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TEMA 71.

REVOLUCIÓN CIENTÍFICO-TÉCNICA EN EL SIGLO


XX. IMPLICACIONES EN LA SOCIEDAD.

1. LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA TEÓRICA: ENTRE LA


RELATIVIDAD, EL PRINCIPIO DE INFERENCIA Y LA TEORÍA
DE LA INDETERMINACIÓN.
2. LA REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA
3. LA SOCIEDAD POSMODERNA.
4. GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA.
5. BIBLIOGRAFÍA.

1. LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA TEÓRICA: ENTRE LA


RELATIVIDAD, EL PRINCIPIO DE INFERENCIA Y LA TEORÍA
DE LA INDETERMINACIÓN
La crisis cultural se manifiesta en la primera mitad del siglo XX en tres aspectos
fundamentales:

– El fracaso del racionalismo como explicación del hombre.


– La revisión de los principios de la física clásica en que se funda el pensamiento
filosófico racionalista.
– La revitalización de las actitudes voluntaristas (en filosofía, cuando se habla de
voluntarismo, se hacer referencia a las formas de pensar que dan primacía a la voluntad por
encima de la razón), incluso irracionalistas.

En la segunda mitad del siglo han continuado sacándose consecuencias de estos


planteamientos, sobre todo en dos direcciones:
– El replanteamiento de la física ha contribuido a reducir el quehacer filosófico a la
pura comprensión del hombre, renunciando a la metafísica.
– Eso mismo ha impulsado notablemente la reflexión sobre la propia ciencia, o sea,
la filosofía del conocimiento.

Esta segunda dirección se concreta en el auge de la fenomenología, del


neopositisvo y del existencialismo, ideas filosóficas en las que la razón ha quedado
restringida al plano práctico. La imposición del pragmatismo se ha dado principalmente en
el plano de la ideas políticas. No se ha abandonado desde luego la defensa de los derechos
del hombre; al revés, de la postguerra datan decisiones simbólicas tan notables como la
Declaración universal de los derechos del hombre aprobada en la ONU en 1948. Y en el
terreno más práctico, fue entonces también cuando se dio el mayor desarrollo de los
sistemas de seguridad social.

Pero los derechos del hombre requieren un fundamento racional (la existencia de
una razón natural objetiva y común a todos los hombres) y es precisamente lo que los
filósofos y teóricos del pensamiento político no han acertado a hallar. Esto explica, en

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parte, que otro ideario racionalista de signo completamente distinto, el marxismo, haya
sobrevivido durante tanto tiempo. En su caso, lo principal no eran los derechos del hombre
individual, sino lo de la colectividad.

El modelo católico entrará en crisis en los años sesenta, precisamente al definirse


una corriente que preconiza (Maritain) la colaboración con la izquierda política, llevando a
sus últimas consecuencias los postulados renovadores del Vaticano I (1962–1965), que
desembocaría en la teología de la liberación, en auge durante los años sesenta y setenta.
Bajo el pontificado de Juan Pablo I, el pensamiento católico se ha desenganchado de ese
compromiso social, y ha vuelto a insistir en la existencia de una verdad objetiva: el dogma
católico.

La física se encontraba en una situación grave a comienzos del siglo XX: algunos
fenómenos luminosos descubiertos se hallaban en condiciones de ser explicados sobre la
base de una teoría corpuscular de la luz, pero eran inexplicables en el marco de la teoría
ondulatoria. La corriente física en boga a finales del siglo XIX fue la energetista: en el
centro de todas las consideraciones sitúa a la energía, erigida como substancia de toda la
realidad. La Física resulta ser así un juego de transformaciones y modificaciones de la
energía (de mecánica a calorífica, de térmica a eléctrica, etc.), siempre salvaguardada por
el principio de transformación de la energía. Pero al llegar el siglo XX (descubrimiento en
1897 del electrón por J.J. Thomson, de la radioactividad por Marie Curie, y propuesta del
modelo de átomo por Rutheford) el atomismo vendría a acabar con esa construcción
simplista de la realidad.

Luis de Broglie habla en 1923 de la necesidad de considerar como de


comportamiento dual a partículas como el protón y el electrón, universalmente reconocidas
como dotados de masa. Se trata del nacimiento de la "mecánica ondulatoria", de una
concepción que trata de describir los fenómenos propios del mundo subatómico a partir de
la asociación de dos conceptos: el de partícula material y el de campo de ondas.

Pero ante la dificultad de determinación de dicha "función onda" pese a los intentos
de Schrödinger, Max Born introduce el concepto de "probabilidad" de encontrar un
electrón en un entorno: esta misma tendencia probabilística va a imponerse en amplios
campos de la ciencia, como sustitución de la noción de causalidad.

A la altura de ese crítico año (desde muchos puntos de vista) de 1929 la física
atómica se resiste a dejarse explicar por la mecánica newtoniana, y debe crearse desde cero
la "mecánica cuántica", para explicar el mundo de las partículas subatómicas: Einstein,
Borh, Schrödinger, Werner Heisemberg, Louis de Broglie participarán de esa construcción.

Werner Heisemberg (1901–1976) se lanza a la búsqueda de un "un esqueleto


matemático coherente y complejo" referido al problema, para lo que recurre al cálculo de
matrices, que le permite describir las radiaciones que describen los átomos. La reunión de
la mecánica cuántica y la mecánica ondulatoria "permitió una extraordinaria ampliación y
enriquecimiento del formalismo cuántico", según Heisemberg.

