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Espacio & Soeciedad 1

La Villa como Teoría: Mega-Ciudades y Modelos Urbanos


Vyjayanthi Rao *
En su libro, Ciudades: Reimaginando lo Urbano Ash Amin y Nigel Thrift (2002) ofrecen lo que
caracterizan como un “diagrama provisional sobre cómo comprender la ciudad”. Reconocen,
sin embargo, que este intento está limitado en numerosos aspectos, pero específicamente
constreñido por las geopolíticas específicas de los modelos urbanos heredados. Los modelos
son precisamente aquellas formas que informan teoría postulando condiciones normativas,
tanto representaciones extrapoladas de la realidad actual como proposiciones que informen
desarrollos futuros. 1 Amin y Thrift nos recuerdan útilmente sobre el rol que los modelos
juegan enmarcando resultados y deseos normativos en relación a las ciudades. Concluyendo
en que su trabajo se limita al “género, la raza y el ambiente” y geográficamente a las
transformaciones de las “ciudades del Norte”, nos invitan a pensar a través de lo que se refirió
el arquitecto y urbanista Teddy Cruz (2005) con el “ecuador político” – una línea imaginaria
que divide el mundo entre el “núcleo funcional” y la “brecha no-integrada” – usando la
retórica del Pentágono para describir el mundo post-9/11.
Las mega-ciudades del Sur global son más fácilmente localizables en esta “brecha no-
integrada”. Esta distinción, relación post-colonial al proyecto de la modernidad invita a la
teorización de kampongs, favelas, barrios y zhopadpattis de estas ciudades como respuestas a
las presiones de la modernidad y del capitalismo por la innovación y la destrucción creativa,
respectivamente. 2 Sus formas materiales y experienciales implican cuestionamientos
inevitables respecto a las normas del desarrollo urbano, en particular acerca de si estas
formas proveen de hecho los códigos para rearticular normas urbanas en una era global. Estos
interrogantes invitan a reflexionar no sólo sobre los aspectos materiales y procesos incluidos
en la producción de lo que Mike Davis ha provocativamente llamado el Planeta de ciudades
miseria (2007 [2006]) sino también sobre los presupuestos epistemológicos y éticos de la
teoría urbana actual. El foco en la residencia y los derechos, más que en las escalas y
economías producidas por las fuerzas globalizantes, así como también las ecologías de lo
habitacional y las prácticas de supervivencia desembocan en una situación peculiar, en la cual
la idea de la villa se ha vuelto una taquigrafía tanto teórica como empírica para la

*RAO, Vyjayanthi, ‘Slum as Theory: Mega-Cities and Urban Models’ en Greig Crysler, C., Cairns,
S. y Heynen, H., The Sage Handbook of Architectural Theory, Sage Publications, 2012, pp. 671-
686. Traducción hecha por Valentín Magi para la cátedra Espacio & Sociedad, Escuela de
Historia, FHyA, UNR.
1Utilizo el término normativo para señalar la moral subyacente de gran parte de la teoría y práctica de
planificación urbana. La idea de normatividad como una base para el orden social, así como también
para su conocimiento, ha sido investigada en profundidad por el teórico francés, George Canguilhem en
su libro, Lo Normal y Patológico (1991). Canguilhem muestra cómo cuestiones de lo normativo se
encuentran debajo no solo de las condiciones empíricas estudiadas por los cientistas sociales sino
también cómo informan la producción de conocimiento en las ciencias sociales. Las condiciones
normativas y los resultados son también, por supuesto, asumidos por planificadores y arquitectos
cuyas prácticas incluyen la invocación de condiciones ideales y constreñimientos éticos que informan
su práctica (ver, por ejemplo, Shane 2005). A lo largo de este texto también utilizo el término normativo
como un término que circula, y es significativo tanto entre arquitectos y cientistas sociales.
2 Ver Berman (1982) para una elaboración de esta interpretación de la modernidad como un vórtice de

destrucción en la búsqueda por la innovación y el ‘progreso’. Berman también muestra cómo esta
interpretación aparentemente universal de la modernidad en tanto presión innovadora se desenvuelve
de manera diferente en distintos contextos urbanos con historias políticas particulares, como Nueva
York, París y San Petersburgo.
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comprensión de urbanismos poscoloniales y mega-ciudades contemporáneas. Este capítulo


explora la emergencia de ese abordaje y traza sus límites en relación a la investigación urbana
y la práctica del diseño. 3

MODELOS URBANOS Y LA MEGACIUDAD:


TEORIZANDO VILLAS Y LA VILLA COMO TEORÍA
Como nos recuerdan McGrath y Shane, hay al menos dos modelos dominantes para imaginar y
representar las condiciones urbanas contemporáneas –las metrópolis y las megalópolis.
Aunque los términos y las condiciones históricamente específicas en las que estos modelos
emergieron, coexisten y se superponen a cualquier diagnosis de condiciones urbanas
alrededor del mundo en tiempos contemporáneos. A su vez, señalan correctamente que la
megaciudad es un fenómeno que debiera ser considerado en una relación sombría con estos
modelos urbanos dominantes. Por un lado, la megaciudad –específicamente modelada por las
formas urbanas de ciudades del Sur global– puede ser vista como un sub-conjunto del modelo
de la megalópolis. Su emergencia y crecimiento continuo pueden ser comprendidos como
síntomas de la sistémica división internacional del trabajo y la inversión, en tanto albergan las
condiciones de posibilidad y los sistemas de soporte para las formas urbanas megalopolitanas
del Norte global. También pueden ser vistas en términos relacionales, tanto como las
necesarias y habilitantes condiciones de posibilidad para el sistema político capitalista global,
tanto como nodos dentro de tal sistema.
Por otro lado, estas formas también son vistas, más recientemente, como
representantes de un tipo de vanguardia en el estudio del urbanismo del siglo veintiuno. Esta
mirada es cada vez más sostenida por numerosos arquitectos y teóricos practicantes. 4 Para
prácticas arquitectónicas basadas en el Norte, la realización de gran parte del entorno
construido del mundo actual pasa por alto a los arquitectos en conjunto constituyendo una
conmovedora revelación acerca de la relevancia de la profesión. La megaciudad de hoy en día
–en sus formas conceptuales y materiales– también constituye, para algunos, una invitación a
repensar la práctica urbanística y arquitectónica. El desorden desafía al pensamiento
normativo tanto en términos de expectativas como de resultados. Pero esta perspectiva refleja
una mirada universalista que concibe a las metrópolis y megalópolis como modelos
normativos. Como señalan McGraith y Shane, estos modelos están siendo cuestionados en sí
mismos por los procesos y crisis de la globalización que han vuelto necesaria la
reconsideración de la utilidad de ciertos modelos urbanos.
En la conjunción del mundo desarrollado con otro en vías de desarrollo, sobre un
sistema de urbanismos donde ciudades específicas son nodos y nudos de interconexiones
dinámicas, la atención se dirige hacia la insostenible relación entre “el universalmente
atractivo, socialmente homogéneo y amigablemente relajado estilo suburbano de las naciones
desarrolladas” y el desarrollo de villas en megaciudades. Estas relaciones muestran cómo la
transición de un sistema de distintivos centros metropolitanos, sustentado por sus periferias
regionales y coloniales hacia un sistema urbano entrelazado y abierto anclado en mega-
formas y mega-estructuras, dio paso al sombrío mundo de la ciudad sureña como una forma
híbrida, que visualmente representa el desmadejado sistema urbano megalopolitano de la

