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*RAO, Vyjayanthi, ‘Slum as Theory: Mega-Cities and Urban Models’ en Greig Crysler, C., Cairns,
S. y Heynen, H., The Sage Handbook of Architectural Theory, Sage Publications, 2012, pp. 671-
686. Traducción hecha por Valentín Magi para la cátedra Espacio & Sociedad, Escuela de
Historia, FHyA, UNR.
1Utilizo el término normativo para señalar la moral subyacente de gran parte de la teoría y práctica de
planificación urbana. La idea de normatividad como una base para el orden social, así como también
para su conocimiento, ha sido investigada en profundidad por el teórico francés, George Canguilhem en
su libro, Lo Normal y Patológico (1991). Canguilhem muestra cómo cuestiones de lo normativo se
encuentran debajo no solo de las condiciones empíricas estudiadas por los cientistas sociales sino
también cómo informan la producción de conocimiento en las ciencias sociales. Las condiciones
normativas y los resultados son también, por supuesto, asumidos por planificadores y arquitectos
cuyas prácticas incluyen la invocación de condiciones ideales y constreñimientos éticos que informan
su práctica (ver, por ejemplo, Shane 2005). A lo largo de este texto también utilizo el término normativo
como un término que circula, y es significativo tanto entre arquitectos y cientistas sociales.
2 Ver Berman (1982) para una elaboración de esta interpretación de la modernidad como un vórtice de
destrucción en la búsqueda por la innovación y el ‘progreso’. Berman también muestra cómo esta
interpretación aparentemente universal de la modernidad en tanto presión innovadora se desenvuelve
de manera diferente en distintos contextos urbanos con historias políticas particulares, como Nueva
York, París y San Petersburgo.
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3 A lo largo de este ensayo uso ‘diseño’, ‘acciones de diseño’ y ‘práctica de diseño’ de una manera muy
amplia, yendo más allá tanto de la escala urbana como del experto profesional. Me encuentro
concernido respecto de prácticas de hacer, construir y habitar espacios en cuanto trabajos de diseño.
4 Además del trabajo de Teddy Cruz sobre la relación entre la investigación sobre condiciones urbanas
informales y la práctica arquitectónica, ‘‘Koolhaas’ Project on the City series’ (2001) también es
significativo y ha sido elogiado y criticado por su alcance en la conexión de cuestiones de investigación
y diseño.
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posiciones institucionales de poder se hizo famosa por Michel de Certeau (1984) en sus ensayos
coleccionados en La invención de lo cotidiano. 1, Artes de Hacer.
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7 El historiador Gyan Prakash (2002) ha descrito las consecuencias políticas y analíticas de esta
posición en relación a la India en su ensayo ‘El Giro Urbano’.
8 Ver Chakrabarty (2000), Spivak (1987), Stoler (1995), Thongchai (1994) entre otros para una
compilación.
9 Para el giro urbano en las ciencias sociales, ver específicamente Soja (1989) siguiendo un
renacimiento en el interés por los escritos del filósofo marxista Henri Lefebvre sobre la producción del
espacio. Arjun Appadurai (1996) y Achille Mbembe (2001), han desafiado nociones de múltiples
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modernidades de muy diferentes formas. Appadurai, por ejemplo sostiene que la modernidad es ‘en
general’, un proyecto que está forjado de manera diferente en distintas circunstancias históricas,
sociales y culturales, mientras que Mbembe señala que el concepto espacio-temporal de la ‘post-
colonia’ es un espacio complejo en el que las relaciones coloniales de dominación permanecen
inmanentes y emergentes más que trascendentes en el espacio y el tiempo, implicando un grado de
continuidad entre sociedades coloniales y de-colonizadas en alusión a las formas de gobierno y
sociabilidad. En ese sentido, cuestiona una división entre colonizadores y colonizados sobre el poder y
su abuso, en pos de teorizar la modernidad a través de los lentes de la singularidad histórica del
colonialismo más que de la diferencia regional y cultural. Ver también Capítulos 1 y 3.
