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Ella se protege. No responde los mensajes; entonces de verdad muero en ella.

En las caricias
últimas de la lengua agigantada; correspondiendo a la dulce melodía que enseña el placer.

La seda de su figura deslizándose en espirales juguetones.

Moverme en ella. Extender los tentáculos enamorados de su vientre. En esa piel donde
duerme el bosque. Donde sus compañeros animales se pasean. Caballos y gatos entrando a la
hora de la comida.

El olor.

El cuarto que es todo. Su fuerza juguetona. El agujero en su short.

El estado del alma se renueva y la luz que antes no era entera…en sus ojos aparece el
amanecer.

Ella se protege, aúlla la soledad, estremece su cuerpo entre estados vacíos, corpóreos y la
mitad de mi ser habita en ella.

No en olvido; ahora la memoria hace su mejor juego.

Un gallo aparece brujo en mi pecho, canta.

Hay anhelos, mentes vacías, enfermas de sueños geométricos; extendidas en una locura de
sombra alucinada. De un despertar invisible, atravesando todo.

Hay amores, que la escritura no soporta, ni el papel, ni la poesía.

Cisnes amaestrados celebrando la risa amiga.

Y que hace ella?


Me pregunta el punto que habla dentro la frente.

Ofrécele el silencio de la mirada, el sonido aliado de tu cuerpo. El primer aliento de la mañana.


El canto vivo del niño rompecorazones. El mándala de su risa…

Todo pasa.
Tenía en la mano la secuencia de los últimos ritos, algunos círculos dentro de otros círculos,
líneas de polvo de mármol alrededor de la niña más joven de la tribu. Un animal feroz de piel y
escamas se acercaba agitando sus alas como un ángel guerrero de su raza. Abría su boca de
azufre para encerrar en ella todo su hambre y su ciencia. Ella grita, y el miedo del mundo cae
sobre la bestia. Sus enormes garras atropellan el cuerpo que vibra del infierno que padece.
Toda agonía acelera la excitación del ángel que ahora recuperado de su hambre cuenta
historias de cómo creo las religiones y toda la vida existente en el planeta. El gran laboratorio
se le fue de la manos

Tres cristales resplandecientes atrayéndose entre sí.

Aislándolo del mundo, la especial atención de los místicos.

Yo, lo pinto. Desde mi parte más caótica lo puedo hacer. El fuego siempre es una posibilidad.
Una combustión comunicativa entre el espiritu y su reino alejado. Que pared es el cuerpo, la
leyenda física de la vida, sin el tedio de la carne?

El niño, el mago del sueño, aparece así, controlando el tiempo, y me enseña a respirar y emitir
sonidos, códigos para el alma.

Una raza amiga prepara su viaje hacia acá, si, hacia acá, a mi vera. Permanece descansando un
ángel negro vestido de mujer. Me sabe decir todos los mantras y me habla en una lengua
diferente, como Hopi, mientras acomoda sus alas, me cuenta los pedazos de universo que
guarda en su memoria de nube. Cruza la pierna y de sus manos salen esferas de hielo azul,
infinito con formas de tetraedros. En cada lado lleva impreso símbolos, nuevos para mí. Hace
algunos años que me dedico a observarlos.

Agitó sus alas y de esta fuerza las nubes me enseñan el camino. Una, con forma de pájaro se
dirige a la montaña; donde en el ascenso, a menudo resbalo, conversando con la gravedad, el
cuerpo pesa y no hay perdón.

Prepara la mesa, y atiende a los invitados. Hoy vienen a cenar todos los niños del planeta. Hoy
cumple años la tierra. Pero antes permanece en la entrada, vendrán algunos dioses no
permitidos, regresivos. Seguro, ante la negativa serán agresivos y querrán comerte.

Me decía el angel, ahora convertido en una bestia de cola inmensa casi para envolverme. Me
hablaba mientras estiraba su lengua primitiva. Diábetica. Sus uñas eran garras y en las puntas
el oro de su enfermedad.

No es nada… respira y vencerás.

Medite.
Protuberancia

que es el tiempo...
 
no sé.
 
talvez el latido de un puma en las montañas...
 
o las ganas locas de compartir las cosas que brillan
resplandecientes como aves doradas que salen de tu pecho silvestre

de campo dormido bajo el sol y los árboles haciendo sombras

ligeras y grises con entusiasmo de arlequín.


 
en la persistencia de la oruga de ser mariposa

creo.

extiendo las alas cuando una montaña me habla

Jaizkibel, Hendaye, Francia.

espíritu celestial de la sabiduría de la madre


 
hacia allí volamos...

montados en el lomo de un zancudo amaestrado


hacia las líneas de la mano
y de las estrellas...

donde los dioses responden?


La dueña de los tiempos, agitada; escondida dentro de sus invisibles manos, escribía.

Me siguen, los peces azules me siguen, desembocados en las benévolas melodías del lugar
original, de donde vienen se mueve el agua dentro de la roca, todas las raíces salen de ella,
haciendo formas marinas. Nibiru, blanco sol del nuevo fuego primordial, agita sus manchas y
todo cambia.

El silencio de las nubes viajando sobre la ciudad iluminada y calurosa.

Los vientos entre los edificios no estiman el cemento, calientan su dureza. Se desprende el
cáncer humeante.

Las puertas del templo se abren frente al nuevo visitante de pies descalsos y hombros anchos,
de pasos largos, espaciados y en la mano un cuarzo en forma de iris. Entra a la pirámide y
sopla la solemnidad, deja caer su capa negra y besa los labios de la diosa, que esperaba
transformada en un cisne blanco.

Ya el sonido lo sigue, le ayuda a volar en los sueños, hacia esos lugares anteriores. El aprender,
llorar el vacío momentáneo antes del impulso importante. Saltar en rayo de luz para volver a
sus ojos en una forma diferente, una hebra.

Los brazos tiemblan como los pétalos de una oquídea feliz.


Me siento humeante, fresco, sonoro, de veloces manos y espiritu entretenido.

Para que?

Para entrenar la extensión de los campos. Recorrer el valle envuelto en una tela parecida a tu
piel. Que me dejas? Solo el calor de la piedra, su peso; y miles de formas que la sombra juega
al entrar en el bosque y su luz.

