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C A T U L L I X X X I, 1 -2
ARISTÓTELES

EL HOMBRE DE GENIO
Y LA MELANCOLÍA
PR O B L E M A XXX, I

Prólogo y notas de
JA C K IE P IG E A U D

Traducción de
C R IS T IN A SE R N A
pr im er a e d ic ió n : abril de 1996

Publicado por Quaderns Crema, S. A.


F. Valls i Taberner, 8 - 08006 Barcelona
Tels.: 212 87 66 - 212 38 08
Fax: 418 23 17

© por la traducción: 1996 by Criscina Serna


© por la introducción y las notas: 1988 by J. Pigeaud

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I N D I C E

Prólogo 9

Bibliografía sumaria 75

A breviaturas 76

PRO BLEM A XXX 77

Notas 1 04
PRÓ LO GO

¡Q u é poder el de una ensoñación organizada!


Existen textos que no destacan ni por su estilo, ni
por su extensión, ni por la densidad de su pen­
samiento. Y sin embargo su resplandor permanece
inalterable. Uno de los grandes misterios de estas
obras es que, para empezar, nos resultan per­
fectamente herméticas. De hecho, se inscriben en
el marco de una cultura desaparecida. Y , con todo,
nos sentimos ligados a ellas por un sentimiento de
familiaridad. N os comunican evidencias, o más
bien ideas, que nosotros hemos recibido de no se
sabe dónde. Nos devuelven lugares comunes de
nuestra propia cultura, y nos fuerzan a un trabajo
de arqueología del imaginario cultural.
A este tesoro pertenece el famoso Problema
X X X y su comienzo, que resonará a través de los
siglos: «¿P or qué todo ser excepcional es melan­
cólico?» La cuestión no depende de los hechos; se
trata de una evidencia: todo ser excepcional es
melancólico. En consecuencia, el autor propon­
drá algunos ejemplos y considerará directamente
las causas.
Si se tienen en cuenta los ejemplos y su elección,
resulta ciertamente difícil hacer otra cosa que pro-

9
poner hipótesis. Para empezar Heracles, debido a
dos aventuras patológicas: la locura que le condu­
ce a asesinar a sus hijos, y su desaparición en la
cima del Eta, como consecuencia del sufrimiento
provocado por la túnica envenenada con la sangre
del centauro N eso.1 Es destacable la interpreta­
ción laica, médica, que da el autor de estos «heroi-
ka» de Heracles. Estas dos historias proporcionan
los paradigmas de los dos extremos de la melanco­
lía: la locura (ek-stasis) por un lado, y las úlceras
por el otro. Ambas imponen, según el autor, el
diagnóstico de melancolía en el caso de Heracles,
que vivió las dos aventuras paroxísticas del tempe­
ramento de la bilis negra. Para hablar como los
antiguos, se podría decir que la bilis negra puede
afectar al pensamiento, o bien afectar al cuerpo.
Esto depende de la salida que encuentre.
También Á yax se volvió loco (ek-statikos), y
Belerofonte recorrió los desiertos. H e aquí dos
personajes a los que una especie de tornasol cam­
biante coloca a la vez en el pasado y en el mito. En
cuanto a los «modernos»: Em pédocles, Platón,
Sócrates, «y muchos otros personajes ilustres». Y
aún hay que añadir a «aquellos que se han consa­
grado a la poesía».

i. Para toda esta patología de Heracles, cf. nuestras notas


ad loe.

IO
Resulta muy difícil reconstruir la historia pato­
lógica que hizo merecedoras a estas personalida­
des del diagnóstico de melancolía. Obviamente,
la historia del suicidio espectacular de Empédo-
cles resulta de sobras conocida. Algunos han pen­
sado que la melancolía de Sócrates era debida a
las manifestaciones de su daimon y a su extrava­
gancia (utopia). Pero, ¿y el caso de Platón? ¿H e­
mos de atribuirlo a su persona, o bien a su obra?
Quizá se haga entonces necesario pensar en las
definiciones del Fedro, tan importantes en la tra­
dición de la locura. «H ay dos especies de locura
(manía), una producida por las enfermedades hu­
manas, y otra por un cambio de nuestros valores
habituales provocado por la divinidad.» (265a) Y
Sócrates hace la distinción, entre los delirios divi­
nos, de aquel que proviene de Apolo (la inspira­
ción profética), el que proviene de Dioniso (la
inspiración mística), aquel del que las Musas son
responsables (la inspiración poética) y el delirio
debido a A frodita y al Am or (265b y 244-45). Esta
distinción ha sido retomada incluso por los mé­
dicos.2 Celio Aureliano3 da comienzo a su mono-

2. Cf. Ja c k ie Pigeaud, Folie et cures de la fo lie chez les mé­


decins de la Antiquité gréco-romaine, La manie, Paris, Belles
Lettres, 1987, pp. 130 y ss.
3. Médico del s. V d.C., que tradujo al latín a Sorano de
Efeso, médico griego contemporáneo de Trajano y de Adriano.

π
grafía sobre la manía citando el Fedro: «Platón
en el Fedro declara que hay dos especies de locu­
ra...» Digamos de paso que tras Platón vienen los
estoicos, cosa que no nos interesa aquí, pero tam­
bién Em pédocles... «De igual manera», escribe
Celio Aureliano, «los sectarios de Em pédocles
afirman que existe una manía que proviene de la
purgación del alma, y otra que proviene de la alie­
nación del espíritu provocada por la enfermedad
del cuerpo o bien por el mal temperamento de
éste {iniquitate ),»4 ¿De qué purgación se trata?
Desgraciadamente, los fragmentos de Em pédo­
cles que poseemos no nos permiten aclarar este
texto. ¿Es acaso preciso pensar que el Problema
X X X apunta hacia la obra de Em pédocles, antes
que a su vida?
¿ Y Lisandro? Aparece sin más, a causa de unas
úlceras de las que nada sabemos. Pero resulta que
él, personaje histórico y moderno, aparece situa­
do entre los héroes Heracles, Ayax y Belerofonte.
¿Es posible que sea simplemente el parecido en­
tre su enfermedad y la de Heracles lo que motiva
la mención de su nombre? E s preciso destacar
también, tal y como nos dice Plutarco, que él fue
el primer griego al que las ciudades levantaron al­
tares y ofrecieron sacrificios como a un dios, y en

4. Cf. Folie et cures de la fo lie ..., op. cit., p. 130.

12
honor de quien se cantaron himnos por vez pri­
m era.5 Esto situaría a Lisandro como una especie
de transición natural entre los héroes y los hom­
bres, cosa que podría justificar así su clasificación
entre los héroes.
Pero estos ejemplos nos dicen algo más. Invo­
can el testimonio de la Antigüedad y del mito, que
coincide con el de la modernidad. Y por primera
vez un texto propone los nombres de hombres
modernos para aquello que .podríamos denomi­
nar un diagnóstico retrospectivo. Se nos dice que
Em pédocles, Sócrates y Platón eran melancóli­
cos. En lo que a Sócrates respecta este no es sino
el primer «diagnóstico», dentro de una historia
«patológica» del personaje que no hacía más que
comenzar.6
Pero volvamos sobre estos ejemplos para ex­
traer una última lección. Heracles conoció la lo ­
cura y las ulceraciones; Lisandro las úlceras; Ayax
la locura; Belerofonte recorrió los desiertos. H e
aquí una manifestación de la melancolía, la bús­
queda de la soledad, ésta, unida a la misantropía,
es consubstancial a la melancolía. Y sin embargo
se diría que aquí el tema no hace más que anun­
ciarse. Será preciso, en el fondo, esperar hasta la

5. Cf. nuestra nota ad loe.


6 . F . Lélu t, Le Démon de Socrate, París, 1836.

13
tradición de las Cartas del pseudo-Hipócrates,
sobre las que volveremos, para verlo resurgir y
desarrollarse.
Tras Em pédocles, Sócrates y Platón, y los de­
más, llega un grupo aparte: los poetas. Y , en efec­
to, éste se merece un lugar propio; pues, después
de todo, la poesía es a la vez el modelo supremo y
el que suscita un mayor número de preguntas,
como intentaremos ver.7

LA ARTICU LACIÓ N DEL TEXTO

N o es fácil controlar el razonamiento del autor,


no tan sólo porque nos proyecta hacia una física
que nos resulta por completo ajena, sino porque
en ocasiones resulta elíptico en su prisa por de­
mostrar. Es preciso, pues, entresacar unas articu­
laciones que no parecen del todo evidentes.
i° La experiencia del vino. E l vino pone de ma­
nifiesto durante un tiempo limitado un abanico
de caracteres que se corresponden, cada uno de
ellos, con el carácter de un individuo dado, no en
ese instante solamente, sino de por vida.

7. Com o decim os en nuestras notas (cf. p. 101), E m p é ­


docles, en efecto, no es citado como poeta, sino como « fi­
siólogo».

14
2o E l vino y la naturaleza obran este efecto por
identidad de causas. El autor introduce la bilis ne­
gra. La naturaleza del vino y la mezcla de bilis ne­
gra son parecidas.
3° E l tercer punto llega como conclusión: la
bilis negra y el vino son «m oldeadores del carác­
ter» por identidad de naturaleza. Esto quiere
decir que la bilis negra actúa como el vino. Todo
cuanto precede en las dem ostraciones nos ob li­
ga a entender que esto es lo esencial en el men­
saje de nuestro autor. L a bilis negra se com por­
ta como el vino, es decir, produce un gran
número de caracteres. Como punto de partida
teníamos los estados de em briaguez que p ropor­
cionan los caracteres posibles, durante un tiem ­
po determ inado. La bilis negra produce el m is­
mo efecto, sólo que de por vida. E n el fondo, el
m elancólico es, él solo, una m ultiplicidad de
caracteres. L a bilis negra ofrece al natural me­
lancólico todos los estadios de la embriaguez
con todos sus peligros, y esto para siem pre. E l
m elancólico es esencialmente polim orfo. Puede
apreciarse que este último punto es fundam en­
tal y que no se hallaba contenido en las prem isas
del razonam iento. Esto quiere decir que el me­
lancólico tiene en sí mismo, como posibles, to­
dos los caracteres de todos los hombres. Cosa
que aclara de un modo prodigioso, como ve­

15
remos, la idea misma de la creatividad m e­
lancólica.

EL VINO COMO IN ST R U M E N TO
DE C O N O C IM IEN TO

La búsqueda de una medida «farmaceútica» para


evaluar el natural de los individuos no es nueva.
Platón, en las Leyes (I, 644b 6 y ss.), se lamenta de
que no exista droga capaz de alterar progresiva­
mente la personalidad y de llevarla hasta el temor,
y de poner de relieve, al someter a prueba su resis­
tencia, el temperamento y la educación de cada
individuo, lo que supondría, para el responsable
político, una extraordinaria ventaja. Pero el legis­
lador dispone de otra droga, el vino, que produce
exactamente el efecto contrario, al engendrar la
aphobia, una enorme seguridad en uno mismo, la
ausencia de miedo. E l problema, pues, será inver­
so. Se medirá la resistencia a la ausencia de mie­
do; esfuerzo igualmente positivo, pero en un sen­
tido contrario. Para medir el valor del ciudadano,
fundamento de la supervivencia de la ciudad, se
medirá su resistencia a la ingestión de vino.
Lo que Platón propone es, por lo tanto, un «co­
nocimiento indirecto» por medio del vino, cosa
que presenta ciertas ventajas. E l vino es una be­

16
bida no muy cara, de sobras conocida, de la que se
sabe con exactitud la dynamis, es decir, la propie­
dad y la fuerza, que parece mantenerse constante
sea quien sea el individuo que lo toma.8 E l razo­
namiento es bastante complejo. Resulta imposible
que el autor del Problema X X X ignorase este tex­
to. Pero éste propone otra teoría acerca del cono­
cimiento de los individuos por medio del vino,
que, a primera vista, parece muy sencilla. El vino
modela los caracteres. Es capaz de generar todos
los estados de la personalidad, y ello de una ma­
nera progresiva (έκ προσαγωγής -9 5 3 b ). Se pue­
de percibir, de acuerdo con la cantidad de bebida
ingerida, una evolución de los caracteres y de los
comportamientos. Se trata, pues, de un experi­
mento fácil, al alcance de todo el mundo, que, por
otra parte, reposa sobre una experiencia común;
se trata, también, de la medida directa de los efec­
tos del vino. Sin duda, el autor se interesa sobre
todo por la gradación de los estados de embria­
guez, antes que por la cantidad de bebida inge­
rida. P or otro lado, este experimento no carece
del todo de peligro, puesto que hacia el final del
texto se nos presentan los riesgos mortales de la
embriaguez. L o importante es ver que se puede

8. Cf. Ja c k ie Pigeaud, La Maladie de l’âme, París, Belles


Lettres, 1981, pp. 484-494.

17
crear en un determinado sujeto, por medio de la
ingestión programada de vino, toda una serie de
caracteres que es posible encontrar en los demás.
Se contrastan, por medio de un artificio, los carac­
teres humanos, gracias a los efectos sucesivos, gra­
duales y constantes, del vino. La eficacia del vino
se explica por lo que podríamos llamar argumen­
tos físicos. E l vino produce estos efectos porque
contiene aire. La bilis negra produce los mismos
efectos que el vino. Entonces el autor añade dos
cualidades, el calor y el frío, necesarias para lo que
viene a continuación, es decir, la demostración de
que el melancólico es un ser inestable.

LA BILIS NEGRA

La analogía con el vino nos perm ite aclarar un


poco la naturaleza de la bilis negra. E lla es la
fuente inmediata del comportamiento del m e­
lancólico. Es fría o bien caliente, inestable en
esencia; y contiene aire. Pero jamás es definida
por su relación con los otros humores. E l texto
jamás nos dice en qué sistema humoral nos h alla­
mos, es decir, qué humores componen finalm en­
te nuestro ser fisiológico.9 P or otro lado, cuando

9. A propósito de esta cuestión en torno a la definición

18
el autor habla de la «mezcla de la bilis negra»,
uno puede preguntarse si se trata de la mezcla
que constituye la bilis negra como tal, o bien de
una mezcla en la que la bilis negra interviene m a­
sivamente. Pues este humor constituye una m ez­
cla más o menos com pleja, en la que intervienen
el calor, el frío y el aire. La expresión utilizada
por el texto es, en general, «la mezcla de la bilis
negra», menos en una ocasión en que parece de­
signar más precisam ente una mezcla, un estado
del cuerpo que depende de la bilis negra (ή κρα~
œlç d m τ ή ς μ ελ α ίν η ς χ ο λ ή ς -955a 14)· De h e­
cho, la bilis negra es un residuo, un sedimento,
de aquello que no está cocido, puesto que la d i­
gestión es considerada como una cocción. En
el Problema I (861B zo), más específicamente re­
servado a cuestiones de carácter médico, puede
leerse: «Puesto que el pósito de lo que no está
cocido se queda y se mantiene con mucha fuerza
en el cuerpo; tal es el caso de la bilis negra.» Por
lo demás, nuestro texto se cierra con una refle­
xión sobre el perissóma, lo superfluo, lo residual.
E l individuo puede hallar alivio en una emisión
esperm ática que le libere de superfluidades. La

de los humores, puede leerse nuestro artículo: L ’hiwieur des


Anciens , en L ’bumeur et son change?nent, Nouvelle Revue de
Psychanalyse 32, 1985, pp. 51-69.

19
doctrina de los residuos es aristotélica. E l térm i­
no perissóma no es hipocrático.101
Por supuesto que se ha traducido así el comien­
zo del Problema·. «¿Por qué razón todos aquellos
que han sido hombres de excepción (perittoi)...»
Pues si bien el adjetivo perittos designa aquello
que resulta excesivo, superfluo, significa también
«excepcional», en un sentido metafórico. De
acuerdo. Puede también encontrarse este empleo
en Teofrasto, a propósito de las plantas que «son
excepcionales por su olor» (τά π ερ ιττά τή
οσμή).1' Pero ello no impide que, en este pensa­
miento donde es preciso estar atento al mínimo
detalle, no tengamos demasiado escrúpulo en en­
tender que el hombre excepcional (perittos ) es el
hombre del residuo (perissóma) por excelencia.
Por otro lado, es esta tensión la que no hay que ol­
vidar en ningún momento para comprender lo
que podría llamarse la dialéctica de la melancolía,
tal y como a lo largo de los siglos se ha vuelto, una
y otra vez, sobre ella. Es preciso pensar en el vín­
culo entre esta materia superflua, este residuo de
la cocción, este humor estúpido, y la creatividad
del genio, el ímpetu de la imaginación.

10. Cf. A . Thivel, La doctrine des perissôm ata et ses pa­


rallèles hippocratiques, en Revue de Philologie X X X I X , 1965,
pp. 266-282.
11. Historia de las plantas IX , 7, 2.

20
UNA EN SO Ñ A C IO N D E LA M E Z C L A

La bilis negra es una mezcla perfectamente ines­


table. En un instante puede ser extremadamente
fría o caliente.
Hemos tratado de mantener el término mezcla,
que es la traducción exacta del griego κρασις. El
cultismo crasis y la transcripción latina tempe­
ramento podrían hacernos perder de vista esta
simple noción de mezcla que es preciso tener muy
presente, aun cuando el término griego tuviera ya
unas connotaciones y un uso médico preciso en la
época de la redacción del Problema X X X .11 En
nuestro texto, la mezcla de la bilis negra puede re­
presentar, vale la pena repetirlo una vez más, la
mezcla que constituye la bilis negra en tanto que
substancia, y la mezcla de humores en la que pre­
domina la bilis negra.
E l problema estriba en saber si existe una nor­
ma para esta substancia compuesta e inestable.
Esta cuestión es de capital importancia, puesto
que se trata de establecer que el melancólico no es
necesariamente un enfermo y que existe, como12

12. P o r ejem plo, en la Medicina Antigua del Corpus Hipo-


crático se dice que la salud reside en la correcta mezcla de los
humores. P ero la noción de crasis interviene sobre todo en la
teoría de los hum ores fundam entales, sangre, flem a, bilis
amarilla, bilis negra, por ejemplo Naturaleza del hombre, 4.

21
explicaremos, una salud del melancólico. Esto es
lo que explica, en la segunda mitad del texto, la
reflexión sobre el homalon, es decir, la constan­
cia, y el anomalon, la inconstancia. La cuestión es­
triba en mostrar que existe una constancia de la
inconstancia.
Quedan por añadir unas palabras a propósito
de otras dos importantes nociones que aparecen
en el texto: la de mesón (o término medio), y la de
kairos, que nosotros traducimos, de acuerdo con
el uso, por ocasión. E l uso de estos términos, en
una ensoñación de la mezcla, es digno de desta­
car. Y a se sabe que la noción de término medio es
muy importante en la filosofía aristotélica.13 Baste
recordar, por ejemplo, la teoría peripatética de las
pasiones. La pasión debe ser llevada hasta un tér­
mino medio, resultado de la mezcla de dos fuerzas
opuestas y de sentido contrario. En realidad, todo
reposa sobre el equilibrio entre el placer y el do­
lor que necesariamente acompañan a cualquier
pasión; lo que se corresponde, fisiológicamente,
con el equilibrio entre el frío y el calor en la kar-
dia. Radican aquí las razones de la mesóles, del

13. A propósito de esta cuestión del término medio pue­


de leerse H. Kalchreuter, Ote ΜΕΣΟΤΗΣ bei itnd von Aristó­
teles, Tübingen, 1911, y Th. Tracy, SJ, Pbysiological Theory
and the Doctrine ofthe Mean in Plato and Aristotle, La Haya,
París, Mouton, 1969.

22
término medio. La symmetria, es decir, la relación
armoniosa, constituye un término medio, y este
término medio es el resultado de una mezcla.14 La
virtud del cuerpo, su salud, es un término medio.
La salud del alma y la salud del cuerpo son compa­
radas en la Física, 2 4 6 b 4 -6 , de Aristóteles: «Las
virtudes del cuerpo, por un lado, así como la salud
y el bienestar, residen [...] en la mezcla (κράσεή y
en una correcta relación (συμμετρία ) entre el calor
y el frío, ya sea en su relación recíproca interna, ya
sea en lo relativo al medio ambiente.»
La noción de mesón, del término medio, repre­
senta la norma, en una ensoñación de la mezcla,
como se ve muy bien en la apasionante obra que
Galeno consagra precisamente a las mezclas {De
Temperamentis). Galeno parte de una. reflexión
en torno al canon de Policleto, que define, tal y
como él nos recuerda, las proporciones entre las
partes del cuerpo humano (la proporción entre la
falange y el dedo, entre el dedo y la mano, entre la
mano y el brazo, etc.), proporciones a las que se
puede llamar symmetria, es decir relación de las
partes entre ellas y de cada parte respecto al todo.
Pero esto no tiene nada que ver con la mezcla. G a ­
leno busca un canon, es decir, una norma de la
mezcla. E l canon de los médicos resultará más di­

14. Cf. La Maladie de l ’âme, op. cit., pp. 299 y ss.

23
fícil de establecer que el del escultor; debe esta­
blecer la eucrasia, el equilibrio de los humores,
una symmetria de las cualidades, que no será otra
cosa que un estado medio, en comparación con el
cual se podrá juzgar el estado de salud de tal o
cual individuo.15
E l Problema X X X nos propone una idea más di­
fícil, más atrevida. No se trata de la symmetria en­
tre los humores que forman nuestro organismo,
sino de la eucrasia de un humor que es por natu­
raleza inestable. E l Problema X X X afirma que
existe una buena crasis de aquello que es, en esen­
cia, una crasis anómala, es decir, inconstante. 955a
37: «Desde el momento en que es posible que
exista una buena mezcla de la inconstancia...»
{επ εί δ ’ εσ τι καί εύκρατοι/ ε ίν α ι ττ\ν άνωματ
λίαν...) Esto no puede explicarse más que por el
enfriamiento del calor o por el recalentamiento
del frío, es decir, por un cierto equilibrio frágil, el
mesón de la bilis negra.
La ensoñación de la mezcla explica expresio­
nes de nuestro texto que no siempre han sido
bien comprendidas por la tradición. Por ejemplo,
cuando, a propósito del temor, que es una pasión,
se nos dice que, puesto que el temor puede enfriar
a un individuo previamente caliente por obra y

15. I K 56 6 yss.

24
efecto de la bilis negra, es posible hallarse a un
tiempo en estado de temor y sin pasión [καί έν
αύτω καί άπαθή -954b 15)*16 Es decir, que uno se
encuentra en una especie de grado cero de la pa­
sión que representa, como ya hemos dicho, el tér­
mino medio buscado, que reposa sobre un estado
psicológico.
Otro aspecto altamente destacable de nuestro
autor es esta meditación a propósito del encuen­
tro entre lo inestable y el instante. En verdad todo
es posible, tanto la mayor cobardía como el mayor
coraje, la locura como el talento y la eficacia.
Todo depende del encuentro del kairos, de la cir­
cunstancia, así como del estado de la bilis negra
del individuo. Por ejemplo, si el anuncio de un
peligro (cuyo efecto es el enfriamiento), se en­
cuentra con la bilis negra en estado frío, el indi­
viduo se conduce como un ser cobarde, puesto
que la bilis negra ha abierto camino a la cobardía
(frío + frío = cobardía). E l autor escribe, 954b 34:
«Pues, cuando la mezcla resulta demasiado fría
para la ocasión, engendra dysthymías sin razón...»
E l melancólico es el hombre del kairos , de la cir­
cunstancia.17

1 6. A sí es como nosotros entendemos el texto; cf. nuestra


nota ad loe.
17. E l kairos es una noción específicam ente griega, que
corresponde, para decirlo rápidamente, al ideal de la medida

2.5
E L V I N O , LA B I L I S Y LA « E T H O P O I E S I S »

Pedimos perdón por este caico griego, que nos


será de utilidad. ¿Cómo podríamos decirlo? ¿La
fabricación, la modelación de caracteres? No es
que me encante la traducción de ήθος por carác­
ter, pero me acomodo aquí al uso. La etimología
popular ya había establecido la relación entre
έ'θος, costumbre, y ήθος, que designa una manera
de ser habitual, un comportamiento. Si uno sigue
a Aristóteles en la "Poética (1454a 15), cuando re­
flexiona a propósito de lo que debe ser el ethos,
puede pensarse que lo que lo define es el parecido
de uno consigo mismo, la constancia, la regula­
ridad en su ser. La coherencia de un individuo
puede consistir además, tal y como subraya A ris­
tóteles, en una constante incoherencia. Y estos

de lo cualitativo. Todo el mundo conoce el prim er Aforismo


de H ipócrates: «L a vida es corta, el arte es largo, la ocasión
difícil.» E l kairos es el momento en el que el técnico, ya sea
médico, orador o general, debe intervenir. E l kairos va liga­
do al tiempo, por la urgencia de la acción que precisa el esta­
do de las cosas; al conocimiento, por la necesidad de la ex­
periencia que un individuo debe poseer para actuar. Desde
el punto de vista del tiempo, se trata de un instante casi in­
temporal, sin duración. L a eficacia del m elancólico se basa
en el acuerdo entre el estado de la bilis negra y el kairos. Este
es el drama del melancólico tal y como nos lo presenta el Pro­
blema XXX.