10 Ver Sassen (2001 [1991]) para el desarrollo del concepto de ciudad global.
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proletariado informal de una década de ajustes estructurales. 11 Sin embargo, la villa no es, por
supuesto, solo una manifestación pasiva de la existencia de una “humanidad excedentaria”
sino también un signo de lo que se viene, hablando históricamente. Tanto el artículo como el
libro finalizan posicionando la “villa pobre” como actor crítico en el futuro de la “Guerra
contra el Terrorismo” que se prevé devenga en una guerra entre el imperio Americano y la
villa pobre. Como sujetos históricos, Davis predice que la “villa pobre” aprovechará
inevitablemente las tradiciones culturales e históricas de resistencia. Así, por ejemplo, escribe
“[en] todos lados las villas musulmanas constituyen reservas aparentemente inacabables de
desesperación altamente disciplinada”. “Pero”, enfatiza que “en última instancia – y esta es
nuestra afirmación principal – esta no es una guerra de civilizaciones sino un choque oblicuo
entre el imperio Americano y la fuerza de trabajo que ha expulsado del mundo económico
formal” (Davis 2004, 14).
Este pasaje de villa como población y terreno, a villa como teoría o campo para la
especulación filosófica disciplinada acerca de procesos históricos y los futuros de la
humanidad, ocurre dentro de una narrativa particular, historicista que coloca en el centro al
imperio como sujeto y objeto, y dentro del cual lo “global” aparece como una categoría
analítica. Pero esta es una historia que descansa sobre la megaciudad del Sur como su sujeto
representativo. Para Davis, una nueva interpretación de lo global emerge situando los
espacios de estas ciudades en el epicentro del catastrófico apetito de los flujos del capital
global y volviendo esos espacios un nuevo principio territorial del orden.
Una teorización diferente del futuro de la modernidad se encuentra en el trabajo de
Rem Koolhaas sobre ciudades no-occidentales, el cual las concibe como “incubadoras del
futuro aspecto de la ciudad global” (Enwezor 2003, 113). El trabajo publicado de Koolhaas
sobre ciudades no-occidentales se ha focalizado sobre las nuevas ciudades de China y sobre
Lagos. Focalizándose en Lagos, Koolhaas construye una teoría de la disfunción como
incubadora del futuro. En lugar de la imposibilidad de un futuro, se nos ofrece una alternativa
para concebir el futuro y por ende para redimir la historia de la modernidad en sus estados
terminales a través de las estrategias urbanas diseñadas. La posición de Davis, también
redentora, sugiere que la profundidad cultural o civilizatoria más que los arreglos estéticos o
topográficos habilitarán el cultivo del futuro de la modernidad 12. Koolhaas se refiere a Lagos
como un “ícono de la urbanidad del África Occidental. … [que] invierte cada característica
esencial de la así llamada ciudad moderna” (citado en Enwezor 2003, 113). Dado que Lagos
parece “funcionar”, Koolhaas sugiere que estudiar la ciudad desde el punto de vista de los
sistemas urbanos tradicionales provoca únicamente una “angustia por sus defectos”. En su
lugar, observa que las razones para la continuada funcionalidad de Lagos y otras
megaciudades del Sur deberían ser una buena causa para revisar nuestras teorías vigentes y
modelos de sistemas urbanos.
11 Por supuesto que esta mirada de la villa como evidencia únicamente de la existencia de un
‘proletariado informal’ ha sido discutida tanto por críticas bien intencionadas y activistas que señalan la
enorme diversidad entre habitantes de las villas alrededor del mundo en relación a la ocupación y las
marcas identitarias, así como también por otros que están preocupados por el problema de la
conciencia en la construcción de estas comunidades, y cuestionan su significado para sugerir que la
villa puede ser el resultado, no simplemente de arreglos espontáneos e improvisados para vivir, sino de
hecho un resultado de procesos diseñados que son más o menos conscientes.
12 A pesar de que ésta no es la ocasión para esto, sería interesante posicionar la teleología marxiana,
Koolhaas sugiere que más que visualizar las condiciones de disfuncionalidad como
formas africanas de volverse moderno, es posible sostener que “Lagos representa un
desarrollado, extremo estudio-de-caso paradigmático de una ciudad a la delantera de la
modernidad globalizante. Esto equivale a decir que Lagos no nos está alcanzado. Más bien
nosotros deberíamos estar alcanzando a Lagos. Este gesto hiperbólico, como señala Okwui
Enwezor, puede ser, y de hecho ha sido, interpretado como una “celebración de lo patológico…
lo inestable y la cultura de la improvisación” (Enwezor 2003, 116). Pero Koolhaas va más allá
situando estas patologías y excesos como evidencia de los “exorbitantes valores de la
modernidad y la modernización” en su momento globalizante, pero siempre dentro de un
proyecto más amplio interesado en la dialéctica entre “declinación y retorno”, entre “lo
fantasmático y lo destructivo”, que corre a través de la modernidad. Todas las partes del
mundo urbano se unen como evidencia de esta dialéctica, con los “paisajes radiológicos” de la
ciudad africana funcionando como un contrapunto al desarrollo avanzado de la cultura de la
congestión representada por la emergente ciudad asiática. En otras palabras, estas ciudades
globales del Sur funcionan como puntos particulares en una historia narrativa espacializada
de la modernidad.
