de Dios. Allí gozan de la máxima felicidad sin mezcla de mal alguno, y
para siempre.
o Al infierno van quienes mueren en pecado mortal. Allí se sufren penas eternas.
o Al purgatorio van quienes mueren en gracia de Dios pero con el alma menos brillante de lo necesario para ir al
cielo. En el purgatorio hay grandes sufrimientos pero también esperanza, pues saben que después de purificarse
verán a Dios.
4. ¿Sin ayuda de la fe, puede saberse si hay algo después de la muerte? Puede saberse que el alma es espiritual
(pues realizamos operaciones espirituales como comprender esta web). Al ser espiritual es inmortal (pues sólo los
seres materiales pueden partirse o pudrirse). Y como el alma no muere, se conoce que hay otra vida después de la
muerte.
5. ¿Sin ayuda de la fe, se sabe si hay premios y castigos después de la muerte? En esta vida a menudo quien obra
mal triunfa, mientras que las personas santas a veces sufren mucho. Esto es contrario a la justicia divina… Como
Dios es justo y en esta vida las cosas son así, el Señor debe premiar en la otra vida a los que obraron bien.
1. ¿Por qué nos preocupa la muerte? Es normal que la muerte nos entristezca pues deseamos conservar la vida.
Sin embargo, la muerte preocupa menos a quienes saben que después hay otra vida. Si se piensa en lo que se
deja, surge la tristeza; si se piensa en la vida que nos espera, el agobio disminuye.
2. ¿Qué hacer para que la muerte nos preocupe menos? Para disminuir la tristeza ante la muerte se recomienda
llevar bien la vida cristiana: confesarse a menudo, rezar… Si crece la cercanía y confianza en Dios, disminuyen los
temores. Otro consejo es recordar la filiación divina pues, ¿a qué temerá un hijo de Dios, un hijo de María?
3. ¿Es malo pensar en la muerte? No es malo ni pesimista. Es sano realismo. A veces pensar en la muerte da paz
pues las dificultades de la vida no duran siempre. Al final de la batalla nos espera la felicidad de la vida eterna
junto a Dios.
4. ¿Sano realismo?. Vamos a morir. Con toda certeza. Es una realidad que nadie pone en duda. Nadie discute. Es
totalmente segura. Y afecta mucho a la vida humana, de modo que la sensatez invita a plantearse la vida teniendo
5. ¿Cómo plantearse así la vida? La certeza de la muerte aporta realismo a la vida en varios temas:
o Aprovechamiento del tiempo: el tiempo que disponemos para hacer el bien es limitado.
o Valor relativo de los bienes materiales: son útiles si permiten realizar las buenas obras que conducen a la
felicidad eterna.
o El cuerpo posee gran dignidad y se debe proteger pero al final muere y se pudre, mientras el alma permanece.
Por tanto, conviene dar mayor importancia al cuidado del alma. Propia y ajena.
o Después de la muerte viene el juicio de Dios y conviene vivir dispuestos a ser juzgados, manteniendo el deseo
1. ¿Se puede prevenir la muerte? Aunque la muerte surja de improviso, es posible estar preparados de modo que
venga la muerte cuando viniere el resultado sea irse al cielo. Y así es importante vivir en gracia de Dios, con el
alma limpia de pecados mortales, confesándose cuando sea necesario. Si uno desea evitar también el purgatorio,
será útil que repare sus pecados con sacrificios y buenas obras. En resumen, la mejor preparación para la muerte
2. ¿Y si la muerte se ve ya próxima? Cuando la muerte se ve cercana, conviene disponerse para el encuentro con
o Recibir varios sacramentos; en este orden: Confesión (sobre todo si hay pecados mortales), unción de enfermos
o Aumentar la oración y el deseo del cielo; fomentar la piedad, por ejemplo, besando un crucifijo.
o Renovar la intención de ganar las indulgencias. En especial interesa ganar la indulgencia plenaria que la Iglesia
3. ¿Cómo se consigue esa indulgencia? Para ganar una indulgencia plenaria en el momento de la muerte, basta
con estar en gracia de Dios, rechazar cualquier pecado y desear obtener esa indulgencia. También se precisa
haber rezado alguna vez, pero esto suena tan fácil que cuesta llamarlo requisito”. (Tomado del sitio catholic.net.