26
caracteres, ¿qué son? Observemos por un mo­
mento la variedad de modificaciones, de maneras
de ser, de cualidades del individuo que nos pro­
pone nuestro texto. (Así hablaríamos con pruden­
cia para determinar el carácter.) Y a sea por efecto
del vino, o bien de la bilis negra, poco importa
aquí, los hombres se muestran coléricos, filan­
trópicos, piadosos, audaces, locos, violentos, em­
prendedores, seguros de sí mismos, charlatanes,
elocuentes, silenciosos, taciturnos, brutales, im­
pulsivos, abandonados a sus deseos, a las lágri­
mas, llenos de afecto por el otro, salvajes, co­
bardes, obsesionados por el sexo, bien dotados,
euthymicos, athymicos, dysthymicos, y aun es pro­
bable que me deje alguna cosa. L a organización
de estos estados difiere en el curso de la exposi­
ción. Para empezar llamaremos la atención sobre
la curva que presenta el paradigma del vino y del
estado de embriaguez. Se parte del nivel frío y
silencioso, para pasar a uno más charlatán, elo­
cuente, seguro de sí mismo, emprendedor, violen­
to, loco; a continuación el individuo se desmoro­
na (se trata de la eklusis) para sumirse en un
estado de embrutecimiento. N os hallamos, pues,
ante los grados, los estadios sucesivos de la em­
briaguez, susceptible de ser medida por la canti­
dad de vino. Y más tarde, conforme se avanza en
el texto, se amplía la paleta de los caracteres,

27
como si lo que interesara al autor fuera el aspecto
proteico del melancólico. Si uno observa estos
caracteres, puede poner en oposición las actitu­
des que implican; los comportamientos extrover­
tidos, si podemos atrevemos a decirlo de esta ma­
nera, que arrastran al individuo fuera de sí
mismo, y, por el contrario, aquellos que aíslan al
individuo en su soledad. Ebrio o melancólico,
uno se ve proyectado, más o menos progresiva­
mente, fuera de sí mismo, y hacia los demás. La
charlatanería, la piedad, el amor hacia el otro, el
afecto desbordante, incluso la agresividad y la
violencia, son comportamientos que implican una
relación con otra persona. Por supuesto, uno pue­
de atribuir mayor valor a unas actitudes en detri­
mento de las otras. Se puede opinar que la piedad
es preferible a la cólera. Pero, en la práctica, se
trata de dos pasiones. La piedad como tal, si es
excesiva, tampoco es buena. Y recuerdo aquí de
paso que Aristóteles define la tragedia, en la Poé­
tica, como «la representación de una acción [...]
que por medio de la piedad y el temor realiza
la purificación de tales pasiones». La piedad, lo
mismo que el temor, resultan pasiones nocivas,
a menos que sean reducidas a un estado de térmi­
no medio; comportan el riesgo de que la relación
que une un individuo a otro resulte desmesurada,
de que este individuo se pierda en el otro, o, por

28
el contrario, conceda excesivo valor a su per­
sona.'8
Si uno hace un recuento rápido de los compor­
tamientos que implican una salida y de aquellos
otros que sugieren una reclusión en uno mismo,
se queda impresionado al comprobar que predo­
mina el aspecto de la extraversión. El silencio, la
taciturnidad oscura, por decirlo en palabras de
19 la athymia son evocadas con menor fre­
Pinel,18
cuencia que la exhuberancia de la cólera, de la pa­
labra, del amor, de la violencia. El melancólico es
presentado por encima de todo como un ser agi­
tado. Sin embargo, hay que matizar. Por ejemplo,
cuando es preciso demostrar que la bilis negra
puede ser fría y caliente, el autor nos dice que la
bilis negra, si se halla en exceso en las profundi­
dades del cuerpo, vuelve al individuo taciturno y
retraído. Pero con frecuencia este estado de hun­
dimiento se presenta como la recaída después de
un exceso. A sí, curiosamente, se nos dice que
aquellos que son silenciosos son muy a menudo
extáticos (953b 13). Por lo tanto, las actitudes de
reclusión, la cobardía, el temor, el silencio no se
hallan ausentes, pero es indudable que se privile­
gia el aspecto positivo de la melancolía. Esto, evi-

18. Cf. Folie et cures de la fo lie ..., op. cit., pp. 163-188.
19. Nosographie philosophique, 5“ ed., 1813, tomo III, p. 91.

29
dentemente, se explica en el marco de una refle­
xión sobre la creatividad. El individuo apartado
del mundo, sumido en su silencio, ¿qué sugiere a
una tal meditación? Pero el historiador de la me­
lancolía está igualmente interesado en ver cómo la
palabra filantropía caracteriza un estado del me­
lancólico, así como en no ver en él la misantropía,
que es su actitud típica. A ello se debe sin duda el
que la imagen de Belerofonte y su fuga al desierto,
de las que hablábamos antes, no sean después re­
tomadas para una reflexión sobre la misantropía.
Esto nos lleva a tomar en consideración otra
distinción en la obra que nos ocupa. A partir de
954a 24 aparece una terminología considerable­
mente incómoda, la de la familia de thymos. Salvo
error por mi parte, hay diecisiete apariciones de
estas palabras. Sin necesidad de ser un fanático de
los números, a uno puede sorprenderle una fre ­
cuencia tan alta en un texto tan corto.10 Y a he ex-

20. Em pleos de las palabras de la fam ilia de thymos·.

άθυμία 954a 24 (unido a φόβους ), 954b 16, 955a 15


άθύμως
άθυμάτεροι 955a 23, 955a 2 6
προθύμως 9 5 53 2
εύθυμία 954a 25, 955a 16
εύθύμους 9 5 53
εύθυμότεροί 9 5 53 16
θυμός- 954a 33

30
plicado porqué en mis notas he intentado conser­
var el calco del griego en la medida de lo posible:
athymia, dysthymia, euthymia. Pero es preciso no­
tar también los compuestos del tipo epithymia , el
deseo; los adverbios: athymos, prothymos·, los ad­
jetivos; el empleo del propio thymos, en el sentido
de deseo, de impulso.
Todo esto no es en absoluto producto del azar;
no cabe ninguna duda. Pero abandonemos la des­
cripción pintoresca de las pasiones, de los com­
portamientos, de las actitudes, para ocuparnos de
una determinación más profunda del ser. Me gus­
taría decir, si ello no resultara anacrónico, que
pasamos de la moral a la psicopatología.
E l thymos designa un todo muy complejo. Para
darle un valor general, podría definirse como el
«sentirse uno mismo». Cabanis o Littré hablaban
de un sentido íntimo. E l thymos es en Hom ero,
como señala Bruno Snell, el órgano de la emoción
y la base del dolor.11 La athymia, la euthymia , la
dysthymia son las maneras por medio de las cuales
el individuo aprehende su ser en el mundo, se*21

έπ ιθ υ μ ία 954a 33
δυσθυμία 954b 35, 955a 6
δυσθυμότεροί 955a 17
21. B. Snell, The Discovery o f the Mind, trad. inglesa,
N ueva Y o rk , i960, pp. 18 y ss.

31
siente ser, se siente vivir en la facilidad o en la an­
gustia. En Hipócrates, en el aforismo fundador
(.Aforismos V I, 23 = IV L 568), la dysthymia va li­
gada a la bilis negra: «Si el temor y la dysthymia
duran largo tiempo, este estado va ligado a la bilis
negra.» E l Corpus hipocrático tampoco ignora las
alternativas de athymia y de euthymia. Lo de­
muestra el bello ejemplo de Epidemias V, 84 (V L
252), precisado en Epidemias V II, 89 (V L 446):
«Parmenisco se hallaba afectado [...] de athymia
y de un deseo de dejar la vida; y después, por el
contrario, de euthymia.» En Olimpia, prosigue el
texto, «él sufría de afonía, y permanecía inmóvil
[...], después convulsiones con la mano sobre los
hipocondrios, como si le doliesen». (Nada nos in­
dica que la bilis negra fuese la causa de aquello
que Littré define como una «afección mental».)
Pensemos, además, en aquella magnífica defini­
ción de Epidemias (V L 316): «De lo que proviene
del thymos tenemos: la oxythymia,2' que retrae el
corazón y los pulmones sobre sí mismos y atrae
hacia la cabeza el calor y la humedad; la euthymia,
por el contrario, relaja el corazón.»13 Aquí tampo­
co aparece la bilis negra. Pero se observa que el
médico hipocrático se ha interesado por la mane-23

22. Estado de excitación del thymos.


23. Cf. La Maladie de l ’âme, op. cit., p. 446.

32
ra en que el enfermo se percibe a sí mismo. E l Pro­
blema X X X sistematiza las variaciones de thymos
para atribuirlas a la bilis negra. La manera de
comportarse, el nivel de energía, y, simplemente,
la capacidad de vivir dependen de esta bilis negra.
Porque al final de la dysthymia , es decir, del ma­
lestar de ser, al final de la athymia,14 es decir, de la
ausencia de las ganas de vivir, se halla la desespe­
ración, la muerte y el ahorcamiento. Tal es la sali­
da posible, si no frecuente, qpe nos indica el au­
tor. E l Corpus hipocrático nos habla del suicidio
por ahorcamiento en dos casos interesantes. Para
empezar, una simple indicación, Lugares en el
hombre 39, 1: «A las personas afligidas, a los en­
fermos y a aquellos que sienten deseos de ahor­
carse, hacedles tomar por la mañana una infusión
de la raíz de la mandrágora.» Pero el pasaje más
interesante es aquel de la Enfermedad de las
muchachas, donde se nos dice que «la enferma
está loca a causa de la inflamación aguda; [...] te­
mores y pavores causados por la oscuridad, deseo
de estrangularse a causa de la presión en torno al
corazón. E l thymos, afectado [...] y sumido en la
angustia [...] se pervierte a su vez. La enferma
menciona cosas terribles que le ordenan saltar,
arrojarse a los pozos, estrangularse, como si ello 24

24. Evitamos el término depresión, demasiado moderno.

33
fuera lo mejor [...] Cuando no son lo s phantasmas,
es un cierto placer que hace anhelar la muerte
como algo bueno» (V III 2, 466-468). E l autor pre­
cisa también que «como consecuencia de visiones
de este tipo, muchos se han estrangulado; pero más
mujeres que hombres». Es cierto que el suicidio
por ahorcamiento parece ser más bien femenino,15
mientras que la espada sería el instrumento de la
muerte masculina (véase la muerte de Áyax). Pero
puede señalarse que el Problema X X X habla del
suicidio de personas débiles, jóvenes y ancianos.
Nuestro Problema nos ofrece de paso lo que po­
dría darse en llamar una patología, y aun una psico-
patología, de la vida cotidiana. Pueden darse ac­
cesos de melancolía temporal: es el caso de la
embriaguez. Así, toda suerte de manifestaciones,
graves o menos graves, que abarcan desde la exal­
tación a las úlceras, pueden tener su origen en la
bilis negra (954a 25 y ss.); uno puede conocer el
desaliento, o las alegrías, sin razón aparente en la
vida cotidiana (954b 15); en una palabra, el humor
cotidiano en el sentido moderno. Pero este tipo
de malestar, si bien implica a la bilis negra, pro­
viene de la digestión. Se trata de la producción 25

25. Cf. N. Loraux, Façons tragiques de tuer une fem m e,


Paris, Hachette, 1985, sobre todo pp. 24-40. [Existe traduc­
ción española: Maneras trágicas de matar a una mujer, Ma­
drid, 1989]

34
espontánea, ligada a nuestra alimentación, de un
exceso de bilis negra. Se trata de un malestar, de
una enfermedad, pero no deja de ser un accidente
que para nada compromete la naturaleza del indi­
viduo. Este tipo de enfermedad no modela en ab­
soluto los caracteres. Y es que no todo enfermo
de la bilis negra resulta forzosamente melancóli­
co; al igual que no toda persona melancólica re­
sulta forzosamente enferma de la bilis negra. Se
trata de una aseveración que la alusión a la vida
cotidiana permite reafirmar, cosa que el autor no
deja de hacer. Es preciso decir que las enfermeda­
des de la bilis negra se ciernen sobre todo el mun­
do, pero de un modo especial sobre el melancóli­
co, evidentemente, puesto que éste tiene ya en sí
mismo una cantidad y una calidad de bilis negra
que hacen de él un melancólico.

LAS EN FER M ED A D ES DE LA BILIS NEGRA

Contentémonos con dar una ojeada rápida a lo


que el texto nos indica como las enfermedades de
la bilis negra. La locura (ekstasis o mania), la es­
tupidez {morosis), ¿son síntomas o enfermedades?
Se nos puede objetar que el matiz es sutil. Ello no
resulta tan evidente cuando uno reflexiona preci­
samente sobre el concepto de manía, así como so-

35
bre su definición médica, a propósito de la cual
hemos demostrado que, sin duda, es bastante tar­
día.26 Volveremos luego sobre la locura. E l autor
utiliza los sustantivos apoplejía y torpeza {νάρκη).
Por el contrario, habla de las manifestaciones epi­
lépticas (rd ¿πιληπτίκά). En verdad, estas afec­
ciones incluyen más que la epilepsia de los mo­
dernos. ¡Y aún hay que añadir las enfermedades
ventosas e hipocondriacas!
H e optado por traducir, de una manera un tan­
to arcaica, enfermedades ventosas, porque es pre­
ciso poner de relieve el elemento mismo, que aquí
es el aire, en la naturaleza, en la bilis, en el vino,
en el intestino, en el cuerpo en general. E l viento
y los vientos. «Es por ello por lo que las enfer­
medades ventosas e hipocondriacas son atribui­
das por los médicos a la bilis negra.» Los detalles
se verán en las notas; pero es preciso destacar
aquí que, si bien el autor no era probablemente
médico, sí que estaba al corriente, en cambio, de la
medicina de su tiempo. Respecto a la hipocondría
y las enfermedades ventosas, existe un nombre que
es necesario citar, el de Diocles de Caristo,27 quien

26. 2a mitad del siglo I I a.C.; cf. Folie et cures de la fo ­


lie..., op. cit., pp. 67 y ss.
27. A propósito de D iocles, cf. W . Jaeg er, Diokles von
Karystos. Oie griechische Medizin ttnd die Schtile des Aristóte­
les, Berlín, 1938.

36
ha contribuido enormemente a la formación del
concepto de hipocondría. H e aquí lo que dice G a ­
leno, citando las palabras de Diocles: «Algunos
médicos llaman a la misma diathesis enfermedad
hipocondriaca y ventosa. Me bastará con transcri­
bir los síntomas que le han sido asignados por
Diocles en la obra titulada Afección, causa, tra­
tamiento. Estos son los términos empleados por
Diocles: “ Existe otra especie [se sobreentiende
de melancolía] que afecta a.la región del estó­
mago [...]; unos la llaman melancólica, otros ven­
tosa. Va acompañada, tras las comidas [...] de ex­
pectoraciones húmedas abundantes, de eructos
agudos, de vientos, de calores en los hipocondrios
[...] En ocasiones sobrevienen también violen­
tos dolores de estómago que se extienden hasta
la e sp ald a...” Diocles continúa: “ Es preciso su­
poner que los individuos llamados ventosos
{physódeis) tienen más calor del que conviene en
las venas que reciben alimento del estómago, y
que su sangre es espesa.” »18 E l paralelo con nues­
tro texto es suficientemente elocuente. Constitu­
ye un problema el saber si Diocles fue un contem­
poráneo estricto de Aristóteles, y aun, quizá,28

28. G aleno, De los lugares afectados III, 10 (V III K 185


ss.); cf. Ch. Darem berg, Œuvres de Galie, París, 1856, t. II,
pp. 567 y ss. Los fragm entos de D iocles están editados por M .
W ellmann, Die Fragmente der sikelischen Arzte , B erlín, 1901.

37
alumno de Platón, o bien si fue, como pretende
Jaeger, un discípulo de Aristóteles, que vivió en
los años 340-260 a .C Y
Algunos opinan que el propio Aristóteles fue
médico. Pero si bien Galeno le cita más de 600 ve­
ces en su obra, jamás le atribuye un escrito pro­
piamente médico. Y además está el famoso Me-
nón, tanto más famoso en cuanto que no sabemos
casi nada de él. Galeno se limita a decirnos que es
posible leer un resumen serio de las opiniones de
los médicos antiguos en una colección que es atri­
buida a Aristóteles, pero que, de acuerdo con la
opinión general, ha de ser adjudicada a su discí­
pulo Menón; «es por ello por lo que algunos lla­
man a estos escritos menonianos.»3° Y en lo que
respecta a Menón, evidentemente, poseemos el
papiro 137, llamado el Anónimo de Londres , que
presenta un florilegio de los escritos «menonia­
nos», así como de las opiniones de otros médi­
cos.230
31
9 Pero esta es otra historia, aún más com pli­
cada que la del Problema X X X y que yo menciono

29. Contra F. Kudlien, Problème um Diokles 1ion Karys-


tos, in Stídhoffs Archiv 47,1963.
30. X V K 25 (comentario a Naturaleza del hombre de H i­
pócrates).
31. Anonym i Londinensis ex Aristotelis iatricis Menoniis
et aliismedich eclogae. Este es el título de H. Diels en su edi­
ción de 1893.

38
aquí solamente por el nombre de Menón y por el
posible entorno de nuestro autor.
Volviendo a las enfermedades ventosas, se ob­
serva que no tienen nada que ver con una enferme­
dad de los pulmones, o incluso con el asma, como
pretenden ciertos traductores. Resulta muy impor­
tante ver que nosotros no podríamos distinguir en­
tre las enfermedades «mentales» y las enfermeda­
des somáticas. El texto es claro. Todo depende del
lugar del cuerpo donde se deposite la bilis negra. Si
lo hace cerca del lugar del pensamiento y de la es­
peranza (aquí hay que entender sin lugar a dudas la
kardia, cuyos lazos con el thymos hemos visto), se­
remos entonces melancólicos en el sentido de deli­
rantes, exhuberantes, athymicos y demás. Pero no
se podría definir una diferencia de naturaleza con
las ulceraciones. Las úlceras son una manifestación
localizada de la bilis negra en la superficie del cuer­
po. Se comprende en ese caso que no haya dificul­
tad alguna a la hora de explicar a un tiempo la lo ­
cura de Heracles y sus úlceras.

LA C U ESTIÓ N DE LA LOCURA:
«E K S T A S IS » Y «M A N IA »

Y o he traducido indistintamente ekstasis y manta


por locura. ¿Tengo razón? A decir verdad, no lo

39
sé. Sé perfectamente que muchos gustan de elu­
cubrar, a propósito de este término de ek-stasis,
sobre la «salida de uno mismo». Esto permite dar
un pequeño tinte filológico a las reflexiones mo­
dernas sobre la locura. Pero en realidad se trata
de la locura y de una modalidad de la locura, de
una manera de estar loco. Y es esto lo que im­
porta. Se trata del ekstasis de Heracles (953a 17),
de Á yax en cuanto ekstatikos (953 a 22), de Maraco
el Siracusano, que experimentaba el ekstasis en
determinados momentos (954a 39). E l texto tam­
bién nos habla de ekstatikoi (953b 15), así como de
las causas del ekstasis (954a 25). Pero se nos citan
los manikoi (953b 4), las enfermedades maníacas o
de entusiasmo (954a 31), las personas manikai y
bien dotadas (954a 32), expresión que comentare­
mos. A propósito de las designaciones de la lo­
cura, cinco son designadas por el ekstasis. Pero el
problema no es tan simple. Se trata de saber si nos
hallamos ante términos técnicos o no. ¿Es preciso
traducir manikos por loco, o bien por maníaco?
Este es un problema con el que nos hemos encon­
trado recientemente y nos hemos atenido a este
principio: traducimos mania por manía, término
consagrado por la tradición médica, cuando se
trata de un concepto médico definido.32 Ahora

32. Cf. Folie et cures de la fo lie ..., op. cit., pp. 7 y ss.

40
bien, el concepto de mania parece haber sido fija­
do en la segunda mitad del siglo II a.C., es decir,
después de la redacción del Problema X X X , sin
duda. En cambio, el término ekstasis no llegó
nunca a ser un concepto médico. Se quedó como
algo descriptivo; como un síntoma. Así, las Defi­
niciones médicas, atribuidas a Galeno, pero redac­
tadas un siglo antes de él, definen la manía como
un «extravío del pensamiento» (έκ σ τ α σ ή τ ή ς
διανοία ς) .33 Señalemos que el Prorretico II, 9, del
Corpus hipocrático habla de «extravíos melancó­
licos» (μ ελ α γχο λ ίκ α ί ... έκ σ τ ά σ ιες - IX L 28).34
Galeno, que pretende atribuir al vocabulario hi­
pocrático de la locura un valor muy preciso, habla
del ekstasis como del colmo del extravío del pen­
samiento.35 En nuestro texto no se utiliza el subs­
tantivo manta, aparece tan sólo el adjetivo mani-
kos; y parece que ekstasis sea lo que designa a la
locura, al tiempo que el empleo de los adjetivos
manikos o ekstatikos resulta equivalente. E n este
texto tan al cabo de problemas médicos, pero
que, ciertamente, no es en esencia de carácter mé­
dico, yo diría que el ekstasis es el concepto de la
locura. Que ello implique una salida del estado

33. Ibidem, pp. 67 y ss.


34. E l ekstasis, en un sentido «psicológico», no tiene más
que seis em pleos en el Corpus hipocrático.
35. X V I K 631.

41
normal es evidente. Pero, a mi parecer, al autor
no le resulta más destacable el término ekstasis
que el término ek-physis en referencia a las úlce­
ras de Heracles (953a 16), o, más aún, que el de ek-
zesis de este tipo de úlceras. La bilis negra reca­
lentada intenta salir. Puede hacerlo bajo la forma
de extravío del pensamiento. Ella constriñe al in­
dividuo a salir de sí mismo. Puede salir por la piel
y dar origen a las ulceraciones. Extasis es el térmi­
no elegido por el Problema X X X entre las posibles
determinaciones de la locura porque sin duda es el
que más se corresponde a su fisiología, así como
el que la ilustra mejor. Esta locura puede ser el re­
sultado de un surgir fortuito de la bilis negra, en­
fermedad resultante de un estado melancólico
temporal; o incluso de la enfermedad que acecha
a un temperamento melancólico. Es así, sin duda,
como hay que entender aquella frase tan difícil a
propósito de las Sibilas, Bacis y otros inspirados:
«Pero muchos, debido a que el calor se halla pró­
ximo al lugar del pensamiento, se ven afectados
por las enfermedades de la locura o del entusias­
mo. Cosa que explica la existencia de las Sibilas y
de los Bacis, así como de todos aquellos que están
inspirados, cuando no lo están por enfermedad,
sino por la mezcla que hay en su naturaleza.»
Podría parecer que aquí hay una contradicción,
puesto que es la misma palabra, noséma, enferme­

42
dad, la que es utilizada. La frase se comprende en
su movimiento. Las Sibilas y otros Bacis se vuel­
ven locos, extáticos, a causa de una enfermedad
del temperamento de la bilis negra, del mismo
modo que el poeta Maraco. La precisión «cuando
no lo están por enfermedad sino por la mezcla que
hay en su naturaleza» remite a la distinción entre
la enfermedad que puede apoderarse de cada
uno, debido a un exceso temporal de bilis negra,
como resultado de la digestión y que en nada re­
vela un natural melancólico, y las enfermedades
que se ciernen sobre el melancólico.

