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La presencia de la Santa Sede y la finalidad de su actividad en las

organizaciones y relaciones internacionales

Resumen
El artículo comienza con una breve introducción histórica para demostrar que la Santa Sede
existe como sujeto de derecho internacional independientemente del Vaticano o Estado
similar presidido por el Romano Pontífice; como tal, la Santa Sede participa activamente
tanto en las relaciones internacionales bilaterales como multilaterales. Se aportan también
algunas estadísticas actualizadas sobre su presencia en el escenario internacional.
El Código de Derecho Canónico, que entró en vigor en 1983, ofrece una sólida base jurídica
para la diplomacia papal. Los cánones correspondientes son presentados y comentados
dando especial atención a las relaciones internacionales, mientras que se ha tenido también
en cuenta el desarrollo de esta actividad específica de la Iglesia católica.
Por último, las formas en que la Santa Sede está presente en las relaciones y organizaciones
internacionales, y los objetivos de su actividad, se presentan según los conocimientos del
autor, siendo él mismo un miembro del cuerpo diplomático de la Santa Sede.
Uno de los muchos campos del compromiso de la Iglesia católica es la actividad diplomática
de su organismo central, la Santa Sede. Antes de describir la naturaleza y el propósito de
esta actividad, también llamada diplomacia papal, podría ser útil un rápido repaso a algunos
datos históricos y estadísticos actualizados.

1. Una breve historia y el alcance de la diplomacia papal


Ya en el siglo cuarto, mucho antes del establecimiento del Estado papal, los Romanos
Pontífices como cabeza de la Santa Sede, y por lo tanto de la Iglesia Católica, solían enviar
a sus emisarios, no sólo a otras autoridades locales de la Iglesia y a los Concilios Ecuménicos
o locales, sino también a las autoridades civiles (754 d.C.) De hecho, varios autores datan
los primeros apocrisarios (enviados) de los Romanos Pontífices a la corte de Constantinopla
entre el siglo cuarto y sexto.1 Aunque su misión era predominantemente de carácter
eclesiástico, no puede considerarse como totalmente exenta de aspectos políticos. Un claro
ejemplo entre muchos de dicha actividad está representado por el Papa Benedicto I (575-
579) cuando envió al monje Gregorio (que más tarde se convertiría en Papa) tanto a la
Iglesia como al emperador de Constantinopla, con el fin de fortalecer las relaciones con la
Santa Sede.2
Estos emisarios pueden considerarse con toda razón pioneros de una red que demostró ser
de gran valor, tanto para la Iglesia como para los respectivos Estados de Europa y de
alrededor. De acuerdo con las cosotumbres del tiempo, sus misiones eran en su mayoría
temporales. Sólo a partir del siglo XV los embajadores se convirtieron en representantes
permanentes de un Estado soberano. Tal fue el caso de los embajadores de Milán y Venecia
ante el Romano Pontífice, ya en 1458.3 En las décadas siguientes se establecieron las
primeras misiones diplomáticas estables de la Santa Sede, llamadas Nunciaturas
Apostólicas, en España, Francia, la República de Venecia, Alemania y Austria,4 mientras que
diez más se unieron a esta lista a lo largo de ese siglo. Sin embargo, desde mediados del
siglo XVII, se produjo un retroceso, en el que se redujo drásticamente el número de
Nunciaturas Apostólicas activas. Los acuerdos alcanzados en el Congreso de Viena (1814-
1815), en el que la Santa Sede estuvo representada por el cardenal Ercole Consalvi, como
plenipotenciario papal, reestableció un mejor ambiente para el diálogo político y las
relaciones diplomáticas en general. Esta mejora impulsó también un renacimiento de la
diplomacia papal.

Incluso después de la pérdida de la soberanía territorial en los Estados Pontificios, en 1870,


la Santa Sede siguió enviando y recibiendo representantes diplomáticos de / a diversos
Estados hasta casi duplicarlos: en el tiempo de la restauración de la soberanía territorial en
el Estado de la Ciudad del Vaticano, fundado en 1929, el número de Estados con tales
relaciones pasó de dieciséis a veintinueve.5 Este hito, sin embargo, no ha supuesto un
aumento inmediato de la actividad diplomática de la Santa Sede; es a partir de la II Guerra
Mundial, y sobre todo después del Concilio Vaticano II, cuando la diplomacia papal ha
estado en constante crecimiento: bajo Pablo VI, que rigió la Iglesia desde 1963 hasta 1978,
el número de los que estrecharon relaciones diplomáticas con la Santa Sede aumentó de 50
a 89.6 Ese número casi se ha duplicado bajo el pontificado de Juan Pablo II y ha seguido
creciendo bajo el de Benedicto XVI.

En abril de 2013, mientras este artículo se estaba escribiendo, la Santa Sede:


- A escala bilateral, mantiene relaciones diplomáticas con 180 estados y, además, con la
Unión Europea y la Soberana Orden Militar de Malta. También mantiene una misión
especial ante la Organización para la Liberación de Palestina;
- en el ámbito multilateral, la Santa Sede tiene la condición de observador en las Naciones
Unidas y es miembro u observador en 15 de sus organizaciones o agencias, y está acreditada
en otras 5 organizaciones regionales, que no pertenecen a las Naciones Unidas;
- mantiene 115 misiones en el exterior encargadas de las relaciones bilaterales o
multilaterales a través de la presencia constante de personal diplomático acreditado con
diferentes rangos. Algunas de estas misiones extienden sus competencias a dos o más
Estados u organizaciones internacionales.

2. Algunas consideraciones para una mejor comprensión


Un breve repaso histórico pone de manifiesto que la Santa Sede apareció y actuó en las
relaciones internacionales básicamente como un sujeto con los mismos derechos que los
demás actores desde mucho antes del nacimiento de los estados modernos, y con
independencia de la soberanía territorial en los Estados de la Iglesia o de la Ciudad del
Vaticano. En otras palabras, la Santa Sede ha sido considerada un sujeto común de las
relaciones internacionales y del derecho internacional en virtud de su función de órgano
central de la Iglesia Católica y, en determinadas circunstancias históricas, también en virtud
de su soberanía territorial. Este segundo aspecto, sin embargo, no puede considerarse
esencial para la cuestión. Dag Hammarskjold, antiguo Secretario General de las Naciones
Unidas, lo expresó de una manera muy práctica: «Cuando pido una audiencia en el Vaticano,
no me voy a ver al Rey de la Ciudad del Vaticano, sino al jefe de la Iglesia Católica.»7 Para
una comprensión más detallada y precisa, puede ser útil recordar las palabras del Papa
Pablo VI en la Asamblea General de las Naciones Unidas: «...quien os habla es un hombre
como vosotros; es vuestro hermano, incluso uno de los más pequeños de entre vosotros,
que representáis a estados soberanos, porque no está investido –si queréis considerarnos
bajo este punto de vista- más que por una minúscula y casi simbólica soberanía temporal:
el mínimo necesario para poder ejercer libremente su misión espiritual.»8
La afirmación de que la misión del Papa y de la Santa Sede es espiritual requiere alguna
explicación. En primer lugar, por «espiritual» no se entiende lo que se opone a «material»
o «secular», sino más bien lo que es complementario a aquellos aspectos de la existencia
humana. Esto se debe a que las personas y las sociedades no pueden ser consideradas como
sujetos meramente espirituales o simplemente materiales. Por el contrario, lo espiritual y
lo material se encuentran y co-existen en los seres humanos y la sociedad, o mejor aún: lo
espiritual y lo material no son más que diferentes aspectos de la misma existencia humana,
y deben ser considerados como co-relacionados, con el fin de evitar todo tipo de «ismos»,
como el espiritismo, el materialismo, el secularismo, etc, tanto en lo individual como en lo
social.
En consecuencia, la misión espiritual de la Santa Sede, incluyendo su actividad en las
relaciones y organizaciones internacionales, tiene mucho que ver con las cuestiones
prácticas sobre de la vida de los pueblos y de los fieles católicos alrededor del mundo. Por
otra parte, esas cuestiones se pueden abordar mejor cuando se ven no como meramente
inmanentes a este mundo, sino relacionadas con Dios y con los valores que están bien
acreditados a lo largo de la historia de la Iglesia Católica y examinados constantemente por
muchos destacados estudiosos católicos y el magisterio de la Iglesia, en lo que respecta a
las nuevas circunstancias en las que se van a aplicar. De esta manera, se pueden obtener
respuestas correctas, o al menos una mejor comprensión, de los problemas que aquejan a
nuestro mundo y nuestras relaciones.
A menudo se dice que la diplomacia papal, en general, tiene mucho que ver con los asuntos
internos de la Iglesia y que, en términos de carga de trabajo, esa parte por lo general
requiere más recursos humanos y de otro tipo. Ésta es una de las razones por las que la
diplomacia papal es específica. Sin embargo, hay lugares y situaciones donde éste no es el
caso –puede suceder cuando sea necesario concentrarse en cierta cuestión bilateral,
cuando las negociaciones para un acuerdo bilateral se llevan a cabo con las autoridades
civiles, cuando un país se enfrenta a problemas políticos específicos, etc. Por otra parte, los
representantes pontificios designados exclusivamente para una o más organizaciones
internacionales no tienen el mandato de representar al Papa en las Iglesias locales, por lo
que se dedican principalmente a la «clásica» actividad diplomática multilateral en el sentido
corriente del término. En otras palabras, la actividad diplomática de la Santa Sede es doble.
Al centrarse en la parte «política» y típicamente «diplomática», el autor de este artículo de
ninguna manera desea minimizar su importancia para la vida interna de la Iglesia; sin
embargo, ese enfoque es necesario para permanecer dentro del marco establecido en el
título y se mantendrá en las siguientes secciones también.

3. La naturaleza y finalidad de la diplomacia papal según el derecho canónico


Para entender mejor la diplomacia papal, echemos un vistazo a las relativas normas
jurídicas básicas de la Iglesia. El Código de Derecho Canónico, promulgado en 1983, habla
de los «Legados del Romano Pontífice» en los cánones 362-367, en referencia a su doble
(es decir, dentro de la Iglesia y diplomática) actividad como se ha descrito anteriormente.
Examinemos los cánones:

Can. 362 El Romano Pontífice tiene derecho nativo e independiente de nombrar a sus
propios Legados y enviarlos tanto a las Iglesias particulares en las diversas naciones o
regiones como a la vez ante los Estados y Autoridades públicas … observando las normas
del derecho internacional en lo relativo al envío y cese de los Legados ante los Estados.

