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La violencia de las penas, su vez legitima solo en cuanto permita prevenir violencias
mayores producidas por los delitos y por las reacciones a los delitos que se
cometerían si no hubiera derecho. Los actos que sustenten la aplicación de la pena
de muerte tendrían que ser más graves como para merecer dicha sanción extrema.
De lo contrario, no hay legitimidad en la aplicación de dicha medida. Una
reconstrucción histórica, sin embargo, permite apreciar el peso atribuido
precisamente a la búsqueda de venganza social ante actos repudiables más que al
ejercicio de una acción punitiva rodeada de garantías para el presunto delincuente.
1
1. DERECHO PENAL INCAICO
Prueba de que el rigor fue sorprendente en el Imperio es que los mismos cronistas
españoles hicieron resaltar el carácter despiadado de la penalidad, aunque estaban
acostumbrados a las inhumanas sanciones de España.
El sistema penal de los Incas se caracterizó por su crueldad. Acosta1 dice: "Los
delitos eran castigados rigurosamente". Garcilaso2 señala: "Y el castigo era
riguroso, porque la mayor parte era de muerte, por liviano que fuese el delito".
Lógicamente, la función de castigar correspondió al Estado y se cumplió
buscándose apoyar los intereses de los conquistadores. El mismo Garcilaso
escribió: "El delincuente no era castigado por el delito mismo, sino por haber
quebrantado el mandamiento y roto la palabra del Inca". Durante el incanato
desapareció la venganza personal o colectiva. Como indica Basadre: "La pena fue
monopolio estatal". Ni siquiera era permitido matar a la mujer adúltera sorprendida
infraganti, no obstante que el adulterio se sancionaba con la pena capital. El
ofendido no podía hacerse justicia por sí mismo. Era obligatorio concurrir ante los
organismos judiciales. El delito se estimaba como un acto dañino para la víctima,
pero principalmente como un atentado contra un mandato del Inca, que era lo
esencial.
Pero las normas penales no sólo eran inhumanas, sino injustas y aplicadas
desigualmente. Los curacas y los demás funcionarios no estaban sometidos al fuero
común. Eran juzgados por un delegado especial o por el mismo Inca, los que eran
miembros del grupo superior. Como señala Trimborn: "La nobleza incaica gozaba
de una situación privilegiada". El clero tenía su propia jurisdicción. El Supremo
1
ACOSTA, Fray José de. HISTORIA NATURAL Y MORAL DE LOS INCAS. Fondo Cultural Económica. México
1940-1950.
2
GARCILASO DE LA VEGA, Inca. Ob. Cit.
2
Sacerdote (Huillac-Umu) era el juez superior en materia eclesiástica. Controlaba y
juzgaba a los sacerdotes, vírgenes del Sol, etc. Su jurisdicción se extendía a todos
los templos, lugares de adoración y personal. Las sanciones siempre fueron más
benignas cuando se trataba de un miembro de las clases sociales superiores. De
otro lado, la pena podía ser disminuida o aumentada según la clase social a la que
perteneciera la víctima. No había, pues, ninguna igualdad ante la ley. Las penas
eran diferentes para los nobles y los plebeyos, los superiores; y los inferiores, los
ricos y los pobres.
Cobo3 indica que cuando el delincuente era un "orejón" la pena grave podía ser
sustituida por una simple amonestación pública. Sin embargo, esta sanción era
temida, toda vez que significaba desaprobación del Inca. Casas4 escribe que
cuando el delincuente era un "orejón", se evitaba la pena .capital. Aun en los casos
en que un miembro de la nobleza fuera condenado a morir, la condena se cumplía
degollándolo, pena menos deshonrosa que las demás, como ser, horca, hoguera,
etc.
Cuando un noble cometía incesto u otros delitos graves el varón moría degollado
en la plaza pública y la mujer dentro de la prisión. El apedreamiento, el
descuartizamiento, etc., eran reservados para los miembros de la gran masa.
3
COBO, Fray Bernabé. HISTORIA DEL NUEVO MUNDO. Biblioteca de Autores Españoles. Madrid.
1956-1953.
4
CASAS, Fray Bartolomé de las. Ob cit.
3
2. OTRAS MODALIDADES
Pero, como .señala Basadre:5 "no debe confundirse el caso de complicidad con los
castigos a las familias o a los pueblos de determinado delincuente". Estas sanciones
son meras supervivencias de la penalidad colectiva.
5
www.slideshare.net/mlinaresvizcarra/estado-inca-
5646875sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtualdata/publicaciones/inv.../a12.pdfwww.librosperuanos.com/autores/jorge-
basadre3.htmlwww.scribd.com/.../Jorge-Basadre-y-El-Derecho.
