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ESCUELA DE PASTORAL VOCACIONAL

Román Sánchez Chamoso

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IGLESIA MINISTERIAL Y MODELOS DE IGLESIA

1. ¿QUÉ ES LA IGLESIA?

Para responder adecuadamente a esta pregunta hay que desdoblarla en tres:


+ El ser de la Iglesia: esencia, ontología, naturaleza
+ El quehacer: la finalidad, la misión, el para qué
+ El significado: de qué es signo, lo que representa, el estilo.

Durante siglos, sobre todo en Occidente, la Iglesia era definida por el ser, pero la
Iglesia en su integridad incluye necesariamente el actuar y el significado, sin los cuales no
existe la Iglesia del Señor. Quehacer y significado no son aspectos añadidos a una Iglesia
previamente existente, sino que pertenecen a su entraña desde el principio.

El quehacer y el significado son la Iglesia en el plano operativo (Cf. R. Sánchez


Chamoso, “La Iglesia en su vertiente operativa” en Seminarios 141 (1996) 269-292), un
constitutivo esencial, pues definen a la “Iglesia en acción”.

Hoy es corriente en eclesiología responder a la pregunta sobre la Iglesia desde la


misión (Cf. S. Dianich, Iglesia en misión, Sígueme, Salamanca 1988; R. Sánchez Chamoso,
“La misión y la Iglesia” en Seminarios 180 (2006) 155-187; B. Forte, La Iglesia de la
Trinidad. Ensayo sobre el misterio de la Iglesia comunión y misión, Secretariado Trinitario,
Salamanca 1996)

2. MODELOS DE IGLESIA EN LA HISTORIA

(Cf. A. Dulles, Modelos de Iglesia, Sal Terrae, Santander 1975; J. Marins-T. Mª.
Trevisán-C. Chacona, Modelos de Iglesia. CEB en América Latina. Hacia un modelo
liberador, Paulinas, Bogotá 1976: H. Fries, “Cambos en la Imagen de la Iglesia y
desarrollo histórico-dogmático” en Mysterium salutis IV/1 231-296: A. Mayer-
Pfannhofz, “Evolución de la imagen de la Iglesia en la historia de la cultura occidental”
en AA.VV., La Iglesia y el hombre de hoy, Cristiandad, Madrid 1963, 91-115)

La Iglesia, a lo largo de la historia, no se ha entendido a sí misma ni se ha


presentado como una “fotocopia” de un patrón original que se reproduce fielmente una y
otra vez. Lo que se ha dado es una autoconciencia, una configuración, un modo de entenrse
y presentarse de forma diversa en distintos contextos culturales, en simbiosis con diversas
culturas, y esto desde sus comienzos (Cf. R. Velasco, La Iglesia de Jesús. Proceso histórico
de la conciencia eclesial, Verbo Divino, Estella 1992; J. Estrada, La Iglesia: identidad y
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cambio, Cristiandad, Madrid 1985; R. Sánchez Chamoso, Iglesia-comunión e Iglesia


ministerial, IUSI, Caracas 1997).

En cada caso, se ha enfatizado algún aspecto de la Iglesia, relegando algún otro;


pero siempre se trataba de la Iglesia del Señor, que es histórica, enraizada en la historia y
cambiante hasta quedar plasmada en un modelo o tipo determinado.
En cada época, su Iglesia es para sus fieles la Iglesia del Señor. Esta “dimensión
histórica” de la Iglesia es una de las recuperaciones del Vaticano II.

Ningún modelo agota el ser eclesial, y ninguno de los modelos históricos ha sido
entendido como definitivo por la Iglesia, sino que son más bien hitos importantes en el
recorrido de la Iglesia en la historia, lo que hace que se sucedan los modelos a medida que
se ahonda en la riqueza de la Iglesia. La Iglesia tiene una existencia itinerante, es “Iglesia
en camino”. Cada modelo, pues, hace un aporte significativo que se conservará y, a la vez,
tiene unos límites.

3. LOS MINISTERIOS A PARTIR DE CADA MODELO DE IGLESIA

A grandes rasgos, podemos hablar de los principales modelos o tipos de Iglesia en la


historia con su correspondiente concepción y organización del ministerio.
Si, como hemos dicho, el ministerio es la “vertiente operativa” de la Iglesia, el
modo de entenderse la Iglesia a sí misma ha supuesto un modo de entender y organizar el
ministerio. De hecho, todo cambio epocal de la Iglesia ha supuesto un replanteamiento a
fondo del ministerio, y toda “crisis” ministerial tiene en la base una “crisis” eclesial. El
último caso nos lo ofrece el Vaticano II: ha revolucionado el tema de los ministerios, ha
surgido la “Teología de los ministerios” y ordenó a todas las Órdenes y Congregaciones
religiosas la revisión de su ministerio específico a la luz del “carisma fundacional” y de la
teología del concilio.

+ Iglesia-misterio. Cercana e inspirada en el NT, en la más pura originalidad de la


Iglesia. Iglesia de los Padres y de los tres primeros siglos. Iglesia de testigos (“mártires”).
Iglesia volcada hacia fuera de sí misma, como fermento en una sociedad pagana y adversa.
Iglesia eminentemente misionera.
El ministerio que de ella se deriva es netamente evangelizador, en la que todos,
clérigos y laicos, están embarcados. La presencia evangelizadora del laicado es muy
significativa, originando incluso teólogos calificados. No se insiste en la diferenciación
entre los diversos ministerios.

+ Iglesia-imperio. A partir de la conversión de Constantino, la Iglesia es reconocida,


favorecida y respaldada. Se modeló a imagen del imperio, y su jerarquía es considerada
como parte de los “funcionarios” imperiales. Se resalta la exterioridad de la Iglesia y gana
mucho en organización. Nace el poder temporal de la Iglesia. Su soporte es el Derecho
romano.
El ministerio que de ella se deriva es una mímesis del imperio: organización, cargos,
títulos, honores, signos… (que aún perduran). Se enfatizan los ministerios jerárquicos, que
son vistos como los genuinos representantes de la Iglesia. Comienza a ser una Iglesia de
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“clérigos” con el paulatino oscurecimiento de los laicos, que pasan a ser, sobre todo,
destinatarios de la acción de la jerarquía.

+ Iglesia-“societas chistiana”. Es lo típico de la “época de cristiandad”, dominante


en la Edad Media. El mundo conocido es cristiano, y en él la Iglesia ejerce un tutelaje e
influjo decisivos en todos los terrenos. Es la “Iglesia Maestra” de la sociedad, y
predominantemente clerical. “Cristiandad sociológica”: la Iglesia era un presupuesto obvio.
Se afianza la Iglesia como “sociedad de desiguales”

Ministerialmente lleva a la implantación definitiva del dominio (casi monopolio) del


“ministerio ordenado”, hasta el punto de desembocar en la neta distinción entre clérigos y
laicos. “Hay dos géneros de cristianos…”, los pastores que dirigen y gobiernan y los fieles
cuyo papel es seguir a los pastores (Decreto de Graciano: s. XI). Los ministerios se
entienden en la Iglesia “sociedad de desiguales”. En la configuración de esta Iglesia
influyen más los juristas y decretistas que los teólogos. Hay contaminación del ámbito civil
en la comprensión de los ministerios, y se llega a una “mundanización” del mismo
ministerio.
El papado llega a su apogeo (Gregorio VII, Inocencio III), y asume el poder
religioso y civil (las dos espadas).

+ Iglesia-sociedad perfecta. La Iglesia se entiende a partir del concepto sociedad,


copiando a escala la concepción y organización de la sociedad. Hay dos “sociedades
perfectas”: la Iglesia y el Estado. Se copia el estilo y las pautas propias de la sociedad, por
tanto, se inspira en fuentes exógenas. Por otra parte, el tratado sobre la Iglesia es
dominantemente un tratado de Derecho eclesiástico, por tanto, domina lo jurídico y lo
apologético.
A partir del Humanismo, el Renacimiento, la Reforma, la Ilustración y la Iglesia
llamada de la “Contrarreforma”, se acentúan los diversos niveles en la Iglesia, así como su
condición externa y visible (R Belarmino) más que el misterio. Es una eclesiología jurídica,
con énfasis en la autoridad; y eclesiología apologética (frente al protestantismo y el mundo
moderno).
Repercusión en el ministerio. Se resalta la jerarquía y, dentro de ella, diversos
niveles bien escalonados y subordinados, culminando el proceso con el Papa (Vaticano I)
como vértice de una “Iglesia piramidal”; incluso los obispos son considerados delegados
del Papa.
El esquema de “Iglesia piramidal” y centralizada se proyecta en cascada a todos los
niveles: Iglesia universal, Iglesia particular, comunidades locales (en todas predomina el
“vértice” de la respectiva pirámide).
Esta Iglesia ministerial llega hasta el Vaticano II.

+ Iglesia del Vaticano II. Todavía no tenemos la distancia necesaria para calificar a
esta Iglesia, pero sí algunos rasgos comúnmente aceptados:
. Se recupera la Iglesia-misterio o primitiva, la Iglesia de los Padres (LG cap. I)
. Las raíces y el lenguaje son endógenos: Escritura y Padres
. Es calificada como “tumba de la cristiandad”, sobre todo en GS
. Es una Iglesia peregrinante, en constante tensión escatológica (LG cap. VII)
. Se rebasa el enfoque jurídico y clerical, y se enfatiza lo pastoral frente a lo
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apologético
. Es una Iglesia “samaritana”, “servidora y compañera de viaje de la humanidad”,
alejada de todo triunfalismo y superadora del “eclesiocentrismo”
. “La Iglesia somos todos”, y todos responsables en su misión desde la propia
vocación. Es una “eclesiología total” (Congar), supera la “sociedad de desiguales”
. Es sabido de todos que el tema-estrella del Vaticano II es la Iglesia (ningún
concilio anterior lo había tratado tan extensa y profundamente), sobre todo en
las grandes constituciones LG y GS
. En definitiva: se supera la Iglesia-sociedad, la de la polémica antiprotestante, la
de la “Contrarreforma”, la apologética y clerical.
(Para una síntesis teológica, puede consultarse B. Forte, La Iglesia de la Trinidad.
Ensayo sobre el misterio de la Iglesia comunión y misión, Secretariado Trinitario,
Salamanca 1996; R. Sánchez Chamoso, Iglesia-comunión e Iglesia ministerial, IUSI,
Caracas 1997)
La repercusión de esta eclesiología en los ministerios es evidente y profunda. Un
concilio que discurre bajo el signo de la “totalidad” incide en la ministerialidad de toda la
Iglesia, más aún, la Iglesia es “toda ella ministerial”, es un “cuerpo ministerial” o de
servicios (Cf. Conferencia Episcopal Francesa, Todos responsables en la Iglesia. El
ministerio presbiteral en una Iglesia “toda ella ministerial”, Sal Terrae, Santander 1975). Lo
trataremos más en concreto en el apartado siguiente.
Hay una decidida recuperación del laicado. Un texto de los más incisivos del
concilio nos lo dirá con toda claridad: “La Iglesia no está verdaderamente formada, no vive
plenamente, no es señal perfecta de Cristo entre los hombres, en tanto no exista y trabaje
con la Jerarquía un laicado propiamente dicho. Porque el Evangelio no puede penetrar
profundamente en las conciencias, en la vida y en el trabajo de un pueblo sin la presencia
activa de los seglares. Por ello, ya al tiempo de fundar la Iglesia, hay que atender sobre todo
a la constitución de un maduro laicado cristiano” (AG 21a). Se ha superado
ministerialmente la “Iglesia de desiguales” (Cf. LG 30.32).
El compromiso evangelizador embarca a todos, cada uno según su propia vocación
y puesto en la Iglesia. Es una Iglesia “pluriministerial”. Se ha señalado como un dato
significativo que el Vaticano II hable constantemente de “ministerios” (en plural), con lo
que se sobrepasa y desautoriza cualquier “monopolio ministerial”.
El Vaticano II repite que la “vocación cristiana” es esencialmente misionera (Cf. AA
y AG; R. Sánchez Chamoso, Vocación cristiana y liderazgo, Trípode, Caracas 2003).
Énfasis en el pueblo de Dios como “pueblo mesiánico” (LG 9b).
En resumen: La eclesiología de comunión, misionera, ecuménica y diacónica
compromete en la evangelización a todos, cada uno desde su vocación personal. Se ha
dicho que el concilio significa “el fin de la era constantiniana”, que es un “giro histórico”.

