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En audición, somos sensibles a frecuencias comprendidas entre 20-20.000 Hertzios (1Hz= 1 ciclo/seg.). Al igual
que en la visión, tampoco captamos todo el mundo sonoro, sino una limitadísima porción. Pensemos, por
ejemplo, en ciertos animales de la escala filogenética con capacidades más amplias. El murciélago es capaz de
registrar los propios ultrasonidos que emite (98.000 Hz.) para orientarse y cazar en la obscuridad
(ecolocalización), recordemos que tiene la visión atrofiada e hiperdesarrollada la audición. El perro es capaz de
oír los ultrasonidos que emiten los silbatos especiales para esta especie y que no son audibles por los
humanos (véase Figura 4).
FIGURA 4.- Algunos
rangos de audición
en la escala
filogenetica.
En definitiva, las
especies vivas han
evolucionado
desarrollando
ciertos rangos de
sensibilidad hacia
aquellas
manifestaciones de la energía que les son útiles en su hábitat y de acuerdo con sus costumbres alimenticias y
tipo de vida. Por consiguiente, las limitaciones en cuanto a rango de sensibilidad no son sino una consecuencia
de la adaptación selectiva. Además, en determinadas circunstancias, se manifiestan ciertas limitaciones en
cuanto a la calidad de nuestras percepciones. Como hemos indicado anteriormente, ello no quiere decir que
los sentidos nos engañen, sino que al aplicar inferencias incorrectas sobre los datos sensoriales llegamos a
conclusiones erróneas.
Podría decirse que existen tantas definiciones de percepción como autores se han ocupado de ella, sin que
haya una que sea aceptada unánimemente por todos los psicólogos. Al revisar la amplia variedad de
definiciones existentes, se pueden extraer aquellos aspectos que compartimos, al objeto de delimitar y
caracterizar, qué entendemos por percepción. Sintéticamente, caracterizaremos la percepción mediante las
notas que siguen:
Es un proceso en el tiempo, un flujo continuo y dinámico.
Siempre debe ser elicitada por estímulos del medio, por tanto, es necesario que los receptores entren en
contacto con la energía física del estímulo.
Transforma la información registrada por los receptores (input sensorial), mediante cálculos que producen
ciertas transformaciones, para producir una respuesta (output perceptual).
El medio sobre el que operan las transformaciones (procesamiento de información) son las representaciones,
entendidas como descripciones explícitas del estímulo, significativas para el sistema cognitivo.
Como consecuencia de cada operación resulta una representación y, conforme avanza el procesamiento, éstas
son de un nivel de abstracción superior. De modo que, inicialmente (procesamiento temprano), se generan
representaciones basadas en la información contenida en el estímulo (procesamiento guiado por los datos) y,
en fases ulteriores (procesamiento tardío), se añade a éstas información previamente almacenada,
expectativas, motivaciones, e información contextual.
La percepción no es absoluta, sino relativa, es decir, que no tiene lugar en el vacío, sino que ocurre siempre en
un contexto.
La percepción depende del nivel de adaptación previo del perceptor.
El propósito de este proceso es lograr una construcción o interpretación del estímulo distal, con ayuda de
inferencias, que sea significativa para el sujeto que percibe.
La distinción entre el significado de lo propiamente perceptual y lo conceptual, aunque artificial, resulta difícil
ser delimitada, ?dónde acaba uno y empieza otro?. Sin embargo, suele admitirse con mayor facilidad que el
primero se relaciona con lo concreto, mientras que el segundo se vincula con la abstracción de los elementos.
En definitiva, la percepción es significativa, tiene significado para el sujeto que percibe, pero circunscrito al
dominio de lo concreto, de lo espacial y lo temporal.