El canon 362 reafirma que el derecho de enviar Legados pertenece a la naturaleza misma
del oficio de Romano Pontífice y no depende de ninguna autoridad humana, sin embargo,
la designación de los legados ante los Estados y las autoridades civiles, obviamente, debe
ser ejercida de acuerdo con el derecho internacional. Este canon no distingue estrictamente
entre los enviados comisionados para una tarea específica de forma temporal y los
Representantes Pontificios estables, como veremos en los siguientes cánones.
Además del texto del canon, es interesante observar que los legados del Papa enviados
solamente a las Iglesias particulares (locales) son llamados Delegados Apostólicos. «Al no
estar acreditados en un Estado, no tienen condición diplomática, pero en algunos casos se
les concede una especie de estatus cuasi-diplomático, por ejemplo cuando negocian la
creación de una representación diplomática estable o cuando en un Estado -principalmente
por razones históricas – no es posible establecer relaciones diplomáticas oficiales con la
Santa Sede y, sin embargo, ambas partes están interesadas en tener una relación directa».9
La gran mayoría de los legados, sin embargo, son enviados a las Iglesias particulares (locales)
y a los Estados (u otras autoridades públicas), y tienen el estatus de un Nuncio Apostólico
que corresponde aproximadamente al de un Embajador Extraordinario y Plenipotenciario
(o «Alto Comisionado» en los países de la Commonwealth británica). Antes de 1991, un
Legado papal que no era decano del cuerpo diplomático del país se denominaba «Pro-
Nuncio». La práctica desde entonces es que el representante papal es un Nuncio Apostólico,
independientemente de si es Decano del Cuerpo Diplomático o no.

Can. 363 §1. A los Legados del Romano Pontífice se les encomienda el oficio de
representarle de modo estable ante las Iglesias particulares o también ante los Estados y
Autoridades públicas a donde son enviados.
§2. Representan también a la Sede Apostólica aquellos que son enviados en Misión
pontificia como Delegados u Observadores ante los Organismos internacionales o ante las
Conferencias y Reuniones.

El canon 363 distingue entre «Legados del Romano Pontífice» (o «Legados Pontificios»), y
los «delegados» u «Observadores de una Misión Pontificia». Esta segunda categoría de
enviados pueden ser nombrados para una sola misión a corto plazo, como representación
del Romano Pontífice en un determinado evento (por ejemplo una conferencia
internacional sobre un tema específico), o de manera permanente en una organización
internacional. Sin embargo, sólo este canon trata de los «delegados» y «observadores de
una misión pontificia», mientras que los cánones restantes no se aplican a ellos
directamente, al menos en un sentido jurídico estricto.10

Can. 364 La función principal del Legado pontificio consiste en procurar que sean cada vez
más firmes y eficaces los vínculos de unidad que existen entre la Sede Apostólica y las
Iglesias particulares. Corresponde por tanto al Legado pontificio, dentro de su
circunscripción:
1º informar a la Sede Apostólica acerca de las condiciones en que se encuentran las Iglesias
particulares y de todo aquello que afecte a la misma vida de la Iglesia y al bien de las almas;
2º prestar ayuda y consejo a los Obispos, sin menoscabo del ejercicio de la potestad legítima
de éstos;
3º mantener frecuentes relaciones con la Conferencia Episcopal, prestándole todo tipo de
colaboración;
4º en lo que atañe al nombramiento de Obispos, transmitir o proponer a la Sede Apostólica
los nombres de los candidatos así como instruir el proceso informativo de los que han de
ser promovidos, según las normas dadas por la Sede Apostólica;
5º esforzarse para que se promuevan iniciativas en favor de la paz, del progreso y de la
cooperación entre los pueblos;
6º colaborar con los Obispos a fin de que se fomenten las oportunas relaciones entre la
Iglesia católica y otras Iglesias o comunidades eclesiales, e incluso religiones no cristianas;
7º defender juntamente con los Obispos ante las autoridades estatales, todo lo que
pertenece a la misión de la Iglesia y de la Sede Apostólica;
8º ejercer además las facultades y cumplir los otros mandatos que le confíe la Sede
Apostólica.

El canon 364 reafirma que la función principal de los legados papales se refiere a la vida
interna de la Iglesia, especialmente al fortalecimiento de su unidad. Los números 1 a 4
explican las formas en que esta función debe llevarse a cabo. Sin embargo, la perspectiva
es más amplia y abarca otras áreas importantes, sobre todo en el número 5: la expresión
«iniciativas en favor de la paz, del progreso y de la cooperación entre los pueblos» hay que
entenderla en modo amplio y no restrictivo. El Ecumenismo y el diálogo interreligioso, que
se menciona en el N. 6, son importantes no sólo desde el punto de vista religioso, sino que
puede tener mucho que ver con la promoción del entendimiento y la paz en las sociedades
y entre ellas. El N. 7 faculta a los representantes papales para buscar, junto con los
responsables de las Iglesias locales, la forma de proteger los derechos de la Iglesia ante el
Estado. Esta disposición es de carácter general y se refiere tanto a los Delegados Apostólicos
sin acreditación oficial ante las autoridades civiles como a los Nuncios Apostólicos con un
rol diplomático pleno. Mientras que los concordatos y otros acuerdos similares se tratan
específicamente en el canon siguiente, aquí tenemos una norma general que deja un amplio
margen al modo como se ha de llevar a cabo esta tarea. Aunque no se menciona
explícitamente aquí, es evidente que en las actividades correspondientes se ha de tener en
la debida consideración las competencias de las autoridades civiles. Por último, el N. 8 se
refiere a otras específicas tareas adicionales «ad hoc» que se le podrían confiar a un enviado
papal.
Can. 365 §1. Al Legado pontificio, que ejerce a la vez su legación ante los Estados según las
normas de derecho internacional, le compete el oficio peculiar de:
lº promover y fomentar las relaciones entre la Sede Apostólica y las Autoridades del Estado;
2º tratar aquellas cuestiones que se refieren a las relaciones entre la Iglesia y el Estado; y,
de modo particular, trabajar en la negociación de concordatos, y otras convenciones de este
tipo, y cuidar de que se lleven a la práctica.
2. Al tramitar los asuntos que se tratan en el § 1, según lo aconsejen las circunstancias, el
Legado pontificio no dejará de pedir parecer y consejo a los Obispos de la circunscripción
eclesiástica, y les informará sobre la marcha de las gestiones.

El canon 365 se refiere específicamente a los embajadores que representan al Papa no sólo
ante las Iglesias locales, sino también ante los Estados. Como se mencionó en la primera
sección de este artículo, la gran mayoría de los representantes pontificios en la actualidad
pertenecen a este grupo y por lo tanto tienen el estatus de Nuncio Apostólico. El punto N.
1 del § 1 es bastante general, confiando al Nuncio Apostólico la tarea de promover y
fomentar las relaciones entre las dos partes. El tenor general de esta norma se explica
fácilmente por el hecho de que las circunstancias históricas, culturales y políticas varían
mucho de un lugar a otro y cambian con el tiempo: depende de las personas involucradas
encontrar las formas concretas de realización de esta tarea en un determinado ambiente.
El punto N º 2 del § 1 faculta al Nuncio Apostólico para tratar las cuestiones que surjan entre
la Iglesia y el Estado, y hace hincapié en la importancia de la estipulación y aplicación de
concordatos y otros acuerdos similares entre la Santa Sede y los Estados concretos. La forma
jurídica solemne de estos acuerdos ha demostrado y sigue demostrando ser muy útil en la
resolución y prevención de muchos problemas prácticos que, de lo contrario, podrían dañar
las relaciones mutuas y la buena colaboración entre las partes. Cuando estos acuerdos no
pueden ser alcanzados, la norma requiere de los Nuncios Apostólicos que busquen otros
caminos de diálogo con las autoridades civiles para que las dificultades puedan superarse.
El §2 del mismo canon expone una norma importante: un Nuncio Apostólico, en la
consecución de los objetivos precedentes, ha de informar y consultar a los obispos que
ejercen su autoridad en el territorio en cuestión. Por lo general, esta norma implica no sólo
a los Obispos diocesanos, sino también a los que dirigen el Ordinariato militar y sus
coadjutores y obispos auxiliares. Siempre que existan otras Iglesias particulares en el
territorio, sus Ordinarios han de ser informados e incluidos en dichas consultas en virtud de
los cánones 381 § 2 y 368, que se refieren a las prelaturas territoriales, abadías territoriales,
Vicariatos apostólicos, Prefecturas apostólicas y administraciones apostólicas erigidas de
manera estable.

Can. 366 Teniendo en cuenta el carácter peculiar de la función del Legado:

1º la sede de la Legación pontificia está exenta de la potestad de régimen del Ordinario del
lugar, a no ser que se trate de la celebración de matrimonios;

2º el Legado pontificio, comunicándolo previamente a los Ordinarios de los lugares en la


medida en que sea posible, puede celebrar en todas las iglesias de su legación ceremonias
litúrgicas, incluso pontificales.

Este canon se refiere específicamente a las cuestiones internas de la Iglesia y, como tal, no
es necesario comentar aquí en detalle. La parte que podría tener algún interés para las
relaciones Iglesia-Estado, sin embargo, es el punto N. 1, dejando claro que la Autoridad de
la Iglesia local no puede intervenir en los asuntos de una legación pontificia (este término
por lo general indica una «Nunciatura Apostólica»), con la única excepción de las
celebraciones de matrimonios.

Can. 367 El cargo de Legado pontificio no cesa al quedar vacante la Sede Apostólica, a no
ser que se determine otra cosa en las letras pontificias; cesa al cumplirse el tiempo del
mandato, por revocación comunicada al interesado y por renuncia aceptada por el Romano
Pontífice..

