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oratorio
Oratoria
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Miedo oratorio
Nuestro sistema nervioso está preparado para enfrentar situaciones
difíciles de una manera siempre igual, estereotipada y comparable, ya sea
en una circunstancia de peligro físico o en una de estrés emocional
importante.
Este título de un artículo de Gabriel García Márquez nos viene justo para el
concepto que queremos afirmar en estas páginas. El miedo profesional es
el que padece toda persona en el momento en que afronta la realidad de
su profesión: es normal que le tiemble la mano al cirujano cuando
comienza una operación difícil; es normal que se crispen los puños de un
piloto apretando el volante a la hora de la largada; es normal que le
flaqueen las piernas al boxeador cuando suena la campana; es normal y
saludable que nuestro pulso se acelere y nuestra boca se seque cuando
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afrontamos el compromiso de hablar en público responsablemente. Seguro
que, a medida que se concentren en lo suyo, se afirman las manos del
cirujano y del piloto y las piernas del boxeador, y se serene el pulso del
orador no bien note que lo escuchan con atención, que lo que dice tiene
sentido, que está volcando sin contratiempos lo que preparó con esmero y
dedicación para ese día.
Lo que ocurrió no fue otra cosa que la vibración natural del arco cuando se
tensa con fuerza antes de partir la flecha. Después se ablanda,
serenamente se cumple su destino.
“Benditos sean mis nervios, que me ayudaron a triunfar. Cuando fui objeto
de una grave injusticia, defendí mis derechos con tanto valor que nada ni
nadie se atrevió a responder ante mi indignación. ¡Hasta me confundieron
con un abogado!”.
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“Benditos sean mis nervios, que me ayudaron a triunfar. Hoy tengo que
exponer en público y he comenzado a temblar”.
Alimentos
Cuerpo
Descanso
Puntualidad
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Concentración
Sentirte incapaz de hacer algo que otro puede hacer (porque eres de
condición social o económica, o porque te avergüenzas de tu manera de
hablar) podría demostrar que tienes una debilidad. ¿Qué debilidad? Tal vez
digas: “Tú tienes mejores condiciones que yo para llevar a cabo esa misión
(tarea, asignación, meta, comisión o idea)”, sin darte cuenta de que, en tu
imaginación, la otra persona ha pisado con fuerza el plato de la balanza y te
ha elevado a la altura de una simple capa de polvo. Entonces te engañas
creyendo que tiene más imagen, más personalidad, mejor familia, mejores
ingresos, mejores referencias, mejores relaciones, más edad, más
capacitación, más currículum, más experiencia, mejor carácter, más
habilidad o más claridad de pensamiento que tú. ¡Te desprecias!
A veces el temor al fracaso está escondido. Por ejemplo, has intentado diez
mil veces alcanzar cierta meta y ha sido como subir un cerro de arena.
Comenzaste de cero tantas veces que dejaste de ver la cima. Literalmente,
te rendiste antes de tiempo y te “convenciste” de que el éxito era para
otras personas, de que carecías de las cualidades esenciales para triunfar.
Te acostumbraste a proyectar una imagen de conformista.
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A veces el temor al ridículo está escondido. Por ejemplo, cada vez que la
curiosidad o la inexperiencia te metieron en problemas, tus amigos,
parientes, maestros, proveedores o clientes se rieron y te sentiste mal. Te
diste cuenta de que lo mejor era convertirte en una persona perfeccionista
que sería incapaz de presentar un trabajo bien hecho, es decir, continuar
haciéndole correcciones indefinidamente y usarlo como pretexto de que
aún falta terminarlo. En realidad, se trata del temor de que se rían de ti.
Esto nada tiene que ver con presumir o volverte una persona famosa. Lo
que queremos decir es que ciertamente otro lo puede hacer en tu lugar,
solo que te costará el desarrollo de tu personalidad. ¿Verdaderamente
quieres eso?
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La voz no tan humana
Pensemos en la siguiente situación: cuando el miércoles pasado una voz
nos anunció que al día siguiente nos harían una entrevista radial por
teléfono, consideramos: “Tómalo con calma”. Estaríamos de local,
llamarían a casa; como dicen los norteamericanos: take it easy. “Una
entrevista por radio. No es la tele ni el cine, solo la radio. Ja, ja, será como
hablar con alguien por teléfono”, y nos sentamos en el sillón cómodo. La
entrevista sería recién el jueves a las doce y cuarenta, y todavía era
miércoles a las diez de la mañana. Llegó mi mujer.
—¿Te van a llamar ahora? —me preguntó como si fuera lo más normal del
mundo que a uno lo llamen de una radio.
—Hola —dijo mi mujer del otro lado de la línea—. Salí temprano y quería
desearte suerte.
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—¿Suerte? —pregunté con indiferencia—. ¿Suerte para qué?
Con una risa que me resultó algo irónica, cortó. Me senté nuevamente en
mi sillón negro…
—¿Te parece que con la camisa blanca y la corbata azul voy a estar bien?
Corté, fui hasta el espejo, me miré. Me cambié la corbata por un moño, era
más elegante. Y de pronto recordé un detalle en verdad importante: mi
voz. Tengo una voz aguardentosa, de dirigente de barrabrava de fútbol,
disfónica y escasamente entendible. Era posible que pronunciara el mejor
discurso del mundo y, por culpa de mi voz, que nadie entendiera un
comino.
Tragué dos huevos crudos, creo que incluso uno de ellos estaba podrido.
Cosas que pasan. Estuve vomitando prácticamente quince minutos
ininterrumpidos; cuando finalmente no quedó nada dentro de mí, tampoco
tenía voz; apenas una carraspera ininteligible.
Sonó el teléfono.
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—¡No! —grité luego de escuchar la voz del otro lado—. ¡No soy la señora
Mendelson! ¡La señora Mendelson murió! ¡Se agarró los dedos con la
persiana y murió, la velan mañana en el jardín botánico! —Y corté.
—Buenos días —me dijo una muy agradable voz—. Saúl Hochberger, de
radio Jai le habla...
Marcelo Birmajer
Ser humano y otras desgracias
® 1997 by Ediciones de la Flor (fragmento).
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Referencias
Ander Egg, E. y Aguilar, M. (2006). Como aprender a hablar en público. Buenos
Aires, AR: Lumen.
Birmajer, M. (1997). Ser humano y otras desgracias. Buenos Aires, AR: Ediciones
De La Flor.
Di Bartolo, I., Bustamante, A., Henry, E. L., Llabrés, C. G., Malatesta, N. O.,
Vilches, M. A.,… y Di Bartolo, I. (h). (2009). Para aprender a hablar en público.
Buenos Aires, AR: Corregidor.
Ruiz Orbegoso, M. A. (s. f.). ¿Será mejor que otro lo haga por mí? Recuperado de
http://www.oratorianet.com/rsp/Index/Index_OTRO.html
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