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EN CONTACTO CON LO MILAGROSO

Fragmentos de una Enseñanza Perdurable

Rolando Altamirano
Altamira55© Publications
2014
EN CONTACTO CON LO MILAGROSO

Fragmentos de una Enseñanza Perdurable

Rolando Altamirano

Altamira55© Publications - 2014

1
Título original en inglés:

IN TOUCH WITH THE MIRACULOUS

Una publicación de ALTAMIRA55

P.O. Box 1101

Oregon House, CA 95962

Todos los derechos reservados © 2014

por

Rolando Altamirano

Copyright internacional

Prohibida la reproducción o transmisión total o parcial de este libro

por ningún método gráfico, electrónico o mecánico, incluyendo

el de fotocopiado, grabación, escrito o almacenamiento de datos,

sin la autorización por escrito del escritor.

ISBN 978-0-9851688-2-7

Impreso en los Estados Unidos de Norteamérica

2
ÍNDICE

Prólogo 4

Introducción 6

I 8
II 11
III 14
IV 23
V 27
VI 32
VII 40
VIII 42
IX 44
X 45
XI 47
XII 49
XIII 50
XIV 52
XV 53
XVI 58
XVII 61
XVIII 69
XIX 71
XX 77
XXI 82
XXII 88
XXIII 91
XXIV 95
XXV 98
XXVI 100
XXVII 101

Notas sobre un viaje con Robert 105

Nota final 115

3
Hay quienes, siguiendo los pasos necesarios, aspiran a posar
sus manos justas en la llave de oro que abre el palacio
de la eternidad; a ellos me dirijo.
John Milton

Prólogo

Una enseñanza de esta naturaleza puede sólo presentarse en


fragmentos. Su escala es tan vasta e incluye el trabajo de tanta
gente, a lo largo de tantos años, que ponerse la meta de producir
un documento único que describa el todo, resultaría inalcanzable.
Además, esta enseñanza vive hoy día, sigue cambiando de forma,
va haciéndose cada vez más precisa y refinada. Si intentáramos
definirla en su totalidad, sería como tratar de escribir la biografía
de alguien que no sólo no es lo que era, sino que además no es lo
que será y que, casi seguro, nos sobrevivirá.

Sin embargo, nuestra Escuela ha producido y sigue produciendo,


de manera organizada, gran cantidad de textos que describen
cómo hemos utilizado y desarrollado esta enseñanza a lo largo
de muchos años. (Las primeras publicaciones demuestran que en
realidad empezamos a trabajar con la enseñanza en el nivel de un
centro magnético). De llevarse a cabo un estudio sobre el tema,
estos textos podrían servir como fuente de consulta1.

Hay que tener en cuenta que en el presente documento la enseñanza


es presentada por un solo individuo, e ilustra principalmente la
manera en que este individuo fue conducido a ella, y cómo la ha
absorbido y puesto en práctica.

Como lo sugiere el título del libro, esta enseñanza se basa


principalmente en el trabajo de Gurdjieff y Ouspensky, pero
también en el de otros maestros que los han seguido. Se trata de
una antigua enseñanza, muy simple, adaptada para el hombre
ordinario de nuestros días.

A pesar de ser cortos y desordenados (ya que no están escritos en


orden cronológico), estos fragmentos logran transmitir la naturaleza
de la realidad que desean describir. Aun así, la comprensión
de una enseñanza esotérica sólo puede obtenerse a través de la
1 La mayoría de ellos sólo en inglés, otros traducidos en varios idiomas:
“Vía del Sol”, “Mount Carmel Journal”, “Renaissance Journal”, “Fellowship
Fórum”, “The Apollonian”, “Self Remembering” y “Thoughts from the Teacher”.

4
experiencia y el trabajo personales. Para entender la enseñanza
hay que SER la enseñanza.

Claramente, los nombres propios de algunas de las personas aquí


mencionadas se han omitido o modificado con el fin de proteger
su privacidad. Por otra parte, cada vez que se alude a una
conversación o acontecimiento, los diálogos y las circunstancias
se basan únicamente en mi memoria. Alguna otra persona que
haya asistido al mismo acontecimiento seguramente tendrá un
punto de vista diferente del mío, lo cual podría agregar un toque
de relatividad.

Querido lector, espero que este documento te sea útil.

Con amor y respeto,

Rolando Altamirano
Apolo, California,
Junio de 2014

5
Existen ciertos acontecimientos y elementos familiares que indudablemente
revelan a nuestra consciencia la existencia de potencias que operan a nuestro
alrededor; a pesar de que a menudo eluden nuestros sentidos… éstas son
testigos de la Gran Causa Primera que las ordenó y que las gobierna.
Cristina Rossetti

Introducción

En un momento lleno de auspicio en nuestra vida, nos damos


cuenta de que por encima y más allá de los seres humanos existen
seres invisibles de una naturaleza superior, a los que en adelante
llamaremos Fuerzas Superiores, cuya tarea es cultivar a un número
de individuos con un propósito específico, así como el ser humano
cultiva un número de plantas con propósitos específicos. Conforme
nos damos cuenta de su existencia, empezamos a reconocer cómo
ellos velan sobre todo lo que sucede a través y alrededor de nosotros:
desde la manera en que hemos nacido, nuestra familia hasta los
eventos que conforman nuestra psicología. También vemos que
casi nada en nuestra vida es accidental y que todo lo que la misma
comprende, sirve para revelar una realidad interna tan invisible
como las Fuerzas Superiores mismas.

Todo aquel que participa en la expansión de consciencia tarde o


temprano reconoce en ella el trabajo de las Fuerzas Superiores.
Pues así como la chispa de la consciencia nos es inherente,
igualmente lo es nuestra capacidad de percibir a seres conscientes
ya libres del cuerpo físico.

Lo que Gurdjieff llamó el “centro magnético” surge en el cuerpo


físico como un impulso de recordar lo olvidado en el momento de
la concepción. El crecimiento de este centro magnético depende
de nuestros esfuerzos para atraer las influencias correctas que lo
ayuden a mantenerse activo. Tales influencias pueden provenir de
una canción, de un poema filosófico, de un texto religioso, de una
obra de arte, etc... Pueden llegar también bajo la forma de choques
proporcionados por el destino o por las Fuerzas Superiores mismas.
Estos choques nos recuerdan que “algo” dentro de nosotros existe
por toda la eternidad y que el momento en que entra en el cuerpo
físico cae en el olvido. También comprendemos que las inflexibles
leyes mecánicas que gobiernan el cuerpo físico actúan como un
oponente casi invencible a su despertar. A este “algo” que ha caído
en el olvido le llamamos la divinidad interior.

6
A lo largo de los años hemos verificado que un centro magnético
no surge del cuerpo físico en sí, pues el cuerpo físico se interesa
exclusivamente en su comodidad y mantenimiento en un nivel
puramente orgánico. Un centro magnético desarrollado dentro
del cuerpo físico puede también relacionarse con la idea de que
existen Fuerzas Superiores que intervienen en la vida de la Tierra,
pero las percibe como meras figuras paternales que le han dado la
vida, y que proveen todo lo necesario para su existencia orgánica.
Desde este punto de vista, todo lo que hay que hacer es mantener
un cierto comportamiento y las Fuerzas Superiores se ocuparán
del resto. La forma de este comportamiento se basa en el credo
escogido o recibido al azar. En este caso, la relación con las Fuerzas
Superiores se basa en la necesidad de salvaguardar y mejorar la
propia existencia orgánica y, posteriormente, asegurarse de una
realidad mejor una vez que ésta llega a su fin inevitable.

Se nos ha revelado que el despertar de la consciencia tiene grados,


y también hemos descubierto que pasa a través de varios niveles
de desarrollo. Cada quien puede verificar por sí mismo el nivel de
desarrollo de su conciencia, si observa su capacidad de reconocer
el trabajo de las Fuerzas Superiores, así como la medida de su
voluntad de asistirlas en sus esfuerzos por despertarla.

En otras palabras, los esfuerzos de algunos son, en general,


débiles y esporádicos, mientras que los de otros son concentrados
e inquebrantables desde el inicio.

7
Antes de poder dar al Cuarto Camino una valoración correcta, un hombre
tiene que haber pensado mucho, y tiene que haber sido profundamente
decepcionado por muchas cosas.
Gurdjieff

Conforme iba percibiendo el trabajo de las Fuerzas Superiores,


estaba seguro de que tenía que haber una manera de establecer
un contacto con ellos así como Jesucristo, Sócrates, Quetzalcóatl,
Mahoma y otros lo habían hecho, y finalmente llegaron a ser como
ellos. También estaba seguro de que en algún lugar del mundo
tenía que haber gente que estuviera trabajando anónimamente con
las Fuerzas Superiores, así como esos guías espirituales habían
trabajado anónimamente durante sus vidas.2 Sabía que tenía que
encontrar a alguien con las características de estas personas.
Al inicio traté de hacerlo en el contexto de la religión en que fui
educado. Así que mi primer paso en esa dirección fue pedir a mis
padres que me enviaran a un monasterio, seguro de encontrar
alguien allí; tenía 12 años.

La mayoría de los individuos del monasterio produjeron en mi sólo


miedo, al punto de no poder ni imaginar compartir con ellos mi
comprensión de las Fuerzas Superiores. Su visión indisputable
de las Fuerzas Superiores estaba basada en los santos y ángeles
señalados por la iglesia y que actúan como intermediarios entre
los hombres y Dios. Esta visión coincidía con la mía. Su parte
dudosa, sin embargo, era que los líderes del monasterio actuaban
como intermediarios entre santos y ángeles y nosotros, pecadores.

Había reglas estrictas en el monasterio, una jerarquía rigurosa y


medios despiadados para mantener el orden entre los novicios (Hay
que recordar que el cristianismo se impuso en México a través de
métodos crueles y atroces durante el siglo XVI). En general, no hallé
más que una institución ocupada en la repetición de prácticas cuyo
significado se había olvidado mucho tiempo atrás, pero ninguna
conexión real con el mundo espiritual. Los novicios y sacerdotes
con los cuales me pude relacionar eran personas muy simples y
buenas, que parecían sólo conformarse con poder esconderse de
los problemas mundanos. Después de algunos meses de angustia

2 El trabajo de estos hombres se popularizó sólo mucho después de su muerte


y, en algunos casos, terminó por convertirse en una religión.

8
pedí a mis padres que me dejaran volver al mundo.

Esta primera experiencia tuvo sus consecuencias. Antes de ingresar


en el monasterio se me conocía como un niño intensamente devoto,
estudioso y de muy buena conducta; como resultado de esa corta
experiencia me volví rebelde y comencé a repudiar el catolicismo.

Con el tiempo me uní a todo tipo de organizaciones y personas


interesadas en lo que definía “una búsqueda espiritual”. Una de
estas organizaciones era una misión cristiana protestante, un
pequeño grupo de personas dedicadas principalmente al progreso
y mantenimiento de la vida orgánica en una zona marginada. Esta
misión, aparte de los típicos oportunistas e inadaptados atraídos
por esta clase de organizaciones, se componía sobre todo de
personas entusiastas y de buen corazón, empeñados en la tarea
de ayudar a un segmento del pueblo Nahua del México central a
“mejorar sus condiciones de vida”. Sin embargo, su ciega bondad
nos les permitía darse cuenta de que los nahuas en realidad no
estaban interesados en nuestra idea de progreso. Nos veían más
como intrusos tratando de imponer nuestro estilo de vida que
como redentores.

En lo que concierne a una conexión con las Fuerzas Superiores, los


líderes de la misión profesaban haber tenido un encuentro emocional
especial con el “Señor Jesucristo”, quien los había elegido para el
desempeño de tal empresa. Aunque no podían explicar cómo era
posible conseguir esta experiencia, insistían en haber sido elegidos.
En este sentido, trabajaban como los monjes, principalmente en la
oscuridad pero con una fuerte fe en su misión. Aparte de Jesucristo,
no creían en la existencia de otro mesías, santo o salvador que
tuviera el poder de ofrecer ningún tipo de salvación o iluminación;
consideraban a todos los demás guías y caminos espirituales falsos
y engañosos. Esto no tiene nada de raro, pues hoy me resulta claro
que una característica de casi todos los que siguen un credo o camino
espiritual determinado es el sentido de división y exclusividad.
Un aspecto positivo de esto es que mantiene a la gente enfocada,
trabajando con un objetivo común; lo sospechoso de esta posición
es la presunción de que todo aquel que se halle fuera del propio
círculo es una especie de sentenciado.

Debo confesar que durante mi permanencia en la misión nunca


experimenté el susodicho “encuentro emocional con el Señor

9
Jesucristo”. Eso no me preocupaba, ya que no me impedía participar
en el trabajo de misionero en sí.

Sin embargo había dos cosas que constantemente me perturbaban.


Primero, no me convencía el objetivo de “hacer el bien por hacer
bien”. Me parecía un quehacer externo que tan sólo me hacía
sentir bien conmigo mismo, pero que no implicaba ningún trabajo
o cambio internos. Lo segundo que me preocupaba era que los
nahuas no se veían muy contentos con nuestra presencia, ya
que aceptar nuestra ayuda también significaba aceptar nuestras
creencias y nuestra forma de vida… ¡So pena de la condena eterna!
Nunca pude acostumbrarme a la paradoja en que vivíamos. Es
decir veníamos a traer a esta gente un mensaje de esperanza y
auxilio; pero al mismo tiempo, considerábamos a todo aquel que
se resistía a escuchar este mensaje como un candidato al castigo
eterno. Finalmente, mi decisión de dejar la misión fue vista como
una tragedia en esa escala, pues pensaban que al hacerlo me
estaba poniendo en un serio problema… para toda la eternidad.

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Marcharás en dirección de la luz, hacia el oriente.
Hacia allá lanzarás tus flechas.
Canción Nahua

II

Durante varios años exploré las distintas posibilidades disponibles


en mi contexto cultural. Encontré grupos, estudios y personas muy
interesantes; pero todo ello conducía al mismo callejón sin salida. O
sea, por un lado, no encontraba a alguien que percibiera el trabajo
de las Fuerzas Superiores como yo lo percibía, y por otro lado, lo
que encontraba no me revelaba la naturaleza exacta de mi ser.
Por supuesto que conocí varias personas que me indicaban una
dirección definida y familiar. Muchas de ellas pasaron como estrellas
fugaces, dejándome solamente con un mensaje o un recordatorio.
Otras, en cambio, formaban parte de mi vida, y poseían un hábito
o una actitud general que para mí era un claro recordatorio de que
no debía tomar mi vida literalmente sino como una obra3.

Recuerdo que poco tiempo antes de entrar al monasterio tuve un


maestro quien gustaba hablar en acertijos. Al inicio del año escolar,
nos dijo muy claramente que en la clase nadie podría jamás sacar
la más alta calificación.

—Sólo Dios es perfecto. Lo más alto que pueden sacarse es una B.

Un día entró en clase, lanzó una mirada sobre el alumnado, medio


cerrando los ojos, como buscando a alguien en particular, luego se
dio media vuelta y escribió las siguientes palabras, en inglés, en el
pizarrón:

“Work when you work, play when you play.”

Luego fijó su mirada seria en mí y me preguntó:

— ¿Qué piensa usted, Altamirano?

— Es cierto — le respondí.

3 Cuando era niño escribí una historia que se desarrollaba en el limbo, donde
se me daba la tarea de jugar el papel de Rolando Altamirano; tarea que acepté
con renuencia, pues sabía que iba a ser muy difícil.

11
— Tiene usted razón, es cierto — replicó—; pero si se da cuenta,
verá que usted casi nunca lo hace.

Y sin dar más explicaciones continuó con su lección.

De vez en cuando se acercaba a mí durante la hora del recreo y,


mirando a lo lejos, me decía:

— Altamirano, me parece que usted es un Tuerto. —

Esto no me resultaba ofensivo, dado su tono amable. Una vez le


pregunté por qué insistía en llamarme Tuerto. Con rostro impasible,
me respondió:

— Porque en el país de los ciegos, el Tuerto es rey— y sin decir


más, se dio la media vuelta y se alejó.

A medida que se desarrollaba mi centro magnético, atrajo a varias


personas que habrían de nutrirlo, casi siempre de manera indirecta.
Algunas parecían tener ellas mismas un centro magnético, ya fuera
por su descontento con la vida o por su habilidad para señalar
la futilidad de la existencia humana. Esta habilidad para ver lo
absurdo de la existencia los llevaba a buscar maneras alternativas
de vivir y, a menudo, terminaban en algún tipo de estilo de vida
rebelde que con el tiempo se volvía inevitablemente convencional.

Probablemente, la persona que mejor me ayudó a comprender


esto fue una conocida cantante de protesta exiliada para quien
trabajé por varios años como tramoyista y secretario cuando tenía
18 años4. Al inicio solía cantar principalmente parodias sociales y
existenciales, así como canciones políticas que pusieron su vida
en peligro. Sin embargo, muy pronto se dio cuenta de que nunca
habrían producido un cambio social considerable. Con el tiempo,
gracias a su genio histriónico y carisma, pasó de cantante de
protesta a personaje de vaudeville y terminó siendo una diva de
primera clase. Casi todas sus canciones eran inspiradoras; sin
embargo, el estilo de vida glamoroso que inevitablemente atrajo la
convirtió exactamente en lo que ella misma criticaba en algunas
de sus canciones. La última vez que supe de ella, había vuelto a su
país, donde terminó por convertirse en una institución.

4 Nacha Guevara

12
Cuando la conocí, era una mujer genuinamente descontenta con
el mundo; sin embargo ella misma sabía pertenecer al mundo.
Vivir con esa paradoja la hacía una persona con la cual resultaba
muy difícil trabajar y vivir. Pero debo decir que conmigo siempre
fue muy amable. Joven como era, yo veía en ella un ser altamente
desarrollado, atrapado en las leyes de la vida ordinaria, y en
completa sintonía con ellas.

Necesitaría escribir un documento entero para enumerar a todas


las personas que, de un modo finamente orquestado, y bajo
circunstancias insólitas, llegaban a mi vida y alimentaban a mi
centro magnético. Pero para ceñirme al objetivo de este texto sólo
mencionaré a una de ellas.

Se trata de un hombre aún joven, que claramente me señaló la


dirección que habría de conducirme a encontrar a Robert Burton, y a
reconocerlo como la personificación de lo que yo intentaba recordar
y ser. Antes de conocer a este hombre, quien por vez primera me
dio instrucciones específicas basadas en ideas esotéricas, todos
mis esfuerzos vinculados con el recuerdo de mi Ser o de las Fuerzas
Superiores, eran muy esporádicos y desorganizados.

En este relato no me detendré a describir lo que sucedió en mi vida


durante el tiempo que pasé distraído de esta empresa, ya que todo
esto sucedió bajo leyes mecánicas. Es decir, querido lector, no te
voy a quitar el tiempo describiendo aquellos sucesos que ocurren
y que podrían haber ocurrido, en la vida de cualquier persona, en
cualquier momento y en cualquier lugar.

13
“El Mago de Oz nunca le dio al Hombre de hojalata nada que él no tuviera.”
D. Bunnell

III

José Antonio Kahuil era un joven Maya que conocí cuando


trabajaba como maestro en la zona Maya cerca de la frontera entre
México y Guatemala. Mi encuentro con él me llegó de sorpresa,
aparentemente surgió de la nada. Ese día me hallaba sentado en
una banca de la plaza central, en la pequeña ciudad donde vivía,
fumando tranquilamente y admirando el colorido espectáculo de
los diferentes linajes Mayas circulando en el espacio abierto. De
pronto un hombre se me acercó para pedirme un cerillo y, cuando
estaba a punto de encender su cigarro lo retiró de la llama y me
preguntó:

— ¿Cómo pasa usted el tiempo, señor?

Reconocí “algo” en el tono de su voz y, al levantar la vista, noté


un extraño resplandor en sus ojos negros. En ellos se podía leer
una sonrisa. No me miraba en forma directa sino al horizonte. Le
encendí el cigarro y le respondí:

— Vivo.

—Vive bien, quiere decir...— me replicó mientras se sentaba a mi lado.

“Vaya forma de iniciar una conversación con un extraño”, pensé,


pero no dije nada, curioso de saber lo que me iba a decir. Sentí
el impulso de volver a escuchar el modesto tono de su voz, que
tenía un efecto claro sobre mí: cambiaba la calidad de mi atención.
Nos quedamos en silencio por largo tiempo, mirando a la gente.
Finalmente me dijo:

—La semana pasada, usted estaba sentado aquí mismo; su larga


cabellera negra le llegaba hasta los hombros. Hoy se presenta con
la cabeza afeitada y limpia. ¡Casi no lo reconocí!

Aunque nunca antes lo había visto, no sentí su comentario como


algo inoportuno o personal en absoluto. Repliqué con convicción:

14
—Quiero ver si sigo siendo la misma persona sin mi disfraz de
hippy.

Hizo una pausa por un momento, apagó su cigarro y comentó:

— ¿Un cambio externo por un motivo esotérico?

Esa fue la primera vez que escuché la palabra esotérico y no entendí


su significado. Lo miré inquisitivamente.

—Esotérico simplemente significa ‘interno’— me dijo, notando mi


cambio de expresión.

Luego me dijo que me había estado observando por un tiempo


antes de decidirse a “entrar en mi vida” pues pensaba que yo
no era exactamente “parte del rebaño”, sino ideal para un tipo
específico de trabajo que él llamaba esotérico.

— No sé si usted es la persona correcta para esto— dijo—, pero


existe cierto conocimiento que quizá pueda interesarle.

No pude entender la afirmación “entrar en su vida”, pero ciertamente


me sentí atraído por las palabras “hay cierto conocimiento que quizá
pueda interesarle”. Fingiendo pensar, dejé pasar un rato; luego le
pregunté casi en forma defensiva:

— ¿Qué tipo de conocimiento?

—Conocimiento de su Ser— replicó, mirándose las manos.

Advertí en mí una mezcla de reacciones al escuchar estas palabras;


y ésta era la primera vez que las escuchaba. Por un lado, tuve la
sensación de que ya conocía su significado; y sentí el deseo de
mantener el contacto con este hombre y averiguar exactamente
quién era y qué podía aprender de él. Por otro lado, algo en mí
se alarmó y me causo el impulso de apartarme de él, tratando de
encontrarle algún defecto.

Luego entablamos la típica conversación introductoria en la que


uno comparte los detalles de su circunstancia externa y la razón
por la cual ambos vivíamos en la misma ciudad.

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— Lo nuestro no es coincidencia.

Él venía de un pueblito perdido en medio de grandes plantaciones


de azúcar, cerca de la costa del sur de México. Era el hijo del
curandero del pueblo, y había aprendido a edad temprana el uso
de todo tipo de hierbas y sustancias medicinales. Aún pequeño
aprendió por sí mismo a diagnosticar y aplicar remedios con tal
suceso que llegó a superar la habilidad de su padre. Esto le ganó el
apodo de “El Niño”, pues todo aquel que necesitaba los servicios de
su padre, pedía siempre la opinión del “Niño” sobre el caso. Cuando
lo conocí, algunos de sus amigos y aduladores parasitarios aún se
referían a él con ese sobrenombre, pero los que habían entrado en
contacto con él más tarde lo conocían como “El Cura”. Este último
apodo surgió durante la época que decidió entrar temporalmente
en un monasterio. Supe esto por uno de sus amigos, ya que él
raramente hablaba de sí mismo. Algo que sí le escuché decir fue que
había entrado en el ejército por dos años. Cuando le pregunté cómo
se la había ocurrido semejante idea, me respondió que necesitaba
aprender a desarrollar su voluntad y controlar su terquedad. Y
cuando le pedí una explicación al respecto, me dijo:

— La voluntad es una cualidad del Ser; la terquedad es una


cualidad del cuerpo físico. Uno tiene que poner el cuerpo físico
intencionalmente en las circunstancias convenientes con el fin de
desarrollar ciertos aspectos del Ser.

Esta afirmación era fascinante y aterradora a la vez. La perspectiva


de entrar en el ejército con el fin de desarrollar una fuerza interior
demostraba que cualquiera fuese la facultad que este hombre
poseía, la había adquirido a través de la sumisión. Más adelante
encontré el mismo principio en Gurdjieff, quien afirmaba que
un hombre no posee voluntad real, pero sí suficiente fuerza de
voluntad como para ponerse bajo la voluntad de otro; y con esto
desarrollar la voluntad real.

José Antonio Kahuil era un hombre de muy pocas y cuidadosamente


elegidas palabras. Conservaba su serenidad y equilibrio incluso en
momentos de tensión. Ya sea que estuviéramos expuestos a frío,
al peligro o a las simples irritaciones de la vida diaria, él siempre
conservaba su porte moderado.

Aunque generalmente disfrutaba de la vida, no parecía tener

16
apego por nada en particular. Me acuerdo que una vez sugirió que
algunos de nosotros, incluso él, nos pusiéramos la meta de dejar
de fumar. Me sorprendí al ver que él simplemente dejó de fumar
el mismo día, mientras que los demás estábamos constantemente
luchando por mantener nuestra meta.

— ¿Cómo le hace usted?— le preguntó uno de nosotros.

Su respuesta fue simple:

—Cada vez que veo un cigarro, me digo: “Ahorita no, gracias”, y


obedezco.

Su técnica era muy sutil, pues no significaba ‘Nunca más’ o ‘Quizás


más tarde’; sólo significaba, ‘No en el momento en que veo un
cigarro’. Pero su firmeza estaba en obedecer.

La primera pregunta directa que le formulé fue si él alguna vez


había percibido el trabajo de las Fuerzas Superiores en su vida.
Sonrió dócilmente y me dijo:

— ¿No dijimos que lo nuestro no es coincidencia?

Me invitó a asistir a sus reuniones vespertinas que incluían una


cena ligera y “sobria bebida”. Uso este término porque noté en
presencia de este hombre, nadie se emborrachaba, a pesar de
pasar varias horas bebiendo y conversando. Un grupo pequeño
se reunía en torno a él; algunos eran sus amigos, otros simples
admiradores quienes vagamente percibían la importancia de este
hombre extraordinario. Fue en estas reuniones donde escuché por
primera vez, entre varias ideas nuevas para mí, que los hombres
estaban gobernados por influencias planetarias y que las glándulas
son los receptores de tales influencias. Cuando le pregunté si era
posible verificarlo, me respondió:

— Puede usted empezar con la luna. Es el cuerpo celeste más


cercano y su ciclo se repite más seguido. Observe su cambio de
humor durante la luna nueva y la luna llena.

También habló de la idea de que muy pocas personas saben que


son gobernadas por los planetas; y que todavía menos tratan de
liberarse de su influencia; y que de éstas, sólo un puñado lo logra.

17
— Quien que ve la posibilidad de liberarse de estas influencias
necesita aliados, tanto internos como externos—dijo, y agregó.—
Además algo en nosotros nos hace olvidar. Para superarlo
necesitamos ayuda, tanto de la gente del mundo visible como de la
gente del mundo invisible.

