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LOS CARISMAS EN LA PRIMERA CARTA A LOS CORINTIOS

La doctrina de san Pablo acerca de los Carismas aparece en varias de sus cartas, pero es en
la primera que dirigió a los Corintios donde trata de ellos con más amplitud.
Desde el principio siente la necesidad de expresar al Señor su gratitud por los regalos que
ha hecho a estos fieles por medio de su Espíritu: 4 Doy gracias sin cesar a mi Dios por
ustedes y por la gracia de Dios que les ha sido otorgada en Cristo Jesús, 5 pues en
él han llegado a ser ricos de mil maneras, recibiendo todos los dones de palabra y
de conocimiento 6 a medida que se afianzaba entre ustedes el mensaje de Cristo.
7 No les falta ningún don espiritual y sólo esperan que Cristo Jesús, nuestro Señor,
nos sea manifestado. I COR, 1, 4-7
Es conveniente hacer notar cómo esta Iglesia de Corinto en donde abundaron los Carismas,
tenía también grandes defectos y no brillaba por la unidad Por eso tiene que decirles desde
el principio: 10 Les ruego, hermanos, en nombre de Cristo Jesús, nuestro Señor, que
se pongan todos de acuerdo y terminen con las divisiones, que encuentren un
mismo modo de pensar y los mismos criterios. 11 Personas de la casa de Cloe me
han hablado de que hay rivalidades entre ustedes. (ICor. 1,10-12)
Y con gran dolor tiene que referirse después al lamentable estado moral en que se halaban
no pocos. 1 De hecho se habla de inmoralidad sexual entre ustedes, y de un caso tal
que ni siquiera se da entre los paganos: uno de ustedes convive con su propia
madrastra I COR (5.1). Les reprocha que están "muy hinchados” por el orgullo y les
advierte que "no está bien su jactancia". "No sabéis, les recuerda, que vuestro cuerpo
es templo del Espíritu Santo que está en vosotros y habéis recibido de Dios?"
(5,19). la visión previa de esta realidad es muy útil para no olvidar que los Carismas por si
solos no perfeccionan al cristiano, que si no están animados por la caridad nada valen. san
Fulgencio, "el Espíritu Santo puede conferir toda clase de dones sin estar presente
El mismo.
Es preciso conocer muy bien la finalidad, importancia y limitación de los Carismas para
apreciarlos en su justo valor y no exagerar su Importancia, ni tampoco ignorarla o
despreciarla.
Y el capítulo 14 lo iniciaría con estas palabras: 'Buscad la caridad; pero aspirad también
a los dones espirituales, especialmente a la profecía'.
Una visión equilibrada nos mostraría que "la caridad es el camino más excelente'
(12,31), pero que todos los Carismas son también soplo del Espíritu y tienen una función
muy importante en la Iglesia, y que si su ejercicio está animado por la caridad como debe
estarlo, constituirán una presencia amorosa del Espíritu que santifica y anima
constantemente a su iglesia.
I CRO 12, 7-11 La manifestación del Espíritu que a cada uno se le da es para
provecho común. 8 A uno se le da, por el Espíritu, palabra de sabiduría; a otro,
palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; 9 a otro, el don de la fe, por el
Espíritu; a otro, el don de hacer curaciones, por el único Espíritu; 10 a otro, poder
de hacer milagros; a otro, profecía; a otro, reconocimiento de lo que viene del
bueno o del mal espíritu; a otro, hablar en lenguas; a otro, interpretar lo que se
dijo en lenguas. 11 Y todo esto es obra del mismo y único Espíritu, que da a cada
uno como quiere.
1. PALABRA DE SABIDURÍA
Aquí no se trata del don de sabiduría, que es definido por san Bernardo: "Conocimiento
sabroso de las cosas divinas".
La palabra de sabiduría es un Carisma que nos proporciona en un momento dado todos los
conocimientos necesarios para defender la fe, para dar testimonio del Señor o para
solucionar un problema difícil, o para ver la manera de realizar un plan que el Señor nos ha
mostrado individualmente o comunitariamente. Aquí no se trata de la sabiduría humana,
fruto del estudio o de la experiencia, sino de un conocimiento sobrenatural que en un
momento dado nos proporciona el Espíritu de verdad y que lo hace para crecimiento y
renovación de la Iglesia.
