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Queda claro que la Aduana cuenta con facultad para velar

por el debido cumplimiento de las obligaciones a cargo de


los operadores de comercio exterior.

Así, conforme al Glosario de Términos de la Ley General


de Aduanas, se entiende por “control aduanero” el
conjunto de medidas adoptadas por la Aduana con el
objeto de asegurar el cumplimiento de la legislación
aduanera, o de cualesquiera otra disposición cuya
aplicación o ejecución es de competencia o
responsabilidad de dicha autoridad.

Este control se realiza tanto en forma concurrente (al


momento en que la operación de despacho se está
realizando), como en forma posterior (fiscalización).

No obstante, cabe preguntarse si dicho control puede ser


ejercido de una manera distinta y no solo focalizada en la
verificación de una operación concreta relacionada con la
mercancía que arriba o que sale del país. Esto es, un
control focalizado en el cumplimiento, en abstracto, de la
normativa aplicable.

Nos referimos a la labor de información, aclaración y


difusión de la normativa relacionada con el comercio
exterior que el operador deberá conocer primero para
poder cumplir luego. Por definición, el cumplimiento cabal
de la norma descarta su incumplimiento y, por ende,
descarta también la aplicación de multas y sanciones.

Por ello, los esfuerzos desplegados por parte de la


autoridad no deberían estar encaminados únicamente a
sancionar el incumplimiento de la norma, sino, por el
contrario y principalmente, a fomentar su cumplimiento.
Al respecto, resulta interesante señalar que, conforme al
artículo 3 del Acuerdo de Facilitación del Comercio (AFC)
los países miembros (dentro de ellos el Perú) asumen la
obligación de establecer y mantener servicios de
información para responder las peticiones razonables
presentadas por los comerciantes o, en general, cualquier
parte interesada en relación con las distintas materias
que impactan en el comercio exterior (procedimientos
aduaneros, derechos e impuestos aplicables, normas
sobre clasificación arancelaria, valoración aduanera,
restricciones o prohibiciones para importar o exportar,
disposiciones sobre infracciones y sanciones, etc.)

Si tenemos en consideración que en el Preámbulo del AFC


se señala, de manera expresa, que sus disposiciones
tienen por finalidad aclarar y mejorar aspectos
relacionados con la mayor agilización del movimiento de
flujos comerciales que ingresan o salen del país,
podremos comprender la importancia que supone la labor
didáctica y orientadora (hacia un debido cumplimiento
normativo) de parte de la autoridad competente. Ello con
la finalidad no solo de poder disponer de las mercancías a
la mayor brevedad posible (evitando así incurrir en
innecesarios sobrecostos, los cuales constituyen una de
las principales causas de la falta de competitividad del
sector empresarial) sino también de evitar, o al menos
mitigar considerablemente, la generación de futuras
contingencias que puedan afectar el normal desarrollo de
las operaciones o, incluso, la viabilidad del negocio.

Esta labor de información, debida y oportuna, a cargo de


la Aduana y, en general, de todas las entidades
gubernamentales vinculadas con las operaciones de
comercio exterior, deberá ser entendida como
complemento necesario de otras obligaciones impuestas
por el AFC como son la publicación, en forma no
discriminatoria y fácilmente accesible, de la normativa
pertinente, así como de los formularios aplicables y
documentación exigible (artículo 1).

Ahora bien, la implementación y mantenimiento de los


servicios de información a los que hace referencia el AFC
supone la indispensable participación de personal
debidamente preparado para estos fines. De nada sirve
que el operador de comercio exterior reciba información
rápida en torno al cumplimiento de sus obligaciones, si la
misma adolece de equivocaciones o, incluso, puede
inducir a error a quien la requiere.

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