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Espacio y Marginación
Fuerzas Especiales (2013) retrata, por una parte, una marginación política, y por otra, una
corresponde al intento de clasificar el tipo de exclusión que se ejerce a través del espacio en
la novela, para que, en el tercer capítulo de esta investigación, me sea posible proyectar qué
tipo de vidas son las que está produciendo –de manera consciente, o no- Diamela Eltit en su
escrito. Por ello es que revisaré, primero, de qué modo la escritora articula los espacios en
su narrativa, para posteriormente analizar, por un lado, qué tipo de diálogo sostiene la
asociadas a las viviendas de bloque, y por otro, con el funcionamiento disciplinar y judicial
carcelario. Dos aristas que nos permitirán leer dicha configuración como un «espacio de
narrativa, por ende, está sumamente influenciada por teorías que explican exhaustivamente
el funcionamiento del poder, de las cuales se sirve e incorpora como elementos subyacentes
a sus escritos, los cuales, si bien no aluden directamente a dichas teorías, develan
1En la entrevista que Adrián Ferrero le realiza a Diamela Eltit, publicada en el año
2011 en la revista Confluencia, la escritora reflexiona en torno a sí misma a través de
Foucault, señalándose a sí como una persona disciplinada. (Fuente:
http://www.jstor.org/stable/41350547?seq=2#page_scan_tab_contents )
explícitamente cómo la abstracción filosófica respecto al poder se materializa en el
lo dicho recientemente, y agrega que, en ese sentido, identificar cómo funcionan los
espacios en la narrativa de Eltit es de suma utilidad pues funcionan como una constante que
se articula en torno al encierro, señalando además que “La obsesión particular de Diamela
Eltit que permite agrupar todas sus obras es el ejercicio del poder. (…) Es decir, como el
conjunto de prácticas propias de los Estados modernos tienen por objetivo subyugar los
cuerpos y controlar a la población. Sea por su condición económica, étnica o sexual, los
personajes de la autora habitan siempre espacios marginales” (77). En este sentido, vale que
los bloques y el cíber, establece una diferencia entre su zona (los bloques) y el centro (todo
lo que está fuera del cuadrante bloque), al que nunca visita pero que reconoce como algo
distribución espacial que en ella reside no se aleja de la realidad social y arquitectónica del
que Diamela Eltit erige en torno a las viviendas de bloque, es repensar el recorrido político
al que han estado sujetos estos tipos de vivienda que, lejos de figurar solo como una
período comprendido entre los años 1964 y 1970. Durante su presidencia impulsó un
programa habitacional que buscaba hacerle frente a un segmento no menor de una amplia
masa de sujetos que, desde mediados de siglo y atraídos por los beneficios económicos del
centro, migraban a la ciudad sin poder establecerse como propietarios. “El gobierno de Frei
población (…) todo esto en el contexto de una política de integración y participación social
dirigida por el Estado y el partido dominante cuyo contenido ideológico proclamaba las
Urbanas. Todas ellas perseguían el fin de organizar los espacios no solo a un nivel
comunidad. Eduardo Frei en Un mundo nuevo, libro publicado en el año 1973, explica
cuán importante era la integración de las capas más bajas de la población chilena para el
además de mejorar la calidad de vida de las personas a través de la entrega de viviendas, les
otorgara a las mismas la posibilidad de ser partícipes de sus propios procesos de desarrollo
a través del análisis de su entorno. Eduardo Frei Montalva, respecto a ello, señala que “en
ser no sólo entidades de poder, sino además agentes verdaderamente eficaces para
representar y defender los intereses generales de toda la comunidad” (Frei, 124). Más
concretamente, su plan se llevó a cabo a través de la implementación obligatoria de las
juntas de vecinos, que en su período alcanzaron una cifra aproximada de 3500 a nivel de
instituciones de vivienda y urbanismo en Chile. Los lemas promulgados por Eduardo Frei y
Salvador Allende que consistían en que la vivienda era un derecho y que el Estado debía
en que «La vivienda es un derecho que se adquiere con el esfuerzo y el ahorro, en que
que la organización política alcanzada en los dos gobiernos anteriores impulsó a las capas
que un quiebre fatal. Es justo aseverar lo anterior porque precisamente esas masas
su poder adquisitivo ingresó a una brecha permanente que, por medio del endeudamiento y
los bajos salarios recibidos por el grueso de la población, los condenó generacionalmente a
período que comprende los años 1973 a 1989 (con las mejoras técnicas, el subsidio estatal y
parte de la población obtuvo acceso a viviendas propias, se inició a su vez una nueva forma
