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678 monjas y un científico

En 1930, la esperanza de vida de una persona en España estaba en torno a los cincuenta años. Hoy en día,
en pleno 2017 esa cifra se sitúa por encima de los ochenta. Un cambio que sin duda ha venido de la mano
de una mayor calidad de las condiciones de vida, así como de los avances médicos que nos permiten tratar
enfermedades antes incurables como la diabetes o el cáncer.

Partiendo de este aumento de la esperanza de vida media; en los últimos años la ciencia ha puesto su foco
de atención en un aspecto importante. No solo se trata de vivir más: sino de vivir mejor. Nuestro cuerpo
no está plenamente adaptado a vivir más allá de los ochenta años y por eso es tan frecuente que con el
tiempo aparezcan enfermedades como la artrosis, la diabetes o la hipertensión. Y junto a nuestros huesos y
articulaciones, hay un órgano que es especialmente sensible al envejecimiento: el cerebro.

Nuestro cerebro es un órgano que desde que nacemos está sujeto a un constante cambio. Su desarrollo
nos permite aprender a caminar, a hablar. Nos permite aprender de la experiencia. Con el tiempo,
especialmente más allá de los 60 años; esos cambios pueden provocar problemas de memoria. Comienzan
a surgir enfermedades como la demencia tipo Alzheimer. Enfermedades que si bien a día de hoy no tienen
cura, sí se pueden prevenir.

De cara a prevenir este tipo de enfermedades, tiene un papel importantísimo lo que se conoce como
reserva cerebral o reserva cognitiva. La reserva cognitiva viene a ser una gran mochila que a lo largo de
nuestra vida vamos llenando con herramientas y recursos que le permitan adaptarse mejor a los cambios
que sufre nuestro cerebro en la vejez. Esta mochila la vamos llenando con los libros que leemos, con las
conversaciones que tenemos, con las partidas de cartas que jugamos… En definitiva, con todas aquellas
actividades que hacen que hacen que nuestro cerebro esté activo y en funcionamiento.

La importancia de llenar esta mochila a lo largo de la vida, y especialmente en la edad adulta, se conoce
desde hace más de treinta años. Fue una investigación científica llevada a cabo en una congregación de
monjas mayores en Estados Unidos, la que reveló que aquellas monjas que seguían leyendo más allá de los
60 años, que realizaban crucigramas, y que participaban en actividades en grupo, tenían mucho menor
riesgo de mostrar los síntomas característicos de la Enfermedad de Alzheimer durante su vida.

Investigaciones como esta nos permiten saber que no solo se trata de mantener una alimentación
equilibrada, descansar adecuadamente o realizar ejercicio físico de forma habitual. Un pilar básico para un
envejecimiento sano, consiste en relacionarnos de forma habitual con otras personas así como realizar
actividades que supongan un pequeño reto a nuestro cerebro. En este sentido sabemos que participar en
actividades como pueden ser los llamados talleres de memoria, son realmente útiles para seguir llenando
esa mochila cerebral, que nos permitirá disfrutar de un envejecimiento saludable.

Aníbal Fernández Oliveira


Neuropsicólogo Instituto Neurológico Dr. Mateos.

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