Entender el dolor. La brisa del mar llevando el sueño increible de los que saben, saboreando la
seriedad de los hombres intelectuales, una lucidez amiga del miedo. Las estrellas saben de la
gota que cae, del río que se transforma en manantial, del café que se derrama en tus piernas,
en los muslos de estepa que te comparecen y esa miel que desespera mi antena.

Hacemos una señal para llamar al sol con nuestros cuerpos en un diálogo húmedo. En un
viento que despierte las ganas inéditas de ser carne. Un filo que vuela al asomarse por el rabillo
de tus ojos, primordial.

Hay planetas que guardan su sonido en el abrazo de la tierra, en el vuelo de una libélula azul,
en el canto amoroso de una ballena.

Veo una línea de hormigas caminantes subiendo por la raíz de un algarrobo de ramas tiernas;
me dibujan con avidez, el silencio de una nube, enamorada del aire del norte, de la voz que
nace del nacimiento de oruga.
Emigrantes ocasionales

Desesperando la letra, apuro la comedia de la vida para sentirme más intimo. Una calle
más que cruzar. Donde el silencio?

La ciudad esta llena, coches y bocinas por doquier, unos cuantos semáforos no te
pueden decir que pares. Ni el olor a pollerías llenas de comensales grasosos y
divirtiéndose entre los huesos de un pollo, antes hinchado de hormonas. Ni las
decenas de ambulantes estacionados en medio de la avenida que me lleva al mercado,
por donde pasar? Acaso por sus cabezas cuidando de no aplastar sus fuertes cráneos?

No hay luces rojas ni tráfico caótico que detenga al loco, mendigo, alquimista; que
camina apurado… llegará tarde a la cita. Seguro antes pasará por una tienda para
llevarle chocolates o un libro de Coehlo.

Hay caos, colores desordenados para atrapar las líneas luminosas del alma. Las hebras
como puntos briallantes, que saludan radiantes la creación, el movimiento del espíritu
viajando entre el verde bosque.

Siempre los caracoles me llamarón la atención, son como puertas que nunca se abren,
sabes que no encontrarás nada dentro ellas, pero su sonido?. Ahora yacen como
fósiles al costado de las rocas.

Y personas suspirando; acaso alguien mató algún lagarto, alguien se dio cuenta del
engaño que supone el cuento de la felicidad antes que el amor.

Somos invisibles. La llama de un fósforo se mueve más rápido que nosotros.  Hacia
arriba, sin imágines previas, exclusivo el asunto del vacío, las nubes alimentan el grado
alucinado de nuestra conciencia. Hay un mapa, leedlo.
soberbia.

Mientras el niño mira como dos gallinazos juegan sobre la catedral, un lustrabotas
consigue un cliente, a sol y medio la lustrada, maestro; dice al mismo tiempo que
acomoda su caja para empezar a quitar el polvo del zapato del nuevo cliente. Hay
competencia y misería.

No es nieve lo que guarda el superior de la cúpula. Es escremento del ave habitante de


las cimas. No les dejaron mas remedio que ubicarse encima de los techos, de los
tejados si quieren; les va bien. Algunos vuelan bienaventurados del convivir con las
antenas de teléfonos móviles, se esmeran en los altos de las casas, saltando por sus
bordes; nunca caen, el hambre los lleva y protege. O saboteando antes de llegar a la
ciudad, en los basurales al lado de la carretera; como sombras brillantes aladas
respondiendo constantemente a su condición. Si antes no mueren enfermos.

Conozco a una par de amigos que están en lo mismo. En el mismo lenguaje del alma
con la soledad.

Me siento observado.

Una mujer en la esquina no abre la boca, se queda mirando su vestido. Un auto azul
responde al llamado, cambio de luces. Todas las voces se callan… y los gestos. Y la calle
es más oscura ahora, sorprendida de su propio silencio, me lleva así, dando pasos de
avenida siendo calle.

La ciudad es más bella así, quieta de luces, un escenario propicio para cabalgar en el
lomo de la noche.

Son las tres de la mañana y solo pienso en ti, en la fuerza de mis manos atadas al filo
de la mandíbula de la bestia humeante, ambigua, con sus fauces atormentando en un
viaje de miel y sangre el alma. De la nocturnidad persiguiéndome con todas esas almas
luminiscentes preguntándome donde estas?

Es solo el vacío mirándome a la cara.  

Cerca a una iglesia que se caía, miles de santos esperan la repartición de su tierra en
este nuevo comienzo. Hacen cantos gregorianos esperando que con este desvelo
transformen su destino.

Suena la música y un brillo incesante salva la ocasión de padecer. La noche me


traslada, me dirige a un sabor femenino de rosada apariencia. Nada se parece a la piel
contra otra piel, perdí la memoria en el paso silvestre del amor abriendo el camino,
haciendo surcos de paz en la memoria de la tierra. Los apus agradecen en una
erupción sacrificial, enterrando a los pueblos del valle que hace uno pocos días
celebraban la llegada del salvador.

La lluvia cae y logra un nuevo sonido, abrazo un árbol cercano a ti para resistir el
estremecer de las raíces, los puentes colgantes melanianos, el paso silvestre hacia esa
sutileza, a la caricia de guerrero amante. Las manos abiertas descansando en el seno.
Antes de entrar.
 Una guerra de luz y pan espera mi sombra

Viajera de antiguos tiempos a través del taita Inti

Ella, clara, yace desesperada dentro de una jaula de maíz dorado

Grita todos los nombres, varias épocas, cientos de vidas para estar acá

Ahora,

No la dejan salir…

Encerrada en el arte de un arlequín disfrazado, acostumbrado

A este cuerpo poeta de la garganta de Gabriel.

Un mundo me aclama en un nuevo símbolo

Las naves están acá

Y los niños que saben resistir?

El silencio de los que mas hablan.

Elevan sus cuerpos hasta lograr un gran escudo de amor

Los intraterrestres saludaban su perdida

Comiendo a todo ser humano que se encontraba alrededor.

No les importa más lo ritos

Todo sucede bajo el sol

Ahora luz veo en mis ojos

Y la proclama de un nuevo cielo

Hace aparecer antiguos círculos

En la frente de los que saben

Riendo desde el corazón

Es todo.
En la puerta de la catedral, espera una señora de cabellos plateados y el morro tendido,
angustiado, con la mano extendida. Nacimos ciegos, y morimos tiernos, me dijo cuando le
pregunté si conocía al cura de turno. Un amigo había pagado una misa para a ver si se sacaba
la lotería. Se puede hacer eso? Me pidió que vaya para que le traiga suerte. Las cosas que
puede pensar un abogado, trabajador abnegado en el poder judicial. Oficina de asuntos legales.