A la vista de lo que antecede, debemos preguntarnos con sinceridad y en cuanto


agentes de la pastoral vocacional: ¿Qué modelo o tipo de Iglesia tenemos en realidad?
¿Para qué Iglesia fomentamos ministerios, y cuáles de éstos son hoy más necesarios? La
respuesta que demos nos mostrará nuestro modo de entender el ministerio eclesial hoy.
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4. LO MINISTERIAL, CLAVE DE LA ECLESIOLOGÍA DEL VATICANO II

Una de las claves de lectura del Vaticano II es la ministerial. Lo vamos a mostrar a


través de dos prismas:

+ La Iglesia como sacramento, es decir, signo e instrumento de salvación para todo


el género humano (LG 1). La Iglesia no es el centro, sino el medio querido por Dios para
realizar en la historia la salvación. El objetivo, por tanto, no es “eclesializar” el mundo, sino
“cristianizarlo” o “evangelizarlo”. Por eso, el Vaticano II se ha definido desde el principio
como concilio pastoral
Este giro eclesial (Iglesia-sacramento) es considerado por importantes teólogos
postconciliares como uno de los aportes más significativos del concilio.

+ Documentos ministeriales. Estos documentos son el mejor aval de una Iglesia


“toda ella ministerial”. Todos están imbuidos de la ministerialidad o de la “pastoralidad”,
pero ninguno de ellos agota la Iglesia ministerial. Veamos:
. Ministerialidad de toda la Iglesia: LG cap. II; AG; GS
. Ministerialidad de la jerarquía: LG cap. III
. Ministerialidad del episcopado: CD
. Ministerialidad del ministerio ordenado: LG 28; OT; PO
. Ministerialidad del laicado: LG cap. IV; AA; GS
. Ministerialidad de la vida consagrada: LG cap. VI; PC.

A los documentos conciliares deben agregarse los Sínodos de los Obispos,


continuación y despliegue del Vaticano II, en las “Exhortaciones apostólicas
postconciliares”:
. 1988: “Christifideles laici”, sobre el laicado
. 1992: “Pastores dabo vobis”, sobre los sacerdotes
. 1996: “Vita consecrata”, sobre la vida consagrada
. 2003: “ Pastores gregis”, sobre los obispos.

5. ECLESIALIDAD DE TODA VOCACIÓN

El Dios cristiano es el origen de todo ministerio-vocación con la necesaria


mediación de Cristo, pero la Iglesia es el enclave en el que toda vocación acontece. Por eso,
la vocación es, a la vez, divina, cristiana y eclesial.
. Divina, con su fuente en la Trinidad
.Cristiana, con Cristo como raíz inmediata y prototipo-referencia obligada: el
enviado, el apóstol, el misionero del Padre, el “rostro histórico de Dios”. Es el llamado-
consagrado-enviado original (Jn 10, 36) y, por ello, el patrón y norma de toda vocación.
Únicamente en Cristo se da el Ministerio (en singular y con mayúscula), el que
engloba y realiza todos los ministerios. El ministerio-vocación es ineludiblemente cristiano.
. Eclesial. El Ministerio singular de Cristo se despliega y concretiza históricamente
en los “ministerios” (en plural y con minúscula) de la Iglesia, que, en su pluralidad
ministerial, globaliza el Ministerio de Cristo. La misión de Cristo se hace universal en la
historia (llega a todos los hombres) por medio de los ministerios de la Iglesia.
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Si Cristo es el “rostro histórico de Dios”, la Iglesia es el “rostro histórico de Cristo”


(Cf. Mons. Romero O. A., La Iglesia, Cuerpo de Cristo en la historia (Segunda Carta
pastoral). “La Iglesia es la presencia permanente de Cristo en el espacio y en el tiempo
como fruto salvífico que ya no puede destruirse” (K. Rahner, Curso fundamental sobre la
fe, Herder, Barcelona 1979, 474).
La Iglesia es la llamada-enviada por Cristo, a la que confía la prolongación y
actualización de su misión en la historia, no la confía a sujetos individuales. La Iglesia es la
“convocada” y “enviada” primera y principal. Por tanto, la “dimensión eclesial” de la
vocación responde a la voluntad de Cristo.

En conclusión: Toda vocación procede de Dios (es divina), se nos ha manifestado en


Cristo (es cristiana) y acontece en el marco de la Iglesia (es eclesial).

Esta convicción ha arraigado en la conciencia del pueblo cristiano y en la teología,


que se expresa en estos términos: llamados de la Iglesia (a quien es miembro de la Iglesia),
por la Iglesia (ella es la que llama oficialmente, discierne y establece la formación de los
llamados), para la Iglesia (para la misión confiada a la Iglesia por su Fundador) (Tomás de
Aquino). Por eso, PabloVI se expresa en estos términos: “Evangelizar no es para nadie un
acto individual aislado, sino profundamente eclesial”; todo evangelizador “ejerce un acto de
la Iglesia”.

Aludamos a un hecho de nuestros días. Frente al eslogan: “Cristo, sí; Iglesia, no”, la
réplica es: “Jesús sí; Iglesia también” (Título de un libro de R. Blázquez, Sígueme,
Salamanca 1983). No se puede eludir la mediación eclesial. Por eso, carece de sentido el
“libre ministerio” (al margen de la Iglesia). La Iglesia es la “llamada que llama”, la
“convocada que convoca”. “La Iglesia es comunidad de llamados y comunidad, a la vez,
generadora y educadora de vocaciones” (Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, n. 35).

Todas las vocaciones son, a la vez e inseparablemente, cristianas y eclesiales. Todos


llamados por Dios para un papel en el seno de la Iglesia: “Dios ha asignado a cada uno un
lugar en la Iglesia” (1Cor 12, 28); “cada uno ha recibido su don; póngalo al servicio de los
demás como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1Pe 4, 10). La
vocación comporta una misión, la vocación hace a todos apóstoles o enviados (Cf. R.
Sánchez Chamoso, “La misión, componente teológico de la vocación” en Seminarios 170
(2003) 509-540; Id., “Misión y vocación” en Diccionario de Pastoral Vocacional, Sígueme,
Salamanca 2005, 707-716)

¿Hay vocaciones o ministerios mejores que otros? Comencemos recordando lo que


dice el Vaticano II: “Auténtica igualdad entre todos en cuanto a la dignidad y a la acción
común a todos los fieles en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo” (LG 32c).
Si toda vocación es cristiana y eclesial, no cabe objetivamente hablar de la
superioridad de unos sobre otros. Lo que sí cabe, y de hecho se ha dado y se da, es la
“vocación específica”, es decir, la llamada que cada uno ha recibido de modo singular para
una misión determinada, y esto justifica la diversidad de vocaciones: “Hay diversidad de
servicios y de actividades” (1Cor 12, 4-5) y “el Espíritu reparte sus dones a cada uno
como quiere” (1Cor, 12, 11).
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Todos somos necesarios. El Vaticano II es categórico: “El apostolado, el cual la


Iglesia lo ejerce por obra de todos sus miembros, aunque de diversas maneras. La vocación
cristiana es, por su misma naturaleza, vocación también al apostolado…, no hay miembros
(en la Iglesia) que se comportan de forma meramente pasiva, sino que todos participan en la
actividad vital del cuerpo” (AA 2a)

En conclusión. “No hay nada mejor en una Iglesia en la que todo es mejor”. Cada
uno ha recibido de Dios un don particular, una vocación, y esto es lo mejor para él, no lo
mejor en general comparado con lo que han recibido otros.
Otra cuestión es la distinta importancia que en la Iglesia tienen algunos ministerios,
que son constitutivos de la Iglesia por lo que nunca han faltado ni faltarán mientras la
Iglesia exista; los hay que conllevan una especial responsabilidad por lo que su ejercicio
supone para el bien de toda la Iglesia. Éste es el caso del ministerio ordenado.

Por último, la perfección o santidad de la persona no viene determinada por la


importancia eclesial de su vocación-ministerio, sino por la fidelidad con que hace
fructificar el “don recibido”. La escala de valores por la que Dios juzga no es la de los
humanos; para Dios, lo primero (y los primeros) es la santidad y el servicio, los “santos” y
los “servidores”. Jesús lo ha dejado claro: “El que quiera ser importante entre ustedes, sea
su servidor, y el que quiera ser el primero, que se haga su esclavo” (Mt 20, 26-27).Hay
papas pecadores y barrenderos santos
No tiene sentido hablar en la Iglesia de “estados de perfección”, y el Vaticano II no
usa esta expresión tradicional. Es más correcto hablar de “estados de vida cristiana” (Cf. H.
U. von Balthasar, Los estados de vida cristiana, Encuentro, Madrid 2003; A. Montan,
“Estados de vida” en Diccionario de Pastoral Vocacional, Sígueme, Salamanca 2005, 456-
479). La vocación cristiana es de suyo “estado de perfección” y puede conducir a todos a la
máxima santidad (LG cap. V). Y el Evangelio nos urge a todos a “ser perfectos como
nuestro Padre celestial es perfecto” ((Mt 5, 48). No puede haber meta más alta
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LAS MEDIACIONES VOCACIONALES


La economía o el “cómo” de la vocación.

Román Sánchez Chamoso

La vocación tiene una estructura de encarnación-sacramental-de mediación. No hay


hilo directo con Dios.

1. EL “CÓMO” DE LA VOCACIÓN, DATO TEOLÓGICO

Dios no sólo llama, sino que también elige el modo de llamar, de modo paralelo a
lo que ocurre con la salvación: Dios es quien salva y quien establece el modo de alcanzar la
salvación. Por tanto, el “cómo” o economía de la llamada no es algo secundario o
accidental, o una determinación que toma la Iglesia o los hombres, sino que es un
integrante de la Teología de la vocación. Es un dato teológico.

2. PUNTO DE PARTIDA

“A Dios nadie lo ha visto jamás”, se nos dice en toda la Biblia (Jn 1, 18; 6, 46; Mt
11, 27; Éx 33, 20…); ni lo ha visto ni le ha oído. Se ha mostrado y se ha dejado oír a través
de mediaciones.

La vocación, como la salvación, tiene una estructura sacramental; es lo que


denominamos “economía de las mediaciones”, que no es sino la “economía de la
encarnación”.

Este llamar “por medio de” o “a través de” es el modo ordinario de llamar de Dios.
Puede llamar directamente, y así lo vemos en el caso de Yahvé en el AT y de Jesús en el
NT: Los Doce (Mc 3, 13-14), Mateo (Mt 9, 9ss.), Felipe (Jn 1, 43), Simón y Andrés o
Santiago y Juan (Mt 4, 18-22), etc.

3. TEOLOGÍA DE LAS “CAUSAS SEGUNDAS”


(Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 306-308.333; R. Sánchez Chamoso,
Vocación cristiana y liderazgo, Trípode, Caracas 2003, 54ss.)

Causa segunda: coyuntura que media nuestra relación con Dios y se inscribe en la
providencia divina sobre el mundo. La acción de Dios es trascendente y sólo se hace
visible y efectiva a través de la acción creada, que es inmanente y mundana. Dios hace
que las “causas segundas” hagan, Dios hace “hacer”. Un ejemplo es el profeta, hombre
al fin y al cabo, pero es “boca de Dios” (Jer 15, 9), boca, y mano, y rostro, y amor
activo del que es por naturaleza “invisible”.

Dios, “el invisible”, se da a conocer:


. Por sus enviados, los “ungidos” del Señor (Is 42, 6; 49, 6)
. Con especial transparencia y densidad en el NT por medio de Cristo, “imagen de
Dios invisible” (Col l, 15; 10, 26; cf. Rom 8, 29; 2Cor 4, 4; Jn 1, 18; 14, 6; 1Tim 2, 5).
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. Es Dios quien llama, pero “por medio de”. He aquí la paradoja: hay una inmediatez
mediada. Tener conciencia de esto es fundamental para el agente de pastoral vocacional,
apunta al núcleo de su identidad: es socio de Dios en la “economía de la vocación”. “La
respuesta de la persona humana a la llamada de Dios no acontece sólo por iniciativa
divina ni tampoco sólo por iniciativa humana. Admitida la prioridad de la iniciativa de
Dios, la relación se produce gracias a la coordinación de las dos intencionalidades en
una unión dinámica de la naturaleza humana y de la gracia divina” (A. Manenti,
“Mediación” en Diccionario de Pastoral Vocacional Sígueme, Salamanca 2005, 683-
684).

4. DIVERSIDAD DE MEDIACIONES

+ Al hablar de mediaciones, hay que dejar sentada la diferencia entre Cristo, “ el


único Mediador entre Dios y los hombres” (1Tim 2, 5) y las demás mediaciones. “Hay un
Mediador único y muchas mediaciones” (K. Rahner) (Cf. AA. VV., “Mediaciones
vocacionales” en Vida Religiosa 67 (1989) 2-59).

