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Fractura del boxeador: Las fracturas del cuello del metacarpiano casi siempre se producen por
un impacto directo. Por lo general, estas fracturas son inestables, con angulación palmar. La
angulación ≤20 grados en el cuarto metacarpiano o ≤40 grados en el quinto no producen
alteración funcional. Si se produce una angulación mayor en estos metacarpianos, debe
intentarse la reducción. Para realizar la reducción, se flexiona la muñeca en la articulación
MCP. Se aplica una fuerza ligera sobre la cara palmar del metacarpiano afectado mientras se
distrae la falange lejos de la palma. Es posible que después de la inmovilización persista cierta
deformidad estética (cabeza del metacarpiano no prominente), pero en la mayor parte de los
casos se recupera la función completa. La magnitud de la angulación al momento de la lesión
no se relaciona con los defectos estéticos finales.7 En las fracturas del segundo y tercer
metacarpianos es aceptable la angulación <15 grados. Las fracturas del cuello del
metacarpiano se inmovilizan con la muñeca en extensión de 20 grados y la articulación MCP en
flexión de 70 grados. Las fracturas del segundo o tercer metacarpianos con desplazamiento o
angulación significativos requieren reducción anatómica y fijación quirúrgica.
Luxación anterior de cadera: Constituyen del 10% al 15% de las luxaciones traumáticas de
cadera.- Son el resultado de una rotación externa con abducción de la cadera.
El grado de abducción de la cadera determina que la luxación anterior sea de tipo superior o
inferior: La luxación inferior (obturatriz) se produce por la abducción, la rotación externa y la
flexión simultáneas de la cadera. La luxación superior (ilíaca o púbica) se produce por la
abducción, la rotación externa y la extensión simultáneas de la cadera.
Luxación posterior de cadera: Son mucho más frecuentes que las luxaciones anteriores de
cadera. Ocurren en traumatismos con la rodilla flexionada (ej. la lesión del salpicadero) y la
cadera en distintos grados de flexión: Si en el momento del impacto la cadera está en posición
neutra o en ligera aducción, es probable que se produzca una luxación sin fractura del
acetábulo. Si la cadera está en ligera abducción, generalmente se produce una fractura
asociada de la porción posterosuperior del reborde del acetábulo.
Displasia cotiloidea: La cabeza femoral está dentro del cotilo, pero este ha perdido la
horizontalidad del techo, se encuentra oblicuo, poco profundo.
Subluxación: Cuando la cabeza femoral esta en parte cubierta por el cotilo y en parte
descubierta.
Cadera luxable: Toda la cabeza femoral se sale de la cavidad cotiloidea, al ser manipulada, pero
en reposo permanece en su posición normal.
Signo de Ortolani: Único signo patognomónico de luxación congénita de cadera. Se busca con
el recién nacido desnudo en decúbito dorsal. Se toman ambos miembros inferiores, colocando
el pulgar sobre la cara interna de muslo y los últimos cuatro dedos sobre la cara externa de
muslo. Se colocan en flexión de 90 grados caderas y rodillas y se realiza un movimiento
empujando la cabeza del fémur hacia su lecho en el cotilo, y cuando es patológico, se nota un
resalto que traduce la entrada de la cabeza femoral dentro del cotilo, saltando sobre el rodete
cotiloideo. Este signo es positivo en la cadera luxada
Signo de Galeazzi: Con el paciente en decúbito dorsal con ambas rodillas juntas y flexionadas a
90º, si existe una luxación de cadera esta se manifiesta con el miembro afectado más corto
que el contrario(se observa diferencia de altura de ambas rodillas).
Cojera en la marcha: Comienza a caminar con una cojera indolora, inclinación de la pelvis hacia
el lado opuesto y una desviación lateral de la columna hacia la cadera afectada. Cuando es
bilateral hay lordosis visible, pelvis amplia, glúteos aplanados y “marcha de pato”.
Sinovitis transitoria de cadera: La sinovitis transitoria es una causa común de cadera dolorosa
en el niño pequeño. La breve duración de los síntomas, ausencia de signos radiográficos
diagnósticos y estudios de laboratorios cercanos a lo normal sugieren un proceso benigno. Los
niños de cualquier edad pueden afectarse; la edad promedio es seis años. Quizá el aspecto
más importante de la sinovitis transitoria es su reconocimiento.
