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Historia política: un abordaje crítico desde Aristóteles

Agustín DE LA CANAL – I.S.F.D Nº163

Es imposible hablar de política sin referirse en algún momento a Aristóteles.


Su postura filosófica ha generado una bisagra clave en el pensamiento de
Occidente. Su abordaje, totalizador y totalizante, de los modelos políticos son
claramente esbozados en su texto Política, donde logra dar cuenta de la
naturaleza de los regímenes que expresan el poder. En el presente informe, se
problematiza sus abordajes planteados en el capítulo quinto de su obra.

El planteo de la problemática de investigación se relaciona con el hilo


conductor de la fuente aristotélica: la comprensión de la naturaleza de los
sistemas políticos, sus formas de cambios y los claros antagonismos que se
presenten entre ellos. Esto quiere decir, que la problematización entorno a la
obra aristotélica remite a indagar sobre cómo son los regímenes políticos
establecidos por el autor, entender cómo mutan a lo largo de la historia y
evidenciar las relaciones que se plantean entre ellas a partir de una suerte de
antítesis. Por ello, no es casual encontrar que Aristóteles, en su abordaje,
presente una suerte de mirada cíclica entorno a la dinámica coyuntural de los
sistemas políticos y los enfrente de una manera prácticamente dicotómica. Este
pragmatismo aristotélico peca de un reduccionismo analítico al crear una
mirada de la historia política en forma de ciclos y de oposiciones antitéticas de
regímenes. Estos últimos se caracterizan por ser distinguidos en las formas
puras de gobierno (aquellas que obran en función del bien común) y son: la
aristocracia, la monarquía y la democracia; y las formas impuras (las
degeneraciones de las formulas políticas anteriores que obran de manera
parcializada en funcion de un determinado sector social) y son: la oligarquía, la
tiranía y el acto demagógico. Esta linealidad da cuenta del razonamiento
bipolar presente en el pensamiento del filósofo griego. Esto constituye, sin lugar
a dudas, un problema complejo.

1
Asimismo, la investigación de obras del mundo antiguo provoca la aparición
de una serie de dificultades entorno a la legitimidad y, sobretodo, la veracidad
de los relatos que se han hallado. En el caso puntual del autor analizado, se
aprecia que el rol fundamental de Aristóteles a lo largo de su vida fue el de
filosofar. La actividad filosófica, en tanto disciplina rigurosa y especulativa que
reflexiona y problematiza constantemente sobre la realidad, carece de la
cientificidad que exigen los análisis historiográficos. De igual manera, en el
capítulo estudiado de Política se ve como autor parafrasea a colegas del
ámbito filosófico como Sócrates y Platón. Sin embargo, en esta crítica
problematizadora aparece una disyuntiva: las proposiciones tentativas
esbozadas por el autor son contrastadas con la realidad fáctica.
Constantemente Aristóteles da cuenta de cierta evidencia empírica (del pasado
histórico) que prueben sus argumentaciones. La siguiente cita evidencia esta
cuestión: “(…) muchas veces, sin darnos cuenta, ocurre una gran
transformación de las leyes por descuidar detalles sin importancia; como en
Ambracia, donde pequeña era la renta exigida (…)”. 1Esta dificultad ilustra con
precisión la complejidad epistemológica que surge del examen que se le hace a
la obra de este autor.

El pensamiento Aristotélico, a pesar de estas complejidades, continúa


influyendo en las ciencias sociales y en las humanidades en general ya que
áreas como la politología, la antropología política, la historia política y la
sociología política buscan dar cuenta de las relaciones de poder que se
establecen entre los sistemas de organización que regulan las actividades
humanas. Por ejemplo, “la antropología política persigue un proyecto muy
antiguo que orientaba ya la reflexión de Aristóteles: la definición del hombre en
cuanto ser <naturalmente> político”2

Por lo tanto, a pesar de este planteo problematizador y crítico en las


reflexiones políticas de este autor no se niega su trascendencia. El ilustre
griego vertebró una noción de una desigualdad natural entre los seres