se identificaba a estos espacios populares como sitios que en algún momento lograron
albergar a la ideología enemiga, recibiendo las periferias una violencia estatal desmedida
que no sólo fracturó toda organización comunal sino que además convirtió a las juntas
dictadura militar chilena, retrata cómo en una época en que la misma pareciera no tener
“la dictadura (…) se refleja no sólo en espacio del afuera, sino en la propia manera como
cada quien internaliza el poder y, de alguna manera, habla por medio de él, porque se tiende
a simplificar la dictadura en la cuestión militar cuando en verdad hay una gran relación
entre ésta y el mundo civil” (Rojas, 53). La transformación de las juntas de vecinos es
precisamente una de estas formas de violencia, porque, como ya veíamos hacia el final del
operativas de la DINA y la CNI3. En la novela podemos ver cómo se les sigue identificando
2 En la comuna de Peñalolén, conocida por su paisaje de viviendas habitacionales de bloque, es bien conocida
–al menos por la memoria colectiva del sector- esta estrategia militar separatista encarnada en la ambigua
figura de Osvaldo Romo, quien fue dirigente vecinal de la población Lo Hermida y utilizó su cargo para
recabar información de la comunidad y entregársela a las entidades de vigilancia que violentaron a los sujetos
identificados como opositores a la dictadura.
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La dictadura militar impuesta en 1973, en su afán de exterminar a quienes consideraba como el “enemigo
interno”, creó una extensa red de espionaje político que funcionó dentro y fuera del país. En esta red
participaron tanto militares como civiles, utilizando toda la infraestructura del Estado que estuvo a su
con la época de dictadura, pese a que para el común de la sociedad -de esta sociedad
fuerzas armadas del espacio civil. Uno de los personajes de Fuerzas Especiales, el Omar,
dice “que la junta número treinta y dos, de corte paramilitar, mide metro a metro la
densidad humana en los bloques e incluso consideran ritualmente los centímetros.” (Eltit,
121). Este fragmento, además de categorizar a las juntas vecinales como un organismo
paramilitar, nos habla de la nueva tarea de estas micro instituciones, las cuales empiezan a
llevar a cabo una labor de registro que funciona a modo de censo humano y espacial, que
oprime a los sujetos a partir de la vigilancia. El mismo personaje, paranoico por el efecto
que provoca en él el hecho de que lo vigilen, dice que “la junta de vecinos número treinta y
dos está aliada a uno de los grupos de fuerzas especiales de los pacos y que ambos, la junta
y los pacos, lo tienen a él en el centro de sus operaciones (…) que pretenden desalojarlo de
su departamento porque quieren entregarle sus treinta metros a una de las familias de los
sin casa que le pasan datos a la policía” (120-121). En la novela, la amenaza constante de
los “sin casa” hace visible dos cosas: por un lado, evidencia esa brecha económica de la que
hacíamos mención más arriba, pues las políticas habitaciones, al no asegurar la vivienda
otro lado, estratégicamente hablando, la mantención de esta brecha nos habla de cómo el
alcance. Los servicios de seguridad y represión intervinieron ministerios, municipios, juntas de vecinos,
universidades, etcétera. Los civiles que participaron del régimen tuvieron un papel no menor en estas
actividades solapadas, convirtiéndose en la práctica en soplones de los militares (como es el caso del actual
diputado Alberto Cardemil), intercambiando información con los aparatos clandestinos de las fuerzas armadas
de manera permanente, en especial con la DINA primero y luego con la CNI. Estos casos son muy bien
explicado por los autores de Asociación ilícita. Los archivos secretos de la dictadura, argumentando con
respaldo de documentos confidenciales –y oficiales- de la dictadura, varios de los cuales son reproducidos en
el volumen. (Por Alejandro Lavquén, en http://letras.s5.com/ala261012.html)
poder estatal encuentra aliados en dicha población de margen para completar la práctica de
la vigilancia. Los “sin casa” no forman parte del cuadrante bloque, y al estar en un
escalafón más bajo que los marginales que habitan los mismos, tienen la opción de
conseguir una vivienda siempre y cuando puedan aliarse a quienes tienen el control de la
zona, que serían los agentes de represión estatal. Ante la amenaza constante de que “los sin
la protagonista de la novela revela —a través de una voz colectiva— que “creemos que [los
claro está que lo consiguen, pues pudimos leer en las palabras de Omar y también en las
El quiebre que producen las políticas de dictadura, entonces, se basa, entre otras
