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A combatir la ignorancia

Mucho se ha discutido acerca de las potencialidades de una nación. En los países


latinoamericanos y particularmente en el país del Sagrado Corazón, existe una tarea por
cumplir. Se trata nada más y nada menos que la de darles herramientas valiosas a sus
ciudadanos para formarse opiniones y conducirlos al camino del pensamiento crítico. Para
poder lograr este escabroso camino, es necesario que las herramientas que les sean dadas a
los ciudadanos sean libres de sesgo y, lo más importante, sin esperar de ellas ninguna
retribución más que la de cosechar nuevas generaciones capaces de buscar el desarrollo
económico y social que tanto nos merecemos. Es por ello que el principal objetivo del
Estado colombiano es el de establecer una política de Estado conducente a combatir con
todas sus fuerzas la ignorancia de sus ciudadanos.

La ausencia de conocimiento en general sobre el propósito de las cosas podría ser la génesis
de la ignorancia en cualquier campo. Saber argumentar y llegar a establecer los puntos
sobre las íes en cualquier asunto de la cotidianeidad determina el grado de conocimiento
sobre el punto en cuestión. A su vez, una audiencia hábil es aquella que sobre ese punto de
discusión encuentra evidencia contraria o argumentos a favor o en contra para seguir con la
ilación que amerita cualquier tertulia. En palabras castizas, es majestuoso cuando se discute
con argumentos sólidos y no cuando se critica en lugar de construir. Esto último es lo que
con preocupación se nota en las redes sociales donde priman las noticias falsas o los
argumentos zafios pero a su vez pegajosos.

Con gran preocupación observo el deterioro de las nuevas generaciones y de las de otrora al
entrar en el juego de las discusiones superficiales en las redes sociales. No solo por el
contenido de las mismas sino de los argumentos a favor o en contra de cierta información.
La ausencia de pensamiento crítico o quizá la ausencia de materia prima para formarse
opiniones es el pan de cada día que se lee en las redes sociales. Lo temeroso de ello es la
pérdida de tiempo valioso de los ciudadanos. Buscar la causa raíz de estos comportamientos
podría conllevar a estudios académicos profundos de los cuales se podrían construir
hipótesis profundas. La mía al respecto es que si los ciudadanos nos ponemos en la tarea de
aprender seguramente no nos quedará tiempo libre para lo que no es importante. Así las
cosas, la tarea de nosotros, los ciudadanos de a pie, es la de establecer prioridades y una de
ellas es invertir el tiempo en estudiar y con ello se les roba tiempo a las redes sociales.

Por su parte el Estado tiene como deber la construcción de una planeación estratégica que
conduzca al pueblo a combatir la ignorancia. Esto es factible si se construye, desde ya, una
reforma estructural donde el pilar fundamental será la educación. Para ello es necesario que
exista cohesión entre los poderes del Estado en pro de una reforma que premie la educación
de los ciudadanos, empezando por las edades tempranas en donde se premie o prevalezca la
propulsión de los talentos de las nuevas generaciones. Por su parte y para las generaciones
actuales, debería existir la capacitación continua y la especialización en artes y oficios que
acompañen al perfeccionamiento de industrias en desarrollo o de las cuales el Estado
espera, dentro de su planeación estratégica, un desarrollo exponencial. Solo con un plan
estructurado, seguramente empezaremos a combatir el principal flagelo de un pueblo: la
ignorancia.

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