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Prandiología Patológica
Tal vez la “herejía” que cometió Capdevila, fue desafiar abiertamente la visión
de su época, desde un ámbito extra disciplinario. Seguramente por ello fue
“inquisidoramente” cuestionado, al punto de haber sido sus libros, objeto de
quema en plazas públicas de la provincia de Santa Fe, cuyos intereses lácteos
se percibían afectados. Seguramente el “fuego de la hoguera” fue avivado por
hombres de ciencia que se sentían mucho más perturbados que los humildes
productores tamberos.
Si bien al término “prandiología” lo acuñó el Dr. Jacinto Moreno, fue sin dudas
Capdevila quién lo fundamentó y difundió como propio, con particular ahínco.
Este libro ha sido el segundo de sus “nueve mensajes prandiológicos”, que
vieron la luz en poco más de tres años, en modestas y olvidadas ediciones. Lo
precedió “La lepra” (julio 1960) y lo sucedieron “El cáncer” (julio 1961), “Tres
aberraciones metabólicas” (marzo 1962), “Pláticas médicas atenienses” (julio
1962), “Revisión microbiana” (abril 1963), “El niño enfermo” (setiembre 1963),
“La ciencia de la nutrición” (junio 1964) y “Las enfermedades mentales”
(octubre 1964).
Originado del vocablo latino “prandium” (comida importante del día), el
concepto de “prandiología” está relacionado al efecto dieto-patogénico del
alimento. Capdevila lo relaciona adecuadamente con el aforismo “cada uno
ingiere la enfermedad que padece”, no dejando lugar a dudas que la salud o la
enfermedad del ser vivo (hombre, animal, planta) es un efecto de su nutrición,
coincidiendo con el hipocrático “que el alimento sea tu medicina”.
Pero con el segundo viaje de Colón llegaron “vacas, caballos, ovejas, cabras,
porcinos y asnos”. Animales que, habituados a la parquedad de la vegetación
hispana, encontraron aquí brutal estímulo reproductivo, ante tamaña
exuberancia de pasturas y alimentos. Valga el dato anecdótico que aporta la
obra, refiriendo que “una sola vaca dio lugar a 800 reses en apenas dos
décadas de espontánea multiplicación”. O aquella referencia que sitúa el inicio
de la proficua ganadería argentina, a partir de 7 vacas y un toro que ingresan al
país en 1540, procedentes de Andalucía.
Y con los cuadrúpedos de interés pecuario, los españoles trajeron los conceptos
del corral y del ordeñe, que implantaron rápidamente junto a otros elementos
culturizantes de dudosa significación, como el trigo, la lechería, la codicia y la
avidez por los metales preciosos. A través del cautivante “Testimonio zoológico
de América”, Capdevila demuestra la relación indisoluble entre el shock
provocado en los indígenas por los violentos cambios alimentarios introducidos
y las primeras epidemias virales americanas (Santo Domingo en 1518 y Méjico
en 1527).
En buena hora que Editorial Buena Vista recupere esta obra clave de nuestro
patrimonio cultural. Por alguna razón, recién ahora vuelve a ver la luz este
mensaje preclaro y de avanzada. Seguramente hoy los cerebros están más
abiertos y los tiempos maduros para valorar el vanguardista legado de
Capdevila. Al menos eso deseamos. Y eso es justamente lo que necesita
nuestra sufriente sociedad. Porque como bien dijo Don Arturo, “de haberse
respetado la ley natural, reinaría la salud en las extensiones de la tierra, pues la
salud, y no la enfermedad, es la natural ley del mundo”.
Néstor Palmetti
Técnico en Dietética y Nutrición Natural
Abril de 2009