cosas, en la introducción de la desconfianza entre pares, lo cual tiene como efecto, por un
lado, una incredulidad política que establece la inutilidad representativa de los organismos
como práctica, hecho que elide la potencia organizacional comunitaria a partir del uso que
el poder estatal, en la novela, le da al segmento humano más marginal, que serían los “sin
casa”. Más concretamente, y para terminar con este apartado, podemos ver la transición del
del siguiente fragmento: “Dice que su padre fue uno de los gestores de esa junta [de
vecinos] pero que sus antiguas conexiones no le han servido para nada” (Eltit, 121). Si
del Chile actual: heredero de políticas que se aplicaron en dictadura y permanecen hasta
nuestros días, se nos hace posible conjeturar, a partir de esta cita, sobre la distancia
generacional entre quien aparece como gestor de una Junta vecinal y su hijo. Asumiendo
que existe una brecha de al menos tres décadas entre padre e hijo, es que podemos ver
cómo en el tiempo actual el grado de dominio de un gestor vecinal, por ende, sujeto político
de su tiempo, está reducido al extremo de no tener influencia en el organismo del cual fue
influencia del mismo, viene a remplazar a los agentes políticos de las juntas vecinales por
sujetos que eliden el trabajo comunitario y despreocupan su entorno para centrarse en las Commented [A1]: Eliden es una palabra muy suave
contemplando que lo que sucedió en las junas vecinales
fue debido a la irrupción que generó la dictadura. Pensar
demandas exigidas por los aparatos represivos del poder. Así, las juntas de vecinos en otra palabra.
transforman el direccionamiento para el cual fueron pensadas. Frei Montalva entendía que
su funcionamiento era dirigido de abajo hacia arriba, es decir, que las comunidades
organizadas podían levantar demandas ante entidades mayores tales como los municipios.
funcionamiento de arriba hacia abajo, siendo las juntas vecinales las que empiezan a
trabajar para entidades mayores que determinan la labor de las micro instituciones con el
fin de alcanzar, a través de éstas, la obtención de beneficios dirigidos desde y para el poder.
comunitario y, contrario a ello, empezaron a ser focos desde los cuales el poder, gracias a
sus nuevos súbditos, mantuvo vigiladas a las comunidades de margen, las cuales perdieron
destacar la figura del “sapo”, que desde la dictadura se instaló en el lenguaje de los sectores
de oposición4 para hacer referencia a aquellos sujetos que transitaban en círculos opuestos
4 La figura del “Sapo” es de uso común en medios actuales que mantienen editoriales explícitas de
oposición no solo a lo ocurrido en dictadura sino también a las herencias de la misma en la sociedad
actual. Si en el buscador de google insertamos las palabras “sapo” y “dictadura” y le damos click a
buscar, medios tales como El Clarín, Gamba, Red, entre otros, nos ofrecerán titulares como: “SAPO DE
a la dictadura y que, a través de cumplir el rol de vigilantes infiltrados, entregaban
equivalente en la novela en la figura de los “sin casa”. Sujetos necesarios para que se pueda
hacia el individualismo, decantando esto en la completa inoperancia de las que, hasta ese
momento, funcionaron como micro instituciones que les permitían a los marginales urbanos
2 Marginación Judicial
estatal.
Lo revisado hasta aquí me lleva inevitablemente a pensar que el modo en que las
sustentadas por ejes propios del sistema carcelario, mediante los cuales la escritora
de Diamela Eltit, que la escritora generalmente elabora el escenario en el que inscribe a sus Commented [A2]: SE RETOMA EL TRABAJO DE LOS
ESPACIOS EN DIAMELA ELTIT
personajes a partir de un hermetismo espacial que le permite dialogar teóricamente con
LA DICTADURA: Revelan que Alberto Cardemil Entregaba Datos de Opositores a la CNI”; “Académico
Expulsado por Acoso y Abuso era Sapo de la Dictadura en la Universidad de Chile”; “Biógrafo de
Gervasio acusa a rostros de “sapos de la Dictadura”.
de conducta entre ésta obra y Los Vigilantes (1994), texto que Mónica Barrientos analiza a
poder que intentan producir formas de legitimación a partir de una serie de mecanismos o
desprenden del constructo carcelario analizado por Michel Foucault en su libro Vigilar y
Castigar6, a través de los cuales podemos analizar el espacio que nos presenta Diamela Eltit
en Fuerzas Especiales, mecanismos que, tal como su título lo explicita, se centran, entre
otras cosas, en la forma de operar que tiene la vigilancia cuando se la concibe como un
aparato del cual dispone el poder para disciplinar los cuerpos, por ende las vidas de los
sujetos; y también el castigo, dispositivo que funciona en todo su esplendor cuando los
sujetos están recluidos en espacios en los que no opera un aparato judicial mas sí uno penal.
