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Introducción
(…) los grandes descubrimientos en las ciencias físicas, que han cambiado
nuestras imágenes del universo y nuestro lugar en él; la industrialización de
la producción, que transforma el conocimiento científico en tecnología, crea
nuevos entornos humanos y destruye los antiguos, acelera el ritmo general
de la vida, genera nuevas formas de poder colectivo y de lucha de clases;
las inmensas alteraciones demográficas, que han separado a millones de
personas de sus hábitat ancestral, lanzándolas a nuevas vidas a través de
medio mundo; el crecimiento urbano, rápido y a menudo caótico; los
sistemas de comunicación de masas, de desarrollo dinámico, que
envuelven y unen a las sociedades y pueblos más diversos; los Estados
cada vez más poderosos, estructurados y dirigidos burocráticamente, que
se esfuerzan constantemente por ampliar sus poderes; los movimientos
sociales masivos de personas y pueblos, que desafían a sus dirigentes
políticos y económicos y se esfuerzan por conseguir cierto control sobre sus
vidas; y finalmente, conduciendo y manteniendo a todas estas personas e
instituciones un mercado capitalista mundial siempre en expansión y
drásticamente fluctuante.
Afirma Romero que un examen más atento hubiera permitido constatar que ese
juicio no era del todo exacto, pues era mucho lo que en la región no cambiaba,
especialmente en las zonas rurales y hasta en las urbanas. Puntualiza que fueron
las ciudades y sobre todo las grandes las que cambiaron debido a que estaban
ligadas a cierta transformación sustancial que tuvo lugar por entonces en la
estructura económica de casi todos los países latinoamericanos influyendo:
(…) particularmente sobre las capitales, sobre los puertos, sobre las
ciudades que concentraron y orientaron la producción de algunos productos
solicitados en el mercado mundial. Fue, ciertamente, la preferencia del
mercado mundial por los países productores de materias primas y
consumidores virtuales de productos manufacturados lo que estimuló la
concentración, en diversas ciudades, de una crecida y variada población, lo
que creó en ellas nuevas fuentes de trabajo y suscitó nuevas formas de
vida, lo que desencadenó una actividad desusada hasta entonces y lo que
aceleró las tendencias que procurarían desvanecer el pasado colonial para
instaurar las formas de la vida moderna (Romero, 1984: pp. 247-248).
Entre los efectos que produjo el ferrocarril, Miguel Ángel Urrego destaca el cambio
en la noción de vacaciones de veraneo de los bogotanos, al permitir el acceso
rápido a los pueblos de “tierra caliente”, sustituyendo los paseos a Chapinero y la
pesca y el baño en el río Bogotá por el paseo en tren, la instalación en un hotel, el
acceso a piscinas y juegos de mesas, entre otros (Urrego, 1997, p. 82).
Y agrega:
Paralelo a este cambio, se consolidaron actividades comerciales que
sostenían los desplazamientos y un tipo de ‘cultura de veraneo’; en la
ciudad, comienzan a venderse las prendas para tierra caliente, ropa de
texturas y colores apropiados, y sus accesorios (sombreros, trajes de baño,
etc), así como otros productos: repelentes de insectos y cremas contra el
sol y las picaduras de insectos. Por último, las vacaciones fueron
asociadas a la afirmación de un estatus social, pues muchos lugares se
constituyeron en centro de reunión de los adinerados de la ciudad (Urrego,
1997, p. 82).
El tranvía que vino a unir a Bogotá con Chapinero, lugar considerado a finales del
siglo diecinueve y comienzos del veinte como lejano y a donde mucha gente
llegaba a veranear, fue motivo de diversión, y en muchas oportunidades de
protestas como consecuencia de los continuos descarrilamientos que obligaron a
los pasajeros a bajarse del incómodo vehículo, con el fin de facilitar el reencaje,
labor en la cual participaban algunos de ellos.
