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Ibagué se localiza en el centro del país, cuenta con un área total de 1.439km², de
los cuales el 2,41%, pertenece al área urbana y 97,59% al área rural (Alcaldía de
Ibagué, 2015). El área urbana está dividida en 13 comunas y 445 barrios que no
escapan de la realidad de la economía popular, pues no es exagerado afirmar que
en todos los barrios se encuentran establecimientos de pequeñas actividades
productivas y comerciales en donde las familias se encargan de conseguir ingresos
para sobrevivir; estas actividades no solamente se desarrollan en establecimientos,
tal es la necesidad de subsistir que estas unidades productivas se han desplazado
a las calles y con frecuencia son vistos como “poblaciones marginales que deben
ser tratadas a través de medidas de orden público, sin tener en cuenta que son
grupos claves para la construcción de los procesos sociales” (Giraldo, 2013).
Jaime Eduardo Reyes, Director del Instituto de Desarrollo Regional afirma que “de
no ser por la economía popular los niveles de desempleo en la ciudad serían mucho
más grandes que los que se registran periódicamente por el Dane, ocultando
fenómenos como el empleo infantil, la informalidad y el subempleo”, además de
atribuir el origen de la economía popular a “las escasas oportunidades de empleo
que brinda el aparato productivo de la ciudad para actividades del sector moderno”.
Los trabajadores de la economía popular poseen una jerarquía social inferior, que
se caracteriza por la no presencia de seguridad social, ni garantía en los ingresos
y dada la consideración de ilegal de su actividad económica, no cuentan con
derechos sociales, civiles y económicos que puedan ser reclamados por vía legal;
“hay una jerarquía social que está oculta y que hace que la relaciones de
intercambio, que en apariencia son equivalentes, no lo sean, y tampoco lo sean las
formas de valoración de su trabajo” (Giraldo C. , 2017).
Más allá de los intercambios, lo que está detrás de una jerarquía social inferior, y
conforme a ella una valoración diferente del trabajo y una distribución desigual del
excedente económico existe la desigualdad en el intercambio ligada a la
precariedad de la mayoría de los integrantes de esta economía; lo anterior trae
como consecuencia que grupos crecientes de la población generen iniciativas
económicas desde sus hogares como una forma de supervivencia: las llamadas
famiempresas. La producción desde la unidad domestica permite combinar la
función de reproducción económica con la reproducción social, ya que se combinan
en particular el cuidado y las labores domésticas con las actividades de producción
para el mercado, esto, tiene consecuencias sobre la definición del trabajo como
categoría social/política y el nuevo papel que la familia desempeña. Los productos
que esta economía lleva al mercado tienen mucho más trabajo que los productos
que se compran comúnmente, esta diferencia radica en el esfuerzo que cada unidad
productiva le otorga a los bienes que produce, vende o comercializa y del poco
reconocimiento y valor que tiene el trabajo doméstico.