Apreciaba su forma directa de hablar de las Fuerzas Superiores,


que él solía llamar “aliados”5 Esto fue lo que determinó que decidiera
unirme a su grupo, es decir, su capacidad de leer nuestra vida con
la comprensión de que las Fuerzas Superiores ayudan al individuo
a despertar la consciencia. Una vez le señalé que la gente que no
presta atención a las Fuerzas Superiores está realmente perdida
en el mundo.

—Al contrario—me dijo—; ellos están precisamente donde les


pertenece. Empezando por mí, y terminando por usted, esos somos
los perdidos. Nosotros somos los que necesitan encontrarse.

Nunca supe dónde adquirió su conocimiento. Sin embargo, conocía


casi todas las tradiciones esotéricas y usaba términos procedentes
de cualquiera de ellas según los encontraba adecuados.

Mucha gente pensaba que José Antonio Kahuil era un chamán. Yo


nunca pensé que lo fuera. Lo veía como un curandero que usaba
el hipnotismo para sanar a la gente. Sé también que poseía ciertos
poderes, tanto espirituales como psicológicos, y una calidad de
presencia que lo hacía parecer como si no ocupara un espacio
tangible…, y tenía ese extraño resplandor en sus ojos. Por supuesto,
también había en él rasgos inconscientes, como en cualquier otra
persona, pero este escrito no trata de eso.

Este hombre prometió nunca darme nada que yo no obtuviera por


mí mismo. El sólo organizaba mis observaciones de acuerdo con
un sistema de ideas que poseía. Señaló un hecho esencial cuando
le dije que a veces me veía actuando en la vida, haciendo el bien o
el mal sin darme cuenta, de manera arbitraria.

—Lo que usted ve es Rolando, y no su verdadero Ser. Va a tener


que aprender a no confundirlos—afirmó.

5 Más adelante me di cuenta de que había tomado este término de los


relatos de Don Juan, de Carlos Castaneda.

18
Esto no me resultó claro, pues en esa época la identidad de mi
“Ser” se confundía con la esencia del cuerpo y sus emociones
y pensamientos más refinados, y también con sus opiniones y
deseos del momento más intensos.

Sin embargo en relación con esto, él añadió:

—Rolando es el número uno; USTED es el número dos y su “Ser”


es el número tres. Su observación le da derecho sólo al número
uno y al número dos.

Aunque ahora sus palabras me resultan claras, en ese momento


me parecieron enigmáticas, pues despertaron en mí la pregunta:
“Si no soy ni Rolando ni el Ser, entonces ¿quién soy?”

En varias ocasiones utilizó peyote y otras sustancias como


herramientas para mostrarme los diferentes rasgos de mi psicología,
a los que siempre se refería como “su propia pendejada”. Recuerdo
el día en que me dijo que yo nunca había fumado mariguana.
Cuando le aseguré que sí, me respondió alegremente:

—Lo más seguro es que la mariguana se lo ha fumado a usted. Y


lo único que le pasó fue subirse y bajarse de los caballitos cuando
se le acabó el veinte.

Aunque en ese momento su comentario me puso de malas,


ahora entiendo que se refería al hecho de que cuando yo fumaba
mariguana, no tenía idea de lo que estaba sucediendo. Se trataba
simplemente de una experiencia sensorial muy sugestiva, a veces
filosófica, que formaba parte de mi estilo de vida hippy.

Mediante el uso de estas sustancias, me ayudó ver simultáneamente


la serie de pensamientos, sentimientos y acciones contradictorios
que constituían mi psicología. Lo hacía estimulando asociaciones
específicas en mi mente al tiempo que yo fumaba mariguana o
ingería hongos alucinógenos. Aunque la experiencia fue muy
dolorosa, él me impedía cuidadosamente quedarme estancado en
un estado de paranoia, recordándome que lo que estaba observando
no era mi Ser sino aquello que me impedía serlo.

Y, lo que es aún más importante, me puso en contacto con los


centros superiores, el asiento del Ser, especialmente a través del

19
uso del peyote. No me hacía simplemente ingerir el cactus. Nos
conducía, a mí y a otros, por largas caminatas en el bosque en
silencio total, hasta que decidía que habíamos adquirido la atención
requerida para esta práctica. También dejaba bien claro que las
plantas que usaba para este propósito sólo eran un medio para
mostrarnos tanto el estado miserable de la existencia humana
como el potencial superior del hombre. No eran un asunto de uso
diario:

—Esta no es vitamina para el cerebro—decía—.Tendrán que


encontrar un modo de obtener los mismos resultados mediante
un esfuerzo sobrio.

Algunos creían que José Antonio Kahuil pertenecía a una especie


de fraternidad secreta; puede ser, no lo sé. Sólo recuerdo que una
vez me llevó a visitar a unos “Ancianos” mayas quienes lo habían
invitado a un Mitote. Mientras caminábamos hacia el pueblo en
que tendría lugar, me dijo:

—Va usted a conocer al Mero Papacito de esta gente.

Me pidió que comprara una botella de buen brandy y que la trajera


conmigo como una ofrenda, ya que se me permitiría participar en
el Mitote con ellos. La mayor parte consistía en bailar al compás
de una melodía en tresillos que un grupo tocaba al violín durante
todo el día. Cuando paraba la música se nos ofrecía un vasito de la
bebida alcohólica local, y había que tomarlo de un trago. Entonces
alguien contaba un chiste en verso y, en cuanto explotaba la risa,
comenzábamos a bailar otra vez al mismo son. Por mi parte me
lancé a contar un par de chistes que fueron bien recibidos.

Esto duró por varios días, durante los cuales dormíamos pocas
horas y comíamos un poco una o dos veces al día. Aunque durante
el primer día pensé que iba a desmayarme a causa de la bebida y
el agotamiento, de alguna manera me las arreglé para mantener
la compostura, tratando de concentrar mi atención en el modo
en que me relacionaba con la música y el baile de dos pasos. Al
final del segundo día, me hallaba en lo que describí entonces como
un “estado de serenidad”. Ahora lo veo como un estado superior.
Entonces noté que entre los bailarines y los músicos había un
grupo de seis hombres que se mantenían siempre alrededor de un
hombre anciano y otro muy joven; el anciano tenía el rostro más

20
hermoso que jamás había visto. Sólo puedo describirlo como “la
humildad personificada”. Era un hombre muy frágil y al mismo
tiempo radiante y poderoso. Los hombres que lo rodeaban parecían
servirle de abrigo y darle calor; eran distintos de los demás. Cada
uno ceñía su cabeza con un tocado blanco y en la mano tenía un
bastón. Al notar mi admiración, alguien murmuró en mi oído:

—Le gustó tu regalito.

En camino de regreso a nuestro pueblo, José Antonio Kahuil me


preguntó qué pensaba de la experiencia. Escuchó mi relato con
amable atención y luego comentó:

—Esta no es más que otra manera de obtener resultados.

Mi relación con él duró dos años y terminó inesperadamente


cuando decidió irse de la ciudad por un período ilimitado. No pidió
a nadie que lo siguiera. A mí me sugirió comprar y leer tres libros:
el Bhagavad-Gita, el Tao Te Ching, y la Biblia, y comenzar a partir
de ellos. Luego agregó que si me decidía a llevar una vida ordinaria
en lugar de entrar a un monasterio, tendría que hallar “El Juego”
dentro del juego de la vida.

Señalando al cielo, me dijo:

—Ellos se encargan de encontrárselo.

Poco después de nuestra separación, dejé mi trabajo de maestro


y me propuse encontrar las condiciones ideales que me ayudaran
a practicar el conocimiento que había aprendido de este hombre
extraordinario; ya que por ese entonces comprendí que por mí
mismo jamás llegaría a ninguna parte. Sabía que tenía que hallar
un lugar donde me enseñaran lo que soy y lo que debo hacer. ¿No
resulta extraño?

José Antonio Kahuil nunca me habló de Gurdjieff ni de Ouspensky


y, sin embargo, practicaba ideas que más tarde encontré en ellos.
Algunos ejemplos son la observación de sí como el inicio del
trabajo sobre sí mismo y la idea de someter la voluntad propia a
la de otro si uno desea desarrollar la fuerza de voluntad necesaria
para sostener un estado superior. Tampoco sabía nada del Cuarto
Camino. De hecho, compré mi primer libro de Gurdjieff en un

21
bazar, de un hombre que me escuchó hablar sobre el hipnotismo,
cosa que José Antonio Kahuil practicaba de manera regular. Este
hombre me dijo que en este libro hallaría una explicación de tal
fenómeno. Y fue allí, en el segundo volumen de Relatos de Belcebú
a su Nieto donde, además de una clara explicación del hipnotismo
y otras explicaciones totalmente imposibles, encontré un marcador
con una lista de números telefónicos. Decía “Centros ‘Gurdjieff-
Ouspensky’”.

Este extraño libro nunca llegó a ser mi lectura favorita y me


decepcionó saber que Gurdjieff ya no estaba en este mundo. Así
que simplemente lo agregué a la lista de “aliados” que ayudan a
otros a despertar; pues sabía que quienes son ayudados a salir de
los límites de la existencia humana están destinados a ayudar a
otros a escapar. Lo importante era que el marcador representaba la
esperanza de que en estos “Centros Gurdjieff-Ouspensky” existiera
alguien como Antonio Kahuil, o como Gurdjieff.

22
Los “caminos” no son más que una ayuda
que se ofrece a cada quien según su tipo.
Gurdjieff
IV

Los números telefónicos en el marcador que encontré en Relatos


de Belcebú a su Nieto eran obsoletos. Cada vez que llamaba recibía
la misma respuesta: “aquí no es el Centro Gurdjieff-Ouspensky,
aquí es una tienda de cortinas”. Así que seguí leyendo los
libros sugeridos por José Antonio Kahuil y los encontré útiles e
interesantes, a pesar de que no incluían un lado práctico. José
Antonio ya no estaba allí para explicar su significado esotérico y yo
siempre sentí que mi comprensión de ellos era subjetiva y, en su
mayor parte, literal. De hecho, ésta era una limitación fundamental
que hallé al leer literatura esotérica, mística y filosófica, a saber,
la falta de un maestro vivo detrás de una tradición en particular.
En este sentido, sabía que, sin Gurdjieff, los “Relatos de Belcebú”
quedarían sellados en el misterio.

En esa época era muy difícil encontrar libros de Gurdjieff y


Ouspensky en español, y los que había eran muy caros. Sin
embargo pude encontrar una copia de Charlas con un Diablo, de
Peter Ouspensky. No había ningún marcador en esta exquisita
obra. Pero en ella Ouspensky explicaba por qué la búsqueda de algo
superior era tan difícil. Tan pronto como uno comienza a hacer un
esfuerzo en esa dirección algo dentro de uno se despierta y opone
resistencia; sin embargo entonces yo pensaba que Ouspensky
concebía al “Diablo” como una entidad fuera de uno mismo.

Poco más adelante, un amigo me señaló un anuncio en una revista,


llamada Tiempo Libre, con el número telefónico actual de los
centros “Gurdjieff-Ouspensky”. Nunca me imaginé que desde el
momento en que hice esa llamada no volvería a tener “tiempo libre”
en absoluto. Lo que encontré fue una línea de esfuerzo que con el
tiempo se fue haciendo más precisa y sobre todo, más continua.

Llamé e hice una cita para una reunión de posibles estudiantes y


me dijeron que leyera el libro Psicología de la Posible Evolución del
Hombre, de Ouspensky. Me sugirieron una librería que tenía esa
y otras obras de Gurdjieff y Ouspensky. El día en que compré el
libro iba en camino a las ruinas de Palenque, en el sur de México.
Lo leí todo durante el viaje. Debo decir que jamás he hallado nada

23
tan claro y directo como esta obra maestra. Todo lo que había
aprendido con José Antonio Kahuil, y aún más, se presentaba
allí de una manera muy simple y práctica. Pero, y esto es lo más
importante, expresado en un lenguaje claro, tan claro y simple
como el ABC y el 1, 2, 3… Literalmente.

Al entrar al sitio de Palenque, fui directo al Templo de las


Inscripciones; y estaba a punto de iniciar el ascenso de las escaleras
cuando un hombre me detuvo y me dijo:

—Si quiere usted ver algo realmente especial, siga el sendero detrás
de la pirámide. Suba hasta la cima de la colina hasta que vea una
estructura recién descubierta.

— ¿En serio? ¿De qué se trata?—le pregunté.

—Quién sabe; todavía están excavando—me respondió.

La curiosidad me condujo detrás de la pirámide, donde hallé el


inicio de un sendero que efectivamente llevaba hasta la cima; en
pocos minutos me encontraba en la jungla. Conforme avanzaba, el
sendero se dificultaba cada vez más, pues la jungla se había vuelto
tan densa en algunos lugares que apenas podía distinguir el pasaje
recién abierto. Como no había huellas en el terreno, empecé a
buscar ramas rotas, arbustos pisoteados y árboles de extrañas
formas que me ayudaran a encontrar el camino de regreso. Llegó
un momento en que la jungla se hizo casi impenetrable; todo lo que
pude deducir era que estaba ascendiendo. Entonces me di cuenta
de que podía perderme y empecé a dejar mis propias marcas.

El silencio de la jungla es tan fuerte que puede llegar a ser una


experiencia adversa, pues no es el silencio de un lugar sin vida,
sino un silencio de vida latente, un silencio acechante, un silencio
de algo que te observa en suspenso. Comencé a sentirme un poco
agitado y apresuré el paso. Fue entonces cuando noté un ruido
diferente al de mis pasos en la jungla; algo como un eco. Me detuve
y me di vuelta; el ruido se detuvo abruptamente. Escudriñé la
jungla y... nada; no se movía ni una hoja. Tan sólo ese silencio,
un silencio tan poderoso como el trueno. Continué subiendo,
tratando de prestar atención al ruido que escuchaba ¿o quizás
imaginaba? Entonces noté que ya no venía de atrás sino de mi
derecha. “¿Era una trampa? ¿Será que ese hombre me mandó aquí

24
intencionalmente para asaltarme?”

Mi corazón comenzó a latir rápidamente, pero seguí caminando


hacia arriba, esperando llegar a la cima y tal vez encontrar a
alguien allí, algún arqueólogo o algún trabajador. El ruido se
movió a mi izquierda, luego adelante y después a mi derecha otra
vez. Me detuve en seco y con mi cayado aparté algunos arbustos.
Por un breve instante vi el lomo elegante de un felino deslizándose
en la jungla, con su gruesa cola apenas tocando los arbustos. El
terror me invadió mientras murmuré en mi interior: “No parece un
mono”. Tratando de controlarme, mire mi cayado y lo sostuve ante
mí. No era más que una ramita.

Pasó un relámpago entre el pánico y el total control de mí


mismo. Tomé el momento por lo que era y con calma sopesé mis
posibilidades. Me hallaba por lo menos a veinte minutos del sitio
de Palenque: demasiado lejos para correr o gritar pidiendo auxilio.
Aunque joven y en buena forma, no había modo de correr más
rápido que un jaguar. No llevaba nada conmigo que pudiera servir
de arma. Todo lo que tenía era mi frágil cayado, mi cinturón y
mi morral con un lápiz, una libreta y el libro de Peter Ouspensky
Psicología de la posible evolución del hombre. Seguí subiendo, más
calmo que nunca.

Lo que finalmente reconocí como pasos de jaguar me seguía en


círculos. De vez en cuando veía al majestuoso felino saltando
algún pequeño obstáculo, pero no se me acercaba. No sabía nada
sobre estos animales; simplemente esperaba que tarde o temprano
me saltaría encima y se devoraría lo mejor de mí. En una fracción
de segundo imaginé el momento en que habrían de encontrar
mis sangrientos restos. Vi el momento de mi muerte. Me sentí
extrañamente sereno.

De vez en cuando se agolpaban en mi cabeza extraños pensamientos:


“¿Qué tengo que aprender de todo esto? (…) ¡Nada! Este es mi
último día. Hasta aquí he llegado. Se me ha permitido llegar sólo
a la puerta. La próxima vez seré capaz de recordar antes. Si las
Fuerzas Superiores no van a permitirme seguir adelante, por lo
menos puedo aceptar la muerte sin miedo”.

Pensamientos como estos invadían mi espíritu afligido. Sabiendo


que el camino de regreso al sitio tomaría más de veinte eternos

25
minutos, decidí seguir adelante con la esperanza de que la cima
iba a aparecer en cualquier momento. Puse toda mi energía en
mantener mi meta de alcanzarla.

La colina se fue volviendo terreno plano, me di cuenta que había


llegado a la cima: no había ninguna estructura visible. Caminé
por los alrededores y vi que solamente me hallaba en medio de la
jungla; enormes árboles se erguían muy altos, su follaje cubría
el cielo. Manteniendo la sangre fría, emprendí el regreso cuesta
abajo; el jaguar aún me seguía en círculos. Cuando no podía verlo,
lo escuchaba con claridad y estaba constantemente a la espera del
inesperado salto sobre mi espalda.

Finalmente, en el mismo lugar donde lo había escuchado por


primera vez, el jaguar de pronto se detuvo y regresó a la espesura
de la jungla. Sentí el impulso de apresurarme, pero me contuve
y seguí caminando con calma hacia el sitio, esta vez totalmente
consciente de mí mismo. Cuando al fin vi la parte posterior del
Templo de las Inscripciones, me sentí genuinamente feliz. Abrí mi
morral y saqué el libro, sosteniéndolo con ambas manos frente a
mi rostro. Me dirigí al centro del sitio, admirando las estructuras
finamente construidas. “¡Quisiera poder participar en el tipo de
trabajo que crea semejante magnificencia!” Pensé.

En ese entonces el hombre que me había señalado el sendero se


me acercó y me dijo:

—Ya tiene mucho que se fue, oiga. Cuando lo vi que se iba pa’ la
jungla no quise pararlo porque me imaginé que iba a echarse una
“fumadita”. ¡Se ve que está bueno el viaje!

— ¡Oh, sí! —le dije— Me siento feliz de estar vivo...

—Esa hierba debe ser buena.

Me dijo, guiñando un ojo.

—No tiene usted idea.

26
En particular quiero imprimir en sus mentes que las ideas
y los principios más importantes del Sistema no me pertenecen.
Ouspensky

Dos semanas más tarde, en el cumpleaños de Abraham Lincoln,


asistí a la primera de tres “reuniones para posibles estudiantes”
en que se explicaban las ideas del Cuarto Camino. Le forma de
esas reuniones me pareció muy bien elaborada. La enseñanza
llamada el Sistema Gurdjieff-Ouspensky fue presentada de una
manera intencional, ordenada y muy clara. Desde la primera
reunión me di cuenta de haber encontrado una enseñanza simple
y práctica. Casi todas las ideas ahí presentadas eran verificables
con ejemplos de mi vida cotidiana. También me sentí agradecido de
haber encontrado un grupo de personas que no sólo “hablaban mi
mismo idioma”, sino que además trabajaban en la misma dirección
de un modo organizado.

Durante esa primera reunión, casi enteramente basada en la


Psicología de la posible evolución del hombre, de Ouspensky, a
todos los participantes se nos aconsejó explorar y verificar algunas
de las ideas en nuestra vida diaria. Con este propósito, nos dieron
varias semanas entre cada una de las reuniones. La idea principal
que verifiqué inmediatamente fue la del sueño. Las semanas que
siguieron a la primera reunión pasaron sin que recordara tratar de
verificar, ni siquiera una vez, las ideas sugeridas. Todo ese tiempo
me la pasé en un estado de entusiasmo que surgió del haber
encontrado a este grupo de personas. Pero algo en mí que entonces
reconocí como el “Diablo Benevolente” me impidió recordar que
tenía que verificar las ideas. Lo más importante fue que cuando
compartí esta observación durante la segunda reunión, alguien
señaló que esta era la razón principal por la que las escuelas
existían: para ayudarnos mutuamente a recordar. Una vez más
verifiqué que por mí mismo no es mucho lo que puedo hacer, y esta
organización me ayudaría a recordar y trabajar con regularidad.

“Esta escuela proporciona las condiciones ideales para el Trabajo.”

Aunque esto fue crucial en mi decisión de entrar, lo que me hizo


sentirme como en familia fue que un número considerable de
estudiantes había verificado que las Fuerzas Superiores eran la

27
energía conductora de sus vidas y de la Escuela misma. Estas
personas provenían de modos de vida y circunstancias sociales
totalmente distintas y, sin embargo, todas reconocían una serie de
eventos claramente orquestados que las habían llevado a entrar
en la Escuela.

Algunos de estos eventos rayaban en lo inverosímil, y a menudo


penetraban lo milagroso. Describirlos sería el trabajo de un
novelista o de un poeta; yo no soy ni uno ni el otro. Insisto, estas
personas sabían haber sido llamadas a trabajar juntas; cosa que
no habían aprendido en la Escuela.

Finalmente había encontrado no sólo una sino a varias personas


que habían verificado el trabajo de las Fuerzas Superiores en sus
vidas y que trabajaban juntas con esta comprensión. Los nombres
que la gente daba a las Fuerzas Superiores variaban de acuerdo
con la formación de su centro magnético. Había quien se refería a
ellos como los dioses, había quien los llamaba ángeles, aliados o
simplemente Dios. En la Escuela se utilizaba un término un tanto
clínico pero muy claro, es decir, Influencia C.

Me resultó también interesante que estudiaban las leyes cósmicas


desde un punto de vista práctico. De tal forma que un conocimiento
que fácilmente se podría haber vuelto especulativo o incluso
ideológico se convertía en una práctica diaria. Por ejemplo, la ley
de octavas se estudia desde el punto de vista de cómo “superar” los
intervalos en el trabajo individual. O sea, mientras en una octava
descendente los intervalos se superan mecánicamente y la octava
simplemente sigue su curso. En una octava ascendente, como el
trabajo sobre sí, es necesario hacer esfuerzos conscientes para
superar los intervalos.

Esta idea me ha resultado muy práctica; pues cuando he observado


la pérdida de interés o entusiasmo en mi trabajo, lo reconozco
como un intervalo que necesito superar. Además tiene un perfecto
sentido que las tres líneas de Trabajo en la Escuela están diseñadas
para impedir que la octava de la evolución se desvíe. Si uno entra
en un intervalo en la primera línea, puede siempre hacer esfuerzos
en la segunda o en la tercera líneas para seguir adelante en la
dirección inicial.

No es mi propósito describir todas las ideas presentadas en las

28
reuniones, sino sólo aquellas que me ayudaron a reconocer ésta
como una escuela práctica. Pronto comprendí que esta Escuela no
es un grupo de personas sino una red de individuos, dentro de
este grupo de personas, concentradas en el mismo esfuerzo. Se me
señaló desde el comienzo que esta Escuela “es real sólo cuando sus
participantes son reales”, un uso práctico de la idea de Gurdjieff de
que “la vida es real sólo cuando yo soy”.

Cuando alguien no se recuerda a Sí mismo o hace el esfuerzo de


recordarse a Sí mismo, no está en la Escuela. Se vuelve como
cualquier otra persona de este planeta, inmersa en las actividades
que mejor se acomodan a sus mecanicidades o necesidades
orgánicas. De modo que cada vez que cualquiera de nosotros
realiza una actividad que excluye o impide el Trabajo, simplemente
no está en la Escuela. Desde el comienzo, la Escuela se presenta
como esotérica, perceptible sólo por alguien que se recuerda a Sí
mismo o que intenta recordarse a Sí mismo.

El tiempo en la Escuela no se mide en años sino en la capacidad


de estar presente.

La segunda reunión fue presentada con la ayuda de un juego


de barajas comunes, a través del cual se explicaban algunos
aspectos de la infraestructura de la máquina humana. Lo usaban
como esquema de lo que en la enseñanza se llama “las funciones
inferiores”. Este esquema sirve para clasificar la multiplicidad de
“yoes” que uno observa en sí mismo. Ya que cuando uno dice “yo” no
se trata de la totalidad de su ser; sino de una parte de la máquina:
ya sea proveniente del centro intelectual, del centro emocional, del
centro motriz o del centro instintivo. Los “yoes” provenientes del
centro sexual no se explicaron durante esa reunión. Y los centros
emocional superior e intelectual superior se definieron como
dormidos.

El concepto de sueño se refiere a los centros superiores.

En esta reunión surgieron nuevas ideas muy prácticas. Una de ellas


era la idea de la atención. Se describió la máquina humana como
capaz de trabajar en tres niveles diferentes de atención, a saber:
incontrolada y dispersa, controlada por un evento ya sea externo
o interno; y controlada con esfuerzo. La última es de considerable
importancia en la Escuela debido a que nos pone en la posición de

29
dividir la atención. De hecho, casi todas las reuniones y eventos de
la Escuela requieren que uno cultive el control de la atención, o, en
términos del Sistema, desarrolle los reyes de los centros. Por otro
lado, la división de la atención, una característica del recuerdo de
Sí, es por entero la responsabilidad del individuo.

Ahora bien, en relación con la atención controlada, se nos aconsejó


observar constantemente el trabajo de la parte intelectual del
centro instintivo, o rey de tréboles, pues esta parte de la máquina
es la que controla todas las demás; manipula su función y puede
imitarla si es necesario.

De hecho, en cuanto uno hace el esfuerzo de estar en los reyes de


los centros, o sea, cuando uno controla su atención con el objetivo
de despertar los centros superiores, puede observar que el rey de
tréboles se despierta y reduce la experiencia a su propio nivel. El
Diablo Benevolente de Ouspensky alude a este caso.

Otro concepto esencial es que toda máquina nace con una de


las funciones inferiores más desarrollada que las demás, y que
esta función afecta el modo en que uno ve el mundo mientras
los centros superiores duermen. Se llama el centro de gravedad
mecánico. Es necesario descubrirlo y, al mismo tiempo, tratar de
desarrollar (mediante la voluntad) un centro de gravedad basado
en el Trabajo, que ayude al individuo a recordarse a Sí mismo
más a menudo. Este centro de gravedad no es mecánico, y reside
en el rey de corazones o inteligencia emocional. En este nivel de
atención controlada, uno puede crear un mayordomo suplente y,
posteriormente, un Mayordomo, el cual es la condición más alta a
que puede llegar la máquina humana De allí que el rey de corazones
se nos presentó como la puerta estrecha que conduce a los centros
superiores. Esta idea me explicó mis experiencias más elevadas
con José Antonio Kahuil y resolvió mi pregunta: “¿Qué soy yo si no
Rolando?”. En el Sistema se llama el Mayordomo.

El Mayordomo no es una parte inherente a la máquina. Tiene que


ser creado con voluntad para asistir al despertar de los centros
superiores.

La tercera reunión trataba sobre la máquina humana en conexión


con el cosmos inmediato superior a la vida orgánica sobre la
Tierra, o sea, el sistema solar. Incluía una descripción de cada

30
tipo humano basada en el funcionamiento del sistema endocrino.
De acuerdo con esta descripción, siete glándulas gobiernan la
conducta humana y en cada persona el trabajo de una glándula
prevalece sobre el de las demás. Esto da origen a una tendencia
mecánica particular en cada persona, llamada rasgo principal o
característica. Según la ley de los tipos de cuerpo, toda máquina
humana tiende a actuar y reaccionar constantemente desde este
rasgo principal, aún cuando las circunstancias requieran que
actúe de manera diferente.