El estudio de los fundamentos biofisiológicos de la percepción, que nos proporciona la Biología y Fisiología
sensorial, en ciertos aspectos, puede contribuir a la explicación del 'modus operandi' de la percepción
humana, pero ello no resuelve totalmente todos los problemas planteados en el nivel comportamental
(comportamiento humano). En efecto, es cierto que el conocimiento sobre la estructura histológica de las
retina y el interconexionado de las diversas células que la componen permite explicar, por ejemplo, la agudeza
visual. También es verdad que para comprender en profundidad el fenómeno de los postefectos se requieren
ciertos conocimientos de neurofisiología de los sistemas sensoriales, dado que en ello radica la explicación y
comprensión del mismo. Concretamente en la noción de campo receptivo de neuronas de las vías eferentes
(sensoriales). Por ello, remitimos al estudio de la documentación teórica básica sobre bases neurofisiológicas
de la sensorialidad, a modo de inicio de la temática perceptual, sirviendo así, al mismo tiempo, de soporte a
numerosos fenómenos perceptivos.
No obstante, conviene advertir que la correspondencia entre Fisiología y Percepción no siempre posibilita la
comprensión de cierto fenómeno perceptivo. Evidentemente, en Ciencia existen diferentes niveles
explicativos (fisicalista, fisiológico, psicológico, sociológico), que podrían ordenarse en una jerarquía que
fluctuaría de lo más concreto y material (físico y fisiológico) a lo más abstracto y mentalista (psicológico y
sociológico). El pretender subordinar la explicación de la problemática de un nivel de esta jerarquía a otro
nivel diferente, se denomina reduccionismo. Y el peligro de reduccionismo de una disciplina científica al
lenguaje de otra se halla omnipresente en la historia de la Ciencia. Así, recomendamos huir de ciertos
planteamientos reduccionistas, tales como: a) El Fisicalismo (pretende reducir todas las Ciencias a ramas
especializadas de la Física; b) El Fisiologísmo (pretende explicar todo el comportamiento, incluido el
comportamiento psíquico, en base a sinapsis, procesos y mecanismos organicistas); c) El psicologismo
(considera que las reglas de la lógica no son otras que las leyes de la mente humana). Nosotros aceptamos el
emergentismo, es decir, consideramos que en la naturaleza, al hacerse más compleja la organización de la
materia, emergen nuevas leyes o principios, los cuales sólo pueden explicarse desde el nivel de complejidad
propio de sus conceptos y constructos (términos o construcciones teóricas que se postulan para explicar algo).
Del mismo modo que no es posible explicar las propiedades de las superficies desde una geometría lineal (un
cuadrado es bastante más que cuatro lados, por ejemplo, el concepto de área no existe en la geometría
lineal). Tampoco es posible explicar el comportamiento inteligente estudiando el 'hardware' (el dispositivo
físico o fisiológico), ya que tal comportamiento interactúa con un nivel de abstracción superior, el software
(sistema operativo y programa adquirido a través de la experiencia.
En suma, esta cuestión nos conduce a plantearnos cuál es el nivel de explicación adecuado en la percepción,
?puede una explicación neurofisilógica aclarar el nivel comportamental?, ?es posible explicar
bioquímicamente, pongamos por ejemplo, cómo formamos una imagen interna (mental) de un objeto? ?o
cómo percibimos un mundo 3D (y estereoscopia visual)? ?o cómo tiene lugar la percepción del movimiento
aparente?. Obviamente, la explicación biológica o neurofisiológica y la explicación psicológica, por ejemplo, en
términos de procesamiento de información, ofrecen diferentes niveles de análisis de los fenómenos
perceptivos. Por consiguiente, en nuestra opinión, es mejor considerarlos complementarios que
competidores. Resulta claro que la explicación biológica llega a ser excesivamente detallista, minuciosa, como
para permitir formular principios o leyes, lo suficientemente generales, para interpretar el comportamiento
humano observable, además estos hechos se saldrían de su dominio. En consecuencia, puede considerarse
una teoría de bajo nivel, en cuanto que está próxima al lenguaje del organismo. Por contra, el enfoque de la
Psicología cognitiva denominado perspectiva del 'procesamiento de información' (P.I.) puede considerarse un
lenguaje de alto nivel, más alejado del lenguaje del organismo, pero más comprensible a nivel de hechos
observables. Es decir, la explicación en términos informacionales (P.I.) permite una explicación más global, y
por tanto más abstracta, desde un nivel jerárquico ordenado según el grado de abstracción o generalidad de la
realidad. Esto nos hace suponer que la percepción puede explicarse en su mismo nivel de análisis, el cognitivo
o psicológico.
