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"Hace varias décadas, se consideraba una persona alfabeta y culta a aquella que

sabía leer un periódico, un libro o una revista y comentar lo que allí estaba escrito,
o quien era capaz de redactar una carta sin faltas de ortografía y con buena letra,
o quien podía mantener una conversación fluida y con un vocabulario variado y
rico en palabras, o quien conocía (o al menos le sonaban) los nombres de
literatos, artistas, filósofos y sabios del pasado, o quien era capaz de reproducir de
memoria las fechas relevantes de efemérides históricas…

Hoy en día, en esta segunda década del siglo XXI, un sujeto culto –es decir,
alfabetizado en las nuevas formas culturales–, además de leer y escribir textos
impresos, debe ser capaz también de interactuar con un sistema de menús u
opciones mediante un teclado, un ratón o una pantalla táctil, saber navegar a
través de documentos hipertextuales sin perderse, conocer los mecanismos y
procedimientos para grabar imágenes, procesarlas y difundirlas en un sitio web,
poseer las destrezas para buscar y encontrar en la Red aquel dato o información
que necesita para resolver un problema, saber discriminar y otorgar significado a
las numerosas informaciones que llegan diariamente por múltiples medios, escribir
un documento y enviarlo por correo electrónico o por SMS, participar en un foro
expresando su opinión, y, en fin, subir fotos, vídeos o presentaciones para
compartirlos con otras personas en una red social, etc."

Es evidente entonces que el concepto de alfabetización, en un sentido amplio, se


vincula con la adquisición y dominio de las competencias necesarias para la
comprensión y manejo de los símbolos de representación cultural de la época. En
esto la utilización de las distintas tecnologías (papel, lápiz, pizarra, televisión,
computadoras, celulares, internet, etc.) y medios (libros, periódicos, radio,
películas, aplicaciones web, etc.) del momento histórico en cuestión, tienen una
importancia e implicancia directa.
Pero más allá del uso instrumental de los distintos elementos y de las habilidades
puestas en juego para la "codificación" de los símbolos del momento, el desafío
mayor está en la capacidad de lectura profunda de la realidad circundante (en
términos freirianos), en la mirada crítica sobre la información que prolifera en los
diversos lenguajes, en su reflexión para poder resignificar y transformar lo
acontencido. La alfabetización, desde esta perspectiva, representa por lo tanto la
adquisición de los recursos intelectuales necesarios para interactuar tanto con la
cultura existente como para recrearla de un modo crítico y emancipador y, en
consecuencia, como un derecho y una necesidad de los ciudadanos de la
sociedad de la información. (Area Moreira, 2012).

En este sentido, desde el Marco Nacional de Integración de los Aprendizajes para


la Agenda 2030, se definen en nuestro país las capacidades prioritarias, ejes de la
educación escolar, en articulación con las competencias de educación digital
(PLANIED), para la inserción plena en la cultura contemporánea y en la sociedad
del futuro:
Podemos considerar entonces qué debe aprender un sujeto hoy para considerarse
"alfabetizado". Pero en este escenario cambiante y "líquido" no podemos ponderar
qué es lo que deberá saber o aprender en 10, 20 años o más. La formación del
educando de hoy para un mundo incierto deberá contemplar la adquisición de las
capacidades que le permitan desempeñarse en forma autónoma, ética y criteriosa
para poder seguir aprendiendo toda la vida:

 Resolución de problemas
 Pensamiento crítico
 Aprender a aprender
 Compromiso y Responsabilidad
 Trabajo con otros
 Comunicación

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