+ Mediación de acontecimientos. El AT habla con frecuencia de la situación penosa


del pueblo, que reclamaba a alguien que le auxiliara, para lo que surgen los Jueces: Gedeón
(Jue 6, 11-8, 32), Jefté (Jue 11, 29-40), Sansón (Jue 13, 1-16, 31).
Hoy hablamos de “signos de los tiempos” (GS 4.11). En esos acontecimientos, Dios
“habla”, interpela, convoca al hombre como nos muestra la historia. Algunos ejemplos:
Luther King ante la situación de la población negra; el card. Cardinj ante la situación de la
juventud obrera; Don Bosco ante la niñez de su tiempo…, y podía extenderse la nómina
considerando el origen de tantas Órdenes y Congregaciones religiosas.
Unas escenas evangélicas aportan también luz a nuestro tema. Jesús, “al ver a la
gente”…, “cansados y desorientados como ovejas sin pastor” (Mt 9, 36), o que “no tienen
nada para comer” (Mt 15, 32), o al ver la“cosecha abundante, pero pocos obreros” (Mt 9,
37) (es el ver, es la situación), reacciona: “sintió compasión de ellos” (Mt 9, 36; 15, 32),
“no quiero despedirlos en ayunas no sea que se desmayen por el camino” (Mt 15, 32) (en
una palabra: se siente interpelado). Entonces interviene en dos direcciones: a) “Rueguen al
dueño de la mies” (Mt 9, 38) (la oración) y b) “llamó a sus doce discípulos” (Mt 10, 1ss.)
(o sea: pasa a la acción de llamar).

+ Mediación de personas, que, de ordinario, han sido a su vez llamadas: “el llamado
que llama”. Así, Andrés a su hermano Simón: “Hemos encontrado al Mesías. Y lo llevó a
Jesús” (Jn 1, 41-42); o Felipe a Natanael (Jn 1, 45).
“El llamado que llama”. El Vaticano II lo recuerda especialmente al sacerdote, al
que atribuye un papel determinante y específico, y le recomienda insertar la pastoral
vocacional en la pastoral general (Cf. OT 2.6; PO 11) y es corroborado con fuerza por Juan
Pablo II (Pastores dabo vobis, nn. 34.39.40.41.74.81…).
Por razones obvias, cuando el mediador vocacional es una persona, ésta está
especialmente indicada para el discernimiento vocacional de otros. Puede dialogar
directamente con ellos; puede comprender mejor la situación que ella ha experimentado
también; puede ofrecer su propio testimonio en el itinerario vocacional, despejando dudas y
temores, mostrando la plenitud de una vida entregada a la causa del Señor…
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+ Otros medios. Dios no se ata en su acción a un medio o procedimiento concreto.


Por eso, “en la forma sólo de Dios conocida”, “por los caminos que sólo él sabe” y que
nosotros ignoramos (Cf. LG 16; GS 22e); AG 7a; UR 3c.d.), puede llamar a todo hombre.
“Los caminos de los hombres no son siempre los caminos de Dios” (Is 55, 8s.). La historia
de las vocaciones nos habla de estos caminos insospechados (Cf. J. Sans Vila, ¿Por qué me
hice sacerdote?, Sígueme, Salamanca).

5. ILUSTRACIÓN DEL TEMA A LO LARGO DE TODA LA BIBLIA


(Cf. C. Mª. Martini-A.Vanhoye, La llamada en la Biblia, Soc. de Ed. Atenas,
Madrid 1983; C. Mª. Martini, La vocación en la Biblia, Sígueme, Salamanca
2002).

+ AT. Nos vamos a referir a algunos “relatos vocacionales” del AT para ilustrar la
mediación de las personas en la vocación de otros. Esto, por supuesto, no invalida el origen
divino de la vocación, sino que nos muestra “cómo” ha querido llamar Dios, teniendo
además en cuenta los casos en que Dios llama directamente.
. Vocación del profeta Eliseo: 1Rey 19, 16.19-21. La mediación personal la
protagoniza el profeta Elías, quien es el que inmediatamente “llama” a Eliseo.
. Vocación de David: 1Sam 16, 1-13. Dios envía a Samuel “a la casa de Jesé” para
que entre sus hijos elija el futuro rey David.
Tanto Elías como Samuel son instrumento de Dios para llamar a sus “ungidos”.
“Hombres como eran, hablaron de parte de Dios” (2Pe 4, 21).

+ NT. Abundan los casos de mediación personal de la vocación. Veamos algunos:


. Vocación de Pablo: Hech 9, 3-6.10-19. Vocación llena de matices interesantes.
Suele presentarse como ejemplo de intervención directa y fulminante de Dios: “Cuando
estaba ya cerca de Damasco, de repente lo envolvió un resplandor del cielo, cayó en tierra
y oyó una voz…”(9, 3-4), pero esa voz del cielo le dice a continuación a Saulo: “Levántate,
entra en la ciudad y allí te dirán lo que debes hacer” (9, 6).
Ahora entra en escena Ananías, de quien Dios se sirve para configurar la vocación
de Saulo: “Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una
visión: ¡Ananías! Él respondió: Aquí me tienes, Señor. Y el Señor le dijo: Levántate, vete a
la calle Recta, y busca en la casa de Judas a un tal Saulo de Tarso” (9, 10-11.15). Ananías
tiene conciencia de ser instrumento de Dios: “Ananías le dijo: Hermano Saulo, Jesús, el
Señor, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la
vista y quedes lleno del Espíritu Santo” (9, 17).
. El Bautista encamina a sus discípulos a Jesús: Jn 1, 27-37. Juan Bautista se remite
a Jesús como alguien superior a él (Jn 1, 27.30), al que llama “Cordero de Dios que quita
el pecado del mundo” (1, 29) y él “bautizará con Espíritu Santo. Y como lo he visto, doy
testimonio de que éste es el Hijo de Dios” (1, 33-34).
Con este preámbulo, Juan pasa a encaminar a sus discípulos a Jesús, funge de
mediador: “Al día siguiente, Juan se encontraba en aquel mismo lugar con dos de sus
discípulos. De pronto vio a Jesús que pasaba por allí, y dijo: Éste es el Cordero de Dios.
Los dos discípulos le oyeron decir esto, y siguieron a Jesús” (1, 35-37).
. Cadena de llamadas en Juan: Jn 1, 39-47. Andrés era uno de los discípulos de Juan
el Bautista que siguieron a Jesús después de conocerlo personalmente (vv. 39-40). Ahora
será el mediador, “el llamado que llama” a su hermano Simón: “Andrés encontró en primer
11

lugar a su hermano Simón y le dijo: Hemos encontrado al Mesías (que quiere decir
Cristo). Y lo llevó a Jesús” (vv. 41-42).
Otro protagonista de la “mediación personal” es Felipe, al que Jesús había invitado a
seguirle (v. 43). Felipe se lo comunica a Natanael: “Felipe se encontró con Natanael y le
dijo: Hemos encontrado a aquél de quien escribió Moisés en el libro de la ley, y del que
hablaron también los profetas: es Jesús, el hijo de José, de Nazaret” (vv. 45-47).
Hemos asistido a una llamada en cascada, que va de unos llamados a otros
formando una cadena. Esta cadena de llamadas se oficializará en la Iglesia hasta hoy
para convertirse en el modo ordinario de llamar de Dios.
. Bernabé avala a Pablo: Hech 9, 13-18. Los recelos que existían contra Saulo, el
antiguo perseguidor de los cristianos, quedan bien documentados en el NT (Hech: Ananías,
9, 13-14; en Jerusalén, 9, 26). Va a ser Bernabé el que disipe las dudas y supere los
prejuicios ante los responsables de Jerusalén: “Entonces Bernabé tomó consigo a Saulo y lo
presentó a los apóstoles. Les contó cómo en el camino Saulo había visto al Señor que le
había hablado, y con qué convencimiento había predicado en Damasco el nombre de
Jesús” (9, 27). La mediación de Bernabé fue decisiva: “Desde entonces, Saulo iba y venía
libremente con los apóstoles en Jerusalén, predicando con valentía el nombre del Señor”
(9, 28).
. Mediación de la comunidad: Hech 13, 2-3. No sólo personas singulares como
hemos visto hasta ahora, sino que también la comunidad ejerce la “mediación de la
llamada” y la encomienda del envío.
Es el caso de la comunidad cristiana de Antioquia, bajo la inspiración del Espíritu:
“Un día, mientras celebraban la liturgia del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo:
Sepárenme a Bernabé y a Saulo para la misión que les he encomendado. Entonces, después
de ayunar y orar, les impusieron las manos y los despidieron” (13, 2-3). Los enviados, al
regreso de su misión, dan cuenta a la comunidad de la tarea realizada (Hech 14, 26-27).
La intervención de la comunidad en la designación de los elegidos y enviados se va
a repetir en la historia de la Iglesia (y de las vocaciones) en casos tan significativos como
Ambrosio y Agustín, y va a establecerse una praxis con siglos de duración como un
exponente de este fenómeno (Cf. J. I. González Faus, Ningún obispo impuesto. Las
elecciones episcopales en la historia de la Iglesia, Sal Terrae, Santander 1992).

6. FUNDAMENTO TEOLÓGICO DE LA PASTORAL VOCACIONAL

Hoy estamos convencidos de que la pastoral vocacional es una tarea importante y


urgente, aunque no es una convicción de última hora, sino que ya Pío XII y Juan XXIII se
refirieron al tema (Cf. Nota 3 de OT).
El Vaticano II, por primera vez en un concilio, la ha puesto en primer plano con
acentos y perspectivas nuevas: “El deber de fomentar las vocaciones afecta a toda la
comunidad cristiana” (OT 2a). Hay que “organizar metódica y coherentemente, y promover
con igual discreción y celo toda la actividad pastoral en el fomento de las vocaciones,
aprovechando para ello todos los recursos útiles que ofrezcan las modernas doctrinas
psicológicas y sociológicas” (OT 2d).
En expresión de Juan Pablo II, “la dimensión vocacional es esencial y connatural a
la pastoral de la Iglesia” (Pastores dabo vobis, n. 34; cf. S. Birignano, “Comunidad y
vocaciones” en Diccionario de Pastoral Vocacional, Sígueme, Salamanca 2005, 233-240;
12

V. Hernández Alonso, “La comunidad de acompañamiento vocacional: un proyecto” en


Todos Uno 76 (1983) 5-19).

Lo que ahora debemos resaltar, a la luz de la exposición de las mediaciones


vocacionales, es el fundamento teológico de la pastoral vocacional, algo que no siempre se
resalta. Con frecuencia, se insiste en la necesidad de la pastoral vocacional debido a la
escasez de vocaciones (que, al fin y al cabo, es una motivación sociológica), pero no puede
ser éste el último motivo. Es la voluntad de Dios manifestada en la mediación de la
vocación a través de toda la Biblia lo que debe impulsar y animar la pastoral vocacional y,
más en concreto, de todos cuantos se ocupen del tema vocacional.

Lo expuesto en el apartado anterior fundamenta bíblica y teológicamente la pastoral


vocacional.. Dios es quien llama (Heb 5, 4; Jn 15, 16), pero ha querido contar para ello con
el hombre. Los discípulos son vistos por Jesús como un don que le hace el Padre para
continuar su obra (Jn 17), y, como tal don o regalo de lo alto, debe ser pedido
confiadamente: “Rogad al Señor de la mies…” (Mt 9, 38). Y convocar a otros como lo hizo
Jesús (Mc 3, 13-14). Oración y acción conjuntamente. He aquí la tarea del promotor
vocacional.

El animador vocacional es una pieza engranada en el plan ordinario de Dios para


convocar al ministerio, para hacer que se introduzca la “dimensión vocacional” en las
pastorales sectoriales y para fomentar una cultura vocacional en la base del pueblo de Dios.
A esto se refirió Juan Pablo II en el Mensaje para la XXX Jornada mundial de oración por
las vocaciones (8-9-1992). Hay que crear un clima, un humus vocacional. El tema está
siendo tratado con atención (Cf. D. Lerga, “Hacia la creación de un clima vocacionante” en
Todos Uno 71 (1982) 73-80; G. Uribarri, “Hacia una cultura vocacional” en Sal Terrae 88
(2000) 683-693; J. E. Vecchi, “Cultura de la vocación” en Diccionario de Pastoral
Vocacional, Sígueme, Salamanca 2005, 325-334).

La figura del promotor vocacional ha cobrado entidad en la Iglesia de hoy y se le


considera un cargo importante en los ámbitos eclesiales (Cf. W. Magni, “Animador
vocacional” en Diccionario de Pastoral Vocacional…, 70-75; IVMA, “El promotor
vocacional” en Seminarios 22 (1976) 5-12).

