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Seminario de Tesis II.

Proceso de duelo a través del Psicoanálisis.

María Guadalupe González Ibarra.

Mtro. Gonzalo Ángel De los Reyes Rodríguez.

H. Matamoros, Tamaulipas. 13 de Agosto del 2014


Índice.
Resumen. ................................................................................................................ 3
Introducción. ............................................................................................................ 4
Planteamiento del problema. ................................................................................... 6
Objetivos. ................................................................................................................ 7
Justificación. ............................................................................................................ 8
Limitaciones. ......................................................................................................... 10
Alcances................................................................................................................ 10
Marco teórico. ....................................................................................................... 11
Concepto de duelo. .................................................................................. 14
Fases del duelo. ....................................................................................... 15
Aspectos que afectan en el proceso de duelo. ......................................... 16
Objetivos del duelo. .................................................................................. 16
Duelo patológico. ..................................................................................... 17
Mecanismos psíquicos de defensa. ......................................................... 18
Tipos de pérdidas. .................................................................................... 18
Duelo y su relación con la depresión........................................................ 19
Criterios diagnósticos de la depresión mayor. .......................................... 21
Relación del duelo con la melancolía. ...................................................... 21
Tipos de culpa. ......................................................................................... 24
Duelo y reacciones somáticas. ................................................................. 25
Proceso de duelo e infantes. .................................................................... 27
El duelo como acto. .................................................................................. 29
Conclusión. ........................................................................................................... 31
Bibliografía. ........................................................................................................... 33

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Resumen.
El proceso de duelo puede convertirse en uno de los sufrimientos más grandes
para una persona, ya que además de que se pierde un ser querido se tiene que
acostumbrar a vivir sin él. Por lo que es necesario recurrir a un tratamiento ante la
falta de superación y la posible tendencia a un duelo patológico. El psicoanálisis,
conocido como la primera fuerza en la psicología, se enfoca en dar un tratamiento
para la superación del duelo.

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Introducción.
El presente trabajo aborda la temática del proceso de duelo a través del
psicoanálisis.

El proceso de duelo ha sido abordado por diferentes enfoques dentro de la


psicología, sin embargo una de las corrientes que puede tratar y entender de
mejor manera este suceso es la terapia psicoanalítica, ya que llega a la
profundidad de la problemática pudiendo ser a causa de un duelo que no ha sido
superado desde hace tiempo y que provoca un conflicto en la persona o uno
reciente y que ha mermado el comportamiento y rendimiento del doliente.

Partiendo desde la revisión de trabajos realizados por distintos autores de


enfoque psicoanalista y su perspectiva acerca del duelo, así como modelo de
diagnóstico, tratamiento y diversas teorías.

Se eligió la temática a causa del interés por conocer y llegar a tratar con
personas que no han podido superar totalmente el proceso de duelo, ya que
además la cantidad de aquellos que presentan una situación similar no es sabida
con exactitud, pues se resignan a vivir con ello y se acostumbran sin tener el
conocimiento de que no es algo sano, y que va interfiriendo además del estado
emocional en el físico; llegan a sentirse incompletos o que han perdido algo en sus
vidas y que jamás podrían volver a recuperarlo, y aun así no buscan la ayuda
necesaria para salir del conflicto.

Lo más común es que las personas en proceso de duelo se sumerjan en


una profunda tristeza llegan a caer en la depresión, aun con ello muchas no
conocen la diferencia entre una y otra. Por lo que llegan a confundir que sentir es
tristeza cuando en realidad ya se ha convertido en una depresión o creen estar
deprimidos cuando están muy tristes. Es una de las etapas que las personas
afectadas por el duelo suelen atravesar y quienes no la superan se quedan fijadas
en ella provocando que puedan caer en una depresión mayor y posteriormente sin
superar el duelo que éste se convierta en uno patológico.

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La pérdida del objeto de amor, provoca una crisis en la persona llevándola a
ser incapaz de superarla y llegando al grado de sentirse incompleto, abandonado
o perdido. Mostrando una incapacidad para salir adelante y superar el proceso. Es
ahí donde los familiares y personas que le rodean al doliente deben prestar
atención a su comportamiento y síntomas que presenta. Ya que la persona al
estar sumergida en sus sentimientos de tristeza y dolor no se da cuenta de lo que
ocurre y quienes le rodean son los primeros en darse cuenta de que la situación
no se encuentra bien, por lo que deben incentivar a la persona para que busque
ayuda y consiga salir adelante a pesar de su pérdida.

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Planteamiento del problema.
¿Cómo se lleva a cabo la aceptación de una pérdida en el duelo a través de
la terapia psicoanalítica?

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Objetivos.
Detectar las causas y factores que interfieren en la búsqueda de ayuda para
la superación del duelo.

Diagnosticar las alteraciones de la incapacidad del manejo de duelo.

Analizar la forma de aceptación de un proceso de duelo normal.

Fundamentar la aplicación de la terapia psicoanalítica en el proceso de


duelo.

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Justificación.
Esta investigación radica en que se busca resolver los conflictos y dolores
causados por el proceso de duelo inconcluso, así como lograr sacar adelante a la
persona una vez que ha caído en el tipo patológico. Ya que en ocasiones el duelo
inicia incluso antes de que la persona fallezca cuando se trata de un caso de
enfermedad terminal, esto siendo de forma inconsciente por lo que quien está
pasando por el proceso no se encuentra consciente de ello y el momento
culminante de la crisis es cuando quien estuvo enfermo fallece provocando la
pérdida del objeto de amor. Por lo que este enfoque busca aliviar ese dolor.

Las personas que han sufrido la pérdida de ese objeto de amor rara vez
acuden por su cuenta a terapia para superar el duelo, lo común es que se callen
ese dolor y angustia de forma que intentan continuar con su vida normal pero a
causa precisamente de la incapacidad de sobrellevar la depresión, angustia y
encima la culpa, no consiguen volver a la normalidad de su vida como antes de
que se diera la pérdida del objeto.