4
trabajar en calidad de sierva. Pero el que forzaba a una mujer era condenado a la
pena capital. Si la mujer era casada, el delincuente moría apedreado y si era soltera,
moría en forma menos deshonrosa. Si el hombre y la mujer fueren solteros y la
última consentía en contraer matrimonio con su corruptor, el castigo que recibían
era menos cruel y, posteriormente, contraían matrimonio.
5
3. DE LOS DELITOS
La clasificación dada por Trimborn se estima superior. Los delitos los dividió en dos
categorías: a) aquellos que se refieren al orden público; y, b) aquellos que se
relacionan con el orden privado.
Los delitos contra el orden público comprendían cuatro clases: a) Las infracciones
que ponían en peligro el Derecho Constitucional; b) Las que atentaban contra el
Derecho Administrativo; c) Las infracciones consideradas riesgosas para los fines
de la política tributaria; y d) Las que atentaban contra la seguridad del mismo orden
jurídico. En seguida se estudiarán:
1° Las infracciones que minaban las instituciones políticas establecidas por los
conquistadores. Requerían ser drásticamente sancionadas, puesto que eran
sumamente peligrosas para el propio Imperio. La unidad del Imperio y el
fortalecimiento del poder de los incas eran objetivos fundamentales en esta época,
como es obvios.
Comprendían: A) Traición al Imperio y alta traición, B) Delitos de lesa majestad; y
C) Delitos contra la religión.
Entre los últimos se hallaban: asesinato de una persona dedicada a servir al culto;
profanación de templos o lugares destinados al culto oficial; blasfemias; las
relaciones sexuales con alguna virgen del Sol; etc.
2° Los delitos que ponían en peligro el Derecho Administrativo podían consistir en:
A) Infracciones cometidas por los funcionarios administrativos, como ser descuido
en el cumplimiento de sus deberes; soborno; remisión de datos falsos al poder
central; abuso de autoridad, etc; B) Faltar a la prohibición de cambiar de
indumentaria o de distinto de la tribu; y C) Cambiar de residencia sin la respectiva
autorización oficial.
6
3° Las infracciones referentes a la política tributaria se dividían en dos grupos: A)
Delitos que violaban directamente el deber de pagar tributos; defraudaciones de
objetos y productos destinados a pagar dichos tributos; no cultivar eficientemente
las tierras cuyos frutos servían como tributo; abandono de un puesto durante el
servicio obligatorio; etc, y B) Daños indirectos causados a la economía imperial,
como no respetar el monopolio incaico, la pereza; la vida desarreglada, la caza de
vicuñas y de animales hembras; etc.
7
4. DE LAS PENAS
La finalidad de las penas era la intimidación, por lo que eran en extremo crueles. La
pena capital era la más frecuente. El rigor fue tan grande que asombró a los mismos
cronistas españoles.
8
9. El que tuviese relaciones sexuales con una virgen del Sol, moría, al igual que
sus parientes y los miembros de su ayllu;
10. La virgen del Sol que atentaba contra su virginidad era enterrada viva;
11. Todo hurto de objetos de los templos, por pequeño que fuese, era castigado
con la pena capital
14. Lo colgaban de los pies, hasta que muriese, dentro de la misma casa al que
escalaba el lugar de recogimiento de las “mamaconas” que eran mujeres que
gozaban de muchos privilegios y respeto”.
15. La “mamacona” que dejase entrar en su casa a algún hombre merecía igual
penal.
18. Se condenaba a muerte, con gran publicidad, junto con todos sus familiares
para que no quedase ninguno que supiese el oficio, al que asesinase usando
hechizos.
19. Al que corrompía a una mujer virgen, si era hija de nobles, moría. Pero si la
víctima era plebeya; se le daba tormento. En caso de reincidencia se aplicaba
la pena capital;
9
c) Era azotado quien usaba el agua de riego antes que le correspondiese.
d) Se le daba tormento al mentiroso o perjuro no reincidente;
e) Quien tuviese relaciones sexuales con mujer soltera y con consentimiento de
está, era azotado, al igual que la mujer. Pero era condenado a la pena capital si la
mujer era noble;
f) Era atormentado el que se insolentaba o se descomedía con la autoridad, por
primera vez.
g) Mandaban dar tormento al que desobedecía a su curaca.
Conoció la pena de presión el sistema penal incaico. Existía dos clases de cárceles
para cumplir la condena, unas. Otras para retener al delincuente durante el juicio.
Las cárceles situadas en las ciudades dependían directamente del Inca. Las de las
aldeas dependían de los caciques.