El Sistema Cognitivo Humano, según la concepción unitaria (divergente de la concepción modular de la mente,
más próxima a la Teoría de las Facultades mentales), manifiesta diferentes niveles operativos de
procesamiento, a saber, percepción, memoria, razonamiento, etc., cuya acción conjunta conforma lo que se
viene denominando 'cognición'. En el nivel operativo perceptual, esencialmente, interactúan cuatro
componentes, situados en tres planos del conocimiento, que esquematizamos en Figura 1.
Estímulo-energía, según la cual las energías de los estímulos afectan a receptores específicamente entrenados
en captar esa modalidad (ondas luminosas, acústicas, etc.)
Por tanto, Gibson opone la noción de estímulo-información tanto al concepto de estímulo-energía como a la
concepción de un patrón estático, en cuanto que percibimos un flujo temporal de información sobre el medio.
Desde este punto de vista, consideraba los sentidos como auténticos sistemas perceptuales con los que
buscamos en el ambiente la información necesaria. Esta información relevante es lo que denominamos
invariantes, que son las que nos permiten reconocer los objetos y no las formas.
Los conductistas se ocuparon meramente de estudiar las relaciones entre la entrada y la salida. Así, Skinner
(1938) distinguió tres tipos de estímulo: reforzador, discriminativo y elicitante, este último, sería, en sentido
estricto, el estímulo propio del proceso perceptivo, en cuanto que elicita la respuesta. Sin embargo, el
aprendizaje perceptivo se lograría mediante el estímulo reforzador y el discriminativo. No obstante este tipo
de análisis resulta insuficiente a todas luces. En efecto, quedaría por aclarar la naturaleza del estímulo, cuanta
información contiene (medición), dónde se encuentra la información (contenido) y por qué se halla allí dicha
información (causa).
En el intento de esclarecer que es el estímulo, también ha sido útil la distinción conceptual propuesta por
Brunswik (estímulo proximal y distal). Esta distinción ofrecía la posibilidad de replantear el problema
fundamental de la percepción.
La caracterización del estímulo proximal la completa Carpintero (1975), al considerar que éste viene
determinado por dos factores, uno, la información que proporciona el medio y, otro, lo añadido por el
organismo, con lo cual resulta una construcción en la que participan tanto el organismo como el medio.
Según lo expuesto, podemos caracterizar al estímulo por las siguientes notas:
Contiene información y no sólo energía.
Parte de la información que poseemos sobre el estímulo proviene del medio y el sujeto añade otra
información adicional, realizando una construcción, o mejor dicho, una reconstrucción del estímulo.
Elicita una respuesta perceptual en el sujeto, al incidir sobre los receptores.
Puede describirse con independencia de la respuesta.
Es molar y posee una organización.
Es significativo y dependiente del contexto.
Presenta un aspecto sincrónico (espacial) y otro diacrónico (temporal).
Los diferentes autores que se han enfrentado a la temática perceptiva han enfatizado alguno de los aspectos
anteriores, con los que caracterizábamos al estímulo, destacando alguna de estas particularidades.
Básicamente, son cuatro las diferentes maneras de entender el estímulo, a las que es habitual referirse como
concepciones: biologista, fisicalista, cognitiva y como 'constructo hipotético'.
