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Kakebo, el libro de

cuentas japonés
Una cartilla de contabilidad cuyo origen se remonta a principios del
siglo pasado se abre hueco desde hace unos años entre los libros
más vendidos de países como España. ¿Su éxito? Es tan simple como
efectiva.

Empecemos desconcertando, como le gustaba hacer a Sócrates cuando


quería captar el interés: EL DINERO SÍ DA LA FELICIDAD. Así de rotunda
se muestra la ciencia o, al menos, uno de sus referentes, la Universidad de
Harvard (EE.UU). Un artículo publicado recientemente en la prestigiosa
revista científica Pnas no deja lugar a dudas: no es tan importante tener
mucho patrimonio, como emplearlo en reducir lo que nos estresa. Eso
incluye desde pagar a alguien que haga las tareas domésticas para tener
más tiempo libre hasta minimizar las incertidumbres del futuro.

El 60 % de los españoles está preocupado porque cree que no tendrá


recursos suficientes durante la jubilación, así se desprende de la reciente
encuesta internacional Investor Pulse 2017, realizada por la empresa
BlackRock. También el 32 % de los británicos, según la versión para Reino
Unido de la encuesta, piensa que no ingresa lo suficiente hoy como para
estar tranquilo cuando deje de trabajar.

Ahorrar podría ser una solución, pero el mismo estudio revela que tan solo
la mitad de la población española -el 60 % en Reino Unido- lo hace, y
además, de manera casi residual: apenas siete de cada 100 euros del
sueldo terminan en la hucha. Houston, tenemos un problema.

Tal debe ser el nivel de angustia colectiva ante el ahorro, que una
aparentemente sencilla cartilla de contabilidad para principiantes se ha
hecho hueco, en los últimos años, entre los primeros puestos de los libros
más vendidos. El fenómeno se llama Kakebo (en España lo edita Blackie
Books) y se trata de una versión adaptada del nipón Kakeibo, 家計簿,
cuyos kanjis –caracteres- significan justamente libro de cuentas para el
ahorro doméstico, explica el analista de negocios japonés Kenshiro
Mitsumatsu, quien lleva ya nueve años en España.

Se trata de una libreta con un diseño atractivo y en la que se deben anotar


a diario, y a mano, todos los gastos dentro de su correspondiente
categoría –supervivencia, ocio y vicio, cultura, y extras-, las cuales están
identificadas cada una con un color. Al final del mes, se suman las
cantidades y se evalúan gracias a la ayuda de unos personajes de dibujos:
el cerdo es el bueno, el ahorro; el lobo es el eterno villano, el gasto.
Además, el libro plantea preguntas y consejos para alcanzar objetivos
financieros (“Prometo…”, “¿Cuáles son tus objetivos…?”, etc.).

Quizás la clave de por qué miramos a Oriente para intentar ahorrar esté en
la importancia que ellos le dan a administrar su patrimonio. “A diferencia
de aquí [España], en Japón la gente está más preocupada por los
imprevistos. Tienen que pagar por todos los servicios y desde muy joven
se reserva dinero por si acaso”, cuenta Mitsumatsu.

¿POR QUÉ NOS CUESTA TANTO AHORRAR?

“A veces no es una cuestión de que ganemos poco –cuanto más


ingresamos, más gastamos-; tampoco de que seamos manirrotos, sino
de que no sabemos en qué se nos va el dinero”, explica la asesora
fiscal freelanceBerta González. Esto fue lo que animó a Karolina,
oftalmóloga de Madrid y madre de dos niños pequeños, a comprar hace
tres años el libro de Kakebo. “Quería hacerme una idea de en qué gastaba,
porque no lo sabía”, reconoce.