EL M ELA NCÓ LICO , ¿ENFERMO O ENFERMIZO?

Se podría afirm ar que no es posible identificar la


melancolía con las enfermedades de la melancolía
en sentido estricto, es decir, de la bilis negra. R e­
sulta esencial para el propósito de nuestro autor
el señalar, como de hecho lo hace en su conclu­
sión, que el melancólico lo es por naturaleza y no
por enfermedad. Ésta entra dentro del orden del
accidente, del azar, y no del dominio de la natura­
leza. La causa es, desde luego, la misma, la bilis
negra. Pero es preciso saber distinguir entre su
exceso fortuito y la presencia constante, en un in ­
dividuo, de una cantidad de bilis negra que hace

43
de él un melancólico. Este último, pues, no está
necesariamente enfermo, si bien es necesario re­
conocer que existe una cierta propensión a la en­
fermedad. Se halla aquí ya la noción de aquello
que los latinos dieron en llamar la procliuitas, o la
decliuitas·, la describieron los médicos, y, por ana­
logía, los filósofos moralistas para la enfermedad
del alma. Este es también el universo de aquello
que más tarde será definido como la προπάθεία,
la pre-enfermedad. La distinción entre el enfermo
y el enfermizo se halla repetida con regularidad
en nuestro texto (953a 31; 954b 28; 955a 35). Pero
existe una salud del melancólico, una correcta
mezcla de la inconstancia, una salud basada en la
regularidad de lo irregular, de la normalidad de lo
anómalo, situación precaria y frágil. Por lo tanto,
es necesario que el melancólico se vigile y se cui­
de. Resulta interesante reencontrar esta misma
idea en una obra de Aristóteles como la Etica a Ni-
cómaco·. «Los melancólicos, por naturaleza, preci­
san siempre de la medicina.» (1154b 11). Por otro
lado, estoy convencido de que este pasaje de la
Etica puede ayudarnos a comprender la persona­
lidad del melancólico. En efecto, Aristóteles con­
tinúa: «pues su cuerpo es lacerado sin cesar a cau­
sa de la mezcla, y se halla constantemente en un
estado de deseo violento. Pero el placer, que es
su opuesto, ahuyenta el dolor; cualquier placer,

44
siempre y cuando sea lo suficientemente fuerte, y
es por ello por lo que los melancólicos son in­
temperantes y viciosos.»
De modo que el melancólico se halla abocado
de antemano a la búsqueda de un placer que no es
sino una manera de calmar su dolor, fruto de la
mordedura de la bilis negra. Constantemente se
ve empujado a buscar distracción, lo que le lleva,
en la urgencia de encontrar la paz para su cuerpo,
a no ser demasiado escrupuloso en la elección de
su placer, y le incita al vicio. Por obra y gracia de
la bilis que le muerde, el melancólico no tolera la
sobriedad fría de la vida. Se ve constreñido a la di­
versión. Se trata del hombre de la Diversión. Por
idéntico motivo, es un ser de la violencia y el con­
traste, víctima de un cambio incesante; es inasi­
ble.36 E l melancólico ha pasado ya más allá de la
otra orilla del vado donde uno le espera. «Puesto
que la bilis negra es inconstante», dice el Proble­
ma XXX , «los melancólicos son inconstantes.»
Midamos bien nuestras afirmaciones. Vemos que
no es posible distinguir entre la salud, la moral y

3 6. A p ropósito de la m ovilidad del m elancólico, cf. por


ej. Problema X I, 903b 38. ¿P o r qué los tartam udos son m e­
lancólicos? P o rqu e la rápida persecución de la imagen
{φαντασία), el im pulso (όρμή) de la palabra sobrepasa su
capacidad; pues el espíritu sigue la imagen con dem asiada
rapidez.

45
aquello que ahora aparece, y que podría llamarse
estética, la reflexión a propósito de la creatividad.
Se trata del mismo ser, de iguales comportamien­
tos. Es preciso, por lo tanto, darse cuenta de que
la intención de nuestro autor no es fundamental­
mente médica. Hemos visto que conocía la fisio­
logía de su tiempo y quizás de su escuela. Pero la
enfermedad y su descripción no son lo esencial en
su obra. Su interés principal se centra en ese ser
enfermizo y excepcional que es el melancólico.
Pero la cuestión que se nos plantea es la siguiente:
¿cómo la inconstancia, cómo la variabilidad,
cómo los avatares del melancólico pueden expli­
car el esplendor, la creatividad, el genio, tal y
como lo llamaríamos ahora?
Pienso que precisamente aquí radica el fondo
del problema, con todo lo que es preciso explici-
tar e interpretar, porque no está dicho todo, y aún
no se ha dicho nada, aunque todo ha sido sugeri­
do, en una reflexión profunda sobre la creativi­
dad. Pedimos perdón por la fealdad de este tér­
mino. ¿Dónde se halla el vínculo entre todos los
dominios de la cultura, del arte, de la actividad
del ciudadano y la poesía? ¿Dónde se halla el vín­
culo entre todos estos dominios y el polimorfismo
y la inconstancia del melancólico?
N o es posible comprender este texto más que
desde dentro de un pensamiento de la mimesis, de

46
la representación. Se trata de una noción difícil
de definir, que regula una de las maneras que te­
nían los antiguos de examinar la creación. Crear
es imitar. De todos es conocida la manera en que
Platón, justamente, condena el arte y lo reduce a
la representación. Sin duda se trata de algo mu­
cho más complejo de lo que yo pueda explicar
aquí.37 E l artista, el imitador, se limita de hecho a
fabricar ilusiones carentes de realidad. N o tiene
conciencia de ello, ni controla lo que hace. No se
trata de un auténtico técnico. Pretende hacer to­
dos los muebles, todas las plantas, todos los seres
vivos y a sí mismo; la tierra, el cielo, los dioses y
todo cuanto existe en el cielo y en el Hades (596
c.d.).
E l Problema X X X es una ensoñación a propósi­
to de la creación, o más bien, como se diría ahora,
de la creatividad, la capacidad de crear. Nos dice
que la creatividad consiste, en esencia, en una
pulsión a ser diferente, en una irreprimible incita­
ción a convertirse en otra persona, a convertirse
en todos los demás. Es preciso no perder de vista
aquel texto de la Poética donde se nos dice: «El
arte poética pertenece al ser bien dotado por na­

37. Cf. por ej. Platón, República X , 595a y ss. Sobre los
autores que hablan de la mimesis, cf. Goran Sorbom, Mime­
sis and art, Uppsala, 1966.

47
turaleza (euphyoûs) o al loco (manikoû) \ pues los
primeros se moldean fácilm ente (euplastoi); los
otros se salen de sí mismos (ekstatikoi).» Dicho
de otro modo, se trata de dos maneras de con­
vertirse en otro. Uno puede estar dotado por n a­
turaleza para moldearse a sí mismo y hacerse dis­
tinto; o bien será la locura, es decir la salida de sí
mismo, la que le perm itirá acceder a lo que p ro ­
piamente es la alienación, el hecho de con­
vertirse en otro. E l ser dotado puede im itar có­
modamente; el ser loco se proyecta fuera de sí
mismo y puede entonces adoptar todas las p o si­
ciones de los demás, lo cual no es sino otra m a­
nera de imitar. De modo que el otro, aquel en el
que uno se convierte, no consiste precisamente
en la nada, sino en un personaje. En este sentido
puede decirse que el Problema X X X suprime la
alternativa entre el «bien dotado» y el loco. C o ­
loca a ambos exactamente sobre un mismo plano
cuando dice: «aquellos que la poseen— esta m ez­
cla de la bilis negra— demasiado caliente y abun­
dante están bajo la amenaza de la locura (maní-
koi) y son dotados por naturaleza, propensos al
amor, fácilmente se dejan llevar por sus impulsos
y deseos.» (954a 320). Con mayor precisión, el
Problema nos dice que «el bien dotado» y el loco
revelan ser de un mismo talante natural, el
melancólico. Entre el ser bien dotado y el loco ya

48
no existe una oposición radical; la diferencia es
simplemente de grado.38
Así pues, no es posible ser uno mismo en pro­
fundidad y creador a la vez, más que siendo otro,
dejándose convertir en otro; de esta manera uno
puede imitar mejor a todos los personajes y a to­
dos los seres. Y o puedo convertirme en ciudada­
no, caudillo, estratega, legislador, poeta; pero
también, volviendo a Platón, en el universo ente­
ro, el pájaro que canta, el movimiento de las olas,
el murmullo del oleaje. Y es entonces cuando se
siente que la locura puede apoderarse de uno.
Pero es preciso comprender que, en un pensa­
miento de la mimesis, yo puedo explicar que el
poeta, el legislador y el estratega lo son por mími­
ca y representación. Desde este punto de vista, no
existe diferencia entre el poeta, mimo de mimos, y
el talento que un individuo cualquiera posee para
llegar a ser legislador, filósofo o poeta.

LA POESÍA

La poesía no es más que una de las actividades ci­


tadas en el Problema XXX, entre otras. Pero en

38. La Gran M oral II, 1203b, establece, por el contrario,


una oposición entre «los calientes y bien dotados» y «los frí­
os y melancólicos».

49
realidad, estoy persuadido de que la poesía se ha­
lla en el origen de esta meditación, y que es la
reflexión a propósito de la poesía y la tradición
de esta reflexión la que se convierte en uni-
versalizadora, en extensible a todas las activida­
des humanas. Para cualquier actividad, no im por­
ta cuál sea, el mejor es el melancólico. Esta
generalización constituye, por otro lado, uno de
los rasgos característicos de nuestro texto.
«Pues la poesía deriva de la inspiración» (éV&r
ou γάρ ή ποίησις) — Aristóteles, Retórica III,
1408 b 19.— 39 Podría afirmarse que esta breve fra­
se resume toda una concepción de la poesía. De-
mócrito y Platón, según nos transmiten Cicerón y
Clemente de Alejandría, habían afirmado que na­
die podría llegar a ser un buen poeta sin un alien­
to inspirado comparable a la locura.40 Hemos te­
nido ya ocasión de citar el Fedro y su distinción de
los delirios. La poesía implica inspiración, es de-

39. De hecho, Aristóteles al reflexionar a propósito de


ciertos efectos del lenguaje, dice que es así como hablan (en
prosa) los «entusiastas»; los oyentes reciben este lenguaje
cuando se hallan en el mismo estado. Por esta razón se ajusta
también a la poesía; pues la poesía es algo inspirado...
40. Diels-Kranz, B X V II, X V III, cf. Les Présocratiques, ed.
establecida por J. P. Dumont con la colaboración de D. Delat­
tre y J.-C. Poirier, París, Pléiade, (NRF), 1988, p. 855. Sobre
Demócrito, cf. A. Delatte, Les conceptions de Γ enthousiasme
chez les philosophes présocratiques, Paris, Belles Lettres, 1934.

50
cir, que una fuerza divina se apodere del poeta; da
lo mismo cuál sea, la Musa o Apolo, o bien un «sa­
lir de uno mismo» más o menos definido. Lo esen­
cial estriba en comprender que reflexionar sobre
la poesía exige pensar simultáneamente en algo
dado, en algo de lo que el individuo no es respon­
sable, y en un arte, esto es, en una técnica sabia,
así como en los géneros instituidos, que implican,
por el contrario, una educación y una maestría. Es
en esto en lo que se funda la crítica que Platón
hace de la poesía en su diálogo lón, por ejemplo,
en el que Sócrates demuestra a lón que la poesía
no podría ser considerada como una verdadera
técnica, puesto que el poeta no se halla en el ori­
gen de aquello que dice, que sus fuentes se hallan
fuera de él mismo, que no podría, por tanto, dar
razón de sus palabras, y que no es sino un eslabón
de la cadena imantada que va de las Musas a los
oyentes. Cosa que podría dar razón tanto del M a­
raco de nuestro Problema XXX, del Filégida cita­
do por Aristóteles y clasificado con los locos (A d i­
vinación en el sueño, 4Ó4a-b), como también, en el
lón de Platón, de aquel Tínico de Calcis del cual
nada se sabe a excepción de que no había com­
puesto nada digno de ser recordado «salvo aquel
famoso peán que todos cantan [...] y que, según
él mismo decía, era un hallazgo de las Musas»
(S34d)·

51
La poesía implica un regalo fortuito, como el
de las Musas a H esíodo coronado en el monte H e­
licón: la gracia de los dioses, o si se quiere, una
violencia que procede de fuera de uno mismo y
que lo convierte a uno en poeta, y sin la cual la po­
esía no existe. Este telón de fondo de la tradición,
rápidamente evocado, nos basta para mostrar
cuáles son las líneas maestras del Problema XXX.
Gracias a la causalidad física de la bilis, este texto
nos dice que lo que hace falta simplemente es una
violencia y un don natural, pero que el Otro está
en nosotros. Reemplaza la gratuidad de la elec­
ción divina por el azar de la mezcla que nos cons­
tituye. Y a no se trata de un problema de elección
divina, sino de un asunto de fisiología. Dios no
habla por nuestra boca, sino que son las condicio­
nes de nuestro cuerpo las que nos determinan a
hablar. Se trata de una respuesta a aquella cues­
tión de la Poética antigua que ilustra el tema de la
inspiración, palabra que para nosotros se ha con­
vertido en una simple convención y en una mane­
ra de despachar el problema que tanto excitaba a
los antiguos: ¿cómo consigue la inspiración pro­
ducir sentido a partir de la violencia? ¿Cómo se
las arregla para, a partir de la fuerza, desembocar
en la coherencia? ¿Cómo construir un ser a partir
de lo dado?
Aquello que hemos dado en denominar etho-

52·
poiesis de la bilis negra, el modelado de los com­
portamientos y de los caracteres que produce en
nosotros este humor, puede explicar, como ya he­
mos visto, la aptitud de un individuo o individuos
para convertirse en tal o cual personaje. En lo que
respecta a la dinámica, la capacidad de ser un per­
sonaje, ya sea en la vida real, ya en la representa­
ción de la vida que supone la poesía, la bilis negra
la explica también por la exaltación necesaria que
puede llegar hasta la locura, y.que se manifiesta en
las cualidades particulares del sentido de uno mis­
mo, en las relaciones del individuo con su thymos.
Ello resulta comprensible en el seno de una
concepción de la creación como mimesis , como
reproducción. Pero, desde el punto de vista de la
poesía misma, y de las relaciones de las que veni­
mos hablando entre el don natural y la técnica, el
Problema X X X no dice nada. Se trata, sin em­
bargo, de una cuestión que, a nuestro parecer, fue
planteada por el aristotelismo; y ya hemos demos­
trado en otra ocasión que podrían tenderse puen­
tes entre tratados diversos y señalar un vínculo
posible entre la fisiología y la retórica, entre el hu­
mor y el tropo, la figura retórica.4’ Hemos de-

41. Cf. nuestro artículo Une physiologie de l ’inspiration


poétique: de l’humeur au trope, en Les Etudes Classiques,
tomo X L V I, 1,19 7 8 , pp. 23-31.

53
mostrado que la mezcla de la bilis negra, el tem­
peramento melancólico, es el temperamento me­
tafórico. Un pasaje difícil de Adivinación en el
sueño lo deja bien claro (4Ó4a-b). A llí el melancó­
lico es comparado a un arquero que, gracias a su
fuerza, dispara desde lejos y acierta en el blanco.
Es preciso notar aquí que, si bien la proposición
«hay que disparar desde lejos para dar en el blan­
co» no es una ley de la balística, puede muy bien
ser una ley de la Poética. Nos hallamos, escribía­
mos entonces, ante una idea tegia de la creación
poética. No existe un punto de vista desde el cual
contemplar el paisaje, desde el que apuntar a la
diana, desde el cual determinarla. Es preciso dis­
parar, y para ello hay que tener, antes que nada, la
fuerza necesaria para hacerlo. Para hablar como
los antiguos, no existe a priori un derecho de la
metáfora. E l derecho viene después, para exam i­
nar la legitimidad, que será lo que determinará si
la metáfora era buena. Aristóteles, en la Poética ,
escribe que la poesía es más filosófica que la his­
toria, que su esencia consiste en crear metáforas,
y que hacer metáforas es contemplar lo parecido
(i4ib-i459a). La poesía consiste en desplazar los
nombres para poner así en evidencia el parecido
entre las cosas, en desvelar las relaciones, en reve­
lar el ser. Desde que el mundo es mundo, las cosas
han mantenido una relación entre ellas que hu­

54
biese podido, de no ser por el poeta, quedar ocul­
ta. La genialidad de la reflexión aristotélica estri­
ba en que ha sabido señalar el vínculo existente
entre un humor particular y un tropo específico,
la metáfora. Existen melancólicos que son esen­
cialmente poetas gracias a la fuerza de sus movi­
mientos. Se nos ofrece la posibilidad, dentro del
Corpus aristotélico, de enlazar una idea precisa de
la poesía con una concepción precisa de la fisiolo­
gía. E l disparo de la metáfora es una función de la
fuerza del humor bilis negra.

¿D E D Ó N D E VIENE NUESTRO TEXTO ?

Esta pregunta carecía de sentido antes de haber


comentado la obra. ¿Se pueden aportar ahora ele­
mentos de respuesta?
Todo cuanto llevamos dicho, así como las refe­
rencias que hemos aportado, demuestran clara­
mente que nos hallamos inmersos en un universo
de pensamiento aristotélico. Hay quien ha creído
que podría evocarse al propio Aristóteles. En
efecto, de acuerdo con la más antigua de las listas
de sus obras, la de Diógenes Laercio,41 sería él
quien habría escrito los Problemas. Podríamos 4 2

42. Diógenes Laercio, Vida de los filósofos ilustres V, 23.

55
definir los Problemas como una forma pedagógica
de exposición rápida por medio de preguntas y
respuestas. Esto habrá de convertirse en un géne­
ro filosófico o «científico». También se ha consi­
derado que uno podría servirse del hecho de que
Cicerón en sus Tusculanas, o Séneca en su De
tranquilitate animi, claramente aluden a nuestro
texto, citándolo incluso, y lo atribuyen a A ristóte­
les.43 Pero Aristóteles puede designar lo mismo a
un discípulo que al maestro, y el conocimiento
que en esa época se tenía del Corpus aristotélico
no garantiza en absoluto una atribución tan preci­
sa. La otra hipótesis es la que implica a Teofrasto,
su gran discípulo. Se ha señalado, desde hace mu­
cho tiempo, que el Problema X X X hace alusión a
un escrito a propósito del fuego. Pues bien, la lista
de Diógenes cita entre las obras de Teofrasto un
tratado Del fuego en dos libros (V, 45). Conserva­
mos además un libelo Sobre el fuego que se acaba
con la promesa de volver sobre el tema de un
modo más preciso.44 Por otro lado, Teofrasto,
siempre según Diógenes, escribió numerosos li­
bros consagrados a Problemas (V, 45, 47, 48, 49)
que se ocupaban de la política, la moral, la física,

43. Cicerón, Tuse. Disp. I, 33; Séneca, De tranquilitate


animi, 15.
44. Cf. Theophrasti Eresii opera..., ed. Fridericus Wim-
mer, París, D idot, 1866, p. 364.

56
el amor. Es autor asimismo de un tratado sobre la
Melancolía (V, 44). Se interesó por cuestiones mé­
dicas al escribir sobre la epilepsia, el entusiasmo
(V, 43), los vértigos (V, 44),4S las enfermedades
«pestilentes» (V, 44), la embriaguez {ibidem), la
parálisis, el sofoco (V, 45), el delirio, el sueño y los
sueños (V, 45). Las cuestiones de poética no le son
ajenas. Diógenes menciona dos tratados suyos so­
bre la Poética (V, 47; V I, 48).
Queda algo por añadir aún. No podríamos en
modo alguno olvidar el testimonio de Diógenes
Laercio que nos transmite un juicio de Teofrasto
a propósito de Heráclito. «Teofrasto afirma que
es la melancolía la causa de que algunos de sus es­
critos estén inacabados, y los demás carezcan de
unidad.»4 546 Es importante destacar que aquí Teo­
frasto emite un juicio literario, estético, sobre la
obra de H eráclito, a quien precisamente se ha
dado en denominar «el oscuro» en razón de su es­
tilo, y que explica dicho estilo por la fisiología. Se
trata de una actitud perfectamente coherente con
el espíritu que anima el Problema XXX. De hecho,
nada impide que este comienzo del Problema
X X X no sea obra de Teofrasto. Es preciso obser­

45. Conservam os los fragm entos sobre la fatiga, el vérti­


go; cf. op. cit., pp. 398 y 401.
4 6. Vida de Heráclito, Diels-Kranz I, p. 140.