1
ARISOTETELES: Política, Ed.Altaya, p.191
2
AA.VV: La nueva historia, Ed. Mensajero, p. 53

2
humanos que se expresaban en relaciones de amo-esclavo. Su influencia ha
alcanzado la filosofía moderna, por ejemplo, la relación dialéctica entre el amo-
esclavo en el pensamiento hegeliano. Esta asimetría entre los seres humanos
se expresa en el ámbito político cuya primera forma de organización la
constituye la familia, como expresión organizacional en pos del bien común y
generalizado. Justamente, la organización política, según Aristóteles, remite a
un fin anhelado que es el alcanzar el bien común. Para alcanzar este proceso,
luego del gregarismo familiar, le sigue: “El primer resultado comunitario de
varias familias unidas no ya por las necesidades cotidianas, es la aldea” 3 A
esta perspectiva evolutiva, le sigue la conformación de la polis. Con suma
claridad, Aristóteles expresa: “La comunidad perfecta de varias aldeas es la
polis, que tiene (…) el más alto grado de autarquía: se forma para vivir y existe
para vivir bien”4 Esta conformación estructural no sería posible sin las
facultades racionales del hombre, entendido como un animal político. En este
panorama, quien no se ajusta al paradigma social de la polis es considerado
inferior. Toda esta estructuración se da en un plano natural y, es por ello que
Aristóteles lo justifica y naturaliza. Indeleble en el pensamiento occidental ha
quedado fijada esta cuestión: cuando las disciplinas socioantropológicas
analizan pueblos nómades de Asia, África, Oceanía o algunos lados de
América del Sur, usualmente tienden a etiquetar a estos pueblos como
“primitivos” debido a su falta de organización política o, mejor dicho, la
ausencia de una organización política que se asemeje al Estado Nación de
Occidente. Esto da cuenta de la escisión entre sociedades producto de la
actividad política. Sin dudas, esto genera otro problema de investigación ya que
niega la posibilidad de realizar un análisis más minucioso de aquellos pueblos
orientales considerados “inferiores”. El hecho de que quede naturalizada una
asimetría entre los distintos grupos humanos y que ciencias, como la
antropología (especialmente la evolutiva del siglo XIX), hayan contribuido a
esto ejemplifica una forma de negar la condición humana del otro, y caer en
una postura facilista que se resiste a indagar sobre las características de estos

3
ARISTOTELES: Politica, Ed. Mensajero, p.134
4
(Op.Cit.p.137)

3
pueblos. Esta resistencia al estudio minucioso de las estructuras sociopolíticas
de algunos de estos pueblos debido a su condición de inferioridad descansa en
un sustrato filosófico aristotélico, además de postura como el evolucionismo y
el darwinismo social. Este problema acota las posibilidades investigativas de la
ciencia actual ya que genera un prejuicio.

Antes de continuar con el análisis del material del autor griego, vale la pena
aclarar parte de su vocabulario político. Como se mencionaba previamente, el
filósofo escindía entre formas puras e impuras del gobierno. Entre las primeras
se halla la aristocracia, entendida como el “gobierno de los mejores”, donde
una minoría privilegiada e intelectual gobierna en función del bienestar general.
La problemática que surge en este planteo es el reflexionar sobre quiénes son
“los mejores”. Se entiende por los “mejores”, o áristoi, a las clases más
elevadas de la sociedad, de buena familia y educación, además de poseer una
riqueza moral e intelectual superior a la de la sociedad en general. Aristóteles,
en su planteo dicotómico, establece que la deformación (la degeneración) de
esta praxis política es la oligarquía, “(…), es decir aquella forma de gobierno
que Aristóteles considera como una desviación de la aristocracia, porque en la
oligarquía los pocos gobiernan en el interés de los ricos y no de la comunidad,
como ocurre justamente en la aristocracia (…)”. 5 Es palpable la influencia del
pensamiento aristotélico en la actualidad debido a que el término “oligarquía”
es frecuentemente utilizado de forma peyorativa. El nacimiento de esta
cuestión fue gestada por el filósofo ateniense que distinguía a los oligarcas
como un grupo cerrado, privilegiado y elitista que buscan mantenerse en el
poder y satisfacer sus deseos de privilegio.