Este Carisma consiste en recibir en forma súbita y bajo la acción directa del Espíritu Santo
los conocimientos necesarios para enfrentarnos a una situación difícil, dar la respuesta o
solución acertadas a preguntas o problemas difíciles.
A ésta última se refiere Santiago cuando escribe: Y si alguno de vosotros tiene falta de
sabiduría, pídala a Dios, el cual la da a todos abundantemente y sin reproche, y le
será dada' (1,5).
El carisma de sabiduría nos capacita para utilizar bien en un momento dado los
conocimientos naturales o sobrenaturales que hayamos adquirido. Sin este don la sabiduría
puede perjudicamos por volverse mundana y convertirse en fuente de orgullo y
autosuficiencia.
Ejemplos de la presencia y acción de este Carisma los hallamos tanto en el Antiguo como en
el Nuevo Testamento y los vemos con frecuencia en la Renovación actual que el Espíritu
Santo está realizando en todas partes. A José revela el Señor el significado de los sueños del
Faraón.
El diácono Esteban recibe una claridad tan grande para contestar a los miembros del
sanedrín, que estos no pudieron responder a la fuerza de sus argumentos sino con pedradas.
Tampoco habían podido "resistir a su sabiduría y al Espíritu con que hablaban algunos de la
sinagoga que se habían levantado para disputar con él" (Hch 6,9).
2. PALABRA DE CIENCIA
"A otro la palabra de Ciencia según el mismo Espíritu" (12,9).
Falvio define así este Carisma: "Es una revelación sobrenatural de situaciones, hechos,
sucesos pasados, presentes y futuros que no son conocidos por medios humanos.
Es un fragmento del conocimiento de Dios revelado a nuestra inteligencia y que se
relaciona con un hecho determinado".
No es, pues la ciencia, aun la teológica que adquirimos con la reflexión y el estudio.
El Carisma de palabra de ciencia es “el diagnóstico que Dios hace de un hecho, de un
problema, de un estado de ánimo, de una situación, y que le comunica a nuestra mente"
Dios quiere muchas veces participarnos conocimientos concretos con un fin especial, lo hace
mediante este Carisma cuya utilidad es mayor de la que suponemos.
En las Sagradas Escrituras encontramos muchos casos en los cuales aparece este Carisma
Por ejemplo el profeta Natán descubre el pecado de David y conoce también que ha sido
perdonado. Saúl recibe noticia del paradero de las asnas que buscaba, Pedro conoce que
llegan los que han de conducirlo a casa de Cornciio. Ananias tiene conocimiento sobrenatural
de la presencia de Pablo en Damasco y de su conversión. Pedro conoce mediante este
Carisma la mentira de Ananias y de Safira. En las vidas de santos como el Párroco de Ars,
san Juan Bosco, santa Catalina de Siena, aparece este Carisma con mucha frecuencia y
siempre con su función benéfica de una o de varias personas.
3. DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS
V 10 reconocimiento de lo que viene del bueno o del mal espíritu
La utilidad de este don aumenta ahora constantemente cuando estamos viendo con más
claridad la existencia del demonio y su terrible acción contra los hombres.
Pablo VI en su célebre catequesis sobre el demonio dice que "el mal es un ser vivo espiritual,
pervertido y pervertidor”. Y añade: "nuestra doctrina se hace incierta por estar como
oscurecida por las tinieblas mismas que rodean al demonio".
Tan perjudicial es ignorar la presencia y la acción del demonio en un caso concreto, como
malo es achacarle todo lo que es efecto de nuestras faltas o de la enfermedad. No todas las
tentaciones tienen origen directamente demoníaco, pero si hay algunas que son causadas
por él.
Una persona puede ser víctima de un demonio o varios Puede ser que una enfermedad no
tenga nada que ver con el demonio o si, Y puede otra enfermedad obedecer sólo en parte a
esta acción diabólica Para poder descubrir en cada caso si hay acción del demonio o no; y
en cada caso afirmativo para saber cómo se debe proceder necesitamos el Carisma del
discernimiento de espíritus.
Sin este don no podremos luchar eficazmente contra el poder del maligno y no lograremos
como pastores prestar la ayuda que en ciertos casos necesitan no pocas personas.
Más quien ha tenido este don en grado perfectísimo fue nuestro Señor Jesucristo. Al ver por
primera vez a Natanael pudo decirle que era “un verdadero Israelita en quien no habla
engaño" (Jn. 1, 47).