En el ámbito teórico y hasta cierto punto filosófico, el resultado más notorio fue la
formulación del famoso principio de indeterminación. Posteriormente, Bohr aportaría una
lectura del mismo a partir de su principio de complementariedad.

Las relaciones de indeterminación constituirán el núcleo de la mecánica cuántica.


Su formulación implica que no es posible conocer a la vez con exactitud la posición y la
velocidad de una partícula; si conocemos uno de los datos con precisión, el otro nos queda
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indeciso; cuanto mayor se la precisión de uno, mayor es la imprecisión del otro. Resulta
significativo que algunos científicos las llaman "relaciones de incertidumbre", al marcan el
umbral de nuestro conocimiento de lo real.

Las consecuencias filosóficas que de ello suelen extraerse son principalmente dos,
y conciernen a la noción de "objeto físico" y a la de causalidad. La mecánica clásica
postulaba que un objeto material debe poseer en todo momento una posición y una
velocidad (y por tanto un impulso) bien determinados. Un electrón y otros entes
subatómicos no pueden poseer una posición y velocidad bien determinada: ¿son pues
objetos físicos?

En el fondo, impide esta cualificación la imposibilidad de transferir


automáticamente las propiedades válidas en cuanto a la macrofísica al mundo de la
microfísica. En la formulación de Bohr: "Si bien en la experiencia cotidiana podemos
atribuir a los cuerpos posiciones y velocidades determinadas,no hay razón para admitir lo
mismo para dimensiones por debajo de límites de tal experiencia."
Esta constatación trascendió más allá de los límites del ambiente científico. Se
puede decir de modo genérico que en el panorama de las ideas hay un "antes" y un
"después" del principio de indeterminación: éste exige una modificación sustancial del
concepto de "objeto físico", una renuncia a considerar como características de la
"sustancia" las propiedades geométrico–cinemáticas que la ciencia desde el siglo XVII ha
considerado como primarias, como auténticas de lo real.

Las partículas subatómicas desobedecen leyes como el momento cuántico, la


velocidad angular, etc. Pero hay algo más: el propio método de estudio choca con barreras
que hacen percibir a los físicos atómicos la precariedad de sus intentos. Por resumir (no es
éste el lugar adecuado para un mayor desarrollo de una cuestión tan compleja), podríamos
decir por medio de un ejemplo gráfico que el conocimiento de las partículas inferiores al
átomo se realiza mediante su "bombardeo" con otras partículas. ¿Cuál sería nuestro nivel
de conocimiento "real" del David de Miguel Angel al escuchar el ruido de retorno de
objetos metálicos que lanzáramos contra él? Pues a esa misma parcialidad de
conocimientos queda restringida la acción del físico: es capaz de conocer los efectos, pero
no la esencia de la materia.

Borhn sostiene que en física no se puede hablar de "realidad" más que en la medida
en que se haga referencia a las "invariantes observacionales". Un electrón posee una carga
e, una masa m y un determinado spin s; sean cual fueran las circunstancias y las
condiciones experimentales en las que se observe un efecto que la teoría atribuye a la
presencia de electrones, se encontrarán los mismos valores para dichas magnitudes e, m, s.
Pero "la posición y la velocidad no son invariantes observacionales", sino que su valor
depende de las condiciones que se impongan cada vez a los experimentos con los que
intentamos medirlos. Es decir, queda introducido un principio de inferencia del observador
en los resultados de su observación, un subjetivismo por necesidad.

En segundo lugar, frente a anteriores determinismos como el que teorizara Laplace:


para algunos físicos y pensadores, ello supone la renuncia al concepto de causalidad. En
palabras de Dirac, "la causalidad se aplica solamente a un sistema que ha permanecido sin
alteración alguna. Si un sistema es pequeño, no podemos observarlo sin perturbarlo
seriamente y, por tanto, no podemos esperar encontrar conexión alguna entre los resultados
de nuestra observación." Por su parte, Friedrich Waismann postula que "la caída de la
causalidad es una consecuencia del principio de indeterminación", dado que ha de
abandonarse la idea de una descripción ininterrumpida del curso de los fenómenos: "Si ya
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no es posible una descripción continua, desaparece el fundamento mismo del principio
causal; efectivamente, tal principio requiere la posibilidad de una descripción continua
como condición necesaria: el hundimiento de la una lleva consigo el hundimiento del
otro".

Esta constatación cambió no pocos hábitos mentales y metodologías


epistemológicas. Y, hasta cierto punto, el principio de indeterminación encontró campo
abonado en el momento de su formulación: en el año de su formulación, Heidegger publica
la primera parte de Ser y tiempo, y en Alemania cobra auge el nacionalsocialismo
hitleriano.

También en 1927 Bohr extiende su principio de la complementariedad, como una


componente más de este panorama de la física marcado por las relaciones de
incertidumbre: en síntesis postula que ninguna descripción del mundo puede agotarlo, sólo
la complementariedad (dialéctica) de descripciones que se contraponen ofrece la
complejidad misma del mundo. En definitiva, supone la caída del mecanicismo como
teoría física tradicional.