Una persona que pasa por un proceso de duelo puede llegar a superarlo
por sí sola atravesando el proceso considerado normal, sin embargo una vez que
el duelo empieza a interferir con su vida diaria y le incapacita en diversas áreas de
la misma, se habla de un duelo que se ha convertido en patológico y que requiere
de la atención psicológica para poder salir de ello y retomar una vida normal y
sana para la persona.

(Grinberg, 1978, p.245) “La depresión es un fenómeno multifacético que


comprende esas dolorosas y complejas manifestaciones desencadenadas por el
significado o el ‘sinsentido’ de que cada individuo atribuye a la experiencia de la
pérdida.”

La depresión se encuentra muy allegada al proceso de duelo, sobre este


aspecto se hará un énfasis mayor posteriormente en la investigación.

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El duelo no es algo a lo que se debe restar importancia, pues si bien es una
de las circunstancias que todo ser humano debe vivir a lo largo de su ciclo vital, es
una vivencia que deja huellas y cicatrices en la persona que además si no son
tratadas pueden quedarse ahí y continuar haciendo sufrir y provocándole daño al
doliente.

En el duelo se trata de la pérdida real de un objeto que produce un agujero


que el significante no alcanza a suturar.

Por este motivo el psicoanálisis presenta una alternativa para ayudar a


superar este proceso inconcluso. Llegando a tratar sucesos del pasado, de varios
años atrás hasta los más recientes.

Se pueden utilizar otro tipo de terapias de corrientes diferentes, como la


cognitivo-conductual o la conductual, son tratamientos que funcionan sí, pero ven
al ser humano como una máquina dejando de lado la personalidad, humanidad e
interior del paciente. Por lo que podrían funcionar con un proceso de duelo
patológico, pero de forma superficial. Sería como solo recortar la mala hierba del
jardín pero sin embargo la raíz de ésta sigue debajo de la tierra y volverá a crecer
tarde o temprano.

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Limitaciones.
El que las personas se nieguen a recibir ayuda o resolver el proceso de
duelo inconcluso, ya que suelen estar en negación ante el ofrecimiento o
sugerencia de buscar ayuda para tratarlo.

Además está el hecho de que tengan la creencia de que no van al psicólogo


porque no están locos y ante esto se nieguen a recibir la terapia.

Alcances.
La terapia psicoanalítica con el enfoque en el tratamiento del proceso de
duelo puede cubrir el tratamiento de personas de la tercera edad, adultos, jóvenes
e incluso niños.

Se encuentra dirigida para aquellas personas que quieran salir adelante y


dejar el sufrimiento provocado por la pérdida de ése ser querido.

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Marco teórico.
Existen diferentes enfoques de la psicología que hablan sobre el proceso de
duelo, pero el psicoanálisis le brinda un enfoque especial al internarse
profundamente en él. Esto no implica que el proceso de duelo sea exclusivo de
tratamiento con la terapia psicoanalítica pero desde las investigaciones y trabajos
de Sigmund Freud en cuanto a este tema, ha tenido una gran importancia y
repercusión en el ámbito psicoanalista.

El trabajo de duelo es llevado a cabo al mostrar que el objeto de amor no


existe más y con ello demanda retirar la libido de él. No es nada sencillo, porque el
veredicto de la realidad no alcanza para convencer al doliente, y lo que predomina
como primera reacción ante la pérdida es su es la incapacidad de aceptación.

La función de este proceso es lograr subjetivizar la muerte del objeto de


amor, que consiga cubrir ese vacío provocado la pérdida.

La separación con el objeto es lenta y con mucho gasto de energía, tanto


para el paciente como para el terapeuta. Pero una vez que se consiga logrará
vencer el sufrimiento de la pérdida y salir adelante con su vida.

El duelo opera un trabajo, también podría llamarse operación, tratando de


perder lo que ya está perdido. El doliente se ve exhortado a quitar algo. Su yo
debe renunciar al objeto a pesar de la renuencia a renunciar a dicho objeto.

Este proceso no es recomendable que sea llevado solo con médicos o


psiquiatras, pues su enfoque se dirige puramente hacia las enfermedades físicas,
y el duelo aunque puede desencadenar reacciones somáticas es el sufrimiento
emocional y psicológico por la pérdida de un ser querido, por lo que la atención
principal debe brindarla el terapeuta, en este caso el terapeuta psicoanalítico.

Klein (1940, p.11) menciona: “Durante el duelo formal se reactivan las


tempranas ansiedades psicóticas. El sujeto en duelo es realmente un enfermo,

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pero como este estado mental es común y nos parece natural, no llamamos
enfermedad al duelo.”

Se difiere en este aspecto, pues el duelo no es simplemente visto como una


enfermedad o un estado mental común, es una vivencia que toda persona tarde o
temprano experimentará pero también es un dolor, un dolor muy grande que en
muchas ocasiones no se es capaz de comprender hasta que se vive realmente.

Así, mientras que el dolor se experimenta con toda intensidad y la


desesperación alcanza su punto culminante, surge el amor por el objeto, y
el sujeto en duelo siente más poderosamente que la vida interna y la
externa seguirán existiendo a pesar de todo, y que el objeto amado perdido
puede ser conservado internamente. (Klein, 1940, p.17)

El proceso de duelo impone al aparato psíquico una gran exigencia de


trabajo y que de ser eludido tendrá un costo enorme, enfermar. Sobre la
somatización y reacciones de este tipo se detallará más adelante.

