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VIOLENCIA ESCOLAR

EL DIÁLOGO ES EL ARMA CONTRA LA VIOLENCIA

El especialista Norberto Liwski opina que es erróneo hablar de “violencia escolar” y


asegura que la clave para evitar episodios violentos en las escuelas es escuchar a
chicos y jóvenes y dialogar con ellos.

Los casos de violencia se han hecho más visibles en el mundo con el correr de los años
en el seno de la sociedad y se han ido filtrando de a poco también en las escuelas. Los
especialistas suelen afirmar que las aulas no pueden salir indemnes, porque son el reflejo
de lo que ocurre en la sociedad.
Es así como agresiones verbales y físicas también se producen en los establecimientos
educativos, un espacio público que pocos años atrás todavía conseguía preservar el
respeto y los códigos de convivencia, aún cuando comenzaban a desvanecerse en el
resto de las instituciones sociales.
Frente a esta violencia que ha logrado permear los colegios, los especialistas sostienen
que hay una clave para combatirla, que es escuchar. Afirman que chicos y jóvenes no
presentan manifestaciones violentas cuando son escuchados, porque se sienten
atendidos y comprendidos por sus mayores y por sus pares. En cambio, opinan que la
desatención es la gota que desborda el vaso, consideran que todo chico necesita ser
tenido en cuenta, necesita atención.
Para introducirse en el tema, conviene definir primero el concepto de violencia. Ésta es la
interrupción momentánea o prolongada, provocada o espontánea, de los circuitos de la
convivencia pacífica entre personas de diferentes niveles, iniciativas y procesos
culturales. Puede instalarse en cualquier segmento social y en cualquier cultura, urbana o
rural, en distintas etapas del desarrollo madurativo y en el adulto.
Segundo, es necesario aclarar un error en el que se suele incurrir, generado por una
desvirtuación de categoría de análisis sociológico, que es la creencia de que existe una
violencia escolar. Para aclarar qué es esta denominada violencia escolar, Portal Educativo
consultó al especialista en la materia Norberto Liwski, quien señala que “la violencia
escolar no existe, existen actos violentos en el interior de la escuela o en el mundo
escolar. Actos violentos que deben ser bien analizados para saber cuáles son las causas
que los provocan; las fisuras por donde fueron ingresando; por qué no pudo existir un
mecanismo de resolución pacífica de un conflicto o de una situación potencialmente
violenta. Cada acto de violencia en la escuela es merecedor de un análisis profundo, para
poder diseccionar el episodio pero también para lograr aprendizajes que permitan reducir
al mínimo los hechos de violencia dentro de una escuela”.

Portal Educativo: ¿La mal llamada violencia escolar es coyuntural o estructural?


