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VERDUGOS, CRUELDAD Y HUMOR NEGRO EN LA GUERRA CIVIL

ANTOLOGÍA DEL HUMOR NEGRO EN LA GUERRA CIVIL


Eladio Romero García

INTRODUCCIÓN
La historia que más me ha impresionado en mi vida, la más brutal y al
mismo tiempo la más humana, se la contaron a Ricardo Muñoz Suay en 1947,
cuando estaba preso en la cárcel de Ocaña, provincia de Toledo, España.
Es la historia real de un prisionero republicano que fue fusilado en los
primeros días de la guerra civil en la prisión de Ávila. El pelotón de fusilamiento
lo sacó de su celda en un amanecer glacial, y todos tuvieron que atravesar a
pie un campo nevado para llegar al sitio de la ejecución. Los guardias civiles
estaban bien protegidos del frío con capas, guantes y tricornios, pero aun así
tiritaban a través del yermo helado. El pobre prisionero, que solo llevaba una
chaqueta de lana deshilachada, no hacía más que frotarse el cuerpo casi
petrificado, mientras se lamentaba en voz alta del frío mortal. A un cierto
momento, el comandante del pelotón, exasperado con los lamentos, le gritó:
- Coño, acaba ya de hacerte el mártir con el cabrón frío. Piensa en
nosotros, que tenemos que regresar.
(Gabriel García Márquez. Notas de prensa. Obra periodística 5. 1961-
1984. Literatura Random House, 2015, libro electrónico sin paginar).

Ricardo Muñoz Suay (Valencia, 1917-1997), comunista de juventud, que


tras la guerra civil tuvo que ocultarse durante cinco años (1940-45) en un
escondrijo de la vivienda valenciana de su madre hasta que fue detenido y
encarcelado por consejo de guerra durante aproximadamente otros cuatro años
(en Ocaña y Alcalá de Henares), dedicó su tiempo posterior a su pasión
favorita, el cine, colaborando fructíferamente con Luis García Berlanga en
obras de marcado humor negro como El verdugo (1963) donde ejerció de
ayudante de dirección. Dada su trayectoria vital, Muñoz Suay sabía de humor
negro lo que no está escrito, de ahí la anécdota que le contó a García Márquez,
a quien conoció poco después de la llegada de este a Barcelona a finales de
1967. Ambos intentaron sacar adelante un proyecto cinematográfico, que se
frustró por razones que no vienen al caso, pero que creó en ambos una gran
amistad, evidenciada por el propio autor colombiano el recoger por escrito la
historia del reo que acabó fusilado en una fría noche abulense. Una historia de
marcado humor macabro que sirve de preludio a otras que irán apareciendo a
lo largo de estas páginas.