Cuando el deudo comienza a entrar en la realidad que le rodea durante el


proceso de duelo y se hace consciente de lo que está sucediendo después de que
la desesperación y angustia han alcanzado sus niveles máximos, el amor por la
persona fallecida resurge de entre los sentimientos de dolor y es capaz de
comprender que lo que le rodea y su mundo interno existirán a pesar de la
pérdida, y que aunque la persona haya fallecido puede seguir conservando su
recuerdo y vivencias junto a ella de forma interna.

Cada recuerdo y expectativa ligada a la persona que se ha perdido debe


ser revivida y confrontada con el juicio de que se ha ido para siempre. Éste es el
difícil y terrible período en el que los pensamientos regresan perpetuamente a la
persona que falleció. El deudo piensa en la presencia del fallecido en su vida,
vuelve a recuerdos de momentos que pasaron juntos, imagina que lo ve en la
calle, espera escuchar su voz cuando suena el teléfono. Suele suceder que

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alrededor de un cincuenta por ciento de los dolientes presentan alucinaciones con
el fallecido según investigadores. (Leader, 2008, p.30)

En estos casos se encuentran serias dificultades para soltar lo que se


debería soltar y esto trae consecuencias que invaden la vida del que queda. El
sujeto tiene la impresión de que el tiempo no pasa, de que todos los días son
iguales. Surgiendo así un estancamiento que lo mantiene fijado y no le permite
dejar ir al objeto fallecido.

Puede darse el caso que así como la persona durante el proceso de duelo
recaiga en un profundo dolor y se sienta incapacitado de realizar diversas
actividades, también pueda ocurrir que el dolor resulte productivo y el doliente se
enfoque en realizar actividades que nunca antes realizó y en su recorrido
descubra nuevos talentos y habilidades, usando el mecanismo de la sublimación y
así lograr extraer hacia el exterior sus emociones y sentimientos a causa de la
pérdida.

Lo mencionado en el párrafo anterior, que el deudo consiga las fuerzas para


salir adelante y que el dolor y sufrimiento sean un motor para realizar cosas
nuevas depende en una gran parte de la familia y personas que le rodean, deben
hacer sentirle que no está solo y que realmente le acompañan en la situación tan
difícil por la que atraviesa.

Los procesos funerarios van de la mano con el trabajo de duelo, ya que a


través de ellos se regula la angustia y otros sentimientos y emociones, aportando
así una inscripción simbólica de la pérdida. También ayudan a que el sujeto vaya
cayendo en la realidad de lo que está ocurriendo en ese momento y que pueda
darse cuenta que el objeto ha fallecido y que eso significa que no volverá. Se
presenta la oportunidad de que se despida de la persona –en caso de que no haya
tenido oportunidad de hacerlo antes– y así comenzar el cierre del ciclo que vivió
junto a ese ser querido.

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El fin del proceso de duelo puede determinarse por la posibilidad de
trasladar la carga de libido del objeto perdido hacia otro, posibilidad que puede ser
asociada a una oportunidad de reencuentro con el objeto de amor.

En un sentido más amplio podemos entender el duelo y procesos de duelo


como el conjunto de representaciones mentales y conductas vinculadas con una
pérdida afectiva.

Concepto de duelo.

El manual de Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales IV (DSM IV)


define el duelo como una reacción a la muerte de una persona querida. (APA, 1994, p. 700)

El proceso de duelo se lleva a cabo cuando ocurre una pérdida y ésta


resulta ser irreparable e intolerable, por lo que el resultado es el proceso de duelo,
la incapacidad de enfrentarlo y superarlo deriva en un duelo patológico. Se
relaciona con la psicosis, a causa de los síntomas y rasgos presentados por el
doliente. (Lacan, 1959, p.131)

Freud (1917, p.1841) dice: “El duelo es, por lo general, la reacción a la
pérdida de un ser amado o de una abstracción equivalente: la patria, la libertad, el
ideal, etcétera.”

Leader (2008, p.30) dice: “El dolor es nuestra reacción a la pérdida, pero el
duelo es cómo procesamos este dolor.”

El duelo entonces es una reacción adaptativa normal ante la pérdida de un


ser querido –un objeto amoroso–. Es un acontecimiento vital estresante de
primera magnitud para el sujeto. Es un proceso único e irrepetible. Dinámico y
cambiante.

Es un evento que varía según la cultura, familias y sociedades a través del


tiempo. Pues un proceso fúnebre no es igual en Occidente que en Oriente, por

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ejemplo y así mismo el concepto la partida de un ser querido cambia totalmente
debido a las creencias de cada parte del mundo.

Bowlby (1980) dice: “El duelo es una serie bastante amplia de procesos
psicológicos que se ponen en marcha debido a la pérdida de una persona amada,
cualquiera que sea su resultado”.

Fases del duelo.

Existen las fases del duelo, Bowlby (1980) planteó cuatro:

 “Fase de entumecimiento o shock”: es la fase temprana de intensa


desesperación, caracterizada por el aturdimiento, la negación, la cólera
y la no aceptación. Puede durar un momento o varios días y la persona
que experimenta el duelo puede recaer en esta fase varias veces a lo
largo del proceso de luto.
 “Fase de anhelo y búsqueda”: Es un periodo de intensa añoranza y de
búsqueda de la persona fallecida, caracterizada por inquietud física y
pensamientos permanentes sobre el fallecido. Puede durar varios meses
e incluso años de una forma atenuada.
 “Fase de desorganización y desesperanza”: en la que la realidad de la
pérdida comienza a establecerse, la sensación de sentirse arrastrado
por los acontecimientos es la dominante y la persona en duelo parece
desarraigada, apática e indiferente, suele padecer insomnio,
experimentar pérdida de peso y sensación de que la vida ha perdido
sentido. La persona en duelo revive continuamente los recuerdos del
fallecido; la aceptación de que los recuerdos son sólo eso provoca una
sensación de desconsuelo.
 “Fase de reorganización”: es una etapa de reorganización en la que
comienzan a remitir los aspectos más dolorosamente agudos del duelo y
el individuo empieza a experimentar la sensación de reincorporarse a la
vida, la persona fallecida se recuerda ahora con una sensación

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combinada de alegría y tristeza y se internaliza la imagen de la persona
perdida.

