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EL VERANO QUE GANÓ LA OPOSICIÓN

Cambio de fase: Moyano, un kirchnerista objetivo. De la unidad del peronismo a la


unidad de la oposición. Cosas para aprender del movimiento feminista y un saldo político
del verano que termina.

Kirchnerismo objetivo
Empieza marzo, empezarán a caer las hojas de los árboles, y el triunfo electoral de
Cambiemos llega a su fin. Amado Boudou camina por Avellaneda y se saca fotos con la
gente, mientras en las tribunas insultan a Macri. ¿Qué pasó? Es indudable: Macri tuvo un
verano malo. El peronismo dialoguista hizo una terrible elección en octubre, y el Gobierno
lo sacrificó cuando llevó al Congreso el proyecto de la Reforma Previsional. Aprobar esa
ley fulminó a la dirigencia dialoguista. Le terminó de dar la razón al kirchnerismo, sector
que en conjunto salió claramente mejor parado. No ganó la elección de octubre ni impidió
la sanción de la reforma, pero se opuso dignamente y fue reconocido por eso. Lo testifican
los cacerolazos de la noche del 18 de diciembre que, de un golpe, quebraron la oscura paz
represiva del macrismo. Dos meses después, el nuevo escenario se ha seguido
consolidando. Pasan cosas raras. Los medios no aflojan nada su defensa del Gobierno, pero
la gente canta contra el presidente en los estadios (algo que a Cristina no le ocurrió nunca,
ni siquiera en los peores momentos de la crisis del campo). Es claro: un cambio de fase.
¿Qué pasó?
Lo que pasó es que el kirchnerismo está empezando a imponer su modelo de oposición.
Durante el primer bienio macrista, la larga discusión interna fue qué rol adoptar ante Macri.
Los dialoguistas decían “gobernabilidad”, el kirchnerismo decía “oposición”. Se ha
impuesto la segunda táctica. Y el debate interno varió perceptiblemente. Ahora la cuestión
es: por un lado, la “unidad del peronismo”, por otro lado, la “unidad de la oposición”. No
son lo contrario ni lo mismo. La unidad del peronismo es el acto en la UMET, donde
Filmus, Rossi, Alberto Fernández, Arroyo, Menéndez y Santa María se sacaron una foto. El
hecho fue celebrado por la intelligentzia peronista. Partía de la premisa electoral de que
“los peronistas tienen que juntarse”. Lo hicieron. ¿Y bien? La unidad de la oposición, en
cambio, fue lo que se produjo el 21-F con Moyano, el kirchnerismo y la izquierda
marchando juntos. Su premisa era “unidad contra Macri”. Esta segunda variante tiene
mayor volumen político. No es la foto de ocho dirigentes, sino de trescientas mil personas
manifestándose en la calle.
Lo que pasó, en resumen: Moyano se pasó a la oposición. O sea: Macri perdió un aliado
táctico, y Cristina lo sumó. El acto del 21-F fue totalmente opositor, por su composición
social, el sentido de las demandas y el tono de los oradores. Moyano no dijo que iba a
ayudar a gobernar, dijo que no temía ir preso. Desde el punto de vista de la militancia, su
discurso fue “objetivamente” kirchnerista: lo ubicó en el sendero abierto por Cristina, el de
la oposición frontal. Hasta Marcos Peña tuvo que decir la verdad: “La única que faltó en el
palco fue Cristina Kirchner”.
Un largo camino hacia el entusiasmo
El proceso político de las últimas semanas se puede describir así: la oposición se va
haciendo más y más opositora, mientras el Gobierno sigue dando violentos timonazos en la
agenda, con el único fin de dificultar la articulación del adversario. No lo logra del todo.
Chocobar, atención médica a extranjeros, causas a sindicalistas… Incluso el jugueteo del
Gobierno con la despenalización del aborto puede volverse un problema. Macri subestima
la revolución feminista. Si los legisladores de Cambiemos no votan la ley, la “habilitación”
de Macri (encima, aclarando que él está en contra) será vivida como una estafa. Sobre todo,
porque el kirchnerismo empezó a juntar votos para que se apruebe, abriendo un espacio
para canalizar la demanda.
Pero hay más. El feminismo está llenando de contenido a la discusión social. ¿Tienen
derecho las mujeres a elegir sobre sus cuerpos? ¿Por qué ganan menos que los hombres?
¿Debe el Estado garantizar la igualdad ante el aborto, hoy negada de facto por la
penalización? Estos temas recorren la sociedad de punta a punta. Sobre todo, entusiasman a
cientos de miles de personas, o millones. Lo cual es objetivamente malo para el Gobierno.
El tema no pertenece a su agenda. Y le da la razón a la militancia feminista sobre, al menos,
la “razonabilidad” de su lucha; por ende, de la lucha como tal. Ya no se puede decir que el
aborto constituya un delirante crimen ateo, porque el Presidente habilitó su tratamiento.
Conclusión: los temas “nuestros” se pueden instalar, siempre que se insista lo suficiente. El
régimen macrista, a veces, no puede impedirlo.
Esto podría reimpulsar a la militancia política en general. El feminismo está transformando
el discurso público de manera impresionante. Una frase mal dicha de Facundo Arana
explota en nuestros tímpanos, cuando antes apenas si hubiésemos reparado en ella. ¡Hasta
Macri tiene que hablar de aborto, cuando sus bases no se lo piden en absoluto! Un dato:
desde que asumió Cambiemos, el único canal en donde el discurso igualitario logró avances
fue en el movimiento feminista. Es como si catalizara otras ansias de igualdad:
precisamente, las que podrían integrar el contenido de la “unidad de la oposición”. Ahí está
el porvenir –el venturoso, al menos. Después de la unidad del peronismo, después de la
unidad de la oposición, puede esperarse, o desearse, que venga la unidad de concepción. La
etapa del entusiasmo. La condición indispensable para ganar.