SIGNIFICADO DE LA LA GUERRA CIVIL


El 17 de julio de 1936, el ejército español de Marruecos se levanta
contra la República dirigida por el Frente Popular, y en los días sucesivos le
siguen con mayor o menor éxito casi todas las guarniciones peninsulares. La
razón, acabar con la chusma rebelde, con la horda marxista, con la canalla, con
los separatistas, en definitiva, con el pueblo que rechaza el orden tradicional y
los santos principios históricos de la nación española. La Iglesia católica
bendecirá esta acción, mientras que los partidos de derechas (falangistas,
monárquicos, carlistas y demás) prestarán su apoyo a los militares, buscando
los unos restaurar la monarquía, los otros imponer una dictadura fascista al
estilo italiano, y todos salvaguardar las amenazadas esencias del catolicismo.
Terratenientes y empresarios se pondrán de lado de los rebeldes, los cuales,
dando un giro copernicano a su sublevación, acusarán a los republicanos de
ser ellos los que se rebelaron al no secundar su glorioso movimiento, excusa
que les permitiría juzgar y fusilar sin contemplaciones, aplicando a rajatabla su
particular código de justicia. El asunto fue así de sencillo, aunque luego se
pretendiera hablar de una revolución comunista en ciernes o de un gobierno
incapaz de evitar los desórdenes (provocados, a su vez, por grupos de todo
pelaje, desde anarquistas a falangistas).
¿Por qué se rebelaron los militares? De todo hubo en la viña del Señor.
Queipo de Llano, un aventurero, gozaba con estas situaciones y las buscaba
sin remedio. Anhelaba manifestar su poder, y sobre cuantos más mandara,
mejor. Mola tenía fobia por cualquier tipo de desorden y ya desde su puesto de
Director General de Seguridad (1930-31) persiguió con saña a los comunistas.
En su Instrucción Reservada nº 1 del mes de julio de aquel infausto año,
dirigida a los que debían sublevarse y que se conserva en el Archivo General
Militar de Ávila, puede leerse: Las circunstancias gravísimas por que atraviesa
la Nación debido a un pacto electoral, que ha tenido como consecuencias
inmediatas que el Gobierno sea hecho prisionero de las organizaciones
revolucionarias, lleva fatalmente a España a una situación caótica que no
existe otro medio de evitar que mediante la acción violenta (…). La acción ha
de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo (…)
aplicando castigos ejemplares. Franco se encontraba despechado con la
República por diversos motivos, desde el cierre de su querida Academia Militar
de Zaragoza hasta el cuestionamiento de su ascenso por las autoridades
republicanas, a la vez que odiaba a los marxistas con virulencia. Otros
generales eran monárquicos, alguno carlista, y muchos oficiales, no pocos de
ascendiente aristocrático, se habían afiliado a la Falange o a la Comunión
Tradicionalista. Pero, en general, todos temían al gobierno frentepopulista que
acababa de nacer en febrero del 36, habida cuenta de la experiencia azañista
de 1931 a 1933, considerada por muchos como claramente antimilitarista. Y
también todos ansiaban lo mismo: convertir a España en el cuartel que siempre
había sido, donde nada se movía sin que ellos lo permitieran. Todo el que se
saliera de la línea marcada por sus principios (ardor varonil frente al incipiente
feminismo, unidad frente a los nacionalismos, conservadurismo histórico frente
a deseos de revolución, propiedad frente a reforma, catolicismo frente a
ateísmo marxista, etcétera) debía ser eliminado. Y tan bien se aplicó esta
norma, que apenas hubo quien chistara en vida de Franco.
Comenzó como un movimiento militar y concluyó con la imposición de un
régimen militar, en el que los generales coparon durante mucho tiempo los
principales cargos políticos. Hubo ciertos acercamientos al fascismo, al objeto
de recibir las ayudas italiana y alemana, y también porque los militares
tampoco tenían una idea clara de cómo llevar las riendas del poder, salvo
mediante la aplicación de la mano dura. Se adoptó el corporativismo
mussoliniano y se aplicaron en muchos aspectos los principios cristianos, tan
en contra curiosamente de los valores militares. Pero ya que no se podía vestir
a todo un país con el mismo uniforme ni encerrarlo en un cuartel, convenía
controlarlo mediante el imperativo de la religión. Con el tiempo, hubo ciertos
lavados de cara que facilitaron la ayuda norteamericana y la benevolencia
europea, y aunque ahora se diga que el desarrollismo económico hispano fue
fruto del franquismo, convendría saber que países destrozados por una guerra
como Alemania o Italia surgieron mucho más rápidamente que España de sus
cenizas. Porque la ayuda norteamericana, se acepte o no se acepte, también
llegó, aunque fuera más tarde, a nuestro país.
Terminada la guerra, siguió el afán de venganza. El nuevo poder no
mostró nunca ningún deseo de reconciliación. Los vencedores impusieron un
régimen sin contar con los millones de vencidos, de acuerdo con una
concepción primitiva, casi asiria, del poder. De hecho, Franco era Caudillo de