Signos y síntomas: Cuando es evaluado por primera ocasión, el niño rara vez es sintomático
por más de una semana. El dolor en la extremidad inferior con la actividad (o incluso en
reposo) es una queja más común. El cojear y el rechazo a soportar el peso corporal son
también comunes. El ángulo de movimiento de la cadera en forma pasiva debe compararse
con cuidado con el del lado opuesto. Por lo regular, el niño es capaz de relajarse y moverse
libremente, y con facilidad sin necesidad de un “cuidador”, lo cual es realmente de valor con la
rotación o con la flexión o extensión extrema. La fiebre de bajo grado puede estar presente,
pero el niño no parece enfermo.
Las radiografías son esenciales para descartar otros diagnósticos, por ejemplo suelen ser
normales en la sinovitis transitoria de la cadera, y un ultrasonido de la misma puede mostrar
un derrame pequeño o ninguno. Diagnóstico diferencial: La artritis séptica es la preocupación
primaria. La enfermedad de Legg-Perthes (necrosis avascular), la epífisis femoral capital
deslizada y, rara vez, otras formas de enfermedad articular inflamatoria, como la artritis
reumatoide o la fiebre reumática, deben considerarse.
Pronóstico: Los síntomas pueden recurrir después del alta hospitalaria y de retomar las
actividades normales, pero en general se resuelve con más reposo.
Enfermedad de perthes: Es un trastorno raro en los niños en el cual la cabeza redondeada del
hueso del muslo, conocida como cabeza femoral, deja de recibir irrigación sanguínea. Como
resultado, la cabeza femoral colapsa.
El cuerpo absorberá las células óseas muertas y las reemplazará con células óseas nuevas.
Finalmente, las células óseas nuevas le devolverán la forma a la cabeza del fémur.
Fase 1: fase inicial. Falta de riego sanguíneo a la cabeza femoral. Se presenta inflamación,
rigidez y dolor en las articulaciones de la cadera. Muerte del tejido óseo en algunas porciones
del hueso. Esta fase puede durar desde varios meses hasta un año.
Fase 2: fase de fragmentación. El cuerpo eliminará las células óseas muertas y las reemplazará
con células óseas nuevas y más sanas. La cabeza femoral comienza a tomar nuevamente la
forma redondeada. Todavía hay irritación y dolor en las articulaciones. Esta fase puede durar
desde 1 hasta 3 años.
Fase 3: fase de osificación. La cabeza del fémur continúa tomando su forma redondeada con
tejido óseo nuevo. Esta fase dura entre 1 y 3 años.
Fase 4: fase de curación. Las células óseas normales reemplazan a las células óseas nuevas.
Esta última fase puede durar algunos años hasta completar el proceso de curación.
Cuadro Clinico: Dolor en la cadera, el cual se intensifica cuando realiza alguna actividad física.
Es posible también que el dolor se presente en las áreas del muslo o de la rodilla. El niño cojea
y manifiesta que el reposo le alivia el dolor. Con el paso del tiempo, puede notar una pérdida
muscular en la parte superior de la pierna y en la cadera.
Fractura de cadera: Las fracturas de cadera pueden ocurrir en el extremo superior redondeado
(cabeza) del fémur, en la parte estrecha del fémur justo por debajo de la cabeza (cuello), o en
la zona más amplia situada justo por debajo del cuello.
Tipos: Fractura del cuello femoral. La fractura del cuello femoral se produce a una distancia
una a dos pulgadas de la articulación de la cadera. Estas fracturas son comunes entre las
personas mayores y pueden tener relación con la osteoporosis. Este tipo de fractura puede
causar una complicación, porque a menudo la ruptura impide el paso de la sangre a la cabeza
del fémur, que forma la articulación de la cadera.
Fractura de cadera por fatiga: resulta más difícil de diagnosticar. Se trata de una fisura apenas
perceptible en el fémur, que puede no comprometer a todo el hueso. El uso excesivo o los
movimientos repetitivos pueden causar una fractura por fatiga. Los síntomas de esta lesión
pueden ser idénticos a los de la tendinitis o distensión muscular.
Cuadro Clínico: Tendrá dolor intenso en la cadera o en la parte inferior de la ingle. No podrá
caminar ni poner peso en la pierna. Cuando se acuesta, la pierna afectada puede parecer más
corta y está rotada hacia afuera. Si se produce un sangrado abundante desde el foco de
fractura o desde vasos sanguíneos próximos, el paciente puede sentirse mareado o débil.