La prisión perpetua se aplicaba a los nobles que la merced del Inca los había librado
de la pena capital.
Todos los cronistas concuerdan en que las prisiones incaicas presentaban crueles
rasgos, que pocos podían soportar. Sin embargo, las destinadas a la nobleza eran
más humanas.
Refiriéndose a las cárceles incaicas escribe Murúa:6 “La manera y el orden que el
Inca tenía para castigar, y las cárceles que para ello tenía, era que en esta gran
ciudad del Cusco había un subterráneo o mazmorra debajo de la tierra que ellos
llamaban Desanca, el cual estaba cubierto y empedrado de piedras de gran manera
agudas y esquinadas que cortaban como cuchillo o navajas muy agudas y dentro
de él había gran cantidad de animales muy feroces. Otro cronista que se ocupa de
las prisiones incaicas es Guaman Poma en su libro “Nueva Crónica y Buen
Gobierno” las describe en forma similar. La obra se halla acompañada de una
interesante iconografía. Guaman Poma es un cronista de raza india.
En las condiciones reseñadas los prisioneros no podían vivir muchas horas. Aun en
las mejores cárceles, el prisionero no podía terminar la condena, pues eran
húmedas, oscuras, mal aireadas, etc. Eran especie de cuevas.
En el siglo XIX el gran penitenciarista peruano Mariano Felipe Paz Soldán visitó
varias regiones del Perú estudiando las prisiones. Llegó a un pueblecito llamado
Aquira, en el Sur, en donde conoció una prisión que databa de la época incaica,
aunque se siguió usando durante la Colonia y al comienzo de la República. La
descripción que hace de ella Paz Soldán, merece darse a conocer.
“Es una cueva natural en un crestón de granito; algunos creen que fue cavada por
los incas para encerrar a los criminales; su aspecto es aterrador: la entrada o boca
de la cueva apenas tiene cabida para un hombre y cuando se corre la compuerta
de hierro de la entrada, queda tapada como un baúl; a los pocos pasos se llega a
6
MURUA, Fray Martín de. LOS ORIGENES DE LOS INKAS Ed. F. LOAYZA. Lima Serie 1, Tomo XI.
10
un cuarto de cuatro varas en cuadro y dos y medio de alto; de aquí por medio de
otro tubo se pasa a un segundo cuarto algo menor que el primero y por último, el
tercer cuarto, al que se entra por otro tubo; es tan bajo que ningún hombre de
mediana estatura puede en él estar de pie. Como estos cuartos están ahondados
en la peña viva sin más comunicación exterior que la boca de la cueva, es preciso
usar la artificial para distinguir los objetos. Mana sin cesar el agua del techo y por lo
tanto el interior es húmedo y frío. Sus estalactitas son hermosísimas a la luz de una
antorcha. Parece imposible que allí pueda vivir un hombre más de doce horas”:
Las penas deshonrosas podían consistir en amonestación pública, corte del cabello,
destitución de los funcionarios, etc.
En relación con las demás penas, las pecuniarias ocupaban un segundo término. Al
respecto Trimborn29 escribe: “La causa de que dentro del derecho de la colectividad
aldeana. No haya posibilidad para el desarrollo de las penas pecuniarias reside en
la amplia economía colectiva, cuya forma principal del capital, era la propiedad
colectiva del suelo”.
11
5. PRINCIPALES CARACTERISTICAS DEL SISTEMA
A manera de síntesis, cabe señalar las más notables características del sistema
penal incaico:
A. Era marcadamente intimidatorio. Las penas eran sumadas crueles. Pero, como
señala Jorge Basadre: “En realidad no ocurría nada excepcional, sino lo que
históricamente acompaña siempre a los Estados de conquista”.
12
6. LA PENA DE MUERTE EN EL DERECHO INDIANO O COLONIAL
Según refiere Constancio Bernaldo de Quirós7, cien años antes del descubrimiento
de América, la pena de muerte se había estabilizado ya, en cuanto a los medios de
ejecución, en toda Europa, reduciéndola a tan solo dos modalidades: degollación
para los nobles, horca para los villanos, sin embargo, acota este autor, para los
villanos, en realidad, quedaba la opción entre la horca y la hoguera, pero al tener
esta última una aplicación excepcional (para los delitos nefandos), quedó, como
regla general, la horca y el cuchillo.