En el texto Vigilar y Castigar, Michel Foucault revisa, entre otras cosas, la función
carcelario; respecto a ello señala que “para garantizar la combinación de fuerzas, [el poder]
dispone "tácticas". La táctica, arte de construir, con los cuerpos localizados, las actividades
codificadas y las aptitudes formadas, (…) es sin duda la forma más elevada de la práctica
entonces, frente a una maquinaria, en la que cada una de las piezas que la compone cumple
5
http://web.uchile.cl/vignette/cyberhumanitatis/CDA/texto_sub_simple2/0,1257,PRID%253D16159%2526SCID%253D16
177%2526ISID%253D576,00.html
6 En el artículo titulado EL discurso crítico de Diamela Eltit: cuerpo y política, Leonidas Morales enfatiza que “Diamela
Eltit, en sus textos críticos, ha referido explícitamente su concepción del poder a la teoría de Foucault, especialmente a su
libro Vigilar y Castigar –señalando además que- Un espacio desde luego cultural, siempre poblado de signos que hablan
del “poder” o lo delatan, en la conceptualización de Foucault, y de su insistencia secular en colonizar al cuerpo,
inscribiendo en el, soterradamente, sus códigos” (Morales, 205)
una función específica determinada por el poder. Más arriba señalé que nos era posible leer
sólo porque en ella opera, por ejemplo, la vigilancia, sino también porque precisamente el
espacio de bloques es el que permite que la vigilancia trascienda el esquema que sitúa a los
cárceles, podemos caer en cuenta que los vigilantes son los gendarmes, y que los vigilados
son los reos, hecho que inevitablemente nos lleva a identificar superficialmente al poder
planifica no sólo para que la vigilancia opere en una dirección sino para que el vigilante,
que supuestamente es la manifestación más inmediata y evidente del poder, sea también
vigilado. De este modo la vigilancia “se organiza también como un poder múltiple,
punto de abajo arriba y lateralmente” (164). En Fuerzas Especiales Diamela Eltit retrata
encontramos una vigilancia que se ejerce desde arriba hacia abajo por el aparato de
represión estatal sobre los habitantes de la zona de bloques: “Ellos, los policías, nos siguen
por todas partes, nos estudian porque formamos parte de su trabajo” (Eltil, 26); En segundo
lugar podemos identificar una vigilancia que se ejerce de abajo hacia arriba por los
habitantes de la zona de bloques sobre el aparato de represión estatal: “Soy una especialista
en las licitaciones de los pacos y de los tiras porque tenemos que comprender cómo actúan
y qué nuevos recursos han obtenido para destruirnos” (Eltit, 66); y por último, una
vigilancia lateral entre los habitantes de la zona de bloques: “El cojo ya no da para más, eso
¿Qué significa, entonces, que el vigilante sea también vigilado, cuando intentamos
leer el poder más allá de sus formas evidentes de manifestarse? A partir de aquí debemos
asumir que la existencia de un vigilante vigilado nos habla de un poder que trasciende a la
dinámica carcelaria, de un poder que produce esos espacios y que dispone la forma en que
se deben relacionar los sujetos que transitan y habitan los mismos. En otras palabras,
podemos decir que tanto los habitantes de los bloques como los agentes del aparato estatal
son sujetos producidos y atravesados por el poder, que se reconocen a sí mismos a partir de
la existencia del otro. El estado de cosas que presenta la novela da cuenta de la razón de ser
justifica la existencia un cuerpo de violencia estatal que advierte sobre “un poder que no
tiene que demostrar por qué aplica sus leyes, sino quiénes son sus enemigos y qué
desencadenamiento de fuerza los amenaza” (Foucault, 62). Rasgo no muy distante fue el
que experimentó la sociedad chilena durante la dictadura, pero que difiere de la misma
porque nos hallamos frente a una política del poder que trasciende a la misma y que se
existe un poder que aún es capaz de decidir sobre la vida de los habitantes pese a que las
señala que “Más allá (…), se parapetan otros y otros policías respondiendo al salario que
(Eltit, 78). Sin embargo, cabe mencionar que la protagonista no identifica al poder más allá
de su manifestación evidente. “Hoy se trata de un operativo blando revestido de una
irrelevante dosis de violencia porque así lo pactaron. ¿Quiénes? No lo sabemos”. (Eltit, 66)
En la primera parte de esta cita podemos ver que la protagonista es consciente de qué
ocupado por el aparato de violencia estatal, pero hacia el final de la misma, su “no saber”
nos permite apreciar como ella es incapaz de reconocer quién dirige las actividades
operaciones.