Aspectos que afectan en el proceso de duelo.

Existen diversos aspectos que pueden influir en la pérdida del ser querido y
éstos a su vez son detonantes para que se dé un tipo de duelo.

Las circunstancias de la muerte y lo sucedido en torno a ella, esto se refiere


al tipo de muerte que tuvo la persona y cómo sucedió así como el ritual fúnebre.
Pues dependiendo del tipo de muerte será el dolor que manifieste el superviviente.

La relación previa con la persona fallecida tiene una relevancia importante


ya que esto define el grado de tristeza y dolor al que llegará el doliente a causa de
la pérdida, en base a su cercanía y el tipo de relación que llevaban.

La edad, sexo y personalidad tienen influencia durante el proceso. Ya que


dependiendo de estos tres factores serán las reacciones a la pérdida. Pues la
madurez y los rasgos según el tipo de personalidad del superviviente serán
definitivos para ello.

Por último, los aspectos psicosociales, enfocándose en el estrés y apoyo


social que tiene el doliente. Situación económica, si hay menores de por medio,
actitud de amigos y parientes, posibilidades de re organización después de la
pérdida, por mencionar algunos.

Objetivos del duelo.

El duelo cumple con diversos objetivos, son los siguientes:

 Aceptar la realidad de la pérdida.


 Expresar el duelo: consciencia, comprensión, aceptación, expresión,
integración.

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 Adaptarse al ambiente en el que el objeto amado ya no está presente: la
consternación y abatimiento que acompañan a la pérdida significativa
son reacciones comprensibles, pero el llegar a apartarse del mundo, no
es ningún beneficio. Debe afrontar los retos que se vayan planteando.
 Invertir la energía en relacionarse con otras personas. La socialización y
convivencia con otras personas ayuda durante el proceso, pues la
persona se da cuenta que no se encuentra sola durante éste.
 La superación del duelo; se puede afirmar que se ha superado el duelo
cuando existe la capacidad de recordar al objeto amado sin llorar ni
desconcertarse y cuando se es capaz de establecer nuevas relaciones y
aceptar los retos impuestos por la vida.

Cuando el doliente llega a cumplir con todos los objetivos anteriores llegará
a sentirse liberado y que se ha quitado un gran peso de encima, podrá
continuar en paz con su vida cotidiana y el resto de sus actividades,
regresando a su vida ‘normal’ después de afrontar semejante pérdida y
dolor provocados por el fallecimiento del ser querido.

Duelo patológico.

Cuando el trabajo de duelo no se lleva a cabo de la forma adecuada, se


convierte en patológico, y según Bowlby (1980), puede adoptar tres formas:

 Duelo crónico: La depresión es el rasgo predominante, autorreproches,


accesos de cólera, ansiedad y ausencia de pena.
 Ausencia de aflicción: El doliente sigue la vida normalmente, como si
hubiera sucedido nada. Siendo frecuente el que se deshaga de
recuerdos y que cuide compulsivamente a alguien que haya tenido
alguna pérdida –identificación–, luego padece algunas dolencias físicas
o psíquicas y finalmente cae en depresión, llegando a coincidir con el
aniversario, alguna otra pérdida menor, la misma edad del fallecido.
 Euforia: Negando la pérdida o alegrándose de ella.

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El proceso de duelo se encuentra inconcluso, ya que el deudo sigue
creyendo que se puede reparar. Llegando a enfocar su atención en cosas solo
positivas y conserve la creencia de que la pérdida no ha sido definitiva.

Mecanismos psíquicos de defensa.

Los mecanismos son defensas que permiten a los sujetos movilizarse en su


mundo, sin la necesidad de mostrar más emociones e inseguridad de lo que
desean hacer.

Los mecanismos de defensa más comunes usados en el duelo están:

 Negación: Se niega la realidad. Resistencia a afrontar experiencias


dolorosas.
 Represión: Impide que los sentimientos que conllevan ansiedad salgan a
flote.
 Fijación: Parón en el desarrollo evolutivo, que se manifiesta con ideas
obsesivas.
 Racionalización: Se adopta frecuentemente para controlar la dimensión
emotiva. No permite que emerjan los sentimientos.
 Aislamiento: La persona tiende a retirarse y se niega a establecer
relaciones con los demás.
 Regresión: Vuelta a un estadío de comportamiento anterior.
 Somatización: La tensión no es liberada sino absorbida por el
organismo.
 Identificación: Proceso psíquico de unificación con el fallecido. El deudo
no vive su historia, sino la del muerto.

Tipos de pérdidas.

• La muerte de un ser querido.

• La pérdida del trabajo, y los fracasos escolares.

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• La partida a un lugar lejano de una persona amada.

• Las situaciones de abandono.

• Divorcio o separación.

• Rechazo de los padres.

• Los cambios de domicilio.

• El diagnóstico de una enfermedad crónica, grave o invalidante.

• Un incendio o accidente.

• La pérdida de aspectos del sí mismo.

• La pérdida de algún miembro o capacidad física.

Todos los tipos mencionados anteriormente son pérdidas y cada una de


ellas presenta un proceso de duelo y al ser cada una diferente de la otra significa
que el proceso de duelo es diferente, tanto en lo que se refleja como en la
duración. Puede verse alguna más grave que otra, sin embargo todas tienen su
importancia y no se debe ignorar o hacer menos a otra.

Probablemente de la lista no todos los tipos de pérdidas llegarían a


necesitar terapia, aunque como se mencionó antes, eso depende de la reacción y
duración en cuanto a la pérdida.

Duelo y su relación con la depresión.