3 A lo largo de este ensayo uso ‘diseño’, ‘acciones de diseño’ y ‘práctica de diseño’ de una manera muy
amplia, yendo más allá tanto de la escala urbana como del experto profesional. Me encuentro
concernido respecto de prácticas de hacer, construir y habitar espacios en cuanto trabajos de diseño.
4 Además del trabajo de Teddy Cruz sobre la relación entre la investigación sobre condiciones urbanas

informales y la práctica arquitectónica, ‘‘Koolhaas’ Project on the City series’ (2001) también es
significativo y ha sido elogiado y criticado por su alcance en la conexión de cuestiones de investigación
y diseño.
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Euro-América de pos-guerra mientras que ideológicamente reproduce una estructura


metropolitana colonial. 5
En su ensayo “Las Estéticas de la Superfluidad”, Achille Mbembe (2004) hace esta
transición visible y palpable a través de su historia del carácter metropolitano de
Johannesburgo. En su lectura, la posición ambigua de Johannesburgo como un nodo en la
relación colonial periférico-metropolitana apunta como lo hace la Autoridad de Desarrollo de
Johannesburgo (ADJ), un emprendimiento público-privado, a re-centrar a Johannesburgo
como un nodo crítico en los flujos contemporáneos del capital global. Las rupturas y
continuidades reveladas por tal esfuerzo son específicamente visibles en el paisaje construido,
en tanto nuevos desarrollos reflejan las fantasías coloniales, metropolitanas dentro de un
paisaje proliferante de desarrollo informal y pobreza abyecta en los expansivos contornos de
viejas ciudades del apartheid, en tanto el trabajo continua siendo superfluo, el gasto
imprudente y profuso de la moneda sostiene el crecimiento urbano y la riqueza neocolonial.
Este análisis es significativo tanto por su lectura particular de Johannesburgo así como por su
aplicabilidad general para otras ciudades poscoloniales, y se conecta con el análisis de
McGrath y Shane de las formas urbanas y los modelos entrelazados en la ciudad
contemporánea.
Algo del vívido debate acerca de la mega-ciudad concierne precisamente a su sombría
presencia en tanto “lazo” entre las estrategias del arquitecto metropolitano y las tácticas de
arquitectos, planificadores, legisladores y residentes urbanos ordinarios en sus intentos por
justificar la presencia de las vastas mayorías de residentes urbanos excluidos de la ciudadanía
plena. 6 Específicamente, las cuestiones que trae consigo la mega-ciudad, como forma, son
cuestiones acerca de la composición social y la inclusión, cuestiones concernientes a la
naturaleza de “las mayorías” y su estatus político en relación a las formas de gobierno, poder y
la equitativa distribución de recursos y productos. No sólo estas situaciones urbanas de
pesares y fracasos invitan a la reflexión sobre estas múltiples normativas y dilemas éticos,
sino que los procesos por los cuales los residentes de estas ciudades sobreviven en estas
situaciones extremas están vistas cada vez más como modelos para el urbanismo flexible,
justo-a-tiempo que los procesos de globalización buscan imponer universalmente en el futuro
cercano, transcendiendo la división global desarrollo-vías de desarrollo. Modelar la mega-
ciudad como un “lazo” entre el Norte global y el Sur global aún presenta la posibilidad de que
estos debates puedan servir como plataformas para una interpretación más universal e
inclusiva de sistemas urbanos. Pero antes de que podamos proceder a hacerlo, es necesario
develar las dinámicas de lo universal y lo particular en comprensiones poscoloniales de la
modernidad y su impacto en la teórica y práctica urbanas.

MODERNIDAD: GLOBAL, NACIONAL, URBANA


Más allá de que la experiencia de la modernidad secular en Occidente está explícitamente
asociada con el desarrollo de la ciudad moderna, en los contextos post-coloniales de Asia,
África y América Latina la modernidad liberal con sus premisas asociadas de libertad e
igualdad fue usualmente asociada con la forma política de la nación. Incluso una indagación
superficial en las literaturas sobre las ciudades del Sur global muestra cómo sus
representaciones están estrechamente vinculadas con diversas formas de ansiedades acerca

5 El tercer modelo que proponen, el de la metaciudad, es una elaboración de la emergente región


urbana, más fácilmente visible en la aparentemente trastornada coexistencia de agricultura, industria y
redes digitales en regiones de ciudades globales alrededor del mundo, incluyendo países desarrollados
como en vías de desarrollo.
6 Esta distinción entre estrategias y tácticas como formas de acciones disponibles desde diferentes

posiciones institucionales de poder se hizo famosa por Michel de Certeau (1984) en sus ensayos
coleccionados en La invención de lo cotidiano. 1, Artes de Hacer.
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de su relación “incompleta” o trastornada con los imaginarios urbanos de la modernidad


metropolitana. En un artículo reciente, el antropólogo argentino Néstor García Canclini (2008)
escribe acerca de una “tensión entre los imaginarios de la planificación urbana y cultural” que
ha hecho de la Ciudad de México un lugar “más trastornado que barroco”, en el que a pesar de
ello se comparten diferentes imaginarios. Esta tensión surge de las diferencias implícitas
entre imaginarios culturales o particulares y la postura más universal sobre los imaginarios
de planificación urbana. En referencia a Asia del Sur, numerosos artículos recientes han
señalado un vacío en la investigación sobre condiciones urbanas atribuyéndolo
específicamente a la relación ideológica entre la construcción-nacional y la promoción de la
sociedad urbana como su ideal de desarrollo espacial (ver Khilnani 1998; Prakash 2002). Los
impulsores más conocidos del desarrollo rural como el sitio del progreso nacional son, por
supuesto, Gandhi y Mao.
En el imaginario nacionalista post-colonial, hubo una disputa inevitable entre una
aprehensión más positiva de la ciudad como motor de modernidad, modernización y
desarrollo y una más negativa conectando el crecimiento urbano a los fallidos y exigencias del
desarrollo rural, más que a su propia dinámica de crecimiento orgánico como centro de
intercambio, comercio e industria. En términos generales, la narrativa historicista dominante
de ideólogos postcoloniales describió el despliegue del desarrollo moderno dentro de un
marco nacionalista y rural, rechazando la especificidad de formaciones urbanas en tanto
espacios sociales y políticos modernos. 7 Por ejemplo, en su libro Las políticas de los
Gobernados, Partha Chatterjee (2006) sugiere que nunca hubo una imaginación “orgánica” de
la deseada y moderna ciudad india del futuro. Interpreta la invitación que hiciera el Primer
Ministro de la India, Jawaharlal Nehru a Le Corbusier para diseñar y construir Chandigarh
como un signo de desesperación y extenuación de parte de la imaginación nacionalista así
como de la forma del modernismo/modernidad concebido en la ciudad. Debemos lidiar con
este problema de imaginar la ciudad como un vehículo para la cultura moderna porque juega
un rol fundamental en las inversiones materiales que se han hecho para el desarrollo urbano
en numerosos lugares del Sur global. Un recuento material simplista de la corrupción, los
lapsos de desarrollo y el mal gobierno yerran al explicar las condiciones que prevalecen en
muchas de las ciudades del Sur global hoy en día. El problema de las metrópolis tumultuosas y
distópicas es tanto una cuestión de imaginario teórico como de aconteceres materiales en
bruto.
Estas “fallas” también deben ser situadas contra modelos normativos de formas
urbanas y dificultades ético-políticas de los imaginarios post-coloniales con esas visiones
universalistas. No hay fallas en los imaginarios nacionalistas postcoloniales, más bien son
dilemas ético-políticos encarados por estas naciones para definir sus futuros y ser diferentes
de sus colonizadores, siendo al mismo tiempo reconociblemente modernos. La literatura
sobre este tema es vasta, especialmente en la antropología y la historia. 8 Sin embargo, por un
lado, los procesos de globalización del siglo XXI y, por otro, el giro específicamente urbano o,
más ampliamente espacial en las ciencias sociales han realizado un gran esfuerzo por
cuestionar y problematizar esta división de regiones y conceptos y múltiples y distintivas
modernidades en la búsqueda por producir una normativa y unos modelos generativos para
la especulación histórica. 9