Sabía cuándo una enfermedad era causada por un demonio, como en el caso del sordomudo
o de la mujer que durante 18 años habla estado encorvada. Sabía qué pensaban sus amigos
y sus enemigos.
El don consiste en un conocimiento que da el Espíritu Santo en cada caso para saber si es el
Espíritu de Dios quien mueve a una persona en una situación concreta; o si es un espíritu
carnal o el demonio quien la impulsa.
Este don es muy útil también para saber si los apostolados que estamos realizando y los
medios que estamos empleando son los que quiere el Señor, o no. Aún en las mejores
empresas podemos sufrir el engaño del demonio que por algo es llamado "padre de la
mentira”.
Discernir sin apagar el Espíritu no es fácil. Con razón anota el Cardenal Suenens: "El
discernimiento de espíritus es un Carisma de muy difícil manejo, para el cual se requiere
tener una especial discreción, recordando siempre la Invitación de San Pablo cara a las
manifestaciones del Espíritu: 'No apaguéis el Espíritu... Pero examinadlo todo y retened lo
bueno' (ITes. S, 19-20).
4. LA FE COMO CARISMA
La fe como don del Espíritu Santo es distinta de la virtud teologal y que consiste en la
adhesión al Señor y a su mensaje, y que recibimos desde el bautismo como regalo de Dios.
Aquí se trata de un Carisma para beneficio común que nos permite confiar ciegamente en el
Señor en circunstancias especiales y difíciles y que es el requisito para que el Señor obre
entonces maravillas y aún milagros.
San Cirilo de Jerusalén en una de sus catequesis expone la diferencia que existe entre las
dos clases de fe: "la fe, aunque por su nombre es una, tiene dos realidades distintas Hay,
en efecto, una fe por la que se cree en los dogmas y la voluntad se adhiera a determinadas
verdades: esta fe es útil al alma, como lo dice el mismo Señor: El que escucha mi Palabra y
cree en Aquel que me ha enviado tiene vida eterna y no incurre en condenación; y añade:
El que cree en el Hijo no está condenado, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.
La otra clase de fe es aquella que Cristo concede a algunos como don gratuito. Esta gracia
de fe que da el Espíritu no consiste solamente en una fe dogmática, sino también en aquella
otra fe capaz de realizar obras que superan toda posibilidad humana; quien tiene esta fe
puede decir o un monte: "vete de aquí a otro sitio, y se irá". Cuando uno, guiado por esta
fe, dice esto y cree sin dudar en su corazón que lo que dice se realizará, entonces este tal
ha recibido el don de esta fe.
El alma, en efecto, iluminada por esta fe, alcanza a concebir en su mente una imagen de
Dios, y liega incluso hasta contemplar al mismo Dios en la medida en que ello es posible; le
es dado recorrer los límites del universo y ver, antes del fin del mundo, el juicio futuro y la
realización de los bienes prometidos.
Es la de Pedro cuando camina sobre las aguas en busca de Jesús Es la de Marta y María que
llaman a Jesús cuando enfermó su hermano Lázaro. Es la de Pedro cuando sana al paralitico:
"En Nombre de Jesús, anda' (Hch. ). Aquí Pedro no se limita a creer que Jesús puede curar,
sino que lo va a hacer inmediatamente.
Es la fe de Abraham, nuestro “padre en la fe" Es la de tantos, que con una segundad
inexplicable humanamente, se lanzan a realizar obras que parecen locura, pero al convertirse
en realidad benefician a muchos. Es la de quienes, como Pedro, dicen: "en tu nombre echaré
las redes. Señor", y las sacan llenas de peces.
A medida que aumente el Carisma de la fe, se multiplicarán también las manifestaciones del
poder y del amor del Señor en beneficio de la Iglesia y del mundo Recordemos que Él dijo
que los que tengan fe harán las obras que Él hizo y aún mayores (Jn 14,12). Si falta poder
en nuestras vidas y en nuestro ministerio es porque tenemos una fe muy lánguida aunque
nos parezca "muy sabia", y porque en la práctica estamos convencidos que el Señor es ahora
distinto y que ya no quiere realizar en su Iglesia y por su Iglesia las obras que hizo y que
nos narra el Evangelio.
5. DON DE CURACIONES
San Pablo pone en seguida del Carisma de fe el de curaciones.