Imitación del feminismo


Desde el punto de vista de un militante, el contenido programático es lo esencial, y la
táctica viene después. Las fotos entre dirigentes no entusiasman a nadie. La unidad de
acción, en la calle, ya es otra cosa: le genera problemas a Macri. Pero lo más importante, lo
más movilizante, lo menos derrotista, sería empezar a pensar abiertamente qué queremos
hacer nosotros con el poder si llegamos a ganar en 2019, y empezar a decirlo. Esto puede
sonar idealista, pero cuando cunde la desesperanza, el idealismo es un argumento a favor.
¿Por qué no discutir todos los temas clave del país con la intensidad que el feminismo pone
para debatir la despenalización del aborto? ¿Acaso porque “divide”? Pero precisamente la
unidad política no consiste en acercar posiciones, sino en que alguien, a mayor o menor
costo, se deja convencer. ¿Qué debe hacer un futuro presidente popular con la deuda
externa de Macri? ¿Debe pagarla o no? ¿Cuánto hay que subir las retenciones a la soja?
¿Cómo vamos a hacer para reformar el Poder Judicial? Son los temas interesantes; son los
temas con que las bases podrían construir un programa político; son los temas que
permitirían elegir un candidato apelando a algún criterio firme... ¿Por qué no?
Incluso en su timidez, la consigna “hay 2019” fue el primer golpe contra el derrotismo.
Habrá que dar más, y quizá con total osadía. Lo seguro es que la solución a los problemas
políticos del campo nacional y popular no pasa por ofrecer un nuevo esquema de alianzas
(“tenemos que sumar a tal, a tal, a tal…”). Esto sin dudas es importante, pero como ya han
notado diversos analistas, detrás de Scioli 2015 estaban básicamente todos. No alcanzó. Y
además, resulta claro que para “sumar” lo principal es demostrar que uno tiene razón: es
convencer, entusiasmar, vencer, y no “moderarse”. El kirchnerismo ha “acercado” a
Moyano al terreno de la oposición no porque le haya ofrecido tomar un café, ni porque
haya “reconocido” que el impuesto a las Ganancias estaba mal. Nada de eso. Lo acercó
porque delineó el espacio de la oposición frontal y porque derrotó al sector dialoguista en
diciembre pasado (Reforma Previsional) que pretendía generar un espacio llamado
“avenida del medio”. No existe tal avenida. De modo que cuando Moyano buscó un lugar
en la oposición, encontró a Cristina. No a Massa ni a Randazzo. Esto ya es un saldo
positivo para el verano que termina. La oposición suma actores. El antimacrismo existe.

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