La teoría de la percepción directa considera que la percepción es la captación directa de la información
ambiental contenida en el flujo estimular. Es decir, supone que la extracción de información ambiental,
significativa en sí misma, tiene lugar sin que medie ningún proceso interno. En general, una teoría que se
centrase exclusivamente en el estímulo no propondría inferencia alguna, simplemente podría considerar que
el sistema perceptual se halla preprogramado de modo natural, de forma que, determinadas propiedades del
estímulo, darían lugar a ciertos fenómenos perceptivos. Según esto, el trabajo de la Psicología consistirá en
investigar las relaciones funcionales por las cuales determinados estímulos producirían ciertas percepciones.
Por consiguiente, al hablar del proceso perceptual nos hallamos ante un problema ajeno a la teoría de la
percepción directa y específico de las teorías inferenciales y constructivistas de la percepción, las cuales
postulan una serie de procesos internos encargados de interpretar los datos sensoriales, a partir de los cuales
se construye el output perceptivo.
La Psicología cognitiva, al abordar los fenómenos perceptivos, no se centra exclusivamente en el estudio del
estímulo (input), ni en el de la respuesta perceptivo (output), sino que se ocupa, fundamentalmente, de poner
en relación la entrada y la salida mediante los procesos intermedios encargados de transformar la entrada
(estímulo proximal) en representaciones inteligibles, así como de intentar comprender las estructuras internas
que lo posibilitan. Así, la teoría cognitiva de la percepción intenta describir y explicar el proceso perceptivo
que tiene lugar internamente, plasmándolo en diagramas de flujo. Según esta teoría, el output perceptual es
la resultante de combinar los datos estimulares con experiencias previas relevantes o hipótesis generadas
internamente. En este sentido, al considerar la percepción como un sistema que, partiendo de unas premisas
(información anterior y estimular), mediante inferencias llega a ciertas conclusiones (por ejem., al
reconocimiento de un objeto), puede ser considerada como un proceso de razonamiento, de resolución de
problemas.
A lo largo de la historia reciente de la Psicología cognitiva han sido propuestos numerosos modelos de
procesamiento de información para explicar la actividad del sistema cognitivo humano. Los diversos modelos
se derivan de postular diferentes propiedades que debían caracterizar a dicho sistema, originándose
abundantes discusiones en torno a ciertas concepciones antagónicas, entre las que resaltamos, por su
influencia teórica, las siguientes:
La distinción serial versus paralelo, respecto al tipo de procesamiento que tiene lugar en el sistema cognitivo
humano. Según los modelos seriales, los procesos que intervienen en la ejecución de una tarea cognitiva (por
ejem., reconocimiento verbal visual), tienen lugar de modo estrictamente secuencial, ejecutándose un sólo
proceso en un determinado tiempo. Contrariamente, desde los modelos de procesamiento en paralelo, se
asume que operan simultáneamente múltiples procesos, siendo posible (aunque no necesariamente) ejecutar
procesos hacia atrás o hacia adelante, sin ningún orden de precedencia.
La distinción entre procesamiento global versus analítico. La polémica, aquí, se debate en torno a la cuestión
de si percibimos antes el todo (unidad global) o las partes (unidades locales) y a ella se alude bajo el rótulo de
"precedencia global o local". Se considera que existe precedencia tanto si: a) Algunas unidades (global o
locales) son procesadas antes que otras (procesamiento serial), o b) Las diversas unidades (global o locales)
son procesadas simultáneamente, pero en una proporción más rápida a favor de una u otra (procesamiento
en paralelo).
Las combinaciones de estos diferentes tipos de procesamiento ha dado lugar a una abundante proliferación de
micromodelos que intentan ajustarse a las características del Sistema de Procesamiento Humano.
Mostraremos, sucintamente, un par de estos modelos.