El can. 367 es importante tanto para la Iglesia local a la que un Representante Pontificio ha
sido enviado y, cuando sea el caso, también para la autoridad civil ante la que ha sido
acreditado. Su doble misión normalmente continúa incluso cuando la Sede Apostólica
queda vacante (que ocurre cuando el Romano Pontífice muere). En la gran mayoría de los
casos, la misión de un enviado cesa con su traslado a otra misión, o con la aceptación de la
renuncia por parte del Papa. En el caso de los Nuncios Apostólicos, estos eventos deben ser
comunicados oficialmente a las autoridades civiles, de acuerdo con la Convención de Viena
sobre relaciones diplomáticas.11
4. Las formas de presencia y la finalidad de la actividad de la Santa Sede en las relaciones
y las organizaciones internacionales en la actualidad
Una de las formas más significativas de la presencia de la Santa Sede en las relaciones y las
organizaciones internacionales es a través de su diplomacia, cuyos elementos principales
son las Nunciaturas Apostólicas y otras Representaciones pontificias. Dependen
principalmente de la Secretaría de Estado y trabajan en estrecha relación con otros
Dicasterios (departamentos) de la Curia Romana, que ayudan al Papa como cabeza de la
Iglesia Católica. Por otra parte, las relaciones con los Estados se mantienen a través de sus
Representantes acreditados ante la Santa Sede, de los cuales 81 residen en la ciudad de
Roma.
Los objetivos actuales y los diversos «campos de acción» de la diplomacia papal en las
relaciones y organizaciones internacionales pueden resumirse de la siguiente manera y
consisten en:
- La promoción y, cuando sea necesario, la defensa de la paz, la promoción del diálogo
interreligioso como medio para lograr la paz entre los diversos grupos, naciones y
civilizaciones; el rechazo de la violencia en las controversias políticas internas; la mediación
en la resolución de conflictos; el rechazo de la guerra como una forma de resolver las
disputas entre los Estados; el apoyo a iniciativas encaminadas a un desarme efectivo;
- promoción y defensa de los derechos humanos, especialmente en el caso de las categorías
más débiles de la raza humana: los niños (incluyendo a los que todavía no han nacido), las
mujeres, los emigrantes y refugiados. Se presta una atención especial a la familia natural
como la unidad básica de la sociedad y cuyo debilitamiento puede causar enormes daños a
las personas y las civilizaciones. Se están siguiendo también muchas cuestiones importantes
en materia de desarrollo de la biotecnología y la biogenética, en particular, tratando de
asegurar que se tengan en cuenta las debidas consideraciones éticas en esas cuestiones
sensibles. Por último, pero no menos importante, la Santa Sede y su diplomacia se centran
en la libertad religiosa y el respeto de sus diferentes aspectos;
- promoción de la educación y la cultura. Hay muchos países en los que la Iglesia católica ha
sido y sigue siendo uno de los pilares del sistema educativo, o puede contribuir a ello y al
desarrollo de la cultura, así como al intercambio cultural. Por lo general, estas áreas
requieren una cierta coordinación con las autoridades civiles, y el planteamiento
diplomático puede ser muy fructífero para ambas partes;
- promoción de programas de progreso y de ayuda en diversos campos: la educación y la
cultura ya se han mencionado, pero no son los únicos dignos de consideración. Siempre que
sea posible y adecuado, se apoyan proyectos sociales y humanitarios, como la creación y
mantenimiento de centros de salud, la prevención de desastres naturales y la recuperación,
abastecimiento de agua potable, programas de alimentación, las situaciones de emergencia
que afectan a la población civil durante los conflictos armados, etc. En tales situaciones, la
acción de la Santa Sede a través de su diplomacia a veces sólo puede ser simbólica, debido
a los recursos económicos limitados, pero resulta muy eficaz en cuanto a la sensibilización
de las organizaciones de ayuda católicas y de otro tipo, así como de organismos de todo el
mundo;
- concordatos y otros acuerdos con los Estados, destinados básicamente a garantizar que la
autoridad civil y religiosa esté adecuadamente separada y autónoma, pero colaborando en
aquellos ámbitos en los que sus competencias o intereses se aproximen. En otras palabras,
estos acuerdos versan sobre la protección de los derechos y libertades de la Iglesia católica
en un país determinado y, al mismo tiempo, tratan de garantizar el carácter laico del Estado
y las obligaciones de la Iglesia católica con respecto a las autoridades civiles. Por último, las
partes suelen afirmar la preferencia por la negociación y la solución diplomática de las
cuestiones que puedan surgir en el futuro.
Al enunciar más arriba los «campos de acción» de la diplomacia papal no se ha distinguido
entre el nivel bilateral y multilateral. Esto se ha hecho así a propósito, ya que la actividad
de la Santa Sede, si quiere ser eficaz en el mundo contemporáneo global e interconectado,
no es y no puede limitarse a uno de los dos.

5. Conclusiones
De una manera muy sucinta, se puede decir que la finalidad de las actividades de la Santa
Sede en las relaciones y organizaciones internacionales es la de hacerlas cada vez más
sensibles a las necesidades que se derivan de la ley de Dios y de la ley natural, de las
exigencias de la justicia y la paz, del respeto de los derechos humanos, entre ellos el de la
libertad religiosa, y de la solidaridad entre los grupos sociales y las naciones. La tarea es
enorme y la historia nos enseña que el éxito no está siempre garantizado. Sin embargo, la
Iglesia Católica y, específicamente, la Santa Sede es consciente del mandato de ser « sal de
la tierra y luz del mundo» (cf. Mt 5,13-16). Si bien la diplomacia papal no es
un instrumento perfecto para el cumplimiento de este mandato, y
ciertamente no es el único, sin duda ha demostrado y sigue
mostrándose de gran utilidad
LA SANTA SEDE EN LAS ORGANIZACIONES INTERNACIONALES
La presencia de la Iglesia en los organismos internacionales goza de un reconocimiento universal

Cuando un cardenal tomó la palabra ante la Asamblea General de Naciones Unidas el último mes
de septiembre, con motivo de la Cumbre del Milenio, nadie se extrañó. La intervención del Card.
Sodano, Secretario de Estado de la Santa Sede, en medio de jefes de Estado y de Gobierno, se
consideraba como algo natural. Sin embargo, en aquellos momentos coleaban aún los últimos
ramalazos de una poderosa campaña levantada por ONGs feministas radicales y abortistas para
callar a los representantes vaticanos en la ONU. Su voz molestaba, sobre todo a quienes atentan
contra la vida. Si para algo ha servido la campaña es para mostrar el sólido respaldo internacional
hacia la Santa Sede y también que su presencia en organismos internacionales es necesaria para
defender la dignidad de la persona y los valores espirituales y morales.

La Iglesia impulsa sus relaciones diplomáticas «no solamente para proteger su propia libertad en el
mundo, sino también para trabajar a favor de la paz y la justicia entre todos los pueblos». Estas
palabras del Card. Gantin en octubre, con motivo de la firma en Addis Abeba de un acuerdo de
cooperación entre la Santa Sede y la Organización de la Unidad Africana, explican los fines de la
actividad internacional de la Santa Sede.

Esta labor no ha pasado inadvertida, por ejemplo, para el Secretario General de la ONU, Kofi
Annan, quien ha personalizado en el Pontífice sus alabanzas: «Las enseñanzas de Juan Pablo II, hoy
por hoy, representan la doctrina fundamental de la paz para los pueblos de todos los continentes
[&] Juan Pablo II nos ha enseñado también nuestras obligaciones ante las leyes humanitarias,
animándonos a vivir la Carta de Derechos del hombre de las Naciones Unidas para ayudar a los
que sufren, y nos ha recordado que la paz duradera no sólo significa ausencia de guerra, sino
también respeto de los derechos y desarrollo». Este verano, la Cámara de Representantes de
Estados Unidos como antes hicieron las de Chile y Filipinas aprobó una resolución que loaba la
presencia de la Santa Sede en la ONU y se oponía a la remoción de su estatuto como Observador
permanente.

Esta iniciativa consiguió desactivar la campaña «Change See» de las Catholics for a Free Choice
(«Católicas por el Derecho a Decidir») y diversas ONGs antinatalistas y feministas radicales, tales
como Q Web Sweden, Federación de Planificación Familiar de España, NOW-National Organization
for Women, o Dutch Council on Youth and Population.

Otros grupos laicistas, años atrás, habían intentado algo semejante. Ahora pretendían silenciar la
voz de la Iglesia en defensa de los no nacidos y de la institución familiar. Las críticas incidían en un
par de aspectos, que, para Ana María Vega, profesora de Derecho Eclesiástico del Estado en la
Universidad de La Rioja, tras «sus aparentes visos de juridicidad» ocultan un planteamiento «sobre
todo ideológico». Así, por un lado, se alega que la Santa Sede no es un Estado; y, por otro, que su
posición en la ONU supone una discriminación frente a otras religiones y frente a las ONGs.

La cuestión central es la personalidad jurídica de la Santa Sede. ¿Quién concede el status de sujeto
de Derecho internacional? ¿Por qué Andorra, Canadá, España, Kazajstán o Nauru sí tienen ese
reconocimiento estatal y no los kurdos o la Cruz Roja? Es evidente que no existe ninguna
autoridad que conceda ese status. Por ello, el canonista Carlos García Martín sugería en la revista
Ius Canonicum (vol. 38, 1998) atender al principio de efectividad: «para el Derecho internacional,
los hechos son esenciales, toda vez que el Derecho internacional público no se funda en un poder
central superior sino en la colaboración y el común acuerdo» de los distintos actores. El
reconocimiento se da cuando algún sujeto internacional actúa como tal, cumpliendo normas y
deberes, y su actuación es aceptada por los demás. Se considera que son relevantes a estos
efectos aquellas actuaciones que implican un ejercicio del ius legationis (esto es, las relaciones
diplomáticas), ius tractatuum (la firma de tratados internacionales), el ius foederum (mediación en
conflictos), más la participación en conferencias internacionales. La Santa Sede viene ejerciendo
pacíficamente esos derechos.

RELACIONES DIPLOMÁTICAS Y TRATADOS

En 1999, la Santa Sede estableció relaciones diplomáticas con Islas Cook y St. Kitts y Nevis. De los
cerca de 210 estados independientes que existen en el mundo, mantiene relaciones con 173. La
Santa Sede ha ejercitado desde antiguo Alejandro VI envió a Francisco des Prats como Nuncio en
España ya en 1492 este derecho de legación, que hace referencia al derecho a enviar y recibir
misiones diplomáticas. Forma parte, además, del Convenio de Viena sobre relaciones
diplomáticas, firmado el 18 de abril de 1961. La Santa Sede ha ejercido este derecho incluso
durante el periodo 1870-1929, en que carecía de un territorio soberano.