Un hombre tan serio como el Cardenal Suenens ha escrito en su libro "¿Un nuevo
Pentecostés?' lo siguiente sobre este asunto: "la renovación del sacramento de los enfermos
nos invita a interrogarnos acerca de nuestro comportamiento personal y religioso respecto a
ellos misinos, renovando nuestra fe en la oración a favor de la curación de ellos
El ministerio de la curación ha jugado en vida de Jesús un gran papel, para que ahora no
pueda continuar a través de sus discípulos, aquella su obra de misericordia y restauración
de la salud física y moral. Él entonces nos exige, por supuesto a nosotros, para que se le
permita actuar a Él, como lo hizo tan a menudo, tener una gran fe expectante y confiada,
semejante a la de aquella mujer que habiendo tocado tan solo la orla de su vestido fue
curada porque una gran virtud brotaba de Él.
Por otra parte bien se conoce cómo en la Iglesia primitiva se llevaba a cabo grandes
curaciones en nombre del Señor realizadas por los mismos Apóstoles, las cuales
impresionaban a las muchedumbres. Este Carisma de la curación se encontraba no tan solo
en las manos de los Apóstoles, sino también entre las de sus discípulos, tales como el diácono
Felipe, del cual se dice: 'que porque se le escuchaba y se le veía hacer milagros, la
muchedumbre aceptaba su predicación.» Y toda la ciudad se vela penetrada por una gran
alegría” (cfr. Hch. 8,6-8).
Esta fe en el poder del Señor, operado en favor del enfermo, a través de nuestra plegaria,
es preciso que la renovemos. No osamos creer por supuesto que nosotros somos Cristo vivo
que obra en nosotros. No osamos creer que la oración lleve necesariamente el milagro.
Es preciso que los responsables de la doctrina en todos los niveles, nos enseñen de nuevo y
más profundamente, el verdadero sentido de la plegaria, siempre eficaz según el
pensamiento de Dios; la forma del amor paternal de un Dios que es de vivos más que de
muertos, que no es origen del mal, y que desea el bien integral para sus hijos, el sentido
purificador y también transformador del sufrimiento aceptado, el que Dios concede a aquellos
a quienes ama. Es menester que nuestra oración englobe toda la complejidad de lo real; hay
enfermedades de todas clases, visibles e invisibles, somáticas, sicológicas, patológicas,
debidas a traumas ocultos y antiguos. Nuestra plegaria debe comprender a todo aquello que
tiene necesidad de ser curado, y debe exponer a los rayos de la gracia de Dios a todo lo
humano en sufrimiento, tanto lo presente como lo pasado. Es preciso recordar y sostener
que Jesús fue ayer como sigue siendo hoy: es decir, el Maestro tanto del pasado como del
presente. Si el milagro de la súbita curación espectacular es raro, la curación progresiva y
lenta se encuentra también ella bajo la acción de Dios. La oración entonces se sitúa no en
oposición a la medicina humana, sino en el mismo corazón de ella.
Santiago: “si alguno de vosotros enferma, que llame a los presbíteros de la Iglesia
y que oren sobre él después de haberle ungido con óleo en nombre del Señor. La
oración de la fe salvará al paciente y el Señor le curará... Rogad los unos por los
otros, a fin de que seáis curados” (St. 5. 14-16).
6. DON DE MILAGROS
San Pablo coloca el Carisma de “operaciones milagrosas' en seguida del don de las
curaciones. Es muy importante partir del hecho de que son Caramas diferentes. Esto nos
servirá para no hablar de milagros cuando el Señor efectúa la curación por ministerio nuestro
y para no creer que los milagros se presentan por todas partes y a cada paso.
Conviene tener presentes algunas ideas expuestas por Metz en Sacramentum Mundi sobre
este importante tema. "Desde el punto de vista teológico los milagros son signos que
muestran la presencia del prometido reinado de Dios y que acreditan a los portadores
históricos de esta promesa. El milagro es un signo del poder y del amor de Dios que quiere
salvar a todo el hombre y todos los hombres.
Como signo de la salvación el milagro alcanza su sentido pleno y su realización perfecta en
Cristo, plenitud de la presencia salvadora y "si "definitivo de Dios al hombre, en quien se
hacen realidad todas las promesas (2Cor. 1,20).