Michel Foucault, en el libro citado más arriba, señala que “El poder en la vigilancia
jerarquizada de las disciplinas no se tiene como se tiene una cosa, no se transfiere como una
da un "jefe", es el aparato entero el que produce "poder" y distribuye los individuos en ese
campo permanente y continuo.” (Foucault, 182) No estaría fuera de lugar, entonces, haber
asumido que en Fuerzas Especiales tanto los pobladores como las fuerzas estatales están
maquinaria del poder lo determina. Sin embargo, existe una diferencia sustancial entre
ambas partes, y es que, al parecer, quienes más obligación tienen de permanecer ahí y más
hastiados están de cumplir un rol dentro de dicho sistema de relaciones, son los agentes del
aparato estatal: primero, porque los habitantes pueden salir de la zona de bloques, moverse
al centro si así lo desean: “Y nos dice, frente a su taza de té, que va a volver a trabajar en el
centro”(Eltit, 71); y segundo, porque los agentes del aparato estatal son trabajadores a
sueldo. Esta condición se hace visible, por ejemplo, porque en reiteradas ocasiones, dentro
de la novela, dejan ver no solo cómo el espacio en que trabajan los afecta: “la horda de
pacos está furiosa por la falta de antenas y se sienten despreciados, eso me lo dijo el Lucho
con preocupación, andan de arriba abajo con sus celus en la mano, incrédulos, enojados, y
los tiras también” (Eltit, 145); sino también qué modo tienen de desquitarse ante los bajos
En esta cita podemos apreciar cómo los agentes represivos del aparato estatal idean Commented [A3]: SE ANALIZA LA CITA EN
PROFUNDIDAD
una forma autónoma de castigo que no se ampara dentro de los márgenes de la legalidad,
acuerdo entre un policía y una ciudadana que excluye la burocracia propia de los procesos
manifestación inmediata, nos habla de cómo el mismo permite que en ese espacio
entrecomillas carcelario –porque no es una cárcel en sí- exista una subversión de la justicia,
pues los organismos represivos estatales, en Fuerzas Especiales, no se apegan al discurso Commented [A4]: SE ELIMINA NOMINACIÓN “FF.EE Y
PDI”
que se maneja en torno a la misión inmediata de dichas instituciones: garantizar el orden
público. En la novela, los agentes represivos del aparato estatal forman parte de un caos
legislativo, pues son sus integrantes los que mantienen la red de narcotráfico: “no sabemos
cuándo le pagan a la policía, ni menos cuánto le pagan. No lo sabemos porque hay que
sumar las coimas que acumulan en los bloques, las mismas coimas que les pagan a los tiras
porque ellos también le cobran a los bloques” (Eltit, 51): dichas coimas se refieren a la
ganancia que obtienen los agentes de represión estatal a costa del narcotráfico, pues éstos
aumentan sus sueldos gracias al pacto entre ellos y los narcotraficantes. Si eliminaran el
torno al organismo judicial. “Hay que admitir que las instancias judiciales no pueden tener
intervenir hasta después de la sentencia y no pueden actuar sino sobre las infracciones”
independencia en cuanto al trato que se le puede dar al recluso, pues éste, al estar bajo las
paredes de dicha institución, deja de estar al amparo del sistema judicial para pasar a ser un
sujeto que debe regirse por un sistema penal. De este modo, en la novela se genera una
dinámica en que los habitantes del espacio de bloques experimentan una exclusión judicial,
pues los agentes del aparato estatal no sólo no cumplen su función inmediata que es velar
por el bienestar social, sino que además tienen libertad -u obligación- de violentar a los
pobladores de la zona sin recibir ningún tipo de escarnio por dicha conducta, la cual se
permite que exista: 1) una exclusión política que se hace manifiesta en la inutilidad
representativa de las micro instituciones de los marginales urbanos, y 2) una marginación
judicial que sitúa a los habitantes de los blocks bajo el ejercicio de categorías carcelarias
teórico de esta investigación, que para relegar a una vida a su condición biológica, a su
como la pieza clave que permite que podamos asumir que la herencia del totalitarismo
moderno traspasada a los Estados contemporáneos, fue la instauración “de una guerra civil