La razón que impide la observabilidad absoluta es en última instancia la naturaleza


discontinua de la energía, es decir, la necesidad imposible de satisfacer de utilizar en la
medición de la magnitudes relativa al átomo un tipo de instrumentos que requieran una
cantidad de energía desdeñable en comparación con la del objeto al que la medición está
dirigida.

Tras la interpretación de Bohr, comienzan a ser desechadas por buena parte de los
físicos ideas tan arraigadas como la de realidad, separabilidad, localidad, completitud. Lo
que se investiga no es la "realidad objetiva", "sino la naturaleza tal como se nos presenta a
través de los aparatos de medida". La nueva terminología que obliga a adoptar los
descubrimientos de la física incluye entre sus lugares comunes términos como
"incertidumbre", "observadores", "ondas de probabilidad"... En definitiva la física se
contenta con aproximaciones matemáticas a los fenómenos de la naturaleza, de una
naturaleza que se admite necesariamente alterada por el propio observador.

El concepto, básico en las teorías mecanicistas, la "materia", pierde entidad objetiva,


se llegará a convertir en mero ectoplasma. Según B. Russell, la materia se convirtió en una
fórmula para describir lo que ocurre donde no está.

Junto con la de la materia, la concepción espacial y temporal efectuará un giro


coperniquiano. Si la cosmogonía del mundo se había basado hasta el siglo XIX en un
confortable mundo estático, tridimensional, Einstein derrumbará ese mundo de falsas
seguridades al formular su teoría de la relatividad.

En definitiva, la relatividad supone una ruptura radical respecto de las nociones que
son útiles en la vida cotidiana, respecto a nuestra absolutamente limitada capacidad de
captación de la realidad. De tal modo que, en su fase apicular, su adopción conducirá a la
creencia, más o menos generalizada, de la falsedad de los conocimientos humanos y sus
formas de representación (desconfianza hacia posibilidad de determinación).

La creencia en un mundo organizado a partir de objetos firmes y casi estacionarios,


con una lógica espacial constituida a partir de un espacio euclidiano, deja lugar a un espacio
de rayos–luz, que no se identifican con el modelo anterior de línea recta cuando pasan cerca
del sol o de cualquier otro cuerpo muy pesado. Un mundo, en definitiva, espaciotemporal,
en el que dejan de tener cabida proposiciones que se solían demostrar por "razonamiento"
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(o quedan reducidas a meros convencionalismos, a aproximaciones motivadas por nuestra
imperfecta observación).

Uno de los principales resultados de la teoría de la relatividad general es la identidad


entre masa inercial y masa gravitacional de un cuerpo. Esta identidad elimina la idea de una
fuerza gravitacional y reduce la gravitación a un movimiento particular del cuerpo dentro de
un espacio delimitado por masas de materia.

El espacio es concebido por Einstein como curvo, lo que supone que la distribución
uniforme de materia no implica la presencia infinita de materia ni su tendencia a reunirse en
una masa única. La simplificación extrema de las teorías de la relatividad implica el admitir
a las galaxias, que en astronomía se consideran los agrupamientos más amplios de estrellas,
como constituyentes mínimos del universo: la distribución de la materia es constante y su
densidad tiende a cero.

En el modelo einstiniano la geometría utilizada en la explicación del universo no es


de tipo newtoniano. Así, por ejemplo, no tiene sentido preguntare que es "fuera" del
universo, porque éste debe considerarse finito pero ilimitado. La concepción del Universo
sufrirá a partir de 1925 una transformación: así, en 1927 se enuncia la Ley de Hubble sobre
la relación entre la velocidad de alejamiento de las galaxias y su distancia, y la
importantísima hipótesis de Lemaître que concibe un universo en expansión a partir de la
explosión inicial. Por otro lado, el descubrimiento de la distancia interestelar nos sitúa ante
un problema de la percepción: frente a la práctica cotidiana en la que asumimos lo que
vemos a lo que sucede en ese instante, la visión de fenómenos de astros lejanos corresponde
a un tiempo pasado, en proporción a la distancia con la tierra.

En definitiva, espacio y tiempo se convertirán, a ojos de los científicos, en


imaginaciones de la mente humana (en sentido bergsoniano), irreales aunque fueran
abstracciones útiles para el conocimiento humano. Einstein ofreció la siguiente explicación
simplificada de la relatividad: "Anteriormente se creía que si del universo desaparecieran
todas las cosas materiales, el tiempo y el espacio seguirían existiendo. Según la teoría de la
relatividad, el tiempo y el espacio también desaparecerían."

Los derroteros por los que discurre la cosmología más reciente son hijos de la
aceptación del principio de indeterminación. Frente a quienes propugnan que las
condiciones que dan origen a la formación de un universo apto para la vida, para al
desarrollo de una especie con capacidad de reflexión como la humana, otros científicos
llevan el principio antrópico a la base de las explicaciones cosmológicas. Así, dan la vuelta
a la cuestión "¿cómo es posible que haya en el universo seres pensantes?": éste universo
sólo es uno de los infinitos universos posibles.