La firma de tratados y acuerdos internacionales por la Santa Sede también viene de antiguo. En la
actualidad, forma parte de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, de 23 de
mayo de 1969, que entró en vigor en 1980. Esto afecta a los dos tipos de tratados que existen:

Convenciones bilaterales. Aquí cabría incluir, entre otros tratados, los Concordatos que regulan las
relaciones de la Santa Sede con los distintos Estados. C. Corral y J. Giménez, en su obra
Concordatos vigentes, recogen cronológicamente todos estos acuerdos, sobre las materias más
diversas, a lo largo de nueve siglos, entre 1098 y 1981. Son más de 370. Desde entonces,
lógicamente, han aumentado. Sin ir más lejos, este mismo año, Mons. Migliore firmaba un
acuerdo sobre cuestiones jurídicas relativas a la presencia de la Iglesia Católica en los territorios de
la Autoridad Nacional Palestina, y el último mes se firmaba otro acuerdo con Letonia.

Convenciones multilaterales. Son los acuerdos y tratados donde participan más de dos entidades
internacionales. En recuadro aparte se recogen algunos de los más importantes rubricados por la
Santa Sede.

Durante el mes de agosto del 2000, Madeleine Albright, secretaria de Estado norteamericana, se
reunió con los responsables de la política exterior israelí y palestina en el Vaticano, para
intercambiar ideas sobre la paz en Oriente Medio. Por su postura en este proceso, la Santa Sede
ha sido invitada a nombrar un representante ante la Liga árabe.

Aunque en la actualidad la ONU es la institución internacional mediadora por antonomasia,


históricamente la Santa Sede ha desempeñado y, como se ve, sigue desempeñando este papel. A
este capítulo pertenecen, entre otras, su actividad para intentar evitar la guerra franco-prusiana
de 1870 y la de España y Estados Unidos (1898); o para arreglar los conflictos fronterizos entre
Argentina y Chile por el canal de Beagle, en 1979; por las Islas Marianas, entre España y Alemania,
en 1885; o en la delimitación de fronteras entre Haití y Santo Domingo (1895). En este mismo año
2000, Nicaragua y Honduras han pedido su mediación para dirimir un conflicto fronterizo.
Incluso en el periodo entre 1870 y 1929, cuando no existían los Estados Pontificios, realizó trece
mediaciones internacionales.

en conferencias

El pasado 19 de octubre, Mons. Tomasi firmaba en Addis Abeba un acuerdo por el que la Santa
Sede acudirá como observador a las reuniones de la Organización de la Unidad Africana (OUA). La
participación vaticana en conferencias y organizaciones internacionales entre ellas, los organismos
especializados de la ONU es habitual, ya sea en calidad de observador, o con otro rango jurídico.

ESTADO VATICANO

Desde 1929, con los Acuerdos de Letrán, se establece el Estado de la Ciudad del Vaticano, que,
como ha subrayado Mons. Monteiro de Castro, en el discurso de apertura de curso de la
Universidad Católica San Antonio, de Murcia, «garantiza al Papa y a la Santa Sede una soberanía
indiscutible también en el plano internacional». El principal deseo que movía al Beato Pío IX al
firmar los Pactos Lateranenses era disponer «del mínimo de territorio que baste para el ejercicio
de la soberanía, indispensable para el ejercicio de un poder espiritual».

Gracias a aquellos pactos, hoy el Romano Pontífice y la Santa Sede no dependen de ningún Estado
soberano. De hecho, la existencia de los Estados Pontificios permitió la equiparación de la Santa
Sede con un Estado hasta 1870 en que, tras la invasión de Roma, quedaron anexionados al
naciente reino de Italia. La ausencia de territorio no impidió a la Santa Sede seguir ejerciendo
como sujeto de Derecho internacional.

Entonces, se pregunta Carlos García, «¿por qué la Santa Sede buscó una base territorial sobre la
cual ejercer su soberanía?». El propio Beato Pío IX señaló, antes de la firma de los Pactos
Lateranenses, que en aquellos momentos no había «otra forma de ejercer la soberanía de forma
verdadera y propia, sino la territorial».

Así pues, desde 1929, también existe el Estado de la Ciudad del Vaticano, con los elementos
clásicos de un Estado: territorio (44 hectáreas en Roma); población (los residentes, en función de
su dignidad y oficio, que son cerca de un millar); soberanía y jurisdicción. Es, ciertamente, un
Estado peculiar, cuya razón de ser obedece a un motivo instrumental: precisamente, el de ser «el
soporte terreno de la soberanía de la Santa Sede», en expresión de F. Finocchiaro.

Como Estado independiente, la Ciudad del Vaticano ha ratificado tratados y es miembro de pleno
derecho de organismos técnicos, referentes a servicios postales, moneda, carreteras,
telecomunicaciones, protección de la propiedad industrial, protección de obras artísticas, etc. Eso
implica su reconocimiento efectivo internacional en materias técnicas temporales propias de la
organización de un Estado.

VATICANO Y SANTA SEDE

Así pues, la Santa Sede y el Estado de la Ciudad del Vaticano (ECV) son, para el Derecho
internacional, sujetos distintos. Tienen diferente naturaleza jurídica (mientras la Santa Sede es el
órgano del gobierno universal de la Iglesia Católica, el ECV es un Estado que garantiza la actuación
de la Santa Sede). Sus fines son distintos: los de la Santa Sede, espirituales y morales; los del ECV,
cubrir el funcionamiento técnico del propio Estado. Por esto, también varía su ámbito de
actuación: sobre materias técnicas el ECV, sobre todo lo relacionado con el hombre especialmente
en el aspecto moral y espiritual, la Santa Sede.

Ambos sujetos de derecho internacional se personifican en la misma cabeza: el Romano Pontífice.

ante las CRÍTICAS

A pesar de estas realidades, algunos se han quejado de que la Iglesia Católica sea la única religión
con estatuto de Estado en la ONU, lo que dicen algunos representantes de ONGs significa una
discriminación hacia otras confesiones religiosas.

El canonista de la Universidad de Navarra Carlos Soler puntualiza que «la discriminación es una
diferencia injustificada, y en este caso la diferencia está sobradamente justificada». Añade: «si
ninguna otra institución religiosa ha pretendido un estatuto similar, no es culpa de la Santa Sede».
Por otra parte, continúa Soler, «la Iglesia Católica es la única religión dotada simultáneamente de
carácter universal y de un régimen centralizado». Las otras confesiones religiosas no constituyen
una unidad jurisdiccional, o -varias- están vinculadas a algún país en concreto.

En unas declaraciones a La Croix, el Secretario para las Relaciones con los Estados Mons. Jean-
Louis Tauran, preguntado sobre si la Santa Sede desearía que otras religiones gozasen de un
estatuto semejante, respondía que «no se puede reescribir la historia», y aludía de nuevo al
carácter unitario de la Iglesia. «Las otras confesiones apuntaba tienen otros medios de dar a
conocer sus puntos de vista, a través de los representantes de los países a los que pertenecen sus
fieles; pienso, en particular, en las Iglesias nacionales establecidas». En cualquier caso, no parece
que la Santa Sede se fuese a oponer al reconocimiento de una religión, si cumpliese con los
requisitos para ser considerado como Estado.

EN LA ONU

La situación jurídica de la Santa Sede en Naciones Unidas, uno de los caballos de batalla de estas
campañas en este año que termina, es de observador, no miembro. En el momento de constituirse
la ONU, Pío XII consideró la posibilidad de integrarse. Tras elevar las consultas oportunas, vio que
entonces no era conveniente: la exigüidad del territorio del ECV no le permitiría asumir las
responsabilidades de mantener la paz y seguridad internacionales; su neutralidad le impediría -lo
mismo que a Suiza- asumir algunos de los compromisos de la Carta de Naciones Unidas. Pero,
fundamentalmente, una razón política: la Unión Soviética habría vetado el ingreso.

Por lo demás, la Santa Sede cumplía y cumple los requisitos para ser Estado miembro. El primero
es ser efectivamente un Estado. Como se ha visto, la Santa Sede no lo es, en sentido formal; pero,
al actuar como un sujeto de Derecho internacional, en la práctica, está equiparada a un Estado. De
hecho, la Santa Sede firmó la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, que se aplica
exclusivamente «a los tratados entre Estados». Y cada vez que firma un tratado internacional se
equipara a un Estado. Lo mismo sucede cuando la Santa Sede es admitida en organizaciones
internacionales reservadas a Estados: por ejemplo, la AIEA.

El cumplimiento de otros requisitos es evidente: ser amante de la paz; aceptar las obligaciones de
la Carta de Naciones Unidas (en la que, en la práctica, también cabe una postura de neutralidad,
como sucede en los casos de Austria o Costa Rica); cumplir las condiciones de procedimiento. A
este respecto, tras la caída del comunismo, Rusia estableció relaciones diplomáticas con la Santa
Sede en los años noventa y no cabe pensar en que hoy planteara un veto a su integración.

OBSERVADOR PERMANENTE COMO ESTADO-NO-MIEMBRO

Sea miembro o no, a la Santa Sede le interesa conservar su actual status. No puede votar, pero en
cambio sí puede participar en los trabajos y actividades de Naciones Unidas. Aunque carecen de
un estatuto jurídico claro, pueden distinguirse cuatro tipos de observadores: Estados no
miembros, organizaciones intergubernamentales, movimientos de liberación nacional y
organizaciones no gubernamentales (ONGs). Cada uno, con un modo distinto de participar en
Naciones Unidas.

Como todo depende de la praxis y hay una casuística muy amplia, algunos -según se ha indicado-
han intentado minar la posición de la Santa Sede, despojarla de su condición de Estado e incluirla
en el variopinto cajón de ONGs. Pero en la práctica, la Santa Sede, sin ser estrictamente un Estado,
sí es equiparable a un Estado. Así, por ejemplo, la Santa Sede colabora en la financiación de la
ONU. Mientras los países miembros están obligados a contribuir económicamente, los
observadores no. Pero la Santa Sede aporta un 0,01 por ciento del presupuesto de la ONU. Un
porcentaje reducido, pero similar al de estados miembros de tamaño semejante Mónaco, San
Marino, o superior, como Andorra, Jamaica, Hungría, Kenia, Líbano, Paraguay...