Ambas propuestas, si bien basadas en las realidades materiales de ciudades
particulares, se esfuerzan en persuadir a los lectores respecto de sus miradas generalizadas
de la historia moderna y sus finales. Mientras que el imperio es el sujeto en la historia de
Davis, el diseño es similarmente el sujeto o el protagonista de Koolhaas. La megaciudad del
Sur se vuelve, en cada una de estas miradas, un sujeto representativo para una historia
particular de la modernidad y sus condiciones terminales, sus excesos y sus posibilidades
redentoras. Sin embargo, como ha sostenido Matthew Gandy en su ensayo “Aprendiendo de
Lagos”, la forma urbana de Lagos es el resultado final de una trayectoria histórica particular
más que un significante del estado perseverante, o terminal indicativo del fin de la
modernidad. Como él escribe:
“si Koolhaas y sus colegas, sobrevolando la ciudad, pueden sostener que el estudio de los
comerciantes abarrotados debajo del sobrevuelo de Oshodi es “prueba y evidencia” de que el
urbanismo de Lagos es “uno que funciona”, la conclusión es inevitable: en su perspectiva, es la
habilitad de la ciudad para sostener un mercado el solo único significante de su salud.” (Gandy
2005, 52).
más bajo de retraso en la zona borde” amplifica la naturaleza relacional y reticular del
urbanismo sobre la que enfatiza la distinción de las condiciones del Sur global. Pero para Cruz,
estas condiciones fronterizas son críticas porque pueden apuntar a un futuro urbano
diferente a nivel global – tanto el Norte como el Sur – proveyendo la oportunidad de extraer
modelos especulativos para procesos urbanos desde transacciones y yuxtaposiciones del
borde y aun así apuntar al objetivo de la transformación social.
Para el planificador sudafricano, Edgar Pieterse (2009) por otro lado, es necesario
conceptualizar qué son las ciudades, “especialmente” como él escribe, “sí uno quiere dar vida
a futuros más liberadores y justos”. La naturaleza predominantemente informal de prácticas
económicas y demográficas, en las que grandes secciones de la ciudad están fuera de las redes
de servicios y una gran cantidad de residentes están excluidos de empleos regulares,
asalariados, son factores de especial preocupación para descubrir nuevas “coordinadas
conceptuales” para pensar acerca de y actuar sobre/en/a través de las ciudades. El modelo de
la megaciudad, de acuerdo con él, está nutrido por la idea de la ciudad como una entidad
cerrada con límites municipales e históricos, dentro de los cuales se encuentran medidas de
pobreza, desigualdad y justicia. Este también es el modelo dentro del cual han operado
instituciones multilaterales desde el encuentro en Vancouver de ONU-Hábitat en 1976, el cual
notó el número sustancial de residentes privados de derechos en estas ciudades y comenzó a
trabajar en pos de comprobar su presencia. La siguiente sección detallará algo de los pasos
concretos dados por instituciones urbanas y multilaterales en lidiar con estos problemas,
incluyendo las teorías de economía informal y asentamiento informal que dan cuenta de estos
esfuerzos. Pero aquí regresamos a las conceptualizaciones de las “ciudades del Sur Global”, y
al “giro sureño” para teorizar la ciudad contemporánea, movimientos a los que aludimos al
comienzo de esta sección para destacar el rol de la globalización en la producción teórica de la
ciudad contemporánea y en la búsqueda de ideas para su futuro.
13 La sección editorial desea agradecer a David Satterthwaite por las múltiples conversaciones en 2008
14 Por supuesto, debería señalarse que gran parte de esta literatura política se concentra en esta
demanda/suministro desfasado, y en las formas de construcción urbanas que emergen en tal brecha
contraviniendo regulaciones de planificación. Generalmente se presta menor atención a las formas
heterogéneas de economía urbana que tales formas de asentamiento y ocupación generan. Así mucha
de la literatura en esta tradición típicamente se focaliza en las políticas de vivienda o en afirmaciones
violentas de ciudadanía y pertenencia formuladas por residentes de estos distritos.