Según la teoría de la relatividad, la velocidad de un cuerpo modifica su masa (otro


concepto cuestionado por la teoría de la relatividad en su acepción clásica de "cantidad de
materia") y volumen. Se dibuja así mundo físico mucho más abstracto de lo que antes se
creía. En palabras de B. Russell, "Entre los cuerpos hay incidentes, tales como las ondas
luminosas. De las leyes de estas incidencias sabemos algo (...) pero de su naturaleza no
conocemos nada. De los cuerpos mismos, (...) sabemos tan poco que ni siquiera podemos
estar seguros de que son algo: pueden ser simples grupos de sucesos en otros lugares,
sucesos que podríamos considerar naturalmente como sus efectos." El mundo que nos
presenta la teoría de la relatividad no es tanto un mundo de "cosas" en movimiento como un
mundo de sucesos. Entre dos hechos que no estén demasiado lejanos existe una relación
llamada "intervalo" que parece ser "la realidad física de cuyo lapso de tiempo y distancia en
el espacio son dos representaciones más o menos confusas."
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La anterior percepción del mundo "estático", demuestra la teoría de la relatividad, es
debida a la rudeza de nuestros sentidos. El nuevo mundo descubierto es un mundo de leves
puntos de materia que nunca llegan a estar en contacto entre sí, girando en un movimiento
inconcebiblemente rápido. Los procesos naturales mostrarían así una discontinuidad
fundamental, siempre que los instrumentos de medida tuvieran suficiente precisión.
Este cambio en la percepción del universo se va a traducir en la creación de nuevos
conceptos como el popperiano de "universo abierto" (enunciado en una obra cuyo título es
suficientemente explícito: El universo abierto. Un argumento en favor del indeterminismo):

"Es mucho más razonable rechazar todas las teorías de un universo cerrado: la de un
universo cerrado causalmente tanto como la de uno cerrado probabilísticamente,
rechazando por tanto el universo cerrado concebido por Laplace y el contemplado por la
mecánica de ondas. Nuestro universo es en parte causal, en parte probabilista y en parte
abierto: es emergente."

La consecuencia epigonales del principio de indeterminación, de la relatividad y la


física cuántica será la creación de una corriente de pensamiento el convencionalismo, que
afirma que el conocimiento no es más que una manera lógicamente bien hecha de ordenar
los datos que tenemos de la realidad, pero que no hace referencia a nada que esté fuera de
nuestro pensamiento. Señala B. Russell: "La materia, como el gato de Cheshire, se ha
tornado cada vez más diáfana, hasta que no ha quedado de ella más que la sonrisa
provocada por el ridículo de ver a quienes aún piensan que sigue ahí."

Las explicaciones de la física quántica, las partículas subatómicas y las


subsubatómicas, el descubrimiento de quasares, ahujeros negros y otros entes estelares no
se ha traducido en un conocimiento de lo real más próximo que el que brindara en su
momento la mitología. Más bien, el hombre contemporáneo ha asumido la imposibilidad
del intento, la inaccesibilidad a lo real.

2. LA REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA.

Durante el período de entreguerras, el desarrollo de la economía, las innovaciones


tecnológicas y la difusión de nuevas formas de mercado (como la venta a plazos y sus
derivados) terminaron de crear la llamada sociedad de consumo, alcanzando su apogeo en
la segunda mitad del siglo XX. Los medios de comunicación desempeñaron un papel
crucial en este aspecto. Pero la sociedad occidental parece ya incapaz de retroceder en el
consumo de todo género de bienes.

La técnica se desarrollará especialmente durante la Segunda Guerra Mundial. En la


postguerra se alcanzaron logros tan importantes como la ruptura de la barrera del sonido en
1952, o la llegada del primer vuelo tripulado a la Luna en 1969. Durante los años 70 y 80
tuvo lugar el despegue de los tratamientos automatizados de información (informática), en
tanto que en los años 90 la telemática y multimedia, así como la investigación en los
nuevos materiales (superconductores, etc.) implican una creciente posición de dependencia
económica de la concentración empresarial (aquella capaz de invertir enormes sumas en la
investigación y producción especializada).

El canadiense Marshall McLuhan ha explicado la importancia social, económica y


psicológica que implica la irrupción de los medios de comunicación o mass-media, como
actualmente se llaman, como un hábito prevaleciente en nuestros días. Para él los media
tienen una eficacia profunda porque actúan directamente sobre la forma de percibir la
realidad. En uno de sus libros, La Galaxia Gutemberg, distingue tres edades en la historia
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de la humanidad, correspondiendo a cada una la supremacía da un medio.

La primera edad corresponde a la época tribal en la que predomina la comunicación


oral. Este medio de comunicación desarrolla primordialmente el sentido auditivo pero su
misma esencia, que requiere la presencia física de los interlocutores, desarrolla también el
resto de los sentidos.

La segunda edad es la que da título al libro. Cronológicamente comprende le


Antigüedad que conoció la escritura y el Renacimiento y llega hasta el siglo XIX.
Predomina la escritura fonética, la imprenta que desarrolla principalmente le viste y el
pensamiento analítico, lineal y causal. Para McLuhan nuestra manera actual de razonar
proviene de este modelo de comunicación ya caducado que es la escritura.

En la tercera edad o época, la nuestra, predomina la comunicación electrónica. Este


medio de comunicación desarrolla un pensamiento más intuitivo (las imágenes se perciben
como totalidades antes que como informaciones secuenciadas), sintético, global, icónico,
por contraposición al pensamiento analítico, lineal y causal desarrollado por la escritura.