7 El historiador Gyan Prakash (2002) ha descrito las consecuencias políticas y analíticas de esta
posición en relación a la India en su ensayo ‘El Giro Urbano’.
8 Ver Chakrabarty (2000), Spivak (1987), Stoler (1995), Thongchai (1994) entre otros para una

compilación.
9 Para el giro urbano en las ciencias sociales, ver específicamente Soja (1989) siguiendo un

renacimiento en el interés por los escritos del filósofo marxista Henri Lefebvre sobre la producción del
espacio. Arjun Appadurai (1996) y Achille Mbembe (2001), han desafiado nociones de múltiples
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Como evidencia, apuntamos a la intensificación de un tipo particular de interés en


estas ciudades postcoloniales después de la globalización. Mientras que estudiosos, activistas
y teóricos poseen un importante interés en destacar la localización de estas ciudades en tanto
partes de una nueva formación geopolítica y espacial –el Sur global– caracterizadas por sus
extremas condiciones de desigualdad, pobreza y colapso, también hay una próspera literatura
que indaga sobre estas ciudades como aspirantes a “ciudades globales” o al menos como
puntos de enlace o nodos en la circulación global del capital financiero e industrial. 10 Estos
dos conjuntos de nominaciones –“ciudades del Sur global” y “ciudades globales del Sur”– están
estrechamente relacionados, pero también diferenciadas en términos de sus implicaciones
políticas. He sostenido en algún lugar que la literatura sobre las “ciudades globales del Sur”
puede ser leída como taquigrafía para formulaciones teóricas que toman al Sur como su punto
de partida en camino a una teoría de la globalización (Rao, 2006). En otras palabras, para
estos trabajos, la megaciudad más que la megalópolis –para usar la historia de McGrath and
Shane– forma el marco para la generación de un nuevo modelo urbano capaz de incluir a la
globalización, invirtiendo así el encuadre acostumbrado de “el resto aparte de Occidente”, o el
encuadre de lo universal a lo particular, para producir modelos normativos.

GLOBALIZACIÓN Y URBANIZACIÓN: LA MEGACIUDAD COMO META-MODELO


En su texto introductorio, McGrath y Shane se ocupan de un tema más antiguo, institucional
respecto de estas condiciones urbanas a través de la historia de las conferencias de ONU-
Hábitat y otras instituciones internacionales y multilaterales, incluyendo al Banco Mundial; en
tanto son las que comienzan a preocuparse por los patrones de crecimiento urbano en el Sur.
El provocativo libro de Mike Davis Planeta de las Villas también coloca esta historia en
particular como un punto de partida para un análisis importante de las megaciudades
contemporáneas (2007 [2006]). El libro deviene de un ensayo provocador y rupturista con el
mismo nombre, publicado en la New Left Review, que es una interpretación ampliada del
reporte de ONU-Hábitat de 2003, El Desafío de las Villas: Reporte Global sobre Asentamientos
Humanos 2003. Este informe sostuvo que las villas constituyen un ingrediente crucial en la
reciente explosión de la urbanización a través del planeta, pero especialmente en el Sur global.
La lectura particular de David se focaliza en la emergencia de una “humanidad excedentaria”,
compuesta por personas excluidas del mundo de la economía formal y conducidas a vivir en
villas urbanas a razón de la disociación entre urbanización y capital fruto de la
industrialización y el desarrollo, bajo programas de ajuste estructural dictados por el FMI
durante más de una década. Estas ciudades del Sur, más que ser nodos de desarrollo, son en
verdad vertederos para esta “humanidad excedentaria”.
De acuerdo con Davis, la villa representa la única “solución totalmente financiada para
el problema del depósito de la humanidad excedentaria del siglo veintiuno” (Davis 2004, 28).
Bajo esta mirada, la globalización ha convertido a ciudades del Sur en “gigantes
concentraciones de pobreza” cuya manifestación formal es la villa. Para Davis, la villa es tanto
una forma territorial como demográfica, es la evidencia física de la emergencia de un

modernidades de muy diferentes formas. Appadurai, por ejemplo sostiene que la modernidad es ‘en
general’, un proyecto que está forjado de manera diferente en distintas circunstancias históricas,
sociales y culturales, mientras que Mbembe señala que el concepto espacio-temporal de la ‘post-
colonia’ es un espacio complejo en el que las relaciones coloniales de dominación permanecen
inmanentes y emergentes más que trascendentes en el espacio y el tiempo, implicando un grado de
continuidad entre sociedades coloniales y de-colonizadas en alusión a las formas de gobierno y
sociabilidad. En ese sentido, cuestiona una división entre colonizadores y colonizados sobre el poder y
su abuso, en pos de teorizar la modernidad a través de los lentes de la singularidad histórica del
colonialismo más que de la diferencia regional y cultural. Ver también Capítulos 1 y 3.
10 Ver Sassen (2001 [1991]) para el desarrollo del concepto de ciudad global.
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proletariado informal de una década de ajustes estructurales. 11 Sin embargo, la villa no es, por
supuesto, solo una manifestación pasiva de la existencia de una “humanidad excedentaria”
sino también un signo de lo que se viene, hablando históricamente. Tanto el artículo como el
libro finalizan posicionando la “villa pobre” como actor crítico en el futuro de la “Guerra
contra el Terrorismo” que se prevé devenga en una guerra entre el imperio Americano y la
villa pobre. Como sujetos históricos, Davis predice que la “villa pobre” aprovechará
inevitablemente las tradiciones culturales e históricas de resistencia. Así, por ejemplo, escribe
“[en] todos lados las villas musulmanas constituyen reservas aparentemente inacabables de
desesperación altamente disciplinada”. “Pero”, enfatiza que “en última instancia – y esta es
nuestra afirmación principal – esta no es una guerra de civilizaciones sino un choque oblicuo
entre el imperio Americano y la fuerza de trabajo que ha expulsado del mundo económico
formal” (Davis 2004, 14).
Este pasaje de villa como población y terreno, a villa como teoría o campo para la
especulación filosófica disciplinada acerca de procesos históricos y los futuros de la
humanidad, ocurre dentro de una narrativa particular, historicista que coloca en el centro al
imperio como sujeto y objeto, y dentro del cual lo “global” aparece como una categoría
analítica. Pero esta es una historia que descansa sobre la megaciudad del Sur como su sujeto
representativo. Para Davis, una nueva interpretación de lo global emerge situando los
espacios de estas ciudades en el epicentro del catastrófico apetito de los flujos del capital
global y volviendo esos espacios un nuevo principio territorial del orden.
Una teorización diferente del futuro de la modernidad se encuentra en el trabajo de
Rem Koolhaas sobre ciudades no-occidentales, el cual las concibe como “incubadoras del
futuro aspecto de la ciudad global” (Enwezor 2003, 113). El trabajo publicado de Koolhaas
sobre ciudades no-occidentales se ha focalizado sobre las nuevas ciudades de China y sobre
Lagos. Focalizándose en Lagos, Koolhaas construye una teoría de la disfunción como
incubadora del futuro. En lugar de la imposibilidad de un futuro, se nos ofrece una alternativa
para concebir el futuro y por ende para redimir la historia de la modernidad en sus estados
terminales a través de las estrategias urbanas diseñadas. La posición de Davis, también
redentora, sugiere que la profundidad cultural o civilizatoria más que los arreglos estéticos o
topográficos habilitarán el cultivo del futuro de la modernidad 12. Koolhaas se refiere a Lagos
como un “ícono de la urbanidad del África Occidental. … [que] invierte cada característica
esencial de la así llamada ciudad moderna” (citado en Enwezor 2003, 113). Dado que Lagos
parece “funcionar”, Koolhaas sugiere que estudiar la ciudad desde el punto de vista de los
sistemas urbanos tradicionales provoca únicamente una “angustia por sus defectos”. En su
lugar, observa que las razones para la continuada funcionalidad de Lagos y otras
megaciudades del Sur deberían ser una buena causa para revisar nuestras teorías vigentes y
modelos de sistemas urbanos.