Al lado del tranvía, se encontraban por las calles de Bogotá a finales del siglo XIX
y comienzos del XX, uno que otro coche elegantes de los particulares con
magníficos caballos, y en un lamentable estado, los de alquiler. Había pocos
jinetes, entre los cuales se contaban varios de los médicos, quienes se servían del
caballo para realizar sus visitas profesionales.
La ley 80 de 1912 expedida por el actual Senado facultó al gobierno para comprar
las aguas potables y los predios que sirven para abastecer a Bogotá...También se
ha impuesto como necesidad la atroz organización del monopolio que, como es de
notoriedad pública, no se recuerda un mal servicio tan pésimo como el actual. El
agua impotable, impura, infecta y nociva tiene el aspecto turbio y el sabor
nauseabundo que lo diga cualquiera de los habitantes de Bogotá. Ya no existe
depósito de decantación, hoy convertido en inmundo germen con que se satura el
agua que distribuye la empresa.
Las exiguas fuentes de capital de las clases altas hacían realmente difícil el
establecimiento de grandes empresas de cualquier tipo. Esto era
particularmente cierto por la falta de instituciones bancarias que hubieran
podido ayudar a aumentar los limitados capitales de la época. (Safford,
1977, p. 32).
Respecto de los efectos que estos escritos tuvieron sobre la opinión pública,
Rodríguez, Acosta, Ramírez y Villamizar (1993, p. 76) anotan:
Efectivamente, por iniciativa de los empresarios Pedro Nel y Tulio Ospina, Camilo
y Gonzalo Carrizosa y Rafael Espinosa Guzmán, quienes en 1889 habían firmado
un contrato con el gobierno nacional y con recursos de la banca y el capital de la
familia Carrizosa, se constituyó en Bogotá, en 1891 The Bogotá Electric Light Co
en un edificio de la carrera 13, al lado del puente Núñez, el servicio de alumbrado
eléctrico. Pedro María Ibáñez describe este magno acontecimiento en los
siguientes términos:
The Bogotá Electric Light Co. se enfrentó con un público que exigió mucho
de la empresa, con altos costos de las soluciones previstas para responder
al problema de la presión y con la poca rentabilidad del negocio. Estos
factores, además de hacer tambalear la existencia de la Compañía, hicieron
prever un primer gran apagón de la ciudad (Rodríguez, Acosta, Ramírez y
Villamizar, 1993, p. 108).
Salomón Kalmanovitz anota que este proceso de asentamiento industrial fue largo,
penoso y sujeto a muchos riesgos que solamente después de 1910 se empiezan a
superar:
Admirador de Inglaterra, país al cual visitó tres veces y de otros países europeos
como Francia y de algunos de sus pensadores económicos, en el último viaje que
realizó al viejo continente en 1873, llevó consigo a cuatro de sus hijos, no
solamente para que prosiguieran sus estudios y para alejarlos del ambiente de
fanatismo político que se respiraba en Colombia en esa época, sino para que se
familiarizaran con el progresos de esos países y con el fin de que palparan los
cambios que la revolución industrial que en ese momento se iniciaba como
producto de la máquina de vapor y posteriormente de la electricidad, traía consigo.
Santiago y Manuel se quedaron en Inglaterra; Antonio en Alemania y José María
en Francia.
Así, el 13 de agosto de 1896, los seis hermanos Samper Brush, Santiago, Manuel,
Antonio, José María, Joaquín y Tomás, constituyeron la sociedad regular colectiva
Samper Brush y Cía. Como objeto social se fijó establecer en El Charquito una o
más instalaciones de energía eléctrica; ofrecer el servicio de energía eléctrica y
sus aplicaciones a la industria y a los usos domésticos y el comercio de objetos a
que da lugar la aplicación de la energía eléctrica, etc.