Ella, descalza, escondía sus pies entre la falda gris que cubría su descuidada figura. Su ánimo,
a veces denso, resplandecía cuando soltaba una sonrisa.

Algunas señoras salían de la iglesia después de escuchar la misa y miraban como yo hablaba
con la mendiga, en cuclillas, apoyado en una columna que sostiene tan noble estructura,
templo de nuestra fe. De pronto bajaron de un coche negro, recién salido del paquete; dos
parejas de adultos… ancianos, que al pisar la vereda, inmediatamente hicieron la señal de la
cruz. Dejaron un sol a la señora que acompañaba y se colocaron en la cola de confesión.

Menudo trabajo el del cura, escuchar los problemas de otros. Que todo sea por un pedazo de
pan y bastante sangre de Cristo.

Me gustaba más la catedral cuando era blanca, así se podía ver mejor a los gallinazos, volando
sobre las cúpulas. Pero ahora este templo bendito cuenta con la gracia de todos sus devotos,
feligreses. Todos juntos, cogidos de la mano, recibiremos
De las orlas de indígenas,
los niños que esperaban del otro lado del río Amazonas,
acomodaban sus trajes para recibir a los visitantes.

Las mujeres, que no pasaban de los catorce años,


ajustaron sus vestimentas hecha de pluma de papagayo,
que envolvían sus lánguidos cuerpos.
Esbeltas de piernas caminaban alrededor de una piedra negra
que yacía a unos metros de la rivera del río,
gran parte de ella enterrada en la tierra.

El resto, lo que podía ver, tenía unas líneas, varios petroglifos en uno.

Los hombres estaban en la caza, experimentando nuevas armas que habían inventado. Hacían
sonidos con la boca para llamar la atención de los monos que saltaban entre las ramas de
ayahuasca.
Los ancianos ordenaban los últimos detalles dentro de las chozas para el recibimiento. Habían
sido construidas de barro y totora. No había puertas que cerrar. Arriba, distinguía unos
símbolos, o eran telas de araña extendiéndose desde la pared jugando a ser hologramas.

Cuando los ví por primera vez sentí una emoción de niño.

Un manto gris cubre el cielo.


En forma de figuras geométricas bajaban los Nayshas. Ahora eran pirámides del sol. Fractales
de la misma energía. Descendían en rotaciones sobre su eje haciendo el sonido. Si, ese sonido
que escucho desde hace meses. Cuando estuve en Barcelona, aprendiendo el arte de caminar.
Me cuerpo vibraba de emoción, una hebra sónica se desenvolvía desde el centro de mi cerebro
hacía el lado más íntimo del alma. Un halo de luz recorre el suburbio de mas intro, primordial, y
me quedo allí, rodeado de una selva enigmática, poderosa en su manifestación.

Una niña indígena me toma de la mano y me da algunas hojas de coca.


No se porque pero sentí tirarlas al vació. Antes de caer entre la hierba, hacían formas nuevas,
como mostrando su sonido al ser llevados por las pequeñas ráfagas de aire caliente que hacía
la niña al soplar.

Apaga la luz de afuera para ver la luz de adentro. Una voz me decía desde el interior, pero
quien es?
No había respuesta.

Un escarabajo pasó volando cerca a mi… entiendo.

Cierro los ojos por un instante y todos los enigmas de mi sangre, la velocidad con que se riega
las venas, lo anterior; aparece ahora frente a mi, en un zumbido silvestre.

Vi a un caballo negro caer en un poso. Brillaba como la noche.


Abrí los ojos y la niña estaba allí sonriéndome. Me trasmitió.
La luz es el primer animal visible de lo invisible.
Sagra!
 
 
Pués si amiga, yo soy uno de los ángelessueltos despertando del letargo, agitándo
las alas para someter
al desvío iracundo del inconformismo... Facebook, dejó de tener importancia,
preparándome para el recibimiento.
Las flores que tienen forma de naves...
 
Me siento feliz de que estes trabajando de nuevo con AiguaMaria
y Rodolfo. Excelentes poetas y personas. Te pido que les des un gran abrazo de mi
parte. Les recuerdo como dos buhos plateados posados en algún árbol de barrio
antiguo.
 
De pronto escribo... el ejercicio de la frase. Te mandó un último texto. Ahora
es recién que empiezo a recordar más período de la estancia en Barna. Ciudad que
quiero y anhelo. Prefiero llegar en otra condición... no solo legal, mejor
interiormente, el espíritu responde a la llamada. El sonido ahora es más
compartido. De pronto me rodeo de personas afines a jugar con esferas de luz.
 
Apasionado de la materia, algunos colores no desean salirme. Si me permites...
 
Se acerca la llegada de Mel, y soy sincero... estoy feliz! Debo ajustar algunos
resortes dentro de mi, que he visto que es un virus emocional que en Perú se
acentúa. Acá... hay cosas que extrañar. La diversidad de las vitrinas de arte, el
juego melodioso, musical, de los túneles del metro, todas estas cosas que se
pueden compartir. Las recuerdo...
 
Sin embargo, no muy lejos de la ciudad, hay lugares, escenarios antiguos donde se
construyeron pirámides, unas de las más grande del mundo no esta a más de 4
horas de acá. Debo ir a conocerla.
 
Algunas personas extranjeras, nórdicas en algunos casos, tienen su iniciación en
este país. Luego de alguna experiencia supernormal, magnetismo puro y duro,
regresan a su lugar, con el factor de la seguridad. La tierra les proporciona una
nueva capacidad de entendimiento, entonces empieza el viaje insostenible hacia el
infinito. Ser una hebra sónica del divino tejido.
 
Te doy un fuerte abrazo, de cóndor.
 