Edema, y puede aparecer un hematoma violáceo. Cuando se rompe la cadera, el dolor parece
originarse de la rodilla en lugar de la cadera. Esto es así porque la rodilla y la cadera comparten
las mismas vías nerviosas. Este tipo de dolor se denomina dolor referido.
Diagnóstico: Radiografía (a veces parecen normales incluso aunque esté presente una fractura
por ejemplo cuando la fractura es menor y los fragmentos se encuentran todavía en su lugar).
A veces resonancia magnética nuclear. Tomografía computarizada. Gammagrafía ósea.
Epifisiolisis de la cabeza femoral: Se trata del desplazamiento del núcleo epifisario en relación
con el cuello del fémur, generalmente progresivo, en un cartílago casi siempre al final de su
crecimiento (que señala el envejecimiento prematuro del cartílago). La causa de la epifisiólisis
de cadera es desconocida, pero son dos hipótesis las que hasta el momento han prevalecido,
una es de origen puramente mecánico y otra hormonal.
Epifisiólisis aguda. El desplazamiento epifisario tiene lugar en pacientes cuyos síntomas datan
de menos de 3 semanas. Muchas veces, su inicio es brusco, con un dolor intenso asociado o no
a un traumatismo previo. En las radiografías no se observan signos de remodelación en la zona
metafisaria del cuello femoral.
Deslizamiento agudo sobre crónico. Los síntomas datan de menos de 3 semanas, pero existen
signos radiográficos de remodelamiento metafisario en el cuello femoral. Es, por tanto, un
deslizamiento agudo sobre otro crónico ya existente.
Clínica: Las manifestaciones clínicas van a depender del grado del deslizamiento y duración de
los síntomas; es decir, en relación a su estabilidad. Constará de dolor con ausencia de signos
de inflamación.
Fractura de pelvis: Las fracturas graves que afectan a la totalidad de la pelvis pueden ocurrir
como consecuencia de accidentes de coche o moto a alta velocidad, de la colisión de un coche
y un peatón o de caídas desde cierta altura. En algunas personas mayores, la osteoporosis
debilita los huesos.
Clínica: Causan un dolor intenso en la ingle, incluso cuando la persona afectada está tumbada
o sentada. El dolor empeora mucho cuando la persona intenta caminar, aunque algunas
pueden hacerlo. La zona a menudo está inflamada y se aprecia un hematoma. El paciente
puede tratar de mantener la cadera o la rodilla flexionada en una posición específica para
evitar que el dolor empeore.
Si las fracturas pélvicas son graves e inestables, el sujeto tiene dolor extremo y no puede
caminar. Sin embargo, algunas fracturas menores son mucho menos dolorosas. Si se lesionan
otras estructuras, el paciente puede presentar otros síntomas. Puede aparecer sangre en la
orina, dificultad para orinar, pérdida incontrolable de orina (incontinencia), o sangrado por el
recto o la vagina.
Fractura de fémur: Fracturas proximales del fémur: Las fracturas de la parte proximal del
fémur son raras en los niños. Esto es afortunado, ya que el desplazamiento y lesión de la placa
de crecimiento y del riego sanguíneo predisponen a complicaciones, como la necrosis
avascular, la detención fisaria y la falta de unión. Este tipo de fracturas suelen ser resultado de
traumatismos de alta energía.
En los niños, la mayor parte de las fracturas de la cadera incluyen el cuello femoral. Si no hay
desplazamiento, la inmovilización con un aparato de enyesado en espiga mantiene el
alineamiento durante la cicatrización, pero se requiere vigilancia radiográfica para la
identificación inmediata de cualquier desplazamiento. Las fracturas desplazadas del cuello
femoral deben tratarse con reducción anatómica y fijación con tornillos, de preferencia
colocados cerca de la fisis. Se alcanzan resultados satisfactorios en la mitad o menos casos, con
necrosis avascular, unión deficiente en varo y detención fisaria, entre las complicaciones más
comunes. Las fracturas intertrocantéreas y subtrocantéreas, en general, pueden manejarse
con ORIF. Los problemas tardíos (deformidad angular, longitudes desiguales de las
extremidades) son raros, pero pueden ocurrir.