Todos los grandes temas de los profetas y de la actividad mesiánica de Jesús se prolongan
plásticamente en los milagros: primacía del reino sobre los cuidados materiales (diezmo
sacado de la boca del pez);liberación del pecado (el paralitico bajado del techo); victoria
sobre el demonio (expulsión de demonios); victoria sobre la muerte (Naim, la hija del Jairo);
paradoja de la Cruz y de la glorificación (el caminar sobre las aguas; tempestad calmada);
esterilidad del que rechaza la salvación (higuera seca) y riqueza del que la acepta (pesca
milagrosa; Pedro que camina sobre las aguas).; Jesús mismo, en la sinagoga de Nazaret, lo
mismo que en la respuesta d3da a los emisarios de Juan Bautista (Le. 4,16s; 7, 18-23), une
expresamente sus prodigios con las profecías mesiánicas de Isaías, donde cada don físico
simboliza la salvación eterna y las riquezas del Reino.
A partir de estas ideas debemos ver la importancia y medir la realidad de las "obras de
poder" y de los milagros en la vida de la Iglesia en todas las épocas.
Jesús no limitó los milagros a su vida mortal. El prometió continuar efectuándolos a través
de sus discípulos 'En verdad, en verdad os digo que el que cree en mi, ése hará
también las obras que yo hago, y las hará mayores que éstas, porque yo voy al
Padre' (Jn. 14,12).
¿Qué importancia y credibilidad damos a estas palabras del Señor? ¿No las hemos convertido
en una bonita frase para consolar a quienes estaban tristes por su partida? ¿V si el Señor no
ha hecho nada grande a través de nosotros no será esto la clara manifestación de nuestra
poca fe?
La acción poderosa del Señor en nosotros y por medio de nosotros depende del grado de
nuestra fe. Por eso antes de la Ascensión dice: "Estas son las señales que acompañara
a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas,
tomarán serpientes en sus manos y aunque beban algún veneno no les hará daño;
impondrán las manos sobre los enfermos y se podrán bien. Con esto, el Señor Jesús
después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Oios' (Me.
16,17-19).
La lectura de los hechos de los Apóstoles nos muestra cómo se cumplieron estas promesas
del Señor en la Iglesia primitiva desde el día de Pentecostés.
7. EL DON DE LENGUAS
"A otro, diversidad de lenguas'.
El don de lenguas ha creado problemas desde el día de Pentecostés. Su uso hizo creer a
algunos que se trataba de borrachos. En Corintio se presentaron abusos en su empleo y fue
necesaria la Carta de San Pablo para regularlo, más no para prohibirlo.
Con frecuencia oímos esta afirmación: "Me gusta la Renovación, pero no acepto ese don que
llaman lenguas. No falta un pastor que advierte: 'Muy bien que formen grupos de oración,
pero cuidado con las lenguas”
Empecemos por unas sencillas ideas:
1. Si este es un don del Espíritu Santo, y lo es. no puede ser rechazado ni combatido por el
solo hecho de que no guste a tal o cual persona.
2 El mejor punto de partida para estudiar este don y su importancia es reflexionar sobre las
afirmaciones que hace San Pablo cuando se refiere a él
a. “El que habla en lenguas habla a Dios, no a los hombres" (ICor. 14,2).
b. "El que habla en lenguas se edifica a sí mismo" (V. 4).
c. "Yo veo muy bien que todos vosotros habléis en lenguas" (V. 5).
d. "Doy gracias a Dios de que hablo en lenguas más que todos vosotros" (V. 18).
e. "No estorbéis hablar en lenguas, pero hágase todo con decoro y orden* (V. 39).
3. No hay que creer que se trata del Carisma clave, pero tampoco se debe menospreciar.
Sólo quien lo recibe y reciba sus beneficios podrá valorarlo y agradecerlo al Señor.
4. Es curioso que a muchos preocupe más el uso creciente de este Carisma, que la
profusión de expresiones irreligiosas y obscenas que pululan por todas partes. Es más lógico
comprobar que dentro de las estupendas realidades y modos de disfrutar de la experiencia
de Dios está el don de oración en lenguas, mediante el cual el Espíritu Santo ora en nosotros
con gemidos inefables. La primera experiencia de este don es muy intensa e inolvidable.
Ahora cuando tantos se olvidan de Dios y cuando el ateísmo ha avanzado como nunca, el
Espíritu Santo está difundiendo este don, mediante el cual el Señor es intensamente alabado
por sus hijos
Seria muy provechoso reflexionar lo que acaba de escribir un Jesuíta francés, el Padre
Domingo Bernand sobre este don: "El más humilde de los Carismas. Es aquí donde aparece
la buena nueva que puede ser hoy hablar en lenguas. Ha sido suficientemente establecido
por los especialistas que este hablar no es en realidad más que un balbuceo Infantil, un
modo de devolvemos a la prehistoria del lenguaje adulto, si, al lado del bebé. Es dar una
fuerza real a las palabras de Cristo: "si no os hiciereis como niños, no entraréis en el Reino
de los Cielos” (Mt 18,3)".