Javi.
Un noche sin sueño, el maullido de un gato, pequeño, semanas de nacido… matándome.
En la madrugada, desesperaba el silencio nocturno. No había tranquilidad, y la capacidad de un
zancudo de dar vueltas alrededor de mi cabeza, me hacia creer en el efecto mariposa.
Cuanto sufrimiento, cuantas sueños perdidos… acaso debo subir a la terraza y sacudir al
pequeño animal hasta que sus ojos salgan volando como dos pétalos felinos.
Javier, tienes linterna?
Si madre, pero yo no subí. Tenía la sensación de coger al gatito y elevarlo por los aires en una
suerte de hoja seca…

Estaba metido debajo del lavadero, en ese espacio rectangular, el eco de su llamado, se hacía
insoportable. Se escabullo, subiendo por el borde de la terraza.
Donde aprendí a contar?

Dentro de las pirámides habían dibujos dorados con filetes de lapizlasuli. Eran como puertas del
tiempo, las miraba y sentía una presión en el pecho, un vacío de oscuridad llenaba mis venas.
Recordaba haber entrado varias veces a este recinto de culto a los dioses.

Hay un cierto miedo reconcible, leve; calaveras de reptiles aparecían tras la puerta. En la
entrada dos cuerpos de niñas, extendidas en el piso con el ombligo salido. Tenían sangre en las
orejas y dos hombres como de tres metros de alto con una escafandra de plata me indicaban
donde debía ubicarme.

Quien soy?

Suele suceder que mientras duermo un cuerpo azul, luminoso entra en mi sueño, como si fuera
un dinosaurio de cristal, apaciguando la emoción de estar vivo mientras la visión sucede.
Tras la muerte del aguila dorada, aparece sobre la montaña una esfera de color invisible.
Moviéndose de un lado a otro, recuperaba primitivas formas y cada una con un sonido
diferente. Se despertó el angel oscuro y me llevo de la mano varios años luz dentro de mi.

Dos pirámides lilas me esperaban resolviendo en mis recuerdos viejas imágenes y


transformandolas en chispazos calientes, frescos.
Un olor a tierra mojada invadió mi llegada, algunos kilometros, un escenario sobre el desierto y
alrededor agua; una seda esmeralda agitándose tiernamente hasta tocar la punta de su cabello.
Alli estaba ella, en su pecho una espada incrustada. Podía ver lo brillante que era. Una guerrera
del amor apoyada de cuclillas en una raíz. Tenía laúdano en lugar de sangre en sus venas y me
hablaba en un lenguaje de viento.
Cuantos simbolos como hierro bajo la piel llevaba. Sus clavículas… cortezas de un mineral
extraterrestre la convertían en reina.

Una inmensa ola viene.

La piel se escarapela. Reconocía este diálogo.

Milenios atrás un avatar, reprimió a mis ancestros, los alteró genéticamente; haciéndoles huir
desde Marte hasta la Luna y luego la Tierra. Ahora ellos están en otro plano. Son seres
humanos, no pueden intervenir directamente. Su amor habita en la madre. En el ritmo de la
gacela al correr en la última curva de su vida.

Ella vuelve en un cuerpo melaniano. Su alma, infinita como el sonido; la reconozco, envuelta en
una masa panadera.
ahora el tiempo me promete una mejor estadía. Compartir la luz que entra inédita en nuestros
corazones.
Atrás las guerras de secesión, ahora otro espíritu envuelve el planeta, el universo nos reclama.
Desde el interior de los ojos, un ciervo azul corre delante de su propio sonido. Hace espirales
con sus cuernos hasta envolver a los insectos que viajan intermitentes. Dentro de sus antenas,
pequeñas células intercambian un código. En el suelo veía líneas que se enrroscaban en si
mísmas.

Hay un niño estirpando con su mirada la desesperación de la raza al ver el firmamento vestido
con un tul gris, oscuro al vuelo de los cóndores. En sus manos trae el círculo, envuelto con el
nombre de las doce tribus. Nueve monos aparecen jugando tras él.

Está pensativo ahora, hace dibujos en la tierra con su dedito, síntesis de la historia del hombre
o simplemente el origen.

Los apus resolvieron finalmente someter al pueblo a la voluntad de las estrellas.

Un dijiridu sonaba infinito desde lo alto de una montaña. El viento lleva en su fuerza todas las
almas y un escarabajo sube transparente por el medio de mi espalda.

A donde voy?

Los dioses ya transformados seducian a las mujeres jóvenes para llevarlas al templo, donde las
hacían suyas con el remedio del rito. Algunas eran comidan al llegar al orgasmo, otras se
dedicaban a la danza para satisfacción del consejo, y las silenciosas se les enseña el arte del
amor. Luego del ejercicio de la filosofía para una verdadera mistica, se entregaban con nobleza
al entretenimiento de la piel.

Sus lenguas se estiraban haciendo remolinos en el centro de la sala.

Ahora, ellas salen de los templos convertidas en sacerdotisas. Una tela blanca cubren sus
cuerpos y aquellas garras de nacar que brillaban bajo la luna, son ahora cuidadas uñas con el
efecto de la seducción.

Un cuerpo inerte respira vacío a mi vera y en su relato que hace al mover sus ojos a una
velocidad invisible, entiendo el para que estoy allí.

Llevo en la mano una espada de fuego, la empoñadura es de arena. Unas sandalias de un


fauno asesino de la raza alivianan los pasos.
El valle que se extiende desde el último retorno me hace creer que soy el centro de este
universo. Una nueva geometría en hologramas aparecen mientras un huerequeque pasa
corriendo por los pies de un algarrobo… inmenso, de ramas difíciles de seguir. Un laberinto de
formas y arriba, el taita Inti atiende el pedido de lluvia, para limpiar las calles de la sangre que
prontamente se derramará.

