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LA GENERACIÓN DEL

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EN 1919, LUIS BUÑUEL ESTRECHÓ LA MANO
A UN NUEVO HUÉSPED DE LA RESIDENCIA DE
ESTUDIANTES, FEDERICO GARCÍA LORCA. NO
TARDARON EN HACERSE AMIGOS. TENÍAN
EN COMÚN SUS INQUIETUDES, TAN VASTAS

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COMO LA DE AQUEL MADRID HIPNÓTICO E
IRREPETIBLE QUE FRANQUEABA EL ECO DE LAS
VANGUARDIAS. CUANDO BAJO UN MISMO
ABECEDARIO CONVIVEN LAS LETRAS DE PEPÍN
BELLO, EMILIO PRADOS, JOSÉ MORENO VILLA,
O LOS CITADOS BUÑUEL Y LORCA, PUEDE
PASAR DE TODO. INCLUSO QUE SURJA UNA
GENERACIÓN COMO LA DEL 27… HABLAMOS
DE SUS REPRESENTANTES Y SUS OBRAS.

ALBERTO DE FRUTOS

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LO VIEJO Y LO NUEVO
Los poetas del 27 remozaron la lírica desde el conocimiento y el
respeto a los clásicos; no hubo, pues, pendencias con sus mentores.
El homenaje a Góngora, a la derecha, nos pone sobre la pista de sus
intereses, pero sus influencias fueron muy diversas. Luis Cernuda
se sintió fascinado por su paisano Bécquer, abajo; Pedro Salinas
redescubrió a Manrique, sobre estas líneas; el tricencentario de
la muerte de Lope de Vega, arriba a la derecha, en 1935, implicó
un sinfín de actos en los que se involucraron todos; Rafael Alberti
dijo que “si Garcilaso volviera, yo sería su escudero”; y Lorca libó
en la copa del cancionero y el romancero popular para componer
sus mejores obras. Mucho más próximo en el tiempo, Juan Ramón
Jiménez, en el ángulo inferior derecho, fue su faro, aunque este no
siempre se sintiera a gusto con su papel… El grupo del 27 logró
el equilibrio entre lo popular y lo intelectual, la vanguardia y el
clasicismo, la poesía pura y la militante, en un raro equilibrio que
sigue favoreciendo su lectura por todo tipo de públicos.

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PRINCIPIO Y FIN
La llamada generación del 27 fue un grupo de amigos, fundamentalmente consagrados a
la poesía –aunque también hubo novelistas, pintores, músicos o cineastas como Buñuel– a
los que se “asignó” esa denominación tras el homenaje que algunos de ellos rindieron a Luis
de Góngora en Sevilla, los días 16 y 17 de diciembre de 1927. El Ateneo de esa ciudad, a la
izquierda, concretamente su Sección de Literatura, organizó el acto para reivindicar al maestro
culterano, olvidado ya por casi todos. Se vieron en la capital hispalense José Bergamín, Juan
Chabás, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Federico García Lorca y Rafael Alberti,
un embrión que se iría completando con los nombres de Vicente Aleixandre, Luis Cernuda,
Pedro Salinas, Manuel Altolaguirre, Emilio Prados y otros.
Si a la generación del 98 le preocupaba España, a la del 27 España la mató. La tragedia de
la Guerra Civil rompió en dos a este grupo: el asesinato de Federico García Lorca, su persona-
lidad más emblemática, y el exilio de la mayoría de sus miembros, a excepción de Aleixandre,
Dámaso Alonso y Gerardo Diego, frustró la hermandad del grupo, aunque la poesía siguió
latiendo en sus corazones hasta el final y algunos realizaron sus obras más significativas a
partir de 1939.