Siguiendo con el análisis, Aristóteles distingue también entre democracia y


demagogia. La primera constituye un sistema de gobierno popular del pueblo.
Durante los siglos anteriores a la reflexión aristotélica, existieron autores como
Solón y Clistenes que establecieron las bases teóricas de la democracia,
esbozando ideales como el de “isonomia”, esto es, igualdad frente a la ley.

5
BOBBIO, Norberto, MATTEUCCI, Nicola, PASQUINO, Gianfranco: Diccionario de
política, Siglo veintiuno editores, p.83

4
Justamente, el espíritu democrático está teñido de un ideal de igualdad y de
participación colectiva en la construcción del poder. La demagogia se gesta en
el ámbito democrático cuando:

(…) lleva a la institución de un gobierno despótico de las clases inferiores o


de muchos, que gobiernan en nombre de la multitud (…) Por tanto, cuando
en los gobiernos populares la norma es subordinada al árbitro de muchos
surgen los demagogos que, halagando y adulando a las masas,
exasperando sus sentimientos destructivos y desviando su empeño político,
consideran como enemigos del pueblo o de la patria a los opositores al
régimen político despótico instaurado, consolidando su poder a través de la
eliminación de toda la oposición.6

Entonces, la demagogia consiste en una práctica política que emula un


gobierno democrático, cuando en realidad solo se apoya en el sostén popular,
a través del discurso y de promesas falsas, y concreta actos de despotismo
político. La concepción peyorativa que se tiene hoy en día al demagogo
también nace por influencia aristotélica.

De igual manera, puede acontecer que en los regímenes políticos haya un


solo individuo gobernando en el poder. Sin embargo, la forma en que lo hace
también puede establecerse a través de dos mecanismos: un puro, la
monarquía, y uno impuro, la tiranía. Ambos, son sistemas unipersonales y con
centralización del poder. Sin embargo, el primero se distingue por respetar un
marco normativo vigente, la transmisión hereditaria del cargo monárquico, la
posibilidad de poseer un asesoramiento burocrático, la perpetuidad en el poder
y la legitimación de su posición. Mientras que en el caso de la tiranía, “(…)
nacían de generalmente una crisis y de la disgregación de una democracia, o
de un régimen político tradicional (…)” 7 Entonces, el tirano se impone en la
fuerza y no se constituye en un régimen legítimo, sino que realizan lo contrario:
se aprecia el uso de la instrumentos coercitivos y de violencia en función de
mantenerse en el poder de forma ilimitada aunque, a diferencia de la
monarquía, la perpetuidad y la sucesión del tirano es incierta.

6
(Op.Cit.p440)
7
(Op.Cit.p.496)

5
Retomando el análisis del capítulo V de Política, se mencionaba que la
crítica que se le hace al planteo aristotélico es su radiografía política basada en
dicotomías de sistemas antitéticos. La posibilidad de realizar un análisis bipolar
de los hechos empíricos no resulta una garantía epistemológica fiable y
estable. Por el contrario, supone un cierto extremismo que ignora la
multiplicidad de coyunturas que se pierden cuando se estudian fenómenos
sociales a partir de planteos disyuntivos. Se mencionaba también que, a pesar
de que el autor posee una clara reflexión filosófica sobre sus asuntos, otorga
evidencia empírica a sus afirmaciones. Esto da cuenta de cierta pretensión,
dicho de alguna manera, “científica”. Esto ilustra una difícil complejidad porque
también puede llevar a pecar en una mirada presentista. Esto significa que se
puede caer en una falacia que conste de analizar los hechos del pasado a
través de los valores que rigen al presente. Esto puede desencadenar
prejuicios y lecturas algo distorsionadas. De igual manera, como enumeran
autores adentrados en el tema (como Finley), las problemáticas metodológicas
entorno al estudio de la historia antigua también aparecen en Aristóteles. A
pesar de que el autor brinda claras referencias fácticas a sucesos del pasado,
debe tenerse en cuenta cuánto de esas referencias que le llegaron al autor son
verdaderas. Todo esto da como resultado que la problemática de investigación
histórica que plantea el análisis de la fuente aristotélica no sólo tiene que ver
con su mirada dicotómica de la política, sino que también de la veracidad
empírica de sus referencias y de su abordaje de la realidad siendo que, a pesar
de gestar un pensamiento racional, obviamente que los criterios de cientificidad
de la Grecia Clasica (si es que pueden llamarse científicos) son incompatibles
con los del mundo occidental del siglo XXI.