57
var también que «cada línea del texto revela una
perfecta concordancia de ideas y de forma con las
enseñanzas de Aristóteles».47 Este texto responde
a preocupaciones auténticamente peripatéticas y,
si he de dar mi opinión, yo creo que se remonta a
una época muy antigua.

EL ESTILO DEL TEXTO J

Este texto es extremadamente jovial y vivo en su


discurrir, en esa manera audaz de plantear los
problemas que nos deleita. H a hablado a genera­
ciones enteras, y está por ver que no siga sedu­
ciendo todavía. Hemos intentado en lo posible
respetar la forma de la frase, su ritmo. Evidente­
mente, se trata de un texto escrito a vuelapluma,
una reflexión rápida, con una introducción b ri­
llante, y una tentativa de demostración «riguro­
sa», donde convergen las evidencias de la «física»
contemporánea. En realidad las demostraciones
se hacen a base de intuiciones, de ejemplos, de
analogías, de «evidencias» que quieren pasar por
argumentos. La dificultad estriba en los saltos
que dan los razonamientos. Es decir, en el hipér-

47. Jean n e Croissant, Aristote et les Mystères, L ieja, P a ­


rís, 1932, p. 78.

58
bâton; pero no en el asíndeton. El salto se produ­
ce en el pensamiento; jamás en los encadenamien­
tos, que no faltan, pero que ciertamente nos sor­
prenden; evidentemente está falto de eslabones.
E l pensamiento avanza con presteza. Es elíptico.
Si tuviésemos que definir este estilo de acuerdo
con el Problema XXX, diríamos que es el de un
m elancólico... Esto hace que el texto no siempre
resulte fácil de entender.

EL LUGAR DEL «P R O B L E M A X X X »
EN LA H ISTO RIA DE LAS IDEAS

Constituiría una inmersión extraordinaria en el


imaginario cultural trazar una historia sistemática
de la supervivencia del Problema XXX. Sería ade­
más una larga historia; y sería preciso no conten­
tarse simplemente con las citas del Problema
XXX , sino examinar de qué manera es, depen­
diendo de cada contexto, explotado e interpreta­
do.
Antes que nada, es preciso decir que constituye
uno de los componentes de la propia noción que
tenemos hoy de la melancolía. Creo que es preciso
no perder de vista el hecho de que nuestra melan­
colía occidental se ha formado a partir de la con­
fluencia de tres tradiciones que han sedimentado

59
y se han entremezclado de diversas maneras, pero
que es posible distinguir. En primer lugar encon­
tramos aquello que podríamos denominar el acta
de nacimiento de la melancolía como enferme­
dad. La tradición ha dado, en efecto, un estatuto
jurídico y fundador A Aforismo 23o del libro V I de
los Aforismos de Hipócrates: «Si la tristeza
(dysthymía) y el llanto duran largo tiempo, tal es­
tado es melancólico» (μελαγχολίκόν τό roeoír
τον) \ entendamos que un tal estado deriva del hu­
mor bilis negra o bien del carácter negro de la
bilis. H e estudiado durante largo tiempo lo que
me parecía interesante de esta construcción para­
táctica de la definición, es decir, que no aclara si
lo uno es causa de lo otro, si los sentimientos de­
sencadenan la bilis negra, o bien es a la inversa; lo
cual permite lecturas diferentes según las prefe­
rencias.48
La segunda fuente la constituye nuestro propio
texto del Problema XX X . La tercera nos la pro­
porcionan las Cartas del pseudo-Hipócrates, esa
especie de novela epistolar que podría datarse en
la segunda mitad del siglo primero a.C. Las prin­
cipales cartas cuestionan el comportamiento de

48. La Maladie de l'âme, op. cit., pp. 122 y ss. Cf. también
Prolégomènes à une histoire de la mélancolie, en Histoire,
Economie et Société, 3e année, 4e trimestre, 1984, pp. 501-510.

60
Demócrito, que inquieta a los habitantes de Ab-
dera. Se ha retirado al lugar más selvático de la
naturaleza, se dedica a disecar animales y se ríe de
todo.4950Se le consulta la opinión a Hipócrates. La
larga Carta 17 a Damageto ha sido continuamente
citada a lo largo de los siglos, como un testimonio
sobre el sentido de la locura, y en particular de la
melancolía. Recordemos que se recurre con fre­
cuencia a ella en el prefacio al lector de aquel que
se autodenomina precisamente «Democritus ju ­
nior», alias R. Burton.s° E l problema estriba en
distinguir al sabio del loco; pues ocurre que am­
bos tienen el mismo comportamiento. «A menudo
les ocurren a los melancólicos cosas de este tipo:
en ocasiones se muestran taciturnos, solitarios,
buscan los lugares desiertos; se apartan de los
hombres, miran a su semejante como a un ser ex­
traño; pero también aquellos que se consagran a
la sabiduría pierden todas las otras preocupacio­
nes a causa del estado de la sabiduría», escribe el
pseudo-H ipócrates.51 Y Rufo de Efeso, médico
griego contemporáneo de Trajano, se hace eco de
sus palabras: «Los melancólicos se entretienen en

49. A propósito de estas cartas, cf. La Maladie de l'âme,


op. cit., pp. 452 y ss. Están editadas por Littré, I X L 312-429.
50. Cf. J . Starobinski, Démocrite parle, en Le Débat n.° 29,
marzo 1984, pp. 49-72.
51. Carta a Filopemeno, IX L 320.

61
los lugares solitarios y huyen de los hombres sin
razón; lo mismo les ocurre a los hombres con bue­
na salud cuando quieren dedicarse a investigar
algo, que toman precauciones respecto a cosas
que valen la pena.»51
No es este el lugar para ver cómo se tejen y se
destejen todos estos temas, cómo se constituye un
discurso médico-filosófico en torno a la me­
lancolía, que sin duda es la noción en la que filó­
sofo y médico pueden encontrarse (desde el mo­
mento en que la melancolía implica la relación del
alma con el cuerpo y la relación del individuo con
el otro, con la sociedad). Pero es algo prodigioso
el ver con qué constancia, en el transcurso de los
siglos, vuelven una y otra vez estos textos, que
constituyen los cimientos de lo que yo llamo con
frecuencia nuestra ensoñación de cultura, la orga­
nización de nuestro imaginario cultural.
El Problema X X X no es el primer texto que
pone de relieve el nexo existente entre una física o
una fisiología y el estado del pensamiento. No hay
más que pensar en la Enfermedad Sagrada, o in­
cluso en el tratado de los Vientos del Corpus hípo-
crático, que proponen una relación entre un de­
terminado estado fisiológico y el pensamiento, el52

52. Cf. R ufo de E feso, De cogitatione melancólica , en


Opera, ed. Darem berg-Ruelle, París, 1879, p. 456.

62
sentido, o el buen sentido. Desde el punto de vis­
ta filosófico y médico (pues no hay que olvidar la
importancia de Platón en la tradición médica), es
preciso sin duda alguna citar la reflexión del 77-
m eo. Pero en lo que concierne a Platón, Marsilio
Ficino apunta un texto importante, puesto que en
él Sócrates, al describir a Teeteto, da las indica­
ciones sobre aquello que constituye el natural
habitual del hombre de talento. «Las personas
que tienen su rapidez, su vivacidad de espíritu, su
memoria, por regla general se dejan llevar por la
cólera en seguida; se precipitan y son llevados
como los barcos sin lastre; por el contrario, aque­
llos que son más ponderados se muestran lentos y
llenos de olvido al dedicarse a los estudios» (144a-
b). Teeteto, según Sócrates, es capaz de conciliar
estas dos naturalezas contradictorias. Ficino tiene
razón cuando cita el T eeteto y el F e d ro como pre­
decesores del P ro b le m a X X X . «Aristóteles corro­
bora este punto: todos los hombres», afirma,
«que han sobresalido en algún terreno, han sido
melancólicos. Con ello, Aristóteles ha confirmado
una célebre fórmula de diálogo de la C ien cia de
Platón, según la cual los hombres de genio se de­
jan llevar por regla general fuera de sí mismos.
Demócrito también lo dice: no podrían existir los
genios más que entre los hombres afectados por
algún furor. Es esto lo que nuestro maestro P la­

63
tón parece probar en su Fedro...»Vl Este resumen
de Ficino resulta de enorme interés, en la medida
en que aúna las reflexiones sobre la fisiología,
entendida como una naturaleza particular, el talen­
to y la inspiración; pero es preciso no olvidarse
de la novedad que aporta el Problema X X X , es de­
cir, la caracterización de esta naturaleza particu­
lar como melancólica, la atribución a un humor
particular, la bilis negra, de esta extraordinaria
capacidad para modelar los seres. Sin duda es esta
simplificación del problema, así como esta deter­
minación del humor, lo que confiere a este texto
el aire soberbio y provocativo que le hará atrave­
sar los siglos. Lo hemos visto citado por Cicerón y
Séneca. Pero el médico Rufo de Efeso, gran espe­
cialista en la melancolía, también lo conoce. Esto
se percibe cuando dice que el deseo de coito en la
melancolía anuncia vientos melancólicos (pues el
movimiento de la bilis negra se acompaña de vien­
tos) y que aquellos dotados de un espíritu sutil y53

53. Montaigne escribe: « E t comme Platon dict que pour


néant hurte à la porte de la poésie un homme rassis, aussi dit
Aristote que aucune âme excelente n ’est pas exem pte de
meslange de folie. E t a raison d ’appeler folie tout eslance-
ment, tant louable soit-il, qui surpasse nostre propre juge­
ment et discours. D ’autant que la sagesse c ’est un maniement
réglé de notre âme, et qu ’elle conduit avec mesure et prop or­
tion, et s’en respond.» (Les Essais II, 2, ed. Q uadrige, Paris,
PU F, 1988, p. 347).

64
una gran inteligencia caen con frecuencia en la
melancolía, puesto que son rápidos de movimien­
tos, poseen una enorme facilidad para la anticipa­
ción (es así como traducimos el latín p raem ed ita -
tio), y para imaginar {im a g in a tio ) ,H N o se trata
aquí de hacer un inventario de las utilizaciones
del P ro b le m a X X X , pero entre todos aquellos que
lo citan y que se inspiran en él, quisiera hacer una
mención especial a Huarte de San Juan y su E x a ­
m en de in g e n io s para las ciencias. La primera ra­
zón es que el P ro b le m a X X X aparece citado allí
con frecuencia.”
E l extraordinario éxito que alcanzó, en toda la
Europa de los siglos X V II y X V III, esta obra de
Huarte constituye un instrumento del conoci­
miento del P ro b le m a X X X y de su divulgación.
Los pasajes sobre las Sibilas, M araco el Siracusa-
no, la afirmación de que el genio y la melancolía
van unidos, son citados con frecuencia a través de
él, como se ve en Moreau de Tours, el psiquiatra
francés del siglo X IX , a quien volveremos a refe-54 *

54. De cogitatione melancólica, op. cit., p. 457.


55- 15 veces, 16 si añadimos el capítulo V de la última edi­
ción. Cf. nuestro artículo Fatalisme des tempéraments et li­
berté spirituelle dans l ’Examen des Esprits de Huarte de San
Juan, en Lettérature, Médecine et Société, U niversité de N an­
tes, n.° 1, 1979, pp. 115-158. E l Problema X X X es citado en su
totalidad (6 veces en el pasaje que viene a continuación del
nuestro).

65
rirnos más adelante. La segunda razón es que la fi­
nalidad del libro de Huarte se corresponde com­
pletamente con la problemática del Problema
XX X . La obra viene a ser una ampliación y una
sistematización del mismo. ¿A qué temperamen­
to, a qué natural corresponde éste o aquel tipo de
estudios y determinado oficio, incluido el oficio
real? De modo que los educadores, los padres,
tendrían que adaptar el temperamento que desti­
nan a un determinado tipo de saber a este mismo
saber. Pero, en el fondo, lo que interesa a Huarte
es la creatividad en los diversos campos, la
productividad. H ace un momento hemos intenta­
do mostrar la importancia de la melancolía en el
pensamiento de H uarte. A las figuras de Empédo-
cles, Sócrates y Platón que encontramos citadas
en nuestro texto, Huarte añade la del santo predi­
cador, la de san Pablo, que él interpreta de acuer­
do con el Problema X X X . Cuando Dios quiso for­
mar un hombre «en el vientre de su madre», que
fuese hábil para descubrir al mundo la venida de
su hijo, «haciéndole de grande entendimiento y
mucha imaginativa, forzosamente— guardando el
orden natural— le sacó colérico adusto».56

56. H uarte de San Ju a n , Examen de ingenios para las cien­


cias, prim era edición 1575; cf. ahora la ed. de Esteban Torre,
M adrid 1977. E l texto fue traducido al francés por G . Chap-
puis ya en 1580. L a m ejor traducción francesa es la de Vion

66
EL «P R O B L E M A X X X »,
O CÓM O LIBRARSE DE ÉL

Esta podría ser una manera de abordar uno de los


aspectos de la historia de la psiquiatría. En su ar­
tículo D e la ly p é m a n ie ou tn élan colie de 1820, E s ­
quirol adopta buenas decisiones. La melancolía es
una palabra gastada, una noción demasiado «lite­
raria», como se diría hoy, y muy vaga además. Es
preciso dar con una nueva denominación y con
una nueva definición. «Le mot mélancolie, consa­
cré dans la langage vulgaire, pour exprim er l ’état
habituel de tristesse de quelques individus, doit
être laissé aux moralistes et aux poètes qui, dans
leurs expressions, ne sont pas obligés à autant de
sévérité que les médecins.»57 La lipemanía «est
une maladie cérébrale caractérisée par le délire
partiel, chronique, sans fièvre, entretenu par une
passion triste, débilitante ou oppressive».58 Es-

D alibray, 1645. L a obra conoció 24 ediciones francesas entre


1580 y 1675, 7 ediciones italianas, 6 ediciones inglesas, 3 e d i­
ciones latinas, una edición holandesa. L essin g tradujo a
H uarte en 1752. C f. el libro de M . de Iriarte, E l doctor Hitarte
de San Juan y su examen de ingenios. Contribución a la histo­
ria de la psicología diferencial, M adrid, 1948 (3a ed.).
57. Para m ayor com odidad citamos el artículo de E sq u i­
rol por la edición De la lypémanie ou mélancolie, présenta­
tion par F . Féd id a et J . Postel, Toulouse, Privât, 1976.
58. O p.cit., p. 85.

67
quirol describe al individuo enfermo en su inmo­
vilidad, su inactividad, su torpeza, su pena. Las
secreciones ya no tienen lugar. Algunos melancó­
licos se niegan a comer. E l pulso es débil, concen­
trado. « L ’immobilité du corps, la fixité des traits
de la face, le silence obstiné trahissent la conten­
tion douloureuse de l ’intelligence et des affec­
tions. Ce n ’est pas une douleur qui s’ agite, qui
se plaint, qui crie, qui pleure, c’est une douleur
qui se tait, qui n’ a pas de larmes, qui est impas­
sible.»’9 Un poco más adelante, Esquirol habla
de las ilusiones y de las alucinaciones de estos
enfermos. «Ils associent les idées les plus dispa­
rates, les plus bizarres...»; lo cual reclama aún
más nuestra atención.59 60 Pero la intuición se con­
vierte en certidumbre cuando leemos: «Ils sont
très propres à la culture des arts et des sciences;
ils ont peu de mémoire, mais leurs idées sont for­
tes, leurs conceptions vastes; ils sont capables de
profondes méditations [...] ces individus sont
essentiellement disposés à la lypémanie: ce qui a
fait dire à Aristote que les hommes de génie, les
grans législateurs sont ordinairement mélancoli­
ques. Mahomet, Luther, le Tasse, Caton, Pascal,
Chatterton, J.- J. Rousseau, Gilbert, Alfieri, Zim­

59. Op. cit., p. 93.


60. Op. cit., p. 94.

68
mermann, etc., confirment l ’opinion d ’Aristote
qu’il avait justifiée par son propre exem ple...»61
Se ve que resulta bastante difícil dejar a un lado la
literatura, el mito. Pero es en Moreau de Tours
donde el P ro b le m a X X X recobra su sentido y co­
herencia, en torno a su reflexión sobre L a
p sy ch o lo g ie m o rb id e dans ses rapports a vec la p h i­
lo so p h ie d e l ’h is to ire ou de l ’in flu e n c e des n é v ro ­
p a th ie s su r le d yn a m ism e in te lle c tu e l .6l Moreau,
en la elaboración del pensamiento mítico de su
obra, no se sirve del P ro b lem a X X X como lo haría
un filólogo o un historiador. Más bien reencuen­
tra la imaginación peripatética. El pseudo-Aristóte-
les, que Moreau cita a través de Huarte, propone,
según él, una teoría organicista inmediatamente
asimilable para la gente del siglo X IX , presentan­
do el pensamiento como una consecuencia del es­
tado del cuerpo. « L ’excitation maniaque prédis­
pose éminemment les facultés de l’esprit à une
association d ’idées imprévues, à un rapproche­
ment singulier qui frappent l ’attention, éveillent
fortement les passions.»63 La poesía aclara las re­

di. O p.cit., p. 109.


62. Paris, M asson, 1859; cf. nuestro artículo L e génie et la
folie: Étude sur la «Psychologie morbide...» de J. Moreau de
Tours, en Littérature, Médecine et Société, n.° 6 , pp. 1-28,
reeditado en Evolution psychiatrique.
63. Op. cit., p. 389.

69
laciones que se establecen entre el genio y la locu­
ra. Y Nerval, incidentalmente, reencuentra a Ma­
raco el Siracusano. Pero existe además otra obra
de Moreau, donde, aunque no cita el P ro b lem a
X X X , opino que se refiere a él. Se trata del famo­
so D u haschich et d e ΐ a lié n a tio n m e n ta le .6* Según
Moreau, la experiencia del hachís da lugar a una
serie de sucesos que reproducen, de un modo ate­
nuado, todas las formas de la locura, empezando
por una sensación de bienestar (pp. 53 y ss.), des­
pués una excitación, seguida de una disociación
de las ideas, así como de una incapacidad para
mantener la atención sobre una idea (pp. 59 y ss.);
uno se equivoca a propósito del tiempo y del es­
pacio, la sensibilidad del oído se desarrolla, etc.
E l hachís tiene la propiedad de proporcionar la
experiencia, limitada en el tiempo y sin daños ex­
cesivos, de todos los estados de la locura, sin la
cual uno no podría comprender al loco. N o quie­
ro con ello decir que M oreau haya tomado en
préstamo el a n alo go n del hachís al del vino; pero
como buen aficionado al P ro b le m a X X X , sin duda
debió alegrarse al reencontrarlo entre estas dos
experimentaciones «farmacodinámicas».6 4

64. P arís, 1845.

70
ÚLTIMO V I S T A Z O AL « P R O B L E M A X X X »

E l P ro b lem a X X X plantea de un m odo insistente,


com o hem os dicho, el problem a de la relación en­
tre la fisio lo gía y los com portam ientos. E n cierta
m anera, podríam os aplicarle el título de una de
las obras de G alen o : Q u e las p o ten cias d e l alm a
son la con secu en cia d e las m ezclas d e l cu erp o ,6s
E videntem en te se trata de un texto m uy im p or­
tante. P e ro plantea la cuestión en los térm inos pa-
ro xístico s, dram áticos, de la relación entre un h u ­
m or p articu lar y la creatividad del hom bre. Pues
notem os de paso que se trata de los hom bres
{ â v ô p e ç ).6
566 ¿Cóm o es p o sib le que este hum or,
este residuo, pu eda convertir a un hom bre en g e­
nial y creativo? Precisam ente por m edio de su fa ­
cultad de estar en un m ism o instante m uy frío y
m uy caliente. E sta cualidad física confiere a aquel
que está invad id o de b ilis negra, accidentalm ente,
debido a una enferm edad, o bien de p o r vida,
puesto que se trata de alguien de naturaleza
m elancólica, unos com portam ientos específicos.
E sto inaugura una ensoñación sobre la substancia
de la b ilis negra que G alen o desarrollaría más tar­

65. IV K 767-822.
66. L a fuente lírica de la m elancolía, Safo, permanece au­
sente.

71
de. Q ueda im plícito en este b reve texto del P r o ­
b lem a X X X , y no constituye en absoluto su
propósito, el problem a de la lib ertad y de la elec­
ción. C ab e decir que la inestabilid ad del m elancó­
lico, su facultad de ser todos los dem ás, puede p a ­
liar el determ inism o de su tem peram ento. L a
inestabilidad, de algún m odo, se transm uta en in­
determ inación, al tiem po que aquella ocupa el lu ­
gar de la libertad.
E n cuanto a la creatividad, volvem os a rep etir­
lo, porque pensam os que es im portante, no se
com prende si no es en el m arco de una teoría de
la creación como m im e sis , com o reproducción.
P e ro quisiera dar un últim o vistazo a este m elan­
cólico que nos describe el P ro b le m a X X X . E sto y
persuadido de que lo que se nos quiere decir, an­
tes que nada, es que la m elancolía no es n ecesaria­
m ente una enferm edad. P o d ría argum entarse,
desde luego, que si la d ysth im ía y el m iedo van li­
gados a la b ilis negra, tal y com o afirm a H ip ó c ra­
tes, ello no representa, ni de lejos, todos los esta­
dos que van ligados a la b ilis negra. L a serenidad,
la exaltación, así como todos los demás com por­
tam ientos descritos, tienen su origen en la bilis
negra. P ero es preciso distinguir esencialm ente
entre el efecto patológico debid o a la b ilis negra y
la m ezcla innata de la b ilis negra que conform a la
naturaleza de un hom bre: el hom bre de la b ilis ne-

72
gra, el m elancólico. É ste, en m ayor m edida que el
resto, está am enazado por las enferm edades de la
b ilis negra. P e ro existe una regulación, un equili­
b rio p o sib le del m elancólico. ¿C óm o? P o r ejem ­
plo, cuando espontáneam ente se detiene un ata­
que de b ilis negra (es así como nosotros hemos
entendido 954a 39); o cuando confluyen un estado
de bilis negra y determ inadas circunstancias (si
un estado de exaltación coincide con una circun s­
tancia que enfría); p o r m edio de un equilibrio en­
tre frío y calor que puede ser espontáneo, o bien
d eberse a los cuidados, y una circunstancia deter­
m inada. A sí, el m elancólico es un hom bre frágil,
en cuanto que inestable. P ero esta inestabilidad le
con fiere la p o sib ilid ad , com o diríam os ahora, de
exp resarse a través de com portam ientos m últi­
ples. ¿Q u iere esto decir que creación y locura han
de ser dos estados necesariam ente ligados entre
sí? D esde lu ego que no, y ahí tenem os el texto
para dem ostrárnoslo. E xisten por supuesto casos
extrem os com o M araco el Siracusano que m ere­
cen ser citados. P e ro si la creación tiende a la m o­
vilid ad del m elancólico, el caso lím ite del ek-stasis
no es ciertam ente una condición necesaria. L a
trad ición, surgid a en parte a raíz del P ro b lem a
X X X , que hace de lo cura y genio una pareja fatal,
no constituye más que una lectura parcial de este
texto.