Para complementar lo expresado en el precitado artículo, colaciono los textos de una oración y la aplicación a
ORACIÓN
El que observa el mandamiento no experimenta ningún mal, y el corazón del sabio sabe que hay un tiempo y un
juicio. Para cada cosa, en efecto, hay un tiempo y un juicio; pero un gran mal pesa sobre el hombre, y es que él
ignora lo que va a suceder, porque ¿quién le indicará cómo será eso? Ningún hombre es dueño del aliento vital,
para poder retenerlo, y nadie tiene dominio sobre el día de la muerte; no hay tregua en este combate y la maldad
no librará al que la comete. Amen y amen… (Fragmentos del libro de Eclesiastés, capítulo 8)
COMENTARIO
Un gran problema vive el hombre. Su futuro es incierto, no lo conoce ni llegará a conocerlo, salvo por el mandato
y la voluntad de nuestro Padre bueno, el Dios creador. Sin embargo la misericordia de ese Dios que todo lo sabe y
todo lo puede, nos ofrece la oportunidad de llegar a ese conocimiento por intermedio del cumplimiento de sus
mandatos, de sus designios y de vivir apegado a sus más elementales principios y valores relativos a la justicia, a
la verdad a la solidaridad, a la tolerancia y una subordinación total a sus enseñanzas y a sus preceptos .Ya en el
libro del Eclesiastés, el señor nos enseña y nos orienta a entender que existe un tiempo para cada cosa y que
igualmente se presentará oportunamente un juicio para nuestros actos, decisiones y hechos o acontecimientos
generados por nuestra voluntad. No es fácil vivir con estos grandes enigmas e interrogantes. No saber cuando nos
llegará la muerte, no saber que nos depara el futuro. Ignorar los recursos y elementos con los que contamos para
vencer nuestros miedos, nuestros temores y nuestras debilidades por el fenómeno natural y forzoso de nuestra
muerte. Si solamente fuéramos capaces de recordar la palabra de Dios que nos dice: “yo soy la resurrección y la
vida, quien crea en mi aunque esté muerto vivirá, y aquel de crea y viva en mi no morirá jamás”. Se necesita una
gran fe, una gran confianza en Dios, para internalizar que nosotros somos inmortales, que accederemos a la vida
eterna por el sacrificio realizado voluntariamente por nuestro señor Jesucristo, quien clavó literalmente hablando,
la factura de nuestros pecados en el madero en el cual fue crucificado. Si por un hombre el pecado entró en el
mundo y con ello la muerte. Por un hombre también regresaría la limpieza de corazón, la docilidad, la
mansedumbre, la obediencia del señor y por supuesto regresaría también la inmortalidad, la vida eterna,
conquistada por la sangre derramada por nuestro señor Jesús y por su triunfo sobre la muerte, sobre el pecado y
sobre el maligno. Así que no temamos a la muerte, es necesario morir para vivir, ya lo dijo San Pablo y el propio
Jesús de Nazaret platicando con sus discípulos les dijo: “en verdad, de cierto os digo que la semilla que cae en
tierra fértil y muere tendrá nueva vida y aquella que no lo haga morirá eternamente”. Es necesario entonces morir
así como Jesús lo hizo para poder resucitar. Gracias señor Jesús, en ti confío. Ánimo, gozo, alegría…
Señor Jesucristo, Dios y Salvador mío, te alabo y te bendigo, te reconozco como Él Mesías, como El Salvador del
Mundo y como Mí Salvador Personal, te doy gracias porque a través de tu sacrificio todos los hombres fuimos
salvados, nuestros pecados fueron perdonados, la muerte fue vencida y nuestra vida eterna fue garantizada en el
reino de los cielos, por tu sangre derramada en la cruz, sangre liberadora y victoriosa sobre todo a las fuerzas del
mal, sobre el mismo lucifer y sobre su reino del mal. No obstante, Señor Jesucristo, mi alma y mi espíritu viven en
una confusa y gran obscuridad. Confieso que he cometido graves faltas, que le he causado daño a personas
inocentes, que he sido la ruina de muchas vidas. Reconozco en este acto que no soy ejemplo de virtudes, que he
ocasionado grande dolores a los que me aman, a mi familia, a mi pareja, mis amigos y vecinos, no he hecho