Otro ejemplo: En 1964 la Santa Sede acreditó a su observador ante Naciones Unidas conforme a la
práctica desarrollada por los Estados, mediante el simple envío de notas: El 21 de marzo de 1964,
el Card. Cicognani, Secretario de Estado, envió una nota al Secretario General de la ONU, U Thant,
por la que le notificaba que enviaba como observador permanente de la Santa Sede a Mons.
Giovanetti. U Thant acusó recibo de la nota y manifestó su complacencia por la decisión. Los
organismos no estatales, en cambio, precisan de una resolución de la Asamblea General.

Por otra parte, la Santa Sede cumplía todos los requisitos para ser observador permanente: formar
parte como miembro de alguno de los organismos especializados de la ONU (lo era de la Unión
Postal Universal, y de la Unión Internacional de Telecomunicaciones) y estar reconocido por la
mayoría de los miembros de la ONU, como así sucedía en 1964.

Visto lo cual, cabría preguntarse si hay alguna ONG que haya firmado algún tratado internacional,
sea miembro de organizaciones compuestas exclusivamente por Estados, o mantenga relaciones
diplomáticas con países. Tal vez esta idea ayude a comprender por qué a la Santa Sede no se la
puede considerar como una ONG.

POR QUÉ DE SU PRESENCIA

Como observador Estado no miembro, la Santa Sede puede acceder a los principales órganos de la
ONU. En la Asamblea General, por ejemplo, la voz de su representante Mons. Renato Martino se
escucha con frecuencia. Y por tres veces se oyó la intervención de un Romano Pontífice: Pablo VI,
en 1965, y Juan Pablo II, en 1979 y en 1995.

En los órganos subsidiarios y especializados de Naciones Unidas, la Santa Sede participa de distinta
manera. Por ejemplo, se le reservó un puesto en el Comité Consultivo del Comité de Ayuda a los
Refugiados (ACNUR), en atención a su labor en este campo.
El estatuto de Estado no miembro observador concede asimismo una serie de derechos, tales
como acceder a las conferencias organizadas por Naciones Unidas y a los documentos de la
organización; a emitir declaraciones, elaborar propuestas, distribuir documentos... Además, sus
representantes poseen el privilegio de la inmunidad diplomática.

Parece fundado el derecho de la Santa Sede a participar como Estado en los organismos
internacionales. Pero, ¿le interesa realmente? Como recordaba Mons. Tauran, «aunque a veces
moleste, la voz de la Santa Sede es siempre escuchada, aunque sólo sea por el prestigio moral del
Romano Pontífice. Además, lo que los representantes de la Santa Sede dicen, lo proclaman no sólo
en nombre de la Iglesia Católica, sino también en nombre de la fidelidad al Derecho natural y del
Derecho internacional. Lo importante es que las presiones de los más fuertes o de grupos de
estilos de vida minoritarios pero con medios poderosos no prevalezcan sobre el orden jurídico o el
sentido común».

ACTIVIDAD INTERNACIONAL DE LA SANTA SEDE EN 1999

Se indican algunas de las más de 500 conferencias internacionales en las que han participado en
1999 representantes de la Santa Sede (entre paréntesis, el organismo organizador y el escenario):

Forum de Población de la ONU (La Haya)

Comisión preparatoria para la creación de un Tribunal Penal Internacional (ONU, Nueva York)

Conferencia sobre el protocolo de la convención de La Haya de -954 para la protección de los


bienes culturales en caso de conflicto armado (La Haya)

Simposio sobre comercio y desarrollo (OMC, Ginebra)

Congreso internacional sobre la enseñanza técnica y profesional (Unesco, Seúl)

Conferencia del 50 aniversario del Consejo de Europa: Sociedad de mercado, democracia,


ciudadanía y solidaridad, ¿un espacio de confrontación? (Estrasburgo)

Conferencia mundial para la evaluación del impacto económico del turismo (OMT, Niza)

Conferencia mundial sobre la Ciencia (UNESCO, Budapest)

Conferencia recomendada por la Asamblea General de la ONU sobre Palestina (Ginebra)

Conferencia sobre la exploración y utilización del espacio extra-atmosférico (ONU-Unispace,


Viena)

Conferencia internacional sobre el comercio electrónico y la propiedad intelectual (OMPI, Ginebra)

Conferencia para facilitar la entrada en vigor del Tratado de prohibición completa de ensayos
nucleares (Viena)

Foro internacional para la erradicación de la pobreza (GIS/OIC, Estrasburgo)

Conferencia europea sobre la nacionalidad (Estrasburgo)

ORGANISMOS DE LOS QUE FORMA PARTE EL ESTADO VATICANO


Unión Postal Universal (UPU)

Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT)

Consejo Internacional del Grano

Org. Internac. de Telecomunicaciones via Satélite (INTELSAT)

Org. Europea de Telecomunicaciones via Satélite (EUTELSAT)

Conferencia Europea de Administración de servicios Postales y Telecomunicaciones (CEPT)

Instituto Internac. para la Unificación del Derecho privado (UNIDROIT)

Unión Astronómica Internacional (UAI)

Instituto Internac. de Ciencias Administrativas

Comité técnico internac. de prevención del fuego

Asociación Médica Mundial

Consejo Internacional de Archivos (CIA)

REPRESENTANTES PONTIFICIOS EN ORGANISMOS INTERNACIONALES

- ONU (Naciones Unidas): Mons. Renato Martino*

- UNESCO (Organismo de NN.UU. para la Educación, la Ciencia y la Cultura): Mons. L. Frana*

- OMC (Organización Mundial del Comercio): Mons. G. Bertello*

- Instituciones especializadas con sede en Ginebra: Mons. G. Bertello*

- Instituciones especializadas con sede en Viena (AIEA, ONUDI): Mons. D. Rezeau**

- Instituciones especializadas relacionadas con alimentación y agricultura (FAO, IFAD, PAM): Mons.
A. Marchetto*

- OMT (Organización Mundial del Turismo): Mons. P. Monni*

- Consejo de Europa: Mons. M. Courtney*

- OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa): Mons. D. Re zeau**

- Unión Europea: Mons. Faustino Sáinz, Nuncio

- OEA (Org. de Estados Americanos): Mons. G. Montalvo*

- OUA (Organización para la Unidad Africana)

*Observador permanente ** Representante permanente

CONVENCIONES FIRMADAS POR LA SANTA SEDE

Algunas de las convenciones multilaterales más importantes ratificadas por la Santa Sede son:
- Convención relativa al estatuto de los refugiados, de 28 de julio de 1951.

- Convención sobre recuperación de alimentos a los extranjeros, 20 de junio de 1956.

- Convención única sobre los estupefacientes, de 30 de marzo de 1961.

- Convención de Viena sobre las relaciones diplomáticas, de 18 de abril de 1961.

- Convención de Viena sobre relaciones consulares, de 24 de abril de 1963.

- Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial, de 21 de diciembre


de 1965.

- Convención Internacional sobre la eliminación de toda forma discriminación racial, de 7 de marzo


de 1966.

- Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, 23 de mayo de 1969.

- Convención sobre las sustancias psicotrópicas, de 21 de febrero de 1971.

- Acta de Helsinki sobre cooperación y seguridad en Europa (1975).


RESUMEN
El presente artículo plantea una breve exposición sobre la actividad política de la Iglesia. Se
consideran tres aspectos. En primer lugar, veremos la legitimidad y credibilidad de la Iglesia a pesar
de todas las fallas que puedan tener sus miembros y las críticas y difamaciones que contra ella se
suelen lanzar. En segundo lugar, nos interesa clarificar lo que la Iglesia plantea a nivel de principios
para el recto gobierno y la participación de los cristianos en política, es decir, los principios básicos
de la doctrina social de la Iglesia. En tercer lugar, queremos señalar a la luz de estos principios,
algunas cuestiones de participación política distinguiendo lo que en este asunto plantea la Iglesia de
la participación ideológica o partidaria de algunos cristianos así como de las inadecuadas
apropiaciones teológicas de presupuestos ideológicos.
La Iglesia Católica en las Naciones Unidas: un obstáculo para los
derechos sexuales y reproductivos de las mujeres

La Iglesia Católica tiene una posición privilegiada para influir en el establecimiento de políticas a
nivel internacional. La Iglesia se ha pronunciado sobre temas de interés para sus seguidores en
numerosos países del mundo. A nivel internacional, usa su posición privilegiada en las Naciones
Unidas para influir en un amplio rango de materias, incluyendo el desarrollo económico
internacional, el estatus de la mujer, la población y la planificación familiar. A pesar de que la
Iglesia Católica tiene admirables estrategias dirigidas a erradicar la pobreza y buscar el desarrollo
económico, la defensa de sus estrategias se debilita al establecer posiciones en contra de la
igualdad y el empoderamiento de las mujeres – la mitad de la población mundial. Este informe
cuestiona la legitimidad del estatus de la Santa Sede como Estado Observador Permanente No-
Miembro de las Naciones Unidas e ilustra cómo esta posición ha sido usada para obstruir la salud y
los derechos sexuales y reproductivos de la mujer.

El estatus de la Santa Sede ante las Naciones Unidas le otorga muchos de los privilegios propios de
un gobierno. Sin embargo, la Santa Sede no tiene ciudadanos en el sentido tradicional. La Santa
Sede participa en las Naciones Unidas no como un gobierno que interviene como nación-estado en
los temas importantes para su población, sino como una religión que busca imponer su visón
moral a católicos y a no-católicos por igual.1 Más aun, la posición de la Santa Sede sienta un
precedente para otorgar la misma categoría a otras religiones ante las Naciones Unidas – una
institución de gobierno global que debe permanecer neutral respecto a asuntos religiosos.