Norberto Liwski: Es estructural en aquellas circunstancias en las que la organización
educativa se ha consolidado con características de rigidez tal que no pueden innovar en
sus modalidades educativas funcionales, entonces genera a repetición episodios de
violencia. Pero básicamente es coyuntural y funcional, por lo tanto es superable.
Portal: ¿Cuándo se puede hablar de violencia en los jóvenes?
Liwski: La cultura adolescente tiene manifestaciones de comunicación y códigos de
expresión que van modificándose con los distintos tiempos y no resulta sencillo para las
generaciones mayores lograr una correcta decodificación. Los jóvenes y la violencia son,
en primer lugar, una relación no mecánica. No hay una asociación directa entre violencia y
juventud; atribuirle a la juventud una capacidad de comportamiento predominantemente
violento es estigmatizarla en comportamientos que pueden ser aislados. Uno podría hasta
sacar una deducción diferente respecto a este punto, que es la resistencia que tienen las
jóvenes generaciones frente a la violencia externa que se ejerce sobre ellos. En general
uno puede encontrar que hay un período en el estadío de la madurez en donde la crisis
del crecimiento hace al individuo vulnerable a la violencia, en especial si este no
encuentra ambientes adecuados que favorezcan las mejores formas de convivencia. Si la
negación sistemática de derechos se convierte en una forma natural de relacionarse entre
las instituciones y el joven, si no percibe que sus aptitudes y capacidades están
mínimamente reconocidas por los terceros y si además no advierte que se va dibujando
un horizonte de participación social creativa, integrada, existe una sensibilidad mayor para
ser parte de situaciones violentas. Por lo tanto hay una vulnerabilidad de los jóvenes, cuya
principal responsabilidad no es de los jóvenes, sino de la desatención que han sufrido
generalmente por períodos prolongados, que se iniciaron mucho antes de su juventud y
que pueden adquirir manifestaciones violentas.
Portal: ¿La escuela es factor disuasivo o aglutinante de la violencia?
Liwski: La experiencia de la universalidad de la escuela es que es el servicio que mejores
posibilidades ofrece para disuadir la violencia entre los adolescentes y jóvenes. Por un
lado, la violencia social encuentra poros de penetración en el sistema educativo, en la
unidad educativa. La escuela no está blindada frente a la violencia social, esos poros
pueden generar una multiplicidad de factores de violencia en su interior; pero a la vez
puede encontrar mecanismos que disminuyen esa porosidad y generar factores de
resistencia a la violencia. En forma predominante, la escuela cumple esta segunda
función; esto no quiere decir desconocer que existen factores internos de carácter
organizativo, funcional y de comportamiento de los adultos que pueden ser estímulos a la
violencia.
Portal: ¿Cuáles estímulos?
Liwski: Uno de los que pasa más de-sapercibido, y que tal vez esté más cerca de una
visión más trascendente de la violencia, es la actitud de indiferencia de los adultos.
Muchas veces las condiciones organizativas del sistema educativo hacen perder de vista
a los adultos la importancia de la comunicación. Además del cumplimiento de las pautas
curriculares, que cada uno debe asumir en función de lo que le compete dentro del
sistema, hay un mundo dialógico que ha ido creciendo en la necesidad. A medida que la
sociedad va dialogando menos con los jóvenes, la escuela necesita dialogar más con
ellos, porque esa es una de las francas barreras a la violencia social.
A mayor participación de los alumnos en la vida escolar, menores índices de violencia. A
mayor participación de los alumnos, mayores posibilidades de elevar los índices de
calidad educativa; y la mayor participación no es en desmedro de la autoridad adulta de la
escuela ni de un cambio de roles, en donde la participación de los alumnos desvirtúe cuál
es el lugar que ocupa el adulto, todo lo contrario. Lo que se genera es una conciencia de
reciprocidad. Las buenas experiencias educativas hoy marcan que, a medida que se
amplía el espacio del diálogo, pueden crecer los niveles de calidad educativa, se
fortalecen las características de la convivencia en el interior de la escuela y se logra
establecer mayores barreras a la violencia social que rodea al ámbito educativo.
Portal: Maestros y profesores ¿están preparados para enfrentar situaciones de violencia?
Liwski: Hay una experiencia colectiva en nuestros docentes, sobre todo los de la
provincia de Buenos Aires, que han sabido ir buscando continuamente las claves para
mantener la actitud disuasiva de la escuela respecto a la violencia social. Pero también
hay otra realidad, docentes que se sienten desbordados, que no pueden mantener la
experiencia que han acumulado, porque las nuevas actitudes de los alumnos les ha
modificado el esquema de relación y esto, en consecuencia, genera la necesidad de un
mayor grado de acompañamiento, de capacitación, de reflexión sobre la práctica docente.
Estas dos realidades conviven, pero en la provincia de Buenos Aires predomina la
corriente de docentes que han sabido encontrar, por su propia experiencia, las claves
para sostener liderazgos, orientaciones y superación de situaciones conflictivas.

Sociedad y violencia
“Hay muchos componentes en el interior de la sociedad que hace que muchas de sus
expresiones sean violentas. No me parece que se pueda hablar de que la sociedad es
violenta. Si uno toma fragmentos de grupos comunitarios seguramente podría identificar
muchos núcleos violentos dentro de la sociedad: desde los niveles de pobreza extrema,
donde es posible detectar que detrás de esa pobreza se introduce el delito organizado, se
genera sobre los chicos una situación de captación para ese delito. Otras situaciones son
las de los grupos sociales con altos ingresos, pero que tienen opciones de vida
sumamente aisladas, de una convivencia casi endogámica, donde los chicos no participan
de una integración social dinámica, sino en circuitos sumamente estrechos. En ambos
extremos de la sociedad uno puede identificar núcleos violentos, lo que no se puede decir
es que la sociedad en su conjunto se mueve a través de la violencia”

Familia y violencia
“La violencia en el hogar es un factor de altísima perturbación en el desarrollo del chico. A
su vez la escuela cumple en esto una función múltiple, es la que puede con mayor
precocidad detectar estos casos, cuya manifestación puede ser una práctica violenta del
chico. Una detección temprana puede encontrar el mecanismo para modificar esta
situación. Es también la que compensa mejor el efecto negativo que produce la violencia
en el hogar en el chico, y este encuentra en la escuela el componente compensatorio. No
se puede desconocer que la prolongada exposición de un chico a la violencia familiar es
un dato de alta vulnerabilidad en el desarrollo de su personalidad y sus capacidades”.