La otra empresa importante para el desarrollo del país y de Bogotá, fue Cementos
Samper, fundada por los Samper Brush en 1909. Al comenzar el siglo XX el
cemento, necesario para el desarrollo de los países, era poco utilizado y conocido
en Colombia. Los comerciantes que lo trajeron del exterior lo hacían en cantidades
pequeñas casi siempre de Dinamarca o de otras partes de Europa. Carlos Sanz
de Santamaría atribuye a lo difícil que era importarlo la razón principal de su
consumo limitado:
Como el costo del cemento era especialmente alto al traerlo de Europa, los
hijos de don Miguel Samper Agudelo, con su probado espíritu progresista,
iniciaron gestiones para fundar una fábrica de cemento en las vecindades
de la capital. Consideraron oportuno y conveniente para las necesidades de
la nación montar dicha fábrica, en la que tenían especial interés todos
aquellos que veían en el cemento un material necesarísimo para el
desarrollo futuro del territorio colombiano. (Sanz de Santamaría, 1993, p.
46).
Varias fueron las dificultades que tuvieron que sortear los hermanos Samper
Brush para el establecimiento de la empresa. La primera se relacionó con la
compra de los terrenos en el municipio de La Calera, que contenía una mina de
caliza, la cual después de arduas negociaciones con sus dueños lograron adquirir
por la cuantiosa suma de diez mil libras esterlinas en 1909. La segunda dificultad
radicó en la falta de vías y medios de transporte adecuados para el traslado de la
piedra caliza de las minas hasta las instalaciones de la fábrica que funcionaba en
la Carrera 17 con la Calle 15, cerca de la Estación de la Sabana, donde trabajaba
una pequeña planta con un horno vertical, que producía en promedio cuatro
toneladas de Clinker en cada operación, la cual se había comenzado a construir
desde 1905, culminándose en 1908. La materia prima se traía a Bogotá a lomo de
mula, a través de un sendero muy estrecho que conducía hasta el camino de
Gachetá y por este a la Carretera Central del Norte.
Hacer el experimento era tentador para quien llevaba en la sangre el fuego de los
veinte años, y en el espíritu un terco propósito de acción. Oír a los grandes
maestros; leer sus obras; observar de cerca el funcionamiento de aquellas
escuelas que se anunciaban como una redención; atesorar ideas: tal era el
programa inicial impuesto por el espejismo de esa escuela nueva, que sería un
fermento de renovación escolar dentro del territorio patrio, y que algún día -¿por
qué no?- haría hablar bien de Colombia, y contribuiría al progreso colectivo con
iniciativas generosas y fecundas (Nieto, 1993, p. 29).
Atraído por lo que había percibido, Agustín Nieto inició su periplo por Europa
Central, América del Norte y algunos países de Suramérica para cristalizar ese
sueño de crear en el país una escuela nueva. Visitó la Sorbona, el Teacher’s
College de la Universidad de Columbia, el Instituto de Ciencias de la Educación de
Ginebra, la Escuela de L’Hermitage de Bruselas, la Institución Libre de Enseñanza
de Madrid, centros de inspiración y sus maestros a quienes escuchó, leyó o con
los cuales conversó y que admiró, fueron William James, Dewey y Tohordinke;
Durkheim, Binet, Bergson y Boutroux; Decroly, Ferriere, Bovet y Claparede, Giner,
De los Ríos, Altamira y Cossio, entre otros.