José Antonio Kahuil me había hablado sobre la teoría de las


influencias planetarias y de las glándulas como receptores de
tales influencias; lo mismo que de la posibilidad de escapar de
estas influencias, pero nunca mencionó cómo hacerlo. En esta
reunión se sugirió cómo librarse de las influencias planetarias.
Todo comienza con la observación metódica de la máquina desde
el punto de vista de cómo controlar su rasgo principal y su centro
de gravedad, teniendo en cuenta las influencias planetarias que
rigen en un momento dado.

El descubrimiento del propio tipo es el primer paso.

Más tarde supe que a un estudiante (un astrónomo) se le había


asignado la tarea de seguir el movimiento de los planetas y de las
lluvias de meteoritos, así como la aparición de tormentas solares,
con el fin de proveer a la Escuela un almanaque mensual de tales
influencias, tal como lo hicieron las antiguas escuelas toltecas
con sus calendarios.

También explicaban que gran parte de este esfuerzo requería la


práctica de compartir observaciones entre los participantes de la
escuela, ya que existe un número ilimitado de puntos de vista
para el estudio del individuo. A esta práctica se le llama “dar
fotografías.” Me tomó varios años de experimentos y errores antes
de poder descubrir el tipo de mi máquina, su rasgo principal y su
centro de gravedad. Ahora, encontrar la forma de neutralizar sus
manifestaciones no tiene fin. Sí, este es un esfuerzo permanente,
pues los rasgos principales forman parte de la estructura de la
máquina. Uno los lleva de por vida.

31
La posibilidad de recibir Influencia C debe ser limitada,
porque si no se usa, ¿para qué desperdiciarla?
Ouspensky

VI

Al final de la tercera reunión, que fue muy breve, se ofreció


información sobre la Escuela en general, incluyendo las donaciones
necesarias para su desarrollo y manutención. Esto representó un
problema insuperable para algunos. A mí me resultó evidente,
pues ya había participado en varias organizaciones que dependían
exclusivamente de los esfuerzos y medios de sus participantes.
En fin, desde el inicio comprendí que la Escuela es como una
cena en la que cada invitado aporta lo que está al alcance de
sus medios. Por supuesto, se exigió un mínimo que cada quien
debe aportar mensualmente. Este requisito se basa en una de las
ideas fundamentales del Sistema que establece que, en el Cuarto
Camino, el trabajo sobre sí mismo comienza al nivel del Buen Amo
de Casa:

“El Trabajo puede requerir gastos de viaje, etc... Si alguien tiene su


vida tan mal organizada que 1000 rublos le resulta un problema, lo
mejor es que no emprenda este trabajo. Esta exigencia nos permite
darnos cuenta de quién es capaz de trabajar con nosotros.” Gurdjieff

Durante esta última reunión se dio espacio a preguntas
relacionadas con la enseñanza y la Escuela. Mi primera pregunta
fue:

— ¿Quién es el Maestro?

Me dijeron que se llamaba Robert Burton, que vivía en California y


que podía conocerlo sólo después de haber trabajado en el centro
por un año. Cuando notaron mi impaciencia me dijeron que tenía
un año para aprender a esperar. Mientras tanto, me puse a leer
y a traducir las reflexiones de este hombre, e hice una revista en
español basada en las traducciones de sus pensamientos. Durante
todo ese año pensé que era lo más que podría acercarme a él.

Esto era suficiente, porque pude darme cuenta de que este hombre,
no importa lo que dijera, repetía el mismo mensaje una y otra vez:
“Recuérdate a Ti mismo”. Ouspensky había señalado previamente

32
que el “recuerdo de Sí” es la práctica central del Sistema, y Robert
Burton lo señalaba una y otra vez. Robert se concentraba en el Ser
que tiene que ser recordado.

Al mismo tiempo advertí que este hombre hablaba de verdades que


yo ya sabía desde el inicio de los tiempos. Robert Burton afirmaba
hechos que yo conocía de niño pero que era incapaz de articular;
practicaba ideas que yo había concebido durante mi adolescencia,
pero a las cuales no había podido aferrarme, por estar demasiado
distraído. Él podía señalar lo esencial y presentarlo como un
todo ordenado y refinado. Como el Ibis Sagrado de los egipcios, él
extraía la verdad del lodo de la imaginación y con ella alimentaba
a sus criaturas.

Por otra parte, descubrí algo más durante ese período. Pude
percibir claramente que los estudiantes que nos visitaban con
regularidad desde el corazón de la Escuela, donde vivía Robert
Burton, en el norte de California, habían sido expuestos a un tipo
peculiar de influencia y trabajo. Su energía era muy distinta de la
de aquellos estudiantes y maestros viajantes que nos visitaban de
otros centros. Una vez lo mencioné a uno de ellos, Walter, quien
después de mostrarse de acuerdo con mi observación me dijo con
una sonrisa:

—Sí, por ahora estamos trabajando con la energía que recibimos


de Robert. Pero quien quiera acumular el mismo hidrógeno y
cristalizarlo dentro de sí, tendrá que hacer esfuerzos continuos y
organizados.

Encontrar la Escuela no tiene nada que ver con encontrar a un


grupo de personas que comparten los mismos ideales. Significa,
en cambio, encontrar una línea de acción específica en la que
algunas de estas personas se hallan empleadas y, lo que es más,
encontrar a un grupo de personas formado y sustentado por
una inteligencia superior. Ahora bien, con el fin de conectarse
con esta inteligencia superior, es necesario despertar los centros
superiores; no existe otra manera. Si alguien trata de despertar
nuestros centros superiores y nosotros no hacemos un esfuerzo
recíproco, el centro instintivo hará de nuestros esfuerzos parte de
sus sueños o pesadillas.

Entre las personas del centro en esa época, había una en particular

33
hacia la cual me sentí atraído desde el inicio. Gracias a la repetición,
todos habían aprendido bien las ideas, pero esta persona tenía
una facultad especial para verificar la practicidad de cada idea del
Sistema.

La Señorita Goldstein era una psicóloga, pero más que nada


era una persona perceptiva y de sangre muy dulce. Me daba la
impresión de ser un genio de cuatro años jugando en el campo
de la psicología humana; muy simple y casi ingenua por el
modo en que leía la conducta humana. Esta habilidad innata,
acompañada de una sólida comprensión del Sistema, la convertía
en una maestra notable. Mientras otros integrantes del centro se
limitaban a compartir sus observaciones personales del Trabajo,
ella se enfocaba en tratar de probar cómo las ideas del Sistema
se integraban a cada aspecto de nuestras vidas y cómo cada idea
fundamental requería del esfuerzo de la división de la atención.
Lograba hacerlo manteniendo un cierto desapego. No me di
cuenta en ese entonces del significado de nuestra relación, pero
más adelante comprendí que nuestras conversaciones habían
sido esenciales en el desarrollo de mi mayordomo suplente. No
había pregunta o problema en nuestras conversaciones que no
condujeran a la observación y la clasificación de mis mecanicidades
en términos del Sistema.

De hecho, gracias a su instrucción me embarqué en los primeros


esfuerzos serios e invisibles y realmente vi los resultados de los
mismos. Sólo mencionaré un ejemplo en particular para ilustrar
cómo sucedió esto. Fue una experiencia muy intensa que me llevó
a otra verificación aún más intensa y devastadora.

Cuando entré en la Escuela, invité a mis amigos más cercanos


a asistir a las reuniones para estudiantes prospectivos. Incluso
le escribí una carta a José Antonio Kahuil comunicándole mi
hallazgo. (Meses más tarde me llegó una respuesta típica de él:
“¿Se acuerda usted de Oliver Twist? Sus dificultades comienzan
cuando pide más”.)

Sucedió que la única persona que ingresó en la Escuela fue mi


pareja. Todo estuvo bien por un tiempo, hasta que ella empezó a
implicarse con un estudiante del centro. La manera en que nos
enteramos fue inesperada y atroz.

34
La primera cosa interesante acerca de este choque fue que, como
el centro era muy pequeño y nuevo en esa época, todos se dieron
cuenta del asunto, y quedaron hasta cierto punto conmovidos.
Sin embargo nuestras reuniones nunca perdieron su enfoque y
energía fina. La forma permaneció intacta a pesar de la tensión
creada por el inconveniente; pues todos formábamos parte de la
misma Escuela y todos teníamos que trabajar con la situación más
allá de nuestras posibilidades, más allá de nuestra moralidad y
nuestros más delicados sentimientos.

Para empezar, el hecho de que la gente se pusiera de mi lado fue


descrito por la Señorita Goldstein como un buen ejemplo de la
ley de la Dominancia Femenina6. El hecho de que yo viera su
observación como algo escandaloso simplemente probaba que ella
estaba en lo cierto. Y, según lo veo ahora, estaba en lo cierto. Esa
fue la primera vez que experimenté esta ley operando en mi interior.
Según nuestra moralidad local, estas dos personas habían hecho
algo definitivamente ilícito que requería un castigo. Pero desde el
punto de vista de un objetivo superior que todos compartíamos, el
enfoque residía en la gran oportunidad que este choque ofrecía en
términos de estudio y control de mí mismo. Así que, básicamente,
tenía que sentirme afortunado.

La Señorita Goldstein poseía una mente tan ágil que usó esta
oportunidad para ayudarme a poner en práctica las ideas básicas
del Sistema. La principal era ver las emociones negativas como
Hidrógeno 12 que yo podía transformar en Recuerdo de Sí. Llegó
un momento en que pregunté:

— ¿Cuál es el esfuerzo correcto del momento?

—Mira— respondió—, trata de verte de Rolando. Cada vez que


logres no expresar negatividad y verla como hidrógeno 12, verás
tu verdadero Ser.

Era una forma muy buena y muy difícil de formular el esfuerzo.


Pero lo puse en práctica lo más que pude, tratando de aferrarme
a esa nueva comprensión como a una tabla en medio de un mar
violento. Esta fue también la primera vez que verifiqué lo que

6 La dominancia femenina es la ley que mantiene a la gente en los límites


de la conducta convencional.

35
significa aplicar el primer choque consciente; o sea, tratar de
no expresar emociones negativas y separarse de ellas. Aplicar el
segundo choque consciente, la transformación de las emociones
negativas, dependía del éxito de ese primer esfuerzo.

La Señorita Goldstein era una persona atenta y muy profesional.


No se puso de parte de nadie mientras duró el evento; simplemente
trabajaba en privado con cada una de las partes implicadas.
Aunque no sé qué le dijo a los demás, al final se sugirió que mi
ahora ex pareja debía tomar su nueva relación en serio y que yo
tenía que seguir adelante con mi trabajo.

Esa experiencia fue increíblemente humillante; parecía no


tener fin, pues todos nos reuníamos varias veces por semana y
trabajábamos juntos en segunda y tercera líneas. De modo que
esencialmente me tocó ser testigo de este nuevo romance y trabajar
con mis reacciones al mismo. Cada vez que no tenía éxito en mis
esfuerzos, el centro instintivo simplemente hallaba maneras de
eliminar la energía producida dentro de la máquina. Lo hacía de
varias maneras, ya sea escribiendo poesía, o con ataques de ira, o
hablando mal de quien le había creado tal sufrimiento.

Aplicar las ideas del Sistema en esa época fue como luchar en la
oscuridad contra una fuerza invisible, pero confiaba en las Fuerzas
Superiores y en la Señorita. Goldstein, y comprobé que el Sistema
funciona. Varias semanas más tarde, llegué a verificar el despertar
de los centros superiores, algo de la misma naturaleza que lo que
había probado con el peyote bajo la asistencia de José Antonio
Kahuil. Es un estado de calma y silencio, en que el Ser es testigo
de la existencia como un juego o una obra de teatro. No se pone la
propia identidad en nada de lo que sucede en el momento, ya sea
dentro o fuera de uno mismo. Sin embargo, mientras el peyote me
había proporcionado el mismo resultado en cuestión de minutos
(aunque también una tremenda náusea), esta vez me había tomado
semanas de noches de insomnio y días interminables tratando de
separarme de los más violentos pensamientos y emociones.

Esa fue la época, también, en que tuvo lugar en mi cuerpo un


suceso extraordinario.

Una madrugada, estaba acostado en mi cama sin poder dormir,


deshecho y rendido de tratar de detener una y otra vez los mismos

36
pensamientos y las mismas imágenes recurrentes y dolorosas. De
pronto sentí que todo mi cuerpo empezó a temblar, presa de un frío
helado y al mismo tiempo ardiente. Una potente energía recorrió
mi cuerpo, como si una violenta ráfaga lo estuviera restregando.
Entonces, de una manera totalmente repentina, una luz blanca,
como un trueno, explotó en mi frente, dejando una leve pulsación
que duró por mucho tiempo. Me quedé en la cama por un rato,
esperando a ver qué seguía a tal experiencia. Nada. Me sentí
templado y entero. Las emociones negativas de las cuales había
tratado de separarme durante el último mes habían desaparecido;
me hallaba en un estado neutral. Miré en torno a mi habitación.
Aunque estaba todavía oscuro, sentí la tenue claridad del alba.
Me quedé en la cama, agradecido. Cuando finalmente la luz reveló
el cuarto, me levanté y me fui a dar un paseo por el viejo barrio
en que vivíamos. Era una hermosa mañana. Había llegado a
ser lo que estaba buscando y, aunque la dificultad y el esfuerzo
requeridos para alcanzarlo no habían sido insignificancias, me
sentí agradecido de haber finalmente aparecido. Sin embargo, algo
en mí quedó totalmente asustado. Si bien sabía qué era, no lo
llamé “el centro instintivo” en ese entonces.

Desde ese momento, mi meta ha sido aprender a recuperar ese


estado y hacerlo permanente, aunque el centro instintivo se
despierta cada vez con mayor fuerza en su intención de frenar mis
esfuerzos.

Me acordé entonces de que por este motivo las Fuerzas Superiores


deben arreglar circunstancias en nuestra vida que produzcan
suficiente fricción y energía para que se manifiesten los centros
superiores; pues en general nosotros somos incapaces de
producirnos la fricción a voluntad. Una vez experimentada
la tremenda lucha para transformar el sufrimiento, el centro
instintivo hará todos los esfuerzos posibles para evitar que le vuelva
a suceder. Así que las Fuerzas Superiores tienen que usar las
tendencias e identificaciones de la máquina con el fin de producir
lo que llamamos “un episodio de fricción”.

Los episodios de fricción no están diseñados para purgarnos o


ayudarnos a cambiar la conducta de la máquina; nadie espera
que nos volvamos buenos sino que transformemos la energía
producida por ellos en la presencia de la divinidad interior. Pero el
esfuerzo para producir los centros superiores durante un episodio

37
de fricción depende únicamente de nosotros. Tenemos que
emplear toda nuestra voluntad contra las reacciones mecánicas
de la máquina, porque mientras (en este caso) la máquina clama
“justicia”, “castigo” etc., la divinidad interior simplemente lucha
por aparecer y ser.

A veces, sin embargo, tales episodios de fricción pueden ser el


resultado de la ley de accidente, del destino o de la ley de causa
y efecto. Es lo mismo para quien quiere despertar; hay que
aprovecharlos igualmente.

Desafortunadamente, la Señorita. Goldstein, con toda su belleza


y sabiduría interiores, no comprendía los mismos principios que
tan ardua y amorosamente me había inculcado. Años más tarde,
ella misma pasó por un episodio similar, más bien peor, al mío. Su
pareja la dejó por otra estudiante del centro, lo cual le creó una
atmósfera interna idéntica a la que yo había atravesado.

Cuál no fue mi sorpresa y profunda pena al ver que no había modo


en que ella pudiera pensar entonces en términos del Sistema. Ella
misma no había creado la voluntad para transformar o separarse
de la negatividad, ni para aplicar alguna de las ideas que tanto
me había alentado a poner en práctica. Simplemente comenzó a
hundirse en una emoción negativa tras otra, hasta que finalmente
desapareció de la Escuela; y, más tarde, se alejó del centro. Fue
una verificación devastadora de la diferencia entre conocimiento y
ser: ver que mi mentora, quien me había inspirado y ayudado de
una manera tan organizada y amable, no quería escuchar lo mismo
en relación consigo misma. Todo lo que quería era “¡Que le corten
la cabeza!” Y tenía razón; desafortunadamente tenía toda la razón.
Porque como Ouspensky observó en relación con la negatividad:
“Peor para usted si tiene razón de expresar negatividad”.

Lo último que deseo agregar es que ésta no fue la única vez en


que me encontré con un “episodio de fricción” de esta naturaleza.
Por una razón entonces oscura para mí, pero hoy evidente, seguía
atrayendo el mismo acontecimiento una y otra vez, por más de
diez años (siempre vinculado con relaciones), hasta que pude
neutralizar la mecanicidad que me inducía a embarcarme en esa
particular pérdida de energía. Una vez le pregunté al Maestro por
qué tenía que pasar por la misma clase de fricción una y otra vez.

38
Según me acuerdo, me dijo:

—Las Fuerzas Superiores quieren que internalices tus esfuerzos.

Debo decir que me tomó muchos años de observación neutral y de


ayuda tanto de las Fuerzas Superiores como de la Escuela, antes
de ponerme en la posición de cambiar algo internamente; y aunque
esta mecanicidad se halla aún latente, logro mantenerla pasiva.
Como señalé antes, uno no se deshace de ciertas mecanicidades
de una vez por todas; más bien desarrolla la voluntad necesaria
para controlarlas. Esencialmente la mecanicidad no tiene nada
de malo; forma parte del plan cósmico. Pero en el Cuarto Camino
la mecanicidad se utiliza como herramienta para despertar los
centros superiores.

Hasta hoy en día, cada vez que veo surgir esta mecanicidad, tengo
que hacer grandes esfuerzos para controlarla, aunque no tan
gigantescos como la primera vez.

39
Aquí nadie puede dormir, todo mundo tiene quien le pise los callos.
R. Zimmerman

VII

Poco después de que entré en la Escuela, se nos pidió rentar


una casa, no simplemente un departamento sino una verdadera
casa: de preferencia con un jardín o una infraestructura que
facilitara octavas de tercera y segunda líneas. Se llamaba “casa de
enseñanza” porque nuestras reuniones y eventos tenían lugar allí,
pero principalmente porque sólo estudiantes de la Escuela podían
vivir en ella. Algunos de nosotros nos ofrecimos a mudarnos y
hacernos responsables de pagar la renta y los gastos generales de
la casa.

Este es un buen ejemplo de tercera línea. O sea, somos los


estudiantes quienes debemos proporcionar las circunstancias que
crean oportunidades de participar en las tres líneas de Trabajo.
Las casas de enseñanza son un buen ejemplo de lo que significa
establecer una escuela esotérica en medio de la vida. Creamos
en conjunto un espacio, un contexto, que no pertenece a nadie
y que es útil a todos. Es decir, nadie es el dueño en una “casa
de enseñanza”, es un espacio común para el trabajo interno. Las
reglas y los ejercicios propuestos en una casa de enseñanza son
concebidos por el Maestro y cada individuo es responsable de
practicarlos internamente.

Una casa de enseñanza es un ambiente especialmente útil para


aprender a trabajar sobre sí mismo, pues uno se halla inmerso
por completo en la Escuela. El ambiente que creamos en ella nos
ayuda a concentrarnos en el Trabajo después de pasar el día con
personas ajenas al mismo. Así que, sin pensarlo dos veces, mudé.

Una función importante de estas casas de enseñanza ha sido, por


un lado, aprender a controlar la propia conducta en relación con los
demás y, al mismo tiempo aprender a vivir con sus manifestaciones
desagradables. O sea aprender a convivir a pesar de nuestras
diferencias, porque sabemos que nos necesitamos unos a otros
como constantes recordatorios y refuerzos en el Trabajo. El Maestro
dijo una vez que no las llamaba “casas de fricción” porque, si lo
hubiera hecho, nadie se hubiera querido mudar a ellas. Hay que
subrayar que para aprender algo en una casa de enseñanza es

40
necesario mantenerse alerta.

Igualmente, Apolo, el corazón de la Escuela, es un contexto de


Trabajo para todos, pero no es propiedad de nadie.

Por supuesto, de vez en cuando las Fuerzas Superiores dejan


entrar en la casa de enseñanza a uno que otro maleducado, incluso
muchas veces ajeno al Trabajo, simplemente para poner presión
en los estudiantes. En general, aparte del interés de cada individuo
en el Trabajo, casi no hay afinidad en términos de personalidad o
de esencia entre los que viven en una casa de enseñanza. Y cuando
hay afinidad, a menudo termina siendo una distracción.

41
Todo maestro o gurú es un especialista en algo preciso.
Gurdjieff

VIII

Después de leer varias anécdotas sobre Gurdjieff y Ouspensky de


gente que los había conocido en persona, me resultó claro que el
centro de gravedad mecánico de Gurdjieff era el instintivo-motor y
que su enseñanza se basaba en esa función. El de Ouspensky, en
cambio, era el centro intelectual y su enseñanza también tomó el
carácter de este centro en particular. Robert Burton está centrado
en el centro emocional, de modo que la forma de nuestra Escuela
se basa en esa función. De hecho, cuando entré en la Escuela
alguien me describió su enseñanza como “El Arte de Vivir”.

Robert Burton no enseña con danzas sagradas como Gurdjieff;


tampoco nos pide que tratemos de pensar como si ya fuéramos
conscientes. Sus reuniones no son en forma dialéctica, como las
de Ouspensky. Robert Burton ha creado una forma social que
nos ha exhortado a aprender a vivir y a trabajar juntos por largo
tiempo como amigos, tolerando las debilidades ajenas y tratando
de controlar las propias. Esta última frase puede sonar fácil e
incluso ideal, pero se ha demostrado una de las tareas más difíciles
jamás exigida a un ser humano. A diferencia de las amistades de
la vida, las amistades en la Escuela no son mecánicas; requieren
constante esfuerzo consciente.

Como parte de la enseñanza de Robert Burton, se nos pidió


organizar cenas formales, visitas a museos y funciones de ballet,
escuchar la música clásica más refinada y leer a los grandes de la
literatura clásica. En breve, se nos pidió rodearnos de impresiones
bellas y refinadas para alimentar a la esencia con hidrógenos finos
mientras dividimos la atención.

Ese es un aspecto muy atractivo de la forma de la Escuela, pues


uno se expone a las expresiones más altas de cada cultura.
Como un resultado lateral, a través de todos estos años, muchos
estudiantes de todo el mundo han recibido una educación que no
habrían perseguido de haber sido dejadas a su propio arbitrio.

Además, la forma de las reuniones sociales de la Escuela (diseñada


para servir como escenario para la enseñanza de Robert Burton,

42
pero también para proporcionar las condiciones que den cabida a
las tres líneas de Trabajo) puede resultar agradable para un recién
llegado, y hasta cierto punto glamorosa. Hay que vestirse elegante;
y tratar de mantener la conversación en un nivel elevado, con un
tema único intencionalmente elegido. Se crea una atmósfera muy
distinguida que a menudo incluye a asistentes y meseros vestidos
de etiqueta. Asimismo se ofrece comida y vino de la mejor calidad.

Externamente la forma parece una serie de recepciones de la alta


sociedad. Con los años esto ha atraído a gente no necesariamente
interesada en el Trabajo sino más bien fascinada por su forma.
Estas personas vienen, se solazan por un tiempo; al final se aburren
y se van.

Lo que al inicio no se nota es la cantidad de dinero, preparación


y esfuerzo que cuesta poner en pie todo esto. Toda la comida y la
preparación del lugar, el lavado de platos y ollas, así como volver
a poner todo en orden, muchas veces trabajando hasta las altas
horas de la noche, son actividades llevadas a cabo por estudiantes
que, en general, no tienen una afinidad por la tarea, pero que la
emprenden por propia voluntad.

En cuanto a la mayoría de los estudiantes que juegan el papel de


invitados y donadores, la forma de los eventos de la Escuela les es
tan extraña que asistir a ellos resulta siempre un gran esfuerzo. El
estilo de vida proyectado en ellos resulta incómodo para la mayor
parte de nosotros, que provenimos de contextos diferentes de éste.
Por lo tanto, los centros instintivos de casi todos los estudiantes
se sienten constreñidos cuando se visten con atuendos elegantes.
No se sienten a gusto hablando con gente que apenas conocen, y
tampoco aprecian tener que comportarse de una manera cordial.
Asistir a un evento implica el esfuerzo de estar en los reyes de los
centros o controlar la atención aún desde el momento en que uno
se prepara para él.

Con frecuencia uno tiene que arrastrar a su centro instintivo a un


evento, como si fuera un burro. Habiendo observado esto, una vez
le pregunté a Robert cómo se las arreglaba él mismo para asistir a
todos esos eventos, puesto que él siempre tiene que estar en ellos.
Según recuerdo, me dijo:

—La máquina tiene limitaciones que el tercer ojo no tiene.

43
Lo profundo sólo puede llamar a lo profundo.
Christina Rossetti

IX

Al inicio resulta relativamente fácil pensar en todos los estudiantes


de la Escuela como amigos en el Trabajo. Tarde o temprano uno
se da cuenta de que no siempre es así. Con el tiempo sucede lo
inevitable: empiezan a crearse amistades y tensiones mecánicas.
Es decir empieza a crearse la multiplicidad de interacciones
inconscientes posibles en el contexto de una sociedad formada por
seres humanos; casi ninguna de ellas relacionada con el Trabajo.
Aparecen atracciones sexuales, amistades y enemistades basadas
en hábitos o rasgos; y grupos basados en nacionalidad, raza o
estatus social.

Tomó su tiempo de observación el poder darnos cuenta de que no


todas nuestras interacciones con otros estudiantes en la Escuela
se basan en el Trabajo; en especial aquellas que se dan fuera del
ámbito de un centro o de la forma de la Escuela. Nos dimos cuenta
que era necesario separar la Escuela de su cuerpo físico, que se
llama la “Fellowship of Friends”, no hay que confundir la una con
el otro, porque ninguno de ellos es lo que parece.

Hay que ser selectivo y escoger a las personas y las circunstancias


correctas que verdaderamente favorezcan nuestro trabajo interno.
Pues así como muy pocos “yoes” producidos en la máquina se
relacionan con el Trabajo, muy pocas personas en la Escuela
se hallan realmente conectadas con el Trabajo en un momento
dado, ya que las tendencias relacionadas con el Trabajo no son
mecánicas. O sea, la tendencia a dividir la atención, a recordarse
a Sí mismo, a crear un yo observador, a crear un mayordomo,
a recordarnos mutuamente el Trabajo: estas tendencias siguen
siendo una lucha momento a momento. Todos los miembros de
la Fellowship of Friends estimulan nuestra mecanicidad; pocos
estimulan nuestro trabajo.

