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ITER-UCAB

Patrología

Estudiantes: Eduardo Parra Ofm Cap – Javier Calderón Ofm Cap.

Martirio de san Policarpo, Obispo de Esmirna.


Poco después de su vuelta de Roma, San Policarpo sufrió el martirio siendo
quemado vivo durante los juegos celebrados en el circo de Esmirna en el día llamado
Sábado Grande (no se conoce bien el significado de este nombre) un 23 de febrero,
tradicionalmente en el año 155, cuando el asiático Felipe, que era gobernador de Asia,
organizaba estas celebraciones lúdicas. Este martirio está recogido en una carta enviada por
la Iglesia de Esmirna a la comunidad de Philomaelium, que era una ciudad de Frigia y a
otras comunidades de la Iglesia Universal, y fue copiada por una tal Ireneo (tal vez San
Ireneo de Lyon) que era discípulo de san Policarpo y la cual ha sido copiada repetidamente
a lo largo de los tiempos.

Según los relatos de la carta, en su tercer capítulo dice, que fueron condenados a
muerte once habitantes de Filadelfia, entre los cuales menciona, por ejemplo, a Germánico
que fue devorado por un animal en la arena de circo y al frigio Quinto, el cual abjuró de su
fe delante del procónsul pues se acobardó al ver a las fieras. Cuando murió Germánico, los
presentes saltaron a la arena gritando: “fuera los malvados, busquemos a Policarpo”. El
santo estaba en ese momento en Esmirna y no quería ocultarse aunque finalmente fue
convencido para que se refugiase en una casa de campo cercana a la ciudad dedicándose a
la oración. Allí, tres días antes del martirio, tuvo una visión que le hizo saber que moriría
quemado vivo.

Traicionado bajo tortura por un criado, fue descubierto y fue llevado ante el capitán
de los gendarmes llamado Herodes (coincidiendo con el mismo nombre de aquél otro
Herodes que se narra en la pasión del Señor), el cual lo llevó al estadio donde lo tentaron
para que negara a Cristo. Por el camino, una voz del cielo lo tranquilizó diciéndole: “Sé
fuerte y valiente, Policarpo”. En el estadio, la muchedumbre le exigió que maldijese a
Cristo, a lo que el santo respondió: “ochenta y seis años le he servido y no me ha hecho
mal alguno, ¿cómo puedo maldecir a mi Rey, que es quien me ha salvado?”. Después de
una discusión con el procónsul, fue finalmente condenado a ser quemado vivo.

La orden fue cumplida rápidamente para el deleite de cuantos clamaban, entre ellos
un gran número de judíos. Mientras se llevaba a cabo la ejecución de la sentencia, y en
medio de las llamas que no consumían el cuerpo del santo, este proclamó una oración a
Dios que quienes la escucharon les llenó de emoción. Luego de esto, al ver que el fuego no
cumplía con su misión, el santo de Dios fue traspasado en su pecho con un puñal que,
desangrándole, le arrebató la vida. Finalmente, el cuerpo del santo fue quemado y los
cristianos recogieron lo que quedó de sus huesos.

Qué nos enseña esta historia? Creemos que lo principal es la sumisión de Policarpo
a la voluntad de Dios, esencial en nuestras vidas. Esta pasión, el martirio, tiene parecidos al
martirio de Jesús en la cruz. El amor con el que los cristianos, especialmente Policarpo,
vivían hasta tal punto, es incomparable. Ese amor a la voluntad del Padre, Jesús, nos lo
enseña en todos los evangelios. No debemos buscar realizar nuestra voluntad, sino
someternos a la voluntad de Dios.

CARTA A LOS EFESIOS


De esta carta podemos decir que es una devoción del plan de Dios realizado en
Jesucristo y en la Iglesia, con la cual se nos invita a llevarlo a la práctica en todos los actos
de la vida. Pablo pone de relieve la función “universal” de Cristo, su dominio sobre las
potestades angélicas y su soberanía sobre todo el mundo. La Iglesia es presentada como
instrumento de Cristo en su obra salvífica que se extiende a toda la creación: ella es el
Cuerpo y la plenitud de Cristo, donde judíos y paganos se reúnen para formar un solo
Pueblo de Dios; y es también es ver una iglesia que tiene como centro a Jesucristo, quien
poco a poco nos va llevando a hacernos miembros de la historia de salvación. Es así como
nos muestra esta carta a la iglesia universal, pueblo de Dios y esposa del mesías. Es
resaltante que en esta carta parece Pablo salir de cosas comunes o cotidianas y se atreve a
dar un paso más en la búsqueda de la unidad en aquel que es la plenitud y donde su gracia
es suficiente para todos los seres humanos, en Cristo.
Partiendo de Cristo como cabeza, vemos nacer una nueva iglesia que nos trae un
mensaje de renovación, donde todos somos dignificados por medio de Él. Por ello, esta
carta es más una circular, una exposición teológica. Tiene muchas coincidencias con la de
Colosenses. Lo más probable es que el autor de Efesios haya usado a Colosenses para su
mensaje, pues, a través de muchos estudios, se pone en duda que esta carta sea propiamente
escrita por Pablo. El tema central de la carta es una iglesia con-fundida en el mundo, que
vive en su interior el designio salvífico universal de Dios. La carta en su estructura básica
se ajusta a las paulinas, pero hay diferencias notables de estilo y teología. El núcleo central
está en la unidad de la Iglesia en cuanto cuerpo de Cristo, tema ciertamente de Pablo, que el
autor lo lleva al máximo de expresión, acentuando que el plan de Dios en la historia tiene
como objetivo la unión de toda la humanidad en Cristo y por Cristo. Es un himno
majestuoso.

Por otro lado, siendo esta carta tan corta, contiene mensajes bastante importante de
cómo vivir el cristianismo, es uno de los mensajes más importante y que logra captar mi
atención, pues en él hay mensajes de esperanzas y serenidad, rescatando el capítulo 4 donde
se nos habla de la conducta cristiana y se nos invita en el versículo 24 a: “y revístanse del
hombre nuevo, creado a imagen de Dios con justicia y santidad”, una bonita exhortación a
lo que hoy sigue siendo motivo de nuestro estilo de vida, la búsqueda de la santidad. Es una
exigencia a hacer un corte radical con nuestro pasado, abriendo campo a una nueva vida,
dejando atrás oscuridad, tristeza, pecado (palabras fuertes del autor). Se nota la necesidad
que hay en el autor de buscar la unidad y poner a cristo como centro de nuestra fe,
mostrando así, que eta carta va dirigido a una comunidad pagana, a la cual se le invita a
abrirse a la buena noticia, a formar parte de la unidad de la iglesia.

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