11 Por supuesto que esta mirada de la villa como evidencia únicamente de la existencia de un
‘proletariado informal’ ha sido discutida tanto por críticas bien intencionadas y activistas que señalan la
enorme diversidad entre habitantes de las villas alrededor del mundo en relación a la ocupación y las
marcas identitarias, así como también por otros que están preocupados por el problema de la
conciencia en la construcción de estas comunidades, y cuestionan su significado para sugerir que la
villa puede ser el resultado, no simplemente de arreglos espontáneos e improvisados para vivir, sino de
hecho un resultado de procesos diseñados que son más o menos conscientes.
12 A pesar de que ésta no es la ocasión para esto, sería interesante posicionar la teleología marxiana,

liberacionista de la modernidad que articula Davis en contraste con la comprensión de la modernidad


de Koolhaas. Mejor articulada en su Delirante Nueva York (1978), la interpretación de Koolhaas de la
modernidad no ofrece una comprensión modernista de redención histórica, sino que destaca la
oscilación entre estados de coherencia y estados de delirio como un proceso en marcha sin final
redentor.
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Koolhaas sugiere que más que visualizar las condiciones de disfuncionalidad como
formas africanas de volverse moderno, es posible sostener que “Lagos representa un
desarrollado, extremo estudio-de-caso paradigmático de una ciudad a la delantera de la
modernidad globalizante. Esto equivale a decir que Lagos no nos está alcanzado. Más bien
nosotros deberíamos estar alcanzando a Lagos. Este gesto hiperbólico, como señala Okwui
Enwezor, puede ser, y de hecho ha sido, interpretado como una “celebración de lo patológico…
lo inestable y la cultura de la improvisación” (Enwezor 2003, 116). Pero Koolhaas va más allá
situando estas patologías y excesos como evidencia de los “exorbitantes valores de la
modernidad y la modernización” en su momento globalizante, pero siempre dentro de un
proyecto más amplio interesado en la dialéctica entre “declinación y retorno”, entre “lo
fantasmático y lo destructivo”, que corre a través de la modernidad. Todas las partes del
mundo urbano se unen como evidencia de esta dialéctica, con los “paisajes radiológicos” de la
ciudad africana funcionando como un contrapunto al desarrollo avanzado de la cultura de la
congestión representada por la emergente ciudad asiática. En otras palabras, estas ciudades
globales del Sur funcionan como puntos particulares en una historia narrativa espacializada
de la modernidad.
Ambas propuestas, si bien basadas en las realidades materiales de ciudades
particulares, se esfuerzan en persuadir a los lectores respecto de sus miradas generalizadas
de la historia moderna y sus finales. Mientras que el imperio es el sujeto en la historia de
Davis, el diseño es similarmente el sujeto o el protagonista de Koolhaas. La megaciudad del
Sur se vuelve, en cada una de estas miradas, un sujeto representativo para una historia
particular de la modernidad y sus condiciones terminales, sus excesos y sus posibilidades
redentoras. Sin embargo, como ha sostenido Matthew Gandy en su ensayo “Aprendiendo de
Lagos”, la forma urbana de Lagos es el resultado final de una trayectoria histórica particular
más que un significante del estado perseverante, o terminal indicativo del fin de la
modernidad. Como él escribe:

“si Koolhaas y sus colegas, sobrevolando la ciudad, pueden sostener que el estudio de los
comerciantes abarrotados debajo del sobrevuelo de Oshodi es “prueba y evidencia” de que el
urbanismo de Lagos es “uno que funciona”, la conclusión es inevitable: en su perspectiva, es la
habilitad de la ciudad para sostener un mercado el solo único significante de su salud.” (Gandy
2005, 52).

En “La Megaciudad: Decodificando el Caos de Lagos”, el periodista George Packard también


posiciona un contrapunto útil para la afirmación de Koolhaas de que Laos no es “un tipo de
situación atrasada” sino, más bien, “un anuncio del futuro”. Packard escribe: “Como una
imagen del futuro urbano, Lagos es fascinante solo si estás dispuesto a vivirla. Después de solo
un par de días en la villa de la ciudad, es difícil mantener la excitación intelectual de Koolhaas.
Lo que él llama “organización propia” es simplemente una adaptación colectiva para
dificultades extremas” (Packard 2006). La mirada de Packard, como la de muchos estudiosos
escribiendo en general dentro de un marco político, se coloca muy lejos de las
generalizaciones históricas y en su lugar examina las condiciones urbanas inductivamente,
apuntando a avanzar hacia nuevas interpretaciones de la política.
Otros han examinado estas condiciones por diferentes razones. Para Teddy Cruz
(2005), por ejemplo, los “umbrales más disputados y críticos de la actual geografía global
socio-política” pueden ser encontrados en las cornisas y bordes que dividen al mundo entre
un “núcleo funcional” y la “brecha no-integrada”. Escribe: “Es en las conjunciones críticas tales
como estas que las cambiantes dinámicas socio-culturales y económicas alrededor del mundo
pueden ser reflejadas y anticipadas, transformando potencialmente nuestras nociones de
vivienda, ciudad, y territorio”. Su trabajo sobre “urbanismos que han emergido desde el punto
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más bajo de retraso en la zona borde” amplifica la naturaleza relacional y reticular del
urbanismo sobre la que enfatiza la distinción de las condiciones del Sur global. Pero para Cruz,
estas condiciones fronterizas son críticas porque pueden apuntar a un futuro urbano
diferente a nivel global – tanto el Norte como el Sur – proveyendo la oportunidad de extraer
modelos especulativos para procesos urbanos desde transacciones y yuxtaposiciones del
borde y aun así apuntar al objetivo de la transformación social.
Para el planificador sudafricano, Edgar Pieterse (2009) por otro lado, es necesario
conceptualizar qué son las ciudades, “especialmente” como él escribe, “sí uno quiere dar vida
a futuros más liberadores y justos”. La naturaleza predominantemente informal de prácticas
económicas y demográficas, en las que grandes secciones de la ciudad están fuera de las redes
de servicios y una gran cantidad de residentes están excluidos de empleos regulares,
asalariados, son factores de especial preocupación para descubrir nuevas “coordinadas
conceptuales” para pensar acerca de y actuar sobre/en/a través de las ciudades. El modelo de
la megaciudad, de acuerdo con él, está nutrido por la idea de la ciudad como una entidad
cerrada con límites municipales e históricos, dentro de los cuales se encuentran medidas de
pobreza, desigualdad y justicia. Este también es el modelo dentro del cual han operado
instituciones multilaterales desde el encuentro en Vancouver de ONU-Hábitat en 1976, el cual
notó el número sustancial de residentes privados de derechos en estas ciudades y comenzó a
trabajar en pos de comprobar su presencia. La siguiente sección detallará algo de los pasos
concretos dados por instituciones urbanas y multilaterales en lidiar con estos problemas,
incluyendo las teorías de economía informal y asentamiento informal que dan cuenta de estos
esfuerzos. Pero aquí regresamos a las conceptualizaciones de las “ciudades del Sur Global”, y
al “giro sureño” para teorizar la ciudad contemporánea, movimientos a los que aludimos al
comienzo de esta sección para destacar el rol de la globalización en la producción teórica de la
ciudad contemporánea y en la búsqueda de ideas para su futuro.

INFORMALIDAD URBANA: POLÍTICAS OFICIALES


Como debería haber quedado claro en el análisis precedente, las condiciones materiales y
experienciales de la megaciudad del Sur han proveído un campo enormemente fértil para
teorizaciones contemporáneas del espacio, el capital y la modernidad. Subrayo los aspectos
teóricos de los debates que estas condiciones han engendrado específicamente para resaltar
las implicancias éticas de la investigación urbana. La idea de la villa, así como la villa en tanto
manifestación espacial física de ciertas condiciones sociales, económicas y culturales, ha
generado interrogantes acerca de la ciudadanía, los derechos y la pertenencia, incluyendo
teorías de la historia y predicciones acerca de la modernidad. Como sintetiza David
Satterthwaite, la política y las opciones políticas con relación a las poblaciones de bajos
ingresos que viven en tales situaciones están limitadas a cuatro tipos de políticas, las cuales
han sido utilizadas secuencialmente o simultáneamente en numerosas ciudades a través del
Sur global. Estas opciones las están “eliminando (es decir, destruyendo), mejorando,
previniendo o ignorando (Satterthwaite 2008). 13 Satterthwaite escribe “en realidad, la
mayoría de los gobiernos urbanos implementan una mezcla de estas –a pesar de que pocos
tengas políticas primordiales– mirada y escala para prevenirlas” (énfasis añadido). A su vez,
uno debe observar la relación recursiva entre las políticas y las poblaciones que ellos llaman
prioritarias, generalmente etiquetadas como “los pobres urbanos”, lo cual desconoce la
enorme heterogeneidad, tanto en términos de clase como de estrategias a través de las que
estos ciudadanos hacen evidente su presencia en la ciudad.