73
BIBLIOGRAFÍA SUMARIA

A r is t o t e lis , quae feruntur Problemata Physica, ed. C .


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K : Claudii G alen i opera omnia, ed . K ü h n , L e ip z ig , 1821-
1833, c ita d o V K 322 = to m o V , p . 32.
A R IS T Ó T E L E S
EL PROBLEMA XXX, T
9 5 3 a 10 Δ ιά τ ι π ά ντες δσοι π ερ ιττοί γεγόνα σ ιι /
ά'νδρες ή κατά φιλοσοφίαν ή πολιτικήν ή
ποίησιν ή τέχ ν α ς φαίνονται μελαγχολικοί
δντες, καί οι μ ε ν ούτως ώστε καί λαμβάνεσ-
θαι τ ο ΐς άπό μ ελ α ίνη ς χ ο λ ή ς άρρωστημασιν,
οιον λ έγετα ι των τε ηρωικών τά περί τον
Ήρακλέα. καί γάρ εκ είν ο ς εο ικ ε γενέσθαι
ταύτης τή ς φύσεως, διό καί τά άρρωστήματ
ΐ5 τα των επιληπτικώ ν ά π ’ εκ είνου προσηγό-
ρευον οί άρχαϊοι ίερ ά ν νόσον, καί ή περί
τούς παΐδας έκσ τα σ ις καί ή προ τ ή ς άφανί-
σεως εν Οίτη τών ελκών εκφ υσις γενομένη
τούτο δηλοΐ- καί γάρ τούτο γ ίν ε τ α ι πολλοΐς
άπό μελαίνης χολής, συνέβη δε καί Αυσάν-
δρω τώ Αάκωνι προ τ ή ς τελ ευ τή ς γενέσθαι
20 τά έλκη ταΰτα. έ τ ι δε τά περί Α ϊα ντα καί
Βελλεροφόντην, ών ό

Ν .Β. : Reproducimos aquí, salvo en lugares señalados, el


texto de la edición Teubner: Aristotelis quae feruntur Pro-
bletmta Physica, ed. C. Ae. Ruelle, recognovit H. Knóllinger,
editionem..., curavit J . Kleek (1922). Hemos adoptado las si­
guientes modificaciones: supresión de oí (954a 10), desplaza­
miento de la coma de σβεννυμένου a έξα ίφ νης (955a 11-12),
propuestas por Cario Angelino y Enrica Salvaneschi en Aris-
totele, La «melanconia» deU’uomo di genio , Genova, 11 melan-
golo, 1981, sin mantener las t que proponen estos editores.

78
¿ P o r qué razón todos aquellos que han sido 953a 10
hombres de excepción,1 bien en lo que respecta a
la filosofía, o bien a la ciencia del Estado, la poe­
sía o las artes, resultan ser claramente melancóli­
cos, y algunos hasta el punto de hallarse atrapa­
dos por las enfermedades provocadas por la bilis
negra,3 tal y como explican, de entre los relatos de
tema heroico, aquellos dedicados a Heracles? En
efecto, este héroe parece haber sido de esta natu­
raleza, puesto que los antiguos denominaban a los 15
males de los epilépticos, a partir de él, enfermedad
sagrada,4 E l acceso de locura dirigido contra sus
hijos, así como la aparición de las úlceras justo an­
tes de su desaparición en el Eta, lo demuestran.5
Pues esto es algo que les sucede a muchos a causa
de la bilis negra.6 Le sucedió también a Lisandro
el Laconio,7 a quien se le manifestaron estas ulce- 20
raciones antes de su muerte. Por no hablar ya de
lo que concierne a A yax8 y aun a Belerofonte;9 el
primero

79
μ έ ν εκ σ τα τικ ό ς έ γ έ ν ε τ ο παντελώς, ό δέ τά ς
ερ η μ ιά ς έδίωκεν, διό ούτως έπ ο ίη σ εν "Ομη­
ρος "αύτάρ έπ εί καί κ είν ο ς άπήχθετο ττάσι
θεοΐσιν, ήτοι ό καππεδίον τό Ά λήϊον οΐος ά~
λάτο, δν θυμόν κατέδων, πάτον άνθρώπων ά~
25 λεείνων." καί άλλοι δέ πολλοί των ηρώων ο­
μ ο ιοπ α θ είς φαίνονται τούτοις. των δέ
ύστερον Εμπεδοκλής καί Πλάτων καί Σω­
κράτης καί έτεροί συχνοί των γνωρίμων, ε τ ι
δέ των περί τη ν π οίησ ιν οι π λειστοι. πο~
λλοις μ έ ν γάρ των τοιούτω ν γ ίν ε τ α ι νοσή­
ματα άπό τ ή ς τοια ύτη ς κράσεως τω σώματι,
30 τ ο ΐς δέ ή φύσις δήλη ρέπουσα προς τά πάθη,
π ά ν τ ε ς δ ’ ουν ώ ς ε ίπ ε ΐν άπλώς ε ίσ ί, καθά-
7τερ έλέχθη, τοιοΰτοι τή ν φύσιν. δει δη λατ
β ε ΐν τήν α ιτ ία ν πρώτον επ ί παραδείγματος
προχειρισαμένους. ό γάρ οίνο ς ό πολύς μά­
λιστα φ αίνεται παρασκευάζειν τοιούτους
οϊους λ έγο μ εν τούς μελαγχολικούς είν α ι, καί
35 πλεΐστα ήθη π ο ιείν ιτινόμένος, οΐον οργίλους,
φιλάνθρωπους, έλεήμονας, ιταμούς-

8ο
se tornó totalm ente loco, el otro vagaba en busca
de lugares solitarios, es por ello por lo que H om e­
ro com puso estos v erso s:10

P e ro cu ando se atrajo e l od io de todas las d e id a ­


des, vagaba p o r lo s cam pos de A le , ro yen d o su á n i­
m o y a p artá n do se de lo s h om bres.

D e igual m odo, otros m uchos héroes parecen


haber sufrido claram ente del mismo mal que éstos.
Y de entre los más próxim os” a nosotros en el tiem ­
po E m p éd o cles,11 Platón,13 Sócrates,14 así como m u­
chos otros personajes de renom bre. Y preciso es
añadir tam bién a la m ayoría de los que se han o cu­
pado de la poesía.15 Pues en muchos de éstos se m a­
nifiestan enferm edades provocadas por una m ez­
cla así en el cuerpo, m ientras que en lo que
respecta a los demás, su naturaleza se m uestra con 3°
claridad p ro clive16 a las enferm edades.17 Pues, por
decirlo en una palabra, todos ellos, como ya se ha
indicado antes, parecen ser de este natural. E s p re­
ciso, p o r lo tanto, sirviéndonos de un ejem plo,18
abordar en prim er lugar la causa. A sí pues, el vino
tom ado en abundancia parece que predispone a los
hom bres a caer en un estado semejante al de aque­
llos que hem os definido como m elancólicos, y su
consum o crea una gran diversidad de caracteres,19
com o por ejem plo los coléricos, los filantrópicos,40 35
los com pasivos,21 los audaces.

8i
άλλ ’ ούχί τό μ ελ ί ούδέ τό γάλα ούδέ τό ΰδωρ
ο ύ δ ’ άλλο των τοιούτω ν ούδέν. ’ι δοι δ ’ ά ν τ ις
δτί παντοδαπούς ά π ερ γά ζετα ι, Θεωρών ώς μ ε­
ταβάλλει τούς π ίνο ντα ς ε κ προσαγωγής-
953b παραλαβών γάρ άπ εψ υγμένους έ ν τω νήφ είν
καί σιωπηλούς μικρω μ ε ν πλείων π οθείς λατ
λιστέρους ποιεί, ε τ ι δε πλείων ρητορικούς
καί θαρραλέους, προϊόντα ς δε προς το πράτ~
τ ε ιν ιταμούς, ε τ ι δε μάλλον π ινόμ ενος ίτ
βριστάς, έ π ε ιτ α μανικούς, λ ία ν δε πολύς έ~
5 κλύει καί π ο ιεί μωρούς, ώσπερ τού ς εκ
παίδων έπ ιλ ήπ το υς ή καί έχο μ ένο υς τ ο ΐς με-
λαγχολικοΐς άγαν, ώσπερ οΰν ό ε ις άνθρωπος
μεταβάλλει τό ήθος πίνω ν καί χρώ μενος τώ
οϊνω ποσω τ ιν ί, οΰτω κ α θ’ έκαστον τό ήθος
ε ίσ ί τ ιν ε ς άνθρωποι, οΐος γάρ οΰτος μεθύων
νϋν έσ τίν , άλλος τ ις τοιοΰτο ς φύσει έσ τίν , ο
ΙΟ μ έ ν λάλος, ό δε κεκινημένος, ό δε άρίδακρυς-
π ο ιεί γάρ τ ιν α ς

82
Por el contrario, ni la miel, como tampoco la le­
che ni el agua, ni ninguna otra substancia de este
tipo, es capaz de nada semejante. Y cualquiera
podría observar que el vino obra toda suerte de
transformaciones, si se fija en cómo va cambian­
do gradualmente 21 a los que lo beben. Pues si se
apodera de aquellos que cuando no beben resul- 953b
tan fríos y silenciosos, al tomar una cantidad ma­
yor en poco tiempo, los convierte en charlatanes;
son un poco más elocuentes 23 y confiados, y, caso
de seguir bebiendo, audaces en el obrar; si beben
aún un poco más se tornan violentos, después lo­
cos. Y una enorme cantidad los vuelve estúpi­
dos ,24 como aquellos que son epilépticos desde la 5
infancia, o los que se hallan afectados en grado
sumo por las enfermedades de la bilis negra .25 Así,
del mismo modo que un solo hombre cambia de
carácter cuando bebe y se sirve del vino en una
determinada cantidad, es posible también encon­
trar hombres que se corresponden a cada uno de
estos caracteres. Pues el estado en que se halla
aquel que ha bebido, en aquel momento, es el es­
tado en que se halla otro por naturaleza; uno es 1°
charlatán, otro emocional, otro propenso a las lá­
grimas. Pues el vino los sume

83
καί τοιούτους, διό καί "Ομηρος επ ο ίη σ ε "καί
μ έ φησι δάκρυ πλώειν βεβαρημένου οινω." καί
γάρ έλ εήμ ο νές ποτέ γίνο ντα ι καί άγριοι καί
σιω πηλοί· ëvLoi γάρ αν άποσιωπώσι, καί μά­
λιστα των μελαγχολικώ ν δσοι εκστατικοί.
ΐ5 π ο ιεί δέ καί φ ιλητικους ό ο ίν ο ς ■ σ η μ εΐον δέ
δτι προάγεται ό πίνων καί τω στόμ ατι φι~
λεΐν, οϋς νήφων ο ύ δ ’ αν ε ις φ ιλήσειεν ή διά
το είδ ο ς ή διά τήν ηλικίαν, ό μ ε ν οΰν οίνος
ον πολύν χρόνον π ο ιεί περιττόν, ά λ λ ’ ολίγον,
ή δε φύσις ά εί, έω ς τ ις αν η · οί μ ε ν γάρ
θρασείς, οί δέ σιωπηλοί, οί δέ έλεήμονες, οί
ζο δέ δειλοί γίνοντα ι φύσει, ώ στε δηλον δ τι διά
το αύτο π ο ιεί δ τ ε οίνο ς καί ή φ ύσις έκάετ
του τό ήθος· πάντα γάρ κ α τερ γά ζετα ι τή
θερμότητι ταμιευόμενα. δ τ ε δή χ υ μ ό ς καί ή
κράσις ή τη ς μελα ίνης χολ ής πνευματικά έσ~
τ ι ν διό καί τά πνευματώδη πάθη καί τά

84
en estos estados; por esta razón dijo Homero en
sus versos : 16

Y diga q u e y o d erram o a b u n d a n tes lágrim as p o r­


q u e estoy p esa d o p o r e l vin o .

Pues es cierto que en ocasiones se ponen tris­


tes, salvajes o taciturnos; mientras que, por el
contrario, algunos se quedan en silencio total, en
especial aquellos melancólicos que están locos. El
vino, por otro lado, hace también que los hom­
bres se muestren afectuosos. Un indicio de esto es 15
que el bebedor se ve incitado a besar incluso a
aquellos a quien nadie, de hallarse sobrio, besa­
ría, bien sea en razón de su apariencia, bien por su
edad. E l vino, pues, hace al individuo excepcio­
nal, pero no por mucho tiempo, tan sólo por bre­
ves momentos, mientras que la naturaleza produ­
ce ese efecto continuamente, a lo largo de la vida
de un hombre. A sí, algunos son audaces, otros ta­
citurnos, otros tristes, otros cobardes por natura­
leza. De modo que resulta evidente que es por los *o
mismos medios que tanto el vino como la natura­
leza modelan el carácter de cada uno. Pues todo
se lleva a cabo y es regido por el calor. Así, el hu­
mor de la viña 17 y la mezcla de la bilis negra con­
tienen viento. P or esta razón tanto las enfermeda­
des ventosas 18 como

85
25 υποχόνδρια κά μελαγχολικά οι ια τρ οί φασιν
εΐναι.. καί ό οίνο ς δέ πνευματώδης τη ν δύ~
ναμιν. διό δη έσ τ ι τη ν φύσιν δμοια δ τε
οίνο ς καί ή κράσις. δηλοΐ δε δ τι πνευ­
ματώ δης ό ο ΐνός έ σ τ ιν ό άφ ρός· τό μ ε ν γάρ
ελαιον θερμόν δν ού π ο ιεί άφρόν, ό δε οίνος
πολύν, καί μάλλον ό μ έλ α ς τοΰ λευκοΰ, δ η
3ο θερμότερος καί σωματωδέστερος. καί διά
τοϋτο δ τ ε οίνο ς αφ ροδισιαστικούς άπεργά-
ζετα ι, καί όρθώς Δ ιόνυσος καί Αφροδίτη λέ­
γονται μ ε τ ’ άλλήλων είνα ι, καί οί μ ελ α γ χ σ
λικοί οί π λεΐστοι λάγνοι είσ ίν . δ τ ε γάρ
αφροδισιασμός πνευματώδης, σημεΐον δε τό
αίδοΐον, ώ ς έκ μικρού τα χ εΐα ν π ο ιείτα ι την
35 αϋξησιν διά τό έμφυσάσθαι. καί έ'τι π ριν δό­
να σθa l iτροιεσθαι σπέρμα, γ ίν ε τ α ι τ ις ήδονή
επ ί π α ισ ίν ουσιν, δτα ν ε γ γ ύ ς δ ν τ ες τοΰ ή-
βάν ξύωνται τά αιδοία δ ι ’ ά κ ο λ α σ ία ν γ ίν ε ­
ται δε δήλον διά τό πνεύμα δ ιε ζιέ ν α ι διά
των πόρων, δι ’ ών ύστερον τό ύγρόν φέρεται,
ή τ ε εκ χ υ σ ις τοΰ σπέρματος έ ν τ α ΐς όμιλυ
α ις

86
las enferm edades h ip o con d riacas19 son atribuidas
p o r los m édicos a la b ilis negra. Y el vino es ven- 25
toso p o r su pod er. D eb id o a ello, el vino y la m ez­
cla [de la b ilis negra] son de parecid a30 n aturale­
za. L a espum a es lo que dem uestra que el vino es
de naturaleza ventosa. Pues el aceite, cuando está
caliente, no hace espum a; en cam bio el vino hace
espum a en abundancia, y m ucha más el vino tinto
que el blan co, puesto que tiene más calor y más
cu erp o .31 E s p o r esta razón p o r lo que el vino inci- i°
ta a los hom bres al am or, y con razón dicen que
D io n iso y A fro d ita están ligados el uno al otro;31 y
los m elancólicos, en su m ayor parte, son lu ju rio ­
sos. P u es el acto sexual es de naturaleza ventosa.
L a pru eb a de esto es el pen e, p o r la m anera en que
pasa de ser pequ eño a experim entar un rápido
crecim iento, pues se hincha. Y ya antes de que 35
puedan em itir esperm a, se p rod uce un cierto pla­
cer en aquellos que son tod avía niños cuando,
cercanos ya a la edad de la pub ertad , se abando­
nan33 a fro tar su pene. R esulta evidente que ello se
p ro d u ce p o rq u e el viento recorre los canales34 por
los que, más tarde, es transportado el líquid o. L a
em isión de esperm a en las relaciones sexuales

87
954a καί ή ρ ΐψ ις υπό τοΰ π νεύματος ώθοϋντος
φανερόν γίνεσθαι. ώ στε καί των εδεσμάτω ν
καί ποτών εύλόγως τ α ϋ τ ’ ε σ τ ίν άφροδισιασ-
τικά, δσα πνευματώδη τον περί τά αιδοία
π ο ιε ί τόπον, διό καί ό μ έλ α ς οίνο ς ούδενός
5 ήττον τοιούτους άπεργάζετα ι, οΐοι καί οί με~
λαγχολικοί πνευματώ δεις, δήλοι δ ’ ε ίσ ίν ε π '
έ ν ίω ν σκληροί γάρ οί πλείους των μελαγχο­
λικών, καί αί φλέβες έ ξ έ χ ο υ σ ιν τούτου δ ’
α ίτ ιο ν ού τό τοΰ α ίμ α το ς πλήθος, αλλά του
πνεύματος, δ ιό τι δε ουδέ π ά ν τες οί μελαγ-
10 χολικοί σκληροί ουδέ [οί] μελάνες, άλλ ’ οί μά­
λλον κακόχυμοι, άλλος λ ό γ ο ς ■ περί ου δε έ ξ
α ρχή ς προειλόμεθα διελθεΐν, ότι έ ν τή φύσει
ευθύς ό τοιοϋτος χ υ μ ό ς ό μελα γχολικός κε-
ράννυται · θερμού γάρ καί ψυχρού κρ ά σ ίς έ<τ
τ ι ν έκ τούτων γάρ τών δυοιν ή φ ύσις σιτ
νέστηκεν. διό καί ή μέλα ινα χολή καί
!5 θερμότατον καί ψ υχρότατον γ ίν ετ α ι, τό γάρ
αύτό π ά σ χ ειν πέφυκε τ α ϋ τ ’ άμφω, οι ον καί
τό ύδωρ δν

88
y la eyaculación tienen claramente su origen en el 954a
empuje del viento. De modo que, en cuestión de
comidas y bebidas, aquellas que hacen que la re­
gión vecina al sexo se vuelva ventosa, son consi­
deradas, en buena lógica, afrodisíacas. Lo que ex­
plica que el vino tinto, más que cualquier otra
cosa, torne a la gente ventosa, como lo son los me- 5
lancólicos. Una serie de hechos lo demuestra; en
efecto, la mayoría de los melancólicos son secos y
tienen las venas saltonas. La causa de ello radica
no en un exceso de sangre, sino de viento. E l por­
qué no todos los melancólicos son secos ni
negros, sino tan sólo aquellos cuyo humor es par- 10
ticularmente maligno, es otra cuestión. Pero vol­
vamos al tema que de buen principio nos ha­
bíamos propuesto tratar, esto es, al hecho de que
en la naturaleza, de un modo espontáneo, existe
la mezcla de un tal humor, la bilis negra; pues se
trata de una mezcla de calor y de frío. Pues de es­
tos dos elementos está compuesta la naturaleza.35
Es por ello por lo que la bilis negra se pone tanto
muy caliente como muy fría. Pues una misma cosa 15
puede, por naturaleza, presentar ambos estados;
por ejemplo, el agua que es fría

89
ψυχρόν, όμως" èà v ίκανώ ς θερμανθή, οΐον τό
ζέον, τ ή ς φλογός α ύ τή ς θερμότερόν έσ τι, καί
λίθος καί σίδηρος διάπυρα γενόμενα μάλλον
θερμά γ ίν ε τ α ι άνθρακας, ψυχρά δντα φύσει.
20 εί'ρηται δε σαφέστερου περί τούτων ε ν τ ο ΐς
περί πυράς, καί ή χολή δέ ή μέλαινα φύσει
ψυχρά καί ούκ έπ ιπ ολα ίω ς οΰσα, δτα ν μ ε ν
ούτως εχ η ώ ς εϊρ η τα ι, έ ά ν ύπερβάλλη έ ν τω
σωματι, απ οπληξίας ή νάρκας ή άθυμίας
π ο ιεί ή φόβους, έά ν δέ ύπερθερμανθή, τά ς
25 μ ε τ ’ ω δής εύθυμία ς καί εκ σ τ ά σ εις καί έκζέ~
σ ε ις έλκων καί άλλα τοιαΰτα. τ ο ΐς μ ε ν οΰν
πολλοΐς άπό τ ή ς κα θ’ ήμέραν τροφής έγγ ι-
νομένη ούδεν τό ήθος π ο ιε ί διαφόρους, άλλά
μόνον νόσημά τι μελαγχολικόν άπειργάσατο.
δσ οις δε έ ν τή φύσει συνέστη κράσις
τοιαύτη, εύθύς οΰτοι τά ήθη γίνο ντα ι παντο-
3° δαποί, άλλος κ α τ ’ άλλην κ ρ ά σ ιν οΐον δσοις
μ ε ν πολλή καί ψυχρά ενυπάρχει, νωθροί καί
μωροί,
resulta no obstante, si la calientas lo suficiente,
hasta que hierve, más caliente que la propia llama;
y lo mismo la piedra y el hierro cuando se calien­
tan lo suficiente, se ponen más calientes que el
carbón [ardiente], a pesar de que, por naturaleza,
son fríos. A propósito de este tema hay una discu- 20
sión más clara en la obra sobre el Fuego d6 La bilis
negra es fría por naturaleza, y no reside en la su­
perficie;37 cuando se halla en este estado que aca­
bamos de describir, si se encuentra en exceso en
el cuerpo, produce apoplejías,38 torpezas,39 athy-
mías,*° o miedos, pero, caso de estar demasiado
caliente, origina los estados de euthymía acompa­
ñados de canciones,41 los accesos de locura,4’
erupciones de úlceras y otros males semejantes .43 25
A sí pues, en la mayor parte de las personas, na­
ciendo como nace de la alimentación cotidiana,
no modifica en absoluto su carácter, simplemente
provoca una enfermedad de la bilis negra.44 Pero
en lo que respecta a aquellos que poseen, ya de
natural, una tal mezcla, presentan espontánea­
mente caracteres de todo tipo, cada uno de acuer­
do con su mezcla. Por ejemplo, aquellos en los 30
que la mezcla se halla abundante y fría, son pro­
pensos a la torpeza y a la estupidez;