R.G.Crowder (1982) postula una serie de estadios de procesamiento de información, que deben intervenir
necesariamente para hacer posible el reconocimiento de patrones. Estos, se representan esquemáticamente
en la Figura 2:
Forgus (1976) entiende que la percepción implica una serie de etapas ordenadas crecientemente según el
grado de complejidad. Este autor se muestra de acuerdo con el modelo serial que propone, para el
reconocimiento de la identidad del estímulo, la existencia de una progresión temporal de etapas durante las
cuales se logra la transformación sucesiva de la estimulación proximal sobre el receptor sensorial. Tampoco
excluye, de modo acorde con Neisser (1967), que estas sucesivas transformaciones de la información tengan
como consecuencia, frecuentemente, una construcción activa de la información del estímulo, en lugar de una
decodificación pasiva de la información del medio. El modelo de Forgus se representa en el diagrama de flujo
de la Figura 3.
La noción de representación tiene un valor capital para la Psicología cognitiva, en general. Tal es así, que la
diferencia fundamental con el paradigma conductista (E-R) radica en que el paradigma cognitivo (E-O-R)
postula un sistema de pares procesos-representaciones internas, dentro de un modelo, que son
imprescindibles para establecer una relación circular con el medio ambiente. En este apartado trataremos de
esclarecer el concepto de representación y mostrar los formatos representacionales que mayor relevancia han
alcanzado.
El sentido más divulgado de la noción de representación hace referencia a una descripción de un objeto o
situación, mediante la cual queda explicitada alguna propiedad de ésta. El término representación se halla
omnipresente en la concepción del P.I., no por ello resulta un concepto clarificado, más bien al contrario, crea
numerosas confusiones señaladas por diversos autores que han tratado el tema (Simon, 1978; Anderson,
1978; D. Marr, 1982; A. Riviere, 1986, etc). En su obra 'Razonamiento y representación', A. Riviere (1986)
reconoce este hecho al afirmar:
"La confusión terminológica que se observa en el estudio de la representación del conocimiento es, en
realidad, expresión de una confusión más profunda entre los planos y dimensiones de análisis. Parece que, en
el intento de abarcar de forma conjunta y mezclada todos esos planos, al concepto de 'representación' se le
hubiera asignado una carga excesiva de significados, una polisemia que la representación ya no representa
casi nada por querer representarlo casi todo" (pág. 4)
Sin embargo, la necesidad del concepto de lo representacional es ineludible, como indica el mismo autor, si no
se quiere renunciar al proyecto global de construir una Psicología cognitiva. Para D. Marr (1982), una
representación de un conjunto de entidades es un esquema formal para describirlas, junto con las reglas que
especifican como se aplica el esquema a cualquiera de estas entidades en concreto. Asimismo, considera que
una descripción es el resultado de aplicar una representación a una entidad particular. Desde el paradigma
computacional-representacional, que Marr encabeza, se considera que una representación es aceptable si,
además del realismo (constatar su utilización por el sistema cognitivo), satisface estas cinco propiedades:
complección, suficiencia, explicitud, robustez, e irredundandia. Teniendo en cuenta que desde el paradigma
computacional es tradicional establecer dos etapas (Marr, 1982), según un criterio temporal, a las que es
habitual referirse como 'procesamiento temprano' - 'procesamiento tardío', y habida cuenta de considerar
pares procesos-representaciones, distinguiremos dos grupos de representaciones:
Representaciones tempranas del estímulo: estas se obtiene al actuar las primeras fases del procesamiento
sobre la información estimular registrada por los receptores.
Representaciones tardías del estímulo: en las etapas finales del procesamiento se requieren otras
representaciones de más alto nivel, capaces de explicitar propiedades más complejas del estímulo. Es al
proponer algún tipo particular de éstas, cuando se han establecido los litigios más crudos y los debates más
exasperantes.
La literatura bibliográfica en este punto del debate es abundante, por lo que no nos extenderemos más allá de
lo imprescindible (véase lecturas recomendadas).