13 La sección editorial desea agradecer a David Satterthwaite por las múltiples conversaciones en 2008

y la correspondencia, a la que esta sección refiere y cita.


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Como continua señalando Satterthwaite, en cada ciudad hay un desliz entre la


demanda de viviendas asequibles de buena calidad y su suministro. “Pero”, escribe, “las
proporciones de la población urbana que tiene este problema varía desde menos del 1% hasta
más del 50%”. Similarmente, también sostiene que históricamente, “en gran parte, “las villas”
aparecen y se cuantifican porque los gobiernos introdujeron estándares oficiales con los que
se juzgan edificaciones o grupos particulares de edificaciones o barrios”. “Gran parte del stock
de viviendas urbanas previo a las revoluciones industriales”, escribe, “podría haber sido
designado como “villa” si estos mismos estándares oficiales se hubieran aplicado”. Estos
estándares incluyen tanto variables cualitativas, como el mantenimiento edilicio, la provisión
de infraestructura y servicios, la densidad y la calidad edilicia, así como también variables
legales, como las contravenciones para uso de la tierra designada o regulaciones edilicias. Así
la “informalidad urbana” está obligada a cubrir un rango de situaciones en las que al stock,
diseño, planificación edilicia y aspectos de la ocupación contravienen aspectos de
regulación 14.
Sin embargo, estas contravenciones son tanto permisivas como generativas,
especialmente en términos económicos, sirviendo para crear territorios que proveen acceso
competitivo localizado para oportunidades de inversiones. Estas miradas acerca de la
demanda y el suministro de viviendas, su calidad y estrategias de acceso, son por supuesto
indicadores importantes de la historia de la urbanización y el explosivo crecimiento de las
economías urbanas a través del mundo en el período de la segunda posguerra. Como
muestran McGrath y Shane, el modelo megalopolitano emerge en este período,
particularmente en los Estados Unidos. A través del Atlántico, el modernismo europeo de
posguerra fue mantenido por una variedad de iniciativas incluyendo el Plan Marshall.
Simultáneamente, formas similares de expansión urbana, si bien menos conocidas, se estaban
desarrollando a través del mundo poscolonial, post-imperial en el marco del colapso de los
imperios coloniales europeos. Los vínculos entre estos momentos históricos de expansión
urbana proveen el meta-contexto para el emparejamiento del modelo urbano megalopolitano
con la realidad de la megaciudad 15.
Se replicaron situaciones de expansión urbana a través de nuevas naciones
independientes. Por ejemplo, el vasto movimiento de refugiados sin hogar a través de la India
británica en tiempos de la independencia y la partición contribuyó con una fractura de los
florecientes paisajes urbanos en las nuevas naciones de Asia del Sur, las cuales no podían ser
abarcadas por proyectos e imaginarios de construcción nacional en ese momento histórico. El
legado de estas fallas está bien reflejado en lo que parecen ser continuos intentos políticos por
lidiar con estos paisajes urbanos fracturados, en la forma de renovados proyectos urbanos,
inicialmente dirigidos por intervenciones multilaterales y más recientemente dirigidos por
asociaciones público-privadas volviendo a las ciudades más competitivas para atraer
inversiones del capital global.
Estos discursos de renovación urbana, y específicamente políticas relacionadas con la
ocupación del espacio urbano por distintos grupos así como también problemas de
estabilidad y movilidad en patrones residenciales, también son predicados en el valor

14 Por supuesto, debería señalarse que gran parte de esta literatura política se concentra en esta
demanda/suministro desfasado, y en las formas de construcción urbanas que emergen en tal brecha
contraviniendo regulaciones de planificación. Generalmente se presta menor atención a las formas
heterogéneas de economía urbana que tales formas de asentamiento y ocupación generan. Así mucha
de la literatura en esta tradición típicamente se focaliza en las políticas de vivienda o en afirmaciones
violentas de ciudadanía y pertenencia formuladas por residentes de estos distritos.
15 Resulta crucial recordar, sin embargo, que el modernismo se espeja y fractura simultáneamente en

centros imperiales y terrenos colonizados como señalan Filip De Boeck y Marie-Françoise Plissart en su
trabajo de seminario sobre Kinshasa (2005).
Espacio & Soeciedad 10

adherido por economías urbanas a organizaciones nacionales y globales. En tanto este valor
ha incrementado permanentemente hacia el presente –particularmente a través de una
maximización de la renta– vemos la emergencia de diferentes estrategias para lidiar con la
ocupación urbana, y estrategias de producción del espacio económicamente viables. Políticas
y tecnologías variadas para lidiar con la informalidad urbana –la contravención productiva y
generativa de estándares que son inmediatamente deseados y convocados a ser incluidos en
cada una de sus formulaciones– también reflejan estas estrategias de ocupación espacial. Para
tomar el caso de India, con el que el autor está más familiarizado, ha habido variados intentos,
históricamente, por parte del Estado de mitigar el incremento del crecimiento informal, así
como el deseo por controlar y politizar el deseo del desarrollo.
Así, por ejemplo, la fractura de la narrativa modernista del desarrollo y el progreso
reflejada anteriormente en los paisajes de la posguerra, hoy lo hace en el encuentro de
ciudades poscoloniales con programas gubernamentales públicos para la vivienda, a veces
incluso de manera entusiasta. Sin embargo, en tanto la urbanización se aceleró, tales
programas dejaron de ser adecuados, pero claramente la indiferencia tampoco era una
solución viable. Como sostuvo en una reciente entrevista un prominente funcionario a cargo
de uno de los más grandes proyectos contemporáneos de redesarrollo de la villa –el Proyecto
Dharavi de Redesarrollo–, la inhabilidad del Estado para identificar las necesidades
domésticas de la creciente población de Mumbai condujo a la emergencia de variadas políticas
de alojamiento, incluyendo la publicación de fotografías de residentes de distintos
asentamientos informales como una forma simbólica de vivienda, y la adopción de la mirada
del Banco Mundial respecto de la villa avanzando con programas en diferentes escalas 16. Estas
decisiones políticas no fueron, sin embargo, ni consistentes ni completamente exitosas, y
especialmente en una situación populista, democrática, tales esquemas fueron revisados
continuamente, así como intercalados con regulares interludios de desalojos y demoliciones.
Como apunta David Satterthwaite, “en muchas ciudades, la modernización se ha vuelto “la
norma” con numerosas “villas” dejando de ser “villas”. El efecto principal de estos programas
ha sido el de reconocer oficialmente territorios urbanos ocupados y desarrollados en
contravención productiva y generativa de normas dominantes, formas y regulaciones del
desarrollo urbano.
La política más reciente gira en torno al reclamo de territorios urbanos desarrollados
informalmente a través del reasentamiento y la relocalización de poblaciones, y el
redesarrollo de estos territorios con miras a maximizar las rentas y atraer firmas e
inversiones internacionales. El Mumbai contemporáneo sirve como un ejemplo extremo de
este proceso de maximización de la renta, ya que la ciudad entera ha emprendido un vasto
redesarrollo y construcción de sitios a través de varias asociaciones público-privadas. Estos
mega-proyectos ya han puesto en movimiento el reasentamiento y el desplazamiento de
decenas de miles de personas a través de la ciudad desde distritos que han ocupado y
desarrollado –por más de medio siglo en algunos casos. La mayoría de los argumentos en
contra de esta forma de mega-desarrollo, prominente pero no únicamente limitadas a
ciudades asiáticas (especialmente las ciudades de India y China) se centran alrededor de la
injusticia del desplazamiento de residentes de larga duración, en particular los pobres, la

16 Satterthwaite, entre otros, ha enfatizado el rol central jugado por los escritos de John Turner
facilitando la mirada del Banco Mundial respecto de la eliminación del mejoramiento de las villas más
que de su erradicación total. Basados en su evaluación de la contribución económica positiva de las
villas y sus habitantes al crecimiento económico general, desde sus viejos estudios en América Latina,
Turner recomendó el desarrollo de diversas políticas mixtas, atentas a la escala y acumulativas – tanto
‘duras’ (por ej., infraestructuras de transporte, sanidad y aguas) como ‘blandas’ (por ej., derecho de
ocupación y seguridad efectiva de asentamiento) para expandir los servicios y extraer valor de estos
territorios urbanos (Turner 1977).
Espacio & Soeciedad 11

disolución del patrimonio urbano y la creciente fisura del espacio urbano (ver también
Porteous y Smith 2001). Estos argumentos, en otras palabras, son argumentos para una
mayor inclusión, aunque no necesariamente para la tolerancia de formas heterogéneas de
ocupación urbana – sean éstas formas construidas o formas de acción económica o política.