La Santa Sede y el Vaticano

La Santa Sede funciona como “el órgano supremo de gobierno de la Iglesia [Católica]”2 con el Papa
designado como su cabeza, según el Código de Derecho Canónico.3 Es por definición una entidad
religiosa sin territorio. La Santa Sede está conformada por el Papado, el Colegio Cardenalicio y la
Curia Romana – los departamentos y ministerios que auxilian al Papa en el gobierno de la Iglesia.4
El Papa posee la autoridad suprema dentro de la Iglesia y nadie puede apelar sus decisiones y
decretos.5 La autoridad del Papa se asienta en principios morales y espirituales y no se impone por
medio de sanciones civiles.6

Ampliamente considerado como un territorio “vasallo” de la Santa Sede,7 la ciudad del Vaticano
existe únicamente como sede administrativa central de la Iglesia Católica. Con sólo 0.44 kilómetros
cuadrados de extensión,8 la ciudad del Vaticano es el área más pequeña del mundo que reclama la
condición de Estado.9 Desde su independencia de Italia en 1929, la ciudad del Vaticano ha estado
bajo la “soberanía del Supremo Pontífice”10 Sin embargo, la ciudad del Vaticano depende de Italia
para la provisión de servicios básicos incluyendo policía, justicia criminal, agua, comunicaciones y
transporte.11 De acuerdo con la Misión de la Santa Sede ante las Naciones Unidas la población de
la ciudad del Vaticano es de 813 personas de las cuales mujeres y niñas representan menos del
12% de la población.12
El estatus de la Santa Sede ante la ONU

La Santa Sede y Suiza son las únicas entidades que tienen la especial posición de Estados
Observadores Permanentes No-Miembros.13 La práctica de otorgar la posición de Estados
Observadores Permanentes No-Miembros se ha “desarrollado de acuerdo a la cortesía, la práctica
y los precedentes [internacionales]”14 No existen normas al respecto en la Carta de las Naciones
Unidas, la Convención de las Naciones Unidas sobre Prerrogativas e Inmunidades,15 ni en la
resolución de la Asamblea General que regula la Misión Permanente de Estados Miembros.16 Esta
ausencia de reglas ha generado una práctica que no es ni clara ni uniforme.17

Los dos criterios usados por el Secretario General de las Naciones Unidas para determinar la
elegibilidad para la posición de Observador Permanente han sido: (1) que el Estado tenga
membresía en al menos una agencia especializada de las Naciones Unidas; y (2) que el Estado sea
generalmente reconocido como tal por los Miembros de las Naciones Unidas.18 En 1964 cuando la
Santa Sede fue admitida como Estado Observador Permanente No-Miembro, tenía el primer
requisito para la posición de Observador Permanente al mantener delegados en múltiples
agencias especializadas.19 El segundo requisito, por el contrario, nunca fue claramente satisfecho.
Si “generalmente reconocido” se define como reconocimiento por una mayoría de los Miembros
de las Naciones Unidas, es posible que se haya otorgado la posición de Observador Permanente a
la Santa Sede de manera errada. Hasta el 1 de enero de 1985, la Santa Sede mantuvo relaciones
diplomáticas con sólo 53 países.20 Por tanto, es poco probable que en la época en que fue
establecida su misión, la Santa Sede mantuviera relaciones con una mayoría (v. gr. 56) de los
entonces 112 Estados Miembros de las Naciones Unidas. Sin embargo, en 1964 el Papa Paulo VI
consiguió establecer la primera misión como “Observador Permanente” de la Santa Sede ante las
Naciones Unidas, y la Santa Sede se convirtió en un Estado Observador Permanente No-
Miembro.21

La membresía del Vaticano en las Naciones Unidas

En 1944, la Iglesia Católica hizo sondeos preliminares respecto a la elegibilidad de la Ciudad del
Vaticano para convertirse en un Estado Miembro de las Naciones Unidas.22 El artículo 4 de la
Carta de las Naciones Unidas establece los requisitos que el aplicante debe tener para obtener la
membresía: (1) ser un Estado; (2) ser amante de la paz; (3) aceptar las obligaciones de la Carta de
las Naciones Unidas; (4) ser capaz de afrontar esas obligaciones; y (5) desear hacerlo.23

En respuesta a los sondeos realizados por la Ciudad del Vaticano en la década de 1940 sobre su
posible admisión como Estado Miembro, el Secretario de Estado de los Estados Unidos, señor Hull
señaló que la Ciudad del Vaticano no satisfacía los requerimientos para serlo.24 Aun cuando el
registro histórico es escaso, hay algunos indicios de que otros Estados Miembros también veían
como inelegible a la Santa Sede en 1944.25 La ambigüedad surge debido a la falta de definición del
término “Estado” por parte de las Naciones Unidas.26 Nunca se ha hecho una solicitud formal de
membresía por parte de la Ciudad del Vaticano o, más recientemente, por la Santa Sede, a pesar
de que no parece haber ninguna regla de las Naciones Unidas que le impidiera hacerlo.27

La Santa Sede: ¿Un estado o una religión?

Debido a que la Santa Sede existe para gobernar la Iglesia Católica mundialmente, más allá de los
límites de la Ciudad del Vaticano, su legitimidad como un Estado es cuestionable. La Santa Sede ha
declarado que su misión en las Naciones Unidas es “de un carácter religioso y moral”.28
Adicionalmente, la Santa Sede no satisface la definición de Estado bajo el derecho internacional.
De acuerdo a la Convención de Montevideo sobre Derechos y Deberes de los Estados, “[e]l Estado
como persona de Derecho Internacional debe reunir los siguientes requisitos: a) Población
permanente; b) Territorio determinado; c) Gobierno; d) Capacidad de entrar en relaciones con los
demás Estados”.29 Estos cuatro criterios para determinar la condición de Estado se fundan en
principios acordados por un gran número de eminentes especialistas en derecho internacional y
son consecuentes con las leyes de relaciones exteriores de algunas naciones.30

La Santa Sede no satisface los cuatro requerimientos de la definición de Montevideo. Además de


la población nominal de la Ciudad del Vaticano, la Santa Sede no cuenta con una “población
permanente” sino con un gran grupo de seguidores religiosos voluntarios que residen como
ciudadanos de otros Estados. Así mismo, la Santa Sede no posee un “territorio determinado” fuera
de la Ciudad del Vaticano, la cual sólo sirve de sede de unos pocos edificios religiosos y
administrativos. Del requerimiento de “estado”, la Santa Sede es en sí misma el gobierno de la
Iglesia Católica y, por definición, de la Ciudad del Vaticano. No puede ser reconocida por tanto
como una entidad que posee un gobierno. La única característica de un Estado moderno que
puede atribuirse a la Santa Sede es su capacidad de establecer relaciones con otros Estados,
puesto que es parte de tratados internacionales, y recibe a diplomáticos extranjeros.31

En 1984, el Departamento de Estado de los Estados Unidos bajo la administración Reagan anunció
que los Estados Unidos y la Santa Sede habían acordado por primera vez establecer relaciones
diplomáticas formales.32 Varios miembros del Congreso se opusieron vehementemente al
establecimiento de lazos formales con la Santa Sede.33 En 1993 el Senador ultra-conservador de
los Estados Unidos Jesse Helms, cuestionó la categoría de Estado de la Santa Sede, argumentando
que Estados Unidos no debería tener un Embajador ante la Ciudad del Vaticano. “Estoy
convencido que Estados Unidos no tiene por qué enviar un embajador a cualquier entidad
religiosa”. Helms entregó una declaración pública, donde asegura que “mantener relaciones con el
Vaticano es una clara violación a la Primera Enmienda que garantiza la separación entre las
instituciones eclesiásticas y estatales”.34 Días después urgió al Presidente Clinton a revocar las
relaciones diplomáticas con la Santa Sede.35 A pesar de que tal revocación es poco probable, el
Departamento de Justicia ha clarificado que la Santa Sede no necesita ser un Estado para que
Estados Unidos mantenga relaciones diplomáticas con ella.36

Cómo ha usado la Santa Sede sus privilegios en las Naciones Unidas

Los privilegios de los Estados Observadores Permanentes No-Miembros incluyen la capacidad de


firmar y ratificar tratados patrocinados por las Naciones Unidas, participar en las conferencias
mundiales con pleno derecho al voto, tomar parte en las discusiones y decisiones de la Asamblea
General y participar en diversas agencias, comisiones y comités de las Naciones Unidas.

Tratados internacionales

Aunque la Santa Sede tiene la capacidad para firmar y ratificar tratados internacionales, no ha
establecido un compromiso general respecto a las normas internacionales sobre derechos
humanos. A pesar de su compromiso con el desarrollo económico global y la erradicación de la
pobreza, la Santa Sede negligentemente no ha ratificado el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales.37 Más aun, la Santa Sede tampoco ha ratificado el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, ni la Convención sobre la Eliminación de Todas las
Formas de Discriminación Contra la Mujer.38 Sólo tres convenciones de las Naciones Unidas sobre
Derechos Humanos han sido ratificadas por la Santa Sede: la Convención sobre los Derechos del
Niño (1990);39 la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación Racial (1969);40 y la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados (1956).41

La Santa Sede limita aun más su compromiso con los derechos humanos al establecer reservas en
los pocos tratados que ha ratificado. Por ejemplo, la Santa Sede sostiene que la aplicación de la
Convención sobre el Estatuto de los Refugiados “debe ser compatible en la práctica, con la
especial naturaleza del Estado Ciudad del Vaticano”.42 En sus reservas respecto a la Convención
sobre los Derechos del Niño, la Santa Sede aseveró que interpreta la frase “educación y servicios
para la planificación familiar” como “sólo aquellos métodos de planeación familiar que considera
moralmente aceptables”.43 La Santa Sede también declaró en sus reservas que interpreta la
Convención como resguardando “los derechos primarios e inalienables de los padres”.44 La Santa
Sede declaró que una vez ratificada, la Convención “resguardará los derechos del niño tanto antes
como después del nacimiento”.45 Finalmente, la Santa Sede clarificó que al acceder a la
Convención, no intenta alejarse “de su misión específica que es de carácter religioso y moral”.46

Asamblea General

Como Estado Observador Permanente No-Miembro, la Santa Sede es un participante ad hoc en las
discusiones y decisiones de la Asamblea General. El Papa Paulo VI se pronunció ante la Asamblea
General el 4 de Octubre de 1965,47 al igual que el Papa Juan Pablo II en 1979 y 1995.48 En
promedio, un representante de la Santa Sede se pronuncia ante la Asamblea General o ante
alguno de sus comités, 11 veces al año.49 La Santa Sede también participa en las Sesiones
Especiales de la Asamblea General durante la revisión y evaluación de conferencias y
encuentros.50

Mientras que ejerce este privilegio, los oficiales de la Iglesia han ilustrado por sí mismos el papel
poco usual de la Santa Sede ante las Naciones Unidas. En un discurso ante la Asamblea General, el
Papa Juan Pablo II declaró que el propósito de la participación de la Santa Sede, en las “tareas y
actividades de las Naciones Unidas [es] muy diferente a la de otros Estados”.51 El propósito de la
Santa Sede ante las Naciones Unidas, según ella misma es “atraer la atención del mundo sobre las
enseñanzas de la Iglesia”.52 La Santa Sede actúa como la “iglesia universal [...], no es una fuerza
económica o militar [sino una] fuerza moral”.53 Esta admisión de su papel como “iglesia universal”
es contraria a su condición de Estado Observador Permanente No-Miembro.