Una breve mención a las obras más relevantes que abordan esta cuestión, no puede dejar de citar las obras en
las que Paivio (1971 y 1977) propuso, con su hipótesis dual, la compatibilidad de dos formatos, el relativo a las
imágenes y el proposicional. Aunque sabido era desde antiguo que pensamos en imágenes y en palabras,
Paivio sugiere que ambos sistemas representacionales se hallan estrechamente interconectados y actúan
conjuntamente, pero tienen propiedades estructurales y funcionales diferentes. El sistema de imágenes
actuaría en paralelo, estaría especializado en procesar información concreta y preservaría, de modo analógico,
las propiedades espaciales y métricas del estímulo, es decir, el tamaño, la forma, la localización, la orientación,
el movimiento, etc. El sistema proposicional, por contra, operaría secuencialmente, sería capaz de procesar
tanto información concreta como abstracta y tendría un carácter descriptivo y semántico, pero no retendría
una copia isomórfica del estímulo.
Las propiedades de las representaciones se derivan, en gran parte, del formato o manera de ser representado
algo. Además, la eficacia y posibilidades operacionales también dependen de dicho formato, ya que no todos
permiten que se deriven las mismas consecuencias perceptuales.
Los seres humanos no percibimos las diversas manifestaciones de la energía del medio ambiente en porciones
discretas aisladas (ondas luminosas, acústicas, presión física, componentes químicos, etc.), sino que los
elementos energéticos componentes de la estimulación resultan organizados en estructuras perceptuales
(formas, objetos, escenas, secuencias, etc.).
Es evidente que, como propuso la Psicología de la Gestalt, la experiencia perceptiva tiene un carácter
organizado y constituye una estructura de elementos ordenados jerárquicamente, de modo que, en función
de dicha jerarquía, quedan determinadas las características de configuración, actualidad y significado. El orden
de esta jerarquía en la organización perceptual es: 1o) Discriminación figura-fondo. 2o) Estabilización de la
figura. 3o) Reconocimiento y/o identificación de la figura.
En este apartado vamos a enumerar muy brevemente la problemática tradicional en torno a las características
que presenta el output perceptual, respuesta o experiencia perceptiva. Es decir, señalaremos los principales
aspectos que puede presentar la respuesta perceptual y para los que las diferentes aproximaciones teóricas
han propuesto explicaciones, cada una desde su peculiar punto de vista. No obstante, no entraremos en
discusión sobre estas explicaciones, dada la amplitud del tema, simplemente, esbozaremos la problemática en
torno a la respuesta y a la que debe responder una teoría de la percepción.
En primer lugar recordaremos que la respuesta perceptual es organizada, por consiguiente, surge el problema
relativo a encontrar una descripción y/o explicación sobre cómo y por qué cierta parte de la disposición
estimular, a través de determinados procesos, se organiza formando un todo significativo. Esta característica
de la respuesta ha dado lugar al problema de la organización perceptual, el cual como se indicó fue
aboradado, preferentemente, por los psicólogos de la Gestalt mediante demostraciones fenomenológicas y,
más recientemente desde el enfoque perceptual (cognitivo), haciendo uso de la metodología experimental, tal
es el caso de las antes citadas investigaciones de Kubovy y Pomerantz, 1981, Beck, 1979, Palmer, 1982, etc.).