Creced!
Entonces me mantengo cruzado de brazos saboreando un cigarro de la tierra. Tres cisnes pasan
volando sobre el lago. Una barca se mueve ligera en la playa. La arena blanca todavía retiene
las huellas, recientes pasos de la amada vestida de brisa marina. Un caracol gigante sigue su
huella, su sonido.
Cuantas veces pasa por acá, hace figuras en la arena para contarme historias de paz y razas
anteriores que veneraban el agua en un rito de sangre. Mis templos, los templos de luz y
oscuridad. Danzas previas al sacrificio, con garganta llena de arena del desierto. Que decir? Una
pieza de oro que encontré cerca a una montaña, un pedazo de tela con símbolos cercanos a las
líneas de Naxca; todo sirve para entender el mensaje, la sincronía.
No soporto más el café así de amargo, negro como la noche que entra al bar; no me deja
escribir lo que veo. En mi sien todavía guardo el recuerdo de las luces que nacieron detrás de la
montaña, Chaparrí.
Me explicaban en universo con el movimiento geométrico de sus almas, cerca a la línea de mi
mano. No lo sé.
Ahora anochece, una cabeza azul con bordes dorados se abriga. Hace frío y la cortina se mueve
rosando con su bordes un cuadro de Gauguin que flota en la pared de adobe, en la casa cerca
al lago. Un lugar que conseguí antes de la llegada.
Salgo a traer leña, me espera el silencio de un bosque, luego el fuego de la alíada, amiga,
amante, señora del mayor artificio de una gota que cae y se esparce...la frescura de lo
espontáneo retorna en un solo beso, aquel… lo aquello.

Sed
animales cayéndose antes de cruzar el río
una cebra,
silencios de colmillos cruzando el viento
estirada lengua hacia un lado y la baba resbalaba
haciendo surcos en la tierra mojada.

verde la llanura, blanca la luna que salta en sus manchas


cien libélulas pasan volando hasta desaparecer

en el fondo de la garganta de la mujer que me mira


crecen versos con espinas musicales.

Un camaleón aparece
No sabe ya su color.
Esta enamorado de una elfo de Annecy

Que hacer?

Entonces en un aliento de mar


Salta hacia otra rama para ser semilla
Y crecer en su interior
Una rosa de pétalos felinos
Estira su tallo resplandeciente
Trae consigo el amor.

La dulce frecuencia que se extiende


El elfo abrazando todo lo que esta quieto,
Para escuchar la voz del mar
Anunciando el retorno.

Crece
Había puertas de oro antes que una gran nube negra cubra la luna llena. Piedras flotando en el
aire, algunos cactus resplandecían en la oscuridad
Donde nunca estuve siento crecer; una velocidad de libélula seduce al oído.
Nada puedo mover, nadie corresponde a mi llamado. No sé si es lo correcto pero quiero que
alguien me diga lo que debo hacer.
Nadie puede verme, nadie puede sentir mi vuelo. Ni oler mis nervios.
No sé que decir en este momento. Como me puedo seguir si las puertas se cierran?
Cuál será el otro camino?

Mis manos tiemblan porque nada siento que se parece a mi vida, como respirar con este nudo
cósmico en la garganta. No sé como sentirme esta noche si el peso del mundo y de las
telarañas cae sobre mí vida. A donde ir con los pies pegados a la tierra.
Pesa el cuerpo ahora que no sé partir. Dejar las cosas que aún permanecen visibles, como un
florero adornando la sala. No puede ser otra cosa más que eso. De pronto otros recuerdos
inundan mi memoria.
Donde estuve todo este tiempo? Como los cuadros, mis trabajos esparcidos por Barcelona, en
casa de compañeros ocasionales, o acaso piensan que no pueden estar en otro lugar?

Donde los planetas que salían de las manchas solares? Ventanas estelares hacia la otra cola de
la galaxia.
Ya no los veo, ni las montañas que me ayudaron a salir del lado oscuro de la luna. Donde se
fue todo lo que soy? Mis padres nunca sabrán la verdad de mis pasos.

Muerde a tu hijo, incrépalo, dile que es un soñador, un cómodo, que se aprovecha de los
demás. Un conchudo. Inconsciente. Que no sabe valorar las cosas, etc.

Sus canas sufren la blancura, el paso del tiempo; el pensamiento se queda dormido en un
montón de imágenes que me confunden. El otro camino comienza así, sacando la nueva
energía que ahora sede a su propia expansión. Abriendo los ojos, la púpila, el iris, todo para
saber el sentido de lo invisible.

Hacia donde quiere volar el espíritu.

Ahora se derrama el té de hierba luisa, no sé porque se llama así, pero alivia.

Cuantos papeles escritos, que dicen?, la pobre inocencia, el polvo entrando por la ventana
media abierta, hasta cubrir las letras de un poema joven, que calló del cielo, de grandes ojos y
piel de nácar.

La ingenua estadía de algunas personas, me hacen reír, y sus palabras aún no se salvan.

Opiniones de un payaso con ganas de seriedad.


Poemas severos de mi alterada sustancia.

En un escenario donde la mayor poesía seduce a la miseria, la imagen coquetea con la


horizontalidad de lo cotidiano. La ciudad se vuelve mantequilla pasada y las pocas personas que
veo son la náusea del ego que les contiene. Se sumen en recuerdos que atropellan la sombra
del algarrobo hasta hacerla caer en un charco de letras y sal. El ensayo del ensayo.

Un lugar donde permanecer sentado y escuchar el sonido?


No. No lo hallo, ni escondido en el más profundo sueño.

Haré un espacio en el interior de todos los que sepan escuchar, allí donde guardan los colores
del universo. Donde se desarrolla el mayor evento de luz y armonía. Cuando se arrodille la
magia sónica de las naves que vienen vestidas de planetas, dentro de nuestras cabezas vibrará
la piña hasta estallar en un eco de luz, entonces recordaremos nuestras alas.
Nuestro ojo se abre.
Una canción se escucha.
Van a bajar…
La humildad del pato.

Un jinete azul sube desesperado al caballo, que cuando corre desaparece en un viento seco,
helado. Lejano.
Miles de insectos volando sobre el bosque seco de Poma, un sábado por la noche con el ímpetu
zumbando.
Zancudos gigantes revoloteaban en el cuarto. Un cuadro colgado como en un descuido
reflejaba la poca luz que se inicia.
Nadie despierto. Ocultabo mis pies en la ropa desordenada al filo de la cama.
Una mano negra sujetaba el violín. Una presencia. Que sonata! Donde los gusanos devoraban
mis tímpanos o eran dinosaurios hablándonos en su lengua?
Destrozando las figuras de los planos cartesianos que nos fueron enseñadas, persisto.
Pizarras en un juego de líneas y puntos, amigos de Kandinsky.

El maullido de un gato en la madrugada me hace temblar. Un gatito perdido, pedacito de vida


con bigotes.

Me levanto sudando y prendo la luz. Nada. Un silencio alrededor. Luna llena por la ventana. A
donde fue? Donde se escondió?. Un poco de polvo dorado brilla cerca a mis botas
cuidadosamente desordenadas, algo paso por allí. Algún trozo de universo gatuno.

