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TEXTO

 COMENTADO.  DECRETO  DE  DESAMORTIZACIÓN  DE  MENDIZÁBAL.  


1836  
 
1. Tipología o clasificación

El texto es un fragmento del Decreto de desamortización de los bienes


del Clero. Se trata de una fuente primaria de naturaleza jurídica, puesto que es
un decreto elaborado por el Ministerio de Hacienda que, efectivamente, entró
en vigor. Tiene carácter público y su destinatario es el conjunto de la Nación
española.

Este decreto fue publicado en la Gaceta de Madrid el día 21 de febrero de


1836 en el contexto bélico de la Primera Guerra Carlista (1833-1840) y durante
la regencia de María Cristina de Borbón. Su autor fue Juan Álvarez Mendizábal
(1790-1853) aunque en la redacción se mantiene el formalismo de que
provenía de la regente. Mendizábal era un político vinculado a la burguesía
comercial gaditana, que tomó parte en la financiación y coordinación del
pronunciamiento de Riego en 1820. El retorno del absolutismo en 1823 le llevó
a exiliarse en Londres. Su ideología era el liberalismo progresista y a su regreso
ocupó la presidencia del Consejo de Ministros y, después, el Ministerio de
Hacienda, desde donde puso en marcha el Decreto de desamortización. Dimitió
de su cargo en mayo de 1836, cuando la regente le retiró su confianza, pero tras
el Motín de los Sargentos de la Granja volvió al ministerio. Con la llegada de
los moderados al poder en 1844, marchó de nuevo al exilio. Regresó en 1847 y,
hasta su fallecimiento, tuvo una gran influencia en el Partido Progresista.

2. Análisis

Como idea principal del texto podemos destacar la necesidad de poner


en marcha el proceso de desamortización de los bienes del clero, tal como la
reina regente justifica en la breve exposición de motivos. En esencia, la
desamortización consistió en la incautación por el Estado, normalmente a
cambio de una compensación económica, de bienes raíces pertenecientes en su
gran mayoría a la Iglesia. Estos bienes incautados o nacionalizados fueron
luego vendidos en pública subasta y constituyeron una parte de los ingresos del
Presupuesto.

En el Artículo 2 del texto se exponen las excepciones al proceso


desamortizador. Básicamente, se trata de aquellos edificios que el Gobierno
destine para el servicio público o determinados monumentos históricos. En
ambos casos, se publicará una lista con los edificios excluidos de la venta.

Los artículos 13 y 14 hacen referencia al modo de pago de los bienes


desamortizados. En ellos se estipula que los compradores tendrán que
adelantar la quinta parte del precio de remate antes de que se formalice la
escritura de propiedad y las cuatro quintas partes restantes se pagarán en

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títulos de deuda consolidada hasta en un plazo de ocho años. En la práctica,
apenas un 15% de las ventas se pagaron con dinero.

3. Comentario o contexto histórico

A principios del siglo XIX, el sector agrario seguía siendo la base de la


economía española. Los políticos liberales deseaban una modernización, que
pasaba por un cambio en la estructura de la propiedad de la tierra. Por lo tanto,
la propiedad de “manos muertas”, es decir, amortizada, que poseía la Iglesia
debía sustituirse por la propiedad privada. En consecuencia, los gobiernos
liberales modificaron la estructura de la propiedad agraria mediante una serie
de leyes que afectaron a las propiedades de la nobleza y el clero y a los bienes
colectivos (bienes de propios y comunales).

La desamortización de Mendizábal (1836-1851), que supuso la ruptura


de relaciones diplomáticas con el Papado hasta la firma del Concordato de
1851, afectó a las tierras e inmuebles de las corporaciones religiosas
extinguidas y del clero regular. Además, en 1837 se extendió al clero secular. El
Estado se incautó de casas, monasterios, conventos, etc., y los puso a la venta
mediante una subasta pública. Con la desamortización de los bienes del clero
se perseguían tres objetivos:

El objetivo prioritario era de carácter financiero, se trataba de conseguir


ingresos extraordinarios para pagar las deudas contraídas por el Estado con los
bancos extranjeros y con los ciudadanos españoles que habían adquirido títulos
de deuda pública. Con el dinero recaudado se aspiraba a resolver los graves
problemas hacendísticos y, además, se obtenían nuevos fondos para costear la
guerra contra los carlistas.

El objetivo político consistía en ampliar el número de simpatizantes del


liberalismo, ya que los compradores de bienes desamortizados perderían las
tierras adquiridas en caso de una victoria del bando carlista porque estos
habían anunciado su disposición a devolver las propiedades al clero. Los
principales beneficiados por este proceso fueron la alta nobleza y la burguesía
más pudiente.

El objetivo de tipo social era la creación de una clase media agraria de


campesinos propietarios.

Aunque la desamortización tuvo consecuencias positivas para la


agricultura en cuanto al incremento de la superficie cultivada, una mejora en el
abastecimiento del mercado, la expansión del cultivo del viñedo, el crecimiento
de las exportaciones, etc., no puede ser confundida con una verdadera reforma
agraria, ya que sólo los campesinos más acomodados pudieron comprar tierras
y la mayoría de las propiedades fueron a parar a manos de la alta nobleza y de
la burguesía, siempre dispuesta a vivir de las rentas de la tierra a imitación del
modo aristocrático. Además, muchos labradores vieron empeorar su situación

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económica al endurecer los nuevos propietarios las condiciones de
arrendamiento o preferir la explotación de sus latifundios utilizando jornaleros
agrícolas, un auténtico proletariado rural cuyo número no dejó de crecer desde
entonces. Hay que recordar, por último, las repercusiones negativas que la
desamortización tuvo desde el punto de vista cultural, puesto que se perdieron
muchas obras de arte religioso o fueron vendidas en el extranjero.

4. Conclusión

Este decreto de desamortización de los bienes del clero, impulsado por


el ministro de Hacienda, Mendizábal, en 1836, fue un paso decisivo en la
construcción del Estado liberal en la España del siglo XIX. Sin embargo, debido
a la urgente necesidad de llevarlo a cabo, no se consiguieron muchos de los
objetivos previstos: en primer lugar, no se solucionó el problema de la deuda
pública, al no recaudar los ingresos necesarios; no se modificó profundamente
la estructura de la propiedad de la tierra en España. De hecho, las clases más
beneficiadas fueron la aristocracia y la alta burguesía, lo que significó una
concentración de la propiedad en sus manos y un acercamiento en sus intereses
que acabarían dando lugar a la oligarquía dominante que dirigiría el país
durante las siguientes décadas; los campesinos más pobres no se beneficiaron y
aumentó la temporalidad entre los trabajadores agrícolas; el conflicto con la
Iglesia no se solucionó hasta la firma del Concordato de 1851. No es extraño
que muchos historiadores la consideren una gran ocasión perdida para
solucionar el problema del atraso del campo español.

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