No son unos tontos los que oran en lenguas, son niños que se dirigen al Padre con el candor
y el lenguaje de los niños, y esto no es una tontería para Dios, aunque parezca tal a muchos
hombres.
Karl Bart ha descrito a la glosolalia como "un esfuerzo para expresar lo inexpresable'. San
Pablo dirá a su vez que el Espíritu Santo mismo intercede por nosotros con gemidos inefables
(Rom. 8,26). Y se une él a tal oración misteriosa, inarticulada, dejando a Dios mismo el
cuidado de glorificarte y darle gracias por un amor 'que sobrepasa a todo conocimiento" (Ef.
3,19).
Hablar en lenguas concebido de este modo, a mi me parece como un enriquecimiento
espiritual; por ello no he dudado en considerarlo como uno de los frutos de la grada".
8. DON DE INTERPRETACIÓN DE LENGUAS
Intimamente unido con el don de "diversidad de lenguas" está el de Interpretación. Los dos
se complementan y se requieren.
El don de lenguas que tiene como fin principal la oración, puede a veces manifestarse en la
comunicación de un mensaje para la comunidad o para uno o varios de sus miembros. Puede
ser una profecía o una exhortación en lenguas. En este caso se requiere que la misma
persona u otra, y esto es lo más común, reciba el don de interpretar y así sea benéfico. Con
razón escribe San Pablo a los Corintios; "si algunos han de hablar en lenguas, sean dos, o a
los más tres, y uno Interprete SI no hubiera intérprete, cállese y hable para si mismo y para
Dios" (14. 2 y 28).
El don de interpretación no es para hacer una traducción literal del mensaje en lenguas, sino
para comunicar su contenido, sea una forma sintética o en una detallada. La persona que
interpreta no se pone a decir que el mensaje es tal o cual, sino que habla en primera persona
porque está interpretando lo que el Señor ha dicho en lenguas. Jesús quiere que dé su
mensaje y en su nombre.
Es conveniente advertir que quien recibe el don de interpretar un mensaje en lenguas no
conoce lo que interpreta. No es traductor.
OTROS CARISMAS
Tanto en Carta a los corintios como en la que escribió a los Efesios, San Pablo enumera otros
Carismas distintos de los que hemos visto. A los Efesios escribe: "A cada uno de nosotros le
ha sido concedida la gracia a la medida del don de Cristo. Por eso dice:
7 Cada uno de nosotros ha recibido su talento y Cristo es quien fijó la medida de
sus dones para cada uno. 8 Pues se dijo: Subió a las alturas, llevó cautivos, y dio
sus dones a los hombres. 9 Esto de subió, ¿qué significa sino que bajó al mundo
inferior? 10 El mismo que bajó, subió después por encima de todos los cielos para
llenarlo todo. 11 Y dio sus dones, unos son apóstoles, otros profetas, otros
evangelistas, otros pastores y maestros. 12 Así prepara a los suyos para las obras
del ministerio en vista de la construcción del cuerpo de Cristo; 13 hasta que todos
alcancemos la unidad en la fe y el conocimiento del Hijo de Dios y lleguemos a ser
el Hombre perfecto, con esa madurez que no es otra cosa que la plenitud de Cristo.
14 Entonces no seremos ya niños zarandeados y llevados por cualquier viento de
doctrina o invento de personas astutas, expertas en el arte de engañar. 15 Por el
contrario, estaremos en la verdad y el amor, e iremos creciendo cada vez más para
alcanzar a aquel que es la cabeza, Cristo. 16 El hace que el cuerpo crezca, con una
red de articulaciones que le dan armonía y firmeza, tomando en cuenta y
valorizando las capacidades de cada uno. Y así el cuerpo se va construyendo en el
amor. (Ef. 4,7-16).
1. APÓSTOLES
El Ministerio Apostólico Incluyó a un carisma especial que se limitó a los doce y a Pablo,
saber el del apostolado.