El promotor vocacional debe formarse adecuadamente para su ministerio específico,


no basta la buena intención. Su tarea hoy lo requiere de modo especial. Vamos contando
con auxilios para ello (Cf. L. Rubio Morán, “La preparación de los agentes de la pastoral
vocacional” en Seminarios 29 (1983) 11-32; A. Cencini, “Formación del animador
vocacional” en Diccionario de Pastoral Vocacional…, 518-522; R. Sacco, “Formar a los
animadores de la pastoral vocacional” en Seminarios 48 (2002) 357-375).

Aparecida: Pastoral vocacional y formación de las vocaciones, nn. 314-327

Apéndice. PARÁBOLA SOBRE EL PROMOTOR VOCACIONAL: Mt 20, 3-7

“Salió a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo:
Vayan también ustedes a mi viña…Salió de nuevo a mediodía y a primera hora de la tarde
13

e hizo lo mismo. Salió por fin a media tarde, encontró a otros que estaban sin trabajo y les
dijo: ¿Porqué están aquí todo el día sin hacer nada? Le contestaron: Porque nadie nos ha
contratado. Él les dijo: Vayan también ustedes a mi viña”.

Glosa. Interiorizar el personaje del dueño de la viña:

. Salió.., salió…, salió… a todas las horas (de la vida del llamado; la llamada es
siempre puntual, no hay vocaciones “tardías”, cualquier edad es adecuada)
. Estaban en la plaza sin trabajo (cuando hay tanto que hacer en la Iglesia, y los
obreros son pocos)
. Estaban sin trabajo porque nadie los había contratado (faltó el mediador
vocacional, el que les mostrara que servían para algo)
. VAYAN TAMBIÉN USTEDES A MI VIÑA (Invitación a trabajar en la
la viña del Señor, “el llamado que llama”).
Amén.
14

LA MINISTERIALIDAD EN EL NUEVO TESTAMENTO


El servicio, cima en la escala de valores

Román Sánchez Chamoso

El ministerio en el NT nos ofrece diversas perspectivas o ángulos desde los cuales


puede ser contemplado. El ministerio se despliega así en varias direcciones. Es lo que
veremos a continuación (Para una visión general, cf. C. Mª. Martini-A. Vanhoye, La
llamada en la Biblia, Soc. de Ed. Atenas, Madrid 1988; C. Mª. Martini, La vocación en la
Biblia, Sígueme, Salamanca 2002; AA. VV., Ministerio y ministerios según el Nuevo
Testamento, Cristiandad, Madrid 1975).

1. EL CONCEPTO BÍBLICO DE MINISTERIO. Perfiles y consecuencias.

Ministerium es la versión latina del término griego “diakonía”, y ambos términos


significan servicio. Esto nos sitúa en el corazón mismo del NT y de la originalidad
cristiana. “Diácono” es servidor (Jn 12, 26; Mt 20, 28). “Teología de la diaconía”.

El ministerio es el fruto de un don o gracia del Espíritu Santo, pues todo ministerio
tiene en la base un carisma o don del Espíritu. En este sentido, el hombre no tiene
ministerio (vocación), sino que es tenido por él.; no elijo el ministerio (vocación), sino que
soy elegido por él; no soy dueño, sino “administrador de la gracia recibida” (1Pe 4, 10). Es
Otro el que imprime una determinada orientación a mi existencia, y le hace ser de una
forma determinada (Cf. 1Cor 12, 28-30; 4, 11).

El ministerio (vocación) es por naturaleza transitivo, es decir, rebasa al que lo recibe


y se proyecta sobre los demás. El ministerio es fundamentalmente funcional (pastoral), lo
que significa la expropiación de la persona que lo recibe. “A cada uno se le concede la
manifestación del Espíritu para el bien de todos” (1 Cor 12, 7; cf. 12, 18ss.)). “Cada uno
ha recibido un don, póngalo al servicio de los demás” (1Pe 4, 10; cf. 1Cor 14, 26; Ef 4, 11-
12; Rom 12, 6-8), “para la edificación del Cuerpo de Cristo” (Ef 4, 12), “para el bien de
la Iglesia” (1Cor 14, 26). Esto hace del portador del ministerio un benefactor de los demás.
Queda así sentado un gran principio bíblico: “lo prioritario es la tarea”, no la persona
portadora del don o carisma (Enfoque contracultural).

El ministerio (vocación) confiere al sujeto agraciado con él un nuevo ser o


personalidad. La llamada es creadora: la Palabra de Dios crea el mundo (Gén 1-2), crea el
pueblo (1 Pe 2, 10; Os 2,25; Ex 19, 1ss; 20, 1ss; 24, 8; 34, 10), la palabra-llamada de Jesús
crea a los Doce: “Y los hizo Doce” (Mc 3, 14: crea el apostolado), y así los ministerios en el
NT. El portador del ministerio es un ser o existencia-ministerio.

“Segregados” ministerialmente, no sociológicamente. Una extensa galería bíblica


nos lo muestra. Veámoslo a partir del cambio de nombre.

El nombre en la Biblia es “teofórico” y, por otra parte, nos abre a la identidad de la


persona. Dar a alguien un “nombre nuevo” es conferirle un “ser nuevo” (pasa a ser otro ser
15

y deja de ser lo que era); es un acto creador. La persona se identifica con la misión;
cambiada ésta, cambia la persona:

. Abram deviene Abrahám (“Padre de muchedumbres”: Gén 7, 4-8)


. Jacob deviene Israel, “fuerza de Dios”
. Simón deviene Pedro, “roca firme”
. Jesús: equivale a Salvador; “Y le pondrá por nombre Jesús” (Lc 1, 31), “porque él
salvará a su pueblo” (Mt 1, 21).

La misión cambia el rumbo de la vida de Pablo y Bernabé, éstos son “segregados”


ministerialmente al asignárseles una misión nueva (Cf. Hech 13, 2; 14, 26; PO 3). Lo
mismo ocurre con los discípulos llamados por Jesús: “Y dejándolo todo (lo que eran hasta
entonces) le siguieron” (Mc 1, 18.20; Mt 4, 20.22; Lc 5, 11), de profesionales de la pesca,
pasarán a ser “pescadores de hombres” (Mt 4, 19).

El nuevo ser que confiere la vocación lo expone ampliamente Pablo cuando habla
de haber sido “constituidos o instituidos” en el ministerio; es más que un simple
“nombramiento o designación”, se comienza a ser algo que no se era.
(Cf. G. Pasini, “Servicio” en Diccionario de Pastoral Vocacional, Sígueme, Salamanca
2005, 1030-1035; L. Arrieta, “El poder en la Iglesia. ¿Poder para dominar o poder para
servir y liberar?” en Sal Terrae 84 (1996) 35-51).

2. CIMA DE LA ESCALA DE VALORES

Referencia básica. “Jesús los llamó y les dijo: Ustedes saben que los jefes de las
naciones las gobiernan tiránicamente y que los dirigentes las oprimen. No debe ser así
entre ustedes. El que quiera ser importante entre ustedes, sea su servidor, y el que quiera
ser el primero, que sea su esclavo. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha
venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos” (Mt 20, 25-28 par.)
El pasaje lo refieren los tres sinópticos, y nos introduce en el mismo corazón del
cristianismo. A la zaga de Jesús, el amor se hace servicio, y éste en pauta y norma de vida
El Vaticano II asevera: “El hombre no puede encontrar su propia plenitud si no es en la
entrega sincera de sí mismo a los demás” GS 24c).

Los hermanos zebedeos piden ocupar los primeros puestos (aspiración compartida
por los demás discípulos: Mt 20, 24). Jesús les responde a unos y otros que “no saben lo
que piden” (Mt 20, 22), que han orientado mal sus aspiraciones. Es otra la escala de valores
que establece Jesús para que el hombre alcance la estatura querida por Dios. (Enfoque
contracultural).

En la escala humana de valores, la autoridad y el poder, el ser importante y primero


ocupan uno de los primeros puestos; Jesús pone como ejemplo a “los jefes de las naciones”
y a los “dirigentes”. La reacción de Jesús es tan tajante como paradójica para el modo de
pensar del mundo: “No debe ser así entre ustedes” o, en otro lugar, “no se dejen llamar
jefes” (Mt 23, 10). Comenta un exegeta: “En ningún otro lugar del NT queda expresada con
igual claridad y eficacia la distinción, o mejor, la oposición fundamental entre el señorío
mundano y el ideal cristiano de servicio” (J. Schmid).
16

Jesús no condena la aspiración a “ser grande, primero o importante” como hemos


escuchado de sus labios, pero lo hace residir en el servicio, no en el poder. Es el liderazgo
como servicio, no como dominio, prepotencia o privilegio. La revolución operada es total:
“primero”, “importante” y “grande” se identifican en el Evangelio con el servidor y el
esclavo.

Y hay más. Jesús nos descubre su propia identidad, a modo de espejo en el que
debemos mirarnos: “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir”. Dicen
los exegetas que “esta sentencia es una de las más importantes de los evangelios” (V.
Taylor). He aquí la referencia obligada para sus seguidores: “Si yo, el Maestro y el Señor,
os he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado
ejemplo, para que como yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan” (Jn 13, 14-
15). Tenemos un ejemplo o espejo, no estamos ante una desnuda teoría. Es posible, porque
Alguien ha recorrido antes ese camino.
Contamos, pues, con la doctrina y la praxis de Jesús. Palabra y praxis se refuerzan
mutuamente. ¿Qué es más elocuente, la palabra o la praxis?

Subversión de primero y último, rango y precedencia. “Muchos primeros serán


últimos y muchos últimos serán primeros” (Mt 19, 30; 20, 16 par.).

Dios tiene su escalafón, pero subversivo del nuestro, invierte la catalogación social
que establece el mundo. “El más pequeño entre ustedes es el más importante” (Lc 9, 48) y
“el mayor de ustedes será el que sirva a los demás” (Mt 23, 11).

Los dirigentes de la Iglesia. ¿Primeros o últimos? ¿Señores o siervos?


Parece ser que Mateo se está dirigiendo a los directores de la comunidad, que corren
el peligro de considerarse (o ser considerados) mayores o importantes al modo del mundo.
¿Qué decir al respecto? Tengamos en cuenta dos puntos:

+ Por una parte, Jesús no fundó una Iglesia acéfala y sin directores, más aún, avala a
los que él envía, los considera sus representantes según el testimonio unánime de los
evangelios: “El que los recibe a ustedes, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe al
que me envió” (Mt 10, 40; cf. Mc 9, 41; Lc 10, 16; Jn 13, 20). Los que Jesús pone al frente
de la comunidad gozan de un especial estatuto de representatividad querido por el mismo
que los envía.
El Evangelio no niega la autoridad, la presidencia, la dirección. Entre los carismas,
se cuenta con el de “dirigir la comunidad” y el de la “enseñanza”(1Cor 12, 28; cf. Rom 12,
7), el de “pastores y doctores” (Ef 4, 11), es decir, hay dirigentes, guías y maestros. Jesús
mismo reconoce e instituye líderes (Los Doce: Mc 3, 14; Mt 19, 28; Juan el Bautista: Mt
11, 9.11; Pedro: Mt 16, 18-19; Jn 21, 15-17).
+Por otra parte, Jesús nos habla de un nuevo sentido de la autoridad y de un nuevo
estilo, dice cómo deben hacer uso de su posición directiva: poniéndose al servicio de los
demás. La autoridad como servicio. La primera comunidad se hace eco del nuevo
planteamiento cuando dice a los dirigentes: “Apacienten el rebaño que Dios les ha
confiado, no como déspotas, sino como modelos del rebaño” (1Pe 5, 2-3).
17

Apacentar: no rotundo al despotismo tiránico o a buscar el provecho propio. Ha


entrado en escena un nuevo modelo de jefatura, que, en términos del NT, se denomina
pastoreo. La grandeza y primacía consistirá ahora en el servicio desinteresado a los demás,
a cuyo bien debe estar ordenada toda ambición (Cf. 1Cor 7, 19-23; 2Cor 4, 5). Dios quiere
que los dirigentes estén lejos de toda “voluntad de poder”. Se ha inaugurado un nuevo tipo
de autoridad: el servicio de la autoridad.
+ Por último, desde la humildad y el servicio se fragua la auténtica grandeza ante
Dios y su original escalafón: “El que se engrandece será humillado, y el que se humilla
será engrandecido” (Mt 14, 12; 23, 18; Lc 14, 11; 18, 14).
(Cf. R. Sánchez Chamoso, Vocación cristiana y liderazgo, Trípode, Caracas 2003, 105-118)

3. AMOR QUE SE HACE SERVICIO. “Esclavos por el amor”

Ha sido Pablo, el “teólogo de la libertad”, el primero que profundizó en el sentido


cristiano que entraña la libertad y su puesto en la escala de valores cristianos.