Éste, al referirse al origen de la idea sostiene que se les ocurrió que así como en
el campo material en el país se empleaban todos los progresos alcanzados en las
naciones más civilizadas, lo mismo podría hacerse en lo relacionado con la
educación:
Al decir de Wasserman:
Rico hace una descripción detallada del laboratorio indicando que estaba ubicado
en Chapinero en un edificio de cemento y ladrillo de dos plantas en la vistosa
vegetación de un parque de algo más de una fanegada con ocho pabellones y
siete departamentos en donde se localizaban la portería, el consultorio, la
biblioteca, las oficinas, la secretaría, el cuarto de estufa, el salón de maquinaria,
el laboratorio Central dedicado a los trabajos de microscopio, de bacteriología, de
análisis y de parasitología, el laboratorio oriental destinado a los trabajos de
veterinaria relacionados con lo quirúrgico y lo clínico, los laboratorios de serología,
de química y de anatomía patológica, el laboratorio de preparación y envases,
provisto de un filtro para antitoxinas, con tubería de aire comprimido y un soplete
para sellar ampollas, el zarzo, para guardar los archivos y otros enseres, un
departamento de esterilizaciones y preparación de medios de cultivo y un almacén
de vidriería, repleto de elementos, de materias primas, el almacén de productos
con sus lotes y remesas terminadas y listas para venderlos. Espacios para los
animales de experimentación y para sus crías: centenares de conejillos de India,
de ratones blancos, de ratas y de conejos, constituyéndose en una incubadora
permanente de fecundidad, la cual se aprovecha para la experimentación e
inoculación en pro de redentoras terapéuticas, para albergue de animales
enfermos y despensa de grano (trigo, avena, maíz, cebada y forraje), un salón de
empaques donde se alistan los productos del establecimiento que son enviados al
interior y exterior del país. Contaba la edificación con otros espacios dedicados a
la preparación del suero contra el carbón bacteridiano, preparación de las
inyecciones, sueros terapéuticos como el de la disentería, el de tétanos, etc.,
inoculaciones de animales (caballos), sangrías y pesebreras, alojamiento de
pacientes pobres que acuden al Laboratorio en busca de tratamiento profiláctico
contra la rabia (Rico,1924, pp.131-134).
El laboratorio, por la descripción que hace Rico, prestó un gran servicio al sector
empresarial (industrias, comercio, ganadería) y a la población, mediante las
materias primas elaboradas y los productos que ofrecía, entre los cuales resalta:
Una muestra fehaciente que reafirma lo dicho sobre el papel desempeñado por el
laboratorio durante su corta existencia (7 años) y sus dueños, fueron los premios
recibidos y los elogios hechos por connotados científicos internacionales, médicos,
periodistas, políticos del país, funcionarios del gobierno y legisladores. Así, en el
año 1923, en la Gran Exposición Nacional organizada por la Sociedad de
Agricultores de Colombia, SAC, sus productos fueron exaltados con las más altas
distinciones: “Fuera de concurso, medalla de oro y diploma de primera clase”. Esta
Asociación, además les concedió una mención “Por sus méritos extraordinarios en
favor del país”. En la Exposición Industrial, Agrícola y Pecuaria realizada en
Medellín se les otorgó medalla de oro y diploma de primera clase. En Ecuador, en
una exposición que tuvo lugar en Guayaquil, obtuvieron otro premio.
Los científicos extranjeros que visitaron al laboratorio ensalzaron el progreso y
logros alcanzados. Por ejemplo, Lecomte Du Nouy, sabio francés, compañero del
profesor Carrel en el Instituto Rockefeller y autor de investigaciones de alta
calidad, dijo de él en un reportaje a El Tiempo:
La dirección del laboratorio estuvo a cargo de Bernardo Samper desde 1922 luego
de la muerte de su socio Jorge Martínez el 11 de septiembre de este año,
envenenado por las toxinas del bacilo diftérico mediante un ataque aleve que no
fue posible descubrir sino cuando ya su organismo fallaba para siempre, hasta su
venta al gobierno nacional, debido en parte al vacío que dejó dicho fallecimiento,
pero también porque el crecimiento del laboratorio demandaban grandes
esfuerzos colectivos y gastos cuantiosos que una persona en solitario no estaba
en capacidad de afrontar.
Entre sus proyectos más importantes que se podrían incluir en lo que hoy se
denomina “industrias culturales” están:
Los editoriales: Selección Samper Ortega, creación de las revistas, Santa
Fe y Bogotá, Repertorio Selecto y Senderos; el del impulso de la
construcción del edificio de la Biblioteca Nacional y reestructuración de
ésta; y los relacionados con la educación a través de su gestión académica
como profesor, directivo y cofundador de instituciones escolares como el
Gimnasio Moderno y la Escuela de Administración Industrial y Comercial del
Gimnasio Moderno.