A estas teorías, ya de por sí muy personales, McLuhan añade lo que ha sido su


aportación más decisiva, una refutación total de la noción de contenido del mensaje. Llega a
decir que "el mensaje es el medio" porque "es el medio el que modela el mundo y determina
la escala de actividad y las relaciones de los hombres".

En todo caso, parece innegable que en nuestros días se ha abierto la era de la


simultaneidad: toda noticia llega al mismo tiempo a cualquier parte del globo,
multiplicándose la información disponible gracias a Internet sin límites (hasta cierto punto,
uno de los problemas fundamentales de nuestros días es precisamente la necesidad de
“depurar” la información ingente de la que se dispone: cada vez existen más empresas
destinadas a “buscar” información específica, y para algunas industrias resulta más sencillo
investigar qué propiedades electromagnéticas tiene un determinado material que buscarla en
Internet o en la inabarcable bibliografía existente: algunos historiadores de la ciencia han
llegado a pronosticar un posible caos informativo, dado que tan negativa es la inexistencia
de información como su superabundancia).

En todo caso, está justificado en nuestros días hablar de la “aldea global”, un


espacio de comunicación planetaria donde se reduce a pasos agigantados la fragmentación
cultural.

Pero no se trata sólo de un aspecto ideológico, o que afecte a las formas de vida e
información. Como es sabido, existe un subsector económico llamado a protagonizar en un
futuro inmediato una variación absoluta del sistema económico, debido a los cambios
introducidos por las redes de comunicación y las nuevas tecnologías de la información.

Dichos cambios tienen unas consecuencias aún difícilmente previsibles, pero entre
las que ya se han adivinado algunas:

 -Una economía centrada en sectores económicos hasta entonces


desconocidos o secundarios, como la tecnología de la información, medios digitales
de comunicación, plataformas digitales, nuevos soportes de música (MP3), de
televisión (televisión interactiva, digitalizada, combinada con comunicación en red,
televisión por cable, etc.) o de prensa (edición electrónica), nuevas formas de
publicitación y mercado, de teletrabajo (el trabajador opera desde una terminal, en
su casa, y su rendimiento y horario de trabajo son controlados por programas
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informáticos), empresas de servicios on-line, etc. En 2000-2001 se ha asistido a una
crisis en cuanto al sector de las telecomunicaciones e Internet, que los expertos se
han apresurado a calificar como “crisis de desarrollo”, debido a la accesibilidad de
los nuevos lenguajes de programación (que no exigen ser un experto para crear la
publicidad online o programas de gestión administrativa de las empresas, aspectos
ambos, las páginas web y la asistencia informática, en los que existirá un exceso de
empresas, junto a las pequeñas plataformas digitales), y fundamentalmente a que no
se han alcanzado los niveles previstos de penetración en la venta por red.

 -Mayor dependencia tecnológica del tercer mundo respecto al primero,


debido a la necesidad de infraestructuras cada vez más sofisticadas y caras (fibra
óptica o sus sucesoras, entre las cuales la propia red eléctrica modificada será en
corto plazo el canal de transmisor de la señal internáutica, según se prevé), y a que
uno de los factores más variables de la mejora de productividad está siendo ya la
tecnificación de cuanto se refiere a la información en el proceso de gestión
administrativa de una empresa (por ejemplo, para conocer precios de materias
primas en el mercado internacional, y también cuáles son las empresas que con
menores costos las trasladarían a la sede de una fábrica determinada, o el precio en
los distintos mercados del producto ya acabado, es suficiente con saber navegar y
comprar por Internet)

 -Los nuevos sectores económicos propiciarán una nueva situación del


trabajador frente al mercado laboral. Muy posiblemente el trabajador del mañana
tendrá una cualificación muy específica en un sector determinado, pero deberá
variar su puesto laboral numerosas veces, adaptándose a los meteóricos cambios
tecnológicos y del mercado. Por otra parte, también existirá una demanda de
personal que desempeñe al mismo tiempo puestos tradicionales (gestión del material
de un almacén, su almacenaje o envasado) y funciones más cualificadas (conocer la
gestión y venta por Internet, etc.) De la misma forma, muchas empresas deberán
variar en breves períodos de tiempo su producto base, diversificarse, o plantearse la
producción de un determinado bien durante un período corto.

 -Fruto de los cambios tecnológicos, muchas empresas herrarán en sus


pronósticos, pudiendo asistir con gran facilidad a su desplome, de la misma forma
que otras verán incrementarse sus beneficios extraordinariamente. Es el caso
reciente de las empresas que optaron por la tecnología de la información que
comparte telefonía móvil e Internet en un mismo soporte (teléfonos móviles con
sistema WASP): el hecho de que el sistema no merezca finalmente el pláceme del
consumidor ocasionó gigantescas pérdidas, mientras que los modestos inversores
que se arriesgaron con el sistema de compresión de música denominado MP3 han
visto multiplicados extraordinariamente sus beneficios. En la Bolsa sucederá algo
similar, dada la mayor dependencia de estas empresas de la aportación de
accionistas, por el montante gigantesco que implica la operación de diseñar y dar
soporte a dichas tecnologías: esto explica las variaciones en la Bolsa, los períodos
de beneficios sin límite junto a otros caóticos. En una palabra, aumenta el riesgo
inversor.