España «por la gracia de Dios» (según rezaba en las monedas de la época),
pues no quedaba fino decir por la «gracia de las armas», y este caudillo al
estilo medieval sólo era responsable, según sus propias palabras, «ante Dios y
ante la historia». En general, y a pesar de ciertas notas comunes con otros
períodos intolerantes de la historia de España, la era franquista supuso un gran
salto cualitativo en las prácticas de eliminación, persecución o de simple
marginación del vencido (Aguilar Fernández, Paloma. Memoria y olvido de la
guerra civil española. Madrid, Alianza Editorial, 1996 BUSCAR PÁGINA). Al
concluir la guerra en abril del 39 (que sólo terminó para los vencedores),
España se convirtió en un inmenso penal donde llegaron a pasar por la cárcel
al menos unas 270.000 personas a causa de delitos relacionados con el
conflicto. Otros hablan de hasta 700.000, y recientemente se ha observado en
el archivo militar de Ávila la existencia de más de 500.000 fichas,
pertenecientes a presos republicanos que habían pasado por centros de
reclusión hasta 1938. Basta saber que en 1993 se presentaron 101.489
peticiones de indemnización de antiguos presos políticos de la dictadura, según
disposición adicional a la ley de Presupuestos de 1990. Aparte de las cárceles,
en 1940 funcionaban 24 destacamentos penales con presos redimiendo su
culpa mediante el trabajo. En 1942 dichas instituciones eran 93, muchas
ubicadas en centros religiosos (como el monasterio burgalés de San Pedro de
Cardeña o el convento leonés de San Marcos). Y en ellas podían escucharse
lindezas como la que sigue: Hablo a la población reclusa: tenéis que saber que
un preso es la diezmillonésima parte de una mierda, lanzada por Isidro
Castrillón López, director de la cárcel Modelo de Barcelona, en una alocución
realizada a los presos en abril de 1941 (citada en Víctimas de la guerra civil.
Juliá, p. 278, Madrid, Temas de Hoy).
Pantanos, carreteras, ferrocarriles, puertos, nuevas poblaciones en
reconstrucción, riegos, minas, fábricas militarizadas, repoblación forestal...,
cualquier lugar era bueno para trabajar por la nueva España. Junto a los malos
tratos cotidianos, la tortura, el hambre y los asesinatos indiscriminados, los
presos debían sufrir humillaciones como cantar el Cara al sol (variada en su
letra con un cara al sol con la camisa nueva, que tú robaste a un rojo ayer,
siempre y cuando no se escucharan estas palabras) o asistir obligatoriamente a
celebraciones religiosas.
No fue hasta 1969 que se declararon prescritos todos los delitos
cometidos antes del 1 de abril de 1939. Precisamente fue el ex-presidente de la
Xunta de Galicia (y presidente honorario del Partido Popular), entonces ministro
de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, quien el 29 de marzo de
aquel año anunciaba a la prensa dicho decreto. A pesar de todo, aún se conoce
algún caso de personas que fueron juzgadas y condenadas posteriormente,
como el de cierto soldado republicano alcarreño, Andrés Ruiz, quien, al
escaparse de un campo de concentración franquista, estuvo 19 años escondido
en su domicilio de Armuña de Tajuña. Su mujer le comunicó la noticia del
indulto, y entonces, aunque asustado, se presentó por consejo de un abogado
de Madrid a las autoridades de Guadalajara. Fue condenado a tres meses de
cárcel por haber huido en su momento, contraviniendo una sentencia ya
redactada. Topos como éste los hubo en numerosos lugares de la península,
conocidos muchos de ellos gracias a las investigaciones de Manuel Leguineche
y Jesús Torbado (Los Topos, Argos Vergara, Barcelona, 1977 BUSCAR
PÁGINA).
Un conocido estudio-reportaje realizado por el periodista Isaías Lafuente
(BUSCAR PÁGINA. Tiempos de hambre. Viaje a la España de posguerra.
Madrid, Temas de Hoy, 1999) pone de manifiesto que entre 1940 y 1941
fallecieron en España por accidente de circulación unas 1.300 personas,
mientras que en 1998 lo fueron cuatro veces más. Habida cuenta de que entre
1940 y 1941 se matricularon 8.000 coches, y entre 1997 y 1998, 1.200.000, la
proporción no cuadra. Además, se constata que en 1942 las muertes en
carretera se redujeron drásticamente casi un 40%. Y no es porque se renovara
el parque automovilístico o mejoraran las carreteras. El autor se pregunta
cuántos paseos terminaron con un tiro dado en la cuneta, convertido por las
estadísticas oficiales en accidente de circulación, como forma de camuflar
estos asesinatos incontrolados. Según Lafuente, los registros civiles están
llenos de actas de defunción cuyas causas de muerte (traumatismo por arma
de fuego, shock traumático, hemorragia interna y externa, hemorragias
múltiples, traumatismos diversos) no fueron consideradas dignas de ser
investigadas para averiguar si escondían tras un eufemismo forense o una
ejecución sumarísima y extrajudicial.
En definitiva, una guerra (y su correspondiente posguerra) con mucho
humor, muy negro y muy macabro, pero en definitiva mucho humor.