De vez en cuando me ha tocado atravesar por el penoso proceso de


abandonar una amistad o relación que empezaba a convertirse en
una especie de mutua condescendencia, para nada conectada con
el Trabajo. Sin embargo el más doloroso de todos estos episodios
será siempre mi separación de la Señorita Goldstein.

44
Todos necesitan desesperadamente un ejercicio definido
ya sea para seguir adelante que para su vida externa.
Gurdjieff

Desde el inicio se nos dio una serie de “ejercicios” para introducir


en nuestra vida diaria. Me permito redundar al mencionar que a
lo largo de los años estos ejercicios nos han ayudado a “ejercitar”
la atención controlada y la voluntad.

Los varios caminos evolutivos usan diferentes ejercicios y técnicas


para desarrollar estas capacidades nuevas en el ser humano, es
decir, la atención y la voluntad. Algunos utilizan el ayuno, otros la
oración, otros la danza, otros ejercicios respiratorios o mentales.
Cabe notar que todos estos ejercicios son, por así decirlo, tareas
artificiales. A menudo no tienen nada que ver con las necesidades
de la máquina y a veces incluso van contra la propia naturaleza.

Ahora bien, como éste es el Cuarto Camino y tiene lugar en la


vida, los ejercicios para el desarrollo de la voluntad y la atención
tienen que basarse en las actividades de la vida ordinaria, de modo
que son invisibles. Por ejemplo en nuestra Escuela hay ejercicios
relacionados con la comida, la bebida, el uso del idioma, el sexo,
las relaciones humanas, etc... En su mayoría no parecen nada en
especial; se basan en el sentido común y las buenas costumbres.
Por ejemplo: tenemos ejercicios tales como abrocharnos el cinturón
de seguridad cuando viajamos en auto, procurar no interrumpir
mientras otro está hablando o evitar tener relaciones sexuales
fuera del matrimonio.

Algunos de estos ejercicios se han hecho permanentes (aquellos


directamente conectados con la forma de la Escuela y el control
de la atención en el centro emocional), pero la mayoría se van
modificando a medida que se convierten en hábitos mecánicos.

“Todo ejercicio real requiere del recuerdo de Sí.”

Por otro lado, podemos observar que el rey de tréboles toma


literalmente los ejercicios, es decir como reglas que debe seguir para
parecer aceptable en el contexto de la Escuela. A veces incluso llega
al grado de adoptar un ejercicio como parte de su personalidad o de

45
su estilo de vida, de modo que, en el sueño, tiende a transformarse
en policía de tal o cual ejercicio. En otros casos se opone a ciertos
ejercicios pensando que evitarlos no perjudica su idea imaginaria
de la evolución.

Aunque existen muchas formas erradas de relacionarse con los


ejercicios, todos están diseñados para el recuerdo de Sí y el control
de la atención en el momento.

Aparte de los ejercicios, el Maestro da sugerencias y tareas


personales, basadas en observaciones directas de las mecanicidades
de sus estudiantes. Algunas de estas sugerencias y tareas son
fáciles de cumplir; otras, en cambio, ponen a uno cara a cara con
el enemigo interno.

46
Para ser verdadera, la enseñanza debe ser una de tantas.
Si es única, significa que es inventada.
Ouspensky

XI

No sabía nada del Cuarto Camino o del Sistema hasta una o dos
semanas antes de asistir a las reuniones introductorias. Igualmente
desconocía la existencia de otras escuelas o grupos conectados con
Gurdjieff o con Ouspensky. Tuve suerte en este caso pues llegué
con una mente fresca y abierta tanto al Sistema como a la Escuela.
Aparte de José Antonio Kahuil, no tenía modo alguno de comparar
el Trabajo de esta Escuela con el de otras: simplemente vi que los
estudiantes trabajaban en la misma línea en que José Antonio
Kahuil me había encaminado, así que empecé a trabajar con ellos.

Más adelante, me enteré de que hay otras escuelas e instituciones


relacionadas con el Trabajo tal como lo presentan Gurdjieff y
Ouspensky, y que cada una de ellas declara ser la legítima heredera
de las enseñanzas de Gurdjieff. Algunas incluso han cuestionado
la autenticidad de nuestra Escuela. Se ha señalado antes que la
tendencia a creer ser los únicos elegidos es inherente en la mayoría
de las personas que persiguen un sendero espiritual, pero esto
nunca ha afectado el trabajo de otros.

No hay forma de saber si las Fuerzas Superiores trabajan con otras


escuelas o grupos. El relato de Alejo Carpentier, “Los Advertidos”7,
ilustra mi comprensión al respecto. Por otro lado, ponerse a
cuestionar la legitimidad de los esfuerzos ajenos es una desviación
y una pérdida de tiempo.

Cuando entré en la Escuela vi que los esfuerzos requeridos y


estimulados en el individuo son esotéricos. Además vi que las
prácticas de la Escuela se relacionan con el despertar de los centros
superiores y, lo que es más, verifiqué que los esfuerzos reales
conducen a resultados reales. No hay disciplina en la Escuela que
no esté conectada con la necesidad de desarrollar un tipo especial
de atención; toda disciplina requiere del recuerdo de Sí.

El factor fundamental que mantiene en pie esta Escuela es que la


mayoría de la gente verificaron el trabajo de las Fuerzas Superiores
en sus vidas antes de encontrar la enseñanza o de conocer a
7 La Guerra del tiempo y otros relatos.

47
Robert Burton, y continúan verificando esta influencia día con día.
Sabemos que las Fuerzas Superiores nos han dado este Sistema,
del mismo modo podrían habernos dado otro, y que igualmente
nos han dado los unos a los otros para que trabajemos juntos.
Todos hemos reconocido esto al encontrar la Escuela.

Por otro lado, quien descubre el concepto de las Fuerzas Superiores


a través de la Escuela sin haberlas verificado antes está destinado
a negar su existencia o a relacionarse con ellas de un modo
ingenuo; y sobre todo, a pensar en ellas en términos de sus propias
necesidades orgánicas.

48
Diré lo que Tú pongas en mi corazón; sólo eso saldrá de mis labios.
Huehuetlahtolli

XII

Durante el año que pasé en el centro, recibimos visitas de una


serie de estudiantes provenientes de todo el mundo. Estos
estudiantes tenían cierta experiencia en el Trabajo y, obviamente,
conocían bien las ideas. Jugaban el papel de instructores para
los estudiantes nuevos. Algunos sobresalían en la capacidad de
explicar el Sistema, así como en la habilidad de convertir cada
situación en una oportunidad de trabajo. A lo largo de los años,
el número de tales estudiantes viajeros se ha incrementado, y no
pocos han llegado a ser excelentes maestros del Cuarto Camino.

Para alguien que está en el proceso de volverse un ser consciente,


pero que no ha alcanzado su meta en forma permanente, el papel
de maestro tiene sus riesgos. Aunque este papel pone cierta presión
en nuestra primera línea, hay que recordar que ni el Sistema ni
la forma en que facilitamos su asimilación nos pertenece. Es vital
tener en mente que este papel es un vehículo para el trabajo de
las Fuerzas Superiores, que uno es un mensajero, no el mensaje,
ni el que lo manda. Del mismo modo, cuando uno transmite un
mensaje esotérico tiene que esforzarse por SER la esencia de ese
mensaje. De lo contrario, el rey de tréboles toma este papel en
forma personal mientras es usado para diseminar la enseñanza.

En general, gracias a su constante repetición, estas ideas son


fáciles de absorber y recordar. El reto es ponerlas en práctica
constantemente.

Estas ideas no nos pertenecen. Lo que nos pertenece son nuestros


esfuerzos conscientes para ponerlas en práctica.

49
El orden del mundo inferior es sólo una imagen del orden del mundo superior.
Ibn Gabirol

XIII

Después de un año estaba más que dispuesto para emprender el


viaje a California y conocer a Robert Burton. Por ese entonces ya
había leído varios relatos, tanto de Gurdjieff como de Ouspensky,
de modo que me imaginaba a Robert Burton parecido por lo menos
a uno de los dos. Más adelante me di cuenta de que así era, pero
no sabía a cuál de los dos se habría parecido y de qué manera.

Antes de visitar el corazón de la Escuela, por ese entonces llamado


“Renaissance”8, visité varios centros en California. En ellos recibí
mi primer choque cultural dentro de la Escuela. Vi que su forma
adopta un carácter diferente según la cultura en que se materializa.
No entraré en detalles acerca de esto; en general es como ir a
otro país y verificar que el café se prepara de un modo totalmente
distinto de como lo hacía mi mamá. Esto me ayudó en el proceso
de aprender a separar la forma de la Escuela de la Escuela en
sí. Cuando llegué a Palo Alto, California, verifiqué que la Escuela
estaba allí; la forma de la Escuela también estaba allí, pero todo
tenía un sabor ligeramente distinto.

Años más tarde, después de vivir en varios centros europeos,


mexicanos y estadounidenses (incluyendo “Renacimiento”),
aprendí a diferenciar entre la Escuela y la Fellowship of Friends. La
Fellowship of Friends es la infraestructura; la Escuela es el trabajo
de las Fuerzas Superiores al interno de esta infraestructura.

La Fellowship es un grupo de personas que trabajan juntas con


un objetivo común; la Escuela es la Presencia invisible que se
manifiesta en algunas de estas personas: una atmósfera sagrada.

Además, la Fellowship of Friends tiene lugar en la vida orgánica sobre


la Tierra y atrae a todo tipo de personas no siempre conectadas con
el trabajo esotérico (aunque siempre crean oportunidades para el
Trabajo). Esto nos ha dejado ver que si bien la Escuela está abierta
a todo individuo que entra en su campo de acción invisible, no todo
aquel que entra en la Fellowship está destinado a recibir su influencia.

8 Al inicio se llamaba “Vía del Sol”, después “Isis” y en la actualidad se


llama “Apolo”.

50
Se ha señalado que sólo quien se encuentra en un estado superior
o quien trata de alcanzar un estado superior puede percibir y
comprender la Escuela.

Cuando uno se encuentra en el segundo estado de conciencia, lo


único que puede ver es la Fellowship of Friends; de modo que está
destinado a percibir sólo su forma externa y sus aspectos mecánicos,
los cuales son de la misma naturaleza que los de cualquier otra
organización compuesta de seres humanos. En otras palabras,
los seis procesos cósmicos tienen lugar dentro de la Fellowship of
Friends y sólo uno de ellos es de naturaleza consciente. En cuanto
a los otros cinco, hemos aprendido a trabajar con ellos mejor que
hemos podido.

51
Dios no da; sólo la Naturaleza da.
Gurdjieff
XIV

Cuando emprendí mi primer viaje al corazón de la Escuela con el


objetivo de conocer a Robert Burton, ni siquiera logré llegar. Como
me había ido por San Francisco, me quedé unos días en el centro,
esperando el fin de semana, que era cuando los estudiantes viajaban
a “Renacimiento”. El automóvil en que viajábamos se descompuso
poco antes de llegar a la ciudad de Sacramento, así que tuvimos que
pasar la noche en un hotel. (En esos días el viaje a “Renacimiento”
desde San Francisco era una odisea.) Cuando por fin repararon el
auto, el estudiante que me había de llevar tuvo que regresar a San
Francisco a trabajar. Así que me tocó esperar hasta el fin de semana
siguiente, cuando otro estudiante pudiera llevarme.

El día en que finalmente llegué a “Renacimiento”, me enteré de que


Robert Burton estaba de viaje.

Mientras tanto, en San Francisco conocí a un estudiante muy


amable a quien Robert había definido como lo que en el Sistema se
llama un “Hombre Número Cinco”. Me dio la clara impresión de ser
un hombre muy amable y atento, pero no percibí nada más que eso.
Sin embargo, el hecho de que hubiera sido señalado por el Maestro
me hizo pensar que probablemente yo no sabía lo que era un hombre
número cinco; además la gente lo trataba con especial respeto. Unos
meses más tarde, este estudiante dejó la Escuela y comenzó su
propio grupo, llevándose consigo a quienes quisieran seguirlo. Esta
noticia me dejó un poco confundido, pero un estudiante me señaló
acertadamente que uno no puede cimentar sus propios esfuerzos
en los de otro, sea o no sea un hombre número cinco.

Con el paso de los años, advertí que de vez en cuando Robert


indica a ciertos estudiantes como prominentes en términos de
la enseñanza. Tales estudiantes se convierten por un tiempo en
instructores o maestros para los estudiantes nuevos. En la gran
mayoría de los casos ésta ha demostrado ser una prueba; ya que
la máquina tiende a sepultar los esfuerzos reales bajo un papel de
servicio y a pensar que la enseñanza le pertenece.

En el caso de aquel estudiante, lo último que supe es que su grupo


terminó por disolverse y él volvió a su vida normal, trabajando como
mesero en un restaurante. Hace poco murió en casa de su madre.

52
Cuando alguien nuevo llega con su equipaje, se lo quitamos
inmediatamente (…) Por eso los que entre ustedes ignoran
esto tienen la impresión de que aquí sólo aceptamos a gente estúpida,
perezosa y densa; en una palabra, la pura chusma.
Gurdjieff

XV

Mi trabajo de maestro me permitía pasar el verano en California,


así que cuando decidí visitar el corazón de la Escuela sabía que
sería por largo tiempo. De inmediato hice arreglos para formar
parte del equipo de trabajo permanente y fui aceptado. Había
como ciento cincuenta estudiantes trabajando allí en esa época,
casi todos norteamericanos. Podía verse que un número de ellos
había surgido del movimiento hippy de los años 60.

El proyecto principal de nuestra tercera línea de trabajo entonces


se concentraba en un extenso viñedo labrado en la montaña
años atrás, y en la construcción de una bodega. Por supuesto
había otras octavas, pero el viñedo era la principal. Yo era joven
y atlético, así que me eligieron para formar parte del equipo del
viñedo, que era mínimo, dividido en varios departamentos. El mío
estaba compuesto de tres personas, y, aparte de las cosechas y
octavas que requerían de la ayuda de la comunidad entera, por lo
regular cada uno de nosotros trabajaba solo. Una de las primeras
tareas que se me asignó fue cavar los hoyos para crear las líneas
de sostén de las vides, en una de las terrazas más nuevas con vista
a las Montañas de la Sierra Nevada. Tenía que empezar desde
arriba y, a medida que pasaban las semanas, me hallaba cavando
hoyos al fondo de la colina.

Esta octava de tercera línea se convirtió en una octava de primera


línea cuando me dijeron que se había avistado un oso en esa área
y que simplemente tenía que estar al tanto de ello. Te puedes
imaginar, querido lector, la gran aprensión que sentía cada vez que
me dejaban en la cima de la colina y empezaba a caminar hacia
abajo. El corazón se me iba a la garanta con el más leve ruido
que escuchaba o imaginaba escuchar. En pocos días aprendí a
distinguir entre el ruido de las lagartijas corriendo en la hierba
seca y el de los pájaros escudriñando entre las hojas. Recuerdo un
claro momento de espanto cuando llegué al fondo de la colina y
encontré ¡la mitad de un ciervo lleno de moscas!

53
Decidí hacer una pregunta en una reunión pequeña sobre cómo
trabajar con esta situación potencialmente peligrosa. Alguien
me sugirió una línea de esfuerzo muy interesante, pero por nada
consoladora. Según recuerdo me dijo:

—Aunque hay que saber cómo conducirse en caso de un encuentro,


no se puede tratar con el oso hasta no verlo realmente. El miedo es
en el momento. El trabajo principal es con la imaginación.

De más está decir que nunca llegué a ver al oso (el primero que
realmente vi fue en el patio trasero de mi casa hace dos días),
pero aprendí algunas técnicas para trabajar con la imaginación.
La más efectiva era el ejercicio de mirar, fijando mi atención en un
objeto diferente cada tres segundos.

Como Robert Burton estaba de viaje no lo vi por varias semanas. Así


que me concentré en relacionarme con la gente de “Renacimiento”.
Noté que, aparte de las reglas de comportamiento en los eventos,
la conducta de algunas personas era, en general, libre y
desembarazada, a veces incluso un poco salvaje. Un amigo me dijo
que en los centros, la Escuela se vive a través de su forma externa
y que por lo tanto la personalidad verdadera filtra el Trabajo que la
esencia debe desempeñar; y esto puede entorpecer su desarrollo.

En “Renacimiento” la esencia se halla en contacto directo con la


Escuela, de modo que es necesario ser tal y como uno es y no
como piensa que los otros esperan que uno sea en términos de la
forma de la Escuela; de otro modo, será imposible conocerse a sí
mismo y experimentar el verdadero Ser. Este amigo mío era todo
menos una persona formal, pero sincero consigo mismo. Incluso
cuando dejó la Escuela me dijo que después de años de trabajo no
había visto resultado alguno y que simplemente tenía que buscar
por otro lado, pero no culpó a nadie por ello.

Más tarde descubrí que gran parte de los estudiantes de


“Renacimiento” ignoraban las formalidades de la Escuela. Eran
diferentes de los que venían de visita durante los fines de semana
y festejos varios. Había un simple motivo para esto; es decir,
todo mundo vivía día a día, hora a hora y minuto a minuto en
un ambiente desconocido. Había personas con todo tipo de
educación, o con toda falta de ella, y de varias nacionalidades. Aún
entre los norteamericanos nadie era originario del lugar elegido

54
para construir el corazón de la Escuela; y prácticamente nadie
había sido preparado para llevar a cabo las tareas necesarias para
desmontar los cerros y crear una nueva comunidad.

Tales condiciones ponían a cada participante frente a frente con


su mecanicidad y su capacidad de controlarla. Nadie estaba bajo
la moralidad o dominancia femenina de su lugar de origen.

Por mi parte nunca fui ni seré un agricultor o un jardinero, y nací


y crecí en uno de los climas más cálidos del planeta, cerca de
la “Ciudad de la eterna primavera”.9 Así que, para mí, este lugar
siempre ha sido demasiado frío y húmedo en el invierno, demasiado
caluroso y seco en el verano, ¡y la primavera dura sólo un par de
semanas! Crecí habituado a la lectura, las aulas y las máquinas de
escribir, y heme aquí con una excavadora, pico y pala, y un par de
tijeras de podar como herramientas de trabajo. Por muchos años
el sufrimiento voluntario se convirtió en el centro de mi trabajo;
lo cual significaba esencialmente forzar mi máquina a salir de la
cama cada la mañana; y prepararme a enfrentar la lluvia helada
del invierno o el sol ardiente del verano, desempeñando un trabajo
para el cual no estaba hecho. Fue por esa época que desarrollé el
impulso de empezar a trabajar al alba, antes de abrir los ojos.

Trabajábamos seis días por semana, desde el amanecer hasta el


crepúsculo, y terminábamos tan exhaustos al final de la jornada
que apenas si me quedaba energía para leer o escribir. Eso sí,
durante la semana teníamos reuniones y conciertos en vivo con
músicos de primera clase, pero algunos de nosotros estábamos
tan cansados que nos pasábamos todo el concierto tratando de
evitar caer en el primer estado.

Vivíamos en un lugar perdido en la sierra, lejos de nuestro lugar


de origen. El ambiente en ese entonces era muy similar al de un
monasterio en lo alto de las montañas.

Por el tiempo de mi llegada casi no había donde pasar la noche.


En verano algunos dormíamos sobre el césped que rodeaba las
estructuras recién construidas. En invierno podíamos dormir en
el piso en diferentes cuartos del edificio utilizado para nuestras
reuniones y conciertos, el “Town Hall” Yo dormía debajo de un

9 La ciudad de Cuernavaca, México.

55
piano, hasta que encontré un lugar permanente. En mi caso, uno
de los pocos estudiantes que tenían casa propia dispuso una cama
y un estante con una lámpara en una pequeña bodega situada en
la parte trasera de su casa. Me dejó estar allí hasta que encontrara
algo más civilizado.

Todas estas condiciones eran muy propicias para la manifestación


y la educación de la esencia. La educación de la esencia se daba
principalmente a través de los ejercicios y la forma de la Escuela, que
constituyen lo que en el Sistema se llama personalidad verdadera.
Sin embargo, la manifestación de la esencia ponía en juego un
hecho insospechado. Es decir, nos llevó a la verificación, con
todas sus consecuencias, de la siguiente observación de Gurdjieff:
“Como regla general, la esencia de un hombre es primitiva, salvaje
e infantil, o simplemente estúpida”. Lo que Gurdjieff no mencionó
en su comentario es que no sólo la esencia es inmadura: sino que
a menudo ha sido dañada, y a veces irreversiblemente.

A pesar de todo, algunos estudiantes lograban valerse de la


personalidad verdadera como tercera fuerza en sus interacciones
diarias, particularmente aquellos que tenían algún encargo
de responsabilidad. Pero, después de un tiempo, la mayoría
simplemente empezaba a actuar desde la esencia. Esto creó
circunstancias, conflictos y problemas que hacían dudar a muchos
sobre la autenticidad de nuestra Escuela. Aunque la mayor
parte de todo ese caos ya no existe, fue una fase muy útil para
la evolución de la Escuela, porque ayudó a muchos a empezar a
trabajar directamente desde la esencia.

Casi nadie se hallaba bajo la ley de dominancia femenina de su


grupo social original; todo mundo tenía toda la rienda necesaria
para hacer lo que quisiera. La mayoría de los estudiantes descubrió
que a la esencia no le interesa el Trabajo; sino más bien persigue lo
que la hace sentirse genuinamente satisfecha. La esencia demostró
ser el terreno en que se manifiesta el centro instintivo.

Las tareas y ejercicios diseñados para educar la esencia eran puntos


de referencia que nadie obligaba a respetar de manera activa.
Aparte de ser fotografiado, nadie podía realmente ser ayudado.
La educación de la esencia dependía sola y exclusivamente de
la firmeza de la voluntad del individuo. Sólo el primer choque
consciente llevaba a uno a comprender la propia esencia; sólo el

56
segundo choque consciente podía controlar sus manifestaciones
mecánicas. Pero por varios años todo lo que uno podía hacer era
observar y tratar de permanecer imparcial hacia uno mismo y
hacia los demás. Cuando no se tenía éxito, había simplemente que
volver a intentarlo.

Mi meta entonces era la creación de la voluntad; y esto sólo


significaba observar imparcialmente sin tratar de cambiar nada.
Esto requirió mucha paciencia de mi parte pero especialmente de
los demás. Los resultados eran internos y proporcionales a los
esfuerzos correctos.

Por supuesto, algunas esencias no ofrecían complicación alguna


al ambiente social creado por la forma de la escuela. Por ejemplo
un Saturnino-Marcial rey de corazones, se comporta bien
mecánicamente; una sota de tréboles encargada de los jardines
es un individuo dedicado a su tarea, por lo tanto apreciado por
todos. Pero un Venusino-Mercurial, reina de corazones, amante
de las fiestas, el sexo y el vino, en general resulta un problema
ambulante.

57
Desafortunadamente, muy a menudo la Influencia C se transforma en
Influencia B cuando la gente llega a la Escuela sin la preparación debida.
Ouspensky

XVI

Como la Escuela se halla en la vida, con los años hemos intentado


varias formas de ponerla a disposición de gente con el centro
magnético correcto. Sin embargo, inevitablemente atraemos a
personas que no tienen nada que ver con el Trabajo. Algunos
entran porque están simplemente desilusionados de la vida y
quieren encontrar un lugar que les proporcione un refugio para su
desilusión. Algunos son solamente inadaptados; otros oportunistas,
otros son emocionalmente religiosos. También hay quienes entran
porque su mamá o su novio los traen. Algunas personas confunden
la Escuela con la Fellowship of Friends en “Apolo”, que a veces
parece una comunidad alternativa hospitalaria, y desean formar
parte de su folclor, al menos por un tiempo. (Aunque a veces esta
comunidad se ha demostrado más excéntrica que “Macondo”10.)

En suma, esta Escuela tiene una forma externa que atrae a mucha
gente incapaz de aprovecharla. Después de disfrutar la forma y el
folclor de la Fellowship por un tiempo, esta gente se va, a veces
en grupos. Algunos se van una vez que sus vidas adquieren cierto
equilibrio, de modo que pueden volver a la vida y encontrar un
mejor empleo o una relación estable. En general, la gente se va
cuando se da cuenta de que puede obtener en otra parte lo que
estaba buscando aquí.

Todo aquel que, aunque tenga centro magnético, nunca haya


desarrollado algún tipo de disciplina antes de entrar en la Escuela,
difícilmente sacará provecho de ella.

Otra clase de gente que la Escuela atrae tiende a permanecer pasiva


en relación con el Trabajo interno. Esto es, tiende a creer que el simple
hecho de pertenecer a la Escuela les va a producir gratuitamente una
especie de “estado de gracia” o algo así. Después de varias semanas,
meses, o años, se dan cuenta de que “nada sucede”. Entonces
empiezan a expresar frustración y a culpar al Maestro y la Escuela
por ello; finalmente se van, por lo general, con resentimiento.

10 Macondo es la ciudad en torno a la cual se desarrolla Cien años de


soledad, una novela de García Márquez.

58
No tiene nada de malo irse si después de un tiempo uno no obtiene
resultados, pero no puede culpar a nadie por esto. La Escuela sólo
proporciona las circunstancias para el Trabajo; el éxito depende
exclusivamente de las metas y esfuerzos de cada individuo.

Por supuesto, ha habido estudiantes que al inicio tenían una gran


concentración y realizaban un trabajo interno serio; comprendían
la naturaleza de la Escuela e incluso obtuvieron resultados. Este
tipo de estudiante por lo común llega a un punto de su trabajo
en que enfrenta una fuerza de negación imprevista, o sea, se ve
en la necesidad de renunciar a alguna debilidad o ceguera muy
arraigada… o una identificación aparentemente imprescindible11.
El proceso de renunciar a tal identificación es por lo general muy
doloroso y puede tomar mucho tiempo. Habiendo atravesado
un par de episodios semejantes, puedo decir que hay que estar
dispuesto a enfrentar la locura por un tiempo hasta recuperar
el propio equilibrio en el Trabajo. De lo contrario el Trabajo se
derrumba. Uno empieza a ponerse negativo; a culpar y a juzgar
a todo el mundo, especialmente al Maestro, hasta ponerse en la
posición de tener que dejar la Escuela.

Por otro lado, esfuerzos a medias, palos de ciego así como esfuerzos
en direcciones opuestas naturalmente conducen a un desequilibrio
mayor en la máquina.

Encontrar esta Escuela es la cosa más difícil del mundo. Uno puede
estar en la Fellowship of Friends por años sin siquiera percibirla.
Si uno la encuentra, es muy fácil perderla; además se vuelve cada
vez más arduo mantenerse conectado con ella, ya que las cosas
nunca se vuelven más fáciles. Uno no gana nada en términos de
vida orgánica; ni reconocimiento ni diplomas. Uno no se convierte
en una persona mejor o más inteligente. Cuando hace los esfuerzos
correctos, uno simplemente se vuelve más consciente de sí mismo
y de su entorno y, sí, más equilibrado. Si uno parte desviado,
aunque sea por un grado, a la larga termina lejos de su meta, con
las manos vacías, y se va rencoroso y hostil.
Nada nos tiene aquí, nada más que nuestros esfuerzos por estar
presentes y nuestra conexión con las Fuerzas Superiores.