La invención del transistor en 1947 abría las puertas al manejo masivo de


información y a la perfección en el control de satélites y misiles. No obstante, el gran
avance se produjo hacia 1960 con la invención de los circuitos integrados o "chips". Nació
así la microelectrónica. Los chips son pequeñas pastillas de silicio de unos cinco
milímetros que contienen miles de transistores funcionando simultáneamente y que con
capaces ce almacenar grandes cantidades de información, guardada en sistema binario ("0"
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cuando no llega microcorriente, "1" cuando sí lo hace). La creciente miniaturización de los
componentes electrónicos ha hecho posible la producción de potentes ordenadores,
satélites, maquinaria de alta precisión y otros muchos aparatos de tamaños cada vez más
pequeños, con una velocidad de procesado de datos de millonésimas de segundo.

También en los últimos tiempos ha tenido lugar un gran desarrollo de la


biotecnología, el conjunto de técnicas para manipular y crear artificialmente procesos
biológicos. Especialmente interesantes han sido las aportaciones de la ingeniería genética,
posible por la identificación del mapa genético: sus aplicaciones van desde la clonación
hasta la obtención de especies animales y vegetales con mayor valor nutritivo, la creación
de hormonas y proteínas animales para la fabricación de medicinas, etc.

Derivado de la Segunda Guerra Mundial, y en parte de otros programas bélicos más


recientes como el de la "Guerra de las Galaxias" estadounidense o el programa europeo
"Eureka", ha sido la tecnificación de los transportes, que a su vez tendrá un importantísimo
efecto sobre la mundialización de la economía. Los trenes de alta velocidad resultan del
intento de competir con el avión utilizando trenes más veloces. Uno de los logros más
notables se consiguió en Japón, en la línea Kokkaido–Osaka, inaugurada en 1964, donde los
trenes bala de alta velocidad lograban un promedio de 163 Km. por hora, con una punta de
210. El TGV (Train à Grande Vitesse), un tren francés eléctrico de alta velocidad, consiguió
alcanzar una velocidad superior a 400 Km. por hora en 1990. El AVE español creado en
1992 supuso una línea mucho más modesta que la francesa, mientras en la actualidad se
piensa más en términos de trenes de Velocidad Alta que de Alta Velocidad.

Los aviones a reacción, con sistema de propulsión a chorro, son otro de los
derivados de la investigación militar. Durante los años 50, dicho sistema revolucionó la
aviación comercial, a partir de la creación del Boeing 707 y el Douglas DC–8
norteamericanos, progresivamente más rápidos y de mayor autonomía. Sin embargo, en los
años 70 serán desplazados por aviones más económicos y silenciosos como los Jumbo, y en
1976 ya se dispone del primer avión supersónico de transporte, el Concorde.

Uno de los campos donde más se ha innovado recientemente es el de la localización


geográfica por satélite. Un complejo conjunto de satélites ha permitido crear a los EEUU un
sofisticado sistema de localización extremadamente exacto: el GPS. De su uso
primeramente militar se ha extendido a multitud de usos civiles hasta convertirse en un
instrumento asequible presente incluso en numerosos modelos automovilísticos. El intento
europeo de crear un sistema propio –el Galileo- aún está en sus primeros pasos.

Uno de los avances más recientes en el campo tecnológico no tiene tanto que ver
con el descubrimiento de nuevos campos productivos ni nuevos materiales, sino con la
propia organización del trabajo, con la especialización en el diseño de formas de organizar
las factorías que suponga un ahorro, básicamente prescindiendo de la mayor cantidad
posible de mano de obra. En su último utilitario, la marca Renault invirtió más de 2.000
millones de pesetas sólo en el diseño de la forma de producción en fábrica de dicho
producto. El futuro de buena parte de las economías de escala depende de dicha reducción
en los costes laborales, existiendo factorías en Japón donde la producción se encuentra
totalmente robotizada.

Otro cambio que afecta a las relaciones entre la sociedad y la tecnología tiene que
ver con el papel que crecientemente han adoptado las universidades con relación a las
empresas: el traslado de una investigación teórica hacia campos más productivos, en
ocasiones denominada "I+D". Las grandes empresas comenzarán a tener sus equipos de
investigación y complejos laboratorios, en ocasiones con relación con las Universidades
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(especialmente en Japón y EE.U.): de dichas colaboraciones surgieron el láser, el PC, etc.

La ciencia y la tecnología se han convertido en sí mismos en una fuente de poder, lo


que ha marcado una creciente tendencia intervencionista por parte del Estado sobre la
investigación, que poco a poco queda fuera del alcance de países menos desarrollados y
empresas no hegemónicas; lo que no es incompatible con el carácter internacional en la
difusión de los resultados de investigación, pero siempre dependiendo del pago de royalties
o patentes, uno de los negocios más prósperos de principios de este siglo.