Este método de muerte judicial surgió bajo un signo favorable a su éxito pues, si
bien ningún nacido podría quererle para sí ya que, morir agarrotado era un género
de capitis diminutio, ello es, de menos valer en la hora suprema de la muerte, poco
a poco, el agarrotamiento introducido como un término medio entre la degollación y
la horca, comenzó a perder sus orígenes primeros, humillantes, haciéndose, al final,
el género propio de la muerte judicial para los simples hidalgos, ya que la
degollación fue solo para los caballeros.
Pero todo ello solo fue hasta fines del siglo XVIII, en que el éxito aparece ya
decidirse francamente en favor del agarrotamiento con el total olvido de la horca,
siendo que la evolución queda cerrada poco después de la independencia de las
antiguas colonias americanas con la Real Cédula de 28 de abril de 1832, en que el
7
BERNALDO DE QUIRÓS, Constancio. La Picota en América. La Habana: J. Montero Editor, p. 107
13
Rey, Fernando VII, declara abolida la horca para siempre y deja como único modo
de ejecución de la pena capital el garrote, con distintas modalidades adecuadas en
lo sucesivo no a la clase social del reo, sino a la naturaleza, más o menos
vergonzosa, del delito.
Cabe precisar también que, algunas veces el garrote, como menos vil siempre que
la horca, se reservó a los delincuentes de raza blanca, mientras a los indios y a los
negros se les consideró carne de horca; esto, al menos, fue el parecer de la
jurisprudencia constante de algunos jueces como el Gobernador Viana, en el
Uruguay.8
8
Carlos Ferrés. Estudio sobre la administración de justicia en la época colonial, p. 272, citado por
Bernardo de Quirós en La Picota en América, p. 116.
14
7. PAPEL DE LA PICOTA EN LA PENA DE MUERTE
7.1 LA PICOTA
Por lo general este poste fue el propio rollo jurisdiccional del lugar respectivo como
emblema que era este de la soberanía del señor de la localidad y consiguientemente
del ejercicio de la justicia punitiva, en todo su desarrollo, hasta la muerte, de que
estaba investido, o sea del imperio. El rollo es la totalidad, el conjunto de la
institución; la picota su ejercicio penal.
El Rollo era un elemento de orden penal cuya existencia se extendió a casi toda
Europa y a algunos lugares de América. Su utilidad era la aplicación y ejecución de
la pena impuesta al condenado entre los siglos XIII y XIX, aproximadamente. En
unos sitios desapareció su uso antes que en otros.
a) Tipo originario: se trata de un simple pilar que se aguza al final, erguido sobre
el suelo, sin base ni gradería, ejemplo de ella se tiene en el rollo de Hoyo de Pinares,
en la Provincia de Avila.
1. La gradería
2. La base de la columna
3. El fuste o caña
4. Los canecillos y el capitel
5. Blasón señorial o piedra de armas
6. El Remate
15
c) Tipo involutivo:
Hay casos en los que puede suceder que el señor de la localidad carezca, por
excepción, del mero imperio, es decir, de la facultad para imponer y hacer cumplir
penas, sobre todo la de muerte, es por ello que, ante situaciones semejantes, se
producía el efecto de la caducidad del fuste de la columna, quedando el rollo
reducido a su base, en la cual se inserta el blasón.
Como pena, la picota aparece nombrada por primera y única vez, en el Código de
las Siete Partidas, como última, y más leve de todas las penas: “Siete maneras son
de penas porque puedan los Juzgadores escarmentar a los fazedores de los yerros.
En las cuatro son de las mayores, e las tres de las menores… la setena es cuando
condenan a alguno, que sea azotado, o ferido palatinamente, por yerro que fizo; o
lo ponen en deshonra del en la picota, o lo desnudan, faziéndole estar al sol, untado
de miel, porque lo coman las moscas en alguna hora del día9”.
Bernardo de Quirós nos habla en este punto de dos ejecuciones capitales en Nueva
Veracruz- México, escritas por el doctor Manuel B Trens, durante la segunda mitad
del siglo XVIII.
Ahora bien, la picota también cumplió una función preventiva “ne peccetur”,
realizada mediante la exhibición pública y casi constante de los despojos de los
reos, para que sirvieran de saludable advertencia a todos.
9
BERNALDO DE QUIRÓ. La Picota en América, p. 15
10
La segunda de ellas estaba casi ya olvidada en Europa en los días del descubrimiento del Nuevo Mundo.
16
a. Las cabezas trágicas
Cualesquiera que fuese la muerte sufrida por los reos, degollados agarrotados,
ahorcado, todos dejaban sus testas trágicas expuestas largos tiempos en los rollos
picotas, bien clavadas sobre la madera o en la piedra, en defecto de la jaula o farol
-que sí estaba presente en las picotas de Castilla La Nueva- y que, al parecer, falta
en toda América, siendo que, este dispositivo fue reemplazado en algunos lugares,
como Montevideo, por una “redoma de hierro”, para que la cabeza del malhechor
quedara colgada en la horca por cuarenta días.