Primero, Aristóteles estudia la diada democracia-oligarquía. El primer


sistema, según el autor, se rige por una concepción de igualdad mientras que
el segundo posee una clara impronta de desigualdad. A pesar de ello, lo
sustancial y significativo de la reflexión del autor es que evidencia un hecho
interesante: el cambio en la historia. Esta, como ciencia social, tiene como una
de sus temáticas el análisis de la continuidad, el cambio y la ruptura que se
presenta en el pasado. Aristóteles reconoce algo muy significativo, de hecho,

6
uno de los pilares que rigen su capítulo V de su obra culmine es el elemento
del cambio histórico y político. El filósofo advierte “(…) los cambios se originan
de dos maneras: unas veces, en contra del sistema, para implementar otro en
lugar del establecido (…) otras veces, no es en contra del sistema establecido,
sino que prefieren el mismo status” 8 El factor del cambio responde a
coyunturas diversas y eclécticas. Se hallan entre ellas, algunas de tipo más
humanas (el engreimiento, el afán de lucro y el honor). Estas son de más difícil
análisis y produce un problema específico: la (gran) complejidad de estudiar un
cambio estructural solamente a partir de un factor humano basado en meros
defectos de un individuo. Surge, de esta manera, no solo una problemática,
sino que también un impedimento: ¿Cómo se puede estudiar los cambios en
los sistemas políticos a partir de vicios personales de los individuos? ¿Cómo se
comprueba empíricamente ello? ¿Cómo se indaga, si se quiere, en la
psicología de los individuos del pasado? Estas preguntas abiertas que deja el
planteo aristotélico vertebran un claro problema de investigación. Sin embargo,
el autor también da cuenta de causas de cambio que registran evidencia
fáctica. Por ejemplo:

También por desprecio se producen revueltas y levantamientos, como


en las oligarquías cuando aumentan los que no intervienen en el
gobierno (pues se creen más fuertes), y en las democracias cuando
los ricos desprecian el desorden y la anarquía, como en Tebas, donde
se extinguió la democracia después de la batalla de Enófitos, debido a
una mala administración, y la de los megarenses, cuando fueron
vencidos por culpa de su desorden y anarquía9

El elemento de cambio a partir del desorden, dice Aristóteles, refleja


claramente como a partir de la disgregación aflora la posibilidad de una
transformación. Este presupuesto aristotélico, que sí posee evidencia empírica
a su favor (la establecida anteriormente), puede ser homologada a casos
particulares dentro de la Historia Moderna. Por ejemplo, en 1789, el inicio de la
8
ARISTOTELES: Politica, Edit. Altaya, p. 187
9
(Op.Cit.p.190)

7
Revolución Francesa provocó un quiebre en la historia de Occidente al ponerle
fin a un orden absolutista, monárquico y todavía con tintes feudales, para dar
inicio a lo que en el siglo XIX sería la adopción de un sistema de Estados
Nación, organizados en un manto capitalista. El 14 de julio de 1789, se ve
claramente cómo una revuelta social (reaccionaria ante el aumento de los
precios de los alimentos, la falta de escucha en los Estados Generales y la
Asamblea Nacional) culmina con la toma de la prisión de la Bastilla, dando
comienzo a un (lento) proceso de cambio de las estructuras sociopolíticas.