Fracturas del cuerpo femoral: Las fracturas del cuerpo femoral son lesiones de la infancia
bastante comunes. Con frecuencia, resultan de un traumatismo significativo, por lo que
pueden estar presentes otras lesiones. Se requieren radiografías de la cadera para descartar
que se hayan producido fracturas o alguna luxación. También deben tomarse radiografías de la
rodilla. Los niños se tratan con arneses de Pavlik y los de edades comprendidas entre 1-6 años
son los que se tratan con más frecuencia con reducción cerrada y espiga de yeso por 4-6
semanas. El enclavamiento intramedular con titanio elástico se ha convertido en el principal
recurso terapéutico en los niños mayores. El enclavamiento femoral anterógrado estándar se
reserva sólo para los adolescentes con madurez esquelética, debido al riesgo de necrosis
avascular cuando las fisis permanecen abiertas.
Clasificación anatómica de las fracturas de cadera:
Fracturas de fémur distal: Las fracturas distales del fémur representan alrededor de 7% de
todas las fracturas femorales. Las fracturas distales del fémur pueden subclasificarse como
supracondíleas o condíleas.
La región supracondílea del fémur es el área localizada entre los cóndilos femorales y la unión
de la metáfisis con el cuerpo femoral. El fémur distal se ensancha desde su cuerpo cilíndrico
para formar dos cóndilos incurvados separados por un surco intercondíleo. El cóndilo medial
se extiende más distalmente y es más convexo que el cóndilo lateral, lo que produce la
posición normal en valgo del fémur distal. El fragmento de fractura proximal es atraído hacia
arriba por el cuádriceps y el tendón de la corva; el fragmento distal es, asimismo, de manera
típica, desplazado y angulado hacia atrás debido a la tracción que ejerce sobre él el músculo
gastrocnemio.
La evaluación incluye radiografías anteroposterior, lateral y oblicua del fémur distal, así como
de todo el fémur. Las vistas con tracción y los estudios de CT pueden ser útiles para la
planeación preoperatoria. La MRI puede ser usada para evaluar lesiones de los meniscos y
ligamentos de la rodilla. La arteriografía debe considerarse en el contexto de una luxación de la
rodilla (hasta 40% asociada con daño vascular)
Las fracturas distales del fémur pueden clasificarse de manera descriptiva: abierta o cerrada,
localización (supracondílea, intercondílea, condílea), patrón de fractura (espiral, oblicuo,
transverso), intraarticular o extraarticular, grado de conminución, angulación, deformidad
rotatoria, desplazamiento y grado de acortamiento.
El tratamiento no operatorio debe intentarse para las fracturas no desplazadas estables. El
tratamiento incluye la inmovilización de la extremidad con una abrazadera en bisagra de la
rodilla y soporte parcial del peso.
Las fracturas desplazadas del fémur distal se tratan mejor por medios quirúrgicos. Si el
tratamiento operatorio se retrasa más de ocho horas, debe considerarse una tracción tibial
con clavijas. Placas y tornillos son la elección típica de un implante; hay disponible una
variedad de placas, como la que va en hoja condílea de 95°: las periarticulares no bloqueantes
y las periarticulares bloqueantes. Debido a la ventaja de su estabilidad mayor, las placas
periarticulares bloqueantes se han vuelto más populares.
Fracturas de la rótula: La rótula es el hueso sesamoideo más grande del cuerpo, con el tendón
del cuádriceps que se inserta en su polo superior y el ligamento rotuliano que se origina de su
polo inferior. Las laceraciones abiertas asociadas con fracturas rotulianas deben investigarse
con 50 ml de solución salina estéril, irrigados dentro de la articulación de la rodilla para
descartar cualquier comunicación y una fractura abierta. Debe valorarse la extensión de la
rodilla activa. La descompresión de la hemartrosis y la inyección intraarticular de lidocaína
pueden facilitar la prueba.
El examen radiográfico debe incluir vistas anteroposterior, lateral y en “sol naciente”. Las
fracturas de la rótula pueden clasificarse de manera descriptiva: abierta o cerrada, grado de
desplazamiento, patrón de la fractura (estelar, conminuto, transverso, vertical, polar u
osteocondral). Las fracturas no desplazadas o con desplazamiento mínimo (2 mm) y daño
articular mínimo (1 mm o menor) pueden tratarse de forma no operatoria en un inmovilizador
de rodilla durante 4-6 semanas, si el mecanismo extensor permanece intacto.