Los Apóstoles recibieron una misión universal de predicar el mensaje de Jesús y de ser sus
testigos hasta los confines de la tierra. Recibieron el poder del Espíritu para que pudiesen
cumplir su misión y sobre ellos construyó el Scfior su Iglesia.
Según los Hechos son tres los requisitos que caracterizan a los Apóstoles: a) haber sido
discípulos de Jesús b) Poder actuar como testigos de la vida, de las obras, de la muerte y de
la resurrección del SeAor. C) Haber recibido el Espíritu Santo con su poder y haber recibido
de Jesús la misión de proclamar su Evangelio.
Para fortuna nuestra los Apóstoles por voluntad de Cristo transmitieron sus poderes a
quienes debían ser sus sucesores, los Obispos. El esquema completo quedó así: el Padre
envía a Jesús. Jesús envió a los Apóstoles y éstos transmitieron su oficio a los Obispos, sus
sucesores.
2. CARISMA DEL EPISCOPADO
'El constituyó a unos Apóstoles; a otros. Profetas; a éstos Evangelistas, a aquellos. Pastores
y Doctores, para la perfección consumada de los santos, para la obra del ministerio" (Ef.
4,11-12).
LOS OBISPOS SUCESORES DE LOS APÓSTOLES
La doctrina Conciliar sobre este importante asunto es muy clara y precisa: 'Esta divina misión
confiada por Cristo a los Apóstoles ha de durar hasta el fin del mundo (Cf. Mt. 28,20), puesto
que el Evangelio que ellos deben propagar es en todo tiempo el principio de toda la vida para
la Iglesia Por esto los Apóstoles se cuidaron de establecer sucesores en esta sociedad
jerárquicamente organizada.
Entre los varios ministerios que desde los primeros tiempos se vienen ejerciendo en la
Iglesia, según el testimonio de la Tradición, ocupa el primer lugar el oficio de aquellos que
ordenados Obispos por una sucesión que se remonta a los mismos orígenes, conservan la
semilla apostólica. Asi, como atestigua San Ireneo, por medio de aquellos que fueron
instituidos por los Apóstoles. Obispos y sucesores suyos hasta nosotros, se manifiesta y se
conserva la tradición apostólica en todo el mundo.
Los Obispos, pues, recibieron el ministerio de la comunidad con sus colaboradores, los
sacerdotes y diáconos, presidiendo en nombre de Dios la grey, de la que los pastores, como
maestros de doctrina, sacerdotes del culto sagrado y ministros de gobierno..
El Carisma del episcopado es un don permanente en la Iglesia y constituye un beneficio para
todos los quo descubren el plan del Señor y los siguen.
3. CARISMA DEL PRESBITERADO
Los Obispos en el cumplimiento de su misión apostólica confiada por Cristo tienen como
Cooperadores a los Presbíteros (PO. N 2). La síntesis mejor de lo que es el Ministerio
Sacerdotal de los Presbíteros la encontramos en el texto Conciliar: "Ahora bien, el mismo
Señor, con el fin de que los fieles formaran un solo cuerpo, en el que no todos los miembros
desempeñan la misma función (Rom. 12,4), de entre los mismos fíeles instituyó a algunos
por ministros, que en la sociedad de los creyentes poseyeran la sagrada potestad del orden
para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados, y desempeñaran públicamente el oficio
sacerdotal por los hombres en nombre de Cristo. Asi, pues, enviados los Apóstoles como Él
fuera enviado por su Padre, Cristo, por medio de los mismos Apóstoles, hizo partícipes de su
propia consagración y misión a los sucesores de aquellos, que son los Obispos, cuyo cargo
ministerial en grado subordinado, fue encomendado a los presbíteros, a fin de que,
constituidos en el Orden del presbiterado, fuesen cooperadores del Orden Episcopal para
cumplir la misión apostólica confiada por Cristo.
4. EL CARISMA DE LA VIDA RELIGIOSA
En su gran Exhortación Apostólica "Evangélica Testiflcatio" dice Pablo VI: "El Carisma de la
vida religiosa, lejos de ser un impulso nacido de la carne y de la sangre, u originado por una
mentalidad que se conforma con el siglo presente, es un fruto del Espíritu Santo que actúa
siempre en la Iglesia".
Y es que el Espíritu Santo ha enriquecido a su Iglesia con la abundancia del Carisma de la
vida religiosa, ya que la práctica de los consejos evangélicos es "un don divino que la Iglesia
recibió de su Sefior y que con su gracia conserva siempre" (L.G. N.43).

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