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LOS 7 MAGNÍFICOS

PEDRO SALINAS, El “todismo” de GERARDO DIEGO,


la voz a sí debida JORGE GUILLÉN profesor de espumas
Pedro Salinas fue profesor de Jorge Guillén fue profesor en las Gerardo Diego, premio Cervan-
Luis Cernuda en la universidad de mismas universidades españolas tes en 1979, firmó la primera gran
Sevilla y, tras exiliarse en 1936, que su amigo Pedro Salinas y, tras antología del grupo poético del
ejerció la docencia en diversas partir al exilio en 1938, probó tam- 27, y, tras la Guerra Civil, perma-
universidades de Estados Uni- bién fortuna en Estados Unidos. En neció en España y dio clases en
dos. Consideraba la poesía como 1976, fue el primer autor en recibir el instituto Beatriz Galindo de
algo “indefendible” a la vez que el premio Cervantes. Portavoz de la Madrid. Poeta muy versátil, fue
“inatacable”, y apreciaba en ella poesía pura en la generación del 27, una de las figuras más sobresa-
tres cualidades: la autenticidad, es autor de una obra desmesurada, lientes del ultraísmo –que para él
la belleza y el ingenio. Cántico, que fue ampliando y corri- era un cubismo en verso–, a la vez
Su obra más leída es la tri- giendo a lo largo de más de treinta que componía El romancero de la
logía compuesta por La voz a ti años de trayectoria, entre 1919 y novia (1918), de acentos becque-
debida, Razón de amor y Largo 1950. Como las Hojas de hierba de rianos y con la forma métrica más
lamento –esta última publicada Walt Whitman, Cántico expresa la tradicional de nuestra lengua.
tras su muerte–, que lo señala gratitud y el reconocimiento del Nada se le resistía: si hubo un
como uno de los grandes poetas poeta ante un mundo que esencial- Góngora en el siglo XX, ese fue
de amor de la literatura espa- mente está bien hecho. Gerardo Diego, quien lo reivindi-
ñola. Mucho menos conocidos La poesía fue para este au- có desde la escuela creacionista
son sus trabajos en prosa, pero tor un símbolo de esperanza; sin en la Fábula de Equis y Zeda, una
Salinas escribió también relatos, embargo, a partir de los años parodia de las fábulas mitológi-
obras de teatro y una novela ale- cincuenta emprendió un nuevo cas hecha desde el mayor res-
górica de ciencia ficción, La bom- camino, el ciclo de Clamor, en el peto. Profesor en Soria, como
ba increíble), estremecido por el que matizaba el optimismo de su admirado Antonio Machado,
horror de Hiroshima y Nagasaki. antaño: “Este mundo del hombre dedicó un memorable romance
está mal hecho”. al Duero.