De hecho, el autoconocimiento como herramienta de libertad y


empoderamiento de la mujer fue el motivo por el que la nipona Motoko
Hani (Japón, 1873-1957) creó este método a principios del siglo pasado.
En el Tokio de entonces, las señoras no podían trabajar fuera de sus
hogares y sólo conseguían destinar a sí mismas lo que sobraba del sueldo
de sus maridos tras restar todos los gastos domésticos.
Para ellas, una buena administración de los recursos era vital. Por eso,
Hani, considerada la primera periodista de Japón y fundadora de la revista
femenina más antigua del país -La compañera de la mujer-, animó a sus
lectoras a hacerlo. Así, en 1904 salió al mercado el primer kakebo, con tal
repercusión que, solo cuatro décadas después, ya contaba con una
asociación de usuarios. En la actualidad, se publican decenas de
kakebos distintos en Japón y en todo el mundo.

Se deben anotar a diario, y a mano,


todos los gastos dentro de su
correspondiente categoría

AL RINCÓN DE PENSAR

Como todos esos millones de nuevos ávidos ahorradores a la japonesa,


Karolina empieza el año, y cada mes, anotando el dinero que tiene
disponible. Ve cuánto quiere (y puede) gastarse y se marca unas
pequeñas metas, por ejemplo, “reservar 100 euros para las vacaciones”.
Como resalta González, “la mayoría de las personas simplemente ahorra lo
que les sobra, pero es mucho más efectivo establecerse unos objetivos
claros que incentiven y planificar las finanzas para conseguirlos”.

Después llega el turno de la constancia, ese complicado compañero de


viaje. “Parece peor de lo que realmente es, porque en el fondo solo empleo
un minuto cada tarde en meter todos los gastos”, explica Karolina. El
simple acto de sentarse un rato frente al kakebo quizás sea la clave para
combatir una de las dificultades para ahorrar y que en economía se conoce
como teoría del descuento hiperbólico: la recompensa futura tiene menos
valor para la persona que la satisfacción inmediata.
El profesor de la Universidad de Texas (EE.UU) Russell James, quien
investiga sobre métodos neurocognitivos aplicados a la toma de decisiones
financieras, realizó un experimento durante una de sus ponencias.
Preguntó a los asistentes qué querrían almorzar dentro de una semana, si
chocolate o fruta. Más del 70 % eligió la opción saludable, pero, en el
descanso de la charla, casi la misma cifra se lanzó a por la alternativa
contraria. La tentación es enorme. Sin embargo, y según el investigador,
parar, reflexionar y recordar nuestros objetivos futuros puede ayudarnos en
este trance. A Karolina pareció funcionarle. La sorpresa que le dio
comprobar cómo pequeñas cantidades sumaban más de lo esperado al
cabo del mes le animó a cambiar sus hábitos: “Ahora compro menos
cerveza y desayuno más en casa”.

LA PLUMA ES PODEROSA

Cuando Karolina anota a mano cada gasto en su kakebo comprende y


retiene mejor la información que si lo hiciera en una app de contabilidad o
en el ordenador. Así lo demuestra la investigación de los psicólogos Pam
Mueller y Daniel Oppenheimer, de la Universidad de Princeton y California
respectivamente, y cuyo título es bastante claro: “La pluma es más
poderosa que el teclado”. Como escribir sobre papel es más laborioso,
también requiere más atención y por tanto ayuda a retener mejor la
información. “De todas formas, yo prefiero siempre la libreta porque tengo
poco tiempo y me resulta más rápido que el móvil. Además, así evito que
los niños toqueteen las teclas”, cuenta Karolina entre risas.

Además, “el kakebo es bonito”, explica la oftalmóloga. Así que, aunque el


libro no ahorre por sí solo, sino que necesita de nuestro esfuerzo para que
(en este orden) evaluemos en qué nos gastamos el dinero, definamos
objetivos, hagamos un seguimiento diario y, lo más importante, venzamos
a la tentación, sí lo hace más agradable. Tal y como reconoce Karolina,
“apetece ahorrar”.

Por Elvira del Pozo

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