Generalmente se entiende como depresión a un conjunto de dolores


que afectan a los pensamientos que constituyen la respuesta del individuo a
la experiencia de una pérdida o el fracaso de los logros, llegando a
convertirse en una intensa, larga y grave enfermedad. (Grinberg, 1978,
p.245)

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La depresión puede ser exógena o endógena, pero de ambas formas puede
convertirse en una enfermedad difícil de llevar para el paciente.

El proceso de duelo lleva una estrecha relación con la depresión, pues


además de ser una de las fases por las que atraviesa el doliente, suele ser
también donde se queda fijado, siendo así lo que llega a complicar el duelo y
convertirlo en uno patológico.

La depresión está estrechamente relacionada con el luto y es parte


del proceso psicopatológico desencadenado por la pérdida del objeto
amado. Es mi punto de vista, sin embargo, que la pérdida significa, para la
persona que lo padece, tener que lidiar al mismo tiempo con la amenaza de
la pérdida de esas funciones del yo y partes de la autoligación con el objeto
pérdido. (Grinberg, 1978, p.245)

La pérdida del objeto de amor genera un sufrimiento emocional, psicológico


y físico que va en conjunto con la angustia al sentir la pérdida de alguien que
consideraba parte de sí mismo –de forma inconsciente–.

Con este sufrimiento se van inhibiendo diversas funciones de la personas, entre


las que se encuentran las del aparato psíquico –Yo, SuperYo, Ello– provocando
un desequilibrio emocional entre las tres estructuras.

(Grinberg, 1978, p. 246) dice: “Personalidades depresivas muestran una


marcada intolerancia a la frustración, separaciones, pérdidas y experiencias de
cambio en general.”

Si anteriormente al proceso de duelo el paciente ha demostrado tener


rasgos depresivos en su personalidad o se han detectado criterios diagnósticos de
depresión, presenta una mayor tendencia a sufrir una afectación más profunda por
la pérdida del ser querido.

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Desde esta perspectiva, la depresión es el nombre de una
enfermedad única. Tiene rasgos biológicos específicos y es encontrada en
todas las sociedades humanas. Involucra síntomas tales como el insomnio,
la falta de apetito y la baja energía, y esta disminución de tono biológico y
vital es atribuida a un problema químico en el cerebro. (Leader, 2008, p.17)

Criterios diagnósticos de la depresión mayor.

Según el DSM IV (APA, 1992, p. 351) estos son los criterios diagnósticos para la
detección de la depresión mayor:

 Estado de ánimo depresivo todo el día, casi todos los días.


 Marcado disminución de interés o placer en casi todas las actividades
la mayor parte del día, casi todos los días.
 Insomnio o hipersomnia casi todos los días.
 Cambios considerables en el apetito casi todos los días o pérdida no
intencionada de peso o aumento de peso.
 Fatiga o pérdida de energía casi todos los días.
 Agitación o enlentecimiento psicomotriz casi todos los días.
 Disminución en la capacidad para pensar o concentrarse, o indecisión
casi cada día.
 Sentimientos de inutilidad o excesiva culpa casi cada día.
 Pensamientos recurrentes de muerte o suicidio.

Relación del duelo con la melancolía.

La melancolía suele estar ligada con la depresión, ambas deben estar


presentes en un proceso de duelo.

Esto conlleva al sufrimiento psíquico, conduciendo posteriormente a que


sea somatizado de diversas formas por la persona.

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El duelo no solo va enfocado a la pérdida de un objeto amado, también
puede referirse a otro tipo de pérdida; como podría ser la patria, la libertad, los
ideales. Llegando así a tener una inclinación hacia la melancolía.

La melancolía significa que después de una perdida, la imagen de uno


mismo es pro fundamente alterada. (Leader, 2008, p.37)

Toda pérdida en algún momento llevará hacia la depresión y melancolía.


Llegando a tener más afectación una que otra y esto dependiendo de cada
persona. Pues no todos los dolientes sufren de igual forma los procesos de duelo.

La melancolía se identifica con una cancelación del interés por el mundo


exterior, la desazón muy dolida, la pérdida de la capacidad de amar, inhibición de
la productividad, y unas autodegradación. Estos rasgos son comunes con el duelo.

La melancolía es un estado de ánimo sumamente doloroso, en el que


desaparece todo interés por el mundo que rodea a la persona, se pierde la
capacidad de amar, se inhiben todas las funciones y surge una notable
disminución de amor a sí mismo. (Freud, 1917, p. 1841)

Freud (1917, p. 1843) dice: “Nada de lo que respecta a la pérdida es


inconsciente”.

En este aspecto se difiere con lo mencionado por el autor, pues el doliente


además de hacer uso de los mecanismos de defensa para evitar sufrir con el dolor
de la pérdida del objeto amado, se ve dominado por su inconsciente al actuar o
continuar viviendo. Ya que en esta situación la represión hace su trabajo y se
encarga de mantener sellado en el inconsciente todo lo que resulte desagradable
para la persona, manteniéndolo así alejado para evitar hacerle daño. Pero al estar
resguardado en el inconsciente puede surgir un detonante que lo haga aparecer
en el consciente de la persona.

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La melancolía se relaciona con la pérdida del objeto de amor también en
base a la forma en la que se eligió a ése objeto como algo amado, principalmente
llegando a ser tipo de narcisista y al perderlo esto es lo que orilla a la persona a la
melancolía. El añorar y saber que ése objeto se ha ido, se ha perdido y la creencia
de que no se puede encontrar otro como él.

Es una reacción a la pérdida del objeto de amor –en el caso de objeto de


amor erótico– y una vez que es rebasada o se queda estancado en ella se
convierte en un proceso patológico. Surge entonces una ambivalencia, porque a
pesar de que se está triste y se añora al objeto perdido también surge el odio o
enojo para con el objeto que se ha ido.