INFORMALIDAD URBANA: LA MIRADA DESDE ADENTRO


Mientras que el análisis de la política urbana revela variados problemas con las propuestas
sobre mitigación, una cuestión permanece acerca de los supuestos homogeneizantes de los
políticos cuyas prácticas producen equivalencias entre un amplio rango de formas de
asentamiento y economía urbana. A través de este capítulo, hemos tensionado la emergencia
de la villa como la forma conceptual y material paradigmática a través de la cual tal
equivalencia se hace efectiva. En esta sección, consideraremos dos conjuntos literarios
respecto de estas cuestiones en específica relación con la megaciudad indio en la era del
capital financiero global. En ambos conjuntos, la villa y, por extensión, la informalidad urbana
son colocadas como sustentos teóricos para discusiones acerca de la política. Esta literatura
emerge desde la perspectiva de las “ciudades del Sur global” más que de la perspectiva
externa de la historia global o el diseño global.
El primer conjunto de discusiones se ejemplifica con el reciente trabajo del
antropólogo Arjun Appadurai y del historiador Partha Chatterjee, tomando la villa – en tanto
constructo demográfico, legal y territorial– como punto de partida fundamental. En este
trabajo, la relación entre la disfunción y el futuro de la modernidad bajo condiciones de
globalización es tratada específicamente en relación con las prácticas de la democracia. A
pesar de las obvias diferencias en las conceptualizaciones de sus respectivos proyectos, el
trabajo de Appadurai y Chatterjee puede ser leído a través de los lentes de la
gubernamentalidad. Cada autor indaga para graficar la emergencia de geografías de gobierno
dentro de los cuales grupos de ciudadanos marginalizados indagan para formular reclamos al
estado. La villa está en el epicentro de cada consideración, como constructo material y
conceptual señalando la privación de derechos.
Para Chatterjee (2006), estos reclamos de los marginados son fundamentalmente
diferentes de los de ciudadanos plenos o de aquellos cuya “fraternidad política” es
teóricamente afirmada como una e indivisible a través de la mediación de la nación. De
acuerdo con él, los reclamos de los marginados están avanzados a través de su participación
en actividades evidentemente ilegales, violando las reglas sobre las que se funda la sociedad
civil, incluyendo la trasgresión de las leyes de pobreza y otras. La ilegalidad y la informalidad
desafían las rutas normativas del Estado, deviniendo en una arena cargada con violencia hacia
y del gobierno. Estas formas de violencia se colocan alrededor de políticas de Estado
paternalistas y sociales designadas para aplacar y conducir poblaciones cuyos derechos
civiles, políticos y sociales están evidentemente fuera de sincronización. Chatterjee interpreta
los nuevos paisajes de violencia y conflicto como resultado de lo que llama el
“aburguesamiento” de la ciudad india en la era del capital global, con un retorno de los grupos
de la sociedad civil a la arena política activa, realizando reclamos como ciudadanos
completamente emancipados hacia los espacios públicos de la ciudad. Así la ciudad es un
campo de batalla donde la disputa es ahora una lucha triple por el control, incluyendo al
Estado, los grupos burgueses de la sociedad civil y los grupos alienados que cayeron fuera de
la esfera de la sociedad civil burguesa de ciudadanos completamente empoderados.
El reciente trabajo de Appadurai, publicado en una serie de ensayos en la revista
Cultura Pública (2000; 2002) toma la retórica y las prácticas de un movimiento activista
urbano con sede en Mumbai, pero con vínculos globales de habitantes-de-la-villa y sus
defensores como punto de partida. El movimiento consta de una alianza de tres grupos
activistas distintos, incluyendo la Federación Nacional de Habitantes de la Villa (una poderosa
Espacio & Soeciedad 12

organización de base), un colectivo de mujeres llamado Mahila Milan, y un grupo de apoyo sin
fines de lucro llamado SPARC. Esta alianza está principalmente preocupada por “ganar
seguridad de tenencia de la tierra, vivienda adecuada y de calidad, y acceso a elementos de la
infraestructura urbana, en particular de electricidad, transporte, sanidad y servicios
similares” (Appadurai 2002, 23). En la lectura de Appadurai, los reclamos hechos por este
grupo de pobres urbanos organizados derivan su eficacia de su habilidad por transformar sus
experiencias vitales y estrategias de supervivencia –vistas como “ilegales” desde el punto de
vista del Estado y grupos de elite empoderados– en conocimiento legítimo acerca de
sobrevivir en la pobreza. Es más, también están interesados en comercializar ese
conocimiento con el Estado y otros organismos consternados por la mejora de su situación en
tanto precedentes en la erradicación de la pobreza.
Resulta importante notar que el análisis de Appadurai está centrado en las estrategias
de tales grupos por transformar situaciones de asentamiento ilícitas e ilegítimas en
fundamentos legítimos para realizar reclamos ciudadanos. Esto es analíticamente diferente de
los argumentos de teóricos como los brindados por John Turner, quien basa sus
recomendaciones a los Estados acerca de la villa en la mejora del valor económico de la villa
como territorio urbano. Al igual que Chatterjee, Appadurai está preocupado con la villa en
tanto espacio desde el cual están emergiendo nuevas estrategias de gobierno y autogobierno
para ciudadanos desempoderados alrededor del mundo, más que en tanto que espacio para
que sea manipulado por el Estado a través de la gradual provisión de incentivos.
Específicamente, el análisis de Appadurai está basado en tres supuestos teóricos –primero, la
emergencia de “nuevas formas de poder y conocimiento globalmente organizado acerca de la
“piel” o la “carcaza” de Estados-Nación actuales; segundo, una “crisis de ajuste” que afecta al
Estado-Nación, en tanto se encuentran diferentes dimensiones de gobierno derivadas a
diferentes organismos, tanto nacionales como transnacionales; tercero, el “crecimiento
explosivo de organizaciones no-gubernamentales de todas las escalas y variedades”.
Appadurai construye cuidadosamente el paisaje empírico de Mumbai de los años 1990s.–
cuando las políticas de liberación estaban adoptadas oficialmente por el gobierno indio.
Dentro de este paisaje, la crisis de la vivienda representa un lugar muy especial dado que es
precisamente el punto alrededor del cual gran parte de la vida psíquica de Mumbai está
organizada (Appadurai 2000).
Tomadas en conjunto, estas vías de entrada teóricas conducen a Appadurai a analizar
las acciones de tales grupos de activistas urbanos globalmente vinculados en tanto práctica de
la “democracia profunda”. Tanto Chatterjee como Appadurai se encuentran consternados con
la participación política de los pobres urbanos, siendo signos demográficos y territoriales de
la ciudad india. Extrapolándonos de este ejemplo, deberíamos decir que la preocupación con
la tensión entre la ciudad y la nación en tanto sitios antagónicos de la modernidad en el Sur
global ha dado curso a intentos por comprender los nuevos estados sociales y espaciales de
emergencia en la Era de la globalización 17. Ambos autores encuadran la emergencia de nuevos
mecanismos de participación política en el autogobierno, pero lo hacen asumiendo la
inevitabilidad de la transformación urbana dirigida específicamente por los intereses del
capital global.
Sin embargo, como muestra Ananya Roy en un reciente ensayo, la preocupación con la
inclusión y la participación no desafía fundamentalmente los campos sobre los que están
basados los proyectos de renovación o transformación urbanas – en la mayoría de los casos
dirigidos por sociedades público-privadas (Roy 2009). Este paisaje es al que se refiere
Solomon Benjamin con el paisaje de lo “mega” – el megaproyecto o la megaciudad si uno

17 Para ejemplos de trabajos similares fuera de Asia del Sur ver Ferguson (1999), De Boeck y Plissart

(2005), Simone (2004), McGrath et al. (2007), AlSayyad, N y A. Roy (2004).