El tratamiento quirúrgico de las fracturas desplazadas incluye alambres con bandas de tensión,
cerclaje alambrado, tornillos o una combinación de todas ellas. La rotura retinacular también
debe repararse en el momento de la operación. En el posoperatorio, se le debe colocar una
férula al paciente para proteger la piel; el movimiento de la rodilla debe iniciarse tan temprano
como a los 3-6 días del posoperatorio, con progresión al soporte del peso corporal completo
para alrededor de las seis semanas. Las fracturas conminutas o con reparaciones marginales
pueden inmovilizarse más tiempo. La rotulectomía parcial puede realizarse en un contexto de
fragmento grande, salvable con un fragmento más pequeño, conminuto y polar no susceptible
de fijación quirúrgica estable. La rotulectomía total se indica rara vez y se reserva para
fracturas extensas de la rótula con conminución seria.
Los pacientes con una luxación rotuliana sin reducir presentan incapacidad para flexionar la
rodilla, hemartrosis y una rótula desplazada palpable. Los pacientes con una luxación rotuliana
reducida o crónica pueden mostrar una prueba de aprensión positiva durante la aplicación de
una fuerza directa en dirección lateral sobre la rótula con la rodilla en extensión, ya que
reproduce el dolor y la sensación de luxación rotuliana inminente.
La evaluación radiográfica incluye vistas anteroposterior y lateral de la rodilla, junto con vistas
del “sol naciente” de ambas rótulas para comparación. La valoración de la rótula alta (rótula
demasiado elevada) o rótula baja también debe realizarse usando la relación de Insall-Salvati
(la relación de la longitud del ligamento rotuliano comparada con la longitud de la rótula, cuyo
valor normal es de 1.0; una relación de 1.2 indica una rótula alta, mientras que 0.8 indica
rótula baja).
Fracturas de extremo proximal de tibia: Estas fracturas son provocadas generalmente por
accidentes de tránsito y por caídas. En su mecanismo de producción intervienen fuerzas de
abducción sobre la parte externa o interna de la rodilla, forzando esta en valgus o en varus.
En ocasiones son producidas también por fuerzas verticales de compresión, sobre todo en los
ancianos o cuando hay osteoporosis. Otras veces se combinan ambas fuerzas, como veremos
más adelante. Las fracturas de la meseta tibial es resistido por los ligamentos laterales, los
cruzados y los meniscos. El miembro se encuentra en posición anormal, en rotación externa o
interna, angulación de la rodilla en valgus o varus, tumefacción, hemartrosis y equimosis.
Debe precisarse el punto doloroso más intenso a nivel de la meseta tibial y de los ligamentos
laterales. Se investigará la inestabilidad de la rodilla, así como la posición de los fragmentos,
además de buscar crepitación y movilidad anormal a nivel de la deformidad. Por lo general el
movimiento articular está abolido o es muy limitado. Hay acortamiento en las fracturas
bituberositarias.
Tratamiento Varios métodos de tratamiento se han aplicado en estas fracturas. En los últimos
años, la reducción quirúrgica y la osteosíntisis han sido utilizadas con preferencia a otros
procedimientos en las fracturas desplazadas. La evaluación de cada paciente considerando los
múltiples factores que inciden en la intensidad del traumatismo constituye una guía
terapéutica.
Método conservador: Reducción manual e inmovilización externa con un aparato largo de yeso
rígido o articulado. Reducción manual y fijación percutánea. Reducción y fijación externa.
Tracción esquelética, reducción e inmovilización como en los puntos 1 y 2.
Las lesiones de los ligamentos de la rodilla pueden ir desde esguinces leves hasta desgarros
completos. Es posible que las lesiones más sutiles sean difíciles de valorar durante la fase
aguda debido a que la defensa muscular y los derrames articulares pueden hacer que se
complique la determinación de inestabilidad articular. De ser posible, debe evaluarse la rodilla
no afectada antes de la rodilla lesionada a fin de determinar la línea base del paciente, ya que
cierto grado de laxitud puede ser normal en un individuo. Después de la valoración clínica y
radiológica inicial, puede ser de utilidad tratar la lesión con un periodo de inmovilización con
uso de muletas y programar una evaluación de seguimiento. Dependiendo de la situación
clínica y lesiones asociadas del paciente, ocasionalmente puede ser provechoso que el
ortopedista llamado a interconsulta examine al paciente bajo anestesia general, si el paciente
tiene una inestabilidad patente de la rodilla con lesión a múltiples ligamentos, considere la
posibilidad de una luxación de rodilla con reducción espontánea. Se justifican valoraciones
vasculares en serie, incluyendo índices tobillo-brazo, para evitar que se pase por alto una
lesión asociada de la arteria poplítea que ponga en riesgo la extremidad. En caso de que la
evaluación vascular arroje resultados anormales, obtenga una arteriografía o estudios Doppler
para mejor evaluación.