Aristóteles precisa que parte de los cambios que pueden sufrir tanto la
democracia como la oligarquía se basa en: en el caso de la primera (como se
mencionó anteriormente), la transformación en un régimen demagógico
(valiéndose del uso de la retórica y el discurso); en el caso de la segunda
puede adoptar varias formas en tanto se puede apreciar agitaciones de la
oligarquía con la masa popular coaccionada, o entre los propios oligarcas.
Asimismo, el mecanismo de cambio se puede resolver a través de la paz o de
la guerra. En el caso del primero, si el cambio se plantea por un conflicto de
intereses entre grupos, aparece una suerte de mediador, un magistrado
mediador. En el caso del segundo, la guerra es el instrumento de resolución de
un conflicto entre la oligarquía y la masa popular debido a la desconfianza
mutua. Los primeros optan por contratar soldados para ponerle fin a las
posibles insurrecciones. Aristóteles también resalta una cuestión mencionada
previamente: la dicotomía entre aristocracia-oligarquía, siendo esta última una
deformación de la primera.

El autor ilustra lo que él denomina “medios de salvación” de un régimen.


Esto es, la forma en que evitan caer. A grandes rasgos, puede decirse que el
planteo aristotélico se basa en una posición que establece la necesidad de un
aparato normativo y de una fiscalización de la vida social en función de
mantener una cohesión en las estructuras sociopolíticas. Se puede
problematizar esta reflexión del pensador griego al tildarla de “ingenua” debido
a que resulta ciertamente obvio que todos los sistemas sociopolíticos buscan
mantenerse en el poder pero los mecanismos que utilizan para hacerlo son el

8
hecho que debe ser problematizado. Por ejemplo, la distribución desigual de la
riqueza, según el autor, debe ser medida en pos de evitar el crecimiento
ilimitado de un grupo sobre otros y que esto puede llegar a producir una
revuelta y, en consecuencia, un cambio de régimen. Lo que se problematiza es
que la distribución desigual de la riqueza y de la monopolización de
propiedades y bienes, en realidad, es un hecho constantemente en la historia
del mundo occidental y, justamente, los regímenes políticos no han perseguido
la necesidad de “medir” la distribución, sino que han utilizado otros
instrumentos (en muchos casos violentos, en otros casos más latentes, como lo
puede ser la perpetuación del analfabetismo y la necesidad de una masa social
ignorante y amorfa) para coercionar a la sociedad en general y evitar
cuestionamientos a la asimetría presente, dicho en terminología marxista, en
las clases sociales.

Otra cuestión que plantea un problema de investigación es las condiciones


que enumera el autor para desempeñar un cargo político con responsabilidad.
El problema que plantea es el grado de abstracción y, si se quiere, el
subjetivismo que impregna su discurso:

Primero, amor hacia el régimen establecido; luego, la mayor competencia


en los asuntos de su cargo; y, en tercer lugar, virtud y justicia, en cada
régimen la adecuada a ese régimen (pues si no es idéntico lo justo en
todos los regímenes, necesariamente también hay distintos tipos de
justicia10

Si bien se reconoce que, obviamente, el discurso aristotélico descansa en un


sustrato filosófico, también se problematiza sobre la enorme complejidad
subjetiva que supone la puesta en práctica de sus condiciones para un cargo
político. En sí, su planteo no es erróneo (inclusive, su discurso es muy acertado
en los puntos que enumera) pero en este caso peca de una falta de praxis, de
la codificación de cuestiones tangibles que puedan dar cuenta de cómo esas
condiciones pueden (y deben) ser puestas en prácticas. Inclusive, en el planteo
problematizador puede evidenciarse una cuestión: Si el autor menciona la

10
(Op.Cit.p.208)

9
necesidad de “virtud y justicia” en el régimen y, a su vez, cuestiona accionares
de tipo demagógico y tiránico, ¿No es una incoherencia plantear que un buen
tirano o demagogo debe ser virtuoso y justo? ¿No es un oxímoron criticar un
régimen político, tildarlo de “degenerado”, y a su vez enumerar condiciones
necesarias para desempeñar un cargo allí, condiciones basadas en valores
como el amor al régimen, la virtud y la justicia?