Tanto las expectativas como el fanatismo; ya sea en relación con la

11 “Imprescindible” en el sentido de que su centro instintivo le da una


importancia especial.

59
forma de la Escuela que con el Maestro, son la sola responsabilidad
del individuo y, a menudo, pueden ser trágicos. Para ser preciso, a
veces atraemos a gente que piensa que creer literal y ciegamente en
cada palabra expresada por el Maestro (la hayan o no escuchado
directamente de él) va a llevarlos a algún lugar. Otros piensan
que seguir sus instrucciones como un esclavo o un fanático les
va a garantizar cierta ventaja espiritual o incluso alguna forma de
redención.

Estas personas nunca obtienen nada, y piensan que algo se les


debe.

60
El hombre real no es ni bueno ni malo; el hombre real es sólo consciente.
Gurdjieff

XVII

La primera vez que vi a Robert Burton ni siquiera supe que se


trataba de él. Mi amiga Jessica me había prometido presentarme
al Maestro ese día durante el almuerzo. Así que nos dimos cita en
nuestro restaurante, llamado en esa época “Lincoln Lodge”. Llegué
puntual y me senté en el lobby a esperarla. Por entonces había un
ejercicio de no esperar a un estudiante por más de quince minutos
en una cita. Bueno, pues yo esperé más de media hora y Jessica
no apareció. Pregunté si alguien la había visto y me dijeron que ya
estaba almorzando. Me precipité a la mesa donde se encontraba
sentada en silencio, en compañía de tres personas.

Totalmente identificado, le expresé en forma agitada lo impertinente


que había sido por haber olvidado nuestra cita. Se ruborizó y dijo:

—Lo siento…

Antes de que terminara de hablar, me di vuelta y me fui, furioso.


Más tarde vino a verme y, después de repetidas disculpas, me dijo:

—Era él, sabes…

— ¿Era quién?— le respondí.

—La persona con quien estaba sentada era Robert. Me pidió que lo
acompañara a almorzar y estaba hablándole de ti justo cuando te
precipitaste a la mesa. Le dije que deseabas conocerlo.

Me quedé sorprendido a la vez que incrédulo; Jessica simplemente


sonrió y continuó:

—Me dijo que no estaba escrito que se conocieran en ese momento.

Conocí a Robert Burton un 4 de Julio, día de la Independencia,


al mediodía. “Renaissance” celebraba sus primeros trece años de
existencia. Uno de mis mejores amigos en aquel tiempo, Walter, se
me aproximó y me dijo que me presentaría al hombre detrás de lo
que entonces le había descrito como una “atmósfera sagrada”. Había

61
una celebración en el jardín delantero del edificio principal de la
propiedad, ahora denominado Galería Apolo. Algunos estudiantes
estaban jugando al frisbi y otros se hallaban sentados sobre el
césped bajo unos árboles recién plantados. En una esquina del
césped había un grupo de estudiantes de pie alrededor de un
hombre y una mujer sentados bajo una zelkova. El árbol era tan
pequeño en esa época que uno de los jóvenes tenía que sostener
una sombrilla blanca sobre la pareja con el fin de protegerlos del
sol candente. Cuando llegamos a ellos, Walter dijo:

—Hola, Robert, este es Rolando. Rolando, este es Robert.

Robert se levantó presuroso y, tocándome levemente la mano, me


dijo, con una voz apenas audible y amable:

—Hola, Rolando. Quizás podamos cenar juntos alguna vez…

Casi de inmediato se sentó y siguió hablando con la mujer, como


si nada hubiera sucedido. Brevemente noté el cambio de su tono
cuando se dirigió a ella. De pronto se volvió serio. Experimenté la
clara sensación de que hasta ese entonces había estado dormido.
Había experimentado estados superiores antes; algunos inducidos
con el peyote, otros con choques y otros con un largo y sostenido
esfuerzo. Pero esa vez había sido puesto en un estado superior por
la sola presencia de este hombre. José Antonio Kahuil me volvió a
la mente por un instante.

Nos alejamos lentamente y, perplejo, le pregunté a mi amigo:

—Walter, ¿quién es ese hombre?

Se rió amistosamente y me contestó:

—Es el Maestro.

Debo decir desarmó toda expectativa que tenía sobre él; sentí sólo
amabilidad, vulnerabilidad y humildad en el toque de su mano. Vi
claramente cómo emergió del mundo molecular para saludarme y
me llevó con él por unos segundos. Apenas se sentó, percibí que
se había retirado. Siguió dando instrucciones a alguien mientras
yo me quedé allí, deslumbrado.
Dije antes: “Conocí a Robert Burton…” Debo rehacer la frase:

62
“Descubrí la Presencia en Robert Burton…” La humildad del hombre
mismo, me recordó la humildad de los indios nahuas o de los mayas.

Me prometí entonces mudarme cuanto antes al corazón de la Escuela


y vivir lo más cerca posible de este hombre y trabajar con él. Había
verificado por más de un año el alcance y la virtud de su influencia.
Había verificado por mí mismo las ideas que él y el resto de la Escuela
practicaban. Este hombre se hallaba en un estado que yo había
experimentado antes y que no sabía alcanzar de un modo regular. Lo
que me más impactó fue su completo control de ese estado.

Él está presente a voluntad.

Poco después recibí una invitación para cenar con él y me dijeron


que preparara mis “preguntas urgentes”, pues Robert raramente
se hallaba disponible. Había dejado de enseñar en forma directa y
uno podía cenar con él sólo una vez al año. Me dijeron que dedicaba
su tiempo a la construcción y la expansión de “Renacimiento”,
lo cual requería que viajara a las ciudades más civilizadas del
mundo con el fin de obtener ideas para cultivar el corazón de la
Escuela. También para adquirir obras de arte e impresiones para
nuestro museo y nuestros jardines. Al mismo tiempo y exhortaba a
estudiantes jóvenes a venir a trabajar a “Renacimiento”. En cuanto
a la enseñanza, había ya un grupo de gente en el círculo interno
capaz de transmitir las ideas regularmente.

Yo no tenía “preguntas urgentes” y durante la cena me preguntó


si había estado en Europa y le respondí que no. Entonces me
aseguró que pronto iría allí. Había algunos visitantes de España
en la mesa y al notar mi buen manejo del inglés me pidió que
sirviera de intérprete durante toda la cena. Al final me dijo que
tenía que volver a cenar con él, pues mi papel de intérprete me
había impedido asimilar su enseñanza.

Durante la cena habló de las Fuerzas Superiores y de cómo, cuando


él inició la Escuela, había vacilado en compartir su comprensión
en esta área con sus estudiantes. Pero, para su gran sorpresa, casi
todos ellos habían experimentado a las Fuerzas Superiores en sus
vidas antes de conocerlo.

Al día siguiente, mientras trabajaba en la viña, le mencioné a


Walter el comentario de Robert sobre mi visita a Europa; me dio

63
su acostumbrada sonrisa amable e inteligente y me dijo:

—Quiere decir que te llevará con él en su próximo viaje. Pero tienes


que estar preparado, pues no será fácil.

Cuando le pregunté qué significaba eso me respondió sin cambiar


su tono amable:

—Eres joven y apuesto. Probablemente te encuentra atractivo y


desea llevarte como pareja.

Esas últimas palabras, amables y llanas, se asentaron en el centro


de mi ser orgánico; no tenían sentido alguno en absoluto. Para
empezar, nunca pensé en mí como alguien apuesto; y menos que
un hombre me encontrara atractivo; mucho menos este hombre.
Walter no dijo nada más y ambos continuamos trabajando con las
vides; un silencio incómodo permeaba nuestro trabajo.

Ya había creado la tendencia a trabajar con choques significativos


como éste y sabía que mi trabajo era investigar qué parte de la
máquina había sentido el impacto al mismo tiempo que me separaba
de ello. El carácter de los “yoes” expresados interna y externamente
mostraba que provenían del rey de tréboles, escandalizado ante la
perspectiva, y lo expresaba con una fuerza poderosa.

“No, no, no señor. No voy a ir a Europa, gracias; no voy a tener una


relación con un hombre, gracias; lo que voy a hacer es mis maletas,
y con su permiso, me vuelvo a mi país, muchísimas gracias por
todo.” Estos “yoes”; para nada rebuscados, expresaban sólo el
impulso de huir.

Por supuesto no iba a empacar el mismo día e irme así nada más;
quería tener certeza acerca del comentario de Walter. La noche
siguiente asistí a otra cena: tenso como un palo. Mi percepción
de de todo y todos en la mesa, especialmente de Robert, estaba
permeada de una extraña rigidez. Aun así, mientras sentía el poder
de la fuerza instintiva en mi interior, también noté que podía estar
presente a ella. Fue la primera vez que tuve la clara sensación
de estar atrapado en el centro instintivo; sentí como una piedra
en la nuca. Robert era como siempre claro, amable y poderoso
esa noche, pero yo no podía conectarme con él. No podía concebir
que este hombre, al que sabía poseedor de la llave a los centros

64
superiores, me fuera a pedir tan semejante barbaridad. Después de
la cena, al darme las buenas noches, me besó en la frente y me dijo:

—Relájate, querido.

Pero no me pidió ir a Europa con él, ni servirle de pareja ni nada


de eso. El asunto es que desde ese momento en adelante, cada
vez que me invitaba a su mesa o que tenía que tratar con él de
cualquier otra manera, el rey de tréboles aparecía con la misma
fuerza y el mismo miedo.

No dejé la Escuela: tomé ésta como otra oportunidad para estudiar


la máquina y separarme de los yoes.

Robert es un ser realmente poderoso; y pronto me di cuenta de


que sólo puedo percibirlo cuando hago los esfuerzos correctos
para adquirir su poder silencioso, que no es más que la presencia
invisible de los centros superiores. Estoy familiarizado con la
naturaleza de ese estado y con los esfuerzos necesarios para
alcanzarlo. No obstante, este choque me puso cara a cara con el
adversario interno, ese ser sumamente poderoso e inteligente que
odia la manifestación de los centros superiores: el centro instintivo.

Una vez que se desvaneció el hidrógeno del choque, trabajé con los
“yoes” restantes que tenían una opinión sobre el sexo en general.
La principal línea de acción era observar las actitudes y los hábitos
de mi propio rey de tréboles en relación con el sexo. Era muy difícil
observar éstas dos partes, las más elusivas de la máquina, cuya
combinación representa probablemente el mayor obstáculo para
el despertar. Por un lado estaba lidiando con el cerebro que nos
mantiene conectados con la dominancia femenina, la inteligencia
que gobierna toda máquina, el rey de tréboles. Por otro lado, trataba
de observar el centro sexual; y noté que no podía estudiar este
cerebro directamente a menos que estuviera presente, pues su
trabajo usa la sustancia misma de la cual está hecha la presencia
del alma.

Como resultado lateral de esta experiencia, noté que mi vida


sexual era un poco demasiado desenvuelta según los estándares
occidentales. Así que tener “yoes” de juicio acerca de las prácticas
sexuales de otros sólo me revelaba la naturaleza pérfida del centro
instintivo. O sea, éste prefiere concentrarse en la mecanicidad de

65
otros con el fin de hacer que uno deje de esforzarse en observar y
controlar la propia.

En cuanto a la homosexualidad, no forma parte de mi mecanicidad.


Sin embargo no he verificado que esta u otras mecanicidades
puedan impedir el despertar de los centros superiores. Además,
el hecho de que un gran número de personas tienen una actitud
neutral, si no positiva, hacia la homosexualidad, prueba que
una actitud negativa hacia ella es puramente subjetiva. También
observé que, en general, el rey de tréboles se opone totalmente a
esta tendencia; ya que la finalidad del sexo es la reproducción, y
la homosexualidad representa la imposibilidad de realizarla. Como
el rey de tréboles controla a la masa de la humanidad, no hay
cultura que no se oponga a la homosexualidad.

Diez años más tarde decidí aceptar una relación con Robert; en
esa época trabajaba como su fotógrafo. Debo confesar que he
tenido experiencias traumatizantes en mi vida, pero ésta no fue
una de ellas. Curiosamente fue más difícil trabajar con los “yoes”
producidos por la posibilidad, que separarme de la experiencia en
sí. Claro que no fue fácil encontrar la concentración correcta para
hacer algo totalmente contra el centro instintivo, pero no fue nada
terriblemente infernal: sólo fue muy difícil y desagradable. Tiempo
después me reía a solas, pensando que, de haber resuelto antes
este asunto, me habría ahorrado todo aquel miedo, toda aquella
negatividad e imaginación inútiles.

Para empezar, me di cuenta de que jamás me iba a relacionarcon


Robert al nivel de las funciones. Mi incompatibilidad con él no
sólo se limitaba a esa área. Además, recibí augurios que así lo
indicaban. Es decir ucedieron varios episodios equívocos que
crearon tensión entre nosotros.

El que mejor recuerdo sucedió un verano, durante una de las


interminables cosechas de uva. Un día, varios estudiantes se
hallaban envueltos en una amistosa batalla de racimos, comunes
durante esas largas horas en que trabajábamos bajo el sol abrasador.
Casi al final de la jornada, Robert iba bajando por la terraza en la
que estábamos, cuando un estudiante que se hallaba de pie junto
a mí le arrojó un racimo de uvas a alguien que se encontraba
frente a Robert; éste otro se agachó y el racimo fue a dar justo en el
plexo solar del Maestro, dejando una enorme mancha de zinfandel

66
en su camisa blanca. Vi al estudiante que había arrojado las uvas
desaparecer bajo una vid con los ojos llenos de terror. Todo mundo
guardó silencio. Me di vuelta y vi a Robert acercárseme lentamente
y, señalando la mancha en su camisa, fijó su mirada en mí y me dijo:

—Tienes buena puntería, querido.

—Gracias— le contesté.

Éste no fue un acto de heroísmo. Todo sucedió tan rápido…: el


terror en los ojos de aquel estudiante, mi sabida inocencia, Robert
dirigiéndose directamente a mí. Sin embargo, esto a Robert no le
gustó para nada y si bien no se puso negativo, sí puso distancia
entre nosotros.

Este fue uno de no pocos episodios equívocos que afectaron nuestra


relación a nivel personal. A un nivel más elevado sé que estoy
unido a él por la eternidad, aun cuando como individuos somos
completamente distintos en muchos aspectos. He aprendido a
responder a su amor consciente y lo veo como un hombre en quien
la divinidad está activa. Me siento agradecido hacia las Fuerzas
Superiores por haberme llevado a él y a su círculo interno.

Más adelante alguien me preguntó si yo había sido seducido o atraído


con engaños a una relación con él. Yo no creo en la seducción. Este
es simplemente un término para ocultar un acuerdo silencioso
entre dos partes (a menos que uno sea realmente incauto y fácil
de engañar, en cuyo caso hasta su perro es su amo). Tomé la
experiencia como un experimento para “hacer lo que la máquina
se niega a hacer”. Observé mis reacciones, escuché las de los
demás y hallé que las opiniones de la gente sobre éste o cualquier
otro suceso varían según su mecanicidad y grado de consciencia.
Hay quienes lo aceptan; hay quienes lo rechazan; hay quienes se
escandalizan; otros, en cambio, lo hallan por completo irrelevante;
y otros simplemente tratan de disfrutarlo mientras dura. En suma,
éste, como cualquier otro argumento, puede ser considerado desde
un número infinito de puntos de vista, cada uno al parecer correcto
para quien lo considera desde el segundo estado. Por otro lado,
odiar exageradamente a alguien por sus tendencias mecánicas,
con el tiempo se convierte en una forma de locura.
Hay mucha gente perezosa en el mundo, tanto emocional como
intelectualmente, que se inclina a evitar cualquier responsabilidad

67
en sus acciones y prefiere pensar que se ha abusado de ellos, o
que han sido seducidos.

Éste es el Cuarto Camino, el camino del hombre astuto, el camino


para quienes saben demasiado. Quien piense que puede llegar al
Paraíso, o como lo llame, haciendo cosas que no entiende, se halla
en el lugar equivocado.

68
Un buen choque produce energía rápidamente.
Ouspensky

XVIII

Al inicio viajaba entre la ciudad de México y el corazón de la Escuela


por lo menos dos veces al año. Aprendí a traducir y a hablar un
tercer idioma, lo cual me dio más flexibilidad para viajar. De hecho
se nos había pedido que viajáramos por el mundo y apoyáramos
a los centros en desarrollo. Así que, en algún momento fui a
Europa, pasé unos años en Italia y Francia y visité varios centros
en Alemania e Inglaterra.

Cuando vivía en Italia vi a Robert varias veces, ya que él solía


visitar Europa regularmente. Una vez me pidieron ir al aeropuerto
a recoger a un estudiante que viajaba con él. Lo había conocido
en Renaissance y habíamos trabajado juntos en los huertos.
Habíamos tenido muchas dificultades a causa de nuestras
diferencias culturales, pero sobre todo porque él era un verdadero
agricultor y yo nunca iba a llegar a ser uno. De modo que había
tenido que aguantarse a alguien que él consideraba no solo inútil
sino además un estorbo…

Tuve que llevarlo a dar una vuelta por el centro de Milán antes de
acompañarlo a un restaurante donde se encontraría con Robert.
Este estudiante nunca había estado en Europa. Desde su llegada
se hallaba como borracho de alegría, algo que de alguna manera
asimilé. Finalmente nos encontramos con Robert, quien me saludó
con calidez, me tomó del brazo y murmuró en mi oído, con una voz
que no parecía la suya:

—Mi riqueza está en ti.

Estaba por decir algo cuando, de pronto, se dio vuelta y se alejó


con los estudiantes. Su secretario de esa época simplemente se
despidió de mí alejándose lentamente:

—Gracias. Adiós.

Y se fueron.

Robert me había pedido recoger a este estudiante; había buscado

69
una excusa para salir de mi trabajo a las diez de la mañana con el
fin de acomodar este pedido. ¿Por qué me había excluido? Me quedé
de pie allí, totalmente solo, frente a la Iglesia de San Bábila, con la
sangre hirviendo y el plexo solar incandescente, tratando de detener
cada “yo” conectado con la emoción. Y tuve bastante suerte de poder
aplicar este esfuerzo, pues no fue ni la primera, ni la única vez que
Robert me dio ese tipo de choque con el fin de producir hidrógenos
elevados en mi interior. Sus palabras volvían persistentemente a mi
campo de percepción: “Mi riqueza está en ti”.

70
Los amigos son como las partes de un todo (…);
su todo consiste en la unidad.
Dante

XIX

¿Cómo, si Robert no se hallaba disponible de manera regular, iba


yo a recibir su influencia directa? Había decidido no tener una
relación cercana con él. No se me ocurrió hacerme su amigo, su
favorito o algo por el estilo. Me sentía conectado con él y la Escuela
a través de las Fuerzas Superiores y mis esfuerzos para estar
presente. En realidad tuve muy buena suerte, porque aun cuando
externamente nunca parecimos estar cerca, siempre terminaba
trabajando en octavas que implicaban tratar con él, sin que ni él
ni yo lo hubiéramos decidido.

(Aquí me parece pertinente mencionar que aunque el sentimiento


de estar en el Trabajo nunca me abandona, es sólo cuando me
expongo a la presencia de Robert Burton que verifico si esto es
cierto o no.)

Ahora bien, hay veces entre encuentros con él en que mi trabajo


es o débil o esporádico. Entonces, encontrarme con ante su
presencia sirve como alarma: un choque desagradable. Al nivel
del mayordomo crea el sentido de urgencia, pero al nivel de la
máquina sucede lo siguiente.

Cuando los centros superiores están dormidos, el rey de tréboles


está activo y continúa llevando su existencia ininterrumpidamente.
Impide el despertar de los centros superiores, pues esto arroja
luz en el hecho de que su existencia individual no tiene ninguna
consecuencia real para nadie. El centro instintivo tiene miedo, por
lo tanto, de que emerjan los centros superiores pues ellos reducen
su control sobre la máquina. Robert Burton es la encarnación de
los centros superiores. Su aparición alarma al centro instintivo,
que no sólo le tiene miedo sino que además lo detesta. El centro
instintivo, o ser inferior, hace todos los esfuerzos posibles para
distanciarse de Robert, primero a través del juicio y luego con
chismes, burlas y calumnias. En algunos casos es realmente
mezquino. Una vez, durante una cena, alguien lo describió
claramente con estas palabras:

71
—Robert, mi rey instintivo no te aguanta.

Sin perder su compostura, Robert le respondió:

—Tampoco el mío.

Robert es un maestro muy creativo y siempre está a la búsqueda


de nuevas formas de crear oportunidades para las tres líneas de
Trabajo. Tan pronto descubre una tendencia o facultad en algún
estudiante, no vacila en llevarla hasta sus máximas posibilidades.
En este proceso uno recibe la oportunidad de observar dónde se
encuentra en relación con una determinada tendencia o fortaleza
desde el punto de vista del Trabajo.

Ahora bien, hubo un tiempo en que algunos estudiantes jóvenes


empezaron a encontrarse después del trabajo durante el fin de
semana para jugar fútbol en el césped frente a la Galería. En esos
días contábamos con tiempo extra después de trabajar y antes de
los conciertos del fin de semana. Alguien había traído un balón
de fútbol y se empezó a jugar con porterías improvisadas con
suéteres y macetas. Yo me mantuve al margen de esa actividad
porque desde joven me apliqué al fútbol con el fin de llegar a ser
profesional. Aunque no me fue posible, jugué siempre a buen nivel
y formé parte de los mejores equipos desde la secundaria hasta la
universidad; no me interesaba en “cascaritas”12.

Un día Robert vio a sus estudiantes jugando en su césped y se


mostró interesado. Sugirió entonces que comenzaran a jugar más
formalmente. Les compró uniformes, zapatos de fútbol, balones
profesionales y un par de porterías de la medida correcta; y les
pidió que jugaran de un modo más organizado, pero sin el respaldo
de disciplina alguna.

No fue sino hasta que empezó a impulsarlos a crear un verdadero


equipo profesional que me interesé en la octava. Ya no se trataba de
cascaritas, sino de la creación de un equipo de fútbol que habría de
entrenar profesionalmente, crear el músculo y la fibra requeridos para
de poder participar en la Liga de Fútbol de California del Norte. Para
esto necesitábamos un campo de fútbol profesional y tuvimos que
construirlo nosotros mismos, quiero decir, los miembros del equipo.

12 Término que significa jugar fútbol de manera improvisada y callejera.

72
Cabe decir que todo lo conectado con el equipo de fútbol, desde
el entrenamiento hasta el desmonte y la preparación del terreno
para el campo de fútbol, tenían que realizarse después del trabajo
y durante los fines de semana, pues no debía interferir con las
actividades regulares que teníamos asignadas en Apolo. La creación
del equipo simplemente agregó presión a nuestras vidas, ya de
por sí saturadas desde el punto de vista físico. Además de que la
mayoría de los jugadores tenía casi 30 años. Yo mismo tenía 32,
lo cual significaba que ya estábamos pasados de edad para jugar
ese deporte.

Robert venía a menudo a ver al equipo mientras practicábamos y


construíamos el campo de fútbol. Daba instrucciones a algunos
jugadores, sobre todo a los que eran sus amigos, los invitaba a
cenar y luego se alejaba en su Jeep. Durante la creación del equipo
no se dirigió a mí directamente más que dos veces. La primera fue
una tarde en que, después de que todo el equipo había nivelado
el territorio para el campo, instalado el sistema de irrigación,
conscientemente sacado las piedras y rastrillado a mano, me
tocó la tarea de conducir un tractor que arrastraba una red de
hierro por todo el campo con el fin de asegurarnos de que quedara
totalmente plano para sembrar el césped. Me tomó casi dos horas
arrastrar la red por todo el campo a la mínima velocidad. Cuando
estaba a punto de finalizar la última ronda, vi el vehículo de Robert
acercarse. Me indicó que bajara del tractor y que me acercara a él.
Me sorprendió que hubiera venido a esa hora del día. Eran como
las 6.30 en medio del verano. Pensé que venía a invitarme a cenar
o algo así. Lo que no sucedía en ese entonces. Bueno, me entregó
un par de botellas de agua mineral y me dijo:

—Las vas a necesitar.

Le agradecí y le dije que casi había terminado.

—Oh, a propósito, querido, — me dijo — creo que mi Jeep dejó


huellas en el campo mientras te seguía. ¿Podrías asegurarte de
borrarlas?

—No hay problema—le respondí.

Y se alejó si decir más.

73
Caminé por el campo buscando sus rastros y, para mi sorpresa,
vi que había pasado de arriba para abajo, en círculos, a derecha
e izquierda por todo el campo; tantas veces que había destruido
mi trabajo. ¡El campo era un desastre! ¡Tenía que empezar todo de
nuevo desde el inicio! Debo admitir que cuando lo vi alejarse en
medio del desastre, sin siquiera haberme invitado a cenar, sentí
materializarse la negatividad. Pero cuando observé lo que había
hecho, desde otra perspectiva, el trabajo extra que había creado
para mí al final de la jornada, sonreí con respeto por él, pues sé
que él nunca ha vacilado en exigir súper esfuerzos de parte de sus
estudiantes. “Apolo” es el resultado de esa exigencia.

Mi mayordomo entonces se activó y empecé a trabajar con la energía


que Robert había desatado. Fue relativamente fácil trabajar con el
resentimiento por no haber sido invitado a cenar, pero muy pronto
se desató la imaginación. Cuando comencé a hacer esfuerzos para
recordarme a Mí mismo, un “yo” del centro instintivo me dijo:

— ¡No es el momento de recordarse, es peligroso! ¡Estoy manejando


un tractor!

Este “yo” era muy convincente porque venía acompañado de miedo.

Vi una vez más que el enemigo interno verdaderamente controla


la máquina. Para comenzar, el miedo no es mi rasgo principal y
no recuerdo haber sentido nunca miedo de manejar un tractor.
Más adelante descubrí que este mismo “yo” mecánico aparecía
en otras ocasiones: mientras conducía tratando de dividir la
atención y mientras estaba sentado en un concierto tratando de
dividir la atención. Este “yo” mecánico siempre llegaba como una
reacción al esfuerzo de dividir la atención y siempre decía: “Ahorita
no”. Incluso hoy, mientras escribo y leo estas líneas, el centro
instintivo está convencido de que la atención dividida le impedirá
producirlas apropiadamente. El centro instintivo sabe que no hay
prácticamente nada en la esfera de la vida humana que requiera
atención dividida, así que siempre ve la atención dividida como
una interrupción. Creo que esta es la razón por la que Gurdjieff
dijo que este Trabajo va en contra de la naturaleza.

