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Una débil claridad aparece en las altas vidrieras de la catedral. Es la hora del alba. A esta
hora baja el obispo a la catedral. El palacio del obispo está unido a la catedral por un pasadizo
que atraviesa la calle. A la hora en que el obispo entra en la catedral todo reposa en la pequeña
ciudad. La catedral está casi a oscuras; resuenan, de cuando en cuando, unos pasos; chirría el
quicio de una reja. En la pequeña ciudad la luz de la mañana va esclareciendo las callejas. Se
ve ya, en la plaza que hay frente a la catedral, caer el chorro del agua en la taza de la fuente; el
ruido de esta agua, que había estado percibiéndose toda la noche, ha cesado ya.
El obispo está ciego, ciego como el dulce y santo obispo francés Gastón Adrián de Ségur.
Entra en la catedral despacito, va sosteniéndose en un cayado; (…) le van siguiendo dos
familiares. La amplia capa cae en pliegues majestuosos hasta las losas. Se dirige el buen
prelado hacia la capilla del maestro don Ramiro. De cuando en cuando se detiene, apoyado en
su bastón, con la cabeza baja, como meditando. Su pelo es abundante y blanquísimo. Destaca
su noble cabeza en el vivo morado de las ropas talares. No puede ya ver el obispo su catedral,
ni su ciudad. Pero desde su cuartito, él, todas las mañanas, a la hora en que rompe el alba, espía
todos los ruidos de la ciudad, que renace a la vida: el canto de un gallo, el tintín de una herrería,
el grito de un vendedor, el ruido de los pasos.
5. Señala la estructura y la categoría gramatical de las siguientes palabras extraídas del texto:
claridad, vidrieras, reposa, resuenan, esclareciendo, majestuosos, talares, herrería.
6. Compara por escrito el complemento directo y de régimen: comienza por sus semejanzas y
establece después sus diferencias, atendiendo tanto a la estructura como al reconocimiento.
Pon ejemplos de ambos.