De igual manera, Aristóteles reconoce el factor de la educación como un


elemento de adecuación y caracterización del régimen. Esto quiere decir, que
el autor plantea que cada sistema político, va a poseer un tipo de estructura
educativa que va a justificar las dimensiones de ese sistema y va a formar
ciudadanos acordes y ajustados a este sistema. Esto es algo certero y que,
inclusive, se puede homologar a la actualidad. El Estado, desde miradas critico-
reproductivistas teñidas de ideologías marxistas, utiliza a la educación como un
aparato reproductor de su régimen, donde se plasman y naturalizan las
relaciones sociales (en el marco del capitalismo) injustas y desiguales. El
problema de investigación que se esboza es el hecho de comprender el
fenómeno educativo de la Grecia Antigua. El paradigma de la actualidad, en lo
teórico y superficial, delinea una mirada inclusiva y totalizante de la educación
para todos los ciudadanos. El problema que surge, en el caso del mundo
griego, es el de entender quiénes gozaban la educación del momento, cómo se
planteaba esta, qué se enseñaba, quiénes enseñaban, quiénes eran
considerados ciudadanos. Estos puntos están desatendidos en el capítulo V
analizado y constituyen un problema de investigación.

Asimismo, además de indagar sobre la democracia y la oligarquía, el autor


reflexiona sobre la monarquía y tiranía, y la multiplicidad de problemáticas que
surgen de su discriminación, discriminación realizada anteriormente. Aristóteles
añade que ambas se construyen de manera antitética, dicho en sus palabras:
“El nacimiento de una y otra monarquía está directamente vinculado a sus
contrarios” 11Nuevamente se problematiza la imposibilidad de estudiar ciencias
sociales a través de dicotomías contrapuestas debido a que esto aleja al

11
(Op.Cit.p.211)

10
investigador de un análisis más profundo, complejo y veraz. De todos modos, el
autor entiende a la tiranía como una forma impura de la monarquía, ya que
aunque ambas cuenten con regímenes unipersonales y centralizados, las
formas de relacionarse con el poder, sus metas en sus cargos y las
condiciones intrínsecas de la manera en la que llegan, se sostienen y
monopolizan el poder, son antagónicas. Tanto la monarquía como la tiranía son
dos formas de regímenes políticos por lo tanto están dispuestos al cambio y a
la caída. El tema del cambio en la monarquía es complejo debido a que en la
historia de Grecia, la conformación de las polis monárquicas, representan un
hecho puesto en duda por muchos historiadores. Varios de ellos refutan la tesis
de un origen monárquico de las polis (rechazando la idea de Teseo como
unificador de la polis, vertebrándose como primer rey, debido a su carácter
mítico). Otros reconocen la existencia de un periodo monárquico en la polis,
aunque resaltan su corta vida. Estas nociones no son delineadas por el autor
clásico y eso dificulta un análisis riguroso de su material teórico. En el caso de
la tiranía, esta nace, como se mencionó anteriormente, en contextos de
cambio. Se implementa un régimen despótico que puede caer de dos maneras:
“(…) desde afuera: si hay algún régimen contrario más poderoso. (…). Desde
su propio seno también de una sola forma: cuando sus miembros entran en
discordia.” 12 La caída por factores duales en la tiranía no es igual que en la
monarquía. Esta última no suele caer por factores exógenos, en cambio, cae
por motivos internos: “una por las discordias entre los miembros de la realeza;
y otra forma, porque pretenden administrarla más tiránicamente (…)” 13