legal, que permite la eliminación física no sólo de los adversarios políticos sino de
sistema político” (Agamben, 25). De este modo, los prototípicos campos de concentración
y exterminio del siglo pasado tales como Auswitch en Alemania y el Estado Nacional en
Chile, en el siglo XXI son trasladados a espacios no evidentemente identificables pero que,
aún así, podemos reconocer, ya que se nos presentan disfrazados como “un umbral de
¿Y qué son las periferias, los espacios marginales de Chile, sino ese espacio en que
los límites entre democracia y absolutismo se confunden, cuando nos damos a la tarea de
aumento casi caricaturesco lo que nos permite proponer que Diamela Eltit erige los
elementos con los que va construyendo su libro, con intención de visibilizar ese umbral
sino que son incluidos en la novela, precisamente, para que podamos clasificar, a partir de
postulados biopolíticos, el tipo de vida que construye dicho espacio que, más cercano al
vida humana a partir de una dicotomía basada en la eugenesia. Así, por una parte,
encontramos a los sujetos eugenésicos o bien nacidos y, por otra, a su contraparte que, por
motivos contextuales, no tuvo la gracia de nacer bien. De aquí se desprende una arista
política que, acentuando la diferencia entre el bien y el mal nacer, destaca el poder legítimo
de los bien nacidos. Citando a Foucault, Agamben señala que, según el filósofo, “Durante
milenios el hombre siguió siendo lo que era para Aristóteles: un animal viviente y además
capaz de una existencia política” (11). La diferencia entre esa era y la nuestra, es que en la
nacidos producen espacios desprovistos de buen nacer que relegan a las vidas que
como una entidad capaz de decidir sobre la muerte: hecho que es garantizado a través de
privación, de aplicarse desaplicándose” (Agamben, 43). Esta afirmación nos habla de una
forma separatista, en que la ley, entendida superficialmente como aquello que procura
en sí misma una clausula legal de privación. Es decir, que tiene la facultad de desaplicarse
frente a ciertos contextos. Si bien es cierto que dicha privación era evidente en los tiempos
como algo legal en ciertos regímenes, en épocas del Estado contemporáneo se vuelve
difusa, y ya la eliminación directa de tipos humanos se traviste de nuevas formas, en las que
intervienen distintos mecanismos o tecnologías de control, que en vez de dar una muerte
evidente a los sujetos eliminables o mal nacidos, se les deja morir. Así, categorías enteras
una vida que se pone en entredicho, pues se les deja morir, gracias a una exclusión judicial
Ya asumido lo anterior, y para concluir este capítulo, podemos caer en cuenta que la
excepción», que serían la privación política y jurídica de ciertas vidas. Vidas que se pueden
entender como «desnudas» y que remiten un significado primigenio, pues devienen, gracias
redireccionamiento que las Juntas de Vecinos sufrieron en dictadura, época que instauró
se difuminó y resignificó con el ingreso de la democracia, pero que aún así mantuvo
prácticas opresoras propias de dicho período en espacios marginales, que bien veíamos en
el apartado 2 de este capítulo, dan cuenta de una ley que se desaplica, pues en el espacio de
bloques los cuerpos transitan en un espacio regido por lo penal, en que el sistema jurídico
de excepción» ensayado por Giorgio Agamben. Explicar esa cita, por qué la ley se aplica
desaplicándose, que relación tiene con el estado de excepción; y en una exclusión política,
en la que los sujetos no-eugenésicos -en términos Aristotélicos-7 se incluyen en el orden de
cosas determinado por el poder a través de una marginación sustentada en base a distintas
políticas que producen «vidas desnudas» las cuales tienen “el singular privilegio de ser
aquello sobre cuya exclusión se funda la ciudad de los hombres” (Agamben, 17): la ciudad
de los bien nacidos. Explicar la dicotomía augenesia, no eugenesia, según Aristóteles y ver
7
Aristóteles entiende la vida a partir del esquema en que el hombre es un «animal viviente y,
además, capaz de tener una existencia política», la cual es dada por la eugenesia.