En segundo lugar, hemos de plantearnos otra cuestión: ?por qué en un mundo donde parece predominar la
variabilidad tendemos a percibir la identidad (de formas, tamaños, colores, brillo, etc.), es decir, ?por qué nos
parecen constantes determinadas características de los objetos (estímulo distal) cuando las diferentes
condiciones de observación dan lugar a la variación del estímulo proximal (imagen retiniana)?. Por ejemplo,
una camisa blanca juzgamos que es del mismo color tanto a plena luz del día como a la luz de la luna, a pesar
de que la proyección retiniana varía considerablemente en cada condición de observación. Obviamente,
nuestra percepción tiende hacia la constancia del brillo. Nuestros juicios perceptivos también tienden a
mantener la constancia de la forma de los objetos. Por ejemplo, ante una mesa circular (o una moneda)
afirmamos que es redonda desde cualquier perspectiva de observación, aúnque sobre la retina se proyecten
diversas formas elipticas, ya que solo cuando el tablero es observado desde cualquier punto de su eje de
gravedad proyectará una imagen perfectamente circular. Podría decirse que para cada propiedad estimular
(tamaño, forma, etc.) aplicamos el mecanismo de la constancia perceptiva. Quizá el caso más conocido sea el
de la tendencia a mantener constante nuestro juicio sobre el tamaño, independientemente de la distancia de
observación. Por ejemplo, el tamaño de la imagen que proyecta en la retina un autocar observado a 500
metros de distancia es pequeño, mientras que el mismo autocar observado a 2 metros proyecta una imagen
tan grande que no no cabe completamente en la retina, no obstante, debido a la tendencia a la constancia
nuestro juicio sobre el tamaño del autocar apenas cambia, es decir, no basamos nuestro juicio,
exclusivamente en la información contenida en la retina, lo que nos induciría a creer que el autocar se estira y
se encoge, sino que inferimos que si es observado a mayor distancia (D) implicará que el tamaño retiniano (TR)
será menor, pero no su tamaño percibido (TP) que estimamos mediante una combinación TP= TR x D. Estas
evidencias reflejan, por tanto, otra característica de la respuesta perceptual a la que se alude bajo la
denominación de las constancias perceptivas, las cuales contribuyen a que formemos una concepción estable
del medio (Day, 1969).
Otro tipo de cuestiones relativas a la respuesta perceptual a las que la teoría debe enfrentarse se refieren al
problema en torno a la inestabilidad de las percepciones: ?por qué ocurren inversiones en la orientación
percibida de algunos objetos en determinadas condiciones? y ?por qué fluctúa el significado de ciertos dibujos
bidimensionales (figuras ambiguas)?. Ciertos ejemplos simples, tales como 'el cubo de Necker', 'la escalera de
Schroeder', 'el libro de Mach', 'el tubo compuesto de anillos', etc. (véase Figura 5), ponen de manifiesto que
cuando hay poca o ninguna información sobre la profundidad, como ocurre en la visión monocular, el
resultado es la fluctuación de la imagen percibida y, en particular, de la orientación de la imagen.
Así pues, podemos sufrir errores perceptuales debido a que diferentes formas pueden proyectar una misma
imagen plana sobre la retina. También los los experimentos realizados con figuras ambiguas (véase en Figura
6) han confirmado que al presentar estas figuras a los sujetos, la experiencia pasada juega un papel decisivo
en el intento de resolver la ambigüedad del estímulo.
En este sentido, en la medida que la percepción resulte modificada por sucesos anteriores podremos afirmar
que el output o respuesta perceptual no es innata, sino adquirida o resultante de un aprendizaje. Este efecto
del aprendizaje sobre la percepción, con frecuencia ha sido atribuido a las expectativas del sujeto, a sus
disposiciones, motivaciones, intereses, necesidades o anticipaciones basadas en suposiciones (hipótesis
previas), todas ellas fundamentadas en la experiencia anterior. Las investigaciones han puesto de manifiesto
que el efecto del aprendizaje se potencia cuando no hay otra información en base a la cual decidir sobre la
identificación de una figura ambigua, como ocurre, por ejemplo, con las manchas del Test de Rorschach.
Otra peculiaridad de la respuesta se circunscribe a la cuestión acerca del por qué los juicios, basados en una
exposición prolongada a la estimulación, pueden sufrir variaciones como consecuencia de la adaptación
perceptiva. Inestrincablemente ligado a ello nos encontramos con otro interrogante: ?por qué razón ocurren
los postefectos?.