Había allí una rueda zambiloca, que no giraba sobre un eje central, sino en
una forma que me recordaba las iras de la señorita Amanda Mendoza…
Una rueda contrahecha, que hería mi sensibilidad estética… Empezaba a
despertar en mí, a través de la pena por el buen éxito, una cosa nueva,
muy íntima, muy vaga a la vez pero que reaccionaba contra las cifras y
contra esa rueda fea, terrible, que no pude soportar…Presenté renuncia
(Osorio, 1944, p. 5).
¿Cuál fue el contexto en donde surgió la Selección Samper Ortega y el papel que
jugó? En cuanto al contexto, en Colombia se asistió durante la década de los
veinte y los treinta del siglo XX a cambios materiales. Respecto al primero, se
suscitan transformaciones en la vida económica, en las condiciones sociales y en
el ámbito cultural expresados en: impulso al desarrollo de obras públicas y
privadas, advenimiento del capitalismo, proceso de industrialización, crecimiento
del comercio interior y exterior, variación en los hábitos de consumo, aumento de
la inversión extranjera, creación y reformas de instituciones estatales, migraciones
del campo a los centros urbanos, formación de la clase obrera, luchas sociales.
La Biblioteca Nacional
(…) nadie me hizo entrega de la biblioteca, que encontré sin llaves, con
todos los archivos revueltos, miles de tarjetas fuera de los índices, y las
restantes, empasteladas y en la mayoría de los casos equivocadas en la
numeración; las salas de los libros revueltas, algunas de ellas con libros
amontonados en el piso, según fotografías que se publicaron entonces; la
prensa de todo el país formando un montón de varios metros cúbicos y
todavía con las fajas con que había sido introducida al correo; y los libros
que con admirable constancia remitían (de cuando en cuando)
desinteresadas entidades del exterior, en las mismas cajas en que habían
llegado a Bogotá, todas las cuales se encontraban sin abrir, aunque
algunas habían llegado aquí desde 1898 (Hernández de Alba y
Carrasquilla,1977, p. 266).
En el informe con fecha del 28 de mayo del mismo año describió el caos
encontrado en los archivos de la oficina, en la llamada Oficina de Canjes, en las
salas altas, en la sala cuarta en donde están los pergaminos, en la sala
denominada quinta, en el archivo histórico, en la sala quinta en los cuales había
libros sin abrir, volúmenes empastelados, libros sin catalogar u otros que figuraban
pero que no existían (Hernández de Alba y Carrasquilla, 1977, pp. 247-248).
De manera, pues, que sin exageración se puede afirmar que hasta la fecha
no existe Biblioteca Nacional, y que este hacinamiento de libros que afecta
al país, requiere con la mayor urgencia una enérgica dirección, respaldada
con el dinero suficiente, para que pueda entrar a prestar el servicio que le
corresponde (Hernández de Alba y Carrasquilla,1977, p. 248).
Del informe de 1938, que resume la labor adelantada entre 1934 y ese año, se
resaltan:
Agustín Nieto Caballero, fundador y Rector del Gimnasio Moderno, se refiere así
en sus comienzos:
[...] El admirable dinamismo de Daniel Samper Ortega concibió la creación
de la Escuela de Administración Industrial y Comercial. Veinte años habían
pasado desde el día de la fundación del Gimnasio cuando nuestro
compañero, preocupado, con un hondo sentido patriótico del progreso del
país y de la necesidad de preparar técnicamente hombres capaces de
encauzarlo, lanzó la idea de coronar nuestro esfuerzo educativo con la
fundación de esta Facultad de Ciencias Económicas que tan brillantes
exponentes habría de dar, en días no lejanos, a la ciudadanía. (Nieto, 1993,
p. 303).
Lleras Restrepo en un escrito hace una reseña de sus inicios y la justifica en los
siguientes términos:
Santana, P., et. al. (1988). Bogotá 450 años Retos y Realidades. Bogotá:
Ediciones Foro Nacional por Colombia-Instituto Francés de Estudios Andinos,
IFEA.
Sanz de Santamaría, Carlos (1983). Historia de una gran empresa. España: Gaudí
Española de Ediciones S.A.