Diagnostico: El ángulo de Cobb se usa para medir la deformidad en los planos coronal y sagital.
La MRI de toda la columna está indicada en pacientes con escoliosis congénita, pacientes con
datos neurológicos anormales durante la exploración física, patrones de curvas atípicas como
las curvas torácicas izquierdas, así como la escoliosis idiopática infantil y juvenil.
Tratamiento: El manejo quirúrgico de una escoliosis idiopática del adolescente se intenta para
prevenir la progresión adicional de la deformidad.
Cuantas vértebras: 30
Ángulo de cobb
Patología del disco intervertebral (hernia discal): Es la expulsión de restos de núcleo pulposo
a través de fisuras del anillo fibroso, lo que genera expansión focal por fuera del interespacio.
Se identifican tres tipos de hernia discal: protrusión, extrusión y secuestro.
Las hernias de disco son más frecuentes en los niveles cervicales C4-C5 y C5-C6, los lumbares
L4-L5 y L5-S1 (sacro 1). Suelen ser posterolaterales; comprimen las raíces generando dolor
radicular. Cuando son posteromediales o mediales a nivel cervical comprimen la médula y a
nivel lumbar comprimen la cola de caballo.
En sentido clínico, la hernia discal se manifiesta con dolor radicular agudo (síndrome radicular).
El trayecto común del dolor corresponde al nervio afectado y puede asociarse a déficit motor.
El dolor aparece de modo espontáneo (sobre todo en hernias cervicales) o después de un
esfuerzo (hernias lumbares). El examen físico de la región cervical muestra signos de irritación
y compresión radicular, además de señales de compresión medular que conduce a síndrome
mielorradicular. En la región lumbar pueden descubrirse signos polirradiculares por irritación y
compresión radicular efectuando maniobras diagnósticas específicas como las siguientes:
Diagnóstico: Ante todo es clínico. Entre las manifestaciones más frecuentes se encuentra el
dolor radicular, que se considera de etiopatogenia multifactorial. El dolor en su distribución e
irradiación depende de una o varias raíces sensitivas afectadas y por lo general tiene
características neuropáticas. En muchas ocasiones la lesión mecánica por sí sola no explica la
presentación clínica, por lo que el diagnóstico debe fortalecerse con estudios de imagen de
elección, como la resonancia magnética (RMN), por su capacidad para identificar tejidos
blandos, en especial en las hernias de disco intervertebral. La RMN axial ponderada en T1 debe
mostrar una “expansión focal” del disco hipoisointensa; las expansiones difusas no se
consideran herniación discal. La radiografía simple tiene utilidad limitada y se usa más que
nada para excluir otras enfermedades. La electromiografía confirma compromiso radicular, al
presentar durante el reposo potenciales de fibrilación así como ondas positivas agudas
La compresión aguda de la médula cervical o a nivel de la cola de caballo por una hernia discal
podría representar una urgencia, por lo que se indica proceder lo más rápido posible para
evitar déficit neurológico permanente.
Una vez establecido el diagnóstico microbiológico la terapia se modifica según los resultados
de identificación y antibiograma. Si la infección está producida por S. aureus, se recomienda un
ciclo intravenoso de cloxacilina. En pacientes alérgicos a penicilina pueden utilizarse
cefalosporinas de primera generación como cefazolina (si no existe hipersensibilidad grave) o
glucopéptidos (vancomicina). Si la evolución es favorable se puede continuar con una pauta
oral de quinolonas, cotrimoxazol, cefalosporinas o clindamicina, habitualmente asociadas a
rifampicina. El tratamiento quirúrgico tiene como objetivo el adecuado drenaje y el
desbridamiento del tejido inflamatorio para mejorar la perfusión tisular, así como asegurar la
estabilidad y dinámica de la columna.