1º.- «¿Verdad general Queipo de Llano, general speaker, torre de buen humor
y optimismo, segunda Giralda de esta Sevilla de hoy? […] ¿Verdad que tú
sentiste en el hombro aconsejándote y animándote, el rostro de la niña Virgen
de los Reyes? Sí: todo ha tenido el sello de lo providencial» (José Mª Pemán,
ABC, 15-8-1936).
“Fusilaré a diez por cada uno de los nuestros que fusiléis, aunque tenga que
sacarlos de la tumba. ¡Os vamos a despellejar vivos, canalla marxista!” (Queipo
de Llano a través de Radio Sevilla).

¿No gritabais tanto, no se paraban los hombres a la puerta de la iglesia


para saber quién entraba a misa? ¿Y ahora? Ahora todos sois muy religiosos,
todos sois muy humildes. Los más culpables ya han dado cuenta a Dios de sus
actos; ya estarán purgando sus culpas por haber infiltrado en el pueblo el
veneno del marxismo, alejándole de Dios. Pero aún quedan muchos que
pretenden engañarnos. A todos los descubriremos; todos llevarán su merecido;
no se escapará nadie; entendedlo bien, ¡NADIE! Hay que limpiar más a fondo y
hasta el fin toda la podredumbre que Rusia ha introducido en este pueblo.
Sobran unos cuantos que pronto tendrán que rendir cuentas.
Y las mujeres, que antes no venían, ahí las tenéis a todas muy devotas.
A mi no me engañáis. A todos os conozco muy bien. Os hago una advertencia.
Los domingos, todos a misa. No admito disculpas. La que tenga chicos
pequeños que los deje encerrados, que los deje solos. En media hora no se va
a morir. El domingo, todos a misa; que no tenga que volverlo a repetir. El que
no venga sufrirá las consecuencias, pues antes que nada y primero que todo
es cumplir los mandamientos de la Santa Madre Iglesia.
Pues, ¿y los niños? ¿Qué os diré de los niños? Los hay que no saben ni
santiguarse, por el otro maestro, impio y masón, que no paga con la muerte
que ha sufrido el crimen de no enseñar el catecismo a los angelitos de Dios.
Todos tienen que venir a la doctrina y estudiar sobre todo el catecismo que el
nuevo maestro les enseña.
Sermón parroquial realizado en Rota (Cádiz) durante los primeros meses
de la guerra (citado en Un año con Queipo de Llano. Memorias de un
nacionalista. Ed. Espuela de Plata, Sevilla, 2005, p. 112-113).

Poner cosas de Carlavilla

Por su parte, el novelista Wenceslao Fernández Flórez traza un panorama


violentamente crítico de la dramaturgia de los años republicanos en «Aquel
teatro
intestinal» (ABC, 2-XII-1938), reducido, según Fernández Flórez, a esto:
La República había conmovido los fundamentos morales de la vida española,
inundándola de corrupción.
Adquiríamos una butaca, y, durante tres horas, el teatro nos hacía asistir a las
cogitaciones de una muchacha que
tenía cinco pretendientes. En los campos invadían las fincas y en las ciudades
se asesinaba a la gente [...]. Y en los
escenarios, mozas de clavel en el pelo se asomaban a las rejas románticas
para boxear idioteces con galanes de sombrero
hacia atrás [...].

Nació así laCompañía de Teatro Nacional de FET y de las JONS, dirigida por el
que
muchos años después sería famoso actor de cine, Luis Escobar, marqués de
las
Marismas, con la colaboración de otro famoso posteriormente, Manolo Morán, y
con
jóvenes actores como Blanca de Silos, Natividad Zaro, Carlos Muñoz, José
María Seoane...
La obsesión por el pasado imperial y teocrático se tradujo teatralmente, como
ya
se indicó, en la resurrección de los autos sacramentales. La primera actuación
de la compañía
teatral de Falange tuvo lugar en la fachada occidental de la catedral de
Segovia, con
ocasión de la fiesta del Corpus de 1938. Se representó El hospital de los locos,
de José
de Valdivielso, con música del maestro Arámbarri y decorados de Pedro Pruna;
actuó también el cabildo catedralicio de Segovia, como cuenta Dionisio
Ridruejo,
y la creación del público fue extraordinaria:
Abiertas las puertas, canónigos, beneficiados, clérigos simples, pertigueros y
monaguillos avanzaron desde el nivel
del trascoro con las capas pluviales y las dalmáticas más fastuosas y los
roquetes de encaje más aéreo, portando
las cruces de procesión más espléndidas del tesoro catedralicio. El público [...]
llegado ese momento se levantó
de los asientos y se puso de rodillas.
José María
Pemán, por su parte es autor de Almoneda y De ellos es el mundo. La primera
(Cádiz, 1937)
es obra «de corte benaventiano, fustigadora de un materialismo y de una
frivolidad a
las que se echaba su parte de culpa en el desencadenamiento de la tragedia
nacional»,
la historia de una clase social y de una «Europa, madre blanca», portadora de
los
valores de la civilización occidental, confusa, sin embargo, y decadente, con
una
«Miss Europa» que da a luz un niño de color negro, en clara reminiscencia de
las
preocupaciones racistas de Pemán. De ellos es el mundo (Santander, 1938) es
un elogio
de los alféreces provisionales del ejército franquista, en que los Reyes
Católicos y
oficiales de la Nueva España se funden alegórica e imperialmente, y cuya idea,
según
afirma Dionisio Ridruejo, fue copiada por Pemán de un guión cinematográfico
de Juan
Ignacio Luca de Tena. De esta obra cita Ridruejo, no sin ironía, unos versos:
Como una flor en el aire,
como un vaso de cristal,
soy español por alférez
y más... por provisional.

L’Esquella de la Torratxa, revista satírica catalana digitalizada en


http://mdc2.cbuc.cat/cdm/search/collection/esquella/page/31

Poner un epílogo o capítulo de consecuencias de la posguerra-


franquismo (libro Tiempo de silencio) donde se hable de Rascayú y de El
verdugo, El cochecito, El pisito, Plácido. Los lunes milagro o El cianuro solo o
con leche.

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