PACTOS DE CONVIVENCIA

Construir y consensuar
En las escuelas bonaerenses rige el programa de “Convivencia Escolar” impulsado por la
Dirección de Educación Polimodal, de la Dirección General de Cultura y Educación, que
sirve de marco para la firma de un pacto especial entre docentes, padres y alumnos para
lograr que los chicos puedan compartir los espacios áulicos y públicos resguardados por
códigos establecidos de común acuerdo.
Los “Acuerdos Institucionales de Convivencia” -que datan del año 2003-, desterraron el
viejo régimen disciplinario -de carácter punitivo- dando paso a un sistema más flexible en
el que las sanciones son consensuadas por los propios alumnos, modalidad que
contribuyó para que muchos estudiantes entendieran mejor el concepto de respeto por el
prójimo.
La psicóloga Adriana Villalva, Coordinadora del área de Convivencia y Aprendizaje de la
rama de Educación Polimodal, explica que: “los acuerdos intentan romper con un viejo
modelo de disciplina y se utilizan como un instrumento ágil y flexible. Son consensuados
con todos los integrantes de la escuela y rescritas cada año ante los nuevos ingresos de
alumnos y padres, para que participen de las normas que gobernarán la vida escolar”.

De la punición al diálogo
El antiguo régimen disciplinario -“vigente desde 1958-, consistía en un reglamento con
normas fijas e indiscutibles y una concepción de autoridad vertical, incuestionable. Se
establecía desde el nivel central en las escuelas y tenía que cumplirse. Así lo sintetiza
Villalva, quien aclara que hoy continúan vigentes las amonestaciones: “No decimos no a
la sanción, sino sancionar desde una mirada pedagógica. Las relaciones de asimetría en
las escuelas deben continuar porque el adulto cumple un rol pedagógico-educativo y el
alumno el rol de aprendizaje. Los acuerdos buscan fortalecer la vigencia de una autoridad
y normas en la escuela, pero sustentadas en la participación, el diálogo y el consenso. Es
la meta por la cual pasamos a un régimen más flexible donde al alumno que incumple
alguna norma, debe garantizársele el derecho a la defensa, a la explicación”.
“Los cambios disciplinarios limitan el uso de las amonestaciones y permiten la utilización
de nuevas instancias”. Villalva explica que “ahora, las escuelas tienen diferentes
estrategias, hay docentes tutores, alumnos tutores y roles que acompañan la
implementación del acuerdo. Están las instancias del diálogo, llamado de atención y el
derecho a réplica por parte del alumno. Después vienen las notas y la convocatoria a los
padres para explicar qué está pasando con su hijo, y la entrevista a los progenitores.
Luego está la suspensión, las amonestaciones y en última instancia la expulsión, que casi
no aparece en los acuerdos ya que se buscan alternativas a la expulsión”, dice Villalva.
“Hablar de una escuela sin conflictos es ilusorio. La relación en escuela produce una
trama de interrelaciones humanas porque se comparten espacios, tiempos y lugares
comunes. La intención es poder trabajar los conceptos de convivencia, participación y
consenso, y la idea y la meta de la Dirección de Educación Polimodal, para lo cual
continuarán realizándose jornadas a lo largo del año”, añade.

Las partes del acuerdo


Los acuerdos institucionales de convivencia están firmados por el director de la institución,
y se dan a conocer a toda la comunidad educativa, mediante una carta que el directivo
presenta explicando cómo y por qué se construyó dicho acuerdo.
“La Dirección de Educación Polimodal -aclara Villalva- define orientaciones conceptuales
para elaborar el acuerdo de convivencia, qué es sanción o punición desde el punto de
vista educativo o cuáles son las medidas a tomar frente a una ruptura del acuerdo.
También sugiere los espacios de diálogo con el alumno y algún desarrollo sobre los
conceptos de participación, educación y convivencia. La escuela lo discute y acuerda
normas de convivencia. Pero el contrato es entre la escuela y la familia”

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