acepción alguna, a todos los he defraudado. Mis días y noches transcurren con un profundo vacío y dolor
emocional. Siento que debo ser castigado por mis faltas y errores, no merezco el perdón de quienes se sienten
ofendidos por mis grandes equivocaciones y por mis acciones, sé que soy culpable y responsable de todas esas
consecuencias negativas derivadas de mis actos. Soy una persona ruin, malvada, cargada de lo peor que le puede
conceder la humanidad a cualquier individuo o persona tan despreciable como yo. Pero para ti no hay nada
imposible, y valiéndome de tu precioso amor por tus criaturas, de tu piedad, de tu misericordia y de tu inmenso
poder para perdonar: Te pido Señor Jesucristo tu perdón por todas mis faltas, mis pecados, mis errores, mis
actuaciones dañinas, creo que así como le enseñaste a San Pedro y a tus discípulos, que debían perdonar hasta
setenta veces siete, podrás perdonarme, blanquear mis vestiduras sucias, raídas y manchadas por los graves
pecados cometidos, para que se cumpla en mi Señor Jesucristo según tu palabra: “ Entonces clamarás al Señor y
Él te responderá; lo llamarás y Él te dirá: “Aquí estoy”. Cuando renuncies a oprimir a los demás y destierres de ti
el gesto amenazador y la palabra ofensiva; cuando compartas tu pan con el hambriento sacies la necesidad del
humillado, brillará tu luz en las tinieblas y tu obscuridad será como el mediodía (Isaías capítulo 58,7-10)
Esta oración contiene la confesión y el reconocimiento, que la mayor parte de nosotros no hacemos. No estamos
dispuestos a reconocer realmente los errores cometidos. Siempre buscamos algún argumento para hacer menor
nuestra responsabilidad y le imputamos al otro, parte, y a veces la totalidad de nuestra culpa por los hechos malos
o negativos que le ocurren a esas personas. No estamos dispuestos a asumir nuestra culpa, ni nuestra
responsabilidad en los hechos y acciones malas o pecaminosas que nosotros cometemos. Siempre afirmamos que
fue culpa del otro y que si algo malo pasó, la culpa no fue nuestra. Creemos que somos un dechado de virtudes y
que nunca nos equivocamos. La vida no se detiene, continúa discurriendo y al tiempo, si nosotros hemos vivido
con esa actitud, entonces nos sucederá lo que la persona que hace esta oración está sufriendo. Su espíritu, su
alma, su corazón y su mente, están cargados de malas acciones y de las consecuencias dañinas que le causaron
no solamente a otras personas, si no a sus seres más amados, y por eso ya cansado de esas cadenas que pesan
mucho más de lo que el cree resistir, entonces se acuerda, porque antes ni se acordaba de ello, de que existe el
discernimiento, la sabiduría, el libre albedrío, que son los que impulsan nuestras actuaciones, de manera que si los
actos que realizamos son equivocados, si le causan daño a otros, si son inmorales, sí son engañosos y
fraudulentos, sí con ellos transgredimos el derecho de los otros, así como sus metas, objetivos, sus seres amados,
todo ello repito, es de nuestra propia y única responsabilidad. Debemos arrepentirnos y comprometernos de
manera sincera a no seguir actuando de esa forma, a pedir perdón, a enderezar la situaciones dañinas que hemos
creado, y reconciliarnos con Dios, para que éste sea nuestro orientador, nuestro mentor, el único que tome las
riendas y control sobre nuestra vidas. Si así lo hacemos, el perdón está asegurado y toda nuestra obscuridad se
convertirá en un día radiante y maravilloso, gracias a la dulzura y a la misericordia de nuestro buen Dios. Animo,
gozo, alegría …
Dios y Salvador mío, te alabo y te bendigo, te reconozco como Él Mesías, como El Salvador del Mundo y como Mí
Salvador Personal, te doy gracias porque a través de tu sacrificio todos los hombres fuimos salvados, nuestros
pecados fueron perdonados, la muerte fue vencida y nuestra vida eterna fue garantizada en el reino de los cielos,