Sin duda alguna los casos más trágicos han sido de vulgares delincuentes; sin
embargo, también fueron expuestas en la picota las cabezas de políticos generosos,
sobre todo los rebeldes de toda clase que se alzaron contra los que ejercían el
poder, ya fueran los rebeldes españoles de la época de los primeros
descubrimientos (Vasco Núñez de Balboa) y de la Conquista (Gonzalo Pizarro), los
hijos de las razas indígenas sometidas (Túpac Amaru) o de los negros, e incluso los
mismos criollos, antes del éxito final; en resumen, todo el complejo
de movimientos revolucionarios padecieron bajo la picota.
“Fallo atentos los méritos del proceso, y del dictamen de mi Asesor, que por la culpa
que contra ellos resulta (los dos reos Manuel grande y Manuel chico, asesinos de
su amo don Antonio Massen) los debo condenar y condeno en muerte afrentosa de
horca: la que se les dará sacándolos de prisión, arrastrados a la ola de un caballo y
conduciéndolos así por a calles públicas de esta ciudad hasta el lugar de la horca,
17
donde por el verdugo serán ahorcados y colgados sin que ninguno bajo las mismas
(penas) se atreva a quitarlos de aquel lugar sin mi orden expresa, lo cual se
observará también con los cuartos de sus cuerpos, que después de muertos deberá
dividirlos el verdugo para que se repartan por los caminos que conducen al paraje
donde cometieron el delito. Y por ésta mi sentencia”.11
El mejor ejemplo en que puede verse el juego de las dos distintas formas de
descuartizamiento judicial que hemos distinguido, le tenemos en el gran proceso
histórico de Túpac Amaru, el rebelde peruano llamado antes de que tomara tal
nombre, José Gabriel Condorcanqui y que vivió entre los años de 1740 ó 1742 y de
1782, reinando Carlos III.
En la persona de Túpac Amaru, el descuartizamiento, no obstante ser el personaje
principal de la rebelión no pasa de ser puramente defensivo sobre el cuerpo del
muerto. Así decía la sentencia:
“Que sea sacado de la cárcel donde se halla preso, arrastrado de la cola de una
bestia de albarda, llevando soga de esparto al pescuezo, atados pies y manos, con
voz de pregonero que manifieste su delito, siendo conducido de esta forma por las
calles públicas, acostumbradas al lugar del suplicio, en el que, junto a la horca,
estará dispuesta una hoguera con sus grandes tenazas, para que allí, a la vista del
público, sea atenazado, y después colgado por el pescuezo y ahorcado, hasta que
muera naturalmente, sin que de allí le quite persona alguna sin nuestra licencia, bajo
la misma pena, siendo después descuartizado su cuerpo, su cabeza llevada al
pueblo de Tungasuca, un brazo a Lauramarca, el otro al pueblo de Carabaya, una
pierna a Pancartambo, otra a Calca, y el resto del cuerpo puesto en una picota en
el camino del Caja del Agua de esta ciudad”
Los últimos ejemplares se levantan rodando ya finales del siglo XVIII. Así, en
España, se cuenta con: Jaramillo Quemado (1715), Logrosán (1792) y Vinuesa
(1799), entre otras; en América: son más escasas las referencias de alzamiento de
nuevos monumentos en el siglo XVIII; sirven como muestra, al menos, los casos de
Vila Bela da Santísima Trinidad en el Estado de Matto Grosso (Brasil), motivado por
la fundación de la villa en 1752 y de Montevideo también, elevado en la fundación
de la ciudad en 1726.
Al principio del siglo XIX se manda en España derribar los rollos y picotas por
Decreto de las Cortes de Cádiz de fecha 26 de mayo de 1813: “Las Cortes
11
Carlos Ferrés. Época Colonial: la administración de la justicia en Montevideo, páginas 275 y 276. Autor citado por
Bernardo de Quirós: La Picota en América.
18
Generales y extraordinarias, accediendo a los deseos que les han manifestado
varios pueblos, han tenido a bien decretar por regla general lo siguiente:
Los Ayuntamientos de todos los pueblos procederán por sí y sin causar perjuicio
alguno, a auitar y demoler todos los signos de vasallaje que haya en sus entradas,
casas capitulares o cualesquiera otros sitios, puesto que los pueblos de la nación
española no reconocen ni reconocerán jamás otro señorío que el de la Nación
misma, y que su noble orgullo sufriría tener a la vista un recuerdo continuo de
humillación”
Poco efecto debió tener ese Decreto ya que veinticinco años después se dicta un
nuevo Decreto, el 25 de enero de 1837, dictado en nombre de la Reina Isabel II, por
su madre, la reina gobernadora María Cristina. Así decía el Decreto “Se establece
con toda su fuerza y vigor el Decreto de 26 de mayo de 1813, por el que las
generales y extraordinarias mandaron quitar demoler todos los signos de vasallaje
que hubiere en los pueblos, según en el mismo se previene”.