15 Resulta crucial recordar, sin embargo, que el modernismo se espeja y fractura simultáneamente en
centros imperiales y terrenos colonizados como señalan Filip De Boeck y Marie-Françoise Plissart en su
trabajo de seminario sobre Kinshasa (2005).
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adherido por economías urbanas a organizaciones nacionales y globales. En tanto este valor
ha incrementado permanentemente hacia el presente –particularmente a través de una
maximización de la renta– vemos la emergencia de diferentes estrategias para lidiar con la
ocupación urbana, y estrategias de producción del espacio económicamente viables. Políticas
y tecnologías variadas para lidiar con la informalidad urbana –la contravención productiva y
generativa de estándares que son inmediatamente deseados y convocados a ser incluidos en
cada una de sus formulaciones– también reflejan estas estrategias de ocupación espacial. Para
tomar el caso de India, con el que el autor está más familiarizado, ha habido variados intentos,
históricamente, por parte del Estado de mitigar el incremento del crecimiento informal, así
como el deseo por controlar y politizar el deseo del desarrollo.
Así, por ejemplo, la fractura de la narrativa modernista del desarrollo y el progreso
reflejada anteriormente en los paisajes de la posguerra, hoy lo hace en el encuentro de
ciudades poscoloniales con programas gubernamentales públicos para la vivienda, a veces
incluso de manera entusiasta. Sin embargo, en tanto la urbanización se aceleró, tales
programas dejaron de ser adecuados, pero claramente la indiferencia tampoco era una
solución viable. Como sostuvo en una reciente entrevista un prominente funcionario a cargo
de uno de los más grandes proyectos contemporáneos de redesarrollo de la villa –el Proyecto
Dharavi de Redesarrollo–, la inhabilidad del Estado para identificar las necesidades
domésticas de la creciente población de Mumbai condujo a la emergencia de variadas políticas
de alojamiento, incluyendo la publicación de fotografías de residentes de distintos
asentamientos informales como una forma simbólica de vivienda, y la adopción de la mirada
del Banco Mundial respecto de la villa avanzando con programas en diferentes escalas 16. Estas
decisiones políticas no fueron, sin embargo, ni consistentes ni completamente exitosas, y
especialmente en una situación populista, democrática, tales esquemas fueron revisados
continuamente, así como intercalados con regulares interludios de desalojos y demoliciones.
Como apunta David Satterthwaite, “en muchas ciudades, la modernización se ha vuelto “la
norma” con numerosas “villas” dejando de ser “villas”. El efecto principal de estos programas
ha sido el de reconocer oficialmente territorios urbanos ocupados y desarrollados en
contravención productiva y generativa de normas dominantes, formas y regulaciones del
desarrollo urbano.
La política más reciente gira en torno al reclamo de territorios urbanos desarrollados
informalmente a través del reasentamiento y la relocalización de poblaciones, y el
redesarrollo de estos territorios con miras a maximizar las rentas y atraer firmas e
inversiones internacionales. El Mumbai contemporáneo sirve como un ejemplo extremo de
este proceso de maximización de la renta, ya que la ciudad entera ha emprendido un vasto
redesarrollo y construcción de sitios a través de varias asociaciones público-privadas. Estos
mega-proyectos ya han puesto en movimiento el reasentamiento y el desplazamiento de
decenas de miles de personas a través de la ciudad desde distritos que han ocupado y
desarrollado –por más de medio siglo en algunos casos. La mayoría de los argumentos en
contra de esta forma de mega-desarrollo, prominente pero no únicamente limitadas a
ciudades asiáticas (especialmente las ciudades de India y China) se centran alrededor de la
injusticia del desplazamiento de residentes de larga duración, en particular los pobres, la
16 Satterthwaite, entre otros, ha enfatizado el rol central jugado por los escritos de John Turner
facilitando la mirada del Banco Mundial respecto de la eliminación del mejoramiento de las villas más
que de su erradicación total. Basados en su evaluación de la contribución económica positiva de las
villas y sus habitantes al crecimiento económico general, desde sus viejos estudios en América Latina,
Turner recomendó el desarrollo de diversas políticas mixtas, atentas a la escala y acumulativas – tanto
‘duras’ (por ej., infraestructuras de transporte, sanidad y aguas) como ‘blandas’ (por ej., derecho de
ocupación y seguridad efectiva de asentamiento) para expandir los servicios y extraer valor de estos
territorios urbanos (Turner 1977).