91
δσοις δέ λίαν πολλή καί θερμή, μανικοί καί
εύφ υεΐς καί ερωτικοί καί ευκίνη τοι προς
τους θυμούς καί τ ά ς επ ιθυμίας, ένιο ι δε καί
λάλοι μάλλον, πολλοί δέ καί διά τό ε γ γ ύ ς
ε ίν α ι τού νοερού τόπου τή ν θερμότητα
35 τα ύτην νοσήμασιν άλίσκονται μ α ν ικ ο ϊς ή εν~
θουσιαστικοΐς, όθεν Σίβυλλαι καί Β ά κ ιδ ες καί
οι ένθεοι γίνο ντα ι πάντες, δτα ν μ ή νοσήμα-
τι γένω νται άλλά φυσική κράσει. Μ αρακός δε
ό Συρακούσιος και ά μ είνω ν ήν ποιητής, δ τ ’
έκσταίη. δσ οις δ ’ άν έπανθή τή ν ά γα ν θερ-
954t> μ ό τη τα προς τό μέσον, ουτοι μελαγχολικοί
μ ε ν είσ ι, φρονιμότεροι δέ, καί ή ττο ν μ ε ν
έκτοποι, προς πολλά δε διαφ έροντες των
άλλων, οί μ έ ν πρός παιδείαν, οί δέ προς τ έ χ
νας, οί δέ πρός π ολιτείαν, πολλήν δέ καί ε ίς
5 τούς κινδύνους π ο ιεί διαφοράν ή τοιαύτη
έ ξ ι ς τού ε ν ίο τ ε άνωμάλους είν α ι μ έ ν το ΐς
φόβοις πολλούς των άνδρών. ώ ς γάρ αν
τύχωσι τό σώμα έ χ ο ν τ ε ς πρός τή ν τοιαύτην
κρασιν, διαφέρουσιν

92
aquellos que la poseen dem asiado caliente y
abundante son propen sos a la locura (m a n ik o i ),
dotados p o r n aturaleza,45 propensos al amor, fá ­
cilm ente se dejan arrastrar por los im pulsos y de­
seos; otros se vuelven más charlatanes que de cos­
tum bre. P e ro m uchos, debido a que el calor se
halla p ró xim o al lu gar del pensam iento,46 se ven
afectados p o r las enferm edades de la lo cu ra o del
entusiasm o.47 C osa que exp lica la existencia de las 35
Sib ilas y de los B a cis,48 así com o de todos aquellos
que están in sp irad o s,49 cuando no lo están p o r en­
ferm ed ad sino p o r la m ezcla que hay en su natu­
raleza. M araco el Siracu sano50 resultaba aun m e­
jo r poeta cuando sufría uno de sus accesos de
locura. P e ro aquellos en los que el calor excesivo
se d esarrolla hasta llegar a un estado m edio51 son,
sin duda, m elan cólicos pero más inteligentes, y 954b
m enos excén trico s, al tiem po que en m uchos as­
pectos se m uestran superiores a los demás, unos
en lo que respecta a la cultura, otros en lo con cer­
niente a las artes, y otros, en fin , en el gobierno de
la ciudad. E n lo tocante a los peligros, un estado
de este tipo causa una gran variab ilidad, ya que
m uchos hom bres no se m uestran constantes ante 5
el m ied o .51 P u es según sea la relación que tengan
sus cuerpos con una m ezcla tal, los individuos d i­
fieren respecto de sí m ism os.53

93
αύτοί αυτών, ή δέ μελαγχολική κράσις,
ώσπερ καί έ ν τ α ΐς νόσ οις ανωμάλους ποιεί,
οϋτω καί αύτή άνώμαλός έ σ τ ι ν ό τέ μ ε ν γάρ
ΙΟ ψυχρά έ σ τ ιν ώσπερ ύδωρ, ό τ έ δε θερμή, ώστε
φοβερόν τι δτα ν είσ α γγελθή , ε ά ν μ ε ν ψυχρο­
τέρας· οϋσης τ ή ς κράσεως τύχη, δειλόν π οιεί-
προωδοπεποίηκε γάρ τώ φόβω, καί ό φόβος
καταψύχει, δηλουσι δέ οί περίφ οβοι■ τρέμοιτ
σι γάρ. εά ν δε μάλλον θερμή, ε ις τό μ έτ ρ ω ν
κ α τέσ τη σ εν ό φόβος, καί έ ν αύτω καί άπαθή.
!5 ομοίω ς δέ καί προς τ ά ς κ α θ ’ ημέραν άθυμί-
α ς· πολλάκις γάρ οϋτως έχ ο μ εν ώ στε Air
πείσθαι, έ φ ’ δτω δέ, ούκ α ν έ'χοιμεν ε ί π ε ΐ ν
ό τέ δέ εύθύμως, έ φ ’ ω δ ’, ού δήλον. τά δή
τοιαϋτα πάθη καί τά παλαιό* λεχθέντα κατά
μ έ ν τι μικρόν ιτάσι γ ίν ε τ α ι ■ πάσι γάρ μέ~
20 μ ικ τ α ί τι τ ή ς δυνάμεως- δσ οις δ ’ ε ις βάθος,

* H em os adoptado la corrección de Forster: επ ιπ όλα ια

94
La mezcla de la bilis negra, del mismo modo que
en las enfermedades vuelve inconstantes a las per­
sonas, es en sí misma inconstante. Pues ora es fría io
como el agua, ora caliente. De modo que ante el
anuncio de un peligro, si por azar se hallan en un
estado particularmente frío de la mezcla, se vuel­
ven cobardes. Pues resulta que ha mostrado el ca­
mino hacia el miedo, y el miedo enfría. Lo de­
muestran los que tienen miedo, puesto que
tiemblan. Pero si la mezcla es más caliente, el mie­
do sitúa al individuo en un estado medio, de
modo que conoce a un tiempo el miedo y la au­
sencia de tem or.54 De igual modo ocurre con las 15
athymías de nuestra vida cotidiana. A menudo, en
efecto, nos hallamos sumidos en un estado de
aflicción; ¿por qué motivo? N o sabríamos decir­
lo. Otras veces, por el contrario, nos sentimos
euthymicos, pero la razón no resulta clara. Segu­
ramente, aflicciones semejantes y aquellas llama­
das superficiales55 afectan en mayor o menor me­
dida a todo el mundo, pues en la mezcla de cada
cual se halla un poco del poder [de la bilis negra].
Pero a aquellos a quienes les afecta en lo profun- 20
do

95
οΰτοι δ ’ ήδη ποιοι τ ιν έ ς ε ίσ ι τά ήθη. ώσπερ
γάρ τό είδ ο ς έτερ οι γίνο ντα ι ού τω πράσω­
ν-ον εχ ειν , άλλά τω ποιόν τι τό πρόσωπον, οι
μ ε ν καλόν, οί δε αισχρόν, οί δε μη θέν ε χ ο ν
τ ε ς περιττόν, οΰτοι δε μ έσ ο ι τη ν φύσιν,
25 οϋτω και οί μ ε ν μικρά μ ε τ έ χ ο ν τ ε ς τή ς
τοια ύτη ς κράσεως μ έσ ο ι είσ ίν , οί δε πλήθους
ήδη άνόμοιοι τ ο ΐς πολλοΐς. εά ν μ ε ν γάρ σφο­
δρά κατακορής ή ή έ ξ ις , μ ελα γχολικοί ε ίσ ι
λίαν, εά ν δε πως κραθώσι, π ερ ιττοί, ρέπουσι
δ ’, αν άμελώσιν, επ ί τά μελαγχολικά νοσή­
ματα, άλλοι περί άλλο μ έρ ο ς τοΰ σώματος-
καί τ ο ΐς μ ε ν επ ιλ ηπ τικά άποσημαίνει, τ ο ΐς
3ο δε αποπληκτικά, άλλοις δε άθυμίαι ίσχυραί η
φόβοι, τ ο ΐς δε θάρρη λίαν, οιον καί Άρχελάω
συνέβαινε τω Μ ακεδονίας βασιλει. α ίτ ιο ν δε
τ ή ς τοια ύτη ς δυνάμεως ή κράσις, δπως αν
εχ η φύξεώς τ ε καί θερμότητος. ψυχροτέρα
μ ε ν γάρ οΰσα τοΰ

96
de sí mismos, éstos ya son tales por carácter. En
efecto, de la misma manera que los individuos di­
fieren en su aspecto, no porque tengan rostro,
sino por el tipo de rostro— unos lo tienen hermo­
so, otros feo, otros carecen de todo rasgo excep­
cional; éstos últimos tienen una naturaleza me­
dia— , así también aquellos que no poseen más
que una pequeña parte de una mezcla tal son me- ^5
dios, mientras que aquellos que poseen una gran
cantidad son ya diferentes a la mayoría. Si el esta­
do*6 de la mezcla es del todo concentrado, son ex­
tremadamente melancólicos; pero si la concentra­
ción se halla un poco atenuada da lugar a los seres
excepcionales. Pero son proclives, a nada que se
descuiden, a las enfermedades de la bilis negra, en
una u otra parte del cuerpo según los individuos.
En uno aparecen manifestaciones de epilepsia; en 30
otros de apoplejía; en otros fuertes athymías o te­
rrores, o incluso estados de confianza excesiva,
como le ocurrió a Arquelao, el rey de Macedo-
nia.57 La causa de un poder tal58 es la mezcla, la
manera en que participa del frío y del calor. Pues,
cuando resulta demasiado fría para la ocasión,*9

97
35 καιρού δυσθυμίας π ο ιεί άλογους· διό α ϊ τ ’
άγχόναι μάλιστα τ ο ΐς νεοις, ε ν ίο τ ε δε καί
πρεσβυτεροις. πολλοί δε καί μ ετ ά τά ς μεθά ς
διαφθείρουσιν εαυτούς, εν ιο ι δε των μ ελ α γ­
χολικώ ν έκ των πότων άθύμως διάγουσιν-
σβεννυσι γάρ ή τού οίνου θερμότης τη ν φυ­
σικήν θερμότητα, τό δε θερμόν τό περί τον
τόπον ω φρονοΰμεν καί ελ π ίζο μ εν π ο ιεί ειτ
955a θύμους, καί διά τούτο προς τό π ίν ε ιν ε ις
μεθη ν π ά ντες εχουσι προθύμως, δ τι πάντα ς
ό ο ίνο ς ό πολύς εύελ π ιδα ς π οιεί, καθάπερ ή
νεό τη ς τούς παΐδας- τό μ ε ν γάρ γήρας δύτ
σελπι έστιν, ή δε νεό τη ς ελπίδος πλήρης, ε ν
5 σί δε τ ιν ε ς ολίγοι οϋς π ίνοντα ς δυσθυμίαι
λαμβάνουσι, διά τη ν αυτήν α ιτ ία ν δ ι ’ ήν καί
μ ετ ά τούς πάτους ένίους. δσ οις μ ε ν οΰν μα:
ραινομένου τού θερμού αί άθυμίαι γίνονται,
μάλλον άπάγχονται. διό καί οί νέοι ή καί οί
πρεσβΰται μάλλον ά π ά γ χ ο ν τ α ι■ τό μ ε ν γάρ
10 γήρας μα ρα ίνει τό θερμόν, των δε τό πάθος
φυσικόν δν καί αύτό τό μαραινόμενον θερ­
μόν. δσ οις δε σβεννυμένου

98
provoca dystbymías sin razón. Por ello los suici­
dios por ahorcamiento 60 se dan sobre todo entre 35
los jóvenes, pero también a veces entre los viejos.
Muchos se suicidan después de haber bebido. A l­
gunos melancólicos continúan athymicos después
de haber bebido. Pues el calor del vino apaga el
calor natural . 61 E l calor que afecta al lugar con el
que pensamos y tenemos esperanza le vuelve a
uno euthymico. Y por esto todos están dispuestos 955a
a beber hasta emborracharse, porque el vino to­
mado en abundancia llena a todo el mundo de
confianza, como la juventud a los niños. Pues si la
vejez desespera, la juventud, por el contrario, está
llena de esperanza. Pero existen también algunas 5
personas, pocas, a las que les asaltan las dystbimí­
as al beber, y ello por la misma razón que a otros
les sucede esto después de beber. Así, aquellos a
los que la dysthimía les sorprende cuando el calor
se extingue son los más propensos a ahorcarse.
Esta es la razón por la que los jóvenes, y a veces
los viejos, son los más propensos a ahorcarse.
Pues la vejez extingue el calor, mientras que, en lo
que respecta a los jóvenes, la afección que les es 10
propia es la extinción del calor por sí mismo .61
Aquellos en los que

99
έξαίφ νης, οί πλεϊστοι διαχρώνται εαυτούς·,
ώ στε θαυμάζειν π ά ντα ς διά τό μη θέν ποιή-
σαι σημείου πρότερου. ψυχροτέρα μ ε ν ουν γ ι­
νόμενη ή κράσις ή άπό τ ή ς μ ελ α ίν η ς χολής,
ώσπερ ε ’ί ρηται, π ο ιε ί άθυμίας παντοδαπάς,
ΐ5 θερμοτέρα δε οΰσα ευθυμίας, διό καί οί μ έ ν
π α ΐδ ες εύθυμότεροι, οί δε γέρ ο ντες δυ<τ
θυμότεροι. οί μ ε ν γάρ θερμοί, οί δε ψυχροί-
τό γάρ γήρας κα τά ψ υξίς τις. συμβαίνει δε
σβέννυσθαι έξα ίφ νη ς ύπό τ ε των έκ τ ο ς αι­
τιών, ώς καί παρά φύσιν τά πυρωθέντα, οΐον
2° άνθρακα ϋδατος έπ ιχυθέντο ς. διό καί έκ
μ έθ η ς ενιο ι εα υτο ύς διαχρώ νται- ή γάρ άπό
τοϋ οίνου θερμότης επ είσ α κ το ς έσ τιν , ή ς
σβεννυμένης συμβαίνει τό πάθος, καί μ ετά
τά άφροδίσια οί πλεΐστοι άθυμότεροι γίνο ν­
ται, όσοι δε περίττω μα πολύ προίενται μετά-
τοΰ σπέρματος, οΰτοι εύθυμότεροι- κουφίζον-
25 ται γάρ π εριττώ μ α το ς τ ε καί πνεύματος καί
θερμού υπερβολής, εκ είν ο ι δε άθυμότεροι πσ
λλάκις- καταψύχονται γάρ άφ ροδισιάσαντες
διά τό των ίκα-

ιοο
el calor se extingue repentinamente se suicidan en
su mayoría, de modo que todo el mundo se sor­
prende de que no hayan dado alguna señal previa.
Pues cuando la mezcla que proviene de la bilis ne­
gra es demasiado fría, como hemos dicho, produ­
ce athymías de todo tipo; y si es demasiado ca­
liente, euthymías. Es por esto por lo que los niños 15
son más euthymicos y los ancianos más disthymi-
cos. Los primeros son calientes, fríos los segun­
dos. La vejez, en efecto, supone un enfriamiento.
Pero el calor puede ser extinguido súbitamente
por causas externas, como sucede también, por
razones contra natura, con los elementos encendi­
dos; por ejemplo, cuando se vierte agua sobre car- 2°
bones [encendidos]. Es por ello por lo que algu­
nos se suicidan al salir de su embriaguez. Pues el
calor originado por el vino proviene de afuera;
cuando se extingue, sobreviene la afección. D es­
pués del acto sexual la mayoría de personas se
sienten más athymicas\ pero aquellos que, junto
con el esperma, arrojan mucha superfluidad ,63 se
sienten más euthymicos. Pues estos se deshacen 25
de lo que es superfluo, del viento y del calor exce­
sivo. En cambio, los otros son con frecuencia más
athymicos, pues se quedan fríos tras el acto sexual
al verse privados

101
νών τι άφαιρεθήναι · δηλοΐ δέ τούτο τό μή
ττολλήν τήν άπορροήν γεγονένα ι. ώς οΰν έ ν
κεφαλαία) είπ εΐν , διά μ έ ν τό ανώμαλον είνα ι
3° την δύναμιν τ ή ς μ ελ α ίν η ς χ ο λ ή ς ανώμαλοί
ε ίσ ιν οί μελαγχολικοί ■ καί γάρ ψυχρά σφόδρα
γ ίν ετ α ι καί θερμή, διά δέ τό ηθοποιός είν α ι
{ηθοποιόν γάρ τό θερμόν καί ψυχρόν μάλιστα
των ε ν ή μ ΐν έστίν) ώσπερ ό οίνος πλείων καί
έλάττω ν κεραννύμενος τω σώματι π ο ιεί τό
35 ήθος ποιους τιν α ς τημάς, άμφω δε πνευματι­
κά, καί ό οίνος καί ή μέλαινα χολή, έπ ε ί δ ’
έ σ τ ι καί εϋκρατον ε ίν α ι τη ν άνωμαλίαν καί
καλώς πως εχ ειν , καί δπου δ ει θερμοτέραν
είν α ι τη ν διάθεσιν καί πάλιν ψυχράν, ή το&
να ντίο ν διά τό υπερβολήν έ χ ειν , π εριττοί
μ ε ν ε ίσ ι π ά ντες οί μελαγχολικοί, ού διά νό~
40 σον, άλλά διά φύσιν.

102
de algo útil. Esto lo demuestra el hecho de que la
emisión sea poco abundante .6-1 En resumen, los
melancólicos son inconstantes debido a que la
fuerza de la bilis negra es inconstante. Y es que la 30
bilis negra es a un tiempo demasiado fría y dema­
siado caliente. Y puesto que ésta modela los ca­
racteres (pues, de lo que se halla en nosotros, son
el frío y el calor los que modelan el carácter), del
mismo modo que el vino mezclado en nuestro
cuerpo en mayor o menor cantidad modela nues­
tro carácter, nos hace ser de tal o cual manera.
Am bos, el vino y la bilis negra, contienen viento.
Pero, desde el momento en que es posible que 35
exista una buena mezcla de la inconstancia, y que
ésta sea, en cierto modo, buena, y ya que es posi­
ble, por fuerza, que la diathesis6s demasiado ca­
liente sea, al mismo tiempo, demasiado fría (o a la
inversa, a causa del exceso que presenta ) ,66 todos
los melancólicos son seres excepcionales, y no por
enfermedad, sino por naturaleza. 40

103
NOTAS

1. L a traducción que presentam os es tan sólo la del prin­


cipio del Problema X X X , que concierne al problem a de la
«genialidad», es decir 953a io-955b 40.
2. E s así como traducim os π ερ ιττο ί. Π ερισσός «que so­
brepasa la norm alidad», de donde excesivo, extraordinario,
abundante, superfluo (H es., Tb. 399). (P. Chantraine, Dic­
tionnaire étymologique de la langue grecque, Paris, Klinck-
sieck, 1974). Este empleo está bien atestiguado en Aristóteles
para calificar a los individuos excepcionales, cf., p or ejem­
plo, Metafísica A 2, 983a 62, donde habla de aquellos que so­
bresalen en el saber poético {π α ντό ς τού ς περιττούς).
3· Esta distinción entre el melancólico y aquel que padece
las enferm edades provocadas por la bilis negra se explicará a
continuación. E l m elancólico no es necesariam ente un enfer­
mo. E s un enferm o virtual.
4. L a Colección Hipocrática conoce la definición «enfer­
m edad de H eracles» (Enfermedades de las mujeres 1 , 7 = V III
L 32). N ada prueba, a juicio de Tem kin, que dicha enferm e­
dad deba identificarse con la epilepsia (The Falling Sickness,
Baltim ore, 1945, 2a ed. 1971, p. 21). E l texto dice solamente:
«Cuando la matriz está en el hígado y en los hipocondrios, y
produce la sofocación, los ojos se le ponen en blanco, la mu­
jer se pone fría, y a veces lívida. Rechina los dientes, la saliva
afluye a su boca, y su estado es semejante al de los enferm os
afectados por la enfermedad de Heracles.» Tem kin afirm a
tam bién que no se puede, en nuestro pasaje del Problema
X X X , confundir la locura de H eracles con la epilepsia (ibi­
dem, p. 21). E s preciso señalar que la enfermedad sagrada de
los antiguos engloba, además de la epilepsia de los m oder­
nos, otros síntomas (cf. M . G rm ek, Les maladies à l’aube de la
civilisation occidentale, Paris, Payot, 1983, p. 70; J . Pigeaud,
Folie et cures de la fo lie..., Paris, Belles Lettres, 1987, p. 48).

104
Véase Corpus hipocrático·. cf. Epidemias V I, 8, 31 = V L 354,
que dice que «los m elancólicos se tornan de ordinario epi­
lépticos, y los epilépticos m elancólicos... Si la enfermedad
afecta al cuerpo, se trata de epilepsia, si al pensamiento, me­
lancolía». P o r el contrario, Enfermedad sagrada 5 observa
que la epilepsia afecta a los individuos flem áticos y no a los
biliosos. Resulta difícil, en nuestro pasaje, dejar de identifi­
car la crisis de locura de H eracles con uno de los males de los
epilépticos, de acuerdo con lo que precede. L a expresión en­
ferm edad sagrada es antigua. H eródoto habla de la enferm e­
dad de Cam bises «que algunos llaman sagrada». (Historias
II I, 33). La creencia popular pretende que la enferm edad de
H eracles se debe a la fatiga ocasionada por sus trabajos. «E n ­
ferm edad de H eracles: de aquellos que, como consecuencia
de un gran esfuerzo, caen enferm os. Pues H eracles, tras una
acum ulación de fatigas, contrajo la enferm edad sagrada.»
Corpus Paroemiograpborum Graecomm, Μ , IV , 56.
5. L a patología de H eracles es compleja. D e hecho, exis­
ten tres grandes acontecimientos patológicos ligados a tres
errores (cf. G . D um ézil, Heur et }?2alheur du guerrier, París,
P U F , 1969, pp. 89-98). Los dos que nos interesan aquí son: 1)
■ el asesinato de sus hijos, que él traspasa con una flecha, en un
acceso de tnania. E se es el tema del Heracles de Eurípides. En
la tragedia de Eurípid es mata tam bién a su mujer, z) Deyani-
ra, esposa legítim a de H eracles, unta la túnica de H eracles
con la sangre del Centauro N esos, quien le había dicho que
se trataba de un filtro amoroso. H eracles es presa de un su­
frim iento intolerable. Trasladado al monte E ta, se le cons­
truye una pira. Este es el tema de L as Traquinias de Sófocles,
y será el tema de la tragedia de Séneca Hércules en el Eta
(cf., entre otros, Ja c k ie Pigeaud, La Maladie de l'Sme, París,
Belles Lettres, 1981, pp. 407-435). L a tradición que pone en
relación la deposición sobre la pira y la apoteosis de H eracles
es sin duda alguna muy antigua. L a tradición popular (Cor­
pus Paroemiograpborum Graecorum, M , TV, 57) habla de una
«sarna» de H eracles ( 'Ηράκλειος ψώρα).