Estaba casi oscuro cuando finalmente me bajé del tractor. Me


hallaba en un claro estado de lucidez. Simultáneamente, el centro
instintivo empezó a pensar que este Maestro era medio ladino

74
y muy aprovechado, tal como ciertos de sus discípulos habían
descrito a Gurdjieff. También me di cuenta de que los estudiantes
que detestan a su Maestro por ser medio ladino no tienen culpa
en ello; simplemente carecen de la comprensión para trabajar con
sus exigencias, rompecabezas y pruebas. En tal caso, todo lo que
les queda es la reacción de su esencia y de su centro instintivo.

“El bien y el mal viven en perfecto equilibrio en todo maestro


consciente.”

Unos meses más tarde el campo estaba terminado y el equipo listo;


entramos en la Liga y al final de la estación ganamos el Campeonato
de California del Norte. Este Maestro del Cuarto Camino había
tomado a un grupo de estudiantes que simplemente se entretenían
con un balón de fútbol en su jardín y había hecho de ellos un equipo
profesional, con todo y campo de las medidas reglamentarias,
¡Y todo esto haciendo uso del tiempo libre de los jugadores! La
octava estuvo lejos de ser fácil y divertida. Siempre pensé en el
equipo como una alegoría de la Escuela, compuesto de jugadores
de todo el mundo: europeos y latinos, acostumbrados a distintos
estilos de juego; quienes a menudo se ponían histéricos unos con
otros: y, como equipo, carentes de un estilo o táctica unificada.
Por mi parte encontré extremadamente difícil adaptarme al estilo
europeo. ¡Y nunca antes había jugado bajo la lluvia helada, con el
miedo de que un rayo me partiera la cabeza!

A Robert nunca le interesó realmente el fútbol; como es


estadounidense ni siquiera entendía las reglas. Nunca vino a
vernos cuando jugábamos en otras ciudades. Y cuando jugábamos
en “Renacimiento” venía, se sentaba y aparentemente observaba
el juego por un rato. Pero siempre se traía su televisión portátil
y se ponía a ver el fútbol americano o el básquetbol; nunca supe
bien qué. Después de la segunda estación había cumplido con
sus objetivos y se retiró de la octava. El equipo dejó de jugar unos
meses más tarde; debido al número de lesiones inevitables. Hoy en
día pueden verse llamas, caballos y todo tipo de ganado pastando
en lo que una vez fue el campo de fútbol.

En cuanto a mí, jugar al fútbol llegó a un fin inesperado. Desde niño


elegí jugar en la posición de delantero izquierdo. Solía ponerme la
meta de meter por lo menos un gol en cada partido. Cuando no lo
lograba, la experiencia era incompleta, aunque mi equipo ganara.

75
Cada vez que metía un gol, lo celebraba de la manera clásica:
gritando y corriendo al costado de la cancha, me ponía a bailar y
a dar de saltos, lo típico. No sabía lo importante que era todo esto
para mi máquina hasta el día en que Robert me pidió que dejara
de practicar semejantes expresiones exageradas de entusiasmo
después de meter un gol. Me dijo que no se trataba de algo del otro
mundo. Me envió este mensaje a través de varios jugadores.

La reacción de mi centro instintivo fue una gran sorpresa para


mí. El primer “yo” fue claro y espontáneo: “Robert va a tener que
encontrar a otro que meta goles para su equipo. Yo para él ya
no juego”. Naturalmente, no me retiré; pero de ahí en adelante
comencé a sentirme incómodo durante los partidos. No podía jugar
de corazón. Mi centro instintivo se ponía cada vez más histérico.
Me di cuenta de que Robert había advertido una forma de egolatría
en mi interés por el fútbol. Me sentí humillado con la situación.
Finalmente me lastimé el talón de Aquiles y dejé de jugar para
siempre.

Más adelante alguien sugirió que tal vez Robert no sabía lo


identificado que yo estaba con el fútbol. Le respondí que desde el
punto de vista del mayordomo da lo mismo. Tan pronto como vi la
reacción del centro instintivo a este choque en tuve que empezar a
hacer esfuerzos por separarme.

Se ha dicho antes que, como este es el Cuarto Camino, la


fricción y otras oportunidades para el Trabajo tienen que crearse
utilizando las circunstancias la vida ordinaria y aprovechando las
inclinaciones mecánicas de los estudiantes. El equipo de fútbol es
un buen ejemplo.

De manera similar, haciendo uso de las habilidades de sus


estudiantes y de sus virtudes mecánicas, Robert ha creado, entre
otras cosas, una planta vitivinícola que produce vinos de primera
categoría, un aceite de oliva de alta calidad que se encuentra entre
los diez mejores en el mundo; una orquesta. En este proceso varios
estudiantes han desarrollado su talento como músicos, cocineros o
arquitectos a un nivel profesional elevado. Por supuesto, éstos son
simplemente productos laterales. El propósito fundamental de todo
esto ha sido crear oportunidades para las tres líneas de Trabajo,
las circunstancias ideales para el despertar de la conciencia.

76
Lo que vale no es el sufrimiento sino el deseo del alma.
Catalina de Siena

XX

Es claro que Robert Burton vio el respaldo de las Fuerzas Superiores


en su resolución de iniciar nuestra Escuela; y así lo sintió cada
estudiante que se unió a su esfuerzo de construir y mantener
esta empresa en tan gran escala. El hecho de que Robert y sólo
Robert fuera elegido como fuerza conductora de tan vasto esfuerzo
muestra la madurez de su alma. Los rasgos de su cuerpo físico son
favorables para esta misión: es decir su disposición natural para el
liderazgo y su habilidad para visualizar y concretar octavas a gran
escala. Es también un hombre carismático, capaz de motivar a los
más obtusos trabajadores para que se unan a su esfuerzo, aunque
sea sólo temporalmente. Su carisma y belleza física a veces suscita
que las estudiantes se enamoren de él como hombre. Aunque él
no se relaciona con esto, no tiene modo de evitarlo. Por otro lado,
enamorarse de él, dejarse cautivar por su belleza física o admirarlo
como hombre son signos típicos del sueño, y si uno no se despierta
permanece en una condición contraproducente.

Él es un Maestro y su responsabilidad es, como él mismo lo ha


dicho, crear las circunstancias adecuadas para el despertar de
los centros superiores. La mayor parte del tiempo lo hace a través
de choques muy sutiles y amables, pero a veces tiene que hacerlo
irritando abiertamente al centro instintivo con el fin de generar
una gran cantidad de energía para que el mayordomo se ponga
a trabajar. En estos casos, aun cuando uno logra transformar
la energía que él desata en uno, el centro instintivo aprende a
desconfiar de él. Los choques que proporciona a sus estudiantes
afectan mecanicidades reales y circunstancias de la vida real, es
decir, representan la realidad del ser inferior. Por eso el centro
instintivo repudia al Maestro.

Lo he visto suministrar estos choques a sus estudiantes cercanos


en varias ocasiones, pidiéndoles que hagan cosas aparentemente
imposibles o inconcebibles. Por ejemplo, a menudo pone como
líderes de actividades que requieren competencia, a estudiantes
incompetentes, o no tan competentes como los que tienen que
seguir sus instrucciones. Durante todos estos años, he visto el
trabajo de muchos derrumbarse situaciones así. Simplemente

77
no han querido o no han podido convertir tales situaciones en
oportunidades para el desarrollo de la voluntad. Pero los que
trabajan con estos choques se vuelven más concentrados, más
sobrios y se sienten afortunados y agradecidos.

Sólo puedo proporcionar ejemplos personales de cómo trabajaba


en esta línea. Antes de conocer a Robert, había escuchado su
comentario de que algunos de sus estudiantes trataban de usarlo
como su conserje. Le hacían preguntas para que los ayudara a
resolver problemas relacionados con su existencia orgánica. Por
mi parte evitaba siempre esa clase de preguntas. Hasta que una
vez, después de haber observado la tendencia a involucrarme en
una relación tras otra, me dirigí a él y le pregunté si él pensaba
que una relación era algo positivo para mi trabajo. Se detuvo por
un momento, puso una mano dentro del bolsillo de su saco, como
buscando su pluma, y me dijo:

— ¿Quieres decir una relación conmigo?

Con cierta impaciencia le respondí:

—No, no es eso lo que quiero decir. Quiero decir en general.

Al darse cuenta de mi emoción, dejó de buscar en su bolsillo y


añadió en forma impersonal:

—La gente despilfarra una gran cantidad de energía en relaciones.

La respuesta era clara. De pronto comprendí que cuando le había


hecho esa pregunta no había puesto el tema en la perspectiva
correcta de acuerdo con el Trabajo. Básicamente estaba preguntando
si podía mantener esta mecanicidad y seguir trabajando sobre mí
mismo. Aunque la pregunta resultó inoportuna, él halló un modo
de aprovechar esa área de identificación para crearme situaciones
de trabajo.

Desde ese momento comenzó una serie de interacciones con él


que me produjo fricción en el área de las relaciones. Por ejemplo,
cuando me veía con una muchacha, me pedía hacer cosas para él
que exigían renunciar a hacer una cita con ella o a posponerla; a
veces incluso en medio de una cita me llamaba y me pedía que fuera
a buscar mi cámara con el fin de tomar una fotografía para él. Una

78
vez, después de un concierto, una muchacha permaneció sentada
sola esperándome por largo tiempo, hasta que finalmente encontró
a otro que la llevara a su casa; y ahí acabó todo. Otras veces él
me veía hablando con una chica e interrumpía la conversación
llamándola a ella o a mí a su lado. Se la pasaba jugando con
mi identificación, y, aunque yo sabía que ése era su privilegio,
mantener la calma no dejaba de ser un desafío constante.

Por ese entonces comprendí que el significado “identificación” era


que mi sentido de identidad estaba en cierto dispositivo interno y
su manifestación mecánica.

Un día conocí una joven que realmente me gustaba y comencé


a salir con ella. Todo parecía fluir a pedir de boca, hasta que un
día fuimos a un concierto en nuestro Town Hall y, cuando íbamos
entrando por el pasillo, nos encontramos frente a frente con Robert.
Le sonreí. Me miró directo a los ojos por un segundo y no devolvió
la sonrisa; se dirigió a su asiento. “Él es así a veces”, pensé, y me
fui a tomar asiento, sin dejar de sentirme algo incómodo.

Al día siguiente, mientras reparaba un sistema de irrigación, uno


de sus secretarios de esa época, que era muy buen amigo mío, me
trajo un “mensaje” de parte del Maestro. Dijo que debía suspender
toda conexión con esta joven, pues el mejor amigo de Robert estaba
interesado en ella y él quería reservársela. Te puedes imaginar,
querido lector, mi reacción: pegué un salto tal que solté el tubo
recién pegado, éste se volvió a separar, dejando la reparación como
antes de iniciarla. Con la sangre hirviendo exclamé:

— ¿Qué se está creyendo Robert? ¿Cómo piensa que su amiguito


va a hacerse hombre si ni siquiera lo deja ganarse una muchacha?

Mi amigo conservó su compostura; sólo me respondió:

—Ésta es una Escuela, Robert es el Maestro, y ésta es una tarea.

—Te puedes ir —

Le dije, aparentando serenidad, quedándome inmerso en un mar


de negatividad, mirando el tubo por reparar. Sabía que tenía que
actuar rápidamente, pues si lograba cortarle la cabeza a un “yo”
negativo podría convertirlo en hidrógeno puro. De otro modo,

79
habría de arrastrar mi voluntad por días o meses interminables.
En fin, me pasé toda la tarde tratando de detener los pensamientos
y de acostumbrarme al hidrógeno.

Había atravesado episodios de sufrimiento antes y había trabajado


con el consejo de Rodney Collin de que tener la actitud correcta
frente al sufrimiento era esencial para la creación de voluntad.
Todo lo que tenía que hacer era separarme de los “yoes” producidos
por los centros instintivo y sexual y enfocarme en la actividad del
momento. Cada vez que los “yoes” reaparecían tenía que cortarles
la cabeza y usar el hidrógeno.

Me tomó considerablemente menos tiempo transformar la energía


del choque que la primera vez en que recibí uno de esa naturaleza.
Pero aun así no dejé de pasar mis noches de insomnio. Solía
levantarme al alba e ir a correr al campo de fútbol, sólo para
eliminar la energía que no podía transformar. Esta vez no estaba
trabajando en la oscuridad; estaba consciente del centro instintivo
y, lo que es más, empecé a ver la diferencia entre el mayordomo
suplente y el mayordomo real. El mayordomo suplente se ocupa
sólo de observar, pero no puede cambiar nada; el mayordomo real,
en cambio, tiene que actuar sobre lo que ve. En este caso decidí
trabajar con la idea de hacer lo que la máquina no quiere hacer.

Después de un tiempo me las arreglé para renunciar a la relación;


sabiendo que lo que habría de adquirir internamente era mucho
más importante que lo que tenía que perder externamente. No
fue sino hasta entonces que me dirigí a Robert y le agradecí por
haberme proporcionado esta oportunidad. Me dio una respuesta
inesperada, como de costumbre:

—Como ves, querido, para ti es mecánico encontrar una novia.


Te vas a encontrar otra antes de que pase el verano. Mi amigo no
tiene tiempo de cortejar a esta muchacha porque tiene que asistir
a su Maestro y viajar con él.

Para entonces ya estaba lo suficiente sereno y pude entenderlo.


De hecho, Robert me había dicho antes que su relación con este
estudiante era especial; pues el estudiante era sobre todo su apoyo
emocional, y lo respeté.

Robert nunca me dijo directamente por qué creaba tal o cual

80
circunstancia. Simplemente lo hacía; dependía de mí averiguar, a
través del recuerdo de Sí y la observación, qué debía controlar o
desarrollar. Él supo utilizar la tendencia de la máquina a conquistar
muchachas y con ello generó una gran cantidad de energía. Más
adelante verifiqué que efectivamente perdía energía en esta área; y
me di cuenta de que necesitaba encontrar la circunstancia correcta
que me ayudara a neutralizar esta forma de desperdicio; pero no
tenía idea de cómo iba a crearla por mí mismo; mi única esperanza
residía o en una tarea o en un episodio diseñado por una fuente
superior.

Tal como lo indicó Robert, al final del verano había encontrado


una nueva relación. Por suerte, ésta habría de ser lo que iba a
cambiar no sólo mi actitud en esta área sino también el modo de
verme en el Trabajo. Sin entrar en detalles, todo lo que puedo
decir es que este episodio me llevó a la locura en todas direcciones.
Sin embargo, desde el ojo del ciclón pude ver que en la base de
esta mecanicidad estaba el retrato imaginario de la máquina;
asimismo, en la base del retrato imaginario había un engaño; o
sea, confundía la energía sexual con la energía emocional. Creo
que lo que Orage describe como “amor emocional” se basa en esta
ambigüedad13. Con este episodio toqué fondo, pero cuando todo
llegó a su fin, mi trabajo se volvió más constante.

Toda empresa humana carece de importancia real, pero el centro


instintivo le da importancia con el fin de impedir el despertar de
los centros superiores. Después de todo, esta vida es todo lo que
el centro instintivo tiene. El tiempo muestra que toda aspiración
del centro instintivo no es más que un efímero deseo. Para algunas
personas, esta aspiración se relaciona con la comodidad y para
otras con el dinero, la comida o el sexo.

13 Sobre el Amor y otros ensayos, de A. R. Orage.

81
Las tareas que aquí se ofrecen tienen el objetivo de ayudarlo. Si titubea o se
niega a ellas, usted se niega a recibir ayuda.
Ouspensky

XXI

Poco después de que terminó la octava de fútbol, Robert emprendió


una serie de cenas y eventos de recaudación de fondos para
mejorar y embellecer “Apolo”. Dichos eventos, que continúan hasta
hoy en día, han puesto la Escuela bajo constante presión, tanto
desde el punto de vista financiero como físico. A lo largo de los
años, estos eventos de recaudación de fondos han exasperado a
cierto número de estudiantes de tal modo que éstos han dejado
de comprender la Escuela (aun cuando ya sabían que el Trabajo
implica la exasperación del centro instintivo).

Cada vez que Robert pide o sugiere algo con el objetivo de mantener
vivas las tres líneas de Trabajo, el centro instintivo consiente en ello
con la esperanza de que, al hacerlo, podrá sacar algún beneficio
personal, progreso espiritual o estatus social. Después de un
tiempo, al notar que no existe ganancia personal en la creación y el
mantenimiento de la Escuela, el centro instintivo pierde interés y
empieza a resistirse, o a evadir las peticiones y sugerencias en esta
área. Cuando uno carece de un mayordomo o del Ser para apoyar
la meta de Robert de mantener vivos el Trabajo y la Escuela, el
centro instintivo inevitablemente lo arrastra a uno fuera de su
influencia. Uno empieza por entrar en desacuerdo con él, luego a
contradecirlo y a juzgarlo hasta llegar al resentimiento.

Bien, durante uno de estos eventos de recaudación de fondos Robert


le pidió a uno de sus amigos, quien era fotógrafo, que tomara fotos
durante los eventos formales y se las enviara a los participantes.
Había otros fotógrafos profesionales competentes, pero él eligió a
este estudiante para ese papel. Sucedió que este estudiante empezó
a aburrirse con el trabajo, pues era repetitivo, fatigoso y solitario.
Sin consultar con Robert, me pidió que lo sustituyera, al inicio
en forma esporádica y luego con más frecuencia (en esa época yo
había desarrollado, hasta cierto punto, el arte de la fotografía).
Robert mismo no se vio muy contento con este cambio, ya que
cada vez que aparecía embutido en mi incomodísimo esmoquin,
con mi cámara en las manos, me preguntaba a secas:

82
— ¿Dónde está Freddy?

Cada vez le contestaba que no sabía. Sin agregar nada más, él


simplemente se daba la media vuelta y me ignoraba por el resto de
la noche. Esta breve conversación, cada vez que me veía, se repitió
por un par de meses. Una vez que empezó a acostumbrarse a mi
presencia, me preguntó si podía mostrarle algunas fotos que le
había tomado durante los eventos y así lo hice. Le gustaron y me
pidió copias para repartirlas entre sus amigos.

De ese momento en adelante, empezó a pedirme fotos sobre


los temas más variados y caprichosos: flores en su apogeo, un
nido minúsculo en la copa de un árbol, una nueva pieza recién
adquirida para la colección de la Galería, una estudiante sentada
junto al piano mirando a la ventana… Una vez me mandó en una
avioneta a tomar fotos aéreas de un incendio que había devastado
parte del territorio cercano a nuestra propiedad. Estos encargos
llegaban en los momentos menos pensados, mientras almorzaba
o me arreglaba para un concierto o cuando tenía que ir a recoger
a mi novia; y debía responder de inmediato. En una ocasión me
encontraba bajo la regadera cuando el amigo con quien vivía en
esa época me dijo que el Maestro estaba en el teléfono y deseaba
hablarme. Le pedí que le dijera que me estaba bañando y que ya le
hablaría más tarde. Un segundo después vi una mano cerrando la
llave de la regadera, mientras la otra ponía el teléfono en mi oído.
Escuché la voz de Robert diciendo:

—Querido, acabamos de comprar un gallo y te lo dejé en la cocina


de la Galería. ¿Podrías tomarle una foto?

— ¿Para cuándo la necesitas?—le pregunté, chorreando.

Me contestó:

—Oh, por favor, termina de bañarte, querido. Gracias.

Tomé una gran cantidad de fotografías de todo tipo de objetos y


personas, pero nunca supe qué hizo con ellas. A veces me pedía que
se las diera a otros estudiantes; otras veces que se las entregara
a él y, cuando lo hacía, actuaba como si se hubiera “olvidado” del
asunto. Pasé por varias fases mientras trabajé para él. Al inicio con
gusto dejaba de lado mis empeños para tomar fotos simplemente

83
porque él me lo pedía y porque con ello me sentía importante.
Después empecé a cansarme y a dolerme de las consecuencias de
tener que dejar mi trabajo o perder una reunión o una cita sólo
para tomar una foto, cuyo significado muchas veces desconocía.
Siempre respondí con prontitud a sus pedidos, pero a un cierto
punto empezó a emerger el rencor. Nunca sabía cuándo me iba a
llamar, pues podía hacerlo en cualquier momento. Incluso cuando
estaba de viaje en Europa me llamaba y me pedía tomar una foto
y enviársela ese mismo día. Este trabajo extra se agregaba a mi
octava regular de jardinería y a la de fotografía que, de por sí,
llevaba mucho tiempo y que incluía el revelado, la selección y el
envío de las fotos por correo, todo durante mi tiempo libre.14

Al inicio estaba siempre dispuesto a tomar fotografías para él;


hasta lo hacía con gusto; era mecánico. Pero me pidió tantas fotos,
tan a menudo y en los momentos más inoportunos que terminé
por exasperarme; y me sentía incapaz de hacerlo a menos que lo
viera como un acto de voluntad.

Por esa época me pidió que me encontrara con él en la Galería una


tarde antes del crepúsculo, que trajera mi cámara y me asegurara
de ponerle un rollo en blanco y negro. Llegué temprano y me
senté a esperarlo en uno de los sofás que daban al oeste. El salón
principal de la Galería tiene dos puertas estilo francés que dan
al oeste y que conducen a un jardín formal; sus marcos crean
una cruz de tipo cristiano. Robert llegó casi al ponerse el sol y se
sentó junto a mí en silencio… A medida que el tiempo pasaba mi
centro instintivo se ponía alerta. Entonces me dijo que estuviera
listo porque cuando el sol bajara, iba a proyectar la sombra de
una columna griega que sostenía la pérgola donde crecía una
enredadera, alineada perfectamente con la cruz. Quería una foto
de eso. Me dijo que era un augurio. Calculé que sucedería en diez
minutos, así que tenía tiempo de relajarme y estar presente. En
ese entonces me dijo:

—Nuestra Escuela es más grande que la de Cristo.

Observé una repentina irritación al escuchar estas palabras y me


puse tenso. Sentí el impulso de sonreír y decir algo para demostrar
que estaba de acuerdo, pero no supe qué. Permanecimos en silencio

14 En ese tiempo no existía ni la fotografía digital ni el Internet.

84
por lo que me pareció una eternidad. Una cadena de pensamientos
se desató en mi mente en relación con lo que acababa de decir.
Me sentí compelido a prestar atención al tema pero me contuve.
Solo usé la energía del choque. Seguí luchando por detener los
pensamientos cuando de pronto Robert me tomó de la mano y
añadió:

—Cristo nos está ayudando a despertar.

El centro instintivo se irritó aún más y tuve que renovar el esfuerzo


de renunciar a los “yoes”.

—…SSSí—le dije.

Estuvimos sentados en silencio por un largo rato hasta que la


sombra de la columna jónica se proyectó sobre la cruz. Logré
estar presente mientras esto ocurría y lo vi como claro símbolo de
nuestra Escuela en ese tiempo. La irritación estaba allí, pero yo
estaba presente. Entonces escuché que Robert decía:

—Ya puedes tomar la foto, querido.

Se puso de pie y dejó la sala. Tan pronto como se fue, el centro


instintivo se agitó y generó el impulso inminente de marcharse,
pero me puse la meta de mantener el estado y esperar hasta que
el símbolo se desvaneciera.

Cuando regresé a mi casa, me di cuenta de que el centro instintivo


se había puesto negativo tan pronto como Robert se hubo retirado
de la sala; esta vez noté que en realidad teme el despertar de los
centros superiores. Sentí claramente que quería arrastrarme a un
estado bajo lo antes posible. Se puso impaciente e histérico y trató
de interesarme en todo tipo de cosas “importantes” como leer un
libro, iniciar una discusión o ir a hacer el amor desenfrenadamente.

Enmarqué una copia de esa foto y la usé por un tiempo como


un recordatorio de ese momento; no sé qué hizo Robert con la
copia que le entregué. Más adelante traté de averiguar qué había
causado negatividad en el ser inferior. La clave estaba en uno de
los primeros “yoes” que se habían manifestado mientras Robert
me hablaba de nuestra Escuela en relación con la de Cristo. Se
articulaban algo así como: “¿Por qué me tiene que decir esto? No

85
necesito que me convenza de nada”.

Indudablemente la vanidad es una de las manifestaciones principales


del centro instintivo, pero mi descubrimiento más sorprendente fue
que se permite opinar y, más aún, pone su identidad en conocimiento
que ni le interesa. Que seamos o no una escuela en la escala de la
de Cristo nada tiene que ver con el centro instintivo. No obstante,
tiene una opinión y una actitud hacia esa afirmación. Que Cristo
esté o no ayudándonos a despertar está relacionado con los centros
superiores. ¿Por qué el centro instintivo se toma el asunto en forma
personal? Esto claramente demuestra su naturaleza mezquina.
Puede usar cualquier cosa para iniciar una discusión con el fin
de mantener los centros superiores dormidos, incluso información
insignificante para su existencia.

En el tercer estado, sé que somos una Escuela y sé que siempre he


deseado trabajar con alguien como Robert Burton.

Por supuesto, he tenido intervalos en mi relación con este hombre


extraordinario; especialmente cuando era su fotógrafo. Por muchos
meses, antes de acostumbrarse a mí, simplemente me ignoraba
durante los eventos. Yo trabajaba firmemente con la consideración
interna y, cuando no lo hacía, me inundaba el rencor.

Voy a compartir un episodio que me ayudó a superar un intervalo


importante en mi relación con él. Sucedió durante el tiempo en
que estaba leyendo un pasaje de Ouspensky en que describe los
atributos de un ser consciente; y comencé a buscar esos atributos
en Robert inquisitivamente.

Me interesaba en particular verificar si Robert tenía o no el poder


de la telepatía y, de ser así, cómo lo utilizaba, pues sabía que José
Antonio Kahuil lo poseía y lo utilizaba con fines conectados con
su trabajo. Por varias semanas llevaba esta pregunta en mi mente
mientras tomaba fotos de él durante los eventos. Me preguntaba
cómo sería posible verificarlo, puesto que en esa época Robert no
me dirigía la palabra en absoluto; además de que yo mismo no
tenía poderes telepáticos ni nada por el estilo. Todo lo que hacía
era mirarlo fijamente, como desafiándolo, mientras le sacaba fotos.
Me sentía ridículo cuando me daba cuenta de que no sucedía nada.
Esto siguió por un período durante el cual simplemente aborrecía
trabajar para él.

86
Finalmente, una noche enfoqué la cámara sobre él mientras
levantaba su copa para brindar antes de la cena. (Prácticamente
esta era la última foto que tomaba durante las cenas formales;
después me retiraba de la sala.) Esta vez hizo una pausa por un
momento, miró su copa y en lugar de brindar dijo:

— ¿Para qué leer tu mente cuando tengo a Shakespeare?

Puso su copa en la mesa y consumió su primer bocado. Volteó


brevemente en mi dirección, mirando por encima de mí. Comprendí
que podía salir de la sala.

87
El pago, en el verdadero sentido de la palabra, debe ser útil no sólo para
usted sino para los demás: para la escuela.
Ouspensky

XXII

Una vez alguien preguntó a Robert si sabía quién era el estudiante


más rico de la Fellowship. Él respondió que no lo sabía, luego añadió:

—Pero si entra en el círculo interno las Fuerzas Superiores


empezarán a usar su dinero.

