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Ponernos de acuerdo. El desafío de encontrarse en tiempos de crisis.

La actividad propuesta nos invita a reflexionar sobre aquellos aspectos que llamaron
nuestra atención, no solo en la lectura del material sino fundamentalmente en las jornadas
presenciales y los intercambios que allí se produjeron.
En ese sentido, creo que la mayor dificultad de todas las que se plantearon, no pasa
por el desconocimiento del oficio, la desidia de las instituciones, la indiferencia del alumnado,
los contextos particulares o la precariedad de nuestra profesión. El desafío más grande que
enfrentamos en nuestro ámbito es algo tan simple y tan complejo como encontrarnos. El
encuentro al que me refiero, dista mucho de la consabida convocatoria de los padres ante un
hecho conflictivo, un par de veces al año, o los discursos (verbales o escritos) orientados al
trabajo en común, que circulan por colegios en boca de directivos, supervisores y docentes.
Hago referencia a reuniones plurales donde participen todos los actores involucrados
y cuya producción, fruto del intercambio y el debate dirigido y argumentado, sea comunicada
eficientemente. Este punto es crucial, ya que muchos de los problemas que se generan en los
grupos humanos son propiciados por la nula o mala comunicación entre las partes.
Si bien es cierto que distintas instituciones educativas ya disponen de comités o
consejos que se reunen periódicamente, también es cierto que no revierten la relevancia con
la que originalmente fueron pensados ni sus funciones se traducen en hechos concretos que
cambien el estado de las cosas. Al contrario, para los participantes suele representar un
esfuerzo extra, en general protocolar e infructuoso, ya que las decisiones importantes no se
están tomando ahí y la comunidad, a quien debería llegarle (e interesarle) lo que se dijo está
ausente con aviso.
Tal como vimos en una escena de la película Luna de Avellaneda, de existir un
consenso entre los protagonistas no hubiera hecho falta llegar a tales extremos: el alumno
siendo despectivo e imprudente y la profesora siendo violenta e incoherente. Sin dudas, es
mandatorio responder todas las inquietudes de los estudiantes, pero la tarea del docente es
enseñar ciertos saberes. Todo lo demás que se le agrega a su rol como educador, es una
imposición que lo empuja a presentar soluciones por arte de magia.
En Escritores de la libertad, vemos una situación distinta. Quienes habitan el aula
logran ponerse de acuerdo, con tiempo y persistencia, pero a costa de un precio alto. La
profesora excede ampliamente sus funciones, hasta el extremo de ver perjudicada su relación
de pareja. Se enfrenta con directivos, colegas y padres. Enfrentamiento que se muestra como
una lucha romántica por un ideal, pero en realidad se trata de la demonización de un sistema
del cual todos formamos parte.
Ni un extremo ni el otro, ni la cachetada al alumno ni convertirnos en padres de hijos
ajenos. Ponernos de acuerdo implica seguir el deseo que todos tenemos de vivir en paz, de
buscar los puntos de encuentro aún en tiempos de crisis. La palabra crisis nos lleva a tomar
una decisión, y esta solamente tiene sentido dentro del diálogo. Especialmente para los IFD,
cuestionados y bastardeados como están, urge la producción de espacios de encuentro, de
legitimar sus acciones, de hacer público lo que está pasando. Los estudiantes del profesorado
tienen dudas, inseguridades, dificultad para entrever el futuro. Es bueno que sepan que
nosotros también. La sociedad espera mucho de nosotros. Es bueno que sepa que nosotros
también esperamos más de ella.
Así, retomando la consigna y a la luz de lo anteriormente expuesto, ante una
declaración del estilo "los docentes no enseñan porque tienen demasiadas carencias", la
primera reacción es de humildad: reconocer las falencias. Luego ponernos en acción para
generar el encuentro y que circule la información libremente. Sistematizar, organizar,
planificar reuniones para informar y tomar decisiones. No desde Facebook o Whatsapp, sino
cara a cara. En definitiva profesionalizar nuestras actividades en el profesorado, que muchas
veces son caóticas y antojadizas. Poner por escrito y fundamentar las acciones, recompensar
en tiempo y forma a quienes se dedican a lograr esas estructuras.
Generar confianza en los futuros docentes es el gran objetivo y eso empieza por casa.
Les dedicamos el tiempo necesario porque desde lo institucional están dadas las condiciones.
Porque hubo un trabajo desde la apertura y la sinceridad. Palabras que suenan descafeinadas
en la realidad que vivimos, pero esperanza y expectativa son términos poderosos. En un
mundo de locura, son las opciones más sensatas.

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