La melancolía presenta además una tendencia notoria a convertirse en una


manía, no en todos los casos pero siempre está esa posibilidad.

Sin embargo una vez que se ha finalizado el trabajo de duelo surge la


posibilidad para la persona de buscar la sustitución del objeto perdido y enfocar su
libido en otro objeto.

Leader (2008, p.38) refiere: “El melancólico piensa de sí mismo que no vale
ni merece nada. E insistirá en esto con mucha obstinación.”

Lo antes mencionado puede aceptarse como un criterio para diferenciar la


depresión de la melancolía. Ya que ambas pueden llegar a confundirse, por lo que
antes de establecer un diagnóstico y dárselo a conocer al paciente –etiquetarlo–
se deben analizar cada uno de los rasgos o criterios diagnósticos que presente
para evitar confusiones y conflictos al mismo.

Los melancólicos se reprenderán a sí mismos sin tregua por sus


faltas. No existe ningún consejo racional o persuasión que pueda detenerlos.
Están convencidos de que ellos están equivocados. En contraste con el paranoico,
quien culpa al mundo exterior, el melancólico solo se culpa a sí mismo. (Leader,
2008, p.38)

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Tipos de culpa.

En el duelo la persona se encuentra ante una pérdida real de un objeto


simbólico, y el agente que la ocasionó –en la desesperación de adjudicar a alguien
o algo la responsabilidad por la pérdida– es puramente imaginario. Por eso
frecuentemente el doliente le atribuye a alguien la responsabilidad de esa pérdida
o se siente a sí mismo como responsable. De ahí la aparición del sentimiento de
culpa con que se atormenta.

Una vez que en el paciente ha surgido el sentimiento de culpa se ha de identificar


qué tipo de culpa es. Existen dos clases de culpa: Persecutoria y reparatoria.

La culpa persecutoria es aquella en la que la persona no se siente tranquila


después del suceso del que se cree culpable. Llegando a afectar en diversas
áreas de su vida e influyendo para que sus actividades se vean mermadas por la
culpa.

La culpa reparatoria es aquella donde la persona intenta reparar o


compensar el daño que cree provocó. Al reparar el daño el sentimiento de culpa
disminuye, pero no desaparece pues sigue ahí.

Grinberg (1964, p. 367) dice: “Yo creo en dos clases de culpa; que yo
también he nombrado persecutoria y depresiva”.

La culpa persecutoria tiene relación con el instinto de muerte, mientras que


la culpa depresiva con el instinto de vida. Esto siendo inconsciente.

De todo lo anteriormente mencionado lo más denotable es el sentimiento de


culpa, pues en algún momento surgirá en el doliente; pudiendo ser pasajero –
siendo considerado parte del proceso de duelo normal– o mantenerse fijado y con
ello complicar el proceso de duelo y fomentar que éste se convierta en patológico.

A causa de la culpa y otros factores de los que se mencionaron


anteriormente el proceso de duelo patológico puede alcanzar un nivel tan extremo

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como interferir en la vida diaria del doliente; en su trabajo, escuela, vida personal y
el resto de sus relaciones interpersonales.

Duelo y reacciones somáticas.

El duelo no elaborado es una de las principales fuentes de enfermedad


somática grave y de trastornos psicopatológicos.

El proceso de duelo puede llevar a reacciones hipocondríacas o


trastornos psicosomáticos, a causa de una culpa persecutoria. Con ella el
dolor y la tristeza ocasionados por la pérdida se incrementarán así como la
depresión, preocupación y responsabilidad por la muerte. (Grinberg, 1964,
p.368)

Este proceso puede orillar a la persona a exteriorizar mediante la


somatización su dolor y sufrimiento a causa de la pérdida del objeto. Comenzando
a presentar enfermedades tanto físicas como psicológicas.

“La persona que se encuentra en duelo se ve afectada por la persona ‘que


se va’ ya que se encuentra además de marchándose, ‘llevándose’ una parte de él
consigo”. (Allouch, 2001, p. 30)

Lo antes mencionado se relaciona también con el sentimiento que provoca


saber que el objeto amado se está yendo –como en el caso de una enfermedad
terminal– esto llevaría a sentir y creer que con ése objeto también se va una parte
de sí mismo, lo que provoca que se resienta aún más la pérdida –
despersonalización–.

Esto evoca frases usualmente dichas por las personas que pasan por el
proceso de duelo, como por ejemplo: “Se lleva una parte de mí con él/ella” o “Una
parte de él/ella se queda conmigo” frases que son dichas y que usualmente no se
toman de forma literal, pero en el inconsciente tienen mucha importancia por lo
que se puede interpretar al decirlas.

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De modo que sería recomendable que al presentar enfermedades por
somatización el paciente no solo lleve tratamiento terapéutico, sino que además se
pudiera contar con el apoyo médico en caso de ser necesario.

Grinberg (1978, p.245) dice: “Mi hipótesis es que temporal o permanente la


pérdida de un objeto provoca en una persona la dolorosa sensación de que él
también ha perdido algo que se siente como suyo.”

Esto reafirma lo antes mencionado sobre la sensación o creencia


inconsciente de que el fallecido se lleva consigo una parte del deudo, pudiendo ser
tan solo por una temporada o quedarse fijado de manera permanente.

Si durante el proceso de duelo el deudo tiene la capacidad de seguir


sintiéndose a sí mismo durante los diversos cambios producidos logrará
sentar las bases para la experiencia emocional de la identidad. Lo que
implica mantener la estabilidad en las circunstancias que lo están rodeando
y en las continuas transformaciones de la vida cotidiana. (Grinberg, 1978, p.
246)

Si el deudo conserva la calma y la estabilidad emocional y mental para


evitar sentir con la pérdida del ser querido se ha marchado algo de sí mismo, eso
facilita la capacidad para salir adelante del proceso de duelo y manejarlo de una
forma que no resulte tan dolorosa y difícil para él.

