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Así, como se sabe, la naturaleza se ha convertido en un banco de recursos.

Fuentes de energíalos
astros, fuentes de energía las aguas, recursos naturales los bosques, materia prima toda
laindescifrable materia, mano de obra los seres humanos: hasta donde abarca la mirada y
alcanzala comprensión, el orbe que edades más sensatas vieron lleno de divinidades, organizado
enmitos, perpetuado en leyendas y celebrado en cantos, se ha pauperizado hasta ser sólo
unlaberinto sin centro, materia sin objeto y sin alma.Después del largo recorrido de la sociedad
moderna, con su urgencia y sus máquinas, con suutilitarismo y su eficacia, con sus drogas
industriales que alivian y sus ciudades industriales queenferman, con sus cultos de la salud, de la
juventud y de la belleza que en realidad tienden a sersólo desesperación y fascismo, con sus
supermercados frenéticos y sus espectáculos; después dellargo recorrido que nos trajo hasta esta
conmovedora y siempre frustrada avidez de gocesintensos que se llama drogadicción, hasta este
ciego conflicto entre la arbitrariedad social y laarbitrariedad individual que se llama terrorismo,
hasta este reino positivista del sexo despojadode toda espiritualidad y vendido como mercancía
que se llama pornografía, hasta estedesamparo del ser a la vez hastiado y hambriento que se
llama sociedad de consumo, nosvolvemos hacia los románticos para descubrir en ellos nuestra
grandeza perdida. "He ahí unhombre", dicen que dijo Napoleón en un salón de Weimar señalando
al consejero WolfgangGoethe. Y eso es lo que los hombres de hoy podemos exclamar al mirar
aquellos soñadoresardientes, todos lucidez y todos pasión, que entendieron que la razón es un
instrumentoesencial para prevalecer en el mundo pero que no puede ser el fundamento de
nuestra relacióncon el mundo.Hasta hace muy poco la división del mundo en naciones
desarrolladas y naciones en vías dedesarrollo hacía evidente la idea de un avance lineal que,
mediando el suficiente esfuerzo y lasuficiente abnegación, llevaría a nuestras naciones bárbaras al
esplendor de la industrialización,de la opulencia y de la cultura. Hoy la expresión "en vías de
desarrollo" más podría ser unaamenaza que una promesa, pero la triste verdad es que el mundo
es uno solo y las semillas de lacatástrofe están bien repartidas. La monotonía general del esquema
de vida de las sociedadesricas, con sus únicas opciones de trabajo y consumo, droga y
superstición, pasividad yespectáculo, tiene su correlato en la postración de las multitudes en las
sociedades pobres, consus indigentes que crecen, sus mayorías excluidas, su auge de la
delincuencia y la violencia.Cada fenómeno planetario tiene por lo menos dos caras: en el norte se
llama derroche y en el surse llama indigencia, en el norte se llama drogadicción y en el sur se llama
narcotráfico, en elnorte puede llamarse industria militar y en el sur puede llamarse guerra de
guerrillas.Es fácil encontrarlos ya, en los basureros, o en las calles despiadadas, o en los suburbios
ruinososde lo que se llama el mundo desarrollado; pero sobre todo crecen en las monstruosas
ciudadesde esto que con jerga de ciencia ficción llaman el

tercer

mundo.

Se entiende que si el éxito y aun ladignidad dependen hoy de la capacidad de consumo, estos
seres sean equiparados por laideología imperante a meros desechos de humanidad. El ameno
paraíso parece bastarse a símismo y se sustenta en todos aquellos que dóciles a la tentación se
esfuerzan por situarse en larespetable zona del consumo. Los autos, los muebles, los
electrodomésticos, las tarjetas de

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