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disolución del patrimonio urbano y la creciente fisura del espacio urbano (ver también
Porteous y Smith 2001). Estos argumentos, en otras palabras, son argumentos para una
mayor inclusión, aunque no necesariamente para la tolerancia de formas heterogéneas de
ocupación urbana – sean éstas formas construidas o formas de acción económica o política.
organización de base), un colectivo de mujeres llamado Mahila Milan, y un grupo de apoyo sin
fines de lucro llamado SPARC. Esta alianza está principalmente preocupada por “ganar
seguridad de tenencia de la tierra, vivienda adecuada y de calidad, y acceso a elementos de la
infraestructura urbana, en particular de electricidad, transporte, sanidad y servicios
similares” (Appadurai 2002, 23). En la lectura de Appadurai, los reclamos hechos por este
grupo de pobres urbanos organizados derivan su eficacia de su habilidad por transformar sus
experiencias vitales y estrategias de supervivencia –vistas como “ilegales” desde el punto de
vista del Estado y grupos de elite empoderados– en conocimiento legítimo acerca de
sobrevivir en la pobreza. Es más, también están interesados en comercializar ese
conocimiento con el Estado y otros organismos consternados por la mejora de su situación en
tanto precedentes en la erradicación de la pobreza.
Resulta importante notar que el análisis de Appadurai está centrado en las estrategias
de tales grupos por transformar situaciones de asentamiento ilícitas e ilegítimas en
fundamentos legítimos para realizar reclamos ciudadanos. Esto es analíticamente diferente de
los argumentos de teóricos como los brindados por John Turner, quien basa sus
recomendaciones a los Estados acerca de la villa en la mejora del valor económico de la villa
como territorio urbano. Al igual que Chatterjee, Appadurai está preocupado con la villa en
tanto espacio desde el cual están emergiendo nuevas estrategias de gobierno y autogobierno
para ciudadanos desempoderados alrededor del mundo, más que en tanto que espacio para
que sea manipulado por el Estado a través de la gradual provisión de incentivos.
Específicamente, el análisis de Appadurai está basado en tres supuestos teóricos –primero, la
emergencia de “nuevas formas de poder y conocimiento globalmente organizado acerca de la
“piel” o la “carcaza” de Estados-Nación actuales; segundo, una “crisis de ajuste” que afecta al
Estado-Nación, en tanto se encuentran diferentes dimensiones de gobierno derivadas a
diferentes organismos, tanto nacionales como transnacionales; tercero, el “crecimiento
explosivo de organizaciones no-gubernamentales de todas las escalas y variedades”.
Appadurai construye cuidadosamente el paisaje empírico de Mumbai de los años 1990s.–
cuando las políticas de liberación estaban adoptadas oficialmente por el gobierno indio.
Dentro de este paisaje, la crisis de la vivienda representa un lugar muy especial dado que es
precisamente el punto alrededor del cual gran parte de la vida psíquica de Mumbai está
organizada (Appadurai 2000).
Tomadas en conjunto, estas vías de entrada teóricas conducen a Appadurai a analizar
las acciones de tales grupos de activistas urbanos globalmente vinculados en tanto práctica de
la “democracia profunda”. Tanto Chatterjee como Appadurai se encuentran consternados con
la participación política de los pobres urbanos, siendo signos demográficos y territoriales de
la ciudad india. Extrapolándonos de este ejemplo, deberíamos decir que la preocupación con
la tensión entre la ciudad y la nación en tanto sitios antagónicos de la modernidad en el Sur
global ha dado curso a intentos por comprender los nuevos estados sociales y espaciales de
emergencia en la Era de la globalización 17. Ambos autores encuadran la emergencia de nuevos
mecanismos de participación política en el autogobierno, pero lo hacen asumiendo la
inevitabilidad de la transformación urbana dirigida específicamente por los intereses del
capital global.
Sin embargo, como muestra Ananya Roy en un reciente ensayo, la preocupación con la
inclusión y la participación no desafía fundamentalmente los campos sobre los que están
basados los proyectos de renovación o transformación urbanas – en la mayoría de los casos
dirigidos por sociedades público-privadas (Roy 2009). Este paisaje es al que se refiere
Solomon Benjamin con el paisaje de lo “mega” – el megaproyecto o la megaciudad si uno
17 Para ejemplos de trabajos similares fuera de Asia del Sur ver Ferguson (1999), De Boeck y Plissart
la relación entre teorías de lo urbano y sus marcos desde el punto de vista del planeamiento 21.