Espacio & Soeciedad 13

prefiere (Benjamin 2007). “Mega”, entonces, es el meta-signo de la ciudad contemporánea del


Sur global y un paisaje político que se encuentra rodeando a la mayoría de las megaciudades
del Sur global, en tanto intentan competir por inversiones del capital global. El trabajo de Roy
y el de Benjamin presionan las fronteras conceptuales para la consideración de la
informalidad urbana mediante el cuestionamiento de las mismas bases sobre las que están
formulados los proyectos de participación e inclusión.
Gran parte del reciente trabajo de la Alianza sobre la que escribe Appadurai está
vinculado con un reasentamiento justo de las comunidades que han sido desplazadas por la
construcción de estos megaproyectos, más que con el cuestionamiento de los códigos en los
que esa transformación está basada. Así las políticas de participación son primariamente
políticas vinculadas con una adecuada representación y restitución de los pobres en el
proceso de la transformación urbana, sin cuestionar los parámetros de diseño de tal
transformación. Trabajos como los de Appadurai y Chatterjee, en otras palabras, están menos
preocupados por cómo los territorios urbanos que están siendo transformados,
específicamente los territorios urbanos informales, se conciben en primer lugar, que con la
justicia de los costos y sacrificios implicados por sus ocupantes en el proceso de renovación
urbana.

CONCLUSIÓN: LA MEGACIUDAD COMO MODELO URBANO


Desde el punto de vista de la investigación en diseño, el interrogante histórico respecto de
cómo se constituyen los territorios urbanos informales, así también respecto de cómo se
imaginan, es de particular interés, porque podría producir nuevos códigos para la renovación
y la justicia en la escala urbana, más allá y por fuera del ámbito de la política y los proyectos
paisajísticos hegemónicos de hoy en día –sean estos proyectos de mega-inversionistas o
megaproyectos del Estado, incluyendo los proyectos sociales. Aquí también, la particular
interpretación de la villa como teoría o como imaginario, más que un mero objeto empírico,
resulta crucial para localizar correctamente el “meta” carácter de la megaciudad, o para
posicionar a la megaciudad del Sur global como “elemento” que pueda producir miradas
inclusivas acerca del urbanismo global contemporáneo. El trabajo etnográfico de Solomon
Benjamin sobre economías y territorios urbanos y el reciente trabajo de AbdouMaliq Simone
sobre lo que él llama distritos de las “mayorías” en Jakarta arrojan problemas cruciales acerca
de la constitución de la informalidad, y sus implicancias para el diseño de la ciudad futura y su
relación con el planeamiento (Benjamin 2007; 2008; Simone 2009). Tanto Benjamin como
Simone, y también estudiosos como Pieterse, recalcan, de diferentes formas, que el problema
con gran parte de la teoría urbana contemporánea yace en su inevitable marco proveniente
del planeamiento. Calificando al marco como normativo, sostienen, los urbanistas pierden de
vista el rango de las prácticas cotidianas de los lugares de construcción, y las diversas escalas
de la actividad económica que revelan la presencia de diferentes grupos y comunidades en la
ciudad18.
Con la excepción de lugares como Mumbai, donde la mayoría reside en villas
oficialmente declaradas, en la mayor parte de las ciudades del Sur global, la mayoría numérica
y sus formas heterogéneas de ocupación urbana se vuelven invisibles dado que las absorben
las lógicas de agrandamiento del espacio urbano mediante inversiones propietarias de gran-

18 Generalmente el planeamiento normativo es una operación de gran-escala, arriba-abajo sea


emprendida por el estado, grandes propietarios, corporaciones o la comunidad. El planeamiento
moderno presumió el control y el diseño total de todos los sistemas urbanos e industriales vinculados a
intereses estatales o comerciales. Esto se demostró imposible a una escala global o incluso en la escala
de las metrópolis o megalópolis, debido a la proliferación de economías en diferentes escalas y formas
de ocupación que son ilícitas aunque no consideradas completamente ilegítimas porque son vistas
como satisfacciones de una necesidad crucial.
Espacio & Soeciedad 14

escala. También se vuelven invisibles en tanto el imaginario de la villa se apropia del


horizonte de planeamiento y de la política. Estos distritos de las mayorías exhiben patrones de
lo que Solomon Benjamin llama “urbanismo de ocupación”, o prácticas de asentamiento en las
cuales la intersección de diversos grupos ingresantes, entornos construidos, historias y
economías locales permite que estos territorios se constituyan en sistemas productivos en y
de sí mismos. El proyecto de Benjamin sobre el “urbanismo de ocupación” está vinculado con
el relevamiento etnográfico del potencial transformador de miradas materiales sobre el
“localismo” y la localidad, y el desarrollo de localidades en tanto terrenos económicos a través
del juego creativo con estructuras y autoridades reguladoras 19. No es accidental que el
método elegido por Benjamin sea la etnografía o la observación de campo en diferentes
escalas. Benjamin asegura que “el urbanismo de ocupación muestra cómo las crecientes
inversiones sobre la tierra alrededor de diferentes tipos de propiedad forman la base para una
economía sustantiva” (2007, 549, énfasis añadido).
Mediante el estudio cuidadoso de los métodos a través de los que estas formas
informales e ilícitas de ocupación urbana ganan importancia más que de su simple
legitimidad, el trabajo de Benjamin desafía las formas de futuros urbanos imaginados por
proyectos de “mega” escala. El planeamiento de la megaciudad –con sus particulares escalas
de propiedad y desarrollo de infraestructura– se contrasta con “el urbanismo de ocupación”,
el cual imagina la ciudad como un conjunto entrelazado de economía escalar y formas
territoriales más que como una “mega” entidad singular, anclada por mega-estructuras,
incluyendo los mega-edificios verticales imaginados como la solución a la crisis de
asentamientos informales en diversas ciudades del Sur global.
Estas nuevas etnografías urbanas rearticulan los problemas de las políticas, la
participación y el conocimiento en formas de algún modo distintas del trabajo precedente
revisado en este capítulo. Focalizando en las dimensiones sustantivas de la ocupación y la
formación de territorios urbanos que aprovechan las diferencias escalares en la conexión con
redes económico-urbanas más amplias, estos trabajos más recientes abren nuevos espacios de
interés tanto para los cientistas sociales como para los diseñadores. En ese sentido, apuntan a
superar una división crítica entre la ciencia social y las profesiones de diseño. Esta división,
sugerimos, tiene implicancias para nuestra mirada respecto de diferentes actores en el
proceso de repensar lo que constituye la comunidad urbana.
Más allá de que una generación anterior de etnografía urbana aprovechara el
imaginario de la villa para generar miradas acerca de las políticas y la participación, hubo
escasa atención para la dimensión diseñada de la ciudad rearticulada. El diseño y los
problemas del planeamiento son tratados como herramientas de intervención luego del hecho
de asegurar una adecuada representación y derecho a la ciudad a través de políticas
estratégicas de inclusión. Pedidos más recientes por un “diseño participativo” también siguen
la lógica de esta interpretación de la política, porque están focalizados en el mantenimiento y
modernización del patrimonio existente o en el desarrollo de formas más justas e inclusivas
de residencia urbana 20. Lo que estos abordajes no contemplan es una comprensión crítica de

19 Benjamin define al urbanismo de ocupación de la siguiente forma: ‘Propongo el concepto de


Urbanismo de Ocupación como una manera de leer la ciudad cotidiana y sus espacios de políticas. La
ciudad es comprendida como una intensa dinámica que se ve construida cada vez más mediante
múltiples luchas de la tierra y la locación. Este concepto ubica a la ‘frontera’ urbana como un sitio
oposicional más que como un aceptado y definitivo borde de la Capital. Este sitio, construido alrededor
de la tierra, la economía y complejas políticas locales, está formado por historicidades multi-
dimensionales inscriptas en la práctica cotidiana’
20 Ver, por ejemplo talleres de ‘diseño participativo’ como el workshop urbano de tifón

(http://www.urbantyphoon.com) y células de reclamos recientes por diseño participativo para apoyar