Sin salir del siglo XIX, otras conmociones políticas causan en España la destrucción
de nuevos ejemplares; entre nuestros datos figura la caída del ejemplar de Brunete
(Madrid) en la revolución de 1869.
19
8. ANTECEDENTES: PENA DE MUERTE DURANTE LA REPUBLICA
12
Rojas Dávila Roberto. El Monstruo de Armendáriz: ¿Quiénes son los que van al paredón?.
20
En el siglo XX la pena de muerte se aplicó a discreción en la mayoría de las
sociedades americanas; sin embargo, la prevalencia del casi cargo político, el
ejercicio indiscriminado del poder por los dictadores que se encuentran al servicio
de las oligarquías nacionales y de ciertas potencias extranjeras, que vieron en esta
situación oportunidades para justificar y consolidar sus pretensiones imperiales
sobre países a dominar, es decir abuso de esta sanción, motivado por la injusticia
social, trajo como consecuencia la confusión entre criterios humanistas radicales
que pugnan por la necesidad ya no de disminuir su aplicabilidad, sino de lograr su
abolición, desconociendo de esta forma su supuesta utilidad y justificación; y los
que reclaman su aplicabilidad.13
En enero de 1969 la junta militar presidida entonces por Juan Velasco Alvarado
emitió un Decreto Ley que añadía al Código Penal el artículo 197º, el cual sostenía
que si la víctima era menor de 10 años y moría como consecuencia del asalto sexual
se aplicaba al autor la pena de muerte. El general Velasco también había leído las
encuestas de entonces que mostraban la preocupación social de la población por
tales delitos.
El primero en pasar por el patíbulo dentro del margen de esa ley fue Ubilberto
Vásquez Bautista, quien fue ejecutado en 1970 por la violación y asesinato de una
pastorcita de 11 años de edad.14
Sin embargo, pese a tener carta blanca para ejecutar a condenados por delitos
comunes, el gobierno de Velasco “paró la mano” en diciembre de 1973, con el
fusilamiento del homicida José Murillo Andrade, ‘Patita de Cuy’. Ese mismo año
otros nueve convictos se encontraban en la cuerda floja y el régimen militar dio
marcha atrás por temor a un exceso de paredón.
Durante un siglo, hasta 1979 en que fue restringida, la pena de muerte se aplicó en
el Perú, a los criminales que violaban y asesinaban. En aplicación de la norma, en
1957 fue ejecutado Jorge Villanueva Torres, alias “El monstruo de Armendáriz”, por
violar y asesinar a un niño de tres años, este fue juzgado por la Constitución de
13
http://www.mailxmail.com/curso-pena-muerte-peru/investigacion-sobre-pena-muerte-peru
14
http://www.rpp.com.pe/2011.09.17
21
1933, aprobada en el gobierno de Sanchez Cerro, quien hizo mas extensiva la lista
de los delitos que determinaban la pena de muerte aplicándose para los delitos de:
homicidio calificado, traición a la patria, espionaje, violación de menores de siete
años, asesinato por lucro, envenenamiento, fuego o explosión, robo con muerte de
la víctima. En el caso peruano, la pena de muerte muestra restricciones y
limitaciones con respecto a su ampliación y ejecución, debido a los tratados de
carácter internacional, en los que el Perú se encuentra inscrito como son la
Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos.
22
9. LA PENA DE MUERTE EN LA EPOCA DE JUAN VELASCO ALVARADO
Y FRANCISCO MORALES BERMÚDEZ (1968- 1980)
La pena de muerte se aplicó a los criminales durante más de un siglo, entre ellos a
los que violaban y asesinaban, hasta que fue restringida en el año 1979.
En ese periodo siete hombres fueron ejecutados entre ellos Alejandro Lastra
Villavicencio, Gerardo Pinto Sulcahuamán, José Murillo Andrade, Miguel Salazar
Valdivia, Juan Machare Zapata, Luis Uscuvilca Patiño, Alfredo Benítez Caldas y el
sub oficial FAP Vargas Garayar. Pocos meses después se aprobó la restricción de
la pena capital, en la constitución de 1979, a los casos de traición a la patria en
tiempo de guerra; y en 1993 en medio de la dictadura de Alberto Fujimori, se amplió
al delito de terrorismo.
