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Narrador: Hace mucho tiempo, en un lejano bosque, vivía una liebre célebre por su velocidad, en
todo el bosque los animales no paraban de contar historias sobre lo rapidísima que era, de las
innumerables carreras que había ganado, y de los incontables rivales que había derrotado en
competencia.
La liebre, conocedora de su fama, se fue transformado con el tiempo en una criatura muy orgullosa
y prepotente, no perdía oportunidad de contar sus hazañas a quien encontrará en su camino.
Narrador: De vez en cuando la liebre se encontraba con la tortuga del bosque, que se desplazaba
tan lento que la veloz liebre no podía evitar burlarse de ella, así que cada vez que la veía pasar le
gritaba:
Liebre: ¡Miren la tortuga! ¡Eh, tortuga, no corras tanto que te vas a cansar de ir tan de prisa!
Narrador: cuando todos los animales del bosque se reían a costa de la tortuga, la liebre se daba
por fin por satisfecha. Sin embargo un día a la tortuga se le ocurrió hacerle una rara apuesta a la
liebre.
Tortuga: Oye liebre, tú dices que yo soy lenta, pero estoy segura de poder ganarte una carrera.
Tortuga:-Pues sí, a ti. Pongamos nuestra apuesta en aquella piedra y veamos quién gana la
carrera.
Narrador: El día convenido, todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. Se señaló
cuál iba a ser el camino y la llegada. Una vez estuvo listo, comenzó la carrera entre grandes
aplausos.
Liebre: ¡vaya que tontería! Me sobra tiempo para ganarle a tan lerda criatura! Es claro que
ganare, mejor descansar un ratito. (Bostezando)
Narrador: Luego de un rato la liebre despertó y empezó a correr, corría veloz como el viento
mientras la tortuga iba despacio, pero, eso sí, sin parar. Enseguida, la liebre se adelantó
muchísimo. Se detuvo al lado del camino y se sentó a descansar.
Liebre (mirando la tortuga hacia atrás): otra vez la pase, esta carrera me aburre, mejor me tomare
otra siestecita.
Narrador: Confiada en su velocidad, la liebre se tumbó bajo un árbol y ahí se quedó dormida.
Mientras tanto, pasito a pasito, y tan ligero como pudo, la tortuga siguió su camino hasta llegar a
la meta.
(Aplausos y ovaciones)
Narrador: Cuando la liebre se despertó, corrió con todas sus fuerzas pero ya era demasiado tarde,
la tortuga había ganado la carrera.
Aquel día fue muy triste para la liebre y aprendió una lección que no olvidaría jamás: No hay que
burlarse jamás de los demás.
FIN
Los tres cerditos, cuento tradicional con moraleja
Narrador: Había una vez tres cerditos que eran hermanos, y se fueron por el mundo a buscar
fortuna. A los tres cerditos les gustaba la música y cada uno de ellos tocaba un instrumento. El más
pequeño tocaba la flauta, el mediano el violín y el mayor tocaba el piano...
Su vida podría ser tranquila y feliz, de no ser por el lobo feroz, que siempre que tenía hambre
intentaba comérselos.
Cerdito mayor: Construiremos una casa, así podremos meternos dentro cuando venga el lobo y
estaremos a salvo de sus fauces.
Cerdito pequeño: - La mía será de paja, la paja es blanda y se puede sujetar con facilidad .
Terminaré muy pronto y podré ir a jugar.
Cerdito mediano: la mía será de madera, puedo encontrar un montón por los alrededores, -
explicó a sus hermanos, - Construiré mi casa en un santiamén con todos estos troncos y me iré
también a jugar.
Cerdito mayor: la mía será de ladrillo Aunque me cueste mucho esfuerzo, será muy fuerte y
resistente, y dentro estaré a salvo del lobo. Le pondré una chimenea para asar las bellotas y hacer
caldo de zanahorias.
Narrador: Cuando las tres casitas estuvieron terminadas, los cerditos cantaban y bailaban en la
puerta, felices por haber acabado con el problema:
Narrador: Cada uno se escondió en su casa, pensando que estaban a salvo, pero el Loba Feroz se
encaminó a la casita de paja del hermano pequeño y en la puerta aulló.
Narrador: Y sopló con todas sus fuerzas: sopló y sopló y la casita de paja se vino abajo. El cerdito
pequeño salió corriendo
Cerdito pequeño: socorrooo, socorro no quiero morir así, soy muy joven todavía.
Cerdito mediano y pequeño: - ¡No nos comerá el Lobo Feroz! - ¡En casa no puede entrar el Lobo
Feroz! - cantaban desde dentro los cerditos.
Narrador: de nuevo el Lobo, más enfurecido que antes al sentirse engañado, se colocó delante de
la puerta y comenzó a soplar y soplar gruñendo:
Narrador: La madera crujió, y las paredes cayeron y los dos cerditos corrieron a refugiarse en la
casa de ladrillo del mayor.
La loba estaba realmente enfadada y hambrienta, y ahora deseaba comerse a los Tres Cerditos
más que nunca, y frente a la puerta bramó:
Narrador: Y se puso a soplar tan fuerte como el viento de invierno Sopló y sopló, pero la casita de
ladrillos era muy resistente y no conseguía su propósito.
Decidió trepar por la pared y entrar por la chimenea. Se deslizó hacia abajo... Y cayó en el caldero
donde el cerdito mayor estaba hirviendo sopa de nabos.
Narrador: Escaldado y con el estómago vacío salió huyendo hacia el lago Los cerditos no le
volvieron a ver. El mayor de ellos regañó a los otros dos
Cerdito mayor: por haber sido tan perezosos y pusieron en peligro sus propias vidas, si se hubieran
esforzado más desde el principio nada hubiera pasado.
Narrador: y colorin colorado este cuento se ha acabado, si algún día vais por el bosque y veis tres
cerdos, sabréis que son los Tres Cerditos porque les gusta cantar:
Cerditos: - ¡No nos comerá el Lobo Feroz! - ¡En casa no puede entrar el Lobo Feroz!
FIN