‘ciudades generadas por usuarios’.
Espacio & Soeciedad 15

la relación entre teorías de lo urbano y sus marcos desde el punto de vista del planeamiento 21.
Estos abordajes conciben implícitamente al planeamiento como una herramienta para la
intervención, la cual en sí misma se considera necesaria e inevitable. Las acciones de diseño,
invoquen “abordajes participativos” o no, son emprendidas asumiendo a priori el resultado
normativo 22. En el nivel teórico, el foco en procesos abstractos de asegurar derechos a la
ciudad y la participación en sí misma como el objetivo político general ha triunfado en dar una
cierta actualidad a la megaciudad como modelo de urbanismo. Para la participación en sí
misma, en los sentidos en que ha sido extraída de luchas dentro de ciudades del Sur global por
estudiosos como Appadurai y Chatterjee, se ha vuelto la condición normativa a la que vale la
pena aspirar. El imaginario de la villa entonces produce un modelo o una representación de
construcciones conscientes extrapoladas de las condiciones existentes, y posiciona esta
representación como una proposición que puede advertir desarrollos futuros.
Así, como revelamos, una nueva generación de teoría urbana y modelación está
comenzando a dar cuenta de la necesidad crucial de identificar el problema de la participación
fuera de los horizontes normativos del planeamiento. Estos trabajos comienzan cuestionando
los supuestos de normas y horizontes a priori, y en su lugar comienzan investigaciones desde
la perspectiva de formas sustanciales sobre el terreno. Así, la investigación en sí misma
comienza con los diseños de viviendas en el terreno más que vistas desde el aire, como hace
Koolhaas en su trabajo sobre Lagos, o vistas como precedentes formas sufribles y vulnerables
de asentamiento en la interpretación de Appadurai respecto del trabajo de la Alianza. Teorías
de “urbanismo de ocupación” por ejemplo evitan esta comprensión a priori de la
normatividad. En su lugar, estos pensadores parecen enfatizar un diferente abordaje de la
normatividad, la cual, siguiendo al filósofo de la ciencia francés Georges Canguilhem, acentúa
la continuada generación de nuevas formas y estados de la normatividad a través del
constante debate entre la vida y su ambiente.
Puesto que las acciones de diseño dependen fundamentalmente de tal articulación
continuada de la vida y su ambiente, y por ello de la generación y regeneración de formas y
estados de la normatividad, estas nuevas tentativas teóricas podrían comenzar formalmente
el abordaje de la relación entre las ciencias sociales y las profesiones de diseño. En particular,
el énfasis que esta nueva generación de teoría urbana sitúa en el rol de lo imaginario; las
formas narrativas y retóricas conectadas con el imaginario y la complejidad regulatoria
rechaza los esquemas clasificatorios vigentes que insisten en dividir paisajes urbanos entre
formales e informales, y legales e ilegales. A su vez arroja nueva luz sobre el vocabulario de
derechos y reclamos, en tanto se vuelve más claro que los “residentes urbanos se
encuentran… preocupados acerca de qué tipo de juegos, instrumentos, lenguajes, puntos de
vista, construcciones y objetos pueden ser puestos a funcionar en pos de anticipar nuevos
alineamientos de iniciativas y recursos sociales y por lo tanto su capacidad” (Simone 2004).
Dentro de las ciencias sociales, la peculiaridad de lo urbano como contexto de
investigación yace en la constante erradicación de fronteras entre la investigación y el diseño,

21 Entre otros, Grahame Shane ha sostenido que la diferencia entre planeamiento urbano y diseño
urbano puede ser caracterizada como escalar. De acuerdo con Shane, el diseño urbano emerge luego de
la Segunda Guerra Mundial en respuesta al fracaso de los planeamientos de arriba-abajo que apuntaron
a controlar todos los sistemas urbanos mediante la centralización. El diseño urbano provee un método
para el planeamiento de grandes fragmentos más que para el control del sistema entero (ver Shane
2005).
22 Como se mencionó anteriormente, estoy empleando el término ‘acciones de diseño’ en un sentido

amplio, diferente del diseño urbano como práctica profesional, para incluir la construcción y otras
acciones relacionadas con el uso de infraestructura, la ecología y la población urbana en general. Esto
es para conocer el rol de actores no-expertos en la producción así como también en la ocupación del
entorno construido.
Espacio & Soeciedad 16

o entre la producción de conocimiento y su puesta en actos de renovación y reparación. La


investigación en sí misma, en otras palabras, se vuelve una parte del circuito de fractura,
reparación y renovación que caracteriza a la ciudad. La investigación sobre la megaciudad en
particular se ha vuelto especialmente entrelazada con la elaboración de políticas, y por ello las
fronteras entre la observación y la participación, entre la distancia crítica y la experiencia
ética, se están quebrando constantemente. En tal contexto, un estudioso que piensa a través
de la relación entre participación y experiencia es crucial, particularmente porque el
imaginario de la participación es un componente clave en la emergencia de la megaciudad
como un modelo válido, ético, o incluso como prototipo de futuros urbanos.
El problema con esta concepción de la megaciudad, sin embargo, es que el paisaje
teórico de la villa ha vuelto invisibles otras formas de participación en la economía y la
comunidad urbanas. Correspondientemente, el rol del diseño ha sido reducido a una
herramienta de intervención más que a una de innovación – incluso de innovación disruptiva
– aprovechando el potencial de ser diagnóstico y especulativo. Tanto dentro de marcos de
trabajo académicos y políticos, el contexto urbano del Sur global ha sido ampliamente
pensado a través de hipótesis particulares, normativas acerca de qué ciudades debería
generar –la buena vida, convivencia, amistad, ciudadanía y pertenencia política–, a través del
desarrollismo con sus ideologías de ciudadanía productiva. Además, incluso la academia
progresista y el activismo aceptan la inevitabilidad del matrimonio de estos objetivos con la
integración económica global. La tríada de desarrollo, ciudadanía productiva y diseño y
planeamiento urbanos dentro del ámbito del capital global parece bloquear colectividades
urbanas en visiones particulares de futuros urbanos, siendo estos indiscutidamente
modernos.
Pero hay una concepción diferente de la producción de conocimiento; una que hace
retroceder la relación entre investigación y diseño, quebrando el vínculo existente entre
investigación y diseño colocando al diseño en sí mismo como un método de investigación,
como un método para probar lo provisional, y para discernir, así como también producir
estados y formas emergentes de normatividad desde el cuidadoso estudio etnográfico de la
contestación entre la vida y su ambiente que caracteriza al mundo urbano contemporáneo. En
este sentido, las formas representativas de pensar –tales como aquellas ejemplificadas por
encuestas y métodos estadísticos– deben suplementarse por el pensamiento representacional,
para el cual se vuelven cruciales las técnicas de visualización de datos. Tales ejercicios de
visualización, como la etnografía, son necesariamente parciales, con final abierto, y
especulativos.
La práctica de Teddy Cruz, con el que abrimos este capítulo es un ejemplo de este tipo
de trabajo crítico, además de uno que incluye al aprendizaje y al intercambio a través del
“ecuador político” del Norte y el Sur global. Los estudios de localidades de Solomon Benjamin
a través de la rúbrica del “urbanismo de ocupación” es otro ejemplo. Numerosos proyectos de
investigación de estudiantes han comenzado a construir herramientas para una “etnografía
remota” utilizando las capacidades de diseño de nuevas tecnologías mediáticas para construir
nuevos argumentos para la intervención, más que para constituir intervenciones en y ellos
mismos. Estos ejemplos son una invitación a pensar la megaciudad más allá del “problema de
la villa”. Permanecer dentro de paradigmas teóricos del “planeta de las villas” es permanecer
dentro del campo del diseño como un sostén universal en el sentido moderno, y por ello se
reproducen los problemas del planeamiento urbano moderno. Nuevos métodos para la
comprensión de la ciudad posicionan a la ciudad cada vez más como un diagrama interactivo
que tiene el potencial de ser activado por múltiples actores simultáneamente. Esto significa
que debemos prestar atención a las potencialidades especulativas, innovadoras y productivas
de colectividades emergentes, más que asumir lo que tales colectividades desean como
resultados.

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