23
9.3 EJECUTADOS POR LA PENA DE MUERTE ENTRE 1957 – 1979
24
10. LA PENA DE MUERTE EN LA ACTUALIDAD
15
ROXIN, Claus, Derecho Penal: Parte General, T.1, Civitas, Madrid, 1997, p. 81 y ss.
16
PUIG, Santiago, Derecho Penal: Parte General, 5ª Ed., Barcelona, 1998, p. 61.
25
delincuentes, debe considerarse como un fin en sí mismo, por cuanto el hombre es
una entidad espiritual moral dotada de autonomía.
Al respecto, Mir Puig señala, es la dignidad del individuo, como límite material
primero a respetar por un Estado democrático, lo que va fijando topes a la dureza
de las penas y agudizando la sensibilidad por el daño que causan en quienes las
sufren. Aunque el Estado y hasta la colectividad en general pudieran convenir penas
crueles para defenderse, a ello se opone el respeto de la dignidad de todo hombre
– también del delincuente - , que debe asegurarse en un Estado para todos.
Ello ha de suponer la libre aceptación por parte del recluso, que no ha de ser tratado
como mero objeto de la acción resocializadora de un Estado intervencionista, sino
como un sujeto no privado de su dignidad con el cual se dialoga.
Desde esa perspectiva el inciso 22) del artículo 139º de la Constitución constituye
un límite al legislador, que incide en su libertad para configurar el quántum de la
pena: en efecto, cualquiera sea la regulación de ese quántum o de las condiciones
en las que la pena se ha de cumplir, ella debe necesariamente configurarse en
armonía con las exigencias de “reeducación”, “rehabilitación” y “reincorporación” del
penado a la sociedad. Del mismo modo, tales fines no se condicen con la pena de
muerte, que constituye una manifestación del fin retributivo de la pena, el cual, como
ya se ha visto, colisiona con el principio-derecho de dignidad humana, eje y motor
de todo nuestro ordenamiento jurídico.
17
BECARIA, Cesare, De los Delitos y las Penas, 1764, citado por Antón Oneca, Derecho Penal: Parte
General, pp. 33 y ss.
26
utilización masiva de la pena de muerte y de las penas corporales (tortura, azotes,
mutilación, etc.). Las legislaciones liberales del siglo pasado atendieron en parte a
las voces favorables a la humanización, suprimiendo paulatinamente las penas
corporales y erigiendo en nuevo centro del sistema punitivo la pena de privación de
la libertad.18
18
MIR PUIG, Santiago, Op. Cit., p. 687.
19
Sentencia del Tribunal Constitucional, Exp. No. 00489-2006-PHC/TC, Caso: Rafael Cáceres Neyra
y Otros, Fundamento 10.
27
10.3 PRINCIPIO DE RACIONALIDAD Y HUMANIDAD FRENTE A LA PENA DE
MUERTE
Si bien el legislador cuenta con una amplia libertad para configurar los alcances de
la pena, sin embargo, tal libertad tiene un límite de orden temporal, directamente
relacionado con la exigencia constitucional de que el penado se reincorpore a la
sociedad».
20
HANS-HEINRICH, Jescheck, Tratado de Derecho Penal: Parte General, Comares, Granada, 1993, pág. 23.
21
MIR PUIG, Santiago, Derecho Penal: Parte General, 5ª. Ed., Tecfoto, Barcelona, 1998, pág. 94.
22
Zaffaroni/Aliaga/Slokar 2000: 25.
23
GARCÍA CAVERO, Percy, http://www.unifr.ch/derechopenal/tespe/penamuerte/penamuerte_percy.pdf., Cit., 7 de
febrero 2007.
28
criminal del Estado, sobre el cual – porque nunca tendrá la oportunidad de ser
reincorporado-, tampoco habrá la necesidad de realizar las medidas adecuadas
para su rehabilitación».24
24
CARO JOHN, José Antonio, http://www.unifr.ch/derechopenal/tribuna/CaroJohn-penamuerte.pdf., Cit.
25
HURTADO POZO, José, http://www.unifr.ch/derechopenal/tribuna/pmuerte_jhp.pdf., Cit., 7 de febrero 2007.
26
DONAYRE MONTESINOS, Chistian, Pena de Muerte, Violencia de Género y Autoamistía, Palestra
Editores, 1ª. Ed., Lima, 2007, p 129 y ss.