Organismos de las Naciones Unidas

La Santa Sede participa en una variedad de comités y comisiones en las oficinas de las Naciones
Unidas en Nueva York, Roma, Génova, París, Viena, Bonn, Kingston y Nairobi.54 También participa
en numerosas agencias de las Naciones Unidas, incluyendo la oficina del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo,55 y la
Organización Mundial de la Salud.56
Conferencias Mundiales

La Santa Sede ha participado y votado activamente en muchas conferencias mundiales de las


Naciones Unidas, que están entre los foros más importantes para la legislación internacional. Las
Naciones Unidas generalmente otorgan un amplio acceso a los Estados para participar en las
conferencias internacionales. Las resoluciones de la Asamblea General convocando a conferencias
mundiales han invitado a “todos los Estados” a participar “de lleno, con pleno derecho al voto”.57
La Santa Sede ha participado en las conferencias internacionales más importantes desde 1989,
incluyendo la Conferencia Mundial sobre Población y Desarrollo (CIPD) en el Cairo en 1994 y en su
seguimiento cinco años después (Cairo+5); y en la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer
celebrada en Beijing en 1995 y su seguimiento cinco años después en el año 2000 (Beijing+5).58

A diferencia de las organizaciones no-gubernamentales, los “Estados” tienen la habilidad de


obstaculizar la búsqueda de consenso y frenar el proceso y desarrollo de las conferencias. Durante
el desarrollo de consensos en las recientes conferencias mundiales, la Santa Sede tuvo como
aliados a un pequeño grupo de gobiernos conservadores y organizaciones radicales de derecha.59
Estos intentaron intervenir y obstruir la meta de alcanzar un consenso en la reforma de leyes,
políticas y programas necesarios para avanzar en los derechos y la salud sexual y reproductiva de
la mujer.60 Muchas de las políticas reaccionarias seguidas por la Santa Sede tienen el efecto
último de negar a las mujeres sus derechos. Los puntos de vista defendidos por la Santa Sede ante
las Naciones Unidas tocan temas que incluyen el papel de la mujer en la sociedad, VIH/SIDA,
anticonceptivos, aborto, servicios de salud sexual y reproductiva, y adolescentes.

El papel de la mujer

De acuerdo con la Iglesia Católica, el valor de la mujer está basado en su estatus dentro del orden
de la familia. Un miembro de la delegación de la Santa Sede ante las Naciones Unidas aseveró que
“el trabajo de la mujer en el hogar es la base de la felicidad para toda la raza humana”.61 El Papa
Juan Pablo II dijo que el “verdadero avance” de la mujer requiere el reconocimiento del “valor de
su papel maternal y familiar, por encima de todos los demás papeles públicos y de todas las otras
profesiones”.62

Durante los preparativos para la CIPD, el Papa Juan Pablo II envió un fuerte mensaje con la
beatificación de dos mujeres como “modelos de perfección cristiana”.63 El Papa honró a una
mujer que insistió en sacrificar su vida, si era necesario, para salvar la de su bebé nonato; ella
murió a consecuencia de rehusarse a que le practicaran un aborto que le hubiera salvado la vida.
La otra mujer beatificada estuvo casada con un esposo abusivo quien más tarde la abandonaría a
ella y a sus hijos. El Papa alabó “su total fidelidad al compromiso asumido en el sacramento del
matrimonio y las responsabilidades derivadas de él”.64

La Santa Sede no es muy activa en la promoción de mujeres a posiciones de liderazgo. De las tres
entidades de la Santa Sede – el Papado, el Colegio Cardenalicio, y la Curia Romana – sólo la Curia
Romana incluye mujeres, y en un grado muy limitado.65 De acuerdo con el derecho canónico, las
mujeres no tienen la capacidad de realizar muchas de las funciones religiosas. Es muy significativo
que las mujeres no puedan ser ordenadas como sacerdotes y desde luego no puedan ocupar los
puestos de obispo, cardenal y papa.66 Dentro de la Iglesia Católica, ha sido constante que las
mujeres cuenten con poca representación, aún en aquellas posiciones administrativas, judiciales o
directivas que no requieren de una ordenación sacerdotal.67 En particular, las mujeres tiene poca
representación en los consejos que asesoran al Papa en temas de familia y sexualidad.68 Las
mujeres no pueden votar porque en la Santa Sede sólo los cardenales pueden ejercer el
sufragio.69

Durante la CIPD, la Santa Sede se pronunció en contra del “individualismo”, y consistentemente


reiteró la importancia fundamental de la familia – definida restrictivamente por la Santa Sede para
incluir únicamente a familias nucleares tradicionales, basadas en el matrimonio entre esposo y
esposa.70 El reporte de la Santa Sede a las Naciones Unidas en la preparación para la Conferencia
de Beijing, declaraba que la mujer no tiene “una igualdad de papeles y funciones” y aconsejaba
que la “especificidad de la mujer [sea] salvaguardada”.71 Durante Cairo+5, la delegación de la
Santa Sede propuso reemplazar la frase “respeto a los derechos de las mujeres” por “respeto a la
condición de la mujer” dentro del texto del acuerdo.72

VIH/SIDA

A pesar de que el VIH/SIDA ha sido reconocido como una pandemia a nivel universal la
distribución de condones y la educación han sido aceptadas mundialmente como estrategias para
reducir su transmisión, la Santa Sede se ha rehusado firmemente a permitir su uso. En sus reservas
a la Plataforma de Acción de Beijing, la Santa Sede afirmó que “no apoya en modo alguno” el uso
de condones para los programas de prevención del VIH/SIDA.73 Durante Cairo+5 la Santa Sede se
mantuvo virtualmente como la única voz opuesta a tales programas. De hecho, la Iglesia es tan
radical que se opone al uso de condones entre parejas casadas cuando uno de los esposos es VIH-
positivo.74 La Santa Sede inicialmente intentó eliminar las referencias a los condones en los
acuerdos elaborados durante Cairo+5, y más tarde guardó silencio cuando el texto, que incluyó
tales referencias, fue adoptado.75 Para reemplazarlo, la Iglesia propone la “abstinencia absoluta”
como un método de prevención del VIH/SIDA y otras infecciones transmisibles sexualmente.76

Anticoncepción

En sus reservas a la Plataforma de Acción de Beijing, la Santa Sede asevera que “no apoya en
modo alguno los anticonceptivos”77 y que sólo admitiría el derecho de la mujer a controlar su
fertilidad si se interpreta como el “ejercicio responsable de la sexualidad dentro del
matrimonio”.78 Durante Cairo+5 la Santa Sede se opuso al uso de expresiones lingüísticas que
favorecen los “métodos controlados por la mujer tales como condones femeninos,
anticonceptivos de emergencia, y métodos menos usados como la vasectomía y los condones
masculinos”. También buscó referirse sólo a métodos anticonceptivos “que no estén en contra de
la ley”.79

El mismo año que se celebró Cairo+5, la Iglesia emitió una declaración referente a la provisión de
anticonceptivos de emergencia a mujeres kosovares que habían sido violadas por los paramilitares
y las fuerzas de seguridad serbias, clamando que proveer a esas mujeres con anticonceptivos de
emergencia, era equivalente a promover el aborto.80 Durante las negociaciones de Cairo+5, un
miembro de la delegación de la Santa Sede expuso argumentos en contra del uso de
anticonceptivos de emergencia por víctimas de violación,81 a pesar de que la Organización
Mundial de la Salud clasifica el método de emergencia no como un abortivo sino como un
anticonceptivo.82 La Santa Sede tuvo éxito en evitar cualquier mención explícita de los
anticonceptivos de emergencia en el acuerdo logrado en Cairo+5.83 El Papa Juan Pablo II declaró
anteriormente que las mujeres violadas en Bosnia deberían “aceptar al enemigo” y hacer de él
“carne de su carne”.84

Aborto

Durante las conferencias del Cairo y de Beijing, la Santa Sede y sus aliados pelearon duramente
contra el derecho de la mujer a optar por el aborto. Durante la CIPD, la Santa Sede se opuso al uso
de la expresión “aborto en condiciones de riesgo” porque implicaba que el aborto pudiera ser
seguro en otras circunstancias.85 Otra expresión que la Santa Sede se niega a aceptar es
“embarazo no deseado”, argumentando que implica que el embarazo es una experiencia negativa,
inconsistente con la noción de mujer.86 Como resultado del compromiso, el Programa de Acción
del Cairo sostuvo finalmente que el aborto debe ser seguro donde no es ilegal.87

En marzo de 1995, en el momento en que se llevaban a cabo las reuniones preparatorias para la
Conferencia de Beijing, el Papa emitió una nueva declaración condenando el aborto como un
“asesinato deliberado y directo”.88 Después de denunciar crímenes como el asesinato y el
genocidio, la declaración resaltaba el aborto, declarando que “entre todos los crímenes que
pueden ser cometidos contra la vida, el aborto inducido tiene características que lo hacen
particularmente serio y deplorable”.89 El Papa continuó asegurando que proteger la salud de la
mujer o asegurar un nivel de vida decente para los otros miembros de la familia “nunca pueden
justificar” el aborto.90

Servicios de salud sexual y reproductiva

La Iglesia Católica financia más de 300 mil centros de salud a través del mundo. La Iglesia en varias
ocasiones ha dejado claro que se rehusa a ofrecer servicios de aborto y anticonceptivos en esos
centros.91 La Santa Sede se opone constantemente a la prestación de servicios de planificación
familiar en países de ingresos bajos y medios, a pesar del deseo de muchos gobiernos de elevar el
nivel de vida de sus habitantes, permitiendo que las mujeres y parejas planeen el número y
espaciamiento de sus hijos.92 Un representante de la delegación de la Santa Sede a varias
Conferencias de las Naciones Unidas, condenó la planificación familiar llamándola “el cáncer del
mundo de hoy”.93 Otro delegado de la Santa Sede llamó a los programas de educación sexual
producidos por el Fondo de Población de las Naciones Unidas “pornografía pública”.94 En 1994, el
año de la CIPD, el Papa Juan Pablo II escribió una “Carta a la Familia” anunciando que la doctrina
de la Iglesia respecto al aborto y a los anticonceptivos nunca cambiará.95