Nuestros interminables eventos de recaudación de fondos han


arrojado luz al respecto. Son caros y, por mucho tiempo, eran
excesivamente caros. Cuando Robert volvió a enseñar personalmente
en forma regular, puso un precio muy alto a sus reuniones y cenas.
Y sólo quienes estaban dispuestos a pagarlo podían sentarse a su
mesa y aprender a estar presentes directamente de él.

Ya sea que uno pague con dinero o con trabajo, asistir a los eventos
es sólo una pequeña parte de la experiencia. Robert a menudo dice:

—Hay que asistir dos veces a estos eventos.

Cuando uno paga o trabaja para un evento, sólo trae su cuerpo


físico al mismo. Pero si realmente quiere aprovecharlo tiene que
lograr despertar su cuerpo astral a través de la experiencia; el
evento mismo es sólo una circunstancia favorable.

Para iniciar, se nos pide llegar a cada evento una hora antes de que
llegue Robert; esto nos permite hacer el esfuerzo de controlar los
“yoes” que ocupan espacio antes de que él entre en la sala. Después,
con el fin de ayudarnos a encontrar la correcta concentración para
trabajar, tenemos un breve concierto en vivo y la lectura de un poema.

Cuando Robert enseña, se dirige a los centros superiores. Por lo


general produce choques en los centros inferiores con el fin de
liberar la energía necesaria para que se manifiesten los centros
superiores -aunque el esfuerzo de despertarlos es siempre la
tarea de cada individuo. En otras palabras, Robert enseña fuera
del tiempo; quien desee aprender de él debe proyectarse fuera del
tiempo mientras lo escucha. Cuando uno permanece en los centros

88
inferiores, por lo general termina confundido o negativo.

Con el dinero recaudado durante estos eventos hemos creado


hermosos jardines; hemos adquirido fuentes y estatuas antiguas;
hemos construido calles adornadas con palmeras, rosales y
naranjos; tenemos un restaurante y un bello parque con palmeras
y olivos centenarios. Hemos edificado un anfiteatro, y una vez
al año invitamos a los mejores bailarines de ballet del mundo a
nuestro escenario. Nuestra colección de arte ha aumentado de
manera significativa. En fin, hemos creado un ambiente refinado
para nuestras reuniones y nuestros eventos, todo de nuestros
bolsillos y esfuerzos físicos.

Los eventos de recaudación de fondos son sólo parte de estos


esfuerzos; pues igualmente deben organizarse equipos para el
diseño y la construcción de todas estas áreas. A veces contamos con
la capacidad de algún profesional, pero a veces hemos tenido que
aprender la profesión sobre la marcha, por así decirlo. Algunos nos
convertimos en albañiles, carpinteros o jardineros improvisados
(como en mi caso). Otros, en cambio, descubrieron que su esencia
está más a gusto con el trabajo de tercera línea que se les exigía,
que con la carrera que originariamente eligieron en la vida. El
ejemplo más llano es el de un abogado español que descubrió ser
un excelente mecánico automotriz. Hemos construido Apolo bajo
mucha presión pues todo lo que se ha vertido en el desarrollo del
lugar en que lo hemos construido proviene de nosotros.

Robert no deja de mantener a su círculo interno trabajando bajo


una tremenda presión. Exige mucho en cada evento de recaudación
de fondos y el círculo interno siempre se las arregla para alcanzar
la cifra estimada. En general, cuando estamos a punto de finalizar
la construcción de un área ya se ponen en marcha nuevos eventos
de recaudación para la próxima.

En cuanto al equipo de construcción, siempre le pone un breve


plazo para terminar su trabajo. Robert nos exhorta a terminar
un jardín o una plaza en pocas semanas. Una vez que estamos a
punto de alcanzar la fecha límite, aumenta la presión agregando
más detalles a la construcción, o cambiando el diseño de tal modo
que hay que destruir y reconstruir en pocos días, las más de las
veces trabajando largas horas o incluso durante la noche.

89
¿Y dónde hemos adquirido todas estas antiguas palmeras, algunas
de más de cien años? Robert le dio la tarea a un estudiante, que
a lo largo de los años ha demostrado ser un negociante elocuente
y capaz, de inspeccionar las ciudades circunvecinas, calle por
calle, en busca de palmeras maduras que comprar o cambiar. Este
estudiante negociaba con propietarios de casas y viveros para la
adquisición o el intercambio de sus palmeras centenarias, y lo hacía
con éxito. Luego el equipo de jardineros viajaba al lugar, excavaba la
palmera y la traía para Apolo. Más tarde regresábamos a restaurar
el lugar de donde la habíamos extraído: poniendo un nuevo prado,
plantando árboles y flores, todo a un nivel profesional.

Cuando uno entra en el círculo interno, comprende por qué hace


esfuerzos para apoyar el trabajo tal como Robert Burton lo ha
establecido, es consciente de la necesidad de mantener el Trabajo
vivo y sabe que la estructura del mismo es la responsabilidad de
Robert. También comprende que la Escuela existe dentro de uno
mismo. Cuando uno está en el círculo externo se ve como separado
de la Escuela. O sea, ve una institución compuesta de personas y
su Maestro y espera obtener algo tangible para sí a cambio de sus
donaciones a la institución.

Cada vez que uno se duerme se desliza hacia el círculo externo.

90
Probablemente hubiera podido encontrar los fondos necesarios para que
[Gurdjieff] estableciera su trabajo en las condiciones adecuadas, y también
traerle a gente mejor preparada. Pero, por supuesto, aún tenía una idea muy
vaga de en qué podía consistir este trabajo.
Ouspensky

XXIII

Mirando en retrospectiva, ahora me doy cuenta de que Robert Burton


ha sido capaz de mantener a un número privilegiado de estudiantes
trabajando juntos en la misma dirección por un período de más
de cuarenta años. Lo ha logrado creando octavas de segunda y
tercera líneas a largo plazo y a gran escala. Por medio de estas
octavas los estudiantes han aprendido a mantener su enfoque y a
trabajar juntos como amigos o, al menos a convivir de una manera
amistosa. Aunque la elección de esta gente privilegiada está en
las manos de las Fuerzas Superiores, cada individuo debe tener el
deseo intrínseco de permanecer conectado con este vasto esfuerzo.
A lo largo de los años, cierto número de personas ha contribuido
en forma monetaria; otros han dado su tiempo y experiencia o
ambos; pero el común denominador en este limitado número de
estudiantes es el acuerdo de que el trabajo de uno requiere ayuda
constante de otros con el mismo objetivo y la misma comprensión.

En el Cuarto Camino no se puede trabajar por sí solo.

De tal modo se ha creado una viña de 365 acres, se ha construido


una planta vitivinícola a su medida, jardines y calles admirables,
lagos artificiales, edificios para las artes escénicas, restaurantes
y una escuela privada; todo lo cual tardó muchos años en
desarrollarse, pero también necesita constante mantenimiento. Se
ha exhortado a los estudiantes a adquirir terreno y construir casas
en la pequeña población de Oregon House, donde se ha establecido
el corazón de la Escuela. Ha surgido una comunidad alrededor de
la propiedad adquirida por la Escuela.

El Maestro ha inspirado la construcción de una red de hombres


número cuatro en pos de un objetivo común.

Como dije antes, Robert a menudo pone como líderes de actividades


que requieren competencia a estudiantes incompetentes o no tan
competentes como los que tienen que seguir sus instrucciones.

91
Sucede aun hoy en día, y es una manera intencional de crear
fricción, energía y trabajo; con suerte uno llega a jugar papeles en
ambas caras de la moneda.

Una vez jugué el papel de líder en una octava en la cual era un


perfecto ignorante. Mi esencia sufrió mucho con la experiencia,
pues se me había pedido administrar una de las tantas octavas
agrícolas. Y como nunca he sido un agricultor en esencia, traté
de serlo en personalidad. A pesar de no poder pensar en términos
de la octava misma, aun así me volví mandón y hasta arrogante,
simulando saber lo que estaba haciendo. Noté además que el
centro instintivo experimentaba cierto placer en tener gente bajo
su mando.

Afortunadamente, esa experiencia fue muy breve. Terminó cuando


un verdadero agricultor llegó a la octava y empezó a hacer las cosas
de acuerdo con los ritmos de la naturaleza en lugar de sus propias
nociones. Este estudiante tuvo gran dificultad con mi mecanicidad,
simplemente porque comprendía lo que tenía que hacerse en el
momento en términos de agricultura y veía mi mecanicidad como
pura fuerza de negación en la tríada. Me lo expresó claramente un
día diciéndome que no tenía por qué hacer de la agricultura una
cuestión emocional.

—La agricultura se trata de hacer, estar a tiempo, ser constante;


no de aparecer cuando se te da la gana, contar cuentos, tomar
fotos y hacer amigos.

En otra ocasión se me asignó la octava de traducir el libro de


Robert, Self Remembering [El recuerdo de Sí], en español, lo cual sí
era parte de mis capacidades. Tenía que distribuir los capítulos
entre los estudiantes de habla hispana, corregirlos y crear una
edición final.

Robert eligió a una estudiante para que trabajara conmigo. Se


suponía que ella debía revisar mis textos y corregirlos de ser
necesario. Esa estudiante se había hecho la fama de hablar cinco
idiomas, todos mal, incluyendo el suyo. De más está decir que
todo el asunto se volvió una pantomima. Ella no sabía suficiente
gramática como para corregir el texto, pero aun así sentía la
necesidad de hacerle correcciones. No sabía explicar cuál era el
error, mucho menos cómo se suponía que debía corregirse. Todo

92
lo que se limitaba a decir era:

—No me suena bien; me tiene que sonar bien.

Trabajé con esta situación por un tiempo, pero le envié el mensaje


a Robert diciéndole que necesitaba a alguien por lo menos con un
mínimo de competencia en el uso de su propio idioma.

Mi pedido fue escuchado y se tomó acción al respecto a la brevedad.


Sin embargo, para el rey de tréboles todo fue de mal en peor,
cuando una estudiante recién llegada de España fue asignada
para revisar el texto final. Había seguido los mismos estudios que
yo pero en España. Es decir conocía perfectamente su español. El
problema era que su español y mi español eran muy diferentes.
Así que nos sentamos y, en cuanto comenzamos a leer, ella decidió
que el español era demasiado mexicano. Cada párrafo tenía que
rehacerse de acuerdo con el “verdadero español”, el decretado por
la Real Academia de España.

A un nivel personal era realmente un deleite trabajar con ella.


Era como jugar tenis con un oponente muy difícil de vencer. Sin
embargo, la octava se convirtió en el cuento de nunca acabar. Ella
se traía su diccionario en dos volúmenes; yo me traía el mío en tres.
Y nos sentábamos por horas, incapaces de completar siquiera una
página de acuerdo. Cuando Robert lo supo, hizo su movida final.
Un estudiante de habla inglesa que más o menos hablaba español
fue asignado para sentarse entre nosotros con una moneda en el
bolsillo, y cada vez que el más leve signo de discusión aparecía,
simplemente sacaba su moneda, echaba un volado y sanseacabó.
Sol era España; Águila México. Esta solución, inaceptable como
era para ambas partes, tenía que ser aceptada. Naturalmente,
el texto sufrió considerablemente en el proceso, es más, quedó
completamente privado de carácter. Desafortunadamente, tan
culta e lúcida mujer decidió abandonar el trabajo para volver a
España con todo y sus excelentes volúmenes; y desapareció sin
dejar huella.

Por mi parte, las cosas no terminaron allí. Un par de estudiantes


más fueron arrojadas en el ya hirviente caldero: una estudiante
de Argentina que no hablaba una palabra en inglés, y una de
Guatemala que era bilingüe y hablaba un español guatemalteco
mal remendado con anglicismos. Las cosas degeneraron aun

93
más cuando el texto que para ese entonces carecía por completo
de estilo fue enviado a una editorial argentina que lo modificó
de nuevo para que concordara con el español argentino, que los
argentinos ni siquiera llaman español sino castellano. Cuando
recibí una copia del documento final apenas lo reconocí.

Otros equipos de traducción no tuvieron este problema pues


su idioma es el mismo en todos lados; mientras que en español
existen como veinte versiones, todas ellas correctas. Entonces me
di cuenta de que tenía que renunciar a mi identificación con el uso
del español; de lo contrario estaba definitivamente renunciando a
mi trabajo interno. Pues ahí me vi, trabajando con la traducción
de un libro sobre el recuerdo de Sí, en el estado más profundo de
identificación. Aunque Robert se mostró activo en este asunto,
nunca me dijo nada al respecto; comprendía su irrelevancia. Sólo
se limitó a mandarme a la primera persona que se le ocurría.

He llegado a concebir a Robert como un generador de energía,


o de hidrógeno superior, por decirlo de otro modo. Usa varias
herramientas para generar esta energía en sus estudiantes. Pero
el centro instintivo no soporta este hidrógeno y desea librarse de él
tan pronto como lo siente entrar en circulación. Además, cuando
el centro instintivo se da cuenta de que Robert lo pone en ridículo
y lo engaña todo el tiempo, comienza a crear rencor. A Robert no le
importa esto. Sabe que todo estudiante que tenga un mayordomo
activo va a sacar ventaja de cada oportunidad que él proporciona.

Según lo que leí en los escritos de quienes conocieron a Gurdjieff


en persona, él a veces usaba técnicas más directas y brutales. En
ocasiones ridiculizaba a sus estudiantes, o les gritaba, o les hacía
cavar zanjas para luego volver a llenarlas. Robert es más sutil en
ese sentido; no nos grita ni nos pide cavar zanjas inútiles. Lo que
él nos pide es ayudarlo a construir “Apolo”.

Conforme nos ayuda a despertar, a lo largo de los años ha creado con


nosotros un paisaje maravilloso al que podemos estar presentes.

94
Aquí podemos solamente dirigir
y crear condiciones, pero no ayudar.
Gurdjieff

XXIV

Cuando tomaba fotografías durante los eventos en “Apolo”, tenía


que trabajar con tres tipos de situaciones: Había cenas formales
con un código de vestir de etiqueta y vestido largo; había también
recepciones y cenas de enseñanza menos formales, con un código
de vestir que exigía saco y corbata para los hombres y vestido para
las mujeres. Yo había desarrollado una técnica para tomar fotos
evitando que la gente posara, pues las poses nunca me convencen.
Así que usaba una amplia gama de lentes con el fin de poder tomar
fotos a distancia sin ser notado. La mayoría de los fotógrafos sabe
que en el momento en que la gente se da cuenta de la cámara
cambia su actitud y su postura, arruinando así la espontaneidad.
Cuando veía que éste era el caso me retiraba sin disparar; más
tarde buscaba un mejor momento. Trabajar con cenas formales y
cenas de enseñanza era relativamente fácil. Por lo general la gente
se hallaba en los reyes de los centros y las fotos salían bien. La
única dificultad era que como el rey de tréboles estaba activo, a
veces la gente se ponía rígida, sobre todo en presencia de Robert.
Ya mencioné que, en general, el rey de tréboles se vuelve muy activo
cuando el Maestro se acerca. Hace como si estuviera trabajando
sobre sí.

Tenía el objetivo de tomar fotos de estudiantes cuando estaban


en personalidad verdadera o en esencia, y no cuando estaban en
personalidad falsa. No hay nada de raro en esto, ya que el Trabajo
es intermitente; mi papel de fotógrafo simplemente me permitía
ver de cerca esta situación en particular. En un momento veía a
alguien en esencia; segundos más tarde su presencia cambiaba,
se volvía fingida. Por otro lado, algo similar observaba en mí. Tenía
la meta de fotografiar lo mejor de la gente y trabajaba de acuerdo
con ello, esperando siempre el momento en que algo de naturaleza
más alta apareciera en su presencia. Pero seguido observaba que
mi centro instintivo juzgaba lo que veía a través del lente e ignoraba
a ciertas personas por el resto de la velada.

Las recepciones constituían una arena más difícil, pues todo mundo
se hallaba disperso por los jardines o las diferentes salas de la

95
Galería donde tenían lugar, cada quien por su cuenta. Robert solía
sentarse rodeado de sus amigos más cercanos y ocasionalmente
llamaba a un estudiante a su lado con el fin de entablar una breve
conversación; pero casi todo mundo se la pasaba donde quisiera y
con amigos de su elección. La comida se servía informalmente y el
vino en abundancia. En suma, se creaba una atmósfera que hacía
muy difícil mantener el enfoque en el Trabajo. En tal atmósfera,
uno podía fácilmente notar entre los estudiantes todo tipo de
interacciones incongruentes con el Trabajo. Robert se sentaba
observando en silencio. Luego llamaba a alguien para hablarle y a
veces darle una tarea o un ejercicio personal.

Vistas desde el segundo estado de consciencia, estas recepciones


apenas nos hacían parecer una escuela esotérica. Al máximo
parecíamos una tribu social glamorosa, en la que se generaba
e intercambiaba todo tipo de energía emocional y sexual. Pero
el Maestro, como siempre, trabajaba durante ellas. Una vez le
pregunté por qué teníamos tales recepciones informales, ya que no
me parecía que ayudaran al desarrollo de los reyes de los centros,
como las cenas formales y las reuniones.

—Sí—me dijo—, los eventos formales te ayudan a desarrollar los


reyes de los centros. Las recepciones son para que veas quién
eres, y quién no eres.

Después de responder a esta pregunta, se puso activo en relación


con lo que yo hacía durante la recepción. Cada vez que entablaba
conversación con alguien, llamaba a esa persona a su lado,
hablaba con ella y luego la mandaba a buscar a otra. Hizo esto
por largo rato y cada vez terminaba en lo mismo: me quedaba solo
en medio del salón, hasta que llegaba otra persona. Yo empezaba
una conversación y casi de inmediato Robert la llamaba a su lado.
Comencé a irritarme y decidí seguir tomando fotos. Apenas enfoqué
la cámara me llamó a su lado y me dijo:

— ¿Ves la mano de ese dios en la esquina? Por favor, ¿puedes


tomarle una foto para mí?

Volví la mirada y, por encima de la multitud de estudiantes, vi


la mano de Mercurio15 extendida, apuntando hacia arriba. Sonreí

15 Esa escultura ha sido dorada y se asienta ahora sobre una columna en


medio de una rotonda.

96
mientras tomaba la fotografía y luego me di vuelta para
agradecerle,pero se había ido.

Cada vez que Robert se levantaba y se iba de una recepción, aumentaba


el murmullo de la gente. Ese era el momento de irse a casa.

Fue durante estas recepciones que descubrí varias tendencias


desfavorables que de otro modo hubieran permanecido en la
oscuridad del segundo estado. La más insidiosa era la muy
agradable tendencia a pasar mi vida social al nivel del siete de
corazones, olvidado de la necesidad de hacer esfuerzos. Este nivel
de atención me mantenía vivaracho y guasón, especialmente con
las muchachas, y hacía de mi vida “mucho ruido y pocas nueces.”

Más tarde estudiante llegó con un mensaje de Robert, pidiéndome


que dejara de platicar con los invitados y que me concentrara en
mi función de fotógrafo. Fue muy difícil de aceptar al comienzo,
porque mi centro de gravedad se nutre de la gente y la conversación.
Sin embargo, fue providencial en términos del Trabajo, pues se
me pedía concentrarme en mi trabajo, que consistía en observar
y fotografiar lo mejor en cada uno, sin trabar conversación con
nadie y manteniendo en mente a las Fuerzas Superiores.

97
Un creyente que no haya tenido la experiencia de lo que se discute aquí no
puede apreciar las cosas secretas de Dios.
Miguel de Molinos

XXV

Te preguntaras, querido lector, si alguna vez he dudado de que


ésta sea una Escuela real.

Cuando uno emprende la lucha por estar presente, trabaja al


nivel de la atención del mayordomo: se halla en los reyes de los
centros. Ya se ha mencionado que cuando uno sostiene este nivel
de atención, el rey de tréboles se despierta. Es allí donde entra la
duda, como un susurro, como una distracción infiltrada por el
centro instintivo. La duda existe al nivel de las funciones inferiores.
Alguien que no ha experimentado un estado superior o que se ha
olvidado de tal experiencia, tiende a escuchar la voz de la duda.

También quien descuida su Trabajo está sujeto a la duda.

El origen de la lucha reside en el logro de aquello que uno ya sabe y desea


recuperar; o sea, la presencia. En un estado superior de consciencia,
no existe la duda; uno es exactamente lo que busca. Además, percibe
a quien está en un estado superior y a quien no lo está.

Recuerdo que una mañana, durante un desayuno formal, estaba


luchando por estar presente durante el evento. Mi trabajo consistía
sustancialmente en detener la imaginación y la charla innecesaria.
Cuando nos sentamos a la mesa, vi que había logrado poner mi
mente en silencio. Hubo un momento en que tuve la sensación
bien clara de atravesar el velo invisible del sueño. Miré alrededor
de la mesa cuando escuché que Robert decía:

— ¿Ves? Tus centros superiores están despiertos ahora. Y tu nueve


de corazones está activo también.

Me miraba directamente desde el otro lado de la mesa. Sentí una


explosión en mi plexo solar, al mismo tiempo el ser inferior se
sintió un terrible espanto.

—Tu nueve de corazones ha despertado la presencia— dijo Robert,


fijando sus ojos felices en mí.

98
Noté de nuevo, como cada vez que veo su verdadero Ser, que no sólo
está siempre presente sino que también es radiante y poderoso.
Observé a un estudiante sentado cerca de él. Estaba mirando su
plato y se hallaba profundamente dormido. Robert capturó mi
mirada otra vez y me dijo:

—Tú estás despierto, ¿te das cuenta?

El centro instintivo se sintió turbado, angustiado e histérico. Miré


a los demás comensales. Había como cincuenta estudiantes en el
desayuno. Noté que algunos guardaban un silencio interno; otros
no estaban allí.

Eso sucedió por el tiempo en que empezamos a practicar la


secuencia. Antes del desayuno, había hecho esfuerzos constantes
para salir de la imaginación por medio de esta nueva herramienta16.
No había pasado por ningún tipo particular de tensión nerviosa o
sufrimiento; estaba simplemente tratando una y otra vez salir de la
imaginación mientras vocalizaba la secuencia. Me sentí agradecido
hacia Robert y otros estudiantes al final de esos esfuerzos. Tuve
la clara comprensión de que Robert está siempre en el presente,
esperando a que nos unamos a él, invitándonos y creando las
condiciones ideales para que lo logremos. En verdad, cuando
estamos presentes le hacemos compañía.

Pero los embates de la imaginación son como las cabezas de la


hidra: una vez que se le corta una, crecen dos instantáneamente. En
consecuencia, el Trabajo no termina nunca. Cuando el desayuno
llegó a su final, Robert dijo:

—Traten de no perder este estado. Manténganse donde están por


el tiempo que sea posible, queridos.

Me alejé del desayuno todavía en un estado superior. No hay


palabras para describir lo que fue entonces caminar por el jardín
de rosas. Numerosos “yoes” se agolpaban nerviosamente alrededor
de mi presencia; y, aun así, permanecí entero y sobrio.

La duda existe en el segundo estado, que es precisamente el estado


del cual tratamos de alejarnos. Nosotros buscamos el tercer estado,
buscamos la certeza.
16 Una secuencia de esfuerzos pensada para despertar y sostener la
presencia.

99
La Influencia C parece referirse al trabajo real
de un ser superior sobre sus estudiantes íntimos.
Rodney Collin

XXVI

Durante la época en que Robert llevó su vida en privado, la


Fellowship of Friends creció y se extendió por todo el mundo, en
algunos casos sin su participación o influencia directa. Conforme
Robert se fue haciendo más accesible, empezó a dirigir una serie
de reuniones y eventos formales de enseñanza que atrajeron
grandes números de estudiantes, muchos de estos estudiantes no
lo conocían personalmente y jamás habían tenido que ver con él;
algunos de ellos incluso enseñaban en el círculo externo y jugaban
papeles de prestigio entre los estudiantes más jóvenes.

Se ha dicho que cuando Robert enseña, se dirige a los centros


superiores y que para ello debe usar técnicas para evadir a los
centros inferiores. La forma de su enseñanza es a una mezcla de
jeroglíficos mayas con el lenguaje de los Relatos de Belcebú a su
nieto, sazonada con todo lo que pueda ayudarle a ilustrarla en
cada momento. Los estudiantes no acostumbrados a su forma
de enseñar empezaron por confundirse, luego alarmarse, hasta
que finalmente se sintieron indignados. Ya ha descrito algunos
aspectos de esta enseñanza en un documento separado17.

Ese fue un momento bastante interesante en la historia de nuestra


Escuela, pues la Fellowship of Friends perdió centenares de
estudiantes. Toda clase de estudiantes con toda clase de papeles se
fueron en busca de una enseñanza diferente que tuviera sentido para
ellos; pues Robert ya no tenía sentido. Cuando el círculo externo
se encontró frente a frente con un Maestro consciente, se confundió
totalmente y se retiró. Pero la Escuela permaneció casi intacta, pues
apenas si perdimos uno que otro estudiante concentrado.

Al final las Fuerzas Superiores decidieron a quién conservar y a quién


dejar ir. A través de todos estos años, la Escuela se mantiene siempre
alrededor de los 1800 estudiantes; la han dejado como 10.000.

17 A Further Effort, todavía no traducido al español.

100
Tus ojos miran hacia la tierra, los míos hacia el cielo.
Christina Rossetti

XXVII

Cuando observamos las mecanicidades de los demás, lo hacemos


desde el punto de vista de lo que llamamos en el Trabajo una
“interacción de rasgos”, porque nuestra prioridad es la observación
y el control de nuestras mecanicidades mientras tratamos de
estar presentes. Cuando dejamos de lado las mecanicidades de
otros y nos concentramos en estudiar las nuestras, observamos
que un rasgo en nosotros reacciona a un rasgo en ellos. También
tenemos que usar esta herramienta cuando nos relacionamos con
el Maestro, pues reaccionamos mecánicamente a su influencia y
a su presencia. Al mismo tiempo, necesitamos recordar que un
ser consciente actúa con intencionalidad a través de sus rasgos
en esencia. Los usa como herramientas para enseñar y aumentar
nuestras posibilidades para estar presentes.

Cuando uno critica las acciones y métodos del Maestro, está


proyectando una debilidad personal en él y, lo que es más, está
dormido. La idea de los espejos de Ouspensky se aplica aquí. Al
dividir nuestra atención, vemos que el ser inferior proyecta sus
debilidades en otros, incluyendo el Maestro. Descubrí esto hace
un tiempo, cuando comencé a prestar atención a los “yoes” de
juicio acerca del Maestro. Me di cuenta de que el ser inferior lo
juzgaba en áreas de sueño que ignoraba en mí mismo. Además, al
escuchar los “yoes” de juicio de otros estudiantes sobre los hábitos
del Maestro o la manera en que gasta su dinero, o su vida sexual,
etc., me di cuenta que en cada caso el área que alguien critica
constituye un punto ciego sobre el que no ha pensado, o que no ha
cuestionado en sí mismo. En otros casos, la gente juzga al Maestro
con una actitud o un prejuicio adquiridos a través de la educación
recibida en su ambiente social.