105
6. La melancolía, es decir, aquí el hum or bilis negra, se
halla en el origen de numerosas enferm edades, y no sólo de la
locura.
7. Lisandro, general lacedem onio, m uerto en 395 a.C.
Plutarco se refiere a nuestro pasaje en la Vida de Lisandro
(cap. 2): «A ristóteles, en el pasaje donde dice que los grandes
ingenios son m elancólicos, como Sócrates, Platón o H ér­
cules, refiere que Lisandro también cayó en la enferm edad
de la m elancolía, pero no de buen principio, sino anciano
y a ...» V encedor en Egospótamos (en 405 a.C .), estableció
el dom inio espartiata y la oligarquía en todo el Egeo. L os po­
etas celebran sus proezas. Su estatua es erigida en los santua­
rios de D elfos, O lim pia, E feso. Sam os le consagra altares y
substituye la fiesta de H era por la del nuevo dios (Glotz, His-
tore grecque , t. III, p. 29). « Lisandro, con los despojos, erigió
en D elfos una estatua suya de bronce [ ...] en aquel tiem po
era tan poderoso como nunca antes lo había sido ningún
griego, y al parecer su arrogancia y orgullo eran superiores
incluso a su poder. Pues, según explica el historiador D uris,
fue el prim ero de los griegos a quien las ciudades levantaron
altares y ofrecieron sacrificios como a un dios, así como el
prim ero en cuyo honor se cantaron peanes.» (Plutarco, L i­
sandro 18, 2; cf. también Pausanias III, 17, 4 ss.; V I, 3, 5 y 14;
X , 9 , 7 ,)
8. A yax, hijo de Telam ón, general de los Salam inios {lita­
da II, 557-558), el más valeroso de los A queos después de
A quiles (litada II, 768-769); dotado de una fuerza extraordi­
naria (litada III, 225-228); rival de U lises p or la posesión de
las armas de Aquiles (Odisea X I, 543-564). Sin duda este epi­
sodio fue llevado a escena p or Esquilo. Se nos ha conservado
la tragedia de Sófocles, quien escenifica la «locura» y el sui­
cidio de A yax; (léase J . Starobinski, Trois Fureurs, París, G a ­
llim ard, 1974, pp. n -71).
9. N uestro autor se refiere a la historia que nos explica el
propio H om ero (litada V I, 152 y ss.) acerca de Belerofonte,
hijo de G lauco (según otros de Poséidon), nieto de Sísifo.

106
Buscó refugio en casa de Preto, cuya mujer, Antea, se enamo­
ró de Belerofonte, pero fue rechazada por éste. Belerofonte
partió hacia L icia con un mensaje sellado donde se le pedía al
rey de ese país, suegro de Preto, que le diese muerte. Fin al­
mente, tuvo que matar a la invencible Quimera. Después de
no pocas pruebas más, se hizo odioso a los dioses. (Pues pre­
tendía llegar hasta el O lim po a lomos de Pegaso.) Es a este p e ­
riodo amargo al que hacen referencia los versos antes citados.
Ares mata a su hijo Isandro y Artem isa hace perecer a su hija.
ίο. Ilíada V I, 201-202. Cicerón traduce estos versos en sus
Tusculanas (Disp. II I, 26, 23):

Qui miser in campis maerens errabat Aléis,


Ipse suum cor edens hominum uestigia uitans.

(Aléis es la feliz conjetura de Beroaldo, mientras que en to­


dos los m anuscritos se lee alienis). L a llanura Aleion, en Cili-
cia, es citada p or H eródoto V I, 95. Se extendía desde el Eú-
frates hasta Tarso, cf. A rriano, An. II, 5; Estrabón X IV , 5,17.
Un escolio a H om ero ofrece una etim ología hermosa pero
falsa. « L a llanura A leion de C ilicia, así llam ada a causa del
extravío (αλη) de Belerofonte.»
11. E l texto opone los «m odernos» a los «antiguos», que
se confunden con los héroes m íticos, tanto de la epopeya
como de la tragedia.
12. N o es seguro que Em pédocles, autor de dos poemas
titulados Purificaciones y De la naturaleza , uno de los más
grandes poetas griegos para nosotros, sea citado aquí para
ilustrar la poesía. L a frase que viene a continuación permite
dudar de ello. C f. el juicio de A ristóteles en la Poética, 1447b:
«N o hay nada en común entre H om ero y Em pédocles a e x ­
cepción del m etro; es por ello por lo que al primero se le pu e­
de llam ar poeta, y al otro, por el contrario, especialista en la
naturaleza (physiologos ), antes que poeta.» En lo que respec­
ta a la «m elancolía» de Em pédocles, podemos evocar una de
las tradiciones de su muerte. Según ésta, se habría arrojado al

107
Etna «para confirm ar la reputación que tenía de ser un dios»,
(cf. Diógenes Laercio V III, 69).
13. ¿ P o r q u é P la tó n ? L a e x p lic a c ió n d e la p re se n c ia d e l
F iló s o fo h a b ría q u e b u sc a r la n o ta n to en u n a « p s ic o lo g ía » de
P la tó n , c o m o en la s r e la c io n e s q u e se e s ta b le c e n e n tre la lo ­
c u ra y la « in s p ir a c ió n » , tal y c o m o la s e n c o n tra m o s e x p u e s ­
ta s, p o r e je m p lo , en el Fedro (244-245; 2.65b); cf. n u e stra in ­
tr o d u c c ió n .
14. Algunos autores, como A. W illing, De Socratis dae-
monis quae antiquis temporibus fuerint opiniones. Comtnen-
tationes Philol. Jenenses V II I, 2 ,19 0 9 , p. 149, nota 1, piensan
que podría tratarse de una interpretación del dentón socráti­
co. M ás adelante, la historia «patológica» de Sócrates m os­
trará una contaminación del dentón y del episodio «catalépti-
co» de la batalla de Potidea, cuando Sócrates perm aneció
inm óvil durante algunas horas (Platón, Banquete, 202b.c.).
Cf. F. Lélut, Le Démon de Socrate, París, 1836, así como nues­
tro prefacio en la reim presión de este libro, en Collection In­
sania. Les introuvables de la psychiatrie, Frénésie éditions,
dir. por M . Collée y O. H usson, en prensa.
15. A cerca de la relación particular entre la m elancolía y
la poesía, cf. nuestra introducción.
16. E s t a m e tá fo ra d e la propensión d e la n a tu ra le z a h a c ia
la e n fe r m e d a d se e n c u e n tra ya en la Colección Hipocrática; cf.
p o r e je m p lo : Humores 8, 5 = V L 488: « S a b e r [ . . . ] h a c ia q u é
e n fe r m e d a d se in c lin a m á s la n a tu r a le z a » (έ ς ótl μάλιστα
νόσημα ή φνσις ρ έπ ει). E s t a n o c ió n re su lta r á im p o rta n te
p a r a la m e d ic in a d e l a lm a y d e l c u e r p o . C f. n u e stro a n á lisis
d e la s n o c io n e s d e procliuitas y d e decliuitas en L a Maladie de
l ’âme, op. cit., p p . 291 y ss.
17. N o v e o o tra ra z ó n q u e n o se a p u r a m e n te r e tó r ic a
p a r a lo s e m p le o s d iv e r so s d e άρρώστημα, νόσημα, vóaos',
πάθος co n el sig n ific a d o d e e n fe r m e d a d . A q u í se tr a ta , sin
d u d a , d e la s e n fe r m e d a d e s q u e tie n e n su o r ig e n en la b ilis
n e g ra .
18. L a c o rre c c ió n d e T h . G a z a (a d o p ta d a en lo s C lá s ic o s

108
L o e b ), q u e a ñ a d e la s p a la b r a s ούκ άτοπου έκ τοΰ οίνου: el
e je m p lo [to ta lm e n te n atu ra l d el v in o ], n o s p a r e c e in ú til.
19. A c e r c a d e la tr a d u c c ió n d e ήθος p o r carácter, cf. n u e s­
tra in tro d u c c ió n .
20. Philanthropes, cf. A ristóteles, Etica a Nicómaco, 1155a
20: «N osotros alabam os a quienes son “ amigos de los hom ­
b re s” (philanthropous) .» A cerca de la historia de esta pala­
bra, cf. G au th ier-Jolif, Ethique à Nicomaque, tomo II , co­
mentario, 2a parte, pp. 66i y ss. A parece por vez prim era a
m ediados del siglo V a .C . en el Prometeo de Esquilo. C f. tam­
bién el em pleo, en la Poética, del adjetivo philanthropes
(1452b 38, 1453a 2, 1456a 21), cuyo significado más general se­
ría «qui satisfait au sens de l'hum ain» [que da satisfacción al
sentim iento de lo humano] (Aristóteles, La Poétique, texte,
traduction, notes p ar R . D upont-R oc et J . L allot, Paris, Seuil,
1980, pp. 242-243).
21. P r e fe r im o s tr a d u c ir compasivo an te s q u e digno de
compasión. E n to d o e ste c o n te x to la m ism a p a la b r a p u e d e
d e sig n a r ta n to a l in d iv id u o p r e s a d e u n a ta q u e d e có le ra
c o m o al c o lé ric o , a l se r p r e d is p u e s to en e se in s ta n te a a c to s
d e a u d a c ia o a la p ie d a d o b ien al audaz y al digno de compa­
sión. E l v in o p r o v o c a , en el in sta n te , n iv e les d el se r, qu e
c o n stitu y e n el e q u iv a le n te d e lo s c a ra c te re s e s ta b le c id o s .
22. S e tr a ta d e l se n tid o té c n ic o d e έκ προσαγωγής, q u e
e n c o n tra m o s p o r e je m p lo en Metereológicas 1, 43, 22.
23. S o n m á s q u e charlatanes, p u e s c o n se rv a n el c o n tro l de
su le n g u a je .
24. Μωρός, e s tú p id o , le lo . L a μώρωσις, e s ta d o d e e s tu p i­
d e z , se rá d e fin id a m á s ta r d e p o r R u fo d e E fe s o co m o p é rd id a
d e la m e m o r ia y d e la c a p a c id a d d e ra z o n a r.
25 . Τ οΐς μελα γχολικοΐς e s neutro p a r a n o so tr o s. Τ ά μ ε ­
λαγχολικά r e p r e s e n ta to d a s la s e n fe r m e d a d e s qu e es c a p a z
d e s u s c ita r la b ilis n e g ra .
26. Odisea X I X , 122. E l v e rso e x a c to e s:

φή δέ δακρυπλώειν βεβαρηότα μ ε φρέναο οί'νω.

109
ιη . Chymos, se tra ta d e l zu m o , d e l ju g o , d e l líq u id o . P e ro
al m ism o tie m p o se tra ta ta m b ié n d e la m ism a p a la b r a q u e
p u e d e d e sig n a r lo s líq u id o s q u e irrig a n el c u e r p o , lo s humo­
res. P o r m e d io d e e sta tra d u c c ió n c u r io sa in te n to re c o g e r lo
q u e es c a si un ju e g o d e p a la b r a s : d e l h u m o r-v in o al h u m or-
b ilis n e g ra .
28. L a s e n fe rm e d a d e s « v e n to s a s » , o e n fe rm e d a d e s «flatu -
le n ta s » . C ie rtam en te n o se tra ta (c o m o tra d u c e W . S. H e tt),
d e e n fe r m e d a d e s d e lo s p u lm o n e s. E s t o n o tie n e n a d a q u e
v e r co n la re sp ir a c ió n . A ris tó te le s , Sueños, 461 a 24, re su lta
in te r e s a n te en e ste p u n to . S u te x to n o s h a b la d e la s v isio n e s
e s p a n to s a s y d e lo s su e ñ o s m a lsa n o s q u e tie n e n p o r e je m p lo
« l o s m e la n c ó lic o s, lo s q u e se h allan en un e s ta d o fe b r il y lo s
q u e e stá n b o r r a c h o s. E n e fe c to , to d a s la s a fe c c io n e s d e e ste
tip o , q u e so n ventosas, su sc ita n un m o v im ie n to a b u n d a n te ,
a sí c o m o te m o r » . (C f. n u e stra in tro d u c c ió n ).
29. L a historia de la hipocondría (enferm edad que afecta
a los hipocondrios, partes m usculosas situadas por debajo de
los condrios y por encima del ombligo) va unida a la de la me­
lancolía. E s preciso traer a colación aquí el nombre de D io ­
cles de Caristo, m édico influenciado p or A ristóteles, según
W . Ja eg er (Diokles von Karystos, Berlín, 1938). G alen o discu­
te el concepto de hipocondría, invención quizá de D iocles,
como enferm edad (Lugares afectados 3, X = V III K 186):
«E xiste otra afección del estómago, diferente a las preceden­
tes: unos la llaman m elancólica, otros flatulenta (oí μ έ ν με~
λαγχολίκόν, οί δε φυσώδες). V a acom pañada, después de
las com idas— sobre todo cuando los alimentos son de diges­
tión difícil y p or naturaleza tienden a causar ardores— de
expectoraciones abundantes, de eructos líquidos, de ventosi­
dades, de calores en los h ip ocon drios... E n ocasiones sobre­
vienen también violentos dolores de estómago que se propa­
gan hasta la espalda.» (Cf. Ch. Darem berg, en Œuvres
choisies de Galien, París, 1856, tomo 2, ρ. 567). G alen o repro­
cha a D iocles el que haya prescindido, al tratar de la h ip o­
condría, de toda una serie de síntomas que nosotros denom i­

no
n a r ía m o s « p s i c o l ó g ic o s » , y s o b r e to d o d e a q u e llo s d o s qu e,
se g ú n H ip ó c r a te s , so n c a r a c te r ís tic o s d e la m e lan c o lía, el
lla n to y la triste z a (Aforismos V I, 23); cf. n u e stro lib r o La M a­
ladie de l ’âme, op. cit., p p . 127 y ss. (cf. n u e stra in tro d u c c ió n ).
30. E l v in o , a l ig u a l q u e la b ilis n e g ra , es v e n to so . E s o es
lo q u e a firm a el tr a ta d o a risto té lic o Del sueño y de la vigilia,
457a: « E l v in o es v e n to so (pneumatodes ), y m uy en p a r tic u la r
el v in o tin to .»
31. P lín io , H istoria natural X I V , 80: Colores uinis quat-
tuor: albus, fuluus, sanguineus, niger (« C u a tr o so n lo s c o lo re s
d e l v in o : b la n c o , a m a rillo , ro jo , n e g r o .» ) L o s v in o s tin tos
(ερυθροί) se p a r e c e n a lo s v in o s n e g ro s, p o r el c o lo r, p e ro son
d ife r e n te s; cf. O r ib a s io I, 347 (d e p e n d ie n te d e G a le n o ). E l
v in o n e g ro tie n e « m á s c u e r p o » . N o h u b ié ra m o s s a b id o r e s is ­
tirn o s a e s ta t r a d u c c ió n lite ra l q u e fu n c io n a en n u e stra le n ­
g u a co n u n a c o n n o ta c ió n « e n o ló g ic a » q u e , o c io s o e s d e c irlo ,
n o se h a lla en el te x to .
32. A fr o d ita y D io n is o van ju n to s. L a razó n p r o fu n d a es
q u e el e s p e rm a ta m b ié n es v e n to so ; e s d e la m ism a n a tu r a le ­
za q u e la e s p u m a . Y A fr o d ita n ac e d e la e s p u m a ... E s e v i­
d e n te , d ic e P . C h a n tra in e (Dictionnaire étymologique du
grec, op. cit.) q u e la d e riv a c ió n d e l n o m b re a p a r tir d e aphros
(la e sp u m a ) n o e s sin o u n a e tim o lo g ía p o p u la r (cf. P la tó n ,
Crátilo 406 c). « E n c u a n to a la ra z ó n d e la b la n c u r a del e s ­
p e rm a , e sto s e d e b e a q u e el líq u id o es a lg o b la n c o ... P o r lo
d e m á s , p a r e c e c la ro q u e la n a tu ra le z a d e l e sp e rm a e s la m is­
m a q u e la d e la e s p u m a . S e a c o m o fu e re , e s d e e s ta fu e rz a ( dy-
ñámeos) d e d o n d e p r o c e d e el n o m b r e d e la d io s a q u e p re sid e
la u n ió n d e lo s s e x o s » , se g ú n a fir m a A ris tó te le s en De gene-
rationis animalium, 736a. C f., y a a n te s, D ió g e n e s d e A p o lo -
n ia . C le m e n te d e A le ja n d ría e s c r ib e : « A lg u n o s p ie n san q u e
el se m e n d e l a n im a l es, en c u a n to a su su sta n c ia , e s p u m a de
la sa n g re ; la c u a l, in fla m a d a co n el c a lo r in n a to d e l m ach o,
y a g ita d a d u r a n te lo s c o ito s, se h a c e e sp u m a y se c o lo c a en
la s v e n a s e s p e r m á tic a s. D ió g e n e s d e A p o lo n ia p r e te n d e q u e
d e a q u í lo s p la c e r e s d e A fr o d ita h an re c ib id o e l n o m b re de

III
aphrodisia.» (Diels-Kranz, Fragmente der Vorsokratiker,
tomo II, p. 57; la traducción se ha tom ado— ligeram ente mo­
dificada— de Los Filósofos Presocráticos III, M adrid, 1980).
Aristóteles, Historia animalinm III, 511b, nos transmite un
largo fragm ento de Diógenes donde se dice que «la sangre
más espesa es absorbida por las [partes] carnosas; y la que se
desborda hacia los genitales se vuelve ligera, caliente y espu­
mosa» (trad. A. Poratti, op. cit. p. 73). T al es la física que se­
ñala el viento como elemento común al vino, a la mezcla de la
bilis negra y al esperma.
33. Ακολασία·, «intem perancia». Se trata del defecto de
aquello que aún no ha sido corregido (cf. Aristóteles, Etica a
Nicómaco, 1119a 34-bi, y la com paración entre el intem peran­
te y el niño), el «dejar hacer».
34. Se trata de los canales por donde pasa el fluido esper-
mático después de la pubertad.
35. Aristóteles, De partibus animalium, 646a 7, dice que
«lo húmedo, lo seco, el calor, el frío, son la m ateria de los
cuerpos compuestos»; cf. también Metereológicas, 378b 13,
donde precisa que dos elementos son activos, el calor y el
frío, y dos son pasivos, lo seco y lo húmedo (cf. también 384b
28, y Generación y corrupción, 329b 24).
Pienso que la frase: «la naturaleza está com puesta...» cons­
tituye una reflexión sobre la naturaleza en general, de la cual
la bilis negra constituye un caso particular (valor adverbial
del prim er καί)·, cosa que permite la com paración con otros
elementos, como el agua. N o es preciso pues traducir: «la na­
turaleza de la bilis negra...» Un pasaje de Magna moralia II,
6, 1203, obra peripatética, contemporánea sin duda de Teo-
frasto, y quizá de nuestro texto, opone las personas «frías y
m elancólicas» (ψυχροί καί μελαγχολικοί) a las personas
«calientes y de buen natural» (feppoi καί ευφυείς).
3 6. E s sabido que el propio Teofrasto compuso una obra
sobre el Fuego en dos libros. N os lo dice Diógenes Laercio
(V, 45). Se ha conservado un pequeño tratado sobre el Fuego
(Theophrasti Eresii opera quae supersunt, D idot, 1866, pp.

112
350-364) que rem itiría quizá, in fin e , a una obra mayor: «Pero
basta ya de este tema; más adelante volverem os sobre él de
un modo más serio.»
37. E l sentido de έτηπολαίως es difícil, [επιπόλαιος—
Sylburg). Este adverbio significa en la superficie, o, de modo
m etafórico, superficialmente. ¿E s preciso entender que la b i­
lis negra es fría por naturaleza y que no lo es de un m odo su­
perficial, sino fundam entalm ente? ¿O es que quiere esto de­
cir que lo es no en la superficie, sino en el fondo del cuerpo?
Uno puede inclinarse por la am bigüedad, cf. Saturn and Me-
lancholy, p. 23: «Now, if black bile, being coid by nature and
not superficially so...». L a traducción L oeb toma partido:
«...an d d oes not reside on the surface...». En mi opinión se tra­
ta de la superficie del cuerpo. E l pequeño tratado Oel sueño
y de la vigilia de A ristóteles, (456b— 457a) exam ina las causas
del sueño (la principal es la evaporación debida a la alimen­
tación, seguida del exceso de humedad y de calor); y el texto
dice: «los m elancólicos no duermen más; pues el interior de
su cuerpo está enfriado» (κατέψνκται yàp ό εϊσω τόπος).
Cuando la bilis se halla en su estado natural y en el interior
del cuerpo, estando como está fría, enfría y nos provoca las
afecciones del enfriam iento (apoplejía, embotamientos,
etc.). Cuando está dem asiado caliente hace que el individuo
salga de su estado norm al, al tiem po que ella misma tiende a
salir de este estado. Sale hacia el exterior. E s p or ello por lo
que la bilis es la causa del ek-lstasis (locura), y de la ek-/zesis
(erupción) de las úlceras, que se hallan en la superficie del
cuerpo. Idéntico juego de palabras, de traducción im posible,
se hallaba un poco antes (953a) a propósito del ek-/stasis de
H eracles y su ek-/physis de úlceras.
38. L a apoplejía n o es a ú n la e n fe r m e d a d c o n s titu id a
c o m o c o n c e p to y d e fin id a , q u e la A n tig ü e d a d c o n o c ió p o s ­
te r io r m e n te , cf. C a e lio A u re lia n o , Enfennedades acuosas I I I ,
V , 48. « L a a p o p le jía e s lla m a d a a sí p o r q u e p r o v o c a u n h u n ­
d im ie n to re p e n tin o , c o m o si fu e se c o n se c u e n c ia d e u n g o lp e
m o r ta l [ . . . ] S e tr a ta d e u n a o p r e s ió n b ru ta l, a m e n u d o sin fie-
bre, que priva al cuerpo de cualquier sensación.» C f. tam­
bién la cura de la apoplejía en A reteo de Capadocia, ed.
H ude, p. to i. Areteo incluye la apoplejía en el género de la
parálisis (Hude, p. 44). A propósito de este género de deba­
te, cf. Caelio Aureliano, op. cit. E l Corpus hipocrático cono­
ce la apoplejía, cf. Del sistema de las glándulas 12, 2: «En oca­
siones el paciente no habla, se ahoga; esta afección recibe el
nombre de apoplejía.» (H ipócrates, tomo X I I I , texto estable­
cido y traducido por R. Jo ly , París, Belles Lettres, 1978).
Apoplêxia form a parte de estos conceptos que cubren «par­
cialmente el sentido m oderno y que, en cierto sentido, difie­
ren profundam ente de él». (M .D. G rm ek, op. cit., p. 20).
39. Νάρκη. Problema II, 867b, 29, dice que esta afección
constituye una especie de enfriam iento y que procede de una
com presión o de un golpe. (C f. tam bién Problema V I, 886a
11). S e trata de un síntoma im portante que encontramos en el
Corpus hipocrático.
40. C o n tra ria m e n te a lo q u e h e m o s h e c h o co n la manía, o
el ekstasis, y d e un m o d o d is c u tib le q u iz á s , h e m o s d e c id id o
c o n se rv a r el c a lc o g rie g o d e euthymía, athymía, dysthimía.
P o r lo p ro n to p o r q u e n o h a lla m o s p a la b r a s m e jo re s. T r a d u ­
cir athymía p o r d e p r e s ió n , p o r e je m p lo , c o n stitu y e u n a n a ­
c ro n ism o b ru ta l. Euthymía, dystbymia so n n o c io n e s q u e o s ­
cilan e n tre la m e d ic in a , la m o ra l, la filo s o fía , co m o ya
d e m o stra m o s en su m o m e n to (La Maladie de l ’âme, p p . 446 y
ss .). C f. en el Corpus h ip o c rá tic o , Epidemias V I, 5a se c c ió n (V
L 316): « E n lo q u e se re fie re a lo q u e p ro v ie n e d e l thymos, te ­
n e m o s: la oxythymía re tra e el c o ra z ó n y lo s p u lm o n e s s o b r e sí
m ism o s e im p u lsa e l c a lo r y el fr ío h a c ia la c a b e z a , m ie n tra s
q u e la euthymía, p o r el c o n tra rio , a flo ja la kardia . » (T é rm in o
q u e sirv e p a r a d e sig n a r b ie n la e n tra d a d e l e s tó m a g o , b ie n el
p r o p io c o ra z ó n ). L a euthymía se o p o n e a la oxythymía, e s d e ­
cir, a un e sta d o d e e x a lta c ió n fe b r il d e l thymos, q u e se ría
a q u e l lu g a r b a sta n te in d e te r m in a d o en el q u e r a d ic a el se n ­
tir se u n o m ism o , el c e n tro d e la s e m o c io n e s, d e la s p a s io n e s,
d e a q u e llo q u e en el sig lo X I X se lla m a el se n tid o ín tim o . L a