Los métodos de salvación constan: en el caso de la tiranía, la adopción de la


monopolización de la fuerza y la violencia en función de lograr una mayor
estabilidad interna. Asimismo, el autor enumera tres supuestos que necesita un
régimen tiránico para mantenerse en el poder:

Uno, que los súbditos piensen poco (pues contra nadie puede conspirar el
pusilánime); en segundo lugar, que desconfíen unos de otros; y en tercer

12
(Op.Cit.p.216)
13
(Op.Cit.p.217)

11
lugar, la imposibilidad de actuar (pues nadie se lanza lo imposible, de tal
forma que una tiranía no cae si falta la fuerza)14

En el caso de la monarquía, la adopción de políticas que se basen en un


gobierno más moderado, que no tienda a lo tiránico. Vale la pena agregar, un
hecho interesante que agrega Aristóteles. Las formas puras de gobierno suelen
durar más en el poder y suelen poseer mayor consistencia estructural, a
diferencia de las formas impuras. Según el autor, la monarquía, democracia y
aristocracia presentan sistemas uniformes, capaces de adquirir un sostén
estructural más fuerte y prolongado. Justamente, por eso mismo reconoce la
“pureza” estos regímenes. En cambio, las formas impuras (tiranía, demagogia,
oligarquía) al surgir de ambiciones personales, de momentos de complicados
cambios y de obrar en pos de determinados sectores, poseen un equilibrio muy
volátil, susceptible a la inminente caída del régimen. Esto genera un problema
de investigación de interesante análisis: ¿Es cierto que las formas “puras” de
gobierno duran más y son más consistentes que las “impuras”? Una lectura de
la historia de América Latina durante el siglo XX, evidencia cuan errónea es la
tesis aristotélica. La democracia latinoamericana del siglo pasado se
caracterizó por su debilidad y por su falta de capacidad de mantenerse en el
poder. No es casual que acontecerían sucesivamente golpes de Estado que
instaurasen gobiernos de facto, dictaduras militares. Estas últimas, en varios
casos, gozaron de una gran estabilidad. En números oportunidades, el
gobierno de los Estados Unidos facilitó esta cuestión: el Plan Cóndor (la
sistematización de golpes militares latinoamericanos durante los años `70,
coordinados por el gobierno estadounidense en función de evitar la llegada al
poder de gobiernos de izquierda) y la Doctrina de Seguridad Nacional (la
preparación teórica que recibió el sector militar latinoamericano durante los ´60,
que se basaba en una instrucción anticomunista) dan cuenta de la posibilidad
de que formas “impuras” de gobierno logren sostenerse firmemente en el
poder. Aunque, en el caso latinoamericano, se haga referencia al concepto
“dictadura”, mientras que Aristóteles hace énfasis en los regímenes tiránicos,
se establece una vinculación política en tanto forma ilegítima de asentarse en

14
(Op.Cit.p.220)

12
el poder, la violencia utilizada para consolidarse en el mismo, el gobierno
unipersonal y centralizado, etc.

En conclusión, Política de Aristóteles constituye una fuente histórica de


profundo e interesante análisis debido a la multiplicidad de aristas que trata el
autor que poseen repercusión en los marcos políticos y en las formas de
pensar de la actualidad. Pero, sin embargo, se plantean varias problemáticas
que evidencian sesgos dicotómicos y abstractos (lo puro e impuro), varias
veces opacadas por el acto del filosofar, otras veces por la presencia de
evidencia empírica de dudosa providencia. En definitiva, el análisis de una
fuente del mundo antiguo, como lo puede ser la obra de Aristóteles, remite a
una problemática de investigación inevitable: el enfrentamiento a un modo de
pensar, ver y comprender a la historia, a la política y a la realidad de una forma
muy distinta al pensamiento moderno actual. Esta tensión entre pasado-
presente constituye la principal problemática que surge del análisis del
pensamiento aristotélico.

13

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