Esta relevante manifestación del output perceptual ha sido calificada por Frisby (1979), y no sin acierto, como
el microelectrodo del psicólogo. En efecto, el fenómeno perceptivo de los postefectos ha puesto de
manifiesto, de modo convergente con la investigación neurofisiológica, la existencia de un tipo específico de
células en los receptores sensoriales (células-ON y células-OFF). En efecto, los receptores no sólo informan
acerca de los estímulos que aparecen (células-ON), sino también del momento de su desaparición (células-
OFF). Lo que ha llevado a la conclusión de que la respuesta perceptual no sólo se produce ante la
estimulación, sino que preferencialmente ocurre ante los cambios en los estímulos.
Para finalizar, insistiremos en otra característica del output perceptual expresada en anteriores ocasiones,
esto es, que dicha respuesta tampoco es una copia fiel, un mero registro pasivo de la información disponible
en el estímulo distal. Ciertamente, esta información se halla en un contexto que, muchas veces, somos
capaces de captar y, además, tal información estimular interactúa con el mecanismo que la procesa, de
manera que resulta enriquecida, se añade un 'plus' informacional a la representación resultante, el cual no
siempre se halla presente en la situación estimular. Así sucede, por ejemplo, en las experiencias fenoménicas
de movimiento aparente (M. Wertheimer, 1912) y autocinético (R. Gregory, 1973), en la fusión estereoscópica
de pares de puntos aleatorios (B. Julesz, 1964) y en la percepción de 'contornos ilusorios' o subjetivos (Kanizsa,
1976) (ver Figura 8).
Estos fenómenos sugieren que, en la producción de la respuesta, se hallan también implicadas funciones
superiores complejas. Por cuanto, según ciertos autores (Neisser, 1967; Hochberg, 1968) la respuesta
perceptual podría ser la consecuencia de un proceso de síntesis constructiva, mediante el cual el sistema de
procesamiento integra fragmentos de información sensorial y factores no sensoriales, como el contexto, las
expectativas y las experiencias pasadas.
La complejidad del problema global de la percepción, se extiende en una jerarquía supraordinada de niveles
de sofisticación creciente, en el que, conforme se asciende, resultan implicadas estructuras cognitivas
superiores. Así, por una parte, experimentamos sensaciones (de brillo, claridad, contraste, de color rojo, de
olor a rosa, de suavidad, etc.), en un nivel superior percibimos objetos (figuras) segregados de un fondo, más o
menos difuso. Dichas figuras muestran una forma, un tamaño, una textura, una masa, un volumen, una
localización espacial, etc. Tales objetos pueden ser percibidos en un espacio estático bidimensional
(organización perceptiva en estructuras) o tridimensional (percepción de la profundidad y estereopsis). Al
ascender de nivel, podemos percibir las figuras (2-D ó 3-D) en movimiento, dado que podemos percibir la
sucesión temporal y cambios del objeto en el devenir del tiempo. Además, si proseguimos elevándonos en la
jerarquía, estos sucesos los percibimos atribuyéndoles una causalidad, como evidenció el clásico experimento
de Michotte (1946) (en el que el sujeto juzga que un objeto B se mueve porque sobre él ha impactado el
objeto A), otorgando a ciertos hechos situaciones u objetos el rol de causa desencadenante de unas
consecuencias. E, incluso, podemos dotar de animación a objetos inanimados en movimiento (Ej. dibujos
animados) como pusieron de manifiesto Heider y Simmel en 1944. Y, lo que es más, percibir intencionalidad
en esa atribución (Ej. testigos oculares de accidentes).
Esta jerarquía de niveles perceptuales puede servirnos de modelo en el que articular los diversos fenómenos
perceptivos objeto de estudio. De manera que las ideas adquieran una dimensión unitaria, esto es, que no sea
tan sólo una yuxtaposición de curiosidades con valor cultural anecdótico, sino que se ponga de manifiesto su
estructura. En los sucesivos temas abordaremos algunos niveles perceptivos de la citada jerarquía.