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Hasta este momento hemos afirmado que con la pregunta sobre el Ser no sólo comienza el pensamiento
filosófico, sino también el científico. Pero entonces ¿cuál es la diferencia entre una y otra disciplina
cuando ambas tratan de conocer la realidad? Tanto la ciencia como la filosofía son disciplinas
absolutamente racionales, mientras que el filósofo arbitra preguntas totalizadoras y omniabarcantes, el
científico se centra más en la búsqueda de una respuesta limitada a los fenómenos que pueden ser
mensurables y verificables. Ya no le basta preguntarse ¿qué son las cosas?, sino ¿cómo y porqué se
comportan de tal manera las cosas?
De ahí que el interés científico se centre más en el ámbito de la realidad que pueda caber dentro de sus
parámetros, donde pueda experimentar, es decir, ir más allá de la simple observación y construir
experiencias para poder ser capaz de prevenir y controlar, hasta donde sea posible, los fenómenos de la
naturaleza. No así el filósofo, que puede sobrepasar la línea del conocimiento hacia lo trascendental.
Por otro lado, el afán filosófico no descarta la búsqueda por encontrar una manera de aprender a vivir
mejor, a convivir unos con otros y a tratar de ser feliz. Mientras tanto, el científico se limita a tratar de
explicar, describir y conocer nuestro entorno.
Entonces, tal parece que más que la búsqueda de la verdad requerimos de una capacidad constante de
reflexión y propuesta que nos alejen de la ignorancia que provoca la maldad como aseguraba Sócrates.