En las reuniones preparatorias para la CIPD, la Santa Sede se rehusó a reconocer conceptos
generales tales como derechos sexuales y reproductivos, regulación de la fertilidad, y planificación
familiar.96 La Santa Sede no se adhirió al consenso sobre salud de la Plataforma de Beijing y
objetó la “atención totalmente desproporcionada a la salud sexual y reproductiva”.97 Cuando se
discutían los artículos sobre servicios de salud sexual y reproductiva en el Cairo+5, la Santa Sede se
opuso al término “parejas e individuos” y declaró que lo interpretaría como incluyendo
únicamente “parejas casadas y parejas conformadas por el hombre y la mujer”.98
Adolescentes

La Santa Sede ha objetado consistentemente la provisión de servicios de salud sexual y


reproductiva para adolescentes. En el Cairo+5, la Santa Sede, determinada a debilitar los avances
realizados en la Conferencia del Cairo respecto a los derechos y salud sexual y reproductiva para
los adolescentes, buscó asegurar un mayor reconocimiento a los “derechos de los padres”. La
Santa Sede y otros delegados conservadores introdujeron un lenguaje que permitiría a los padres
prevenir que sus hijos recibieran información sobre salud sexual y reproductiva.99 Un miembro de
la delegación de la Santa Sede al Cairo+5, hablando ante los delegados de las Naciones Unidas,
reiteró cinco veces en una hora su oposición a la consejería confidencial para adolescentes sobre
salud sexual y reproductiva.100 Un delegado de México cuestionó directamente la posición de la
Santa Sede, preguntando “¿no se extiende el secreto de la confesión a los adolescentes?”101 En
su declaración posterior al acuerdo del Cairo+5, la Santa Sede estipuló que su entendimiento del
artículo sobre la prestación de servicios de salud reproductiva a los adolescentes, cubriría
únicamente a aquellos que estuvieran casados.102

Conclusión

Es poco probable que la Santa Sede haya reunido los requisitos necesarios para obtener la
condición de Estado Observador Permanente No-Miembro en 1964, o que actualmente pueda ser
considerada un Estado. Incluso existen dudas sobre qué tan sabia fue la decisión de haber
otorgado esta posición ante las Naciones Unidas a un cuerpo religioso que manifiestamente no
tiene que enfrentar ninguno de los problemas de una nación-estado. El progreso verdadero hacia
la eliminación de la pobreza y la inequidad deben incluir un compromiso hacia la realización de los
derechos de la mujer y su fortalecimiento. Debido a la falta de voces femeninas dentro la Ciudad
del Vaticano, la Santa Sede no ha demostrado este compromiso. Por el contrario, la Santa Sede
usa su estatus ante las Naciones Unidas para obstruir los derechos y la salud sexual y reproductiva
de las mujeres de todo el mundo.

Notas

1 Véase EDWARD J. GRATSCH, "Vatican City provides the Holy See with the political independence
necessary for its spiritual mission”, The Holy See and The United Nations 1945 – 1995, 1997, p. 8.

2 Véase HYGINUS EUGENE CARDINALE, The Holy See and The International Order, 1976, p. 85.

3 Véase Codex Iuris Canonici, 1917, código c. 331: "El obispo de la Iglesia de Roma, en quien reside
el cargo dado de manera especial por el Señor a Pedro, primero de los apóstoles, para ser
transmitido a sus sucesores, es cabeza del colegio de obispos, el Vicario de Cristo y Pastor de la
Iglesia universal en la tierra; por tanto, en virtud de su cargo, él disfruta de poder supremo,
completo, inmediato y universal sobre la Iglesia, el cual puede siempre ejercer libremente".

4 Véase “Cardinal”, The Catholic Encyclopedia, http://www.newadvent.org/cathen, visitada el 1 de


junio, 2000.

5 Véase GRATSCH, p. 7.
6 Véase ibid.

7 Véase JAMES CRAWFORD, The Creation of States in International Law, 1979, p. 159. Véase
también JOSEF KUNZM, “The Status of the Holy See in International Law”, American Journal of
International Law, no. 313, 1952, p. 46 (nótese también que el preámbulo del Tratado Laterano de
1929 declara: "Se observa la necesidad de constituir la Ciudad del Vaticano con disposiciones
especiales, [...] con poder exclusivo y absoluto y jurisdicción soberana a la Santa Sede".

8 Véase EDMUND JAN OSMANCZYK, Encyclopedia of the U.N. and International Agreements, 1985,
p. 862.

9 Véase CRAWFORD, p. 154.

10 Véase Lateran Agreement, 11 de febrero, 1929, Italia - La Santa Sede, O V.T.S. 161 Europ. T.S.
no. 590019.

11 Véase ibid., arts. III, XXII, VI.

12 Véase correo electrónico de Monseñor James Reinert, Misión de la Santa Sede a las Naciones
Unidas para el Centro Legal de Derechos Reproductivos y Políticas Pùblicas (CRLP), 19 de abril,
2000 (en los archivos del CRLP), [en adelante, email de Msgr. Reinert].

13 Véase R.G. SYBESMA-KNOL, Status of Observers in the U.N. , 1981. Existen cinco tipos de
Observadores Permanentes: (1) Estados No-Miembros; (2) agencias especializadas del sistema de
las Naciones Unidas; (3) organizaciones intergubernamentales que no son parte del sistema de las
Naciones Unidas; (4) movimientos de liberación nacional reconocidos por la Asamblea General; y
(5) organizaciones no-gubernamentales.

14 Note on the Acquisition of Observers Status in the United Nations: The Case of Non-Member
States 1, disponible en la Librería de Referencia de las Naciones Unidas, Archivo de Estatus de
Observador (citando a R. JAY, U.N. Observer States: An accumulation of Contemporary
Developments, 1976, [en adelante, Acquisition of Observers Status].

15 Véase UNITED NATIONS PUBLIC INQUIRIES UNIT, Information on the Status of Permanent
Observer Missions to the United Nations, 1992, disponible en la Librería de Referencia de las
Naciones Unidas, Archivo de Estatus de Observador.

16 Acquisition of Observers Status, p. 4 (citando Resolución de la Asamblea General 257 (III),


Oficina de Registros de la Asamblea General, 1948).

17 Véase ibid, p. 1 (citando E. SUY, “The Status of Observers in International Organizations”,


Academy of International Law, Recueil des Cours II, vol. 160, 1968).

18 Véase Selected Legal Opinions of the Secretariat of the United Nations and Related Inter-
Governmental Organizations, 1962, Doc. N.U. ST/LEG/8, p. 236.

19 Véase CARDINALE, pp. 260-265. Por ejemplo, la Santa Sede mantuvo delegados en la Agencia
Internacional de Energía Atómica y en el Consejo para la Cooperación Cultural del Consejo
Europeo.

20 Véase OSMANCZYK, p. 863.


21 Véase United Nations Yearbook, 1964. No hay documentos oficiales de las Naciones Unidas que
reflejen la historia procedimental de la admisión de la Santa Sede a las Naciones Unidas como
Observador Permanente. El Libro Anual de las Naciones Unidas del 1964 muestra que tres Estados
fueron admitidos a las Naciones Unidas ese año: Malawi, Malta y Zambia. Las cartas entre cada
Estado y el Secretario General están documentadas allí. El Libro Anual no contiene
correspondencia oficial relativa a la Santa Sede.

. El activismo de la Iglesia a favor del partido Conservador

Durante el siglo XIX y hasta la mitad del siglo XX la Iglesia se alineó con el Partido Conservador para
enfrentarse y resistir a las intenciones modernizantes del partido liberal. A mediados del XIX,
desde el púlpito los clérigos hicieron política en contra del partido liberal al poder y de los cambios
que quería implementar en torno a la laicización del Estado, la reducción de los derechos de la
Iglesia, la reforma educativa y la implementación del matrimonio civil y el divorcio. Así, desde
inicios de la república “el problema religioso se convirtió en la frontera política entre liberales y
conservadores” y la educación y la familia se establecieron como ámbitos de la vida social
monopolizados por la Iglesia.

Con el ascenso al poder de los conservadores en la Regeneración, la Iglesia participó activamente


en la redacción de la Constitución de 1886. En ella quedaron claros los vínculos entre la Iglesia y el
Estado, que serían reforzados con la firma del Concordato entre Colombia y el Vaticano en 1887.
Durante este periodo la Iglesia se erigió como el elemento de cohesión nacional, con el Dios
católico como “fuente de toda autoridad” –tal como dice el preámbulo de la Constitución-. La
Constitución y el Concordato eliminaron el matrimonio civil y el divorcio, devolvieron el control de
la educación a la Iglesia y, en conclusión, reversaron “todas las medidas anticlericales y las leyes
consideradas contrarias con la moral católica”.

En la década de 1930, el poder pasó a manos de los liberales nuevamente y con ello vinieron
nuevos intentos por modernizar el Estado y la sociedad. En ese contexto se realizó la reforma
constitucional de 1936 que encontró la férrea oposición de la Iglesia, porque según ella “no
interpretaba <<los sentimientos y el alma religiosa de nuestro pueblo, al suprimir en nombre de
Dios del encabezamiento de la Constitución y la mención de la religión católica como la de la
nación>>”. Entre los cambios principales se contemplaba la vuelta del divorcio, se obligaba a
recibir en los colegios privados a los hijos ilegítimos sin distinción de raza ni de religión y se
suprimían los derechos de la iglesia. Según González, “lo único que la reforma pretendía era una
normal secularización de la vida política y de la legislación de Colombia, pero que chocaba
normalmente con la mentalidad sacralizada y antimoderna de la jerarquía y el clero del país”. La
reforma también chocaba con la costumbre de la Iglesia de operar a través de las instituciones
estatales, exigiéndoles medidas coercitivas que respaldaran su opción moral.

BIBLIOGRAFIA
 http://www.institut-gouvernance.org/es/document/fiche-document-148.html
 http://www.uv.es/~reguera/videoconferencia/Iglesia.htm
 http://www.conoze.com/doc.php?doc=1416
 http://www.nunciaturapostolica.es/presenciaSantaSede.html

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