Libertad. Valor supremo en la escala de valores humanos y de toda antropología, y,


para el creyente, un sello distintivo del que es “imagen de Dios”. “La verdadera libertad es
en el hombre el signo eminente de la imagen divina: GS 17” (Catecismo de la Iglesia
Católica, n. 1712). “El hombre es racional, y por ello semejante a Dios; fue creado libre y
dueño de sus actos” (Ireneo, Adv. haer. 4, 43).
Pero, ¿es la libertad el supremo valor cristiano? Esto es lo que cuestiona Pablo.
Tratemos de explicarlo.

Liberación y libertad. La humanidad camina hacia la libertad por vía de la


liberación. Pero la liberación es de… (lazos que atan al hombre), la liberación es, en
definitiva, la empresa y el anhelo de los que son esclavos.
Más allá de la liberación está la libertad, obra de Cristo: “Para ser libres nos ha
liberado Cristo” (Gál 5, 1). “Es cierto, hermanos, que han sido llamados a la libertad”
(Gál 5, 13). En resumen: liberación para los esclavos; libertad para los hijos de Dios.
Incluso la creación aspira “con dolores de parto” a la libertad porque está
esclavizada por la corrupción (Cf. Rom 8, 20-21).

Pablo da ahora un paso original. La adquisición de la libertad no es el final del


itinerario. ¿Qué hacer con la libertad adquirida? Pablo responde: es una libertad para…, no
es la meta suprema, sino que se subordina al amor que se hace servicio a los demás. Éste
será el lema de Pablo: “Háganse esclavos los unos de los otros por el amor” (Gál 5, 13), es
el camino seguido por el Apóstol: “Siendo como soy plenamente libre, me ha hecho esclavo
de todos, para ganar a todos los que pueda” (1Cor 9, 19). Sorprendentemente, la libertad
cristiana desemboca en el amor a los demás: “Con nadie tengan deudas, a no ser la del
amor mutuo” (Rom 13, 8).

Esta es una de las paradojas cristianas.: la libertad se hace servicio, con palabra
paulinas más fuertes, se hace esclavitud. El servicio es la cumbre del mensaje cristiano si es
fruto del amor y de la fe. Dicho de otra forma: el amor se hace servicio, o, en otra fórmula
paulina, “lo que vale es la fe que actúa por medio del amor” (Gál 5, 6). “No grita libertad
más que el esclavo, el pobre esclavo; el libre grita amor” (Unamuno).
18

Una libertad que no se traduce en amor –nos dice Pablo- es una “libertad como
pretexto para satisfacer los apetitos desordenados” (Gál 5, 13); libertad para el egoísmo,
no para el servicio a los demás.

4. PLURALIDAD DE MINISTERIOS EN EL NUEVO TESTAMENTO


(Cf. AA. VV., El Ministerio y los ministerios según el Nuevo Testamento,
Cristiandad, Madrid 1075)

Un principio bíblico, corroborado ampliamente por el concilio Vaticano II, es el


rechazo del monopolio ministerial. Otros son los derroteros de la Biblia y de la teología
actual. La pluralidad ministerial cristiana guarda un parentesco con el “principio de
subsidiaridad”

Fundamento bíblico. Todo ministerio cristiano tiene en la base un “carisma” o don


del Espíritu. Pero los carismas son diversos, como diversos son los servicios y
actividades. Pablo lo expresa con suma claridad: “Hay diversidad de carismas, pero el
Espíritu es el mismo. Hay diversidad de servicios, pero el Señor es el mismo. Hay
diversidad de actividades, pero uno mismo el Dios que activa todas las cosas en todo”
(1Cor 12, 4-6).

Pablo habla de lo que se concede a uno y a otro (Cf. 1Cor 12, 8-10) y concluye que
“el Espíritu reparte a cada uno sus dones como él quiere” (1Cor 12, 11), con lo que
queda avalado todo ministerio cristiano a partir del “don recibido”.
El mismo Pablo se pregunta: “¿Son todos apóstoles? ¿Hablan todos de parte de
Dios? ¿Enseñan todos?...” (1Cor 12, 29-30). Los ministerios son variados. La
diversidad-pluralidad de ministerios la ilustra Pablo con la imagen del cuerpo,
compuesto de diversos miembros con función propia a cada uno (Cf. 1Cor 12, 14-18).
“Ahora bien, ustedes forman el Cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro de ese
cuerpo” (1Cor 12, 27; cf. 3, 17; 2Cor 6, 16).

Es Dios quien establece la diversidad de ministerios, “el que constituye a unos


apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas y a otros pastores y doctores” (Ef 4, 11)

Hay jerarquía de carismas, pero no monopolio, y dicha jerarquía viene determinada


por “el lugar que Dios ha asignado a cada uno en la Iglesia” (1Cor 12, 28). Este lugar
en la Iglesia no es igualmente importante en cada caso.
Por otra parte, “hay carismas más valiosos”, y el que está por encima de todos o el
“camino más excelente” (1Cor 12, 31) es la caridad (Cf. 1 Cor 13).

No hay nadie sin carisma, sin vocación o ministerio: “Cada uno ha recibido un don;
póngalo al servicio de los demás” (1Pe 4, 10; cf. 1Cor 12, 28); “a cada uno de
nosotros ha sido dada la gracia según la medida del don de Cristo” (Ef 4, 7). Dios, por
medio del don que otorga a cada uno, lo habilita para el ministerio: “capacita así a los
creyentes para la tarea del ministerio y para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef 4,
12).
19

La pluralidad de carismas y ministerios en el NT será la base y explicación de la


floración de los numerosos Institutos religiosos en la historia de la Iglesia bajo la
inspiración del Espíritu.

La pluralidad de ministerios nos llevará a otro tema: la complementariedad de


carismas y ministerios.

5. PLURALIDAD DE MINISTERIOS EN LA IGLESIA

Recordemos el dato del Vaticano II al hablar de “ministerios” (en plural) en muchos


de sus documentos.

La primitiva Iglesia tenía clara conciencia de la pluralidad de ministerios, y se


organizó y vivió en consecuencia. Un testimonio del finales del siglo I: “Enhorabuena que
uno tenga carisma de fe, que otro sea poderoso en explicar los conocimientos, otro en el
discernimiento de discursos, otro casto en su conducta. El hecho es que cuanto mayor
parezca uno ser, tanto más debe humillarse y buscar no tanto su propio interés, sino también
el de la comunidad” (Clemente Romano, Carta a los corintios, cap. 48, 6).

La pluralidad de ministerios de que da fe el NT se ha conservado en la Iglesia,


plasmándose en su historia, sobre todo, en tres grandes grupos por medio de los cuales se
actúa y expresa la esencial ministerialidad de la Iglesia, abarcando, por tanto, a todos sus
miembros: “ministerio ordenado”, “ministerio de la vida consagrada” y “ministerio del
laicado” (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica: jerarquía (nn. 871-896.1536-1571), vida
consagrada (nn. 914-933.944-945), laicado (nn. 897-913.940-943).

Cada uno de estos grupos funge un papel peculiar y, a la vez, forman en conjunto un
“cuerpo ministerial” o una “Iglesia de servicios”. El Vaticano II ha tratado el tema
ampliamente. (R. Gerardi, “Ministerios eclesiales” en Diccionario de Pastoral Vocacional,
Sígueme, Salamanca 2005, 686-693; AA. VV., “Ministerio y ministerios” (monográfico) en
Communio 6 (1996); AA. VV., Los ministerios en la Iglesia. Perspectivas teológicas y
realidades pastorales, Sígueme, Salamanca 1984 y también en Seminarios n. doble 93-94).

Los ministerios en la Iglesia tienen un carácter funcional (hoy diríamos mejor


pastoral) pues han surgido para dar respuesta a situaciones determinadas. Si no cumplen esa
función, desaparece su razón de ser. He aquí un reto a la fidelidad a la misión
encomendada. De hecho, la historia de la Iglesia nos habla de desaparición de instituciones
eclesiales cuya función ha perdido sentido por infidelidad a su origen o por disposición de
la Iglesia en cuyas manos está tanto el reconocimiento como la organización de los
ministerios.
20

DIMENSIÓN VOCACIONAL DEL HOMBRE


La vocación del hombre en el Vaticano II: GS

Román Sánchez Chamoso

La misión evangelizadora de la Iglesia tiene que incluir la “dimensión vocacional”,


pues se trata de encontrar la vocación de la persona humana en cuanto tal persona en el plan
de Dios y de formar mensajeros del Evangelio. Se trata, en un primer momento, de entender
la vida humana bajo el prisma de la vocación
Hay, por tanto, un primer paso en la labor vocacional que tiene que ser dirigida a
todo hombre, previamente a la consideración de las vocaciones particulares que reciben los
hombres concretos, de lo que se ocupa la pastoral vocacional específica.
(Sobre el carácter comunitario de la vocación humana, cf. Catecismo de la Iglesia Católica,
nn. 1878-1885. Véase en general S. Pintor, “Evangelización” en Diccionario de Pastoral
Vocacional, Sígueme, Salamanca 2005, 485-490; F. Sebastián Aguilar, Nueva
evangelización, Encuentro, Madrid 1991)

1. EL HOMBRE, SER VOCACIONADO

Todo hombre es fruto de una llamada, se origina en la Palabra creadora de Dios: “Y


dijo Dios: Hagamos a los seres humanos” (Gén 1, 26). El hombre es, por tanto, vocación
en su misma raíz. Todo lo que existe es un “ser llamado”. Todo hombre tiene vocación por
el hecho de ser hombre (Pablo VI). Tenemos que acostumbrarnos a ver al hombre bajo esta
perspectiva.
Dios es el autor de esta vocación del hombre en dos vertientes: por el origen o
procedencia y por el destino, papel o tarea de cada hombre. Toda vocación divina lleva
inscrita una misión, Dios llama a la existencia para algo, y, de modo especial, en el caso del
hombre.

Todo existe a partir del “corazón” de Dios, es obra de su amor, pero especialmente
el hombre, elevado a ser “imagen de Dios”, emparentado con Dios, y con un papel peculiar
en el plan de Dios, que se plasmará en un “proyecto de vida” (Cf. AA. VV., “La vocación:
proyecto de vida” en Todos Uno (monográfico) 74 (1983); E. Brena, “Proyecto de vida” en
Diccionario de Pastoral Vocacional…, 953-958; J. Martín Velasco, “La opción
fundamental: ¿quién soy yo?, ¿qué voy a hacer de mi vida? en Sal Terrae 82 (1994) 251-
263; G. Sovernigo, Proyecto de vida. En busca de mi identidad, Soc. de Ed. Atenas, Madrid
1994).

2. EL VATICANO II Y LA VOCACIÓN DEL HOMBRE: GS

El Vaticano II ha desarrollado ampliamente el tema: “La Iglesia y la vocación del


hombre” (GS 11-45), refiriéndose y dirigiéndose a todo hombre. Nos serviremos de esta
actitud del concilio como soporte principal para desarrollar el tema que estamos tratando en
lo que tiene que ver con la pastoral vocacional. Exponemos los pasos principales, cediendo
la palabra al mismo concilio:
21

+ La vocación del hombre es de naturaleza teológica. Aquí se distancia y se


distingue la teología de la perspectiva de las antropologías elaboradas por el hombre. Dice
el Vaticano II: “La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del
hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado a la unión
con Dios… y sólo puede decir que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce
libremente ese amor y se confía por entero a su Creador” (GS 19a).

La especialísima relación del hombre, de todo hombre, con Dios la expresó ya la


primera teología con el gran principio de S. Ireneo: “La gloria de Dios es que el hombre
viva, y la vida del hombre es la gloria de Dios”. Dios y hombre estrechamente relacionados
e interdependientes. Pablo había escrito a sus fieles: “En cualquier caso, ya coman, ya
beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo para gloria de Dios” (1Cor 10, 31). En la
vocación del hombre, en su vida como vocación, se da necesariamente el encuentro Dios-
hombre. El acceso a esta grata realidad nos lo proporciona la fe. “La fe todo lo ilumina con
nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la entera vocación del hombre. Por ello, orienta
la mente hacia soluciones plenamente humanas” (GS 11a)

+ La vocación del hombre es divina. Así lo afirma categóricamente el Vaticano II:


“La vocación suprema del hombre es una sola, es decir, es divina” (GS 22e). Este pasaje del
concilio es fundamental y abarca a todo hombre, no es pensable en cristiano una vocación
humana que se agote en el ámbito puramente intramundano. Esto es una pauta para
entender la singular estima que Dios tiene del hombre, como lo expresa el siguiente pasaje:
“El hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma” (GS 24c).