29
artículo 235°, nuestro ordenamiento sólo contemplaba la pena de muerte para los
casos de traición a la patria en caso de guerra exterior. Así, conforme al precitado
artículo de la Convención Americana, nuestro país no puede aumentar los
supuestos en los que se contemple la pena de muerte. La extensión de estos
supuestos implicaría una violación de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos.
Es por ello que la promulgación de una ley tendiente a ampliar los supuestos de
pena de muerte no sólo resulta inconstitucional, por instituir una pena que resulta
contraria al principio resocializador de la pena, así como a la dignidad humana, sino
que implicaría la responsabilidad internacional del Estado peruano.27
Creo que desde la lógica de la protección de los derechos humanos, habría que
considerar seriamente lo que implica para los ciudadanos una salida de la
jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Una decisión del
27
CAVERO GARCÍA, Percy, Análisis crítico de las propuestas de implementación de la pena de muerte en el
Sistema Penal Peruano
30
momento no puede dejar de considerar las consecuencias futuras que dicha
decisión traería consigo.
En este caso, la Corte expresó que el artículo 4º inciso 2 de la Convención «si bien
[...] no llega a suprimir la pena de muerte, sí prohíbe que se extienda su uso y se
imponga respecto a delitos para los cuales no estaba prevista anteriormente,
impidiéndose con ello la expansión de la lista de delitos castigados con dicha pena».
28
Corte Interamericana de Derechos Humanos. Opinión Consultiva OC-3/83, del 8 de setiembre de 1983.
Restricciones a la pena de muerte (artículos 4.2 y 4.4 Convención Americana sobre Derechos Humanos).
31
emitida a raíz de la incorporación en la Constitución peruana de 1993 de la pena de
muerte para el delito de terrorismo (artículo 40º), señaló que:
Los límites que caracterizan al órgano reformador pueden ser formales y materiales,
siendo los límites formales aquellos referidos a todos y cada uno de los requisitos
objetivamente reconocidos por la Constitución para que la reforma prospere. A su
vez, los límites materiales se refieren a los contenidos de la Constitución; con ellos
no se indica la presencia de condicionamientos de tipo procedimental, sino algo
mucho más trascendente: la presencia de parámetros de identidad o esencia
constitucional, inmunes a toda posibilidad de reforma. Y es que aunque toda
Constitución se caracteriza por ser un cuerpo normativo integral donde cada
disposición cumple un determinado rol, ciertas cláusulas asumen una función que
resulta mucho más vital u omnicomprensiva que las del resto. Se trata de los valores
materiales y principios fundamentales que dan identidad o que constituyen la
esencia del texto constitucional (la primacía de la persona, la dignidad, la vida, la
igualdad, el Estado de Derecho, la separación de poderes, etc.). Sin ellos, la
Constitución sería un texto formalmente supremo pero, en cambio, materialmente
vacío de sentido.
32
10.7 CONSIDERACIONES FINALES
En ese sentido, creemos que el análisis del discurso político criminal que está en la
base de los proyectos legislativos que pretenden introducir la pena de muerte para
algunos delitos se trata, como señala Cancio Meliá144 de un verdadero paroxismo
de “Derecho Penal” del enemigo, y a su vez, advierte que, si el ordenamiento jurídico
del Perú da este paso, habrá abierto una brecha mortal en el edificio del Estado de
Derecho.
33
CONCLUSIONES
En la época incaica, la justicia era impartida por los curacas, así los jefes de
aldea prestaban especial atención a que nadie perjudicase al prójimo o que
procediese contra él injustamente, castigándose con rigor especial el robo de
mujeres, la violación y el adulterio. Sin embargo, cuando algún problema
afectaba a dos o más ayllus (controversia acerca de linderos, usos de
bosques, pastos, campos, etc.) la competencia pasaba al jefe tribal. Aunque
muchas veces daba lugar a un estado de guerra. Fue éste el sistema penal
que existió antes de la fundación del Imperio Incaico.
34
En la actualidad, la pena de muerte atenta contra la dignidad humana, pues
convierte al penado en objeto de la política criminal del Estado negando su
condición de persona humana. Asimismo, es cuestionada desde la
denominada “teoría de la función de prevención especial positiva” de la pena,
según la cual el régimen penitenciario tiene por objeto la reeducación,
rehabilitación y reincorporación del penado a la sociedad. Por ello los
sistemas penales modernos buscan su desaparición o por lo menos su
limitación a unos pocos delitos muy graves; pues se debe buscar una pena
humanitaria en el sentido que se ejecute sin115 crueldad ni sufrimientos
innecesarios para el penado, tomando en cuenta los lineamientos del
Derecho de los derechos humanos.
35