Estaba amaneciendo. Me quede sentado en la cama, comiéndome las uñas esperando el


asomo. No importa. Un poco de piel sin escamas para acariciar. Una compañera para entrar en
el sol naciente, agropecuario de nuestro espíritu infinito, amante invisible de una realidad.
El parpadeo oscuro… allí es donde hallaré el alivio.
En una quena de los Andes, sin suicidar el sonido.

Hay docenas de bosques, natural motivo para ser transportado por la música, y huyó en el
lomo de un escarabajo hacia su lugar principal, no sé donde me lleva, para que?.
La maya desaparecía de mi interior. Un grito de lava y cenizas se elevaba desde lo alto de la
montaña. El volcán, decían los lugareños, era una puerta de acceso a la parte subterránea. Allí
habitaban unos seres, nuestros hermanos mayores decían ellos. Y me contaban diversas
historias que las veía flotar en fugases líneas en la masa celeste que se mueve, cuerpo anterior.

Todo era esperanza, mientras echado sobre la hierba, movía los dedos de ella. La niña innoble,
presencia melaniana. Hacia donde recorría su cuerpo, esencial favor de la belleza? Nunca seré
recurrente en abrir los ojos a los ciegos. Siempre hay una oportunidad. Porque no? Si hay
hormigas que pueden volar.
Siempre mirar alrededor, retirarse cerca a una montaña, lejos de todo lo que tiene forma. Un
silencio para lograr la comunicación interna.

Una telaraña, hoy cumple tres semanas, desde el nueve de Julio que la veo nacer. Tejida cerca
a la lámpara del espejo. Guarda en su forma la nación de todos mis recuerdos. Puedo escoger,
transformar la tranquilidad del valle en el abismo del verbo. Solo la palabra… persevero hacia
ella. El pato no siempre comerá lo que le den. Es pato, sabe lo que hace.
Ella se protege, camina despacio entre las personas, se desdobla y miras las vitrinas, los
objetos desaparecidos reventando en la mente, en la imaginación de los primordiales asuntos,
secuestrando la huída aérea de la dama. De todas aquellas que duermen entre trapos viejos y
alucinados.
El fuego de las diferentes sombras jugaban a estar vivas. Algunas sonrisas espantosas se
movían siempre hasta cansarse.
Que hay ahora debajo de este peso?
La nostalgia disparándose, se aleja amiga del tiempo. Mientras yo, entretenido en una teleraña,
en el brillo cercano a luz de los ojos, el encuentro de todas las almas desnudas, orbitando el
silencio, el gesto atento, la nariz fria del hielo de las miradas asomándose.
Se sacrifica la tranquilidad dentro de una botella y varios hombres, no saben decir todo.
Abrazo el camino que me toca. El valle dentro del bosque seco que solo un río dejaba correr.
Un cardumen de peces extraños viene hacia mi. Carne de mar. la lengua preñada de una ardor.
El verbo que no quiere salir o es solo el mismo miedo al nacer.
Quema el nombre antes de decirlo. De un humo de incienso que aconseja; crece la
inspiración,la presencia inaudita de todo lo vivido; ya no saboteando los sueños. Ni saboreando
los lentos momentos de la intuición.
Solo predicando la forma del amor que circula pasajero de mi destino.
Mantener el centro, estar posado en todo lo que nos rodea, en la pregunta del sol al borde del
agua pegado al cuerpo que se ama. El reflejo juguetón de la corriente llevándose mis
pensamientos, parásitos sicológicos nadando en un brillo que viene desde el fondo.
La turbia marea del pasado que se agita en la orilla del presente.
El silencio de una niña negra con las manos entregadas a una única forma, el caracol creciendo
dentro de su cabeza le dice que debe gritar, morder todos las lenguas, entrar en las mas
profundas raíces; aquellas que no se mueven, columna vertebral de la pachamama.
Desviarse del abismo de artefactos y números. Otra ciencia para llenar el vacío de lo espiritual.
No existe un dios, se derrama el egoismo como sangre nasal.
Un guerrero oscuro corre manejando las esferas flotantes dentro de sus oídos; desaparecen
hacía la luz dejando en este acto el sonido primordial de una cigarra.
Se deshace la tristeza de estar vivo para renacer en la sombra de un colibrí amigo de la
velocidad. Desaparece dentro de un estambre con forma vaginal, madre hacedora.
Un papagayo decide ser espuma de río para quedar dormido en la arena al amanecer, en un
juego de seres que sueñan despiertos mientras miran el sol originándose.
Ausente el guerrero de sí mismo se esconde es las faldas de un cerro, artificiosamente para
seguir y satisfacer una sola voluntad.
Donde queda la ecuanimidad de los espontáneo.
En sus agendas, las actividades no se compromenten con el pueblo, solucionar sus bolsillos, no
es mover la tierra para favorecer a quienes la trabajan.
Cardúmenes de peces dorados viajan dentro de células muertas y el pasado de mis hijos es el
presente. Gente acercándose al árbol principal cantando a todo lo que se mueve. Con los ojos
brillando como demonios descubiertos, van caminando rojos de amor por el sendero.
No había nada dentro, nada que buscar, todo se había secado. Su tristeza le había impedido
cruzar el cerco. Dejar de ser oveja para ser lobo.

Ahora sus manos cogen torpemente la taza de té con leche. La eleva a pocos centímetros de la
sucia mesa. Acerca la boca al filo de la taza. No puede respirar.