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DÁMASO ALONSO, VICENTE ALEIXANDRE, La revolución de LUIS CERNUDA
compañero de viaje el Nobel del exilio interior RAFAEL ALBERTI sí decía palabras
Dámaso Alonso, director de la Cuando en 1977 Vicente Aleixan- Pintor y, por encima de todo, poeta, Luis Cernuda fue el poeta del
Real Academia Española entre dre recibió el premio Nobel de Li- estuvo ahí desde el principio: Ma- amor, el olvido y, como diría Lorca,
1968 y 1982, fue discípulo de teratura, se reconoció vástago de rinero en tierra (1924), un maduro del “misterio”. No calló su condi-
Menéndez Pidal y profesor en las una tradición que todo su grupo cuaderno de ejercicios habitado de ción (“Si el hombre pudiera decir
universidades de Valencia y Ma- supo absorber. nostalgias y andalucismo, fue acla- lo que ama”), si bien sus poemas
drid. Se definió como un “poeta Aquejado de tuberculosis re- mado por la crítica y recibió el calor amorosos no precisan de adjetivos
a rachas” y se sintió compañero nal, se perdió el homenaje a Gón- de Juan Ramón Jiménez. Del garbo explicativos. Alumno de Salinas, su
de viaje del 27 más como crítico gora en Sevilla, pero para esa fecha alegre de ese libro, evolucionó ha- primer libro, Perfil del aire (1927),
literario que como creador. In- era ya uno más del grupo germinal cia el gongorismo, contraseña de su no fue bienvenido. Gerardo Diego
cluido en la antología de Gerardo del 27. Había descubierto a Rubén grupo, y, en Cal y canto (1927) dejó lo incluyó en su antología de 1932,
Diego de 1932, sus mejores obras Darío gracias a los consejos de Dá- atrás los litorales de su infancia para y cuatro años después, con motivo
fueron fruto de la posguerra. En- maso Alonso, y no tardó en hacer cantar al billete de tranvía o al por- de la publicación de La realidad y
tre ellas, sobresale Hijos de la ira amistad con Alberti, Lorca y Cer- tero húngaro del Barcelona Platko. el deseo, título que hoy agrupa el
(1944), bajo el influjo de Unamu- nuda. Sus primeros poemas vieron Los poemas de Sobre los ánge- conjunto de su obra, Lorca le orga-
no y el inglés T. S. Eliot, poderoso la luz en las páginas de la Revista les se echaron en brazos del surrea- nizó un homenaje al que acudió la
arranque de la poesía del desa- de Occidente en 1926; su primer lismo y, a partir de 1931, su poesía “crema” de la poesía de la época.
rraigo. La España en blanco y ne- libro, Ámbito, en 1928. vibró con la razón revolucionaria. Comprometido con la Repúbli-
gro de entonces se abre en canal Con Espadas como labios (1932) Miembro del Partido Comunista y ca, colaboró con las Misiones Peda-
a los ojos de un poeta insomne e y La destrucción o el amor (1935), se de la Alianza de Intelectuales Anti- gógicas y Culturales, fue voluntario
inconsolable, que denuncia que asentó como una figura capital de fascistas, partió al exilio al término de las milicias populares y partió al
“Madrid es una ciudad de más de su grupo, y su consagración abso- de la Guerra Civil, y no volvió hasta exilio en 1938. Tras la Guerra Civil,
un millón de cadáveres (según las luta a la musa poética hizo de él un 1977. Sus memorias, los cinco to- publicó algunos de sus mejores li-
últimas estadísticas)” y pregunta referente para las nuevas genera- mos de La arboleda perdida, son una bros, Las nubes, Ocnos o Desolación
a Dios por qué su alma “se pudre ciones de poetas, que, en su casa obra indispensable para conocer las de la quimera; y su corazón dijo bas-
lentamente”. de la calle Velintonia de Madrid, vicisitudes de la cultura española ta en México.
recibían su magisterio. del siglo XX.

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FEDERICO GARCÍA LORCA, TODA LA NATURALEZA
¿Quién era Federico García Lorca? Si no lo sabemos ya, la culpa es solo (1921), subrayaban sus lecturas modernistas y fueron alabadas por
nuestra. Tesis doctorales, estudios críticos, biografías, semblanzas, Juan Ramón Jiménez.
artículos... consuman el retrato de un autor que, a sus 38 años, se Exploró el folclore popular y escribió un ensayo sobre el cante
despidió del mundo en el barranco de Víznar (Granada), tras haber jondo: la misma pureza primitiva que encontraba en ese arte se puede
subido el listón de la belleza a una altura inalcanzable. Su asesinato, disfrutar en su Poema del cante jondo (1922) y en el Romancero gitano
en el primer verano de la Guerra Civil, fracturó a una generación que (1928). “Mi gitanismo es un tema literario. Nada más”, dijo.
su carisma había ayudado a cohesionar. Como el resto de sus compañeros de generación, Lorca supo fusio-
Durante su adolescencia se sintió más inclinado por la música: nar la tradición con la vanguardia, y, en este sentido, resulta simpático
estudió piano y, en 1920, entabló amistad con Manuel de Falla en que le colgaran el sambenito de “costumbrista” mientras componía una
Granada. Pero, para entonces, la vocación poética lo había acorralado. de sus obras más audaces, Poeta en Nueva York, fruto de un viaje por
Sus primeras obras, Impresiones y paisajes (1918) y Libro de poemas Nueva York y Cuba entre 1929 y 1930, que no se publicaría hasta 1940.