por tu sangre derramada en la cruz, sangre liberadora y victoriosa sobre todo a las fuerzas del mal, sobre el
mismo lucifer y sobre su reino del mal. No obstante, Señor Jesucristo, mi alma y mi espíritu viven en una confusa
y gran obscuridad. Confieso que he cometido graves faltas, que le he causado daño a personas inocentes, que he
sido la ruina de muchas vidas. Reconozco en este acto que no soy ejemplo de virtudes, que he ocasionado grande
dolores a los que me aman, a mi familia, a mi pareja, mis amigos y vecinos, no he hecho acepción alguna, a todos
los he defraudado. Mis días y noches transcurren con un profundo vacío y dolor emocional. Siento que debo ser
castigado por mis faltas y errores, no merezco el perdón de quienes se sienten ofendidos por mis grandes
equivocaciones y por mis acciones, sé que soy culpable y responsable de todas esas consecuencias negativas
derivadas de mis actos. Soy una persona ruin, malvada, cargada de lo peor que le puede conceder la humanidad a
cualquier individuo o persona tan despreciable como yo. Pero para ti no hay nada imposible, y valiéndome de tu
precioso amor por tus criaturas, de tu piedad, de tu misericordia y de tu inmenso poder para perdonar: Te pido
Señor Jesucristo tu perdón por todas mis faltas, mis pecados, mis errores, mis actuaciones dañinas, creo que así
como le enseñaste a San Pedro y a tus discípulos, que debían perdonar hasta setenta veces siete, podrás
perdonarme, blanquear mis vestiduras sucias, raídas y manchadas por los graves pecados cometidos, para que se
cumpla en mi Señor Jesucristo según tu palabra: “ Entonces clamarás al Señor y Él te responderá; lo llamarás y Él
te dirá: “Aquí estoy”. Cuando renuncies a oprimir a los demás y destierres de ti el gesto amenazador y la palabra
ofensiva; cuando compartas tu pan con el hambriento sacies la necesidad del humillado, brillará tu luz en las
Esta oración contiene la confesión y el reconocimiento, que la mayor parte de nosotros no hacemos. No estamos
dispuestos a reconocer realmente los errores cometidos. Siempre buscamos algún argumento para hacer menor
nuestra responsabilidad y le imputamos al otro, parte, y a veces la totalidad de nuestra culpa por los hechos malos
o negativos que le ocurren a esas personas. No estamos dispuestos a asumir nuestra culpa, ni nuestra
responsabilidad en los hechos y acciones malas o pecaminosas que nosotros cometemos. Siempre afirmamos que
fue culpa del otro y que si algo malo pasó, la culpa no fue nuestra. Creemos que somos un dechado de virtudes y
que nunca nos equivocamos. La vida no se detiene, continúa discurriendo y al tiempo, si nosotros hemos vivido
con esa actitud, entonces nos sucederá lo que la persona que hace esta oración está sufriendo. Su espíritu, su
alma, su corazón y su mente, están cargados de malas acciones y de las consecuencias dañinas que le causaron
no solamente a otras personas, si no a sus seres más amados, y por eso ya cansado de esas cadenas que pesan
mucho más de lo que el cree resistir, entonces se acuerda, porque antes ni se acordaba de ello, de que existe el
discernimiento, la sabiduría, el libre albedrío, que son los que impulsan nuestras actuaciones, de manera que si los
actos que realizamos son equivocados, si le causan daño a otros, si son inmorales, sí son engañosos y
fraudulentos, sí con ellos transgredimos el derecho de los otros, así como sus metas, objetivos, sus seres amados,
todo ello repito, es de nuestra propia y única responsabilidad. Debemos arrepentirnos y comprometernos de
manera sincera a no seguir actuando de esa forma, a pedir perdón, a enderezar la situaciones dañinas que hemos
creado, y reconciliarnos con Dios, para que éste sea nuestro orientador, nuestro mentor, el único que tome las
riendas y control sobre nuestra vidas. Si así lo hacemos, el perdón está asegurado y toda nuestra obscuridad se
convertirá en un día radiante y maravilloso, gracias a la dulzura y a la misericordia de nuestro buen Dios. Animo,
gozo, alegría …
DE MARZO DE 2014.