Solo recuerda la hebra de luz que cruzó su cien. Fue consciente de si mismo antes de perder la
memoria. Antes de perecer en la creencia de un mundo feliz sin antes saber del silencio.
Cuantas luces se desprendían de las ágiles alas del cóndor. En la laguna, tras un largo viaje en
el sueño, logré ver dos serpientes aladas, que aterrizaron sobre los talones. Querían ser raíces
de ayahuasca, recuperarse de su largo viaje dentro de mi corazón.
Allí supieron estar, arrastrando todas sus pieles. Queria ahogarme en este sueño, repartirme en
infinitas mitades hasta ser las alas de una cigarra volando entre la jungla de Moyobamba.
Todas mis posibilidades de vida se concentraban en un solo momento. Cada paso era el ahora.
Hacia donde ir, si todo lo que se mueve avanza hacia ti?
A veces en un halo de conciencia y otras espirales doradas para trascender en el pensamiento
vacío aparecía el aspecto previo al caos, el zumbido necesario para saber de dónde viene todo.
Un episodio azul dentro de las ambigüedades merece un culto, una especie de reptil echado al
sol lamiéndose la herida de su última batalla.
Reanimándose, con un martillo, marca el lugar de su nacimiento reflejado en el firmamento.
El autor desconocido

Ella se peinaba, las puntas desenredándose hasta morir en varias hebras doradas.
En el espejo de la mesa sobraba una imagen sola, acompañada de un gesto funesto.
Cuantos perfumes para olvidar el olor a miedo de la gente.
En los retratos que colgaban de la pared de la habitación, se veía una firma, una suerte de línea
rápida. Un silencio de cangrejo.
De las alas de la libélula que apareció sobre las enormes piedras que subían por el camino a la
catarata de Iyashaku, aparecían puntos celestes.
Nadie quería decir nada. Ni los más ancianos, que habían llegado montados en un bus
moderno, talvés sus primeros kilometros... quién sabe.
Ni la pareja de limeños de aspecto cotidiano.
Todos miraban al insecto volar. Y las rocas se transformaron en canciones que solo la tierra
sabe.
La silueta de la vida, lo que parece ser y se acomoda lento, estrujando la almohada hasta que
pase el dolor. El estómago retorciéndose sobre si mismo. La espalda empapada de sudor hasta
hacer círculos azules en el colchón.
Me envuelvo como un dragón desde su centro; usando la fuerza para no gritar. Para no usar el
poco aire que me queda; esto es la fuerza. Desplazarse en el dolor, morderse los labios, ser
amigo del silencio para no gritar, al menos hasta que la bestia acabe de comer. Hasta que
apoye todas sus garras en la carne que le toca.
Ahora sus ojos me miran.
Quiere saber quién soy antes de arrancarme la cabeza.
Los reflejos apenas se ven, tanto polvo en las calles. La gente camina desordenada hasta el
semáforo, siempre amarillo.
Un placer, de todas esas formas sucede antes de morir.
Hay un título generoso, varias fuerzas desorientadas, símbolos mal interpretados y sobre esto,
los conceptos.
Hay que saber varios conceptos hasta dónde cae la letra, hasta donde se tropieza el significado
con el orador. Donde el gesto se confunde con miedo.
Ella ahora no sabe que pensar, sumergida el sofá como gato dormitando, parpadea varias veces
para borrar la imagen que tiene frente a sus ojos. No sé que dicen sus pupilas, ni que tanto se
mueven sus manos para atrapar el cuento que sucede en su cabeza.
Mueve sus hombros y me cuenta que está esperando mi respuesta.
Tengo que salir, las paredes del tiempo me atrapan y todo se parece a un desierto de piedras
blancas.
Como es que las puertas del templo antiguo siempre están cerradas. A quien espero? por que el
traje negro que llevo puesto? Y este papel? Que hace en mi bolsillo. Un poema? Estos versos
que nacen desde centro de una memoria antigua, celular.
Un grupo de mujeres salen desde la boca del metro Urquinaona, claro!, sábado por la noche y
las librerías están abiertas. En La Central, hay la presentación de un libro. De nuevo comenzar
hasta el cansancio a recorrer las estrechas calles del barrio viejo. La humedad de las avenidas,
el aliento de la madrugada con los pies dentro de las botas frías.
No. No fumo. Y ya llevo tres cafés en la cabeza. Mis pupilas las siento dilatadas y todo esto
para que? Para administrar mejor el tiempo.
Tengo la idea de pasar de un punto a otro sin darme cuenta.
Respiro y se calla la gente antes de entrar al metro, antes de bajar las escaleras y no caer.
Espero a mi amiga poeta, Sago, que entusiasmo de vida mueve su alborotada curiosidad ahora.
Que hermosa gente la que cruza la avenida; semblantes atentos, gestos de enfado y
contemplación, voces cálidas, y un tono parecido a una batalla de acentos.
Dios sabe ser dios.
Atender los beneficios de la vida antes de saber porque la mariposa permanece cerca del borde,
el río que lleva todo y nada. Entonces tuve ganas de volar, de enredarme en los juncos hasta
morir de calor.
No se parece la vida al río. Ni lo caracoles son fractales abducidos por el sonido.
Yo soy la piedra que divide el brillo de sus aguas en rombos azules de energía. Desde donde
nace toda interpretación del lenguaje primordial.
Lo que la tierra nos dice. Gaia-Kumara.
Carta a mi hermana.

Todas las cosas que nos rodean… de que están hechas. Donde nacen. Cuando brillan mejor.

El hombre está hecho de carne, de elementos como la tierra. La misma sustancia y proporción
de agua. Para cambiar nosotros debe cambiar la tierra. Cada transformación sugiere una
energía, esta viene del universo, alojada en la mirada que le das a la vida. Fugaz, alejada de
toda imagen, pensamiento, experiencia, sonido; solo el respirar vacío.
Un cambio, un movimiento generado por nuestra voluntad más íntima, transformadora.
Inquebrantable las ganas del salmón de ser salmón.
La verdad es pura, transparente, de muchas formas pero de un solo sonido. El latir de la vida
que sugiere un temperamento a veces radical, individual, consiente, amigo del mar y de sus
olas. De todas las cosas que nos queda por vivir.
Así se genera la vida, desde lo más ínfimo hasta que nos cubre todo ese ser impuesto,
acostumbrado a maldecir. La identidad del vacío. El espíritu de la forma. Un molde que al
principio nos queda bien pero después pesa por la falsedad del asunto. Por ese sosiego de
sentirnos infelices, carente de sentido, damos vueltas en círculos, ni siquiera en espiral.
Entonces porque no cambiar el eje de ese círculo. Llevarlo hacía el lado de la espontaneidad,
de lo impredecible. Donde el miedo esta en el recuerdo.
Abraza tu sangre hermana, abraza los ríos se suben a la montaña que le dará el cauce a ese
espíritu de fuerza, hacia el punto más lejano de su origen.
Finalmente vamos y volvemos. Entonces ¿Que importa?
La forma. El modo. El ritmo con que late tu corazón. Eso importa. Todas las leyes se reducen a
elegir. Toda forma comienza a través de un cambio.
Al estar nuestra mente vacía se genera esta fuerza que nos otorga la tierra.
Tu, mujer, madre… vives infinita dentro de todas las raíces que tocan tus pasos.
Para que aplacar esta vida con tratamiento inútiles a través de seres poco humanos.
Respira la diversidad de formas que puedes ser. Varias personas, diversos caracteres.
Tú eliges… vivir.
Introdúcete en ti misma para que puedas respirar lo saludable de la soledad.
La tierra tiene la sabiduría, sedúcela con tus ganas de ser feliz, ella te da cobijo e infinitas
razones para cambiar.