Estos abordajes conciben implícitamente al planeamiento como una herramienta para la
intervención, la cual en sí misma se considera necesaria e inevitable. Las acciones de diseño,
invoquen “abordajes participativos” o no, son emprendidas asumiendo a priori el resultado
normativo 22. En el nivel teórico, el foco en procesos abstractos de asegurar derechos a la
ciudad y la participación en sí misma como el objetivo político general ha triunfado en dar una
cierta actualidad a la megaciudad como modelo de urbanismo. Para la participación en sí
misma, en los sentidos en que ha sido extraída de luchas dentro de ciudades del Sur global por
estudiosos como Appadurai y Chatterjee, se ha vuelto la condición normativa a la que vale la
pena aspirar. El imaginario de la villa entonces produce un modelo o una representación de
construcciones conscientes extrapoladas de las condiciones existentes, y posiciona esta
representación como una proposición que puede advertir desarrollos futuros.
Así, como revelamos, una nueva generación de teoría urbana y modelación está
comenzando a dar cuenta de la necesidad crucial de identificar el problema de la participación
fuera de los horizontes normativos del planeamiento. Estos trabajos comienzan cuestionando
los supuestos de normas y horizontes a priori, y en su lugar comienzan investigaciones desde
la perspectiva de formas sustanciales sobre el terreno. Así, la investigación en sí misma
comienza con los diseños de viviendas en el terreno más que vistas desde el aire, como hace
Koolhaas en su trabajo sobre Lagos, o vistas como precedentes formas sufribles y vulnerables
de asentamiento en la interpretación de Appadurai respecto del trabajo de la Alianza. Teorías
de “urbanismo de ocupación” por ejemplo evitan esta comprensión a priori de la
normatividad. En su lugar, estos pensadores parecen enfatizar un diferente abordaje de la
normatividad, la cual, siguiendo al filósofo de la ciencia francés Georges Canguilhem, acentúa
la continuada generación de nuevas formas y estados de la normatividad a través del
constante debate entre la vida y su ambiente.
Puesto que las acciones de diseño dependen fundamentalmente de tal articulación
continuada de la vida y su ambiente, y por ello de la generación y regeneración de formas y
estados de la normatividad, estas nuevas tentativas teóricas podrían comenzar formalmente
el abordaje de la relación entre las ciencias sociales y las profesiones de diseño. En particular,
el énfasis que esta nueva generación de teoría urbana sitúa en el rol de lo imaginario; las
formas narrativas y retóricas conectadas con el imaginario y la complejidad regulatoria
rechaza los esquemas clasificatorios vigentes que insisten en dividir paisajes urbanos entre
formales e informales, y legales e ilegales. A su vez arroja nueva luz sobre el vocabulario de
derechos y reclamos, en tanto se vuelve más claro que los “residentes urbanos se
encuentran… preocupados acerca de qué tipo de juegos, instrumentos, lenguajes, puntos de
vista, construcciones y objetos pueden ser puestos a funcionar en pos de anticipar nuevos
alineamientos de iniciativas y recursos sociales y por lo tanto su capacidad” (Simone 2004).
Dentro de las ciencias sociales, la peculiaridad de lo urbano como contexto de
investigación yace en la constante erradicación de fronteras entre la investigación y el diseño,
21 Entre otros, Grahame Shane ha sostenido que la diferencia entre planeamiento urbano y diseño
urbano puede ser caracterizada como escalar. De acuerdo con Shane, el diseño urbano emerge luego de
la Segunda Guerra Mundial en respuesta al fracaso de los planeamientos de arriba-abajo que apuntaron
a controlar todos los sistemas urbanos mediante la centralización. El diseño urbano provee un método
para el planeamiento de grandes fragmentos más que para el control del sistema entero (ver Shane
2005).
22 Como se mencionó anteriormente, estoy empleando el término ‘acciones de diseño’ en un sentido
amplio, diferente del diseño urbano como práctica profesional, para incluir la construcción y otras
acciones relacionadas con el uso de infraestructura, la ecología y la población urbana en general. Esto
es para conocer el rol de actores no-expertos en la producción así como también en la ocupación del
entorno construido.
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