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Durante los años treinta, se propuso estimular la curiosidad de los década cuando aplicó todo su tesón a la escena y estrenó obras
pueblos con La Barraca, un grupo de teatro universitario ambulante como Bodas de sangre (1933), Yerma (1935) o La casa de Bernarda
con el que llevó los clásicos de nuestra escena a todos los rincones Alba (1936).
de España, para lo que contó con el apoyo del ministro de Instrucción Sensualidad y tragedia, color y su ausencia, Andalucía y Nueva
Pública, Fernando de los Ríos. York, esterilidad y abundancia, muerte y sueño, violencia y calma,
A Lorca siempre le había interesado el género. Experimentó los espontaneidad y conciencia, luto y fiesta. Todo eso era –todo eso
abucheos del respetable con su primera obra, El maleficio de la ma- fue– Federico García Lorca, un hombre tan proteico como la misma
riposa, estrenada en 1920 en el Teatro Eslava de Madrid; pero su Naturaleza. Como en el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, nadie
entusiasmo le urgió a seguir intentándolo. En 1927 estrenó Mariana hubiera querido ver su sangre sobre la arena; pero hoy el ayunta-
Pineda en Barcelona, con decorados de su entonces amigo Salvador miento de Víznar recuerda con una placa la fosa que guarda, tal
Dalí y Margarita Xirgú en el papel principal, pero fue en la siguiente vez, sus restos.

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LA OTRA GENERACIÓN DEL 27
Fue Pedro Laín Entralgo quien remarcó la categoría de los humoristas
de ese grupo al señalar que había “una Generación del 27, la de los
poetas, y otra Generación del 27, la de los ‘renovadores’ –los creadores
más bien– del humor contemporáneo”.
José López Rubio, uno de sus integrantes, ingresó en la Real Acade-
mia Española con un discurso titulado precisamente La otra generación
del 27, en el que citaba a cinco de sus miembros: Edgar Neville, Antonio
de Lara “Tono”, Enrique Jardiel Poncela, Miguel Mihura y él mismo.
La otra generación del 27 asombró a la España de los años veinte
con un cóctel de modernidad e inocencia, que aún traslucía en La Co-
dorniz, el semanario que Mihura fundó en 1941, y Gutiérrez, fundada
en 1927 y en la que colaboraron los cinco tipos de la lista de López
Rubio o el ubicuo Ramón Gómez de la Serna.
Eran, como se dice ahora, artistas “transversales”: escribieron li-
bros, rodaron películas, fueron magníficos dibujantes...

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LAS MUJERES DEL 27
Con la llegada del siglo XX, las mujeres empezaron a adquirir mayor visibilidad en la
vida pública. El acceso a la educación tuvo mucho que ver, en un contexto en el que
la lucha de las sufragistas resultó decisiva. Dentro de nuestras fronteras, las mujeres
del 27 aportaron también su grano de arena.
Fueron conocidas popularmente como las “sin sombrero” por un acto que, en plena
dictadura de Primo de Rivera, se consideró de rebeldía, a saber, se descubrieron la
cabeza a su paso por la Puerta del Sol, una metáfora que venía a preconizar la libertad
de ideas y que les valió que les apedrearan.
Su difusión de las vanguardias artísticas, caso de Ángeles Santos o Maruja Mallo,
fue esencial, así como su contribución a la literatura, dominada en la época por la
intelectualidad masculina, que, consciente o inconscientemente, las condenó a una
suerte de clandestinidad, hasta el punto de que en los manuales más canónicos sus
nombres fueron olvidados. La nómina de autoras sería inabarcable, pero valga citar
en estas líneas a Ernestina de Champourcin, cuya obra de aliento místico fue casi
una rareza en el contexto más popular del 27, Rosa Chacel, Josefina de la Torre o a la
filósofa y ensayista María Zambrano.
En ocasiones, las creadoras fueron conocidas no por su trabajo, sino por sus rela-
ciones con los miembros masculinos del grupo, como sucedió con María Teresa León,
que se casó con Rafael Alberti, o Zenobia Camprubí, mujer de Juan Ramón Jiménez.
Al igual que ellos, hicieron frente al exilio, pero, a su vuelta, se les escamoteó el mere-
cido homenaje y solo hoy están empezando a ocupar el espacio que les correspondía.

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