A Patricia de la torre
Habia subido tres pisos, resbalando en algunos de los escalones.
Las manos apoyadas en la pared que subía serpenteante en el lomo de la huída. Me perseguían
con el escudo naciendo de la frente.
Ya no solo las voces, también se trataba de otros eventos. Las nubes hacían nudos de sonido
que me confundían. Debía subir hasta el último piso y ver el sol.
Estaba fortalecido, como inflado de miedo, corriendo de una habitación a otra. No recuerdo
donde dejé las llaves. Empuje mi cuerpo al precipicio de la ventana. Quería atravesar el vidrio y
caer… nada más que caer; pero me faltaban fuerzas.
Ya nada quedaba alrededor, toda la ciudad había desaparecido, en un haz de luz. Calles vacías,
como hipnotizadas, y el sonido de una puerta abriendo y cerrando su sombra.
Entonces me quedé sentado en el sofá, regalo de una vecina, fumando un cigarro, de esos que
uno ya no se acuerda.
Cuando creí haber llegado al final, aparecieron dos mujeres que me enseñaron el camino
próximo a seguir. Sin saber, pasaron 34 años.
De camino de regreso. Perdí el sentido de la cosas.
Me interesaba un retorno lento, preciso, entre el alma y el pedazo de universo que nos toca ser.
Shushume.

Todo un cuerpo celeste se acerco atravesando el vidrio.


Cuantos lugares antes de llegar acá. El pasaporte estaba lleno de entradas y salidas.
Todavía me queda tiempo para bailar despacio, sobre el sombrero del vigilante, sazonado con
el recuerdo de la ciudad que me permitió ser.
No es el destino lo que importa, sino la alegría de no saberlo.
Millones de insectos vienen hacia mí para llenar esa silueta.
En un llanto de sangre. Mi familia salió corriendo de la noche que se acercaba a la ciudad. El sol
se ocultaba y todo lo que sabía de ellos era un recuerdo vago, anterior; donde todas las
modalidades del ser no estaban separadas del amor.
Un lugar mejor donde la luz crece merecedora de un nuevo espíritu, con el tiempo… un dios
lleno de fuego toca la tierra despidiéndola de toda nube gris, densa, llena de un miedo
acumulado, sin escapar.
Entonces una nueva luz emerge del centro de la tierra. Se siembra el nuevo día desde la sonrisa
de los antiguos niños, llenos de amor siguen la huella de sangre; miles de muertos haciendo
figuras antes vistas en los campos de trigo. El padecimiento del cambio, el roce amoroso,
cernidor, conmueve el alma y la motiva inclinarse hacia el corazón. Solo el suspiro de la madre
tierra, en una brisa de mar moche, apaga el fuego del avatar.
Hay un refugio dorado en el interior de la sangre, en las cadenas envolventes para abrir las 10
puertas antes del regreso.
10 puertas para completar 12.
En el camino hacia el ascender se mese la cuna del niño que falta nacer. Alojado en la
humanidad a veces duerme, soñador aún en el interior de los que saben.
El juego antes de caer.

Todo se cierne en un solo reflejo resplandeciente, conocedor del origen antes de la


manipulación, voy.

Ajustando los tornillos de la ignorancia para reemplazar piezas viejas por las de ahora. Un
sanador escenario oscuro, negro, me lleva hacia el próximo sentido. El infinito de las
posibilidades.

El sol se abre millonésimamente para filtrar el amor de sus hijos y dar paso al segmento de vida
que nos toca aprehender. Hacia allí voy con el miedo abierto, recuperador del ánimo,
perseverante en el ánimo, y la atención puesta en el vacío.

Sin desprenderse de la sabia madre. Gaja-Kumara.

Hacia tu fuerza (gravedad) mis principales reflejos, ebras de sonido que nuestro cuerpo emite.
Primer diálogo, verdadero, esencial, hasta ser un halo de luz en la garganta del verbo.
La madre habla desde los viejos sabios, rodeando el fuego de sus almas.

Comprender que somos doce.

El tiempo cambia y todas las cosas que sabemos ya no van más.

Todo era parte del show, no todo. Menos nosotros.

Los muertos salen de sus tumbas y nos dicen. Hay más.

El diálogo estaba escrito, los actores contratados para seguir su papel, el escenario construido y
destruido para confundir al público. Colores, formas, dualidades inventadas, testimonios
pagados. Profesionales subordinados por el dinero.

Sobre donde estamos parados. La hierba no aguanta todo, menos los apus.

Incapacitados de manipular nuestro espíritu, nuestra raza se recupera.

Una lanza va rápida hacia su propio vacío, todo retorna en una constante fuga de energía. Un
aceleración alentadora. Un baño magnético nos espera.

Se reconoce a la pachamama como un gran organismo vivo.

Entonces todo se sabe mientras subo la montaña… escapo de mi propio silencio ahora.
Me llevo a un lado, entre la muchedumbre. Nos sentamos en la banca del parque frente al
partido aprista como siempre.

Es mentira Jako!, Es mentira.

Su cabello brillaba, casi pelirrojo; esos enormes ojos verdes azulados me miraban con un brillo
nuevo, la cadencia del silencio. El recuerdo de una nube pasando sobre la montaña se asomo a
la memoria.

Cogió mi mano y clavo con la otra un cuchillo de oro.

Un hilo de luz me dejo entrar en eso que llaman muerte. El comienzo de todo.
Todo el universo de contemplanciones desapareció y mi sangre cubrió prontamente mi vida.
Cansado de las imágines me embriague con el vino de la esquina. La bodega que a las doce
abría sus puertas y a las once cerraba.

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