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muy bien organizado que poseía escalas jerárquicas y diferentes lugares un tanto
extraños.
Los cinco ríos del Hades eran Aqueronte (el río de la pena), Cocito (lamentos),
Flegetonte (fuego), Lete (olvido) y Estigia (odio). El Erídano era también considerado
un río del Hades por Virgilio (VI, 659). El Estigia formaba la frontera entre los mundos
superior e inferior.
Más allá quedaba el Érebo, que puede usarse como un eufemismo para el Hades, cuyo
nombre era temido. Había en él dos lagos: el de Lete, a donde las almas comunes
acudían para borrar todos sus recuerdos, y el de Mnemósine (‘memoria’), de donde los
iniciados en los Misterios preferían beber. En el antepatio del palacio de Hades y
Perséfone se sentaban los tres jueces del Inframundo: Minos, Radamantis y Éaco. Allí,
en el trivium consagrado a Hécate, donde los tres caminos se encontraban.
El gobernante de la Morada de los Muertos es Hades. En el arte griego, los tres tienen
el mismo rostro, el de un hombre adulto con barba, aunque varían algunas
expresiones. Sus atributos son un cetro, un casco y, en ocasiones, Cerbero. El cabello
cae sobre su frente confiriendo un aspecto sombrío y taciturno a su rostro.
Hades nació de la titánide Rea y de Cronos. Cuando Zeus planeó la rebelión contra su
padre, Hades tenía como arma un casco invisible, lo que le permitió robar las armas de
Cronos para que no pudiera defenderse. Cuando el titán fue vencido, los tres
hermanos echaron a suerte cómo se repartirían el Todo; aunque estaban de acuerdo
en que Zeus sería el rey líder. A Hades le tocó el Inframundo.
La reina del Inframundo y esposa de Hades era Perséfone. Ella, en primera instancia,
fue esposa del Crónida contra su voluntad. Hades la había raptado cuando notó su
presencia en la tierra y se enamoró de ella. Con el tiempo, ella aceptó su nuevo hogar y
a su esposo; y gobernó con satisfacción en el Inframundo. Juntos los esposos eran
jueces de la humanidad. Perséfone, también llamada Core, es una diosa sumamente
compleja, con doble función: Diosa de la fertilidad y la agricultura (de lo vivo), Diosa de
las almas del Inframundo (de lo muerto).
Junto a todos los anteriores vivía la diosa Hécate, otra deidad sumamente compleja,
cnótica, preolímpica, reina de las brujas y los fantasmas. Otro habitante especial del
Inframundo era Cronos ¹, aquel titán rey destronado por sus hijos. La mayoría de los
mitógrafos aseguraron que Cronos fue encerrado en el Mundo Subterráneo y gobernó
pacíficamente los Campos Elíseos.
Las Moiras eran tres criaturas ancianas personificaciones del destino. Ellas hilaban la
vida de los hombres y nadie tenía poder sobre ellas, ni siquiera Hades. Cloto era la más
joven y tomaba un hilo de su rueca y huso. Láquesis medía la longitud del hilo y,
finalmente, la más vieja de todas, Átropos, cortaba el hilo dando fin a la vida de un
mortal. Ellas solían aparecer cuando nacía una persona y profetizaban sobre su vida;
como en el caso de Meleagro, a quien profetizaron que su vida duraría lo que dura un
tizón en hacerse ceniza.
Todas las almas de los muertos eran trasportadas por el dios de la muerte, Tánatos,
por su hermano Hipnos, dios del sueño, o por Hermes, el mensajero de los dioses. Así
descendían al inframundo por las gargantas del Río Estige, el cual tenía su
desembocadura en el Aqueronte, ese río infernal que costeaba al Palacio de Hades.
Luego de llegar allí las almas debían ingresar al palacio por una puerta que estaba
vigilada por Cerbero, el inmenso perro de tres cabezas.
Los tres jueces que se encargaban de realizar esto eran: Minos, Eaco, y Radamante. El
primero de ellos hijo de Zeus y Europa, fue rey de Creta. Su nombre significaba
severidad para cumplir las leyes. De hecho fue su sabiduría, su prudencia y su equidad
lo que le dio el honor de ser juez luego de que perdiera la vida. Según las creencias
Minos se había ausentado durante diez años en una cueva donde su padre le dictaba
las leyes. Tenía un cetro en su mano derecha y una urna que casi siempre agitaba,
donde se encontraba el destino de las almas.
Por otro la lado Eaco era Rey de Egina que se había caracterizado por ser el más
equitativo y hábil de todos los gobernantes de la época. Una vez cuando la peste
afecto sus dominios, Zeus le concedió que las hormigas se convirtieran en hombres,
nuevos súbditos a los que Eaco llamó Mirmidones.
Finalmente el último juez del tribunal del inframundo fue Ramadante. También hijo de
Zeus y hermano de Minos. Tenía un espíritu verdaderamente equitativo y justo. De
hecho fue tal la magnitud que cobró su alma justa que cuando los hombres de muchos
reinos querían expresar una sentencia equitativa, sea severa o no, la denominaban
Juicio de Radamanto.