La vocación divina es una oferta o invitación a los hombres, no una coacción, por lo
que puede ser reconocida y aceptada o rechazada (Cf. DH 11a). Éste es el estilo de Dios.
“Todos los hombres están invitados a esta unión con Cristo” (LG 3). Se nos abre así a la
perspectiva cristológica.

+ Perspectiva cristológica. La vocación del hombre, el “misterio del hombre” está


asociado al “misterio pascual”. El esclarecimiento del “misterio del hombre” (Cf. GS 10b;
22a; 41a; AG 8a) queda iluminado por Cristo. “Bajo la luz de Cristo, imagen de Dios
invisible, primogético de toda la creación, el concilio habla a todos para esclarecer el
misterio del hombre y para cooperar en el hallazgo de soluciones que respondan a los
principales problemas de nuestra época” (GS 10b; cf. 22f), “manifiesta plenamente el
hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” (GS 22a), porque
Cristo “se hizo verdaderamente uno de los nuestros” (GS 22b).
Esta sublime realidad no afecta sólo a los cristianos, sino al hombre en cuanto tal, a
todo hombre, como nos recuerda el concilio: “Esto vale no solamente para los cristianos,
sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de
modo invisible” (GS 22a); por medios sólo de Dios conocidos, todos los hombres se
asocian al misterio pascual (Cf. GS 22e).

Estamos ante uno de los grandes aportes de la teología a la antropología. “Cristo


descubre al hombre la sublimidad de su vocación” y el hombre “encuentra en él su fuente y
su corona” (GS 22a). Por eso, el Vaticano II puede afirmar dirigiéndose a todo hombre: “El
22

que sigue a Cristo, hombre perfecto, se perfecciona cada vez más en su propia dignidad de
hombre” (GS 41a)

+ Papel del Espíritu. El Espíritu Santo “ofrece a todos la posibilidad de que, en la


forma de sólo Dios conocida, se asocien al misterio pascual” (GS 22e). Cristo, por medio
del Espíritu Santo, “da luz y fuerza al hombre a fin de que pueda responder a su máxima
vocación” (GS 10b).

+ Rol de la Iglesia. La Iglesia es compañera de viaje de la humanidad, “avanza


juntamente con toda la humanidad” (GS 40b), comparte con ella “gozos y esperanzas,
tristezas y angustias… nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su
corazón… La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de
su historia” (GS 1, espléndido pórtico de todo el documento y síntesis exacta del mismo).

En consecuencia, la Iglesia, “el concilio Vaticano II se dirige ahora no sólo a los


hijos de la Iglesia católica y a cuantos invocan a Cristo, sino a todos los hombres… La
Iglesia tiene, pues, ante sí a la entera familia humana” (GS 2). El hombre se convierte en el
programa de la Iglesia, pues “es la persona del hombre la que hay que salvar” (GS 3a);
decididamente, “el hombre es el camino de la Iglesia” (Juan Pablo II, Encíclica “Redemptor
hominis”).

La Iglesia actúa con la más profunda convicción: “Al manifestar a Cristo, la Iglesia
revela con ello a los hombres la auténtica verdad de su condición y de su vocación entera”
(AG 8a; GS 41a). De esta forma, actúa “como fermento y como alma de la sociedad, que
debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios” (GS 40b).
(Sobre Iglesia y vocación-destino del hombre, cf. J. Collantes, La Iglesia de la Palabra,
BAC, II, Madrid 1972, 254-332)

3. ALGUNOS VALORES Y VERTIENTES HUMANOS MÁS RESALTADOS

Dejaremos la palabra al mismo concilio, a sus textos sin glosa:

+ Valores humanos y su fuente divina. “El Vaticano II es consciente de que los


valores que hoy disfrutan de máxima consideración se enlazan de nuevo con su fuente
divina” (GS 11b).

+ Tarea humanizadora del concilio. El Vaticano II pretende “humanizar la familia


humana y toda su historia” (GS 40c), dando respuesta a puntos tan importantes para el
hombre como el “enigma del dolor y de la muerte” (GS 22f).

+ Sentido profundo de la actividad humana. La Iglesia “cura y eleva la dignidad de


la persona, consolida la firmeza de la sociedad y dota a la actividad diaria de la humanidad
de un sentido y una significación mucho más profundos” (GS 40c).

+ Fraternidad universal. El Vaticano II sabe que “al proclamar la altísima vocación


del hombre y la divina semilla que en éste se oculta, ofrece al género humano la
23

colaboración de la Iglesia para lograr la fraternidad universal que responda a esa vocación”
(GS 3b).

+ La entrega de sí mismo a los demás es el camino de la plenitud. “El hombre no


puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás”
(GS 24c).

4. COLOFÓN: LA IGLESIA APUESTA POR EL HOMBRE

Textos de Pablo VI en la clausura del Vaticano II (7-12-1965), la primera glosa


magisterial del concilio. El Papa respondía así al reparo de algunos padres conciliares que
consideraban que el concilio se había ocupado demasiado de lo humano y terreno y, por
otra parte, al mundo que considera a la Iglesia alejada de la problemática de los hombres.

“¿Se ha desviado acaso la mente de la Iglesia en concilio hacia la dirección antropocéntrica


de la cultura moderna? Desviado, no; vuelto, sí” (n. 14).

“No se llame inútil una religión como la católica, la cual, en su forma más consciente como
es la conciliar, se declara toda a favor y en servicio del hombre… La religión católica es para la
humanidad; en cierto sentido, ella es la vida de la humanidad” (n. 14).

“La Iglesia se ha declarado casi la sirvienta de la humanidad. Toda la riqueza doctrinal se


orienta en una única dirección: servir al hombre” (n. 13).
.
“Nuestro humanismo se hace cristianismo, nuestro cristianismo se hace teocéntrico; tanto
que podemos afirmar también: para conocer a Dios es necesario conocer al hombre” (n. 16). “Para
conocer al hombre, al hombre verdadero, al hombre integral, es necesario conocer a Dios” (n. 15).

“Amar al hombre para amar a Dios. Amar al hombre –decimos-, no como instrumento, sino
como primer término trascendente, principio y razón de todo amor” (n. 17).

“La historia antigua del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del concilio. Una
simpatía inmensa lo ha penetrado todo” (n. 8).

El Papa concluye:

+“Vosotros, humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas,


conferidle siquiera este mérito y reconoced nuestro humanismo: también nosotros –y más que
nadie- somos promotores del hombre” (n. 8), “éste es el significado religioso del concilio” (n. 6), el
“valor humano del concilio” (n. 14).

+ “El concilio ha enviado al mundo contemporáneo, en lugar de deprimentes diagnósticos,


remedios alentadores; en vez de funestos presagios, mensajes de esperanza; sus valores no sólo han
sido respetados, sino honrados, sostenidos sus incesantes esfuerzos, sus aspiraciones purificadas y
bendecidas” (n. 9).

+ “Hemos aprendido a amar más y a servir mejor” (n. 18).

+ “ESTE CONCILIO ENTREGA A LA HISTORIA LA IMAGEN DE LA IGLESIA


CATÓLICA” (n. 1).
24

5. Apéndice: REFLEXIÓN TEOLÓGICA DE K. RAHNER

(K. Rahner, “El Dios cristiano como principio y fundamento trascendente de la


historia de la salvación” en Mysterium salutis, II, 3ª ed., Cristiandad, Madrid 1992)

El ser y la vocación del hombre (vocación divina) hay que entenderla a partir de la Trinidad,
no sólo desde la perspectiva cristológica vista antes.

Formulación. “El ser humano sólo llega a comprenderse cuando se comprende como aquél
al que se dirige esta comunicación divina”, y así, “el misterio de la Trinidad es el misterio
último de nuestra propia realidad, y lo experimentamos precisamente en esa realidad” (292-
293), “ambos misterios forman un misterio insondable” (288), y dicen referencia a la “esencia
de aquél a quien se dirige la autocomunicación” (318).

El misterio trinitario se introduce “en la situación del hombre” (316), con lo que se alude “a
la constitución esencial de las criaturas humanas”, donde se pone de manifiesto que el misterio
de Dios Trino y el misterio del ser humano están recíprocamente referidos.

De esta forma se explica que el hombre sea “capaz de Dios”, capaz de diálogo con Dios,
alteridad respecto de Dios y distinto de Dios, pero “aquél al que Dios va a dirigir su
autocomunicación como condición de posibilidad de ésta” (317). El Dios que se da como
“persona” presupone un ser personal que lo recibe. En conclusión, el hombre es “capaz de
Dios” porque es su “imagen y semejanza”.

Por tanto, a la perspectiva cristológica para entender el ser y misterio del hombre, debe
añadirse la perspectiva trinitaria.
25

EL CONCILIO PLENARIO DE VENEZUELA Y EL MINISTERIO PASTORAL


La pastoral vocacional, el “evangelio de la vocación” y la cultura vocacional

Román Sánchez Chamoso

El Concilio Plenario de Venezuela (CPV) ha tratado en el documento “Obispos,


presbíteros y diáconos al servicio de la Iglesia comunión”, sobre todo en la tercera parte:
“Desafíos, orientaciones pastorales y normas conciliares”, el tema de la pastoral vocacional,
la vocación y especialmente la vocación sacerdotal. Veamos las ideas principales.

1. ACOTANDO EL TERRENO

“Ministerio pastoral” puede entenderse en sentido amplio y, en este caso, designa el


ministerio de todo agente eclesial, y puede entenderse en sentido estricto y más técnico en
teología y, en este caso, designa el ministerio de los pastores, es decir, del ministerio
ordenado o jerarquía. En este sentido lo entiende el Vaticano II cuando dice que “se
complementan mutuamente el apostolado seglar y el ministerio pastoral” (AG 6a). Éste es
el sentido que le da el documento conciliar referido: “Ministerio pastoral” (n. 1) o
“ministerio jerárquico” (n. 2; cf. nn. 54-56), y el que le damos en este trabajo.

Como indica el subtítulo, nos limitaremos principalmente a tres puntos: a) La


pastoral vocacional; b) El “evangelio de la vocación”; c) La cultura vocacional. Las citas
que hacemos van seguidas el número correspondiente del documento del CPV.

2. CAPÍTULOS MÁS RESALTANTES

Desafío 1. Vocación y pastoral vocacional


Se insiste en el fomento de la cultura vocacional en el pueblo de Dios: “Promover
en todos los niveles y dimensiones del quehacer eclesial un decidido anuncio del Evangelio
de la vocación (fórmula de Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, n. 39) con el fin de caminar
hacia una cultura vocacional en la Iglesia de Venezuela” (n. 193; cf. n. 218). Por tanto, la
pastoral vocacional no se puede circunscribir a un momento puntual, sino que debe
impregnar toda la pastoral de la Iglesia.

Tenemos que remontarnos al Vaticano II, en concreto al decreto “Optatam totius” n.


2, el primer documento de un concilio que se ocupa de la pastoral vocacional. Más aún, se
trata ampliamente el tema de la “cultura vocacional” (sin usar esta terminología) al insistir
en el comienzo de cada uno de los parágrafos del citado número sobre el tema en dos
direcciones: a) Hay que mentalizar a toda la comunidad cristiana en el trema vocacional; b)
Todo el pueblo de Dios tiene una participación activa, un papel y un cometido vocacional.

Hay que resaltar el tema “novedad” de la cultura vocacional. Fue introducido por
Juan Pablo II (Mensaje para la XXX Jornada mundial de oración por las vocaciones: 8-9-
1992, y repetido en el Mensaje para la Jornada del año 2000).
26

La “cultura vocacional” actúa a modo de la plataforma antropológica a partir de la


cual hablamos de vocación de cualquier vocación. Por cultura vocacional entendemos ese
clima, ambiente o atmósfera (esa información y mentalidad general) dominante en un
momento o tiempo determinado desde el que valoramos, positiva o negativamente, lo
vocacional. En este sentido, nuestro tiempo es poco propicio a la acogida y valoración
positiva, incluso en ambientes eclesiales. Estamos muy lejos de entender la vocación como
“buena noticia” (Evangelio de la vocación)

Es muy escasa la conciencia del pueblo sobre cultura vocacional (Cf. n. 152), por lo
que es abordado el tema hoy por los que se ocupan de la pastoral vocacional (Cf. n. 178).
(Algunas publicaciones: J. E. Vecchi, “Cultura de la vocación” en Diccionario de Pastoral
Vocacional, Sígueme, Salamanca 2005, 325-334; D. Lerga, “Hacia la creación de un clima
vocacionante” en Todos Uno 71 (1982) 73-80; G. Uribarri, “Hacia una cultura vocacional”
en Sal Terrae 88 (2000) 683-693; P. Walter, “La cultura vocacional” en Testimonio 196
(2003) 915-919; J. Saraiva Martins, “Per una cultura delle vocazioni” en Seminarium 36
(1996) 157-168; AA. VV.,Cultura e vocazioni, Rogate, Roma 1994).