Klein (1940, p.9) dice: “Una característica de los sujetos hipomaníacos


frente a las personas, principios y acontecimientos, es su tendencia a la valoración
exagerada: a la sobreadmiración (idealización) o desprecio (desvalorización).”

Lo anterior se interpretaría como el hecho de que una persona que es


hipomaníaca presenta una reacción exagerada ante diversos puntos, en el caso
del proceso de duelo, hacia el fallecido. Lo que puede significar una idealización
extrema o en su defecto una devaluación ante su partida y el “abandono” que
empezará a sufrir el deudo a partir de ese momento.

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El desprecio y devaluación hacia la persona fallecida forma parte de la
negación ante el suceso de muerte, pues además de que se niega a aceptar el
fallecimiento del objeto amado también se niega a realizar una reparación y por
consiguiente viene la culpa y pena.

Proceso de duelo e infantes.

Klein (1940, p.1) refiere: “Creo que el niño pasa por estados mentales
comparables al duelo del adulto y que son estos tempranos duelos los que se
reviven posteriormente en la vida, cuando se experimenta algo penoso.”

Los adultos involucrados en un duelo suelen enfocarse simplemente en lo


que sienten y en el caso de que existan niños involucrados dejan de lado lo que
ellos pueden llegar a sentir, creyendo que por el hecho de ser unos niños no
resienten una muerte ni les afecta de la misma forma dolorosa que a ellos que ya
son adultos. Esto es un error, pues a pesar de menores son capaces de saber lo
que es perder a alguien y de igual forma sufrir, proyectándolo de diversas
maneras.

¿Es correcto permitir que un infante esté presente en un funeral? La opinión


popular es que no, ya que al ser pequeño y tener en su ser toda la inocencia de la
infancia y una escasa madurez podría ser perjudicial para él estar presente. Sin
embargo, no siempre puede ser la decisión correcta el no llevar a menores al
proceso funerario. Ya que esto podría derivar en un asunto inconcluso para ellos.

¿Cómo decirle a un niño que un ser querido ha fallecido? Es una pregunta


que usualmente los padres o cuidadores del menor se hacen en el momento en
que se da una pérdida de un familiar, dar la noticia de que alguien ha fallecido a
un menor es algo difícil. Se le debe hablar del tema lo más pronto posible,
preferentemente una vez que haya transcurrido el momento de shock y mayor
impacto para la familia, después de eso se debe buscar un momento para hablar
con el niño y explicarle lo que ha sucedido. El niño puede tener muchas preguntas

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acerca de lo que ocurrió, por lo que es preferible responder todas y cada una de
ellas

Los adultos tienen la creencia de que un niño no resiente un proceso de


duelo o la pérdida de un ser querido, precisamente porque son niños y “no
entienden lo que ocurre” pero esto es falso, el menor sí es capaz de atravesar por
un proceso de duelo, la diferencia con el adulto es que el niño no lo exterioriza a
través de palabras, no porque no lo diga significa que no siente tristeza y dolor. La
forma en la que un niño manifiesta un duelo es totalmente diferente a la del adulto
pero no por eso son carentes de la capacidad de atravesar por dicho momento.

No despedirse de la persona fallecida, del objeto de amor –especialmente si


es alguno de los progenitores– sería provocarle un daño que se vería proyectado
años más tarde y entonces eso derivaría en un proceso de duelo inconcluso o
patológico, ya que no se permitió el cierre del proceso de una forma sana y
adecuada.

Aumentando la capacidad de creencia y confianza del niño a través del


amor se logra que obtenga capacidad de reparación, integración y seguridad de su
mundo interno bueno. Logrando así que el menor consiga atravesar el proceso de
duelo de forma sana y que no se vea afectado de forma patológica.

La corriente psicoanalítica con el enfoque en niños relaciona el desarrollo


de éste con las etapas psicosexuales del desarrollo, una de estas etapas es la de
fálica-narcisista, donde el menor presenta fantasías inconscientes de amor hacia
el progenitor del sexo opuesto y desea –de forma inconsciente– la muerte del
progenitor del mismo sexo para quedarse con su objeto de amor como triunfante.

El mayor peligro para el sujeto en duelo es la vuelta contra sí mismo


del odio hacia la persona amada perdida. Una de las formas en que se
expresa el odio en la situación de duelo, son los sentimientos de triunfo
sobre la persona muerta. (Klein, 1940, p.11)

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El infante puede ver como triunfo el ver que ‘el rival’ ha muerto, sin embargo
esto puede ocasionar también sentimientos de culpa y angustia al menor al
creerse culpable por la muerte al haber deseado que ocurriera, mientras que a su
vez el sentimiento de orgullo y triunfo puede prevalecer en el inconsciente del
niño.

Cuando llegue el momento de asistir al funeral se debe hablar con el menor


y cuestionarle si está de acuerdo en asistir, si se niega no se le debe obligar a ir
pues esto solo crearía conflictos para él. Pero si decide asistir se le debe permitir
que se despida de la persona fallecida y explicarle, de acuerdo a su edad y nivel
que ese ser querido ha fallecido y que no volverá pero que siempre podrá
recordarlo y será especial porque le tiene un cariño.

Si el niño asiste al funeral pero no quiere acercarse al féretro, tampoco se le


debe obligar a hacerlo pero en el caso de que sea un familiar muy cercano se
debe intentar persuadirlo para que vea a esa persona por última vez y así consiga
cerrar el ciclo y no quede pendiente, pudiendo ocasionarle conflictos al menor en
su etapa de adolescente o adulto e incluso todavía en la infancia.

El duelo como acto.