IMAGEN UNO: JESUCRISTO ROMPE LAS CADENAS DE NUESTROS DOLORES, PENAS Y ANGUSTIAS.
GONZÁLEZ FUENMAYOR, Mervy Enrique .El Ejercicio del Principio Inquisitivo: ¿Ofrenda a la Ética o a la Justicia?
1.-REQUISITOS DE LA CITA ELECTRÓNICA.¿Como citar los artículos, reflexiones, notas cortas, oraciones y otros
materiales, en su versión electrónica, autoría de Prof. Dr. Mervy Enrique González Fuenmayor? Para citar las
reflexiones, artículos, notas cortas, oraciones y otras materiales contenidos en los Blogs de Prof. Dr. Mervy
Enrique González Fuenmayor, sírvase colocar la siguiente nota: GONZÁLEZ FUENMAYOR, Mervy Enrique .Título de
la publicación. Blog de Dr. Mervy Enrique González Fuenmayor, o los títulos de alguno de mis otros blogs Año. [En
línea]. Puesto en línea (fecha de publicación). URL: Consultado el dia (fecha de consulta)
2.-REQUISITOS DE LA CITA A PARTIR DE LA VERSIÓN IMPRESA O DE AQUELLA QUE SIN HABER SIDO PUBLICA,
FORMA PARTE DEL PATRIMONIO DE LAS INSTITUCIONES ACADÉMICAS, EDUCATIVAS, CULTURALES O DE LAS
DIVERSAS BIBLIOTECAS.
¿Como citar la versión impresa? Primero.-: datos del autor: GONZALEZ FUENMAYOR(los apellidos del autor todos
en mayúsculas) y luego los nombres (solamente la primera letra en mayúscula) Mervy Enrique. Segundo.- El titulo
(entrecomillado y todo en mayúsculas) del artículo, nota corta, reflexiones, oraciones etc. ejemplo “CUARTILLA A
Bogotá-Colombia. Cuarto.-La editorial que lo imprimió o diseñó: ejemplo: Vadell Hermanos Editores (la primera
letra en mayúscula).Si lo que se va a citar se encuentra presentado a alguna Institución biblioteca d académica,
educativa, organizaciones publicas o privada, y/o permanece en alguna(s) biblioteca(s), o acaso ese material a
citar no se ha impreso o publicado, entonces se coloca el nombre de esa Institución u Organización, Biblioteca,
etc. ejemplo. La Universidad del Zulia, La Organización de Naciones Unidas, Biblioteca Central del Estado Zulia,
etc. Quinto.-Se coloca el año de presentación, impresión o publicación. Ejemplo: año 2008. Sexto.- El total de las
páginas del artículo, notas, reflexiones etc. los números de las páginas 28-32
IMAGEN UNO: JESUCRISTO ROMPE LAS CADENAS DE NUESTROS DOLORES, PENAS Y ANGUSTIAS.