Este primer desafío del CPV se desglosa en varios puntos, aunque el documento no
ahonda en el desarrollo de la cultura vocacional a la que hace alusión, encomendándola
especialmente al obispo (Cf. n. 218). Para lograr una cultura vocacional hay que dar varios
pasos:
. Integración de la pastoral vocacional en la pastoral orgánica general y establecer
una estrecha vinculación con las pastorales sectoriales (familiar, juvenil, educativa,
catequética…), así como con la actividad litúrgica y religiosa (n. 195; cf. n. 152). Por
razones obvias, “la pastoral familiar y la juvenil” son vistas como “lugar privilegiado” (n.
197).
Lo que se plantea es impregnar toda la pastoral con una “dimensión vocacional”, y
no limitarse a una pastoral vocacional simplemente como una más entre las distintas
pastorales sectoriales. Es la pastoral vocacional en las pastorales sectoriales.
. En esta tarea, destaca la figura del sacerdote como “primer promotor vocacional”
(n. 196). A este respecto, al obispo y al presbiterio corresponde promover “diversas
iniciativas vocacionales” en todos los niveles diocesanos para el fomento, formación y
discernimiento vocacional (n. 199). De esta forma, el entero “ministerio pastoral” queda
enrolado en el trabajo vocacional.
. Poner a los jóvenes en situación de comenzar a entender la vocación “mediante
compromisos apostólicos concretos” desde los que puedan descubrir “las necesidades
pastorales y el eventual servicio que puedan prestar” (n. 198).
. Pasos fundamentales de la pastoral vocacional será la selección y formación en
cada diócesis de “los encargados de acompañar el proceso vocacional”; particularmente
importante serán “el promotor vocacional”, y el “equipo de pastoral vocacional parroquial”
(nn. 200.201). No obstante, estos cargos no deben monopolizar la tarea, sino más bien
deben sensibilizar vocacionalmente a todo el pueblo de Dios (n. 176; cf. OT 2).

El agente de pastoral vocacional hoy (de una diócesis o de una congregación


religiosa) sabe que tiene ante sí dos campos: a) La acción pastoral directa con los
vocacionandos que se le han asignado; b) La acción pastoral consistente en introducir la
“dimensión vocacional” en las demás pastorales sectoriales. Dentro de éstas, algunas son
27

“lugares privilegiados” para la conexión con ellas, especialmente la “pastoral familiar y la


juvenil”; también podemos hablar de “momentos privilegiados” como es la catequesis, la
dirección espiritual y la predicación.
Cada vez es más aceptado el planteamiento que ve la pastoral vocacional no como
una de las pastorales sectoriales, sino más bien la responsable de imbuir a todas las
pastorales de la “dimensión vocacional”. En efecto, todas las pastorales tratan en último
término de encontrar para cada persona el lugar y papel en el plan salvador de Dios, es
decir, su vocación.
En este sentido, el agente de pastoral vocacional diocesano o de una congregación
religiosa debe actuar sobre los demás agentes pastorales (v. gr. sacerdotes o miembros de la
congregación a la que se pertenece) para mantener vivo en todos el compromiso con la
promoción y acompañamiento vocacional. En esta línea se mueve OT 2.

Por último, hay que dar pasos para el trabajo en equipo de pastoral vocacional, bien
en el nivel diocesano o parroquial o de una congregación.

Desafío 2. Formación de los futuros pastores


Dado que la vocación sigue un proceso que incluye diversos momentos hay que
atender a todos y cada uno de esos momentos. El CPV lo sintetiza en este párrafo: “La
Iglesia ha de cuidar con esmero el acompañamiento vocacional, la selección de los
candidatos y su formación humana e intelectual, en orden a la espiritualidad diocesana y a
la caridad pastoral, procurándoles formadores dotados de suficiente experiencia, santidad y
ciencia” (n. 194).

El segundo desafío se debe desglosar en varios puntos:

. Educación personalizada: conocimiento, diálogo y confianza con los candidatos al


sacerdocio ministerial para un “positivo proceso de acompañamiento y discernimiento
vocacional, en ambiente familiar, de libertad y responsabilidad” (n. 202; cf. nn. 189-
190.203).
. Formación intelectual seria, “adquisición de un hábito de estudio, de disciplina y
de orden” y como preparación para la formación permanente (n. 205; cf. nn. 185.191e.h)
. Espiritualidad. Promoción de la vida espiritual o interior (n. 206) y de la
espiritualidad del Buen Pastor, “en la perspectiva de caridad pastoral y pertenencia al
presbiterio” (n. 207). Devoción mariana, viendo en María la Madre que conduce a Cristo
(n. 208; cf. nn. 182.186)
. Formación pastoral (n. 191c.i) teórica y práctica, ésta sobre todo desde el ángulo
formativo. Dejar la etapa pastoral a la situación personal de cada individuo (n. 209). Hay
que fomentar iniciativas pastorales de cara a la misión (n. 212).
. Formación para la administración y uso de los “bienes eclesiásticos al servicio de
la pastoral, al debido sustento de los ministros y la ayuda a los pobres” (n. 211).
. Recurso a la “ayuda psicológica especializada” (n. 204).
. Estudiar el establecimiento de Seminarios provinciales o regionales a la vista del
número de seminaristas, de la disponibilidad de profesores y formadores, y del
sostenimiento económico” (n. 213).
. Diáconos. Establecer planes concretos de formación para “la inserción serena y
enriquecedora en el presbiterio diocesano y en la praxis pastoral” (n. 210; cf. n. 172).
28

. Resulta extraña la norma del n. 217 (cf. n. 169): aplicar las normas eclesiales para
admitir candidatos despedidos o provenientes de otros centros. Implícitamente se reconoce
y denuncia un modo de proceder a todas luces inexplicable.
. Por último, se pide a OSVEN que ofrezca programas y subsidios para la formación
de los formadores (n. 214), y a los obispos que envíen sacerdotes a universidades y
facultades o centros de formación eclesiástica (n. 215). Se espera de la Comisión Episcopal
(Departamento de clero, vocaciones y seminarios del Secretariado Permanente del
Episcopado Venezolano) subsidios para el proceso de selección y admisión de los
aspirantes al sacerdocio (n. 216; cf. nn. 169.180).

. Corresponde al obispo, única persona en la que se insiste de forma especial:


Promover el Evangelio de la vocación en la diócesis, y el seguimiento personal
del itinerario del seminarista (n. 218)
Aplicar las normas sobre admisión de candidatos despedidos o provenientes de
otros centros (n. 217; cf. n. 169).
Proporcionar suficientes formadores (n. 219).
Exigir las normas del CIC sobre todo para la admisión al ingreso en el seminario y
para la ordenación de seminaristas (n. 220).
Crear en la diócesis el Consejo de órdenes y asegurar canales de consulta al pueblo
de Dios (n. 221).

3. EVALUACIÓN GLOBAL DEL MINISTERIO SACERDOTAL

+ Se tiene que estar de acuerdo con el documento del CPV por cuanto se mueve en
el ámbito de los mínimos exigibles en todo centro de formación sacerdotal regido por las
normas de la Iglesia universal. Pero debemos preguntarnos: ¿Para qué Iglesia y qué
sociedad se forman los futuros pastores de Venezuela? He aquí la asignatura pendiente.
Veamos.

+ Domina un planteamiento general y generalizador, en una línea de principios


aceptados por todos en la Iglesia de hoy y expuestos en los documentos oficiales, que se
han dado para todos los seminarios del mundo. Un dato significativo: las siete notas que
tiene este tercer apartado del documento se remiten al CIC. No se entrevé algo específico
para América Latina o para Venezuela.
+ No aparece una inculturación del tema en nuestro contexto. ¿Para qué tipo de
seminario se legisla?
Creo que no se afrontan los puntos concretos de la problemática de los seminarios
venezolanos y del clero en general, puesto de manifiesta en el análisis de la situación de la
primera parte del documento: “desclasamiento” (Cf. nn. 158.179), “adquisición de estatus
social” (Cf. nn. 46.153), “carrierismo”, “formalismo que sobrevalora las apariencias” (Cf.
n. 30), “individualismo” (Cf. n. 34), “monopolio ministerial” (Cf. n. 32), “desigualdades
económicas flagrantes” (Cf. nn. 37.38.43).
+ No se ve que se formen pastores con un perfil definido para la sociedad
venezolana y su situación socio-política de división, enfrentamientos, desigualdades…, y
ello a pesar de que el título del documento habla de “servicio de una Iglesia comunión”.
Algunas referencias:
29

. No aparece el ministerio de la reconciliación (un ministerio tan paulino: 2Cor, 5,


18-19), que tanto se necesita y se espera de la Iglesia en la Venezuela de hoy.
. No aparece la opción preferencial por los pobres, a los que sólo se alude
tímidamente y como de pasada en el n. 211, en una sociedad como la venezolana con una
reconocida mayoría de pobres y que aumenta cada vez más.
+ En nuestro momento histórico de profunda revisión del pasado y de propuesta de
cambios profundos, pareciera que el sacerdote que se propugna queda al margen de la
transformación social y religiosa de nuestro pueblo.
+ No se perfila una opción clara y precisa para un renovado seminario en Venezuela.
El pastor que se promueve es el propio de una “pastoral de conservación” o de lo existente,
más que el de una “pastoral misionera” (Cf. nn. 41.91). Se hacen retoques al “tipo” de
sacerdote, pero no aparece un “nuevo tipo” de sacerdote, y esto a pesar de la intención
expresada en este pasaje: “La Iglesia en Venezuela, a través del concilio plenario, quiere
continuar su proceso de renovación, actualización y conversión al Señor para sus ministros
ordenados” (n. 4).
+ La “fraternidad sacerdotal” (cf. nn. 29.87) y la “colegialidad” derivada de ella (Cf.
n. 63), tanto en la vida como en la acción ministerial del sacerdote, no queda resaltada y se
limita a algunas alusiones al presbiterio (Cf. nn. 199.207).
Algo parecido puede decirse de la “espiritualidad específica” y de la “caridad
pastoral” (Cf. n. 77), que fueron tan enfatizadas en el concilio Vaticano II.

¿Es muy severa nuestra evaluación? Juzgue cada uno por sí mismo. Con todo, no
olvidemos que aquí nos hemos referido sólo a los sacerdotes, pero el CPV tiene además
otros documentos sobre la vida religiosa y sobre el laicado, que merecerían un juicio más
matizado y más positivo.
30

COMPLEMENTARIEDAD DE LAS VOCACIONES


Todas las vocaciones solidarias, ninguna monopolizadora

Román Sánchez Chamoso

De la pluralidad, pasando por el “no monopolio”, a la complementariedad de las


vocaciones. Pluralidad y complementariedad son partes integrantes de la “economía divina
de la vocación”. Todas las vocaciones son necesarias y concurren solidariamente al plan
salvador de Dios, cada una desde su cometido específico. Mientras no se indique lo
contrario, usaremos indistintamente los términos vocación y ministerio.
Cf. J. C. R. García Paredes, “Identidad teológica y complementariedad vocacional en la
Iglesia” en CONFER 29 (1990) 341-348).

1. FUNDAMENTO BÍBLICO

Una de las más claras referencias bíblicas de la complementariedad de las


vocaciones la encontramos en la imagen paulina de cuerpo, sobre todo en 1Cor, 12: “El
cuerpo no está compuesto de un solo miembro, sino de muchos” (v. 14), es una pluralidad
de miembros solidariamente implicados. A partir de ahí, continúa Pablo: “El ojo no puede
decir a la mano: ´No te necesito´; ni la cabeza puede decir a los pies: ´No los necesito´” (v.
21). Interrelación, complementariedad de los miembros. Porque, “si todo el cuerpo fuera
ojo, ¿cómo podría oír? Y si todo fuera oído, ¿cómo podría oler? Con razón Dios puso
cada uno de los miembros en el cuerpo como le pareció conveniente” (vv. 17-18).