He tenido “yoes” de juicio hacia él en varias áreas y he trabajado


con ellos a medida que los he observado a lo largo de los años. Pero
hay ciertos yoes de juicio que me han siempre resultado difíciles
de trabajar; de estos daré sólo un ejemplo.

Hace un tiempo, Robert nos pidió que examináramos todo texto


literario y objeto de arte cuyo contenido llevara el mensaje oculto

101
de usar el cuerpo físico para generar un alma. Conforme nos
embarcamos en este estudio, encontramos muchas escuelas,
tradiciones e individuos que objetivamente se habían dedicado al
mismo, si no aun esfuerzo similar al nuestro. Se me asignó el área
de Mesoamérica y pasé varios años estudiando diversos textos y
puntos de vista sobre el tema. Adquirí considerable conocimiento
en la literatura disponible.

Robert me pidió que le enviara un texto sobre el tema y le escribí


un documento de setenta y dos páginas. Me lo devolvió el mismo
día con el pedido de simplificarlo y abreviarlo. Después de varios
días de trabajo lo reduje a dieciocho páginas. “Más corto, por favor”,
fue su respuesta. Finalmente elaboré un documento introductorio
a Mesoamérica de dos páginas y un par de páginas con citas
ilustrativas del trabajo de escuelas esotéricas previas a la invasión
española. Inicialmente (quiero decir los tres primeros años), a
Robert le resultaba difícil relacionarse con el material, ya que se
halla expresado en un lenguaje completamente extraño a la mente
occidental. Pasaron cuatro años y él no podía utilizar la información.
Mientras tanto continué leyendo y absorbiendo el argumento.

Después de un tiempo comencé a tener una idea clara de las


escuelas esotéricas y la cultura en esa parte del mundo. A medida
que me familiarizaba más y más con ello, el centro instintivo empezó
a tomárselo en forma personal, principalmente debido a mi origen
nahua18. No lo noté directamente pero comencé a observar juicio
cuando Robert empezó a usar el material para sus eventos. Noté
que, desde mi punto de vista, constantemente malinterpretaba el
material, citaba erróneamente las fuentes y de manera deliberada
pronunciaba los nombres en modo absurdo.

Imagínate, querido lector, cuando el nombre del gran Quetzalcóatl


sonaba algo así como “Cui, cuó, cuá”. Mi centro instintivo se ponía
tenso durante la duración de un evento; pero la mayor parte del
tiempo me las arreglaba para actuar desde el mayordomo; por ese
entonces ya habíamos madurado una serie de “yoes” de Trabajo de
una sílaba que nos permitían volver rápidamente a poner nuestra
atención en la presencia.

El día después de un evento, le enviaba una nota para


explicarle,primero de manera indirecta, y luego muy directa, cómo

18 Una de las naciones principales del mundo mesoamericano.

102
tenía que presentar ciertas ideas con el fin de no dar la impresión
de ser un ignorante en el tema, pero no servía de nada. Al siguiente
evento él decía exactamente lo que le había dicho que no dijera, de
la manera exacta en que él quería, y muchas veces decía cosas muy
distintas sobre el mismo material. Me hervía la sangre cada vez
que decía algo con lo que no estaba de acuerdo. De vez en cuando,
durante un evento me hacía preguntas absurdas o sin relación con
el tema. Yo, sonriendo como un gato, le daba respuestas tensas y
monosilábicas.

A medida que pasaba el tiempo, Robert me pidió que investigara


otros temas y autores. Mi tarea era decirle si creía que comunicaban
el mensaje esotérico que él estaba tratando de transmitir en un
determinado momento. De acuerdo con mi comprensión, algunos
se conectaban claramente con el desarrollo de la consciencia; otros,
en cambio, no. Le enviaba regularmente mis hallazgos. Sin embargo
él usaba lo que deseaba y a quien deseaba, independientemente de
que su trabajo tuviera o no conexión con escuelas o ideas esotéricas.
Empecé a observar un incremento de juicio e impaciencia cuando
asistía a eventos, al punto de que consideré seriamente dejar de
ayudarlo en esta área. Por supuesto no lo hice. A veces sentía
claramente que él se burlaba del centro instintivo con todo eso.

Me parecía que cuanto más notaba que me identificaba con


mis opiniones, más enredaba la información que le había dado.
Yo sabía que él tenía la costumbre de hacer lo mismo a otros
estudiantes, pero cuando lo hizo en mi área de estudio observé
una gran irritación en mi centro instintivo.

El centro instintivo le da gran importancia a lo que piensa que sabe.

Empecé a trabajar con esta situación como cuando nos encontramos


con una emoción negativa: la tomé como hidrógeno a transformar
en el momento. Cada vez que escuchaba a Robert decir algo con
lo que estaba en total desacuerdo, tan sólo me decía “déjalo y usa
el hidrógeno para estar presente”. Cuando lograba estar presente,
veía cómo él usa información procedente de fuentes esotéricas y
exotéricas y la desorganiza de una manera caleidoscópica, siempre
transmitiendo el mismo simple mensaje: “Trata de estar presente
ahora; prueba este nuevo método”.

En realidad no importa quién dijo qué y cómo; lo que importa es el

103
mensaje que Robert vuelve a transmitir una y otra vez: “Trata de
estar presente ahora”.

Para entender a un maestro consciente hay que familiarizarse


con el modo en que enseña, pero, y esto es aún más importante,
hay que tratar de estar presente mientras uno se expone a su
enseñanza. Además, cuando uno se halla en un estado superior,
todos los “yoes” relacionados con lo que el ser inferior cree saber
son vistos como pura ilusión.

El juicio es un velo. Cuando uno juzga al mundo, no logra verlo tal


como es. Pero cuando uno juzga a un ser consciente, no sólo uno
no logra verlo sino que, además, pierde la oportunidad de llegar a
ser lo que él es.

104
En caso de que uno de nosotros recuerde y el otro se olvide,
te prometo una cosa: (...) te esperaré con gusto.
Christina Rossetti

Notas sobre un viaje con Robert

Mencioné antes que la sensación de estar en el Trabajo nunca


me abandona. Aun así es sólo cuando me expongo a la presencia
de Robert que verifico hasta qué punto me he empeñado en el
esfuerzo correcto. Por eso una de las ventajas de asistir a eventos
es poder medir el resultado de mis esfuerzos. Ahora bien, viajar
con él significa exponerse a su presencia diariamente. Esa es una
situación especial, porque Robert es un ser que vive en el presente.

He tratado con él regularmente a lo largo de los años y varias veces


lo he encontrado por casualidad durante sus viajes; sin embargo,
nunca había viajado con él como parte de sus estudiantes de
apoyo. Me ha invitado en varias ocasiones —cada vez con poco
tiempo de anticipación—, pero he tenido que negarme debido a los
compromisos de mi vida. Una vez le dije que necesitaba arreglar
mi viaje por adelantado y él me dio una fecha. Hice los arreglos
necesarios y, pocos días antes de la supuesta partida, cambió la
fecha otra vez, de modo que no lo pude acompañar.

La perspectiva de viajar con él en estos términos era una


oportunidad fuera de lo ordinario. Pero el centro instintivo siempre
se alarmaba y se sentía afortunado de poder rehusar invitaciones,
principalmente porque tiene miedo de volar, y dormir en cuartos
de hoteles le causa claustrofobia. Además, el centro instintivo no
considera al Maestro como amigo.

Finalmente se abrió un espacio en mi agenda y pude aceptar su


invitación de viajar a México con él por una semana. Esta vez
surgió un miedo adicional, pues un virus mortal se había esparcido
por la ciudad de México. No obstante, en esta ocasión trabajé
con todo eso, pues no había nada inminente que me impidiera
aceptar la invitación. Debía encontrarme con Robert y otros cuatro
estudiantes en la ciudad de México un día después de su llegada.

Tomé un vuelo tarde la noche después de su llegada y me demoré


aun más porque la avenida principal que lleva a la ciudad estaba
cerrada. Cuando finalmente llegué al cuarto del hotel, encontré un

105
mensaje que me pedía ponerme en contacto con ellos en la mañana.
Cuando llamé, su secretario me dijo que fuera al restaurante del
hotel poco antes de las nueve, reservara una mesa para seis y los
esperara. Así lo hice.

Robert llegó y me saludó amablemente con un beso en la frente.


Noté una gran incomodidad en mi centro instintivo cuando éste
se dio cuenta de ser besado por él en público. La fuerza el de
la dominancia femenina mexicana se manifestó en mí en forma
violenta. “Los hombres no se besan en una sociedad machista.”

Felizmente dejé de lado el “yo” y me dio gusto verlo.

Tomó asiento en silencio y me preguntó:

— ¿A qué hora llegaste, querido?

—Después de las doce—le respondí.

A lo cual agregué:

—El acceso principal a la ciudad estaba cerrado por reparaciones,


así que tuvimos una hora extra de demora.

Sin mirarme, señaló a lo alto y se acomodó en su silla. Permanecimos


en silencio por un largo rato; de hecho, ese fue el tenor del tiempo
que pasamos juntos: sentados en silencio. Ya sabía que cada vez
que invita a alguien a su mesa no da espacio a los “yoes”. No
se expresa nada innecesario o trivial. Si uno se aventura a decir
algo por el solo hecho de iniciar una conversación, no le presta
atención.

Eso siempre ha sido difícil pero provechoso, pues lo fuerza a uno a


estar en los reyes de los centros mientras se halla en su presencia.

Cuando uno se encuentra en los reyes de los centros, el mayordomo


tiene que activarse, porque el rey de tréboles mismo se vuelve
muy activo. Las cosas pueden ponerse muy tensas entonces.
Prácticamente, uno tiene que estar consciente de estas dos fuerzas
dentro de sí, es decir el nueve de corazones y el nueve de tréboles.

El nueve de tréboles se activa mecánicamente, mientras que el

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nueve de corazones sólo puede ser estimulado con esfuerzo.

Como era el único que hablaba español, se me pidió servir de


intérprete: ocuparme de las órdenes, traducir menús y, de ser
necesario, leer mapas y pedir instrucciones para llegar a distintos
lugares. Pero Robert puso una restricción a ese papel, pues al
hablar español mi atención caía fácilmente a las partes mecánicas
de los centros. Tan pronto como eso sucedía, escuchaba la voz de
Robert que decía:

—Basta, querido.

Entonces tenía que prestar atención a lo que estaba diciendo o


haciendo. Me di cuenta de que si quería ser útil a Robert en el
momento, tenía que estar alerta y poner mis “yoes” pasivos.

La presencia del alma está muy al alcance en esta situación tan


favorable.

Después de desayunar, Robert hizo algunas llamadas y consideró


las posibilidades para el día. Desde el inicio, noté que carece de un
plan definido y que a menudo ni siquiera su secretario sabe qué
va a suceder en el siguiente momento. Había varias propuestas
preparadas para él de antemano: cosas que hacer y lugares adonde
ir, pero él no decidía sino hasta el último momento.

Cómo decide, no lo sé. Una vez me pidió hacer los arreglos para
visitar una ciudad en la que estaba interesado. La busqué en el
mapa, pedí instrucciones y sugerencias sobre atajos posibles, y
cuando entramos en el vehículo pidió al estudiante que conducía
tomar una dirección totalmente distinta. No se habló ni una palabra
sobre mi búsqueda.

Ese día fuimos al Museo de Antropología y Robert me preguntó


qué sala deseaba ver. Le dije que la sala Maya. Él me escuchó con
atención y luego él decidió que iríamos a ver la sala Azteca. Una
vez adentro, me hizo unas cuantas preguntas sobre la Piedra del
Sol, también conocida como el Calendario Azteca. Me resultó muy
impactante notar que escuchaba mis explicaciones con penetrante
atención. Es decir, la calidad de la atención que dirigía hacia mí
no sólo analizaba la información que tenía que compartir con él
sino, lo que es más importante, la parte de mí que se dirigía a él en

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el momento. Esto causó gran terror en mi centro instintivo pero a
mí me puso sobrio. También fue una de las cosas que más estimé
de él, que me forzara a ver en el momento qué dispositivo en mí se
dirigía a él. Era como ser observado con cuidado a través de una
gran lente de aumento, literalmente.

Después de escuchar algunas de mis explicaciones, me pidió


que lo ayudara a encontrar objetos que él pudiera usar para
ilustrar su enseñanza. Todos, de hecho, empezamos a buscar
imágenes útiles. Cada vez que uno sugería algo, debía hacerlo en
forma desinteresada, porque a veces Robert estaba de acuerdo
con nuestras observaciones y le pedía a alguien que tomara una
foto del objeto, pero a menudo simplemente ignoraba lo que le
mostrábamos.

El objetivo es encontrar objetos que ilustren una realidad


silenciosa, pero uno tiene que SER esa realidad silenciosa para
hallar una obra de arte que pueda ayudar a otros a recordarla. El
arte mesoamericano puede resultar extraño pero su mensaje es
muy directo. Tomamos una gran cantidad de imágenes útiles.

Uno tiene que estar presente al exponerse a una obra de arte y


ver si puede, o no, ser útil. Cada vez que uno deja de hacer el
esfuerzo de estar presente, la actividad se convierte en un ejercicio
del centro motriz, que busca similitudes y correspondencias. A
veces el centro instintivo produce “yoes” que dicen que éste es un
esfuerzo ridículo, especialmente si uno conoce el área con que el
Maestro está trabajando. Como he leído cierto número de libros
sobre Mesoamérica y soy de origen nahua, mi centro instintivo
tomaba el tema demasiado en serio. Varias veces le dije a Robert
que lo que estaba viendo no era en realidad lo que él pensaba sino
algo diferente; él me fotografiaba rápidamente:

—Tú nada más estás hablando, querido. Vamos a ver qué podemos
encontrar.

Robert es un experto en el arte de convertir cualquier cosa en un


“yo” de Trabajo; él es como el sol, que pone el amanecer donde
emerge.

Hay que ser muy simple y separarse de las propias opiniones si


uno desea participar en la búsqueda de imágenes que puedan ser

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útiles para la misión del Maestro. Cuando uno ha tenido la experiencia
directa de la realidad silenciosa que él está tratando de revelar,
encontrará una imagen apropiada. De lo contrario, simplemente está
tratando de satisfacerlo y con esto pierde completamente la mira.

A Robert satisface sólo la presencia.

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Algo digno de mencionar es que cada vez que caía en imaginación,


Robert ideaba la manera de hacerme volver en mí, a veces
pidiéndome algo: encontrar objetos, tomar una foto o dándome un
encargo y, otras veces, señalando algo en el ambiente. Eran tan
sólo pretextos para volverme al momento; en realidad me llamaba
desde un estado superior, que es donde él mora. Es decir era la
presencia llamando al mayordomo a volver a su trabajo.

========================================

Robert no viaja por placer; continuamente trabaja durante el día. O


se halla al teléfono con la gente encargada de las octavas en curso
o estudiando nuevas ideas para implementar en “Apolo”. Tanto
el almuerzo como la cena son experiencias relacionadas con este
aspecto de su trabajo. Noté esto el segundo día, cuando insistió
que probara la comida de los demás en lugar de pedir simplemente
mi acostumbrada ensalada. Al final me sugirió ordenar éste o aquel
platillo y compartirlo con los demás; se trataba de una experiencia
de degustación. Por supuesto, al centro instintivo le resultó muy
difícil sacrificar sus costumbres relacionadas con una de sus
mayores identificaciones, la comida. Pero llegué a un acuerdo con
él diciéndole que ayunaríamos tan pronto llegáramos a casa y que
todo volvería a la normalidad.

Robert no sólo prueba todo con atención sino que nos anima a
probar y disfrutar nuestra comida. Realmente le gusta disfrutar
de la buena comida y también le gustan las margaritas, pero no se
pierde en la experiencia. Simplemente come cuando come y saca
el mejor provecho de ello. Pero la cosa no termina allí, pues trata
de ver si es posible reproducir los mismos platillos en nuestro
restaurante de “Apolo”. (De hecho nuestra chef principal, Alicia,
está ya probando las nuevas recetas que Robert le mandó.)

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Con este propósito, yo tenía que lidiar constantemente con los
meseros, pues debía preguntarles en detalle cómo había sido
preparada la comida y qué había en cada plato. Los consultaba
una y otra vez tratando de descubrir cómo habían cocinado un
platillo en particular. En algún momento una mesera se impacientó
realmente y me preguntó por qué esa gente era tan delicada con
su comida y por qué necesitaba saber en detalle lo que estaba
comiendo. Le dije que Robert era un cocinero de renombre y que los
demás eran sus aprendices; que estaba enseñándoles a degustar
y que yo era simplemente su traductor. Desde ese momento su
actitud cambió; se volvió más eficiente y respetuosa.

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Nuestra visita a Monte Albán en el estado de Oaxaca es digna de


mención, porque yo había visitado el sitio varias veces durante el
crecimiento de mi centro magnético. Allí experimenté a las Fuerzas
Superiores como una realidad tangible unos treinta años antes.
Además, cuando Robert fue allí por primera vez hace unos dos
años, pidió a su secretario que me llamara para mencionarme que
algunos de los seres conscientes que habían construido ese centro
ceremonial lo habían visitado. Me pareció extraordinario que me
dijera esto, pues yo había experimentado algo similar, pero nunca
se lo había mencionado. El lugar puede crear un tercer estado. Pero
esta vez subí la pirámide ya en un tercer estado, Robert sostenido
de mi brazo. Me hallaba genuinamente feliz y de algún modo
perplejo de estar caminando en presencia de un ser consciente en
un lugar al que había venido en busca de un ser consciente. Se lo
mencioné y él respondió con rapidez:

—Estabas buscando a tu Ser.

Más adelante le pidió a su escriba de turno anotar las siguientes


palabras: “Cuando uno está buscando una escuela está, de hecho,
buscando su Ser. Un maestro es incompetente si sus estudiantes
no se entregan a la búsqueda de su propio tercer ojo”.
En el camino de regreso a la ciudad de Oaxaca, me preguntó cómo
me había resultado la experiencia de Monte Albán después de
treinta años.

—Igual—le respondí.
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Permanecimos en Oaxaca por unos días y visitamos un par de
museos. Una tarde, mientras tomábamos café en la plaza mayor,
se nos aproximó un hombre exclamando con gran sorpresa:

— ¡Hola! ¿No se acuerdan de mí? ¡Visité “Apolo” y me gustó mucho!


Hace tres semanas que estoy aquí.

Todos en la mesa trataron de reconocer su rostro. Después de


un rato en que nadie pudo reconocerlo, se alejó desconcertado.
Más tarde alguien dijo que se trataba de un exestudiante, pero no
nos acordamos de su nombre; probablemente alguien que había
entrado y salido de la Escuela en un abrir y cerrar de ojos. Durante
todo el incidente, Robert ni lo miró. Simplemente siguió tomando
su café y no dijo nada del asunto hasta más o menos la hora de
cenar. Entonces comentó:

—Si no reconoció a Influencia C antes, no la reconocerá ahora.


Me pregunto si las Fuerzas Superiores no estarán dándole una
segunda oportunidad.

La paradoja que hizo de éste un choque significativo es que Oaxaca


es famoso por ser un lugar en que uno puede encontrar lo que en
la tradición tolteca se conoce como un “hombre de conocimiento”,
un chamán. Durante su viaje a esta ciudad en particular, este
exestudiante se encontró cara a cara con un maestro consciente
vivo, a quien había encontrado antes sin reconocerlo.

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Durante el viaje de Oaxaca a México, nos detuvimos en la ciudad de


Puebla. Allí fuimos a visitar el Museo “Amparo”, donde Robert había
encontrado antes muchas imágenes para sus eventos. Estábamos
muy cansados cuando llegamos, de modo que no podíamos sacar
provecho alguno de la exposición. Simplemente arrastrábamos
nuestros cuerpos a través de las distintas salas. Todos trataban de
sugerir ésta o aquella imagen, pero no trabajábamos con el nivel
correcto de atención. Robert pronto lo notó y se alejó de nosotros.
Él mismo estaba visiblemente cansado. Algunos continuamos con
el resto de las salas sin éxito y luego fuimos a encontrarnos con
Robert en la cafetería. Se había ido a la tienda de regalos para
comprar un sombrero para un estudiante. Lo vi levantarse de la
mesa, regenerado y dispuesto a continuar haciendo esfuerzos,

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pero no volvimos a la exposición.

A veces noté que cuando carecía de la energía correcta para trabajar,


no vacilaba en dejar de lado la actividad en que estaba ocupado y
se dedicaba a recuperar su fuerza para seguir trabajando. De ser
necesario pasaba a una actividad por completo diferente. En este
caso, habíamos manejado por varias horas desde Oaxaca hasta
a la ciudad de Puebla sólo para visitar este museo; el viaje había
sido extenuante. Robert simplemente abandonó por completo la
visita cuando notó que no estábamos yendo a ninguna parte; en
cambio, nos fuimos a comprar calcetines blancos, lo cual, dicho
sea de paso, fue un episodio memorable.

Su meta es tratar de estar presente; el resto es secundario. Esta es


una de las más importantes reglas de trabajo que aprendí de él; o
sea, la prioridad de alcanzar un estado superior y permanecer allí;
y restablecerlo cuando empieza a desvanecerse. Hizo de ello algo
práctico para mí.

Un verdadero maestro transmite su disciplina interna en silencio.

Una mañana estaba en el restaurante del hotel esperando a que


llegaran los demás, cuando Sasha vino a decirme que Robert
estaba esperándonos en una plaza cercana, en “Starbucks”. Así
que cancelé la reservación de la mesa, me llevé algunos bizcochos
preferidos de Robert, una concha para mí, y me uní a él. Cuando
llegué él estaba leyendo unos papeles mientras los demás
trabajaban en sus computadoras. Su secretario estaba ocupado
con mandados entrando y saliendo de la cafetería. Me senté en
silencio. Su teléfono sonaba constantemente. De vez en cuando
pedía a un estudiante que viera si le había llegado algún mensaje
electrónico. A mí no me pidió nada, así que simplemente me senté
allí creyendo que nos iríamos en cualquier momento después del
desayuno. En un momento dado el centro instintivo se empezó a
irritar y a producir “yoes” negativos sobre Robert y sobre el viaje.
Todo el mundo andaba de aquí para allá con tareas asignadas y
yo ahí nomás, sin hacer nada. A veces éramos únicamente él y yo
sentados en silencio, yo luchando con la impaciencia. Esto duró
dos eternas horas. Todo lo que podía hacer era tratar de relajarme
y estar presente, pues no tenía nada que hacer.

Finalmente decidí ir a dar una vuelta por la plaza y ver si había

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una librería o algo que ver. En ese momento Robert me dijo que lo
siguiera y lo acompañara a cortarse el cabello en una peluquería
cercana.

—Ven, querido, quiero trabajar contigo ahora—me dijo.

Fue una experiencia sumamente intensa, porque en ese entonces


estaba muy cerca del tercer estado y relajado. Cuando entramos en
el local, traduje sus necesidades y me senté cerca de él en caso de
que me necesitara. Tomé una de las revistas y fingí estar leyendo,
pero, en efecto, sólo estaba presente a esta extraña situación.
Robert se miraba en el espejo. Se miraba como si estuviera mirando
a otro.

La presencia es tan simple...

Cuando salimos del salón de belleza, me tomó del brazo y me


preguntó algo sobre José Antonio Kahuil. Le conté que había
usado marihuana y peyote como herramientas para mostrarme
el tercer estado. Su comentario sobre el tema me sorprendió y,
por esa razón, permanece claro en mi memoria, pero aún estoy
digiriendo la información. Robert se inclinaba hacia mí mientras
hablaba con suavidad. Fui testigo del santuario de su presencia.
Sentí una leve pulsación en mi plexo solar; entonces me di cuenta
de que mi propia presencia era un santuario: el nueve de corazones
en combustión se había hecho una realidad viviente.

Lo que permite este tipo de interacciones delicadas con Robert es


la capacidad de sostener un estado superior de manera regular. El
ser de Robert no se puede percibir con facilidad.

====================================

Por otro lado, el ser inferior se quejaba constantemente por tener


que viajar bajo continua presión. Para él Robert es simplemente un
hombre que hace lo que se le da la gana y uno tiene que soportarlo.
Por supuesto, el centro instintivo no lee a Robert desde el punto
de vista del Trabajo sino de su ventaja o desventaja. Aunque no lo
expresaba abiertamente durante el día, cada mañana trataba de
introducir “yoes” para separarme del grupo. Hacia el final del viaje,
un par de veces pensé en llamarlos y decirles que quería estar solo
por un rato, porque no me sentía bien o algo así.

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Pero no escuché esos “yoes”.

La última noche que pasamos juntos Robert me preguntó:

— ¿Te gusto el viaje, querido?

—Robert—le respondí—, viajar contigo es viajar a la velocidad de


la luz.

Él, que nunca se pierde una, me dijo sonriendo:

—Se trata sólo de estar presente.

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La Influencia C fue Influencia C cuando se dio y en
las circunstancias en que se dio.
Rodney Collin

Nota final

Cuando uno se relaciona con un ser consciente, tiene que mantener


en mente lo que se desea aprender de él. Si todo lo que desea es su
simpatía, eso es lo que recibe; si desea ser elegido para un papel en
su escuela o una tarea, él se lo va a proporcionar. Pero si la meta
de uno es volverse consciente, él le procurará las circunstancias
para que lo logre. Sin embargo, Robert no puede hacer esfuerzos
por uno. Él mismo dice, “Se puede llevar al caballo al río, pero no
se le puede obligar a beber.”

El centro instintivo ve a Robert como un sinvergüenza y un abusivo;


o simplemente como el dueño del circo; mientras que la divinidad
dentro de uno reconoce la divinidad en Robert Burton y su poder.

Nuestras vidas y la Escuela están en manos de las Fuerzas


Superiores. Son ellos quienes nos han puesto en contacto y nos
mantendrán juntos; o nos dispersarán de ser necesario. Nos han
dado un Sistema muy simple que funciona cuando lo usamos,
y podían habernos dado cualquier otro sistema o método. Cada
hombre y mujer en esta Escuela que hace los esfuerzos correctos
se mueve en dirección de la consciencia permanente, un esfuerzo
a la vez. Como en un vivero, cada uno es cuidado por jardineros
invisibles. Sin el auxilio de las Fuerzas Superiores nadie puede
despertar.
Tenemos la gran suerte de haber sido invocados a trabajar
juntos.

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Lecturas sugeridas

Para una mejor comprensión del texto:

De Peter Ouspensky:

Psicología de la posible evolución del hombre


El Cuarto Camino
Charlas con un Diablo
En busca de lo milagroso

De Georges Gurdjieff:

Perspectivas desde el mundo real


Encuentro con hombres notables
La vida no es real sino cuando “Yo Soy”

De Rodney Collin:

El Desarrollo de la Luz
Teoría de la armonía consciente

De Robert Burton:

El Recuerdo de Sí

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