3. LA SOCIEDAD POSMODERNA.

Los efectos de la crisis del racionalismo en la sociedad occidental son sobradamente


conocidos: crecimiento de la xenofobia (con esa conducción a la "sociedad de las aldeas" en
expresión de R. Darhendorf), de la intolerancia nazi emergente, de la cultura de la
perversión narcisista, del talante consumista, del fin de las ideologías, de la égida de la
insolidaridad, del habitar en una vida sólo virtual (como señala MacLuan, para los miles de
personas que viven enganchados a las redes telemáticas, vivir no es importante pero
navegar sí: como sucedía con los míticos argonautas; recordemos Matrix...) Como señala J.
Baudrillard, estamos ante una cultura de la promiscuidad del detalle, de búsqueda del
vértigo de la superficialidad, de un deseo de artificialidad técnica virtuosista y de nada más.

"La crisis del occidente contemporáneo", como señalara George Bernanos, es ante
todo intelectual, del campo de las ideas: "El drama de Europa es un drama espiritual, el
drama de la mente." El discurso prometeico de la Ilustración, de la razón, muestra en los
albores del siglo XX la incapacidad en cuanto a principio rector para alcanzar el paraíso
prometido. El lugar que antes estuvo reservado a la fe religiosa no pudo finalmente ser
rellenado por la creencia en otro ideal de vida, pese a los intentos racionalistas, como señala
Habernas.

Y, por supuesto, caído el comunismo como única otra alternativa, fracasados el


Mayo francés del 68 y la Primavera de Praga, occidente se debate en un tiempo sin historia,
sin horizonte de futuro. Lo más parecido a éste es ese mito altamente insatisfactorio de la
sociedad de consumo.
El hombre posmoderno se convierte de esta forma casi inevitablemente en un
producto homogéneo de la nueva sociedad industrial, en ese "hombre cósmico" del que
habla Wyndham Lewis, desnacionalizado, e incluso habría que decir sin raíces.

Carlyle habla de la sociedad contemporánea como propia de la "filosofía del cerdo":


el consumismo desbocado, sin criterio, fetichista. Para él la sociedad posterior a los años 60
vivió el período del fin de las ideologías. La anterior función protectora de la ciencia fue
disuelta por la teoría de la relatividad, en el sentido de la expresión de Wittgenstein: "El
deseo de entender el mundo es un desatino pasado de moda".

La progresiva complejidad y especialización de los campos en los que se ha


atomizado la ciencia provoca que ya no haya público para la ciencia ni interés mutuo entre
científico y masa. La ciencia se transforma así en un intercambio entre unos pocos expertos
de un área, en un conocimiento aislado y una subordinación creciente al "productivo"
campo de la técnica.

Este alejamiento ciencia–ciudadano redunda en una tecnocrática "sociedad del


usuario": aquella persona que ha de contentarse con los rudimentos funcionales y
puramente semánticos de los aparatos de los que depende, y que por otro lado se ve
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impotente a conservar su libertad personal frente al control (posibilitado por las nuevas
técnicas) del Estado. Como señalara Martín Heiddeger en Introducción a la metafísica
(1959), el ciudadano que soporta "el mismo y monótono frenesí tecnológico, la misma
organización sin restricciones del hombre medio."

Desde el punto de vista social, la revolución tecnológica ha creado desde los años 60
lo que Daniel Bell, un prestigioso sociólogo, ha calificado como la “sociedad
posindustrial”, primero gestada en EE.UU. y luego desplazada al resto de los países
desarrollados. Sus características fundamentales, en oposición a la sociedad industrial
(aquella en la que la producción se entendía como sólo aplicada a bienes tangibles, a
“cosas” materiales), podrían ser los siguientes:

 -Primacía del conocimiento. Se trata de una sociedad del conocimiento, en la


que todo gravita alrededor del trabajo especializado, tanto en la obtención de riqueza
como en el tratamiento y gestión de la información. La robótica ha desplazado al
hombre al papel casi exclusivo de la toma de decisiones. El trabajo, como
consecuencia, se torna más escaso y más especializado.

 -La información resulta determinante para estructurar los grupos sociales.


Para D. Bell, se ha terminado por superar esa vieja dicotomía entre propietario y
proletario, siendo sustituido el nivel social de la persona por el grado de dominio
de información del que disponga. El nivel social de una persona no se mide tanto
por su función productiva concreta, sino por la posibilidad de tratar información.
Un ejemplo claro puede ser el de los “hackers” o piratas informáticos: sin
necesidad de estudios universitarios, sin otro capital que su destreza ante un
teclado, son buscados por cazatalentos del mundo entero, que inmediatamente les
ofrecen un trato similar al de las grandes estrellas deportivas o artísticas. Su trabajo
especializado es valorado no tanto cuantitativamente como cualitativamente. Un
nuevo tipo de perfil profesional, en el que la creatividad, conocimiento técnico o
tecnológico específico, y sobre todo capacidad para adaptarse a los nuevos campos
y lenguajes técnicos, pasa a ser valorado como aspecto fundamental del “capital
humano”. Podemos hablar de una tecnocracia intelectual e informativa.

 La sociedad posindustrial tiende inexorablemente hacia la terciarización: se


trata de una sociedad “de servicios”, en la que la ocupación de la población activa
en el sector terciario supera ya el 75% del total de empleos, destacando además los
sectores terciarios especializados, ligados a tres campos básicos: informática,
investigación aplicada y ocio. Para algunos economistas, debemos irnos
acostumbrando a hablar de un “sector cuaternario” cuando nos refiramos a estos
campos de desarrollo económico.

4. GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA.

En la actualidad se ha superado la división del mundo en dos sistemas económicos


opuestos y con pocas relaciones entre sí, como eran el sistema capitalista y comunista. Por
otra parte, los viejos circuitos de economías colonialistas se han sustituido por fórmulas
mucho más complejas, como son las que se aplican a los Nuevos Países Industrializados,
o mediante la suscripción de acuerdos entre empresas multinacionales y empresas de los
países subdesarrollados con una estricta división de las funciones recíprocas para
maximalizar los beneficios. Por tanto, en el comercio un porcentaje elevado de las
transacciones se produce intercambiando bienes producidos en varios países y
ensamblados en otro, que a su vez, exportará el bien final a otros.

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A este proceso podemos calificarlo como “globalización” del proceso de producción, o
simplemente economía globalizada.

Se trata de una división de la producción que empezó a tener importancia en la década de


1970 y se ha generalizado desde entonces como un proceso de división internacional del
trabajo, en el que la mano de obra de cada país se ha especializado en la realización de
componentes y piezas de un determinado producto.

La globalización se ha conseguido gracias a la inversión en otros países por parte de las


multinacionales o transnacionales, que han pasado a ocupar un papel hegemónico en la
economía actual: constituyen la empresa–tipo de la actual economía mundial, con
producción a escala internacional, venta productos en todo el mundo, etc., de tal forma
que el hecho de que su residencia fiscal esté en un país u otro es un mero formalismo
intrascendente, en el que el factor decisivo es la búsqueda de paraísos fiscales
internacionales, en países habitualmente poco industrializados. En lugar de crear fábricas
en otros países, han creado redes de fábricas especializadas en una parte del proceso de
producción como subdivisiones o departamentos del proceso organizado a escala mundial.

El comercio internacional se ha multiplicado por 10 en los últimos veinte años, en


parte por la creciente internacionalización de los intercambios ratificada por los acuerdos
de Montevideo, con los que culminó la Ronda Uruguay del Acuerdo General sobre
Aranceles y Comercio o GATT, que propició una sustancial disminución de las barreras
arancelarias con el fin de favorecer el libre comercio a escala mundial.

Los flujos financieros han crecimiento de forma espectacular en la última década.


Los grandes inversores financieros controlan grandes parcelas de los mercados mundiales
que escapan ya a las manos de los gobiernos, por poderosos que sean. De esta forma, por
poner un ejemplo, las especulaciones de los grandes financieros sobre las monedas de la
Unión Europea provocaron la crisis del Sistema Monetario Europeo por entonces previsto,
sin que los gobiernos europeos pudieran hacer nada para evitarlo.

Un número crecientemente reducido de compañías transnacionales controlan la


mayor parte de la producción mundial. En algunos casos, como la empresa Microsoft, se
ha llegado a producir una situación de monopolio casi absoluto del mercado, llegando a
imponer a casi toda empresa de software la creación de programas que operan desde “su”
sistema operativo, como se demostró en las sentencias judiciales de 2000 y 2001
condenatorias de la compañía por uso monopolístico de su posición de mercado. En otros
casos, una maraña de empresas subsidiarias internacionales dificulta demostrar
situaciones similares de práctica monopolística, “dumping” y competencia desleal, etc. La
prestación de servicios por Internet también hace inviable localizar espacialmente el
ámbito de desarrollo de una empresa.

Ante esta situación, se han desatado en la última década del siglo XX guerras
comerciales más o menos encubiertas entre Japón y EE.UU., o entre EE.UU. y la Unión
Europea, desarrollándose todo un sistema de pugna por adquirir ventajas en las diferentes
áreas del mercado mundial: se definió el Tratado de Libre Comercio o NAFTA entre
Canadá, EE.UU. y México en la era Clinton, y acuerdos preferenciales entre la Unión
Europea y países norteafricanos o Turquía y Latinoamérica, e incluso en 1999 los
acuerdos chino-estadounidense fueron un punto crucial para la mundialización
económica.
Observando las estadísticas económicas internacionales parece evidente que se ha
producido un aumento general de la riqueza mundial en las últimas décadas. También se

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puede afirmar que se han registrado algunos avances socioeconómicos generales
destacables, sobre todo en temas sanitarios y educativos. Pero, a pesar de estos datos
favorables, los beneficios de la globalización no se han repartido equitativamente. De
hecho, la desigualdad en la riqueza de los países se ha mantenido bastante estable desde
hace casi cincuenta años; los países ricos se han hecho un poco más ricos mientras que los
países pobres se han hecho un poco menos pobres.

5. BIBLIOGRAFÍA.

AGUIRRE, M.: Los días del futuro. La sociedad internacional en la era de la


globalización. Barcelona, 1995.

ANDRÉS–GALLEGO, J.: Recreación del Humanismo. Desde la Historia. Madrid,


Ed.Actas, 1994.
ARON, R.: Los últimos años del siglo. Madrid, Espasa–Calpe, 1984.

HIRSCHBERGER, J.: Historia de la Filosofía. Barcelona, Herder, 1977.

CASSASSAS, Jordi: La construcción del presente. El mundo desde 1848 hasta nuestros
días. Barcelona, Ariel. 2005.

STIGLITZ, Joseph E.: El malestar en la globalización. Madrid, Suma de Letras, 2004.

CASTELLS, Manuel: La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Madrid,


Alianza Ed., 1998.

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