114
euthymía va ligada a un estado fisiológico. Consiste en el he­
cho de sentirse reconciliado con uno mismo y apaciguado.
L a athymía o la dysthymía son su contrario. E l origen filosó­
fico del término es sin duda dem ocríteo. No se trata de un
concepto platónico. Se encuentra en la tradición aristotélica,
pero no en Aristóteles. L a euthymía aparece de nuevo en la
taxonom ía estoica de las pasiones. A ndrónico la define de la
siguiente m anera: «La euthymía consiste en la alegría en el
tiem po que transcurre, y la ausencia de preocupaciones con
respecto a cualquier cosa.» Se trata de sabiduría empírica. E s
a causa de la plasticidad de estos términos, que aparecen
también en los dom inios de la filosofía y de la m edicina, por
lo que nosotros hemos preferido conservarlos en su aspecto
técnico. N o resulta sorprendente encontrar estas nociones
en la psico-fisiología del Probletna XX X.
41. Estado de sobreexcitación, en el límite de lo patológi­
co.
42. Cf. el juego de palabras que hemos señalado antes:
εκστάσεις" καί έκ ζ έσ εις έλκων.
43· O bsérvese que la lista no es restrictiva.
44. L a enferm edad se caracteriza por su aspecto acciden­
tal y no determinante.
45. A propósito del encuentro entre μανικοί καί eir
φ υεΐ£ (locos y dotados por naturaleza), cf. nuestra introduc­
ción y la relación que establecemos con Poética 1455a 32.
46. Esta parte del cuerpo «en relación con el noús », a fin
de conservar la vaguedad del texto, es, sin lugar a dudas, el
corazón. E l noús, en Aristóteles, es una parte del alma (psy­
ché). L a cuestión de las relaciones entre el alma y el cuerpo
en Aristóteles y su evolución es muy difícil; cf. F. N uyens,
U évolution de la psychologie d ’Aristote, Lovaina, 1973, que
escribe, p. 161: « E n maints passages le Stagirite se montre in ­
certain et hésitant. A insi diverses form ules limitent à l ’âme
sensible la localisation de l ’âme dans le coeur sans que cette
“ division” de l ’âme soit expliquée davantage.» (Cf. las Parua
naturalia, y sobre todo De respiratione, 474a 25-b 3). Esto

115
fo rm a p a rte de lo q u e N u y e n s d e n o m in a el p e r io d o d e la c o n ­
ce p c ió n instrumentista o mecanicista d e l alm a en A ristó te le s.
L a m e n ta b le m e n te n u e stro te x to n o re su lta m u c h o m á s p r e c i­
so . L o s 13 fra g m e n to s c o n se rv a d o s s o b r e la « p s i c o l o g ía » d e
T e o fr a s to n o p erm iten a c la ra r el a su n to (cf. A r isto tle , De ani­
ma, w ith tra n sí., in tro d . a n d n o te s b y R .D . H ic k s , C a m b r id ­
g e , 1907, q u e p u b lic a e s to s fra g m e n to s en a p é n d ic e ; cf. ta m ­
b ién P . M o ra u x , Alexandre d'Aphrodise exégète de la
noétique d’Aristote, L ie ja , P a r is , 1942). E l fra g m e n to 1 n o s
d ic e q u e el nous es a la vez c o n g e n ita l y p r o c e d e n te d e l e x te ­
rior.
47. A p ro p ó sito d e l entusiasmo en A ris tó te le s , cf. el te x to
im p o rta n te d e Política, 1340a 10, q u e h a b la d e la s e n fe r m e ­
d a d e s q u e vu elven « e n t u s ia s t a s » a la s a lm a s, sie n d o el e n tu ­
sia sm o u n a p a sió n q u e a fe c ta al c a rá c te r d e l a lm a; cf. ta m ­
b ién 1342a 4: « P u e s la p a s ió n q u e s a c u d e v ig o r o sa m e n te a
c ie rta s alm as, p re e x iste en to d a s la s a lm a s, p e ro d ifie re p o r
su m ay o r o m e n o r in te n sid a d , co m o la p ie d a d o el te m o r, a
la s q u e hay q u e a ñ a d ir el e n tu sia sm o ; en e fe c to , c ie r to s in d i­
v id u o s están p o se íd o s p o r e sta c o n m o c ió n (ιανήσεως).» C f.
Folie et cures de la folie..., op. cit., p p . 170 y ss.
48. L a s Sibilas, lo s B acis... A v e c e s se re c u rre al p lu r a l de
e sto s p a s a je s p a r a a firm a r q u e se tra ta d e n o m b re s g e n é ric o s,
m á s qu e d e a p e lac io n e s p a r tic u la re s . L a S ib ila es m e n c io n a ­
d a p o r vez p rim e ra en H e r á c lito (cf. P lu ta r c o , De Pyth. Orac.
6), y su n o m b re d a to d a la se n sa c ió n , al p rin c ip io , d e se r un
n o m b re p ro p io . S e la lo c a liz a en d iv e rso s lu g a r e s, s o b r e to d o
en E r itre a . L a p lu ra lid a d d e S ib ila s h a rá su a p a ric ió n p rim e ­
ra en H e r á c lid e s P ó n tic o (cf. B o u c h é - L e c le rc q , Histoire de la
divination dans l’Antiquité, to m o II , 1880, p p . 136-137). E l
p ro b le m a en el caso d e B a c is , es el m ism o (cf. B o u c h é - L e ­
cle rcq , op. cit.·, é ste ú ltim o d e riv a el té rm in o d e βάζω, ha­
blar). C ic e ró n , De divinatione I, 34, m e n c io n a a c ie r to s p e r ­
so n a je s q u e p ro fe tiz an en e s ta d o d e locura, c o m o B a c is el
B e o c io , E p im é n id e s d e C re ta , la S ib ila d e E r itr e a (u t B a c is
Boeotius, et Epimenides Cres, ut Sibylla Erythrea). C le m e n te
de A lejandría (Stromat. I, zi) tiene noticia de dos Bacis, uno
b e o d o y el otro arcadlo. O tros autores citan a un Bacis ático.
49. Entbeos «significa siempre que el cuerpo tiene un
dios dentro, así como empsychos significa que tiene una psy­
ché dentro de él», afirma D odds (Los griegos y lo irracional,
M adrid, 1980, p. 91, nota 41).
50. M araco es, por lo demás, desconocido.
51. Resulta bastante difícil dar sentido al texto que trans­
miten los m anuscritos: δσοις δ ’ à v έπανθη τη ν άγαν θερ­
μότητα προς τό μέσον. E l verbo έπανθεΐν (florecer por
encima) no puede ser entendido más que en sentido m etafó­
rico, y carece además de sujeto. Se ha propuesto (Bywater)
leer έπανεθη (de έπ α ν ίη μ ι, aflojar, disminuir), de modo que
την άγαν θερμότητα sería un acusativo de relación. L a edi­
ción L o eb adopta una corrección más drástica aún con un
nom inativo-sujeto: έπανεθη ή άγαν θερμότης. En m i opi­
nión es preciso conservar έπανθή, que, metafóricamente, sig­
nifica manifestarse, mostrarse. E n el Problema X X III, 932b, a
propósito del líquid o graso del mar, el autor escribe, «cuan­
do el mar está en calma y más caliente, en la superficie, a cau­
sa de su ligereza, aparece un líquido de este tipo (έπ ανθεΐ
άνω ó τοιοΰτος χυμός')». E s, desde luego, de la subida, de
la m anifestación de calor hasta un cierto punto, de lo que se
trata aquí. Se trata de un crecim iento, de una subida que se
detiene. (N o hay más que pensar, por ejemplo, en el exanthe-
ma, la erupción sobre la piel.) Chantraine, Dictionnaire éty­
mologique du grec, op. cit., escribe: « έ π έ ξ άνθέω “fle u rir” ,
souvent au figuré (notamment en parlant d ’ulcères).» L a co­
rrección έπανεθη sugiere justamente la idea contraria, de un
debilitam iento. Recuérdese también el Problema I, 860b 24,
que habla de casos de manías en personas en las que se en­
cuentra la bilis negra por naturaleza, pues ésta sube a la su­
p erficie (έπητολάζεέ), mientras que los humores contrarios
se desecan.
52. E l ομαλόν designa la constancia, la perseverancia en
el prop io ser. A sí, en el ejem plo que pone A ristóteles en la

π7
Poética, 1454a 27, d e una Ifig e n ia en A ú lid e su p lic a n te , qu e,
m ás ta rd e , ya no se m a n ifie sta así. E s p re c iso h a c e r re fe re n c ia
a esta d e term in ació n d el ήθος. E l άνώμαλον e s e v id e n te m e n ­
te lo c o n trario . E x is te tam b ié n un ομαλόν d el άνώμαλον, un
c a rá c te r cuya co n sta n c ia co n siste p re c isam e n te en se r in ­
co n stan te.
53. La diferencia de uno respecto de si mismo. L a e x p r e ­
sió n e s m uy in teresan te. R e m ite a la c o n sta n c ia , n o h ay d u d a ;
p e ro tam b ién h ac e p e n sa r en u n a d e fin ic ió n d e la s a lu d , q u e
p u e d e d e riv arse d e l Pronóstico d e H ip ó c r a te s, co m o el p a r e ­
c id o d e u n o m ism o c o n sig o m ism o ; cf. n u e stro a rtíc u lo Ecri­
ture et médecine hippocratique, en Textes et Langages 1,19 78 ,
P u b lic a tio n d e l ’U n iv e rsité d e N a n te s, e sp e c ia lm e n te p p . 144
y ss. C f. tam b ién la e x p re sió n d e Vientos X IX , 3 (e d . J . Jo u a n -
na, P a ris , B e lle s L e ttr e s, 1988): δταν οΰν έκ του είωθότος
εθεος μεταστεωμεν, άιτόλλυται ή μ ΐν ή φρόνησις. « A s í
p u e s, c u a n d o sa lim o s d e n u e stro e s ta d o h a b itu a l, n u e stro
p e n sam ie n to d e s a p a r e c e .» Pbrónesis d e sig n a a un tie m p o el
se n tid o y el b u e n se n tid o .
54. Y n o , co m o en la e d ic ió n L o e b : «and makes a man
self-controlled and unmoved» «é v αύτω se r e fie re a ó φό­
βος»·, cf. la e x c e le n te tra d u c c ió n la tin a d e D id o t: atque ip-
sius metus tempore intrepidum reddit («y en el m o m e n to d e l
m ism o te m o r, c o n v ie rte en in tr é p id o » ). E s p r e c is o c o m ­
p re n d e r q u e el m ie d o q u e e n fría llev a el c a lo r d e la m e z c la
h a sta un g r a d o c e ro . P e r o el m ie d o , p o r lo ta n to , n o e s in ­
e x iste n te . E l in d iv id u o sie n te m ie d o , y, sin e m b a rg o , n o se
sie n te tu r b a d o .
55. L o s m a n u sc rito s tien en : τά πάλαια λεχθέντα. N o
h ay n e c e sid a d d e c o rre g ir en πάλαι (S y lb u rg ), p a r a e n te n d e r:
la s a fe c c io n e s d e la s q u e se h a h a b la d o an tes (superius : T h .
G a z a ). P e ro la c o rre c c ió n d e F o rste r: επιπόλαια: « s u p e r f i­
c ia le s» , e s in te re san te . P e rm ite m a rc a r u n a o p o sic ió n con la s
e n fe rm e d a d e s q u e a fe c ta n ε ις βάθος: en lo p ro fu n d o d e l in ­
d iv id u o . E s to n o es m ás q u e u n a c o rre c c ió n q u e n o so tr o s
a d o p ta m o s co m o la e d ic ió n L o e b , p e ro q u e n o p u e d e , d e s­

1x8
graciadam ente, aclarar de manera segura el sentido de e n r
7ToXaiüjç, en 954a 22, cuya dificultad ya hemos indicado.
56. D iferencia entre hexis (estado) y diathesis (disposi­
ción). Se trata de cualidades. « E l estado difiere de la disposi­
ción en que el prim ero tiene una mayor duración y estabili­
dad [ ...] P o r el contrario, se denomina disposición a aquellas
cualidades que fácilm ente pueden m udar y cambiar con ra­
pidez, como el calor o el frío, la enferm edad y la sa lu d ...»
(Aristóteles, Categorías, 8, y Metafísica Δ, 14).
57. A rquelao subió al trono de M acedonia en el año 413
a.C. A trajo, al igual que su predecesor Perdicas, a gran nú­
m ero de artistas y escritores, entre los que se contaba E u ríp i­
des. (A propósito de la estancia de Eurípides en la corte de
A rquelao, cf. R . G oossens, Euripide et Athènes, Bruselas,
1962, ρρ. 660-672). Pretendía ser descendiente de H eracles.
« L e roi de M acédonie Archélaos était intelligent et cruel
[ ...] M ais ce règne de crim inel est un grand règne.» (Marie
D elcourt).
«A rquelao, el hijo de Perdicas, al subir al trono, hizo cons­
truir las fortalezas que hay ahora, abrió caminos rectos y, en­
tre otras cosas, organizó todo lo relativo a la guerra: caballe­
ría, armamento y bagajes en general más poderosos que los
de los otros ocho reyes que le precedieron juntos», escribe
T ucídides, II, too. Sería interesante saber más cosas sobre
este personaje brillante y brutal, que es preciso añadir a la
galería de m elancólicos «m odernos» que nos presenta el tex­
to. A propósito de la confianza que proporciona la em bria­
guez, cf. Vientos X IV , 31: « Y tam bién en el estado de em­
briaguez, puesto que la sangre se vuelve de repente más
abundante, el alma [ ...] cam bia del mismo m odo que los
pensamientos del alma; deviene olvidadiza respecto a los pro­
blem as presentes y llena de confianza (evéÀmôeç) en la fe li­
cidad venidera.» (Jouanna, op. cit.).
58. Dynamis = fuerza, poder, virtud.
59. Con respecto a kairos, cf. nuestra introducción.
60. Α γχόνη·, el hecho de estrangularse con un lazo o de
c o lg a r se ; cf. E u r íp id e s , Helena , 200 y 299. Enfermedades de
las jóvenes , te x to d e l Corpus hipocrático (V III L 467-469):
« D e s p u é s d e [e sta s] v isio n e s, m u c h as p e r s o n a s se h an e s ­
tra n g u la d o ( άττηγχονίσθησαν ), p e ro en m ay o r n ú m e ro m u je ­
res q u e h o m b re s [ . . . ] L a e n fe rm a d ic e c o sa s te r rib le s. L a s v i­
sio n e s le o rd e n a n sa lta r, a rro ja rse a lo s p o z o s , e s tra n g u la rse
(.ά γχεσ θα ι)»; cf. Folie et cures de la folie, op. cit., p p . 118-120.
C f. n u e stra in tro d u c c ió n .
61. E x is te n d o s m o d o s d e e x tin c ió n d e l fu e g o :
Σ β έσ ις (la e x tin c ió n ): d e stru c c ió n v io le n ta, r á p id a , p r o ­
d u c id a p o r lo s contrarios, cf. A ris tó te le s , De vita et morte 5,
469b 23, y De respiratione 8, 474b 14-15.
Μάρανσις (la consumición, la sofocación) = una destruc­
ción más lenta, producida p or el propio calor; cf. De vita et
morte 5, 469b 22, y De cáelo, 305a n : « E l fuego llega a apagar­
se cuando el calor se acumula en un grado excesivo [ ...] un
fuego más débil se apaga ante un fuego más fuerte [ ...] la lla­
ma de una lámpara colocada en una llama mayor es consum i­
da como cualquier otro com bustible.»
62. E l te x to es m uy d ifíc il a q u í y c ie r to s e d ito re s h an re ­
n u n c ia d o a d a rle un se n tid o . A n o so tr o s n o s p a r e c e e n te n d e r
en e sta fra se , q u e es co m o un in c iso rá p id o en el c u rso d e l r a ­
zo n a m ie n to , u n a o p o sic ió n siste m á tic a e n tre la v ejez y la ju ­
v e n tu d . L a vejez, qu e es en friam ien to , a h o g a el c a lo r in n a to .
E n lo s jó v e n e s, la p é rd id a d e ca lo r n o p o d r ía e x p lic a r se p o r
el frío e x te rio r, co m o en la vejez; se tra ta d e u n a p é r d id a e s ­
p o n tá n e a , u n a a u to d e stru c c ió n d el c a lo r q u e p ro v o c a el en ­
fria m ie n to y la d e se sp e ra c ió n .
63. Q u e d a n aliv ia d o s a q u e llo s q u e tie n e n d e m a s ia d a su ­
p e r flu id a d y q u e se d e sh acen d e ella m e d ia n te la e m isió n d e
e sp e rm a .
64. E l e sp e rm a em itid o h a b itu a lm e n te en c a n tid a d p o c o
ab u n d a n te . C o sa q u e d e m u e stra q u e el in d iv id u o n o tie n e
q u e p e r d e r d e m a sia d a d e e sta su b sta n c ia p re c io s a . E l h o m ­
b re se q u e d a triste p o r n atu rale za d e sp u é s d el c o ito , p o r q u e
se h a lla p riv a d o d e alg o esen cial. S e tra ta d e un lu g a r co m ú n .

120
65. Cf. nota 56.
66. Tam poco aquí resulta fácil nuestro texto. Se trata,
para el autor, de volver a la afirm ación esencial para él: en esa
mezcla anormal que es la bilis negra existe una regulación; el
exceso de calor puede ser atem perado por el frío o viceversa,
según el exceso que presenta el estado de la bilis negra. E x is­
te, pues, una constancia de la inconstancia; una salud del me­
lancólico.

121
CLARISSIMO VIRO
MARIANO DE LACRUZ TOVAR
RERUM MEDICARUM OPTIMO MAGISTRO
HOMINUM PERITO ANIMARUM
PROPTER SAPIENTIAM, AMICITIAM, HUMANITATEMQUE
VERSIONIS AUCTRIX, HUIUS LIBELLI CASTIGATORATQUE
IMPENSAE FAUTOR

D. D. D.
!
L
J. M . F O N O L LO S A
Ciudad del Hombre: New York
BIBLIOTECA MENOR, 5
SEGUNDA EDICIÓN

« Ciudad del hombre: New York es u n libro coral. E n


cierro m o d o su espíritu es w h itm an ian o; co m o W h itm an ,
el p o e ta es a q u í “ u n co sm o s” y es “h ijo de M a n h a tta n ” .
L o s textos p u e d e n leerse o b ien c o m o fragm en to s d e un
diario ín tim o — q u e c o n ten d ría ad em ás, a retazos, u n a
a u to b io g rafía fragm e n taria, en p arte real y en p arte fic tic ia
al parecer— o b ien c o m o breves m o n ó lo g o s a u tó n o m o s d e
m ú ltip le s p erso n ajes d istin to s, c a d a u n o co n su p ro p ia
v id a, c a d a u n o c o n su p ro p ia o p c ió n m o ral. C ie rto qu e
algu n as d e estas v id as o m o rales se em paren tan , m as otras
se c o n tra p o n e n violen tam en te; las m ás, al cab o, se co m p le­
m e n tan . L o característico, lo d istin tiv o d e los textos es, en
su m a, esta h u id iza am b ig ü e d ad . Q u ie n h a b la es u n solo
h o m b re y m u c h o s h o m b res a la vez; qu ien h ab la es el
p o e ta y su s v o ces, esos a m o d o d e h eteró n im os sin n o m b re
n i ro stro, d e fin id o s só lo p o r su u b icació n en N u e v a Y ork:
h e teró n im o s e p ó n im o s.» (Pere Gimferrer.)
JU A N F E R R A T É
Líricos griegos arcaicos
BIBLIOTECA M ENOR, 6
SEGU NDA EDICIÓN

lis t a nueva edición de Líricos griegos arcaicos, de Juan Fe-


rraté, pone otra vez al alcance del público sus versiones de
todos los fragmentos mayores y un número considerable
de los fragmentos menores que han llegado hasta nosotros
de un período histórico de la poesía griega de interés
excepcional. C on estricto rigor y asombrosa fidelidad
literal, los versos de Ferraté incorporan a la poesía caste­
llana un sector de la obra de los griegos del que el lector
español apenas tenía noticia, pese a su extraordinario
atractivo. La rebeldía de Arquíloco y Alceo, el erotismo de
Safo y Anacreonte, la prudencia de Solón y Jenófanes:
todo el fascinador encanto de la lírica más joven de
Europa sigue cautivando al lector en las selecciones de
catorce poetas señeros incluidas en esta antología bilingüe,
a las que precede una importante y dilatada introducción
histórica y crítica.
Q U IN T O T U L IO C IC E R Ó N
Breviario de campaña electoral
Commentarioliim petitionis
BIBLIOTECA MENOR, 7
NUEVA EDICIÓ N

ilí/ii el año 64 A .C ., M arco T u lio Cicerón, que gozaba de


una merecida fam a de orador, inició la campaña electoral
para el consulado romano. Su hermano pequeño, Quinto,
se entretuvo en describirle de qué argucias debía servirse
para poderse ganar el fervor de los votantes. L o cierto es
que, en julio del 64 A .C ., obtuvo la unanimidad de las
centurias y el cargo al que optaba, quién sabe si gracias a
haber puesto en prácdca los sabios consejos de su herma­
no. N o deja de ser curioso que, veinte siglos más tarde, las
recomendaciones del pequeño de los Cicerón sigan
siendo sorprendentemente válidas. «Transcurridos más de
veinte siglos desde aquella contienda electoral, lo verdade­
ramente sorprendente no es su resultado, sino la vigorosa
actualidad que se desprende tanto de las recomendaciones
como del inventario de argucias con que Quinto Tulio
Cicerón albergaba la esperanza de que su hermano obtu­
viera el voto de los electores.» (J.M . Pujals, La Vanguardia)
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