El duelo puede ser visto como un acto que en ocasiones llegar a ser un acto
cómico o teatral a causa de todas las acciones que se ven involucradas –palabras
aduladoras para el fallecido, llanto exagerado, rostros compungidos– (Allouch,
2001, p.21)

Esto hace referencia al comportamiento de los asistentes a un proceso


fúnebre, regularmente el llanto exagerado y los lamentos en voz alta sobre la
pérdida del ser querido no se hacen esperar en esas situaciones, sin embargo
este tipo de reacciones por parte del doliente más allegado al fallecido –madre,
padre, esposa, esposo, hijos. – son más rasgos histéricos.

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Los histéricos actúan, escenifican sus reacciones y las convierten en un
auténtico drama para quienes están como espectadores observando todo.
Mientras más público asista al evento, ellos sacarán aún más rasgos histéricos, lo
que el resto de la gente cree que es dolor y sufrimiento por la pérdida del objeto
amado, en realidad es una actuación producida por los rasgos de la personalidad
del sujeto.

Esto no quiere decir que no haya posibilidades de que un sujeto pueda


externar un llanto enorme sin ser un rasgo histérico, sí puede llegar el caso, sobre
todo cuando se habla de una muerte trágica o repentina, pues el shock e impacto
para la persona que queda viva se ve proyectado esa manera.

Así es posible vislumbrar en el acto que aquel que es afectado más


visiblemente por la muerte de un ser amado bien podría ser el que, durante el
entierro, es presa de una interminable e incontrolable “risa nerviosa”. La risa
nerviosa depende ciertamente de lo cómico, llevándolo a su paroxismo… donde
ya no es para nada cómico. (Allouch, 2001, p.22)

El tipo de reacciones como la mencionada anteriormente, “risa nerviosa”


suele surgir cuando el doliente se encuentra en el punto más alto de su dolor y
sufrimiento, por lo que éste busca salida de cualquier forma y una de esas salidas
es precisamente la risa. Risa que pudiera parecer cómica pero que luego de unos
instantes y conforme el proceso de entierro continua avanzando, deja de serlo.

Existe una frase popular que dice: “Si quieres que todos te amen, debes
morirte” haciendo referencia a que todos los que rodearon en su momento al
fallecido una vez que llega se enteran de lo que ocurrió, lo llenan de cumplidos y al
hablar de él se refieren como una persona que fue infinitamente buena y casi
perfecta, pues existe la creencia de que no se debe hablar mal de un muerto, pues
es una falta de respeto. Esto contribuyendo a que el proceso de duelo sea un acto,
del que forman parte personas cercanas al fallecido y el resto de quienes
estuvieron en contacto con él en algún momento de su vida.

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Conclusión.
Como conclusión cabe mencionar que a pesar de que el proceso de duelo
será una etapa por la que todo ser humano llegará a pasar, no por eso se debe
ignorar o dejar de lado a quien esté atravesando por ello y se ve afectado al punto
de no llevar su vida como hacía antes de que ocurriera, pues esto lo único que
lograría sería complicarlo y que el doliente nunca consiguiera cerrarlo para
terminar convirtiéndose en un proceso de duelo patológico siendo más
complicado.

El psicoanalista –y cualquier psicoterapeuta– están para orientar y ayudar a


los pacientes con sus conflictos, pero así el terapeuta tenga todas las ganas de
acompañar al paciente durante su proceso y ayudarle a salir adelante, esto no es
posible si el paciente se niega. Es una regla establecida en cualquier tipo de
terapia, no se le puede obligar al sujeto a que permanezca en la terapia si no lo
desea. Por lo que si el deudo se niega a recibir terapia y prefiere conservar su
estado de dolor por la pérdida, el psicoanalista debe permitirle abandonar la
terapia, esto también puede ser un signo, negarse a recibir tratamiento porque de
alguna forma a pesar del dolor no quiere deshacerse de él pues forma parte de
ese objeto amado y está presente la creencia de que asistir a terapia y superar el
duelo puede hacerle olvidar a esa persona y es donde surge un nuevo sentimiento
de culpa. El terapeuta debe permitir que abandone el tratamiento si el paciente se
encuentra ante la negativa de aceptarlo y mejorar su situación.

La terapia psicoanalítica ofrece un modo de tratamiento que se encargaría


no solo de resolver el conflicto y ayudar a cerrar el ciclo, sino además también de
acompañar al paciente durante el proceso del mismo y así hacerle notar que a
pesar del dolor provocado por la pérdida no está solo y hay quienes pueden
brindarle ayuda para salir adelante. No solo se enfoca en resolver el conflicto
actual que está teniendo el paciente, sino que busca en lo más profundo de la
psique de éste para así lograr resolverlo desde su inicio y no de forma superficial
como pueden llegar a hacer otras terapias, que a pesar de que son de corta

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duración o unas cuantas sesiones y se logra “eliminar” el conflicto, existe la gran
posibilidad de que resurja pues solo fue algo “por encima” y no totalmente como
hace el psicoanálisis.

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Bibliografía.
Allouch, J. (2001). Erótica del duelo en tiempos de la muerte seca. Córdoba,
Argentina. Ediciones Literales.

Asociación Psiquiátrica Americana. (1994). Manual de diagnóstico y


estadístico de los trastornos mentales.

Bowlby, J. (1980). La pérdida (el apego y la pérdida). Paidós Ibérica.

Freud, S. (1917). Duelo y melancolía. Argentina. Paidós.

Grinberg, L. (1964). Dos clases de culpa (duelo normal y patológico). The


International Journal of Psychoanalysis.

Grinberg, L. (1978). El filo de la navaja: depresión y duelo. The international


Journal of Psychoanalysis.

Klein, M. (1940). El duelo y su relación con los estados maníaco-


depresivos. Paidós.

Lacan, J. (1958). Seminario 6: El deseo y el duelo. París. Paidós.

Leader, D. (2008). La moda negra: Duelo, melancolía y depresión. Editorial


Sexto Piso.

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