Ningún miembro (vocación, ministerio) en particular realiza la totalidad de


funciones; ningún ministerio o vocación monopoliza o totaliza el ministerio. Cada miembro
contribuye al bien del cuerpo de la Iglesia con una función peculiar que no tienen los otros
miembros, y, entre todos, hacen posible que la Iglesia viva y actúe, unificados en la acción
por un solo y mismo Espíritu del que todos dependen y que a todos guía como enseña el
Vaticano II: “El Espíritu unifica en comunión y ministerio” (LG 4a; AG 4).

Veamos la misma idea desde otra perspectiva paulina. “Ustedes forman el cuerpo de
Cristo, y cada uno es un miembro de ese cuerpo. Y Dios ha asignado a cada uno un lugar
en la Iglesia” (vv. 27-28); la asignación de un lugar y un papel, no la totalidad de la Iglesia
en su ser y en sus funciones. Por eso, continúa Pablo: “¿Son todos apóstoles? ¿Hablan
todos de parte de Dios? ¿Enseñan todos?...” (vv. 29-30). Todos y cada uno de estos
ministerios desarrollan una función específica de la Iglesia o Cuerpo de Cristo formado por
todos, pero sobre ninguno gravita la totalidad de la misión de la Iglesia, sino que esa
totalidad la llevan a cabo con la complementariedad y solidaridad de todos en la misión.

Cada vocación está animada y orientada hacia un único cometido global: el encargo
que Jesús hizo a su Iglesia, y, por tanto, toda vocación contribuye en definitiva al mismo
objetivo. Esta confluencia en el objetivo terminal crea entre todas las vocaciones una
corresponsabilidad, una confluencia, un “alma de comunión”, que debe despertar en cada
uno el reconocimiento y aprecio de los que son “socios” en la misma tarea, y debe hacer
que se sientan solidarios en la empresa común, no solitarios o autosuficientes.
31

La docilidad a la guía y acción del Espíritu hará comprender y vivir gozosamente la


complementariedad de mi vocación-ministerio por una parte, y, por otra, la parcialidad
inherente a cada vocación-ministerio particular. “Tenemos dones (vocaciones) diferentes,
según la gracia que Dios nos ha confiado” (Rom 12, 6). Al “don diferente” corresponde
una “acción diferente”, que, por su misma naturaleza, es parcial y limitada, coexistente y
solidaria con los “dones” recibidos por otros en la Iglesia. La suma de esos “dones” y sus
“acciones diferentes” forman el cuerpo ministerial de la Iglesia, a la que se encomendó la
continuación de la tarea del Señor.

2. EXPLICACIÓN TEOLÓGICA

Se ha llamado la atención sobre el dato del Vaticano II cuando habla


abundantemente de “ministerios” en plural. Se ha visto en ello una de las novedades del
concilio, y ha hecho que se ahonde teológicamente en el tema del ministerio.

En el estado actual de la reflexión teológica, se distingue el Ministerio (con


mayúscula y en singular) que encarna Cristo y los “ministerios” (en plural y con minúscula)
que existen en la Iglesia.
En efecto, hay una concentración cristológica del ministerio, en Cristo se da y actúa
el ministerio en su totalidad. Él es el Pastor, el Sacerdote, el Maestro, el Profeta, el
Siervo… por antonomasia, “todas las promesas de Dios se han cumplido en él” (2Cor 1,
20). Cristo representa y actúa un ministerio singular, único e irrepetible durante su
existencia terrena.

Pero Jesús “regresa al Padre”, su existencia humana es limitada y circunscrita a un


espacio y a un tiempo, mientras que la misión que ha recibido del Padre es universal, para
todos los hombres de todos los tiempos. Esto será posible por medio de la Iglesia, heredera
en la historia de la misión de Jesús. “La Iglesia ha nacido con este fin: propagar el reino de
Dios en toda la tierra para gloria de Dios Padre” (AA 2a).
La misión de Cristo gravita ahora sobre la Iglesia, sobre toda la Iglesia, y no sólo
sobre algunas personas particulares, con el ministerio del pastoreo, de la enseñanza, del
culto, de la predicación, del servicio, de la guía…

La Iglesia en su globalidad asume esta diversidad de tareas, que constituyen su


razón de ser, su gloria y su corona. “La actividad misionera fluye de la misma naturaleza de
la Iglesia” (AG 6f). La Iglesias existe para evangelizar, como espléndidamente expuso
Pablo VI en “Evangelii nuntiandi”.

La misión de Cristo se prolongará en la historia mediante el ministerio eclesial.


¿Cómo entender este ministerio? El Vaticano II nos ofrece textos clarificadores:
. “Hay en la Iglesia universal diversidad de ministerios, pero unidad de misión” (AA
2b), hay “diversas formas y maneras del único apostolado de la Iglesia” (AA 33a).
“Unidad de misión”, “único apostolado”: el de la Iglesia y, en definitiva, el de
Cristo traspasado a la Iglesia.
“Diversidad de ministerios”, “diversas formas y maneras”: pluralidad de agentes y
servicios en la Iglesia, fruto de la acción del Espíritu, que “provee a la Iglesia y la gobierna
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con diversos dones jerárquicos y carismáticos” (LG 4a; AG 4a, con citas de Ef 4, 11-12;
1Cor 12, 4; Gál 5, 22).

La Iglesia no es uniministerial, sino pluriministerial; en ella existen los ministerios,


y éstos serán polarizados por la “unidad de misión”; en ésta se encuentran todos los
ministerios, que existen en función de dicha unidad.

Por tanto, es la totalidad de las vocaciones-ministerios, y no alguno en particular, la


que llevará a cabo la misión y responderá a los deseos del Señor, es decir, la Iglesia
pluriministerial. Cada vocación-ministerio particular contribuirá en la parte que le
corresponde, pero ninguno de ellos totaliza la ministerialidad de la Iglesia. De nuevo el
Vaticano II: “La Iglesia ejerce el apostolado por obra de todos sus miembros, aunque de
diversas maneras” (AA 2a), en la parte que le atañe a cada uno “en la misión total del
pueblo de Dios” (AA 2b). Esas “diversas maneras” son las peculiaridades de los diversos
ministerios-vocaciones, que actúan parte y no el todo del ministerio eclesial.

¿Cómo entender cada vocación específica y su correspondiente misión? La


respuesta se deduce de lo que expuesto en otro momento sobre el carácter eclesial de toda
vocación. Si la Iglesia es el sujeto y la responsable de la evangelización, todos y cada uno
de los ministerios, todos y cada uno de los agentes pastorales desarrollan el ministerio
eclesial, encarnan a la Iglesia evangelizadora.

3. SUPERANDO EL PRESENTE, ENCARANDO EL FUTURO

La Iglesia responde al encargo misionero de su Fundador mediante la multiplicidad


de ministerios eclesiales. Esta totalidad de ministerios es la única capaz de representar y
actualizar la riqueza del Ministerio de Cristo, para ello deben actuar sinfónicamente, a
modo de una orquesta, no a base de solistas o protagonistas singulares.

+ Abriendo caminos. No siempre se ha actuado en la Iglesia con estos criterios.


Durante siglos, se ha identificado el “ministerio eclesial” con el “ministerio ordenado”y la
“vocación” con la “vocación sacerdotal o de la vida religiosa”. Se daba una patente
reducción y desfiguración del concepto bíblico de vocación y ministerio.

Hoy, afortunadamente, se ha superado este estrechamiento de vocación-.ministerio y


se ha impuesto con el Vaticano II la idea de una Iglesia “toda ella ministerial” y “toda ella
llamada-enviada”, propugnándose abiertamente la complementariedad ministerial,
expresamente avalada por el Vaticano II: “Se complementan mutuamente el apostolado
seglar y el ministerio pastoral” (AA 6a). “Los pastores y los demás fieles están vinculados
entre sí por recíproca necesidad” (LG 32c). Dirigiéndose a los laicos, se les dice que
“cumplan con suma diligencia la parte que les corresponde” (AA 6d). Y dirigiéndose a los
ministros ordenados, se les hace esta seria advertencia: “Saben los pastores que no han sido
instituidos por Cristo para asumir por sí solos toda la misión salvífica de la Iglesia en el
mundo, sino que su eminente función consiste en apacentar a los fieles y reconocer sus
servicios y carismas de tal suerte, que todos, a su modo, cooperen unánimemente en la obra
común” (LG 30). Todos cooperadores en la misma causa. Terminemos el aval del concilio
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con estas palabras: “Existe una auténtica igualdad entre todos en cuanto a la dignidad y a la
acción común a todos los fieles en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo” (LG 32c).
Todas las vocaciones contribuyen al logro de la misión de Cristo y de la Iglesia,
actuando cada una este o aquel valor evangélico y evangelizador, valor que redunda en bien
de todos.

+ Pedagogía vocacional renovada. A la luz de lo que precede, será necesario revisar


la pedagogía de la vocación, haciendo ver que las múltiples vocaciones deben converger
hacia la unidad y formar entre todas el “cuerpo ministerial” de la Iglesia. Cada vocación
debe entenderse a sí misma como representación y encarnación de una u otra de las
virtualidades del ministerio eclesial, y que, en definitiva, entre todas forman un patrimonio
común. Hay que convencerse de que el aporte de cada vocación es enriquecedor para el
conjunto de la Iglesia.

Hay que educar no tanto para ser distinto cuanto para ser socio. Se ha vivido durante
largos períodos subrayando lo que diferencia a las instituciones religiosas, resaltando su
especificidad, sus objetivos, su espiritualidad, sus métodos de apostolado, sus logros
apostólicos, e incluso sus santos o figuras destacadas, en definitiva, su “uniforme”. Con ello
se contribuía a que cada institución se consideraba a sí misma sin relación con las otras,
siguiendo rutas paralelas o, aún peor, en competencia con los demás.

Si tomamos en serio la teología del ministerio del Vaticano II, parece llegada la hora
de superar ese “individualismo vocacional y ministerial”, pasando de la conciencia de
“protagonista” a la de “socio”. Es llegada la hora de avanzar en la dirección de la
complementariedad y armonía de las vocaciones, a partir de la convicción de que cada
vocación o ministerio es parte de un todo, el “ministerio eclesial”. Con ello, lo que saldrá
ganando es la causa de Dios.

El nuevo talante o estilo vocacional invita además a todos a promover todas las
vocaciones y servicios que la Iglesia y la sociedad necesiten, y no sólo las vocaciones para
la propia Congregación o grupo (Cf. Puebla, n. 884). Se abre así un horizonte vocacional
más católico o universal, y se inserta a todos de forma más clara y expresiva en el problema
vocacional de la Iglesia como tal. Éste es el enfoque vocacional peculiar de la Hermandad
de Sacerdotes Operarios: promover todos los servicios que la Iglesia necesite en cada
momento y en cada lugar.

+ Realizaciones que abren a la esperanza. La empresa que estamos proponiendo es


difícil y encuentra serias resistencias debido a la hipoteca de un largo pasado, pero no es
imposible. El lema podría ser: “sumar fuerzas”, en vez de trabajar por separado o en
paralelo, y, menos aún, en competencia.

En Venezuela contamos con realizaciones que favorecen la complementariedad de


las instituciones eclesiales, sin por ello perder su especificidad apostólica y espiritual. El
Instituto de Teología para Religiosos (ITER) ha apostado por la formación
“intercongregacional” de los formandos y de los profesores de las Instituciones que lo
integran. En el curso académico 2006-2007, confiaban al ITER la formación filosófico-
teológica de sus miembros 27 congregaciones masculinas y 22 femeninas. El ITER fue
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creado por la Conferencia de Religiosos de Venezuela (CONVER) en 1977. El Consejo


Superior lo forman representantes de la CONVER. Caso similar ofrece el CER.

Se ha roto el aislamiento congregacional tradicionalmente dominante, y la


convivencia y el compartir la formación han mostrado, por una parte, que lo que cada
institución representa y encarna es parte de un conjunto y, por otra, se ha propiciado el
conocimiento y aprecio de instituciones distintas de la propia de cada uno. Pero un dato que
no puede pasar desapercibido es que las congregaciones han dejado de lado la “marca de
procedencia” de sus miembros (alumnos o profesores) para llegar a un proyecto
compartido.
Se tienen datos que hablan de la extensión del estilo del ITER a otras latitudes
latinoamericanas.

Un caso similar que habla de complementariedad es el de “Fe y Alegría” en el


campo de la educación primaria y media. Un mismo proyecto formativo, con mística
compartida, con estilo y opciones pedagógicas propias, es llevado a cabo hoy en cientos de
centros, expandiéndose de Venezuela a otros países. La dirección y el profesorado está
integrado por miembros de diversas congregaciones religiosas masculinas y femeninas.
Cada congregación ha aportado al proyecto común personas y recursos educativos.
La formación se imparte mediante la suma y complementariedad de instituciones y
personas, con una mística “intercongregacional”.

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